Historias mínimas.
Las cicatrices y fantasmas de una guerra; de una Causa.
Pequeños sucesos que fueron grandes para los pequeños seres del gran engranaje que es la población mágica. Porque no debemos olvidar.
DISCLAIMER: Los personajes mencionados no me pertenecen, son de una mujer que pretende esclavizarnos con sus escritos. ¿Quién será? El título de la historia tampoco es mío, es de una hermosa película argentina que me inspiró a hacer este pequeño gran proyecto. Lo demás, den por hecho que es mío.
ADVERTENCIA: Ninguna por el momento.
DEDICATORIA: Para Hassaleh, aver si es de una vez por todas sincera.
NOTAS DE AUTOR(A): Mensajes subliminales para redimir a mi pobre Riddle y compañía. Toda gran historia encierra otras pequeñas, ¿no? Mi contribución al mundo de Harry Potter (no del niño, de los libros; quede claro), espero no les moleste .. Me siento a gusto haciendo esto, especialmente si allá afuera hacen 11°C, y mi gato me reprocha no poder morderme. ¿De dónde surge esto? Luego de escribir Pájaro Negro, mi mente vaga por los confines de mi subconsciente; y pienso: es una pequeña historia. Y luego pienso: ¿qué tal pequeñas historias de mortífagos? Y luego, ¿qué tal pequeñas historias de La Guerra? Si no les es molestia, pueden destrozar esto creación criticándola (constructivamente). No lloro, no por eso.
Namárië, Malliane
INTRODUCCIÓN
Hay historias que a pesar de los años, perduran. Hay historias que serán contadas generación tras generación, hasta que el último espectador haya muerto. Hay historias que son recordadas. Por todos, o por algunos. Pero hay otras. Hay otras historias, olvidadas. Historias pequeñas que olvidamos por el simple hecho de no ser grandes. Historias que no parecen influir en nosotros, o en ellos, o en nuestra época. Historias pequeñas, que juntas, hacen una memoria olvidada por generaciones que soñaron, y se les quitó el derecho a hacerlo. O tal vez, sólo por generaciones que perdieron el valor de los sueños, y de la memoria. Y son esas historias, pequeñas y triviales, las que un día nosotros recordaremos como propias, y vagamente escaparán, para dar paso a grandes historias.
Estas son las pequeñas historias de una gran historia. Una gran historia de una gran guerra. Fue, es y será llamada por muchos, entre el bien y el mal. Pero ellos olvidan los grises. Y que el bien y el mal lo delimita el más poderoso, el más influyente, o el vencedor. Entonces, ¿mal o bien...? Pero son estas pequeñas historias las que nos permiten conocer esa gran gama de grises que forman un abismo entre una Causa y la otra. Son sólo una parte de un insignificante engranaje, que marcó solo a una o dos personas insignificantes; y que por ello son únicas, e irreemplazables. Una muerte, una fiesta, una primera vez, o simplemente un sonido, una mirada, una risa, un sueño; y la inmensidad que ofrece la exquisita locura de saberlo propio.
Pequeñas historias de remordimientos, alegrías, motivaciones y sucesos de personas que buscaron su igualdad, en un mundo aguerrido a firmes costumbres. Pequeñas historias también de quienes buscaron la pureza, tanto de sangre como de alma, entregando la suya por sus ideales. Pequeñas historias de una gran escala de grises. En un mundo de magia, donde todo puede suceder. Hasta algo pequeño y mundano. Dos ideales enfrentados por la necesidad de sentirse correctos, por la necesidad de sentirse libres.
Y todo, tiene su explicación. En una sonrisa, en un llanto, en una mirada. Racional o irracional, esa pequeña parte siempre estará. Y será olvidada.
SEGMENTO UNO: THOMAS MARVOLO RIDDLE
-¡Cállate de una vez, mujer!- una figura imponente acopla a una muchacha que, desnuda y acobijada en sus brazos, acuna lágrimas solitarias que se resisten en salir.
