"Ah, no es un sueño"
Capítulo 1: Máscara de mentiras
La sala era oscura y tenebrosa. Ni siquiera un hilo de luz podía traspasar las pequeñas y alargadas ventanas, cubiertas por cortinas color negro. El ambiente era escalofriante. Demasiada oscuridad y silencio para el gusto del muchacho. Como sonido de fondo se escuchaba algún un búho o incluso una lechuza, volar por los alrededores. En un enorme edificio del mundo mágico, había una habitación especial. Una habitación donde se encontraba un joven de no más de diecisiete años, el cabello rubio platinado y ojos grises. Estaba sentado en una cómoda silla, mirando fríamente a las dos personas que lo acompañaban, los cuales tenían expresión severa. Todo era muy extraño y confuso ¿Qué hacía él en medio de todo eso? Solo deseaba una cosa...
-Puedes comenzar, debes contar todo lo que sucedió. –dijo con un deje de amabilidad un hombre que se hallaba sentado frente al chico. Sus redondas gafas impedían verle con claridad los ojos. Hizo un gesto y entrelazó las manos, sin quitar ojo al muchacho –No omitas ningún detalle, todo será útil.
-No me apetece hablar en absoluto –declaró el chico con fastidio.
-Habla, hijo. –ordenó sin ningún tipo de afecto en su voz un hombre de mediana edad, con las mismas características que el pequeño, pero con el cabello mucho más largo –Es interminable la vergüenza que esto puede llegarme a provocar si sale a la luz. Ahora habla, no tenemos todo el día, solo he pagado al sanador Tom por una tarde.
-Lucius, viejo amigo –lo llamó el hombre más viejo, sin perder la dulzura –creo que no es conveniente que le presiones.
-No pienso contarle nada a este viejo-mago-chiflado sobre mi vida –protestó el chico dirigiéndose hacia su padre.
-Draco, esto no es un juego. Debes deshacerte de este problema o me veré obligado a... -pero cortó su frase en seco –ya hemos hablado de ese tema.
-Esto no ayudará en absoluto a cambiar mis sentimientos, solo a torturarme más –murmuró el joven arrastrando las palabras, como de costumbre.
-Es eso exactamente lo que quiero, que te des cuenta que solo estas haciéndote daño. –objetó Lucius Malfoy.
El otro hombre de estatura mediana asintió. Draco sonrió de lado, con expresión vacía y quizá... triste. Bufó más de una vez y tras una larga disputa accedió a relatar lo que había ocurrido. Él estaba seguro de que contar aquello no le supondría una mejora, al contrario, acabaría más herido que al principio.
Lucius se acercó a la ventana y entreabrió las cortinas de seda, dejando pasar algo de luz, pero rápidamente volvió a cerrarlas.
Draco no deseaba liberarse de aquel dolor, pues si lo hacía el amor también lo abandonaría y no estaba dispuesto a perder lo más valioso que tuvo nunca. Por que entonces la soledad lo invadiría, y se había jurado a sí mismo no dejar que ese sentimiento lo amenazara.
-Relataré mi historia, –formuló una gran pausa –pero a cambio me llevarás hasta Hermione.
-¡No pronuncies ese asqueroso y repugnante nombre en mi presencia! –gritó enfurecido su padre. El sanador frunció el ceño y negó con la cabeza, mientras Lucius tomaba asiento.
-Si no la liberas yo no hablaré.
-Está bien –mintió el hombre.
-Todo comenzó cuando tomé el expreso hacia Howarts...
OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO Flash Back
El sonido que emitió el expreso del colegio Howarts de Magia y Hechicería, sobresaltó ligeramente a todos los estudiantes que esperaban en el andén nueve y tres cuartos. Dentro de cinco minutos el tren partiría hacia el castillo.
