Este capítulo se lo dedico a mi querida amiga Arwen-chan, que ha sido tía de precioso bebé. ¡¡¡Felicidades cariño!!!
Capítulo 12: Andrómeda.
Ginevra Weasley se tumbó en la cama, cansada y somnolienta. Estaba asustada, pero notaba también una extraña sensación de perfecto bienestar que hacía tiempo que no gozaba. Acarició su suave pelo y se estremeció al saber cómo estaba ahora.
Imágenes llegaban a su cabeza y se iban tan rápido como llegaban. Draco, Harry, Ivett, Anne, sus padres, sus hermanos, Hermione, Neville... Sentía cómo su cabeza iba a explotar y se sintió mareada. Los echaba de menos tanto...A todos.
De repente la puerta se abrió y entró una mujer de unos cincuenta años de edad, vestida con un traje de chaqueta azul oscuro y una túnica a juego encima, dándole un aspecto algo más común. Su pelo era muy corto y rubio platino.
-Hola Weasley, veo que te ha sentado bien el cambio-le tendió un manojo de ropa y se volvió hacia el espejo para mirarse coquetamente.
-Perdona pero ¿Quién eres?
La mujer se volvió con una sonrisa macabra y entonces Ginny averiguó quién era. Nadie tenía una mirada tan odiada por su persona.
-Parkinson. ¿Qué ha sido de tu pelo?
-Prepárate. Nos vamos a un sitio más confortable.
-Pensé que te gustaba este nido de cucarachas...Creí que aquí te sentías en familia.
La mujer se volvió iracunda, aunque luego una sonrisa siniestra se formó en sus labios mientras se volvía a mirar en el espejo y se rizaba las pestañas con la varita.
-Ayer vi a tu amigo Potter en el Hospital de San Mungo. Por lo visto tu amiga Hermione no está muy bien después de la paliza que le pegamos...
Ginny, al escuchar esas palabras, sintió ganas de envolverle las medias en el cuello. Se levantó y avanzó hacia ella, pero algo el impedía avanzar. Pansy la miró de reojo y volvió a sonreír como a una niña que le dan un caramelo.
-Lo siento, querida Weasley, pero no te puedes acercar a mí a menos de un metro, ni te puedes separar a más de diez- se dio la vuelta y Ginny se fijó en que sus ojos eran de un color azul muy parecido al de sus hermanos.
Sin aparentes ganas de volver a enfrentarse con ella, Ginny se dio la vuelta y desenvolvió el manojo de ropas que Pansy le había dado. Se encontró con algo de ropa muggle, como una falda vaquera, una camisa negra y una túnica del mismo color y unas botas altas de cuero con tacón de aguja.
-Perdona Parkinson pero...¿Sabes que es verano?
Pansy se dio al vuelta y alzando al ceja dijo misteriosamente.
-No te preocupes, en el lugar al que vamos no hace calor ahora.
Ginny tembló. Esas palabras sí que eran escalofriantes.
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Ivett bajó las escaleras agarrándose a la baranda y tapando un largo bostezo. Su pijama de dos piezas ya le quedaba pequeño y el corto pantalón comenzaba a servir más de ropa interior que de otra cosa, pero todo lo demás lo había dejado en su casa, ya que Dumbledore fue explícito al decir que sólo tenían que llevar lo necesario. Y tan bien había seguido sus instrucciones que ya no tenía nada limpio que ponerse.
Los días en Stropped House eran bastante aburridos, pero las noches eran horribles. Ellos no podían salir mucho, y sólo Padma o Cornelia eran las que podían visitar el mundo mágico. Ivett se encargaba de llevar la casa para delante y de ayudar a la sra. Weasley, que se pasaba el día y la noche llorando y mimando a Anne. Draco se había vuelto huraño en esa semana que llevaba sin salir de la casa y ella casi no hablaba con nadie.
Harry y Lupin se encerraban en una salita y comenzaban a trazar posibles lugares de fuga y Blaise entraba y salía de la casa como por arte de magia. Bill y Charlie se encontraban demasiado ocupados con Ojoloco y el hospital.
