La tímida luz del sol de Efebo acarició el rostro del icono de Atenea en el
Santuario.
A finales de la primavera, el ciclo solar había entrado en el dominio de Géminis, y con éste, habían llegado los días finales para obtener la armadura dorada del signo amparado por Cástor y Pólux.
Un aire frío, contrastante con el sol brillante que se mostraba sobre un cielo azul intenso, recorrió las construcciones del Santuario, apenas en activo por los guardias que habían montado su vigilia en los dominios de la Diosa sapiente. Era como un frío que recorriera el alma cuando algo nos asusta, cuando algo nos pone nerviosos. Una gota de rocío marino brilló en la comisura del ojo de la estatua de Athena, como si de una lágrima en suspenso se tratara.
Como marionetas cósmicas de los Dioses, de las Parcas, los hombres envueltos en las últimas luchas, tras haber sido eliminados 11,996 candidatos por las armaduras, se alistaban a enfrentar sus destinos al final de un arduo camino. Sangre, sudor, lágrimas, sueños, pesadillas de tantas almas con un objetivo en mente, estaban a punto de presenciar, como conteniendo la respiración, las contiendas entre nativos de los gemelos. Determinación. Voluntad.
"¿Son todas ellas suficientes?" se preguntó desde el lejano Areópago, Ares, Dios de la guerra.
Como una grotesca gárgola, que no encajaba en la arquitectura del Santuario, a través de los ojos de su temible criatura, el salvaje Ares, observa el mover lento de las ruecas del destino, con la paciencia infinita que da la rutina de ser un inmortal, un eterno.
"Ahh, hermanita, no puedes engañarte... eres tan cruel como todos nosotros, aquellos a los que desprecias por nuestro empeño en parar la insoportable monotonía... ¿no disfrutas como nosotros, grandísima hipócrita?" el sarcasmo del comentario casi podía palparse, un trueno relampagueó en las partes posteriores de la montaña del juicio. "La sentencia de las Parcas es innegable, lo único que nos mueve es la esperanza de luchar contra el tiempo..." Carcajeando sonoramente, Cosmoenergía se desprendió del ser espiritual de la guerra. "Nuestro padre nos puso a nosotros el ejemplo al luchar contra Cronos, pero su venganza es cruel e insondable... como nosotros llegamos a ser Dioses algún día, también ahora otros están al borde de alcanzarlo, y nos entretiene la guerra por detenerlo."
Aleteando siniestramente, el buitre de Ares planea sobre el Santuario dirigiéndose a la cabaña de Saga.
Allí, ante una ventana sin vidrios, sin tapas, en medio de un sueño justo, Saga reposa confiado en que su Diosa le favorecerá en la búsqueda de sus propias metas, visualizándose como la única esperanza de esta generación, el gemelo menor apenas cambia de posición, como advirtiendo el estar siendo vigilado.
"Allí estás, Saga... te voy observando desde tu nacimiento, ¿qué destino aguardan las Moiras para ti en estos días? Tu destino es ser Santo Dorado de Géminis y me eres un misterio total aún, estas no serán con mucho las últimas pruebas que enfrentes en tu vida, pues como las estrellas determinan la cantidad de dolor que cada humano sufrirá en cada encarnación, los Dioses tenemos el privilegio de poder mover las balanzas frágiles de sus vidas hacia un lado o hacia el otro... pobre, pobre, Saga..."
Siguiendo con su ominoso vuelo, el buitre de Ares se posa en un lejano árbol cercano a la cabaña de estudio de Kanon, el mayor de ambos gemelos.
"Imposible verte a través de métodos normales, Kanon..." piensa Ares con una sonrisa, remarcando lo hermético de la choza del gemelo. Usando sus percepciones avanzadas, el salvaje Dios de la guerra logra discernir a través de las paredes pasándolas como si no existieran, encontrando al hermano mayor de Saga durmiendo sobre la mesa, con una vela totalmente consumida, y con un trozo de papel aún siendo sostenida de manera obsesiva entre sus manos. "El hermano invisible, el hermano eclipsado ante el fulgor del otro. Es cuestión de tiempo antes de que el eclipse pase, estrella de géminis, te empeñas tanto en mostrar lo que no es cierto, que no te das cuenta que es la misma fe que condenas en tu hermano es la misma que te mueve... tu destino es ser Santo Dorado de la Diosa bajo el signo de los Gemelos ¿cómo puede ser? Se lo pregunta el anciano... la respuesta, debería de saberlo ante tantos años de existencia... la tiene sólo aquello que ni él ha podido vencer: el tiempo."
Alzando el vuelo, el buitre de Ares se dirigió una vez más a un punto indeterminado, alejado del Santuario, alejado del Olimpo, en territorios que los malditos de Athena, merodean, lejos de su luz misericorde, es apenas irónico comprender, que de esas regiones olvidadas, la verdadera amenaza de esta Guerra Sagrada será desatada...
CRÓNICAS ZODIACALES: GÉMINIS: REVOLUCIÓN
CAPÍTULO III:
VICTORIA PÍRRICA
Sentado a la mesa, desayunando tras una noche de reposo, el radiante Saga ora concentrado por la victoria.
El frugal desayuno que se muestra delante de el, traído por las doncellas del Santuario, se muestra apetitoso.
"Es de sorprender que en estos momentos todos los finalistas por la armadura estamos haciendo lo mismo... comiendo, algunos con nervios, otros con ansias, otros forzadamente, señora Athena, sabes lo que pienso y siento, la magnitud del compromiso que tengo yo contigo, permíteme llegar a mi meta, Diosa mía..."
Sirviéndose un poco de jugo, Saga se dispone a beber el contenido del vaso, cuando sorprendido se da cuenta de que...
"¿Qué?" pregunta en voz alta extrañado al encontrar que el vaso que ha tomado... "¡Está vacío! Pero ¿cómo? Me he servido recién..."
Una carcajada sonora y traviesa se escucha a las espaldas de Saga, llenando la cabaña totalmente con su sonido bienvenido para el atónito gemelo. Volviéndose, Saga observa al joven Aiolos bebiendo del vaso tras interrumpir sus carcajadas.
"¡Asombroso!" piensa Saga sorprendido. "¡No lo vi hacer absolutamente nada! ¿Tan absorto estaba yo en mi meditación?"
Firmemente dejando el vaso en la mesa, Aiolos toma el jarro de jugo y vierte de este en el vaso que está frente al azorado Saga.
"¿Listo para estas pruebas, amigo?" pregunta sin presunción a pesar de saber que a un año de estar en la situación de su amigo, ha demostrado capacidades doradas. "¡Espero que así sea! ¡He venido a animarte!"
Saga se sonríe con confianza, y con un poco de presunción responde.
"He estado listo para estos días desde que comencé este camino, amigo mío..." dice al tiempo que bebe el vaso de jugo que su amigo, casi hermano, le sirviera hacía unos instantes. "Eres asombroso, Aiolos" dice finalmente Saga poniéndose de pie al terminar de beber su jugo. "Me parece que seremos ambos compañeros de Orden."
Aiolos, modestamente, da una palmada en el hombro a su amigo.
"Gracias, muchas gracias amigo, francamente espero que lo que digas se convierta en realidad."
