(Tema de Fondo: Resting of Warrior)
El sol iluminó algunas de las ramas verdes de los olivos cercanos a ellos.
Creció toda su vida mirándolos como se iban alzando del suelo casi al mismo tiempo que él. Ahora estaban en camino de ser fuertes troncos, firmes y sólidos, solícitos en prestar auxilio al cansado viajero que buscase refugio de la tormenta o del inclemente sol. Así como el estaba en camino de convertirse en el mejor guerrero de toda la existencia... o al menos, eso aspiraba a convertirse.
"¡Hacía tanto tiempo que no reflexionaba!" pensó Saga asombrado. El diálogo en su mente era constante, imparable, sin embargo, desde hacía ya un buen rato, que su tiempo lo ocupaba su entrenamiento y su amistad... su hermandad con un valiente guerrero al cual el gemelo había llegado a apreciar tanto como si compartiese su propia sangre. "¿Y Kanon?" se preguntó para sus adentros un tanto apenado, desde su separación en Cabo Sunión no había sabido nada de el, más que por los rumores que su amigo Aiolos le comunicaba, de que crecía en sabiduría y poder. "Verdaderamente..." pensó con una sonrisa de satisfacción y orgullo por su hermano. "...Sea lo que estés haciendo, hermano, deseo que te encuentres satisfecho y tomando la ruta que te pueda llevar a ser feliz, como un verdadero y devoto creyente de la diosa Atenea."
Efebo Apolo en su recorrido diario avanzó, imperceptible para Saga, el cual, se vio sorprendido al ser tocado por uno de los rayos de la corona celeste. Se cubrió los ojos. Y volvió a sonreírse.
"¿Cuánto tiempo he perdido aquí sentado contemplando a Las Horas recorrer su paseo?" Intentó tragar saliva pero encontró que su garganta estaba seca. "Tengo sed" pensó Saga ahora.
Una sombra cubrió el sol de Apolo y Saga volvió su vista hacia aquello que se interpusiera entre el astro rey y el. Una noble mirada en el rostro de un atlético joven le encontró a su vez. Con una sonrisa, y voz armónica, Aiolos habló.
"¿Tomándote un descanso, Saga?" preguntó amistosamente.
"Intentándolo más bien" respondió el gemelo procurando en vano ser sarcástico con su amigo.
Aiolos carcajeó de manera franca al tiempo que, descubriendo su brazo derecho, el cual había mantenido oculto detrás de su espalda, mostró que llevaba en su mano dos vasos de cerámica.
"¿Y yo te estoy estorbando amigo?" Y ahora, descubriendo su brazo izquierdo mostró un generoso cántaro de barro rojo lleno de agua. "Y yo que quería compartir un vaso de agua y apaciguar este calor a la sombra de estos laureles..."
Saga cerrando sus ojos se sonrió y bajó la vista moviéndose a un lado, haciendo un espacio junto de él para que su amigo se sentase.
"Y yo que creía que estabas luchando para obtener la armadura de Sagitario... ¿has cambiado de opinión y ahora buscarás la del Aguador?" preguntó en su intento por broma irónica.
"Oye..." agregó aún riendo el compañero de Saga mientras se sentaba. "¡Con este calor estoy seguro de que me agradecerás mucho más un cántaro con agua que una flecha apuntándote!"
Ambos se miraron a los ojos esperando que el otro riera del mal chiste. Sus bocas comenzaron a retorcerse en un esfuerzo por contener la risa... ¿reír por algo tan tonto? ¡Les vendría muy mal! Las cejas de Aiolos se arquearon con angustia y su mirada le dijo a Saga:
"¡No puedo más!"
Ambos rieron con grandes carcajadas al tiempo que le decía Saga.
"¡Ya siéntate y sirve el agua! Eres cruel, ya vi tus intenciones... prefieres ahogarme con agua haciéndome reír en vez de darme el regalo misericorde de una flecha rápida..."
Aiolos sirvió el agua y le dio el primer vaso a su amigo. A su compañero de entrenamiento. A su hermano: Saga.
Y a lo lejos, oculto tras la sombra de otros árboles, un par de ojos observaban atentos. Tembloroso, iracundo, pero lo suficientemente cauto como para no revelar su cosmos de manera agresiva, Kanon tragó saliva con sabor amargo. Cerrando su puño, el hermano mayor de Saga observó como los dos muchachos conversaban de manera grata y alegre, como jamás fuera el capaz de hacer con su arrogante hermano menor. Lo odiaba. Pero odiaba más a ese advenedizo.
(Tema de entrada: Fallen Angel vs. Saint) [b] CRÓNICAS ZODIACALES: GÉMINIS: REVOLUCIÓN
CAPÍTULO II:
LA ESPADA DE DAMÓCLES[/b]
(Tema de Fondo: Bell of Angelus Prayer)
El Santuario de Grecia en este último año había cobrado más vida que antes. Claro, aún no estaba totalmente lleno, pero la diferencia era notable para Saga. Ahora, mientras que el orgulloso geminiano caminaba por la amplia y pulcra calzada que mostraba los imponentes edificios de este sitio legendario, pudo sentir que su corazón palpitaba.
"¡El maestro Arles me ha llamado para hablar conmigo!" la emoción de la pelea no era tan pura y tan gratificante para Saga como el recibir lecciones y deleitarse en las sabias palabras del ser que más admiraba en este mundo: el Patriarca del Santuario, Shión de Aries. "¿Qué me irá a decir? ¡La fecha es muy especial!"
Saga apresuró su paso de manera inconsciente en una manifestación de su ansiedad por llegar al Palacio Papal en las faldas de la colina del Zodiaco. La Calzada culminaba con el coliseo ceremonial donde se llevaban a cabo los grandes encuentros finales en las pruebas de armaduras. Junto a el, glorioso y ubicado en un sitio privilegiado, el icono de Atenea miraba hacia los dos palacios Papales, al Templo de Atenea, y por supuesto, a la Colina del Zodiaco, donde se encontraban, una por una, las Casas del Zodiaco, los templos y hogares de los más orgullosos y principales Santos de la Orden de Atenea: ¡Los Santos Dorados!
La sombra que el icono de Atenea proyectaba cubrió a Saga, el cual, mirando hacia arriba, admiró. La diosa sapiente, parecía ignorarle y darle la espalda, ocupada en su eterna vigilancia del complejo arquitectónico principal del Sagrado recinto.
"¡Atena!" exclamó con fervor Saga, con una mezcla de respeto y alegría. Caminando rápidamente, rodeó el pilar y se puso del otro lado de este. Alzando la vista, pudo observar a la diosa, la cual, ajena a todo, seguía con su mirada viendo hacia el corazón y cabeza del Santuario. "¡Atena!" dijo ahora Saga en voz baja lleno de emoción. "Señora mía..." dijo al tiempo que se postraba en oración devota. "Soy tu humilde servidor, mi vida la tienes, así como mi fuerza y mi alma, permíteme estar al alcance de tu gloria y ábreme el camino hacia la senda de los Campos Elíseos, mi señora." Concluyendo su oración, volvió de nueva cuenta, su vista hacia la estatua. Saga abrió los ojos con sorpresa.
Los rayos de sol se interrumpieron un momento. Pero no a causa de una nube ocasional movida por el travieso Eolos. Sobre el suelo, de manera ominosa, una amplia sombra cubrió el área donde Saga estaba de pie. ¡Era un ave! ¿Acaso Atenea había mandado a su lechuza para animarle?
Tallándose los ojos incrédulo, Saga vio hacia arriba una vez más para determinar el prodigio. Sorprendido, sus ojos se abrieron aún más.
"¡Esa no es una lechuza!" dijo con sorpresa. "¡Ese es más bien un... un buitre!"
(tema de fondo: Pope Ares)
La negra y gigantesca ave sobrevoló el área por unos segundos más, planeando alrededor del icono y de la estatua, proyectando su maléfica sombra tres ocasiones más.
"Pero... ¿qué hace ese pájaro aquí? ¡No debería!"
Una fría ira se apoderó de Saga entonces, y deseó terminar con la ofensiva aparición. Viendo hacia abajo, vio una piedra de mármol, perdida sin duda, de las obras de restauración que aún se llevaban a cabo. Sin perder tiempo, se agachó a recogerla con la intención de lanzarla al siniestro buitre. Tomando el proyectil, Saga volvió su vista arriba para enfocar pero para su sorpresa... ¡el ave no estaba ya!
"¿Qué?" se preguntó en su mente. "¿Dónde está? ¿Cómo pudo desaparecer algo tan grande?" dijo al tiempo que seguía buscándole por todos lados. "¿Qué significado podía tener esto?"
Intentando no darle más importancia en su mente a un evento que apenas podía comprender, Saga soltó la piedra dejándola caer a su lado. Si el no podía entender esto, entonces ¡otro quizá si lo haría! Preguntaría al Patriarca si acaso esto podía tener algún significado.
Saga, prosiguió su camino.
*** (Tema de fondo: Child of Dawn, Lucifer)
Un libro de tapas de cuero fue arrojado contra la pared deshojándose en el acto.
Con fastidio, Kanon observó a su última víctima ser destruida. ¡Libros! ¡Estaba harto de ellos! Tendría problemas con Hesígone, la Amazona guardiana de la biblioteca del Santuario. Ya le había reprendido en varias ocasiones por destrozar los valiosos y antiguos tomos que ella tan celosamente guardaba.
"¡No tienen nada nuevo que ofrecerme!" pensó Kanon molesto, mientras que en su mente, repasaba con rencor la escena de camaradería entre su hermano y el estúpido arrimado. Se llevó su mano a la frente desesperado al tiempo que cerraba los ojos invitándose a dejar de pensar en ello. "¡Maldito Saga! Siempre tan seguro de saberlo todo..."
Renuentemente volvió su mirada a la última víctima de su cólera. La pasta de cuero, aún completa, pero sin contenido exhibía el título de la obra: "Cosmogonía". Su contenido alababa las obras y la misericordia de Atenea, narraba el nacimiento del cosmos y la manera en que dioses y titanes alguna vez se enfrentaran. De lo heroico de la diosa sabia. De su dolor al realizar actos de justicia, como la muerte de Encélade. De su compromiso adquirido posteriormente en defensa de La Tierra y sus habitantes, los humanos.
"¡Bah!" pensó con rebeldía. "¡Parece que estoy escuchando a mi necio hermano hablar mientras lo leo! ¡No lo puedo soportar!" Enojado pensó en el Patriarca. Ese viejo tonto y necio, que era tan obtuso como para no comprender que al ponerlo a leer no hacía sino desperdiciar su tiempo en entrenamiento. "Pero es tan viejo como es ingenuo..." pensó Kanon con una sonrisa de satisfacción. El hermano mayor de Saga había logrado desarrollar una técnica con la que podía esconder su cosmos mientras entrenaba. Mientras que Arles y todos creían que Kanon cultivaba su espíritu, Kanon se entrenaba en el arte del combate. Su cosmos había crecido en estos últimos meses, alimentados por una furia y un rencor. "¡Saga!" pensó con rabia. "Espero que tú estés entrenando bien... te venceré finalmente, hermano, pero al menos quiero hacerlo con una pelea digna. Será un placer para mí demostrar que estabas errado, que no lo sabes todo..."
Kanon al dibujar en su mente la escena, de manera retorcida carcajeó al pensar en la cara de desilusión de su hermano y de ese tonto de Aiolos, al igual que en la sorpresa del Patriarca Arles que tendría que tragarse sus palabras.
En la soledad de su retiro, Kanon siguió carcajeando.
"Los haré pagar... ¡nunca se los perdonaré! Les demostraré su error, si tan solo pudiese comenzar a hacer sufrir a mi hermano demostrándole que ni ese anciano, ni que la diosa Atena son tan magníficos como el ruega que sea..." Pero ¿cómo hacerlo? Ciertamente no con ese libro que no hacía más que repetir a pie juntillas todo lo recitado por su hermano en sus arrebatos místicos. "Todo imperio tiene un secreto oscuro..." meditó Kanon recargando su rostro sobre sus brazos, los cuales, tenía apoyados a su vez sobre sus rodillas. "Secretos que no quieren que se revelen... pero ¿dónde podrán estar?"
Kanon volvió su mirada a la ventana y observó el aletear de una gigantesca ave negra cerca de su cabaña proviniendo en dirección del Santuario.
"¿Qué?" preguntó extrañado. El ave volaba con el Santuario de fondo, con la imponente Colina Estrella detrás de el. La sorpresa del ave desapareció, tanto, que Kanon no la observó más, su vista se fijó en Star Hill. "¡Eso es! ¡El Oráculo de Star Hill!"
El ave siguió ignorada su vuelo, pasando por encima de la cabaña de Kanon y prosiguiendo su camino hasta desaparecer con rumbo desconocido.
