Bueno, aquí está el último y más esperado capítulo de toda la trilogía. Siento haberos hecho esperar tanto pero me he ido de viaje y, aunque esperaba publicar antes de irme, mi madre no me dejó(prácticamente le puso una alambrada al ordenador para que no lo tocara, grr), por lo que hasta este momento no he podido entrar.

Espero que disfrutéis con este capítulo(creo que es mi preferido) y que leáis mis otros fics, en especial"Una vez" que trata sobre Sirius y Bellatrix también. En realidad era ese el que iba a poner aquí, pero como tenía nada más y nada menos que tres historias sobre ella, una la borré, esta la escogí para la trilogía y la otra la publiqué por separado.

Creo que me estoy excediendo, así que os dejo, no sin antes pediros que me mandéis un review con lo que os ha parecido. Se acepta de todo menos virus, a menos que querías que no vuelva a escribir y que me cuelguen, jeje.

Un beso.

Bellatrix, bailarina en la oscuridad.

Bellatrix Lestrange no es un simple nombre, y todos lo saben.

Para los familiares de sus víctimas, Bellatrix Lestrange es la mujer más cruel del mundo. Es algo así como una serpiente venenosa que les mordió con tanta fuerza que les arrancó un trozo de su corazón. Además, su simple nombre lleva a sus mentes imágenes de los seres queridos que se fueron pero que no les abandonaron, y así luchan incansablemente contra la oscuridad, aunque sólo sea por reclamar venganza.

Esto le ocurre, por ejemplo, a Neville Longbottom, que no puede evitar temblar con una mezcla de temor, ira y dolor cada vez que su nombre es pronunciado. Él, al igual que otros muchos, aprendió a odiarla desde pequeño.

Otros, en cambio, no conocieron su nombre hasta que fueron adolescentes, pero eso no les impidió odiarla con todo su corazón. Un buen ejemplo sería Harry Potter, el-niño-que-vivió, que cierra los puños hasta clavarse las uñas en las palmas y aprieta los dientes para no dejar escapar lágrimas de furia por la muerte de su padrino.

Para personas como Ron Weasley y Hermione Granger, Bellatrix Lestrange es simplemente la persona más despreciable del mundo tras "cara de lagartija" o Voldemort, porque ven con impotencia cómo su mejor amigo sufre por su culpa. Ron, en silencio, piensa en la mejor manera de hacerle pagar todos sus crímenes; Hermione busca nuevas contra-maldiciones en la biblioteca para sus clases con el ED, aplicando las maldiciones en su mente a ella.

Pero no todo el mundo la odia.

Para gente como Narcissa Malfoy, Bellatrix es lo que nunca podría ser. Siente hacia ella una mezcla de rencor, miedo y admiración. Aunque sean hermanas de sangre, la sra. Malfoy nunca ha matado una mosca, lo que no significa que muchas veces haya instado a otros a que lo hicieran. A diferencia de a su hermana mayor, la cuál fue criada para matar, a ella la criaron para engendrar vida, y eso es lo que ella ha hecho. Nunca tendrá un tatuaje en su antebrazo, estropeando así su tersa y suave piel nívea. Y aunque a veces se lamenta de no tener el coraje suficiente para llegar a lo más alto, cada vez que Bellatrix recibe un "Crucio" o recuerda Azkaban, se retracta de sus pensamientos. Ella está bien dónde está, a la sombra del poder, pero con él entre sus manos.

Sin embargo, hay algunos que se niegan a ver a Bellatrix Lestrange, y se han quedado ancladas en la joven Bellatrix Black que fue una vez. Una de ellas, quizá la única viva que lo hace, es su hermana Andrómeda. Cuando ésta escuchó de los labios temblorosos de su hija Nimphadora que su primo Sirius había muerto a manos de ella, Andrómeda cerró oídos y ojos a la verdad. No era la primera vez que lo hacía, y su hija se enfadó con ella pero ¿Cómo explicarle a una hija única lo que es perder a tu hermana?

Bellatrix, para ella, seguirá siendo la misma chica de sonrisa cínica que era capaz incluso de sacar de sus casillas a sus padres. A su madre, Casiopea, con su desdén hacia todo, y a su padre, Trémulus, fijo en unas ideas más que anticuadas.

Andrómeda no ve a la mujer esquizofrénica y loca que es ahora, sino a la chica joven que la mirada con rabia cuando Sirius bailaba con ella.

Andrómeda, simplemente, se niega a creer.

Y lejos, muy lejos de ella, ella, la misma Bellatrix Lestrange, se negaba a creer.

Bellatrix, nombre extraño para una mujer más que extraña. Tres Bella en una. Tres vidas en una. Nadie puede estar equivocado.

