¡¡¡Hola!!!! He decidido ordenar a las hermanas por fechas de nacimiento que van de la pequeña a la mayor. Por lo tanto, este capítulo será dedicado a Andrómeda. Lo he situado en el pasado y Bellatrix hablará en futuro. Siento no haberlo publicado antes, pero he tenido muchos problemas con el ordenador.

Quiero darle las gracias a todas las que me habéis dejado reviews, la verdad es que me ha alegrado el saber que os ha gustado una historia que salió sola.

Espero que esta historia también os guste y que lleguemos a los diez reviews....

Con cariño,

Angela

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Cuando todo empezó, ella era una niña. Apenas con cinco años ya leía a los grandes, pero su inusual inteligencia no le dio para darse cuenta de toda la verdad. De la oculta, de la misteriosa.

Ella era, sin duda, extraña. Sus padres ya lo sabían desde que nació; por eso se centraron en sus otras dos hijas, con la esperanza de poder enderezar algún día a aquella hija de Lucifer.

El día en que nació, según contaban, la luna era llena. Las estrellas formaron un ave en el cielo y un par de estrellas fugaces iluminaron el cielo en el momento en el que su madre, la señora Black, daba un último empujón y ella exhalaba aire por primera vez.

Un parto normal el de Andrómeda Black. No heredó el ojo para los negocios de su padre, ni la mítica hermosura de su madre, pero sí una inteligencia sin igual.

Nunca se centró en cazar un buen marido, como su hermana pequeña, la hermosa Narcissa, ni en practicar Artes Oscuras, como su hermana mayor, Bellatrix.

Ella quería, simplemente, ser feliz. Y en esa casa no lo conseguía. Tarde, pero no demasiado, se dio cuenta de lo que sus padres pretendían de ella. Un marido, una familia, y servir a un tal Voldemort.

Pero ella ya estaba demasiado alejada de todo aquello. Siempre la habían dejado de lado, y ella había encontrado su propio camino abriéndose paso entre la espesura. Ahora un faro nuevo iluminaba su vida. Y ese día era el definitivo. Se iría.

Ted Tonks, su novio. Y nada más. Conocerlo, y por casualidad, había sido una gran suerte. En sólo un mes él le había dado más que sus padres, sus hermanas y sus amigos. Alguien, por primera vez en su vida, había creído en ella.

Pensó en Sirius mientras doblaba la falda que le regaló la última Navidad, y pensó en pasarse por su piso a pedirle ayuda, pero sus pensamientos se borraron al recordar que ya no era una niña que va a pedirle ayuda al primo mayor.

Una mujer extraña, Andrómeda Black. Sus amigos y conocidos podían contarse con los dedos de las manos, y no dejó huella alguna en ningún corazón en los siete años que estuvo en Hogwarts. Nadie se fijó en sus ojos verdes, que nadie sabía de quién habían sido heredados, y en las vueltas que daba su pelo negro cuando dejaba que los mechones ocultaran su cara pálida.

Su belleza siempre se vio eclipsada por la de Narcissa, pero eso no era importante. Su familia la había repudiado a la vez que a su primo Sirius, pero eso tampoco era un problema.

Pensar en la forma de salir de su casa si sería un problema.

Abrió con cuidado la puerta de su habitación, que crujió y resonó en todo el pasillo. Asomado su cabeza posicionó al enemigo: Narcissa escuchaba música en su dormitorio, dos habitaciones a la derecha de la suya, Bellatrix seguramente estaría en la biblioteca, al otro lado de la casa, y sus padres había salido. Todo en orden y perfecto para salir.

Cogió el baúl y realizando un hechizo levitatorio lo elevó. Bajó las escaleras y atravesó el amplio y oscuro vestíbulo.

-¿Dónde vas?-

Sin duda, era ella. Y no quería darse la vuelta para enfrentarla, pues la ironía de Bella la atacaba.

-Te he hecho una pregunta, Andrómeda.

No era el momento de mostrarse débil. Bella era más fuerte que ella, pero ella era más inteligente. Provocarla era de estúpidos, pero era la única solución. Mostrar su sangre fría, la misma de la que había hecho gala en tantas ocasiones.

-Creí que tu coeficiente intelectual llegaba a eso-

Risa cínica y un brillo maligno en los ojos oscuros. Bellatrix encendió las luces y Andrómeda buscó en su rostro algo que la ayudara a recordar que eran hermanas. Pero ya no quedaba nada en ellas. Si con diez años eran incapaces de jugar juntas, ¿Qué iba a ser ahora que eran adultas?

Bellatrix la había considerado una infectada desde que entró a Ravenclaw, pero ella sabía que había muchas más cosas detrás, motivos más fuertes que el pertenecer a casas diferentes. Y los motivos tenían nombre.