*** (Temas de Fondo: Athena's Theme, Athena Revived, Athena's Death, Athena's Love, Athena Revived, Abel's Theme)
Saga hizo una reverencia ante el imponente trono desocupado del Patriarca Arles. Sintió una ligera decepción al no encontrar a su admirado maestro esperándole.
Pero... ¡claro! Su maestro era un hombre muy ocupado. Seguramente algo le había distraído accidentalmente. No había sido su intención hacerle esperar, era tan gentil, que lo consideraba incapaz de hacer algo así. Un sonido proveniente de detrás del Trono alertó a Saga... ¡Arles estaba aquí!
Bajando su vista rápidamente, esperó al Patriarca al tiempo que, lentamente, el hombre ingresó a la sala caminando lentamente.
"Saga, hijo mío..." dijo el anciano tras la máscara. "Bienvenido, por favor, ponte de pie."
El joven gemelo, honrado obedeció la petición de su querido Maestro.
"Mi Señor, estoy aquí de acuerdo a vuestras órdenes, ¿en que os puedo ser útil?"
La seriedad y el respeto del joven hacia el no pasaron desapercibidos para Shión, y su alma se conmovió. En verdad este niño, este joven, era un ser especial. No podía engañarse, su destino era claro, ser el Santo Dorado de Géminis, y sin embargo, no podía dejar de sentirse un poco confundido, pues en el oráculo de su hermano mayor, Kanon, el destino de ocupar el puesto de Santo Dorado era claro también.
"Los designios de los dioses son en ocasiones, incomprensibles, hijo mío."
Dijo finalmente el mayor de los 88 Santos de Atenea. Saga no comprendió la aseveración pero la registró en su mente ansiosamente, cada sílaba, cada palabra, cada oración, eran para Saga como un sorbo para un sediento peregrino. Aunque su mirada reflejó algo de su confusión por esta frase.
"¿Maestro?" preguntó Saga al notar que el Anciano no se sentaba, sino que dirigía sus pasos hacia el.
"Ven, ayúdame..." dijo al tiempo que Arles le ofrecía su mano para recargarse.
"¿Maestro?" preguntó algo alarmado Saga ante la aparente debilidad de el representante de Atenea sobre la Tierra. "¿Está usted bien?"
Arles, con su impecable túnica blanca tomó la mano que el gallardo joven le ofreciera al tiempo que decía.
"No, no estoy bien en verdad. "
Saga abrió los ojos alarmado. ¿Qué podía tener este hombre santo?
"Pero lo estaré, lo estaré." Dijo dando una palmada a Saga en la espalda tranquilizadoramente. "Ya no tengo el vigor que la juventud proporciona, hijo mío, y un resfriado puede resultar devastador en estos viejos huesos míos."
El joven gemelo observó a Arles preocupado. ¿Un resfriado? ¿Capaz de causar estragos a este hombre tan vital? ¿Tan entero? ¡No lo podía creer!
"¿Un resfriado, Maestro?" preguntó incrédulo. Shión reconoció esta incredulidad en la voz y el rostro del joven.
"En verdad..." replicó el anciano tras la máscara azul. "... es que ignoro que mal me aqueja en estos momentos. Fue repentino, me encontraba bien y de pronto una debilidad invadió mi cosmos, no puedo explicármelo."
"¿Por eso se retrasó?" preguntó Saga apenado y viendo hacia la máscara del Patriarca, la cual, brillante como un espejo, le devolvió su imagen en reflexión. "¿Acaso yo lo estoy molestando? ¡Maestro! Si necesita descansar, yo puedo volver en otra ocasión..."
Arles negó con la cabeza y ahora recargó sus dos manos en los hombros de Saga que lo miraba aún con gesto angustiado, un gesto reflejado en su máscara.
"No, no hijo mío, tranquilízate" dijo el Patriarca. "Todo lo contrario, tu presencia aquí me está sirviendo para no ceder ante esta desagradable inconveniencia."
Saga lo miró y sintió la fuerza en las manos del anciano casi volver. Sintió su tranquilizadora aura llena de santísima paz. Reconoció la tranquilidad que una vida justa confiere a un ser, y, alegre por poderle ser útil, Saga sonrió más tranquilo.
"Si, maestro" dijo finalmente Saga con una sonrisa que logró esbozar ya sin mucho esfuerzo, producto de su fe en aquel hombre y sus palabras.
Resoplando, Shión caminó junto con Saga hacia el balcón del Palacio Papal. Y aunque las preocupaciones de Saga respecto al estado de salud de este hombre que amaba tanto, su mente volvió a sumergirse en un estado caótico. Preguntas, gusto... ¡tantas emociones que Saga experimentaba este día! El desórden anímico de su alumno fue evidente para el Patriarca, el cual le dijo:
"Pregunta, hijo mío" habló finalmente el anciano, sentándose en una imponente silla que le permitía observar el movimiento del amodorrado Santuario.
Abriendo sus ojos asombrado, Saga se volvió hacia el anciano. De manera consciente había estado buscando en algún lugar del horizonte, ayudado por esta inmejorable vista, el paradero de esa ave ominosa que le hiciera sentir, misteriosamente, fúrico.
"¿Maestro?" preguntó Saga, un poco avergonzado al notar que su atención se había desviado de su querido Arles. Esperaba con esta pregunta excusarse.
Shión endureció su rostro bajo la máscara. ¿Engañarle? Saga jamás había intentado una cosa tal, seguramente había algo en su alma que le turbaba enormemente para presentarle un conflicto ante el, que siempre había sido transparente frente a sus ojos. Shión consideró cualquier estrategia para descubrir a su alumno, optó por aquella, que decidió, le sorprendería más.
"¿Buscas engañarme, hijo?" preguntó Shión sin reproche, más bien como con algo de sorpresa y otro algo de dolor. Esto tuvo un efecto mucho más grande que un simple reclamo.
"¡No, Maestro! Le ruego que me disculpe." Y volviéndose hacia el anciano, siendo ahora él el que daba la espalda a la imponente estatua de Atena, Saga habló. "Tengo algo que preguntarle, Maestro, algo que hace que me sienta... desconcertado."
Shión asintió aceptando la disculpa y el rápido cambio de la conversación. No quería enfrascarse en un tema que para el, no venía al caso, ya que Saga justamente iba a revelar el motivo de su turbación.
"¿Desconcertado? ¿Qué puede ser, hijo mío? Si algo me has demostrado en todo este tiempo es tu capacidad de permanecer sereno ante situaciones difíciles. Pregunta con confianza, y espero que la sabiduría de Atena pueda iluminarme en darte las respuestas que necesitas."
Saga sonrió. ¡Claro que así sería!
"Maestro, hace unos instantes, mientras venía en camino, me detuve a orar frente al icono de Atena." Saga tragó saliva. Mientras planteaba su pregunta, una respuesta incómoda se vino a su mente, la comenzó a negar en su mente, y no estaba seguro de querer escucharla de otro, pero había comenzado ya, y Arles lo conocía lo suficiente como para detectar si quería engañarle. "Mientras le pedía su ayuda, la sombra de un ave se proyectó sobre mí, esperanzado en que fuera un signo de la ayuda de nuestra Señora, volví mi vista para buscar a su lechuza, pero en su lugar encontré algo que me... turbó completamente."
Shión se comenzó a preocupar. ¿Un signo? ¿Un signo había turbado al brillante Saga?
"¿Qué fue lo que encontraste, hijo?" dijo Shión, siguiendo la dinámica de la conversación tal y como el joven gemelo lo estuviera planteando.
Saga, en su interior, llegó a la conclusión que lo que lo había hecho enfurecer era la decepción de no encontrar que aquello que esperaba no fuera cierto. Que su fe no fuera recompensada por la visión añorada.
"Encontré un ave repulsiva, Maestro. Encontré a un... buitre." Apenado, porque ya sabía la respuesta a su turbación, prosiguió. "No al ave de la diosa. Y eso me llenó de una ira tal que decidí acabar con ella, pero cuando lo iba a hacer, esta no estaba. Maestro... ¿qué puede significar esto?"
(Tema de Fondo: Another Holy War)
La sangre de Shión se heló. Un buitre. El buitre era el símbolo de Ares, dios de la Guerra. ¿Cómo era posible que un dios hubiera logrado escapar del Olvido del Más Allá? Shión no pudo por menos pensar en su asociación con otro temible dios. El símbolo de que la Guerra Sagrada se aproximaba. La presencia del buitre revoloteando alrededor del icono de Atena era malo, mucho más malo, cuando era también, un signo que se presentaba ante Saga. Shión permaneció callado un rato, mesurando su respuesta.
"¿Maestro?" preguntó Saga al borde de la angustia. ¿Porqué podía tardar tanto Shión en responder si esto no significaba algo malo? Esperando a la respuesta, los segundos se tornaron angustiosos minutos, hasta que el Patriarca respondió.
"Hijo mío, en verdad lo que viste, fue un símbolo malo, no te puedo engañar."
La respuesta cayó como un cubo de agua helada sobre Saga. Entonces... ¡era cierto! No solo su malestar era malo, sino justificado.
"¿Porqué?" preguntó Saga imperiosamente.
"El buitre es el símbolo del dios de la guerra, Saga, de Ares." El joven gemelo abrió sus ojos asombrado. "Y el que haya aparecido aquí no implica sino que el comienzo de la nueva Guerra Sagrada está muy próximo."
Las noticias eran malas. Lo notaba por el tono. Por lo que implicaba. Saga escuchó esto, y se repetía lo primero, que era malo, pero, curiosamente, no le pareció tan terrible como pudiera, o debiera ser. ¡La Nueva Guerra Sagrada! En su interior, Saga se sonrió. ¡La hora de la verdad se aproximaba! ¡La hora de poder demostrar que su existencia era justificada! ¡Qué sería el escalpelo que extirparía el cáncer que devoraba al mundo y que dañaba a su diosa y a sus hijos!
"¡Maestro! Si eso es verdad..." dijo al fin Saga. "Entonces, debemos apresurarnos... los enemigos de nuestra Señora comienzan a moverse ya, y nos amagan. ¡No permitiré que nos tomen desprevenidos!"
El brillo y el anhelo en su voz, hicieron que Saga dejara atrás su turbamiento dando paso a una extraña alegría. Shión escuchaba serio a esto.
"Hijo mío, es notoria tu juventud al sentirte tan entusiasmado por un presagio tan fatal." Dijo Shión tranquilamente, pero que no dejaba de ser, un tibio llamado de atención. "Sin embargo, estoy seguro que nuestra Diosa lo comprende, comprende tus ansias de servicio y de entrega."
Saga se sintió tranquilizado ante estas palabras, considerando sobre todo, que a pesar de que Shión le incitaba a sentirse apenado por la situación, no podía, ni quería hacerlo.
"¡Maestro, yo terminaré de una vez para todas con el terrible ciclo de Guerras Sagradas que han plagado a nuestro mundo y que tanto dolor le causan a Nuestra Señora!"
Y al decir esto, imprimió una convicción tal en sus palabras, que Shión logró creerle. ¿Sería posible que este joven trajera consigo la promesa de la liberación de las Guerras? La dedicación, el poder de este joven, aunado a los signos que marcaran su nacimiento, eran imposibles de ser considerados. El velo del templo de Star Hill rasgado al nacer, como partiendo Eras.
"Saga" dijo Shión finalmente. "Hoy es el último día antes de las semifinales para obtener el Manto Sagrado de Géminis, no tienes más que vencer a dos últimos rivales para ello. ¿Cómo te sientes?" preguntó el Patriarca, preocupado.
"¡Listo, Maestro! ¡Me siento listo! ¡Muero por demostrar mi valía! ¡Quiero llegar a ser un instrumento para el fin de estas injusticias! ¡Seré inclemente para con quienes amenacen la seguridad del Reino de Atena y de su grey!" Los ojos de Saga se tornaron fríos e implacables, y Shión no pudo evitar temblar en sus adentros.
¿Qué era esta calidad que descubría hoy en Saga? ¿Qué eran estos matices que no había sospechado antes? ¿Podía haber estado tan ciego como para no darse cuenta de que, el poder de este joven, podía ser como un arma que podía acabar con las amenazas como con su portador?
"Pero hijo, si algo nos enseña Atena es la compasión por nuestros enemigos. Todos tenemos la oportunidad de una segunda ocasión." Dijo Shión, listo para enfrascarse en una conversación de confrontación, pués era necesario sondear el alma de este joven, que hoy, le parecía otro.
"Si, Maestro, eso lo entiendo. Sin embargo, creo que los enemigos de nuestra Señora han tenido más que una oportunidad para arrepentirse, ella ha tenido compasión para con ellos, esto no ha hecho sino fructificar en un incesante e interminable ciclo de muerte y guerra que daña, no solo a nuestra Diosa, sino a sus creyentes. ¿No es tiempo de terminar con esto?" preguntó Saga a su Maestro.
"Eso, hijo mío, no nos corresponde a nosotros, sino a los dioses decidirlo." Respondió Shión firmemente. "Nosotros somos sirvientes de Atena, que debemos cumplir con el objetivo de pelear su guerra por salvar al mundo, situación que le apena, pero que al final, no ha podido evitar."
