Segunda Parte
No, no puede ser –Harry aun no creía lo que sus ojos miraban- eres... idéntica a mi, de dónde vienes?
Muy lejos de aquí –la niña aún sonreía- como a unos 50 kilómetros o más, la verdad, no estoy muy segura –dijo con cara de confusión.
Pero, no entiendo, dónde están tus padres –preguntó Harry extrañado.
No tengo padres, al igual que tu Harry.
Me conoces?
Harry cada vez estaba más confundido... y asustado.
Claro, en nuestro mundo, todos te conocen!
En nuestro mundo...
Sí, en nuestro mundo! Antes de que se me olvide, toma –dijo la pequeña extendiéndole a Harry una cajita, el pequeño iba a preguntar qué mundo era ese, pero se le olvidó al ver la cajita que le extendía la pequeña, la tomó y la abrió con mucha felicidad.
Es una torta de cumpleaños –dijo con algarabía.
Es pequeña, pero sé que eso deseabas como regalo –respondió Leien con una gran sonrisa.
Cómo lo sabias? –inquirió Harry extrañado.
Es fácil –dijo la pequeña y miró fijamente al cielo- hoy también es mi cumpleaños y yo deseaba una torta tanto como tu.
Si antes Harry estaba confundido... ahora no sabía nada de nada, cómo era posible todo lo que estaba escuchando... la niña no sólo se parecía a él, cumplía años en la misma fecha y sabía lo que él deseaba!
Si hoy es tu cumpleaños también... te tengo que dar un regalo... pero no te puedo comprar una torta como la que tu me regalaste –dijo Harry apenado, le habían regalado lo que él más deseaba como regalo, pero en cambio, él no tenía nada que obsequiar... miró al pasto y se le ocurrió una gran idea- Que te parece si compartimos mi torta y hacemos de cuenta que es la celebración de cumpleaños de los dos! –gritó con mucha algarabía.
Oh Harry! Sería grandioso, celebremos nuestro cumpleaños juntos... los dos solitos! –dijo Leien con mucha felicidad y dando saltos alrededor de Harry y de la torta.
El resto de la mañana pasó con mucha felicidad... Harry nunca se había sentido tan feliz... bueno, que él recordara... jugó todo lo que quiso con su nueva amiga, comió torta hasta llenarse y se divirtió como nunca. Parecía como que los Dursley habían optado por ignorarlos.
Harry, ya es tarde y debo irme –dijo la pequeña de repente.
Con quién vas a irte? –preguntó Harry al observar que no había ninguna persona alrededor.
Yo sola –dijo la niña como si se fuera a la casa de al lado- no necesito más que mi varita.
Tu varita? –Harry puso cara de no haber escuchado bien.
Sí, mi varita, es que se me olvidó explicarte, nuestro mundo es el mundo mágico y yo soy una bruja –Leien lo dijo como si ser una bruja fuese lo más normal del planeta.
Una... una... una... bruja –repitió Harry tartamudeando.
Sí –respondió y sacó su varita.
Pero, pero las brujas son una viejas feas y con verrugas, usan vestidos negros y tienen sombreros puntiagudos, además son malas, lo sé porque las he visto en los libros de cuentos de Dudley... tu no pareces una bruja –dijo Harry con mucha seguridad.
Los muggles nos dibujan así, pero la verdad no somos parecidas a como ellos nos dibujan, bueno algunas sí, pero son muy pocas!, además Harry tu eres un mago! –finalizó con decisión.
Un qué? No, no puedo serlo, los magos hacen cosas raras y yo no puedo ni siquiera subirme a la silla de la mesa.
No seas bobo, es que necesitas una varita como la mía y tu no tienes, bueno, la verdad, yo no debería tener todavía, pero nadie sabe –dijo Leien con una mirada suspicaz- vendré a verte mañana Harry –al decir esto se aproximó al niño y le dio un beso en la mejilla.
Harry se sonrojó al recibir el beso de despedida de su nueva y hasta el momento única amiga.
Espera –dijo a la pequeña cuando ésta empezaba a caminar hacia la calle- prométeme que vendrás mañana, es que, yo no he tenido amigos ni amigas y no quiero estar solito... no quiero quedarme sin amigos –esto último lo dijo con lágrimas en los ojos mientras miraba al pasto.
Leien regresó y se paró frente a él.