Dos chicos y una joven esperaban impacientes en la entrada del expreso. Uno de ellos tenía cabello rojizo hasta no poder más y ojos azules, y el otro era moreno con unas gafas que cubrían sus ojos, a parte de tener una cicatriz en forma de rayo sobre su frente. La muchacha, al igual que su hermano mayor tenía el cabello de color rojo, pero este curso mucho más largo. Los tres se asombraron al ver a una chica acercarse a ellos. Realmente era preciosa. Sus ojos color miel poseían un brillo especial, y su cabello –ahora bien cuidado y peinado –castaño se ondulaba levemente, ofreciéndole un toque de elegancia. Sus carnosos labios sonreían ampliamente. Una de sus delicadas manos y sus finos y largos dedos sujetaba un baúl de color marrón oscuro, mientras que la otra estaba sobre su cadera. Las facciones de su cara ahora estaban mucho más trazadas, y su cuerpo se había desarrollado enormemente en los últimos meses de verano. Los tres amigos la miraron estupefactos.
-¿H-her....H-hermione? –se aventuró a decir el chico de cabello negro azabache, sonrojado.
-Hola chicos, –saludó ésta alegremente, abrazando a cada uno de ellos –me alegro de veros.
-¿De verdad eres tú, Hermione? –preguntó sin creérselo el pelirrojo.
-Ron, ¿te encuentras bien? ¿Acaso no lo ves? ¡Claro que soy yo!
-Estas... -intentó decir.
-¡Preciosa! –se adelantó el moreno.
-Gracias, Harry. Tú también te ves bien. ¿Ginny? –murmuró Hermione al ver que la chica todavía no reaccionaba.
-¡Has cambiado mucho! –la halagó y la Griffindor se ruborizó.
Los cuatro amigos habían entrado ya al expreso, y éste ya estaba en marcha. Durante el trayecto hablaron animadamente sobre lo ocurrido en aquellas vacaciones. Ron y Ginny habían viajado la mitad del verano a Rumania, pero en el mes de Agosto estuvieron en la casa de los Black –donde todavía se realizaban las reuniones de la Orden del Fénix -.Harry en cambio, había pasado demasiado tiempo con los Dursley, salvo las dos últimas semanas que había estado con Ron. Tras unas largas conversaciones rieron estruendosamente.
De pronto, la puerta del compartimiento se entreabrió dejando ver a una mujer con un gracioso gorro puntiagudo. Tenía el semblante muy severo.
-Porfesora McGonagall –saludó Hermione.
-Señorita Granger y señor Weasley –los llamó –necesito que se reúnan con el resto de los prefectos antes de cinco minutos –ordenó.
Los jóvenes se dirigieron hacia el primer vagón, donde los prefectos de Ravenclaw, Hufflepuff y Slytherin los esperaban. Entraron serios y con la mirada fija en el suelo. Hermione, lentamente fue alzando la vista hasta cruzarse con la mirada del prefecto de Slytherin. Dio un respingo y el chico la observó detenidamente de arriba abajo. El muchacho tenía expresión fría y maliciosa –como era de esperar en un Malfoy –el cabello endemoniadamente rubio con destellos platinados y unos ojos grises penetrantes. En la mente de Draco Malfoy solo reinaba un pensamiento «¿Aquella era la sangre sucia de Hermione Granger? ¿Cómo puede una persona haber cambiado tanto?»
-¿Qué miras, hurón? –se burló la Griffindor, olvidándose que no estaban solos.
-Veo que has cambiado mucho desde el último año, –objetó éste indiferente –pero la sangre sucia nunca se podrá limpiar.
-Prefiero ser hija de muggles que llevar el apellido Malfoy –se defendió Hermione.
-Tener mi apellido es el sueño de cualquiera de tu clase social –comentó Draco con orgullo y malicia.
-Ni en mis peores pesadillas desearía...-la castaña fue interrumpida por todos sus compañeros, que tosían acompasadamente.
-¡No vuelvas a meterte con Hermione! –gritó furioso Ron.
-Mira quien tenemos aquí... -se rió cínicamente el Slytherin –el amigo de cara-rajada, el pobretón Weasley ¿Defendiendo a tu novia?
-¡No es mi novia! –exclamó colorado hasta las orejas, alzando el puño. –No vuelvas a hablarle de esa manera ¿entiendes? ¿o es demasiado complicado para ti, Malfoy?
-Yo que tú cerraría esa bocota –se burló el rubio.
-¡Ya está bien! –gritó Hermione –Cállate, Malfoy. Y Ron, puedo defenderme yo sola.