¡Qué huecos le sonaron a Saga estos argumentos! ¿Instrumentos simples de pelea? ¿Su papel a ser un simple soldado? ¿Carne de cañón para una guerra indefinida? ¿Qué era esto? ¿Porqué prolongar una situación injusta si Atena era la diosa de la justicia? ¡No! ¡No podía tolerar este papel! ¡Debía de haber otra manera!
***
(Tema de Fondo: Arrow of Sun)
Sin grandes esfuerzos logró alcanzar la cima. Kanon había llegado ya, hasta la cúspide de uno de los sitios prohibidos del Santuario, el Oráculo de Star Hill. Poniéndose de pie, observó hacia abajo la gran distancia recorrida con una sonrisa de desprecio.
"¿Acaso es tan terrible para los demás subir aquí?" se cuestionó incrédulo. "En verdad, me parece, que la fe es lo que, lejos de lanzar a la gente por lo imposible, es lo que marca los límites..." Dijo de manera cínica. "Todos dicen que es imposible para quien no sea Patriarca llegar hasta aquí, y quienes lo han intentado han quedado en el intento... ¡Patrañas! ¡Supersticiones para los tontos!" Y sonriendo dijo en voz alta. "¿Lo has visto, Saga? ¡Estoy en Star Hill contra cualquier pronóstico! ¡Vivo y sin estar exhausto! El primer signo de que tu fe es solamente una doctrina de control."
Sonriendo una vez más, escupió con desprecio. El repulsivo proyectil se perdió. Kanon se volvió entonces a la entrada del poco elaborado templo oracular, y sin ningún dejo de rito, traspasó la línea, dispuesto a ver lo que se ocultaba detrás de el aura misteriosa de este sitio.
La sala que encontró, era extrañamente pequeña. En una pequeña etapa, lo único que encontró fué una rústica cama de piedra y una vela. Nada más. Kanon abrió los ojos insatisfecho. ¿Qué engaño era este? ¿Esto era el magnífico Star Hill? ¡No lo podía creer!
Dando grandes pasos recorrió el sitio una y otra vez. ¡Nada! ¡Nada de secretos! ¡Nada de basura oculta detrás de la puerta!
"¿Cómo pude haberme equivocado tanto?" se preguntó para sus adentros. Imaginando ahora la cara de Shión y de su odiado hermano, en son de burla, lo llenó de furia. Pero tenía que ser inteligente. ¡No podía permitirse revelar su presencia aquí! No desesperaría, observaría, fijaría su atención, con seguridad, tendría que haber algo... lo malo, es que en realidad no sabía que era lo que verdaderamente buscaba. Recorrió con su vista la habitación, las paredes, talladas en la piedra, eran lo suficientemente regulares y bien construidas. Kanon entrecerró sus ojos haciendo un esfuerzo por mirar más allá de lo que podía resultar obvio. Se recordó a sí mismo que venía buscando algo... y que ese algo era un secreto. Un secreto no podía descubrirse tan rápidamente. Y entonces... algo llamó su atención al fondo de la cámara. ¿Podía ser que...?
Llegó hasta el fondo y examinó la pared. Parecía no ser tan firme aquí como en el resto de la cámara. Abriendo sus brazos y poniendo sus manos sobre la fría pared, Kanon exploró el muro, y entonces... ¡encontró algo! Kanon sonrió.
*** (Tema de Fondo: Aria of the Tree, Ares' Shadow)
"Maestro" dijo Saga al Anciano Patriarca, quién se había sentado ahora en el Trono Papal dentro del Palacio. "Cuénteme de la Guerra Sagrada."
Shión asintió. El había abierto esta Caja. En Saga había una necesidad por la Guerra mucho más allá de lo que el propio joven pudiese reconocer.
"¿Qué quieres saber, Hijo?" preguntó Shión finalmente.
"¿Cómo fue combatir en ella? ¿Cómo obtuvo su victoria Atena ante sus enemigos?" preguntó Saga.
El Patriarca observó a Saga y le dijo.
"No comprendo tu pregunta, Saga. Estos son hechos que conoces por tus estudios."
"Conozco lo que los libros dicen, Maestro, pero no conozco su versión... usted estuvo allí." Replicó Saga con simpleza.
Shión, suspirando, comienza su respuesta con algo de renuencia.
"La Guerra Sagrada anterior fue la más terrible de todas, Saga. Fué aquella en la que más Santos de Atena hubieron en existencia. fueron aumentando a lo largo del tiempo, y ni así fué suficiente."
"¿Qué?" preguntó Saga asombrado abriendo sus ojos. "¿Se refiere a que el ciclo de Guerras Sagradas lejos de irse acercando a su final se ha ido acentuando?"
La percepción de Saga y la manera en medir los acontecimientos no le gustaban a Shión, pero la verdad, era generalmente molesta.
"Así es, Saga." Dijo Shión con un poco de vergüenza al admitirlo. "Hace ya muchos milenios, los dioses que se habían revelado como enemigos de nuestra Señora habían sido Poseidón y Ares, por el dominio de la Tierra y sus habitantes. Nuestro señor Zeus impuso las reglas de aquellos que fueran los que combatieran y quienes debieran de permanecer ajenos a la lucha. Uno de esos dioses, que debieran de haber permanecido ajenos, aprovechó un descuido en el discurso del Padre de los Dioses y decidió combatir con su sobrina, sin embargo, no abiertamente, pués en si, no tenía la justificación para hacerlo, mucho menos, considerando, que de los tres dioses máximos, el tenía el poder más reducido. ¿Cómo podía el hacerse más poderoso y esperar su momento de ataque óptimo? Azuzando las guerras en el mundo, y para ello, contó con la especial ayuda de Ares, dios de la guerra."
Saga escuchó con atención las palabras de su maestro. En ningún libro de historia que jamás hubiese leído, había encontrado la noción de que las guerras eran más cortas en la antigüedad. ¿Porqué no aclaraban esto los libros del Santuario? ¿Porqué ocultar este detalle?
"Los ataques de los enemigos de Atena no siempre fueron frontales, hubieron choques de estos dioses y sus respectivos defensores vez tras vez, pero en ocasiones, también, involucraban complicados juegos de espera prolongada que se extendieron por varias generaciones. Sin embargo, el resultado fué uno: las guerras, directas o indirectas, tenían por resultado a muertos, y poco a poco, las guerras comenzaron a ser más elaboradas y más refinadas en su arte, cada vez comenzaban a ser más mortíferas. Con el poder de la guerra en el mundo, Ares se fortaleció, pero con la muerte de cada soldado e inocente en el mundo, provocada por la guerra, de manera directa o indirecta, el verdaderamente beneficiado, terminó siendo Hades, señor del Inframundo. Finalmente, hace casi 500 años, el señor subterráneo decidió que estaba listo para reunirse al ciclo de las Guerras Sagradas, tras haber sufrido una grave herida en su cuerpo celeste de parte de un mero Santo de Bronce de Atena: el Santo de Pegaso.. Zeus nunca le prohibió a el de manera expresa hacerlo, sin embargo, necesitaba una justificación. Hades ya había intentado desde milenios antes unirse a la guerra, por lo que el Señor del Inframundo manipuló a los hermanos de su abuelo, a los Titanes, a los cuales liberó del Tártaro, en un afán por debilitar las fuerzas de Atena. El movimiento de el hermano menor de Zeus fué certero, pues este último movimiento lo enriqueció en poder grandemente, ya que, el precio pagado por las tácticas de guerra, fue la muerte de todo un pueblo, y todo un continente..." Agachando la cabeza, Shión recordó con dolor el día la isla- continente de Lemuria, se hundió, llevándose en el hueco de su partida, a un orgulloso y leal pueblo que siempre luchó en el nombre de Atena, y que como pago, solo obtuvo, la extinción, a manos de un enfurecido Poseidón que interviniera en su momento de la injusta y despiadada guerra. Sobrevivieron algunos Lemurianos, sus antepasados directos, los cuales salieron de la Isla de la Reina Muerte a un Santuario dado para ellos por parte de Atena y se decía que existían colonias esparcidas a lo largo del mundo, que, en su deber por reconstruir el Santuario, no había podido buscar con la dedicación que hubiese querido... incluso hubo ese grupo de Lemurianos renegados que..., pero tenía que proseguir con su relato de las Guerras Sagradas. "En la Guerra contra los Titanes, el continente de Lemuria se hundió para siempre. Esto, enriqueció en sobremanera al señor Hades, Saga. Cada vez más seguro de sí mismo, e implacables, Ares atacó junto con sus terribles guerreros, los Berserkers, al Santuario. Pero Ares no logró sobrevivir a este ataque. Veíamos un posible fin a la guerra, pues Hades, no atacó en esa generación, quizá aún fortaleciéndose de su última intervención. Creía el Santuario que ganaría pronto la guerra de manera definitiva, pero en la siguiente Guerra, Hades decidió no esconderse más. Lleno de poder por los muertos en el mundo, el Señor del Inframundo atacó en un momento en que el Santuario se había reforzado esperando este ataque final. El mayor número de Santos jamás reunido luchó contra Hades y sus fuerzas. La lucha nos llevó lejos. muy lejos, y perdimos a muchos amigos." bajando la cabeza con tristeza, Shión reprimió las lágrimas, al recordar a tantos amigos idos para siempre, en una Guerra de final incierto. Una batalla terrible que los llevó hasta territorios, hasta entonces, desconocidos para los Santos de Atena.
En la mente de Shión y de Saga, las escenas se dibujaron nítidas. Dohko, Santo Dorado de Libra repartió entonces las armas entre ellos, tocándole la espada.
"Logramos exterminar a la primera oleada de nuestros enemigos, entonces, pero la lucha fue tan terrible, que algunos de nosotros llegamos hasta los límites del propio mundo, e infringimos territorio consagrado a Hades en la Tierra. El hermano menor de Zeus no necesitaba más para intervenir. Clamando haber sido objeto de una invasión, Hades se lanzó contra nosotros en una lucha implacable. Los Santos de Atena no somos más que humanos, hijo mío, la lucha sin tregua contra fuerzas tan terribles, hacen mella en nosotros, muy a nuestro pesar, y de 79 Santos que éramos entonces, sobrevivimos únicamente un amigo y yo. Apenas Hades fue vencido, pero se fue con la promesa de regresar."
Saga lo miró impactado. Preguntándose por qué no habían detenido a Hades en ese momento, o a cualquier otro dios para esto.
"¿No murió ningún dios, Maestro?" preguntó finalmente.
Shión negó gravemente con su cabeza.
"No en ese entonces, el único que pudiera haberlo hecho, murió antes de poder concretar la operación. el único que llevaba una de las tres armas que jamás hayan existido que pueden matar a un dios." replicó Shión.
"¿Armas que pueden matar a los dioses?" preguntó Saga en su mente. "¿Qué podía ser esto?"
***
(Tema de Fondo: Black Saint's Challenge)
Iluminado por la frágil llama de una vela, Kanon terminaba de leer los detalles en la última Guerra Sagrada, llegando al conocimiento de la última Guerra Sagrada al mismo tiempo que su hermano Saga.
"¿Armas para matar a los dioses?" se preguntó en su mente. "¿Qué son estas armas? ¿Cuál es su origen?" se preguntó Kanon lleno de curiosidad. Hojeando rápidamente el libro, buscó respuestas a sus preguntas.
Pudo encontrar la representación gráfica de una Hoz de Pedernal, que, habiendo sido cubierta por Hefesto en tiempos antiguos de Oro y Oricalco, para conmemorar la victoria de Crono sobre Urano, era guardada celosamente por Atena y Zeus, pues era el arma más poderosa del Universo... ¡un arma capaz de matar a un dios! En una treta elaborada, Eris, la diosa de la discordia y hermana de Ares, logró robar poco a poco, partes de la poderosa arma, y con ella elaboró una daga y una punta de lanza.
Atena, tomando otra de las tres partes que restaban de la Hoz de Crono, elaboró para si misma, una flecha poderosa que asignó al cuidado de uno de sus poderosos guerreros: el Santo Dorado de Sagitario, la cual, reposaba guardada en dicho templo dentro del Santuario. Kanon sorprendido pensó:
"¡Así que la Armadura de Sagitario es una capaz de matar a un dios!" al pensar en Sagitario no pudo por menos dejar de pensar en ese entrometido chiquillo, Aiolos. "Así que ese mequetrefe ni siquiera sabe por lo que está luchando."
Haciendo sus pensamientos a un lado, Kanon prosiguió con su búsqueda de información.
La punta de lanza de Eris, fue llamada durante algún tiempo, la Lanza del Destino, se cuenta que este artículo se perdió de manos de los propios dioses y que fue utilizada como objeto místico por algunos humanos durante algún tiempo, sin embargo, la valía de esta lanza fue demostrada, cuando fue utilizada para rematar a una de las encarnaciones de la Gran Voluntad en la Tierra. Tras haber sido guardada por sociedades místicas, se contaba que la Lanza finalmente había caído en manos de un humano a comienzos del siglo XX de los Cristianos, pero que tras su caída, dicha Lanza había sido destruida por órdenes de Atena misma.
