Advertencias: Aparición de un personaje OC que no dañará las relaciones de 8man.
Disclaimer: Oregairu no me pertenece, le pertenece a su respectivo creador.
Declaración de guerra.
HACHIMAN POV.
Son las 12:00 del día del 26 de Diciembre. Es el día siguiente después del acontecimiento con Miura. En estos momentos me encuentro encerrado en mi habitación jugando con mi PSP y de hecho estoy jugando un videojuego de boxeo.
¿Boxeo? Supongo que no estaría mal dedicarme al boxeo de forma profesional. Pues si me convierto en un boxeador de élite podré ganar grandes cantidades de dinero con las que podré vivir cómodamente sin preocuparme de nada. Por lo que, en ese momento, me pongo a buscar la tarjeta que Miguel me dio aquel día que lo conocí en el incidente de Isshiki y Hayama con ese viejo cerdo y la encuentro rápidamente.
Sin dudar ni un instante, marco el número que aparece en la tarjeta de Miguel y espero a que él me responda. A los cinco tonos, alguien responde al otro lado de la línea:
– ¿Hola? ¿Con quién hablo? – Escucho la voz de Miguel al otro lado de la línea.
– ¿Miguel? – Pregunto con algo de duda.
– Sí, soy yo. ¿Quién habla? – Pregunta la voz de Miguel.
– Soy Hachiman. El chico que conociste aquel día del incidente con ese viejo degenerado. ¿No me recuerdas? – Le pregunto con algo de duda.
– ¡Ah! ¡Eres tú! ¡Hola, Hachiman! ¿Cómo estás? – Me pregunta una vez que me ha reconocido.
– Más o menos. – Le respondo.
– Ya veo. ¿En qué puedo ayudarte, Hachiman? – Me pregunta.
– Sabes… Estuve considerando lo que me propusiste aquel día… Y creo que aceptaré tu propuesta de unirme a tu gimnasio. – Le contesto.
– ¿Estás hablando en serio, Hachiman? – Me pregunta Miguel excitado.
– Sí. Lo estuve pensando muy bien en todo este tiempo… Y creo que no es una mala idea ser boxeador. Quiero volverme un boxeador profesional. – Respondo directamente.
– ¡Así se habla, Hachiman! Si quieres puedes venir al gimnasio para que te haga una prueba y calar tu potencial. – Me dice alegremente.
– Claro. No estaría mal. Después de todo, no tengo nada que hacer en estos momentos. – Le respondo.
– Perfecto. No se hable más. La dirección del gimnasio está apuntada en la tarjeta que te di. Te veo en una hora. Hasta luego. – Dice Miguel.
Cuelgo la llamada y entonces me visto con unos jeans azules, una playera naranja y unas zapatillas deportivas Converse negras. Tomo una mochila y salgo de mi casa, no sin antes avisarle a Komachi y a mis padres que saldré a caminar por la calle por un rato. En menos de una hora llego al gimnasio de boxeo.
GIMNASIO DE BOXEO GRANT.
Es el nombre que leo en el letrero que hay en la entrada del gimnasio. Mmmmm… Si mal no recuerdo, Grant es una marca de guantes de boxeo muy famosa y que usan muchos boxeadores de todo el mundo. Un poco dudoso abro la puerta y me quedo asombrado con lo que ven mis ojos. Pues ante mis ojos, está un gimnasio muy moderno, cuidado y sobre todo muy limpio. Con una gran variedad de artilugios boxísticos como sacos, manoplas, peras de boxeo e inclusive un ring muy bien cuidado y definido. No estaba vacío, hay por lo menos veinte chicos de entre los 16 y los 25 años estaban entrenando con los múltiples artilugios que hay en el gimnasio.
Me quedo sorprendido con lo que hay en el gimnasio y entonces decido buscar a Miguel, pero en realidad no hace falta, pues él me encuentra primero.
– ¡Hachiman! – Oigo a Miguel llamarme.