El chico de cabello rojizo bajó la cabeza avergonzado, mientras que el buscador de Slytherin se observaba las uñas, pasando de todo. La Griffindor le lanzó una mirada de odio a Malfoy, quien se la devolvió con mucho gusto. No se aguantaban.
Después de aquella pequeña discusión en el primer vagón, comenzaron a conversar sobre los deberes de los prefectos. Este año sería igual que el curso anterior.
El tiempo transcurrió lento y aburrido, los prefectos dirigieron a los alumnos de primer año hacia el Gran Comedor. Tras la ceremonia del Sombrero Seleccionador, fueron a sus respectivas torres. Estaban totalmente exhaustos por el viaje y necesitaban tomar un descanso.
-Hermione, deberías haberme dejado pegar a Malfoy ¡Se lo merecía! –protestó Ron entrando en la sala común de la torre Griffindor.
-Ya te lo he explicado, puedo defenderme yo sola.
-¡Yo también estaría encantado de estampar mi puño contra la cara de ese cretino! –afirmó Harry entusiasmado por aquella grandiosa idea.
-Olvidemos el tema –ordenó Hermione –yo voy a dormir.
La chica se despidió animadamente con una mano. Cuando ya la perdieron de vista, Ron le dio un codazo a su amigo, que miraba las escaleras de los dormitorios –donde antes había estado la prefecta –embobado.
-Hermione ha cambiado mucho ¿no crees, Harry?
-S-sí –balbuceó éste, sacudiendo su cabeza para alejar aquellas fantasías con su amiga.
-¿Al final que harás con mi hermana? –preguntó Ron curioso.
-¿Con Ginny? –repitió extrañado –No tengo pensado hacer nada.
-¡Pero ella se te declaró hace dos meses! –exclamó el guardián ofendido, y Harry bufó.
-Tengo sueño, voy a dormir.
Ron vio como su amigo desaparecía, y suspiró. No comprendía nada, absolutamente nada.
Los primeros días resultaron especialmente tranquilos, pues no había exámenes y los deberes todavía no se habían acumulado. En sexto día después de reanudar el curso, hacía un día lluvioso. El cielo estaba tapado por varias nubes grises y un viento frío recorría los alrededores de Howarts. Los tres amigos estaban en el Gran Comedor –como acostumbraban a esa hora -, Harry y Ron comían mientras conversaban sobre el primer partido de quiddicht, pero sin embargo, Hermione jugueteaba con el tenedor.
-¿No comes? –preguntó Harry, preocupado.
-No tengo hambre –repuso la prefecta.
-Últimamente has perdido el apetito –dijo Ron, que había terminado de engullir un pedazo de carne.
-Creo que iré a la biblioteca, –anunció la chica –tengo que terminar un trabajo.
Acto seguido salió corriendo del Gran Comedor. Sus amigos la miraron muy extrañados, y un silencio los invadió. Se miraron fijamente y Ginny –que estaba en frente de ellos –estornudó, levantándolos de su ensimismamiento. Recapacitaron sobre lo ocurrido.
-Hermione está muy rara desde hace tiempo –Harry fue el primero en opinar. Ron asintió. –Debemos descubrir que le ocurre.
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Hermione nada más salir del Gran Comedor miró en todas las direcciones posibles, pero estaba sola. Suspiró hondo y llevó una mano hacia su boca, tosiendo silenciosamente. Corrió hasta la Biblioteca, allí podría tener tranquilidad. Y así fue. La bibliotecaria no se encontraba allí, y todos los alumnos estaban comiendo. Se apoyó lentamente en una de las múltiples ventanas y observó el paisaje. Sonrió ligeramente y cayó al frío suelo. Estaba demasiado cansada para mantenerse en pié.
-Maldita sea –murmuró.
Se llevó de nuevo una mano al corazón, le latía muy apurado. Pero... ¿Por qué? Ni ella misma lo sabía. Desde que había entrado en Howarts le había ocurrido muy a menudo. Respiró agitadamente y tosió ruidosamente. Sentía calor. Mucho calor. ¿Estaba enferma?