La tercera arma: la daga de Eris fue la que se concretó en ser utilizada como arma de traición, fue soltada por esta misma diosa, por el mundo en tiempos antiguos, siendo utilizada como arma final para matar incluso a poderosos Césares. Atena, preocupada por el destino de esta arma en manos equivocadas, había logrado rescatarla y ponerla bajo resguardo al intervenir en la caída del Imperio Romano. El aura de poder que esta arma emanaba, había sido causa de gloria y ruina de dicha nación. La daga, había sido utilizada para terminar justamente con Ares en la guerra Sagrada anterior. Teniendo la manufactura de Eris en ella, Atena decidió ocultarla para siempre del mundo, pero sin destruirla, pués sabía que, habiendo tan pocos restos de este prodigio en el mundo aún, su necesidad podía llegar a ser, en un momento imperiosa. Por lo tanto, esta arma se ha declarado como desaparecida en la última Guerra Sagrada, sin embargo.
Kanon abrió los ojos desmesuradamente y sonrió:
"¡Está aquí! ¡El arma para matar a los dioses está aquí! ¡En Star Hill!"
***
(Tema de Fondo: Cursed Goddess)
"Entonces. ¿se perdió?" preguntó Saga a Shión desilusionado. "¿Quiere decir que es únicamente la Flecha de Sagitario el último reducto para matar a un dios?" preguntó el gemelo algo sorprendido.
"Por eso es que, no hemos podido nosotros acabar con los dioses, Saga. el guardián de Sagitario pereció en la última Guerra antes de que fuera capaz de utilizarla. En un desesperado intento, el Guardián de Libra y yo, de Aries, logramos con nuestros cosmos proteger a Atenea lo suficiente de la ira de Hades, el cual, terminaba con la vida de nuestros compañeros Dorados, uno a uno, cayeron fulminados. Atena logró encerrar el alma de Hades y sus esbirros, pero apenas con energías logramos salir del Infierno. Exhausta más allá del límite, Atena nos encomendó el cuidado del mundo y nos pidió esperar a su próxima encarnación."
El alma de Saga se encontró en desasosiego una vez más.
Por una parte el relato le dejaba claro que, no era por falta de voluntad de Atena ni de sus guardianes, el terminar con estas guerras y sin embargo. El Maestro Arles había hablado de tres armas en algún momento, sin embargo, solo explicó el destino de dos de ellas. Una sombra de duda lo invadió de momento. ya una vez le habían ocultado información ¿podía ser posible que lo estuvieran haciendo una vez más?
Y entonces, recordó las palabras que alguna vez su hermano Kanon le dijera. confiar siempre sin cuestionar era un error. Hoy, parte de su historia preconcebida y aceptada, había sido totalmente reescrita ¿acaso podía haber algo más que no supiera? ¿Cómo saberlo? Únicamente.
Volviéndose hacia Shión, quien sentado lo observaba silencioso, Saga reprimió su pensamiento. Y tuvo miedo. Un gran miedo. Miedo de descubrir más secretos. Miedo de que algo le dijera que Kanon podía tener razón.
"Maestro, ha anochecido." Dijo Saga bostezando. "Si me lo permite, me retiraré a descansar, no estoy acostumbrado a desvelarme."
Shión asintió gravemente tras las palabras de Saga.
"De acuerdo, hijo mío, puedes retirarte ya."
Saga se acercó a su Maestro y le besó la mano.
"Nos veremos pronto, Gran Maestro." Dijo Saga con resolución, afirmando con esta aseveración su pase a la final por la Armadura de Géminis.
"Estoy seguro de ello, Saga" agregó Arles. "Una cosa nada más." dijo el más Grande de los 88 Santos de Atena. "Recuerda que todo contacto con cualquier rival por la Armadura antes del enfrentamiento está prohibido."
Saga, sorprendido replicó.
"¡Maestro! Esto lo conozco, le puedo asegurar que no es mi intención."
Shión le interrumpió de manera sesgada.
"No lo digo por ti, Saga, lo digo por tu rival. Estoy seguro que intentará pasar por alto esto, pues presiento que será alguien que querrá verte, y al cual querrás ver, después de todo este tiempo."
Estas palabras hicieron que Saga callara con tristeza. No podía hacer referencia su maestro a otro sino a su hermano Kanon.
"Lo comprendo, Maestro." dijo Saga, haciendo una reverencia y alejándose.
El joven gemelo salió de su encuentro con Shión, percibiéndose a sí mismo diferente, pero no logrando encontrar la causa de alegría, ya que en realidad, sentía un sabor amargo que no le permitía sentirse todo lo alegre que en otras ocasiones, tras haber recibido sus lecciones, sintiera.
*** (Tema de Fondo:Legendary God Warriors)
Kanon desesperado terminó de buscar entre los grandes tomos algún sitio secreto donde pudiera estar oculta la Daga de Eris. Desesperado, notó que ni siquiera la luz de las velas era ya suficiente. Y no conocía el lugar lo suficiente como para proseguir su búsqueda en la oscuridad.
"¡Maldición!" dijo en voz alta. "¡No logro encontrar nada y debo irme!"
Sin perder más tiempo, tomó el libro que leyera y se disponía a devolverlo en su sitio, cuando, una sonrisa le cruzó el rostro.
"Creo que después de todo, no me iré con las manos tan vacías como me lo pienso." y abriendo el libro, llegando a la página donde hablaban de la daga escondida en el Santuario, y su particular secreto, el mayor gemelo la arrancó sin borrar su sonrisa. "Aquí llevo tu ruina, Saga."
Doblando cuidadosamente el pergamino, Kanon lo guardó en su cinturón, mientras devolvía el libro.
"Nadie se dará cuenta de que aquí estuvo alguien ajeno al templo."
Apresuradamente, Kanon apagó la débil llama de la vela y salió por la misma entrada secreta que descubriera. Sin más tiempo que perder, comenzó su descenso, satisfecho por su hallazgo.
"¡Ya veremos lo que pasa ahora, Saga! ¡Tú convicción será destruida cuando te muestre los secretos de los que has sido víctima! ¡Cuando veas que no hay una honestidad total ni siquiera en Atena!"
Ahogó una carcajada para no revelar su posición, mientras, que a gran velocidad, había logrado descender rápidamente. Envuelto por el conjunto de árboles que rodeaban la falda de Star Hill, Kanon, bajó desapercibido para todos, o al menos, eso pensaba.
Viendo de un lado al otro, comenzó su camino rumbo a su cabaña, cuando se detuvo de pronto, sabiendo que era observado. Alerta se volvió.
"¿Quién está allí?" preguntó amenazador. "¡Hable!"
Un silencio fue lo que obtuvo por respuesta. Kanon cerró sus ojos, intentando localizar la presencia de aquel desconocido que le estaba observando. ¡no podía ser su imaginación! ¡no eran ni siquiera sus nervios! ¡Estos no existían más!
Viendo amenazadoramente a su rededor, Kanon logró observar un movimiento, mínimo, detrás de un arbusto, y utilizando su técnica desarrollada, de ataque sin delatar cosmos, lanzó un golpe a la sombra, que, trabajosamente, evadió el golpe.
"¡Imposible!" pensó Kanon asombrado. "¡Ese golpe era muy rápido! ¡Solamente alguien entrenado en el camino del Cosmos y cercano al nivel dorado podría haberlo evitado!"
Alzando la voz, el mayor de los gemelos gritó:
"¡Es mejor que salga, lo he descubierto!"
Guardó silencio esperando una respuesta, la cual, tras algunos segundos, llegó.
"Lo mismo podría decir yo, Kanon."
El interpelado abrió los ojos asombrado. ¡Esa voz! ¡El conocía esa voz! Era la de.
"¡Aiolos!" dijo con desprecio. "¿En el nombre de las Parcas, qué estás haciendo aquí?"
Saliendo de las sombras, la odiada presencia de Aiolos se manifestó finalmente con un fulgor ambarino.
"¡Vaya, Kanon! Creo que el día de hoy no haces sino robarme las preguntas."
A unos pasos de el, Aiolos miró de frente a Kanon inquisidoramente. Era obvio que lo había visto bajar de Star Hill, no tenía caso el negarlo.
"¡Lo mataré!" pensó Kanon desesperado, pero se tranquilizó. Si bien, el podía ocultar su cosmoenergía, ya Aiolos había demostrado poder evadir algunos de sus golpes, y al quemar el propio sagitariano su cosmos, podía revelar su presencia, no, no podía arriesgarse. Aunque quizá pudiera engañarle.
"Ya veo" dijo Kanon sonriéndose. "Seguramente te he sorprendido mientras descansabas ¿cierto?" preguntó Kanon, renunciando a una actitud hostil frente a Aiolos.
Esta reacción del gemelo de su mejor amigo puso en alerta al joven griego. ¡No era natural en Kanon esta reacción!
"¿Qué hacías en Star Hill, Kanon?" preguntó llanamente Aiolos.
Kanon abrió los ojos fingiendo sorpresa, y carcajeó a todo pulmón acto seguido. Aiolos lo miraba severo, no comprendiendo el motivo de la risa.
"¿Crees que vengo de Star Hill?" decía entre carcajadas. "Pero amigo, siempre he considerado que eres un entrometido, esta pregunta no hace sino confirmarlo."
Aiolos ignoró el insulto. Prosiguió con su mirada firme en Kanon, interrogante.
"Bien, bien, parece que no pierdes el control con nada. Está bien, déjame responderte con otra pregunta. ¿es posible subir a Star Hill sin ser Patriarca?"
Esa pregunta, hizo que la cara de Aiolos se tornara confusa.
"¿Qué dices?" preguntó finalmente.
Kanon, sonriendo para sus adentros pensó.
"No es más que otro idiota crédulo., al cual, podré engañar, con las mismas mentiras que se ha tragado siempre." y señalando a la cima de Star Hill, Kanon prosiguió. "Que me fué imposible subir a Star Hill, Aiolos."
El joven sagitario se mostró confundido.
"¡Venías bajando, eso lo sé!" dijo finalmente Aiolos firmemente.
"Así es" dijo Kanon prestamente. "Había subido una cantidad de trecho considerable, pero, una especie de protección divina parece hacer que el camino sea más largo una vez escalando la Cumbre Estelar. estoy muy cansado. " Dijo mostrando sus manos, empolvadas.
Aiolos, entonces, sonrió.
"¿Ves lo que obtienes por tu comportamiento rebelde, Kanon?" dijo Aiolos ahogando una carcajada. "Tu hermano siempre me ha hablado de ese comportamiento tuyo. " y ahora soltó a reír.
Kanon se puso en alerta cuando el sagitariano pronunció esas palabras referente a su hermano. Y una fría ira le inundó. Con que gusto hubiera tomado el cuello de ese repulsivo arribista y se lo hubiese tronado, sin quemar cosmos, como deseaba matarlo como a un perro.
"¿En verdad eso ha dicho Saga de mí?" preguntó Kanon molesto y con mirada torva. Carcajeó amargamente, tanto, que provocó el silencio de Aiolos. "¡Qué cosas tiene el destino, Aiolos! Pareciera que siempre que voy a un sitio prohibido, son mis manos las que delatan mi acto."
Con seguridad se aproximó a Aiolos y le puso las manos cercanas a su rostro en gesto amenazante.
"Pero ¿sabes? Siempre que pasa esto, hay una lección que aprendo."
Aiolos mirando seriamente a Kanon, el cual, estaba a unos centímetros de él preguntó:
"¿Cuál es?"
Kanon percibió la duda, el temor, aunque sea momentáneamente en Aiolos y lo disfrutó.
"Que después de ello, me vuelvo más fuerte, y la convicción de que aquello que deseo fervientemente, se realizará, no sé como, pero se hará."
"No si los dioses no lo permiten" respondió Aiolos retadoramente, dejando atrás el temor.
"Ah. el consuelo de ustedes, como siempre, mentar a los dioses. Y como siempre, ante ese argumento cedo, aunque debo de decir, que en esta ocasión, lo hago por una razón distinta a la que lo hice la última vez con Saga, Aiolos."
Dando la media vuelta, Kanon caminó alejándose de su odiado compañero. Y ya habiéndose alejado bastante, Aiolos preguntó con un grito.
"¿Porqué?"
Esperando esa respuesta, como si de un felino esperando a su presa se tratase, Kanon se sonrió antes de dar la media vuelta y decir.
"Porque antes, solo presentía, Aiolos, pero ahora, ahora ¡YA SÉ!"
Y carcajeando de una manera que hizo que Aiolos sintiera un escalofrío, se alejó del joven dejándolo con terrible sentimiento de intranquilidad..
CONTINÚA.
