Capítulo 7. Pensamientos.

Después de ese encuentro, no volví a ser el mismo. Aún no comprendía lo que me había pasado al ver a Ginny recién duchada. Quizá había sido la sensación de que no había pasado el tiempo, quizá el verla y recordarla con sus dieciséis años, sus pasos y contoneos de Lolita, tan salvaje, tan fuerte, tan hermosa, tan peligrosa. Puro fuego que se entremezclaba con el hielo que yo desprendía hasta sumergirnos ambos en el océano de emociones contrapuestas. Igual que aquella vez, miles de veces en la escuela y después, con más intensidad aún.

Megan. ¿Qué significaba ella? Nada. Nada podía compararse con ella. Y sin embargo, vivir con ella era imposible.

Me senté en el sofá de la sala de estar esperando a Megan. Miré a mi alrededor y mi mirada se paró en una de las estanterías, dónde una fotografía era ocultada por un par de libros nuevos. Me levanté y la saqué. Ginny y Anne, su amiga, sonreían en esa foto. Ambas tenían dieciséis años, y ya era primavera. Anne llevaba el pelo recogido con un lazo blanco, y el vestido, también blanco, le daba aspecto fantasmal. Tenía una belleza pura y marmórea, y recordé con pesadumbre que Ginny solía decir que no era de este mundo. Parecía tan inocente y tan vulnerable que todos la protegían. Incluso Blaise, inmune a todos los encantos de las más cotizadas de Hogwarts, cayó rendido ante sus miradas dulces y su voz melódica. La única vez que se enfrentó con alguien fue la fatídica noche en que murió, y eso le costó muy caro. Su pelo caía con gracia por encima de los hombros y, si cierro los ojos, aún oigo la dulce melodía de su voz. Creo que ninguno de los que la conocieron pudieron olvidarla.

Ginny era todo lo contrario a su amiga, al igual que Luna lo fue de las otras dos. Luna. Otra muerte que unir a los pesares de Ginny. Esa chica loca había calado mucho más hondo de lo que algunos se figuraban en el corazón de la pequeña Weasley. Muerte, desolación y muerte. ¿Comprender a Ginny? Nunca llegué a comprender lo que significó para ella estar durante dos años encerrada en una casa, sin posibilidad de ver el sol, sin posibilidad de luchar, sólo recibiendo heridos o muertos. Muerte, muerte y desolación. Nunca me fijé en como tratarla, y sí, fui injusto. Creí que a ella le bastaría como a mí, con nuestros encuentros y el saber que la quería.

Pero no era así, Ginny necesitaba un hombre a su lado y un padre para Anne. Al verme se deshacía en preguntas y besos, sonreía durante todo el tiempo y me trataba como un marqués, pero al irme, todo volvía a oscurecerse en la mente de mi pequeña nube roja. Luna solía hablarme de ella y me instaba a que fuese a verla, a que la animase, se ofrecía a quedarse en mis turnos de noche...sólo por ella. Sólo para verla. Y fue en uno de esos cambios, la noche en que nació Anne, cuando Luna murió en una emboscada. Una emboscada que fue preparada para mí, para el traidor, y de la que gracias a la generosidad de aquella muchacha loca y traviesa me libré. ¿A cambio de qué? A cambio de su vida. Una vida que vengué, más por mi memoria que por la suya.

Y Ginny, después de recibir ese mazazo, siguió con más tristeza y menos visitas por mi parte. Por ese tiempo Dumbledore me había enviado a una de las misiones más importantes hasta entonces. Sólo tenía que perseguir a mi tía, Bellatrix Lestrange, y conseguir toda la información que pudiese. Y ella, sola y preocupada. Y yo, demasiado ajeno a todo como para preocuparme por ella.

Y se cansó. Se cansó después de casi dos años de esperar. En su última carta me confesó que estaba harta de esa situación, que no podía más. " Esta mañana Anne ha llamado papá a Harry" me escribió en aquella carta maldita "Y a veces me arrepiento de que no haya sido así, por lo menos de esa manera mi hija tendría un padre" Y esas palabras se clavaron en mi mente, y no pensé en nada. Aquella noche terminé con mi misión y dos días después estaba en el cuartel general. Tarde, Ginny se había ido con Anne a Irlanda, a un lugar más seguro. Quise seguirla, pero comprendí que era un error. No podía dejarlos ahora.

Puedo asegurar a quién quiera que dolió. Durante dos meses no supe nada de ella, sólo que estaba bien. Un día, sin previo aviso, apareció por la puerta. Más madura, más hermosa. Y más triste. Recuerdo su pelo largo, mojado por la lluvia, y sus ojos chocolate tristes. Su sudadera desgastada y sus vaqueros demasiado anchos. Y su sonrisa, vacía y sin vida. Y me odié, en ese momento me odié.