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En la mesa de los Slytherins se podían reconocer perfectamente las carcajadas de cierto chico rubio. Éste reía sin poder contenerse. El compañero que estaba sentado a su lado esbozó una sonrisa diabólica. Aquel comentario era sin duda, el mejor que había dicho Pansy Parkinson desde que comenzaron las clases. Pero en un descuido Draco dirigió su mirada hacia una Griffindor de cabello castaño que salía corriendo del Gran Comedor. No pudo distinguir la expresión de su cara, pero paró en seco su risa. Desde el principio de séptimo curso, aquella sangre sucia había cambiado demasiado. Su hermosa figura desapareció y el Slytherin se sobresaltó por la risa del joven que estaba a su lado.
-¿Granger, eh? –adivinó –Se ha convertido en toda una mujer.
-Es una sangre sucia, Zabinni –le recordó Malfoy.
-Pero es perfecta para una noche –Blaise Zabinni sonrió cínicamente.
-Estas completamente loco.
-Señor Malfoy –lo llamó una voz de mujer.
-¿Profesora McGonagall? –se extrañó éste.
-Necesito hablar con usted y la señorita Granger sobre un asunto de prefectos –balanceó la mirada en busca de la Griffindor, pero no la halló. –Búscala y venid a mi despacho.
Draco gruñó y asintió de muy mala gana. ¡Lo que faltaba! Ahora tenía que dedicarse a buscar a tontas sabelotodos. Se levantó malhumorado y directamente fue hacia la Biblioteca. Por los corredores del colegio iba susurrando maldiciones, y a veces los cuadros cuchicheaban en su cara.
-No puedo creer que tenga que buscar yo a esa Granger –protestó –"Búscala y venid a mi despacho" –imitó con tono poco afeminado la voz de la profesora de Transformaciones.
Sus pasos eran muy ruidosos, pero al entrar en la Biblioteca caminó más despacio. Se sorprendió al ver a una muchacha sentada en un rincón, abrazando sus piernas. Su cabello castaño caía sobre la cara de la chica, y sus ojos estaban fuertemente cerrados. Pudo notar que temblaba levemente y dio un brinco al escuchar la tos interminable de ella. Era Hermione. Sus mejillas estaban adornadas por un fuerte color rojo y de su frente caía sudor frío. La contempló durante unos instantes, y se dio cuenta de que Blaise Zabinni tenía razón: Granger había madurado. Su frágil figura parecía que iba a romperse con tan solo tocarla. Parecía una muñeca de porcelana. Era preciosa. Completamente preciosa. Se acercó sigilosamente hasta quedar sentado frente a ella.
-Granger –la llamó con frialdad, ocultando sus pensamientos.
La Griffindor dio un pequeño salto y miró a Draco, que estaba a su lado. Se sonrojó más de lo que estaba al ver directamente a los ojos grises del chico. Aquella pose seductora y sus labios entreabiertos hicieron que Hermione intentara retroceder, pero estaba contra la pared.
-Vamos, Granger, la profesora McGonagall quiere decirnos algo –dijo Draco, calmando su expresión fría, pero ella no respondió. El Slytherin suspiró cansado –A ver, ¿Qué demonios te pasa?
No hubo contestación.
Malfoy estaba perdiendo la paciencia, por lo que estrechó los hombros de ella y la sacudió despacio. Pero no reaccionaba. Se miraron fijamente durante unos segundos –pocos, pero los suficientes para que ella entreabriera sus labios -, y el corazón de Hermione se aceleró de nuevo, pero esta vez provocado por otro motivo. Por aquel chico que la estaba hipnotizando. Suspiraba entrecortadamente y sus manos no dejaban de temblar.
Draco, en cambio, estaba más confuso que al principio. Los ojos de la castaña se clavaban en él y lo persuadía para que se acercase. Y así lo hizo. Inconscientemente fue aproximando sus labios a los de ella. La Griffindor cerró los ojos y se dejó llevar. Sus bocas estaban casi juntas, cuando ella se apartó bruscamente empujando al prefecto. Comenzó a toser sin poder parar durante unos momentos. Sentía que se ahogaba.
-Tenemos que irnos, Granger –dijo levantándose y dirigiéndose hacia la puerta.
-Sí –atinó a decir.