– Hola, Miguel. – Le digo contestando a su saludo.
– Qué bueno que viniste. Sin duda tomaste la mejor decisión al venir a este gimnasio. Aquí te entrenaremos para volverte un gran boxeador. – Me dice.
– Eso se oye interesante. Me gusta. – Le respondo.
– Primero que nada, hay que calar tu potencial. Tienes un gran talento para pelear. Puede que suene un poco extraño o precipitado, pero haré que tengas un sparring para ver tu potencial al por mayor. – Dice Miguel.
– No hay problema. – Contesto yo.
Miguel me lleva a un cuarto donde me venda las manos, es un típico vendaje de boxeo y luego me pone unos guantes de boxeo y un casco para sparrings. En ese momento me dice que me suba al ring y entonces un chico como de 19 años se sube al ring igualmente con guantes y casco. Miguel dice que será un sparring de tres asaltos de tres minutos.
El combate comienza y el otro sujeto sabe pelear bastante bien pues logra conectarme 47 golpes de los 58 que lanzó en solo el primer asalto. Sin embargo, a pesar de no tener ninguna noción de boxeo, la pelea se vuelve a mi favor, y lanzo 57 golpes en un asalto y de esos golpes logro conectar 52. Mientras que mi oponente lanza apenas 20 golpes y apenas logra conectar 4. Y en el tercer asalto, dejo fuera de combate a mi oponente con un potente golpe en el estómago.
Miguel le aplica la cuenta de protección a mi rival y esta llega a 10, lo cual me declara como el ganador. Entonces Miguel me dice que soy el ganador y que está sorprendido por lo bien que sé pelear. No puedo evitar sentirme halagado por los comentarios de Miguel y no solo eso. Los chicos del gimnasio también se acercan y me felicitan por mi gran talento para pelear.
– Buena pelea, amigo. – Dice uno de ellos.
– Luciste espectacular. – Comenta otro.
– Tienes un gran talento para pelear, amigo. – Argumenta otro de ellos.
– Peleas muy bien. Puliendo un poco más tus habilidades serás imparable. – Me comenta mi oponente quien empieza a recuperarse lentamente.
– Estás aceptado, Hachiman. A partir de hoy serás un nuevo miembro del gimnasio. Así que preséntate como miembro oficial de este gimnasio. – Dice Miguel.
– Mi nombre es Hachiman Hikigaya. Tengo 17 años y estoy en segundo año de preparatoria. A partir de ahora seré un nuevo miembro de este gimnasio. Espero que nos llevemos bien. – Digo algo apenado con una mano en la cabeza.
– Bienvenido, Hachiman. – Dicen todos al unísono haciéndome sonreír.
Todos me dan la bienvenida haciéndome sentirme cómodo. Unos minutos después, Miguel me lleva al cuarto donde me preparó para el combate y me ayuda a quitarme los guantes y el vendaje. Una vez que lo hace, sorpresivamente empieza a tocarme en todo el cuerpo y empieza a apretar mis brazos, mi estómago, mi pecho, mis hombros y todo mi cuerpo. Algo asustado, me alejo un poco de él, temiendo que me vaya a hacer algo.
– ¿Qué diablos haces? – Le pregunto algo molesto.
– No, nada. No te enojes. No es por lo que crees. Solo estaba calando tu masa muscular. Puedo ver que tienes muchos músculos. Más de lo que aparentas. De igual forma, tus habilidades para pelear son increíbles. – Responde él.
– ¿Hablas en serio? – Pregunto aún algo desconfiado.
– Así es. Tienes nivel de sobra para ser un excelente boxeador. Con tu nivel y tu masa muscular actual, ahorita mismo ya puedes empezar a pelear contra profesionales. Pero puliendo un poco más tus habilidades y trabajando un poco más tus músculos, serás un boxeador imparable. En unas seis semanas como máximo, ya podrás subirte al cuadrilátero profesional. Pero eso sí. Estas seis semanas serán un entrenamiento intensivo y arduo. Empezaremos mañana mismo. Pero todo es para sacarle el máximo jugo a tus habilidades y volverte un peleador imparable. – Es la respuesta de Miguel.