Sonriendo, el menor de los gemelos responde al gesto amistoso y dice:
"Nada me daría más gusto, poder compartir este grandísimo honor junto con... mi hermano." Concluye Saga la frase con gesto preocupado y agachando su mirada.
La sonrisa de Aiolos se borra de pronto al comprender el sentido de las palabras de Saga en ese momento, el dolor que, en parte, le significa a Saga el tener que competir contra su propio hermano carnal por el honor de ser un Santo de la Diosa. Un gesto de preocupación estremece a Aiolos al recordar su encuentro con el hermano gemelo de su amigo.
"En verdad..." piensa el joven Sagitariano. "... Lo mejor sería que Saga resultase el ganador, hay algo inquietante en Kanon, algo que me hace temerle... es asombroso que sean tan parecidos y tan diferentes a la vez..."
Al notar que Aiolos no responde a sus preocupaciones, Saga sonríe diciendo.
"Te agradezco tu respeto, tu silencio es mucho muy apreciable para mí..."
"Ni lo menciones, amigo..." responde Aiolos recuperando su sonrisa. "¡Y ahora vamos allá afuera, creo que es hora de que entrenes un poco antes de tu encuentro...!" dice al tiempo que levanta sus manos haciendo gestos amenazantes, retomando su vaso. "Ya sabes... ¡soy un buen compañero de juego!"
Caminando hacia la puerta, Saga se dispone a salir, mientras que sonríe diciendo:
"No seas tan presuntuoso por un momento de distracción mía, Aiolos... eres bueno, pero no eres mejor que yo." Dice al tiempo que sonríe guiñándole un ojo. "Te espero allá afuera."
Dejando el vaso en la mesa, Aiolos sonríe de vuelta con malicia sana y dice:
"¿Qué no soy mejor que tú? ¡Eso ya lo veremos!" disponiéndose a dar un paso, Aiolos da un traspié al sentirse impedido en su paso... "¿Qué ocurre?"
Pesadamente, Aiolos cae al suelo, tirando consigo, los trastes del desayuno de Saga...
"¡Por la serpientes de la Medusa! ¿Qué es esto?" viendo hacia sus botas, se da cuenta que algunas de las correas que le sostenían, fueron desamarradas y luego hechas nudo. "¿Quién...?"
Una risa desde afuera revela al responsable de la venganza, pícaramente, Saga asoma su cara sonriente desde el quicio de la puerta al tiempo que dice:
"¿Qué te retrasa?" dice al tiempo que sigue riendo. "¡Vamos no tengo todo el día para entrenar contigo!"
Aiolos carcajea mientras intenta desenredar los nudos.
"¡Caramba Saga! Una cosa es que me hagas una travesura pero... ¡hacer los nudos con fuerza dorada!"
La risa de Saga se escucha más escandalosa desde fuera, mientras que el menor de los gemelos imagina el rostro conflictuado de Aiolos al intentar desanudar esas correas de piel.
Abrió los ojos y encontró la oscuridad delante de él. Ni un rastro de luz que le dijera que había amanecido. Sin embargo supo que había llegado el nuevo día. En sus manos sintió aún la hoja de papel robada de Star Hill, la cual, sostuvo con fuerza mientras dormía.
Sacó su lengua para remojarse sus labios secos, y se dio cuenta de que tenía mucha sed. Su cuello le dolía, al igual que su espalda. Se sonrió de cualquier forma, si, el esfuerzo por subir a la Colina de la Estrella parecía haberle exigido mucho más de lo que se hubiera dado cuenta en su momento, sin embargo...
Levantándose con resolución, Kanon saboreó su momento sintiendo el la hoja.
Una hoja sería suficiente para poder hacer que los cauces de dos vidas se juntaran, dos vidas que se separaron por causas no naturales. Odiaba a su hermano, pero lo necesitaba, no podía dejar de reconocer que ambos podrían lograr cosas inimaginables. Le mostraría por fin a Saga la verdad.
Kanon se carcajeó sintiendo venir su momento de triunfo. Robar este trozo de papel de Star Hill había sido como robar... ¡como robarle el fuego a Zeus de sus narices! Kanon pensó si acaso el titán Prometeo se sintiera así cuando hubiera consumado su acto.
"Los Dioses, los Dioses son fáciles de burlar..."
Kanon se sonrió mucho más al recordar el final de la leyenda... Prometeo se atrajo hacia sí la ira de los Dioses, pero el castigo que era para el había recaído en su hermano.
"Aquí traigo el final de tu sonrisa, Saga, el final de tu vida feliz y absurda, inmersa en sueños..."
Se acercó a la puerta y la luz del sol lo bañó totalmente, Kanon se cubrió los ojos por el resplandor que le recibiera, el canto de las aves era fuerte y el cielo limpio.
"Es hora de iniciar el último tramo de nuestros caminos..."
Aiolos gritó lanzándose en contra de Saga como una flecha veloz, rápido, muy rápido en verdad, un fulgor dorado le acompañaba, y el menor de los gemelos se dio cuenta en ese instante, que este muchacho, era una fuerza que reconocer, seguramente, muy cercano a su propio poder.
Las pupilas de Saga adquirieron a su vez un destello dorado, pudo ver como Aiolos se movía rápidamente como entre milésimas de segundo recorriendo grandes distancias... ¡el ken de un Santo de Oro!
En medio de su concentración, Saga podía dejar incluso de escuchar cualquier ruido ajeno al de su enemigo y su movimiento... pudo escuchar la explosión sónica que acompañó el movimiento rápido de su contrincante al acercarse a él. Un nutrido grupo de aves voló lejos del sitio, asustada por el shock que acompañó al movimiento, un movimiento que llegó unos segundos después de que Saga se moviera y detuviera el golpe de Aiolos con un efectivo movimiento de manos.
Aiolos abrió los ojos con sorpresa.
¡Saga era asombroso! El mismo muchacho nativo de Sagitario reconocía su potencial, y sabía que este hombre que tenía delante de sí era poderoso. Había refinado mucho su técnica en los últimos días de una manera asombrosa, pues, si bien Saga podía ser tan poderoso como él, el aspirante a Santo Dorado de Géminis luchaba con una elegancia regia.
Una segunda explosión sónica se escuchó entonces, producto del movimiento propio de Saga.
Ambas, para todos, habrían sonado prácticamente una tras la otra. Pero para estos jóvenes, adoradores de la Diosa griega de las guerras justas, habían estado separadas entre sí por un buena porción de tiempo.
Aiolos sintió su cuerpo despegarse de la tierra, era Saga quien no le había soltado aún, y lanzándolo al aire con fuerza asombrosa, y usando mucho de su poder. El salvajismo en el ataque de su amigo le sorprendió mucho, y el muchacho se volvió para ver a su amigo en sorpresa, el alegre joven abrió sus ojos asombrado... ¡la cara de su amigo parecía diferente! ¡Distinta!
Las facciones y la mirada de Saga se habían transformado en una impenetrable máscara que no revelaba sus emociones, frío parecía proseguir el combate como si eso fuese lo único importante.
"¡Saga!" gritó Aiolos al ser lanzado al aire a la velocidad de la luz. "¿Qué haces?"