Sin embargo, en las noches, toda esa rutina se perdía. Cada persona que había estado fuera o sin hacer nada volvía y todos se sentaban frente a la amplia cocina y ponían lo que habían averiguado encima de la mesa. Otras veces llegaban visitantes a horas muy avanzadas de la noche, por lo que todos se levantaban de sus camas y se apresuraban a ir hacia el lugar de reunión, bien la cocina o el salón.
Y eso era lo que pasaba esa noche. Caminando por la escalera se encontró con todo el mundo. Harry salía de su cuarto poniéndose las gafas y Draco se terminaba de colocar una camiseta. Cuando entró al salón se encontró con Cornelia, vestida como siempre y fumando un cigarrillo muggle, a Padma, con un camisón de ositos muy estrecho y a Blaise, que llevaba sólo la parte de abajo del pijama y dejaba que Padma apoyara su cabeza en su hombro.
Notó como todo hervía en su interior y de repente notó una nueva presencia en la sala que normalmente no estaba.
-¡Daniel!
Daniel Trendmond, vestido de muggle, se encontraba de pie mirando por la ventana. Se veía algo demacrado, pero seguía teniendo la misma sonrisa. Al ver a la joven le dedicó su mejor sonrisa y se acercó a ella. Cuando llegó se abrazó a su cuerpo con fuerza y ella se dejó abrazar mientras hundía su rostro en el cuello del chico. Él aspiró su aroma y la arrastró hasta la esquina en la que estaba antes.
-¡Merlín, Ivett!- le susurró el chico, que no la soltaba- ¡Estás muy delgada! Siento no haber podido venir antes, he estado muy ocupado.
-¿Trabajo?
-Sí. Dumbledore me ha encargado una importante misión y no he podido contactar con nadie, pero tranquila, todos están bien y nadie se ha enterado de la desaparición de Ginny. Dumbledore está convenciendo al Ministro para que le dé un poco más de tiempo.
-Tiempo-susurró Ivett. Un ruido detrás suya la hizo girarse y escuchó al risa ahogada de Padma mientras Blaise le decía algo al oído-Creo que voy a vomitar.
-¡Shhh! Haz como si no te importara- le recomendó su amigo y le levantó el mentón- Cabeza alta y sangre fría.
Ivett clavó sus ojos violetas en los de él y soltó una breve risa.
-¿Sabes una cosa?- susurró la morena- Me encantaría estar enamorada de ti, me habría ahorrado muchos problemas.
-Lo mismo digo. Por cierto, las mechas te quedan muy bien.
-Gracias- y con tristeza añadió- Eres el primero que se da cuenta.
-No, soy el primero que te lo dice.
En ese momento entraron Dumbledore y Snape, seguidos de un Harry muy despeinado y un Draco que miraba con odio profundo al moreno. Éste hacía lo mismo con el rubio, ya que ambos se culpaban mutuamente del rapto de Ginny. Dumbledore parecía sereno, como siempre, mientras que Snape miraba a todos con expresión enfadada tras su nariz ganchuda.
-Siento levantaros a estas horas de la madrugada-apuntó con tono pacífico Dumbledore mientras tomaba asiento en una hermosa butaca aterciopelada que acababa de aparecer en la sala. Todos los presentes tomaron asiento y se acomodaron lo mejor que pudieron-pero creo que la razón por la que os he levantado es lo suficientemente importante como para hacerlo. Daniel, si eres tan amable.
Daniel movió la cabeza en un gesto de asentimiento y desapareció tras la puerta. Todos los presentes observaban a Dumbledore intentando encontrar una explicación.
-Ahora mismo comprenderéis el porqué de todo esto.
La puerta volvió a abrirse y tras ella apareció Daniel seguido de una mujer de aspecto muggle. Llevaba la cara cubierta con una bufanda, pero en cuanto se la quitó, Draco sintió una sacudida en su estómago. Tenía los mismos párpados caídos que Bellatrix, las finas arrugas en la frente de su madre y los mismos ojos negros de los que había hablado su padre. El pelo, negro y lustroso, estaba veteado de canas y le llegaba por casi la cintura.