– Ya veo. Eso se oye interesante. – Le respondo.
– ¿Cuánto mides? – Me pregunta.
– 173 centímetros. – Le contesto.
– ¿Cuál es tu peso? – Me lanza otra pregunta.
– 66 kilogramos. – Le respondo.
– Mmmm… Con tu estatura y tu peso actual, entrarías en la categoría Welter. – Me dice.
– Ya veo. – Digo de forma escueta.
– Por cierto, Hachiman. Dime ¿Por qué te gustaría volverte boxeador? – Me pregunta.
– Pues… Porque sinceramente, me gusta este deporte. Y además porque si me convierto en un buen boxeador, no tendré que estudiar más y podré vivir sin preocupaciones. – Le contesto directamente.
– Mmm… Ya veo. Bueno, si te conviertes en un boxeador de élite, te pagarán grandes sumas de dinero, y atraerás empresas que busquen patrocinarte y te ofrecerán contratos lucrativos y jugosos patrocinios. En tus primeros combates te pagarán 1,000 dólares. Si te vuelves el campeón japonés, te pagarán como 10,000 dólares aproximadamente. Ya cuando debutes a nivel mundial, te pagarán cantidades de siete y hasta ocho cifras, las cuales te permitirán vivir con comodidad sin necesidad de que te preocupes de nada. – Dice Miguel.
– Eso se oye interesante. – Le respondo algo interesado en lo que me dijo.
– Por cierto, Hachiman. Ya que eres un miembro oficial del gimnasio ¿Te quieres quedar a entrenar? – Me pregunta.
– ¿En serio, Miguel? – Le respondo con otra pregunta algo sorprendido.
– Claro. En cuanto te presentaste, te volviste un miembro más del gimnasio. – Responde él.
– En ese caso, acepto. Gracias, Miguel. – Le respondo.
Una vez que acepto, me quedo en el gimnasio y procedo a entrenar de forma oficial. En dicho lugar hay muchos chicos que se me acercan y tratan de entablar conversaciones conmigo. Aunque en un principio me siento incómodo y trato de sonar lo más escueto que puedo, al final termino platicando con ellos. Hay varios como yo: Que son muy solitarios, sus familias les prestan poca atención y usan el boxeo para salir adelante, de igual forma hay dos chicos que quieren volverse boxeadores para sacar adelante a sus familias y otros que buscan dedicarse a este deporte porque les gusta y desean tener fama.
Por alguna razón, me siento identificado con esos chicos, pues varios de ellos son igual de solitarios que yo. Otros son extrovertidos. Y otros tienen buen corazón, pero les cuesta trabajo expresar lo que sienten de forma clara y concisa y por eso se meten en problemas. Hablar con esos chicos me trajo a mi mente lo que siempre he deseado. Inclusive una vez se los dije a Yuigahama y a Yukinoshita: Lo único que quiero y que más anhelo con todo mi corazón: ¡ES ALGO GENUINO!
Yo solo quiero algo genuino. En pocas palabras, quiero una vida normal. Tener novia y amigos. ¿Acaso es mucho pedir? Muchos me juzgan por mi apariencia y creen que soy el peor sujeto del mundo, y lo hacen sin conocerme al menos. Si me conocieran un poco más a fondo, se darían cuenta de que tengo sentimientos, más de los que alguien podría imaginar. Ni siquiera Yuigahama y Yukinoshita saben cuántos sentimientos tengo. Aunque quiera parecer duro por fuera, en realidad soy suave por dentro. No soy como muchos creen que soy.
En eso estoy pensando, cuando de repente oigo una voz llamarme.
– Hola. – Me dice la voz de un chico.