Sin siquiera ver hacia el punto a donde lo lanzara, Saga alzó su brazo y lanzo una miríada de golpes a la velocidad de la luz que recorrió el aire, rompiendo ramas a su paso. Aiolos, por segunda ocasión, abrió sus ojos asombrado, ¡Saga lo atacaba! ¡Era inevitable! ¡En el aire no podría maniobrar con la inercia alcanzada por el lanzamiento de Saga!
"¡Saga!" gritó Aiolos asustado prolongando la última sílaba en un grito que imprimía la sorpresa y temor que la situación le generaba, pensando que su vida había llegado a su fin.
Y de pronto... lo inimaginable, los golpes de Saga se desviaron antes de tocarle. Aiolos prosiguió su caída, tapándose los ojos, llegando al suelo con fuerza pero siendo atrapado por Saga. Aiolos abrió los ojos al sentir la interrupción en su momento y encontró a Saga quien lo observaba.
"¿Qué pasó, Aiolos?" preguntó el joven recuperando el movimiento en sus facciones, y como recobrando el brillo en sus ojos. "¿Sentiste miedo? ¡No me creíste capaz de hacer eso en serio, o sí?"
Aiolos al observar al hermano menor de Kanon sintió un estremecimiento que le recorrió la espalda erizando sus vellos... ¡la cara parecía la misma de Kanon, pero la mirada de Saga era mucho más aterradora! ¿Acaso había pasado por alto este detalle? ¿Cuando la mirada de su casi hermano se había vuelto así... tan cruel? ¿Tan terrible? Era como si Saga viera a través del alma y se burlara en ese momento de los miedos de su víctima, como un cazador jugando con su presa.
Poniéndolo en el suelo, Aiolos se sostuvo en sus piernas y se sacudió el polvo, intentando recuperar la compostura y el aire casual y familiar.
"¡Claro que no!" dijo con gran esfuerzo. "Es que... ¡ese truco no lo sabía!"
Saga se rió ante la respuesta de Aiolos, el cual, miró molesto de vuelta a Saga, que parecía burlarse de él. La risa del gemelo retumbó por el bosque, más temible, más fuerte que las explosiones sónicas de hacía unos instantes, y molestó mucho a Aiolos, más de lo que el mismo admitiera... ¡se burlaba de él!
Saga interrumpió sus carcajadas al ver que Aiolos le miraba, extrañado, acaso con un poco de dolor dibujado en su rostro. Y, limitándose a una sencilla sonrisa, Saga concluyó diciendo.
"¡La verdad es que yo mismo lo acabo de descubrir hoy mismo! ¡Gracias amigo!"
Y su sonrisa fue cálida. Pura. De verdadera alegría. Aiolos lo miró mientras, Saga, sonreía cerrando sus ojos, y en su mente hizo paz con el hecho de que quizá, solo quizá, hubiera imaginado más de lo que era cierto, que quizá, en verdad, Saga jamás se hubiera estado burlando de el, sino que simplemente, estaba riéndose de alegría por descubrir una técnica nueva. Y sonrió de vuelta dejando atrás la tensión y llevándose la mano a la cabeza, moviéndola sobre su cabello.
"¡Caramba, Saga!" exclamó Aiolos. "¡Debo de admitir que por un momento sí me desconcertaste!" Dijo entremezclando el alivio y un ligero eco de reproche. "¡No vuelvas a hacerme eso, hermano!"
El menor de los gemelos asintió y miró hacia su amigo.
"No lo volveré a hacer, Aiolos... al menos, no creo que sea correcto, a partir de este tiempo, entrenaré solo." Dijo con un dejo de tristeza.
Aiolos también sintió un poco de tristeza, pero también con alegría, implicando que su amigo, su hermano, estaba a punto de alcanzar la meta que se había fijado. Aiolos tenía una fe total en Saga. Le admiraba. Le quería.
"Pero eso sólo nos acerca, Saga." Respondió Aiolos con una sonrisa optimista. "Porque ¡tú serás el Santo de Géminis y yo...!" dijo señalándose a sí mismo, y tomando una rama caída que tomó como si de un arco se tratase apuntando al cielo con una flecha imaginaria. "... ¡Yo seré el Santo Dorado de Sagitario!"
Viendo a un punto indeterminado en el cielo, Aiolos apunto su flecha imaginaria, tensando el arco imaginario y disparando el proyectil de su mente exclamó:
"¡Pau!"
Aiolos observó hacia el cielo, mientras que Saga bajó su mirada.
"¡Tiro perfecto!" dijo Aiolos felicitándose a sí mismo. "Saga siempre me ha parecido raro que Athena permita el uso de un arma al Santo de Sagitario... ¿a ti no?"
Aiolos calló esperando la respuesta de su amigo, la cual no llegó. Volviéndose hacia el lugar donde esperaba ver a Saga, no lo encontró allí. El gemelo caminaba pesadamente hacia una piedra bajo un árbol, con aspecto sombrío.
"¡Saga!" gritó Aiolos dirigiéndose hacia donde Saga caminaba. "¿Qué pasa, amigo?" Preguntó el joven Sagitariano.
Una brisa marina alcanzó a los Santos refrescándolos. El azul cabello de Saga cubrió sus ojos, pero el gesto de preocupación era evidente, además de que Aiolos le conocía demasiado bien como para no saber que algo le molestaba. Pero guardó silencio. También sabía que Saga hablaría cuando estuviera listo... Saga era su amigo, y él estaría allí para él, para responder, o para escuchar callado, cuando fuera necesario.
"Aiolos" dijo Saga al fin después de un rato de silencio. "Te quiero pedir un favor muy especial, amigo, un gran favor..."
"Dime Saga... ¡lo que sea!" dijo solícito el joven griego.
Meditando un poco antes de responder, el joven gemelo prosiguió el diálogo que había iniciado.
"Yo no puedo ver a mi hermano, me está prohibido por ser un posible rival... pero por favor, obsérvale, quiero que tú le veas luchar... que me digas la calidad de su espíritu en la lucha."
Aiolos observó a Saga extrañado.
"¿Con qué propósito?" preguntó Aiolos tomando asiento junto a su amigo. La sombra de los árboles cubrió a ambos jóvenes. La mirada de Saga se encontraba fija en el piso. Aiolos dirigió su mirada al sitio donde su amigo estuviera observando. Eran hormigas.
"Athena bendice al guerrero honorable... " dijo Saga a Aiolos. "... Al guerrero entregado a su causa, al que busca su objetivo con propósitos nobles, con el propósito noble de servirle, hasta ahora, puedo decirte que no hay candidato a Santo que tenga la fe que yo tengo..." Aiolos sacó el pecho un poco ofendido, su honor había sido herido sin querer por su amigo, ya que su lealtad había sido puesta en tela de duda, pero pensó, que Saga era un ser muy excitable, y que se encontraba tenso por la situación, nada que no hubiera visto antes ocurrir. Saga tenía unos nervios en ocasiones muy frágiles. "Si él no tiene la fe necesaria, no será capaz de ganarme... ¡nadie será capaz de ganarme mientras tenga la fe que tengo!"
La voz de Saga pareció ser más profunda en este momento, y la calidad fría de su mirada volvió, por instantes, breves, pero por instantes. Viendo de vuelta a Aiolos, Saga sonrió y preguntó:
"¿Lo harías por mí?"
