Historias Mínimas - Por Malliane )

Mira sus ojos. Dos serpientes bailan en ellos. Castaños, imponentes, indescriptiblemente bellos. Mira la forma en que sus cejas se arquean al final, ese toque que lo hace tan suyo. Mira sus manos, envueltas en fina seda. Todo está oscuro, y sus ojos brillan mucho, sierpes moviéndose en hipnótico declive.

Mira sus labios. Se pregunta si así serían los de su madre. Se pregunta cuánto se parecerá a ella. La tonalidad pálida resalta su labio superior, que contrasta maravillosamente con el inferior, más oscuro y prominente. Su sonrisa, que eternamente se esfuerza en salir, adorna un panorama tormentoso.

Mira su piel, morena, a simple vista tan suave que sólo quieres acariciarla. Cada uno de sus poros es un alma, una vida.

Su rostro frente al espejo es una poesía. Y lo sabe.

La primera vez de Tom fue como cualquier otra. Besos, abrazos, y luego más.

Recuerda que sus manos bajaron hacia la cintura de aquella muchacha, acariciando la piel tan común que casi hace a Tom vomitar. Luego, deshizo la túnica de ella con un simple hechizo (si algo había aprendido Tom a lo largo de su vida era a no abandonar jamás su varilla), así como la suya. Pronto, la ropa era sólo un bártulo abandonado a su propia suerte.

Tom se acuerda muy bien de la sensación que el acto conllevaba para él. La sensación de su piel contra otra, cálida. La sensación de nerviosismo, ese hormigueo que siente cada vez que el hermoso Crucio se dispara de sí mismo. La sensación de ser querido, sólo por una milésima de segundo, como su madre lo hizo alguna vez.

Pero por sobre todas las cosas, Tom recuerda muy bien la sensación de poder. Esa fue su primera vez.

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Si alguna vez Tom tuvo miedo, fue definitivamente esta.

Era su primer año en Hogwarts, y todo parecía increíblemente normal y sencillo para él. Las escalera parecían moverse a su conveniencia, la mayoría de los cuadros más respetables y sobre todo antiguos parecían callar ante su mirada, sus profesores le veneraban.

Tom recuerda ese día como la primera vez que leyó El Rey Lear, la primera vez que pudo formular un buen insulto. Y, por supuesto, debía tener alguien a quien decírselo.

Tom ya ha olvidado que caminó lentamente por los pasillos de aquel lúgubre lugar que todos se empeñaban en llamar bello. Tampoco recuerda sus blanco jardines o la primera vez que alguien le dijo te quiero, pero sí se acuerda bien de ese día.

Tan lentamente iba, recordando cada palabra, cada tono descrito, cada gesto, cada mirada imaginada, fundiéndolas en mil y un frases posibles, consonancia maravillosa entre cada una de ellas. Tom compenetrado en tan bellas palabras, no notó siquiera choques accidentales de compañeros, no notó siquiera el golpe de Malfoy Jr. No, Tom, pensaba en su frase mejor.

A lo largo de los años, aprendió a no temerle demasiado. A lo largo de los años aprendió también que cada ser humano podía ser una bella arma para él, excepto ese.

Tom no olvidará más aquella sonrisa suave, calmada. Tom no olvida su boca bailando ante los ojos de quien sería su espectador principal por tantos años, quien sería su mentor, su vida y su muerte. Tom no olvida cada palabra, que nadie más recordará.

Tampoco olvida su mareo, sus náuseas, y el primer y último golpe que le daría a un libro.

Pero es que esa sonrisa le inquietaba de tal modo.

Tom siempre le tuvo miedo a aquella sonrisa. Y todos dicen que era el poder. Aún ríe por ello.

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Nunca supo bien por qué lo hizo. Mandamiento divino, hilos del destino, o simple impulso. Pero ese hormigueo tan especial que ni siquiera se equiparaba con el de la tienda Ollivander's, ese cosquilleo que no tomaba su corazón, ni sus manos, sino que tomaba cada parte de su ser, se cerebro razonando y pensando y recordando cada línea de cada libro que había leído... excitación tal que ni el mejor orgasmo llegaría a su altura.

Tom recuerda ese cuerpo a su merced. Pero Tom ya no recuerda esa mirada, ese cabello, esas manos finas.

El sabor de una Imperdonable acapara tu vida de forma tal, que Tom ya no recuerda cabellos, ni finas manos...

La primera vez que lanzó una, ni siquiera él supo que sería el principio...

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Tal vez siga con Tom, tal vez no. Ustedes deciden.