Una Bella, dura y cruel, la que conocen sus enemigos y víctimas. La mujer que nunca mira atrás, la que ve lo que los demás se niegan a creer, la que no suele subestimar al enemigo. La que trata con desdén a todos los que no le den un beneficio lo suficientemente importante, la perra fiel de Lord Voldemort.

La que acepta cada misión como si su vida dependiera de ello.

Otra Bella, más íntima, sarcástica y fría como un témpano de hielo. Esa es la que se observa cuando estás a solas con ella y ya te tiene en confianza. Una mujer que vendería su cuello por alguien en quien realmente no cree. Alguien que está cansado de vivir, pero que lo sigue haciendo por el simple hecho de destrozarse. Sadomasoquismo.

La Bella que es en las recepciones de gala, sentada en una esquina junto a Rodolphus, mirando con atención cada movimiento y cada mirada intencionada.

La que discute sobre asuntos hogareños con su muy refinada y estirada hermana Narcissa, la que ve con ojos oscuros a su sobrino Draco crecer odiando cada día un poco más a ese pequeño ser por el simple hecho de vivir.

Y una última Bella, suave y tibia, que murió cuando ella era demasiado joven. La descubrió bastante más tarde que a la segunda, pero mucho antes que a la primera. Parece que fue cuando tenía nueve años o algo así, una tarde que fue con sus padres al Callejón Diagon. La tarde en que volvió a ver, tras años de separación, a su primo Sirius Black.

No supo si eran sus ojos gris metal o su pelo tan bien peinado, o esa sonrisa irónica lo que la conquistó, sólo supo que algo dentro de ella se puso blandito, blandito y no pudo menos que sonreír y dejar que le besara la mejilla, que en ese momento estaba roja.

Pero no todo siguió así, pues se sintió tan poca cosa a su lado, y tan decididamente débil, prefirió sacar su otra cara y mostrar lo que ella era en realidad: una niña con carácter.

Quizá fue por pereza o por temor que él dejó de interesarse en ella, pero lo hizo, y eso la destrozó. Nunca nadie había preferido otra persona a ella, y mucho menos a su hermana Andrómeda. Y comenzó a odiarla, porque quiso ser ella la que riera mientras él le decía algo al oído, la que se ruborizada por sus tonterías, la que le ayudara en sus bromas.

Pero no lo fue. Y eso le dolió más que nada.

Nunca se acostumbró a la complicidad entre su hermana menor y su primo, y a eso se le unió unos celos enfermizos que produjeron bastantes peleas y desagravios entre ellas dos, haciendo que se separaran más.

Sólo paró cuando él se lo ordenó, amenazándola con dejar de hablarle o ser víctima de todas sus bromas. Ella desistió al ver el odio impreso en su mirada.

Hogwarts no fue un camino de rosas, pero tampoco duro para alguien astuto como ella. Consiguió buenos contactos, alguna amiga de confianza y posiciones correctas para una dama como ella, mientras veía con aprensión cómo su primo rechazaba a su familia tras haber sido situado en Griffindor.

Su amor creció hasta parecer una enfermedad, y su primo también comenzó a fijarse en ella, pero nunca de la manera enfermiza y paranoica de la morena. Allí, quizá, fue cuando todo empezó.

O más bien un poco más tarde, junto a las paredes del invernadero 3, mientras él la sujetaba firmemente y le hacía el amor aplastándola contra ellas. Pero eso sólo fueron un par de encuentros, y después llegó él.

Lo conoció como por casualidad, en una reunión secreta a la que no debió haber acudido, pero de la que no se arrepentía. Por esos tiempos, Sirius tenía novia formal y tú habías dejado de serle útil. Ya ni siquiera te saludaba con esa sonrisa tan suya cuando os cruzabais o te decía en voz alta lo buena que estabas con esa camisa apretada para que tú fruncieras el ceño.

Ya no volviste a ponerte una camisa abierta, porque ya nadie te decía lo guapa que estabas cuando el pelo se colaba por tu camisa o los ojos se quedaban fijos en algún sitio sin razón aparente. Ya nadie volvió a pensar que sería precioso quitarte los botones uno a uno mientras tú movías el vientre al ritmo de aquella danza que inventaste para él una noche de calurosa luna llena.

Él le dio poder, y a cambio ella le ofreció toda una vida a su servicio. Y lo hizo.

Dejó atrás todo, a su primo, a su familia, y se lo dio todo a él.

Y no se arrepiente, pues sabe que su condena será eterna, pero que consiguió su venganza.

La joven dulce y suave que fue una vez, la que le bailó a su primo sin ropa en el 12 de Grimmauld Place ajustando sus ojos y su cuerpo a los de él murió cuando Él puso la marca en su antebrazo. No lloró, ella nunca lo hizo, pero sí notó en ese momento cómo un trozo de su alma y de su corazón desaparecía.

La serpiente también le había mordido a ella.

Y no hubo marcha atrás.