Aiolos lo miró de vuelta una vez más extrañado. Y asintió al tiempo que decía.
"Claro... ¡claro, Saga! ¡Cuenta con eso!"
Saga se levantó entonces casi de un brinco diciendo.
"¡Muy bien! Entonces me retiro a orar y a bañarme... ¡es importante llegar limpio a mi combate! Te veré luego." Y retirándose, Saga dejó a Aiolos solo y lleno de preguntas que no quería hacerse el usualmente, alegre joven.
El Carro Solar había terminado casi su recorrido diario por el cielo. El Coliseo Sagrado de El Santuario era un hervidero de soldados y curiosos. La mayoría, entrenados, maestros, se habían dado paso para ver de cerca el nacimiento de un posible nuevo guerrero sagrado. Estaba prohibida la entrada a las finales de estos entrenamientos.
Sentado en su palco mayor, la imponente figura del Patriarca se distinguía claramente. Detrás de él, un imponente ayudante con máscara similar le acompañaba. Se decía que el Sumo Sacerdote de Athena estaba afectado por una misteriosa debilidad que parecía coincidir con el acercamiento del final de la primavera.
"Arles..." dijo Shion bajo su máscara al ayudante que se encontraba con el, su voz, denotando tranquilidad, inspirando confianza, pero llena de una autoridad incuestionable, como líder moral y absoluto del Santuario de Atenas.
"Su Señoría..." respondió solícito el imponente ayudante. "Dígame."
"Ordena la salida de los contendientes, esta podría ser una batalla de los 1000 días, por todo lo que sabemos..." Hubo ahora en el Patriarca un dejo de fastidio.
"Si, su Excelencia" respondió Arles, el cual, hizo un par de inclinaciones a dos guardias que se encontraban en la arena resguardando dos puertas encontradas. Ambas se abrieron. Y la muchedumbre gritó.
La figura de un alto caballero, de cabello rubio impuso su presencia con sus 180 centímetros de altura y su musculoso cuerpo.
Del otro lado, la imponente figura de un alto hombre impresionó a los asistentes, de cabello azulado y 188 centímetros de altura, con un cuerpo no tan voluminoso como el de su contendiente.
Ambos rivales se observaron. Ambos sonrieron y se acercaron delante del palco papal. Y le observaron ambos. El primero, habló al máximo de los Caballeros.
"Mi señor Patriarca..." dijo al tiempo que se arrodillaba. "Estoy delante de ti este día para ofrecer a Athena el valor de mi esfuerzo y de mi vida, es mi meta servirle como uno de sus Santos Dorados..."
Shion asintió desde su sitio complacido por las palabras del Geminiano.
"Athena aprecia el justo esfuerzo que hayas puesto en tu entrenamiento, noble Tecrit, y son los Dioses, de acuerdo a tu pericia y astucia, lo que determinarán el resultado de este encuentro..." dijo el anciano, volviendo su mirada hacia el rival de éste.
No encontró la mirada con esperanza y humilde de Tecrit en éste. De mirada ruda y casi cínica, Kanon habló.
"Estoy aquí, Arles, para tomar lo que es mío... ¡mi lugar en la historia!" dijo con determinación.
Un sonido de admiración se extendió entre los asistentes a la lucha. ¿Quién era este joven que se atrevía a hablarle así al representante de la Diosa en La Tierra?
Un joven espectador exclamó en voz alta:
"¡Qué insolencia decir eso! Son los Dioses los que dan y los que quitan... ¡Obediencia es lo que nos pide nuestra Diosa!" dijo con un acento fuerte en griego. Su compañero le empujó conminándolo a callar.
Delante de él, dos filas, un bronceado niño, apenas mayor que él alrededor de un año le dijo con mirada decidida.
"¡Quisiera tener yo esa determinación para hacer las cosas!" Su cabello azulado se agitó acariciado por el tiempo, levantándolo como si se tratase de una corona.
"¡Eso no es determinación, imbécil!" gritó a su vez el primero. "¡Es orgullo! Y lo primero que un Santo debe de ser es ser humilde ante la voluntad de los Dioses que nos guían!"
Con gesto irónico el segundo respondió.
"¿Y de qué vale ser un Santo Dorado y ser el mejor si se tiene que tener la actitud de un perdedor? Si la Diosa pide eso, entonces es una tonta al creer que los hombres actuarán así..."
Levantándose de su asiento, indignado el primero cerró sus puños y dijo:
"¿Cómo te atreves a decir eso, insolente? ¡Estando delante de mí respetarás a Athena y a los Dioses!"
El segundo se echó hacia atrás con miedo. Provocando turbación entre los asistentes que les rodeaban, comenzaron a escucharse protestas entre ellos.
"¡Hey, qué pasa allí!" gritaban algunas voces.
"¡No nos dejan escuchar! ¡Sáquenlos!" gritaban otros.
El compañero del defensor de la Diosa lo sentó al tiempo que le decía:
"¡Shura! ¡Guarda silencio o nos harán sacar!"
"¡Cobarde!" gritaba el pequeño indignado, al tiempo que el otro se escurría entre la multitud intentando alejarse de allí lo más rápido posible. "¡Ya lo encontraré!"
"Olvídalo..." dijo una tercera voz, que venía de arriba de ellos, haciendo que Shura y su compañero se volvieran hacia arriba. Un hermoso niño de su edad, con los ojos cerrados y sonriente permaneció callado disfrutando el impacto que su vista ocasionaba a quienes lo miraban. Se sabía bello. Hermoso. "Ése es Máscara Mortal... un perdedor del que todos abusan, su especialidad es escurrirse, podrían pasar todos los combates para las doce armaduras y no le habrías encontrado... lo mejor es que nos dejes ver lo que sigue, niño..." dijo finalmente abriendo sus ojos y haciendo brillar su Cosmo de manera amenazante.
Desde el palco, Shion le hizo un gesto a Arles para que movilizara guardias que investigaran el origen de la conmoción.
"Arles... ¡Detén eso, enseguida!"
"¡Si, Su Santidad!" Arles salió por detrás del palco, evitando la pequeña figura de un tercer miembro en el palco. Tímido, se escondía de la multitud, evitando miradas, las miradas que le fustigaban, que le escudriñaban.
Volviéndose, percibiendo la marisma de sentimientos en su joven pupilo, el Sumo Sacerdote habló.
"¿Qué haces allí, Mu? ¡Sal para que puedas ver esto! Te será de mucha utilidad, algún día, estarás ahí... combatiendo por obtener tu mismo la armadura de Aries."
Shion extendió su mano dando confianza. Su pequeño entrenado era un Lemuriano como él, pero de carácter dócil... tanto, que en ocasiones, el propio ayudante del Patriarca dudaba de que tuviera el temple para llegar a ser, algún día, un Santo de Athena. Pero Shion sabía que no era la actitud del joven lo que demostraba su valía como Santo, sino el increíble espíritu que había descubierto en él.
Volviéndose entonces Shion a los dos combatientes, dijo, viendo hacia la multitud y levantando los brazos.