-Hola Andrómeda-saludó Dumbledore acercándose a la mujer y besando sus pálidas mejillas- Toma asiento, por favor.
La invitada no se hizo de rogar y se sentó en un sillón que Dumbledore había hecho aparecer. Sintió los ojos de su tía puestos en su frente, pero Draco siguió mirando con interés la ventana que daba hacia la calle.
-Gracias Dumbledore-su voz era muy diferente a la de su madre y su tía, sin pizca de frío o asco-Ha sido un largo viaje.
-Te hemos preparado una cama, pero creo que primero debes contarnos lo que sabes-le pidió Dumbledore sentándose a su lado. Padma y Blaise se sentaron bien y se pusieron serios.
-Tampoco es mucho-sacó de su bolso anticuado un trozo de pergamino y se lo extendió a Dumbledore.
-Todo es importante, Andrómeda, y más cuando vamos a contrarreloj-y dirigiéndose a Snape le dijo-Severus ¿Podrías traer la poción?
Snape salió por la puerta y un incómodo silencio se adueñó de la sala.
-¿Usted es la hermana de Narcissa y Bellatrix, la famosa Andrómeda Tonks?-preguntó al fin Padma con una sonrisa en sus finos labios.
-Exacto. ¿Cómo me conoces?
-¡Conozco tanto sobre usted!-exclamó la joven- Su inteligencia es famosa en mi torre y algunos fantasmas aún recuerdan sus logros.
-Al final no sirvieron de nada-murmuró Andrómeda, y una amarga sonrisa cruzó su cara-Pero nunca los olvidaré yo tampoco.
Draco se dio la vuelta y siguió observando la luna. Se preguntó si ella también la estaría observando, y sintió cómo una lágrima recorría sus pálidas mejillas. Esa era su tía perdida, la innombrable. Y era exactamente como se la había imaginado.
-¿Un té, Andrómeda?-preguntó Dumbledore haciendo aparecer una tetera de plata y varias tazas a juego.
-Mejor una tacita de alhelí-y frente a sus ojos apareció una tacita de fina porcelana rosa.
-Chicos-dijo Dumbledore moviendo las tazas y la tetera-Servios. Severus vendrá en unos minutos.
El tiempo pasó en silencio mientras todos absorbían con cuidado el contenido de sus tazas. Harry se entretenía en mirar a Andrómeda, que clavaba sus ojos negros en la nuca de Draco. Ambos, pensó, no se habían visto en la vida, y eran auténticos desconocidos siendo de la misma familia, teniendo la misma sangre por sus venas. "¿Qué hacer cuando tu familia entera está separada entre los dos bandos? ¿Cómo no llorar de una forma u otra pues ahí todos pierden?" pensó el joven mientras el té lo despertaba y calentaba.
-Severus, -exclamó Dumbledore cuando éste llegó-vierte la poción en una de las tazas limpias y tiéndesela a Andrómeda. Así ella nos indicará todas las pautas de la carta.
-¿Por qué simplemente no nos la da?-preguntó Padma curiosa e Ivett hizo un gesto de resignación. Padma la miró de refilón.
-Se destruyó para que no tuviera ninguna prueba en su contra-explicó Andrómeda mientras tomaba la taza de manos de Severus, que la miraba con una mezcla de resignación y cariño en sus ojos negros-Pero con esto podré reproducirla sin errores-y sin decir nada más se bebió todo su contenido.
Al principio no pasó nada, pero después hubo una especie de fogonazo y la mujer empezó a sacudirse. Sus ojos se pusieron en blanco y sus manos se agarraron fieramente al sillón dónde estaba sentada. Harry se asustó y le recordó a Sibill Trelawney por la expresión ausente de su rostro. Padma ahogó un grito e Ivett se refugió en Dan, pero los demás la miraron sin ningún tipo de expresión en su rostro. Por fin, en un par de segundos, se quedó rígida y dijo con voz extrañamente aguda.
"Querida Andrómeda:
Estoy seguro de que te encantará saber de mí después de tantos años. Me han contado que tu marido murió hace ya un tiempo y que te comportas como una perfecta muggle, aunque me resulta irónico verte así.