Lo más confusa que podía llegar a estar una chica, lo estaba Hermione Granger. No conseguía poner en orden lo que había ocurrido. Balanceó su cabeza y siguió a Draco. Tras un silencio incómodo caminando llegaron hasta el despacho de la jefa de la casa Griffindor. La profesora McGonagall estaba sentada y alzó la mirada cuando ellos entraron. Frunció el entrecejo y siguió mirando sus papeles.
-¿Qué quería, pofesora? –preguntó intrigada Hermione.
-Muy bien, ahora que estáis todos –dirigió una mirada hacia la derecha de donde estaban ellos, y vieron a los prefectos de las otras casas. –ya puedo comunicároslo.
-¿De que se trata? –esta vez fue la prefecta de Ravenclaw la que habló, Cho Chang.
-No sea impaciente, señorita Chang. –la regañó la profesora McGonagall –Les he traido hasta aquí para informarles de que disponen de una sala común especial para prefectos, donde podrán ir cuando lo necesiten.
-¿Pero tendremos que dormir ahí también? –preguntó el Slytherin, de nuevo indiferente.
-No. Solamente es una sala común para que ustedes se concentren mejor en sus estudios o cualquier cosa que deseen. Cada uno dormirá en su respectiva casa, como siempre.
Tras unas largas y aburridas instrucciones sobre el uso adecuado de la sala común para prefectos, todos abandonaron el despacho, sorprendidos. Cho Chang corrió a decírselo a sus amigas, mientras que el prefecto de Hufflepuff ya se había ido. El Slytherin y la Griffindor quedaron solos.
-Sobre lo de antes –comenzó diciendo Draco –no te hagas ilusiones, para mí me eres indiferente.
-Nunca me haría ilusiones por algo así –recriminó Hermione. –Antes muerta que ver mis labios sobre los tuyos.
Malfoy le regaló una mirada despectiva, y se dirigió hacia su nueva sala común, dejando a Hermione suspirando.
Desde el momento en el que había entrado en la Biblioteca y la había visto ahí, vulnerable, había dejado a un lado las apariencias y se había rebajado al nivel de Granger. No, no podía ser así.
Él era el Rey Slytherin, pero a pesar de eso al llegar la noche siempre se deshacía de su mascara de mentiras y la guardaba bajo llave. Entonces podía ser él mismo, como en ese momento.
Dejó caer lentamente su cuerpo sobre uno de los sillones. Aquella sala común era bastante amplia y tranquila, justo lo que necesitaba para pensar y relajarse. Cerró los ojos y meditó.
¿Por qué había hecho aquello? ¡Él era Draco Malfoy y había estado a punto de besar a esa sangre impura! En efecto, ella era muy bonita, pero no era un motivo muy convincente.
-Está bien, Draco. –pensó para sí –No vuelvas a desenmascararte antes de la noche y no te descontroles, entonces todo saldrá bien.
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-¿¡Qué tienes una propia sala común!? –espetó Harry, pero la prefecta lo reprendió.
-Dije que no gritaras.
-¿Pero porqué a mí no me dejan entrar? Yo también soy prefecto –comentó Ron, con un deje de enfado.
-Solo podían elegir a un prefecto de cada casa, Ron –le explicó Hermione.
-Pero ese hurón puede ir cuando quiera –protestó el pelirrojo.
-¿¡Qué!? –exclamó una voz femenina saliendo de entre las escaleras que conducían a los dormitorios de las chicas. Era Ginny -¿Draco Malfoy también comparte tu misma sala común?
-S-sí... -tartamudeó la prefecta al recordar la escena en la Biblioteca y se ruborizó.
-Que suerte... Malfoy es muy guapo. –declaró Ginny.
-C-creo que iré a... -pensó –a mi nueva sala común para ver como es.
Hermione se dirigió hacia el lugar donde había dicho. Al principio solo era una excusa para no hablar sobre Malfoy, no quería recordar lo que había sucedido, pero después le pareció una buena idea. Antes de entrar, el retrato la miró con superioridad y no se molestó en pedirle la contraseña, pues la Griffindor ya había respondido.
-Huevo de dragón –pronunció claramente.