"¡Que los Dioses bendigan este encuentro y que Athena guíe la mano del vencedor de este torneo!" y viendo hacia abajo ahora, hacia Tecrit y a Kanon, Shion concluyó: "Que gane el mejor."
Kanon cerró los ojos y soltó una, sólo una carcajada burlona hacia adentro, callado. Un gesto molesto para su contrincante pero que demostraba la confianza plena en sus capacidades que el mayor de los gemelos sentía.
"Esto no tardará mucho..." dijo sin haberse movido mientras que Tecrit ya se había movido unos pasos y asumía una posición de combate.
Las voces de los asistentes animaban el encuentro... ¡El primer Santo de Athena de esta generación sería ordenado próximamente, y quizá aquí se encontraba éste! La bendición de Niké y los Dioses recaería en aquel digno para protegerla. El mundo tendría en él, al primero de sus máximos defensores.
"¡Oye!" gritó el rubio Tecrit hacia Kanon. "¿Qué te parece si te mueves para comenzar esta pelea? ¿O te piensas quedar parado allí todo el día?"
La multitud seguía el encuentro con atención, apoyando pero intentando no perder detalle de lo que entre sí se dijeran los contrincantes.
"Hagamos esto más fácil, amigo..." dijo Kanon sin volverse a ver a Tecrit. "Ríndete mejor de una vez y evítame la pena de humillarte delante de todo el Santuario."
Tecrit recibió las palabras con un hondo suspiro producto de la indignación de escuchar tales palabras.
"¿Qué estás diciendo?" preguntó finalmente en voz alta. "¿Quién te crees, estúpido, para hablarme de este modo?"
Volviéndose lentamente, Kanon hizo brillar una fracción de su Cosmo levantando una tolvanera que bañó al rubio y fornido joven Geminiano, el cual solo acertó a cubrirse los ojos, demasiado tarde, puesto que partículas de polvo habían entrado a éstos.
"Yo soy el ganador de este encuentro. Ríndete y todo será mejor para ti."
Shion, como el resto de la audiencia, observaron esto con detalles, era cierto que Kanon usaba su Cosmos de manera muy agresiva.
"Es temible" pensó Aiolos observando la pelea. "Su movimiento ha sido rápido, no a la velocidad de la luz, pero apenas comienza, a juzgar por Tecrit, me parece que Kanon está diciendo la verdad... ¡no fue capaz de evadir el polvo que levantó el Cosmo del hermano de Saga!"
"¿Porqué no pelean, hermano?" preguntó una voz más infantil que la de Aiolos a su lado.
Distrayéndose del encuentro, el joven Sagitario observó a un pequeño parecido a él. Con gesto serio le dijo:
"El encuentro de dos Santos Dorados es algo terrible, Aioria" en la voz del hermano mayor se reflejaba la sabiduría de su juventud, producto de su entrega absoluta a la causa de su Diosa. "Podría ser la pelea de los 1000 días... las fuerzas de ellos son casi iguales, por eso, los rivales tienen que estudiarse, para romper el equilibrio de un choque tan impactante, hermano."
Aioria veía a su hermano con atención al escuchar las palabras, y por el gesto serio de éste, pudo comprender que lo que decía en estos momentos su maestro, era una lección. Aioria, en su joven mente se estremeció, y se imaginó a sí mismo como un Santo Dorado... como el Santo Dorado de Leo de Athena, enfrentando a otro Santo Dorado. La situación hipotética la resolvió fácilmente con un golpe más rápido que su contrincante. Y se sonrió. El no perdería ante otro Santo Dorado. No señor. No sería vencido.
"¡Aioria!" exclamó la voz de Aiolos sacando al niño de su ensoñación. "¡No pierdas detalle! Esto te servirá en tu propio entrenamiento."
Aioria asintió.
"¡Toma!" gritó Tecrit lanzándose contra Kanon colérico. Sus golpes, torpes, debido a la distracción de la tierra y al enojo que le estaba causando la actitud de su rival, hicieron para éste muy fácil que los pudiera evitar.
Moviéndose rápidamente, Kanon evadió cada uno de los golpes y patadas lanzadas por Tecrit, llevándolo hasta el otro lado coliseo, paseándolo, exhibiéndolo.
"¿Cuándo pelearás, cobarde?" gritó Tecrit al borde de la desesperación. Kanon concluyó su movimiento, dejando que Tecrit golpeara con su puño la reja de una de las puertas del Coliseo. El golpe fue fuerte y el rubio contrincante del hermano gemelo de Saga gritó con dolor.
La gente se asombró ante esta reacción. Ciertamente, el rival de Kanon no estaba demostrando un gran nivel de combate... ¿era esto un Santo Dorado? Un cierto eco de desilusión recorrió el ambiente. El humillado gemelo permaneció callado. Agachado tras sobar su mano después del golpe, se arrodilló. Kanon finalmente habló en alta voz.
"¿Ya dejaste de sobar tus heridas, Tecrit?" dijo haciendo énfasis en el nombre de su rival, con tono burlón. "No eres digno de ser un Santo Dorado, eres torpe y lento, no hay manera en que puedas tener una oportunidad contra mi hermano Saga en el encuentro final por la armadura, idiota."
Shion abrió los ojos asombrado ante la mención del nombre de Saga por parte de Kanon. ¡Qué preocupante le parecía esa obsesión con su hermano al Patriarca! Pero no podía dejar de reconocer que lo que el hermano mayor de Saga había dicho era cierto, el nivel de combate era muy bajo, casi vergonzoso. ¿Podría ser que no hubiera un Santo de Oro de Géminis finalmente?
Kanon se sonrió, cuando de pronto, abrió los ojos sorprendido.
Ozono. Fue el olor que se pudo percibir en todo el ambiente al comenzar a agregarse iones al aire.
"¡No te atrevas a subestimarme!" dijo Tecrit poniéndose de pie. "¡Yo no estoy acabado! ¡He luchado muchos años para poder llegar aquí! No dejaré que un infeliz presumido como tú me quiera impresionar y trate de echar por la borda todo el tiempo que he dejado detrás de mí para esto! ¡Desearás no haberte burlado de mí!"
Y el cuerpo de Tecrit pareció hincharse. Sus músculos, aumentaron de tamaño, y un fulgor amarillo rodeó a su cuerpo.
"¡El poder de Tecrit ha aumentado de manera considerable! ¡Exponencial!" pensó asombrado Kanon, sin dar un paso atrás y sin abandonar la actitud de confianza que había demostrado desde el comienzo. "¿Será posible que pueda alcanzar el Séptimo Sentido? ¡No, no lo creo, un perdedor como él, no podría hacerlo! Ni yo lo he logrado... "pensó con vergüenza.... En lo físico, parecía estar sobre la pista, pero también notó que tenía que existir una cierta preparación mental, llamada por algunos espiritual, para poder alcanzar un estado de meditación tal, para levantar el máximo de los sentidos humanos.
La gente se levantó para poder apreciar la batalla sin perderse un detalle. Al fin había guardado silencio. Solo suspiros de admiración comenzaban a escucharse, y de intriga ante, la manifestación de poder tan grande que podía sentirse en el aire.