Todo era tan diferente que parecían haber pasado años. Casi no me hablaba, y cuando lo hacía, era tan impermeable a mis súplicas e ironías que parecía un pedazo de hielo. "¿Dónde estás, Ginny?" solía preguntarle. Y ella me sonreía y decía "Con mi hija, en Irlanda". Volvió para luchar, decía no poder aguantar más. Llevaba dos años entrenándose para enfrentarse a Voldemort y no lo iba a dejar ahora todo. No, no lo iba a dejar.

Tanto sus hermanos como yo lo intentamos, pero ella se negó, y les amenazó con transformarlos en animales si no se callaban. A mí me ignoraba, simplemente. Harry era el único que hablaba con ella, pero él era tan inaccesible para mí como ella. Y Ginny, tan hermosa como siempre.

Una noche como otra cualquiera la encontré sentada frente a la chimenea de la sala de estar, con los ojos perdidos en la profundidad de la habitación y una carta entre sus manos. Parecía estar en trance, y quizá me hubiera asustado si no fuese porque sus labios se movían imperceptiblemente. Y recuerdo la conversación perfectamente.

-Ginny- susurré. Ella no se movió, no giró sus ojos rojos e hinchados a causa de las lágrimas hacia mí, ni un sonido, ni un movimiento. Pero ella escuchaba.- Siento todo lo que te he hecho- susurré.

-De nada vale arrepentirse- susurró ella. Su pelo esta vez también estaba mojado, pero el tibio camisón blanco estaba seco- Si no se le pone remedio al problema.

-Lo haré. En cuanto acabe la guerra.

-Quizá no sobrevivamos- susurró- Quizá no volvamos a vernos.

Me asusté al pensar en esa posibilidad y, acercándome a ella, oculté mi cara en su regazo suave y limpio. Olía a vainilla, como siempre olía ella.

-Anne está enferma- dijo de una forma natural- Pero creemos que se pondrá bien. Debes saberlo.

-¿Por qué?- pregunté inocentemente. Un asomo de miedo pasó por su rostro.

-Eres su padre. Tienes el derecho a saberlo.

-Te quiero Virginia- lo dije tal y como me salió.

Ella no respondió, tan sólo sonrió. No la miré, yo ya sabía lo que hacía. Alcé mi cabeza y acerqué mis labios a los suyos.

Y ya éramos otra vez Draco y Virginia. Y ella olvidó, tal y como yo hice. No volvimos a hablar de aquel momento, pasó el tiempo y nueva tierra cayó encima de esos recuerdos. Tierra que nunca removimos.

Llegó la batalla final. Muchos murieron, otros se fueron. Otros no volvieron a ser los mismos. Tú tampoco, ni yo. Pero aún seguimos siendo nosotros. Y ahora ¿Qué?

Ahora no sé quién soy. Te dejé porque así lo quise. Y ahora sólo quiero volver contigo. Quiero que desaparezca todo a nuestro alrededor, quiero tener quince años otra vez, otra vez.

Quiero que seas mía otra vez. Pero no puedo volver a nuestra vida anterior.

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Tras haber salido del trabajo, el aire frío me golpeó como una bofetada en la cara, sonrojándome la cara. Me abracé a mí misma y caminé con la amplia plaza llena de personas felices. Caía una lluvia tan fina que era innecesario el paraguas, pero que se metía por el cuello de la chaqueta dándome más frío. La noche era oscura, pero ni siquiera me di cuenta de ello. Caminé hasta llegar a mi barrio sin darme cuenta de por dónde iba. Estaba confusa por todo lo que había pasado.

Me senté en los escalones que daban a la entrada principal y observé el cielo. Una tímida estrella se asomaba por entre las nubes. Sonreí. Las farolas le daban a la calle un aspecto fantasmal. Todo parecía sacado de una película muggle de terror, la calle desierta, el frío helado, la luz de las farolas. Y sin embargo, era ahí dónde me encontraba segura. Dónde podía pensar.

Algo crujió a mi lado y una sombra pasó por la calle hasta esconderse en uno de los callejones. Sentí un escalofrío y decidí entrar. No era lugar para plantearme los sentimientos, pero la sensación de sentirme vigilada comenzó en ese momento.

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¡Mil perdones por el retraso, pero he estado tan liada con el colegio y con asuntos personales que no he podido subirlo antes! Espero que os guste y siento que sea tan cortito....Besos miles.

Ahora responderé a los reviews.

Elora Loe: Gracias por tus ánimos y me alegra que te guste mi historia. Espero que la inspiración no me falte para el próximo capítulo, que será muy interesante. Un beso.

Mish: Jeje, la verdad es que me encanta el final del capítulo, pero no te confíes en que vayan a volver, hay demasiadas cosas en su contra y como Ginny dijo en el quinto capítulo, ella no volvería con Draco ¿Qué pasará?

Arwen: Mi niña! Ya creía que te habías olvidado de mi. Me alegro de que te guste este capítulo y a ver si este también lo hace. Un beso y actualiza pronto que sabes que me encantan tus historias.

Euxis: Muchas gracias y espero verte mas a menudo por aquí. Un beso.

Azazel: No se si al final se unirán, aún me lo estoy pensando...Besos y gracias por los ánimos.