Al darme la vuelta, veo que atrás de mí, está un chico de aproximadamente 16 años de edad, el cual mide más o menos 168 cm, de cabello púrpura un poco largo y ojos azul celeste.
– Hola. – Le respondo con un escueto.
Aquel chico se acerca a mí y entabla una conversación conmigo.
– ¿Cómo te llamas? – Me pregunta el chico.
– Hachiman… Hachiman Hikigaya. ¿Y tú? – Le respondo.
– Ayumi… Ayumi Shimizu. Pero puedes decirme Ayumi. – Me contesta el chico.
– Está bien… Ayumi. – Digo algo dudoso el nombre de ese chico.
– ¿Puedo decirte Hikki? Es un mote derivado de tu apellido y que se oye lindo. – Me pregunta ese chico Ayumi sonriéndome.
– No, por favor. Así es como me llama una compañera de mi escuela y sinceramente no me gusta, pero lo tolero. – Le digo algo sonrojado por el hecho de que considera que mi mote "Hikki" se oye lindo.
– Entonces, ¿Qué tal si te digo Hachiman? – Me pregunta él.
– Di mi nombre tres veces. – Le digo divertido.
– Hachiman… – Dice Ayumi sonrojado.
– ¿Hachiman? – Dice a modo de pregunta.
– ¡Hachiman! ¡¿Siquiera me estás escuchando?! – Me dice ya enojado.
– Ah, sí. Lo siento. ¿Me decías? – Me digo disculpándome.
– Me pareciste un chico simpático y quise entablar una conversación contigo. – Me comenta con una sonrisa.
– Gracias… Supongo. – Le digo algo incómodo.
– ¿En qué escuela vas? – Me pregunta él.
– En la Academia Sobu, aquí en Chiba. – Le respondo.
– Ya veo. – Dice él.
– ¿Y tú? – Le pregunto.
– A la preparatoria Kaijo, en Kanagawa. – Me responde.
– ¿En Kanagawa? No está muy lejos de Chiba. – Le digo.
– A decir verdad, no. ¿Tú dónde vives, Hachiman? – Me pregunta Ayumi.
– Aquí en Chiba. ¿Y tú? – Le respondo.
– En Tokyo. – Es su respuesta.
– ¿En Tokyo? No está muy lejos de Kanagawa y de Chiba. Tokyo está a una hora de Chiba. Y Kanagawa está a dos horas de Chiba. – Le comento.
– Así es. Me hago una hora de mi casa en Tokyo a la escuela. De la escuela al gimnasio me hago una hora y media. Y de mi casa al gimnasio me hago una hora. Siempre uso el metro y llego rápido – Me dice.
– No es mucho tiempo. Yo siempre me voy a la escuela en mi bicicleta y llego en 40 minutos. – Le digo.
– Ya veo. Dime una cosa, Hachiman. ¿Por qué decidiste empezar a boxear? – Me pregunta Ayumi interesado.
– Pues… Porque un día, Miguel me encontró peleándome con un hombre en una calle. Él vio todo y me dijo que le sorprendió mi talento para pelear y me ofreció convertirme en boxeador. En parte, porque creo que el boxeo es un buen deporte que me permitirá vivir cómodamente sin necesidad de preocuparme de nada. ¿Y tú, por qué decidiste empezar a boxear? – Le respondo.
– Ya veo. Bueno, yo decidí volverme boxeador porque me gusta ese deporte. También porque quiero que mi familia no tenga preocupaciones en un futuro. Y también para que yo pueda vivir con tranquilidad sin preocuparme de nada. Además, no soy muy masculino que digamos. Muchos se burlan de mí y me han dicho que soy un chico afeminado. De igual forma, muchos se burlan de mí por mi nombre y me dicen que tengo nombre de chica, a pesar de que soy un chico. No sé por qué lo hacen, si "Ayumi" es un nombre de chico. No sé por qué lo usan tanto con chicas. Y siento que, al volverme boxeador, podré ser más masculino. – Me responde un poco triste.
