Capítulo 11. Margaret.
Ivett sondeaba los ojos de Blaise con su mirada violeta mientras tamborileaba los dedos sobre la mesa de caoba del despacho de Mc Gonagall. Éste no la miraba, tenía la vista fija en los jóvenes que se pasaban la quaffle e intentaban colársela al guardián. El despacho, decorado con poco gusto según la morena, era demasiado caluroso y ella sentía que su hermosa camisa comenzaba a sobrar.
Se recogió el pelo decorado con mechas rubias aparatosamente, intentando ganarse la atención del moreno, pero éste estaba demasiado perdido en sus pensamientos.
La puerta se abrió y la profesora Mc Gonagall entró, muy seria y con ojos llorosos.
-Sr. Zabini, srta. Sommers- les dijo mientras se sentaba detrás de su mesa- Me temo que tengo graves noticias sobre la srta. Weasley.
Ivett salió de su letargo y se puso muy recta, mirando con aquellos ojos violáceos a la profesora. Blaise también se puso alerta y miró por primera vez a la morena. Oía hablar a Mc Gonagall y sentía los músculos de la joven tensarse, pero no era capaz de oír nada que no fuese su respiración agitada o el sonido de su collar ambarino.
-Deben apresurarse al cuartel general de La Orden y allí recibirán instrucciones. La srta. Tonks se recuperará, ahora mismo se encuentra en San Mungo.
-¿Quién ha sido, Minerva?-preguntó Ivett con voz ronca.
-No lo sabemos con total seguridad, pero la fuga de Parkinson y Malfoy nos hace sospechar que es un ajuste de cuentas.
-¡Ella está embarazada! La van a matar con su hijo dentro. Minerva, debe avisarlo, por Merlín.
Mc Gonagall se quitó las gafas y se levantó.
-Srta. Sommers...
Pero Ivett no le dejó terminar. Salió corriendo como alma que lleva el diablo y se olvidó de esperar a un Blaise anonadado que no sabía que hacer. Caminó con paso presuroso hasta llegar a la chimenea por dónde había llegado a Hogwarts y se precipitó en ella tras coger un puñado de polvos flu.
-¡A Stropped House!-gritó.
Cuando levantó la vista, se encontró en una casa demasiado moderna como para llevar cien años construida. En el centro de la sala había dos mesas coquetas de cristal llenas de papeles y cigarrillos ya apagados. La ventana se encontraba casualmente abierta, pero ella no se entretuvo en cerrarla. Al abrir la puerta, se encontró con el pelo rojo de Bill Weasley.
-¡Ivett!- exclamó- Me has asustado.
-¿Dónde están? Harry, Draco, Hermione...
Bill comprendió el estado de nervios de la mujer y la sentó en una de las sillas de la sala. Luego se arrodilló a su lado.
-No sabemos nada del estado de Hermione. Ivett, ¿Sabías que estaba embarazada?
Ivett abrió mucho sus ojos violeta y soltó un par de lágrimas transparentes.
-Por lo que veo tú tampoco lo sabías.
-No me dijo nada.
-El niño le ha salvado la vida, aunque se encuentra en un estado crítico. Parece ser que alguien de los que los atacaron se ensañó en especial con ella. ¿Sospechas de alguien?
-No...no sé, estoy tan confundida.
-No te preocupes. Los demás están bien, sin contar con la desaparición de mi hermana, pero no te preocupes, pronto aparecerá-susurró acariciándole la mejilla.
Ivett miró al pelirrojo y le extrañó su aparente calma. Sin embargo, al sumergirse en sus ojos azules sintió la profunda tristeza del muchacho. En esos momentos Blaise salió de la chimenea con el bolso de Ivett cargando en una mano. Arrugó el ceño al ver la escena tan cariñosa que estaba ocurriendo entre Bill e Ivett.
-Se te olvidó- dijo entregándole el bolso- ¿Y Fleur?-le preguntó a Bill, que seguía mirando con insistencia los ojos aguados de la muchacha.
-Está abajo- se volvió al muchacho y se levantó- Bien, me voy. He de entregar un informe con las declaraciones de Ron para que enseguida comience la búsqueda. Ivett- la morena levantó sus ojos y miró al pelirrojo con ojos interrogantes- Tómate un té. Tú te ocuparás de los interrogatorios. Y tú Zabini, intenta controlar a Draco.
-¿Dónde está?
-En una de las habitaciones. Hemos tenido que darle tres calmantes. Poppy estaba muy preocupada por él.
Blaise asintió y miró a la muchacha, que ya recogía su bolso y se escabullía por detrás del pelirrojo. Blaise suspiró con fuerza y dio un golpe a una de las mesas. Los papeles salieron volando, consiguiendo que Bill soltara una risa amarga.-Theodore Nott es el tipo de hombre que no se convertiría en mortífago.