(Ending: Evil Goddess Eris)
El sol iluminó algunas de las ramas verdes de los olivos cercanos a ellos.
Creció toda su vida mirándolos como se iban alzando del suelo casi al mismo tiempo que él. Ahora estaban en camino de ser fuertes troncos, firmes y sólidos, solícitos en prestar auxilio al cansado viajero que buscase refugio de la tormenta o del inclemente sol. Así como el estaba en camino de convertirse en el mejor guerrero de toda la existencia... o al menos, eso aspiraba a convertirse.
"¡Hacía tanto tiempo que no reflexionaba!" pensó Saga asombrado. El diálogo en su mente era constante, imparable, sin embargo, desde hacía ya un buen rato, que su tiempo lo ocupaba su entrenamiento y su amistad... su hermandad con un valiente guerrero al cual el gemelo había llegado a apreciar tanto como si compartiese su propia sangre. "¿Y Kanon?" se preguntó para sus adentros un tanto apenado, desde su separación en Cabo Sunión no había sabido nada de el, más que por los rumores que su amigo Aiolos le comunicaba, de que crecía en sabiduría y poder. "Verdaderamente..." pensó con una sonrisa de satisfacción y orgullo por su hermano. "...Sea lo que estés haciendo, hermano, deseo que te encuentres satisfecho y tomando la ruta que te pueda llevar a ser feliz, como un verdadero y devoto creyente de la diosa Atenea."
Efebo Apolo en su recorrido diario avanzó, imperceptible para Saga, el cual, se vio sorprendido al ser tocado por uno de los rayos de la corona celeste. Se cubrió los ojos. Y volvió a sonreírse.
"¿Cuánto tiempo he perdido aquí sentado contemplando a Las Horas recorrer su paseo?" Intentó tragar saliva pero encontró que su garganta estaba seca. "Tengo sed" pensó Saga ahora.
Una sombra cubrió el sol de Apolo y Saga volvió su vista hacia aquello que se interpusiera entre el astro rey y el. Una noble mirada en el rostro de un atlético joven le encontró a su vez. Con una sonrisa, y voz armónica, Aiolos habló.
"¿Tomándote un descanso, Saga?" preguntó amistosamente.
"Intentándolo más bien" respondió el gemelo procurando en vano ser sarcástico con su amigo.
Aiolos carcajeó de manera franca al tiempo que, descubriendo su brazo derecho, el cual había mantenido oculto detrás de su espalda, mostró que llevaba en su mano dos vasos de cerámica.
"¿Y yo te estoy estorbando amigo?" Y ahora, descubriendo su brazo izquierdo mostró un generoso cántaro de barro rojo lleno de agua. "Y yo que quería compartir un vaso de agua y apaciguar este calor a la sombra de estos laureles..."
Saga cerrando sus ojos se sonrió y bajó la vista moviéndose a un lado, haciendo un espacio junto de él para que su amigo se sentase.
"Y yo que creía que estabas luchando para obtener la armadura de Sagitario... ¿has cambiado de opinión y ahora buscarás la del Aguador?" preguntó en su intento por broma irónica.
"Oye..." agregó aún riendo el compañero de Saga mientras se sentaba. "¡Con este calor estoy seguro de que me agradecerás mucho más un cántaro con agua que una flecha apuntándote!"
Ambos se miraron a los ojos esperando que el otro riera del mal chiste. Sus bocas comenzaron a retorcerse en un esfuerzo por contener la risa... ¿reír por algo tan tonto? ¡Les vendría muy mal! Las cejas de Aiolos se arquearon con angustia y su mirada le dijo a Saga:
"¡No puedo más!"
Ambos rieron con grandes carcajadas al tiempo que le decía Saga.
"¡Ya siéntate y sirve el agua! Eres cruel, ya vi tus intenciones... prefieres ahogarme con agua haciéndome reír en vez de darme el regalo misericorde de una flecha rápida..."
Aiolos sirvió el agua y le dio el primer vaso a su amigo. A su compañero de entrenamiento. A su hermano: Saga.
Y a lo lejos, oculto tras la sombra de otros árboles, un par de ojos observaban atentos. Tembloroso, iracundo, pero lo suficientemente cauto como para no revelar su cosmos de manera agresiva, Kanon tragó saliva con sabor amargo. Cerrando su puño, el hermano mayor de Saga observó como los dos muchachos conversaban de manera grata y alegre, como jamás fuera el capaz de hacer con su arrogante hermano menor. Lo odiaba. Pero odiaba más a ese advenedizo.
(Tema de entrada: Fallen Angel vs. Saint) [b] CRÓNICAS ZODIACALES: GÉMINIS: REVOLUCIÓN
CAPÍTULO II:
LA ESPADA DE DAMÓCLES[/b]
(Tema de Fondo: Bell of Angelus Prayer)
El Santuario de Grecia en este último año había cobrado más vida que antes. Claro, aún no estaba totalmente lleno, pero la diferencia era notable para Saga. Ahora, mientras que el orgulloso geminiano caminaba por la amplia y pulcra calzada que mostraba los imponentes edificios de este sitio legendario, pudo sentir que su corazón palpitaba.
"¡El maestro Arles me ha llamado para hablar conmigo!" la emoción de la pelea no era tan pura y tan gratificante para Saga como el recibir lecciones y deleitarse en las sabias palabras del ser que más admiraba en este mundo: el Patriarca del Santuario, Shión de Aries. "¿Qué me irá a decir? ¡La fecha es muy especial!"
Saga apresuró su paso de manera inconsciente en una manifestación de su ansiedad por llegar al Palacio Papal en las faldas de la colina del Zodiaco. La Calzada culminaba con el coliseo ceremonial donde se llevaban a cabo los grandes encuentros finales en las pruebas de armaduras. Junto a el, glorioso y ubicado en un sitio privilegiado, el icono de Atenea miraba hacia los dos palacios Papales, al Templo de Atenea, y por supuesto, a la Colina del Zodiaco, donde se encontraban, una por una, las Casas del Zodiaco, los templos y hogares de los más orgullosos y principales Santos de la Orden de Atenea: ¡Los Santos Dorados!
La sombra que el icono de Atenea proyectaba cubrió a Saga, el cual, mirando hacia arriba, admiró. La diosa sapiente, parecía ignorarle y darle la espalda, ocupada en su eterna vigilancia del complejo arquitectónico principal del Sagrado recinto.
"¡Atena!" exclamó con fervor Saga, con una mezcla de respeto y alegría. Caminando rápidamente, rodeó el pilar y se puso del otro lado de este. Alzando la vista, pudo observar a la diosa, la cual, ajena a todo, seguía con su mirada viendo hacia el corazón y cabeza del Santuario. "¡Atena!" dijo ahora Saga en voz baja lleno de emoción. "Señora mía..." dijo al tiempo que se postraba en oración devota. "Soy tu humilde servidor, mi vida la tienes, así como mi fuerza y mi alma, permíteme estar al alcance de tu gloria y ábreme el camino hacia la senda de los Campos Elíseos, mi señora." Concluyendo su oración, volvió de nueva cuenta, su vista hacia la estatua. Saga abrió los ojos con sorpresa.
Los rayos de sol se interrumpieron un momento. Pero no a causa de una nube ocasional movida por el travieso Eolos. Sobre el suelo, de manera ominosa, una amplia sombra cubrió el área donde Saga estaba de pie. ¡Era un ave! ¿Acaso Atenea había mandado a su lechuza para animarle?
Tallándose los ojos incrédulo, Saga vio hacia arriba una vez más para determinar el prodigio. Sorprendido, sus ojos se abrieron aún más.
"¡Esa no es una lechuza!" dijo con sorpresa. "¡Ese es más bien un... un buitre!"
(tema de fondo: Pope Ares)
La negra y gigantesca ave sobrevoló el área por unos segundos más, planeando alrededor del icono y de la estatua, proyectando su maléfica sombra tres ocasiones más.
"Pero... ¿qué hace ese pájaro aquí? ¡No debería!"
Una fría ira se apoderó de Saga entonces, y deseó terminar con la ofensiva aparición. Viendo hacia abajo, vio una piedra de mármol, perdida sin duda, de las obras de restauración que aún se llevaban a cabo. Sin perder tiempo, se agachó a recogerla con la intención de lanzarla al siniestro buitre. Tomando el proyectil, Saga volvió su vista arriba para enfocar pero para su sorpresa... ¡el ave no estaba ya!
"¿Qué?" se preguntó en su mente. "¿Dónde está? ¿Cómo pudo desaparecer algo tan grande?" dijo al tiempo que seguía buscándole por todos lados. "¿Qué significado podía tener esto?"
Intentando no darle más importancia en su mente a un evento que apenas podía comprender, Saga soltó la piedra dejándola caer a su lado. Si el no podía entender esto, entonces ¡otro quizá si lo haría! Preguntaría al Patriarca si acaso esto podía tener algún significado.
Saga, prosiguió su camino.
*** (Tema de fondo: Child of Dawn, Lucifer)
Un libro de tapas de cuero fue arrojado contra la pared deshojándose en el acto.
Con fastidio, Kanon observó a su última víctima ser destruida. ¡Libros! ¡Estaba harto de ellos! Tendría problemas con Hesígone, la Amazona guardiana de la biblioteca del Santuario. Ya le había reprendido en varias ocasiones por destrozar los valiosos y antiguos tomos que ella tan celosamente guardaba.
"¡No tienen nada nuevo que ofrecerme!" pensó Kanon molesto, mientras que en su mente, repasaba con rencor la escena de camaradería entre su hermano y el estúpido arrimado. Se llevó su mano a la frente desesperado al tiempo que cerraba los ojos invitándose a dejar de pensar en ello. "¡Maldito Saga! Siempre tan seguro de saberlo todo..."
Renuentemente volvió su mirada a la última víctima de su cólera. La pasta de cuero, aún completa, pero sin contenido exhibía el título de la obra: "Cosmogonía". Su contenido alababa las obras y la misericordia de Atenea, narraba el nacimiento del cosmos y la manera en que dioses y titanes alguna vez se enfrentaran. De lo heroico de la diosa sabia. De su dolor al realizar actos de justicia, como la muerte de Encélade. De su compromiso adquirido posteriormente en defensa de La Tierra y sus habitantes, los humanos.
"¡Bah!" pensó con rebeldía. "¡Parece que estoy escuchando a mi necio hermano hablar mientras lo leo! ¡No lo puedo soportar!" Enojado pensó en el Patriarca. Ese viejo tonto y necio, que era tan obtuso como para no comprender que al ponerlo a leer no hacía sino desperdiciar su tiempo en entrenamiento. "Pero es tan viejo como es ingenuo..." pensó Kanon con una sonrisa de satisfacción. El hermano mayor de Saga había logrado desarrollar una técnica con la que podía esconder su cosmos mientras entrenaba. Mientras que Arles y todos creían que Kanon cultivaba su espíritu, Kanon se entrenaba en el arte del combate. Su cosmos había crecido en estos últimos meses, alimentados por una furia y un rencor. "¡Saga!" pensó con rabia. "Espero que tú estés entrenando bien... te venceré finalmente, hermano, pero al menos quiero hacerlo con una pelea digna. Será un placer para mí demostrar que estabas errado, que no lo sabes todo..."
Kanon al dibujar en su mente la escena, de manera retorcida carcajeó al pensar en la cara de desilusión de su hermano y de ese tonto de Aiolos, al igual que en la sorpresa del Patriarca Arles que tendría que tragarse sus palabras.
En la soledad de su retiro, Kanon siguió carcajeando.
"Los haré pagar... ¡nunca se los perdonaré! Les demostraré su error, si tan solo pudiese comenzar a hacer sufrir a mi hermano demostrándole que ni ese anciano, ni que la diosa Atena son tan magníficos como el ruega que sea..." Pero ¿cómo hacerlo? Ciertamente no con ese libro que no hacía más que repetir a pie juntillas todo lo recitado por su hermano en sus arrebatos místicos. "Todo imperio tiene un secreto oscuro..." meditó Kanon recargando su rostro sobre sus brazos, los cuales, tenía apoyados a su vez sobre sus rodillas. "Secretos que no quieren que se revelen... pero ¿dónde podrán estar?"
Kanon volvió su mirada a la ventana y observó el aletear de una gigantesca ave negra cerca de su cabaña proviniendo en dirección del Santuario.
"¿Qué?" preguntó extrañado. El ave volaba con el Santuario de fondo, con la imponente Colina Estrella detrás de el. La sorpresa del ave desapareció, tanto, que Kanon no la observó más, su vista se fijó en Star Hill. "¡Eso es! ¡El Oráculo de Star Hill!"
El ave siguió ignorada su vuelo, pasando por encima de la cabaña de Kanon y prosiguiendo su camino hasta desaparecer con rumbo desconocido.
*** (Temas de Fondo: Athena's Theme, Athena Revived, Athena's Death, Athena's Love, Athena Revived, Abel's Theme)
Saga hizo una reverencia ante el imponente trono desocupado del Patriarca Arles. Sintió una ligera decepción al no encontrar a su admirado maestro esperándole.