"Finalmente..." dijo Tecrit con voz cavernosa "... debo de admitir que te había subestimado, nunca pensé que tuviera que llegar hasta esta etapa, ¡me estás obligando a revelar mi verdadero poder antes de llegar a enfrentar a mi último rival! Ciertamente, el hecho de que no esté aquí en parte me tranquiliza, pues es verdad que eso está prohibido, pero quería guardar la gloria de mi Cosmos final para la obtención de la armadura..."
Una gota de sudor recorrió la sien de Kanon, las palabras de su contrincante habían sido ciertas, el lo había estado subestimando desde el mismo comienzo de esta pelea, su poder, su Cosmos a lo largo de todo este tiempo le hacían pensar que podía enfrentar a este rival sin ningún problema, pero notaba que también tendría que manifestar su poder ante este rival que había alcanzado una masa poderosa.
"¡Te enfrentarás a mi técnica más poderosa, Kanon!" dijo finalmente el brillante joven "¡Mi estrella guardiana es géminis, y como tal, estoy obligado a atacarte con la técnica que he desarrollado en mis años de entrenamiento!"
El silencio en el Coliseo era sepulcral. Podía escucharse prácticamente el Cosmos del desesperado Tecrit quemar las partículas de polvo alrededor suyo.
"¡E...el poder que de ellos emana, hermano!" exclamó el joven Aioria al tenso Aiolos. "Es ¡inaudito! Nunca pensé que nadie pudiera tener tanto poder..."
Aiolos escuchando a su hermano respondió.
"Tal es el poder que uno debe de poseer para tener el honor de proteger a Athena, Aioria, ¡el poder de los Dioses!"
Kanon suprimió un temblor evidente. Cerrando los ojos y concentrándose, pensó en que tendría que hacer arder su Cosmos más potentemente que su enemigo, pues sabía que aquel que lograra hacerlo, sería el que obtendría la victoria de este encuentro.
"Tecrit..." dijo bajando la cabeza y cerrando los ojos. "... Tienes razón en decir que te he subestimado, pero he logrado darme cuenta que esto no ha sido más que un error, mereces que también ponga un poco más de esfuerzo en mi pelea y terminar con esto de una buena vez."
Cerrando los ojos, Kanon, experimentó por un momento el hueco que la falta de fe puede estampar en nuestras almas, y por un pequeño momento, lamentó no tener la fe ciega puesta en Atenea. Viendo hacia arriba, por breves lapsos, observó la efigie de la Diosa, detrás del Patriarca, coronando el rito. Y entonces su Cosmo comenzó a arder.
Todos pudieron sentirlo, fue como sentir el encuentro de dos corrientes de aire que movió a todos de sus asientos inquietos.
El joven Mu se volvió hacia el Patriarca que asintió gravemente, el cual, sintiendo la mirada de su alumno, respondió:
"Así ha sido el destino de los Santos desde los tiempos del mito, mi joven aprendiz, he aquí que estamos ante el encuentro de dos parejas de gemelos, pues ciertamente el hermano gemelo de Kanon y de Tecrit son los otros finalistas, es asistir a la Guerra de los Gemelos de la antigüedad, Idas y Linceo contra Cástor y Polideuces, tal es el destino de estos, encontrase con su destino tarde o temprano."
"¡Prepárate, Kanon! ¡Ha llegado el final!" Tecrit grita lleno de energía y listo para descargar el Cosmo acumulado.
"¡Listo estoy, lanza tu mejor golpe!" Responde el gemelo mayor de Saga asumiendo una posición de defensa que junta sus brazos frente de el.
Como si se escuchasen a cientos de caballos correr detrás de Tecrit, el joven rubio grita:
"¡Enfrenta mi ira! ¡ESTAMPIDA DE CABALLOS!
Como si cientos de caballos se hubiesen soltado de detrás de él, el atemorizante sonido de caballos salvajes acompañados de una estela de humo y polvo recorrió la arena del coliseo, obligando a algunos asistentes a cubrirse la vista atónita.
Kanon observaba atento el movimiento de la técnica, y entonces, pudo sonreír, ¡la había visto! ¡Toda! ¡Completa! Como si fuese a él de manera lenta, Kanon supo en ese momento, que el encuentro lo tenía ganado, brillando con intensidad, el mayor de los gemelos gritó:
"¡TRIANGULO DE LA MUERTE!"
Emanando del cuerpo de Kanon, ondas doradas con forma triangular recorrieron el estadio.
En ese momento, sorprendido, Shion se levantó de su asiento.
"¡Imposible! ¿Es que acaso Kanon ha obtenido control sobre las dimensiones?"
"¿Qué?" gritó Tecrit al ser atrapado por la irresistible fuerza que se desprendía del Cosmos de su contrincante, y un vacío comenzó a succionarle, desapareciendo su técnica y todo lo que a su paso se encontraba. "¿Qué es esto?"
Como si las voraces fauces de un dragón que saliera del mar se tratara, el triángulo dorado alcanzó un tamaño tan imponente que terminó por rodearle, asustado, y viendo a su alrededor, Tecrit pudo percibir por momentos la bizarra naturaleza del sitio al que se encontraba siendo lanzado... el hueco del Cosmos en su infinita soledad, la terrible sensación del olvido eterno.
"¡Pie... daaaaaaaaad!" fue lo último que alcanzó a escucharse antes de que el triángulo se cerrara implacable tras devorarlo.
Y el encuentro había llegado a su fin.
El Coliseo en silencio ante esta demostración terrible de poder hizo estremecer a los asistentes. ¿Qué clase de hombre era éste?
Kanon, tras esperar a que el golpe psicológico surtiera su efecto en todos los asistentes se volvió hacia el Patriarca diciendo:
"¡Soy el ganador, Patriarca! ¡Declárame el vencedor!"
De detrás del Patriarca, el siempre solícito Arles, cubierto con la máscara ritual idéntica a la del Patriarca respondió a la orden del insolente gemelo.
"¡Ten cuidado con lo que dices! El Gran Maestro sabe perfectamente lo que debe de hacer..."
"'¿Ah sí?" preguntó Kanon burlón "¿Entonces por qué se encuentra callado sin decir y sin hacer nada?"
En postura de meditación, el Cosmos del Patriarca pudo sentirse cubrir el Coliseo completo, y levantando los brazos de manera súbita, la arena brilló con fulgor dorado. Justo al lado de Kanon, un par de rayos dorados surgieron de la nada, y de pronto, junto con ellos, cayó un vencido Tecrit.
"¡...aaaaad!" el cuerpo del joven se estrelló contra el suelo con fuerza. Y de pronto, dándose cuenta que había materia allí donde él se encontraba, pudo reconocer con júbilo el brillo del sol y el azul del cielo.
"¿Qué?" preguntó Kanon indignado en voz baja. "¿Qué insulto es éste? ¿Por qué has devuelto a este gusano que resultó vencido en lucha justa? ¿Porqué anciano?, ¡responde!"
El drama que se desenvolvía allí, enfrente de todos, hacía que nadie se moviera, un gesto de rebelión tal, era considerado el peor de los insultos en el Santuario, osar hablarle así al máximo representante de Athena en La Tierra.
"Kanon..." respondió finalmente Shion con tono sereno. "Eres el victorioso en este combate, indudablemente. Tuyo es el derecho de contender en el encuentro final que se realizará el día de mañana para obtener la armadura dorada de Géminis, tu victoria no es negada al otorgar un poco de piedad a tu rival."