-Bueno, ¿entonces por quién empiezo?
-Déjaselo a Ivett. Tú ocúpate de buscar a gente del pasado de ésos dos.
Cornelia Pugdins clavó sus ojos chispeantes en los de Padma Patil. Sabía que si hubiese podido hubiera golpeado su hermosa cabecita de hada contra la pared del aparador, pero eso estaba por encima de sus posibilidades. Aunque aún no entendía por qué una joven como ella había elegido esa opción de vida, cuando su mayor objetivo en una misión era no romperse las uñas. Su hermana Parvati había acertado al convertirse en secretaria sexy, pero ella definitivamente había destrozado su futuro.
En cambio, y todo había que decirlo, era práctica y muy inteligente. Siempre podías contar con ella para llevar a cabo algo, y ser la única mujer hermosa del grupo no era nada positivo, sino más bien al contrario.
En esos momentos, Ivett Sommers entró por la puerta, con una leve capa de sudor en la frente. Incorrecto, Padma no era la más hermosa de los jóvenes aurores, sino Ivett. Su pelo moreno( y con mechas rubias que a Cornelia desagradaron) y sus ojos extraños le daban un aspecto único. Si además le sumabas su manera de vestir, con ropa moderna y ajustada, estabas ante una bomba de relojería.
-Bill me ha dicho que me pase por aquí- explicó- ¿Qué debo hacer?
-Por ahora esperar a que Cornelia encuentre algo-le espetó Padma- Dumbledore vendrá en un par de horas. Yo me voy para el hospital a ver a Hermione y a Ron.
Cornelia se pasó la mano por el cabello cortado a cepillo y se puso la chupa de cuero que nunca se quitaba. Padma la miró con horror y cogió su bolso de terciopelo sintético mientras se alisaba una arruga imaginaria en la blusa color melocotón.
-Voy contigo-dijo Ivett, pero Padma la paró con un dedo.
-Será mejor que te quedes por si hay novedades. Además, Dumbledore quería hablar contigo. Molly debe estar a punto de llegar.
-¿Y Anne?
-Dormida. No la despiertes hasta que no llegue Harry. No sé por qué no quería separarse de él. Y no dejes que Draco se acerque a ella hasta que él esté aquí.
-¿Por qué?-Ivett no entendía nada- ¿Qué ha pasado?
-Ya te lo contaremos- la cortó Padma con un gesto- Cornelia, a las diez en San Mungo.
-Que sí, Patil-Padma giró los ojos y desapareció por la puerta- Esta tía es lo peor.
Ivett se acercó a Cornelia y le hizo la misma pregunta, pero ésta se negó a contestarle. Después se encendió un cigarrillo de hierbas suizas y siguió a Padma.
Ivett se sentó en el sillón que antes ocupaba Cornelia, ofuscada. Buscó entre sus bolsillos un pitillo pero no lo encontró y pateó la mesa con furia. De pronto un pergamino cayó al suelo. Lentamente lo cogió y lo leyó.
"Mañana a las siete. B. Z."
No necesitó reconocer las iniciales ni la letra. Blaise había escrito esa nota.Ginny se despertó aún atada a la silla con la boca tan seca como el desierto. Intentó no pensar en cuántas horas llevaba en ese estado ni cuántas más estaría así, pero un punzante dolor en la entrepierna y la sensación de que algo se escurría entre ellas la sobresaltó. Estaba de casi cuatro meses, y debía hacer algo pronto.
Recordó su entrenamiento como auror y se concentró en su poder mental para intentar aflojar las cuerdas, pero fue inútil, estaba demasiado cansada. Le picaban los ojos y el dolor punzante no se alejaba. Cuando la puerta se abrió y apareció la figura imponente de Lucius Malfoy, no pudo evitar temblar, y se maldijo una y otra vez por no llevar más que un diminuto camisón que le había regalado su hermano George mucho antes de que todo esto sucediera.
-Hola Ginevra- saludó el hombre. Se acercó y le puso una manta por los hombros, que ella retiró con un brusco movimiento- No, no, querida, Ginny, eso no lo hace una niña buena, y yo estoy seguro de que tú vas a ser muy buena-Le tendió un vestido blanco y algo de ropa que dejó encima de sus rodillas- Ahora te voy a desatar y voy a acompañarte para que te duches y te cambies- Ginny miró al hombre sin entender nada y se asustó más al no comprender sus intenciones-Hemos decidido cambiar de plan, Gin. Matarte no sería lo suficiente estimulante, por lo que vamos a cambiar de táctica. Y no te preocupes por tu hijo no nato. Lo verás nacer, querida.