– Ya veo. – Le respondo.
– Puedes contar conmigo para lo que necesites, Hachiman. De eso no tengas duda. – Dice Ayumi sonriendo.
– Gracias, Ayumi. – Le contesto.
Por alguna razón, Ayumi me inspira mucha confianza y termino hablando con él por largas horas. Algo que me sorprende es que Ayumi entabló una conversación conmigo de forma fácil cuando la mayoría de los que han intentado hablar conmigo no me dicen ni media palabra y se alejan. Pero con Ayumi me siento bien y por alguna razón, sentí una fuerte conexión con él. ¿Acaso a esto se le llama amistad?
Las horas pasan y el gimnasio cierra a las diez de la noche. Angustiado, me voy corriendo a mi casa temiendo que mis padres y Komachi se preocupen por el hecho de que desaparecí tantas horas. En cuanto llego a la casa:
– ¡ONII-CHAAAAAAANNNNN! – Grita la voz de Komachi.
Para cuando me doy cuenta, Komachi se ha abalanzado sobre mí y me ha tirado al suelo.
– ¿Qué sucede, Komachi-chan? – Le pregunto sonriendo.
– ¿Por qué desapareciste tantas horas? ¿A dónde fuiste? – Pregunta Komachi casi gritando.
– Fui a un lado. – Le respondo con un escueto.
– ¿Y cuál es "ese lado" al que fuiste para que te tardaras tanto? – Me pregunta ella.
– Es un secreto. No te lo diré. – Le respondo.
– Ya veo. Pero algún día lo descubriré. Por lo pronto, te diré que tienes mucha suerte. Pues nuestros padres salieron dos horas después de que te saliste y no han vuelto. Por ende, no saben que te desapareciste toda la tarde. – Comenta ella.
– Ya veo. – Le respondo secamente.
Los días transcurren. Llega el Año Nuevo y con ello, otro de los pocos momentos que puedo disfrutar con mis padres y mi hermana sin que haya reclamos, regaños ni más atención a uno que al otro. Cabe señalar que mi entrenamiento boxístico empezó el mismo día que me presenté al gimnasio y durante estos cinco días que pasaron, estuve asistiendo al gimnasio. Pues Miguel dijo que mi entrenamiento apenas estaba comenzando. Correr, golpear sacos, pegarles a las peras, saltar la cuerda, hacer sentadillas, abdominales y fortalecer mis brazos con pesas forma parte de ese entrenamiento intensivo con el que podré volverme un boxeador profesional.
En cuanto llega el lunes, finalmente regreso a la escuela, luego de lo cual me dispongo a hacer algo que me ha dejado intrigado toda la semana de Navidad y de Año Nuevo. Averiguar qué fue lo que orilló a Isshiki y a Miura a besarme después de que las hice darse cuenta de que no valía la pena amar a un gusano tan repugnante como Hayama. En cuanto entro al salón 2-F veo a Miura junto a Yuigahama, Ebina, Tobe, Yamato, Ooka y Hayama. Las clases empiezan y transcurren lentamente. Finalmente, a la hora del almuerzo decido acercarme a hablar con Miura. En ese momento, Miura se levanta de su silla y les dice a los demás que va al baño. Circunstancia que aprovecho para ir detrás de ella y alcanzarla justo a la salida del salón.
– Miura… – La llamo.
Miura voltea a verme y me sonríe.
– Hola, Hikio. – Dice ella sonriéndome.
– ¿Podemos hablar? – Le pregunto directamente.
– Claro. Dime. – Me dice ella.
– Se trata de lo que pasó aquel día antes de Año Nuevo. – Le comento.
– ¿Y eso es? – Pregunta Miura haciéndose la desentendida.
– Del beso que me diste. – Le comento.
– Ah, se trataba de eso. – Dice ella.
– Sí. Quiero que me digas por qué lo hiciste. ¿Por qué me besaste? – Le pregunto de forma directa.