La puerta se abrió lentamente, y observó embobada la sala común. Parecía tranquila y respiró hondo. Aquel olor le recordaba a algo, pero no estaba segura de qué. Se acercó a la chimenea, donde varios troncos se quemaban en el fuego.
Hizo ademán de sentarse sobre un sillón, pero antes de que pudiese dejar caer su cuerpo, alguien gimió. Se alarmó y volteó la vista. Entonces lo vio. Ahí estaba él, Draco Malfoy, durmiendo profundamente con un libro en la mano. Lo contempló detenidamente unos segundos, tenía una expresión muy sexy cuando dormía. Sacudió su cabeza intentado deshacerse de esos pensamientos, pero el libro que leía el Slytherin cayó sobre sus piernas. Iba a leer el título, pero una mano se lo quitó violentamente.
-¿Qué te crees que haces, Granger? –preguntó Draco, intentando ocultar el sueño de su cara.
-Iba a sentarme cuando vi que un repugnante Slytherin estaba durmiendo en él –explicó ella detalladamente.
-Perfecto. Y ahora ¿Por qué no te metes en tus asuntos y dejas de meterte en la vida privada de los demás? –reprochó escondiendo el libro debajo de su camisa.
-¿Qué leías? –preguntó Hermione interesada.
-¿A la sabelotodo de Howarts le importa lo que yo lea? –respondió con burla –Debo tomarlo como un verdadero honor.
-Solo preguntaba.
Sus miradas se cruzaron y sin darse cuenta, el corazón de la Griffindor comenzó a latir. «No, ahora no.» Pensaba. Se llevó una mano a la boca esperando toser, pero no fue así. Si podía respirar como siempre, solo había dos motivos por los que se le podía acelerar el corazón: 1. Se había curado (imposible) y 2. Le latía por otra razón.
Draco pudo ver confianza en los ojos de Hermione y resopló.
-Es una novela de terror –rió entre dientes.
-Lo dudo –adivinó la prefecta –Antes pude observar que el autor es Charlie Orlev, y no es precisamente terror lo que escribe.
-Cállate, Granger –ordenó algo ruborizado por el comentario de la muchacha.
-A si que... al famoso Draco Malfoy... -sonrió divertida –le gustan las historias de ¿amor?
-Cállate, no entiendes nada.
-Malfoy y novelas románticas, eso si tiene gracia –comenzó a reírse ruidosamente.
-¡Cállate, Granger! Odio todo lo relacionado con el "amor" –ésta última palabra la pronunció con asco.
-Yo pienso que el amor nunca dura para siempre –opinó ella, bajando la mirada tristemente.
-¿Una historia que contar, Granger? –preguntó Draco, acomodándose mejor en el sillón.
-Quizá... pero nunca te la contaré.
-Granger, Granger –suspiró –Si no cuentas, tendré que sacártelo yo mismo.
-No quiero hablar sobre eso, Malfoy.
-¿Un chico? –apostó.
-No. Nunca me he enamorado. –declaró ella.
-Yo jamás lo haré –confesó él esta vez.
Aquella conversación no tenía sentido, ¿Qué hacían dos enemigos hablando tan confiadamente? Hermione estaba a punto de contarle su historia, pero se percató pronto de lo que estaba haciendo. Malfoy no era la persona que aparentaba. Sonrió amistosamente y se dirigió hacia la puerta.
-Mañana no te olvides de poner tu máscara de mentiras –dijo Hermione, refiriéndose a Draco y lo que debía aparentar con los demás.
-Descuida. No lo haré.
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Comentarios: Wuaa!! Este ya es mi segundo fic de Draco&Hermy!!! Yo soy Xiaoyu, y espero que os guste este primer capítulo. La verdad es que a mí no me gusta absolutamente nada... solo el principio, cuando Draco está en una especie de psicólogo/mago xDDD
Es una historia un poco extraña, Hermione parece que sufre una "enfermedad", aunque no es seguro que sea exactamente eso.... Jujujjuju
En el próximo capítulo... mm... todavía no sé sobre que irá xD pero puedo adelantar que habrá una pelea entre Draco y Hermione... que les llevará a.... juju... eso si que no lo puedo decir, lo siento T-T
OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO ········ Déjenme ReViEWs!!!!!!!!!!!!