Pasó su mano fría por la delicada mejilla de la joven y ésta volvió a retirarse.
-A veces aún me preguntó, querida, qué es lo que vio mi hijo en ti tan fuerte como para que lo dejase todo- comentaba como quien habla del tiempo Lucius mientras le aflojaba las cuerdas con total parsimonia- Debes ser muy convincente, o tener algún talento oculto...
Ginny logró zafarse de las manos de su ex suegro y se quitó ella misma la mordaza.
-Déjame en paz-
-Lo haré-susurró con voz sibilante- en cuanto obtenga lo que quiero. Y puedo asegurarte que es mucho mejor que tú.
Ginny tembló. Debía salir de allí como fuera.
-Ahora ven- le susurró- Te llevaré al baño y allí podrás refrescarte- De repente la pelirroja sintió una punzada fuerte en el vientre y se agachó encogiéndose de dolor.
-¡Ahh!- gritó y sintió como todos los muebles danzaban a su alrededor. De repente unos brazos fuertes la agarraron y sintió cómo la cargaban, pero no pudo ver más, pues sus ojos y su conciencia se perdieron en la negrura.
Al despertar, se vio reconfortada entre unas sábanas de seda de color perlado. Le recordaron a las que compró Draco cuando se fueron a vivir juntos y por un momento se sintió de nuevo en casa. Movió uno de los brazos buscando el cuerpo de Draco, pero sólo se encontró con el vacío en la cama.
Se armó los ojos y abrió los ojos, encontrándose tumbada en una cama elegantísima de doseles de gasa blanca transparente que se ondulaba al estar una ventana abierta. Observando a su alrededor, llegó a la conclusión de que esa habitación estaba hecha para una niña pequeña. Había muchas muñecas y casitas con las que había soñado de pequeña. Estanterías con libros para niños sobre muggles locos y magos geniales, muebles completamente blancos con marcos de fotos vacíos...
Se levantó y se extrañó al no sentir dolor, sino una aparente calma extraña. Se movió y fue hacia la coqueta color rosa claro que había en uno de los lados de la habitación. Al ver reflejada en el espejo no pudo evitar un grito.-¿Y bien? ¿Cómo se encuentra Hermione?-preguntó Harry Potter al sanador que salía en esos momentos de su habitación. Se encontraban en la temible planta cuarta del Hospital de San Mungo.
Fabisa: Bueno, aquí tienes el siguiente capi, y te aseguro que aunque este no me gusta mucho y es un poco soso, quería dejarlo así, como punto de inflexión, aunque te aseguro que el próximo será mucho más interesante. Un beso y gracias por el review guapa.
-La srta. Granger ha sufrido una conmoción debido a su embarazo, pero hemos conseguido estabilizarla y en estos momentos se encuentra disfrutando de un sueño reparador.
-¿Y Ronald Weasley?
-¡Oh! Ha tenido mucha suerte ya que las maldiciones apenas lo dañaron y en un par de días podrá salir del hospital. La srta. Granger tardará al menos un mes si todo va bien.
-¿Y el niño?
-Apenas estaba de un mes y medio, puede que ni siquiera ella lo supiera.
-No había comentado nada.
-Será mejor no decirle nada, ni tampoco a su pareja...a menos que sea usted.
-¡No, no! Es...bueno, no se preocupe, no lo sabrán.
-Al menos hasta que ella se recupere, después haga lo que crea conveniente- de repente una luz azulona salió de uno de los bolsillos de la túnica verde lima del sanador-¡Oh! Discúlpeme pero tengo una urgencia en segunda planta.
-Bien...¿Cuándo podré verla?
-Pásese en un par de horas para ver cómo sigue y si se encuentra con fuerzas, podrá pasar. Le recomiendo que se tome algo en cafetería, para coger fuerzas. No ha comido nada desde la mañana.
-Gracias...sanador.
-Llámeme Mike. Y cuídese.
El sanador cogió la ficha de la habitación de Hermione y se la llevó observándola mientras bajaba los escalones hasta la segunda planta. Harry, de repente, se sintió algo solo y se puso a dar vueltas por la planta. De repente llegó a la sala dónde estaban ingresados los padres de Neville y el profesor Lockhart. Harry sintió una punzada en el corazón al pensar en aquello, y de repente sintió unas ganas horribles de verlos.
Tocó a la puerta con cuidado y rápidamente se encontró con el rostro de una joven de cabellos cobrizos y ojos azul índigo. Tenía el rostro ovalado y era muy blanca de piel, pero dos hermosos colores resaltaban en sus mejillas. Llevaba puesta la túnica de sanador, aunque se veía muy joven para serlo. Cuando vio a Harry, sonrió y le abrió rápidamente la puerta.