Por favor, no llores, no quiero verte llorar, estoy aquí para que no vuelvas a llorar, te doy mi palabra, mañana vendré a jugar contigo y también lo haré pasado mañana y todos los días que quieras que venga –sonrió y volvió a encaminarse a la calle.
Entonces estarás conmigo por siempre –dijo Harry con una gran sonrisa.
Si eso quieres –gritó Leien sin siquiera voltear a verlo.
Harry vio como la pequeña de repente desapareció frente a sus ojos.
Y si estoy soñando? –se preguntó a sí mismo, pero esa duda desapareció de su cabeza al ver el pañuelo que tenía en su mano y ver que sobre el pasto aún estaba una cajita que contenía aún un pedazo de torta... era aún muy pequeño como para cuestionar los sucesos extraños que acababan de tener lugar en el patio, incluso lo dejó así, como algo sumamente maravilloso, no cuestionó nada más... la felicidad que lo embargaba por tener una amiga... era lo único que tenía lugar en su mente y en su corazón.
Eran ya las once de la mañana, entró en la casa y se fue directo a la lacena, se sentó en su cama y meditó sobre todo lo que acababa de ocurrir... no le dio mucha importancia a lo raro, sólo a la felicidad que sentía.
Yo no puedo ser un mago –dijo para sí- mañana le aclararé todo a Leien, seguro que se confundió.
El resto del día fue igual a los demás con los Dursley, aunque quizá, hoy por ser su cumpleaños, lo trataron peor que otros días, se dedicaron a molestarlo durante todo el día, pero nada de lo que hicieran podría borrar la felicidad que tenía Harry... al fin tenía una amiga, alguien a quien querer... y que también lo quería.
Harry despertó al día siguiente, como siempre muy temprano, estaba feliz porque hoy vería de nuevo a Leien, llegó a la cocina, donde como era de esperarse se topó con tía Petunia, tomó el cajón para poder subir a la silla, una vez sentado se encontró con un plato lleno de avena caliente, era muy extraño que su tía preparara algo tan rico para el desayuno, bueno, para "su" desayuno.
Cómo amaneciste, Harry cielo? –preguntó tía Petunia y se acercó al pequeño.
Bien, gracias por preguntar –respondió Harry extrañado.
Qué alegría –respondió tía Petunia y le dio un fuerte abrazo a Harry y un beso en la mejilla.
Eso era más de lo que Harry hubiera esperado, pero como aún era un niño pequeño y con mucha necesidad de afecto y cariño, no le dio importancia, platico con su tía como nunca, le comentó de todo, tía Petunia le respondía con mucha dulzura y también le aconsejaba, cuando Harry terminó de comer, se dispuso a bajar de la silla, pero volvió a resbalarse con el soporte y cayó, como era de esperarse empezó a llorar. Tía Petunia corrió a su lado y lo levantó en brazos.
Ya, ya Harry –le decía la pequeño mientras le limpiaba las lágrimas- no llores, no fue tan duro, además eres un hombrecito y los hombrecitos no lloran –luego lo abrazó.
Pero... –decía Harry entre sollozos- me dolió!
Toma esto –dijo tía Petunia extendiéndole a Harry un dulce con envoltura roja.
Pero, este es de Dudley –dijo Harry viendo el dulce incrédulo.
Ya le compraré a Dudley otro, no te preocupes, tómalo y vete al patio a jugar –dijo tía Petunia con una sonrisa- los niños pequeños sólo deben preocuparse por la diversión.
No me necesitas para que te ayude en algo tía –preguntó Harry mientras destapaba el dulce y se lo metí a la boca.
No cielo, diviértete, no te preocupes –dijo con una sonrisa.
Regreso más tarde –dijo Harry mientras salía a todo correr de la cocina y luego de la casa.
Mi tía me quiere, sí me quieres –gritaba en el patio mientras daba vueltas como trompo, se detuvo al ver a su recién amiguita parada frente a él, ella también sonreía.
Sí, Leien, hubieras visto a mi tía, sí me quiere –dijo Harry muy feliz y tomó a Leien de las manos y empezó a dar vueltas con ella, como si jugaran rondas- me quiere, me quiere, me quiere, me quiere, me quiere, me quiere –repetía sin cesar- me quiere, me quiere, me...
Veo que el hechizo funcionó –dijo Leien entre risas.