Pero... ¡claro! Su maestro era un hombre muy ocupado. Seguramente algo le había distraído accidentalmente. No había sido su intención hacerle esperar, era tan gentil, que lo consideraba incapaz de hacer algo así. Un sonido proveniente de detrás del Trono alertó a Saga... ¡Arles estaba aquí!
Bajando su vista rápidamente, esperó al Patriarca al tiempo que, lentamente, el hombre ingresó a la sala caminando lentamente.
"Saga, hijo mío..." dijo el anciano tras la máscara. "Bienvenido, por favor, ponte de pie."
El joven gemelo, honrado obedeció la petición de su querido Maestro.
"Mi Señor, estoy aquí de acuerdo a vuestras órdenes, ¿en que os puedo ser útil?"
La seriedad y el respeto del joven hacia el no pasaron desapercibidos para Shión, y su alma se conmovió. En verdad este niño, este joven, era un ser especial. No podía engañarse, su destino era claro, ser el Santo Dorado de Géminis, y sin embargo, no podía dejar de sentirse un poco confundido, pues en el oráculo de su hermano mayor, Kanon, el destino de ocupar el puesto de Santo Dorado era claro también.
"Los designios de los dioses son en ocasiones, incomprensibles, hijo mío."
Dijo finalmente el mayor de los 88 Santos de Atenea. Saga no comprendió la aseveración pero la registró en su mente ansiosamente, cada sílaba, cada palabra, cada oración, eran para Saga como un sorbo para un sediento peregrino. Aunque su mirada reflejó algo de su confusión por esta frase.
"¿Maestro?" preguntó Saga al notar que el Anciano no se sentaba, sino que dirigía sus pasos hacia el.
"Ven, ayúdame..." dijo al tiempo que Arles le ofrecía su mano para recargarse.
"¿Maestro?" preguntó algo alarmado Saga ante la aparente debilidad de el representante de Atenea sobre la Tierra. "¿Está usted bien?"
Arles, con su impecable túnica blanca tomó la mano que el gallardo joven le ofreciera al tiempo que decía.
"No, no estoy bien en verdad. "
Saga abrió los ojos alarmado. ¿Qué podía tener este hombre santo?
"Pero lo estaré, lo estaré." Dijo dando una palmada a Saga en la espalda tranquilizadoramente. "Ya no tengo el vigor que la juventud proporciona, hijo mío, y un resfriado puede resultar devastador en estos viejos huesos míos."
El joven gemelo observó a Arles preocupado. ¿Un resfriado? ¿Capaz de causar estragos a este hombre tan vital? ¿Tan entero? ¡No lo podía creer!
"¿Un resfriado, Maestro?" preguntó incrédulo. Shión reconoció esta incredulidad en la voz y el rostro del joven.
"En verdad..." replicó el anciano tras la máscara azul. "... es que ignoro que mal me aqueja en estos momentos. Fue repentino, me encontraba bien y de pronto una debilidad invadió mi cosmos, no puedo explicármelo."
"¿Por eso se retrasó?" preguntó Saga apenado y viendo hacia la máscara del Patriarca, la cual, brillante como un espejo, le devolvió su imagen en reflexión. "¿Acaso yo lo estoy molestando? ¡Maestro! Si necesita descansar, yo puedo volver en otra ocasión..."
Arles negó con la cabeza y ahora recargó sus dos manos en los hombros de Saga que lo miraba aún con gesto angustiado, un gesto reflejado en su máscara.
"No, no hijo mío, tranquilízate" dijo el Patriarca. "Todo lo contrario, tu presencia aquí me está sirviendo para no ceder ante esta desagradable inconveniencia."
Saga lo miró y sintió la fuerza en las manos del anciano casi volver. Sintió su tranquilizadora aura llena de santísima paz. Reconoció la tranquilidad que una vida justa confiere a un ser, y, alegre por poderle ser útil, Saga sonrió más tranquilo.
"Si, maestro" dijo finalmente Saga con una sonrisa que logró esbozar ya sin mucho esfuerzo, producto de su fe en aquel hombre y sus palabras.
Resoplando, Shión caminó junto con Saga hacia el balcón del Palacio Papal. Y aunque las preocupaciones de Saga respecto al estado de salud de este hombre que amaba tanto, su mente volvió a sumergirse en un estado caótico. Preguntas, gusto... ¡tantas emociones que Saga experimentaba este día! El desórden anímico de su alumno fue evidente para el Patriarca, el cual le dijo:
"Pregunta, hijo mío" habló finalmente el anciano, sentándose en una imponente silla que le permitía observar el movimiento del amodorrado Santuario.
Abriendo sus ojos asombrado, Saga se volvió hacia el anciano. De manera consciente había estado buscando en algún lugar del horizonte, ayudado por esta inmejorable vista, el paradero de esa ave ominosa que le hiciera sentir, misteriosamente, fúrico.
"¿Maestro?" preguntó Saga, un poco avergonzado al notar que su atención se había desviado de su querido Arles. Esperaba con esta pregunta excusarse.
Shión endureció su rostro bajo la máscara. ¿Engañarle? Saga jamás había intentado una cosa tal, seguramente había algo en su alma que le turbaba enormemente para presentarle un conflicto ante el, que siempre había sido transparente frente a sus ojos. Shión consideró cualquier estrategia para descubrir a su alumno, optó por aquella, que decidió, le sorprendería más.
"¿Buscas engañarme, hijo?" preguntó Shión sin reproche, más bien como con algo de sorpresa y otro algo de dolor. Esto tuvo un efecto mucho más grande que un simple reclamo.
"¡No, Maestro! Le ruego que me disculpe." Y volviéndose hacia el anciano, siendo ahora él el que daba la espalda a la imponente estatua de Atena, Saga habló. "Tengo algo que preguntarle, Maestro, algo que hace que me sienta... desconcertado."
Shión asintió aceptando la disculpa y el rápido cambio de la conversación. No quería enfrascarse en un tema que para el, no venía al caso, ya que Saga justamente iba a revelar el motivo de su turbación.
"¿Desconcertado? ¿Qué puede ser, hijo mío? Si algo me has demostrado en todo este tiempo es tu capacidad de permanecer sereno ante situaciones difíciles. Pregunta con confianza, y espero que la sabiduría de Atena pueda iluminarme en darte las respuestas que necesitas."
Saga sonrió. ¡Claro que así sería!
"Maestro, hace unos instantes, mientras venía en camino, me detuve a orar frente al icono de Atena." Saga tragó saliva. Mientras planteaba su pregunta, una respuesta incómoda se vino a su mente, la comenzó a negar en su mente, y no estaba seguro de querer escucharla de otro, pero había comenzado ya, y Arles lo conocía lo suficiente como para detectar si quería engañarle. "Mientras le pedía su ayuda, la sombra de un ave se proyectó sobre mí, esperanzado en que fuera un signo de la ayuda de nuestra Señora, volví mi vista para buscar a su lechuza, pero en su lugar encontré algo que me... turbó completamente."
Shión se comenzó a preocupar. ¿Un signo? ¿Un signo había turbado al brillante Saga?
"¿Qué fue lo que encontraste, hijo?" dijo Shión, siguiendo la dinámica de la conversación tal y como el joven gemelo lo estuviera planteando.
Saga, en su interior, llegó a la conclusión que lo que lo había hecho enfurecer era la decepción de no encontrar que aquello que esperaba no fuera cierto. Que su fe no fuera recompensada por la visión añorada.
"Encontré un ave repulsiva, Maestro. Encontré a un... buitre." Apenado, porque ya sabía la respuesta a su turbación, prosiguió. "No al ave de la diosa. Y eso me llenó de una ira tal que decidí acabar con ella, pero cuando lo iba a hacer, esta no estaba. Maestro... ¿qué puede significar esto?"
(Tema de Fondo: Another Holy War)
La sangre de Shión se heló. Un buitre. El buitre era el símbolo de Ares, dios de la Guerra. ¿Cómo era posible que un dios hubiera logrado escapar del Olvido del Más Allá? Shión no pudo por menos pensar en su asociación con otro temible dios. El símbolo de que la Guerra Sagrada se aproximaba. La presencia del buitre revoloteando alrededor del icono de Atena era malo, mucho más malo, cuando era también, un signo que se presentaba ante Saga. Shión permaneció callado un rato, mesurando su respuesta.
"¿Maestro?" preguntó Saga al borde de la angustia. ¿Porqué podía tardar tanto Shión en responder si esto no significaba algo malo? Esperando a la respuesta, los segundos se tornaron angustiosos minutos, hasta que el Patriarca respondió.
"Hijo mío, en verdad lo que viste, fue un símbolo malo, no te puedo engañar."
La respuesta cayó como un cubo de agua helada sobre Saga. Entonces... ¡era cierto! No solo su malestar era malo, sino justificado.
"¿Porqué?" preguntó Saga imperiosamente.
"El buitre es el símbolo del dios de la guerra, Saga, de Ares." El joven gemelo abrió sus ojos asombrado. "Y el que haya aparecido aquí no implica sino que el comienzo de la nueva Guerra Sagrada está muy próximo."
Las noticias eran malas. Lo notaba por el tono. Por lo que implicaba. Saga escuchó esto, y se repetía lo primero, que era malo, pero, curiosamente, no le pareció tan terrible como pudiera, o debiera ser. ¡La Nueva Guerra Sagrada! En su interior, Saga se sonrió. ¡La hora de la verdad se aproximaba! ¡La hora de poder demostrar que su existencia era justificada! ¡Qué sería el escalpelo que extirparía el cáncer que devoraba al mundo y que dañaba a su diosa y a sus hijos!
"¡Maestro! Si eso es verdad..." dijo al fin Saga. "Entonces, debemos apresurarnos... los enemigos de nuestra Señora comienzan a moverse ya, y nos amagan. ¡No permitiré que nos tomen desprevenidos!"
El brillo y el anhelo en su voz, hicieron que Saga dejara atrás su turbamiento dando paso a una extraña alegría. Shión escuchaba serio a esto.
"Hijo mío, es notoria tu juventud al sentirte tan entusiasmado por un presagio tan fatal." Dijo Shión tranquilamente, pero que no dejaba de ser, un tibio llamado de atención. "Sin embargo, estoy seguro que nuestra Diosa lo comprende, comprende tus ansias de servicio y de entrega."
Saga se sintió tranquilizado ante estas palabras, considerando sobre todo, que a pesar de que Shión le incitaba a sentirse apenado por la situación, no podía, ni quería hacerlo.
"¡Maestro, yo terminaré de una vez para todas con el terrible ciclo de Guerras Sagradas que han plagado a nuestro mundo y que tanto dolor le causan a Nuestra Señora!"
Y al decir esto, imprimió una convicción tal en sus palabras, que Shión logró creerle. ¿Sería posible que este joven trajera consigo la promesa de la liberación de las Guerras? La dedicación, el poder de este joven, aunado a los signos que marcaran su nacimiento, eran imposibles de ser considerados. El velo del templo de Star Hill rasgado al nacer, como partiendo Eras.
"Saga" dijo Shión finalmente. "Hoy es el último día antes de las semifinales para obtener el Manto Sagrado de Géminis, no tienes más que vencer a dos últimos rivales para ello. ¿Cómo te sientes?" preguntó el Patriarca, preocupado.
"¡Listo, Maestro! ¡Me siento listo! ¡Muero por demostrar mi valía! ¡Quiero llegar a ser un instrumento para el fin de estas injusticias! ¡Seré inclemente para con quienes amenacen la seguridad del Reino de Atena y de su grey!" Los ojos de Saga se tornaron fríos e implacables, y Shión no pudo evitar temblar en sus adentros.
¿Qué era esta calidad que descubría hoy en Saga? ¿Qué eran estos matices que no había sospechado antes? ¿Podía haber estado tan ciego como para no darse cuenta de que, el poder de este joven, podía ser como un arma que podía acabar con las amenazas como con su portador?
"Pero hijo, si algo nos enseña Atena es la compasión por nuestros enemigos. Todos tenemos la oportunidad de una segunda ocasión." Dijo Shión, listo para enfrascarse en una conversación de confrontación, pués era necesario sondear el alma de este joven, que hoy, le parecía otro.
"Si, Maestro, eso lo entiendo. Sin embargo, creo que los enemigos de nuestra Señora han tenido más que una oportunidad para arrepentirse, ella ha tenido compasión para con ellos, esto no ha hecho sino fructificar en un incesante e interminable ciclo de muerte y guerra que daña, no solo a nuestra Diosa, sino a sus creyentes. ¿No es tiempo de terminar con esto?" preguntó Saga a su Maestro.
"Eso, hijo mío, no nos corresponde a nosotros, sino a los dioses decidirlo." Respondió Shión firmemente. "Nosotros somos sirvientes de Atena, que debemos cumplir con el objetivo de pelear su guerra por salvar al mundo, situación que le apena, pero que al final, no ha podido evitar."