-Tom... créeme...- el hombre se acerca a ella, y de un golpe seco, deja una cicatriz entre sus pechos. Ella ahoga un gemido mientras murmura súplicas insulsas.
-No vuelvas a repetirlo, mujer. No tomes esto como algo más que una simple aventura.
Tom deja la habitación del descuidado hotel. La muchacha se permite abrir los pardos ojos, para descubrir una soledad abrumante. Una cama destartalada con sábanas revueltas es el único testigo de un amor no correspondido.
Busca entre su vientre, y encuentra soledad. Busca su alma, y encuentra un niño que le llama por su nombre, y le promete una venganza que ella nunca podrá llevar a cabo. Porque lo ama. Aunque él no quiera decirle el nombre de sus padres.
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Un niño de seis años intenta pasar desapercibido entre una masa de pequeños de su edad. Todos de gris. Cruel marca de la sociedad. Un huérfano entre tantos. Thomas sonríe. Algún día les demostraría a sus carceleras que él podía hacer algo más que fregar los pisos. Lo intentaría. Tal vez hasta llegara a manejar un automóvil, como esos hombres ricos y poderosos.
La pequeña caravana de niños camina en un intento de lo que podría llamarse felicidad. Si sus medias no estuvieran rotas, ni sus ropas gastadas y pequeñas. Oh, también si en sus corazones hubiese un poco del calor hogareño que ofrecían las madres de la alta sociedad.
Su primer visita al zoológico no debería pasar desapercibida ante su mente. Según Tom, es su gran momento para aproximarse al mundo del que él alguna vez formará parte. El frío del Londres acerbo cala sus huesos haciendo que toda preocupación se centre en buscar un poco de calor.
Con un palpitante temor se escabulle entre uno de los tantos pórticos. Camina lentamente, como esperando un ataque que sabe nunca vendrá. Es inocente, como todo niño. La oscuridad predomina en la habitación en la que acaba de entrar. Tom mira a sus costados, y ve una inmensa cantidad de serpientes que le miran intensamente, como intentando penetrarlo . Pero no está solo. Un hombre de unos veinticuatro años observa anonado una gran anaconda de ojos verdes.
El niño se aproxima al hombre, y ve en él una misma mirada que recuerda con intensidad. Sueños. Sus ojos castaños analizan al niño, que intentando desafiarlo, alza su cabeza, orgulloso.
- ¿Qué hace un pequeño huérfano como tú en un lugar así? ¿No tienes frío?- el hombre sonríe con una ligera mueca de desdén.
- Huyo.- murmura.
- ¿De qué?
- De mis cadenas.
Lentamente, como envuelto en un velo inexistente, el hombre comienza a fusionarse con la serpiente. Su alargado cuerpo fluye como seda entre los brazos. Sus ojos verdes miran a uno y a otro alternativamente. Su bífida lengua recorre la mejilla del hombre. Y muerde. Los ojos castaños se dilatan en una danza agonizante, donde el áspid y Tom son crueles espectadores y críticos de su muerte, poética y hermosa.
Parpadea.
El hombre contempla aún la serpiente.
Tom sonríe.
No recuerdo dónde leí que los poderes mágicos se intensifican a los siete años. Tiene seis, aún no entiende realmente a las serpientes (o eso quisiera creer).
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- ¡SLYTHERIN!
El muchacho rubio se sentó a su lado.
- Soy Maximus Malfoy.- el chico miró a Tom de arriba abajo.- Pero si eres el famoso huérfano impuro. Me han hablado de ti.
- Marvolo Riddle.- Malfoy Jr. Pagaría. Con su lealtad y sumisión.- Sonríe, muchacho. No querrás que te vaya mal, ¿verdad?
Nombre que Nyaar le dio al padre de Lucius. Espero no te moleste, mujer.
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Próximamente más.