Pero no es de eso de lo que quiero hablarte, sino de un pequeño tesoro que tengo escondido. Será devuelto en cuanto vuelvas a ser mía como una vez lo fuiste. No avises a nadie, y espera mis noticias.
Con todos mis buenos deseos...
L.G."
Toda la sala quedó en silencio y Andrómeda pareció recuperarse pronto. Harry se alegró de que Tonks no hubiera visto a su madre en aquel trance provocado.
-Bien-musitó Dumbledore en silencio-Bien.
Draco parecía estar también en trance, pues miraba para un punto perdido desde hacía tiempo. Era de su padre la carta, de eso no había duda, y fue entonces como una imagen pasó por su mente como el rayo. Una carta sustraída del despacho de Lucius que él releía con extrañeza. Y sólo dos palabras escritas en ella...L.G.
Recordó cómo su madre se había acercado y al ver la carta lo había regañado, pero al leerla, lágrimas salieron de sus ojos y salió corriendo de la habitación.
L.G. Un seudónimo para escribir cartas a su propia tía, la traidora, como él siempre la llamaba. Una extraña punzada comenzó a atacarle y se levantó corriendo para salir de la habitación cuando se dio cuenta de que estaba a punto de vomitar. Subió las escaleras hasta el segundo piso y se encerró en la primera puerta que vio.
Al encender la luz dejó escapar una risita. Se había metido en el cuarto de limpieza. Se apoyó en la puerta y se dejó resbalar hasta sentarse en el suelo, entre escobas usadas y trapos llenos de polvo. Sin duda hacía tiempo que nadie pasaba por allí.
"Mejor" pensó "Así nadie me molestará en horas"
Pero se equivocaba, y a los pocos minutos oyó a alguien que llamaba a esa puerta. Se mantuvo en silencio pero insistieron. Abrió, con los ojos y las mejillas llenas de lágrimas y polvo, y se encontró con Severus, que lo miraba de una forma extraña.
-¿Estás bien?-
-Perfectamente-susurró mientras se limpiaba las lágrimas con rapidez- Si me disculpas, Severus, voy a descansar.
-Andrómeda quiere hablar contigo-
-¿Dónde está?-
-Abajo con los demás, pero subirá enseguida. ¿Quieres que la avise?-
-Estaré en la salita de arriba ¿vale?-
Severus sólo asintió. Draco cerró la puerta y se encaminó hacia la salita que le había indicado a su antiguo profesor de Hogwarts. Al pasar por al lado de una puerta blanca se paró. Dentro dormía su hija, pero ella no quería verlo. Le culpaba de todo y Dumbledore le pidió que le diera espacio.
Abrió la puerta con sumo cuidado, sin poder evitar el sentimiento que sentía en su corazón. El dormitorio estaba lleno de muñecos que, en penumbra, brillaban tenuemente, dándole a la sala un aspecto acogedor. Draco se acercó hasta el bulto que formaba su hija y acarició sus cabellos rubio-rojizos. Ella suspiró y murmuró algo inaudible. El rubio sonrió y besó sus cabellos.
-Es preciosa-
Era Andrómeda.
-Quisiera hablar contigo-
Draco salió de la habitación y cerró la puerta. Sin hablar, guió a Andrómeda hasta la salita que le había indicado a Severus, cruzándose con los ojos violáceos y curiosos de Ivett. Al pasar por su lado, ésta le sonrió levemente. Él sintió un vuelco en el corazón.
-¿Y bien?-cerrando la puerta y cruzando los brazos, se enfrentó a sus veintitantos años de mentiras.
-Nunca tuve ninguna relación con tu padre-susurró ella. Tenía una mirada diferente a la de su familia, dulce y cariñosa, a pesar de ser quien era él, el heredero de quienes le habían arrebatado sus sueños de bruja.
-Él me contó...-
-Vivió conmigo, pero tu madre se interpuso-lo interrumpió bruscamente ella- Narcissa siempre pudo conmigo, y Bellatrix también.
-¿Qué es lo que quieres?
Ella lo miró entre complacida y extrañada.
-Creí que merecías una explicación-
-¿De qué?-
-De por qué me fui, de por qué tus padres se casaron, de por qué tu padre siguió enviándome cartas que tu leías-
Draco la miró confuso.