"¿Piedad?" preguntó como con asco Kanon ante la mención de la palabra que Shion profiriera. "¿Cómo es eso? ¿Qué piedad puede haber en traerle de vuelta tras haber perdido este combate como lo hizo? ¡Habla!"
Shion guardó silencio. Arles tomó al pequeño Mu y lo llevó dentro de la sala detrás del balcón Patriarcal.
"Kanon... la piedad es un acto generoso que un Santo de Athena debe de estar dispuesto a realizar, aún entre tus contrincantes puedes encontrarte con la oportunidad de salvarle..."
"¡Bah!" gritó ardiendo de furia el mayor de los gemelos. "¡Cómo siempre la moralidad hipócrita de la que hacen gala! ¿Qué piedad puede enseñar una Diosa que convirtió a su enemiga en araña? ¡Tú no sabes nada de justicia ni de piedad divina, viejo! ¡Eres un auto engalanado obtuso que cree conocer a la Diosa mejor que los demás! ¡Yo te mostraré lo que la piedad de la Diosa haría con este guerrero!"
Brillando con fuerza, el Cosmos de Kanon explotó al tiempo que se volvía hacia Tecrit, el cual, retrocedió asustado.
"¡Obtén mi justicia, Tecrit...! ¡Vaga por toda la eternidad en la oscuridad absoluta!" Y a punto de lanzar su técnica, una ráfaga majestuosa, como una flecha cruzando el cielo, le detuvo la mano.
[Tema de Fondo: Frey, Hero of Love and Justice]
"¡Detente, Kanon!" gritó una voz.
"¿Quién?" preguntó asombrado Kanon volviéndose hacia el que le hubiera puesto una mano encima, al volverse encontró un rostro odiado por el. "¡Aiolos!"
Con gran esfuerzo, el joven muchacho observó horrorizado el aspecto de la fría furia de Kanon, en un gesto que le recordara tanto a su último entrenamiento con el hermano de éste, Saga.
"¡No desobedezcas al Gran Maestro, Kanon! ¡Atiende la lección que te está dando! ¡Acéptala y agradécela! La piedad divina y el perdón de un compañero en armas es algo que entre guerreros es muy apreciado... ¡quizá algún día te halles ávido por obtenerla y por desobedecer en este momento Metis te lo niegue! ¡No seas irreflexivo, Kanon!" dijo Aiolos imprimiendo voluntad y fuerza a sus palabras.
Kanon, molesto, lanzó a Aiolos lejos de él.
"¡Bah!" y volviéndose hacia Aiolos, el mayor de los gemelos habló con profundo rencor. "¿Cómo te atreves a interrumpirme, advenedizo? ¿Crees que por ser el "hermano" de Saga puedes venir aquí a decirme como comportarme en el campo de la batalla? ¿Qué sabes tú de lo que yo necesite algún día o no? ¡Más te valiera haberte no cruzado nunca en mi camino! Mi pelea con Tecrit era una movida por la pura justicia del honor de ser derrotado por alguien con poder como yo, pero mi furia contra ti emana del más puro odio..." y viendo a Aiolos con desprecio infinito concluyó. "Como te odio, Aiolos, desearía que estuvieras muerto."
Aiolos se estremeció... no pudo relacionar esas palabras con Saga... era como ver a su amigo volviéndose contra él.
Ya el globo de Artemisa comenzaba a asomarse a lo lejos, para cuando el Coliseo se encontró listo para el segundo encuentro por la lucha final de la Armadura de Géminis. Todos los asistentes ocupaban su sitio, aún impresionados por el despliegue de arrogancia demostrado por Kanon, por lo cruel de su última técnica.
"¿Crees que alguien que tenga esa actitud podría alcanzar el rango dorado, Shura?" preguntó el compañero de este joven español, participante del público en el Coliseo.
"Tales, solo sé una cosa: Athena jamás permitiría que un Santo que le fuera infiel llegara a estos estadios, estoy muy indignado con la actitud del anterior competidor, es por eso que mantengo la esperanza de ver que el nuevo ganador de esta pelea sea un ser honorable..."
"¿Como el joven que detuvo al campeón anterior?" preguntó desde detrás el intermitente participante de la discusión entre Tales y Shura, el bello niño de cabellos azulados y acento extranjero.
"¿Tú también eres extranjero?" preguntó Shura con interés al muchacho.
"Si, soy de Suecia, soy Afrodita..." dijo con gesto grandilocuente el niño observando fijamente a Shura.
"Yo soy de España, y busco convertirme en un guerrero Sagrado de Athena portando la armadura de Capricornio algún día." Dijo el joven espigado ofreciendo su mano al compañero de gradas.
Afrodita miró hacia la mano del joven y sonrió. Dándole la mano de vuelta, respondió. "Yo quisiera ser Santo de Piscis..."
Un murmullo recorrió a la multitud y Tales gritó:
"¡Atención, ahí vienen ya!"
Por una puerta salió imponente el hermano gemelo de Tecrit, que, como su hermano, llegara a estos niveles de la lucha de igual manera.
"¡Qué asombroso parecido!" dijo Shura. "¡Qué inquietante es observar esto!"
Afrodita, con tono cínico agregó.
"¿Y ya has visto a su rival?"
Shura movió sus ojos velozmente hacia la otra puerta, y en una extraña escena parecida a un déjà vu, el hermano menor de Kanon hizo su entrada con regio porte.
"¡Pero qué...!" exclamaron muchos asistentes. "¡Otra vez él!"
"No" dijo Aiolos hacia su hermano. "No son iguales... este es otro, observen sus ojos."
La calidez de la mirada de Saga era evidente, la emoción, llegada al límite. No, no era igual que el anterior, al menos, no totalmente, este irradiaba un sentido de justicia que dio esperanza a los otros.
"Un líder" pensó para sus adentros Shion orgulloso de Saga. Aunque algo le estremeció por dentro, gesto que no pasó inadvertido para Arles, el cual, se acercó al Sacerdote Gobernante.
"¿Su Excelencia?" preguntó preocupado.
"No es nada, Arles" dijo prontamente Shion. "Es el paso del destino ¿no lo ves delante de ti?"
Un escalofrío recorrió el cuello del anciano sacerdote, como si la muerte rondara cerca.
"Finalmente voy comprendiendo..." dijo con un dejo triste. "Finalmente voy comprendiendo que todo se mueve como debe de moverse..."
Ambos contendientes se acercaron y se arrodillaron ante el Máximo de los 88 Santos de la Orden.
"Señor..." dijo arrodillándose el primero, su rubio cabello tapó por instantes su rostro. "Mi vida es dedicación a la causa de la Diosa y sus deseos, acataré el juicio de ellos en otorgar la victoria el día de hoy..."
Saga escuchó este discurso como el de alguien que llega vencido con anterioridad a su derrota. Y sin pensarlo, se encontró hablando.
"Mi Señor, mi Diosa..." dijo volviéndose hacia la estatua. "Como siempre mi vida las consagro a ustedes, no hay nada que mi alma no haya deseado más que poderles servir en la guerra que se avecina, si Niké llegase a coronarme, honraré sus deseos y el esfuerzo de mis rivales..."