– Porque me hiciste abrir los ojos y darme cuenta de algo que no sabía. Siempre te he juzgado mal solo por tu apariencia, pero puedo ver que eres mejor persona de lo que aparentas. Eres un buen chico a pesar de que quieras parecer imponente, desagradable o malvado. – Me responde.
– Ya veo. – Le digo algo sorprendido.
– Recordé algo: Nunca juzgar a una persona sin conocerla. Aquel día que me salvaste de ese canalla que intentó violarme, supe que no eras una mala persona. Por lo que tomé la decisión de conocerte un poco mejor. Lo que me dijiste en el parque fue directo, honesto e irrefutable. Me dejaste sin palabras para poder contradecir las tuyas. Entonces me di cuenta que eras una buena persona. – Me dice Miura.
– Entiendo. – Digo escuetamente.
– Hay algo que me intriga. – Comenta Miura.
– ¿Qué es? – Le pregunto.
– Dime la verdad. ¿Por qué me ayudaste aquel día de mi atentado de violación? Conociéndote, me hubieras abandonado a mi suerte. Pero no lo hiciste. Y quisiera que me dijeras el por qué, – Me pregunta ella.
– Pues… A decir verdad… – Le digo.
– ¿Sí? – Me pregunta Miura con impaciencia.
– Lo hice porque, aunque no nos llevamos bien, no me gusta verte en problemas, además no podía permitir que ese miserable te lastimara. Por eso te defendí de ese sujeto repugnante sin dudarlo ni un segundo. – Le respondo sonriéndole.
Miura se queda sin palabras y veo como se sonroja intensamente y baja la mirada.
– ¿Miura, estás bien? – Le pregunto algo dudoso.
– Sí... ¡Creo que debo irme! ¡Nos vemos, Hikio! – Me dice ella algo apresurada.
En ese momento, Miura se acerca a mí y me da un beso rápido en la mejilla y se va corriendo. Yo solo llevo mi mano a mi mejilla y me vuelvo a quedar congelado. De plano, no sé qué le pasa a Miura. No conforme con eso, cuando trato de aclarar las cosas con Isshiki obtengo casi el mismo resultado. Horas después, cuando ya las clases terminan, me dirijo al salón 1-C, que es el salón de Isshiki. En cuanto llego al salón, la busco con la mirada y la encuentro rápidamente.
– Isshiki… – La llamo.
– Hola, Senpai. ¿Qué pasa? – Me pregunta Isshiki.
– ¿Puedo hablar contigo? – Le pregunto.
– Claro. ¿De qué se trata? – Pregunta ella.
– Se trata de lo que pasó aquel día en ese festival de Navidad. – Le comento.
– ¿Y eso es? – Pregunta Isshiki fingiendo no saber nada.
– De ese beso que me diste. – Le respondo.
– Oh, así que se trataba de eso. – Dice ella.
– Sí. Quiero que me digas por qué lo hiciste. ¿Por qué me besaste? Y quiero la verdad– Le pregunto directamente.
– Porque me hiciste abrir los ojos y darme cuenta de algo que no quería aceptar a pesar de que era muy obvio. Sin duda, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Yo siempre supe que tú eras una buena persona, que ayudaría a alguien sin dudarlo ni un segundo. – Me contesta.
– Ya veo. – Le digo un poco sorprendido.
– Desde que te conozco, sé que eres un buen chico. Aquel día que me defendiste de ese viejo cerdo, corroboré no eras una mala persona. Cuando me dijiste la verdad sobre Hayama-senpai, lo hiciste de forma directa e irrefutable. Tus palabras fueron tan contundentes que no tuve oportunidad de contradecirlas. Entonces caí en la cuenta de que eres una gran persona. – Me dice Isshiki.
– Supongo que sí. – Le respondo algo confundido.
– ¿Sabes algo, Senpai? Hay algo que me tiene confundida. – Dice Isshiki.
– ¿Y eso es? – Le pregunto.