-¿Cómo lo sabes?-
-Tu madre me lo dijo. Fue a verme la noche en que te vio con aquellas cartas. Esto-se levantó un poco la blusa de color rosa pálido que llevaba y le enseñó una pequeña y horrenda cicatriz en forma de M-fue su recordatorio. Tu padre tiene otro recuerdo en el pecho.
-Vaya.
-Tu madre era una mujer que no aceptaba las cosas si no eran a su manera. Sí, estoy segura de que tu padre llegó a quererla, pero de una manera muy diferente a la que me quiso a mí. Y, en realidad, sólo me quiso por una razón, por la misma razón por la que tu amas tanto a tu ex mujer.
-¿Por cuál?-sabía que se mostraba cínico e ingrato, pero esa cincuentona parecía creer saber más que él sobre sus sentimientos.
-Porque ella representa lo prohibido. En Hogwarts fue un reto tener una relación con una joven de familia pobre, ideas completamente contrarias a las tuyas y hermanos que te odiaban. La guerra te sirvió para aislarte, pero Voldemort seguía a la sombra y además estaba Anne. Supongo que deseaste un hijo más que nada en el mundo. Después, la rutina pudo contigo, y seguramente lamentaste muchas de tus decisiones.
-¿Entonces por qué sigo queriéndola?-exclamó Draco perdiendo los nervios.
-Ella sigue representando lo prohibido-replicó Andrómeda con voz suave sin inmutarse ante la creciente ira de su sobrino-Ahora que estáis divorciados y ella ha empezado una vida en común, supongo que te parece imposible. Pero no ha sido inteligente volver a dejarla embarazada.
-¡Fue un error!-
-Draco, esos errores son los que cuestan una vida de sacrificio y desdicha. Tu padre me dejó porque se aburrió de mí, pero en cuanto te tuvieron y vio su futuro asegurado en un varón fuerte se olvidó completamente de tu madre y volvió a mí. Yo lo había olvidado, y no me dejé engatusar, sino que fui la primera que puso las cosas en su sitio; pero al parecer Ginevra no es así, y créeme si te digo que bien puedes hacer bien las cosas o te arrepentirás.-
El silencio envolvió la sala.
Draco cerró los ojos y pensó. Pensó en Ginny, en su Ginny, y quiso imaginársela sonriendo como cuando ambos estaban en Hogwarts y ella le susurraba cosas subidas de tono al oído o charlaban sobre tonterías. En cambio, sólo la imagen de una Ginny cansada y llorosa llegó a su mente. Ginny, que sufría y tragaba. Ella no se merecía eso.
-Ayúdame a arreglarlo-pidió, sin esperar él siquiera que esas palabras salieran de su boca.
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Ojos azules bailan por su mente. Rojo, pelo rojo al viento. Risa ronca de hombre. Manos que acarician su cuerpo hasta hacerla estremecer, escondiéndose en cada rincón íntimo suyo, humedeciéndola, tensándola, amándola.
Su sonrisa cínica, sus piernas que ella enreda entre las suyas propias. El sudor de ambos mezclándose y una danza final que empiezas con gemidos y termina en gritos de placer.
Ojos azules, ojos azules....
¡¡¡Hola!!! En primer lugar, siento muchísimo el retraso, llevo con el capítulo escrito bastante tiempo, pero mi madre la Dementora me obligó a no coger el ordenador y claro, cualquiera lo usaba con mi hermana la chinche y ella.
Pero bueno ¡Aquí está! Espero que haya sido de vuestro agrado y que, por favor, me dejéis un review, aunque sólo sea para decir que la he cagado.
Por cierto si os gustan las hermanas Black he escrito un fic sobre ella, y me gustaría que os pasarais para darme vuestra opinión. ¡Es el primer fic que termino! Estoy muy feliz con él.
A este no le queda mucho, calculo que unos cuatro o cinco capítulos. No contesto a los reviews porque me es imposible por falta de tiempo, pero os doy un beso a cada una y prometo contestaros en el capítulo 13.
Besos.
Angela.