¡Qué huecos le sonaron a Saga estos argumentos! ¿Instrumentos simples de pelea? ¿Su papel a ser un simple soldado? ¿Carne de cañón para una guerra indefinida? ¿Qué era esto? ¿Porqué prolongar una situación injusta si Atena era la diosa de la justicia? ¡No! ¡No podía tolerar este papel! ¡Debía de haber otra manera!
***
(Tema de Fondo: Arrow of Sun)
Sin grandes esfuerzos logró alcanzar la cima. Kanon había llegado ya, hasta la cúspide de uno de los sitios prohibidos del Santuario, el Oráculo de Star Hill. Poniéndose de pie, observó hacia abajo la gran distancia recorrida con una sonrisa de desprecio.
"¿Acaso es tan terrible para los demás subir aquí?" se cuestionó incrédulo. "En verdad, me parece, que la fe es lo que, lejos de lanzar a la gente por lo imposible, es lo que marca los límites..." Dijo de manera cínica. "Todos dicen que es imposible para quien no sea Patriarca llegar hasta aquí, y quienes lo han intentado han quedado en el intento... ¡Patrañas! ¡Supersticiones para los tontos!" Y sonriendo dijo en voz alta. "¿Lo has visto, Saga? ¡Estoy en Star Hill contra cualquier pronóstico! ¡Vivo y sin estar exhausto! El primer signo de que tu fe es solamente una doctrina de control."
Sonriendo una vez más, escupió con desprecio. El repulsivo proyectil se perdió. Kanon se volvió entonces a la entrada del poco elaborado templo oracular, y sin ningún dejo de rito, traspasó la línea, dispuesto a ver lo que se ocultaba detrás de el aura misteriosa de este sitio.
La sala que encontró, era extrañamente pequeña. En una pequeña etapa, lo único que encontró fué una rústica cama de piedra y una vela. Nada más. Kanon abrió los ojos insatisfecho. ¿Qué engaño era este? ¿Esto era el magnífico Star Hill? ¡No lo podía creer!
Dando grandes pasos recorrió el sitio una y otra vez. ¡Nada! ¡Nada de secretos! ¡Nada de basura oculta detrás de la puerta!
"¿Cómo pude haberme equivocado tanto?" se preguntó para sus adentros. Imaginando ahora la cara de Shión y de su odiado hermano, en son de burla, lo llenó de furia. Pero tenía que ser inteligente. ¡No podía permitirse revelar su presencia aquí! No desesperaría, observaría, fijaría su atención, con seguridad, tendría que haber algo... lo malo, es que en realidad no sabía que era lo que verdaderamente buscaba. Recorrió con su vista la habitación, las paredes, talladas en la piedra, eran lo suficientemente regulares y bien construidas. Kanon entrecerró sus ojos haciendo un esfuerzo por mirar más allá de lo que podía resultar obvio. Se recordó a sí mismo que venía buscando algo... y que ese algo era un secreto. Un secreto no podía descubrirse tan rápidamente. Y entonces... algo llamó su atención al fondo de la cámara. ¿Podía ser que...?
Llegó hasta el fondo y examinó la pared. Parecía no ser tan firme aquí como en el resto de la cámara. Abriendo sus brazos y poniendo sus manos sobre la fría pared, Kanon exploró el muro, y entonces... ¡encontró algo! Kanon sonrió.
*** (Tema de Fondo: Aria of the Tree, Ares' Shadow)
"Maestro" dijo Saga al Anciano Patriarca, quién se había sentado ahora en el Trono Papal dentro del Palacio. "Cuénteme de la Guerra Sagrada."
Shión asintió. El había abierto esta Caja. En Saga había una necesidad por la Guerra mucho más allá de lo que el propio joven pudiese reconocer.
"¿Qué quieres saber, Hijo?" preguntó Shión finalmente.
"¿Cómo fue combatir en ella? ¿Cómo obtuvo su victoria Atena ante sus enemigos?" preguntó Saga.
El Patriarca observó a Saga y le dijo.
"No comprendo tu pregunta, Saga. Estos son hechos que conoces por tus estudios."
"Conozco lo que los libros dicen, Maestro, pero no conozco su versión... usted estuvo allí." Replicó Saga con simpleza.
Shión, suspirando, comienza su respuesta con algo de renuencia.
"La Guerra Sagrada anterior fue la más terrible de todas, Saga. Fué aquella en la que más Santos de Atena hubieron en existencia. fueron aumentando a lo largo del tiempo, y ni así fué suficiente."
"¿Qué?" preguntó Saga asombrado abriendo sus ojos. "¿Se refiere a que el ciclo de Guerras Sagradas lejos de irse acercando a su final se ha ido acentuando?"
La percepción de Saga y la manera en medir los acontecimientos no le gustaban a Shión, pero la verdad, era generalmente molesta.
"Así es, Saga." Dijo Shión con un poco de vergüenza al admitirlo. "Hace ya muchos milenios, los dioses que se habían revelado como enemigos de nuestra Señora habían sido Poseidón y Ares, por el dominio de la Tierra y sus habitantes. Nuestro señor Zeus impuso las reglas de aquellos que fueran los que combatieran y quienes debieran de permanecer ajenos a la lucha. Uno de esos dioses, que debieran de haber permanecido ajenos, aprovechó un descuido en el discurso del Padre de los Dioses y decidió combatir con su sobrina, sin embargo, no abiertamente, pués en si, no tenía la justificación para hacerlo, mucho menos, considerando, que de los tres dioses máximos, el tenía el poder más reducido. ¿Cómo podía el hacerse más poderoso y esperar su momento de ataque óptimo? Azuzando las guerras en el mundo, y para ello, contó con la especial ayuda de Ares, dios de la guerra."
Saga escuchó con atención las palabras de su maestro. En ningún libro de historia que jamás hubiese leído, había encontrado la noción de que las guerras eran más cortas en la antigüedad. ¿Porqué no aclaraban esto los libros del Santuario? ¿Porqué ocultar este detalle?
"Los ataques de los enemigos de Atena no siempre fueron frontales, hubieron choques de estos dioses y sus respectivos defensores vez tras vez, pero en ocasiones, también, involucraban complicados juegos de espera prolongada que se extendieron por varias generaciones. Sin embargo, el resultado fué uno: las guerras, directas o indirectas, tenían por resultado a muertos, y poco a poco, las guerras comenzaron a ser más elaboradas y más refinadas en su arte, cada vez comenzaban a ser más mortíferas. Con el poder de la guerra en el mundo, Ares se fortaleció, pero con la muerte de cada soldado e inocente en el mundo, provocada por la guerra, de manera directa o indirecta, el verdaderamente beneficiado, terminó siendo Hades, señor del Inframundo. Finalmente, hace casi 500 años, el señor subterráneo decidió que estaba listo para reunirse al ciclo de las Guerras Sagradas, tras haber sufrido una grave herida en su cuerpo celeste de parte de un mero Santo de Bronce de Atena: el Santo de Pegaso.. Zeus nunca le prohibió a el de manera expresa hacerlo, sin embargo, necesitaba una justificación. Hades ya había intentado desde milenios antes unirse a la guerra, por lo que el Señor del Inframundo manipuló a los hermanos de su abuelo, a los Titanes, a los cuales liberó del Tártaro, en un afán por debilitar las fuerzas de Atena. El movimiento de el hermano menor de Zeus fué certero, pues este último movimiento lo enriqueció en poder grandemente, ya que, el precio pagado por las tácticas de guerra, fue la muerte de todo un pueblo, y todo un continente..." Agachando la cabeza, Shión recordó con dolor el día la isla- continente de Lemuria, se hundió, llevándose en el hueco de su partida, a un orgulloso y leal pueblo que siempre luchó en el nombre de Atena, y que como pago, solo obtuvo, la extinción, a manos de un enfurecido Poseidón que interviniera en su momento de la injusta y despiadada guerra. Sobrevivieron algunos Lemurianos, sus antepasados directos, los cuales salieron de la Isla de la Reina Muerte a un Santuario dado para ellos por parte de Atena y se decía que existían colonias esparcidas a lo largo del mundo, que, en su deber por reconstruir el Santuario, no había podido buscar con la dedicación que hubiese querido... incluso hubo ese grupo de Lemurianos renegados que..., pero tenía que proseguir con su relato de las Guerras Sagradas. "En la Guerra contra los Titanes, el continente de Lemuria se hundió para siempre. Esto, enriqueció en sobremanera al señor Hades, Saga. Cada vez más seguro de sí mismo, e implacables, Ares atacó junto con sus terribles guerreros, los Berserkers, al Santuario. Pero Ares no logró sobrevivir a este ataque. Veíamos un posible fin a la guerra, pues Hades, no atacó en esa generación, quizá aún fortaleciéndose de su última intervención. Creía el Santuario que ganaría pronto la guerra de manera definitiva, pero en la siguiente Guerra, Hades decidió no esconderse más. Lleno de poder por los muertos en el mundo, el Señor del Inframundo atacó en un momento en que el Santuario se había reforzado esperando este ataque final. El mayor número de Santos jamás reunido luchó contra Hades y sus fuerzas. La lucha nos llevó lejos. muy lejos, y perdimos a muchos amigos." bajando la cabeza con tristeza, Shión reprimió las lágrimas, al recordar a tantos amigos idos para siempre, en una Guerra de final incierto. Una batalla terrible que los llevó hasta territorios, hasta entonces, desconocidos para los Santos de Atena.
En la mente de Shión y de Saga, las escenas se dibujaron nítidas. Dohko, Santo Dorado de Libra repartió entonces las armas entre ellos, tocándole la espada.
"Logramos exterminar a la primera oleada de nuestros enemigos, entonces, pero la lucha fue tan terrible, que algunos de nosotros llegamos hasta los límites del propio mundo, e infringimos territorio consagrado a Hades en la Tierra. El hermano menor de Zeus no necesitaba más para intervenir. Clamando haber sido objeto de una invasión, Hades se lanzó contra nosotros en una lucha implacable. Los Santos de Atena no somos más que humanos, hijo mío, la lucha sin tregua contra fuerzas tan terribles, hacen mella en nosotros, muy a nuestro pesar, y de 79 Santos que éramos entonces, sobrevivimos únicamente un amigo y yo. Apenas Hades fue vencido, pero se fue con la promesa de regresar."
Saga lo miró impactado. Preguntándose por qué no habían detenido a Hades en ese momento, o a cualquier otro dios para esto.
"¿No murió ningún dios, Maestro?" preguntó finalmente.
Shión negó gravemente con su cabeza.
"No en ese entonces, el único que pudiera haberlo hecho, murió antes de poder concretar la operación. el único que llevaba una de las tres armas que jamás hayan existido que pueden matar a un dios." replicó Shión.
"¿Armas que pueden matar a los dioses?" preguntó Saga en su mente. "¿Qué podía ser esto?"
***
(Tema de Fondo: Black Saint's Challenge)
Iluminado por la frágil llama de una vela, Kanon terminaba de leer los detalles en la última Guerra Sagrada, llegando al conocimiento de la última Guerra Sagrada al mismo tiempo que su hermano Saga.
"¿Armas para matar a los dioses?" se preguntó en su mente. "¿Qué son estas armas? ¿Cuál es su origen?" se preguntó Kanon lleno de curiosidad. Hojeando rápidamente el libro, buscó respuestas a sus preguntas.
Pudo encontrar la representación gráfica de una Hoz de Pedernal, que, habiendo sido cubierta por Hefesto en tiempos antiguos de Oro y Oricalco, para conmemorar la victoria de Crono sobre Urano, era guardada celosamente por Atena y Zeus, pues era el arma más poderosa del Universo... ¡un arma capaz de matar a un dios! En una treta elaborada, Eris, la diosa de la discordia y hermana de Ares, logró robar poco a poco, partes de la poderosa arma, y con ella elaboró una daga y una punta de lanza.
Atena, tomando otra de las tres partes que restaban de la Hoz de Crono, elaboró para si misma, una flecha poderosa que asignó al cuidado de uno de sus poderosos guerreros: el Santo Dorado de Sagitario, la cual, reposaba guardada en dicho templo dentro del Santuario. Kanon sorprendido pensó:
"¡Así que la Armadura de Sagitario es una capaz de matar a un dios!" al pensar en Sagitario no pudo por menos dejar de pensar en ese entrometido chiquillo, Aiolos. "Así que ese mequetrefe ni siquiera sabe por lo que está luchando."
Haciendo sus pensamientos a un lado, Kanon prosiguió con su búsqueda de información.
La punta de lanza de Eris, fue llamada durante algún tiempo, la Lanza del Destino, se cuenta que este artículo se perdió de manos de los propios dioses y que fue utilizada como objeto místico por algunos humanos durante algún tiempo, sin embargo, la valía de esta lanza fue demostrada, cuando fue utilizada para rematar a una de las encarnaciones de la Gran Voluntad en la Tierra. Tras haber sido guardada por sociedades místicas, se contaba que la Lanza finalmente había caído en manos de un humano a comienzos del siglo XX de los Cristianos, pero que tras su caída, dicha Lanza había sido destruida por órdenes de Atena misma.