– ¿Por qué me defendiste de ese viejo cerdo que quiso abusar de mí? – Me pregunta ella.
– Eso es fácil de contestar. – Le digo.
– ¿Sí? – Me pregunta con impaciencia.
– Lo hice porque, aunque me cuesta admitirlo abiertamente, me agradas y te considero una persona importante para mí, así como Yukinoshita y Yuigahama. Por eso que te defendí de ese viejo degenerado. – Le respondo sonriéndole.
Isshiki se queda sin palabras y veo como se sonroja intensamente y baja la mirada. La misma reacción que Miura tuvo conmigo hacia unas horas.
– ¿Estás bien, Isshiki? – Le pregunto algo preocupado.
– Sí... ¡D-D-D-Debo irme! ¡Nos vemos, Senpai! – Me Isshiki.
De pronto, Isshiki se acerca a mí y me da un beso rápido en la mejilla y luego se va corriendo. Yo solo llevo mi mano a mi mejilla y me vuelvo a quedar congelado. De plano, no sé qué le pasa tanto a Miura como a Isshiki. ¿Por qué ambas actúan así de raro conmigo? La única posible solución es que les gusto a ambas. En eso pienso, cuando de pronto, recibo una llamada de Miguel, quien me dice que mi entrenamiento continuará y que debo ir al gimnasio en ese momento para poder reanudar mi entrenamiento para convertirme en boxeador profesional.
Yo le respondo que sí y cuelgo. Entonces, sin decirle nada a Yukinoshita ni a Yuigahama, salgo de la escuela y me dirijo al gimnasio al cual llego en una hora. Apenas entro, me cambio rápidamente pues hoy lunes, comienza de forma oficial la primera semana de mi entrenamiento.
Los días transcurren. Miguel dijo que sería un entrenamiento intensivo de 6 semanas equivalentes a un mes y medio para que pueda debutar como boxeador profesional. Durante las primeras dos semanas de mi entrenamiento, no pude evitar volverme muy cercano a Miura y a Isshiki. Empecé a juntarme más y más con Miura y poco a poco fui abriéndome con ella. Nuestras pláticas y breves encuentros hacían que nuestra relación empezara a ir por buen camino. De igual forma, solía juntarme mucho con Isshiki, la ayudaba en lo que necesitaba, platicaba amenamente con ella y teníamos breves encuentros no románticos en donde hacíamos una que otra cosa.
Un día, Yuigahama y Yukinoshita me abordan y me preguntan por qué no he ido al club en estas dos semanas:
– Espero que tengas una buena razón para no ir al club, Hikigaya-kun. – Me dice Yukinoshita bastante seria.
– ¿Por qué diablos no has ido al club en todo este tiempo, Hikki? – Me pregunta Yuigahama bastante molesta.
– Son dos semanas que no has ido al club. ¿Podrías decirnos por qué demonios no has ido, Hikigaya-kun? – Pregunta Yukinoshita.
– Ojalá y tengas una buena explicación, Hikki. – Alega Yuigahama.
Estoy algo incómodo, por lo que trato de inventar alguna excusa creíble porque no pienso decirle a ninguna de las dos que he estado yendo al gimnasio a entrenar boxeo. En ese momento, una voz nos saca de la discusión.
– Yukinoshita… ¿Puedo tomar a Hikio prestado un momento? – Reconozco esa voz. Al darme la vuelta, veo que se trata de Miura.
– ¿Para qué? – Pregunta Yukinoshita sorprendida.
– Quiero que me acompañe a un lado. – Responde Miura.
– ¿Qué intentas, Yumiko? – Pregunta Yuigahama desconcertada.
– Nada en especial. Solo quiero pasar tiempo con Hikio. – Es su respuesta.
En ese momento, Miura entrelaza su brazo izquierdo con el mío dejando sorprendidas a Yukinoshita y a Yuigahama, quienes se quedan con la boca abierta.