-¡Hola! ¿Buscas a alguien?-tenía una voz graciosa y cantarina.
-He venido a ver a los Sres. Longbottom.
-¿Eres su hijo?-preguntó escéptica la muchacha.
-No soy...hijo de unos amigos suyos.
La chica lo miró de arriba abajo, como evaluándolo, hasta que vio su cicatriz, y abrió del todo la puerta.
-Pase sr. Potter. Me llamo Margaret Vanderbilt y soy la sanadora en prácticas-y dicho esto le tendió la mano. Se fijó en que llevaba un par de anillos de plata y una pulsera también de plata con una inscripción.
-Encantado.
-¿Y dice que conoce a los Longbottom? Yo soy amiga de su hijo Neville, lo conocí en Hogwarts.
-¿En Hogwarts? Pero si yo estaba en su casa y en su curso... ¿Dónde estabas tú?
-Tengo un par de años menos que vosotros e iba en Ravenclaw, aunque no me perdía ningún partido tuyo.
-¿Te gusta el Quidditch?
-Me encanta, pero sólo pude entrar en el equipo en mi sexto año...Y ya sabes lo que pasó. A quién si conozco es a Ginny Weasley...Es amiga tuya ¿No?
-Sí.
-Nos tocó compartir un castigo juntas y nos hicimos amigas. Es muy simpática.
Se pararon frente a una cortina y Harry se sintió como si el tiempo se parase.
-Es aquí- al ver dudar a Harry le preguntó- ¿Quieres que te acompañe?
-Por favor-la voz de Harry sonó grave y débil a la vez.
Margaret corrió un poco las cortinas y se introdujo en las sombras. Harry notó su boca seca y entró.
Era como una habitación de matrimonio con dos camas. Allí había tantos objetos personales que Harry se extrañó y le pareció que se había aparecido en casa de los Longbottom. Las camas estaban ocupadas por un hombre al que casi no se veía, pues dormitaba y se tapaba con la manta de colores cafés con fuerza y la mujer, que al ver a Harry se levantó con dificultad de la cama y se acercó a él. Harry se dio cuenta de que parecía aún más envejecida que cuando la vio por primera vez hacía ya siete años, pero que en sus ojos se notaba ya una sombra de dulzura y picardía que no había la otra vez.
-Alice está evolucionando favorablemente, e incluso es posible que en un par de años recupere el habla. Ya reconoce a la primera a su hijo y a su suegra, pero aún se hace un lio con los días-Margaret rió amargamente-Mi madre también la conocía, pero ella es incapaz de venir a verla...Muchos son incapaces de verlos así.
-¿Y Frank?
-Me temo que su caso está perdido. Además, mientras Alice se esfuerza y me ayuda murmurando cosas al oído y trabajando la memoria, él lo único que hace es quedarse en la cama...Una de mis teorías es que teme salir. Es como un miedo irracional.
-¿Y la otra?
-Que las mujeres somos más inteligentes-sonrió Margaret.
Alice se acercó a Margaret y le entregó un papelito en la mano, como años atrás Harry vio hacer con Neville. Margaret puso una sonrisa enorme y se lo agradeció con un sonoro beso en la mejilla.
-Muchas gracias, Alice.
La mujer sonrió levemente y luego se fue a sentarse en su cama, mientras murmuraba cosas sin sentido. Margaret le enseñó el papelito a Harry y éste descubrió que era un trozo de envoltorio de ranas de chocolate.
-Ya me ha regalado al menos treinta-susurró con una sonrisa Margaret.
-Treinta veces que has tenido que ir a la papelera ¿no?
-Te parecerá una tontería-le confesó la joven cuando salieron del cubículo y cerró las cortinas-Pero los guardo todos y luego se los llevo a mi madre. Ella los tiene en una cajita que le regaló Alice.
Harry la miró como si bromeara, pero al ver que un par de lágrimas a punto de salir de sus ojos brillantes, cambió la expresión.
-Conozco a alguien que hace lo mismo que tú-ella lo miró extrañado- Pero sólo te lo contaré si me dejas que te invite a una taza de té.
Margaret sonrió. Aquel chico le había caído muy bien.
Pilika: Jaja, sí un poco de chocolate no esta nada mal. Bueno, aquí hay cosas que resolverán algunas de tus dudas ¿No?
Mish: Sí, y este también es bastante largo...Gracias por todo, cariño.
Bueno, aquí esta la continuación. Siento la tardanza, pero he tenido muchísimos problemas y aunque este capítulo no tenga la suficiente calidad como para aprobarlo ya me sentía suficientemente mal como para no publicar...
Un beso a tods...
Angela