La tercera arma: la daga de Eris fue la que se concretó en ser utilizada como arma de traición, fue soltada por esta misma diosa, por el mundo en tiempos antiguos, siendo utilizada como arma final para matar incluso a poderosos Césares. Atena, preocupada por el destino de esta arma en manos equivocadas, había logrado rescatarla y ponerla bajo resguardo al intervenir en la caída del Imperio Romano. El aura de poder que esta arma emanaba, había sido causa de gloria y ruina de dicha nación. La daga, había sido utilizada para terminar justamente con Ares en la guerra Sagrada anterior. Teniendo la manufactura de Eris en ella, Atena decidió ocultarla para siempre del mundo, pero sin destruirla, pués sabía que, habiendo tan pocos restos de este prodigio en el mundo aún, su necesidad podía llegar a ser, en un momento imperiosa. Por lo tanto, esta arma se ha declarado como desaparecida en la última Guerra Sagrada, sin embargo.
Kanon abrió los ojos desmesuradamente y sonrió:
"¡Está aquí! ¡El arma para matar a los dioses está aquí! ¡En Star Hill!"
***
(Tema de Fondo: Cursed Goddess)
"Entonces. ¿se perdió?" preguntó Saga a Shión desilusionado. "¿Quiere decir que es únicamente la Flecha de Sagitario el último reducto para matar a un dios?" preguntó el gemelo algo sorprendido.
"Por eso es que, no hemos podido nosotros acabar con los dioses, Saga. el guardián de Sagitario pereció en la última Guerra antes de que fuera capaz de utilizarla. En un desesperado intento, el Guardián de Libra y yo, de Aries, logramos con nuestros cosmos proteger a Atenea lo suficiente de la ira de Hades, el cual, terminaba con la vida de nuestros compañeros Dorados, uno a uno, cayeron fulminados. Atena logró encerrar el alma de Hades y sus esbirros, pero apenas con energías logramos salir del Infierno. Exhausta más allá del límite, Atena nos encomendó el cuidado del mundo y nos pidió esperar a su próxima encarnación."
El alma de Saga se encontró en desasosiego una vez más.
Por una parte el relato le dejaba claro que, no era por falta de voluntad de Atena ni de sus guardianes, el terminar con estas guerras y sin embargo. El Maestro Arles había hablado de tres armas en algún momento, sin embargo, solo explicó el destino de dos de ellas. Una sombra de duda lo invadió de momento. ya una vez le habían ocultado información ¿podía ser posible que lo estuvieran haciendo una vez más?
Y entonces, recordó las palabras que alguna vez su hermano Kanon le dijera. confiar siempre sin cuestionar era un error. Hoy, parte de su historia preconcebida y aceptada, había sido totalmente reescrita ¿acaso podía haber algo más que no supiera? ¿Cómo saberlo? Únicamente.
Volviéndose hacia Shión, quien sentado lo observaba silencioso, Saga reprimió su pensamiento. Y tuvo miedo. Un gran miedo. Miedo de descubrir más secretos. Miedo de que algo le dijera que Kanon podía tener razón.
"Maestro, ha anochecido." Dijo Saga bostezando. "Si me lo permite, me retiraré a descansar, no estoy acostumbrado a desvelarme."
Shión asintió gravemente tras las palabras de Saga.
"De acuerdo, hijo mío, puedes retirarte ya."
Saga se acercó a su Maestro y le besó la mano.
"Nos veremos pronto, Gran Maestro." Dijo Saga con resolución, afirmando con esta aseveración su pase a la final por la Armadura de Géminis.
"Estoy seguro de ello, Saga" agregó Arles. "Una cosa nada más." dijo el más Grande de los 88 Santos de Atena. "Recuerda que todo contacto con cualquier rival por la Armadura antes del enfrentamiento está prohibido."
Saga, sorprendido replicó.
"¡Maestro! Esto lo conozco, le puedo asegurar que no es mi intención."
Shión le interrumpió de manera sesgada.
"No lo digo por ti, Saga, lo digo por tu rival. Estoy seguro que intentará pasar por alto esto, pues presiento que será alguien que querrá verte, y al cual querrás ver, después de todo este tiempo."
Estas palabras hicieron que Saga callara con tristeza. No podía hacer referencia su maestro a otro sino a su hermano Kanon.
"Lo comprendo, Maestro." dijo Saga, haciendo una reverencia y alejándose.
El joven gemelo salió de su encuentro con Shión, percibiéndose a sí mismo diferente, pero no logrando encontrar la causa de alegría, ya que en realidad, sentía un sabor amargo que no le permitía sentirse todo lo alegre que en otras ocasiones, tras haber recibido sus lecciones, sintiera.
*** (Tema de Fondo:Legendary God Warriors)
Kanon desesperado terminó de buscar entre los grandes tomos algún sitio secreto donde pudiera estar oculta la Daga de Eris. Desesperado, notó que ni siquiera la luz de las velas era ya suficiente. Y no conocía el lugar lo suficiente como para proseguir su búsqueda en la oscuridad.
"¡Maldición!" dijo en voz alta. "¡No logro encontrar nada y debo irme!"
Sin perder más tiempo, tomó el libro que leyera y se disponía a devolverlo en su sitio, cuando, una sonrisa le cruzó el rostro.
"Creo que después de todo, no me iré con las manos tan vacías como me lo pienso." y abriendo el libro, llegando a la página donde hablaban de la daga escondida en el Santuario, y su particular secreto, el mayor gemelo la arrancó sin borrar su sonrisa. "Aquí llevo tu ruina, Saga."
Doblando cuidadosamente el pergamino, Kanon lo guardó en su cinturón, mientras devolvía el libro.
"Nadie se dará cuenta de que aquí estuvo alguien ajeno al templo."
Apresuradamente, Kanon apagó la débil llama de la vela y salió por la misma entrada secreta que descubriera. Sin más tiempo que perder, comenzó su descenso, satisfecho por su hallazgo.
"¡Ya veremos lo que pasa ahora, Saga! ¡Tú convicción será destruida cuando te muestre los secretos de los que has sido víctima! ¡Cuando veas que no hay una honestidad total ni siquiera en Atena!"
Ahogó una carcajada para no revelar su posición, mientras, que a gran velocidad, había logrado descender rápidamente. Envuelto por el conjunto de árboles que rodeaban la falda de Star Hill, Kanon, bajó desapercibido para todos, o al menos, eso pensaba.
Viendo de un lado al otro, comenzó su camino rumbo a su cabaña, cuando se detuvo de pronto, sabiendo que era observado. Alerta se volvió.
"¿Quién está allí?" preguntó amenazador. "¡Hable!"
Un silencio fue lo que obtuvo por respuesta. Kanon cerró sus ojos, intentando localizar la presencia de aquel desconocido que le estaba observando. ¡no podía ser su imaginación! ¡no eran ni siquiera sus nervios! ¡Estos no existían más!
Viendo amenazadoramente a su rededor, Kanon logró observar un movimiento, mínimo, detrás de un arbusto, y utilizando su técnica desarrollada, de ataque sin delatar cosmos, lanzó un golpe a la sombra, que, trabajosamente, evadió el golpe.
"¡Imposible!" pensó Kanon asombrado. "¡Ese golpe era muy rápido! ¡Solamente alguien entrenado en el camino del Cosmos y cercano al nivel dorado podría haberlo evitado!"
Alzando la voz, el mayor de los gemelos gritó:
"¡Es mejor que salga, lo he descubierto!"
Guardó silencio esperando una respuesta, la cual, tras algunos segundos, llegó.
"Lo mismo podría decir yo, Kanon."
El interpelado abrió los ojos asombrado. ¡Esa voz! ¡El conocía esa voz! Era la de.
"¡Aiolos!" dijo con desprecio. "¿En el nombre de las Parcas, qué estás haciendo aquí?"
Saliendo de las sombras, la odiada presencia de Aiolos se manifestó finalmente con un fulgor ambarino.
"¡Vaya, Kanon! Creo que el día de hoy no haces sino robarme las preguntas."
A unos pasos de el, Aiolos miró de frente a Kanon inquisidoramente. Era obvio que lo había visto bajar de Star Hill, no tenía caso el negarlo.
"¡Lo mataré!" pensó Kanon desesperado, pero se tranquilizó. Si bien, el podía ocultar su cosmoenergía, ya Aiolos había demostrado poder evadir algunos de sus golpes, y al quemar el propio sagitariano su cosmos, podía revelar su presencia, no, no podía arriesgarse. Aunque quizá pudiera engañarle.
"Ya veo" dijo Kanon sonriéndose. "Seguramente te he sorprendido mientras descansabas ¿cierto?" preguntó Kanon, renunciando a una actitud hostil frente a Aiolos.
Esta reacción del gemelo de su mejor amigo puso en alerta al joven griego. ¡No era natural en Kanon esta reacción!
"¿Qué hacías en Star Hill, Kanon?" preguntó llanamente Aiolos.
Kanon abrió los ojos fingiendo sorpresa, y carcajeó a todo pulmón acto seguido. Aiolos lo miraba severo, no comprendiendo el motivo de la risa.
"¿Crees que vengo de Star Hill?" decía entre carcajadas. "Pero amigo, siempre he considerado que eres un entrometido, esta pregunta no hace sino confirmarlo."
Aiolos ignoró el insulto. Prosiguió con su mirada firme en Kanon, interrogante.
"Bien, bien, parece que no pierdes el control con nada. Está bien, déjame responderte con otra pregunta. ¿es posible subir a Star Hill sin ser Patriarca?"
Esa pregunta, hizo que la cara de Aiolos se tornara confusa.
"¿Qué dices?" preguntó finalmente.
Kanon, sonriendo para sus adentros pensó.
"No es más que otro idiota crédulo., al cual, podré engañar, con las mismas mentiras que se ha tragado siempre." y señalando a la cima de Star Hill, Kanon prosiguió. "Que me fué imposible subir a Star Hill, Aiolos."
El joven sagitario se mostró confundido.
"¡Venías bajando, eso lo sé!" dijo finalmente Aiolos firmemente.
"Así es" dijo Kanon prestamente. "Había subido una cantidad de trecho considerable, pero, una especie de protección divina parece hacer que el camino sea más largo una vez escalando la Cumbre Estelar. estoy muy cansado. " Dijo mostrando sus manos, empolvadas.
Aiolos, entonces, sonrió.
"¿Ves lo que obtienes por tu comportamiento rebelde, Kanon?" dijo Aiolos ahogando una carcajada. "Tu hermano siempre me ha hablado de ese comportamiento tuyo. " y ahora soltó a reír.
Kanon se puso en alerta cuando el sagitariano pronunció esas palabras referente a su hermano. Y una fría ira le inundó. Con que gusto hubiera tomado el cuello de ese repulsivo arribista y se lo hubiese tronado, sin quemar cosmos, como deseaba matarlo como a un perro.
"¿En verdad eso ha dicho Saga de mí?" preguntó Kanon molesto y con mirada torva. Carcajeó amargamente, tanto, que provocó el silencio de Aiolos. "¡Qué cosas tiene el destino, Aiolos! Pareciera que siempre que voy a un sitio prohibido, son mis manos las que delatan mi acto."
Con seguridad se aproximó a Aiolos y le puso las manos cercanas a su rostro en gesto amenazante.
"Pero ¿sabes? Siempre que pasa esto, hay una lección que aprendo."
Aiolos mirando seriamente a Kanon, el cual, estaba a unos centímetros de él preguntó:
"¿Cuál es?"
Kanon percibió la duda, el temor, aunque sea momentáneamente en Aiolos y lo disfrutó.
"Que después de ello, me vuelvo más fuerte, y la convicción de que aquello que deseo fervientemente, se realizará, no sé como, pero se hará."
"No si los dioses no lo permiten" respondió Aiolos retadoramente, dejando atrás el temor.
"Ah. el consuelo de ustedes, como siempre, mentar a los dioses. Y como siempre, ante ese argumento cedo, aunque debo de decir, que en esta ocasión, lo hago por una razón distinta a la que lo hice la última vez con Saga, Aiolos."
Dando la media vuelta, Kanon caminó alejándose de su odiado compañero. Y ya habiéndose alejado bastante, Aiolos preguntó con un grito.
"¿Porqué?"
Esperando esa respuesta, como si de un felino esperando a su presa se tratase, Kanon se sonrió antes de dar la media vuelta y decir.
"Porque antes, solo presentía, Aiolos, pero ahora, ahora ¡YA SÉ!"
Y carcajeando de una manera que hizo que Aiolos sintiera un escalofrío, se alejó del joven dejándolo con terrible sentimiento de intranquilidad..
CONTINÚA.
(Ending: Evil Goddess Eris)