– ¿Y por qué entrelazas tu brazo con el de Hikki, Yumiko? – Pregunta Yuigahama.
– Porque quiero estar cerca de él. Me va a acompañar a una feria a la cual quiero ir porque acaban de abrirla recientemente. – Le responde Miura.
En ese momento, Isshiki llega y toma mi mano izquierda con sus manos dejando a Yukinoshita, a Yuigahama y a Miura completamente sorprendidas, y lo mismo hace conmigo.
– Me temo que eso no será posible, Miura-senpai. Senpai irá a ver una película conmigo. – Dice Isshiki.
– Eso si yo te lo permito. – Responde Miura.
– No me voy a dejar fácilmente. – Replica mi linda kouhai.
– ¡Vamos, Hikio! ¿A qué atracción nos subiremos primero? – Dice la chica rubia jalándome del brazo.
– ¿Qué película deberíamos ver? – Pregunta la chica de cabello castaño sin soltar mi mano.
– ¡No quiero! ¡Déjenme! – Grito tratando de liberarme inútilmente. Estoy tan sorprendido por lo que me está pasando que no sé qué hacer.
– ¡BASTA USTEDES DOS! – Gritan Yuigahama y Yukinoshita al mismo tiempo.
El grito de Yuigahama y Yukinoshita hace que Miura e Isshiki me suelten y volteen a verlas, circunstancia que aprovecho para escapar de ahí. Me escondo atrás de una pared y oigo la conversación de las cuatro chicas.
– ¡¿Qué intentan las dos con Hikigaya-kun?! – Pregunta Yukinoshita.
– Así es. Queremos saber qué demonios traman las dos con Hikki. – Dice Yuigahama bastante molesta.
– ¿Qué tramo? Eso es fácil de contestar… Hikio me gusta. – Responde Miura de forma directa y sin andarse con rodeos.
– ¡¿QUÉ?! – Preguntan mis dos compañeras de club al mismo tiempo completamente estupefactas.
– Yo tampoco me voy a andar con rodeos. Senpai me gusta… Y mucho. – Responde Isshiki sin morderse la lengua.
– ¡¿CÓMO?! – Gritan Yuigahama y Yukinoshita muy sorprendidas.
– No me importa contra quien tengo que competir. Pero yo me quedaré con Hikio. Y no dejaré que ninguna de ustedes me lo quite. – Dice la chica rubia directamente.
– Yo tampoco pienso perder contra nadie. De alguna u otra forma, conquistaré a Senpai. No perderé contra ninguna de ustedes. – Comenta la castaña decidida.
– ¡Eso si yo se los permito a ambas! ¡Porque Hikki me gusta y no pienso dejárselo a ninguna de ustedes! Y eso te incluye a ti, Yukinon. Así que anda con cuidado, Yumiko. Igual tú, Iroha-chan. – Dice la pelirrosada bastante seria.
– Opino lo mismo. Hikigaya-kun me gusta y me voy a quedar con él. No pienso perder contra ti, Yuigahama-san. Tampoco contra ti, Isshiki-san. Y mucho menos contra ti, Miura-san. – Comenta la chica de cabello negro con un tono agresivo mirando ferozmente a Yuigahama, a Isshiki y a Miura.
Ante esto, me quedo petrificado por lo que oigo. ¿Les gusto a Yukinoshita, a Yuigahama, a Miura y a Isshiki? Eso es algo completamente insólito que ni yo puedo creer. Me hundo en mis pensamientos al no poder creer que les gusto a cuatro hermosas chicas. En eso estoy cuando veo a las cuatro llegar a donde estoy, y antes de que puedan hacer algo, yo huyo despavorido del lugar y no me detengo hasta que llego al gimnasio, donde por fin estoy a salvo. Mientras estoy entrenando, puedo deducir es que esa conversación que tuvieron Yukinoshita, Yuigahama, Miura e Isshiki fue una declaración de guerra.
Yo, ahora mismo, solo puedo decir algo: Una guerra se avecina.