Los pestillos se cerraron y las salidas quedaron bloqueadas. Andrómeda veía cómo el tiempo se esfumaba.

-Será mejor esperar a que vengan papá y mamá.

-No lo creo.

-No importa lo que tu creas, harás lo que yo te diga, para eso soy la mayor.

-Ahora ejerces de hermana suave y protectora, Bella, pero hasta hace poco bien poco te importaba lo que me sucediera. Cuando los Slytherin me insultaban tu cerrabas los ojos y los oídos para no oír, e incluso te he visto reírte de algunos insultos. Y ahora pretendes destrozar el muro que nos separa.

-Tú eres la culpable-Bellatrix temblaba de furia-Siempre queriendo ser distinta, siempre dando la nota ¿Por qué no seguiste los pasos de un Black?

-Sí los seguí ¿O acaso ya te has olvidado de nuestro queridísimo primo?

Los ojos de Bellatrix se abrieron y cerraron intentando mantener la calma. Un trueno se escuchó a lo lejos. Pasos que se acercan, y Narcissa, en camisón, baja las escaleras.

-¿Qué pasa?-pregunta extrañada.

-Andrómeda se marcha-explicó Bellatrix recuperando la calma-Dile adiós.

Narcissa hizo un mohín de desprecio y Andrómeda dejó escapar una risa. Que pena le daba su hermana menor.

-¿Me abres?-pidió Andrómeda cargando el baúl otra vez.

-Antes me gustaría que nos explicaras a Narcissa y a mí qué pretendes hacer ahora que estás in trabajo, sin dinero y sin posesiones.

-¿Acaso te importa?

-No, es sólo por curiosidad. Me gustaría saber si ese tal Tonks tiene tanto dinero como se dice.

Andrómeda sintió que la sangre se congelaba en sus venas y la rabia se atoró en su garganta. El miedo la invadió y una sensación de angustia se abrió paso en sus entrañas.

-¿Cómo sa...?

-Padre está muy al tanto de tus amistades, y créeme, no está nada de acuerdo con ellas.

-Es más-Narcissa volvía a hablar-No me extrañaría que en este momento le estuviese haciendo una visita.

Andrómeda abrió los ojos y rápidamente se abrió la puerta, que volvía a estar abierta. Fuera llovía fuertemente. Avanzó sin chaqueta por el suelo pedregoso y cargó sin cuidado el baúl, pero éste se quedó en el camino cuando ella salió corriendo y se desapareció en un momento.

Volvió a aparecer justo enfrente de la casa de su novio y abrió con rapidez la puerta. Allí estaba, sentado en su sofá color crema leyendo un libro. Sonrió y emitió un sollozo.

-Andrómeda-dijo él al verla en ese aspecto- ¿Qué ha pasado?

-¿Estás bien?

-Sí, claro ¿Por qué no iba a estarlo?

Un sollozo seguido de otro más.

-¿Tiene algo que ver con tu familia o tu mundo?

Un asentimiento.

-No te preocupes, todo estará bien-dijo mientras la abrazaba-Ven, vamos a secarte.

Subieron por la escalera y entraron al dormitorio principal. Él sacó algo de ropa del armario y ella se desnudó en el baño. Se vistió y se tumbó en la cama, a su lado, sintiendo el latido de su corazón cerquita del pecho.

-Te quiero Ted.

-Y yo a ti, pequeña.

Sus dedos se enredaron en el pelo de ella mientras Andrómeda pensaba en los recuerdos que había dejado atrás, encerrados en un baúl que nunca nadie abriría.

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-¿Por qué lo hiciste, Narcissa?-preguntó una confusa Bellatrix a su hermana después de la desaparición de Andrómeda.

-Hubiera derramado un río de sangre sobre su cabeza-replicó ésta fríamente-Es lo que se merece por desprestigiar a los Black.

-Se ha dejado el baúl. Estúpida.

-Mételo, no quiero ver a indigentes con la ropa de mi hermana. Para mí, ella murió hace muchos años.

No sabía por qué, pero el tono de su hermana le daba miedo. Mandó a un elfo que lo recogiera y lo llevara a la habitación de la propietaria.

Cuando lo abrió, sólo encontró algo interesante, un diario. Lo abrió muerta de curiosidad y algo cayó. Era una foto vieja y amarilla. En ella tres niñas vestidas con lazos abrían lso regalos de Navidad. Una de ellas cargaba con un libro oscuro y nuevo, y sus ojos negros miraban enfurecidos a la cámara. La segunda cargaba un vestido nuevo y reía con desdén. Y la tercera, oculta entre las sombras, sonreía con sinceridad. Tenía en su mano una rana de chocolate.

-Ni siquiera te conozco, Andrómeda-

Y cerró el baúl. Andrómeda, la inteligente hija de los Black, había quedado en el pasado.