Arles y Shion asintieron complacidos.
"Zarkón, Saga... ustedes han llegado aquí sin la ayuda de nadie, más que el de su propia dedicación y fe, está en esta oportunidad, poder seguir avanzando, tómenla y que los Dioses los cobijen". Respondió a las palabras de ellos el Sumo Sacerdote.
Ambos asintieron y se levantaron resueltos.
"Mucha suerte" dijo Zarkón sonriendo. "¡La necesitarás!"
Saga, sorprendido, sonrió de vuelta a la amenaza de su contrincante diciendo.
"No necesitaré eso, amigo Zarkón..." dijo finalmente. "Lo que realmente necesito es el favor de Athena."
Y entonces, ambos adoptaron posturas de combate.
Zarkón se lanzó contra Saga rápidamente de manera fulgurante, casi elevando su Cosmos desde un inicio, no aún a un nivel de Séptimo Sentido, pero si cercano a éste. Saga evadió los golpes ágilmente, y de vuelta lanzó una patada que acertó en las piernas de su combatiente el cual cayó de inmediato.
Un grito de asombro recorrió el Coliseo. ¡Caído! Casi de manera inmediata.
Pero Zarkón, en un movimiento ágil, se impulsó desde el suelo y subió tan rápido como un cometa golpeando el rostro de Saga, el cual, sorprendido, salió disparado hacia atrás.
"¡No los puedo ver!" dijo asombrado Aioria a su hermano. "¡Qué rápidos son!"
Pero su hermano no dijo nada, observaba, atentamente el encuentro que Saga estaba teniendo allí abajo.
"¿Qué pasa, Saga? ¡No eres el de siempre!" dijo con un poco de angustia.
Saga dio dos vueltas antes de parecer caer, pero entonces, recuperándose como un felino, se movió grácilmente, tomando ventaja de la inercia, y cargando su puño con un destello dorado, lanzó una ráfaga de golpes, que apenas su contrincante pudo evitar, brincando en el aire a velocidad asombrosa. Saga volvió su mirada hacia arriba y hacia atrás, ya que Zarkón había logrado brincar poniéndose a una distancia sana, por detrás de Saga.
"¡Eres bueno, Saga!" dijo finalmente Zarkón con una sonrisa. "No esperaba menos de mi rival en esta pelea."
Sonriendo una vez más de vuelta, Saga dijo cerrando los ojos...
"¿Estás satisfecho, Zarkón?" preguntó finalmente. Y entonces abrió los ojos.
Aiolos sintió su sangre helarse.
"¡Cambió!" pensó para sus adentros. "Su mirada... su cara, se ha tornado pétrea en esa sonrisa..."
Unas nubes taparon el fulgor del disco de la luna. Las antorchas alrededor del Coliseo se hicieron más evidentes y dos sombras se proyectaron sobre el suelo de la arena. Alargadas, ambas, proyecciones distorsionadas, casi siniestras de los contendientes.
"Parece que La Luna no nos iluminará más, Saga..." y viendo a su alrededor dijo. "Creo que nuestro público ya querrá irse a descansar, y yo también, para prepararme a mi verdadera pelea mañana."
Saga desdibujó su sonrisa. Serio. Sereno miró hacia el cielo, para comprobar lo que Zarkón había dicho. Y sin ninguna inflexión, informó.
"No es la Luna la que quiero que observe mi desempeño, Zarkón, sino los ojos grises de nuestra Sabia Señora..."
(Tema de fondo: Icarus no Imoi)
Haciendo estallar su Cosmos en un refulgente dorado, el aspirante a Santo de Géminis, hermano menor de Kanon agregó.
"Si temes a la oscuridad puedo iluminarla con el fulgor de mi vida, entregada desde siempre a ella... ¡a Athena!" dijo señalando con fuerza hacia la estatua que presidía todo el lugar. "Estaré honrado en cumplir tus deseos de descansar pronto. Esto concluirá ya."
Zarkón dio un paso atrás, percibiendo el Cosmos de Saga.
No era agresivo, pudo pensar Aiolos. Pero es terrible. Es como un cazador... el joven Sagitariano abrió sus ojos asombrados. ¡Era la segunda vez en el día que pensaba de Saga como eso! ¡Como un cazador! Y entonces pudo darse cuenta que ahora Saga había quedado de frente a todo el Coliseo para explotar su Cosmos, dando la espalda al palco Papal y a Athena. Como si se hubiese querido poner en esa posición y lucirse frente a todos. ¿Sería posible que hubiera medido desde el comienzo que Zarkón se posicionaría detrás de él?
"Ora, Zarkón..." dijo finalmente Saga mientras cerraba los ojos. "Que las manos de los Dioses guíen nuestros últimos golpes esta noche..."
El Cosmos de Saga ardió más vivazmente. Más imponente. El viento se calentó. No se llenó de un olor ajeno como ocurriera en el encuentro pasado, era una presencia que les parecía escudriñar a todos. Como un par de manos que los cubrieran.
Afrodita abrió los ojos asombrado.
"¡Este hombre... es magnífico!" pensó asombrado. "No puedo imaginar que un Dios sea menos que él..."
Zarkón se agachó para quemar su propia Cosmoenergía. Estaba asombrado. Sabía que no podía permitir que su rival pudiera alcanzar esos niveles, y cerró los ojos exigiéndose más y más. Su aura comenzó a extenderse, apenas rechazando la energía de Saga. Se alzó y sostuvo su mirada desafiante a su rival.
"¡No... ganarás!" dijo al tiempo que alzaba una mano y sus puños brillaban. La energía de su Cosmo se comenzó a concentrar en éstas. "¡Que Zeus me conceda el relámpago para terminar con este combate!"
Y un trueno marcó sus palabras.
Pero Saga observaba a su alrededor, como ¿orando? Se preguntaron algunos. ¿Acaso el hermano de Kanon percibía su derrota?
Pero Saga en su mente no oraba. Calculaba.
"¡¡RAYO DE ZEUS!!" gritó Zarkón finalmente. Un par de ráfagas emergieron de sus manos y se unieron a velocidad de la luz, que nadie vio. Todo parecía un simple destello, como el que acompaña la caída del rayo. La velocidad era mortal.
Saga al ver la fiereza del ataque gritó:
"¡Insensato! ¿Qué has dicho? ¿Acaso no ves que pones en riesgo a Su Santidad?" Y en gesto rápido, extendiendo sus manos, Saga lanzó la misma miríada de golpes que Aiolos viera durante su entrenamiento en la mañana... los cientos de golpes pasaron de lado a Zarkón, abalanzándose contra la gente que presenciaba el encuentro. Un grito de terror los inundó, todo parecía como lleno de luz, Aiolos pudo observar como esos golpes se elevaron justo antes de tocar a la gente hacia el cielo, perdiéndose finalmente de un tiempo.
"¡Ja! ¡No me has tocado siquiera!" gritó triunfante Zarkón sonriendo satisfecho, pero de pronto, paró su sonrisa. "¿Qué?"
Delante de él, Saga, con gesto grave permanecía con los brazos extendidos delante de él, y un fulgor dorado resplandeciente, como a punto de explotar en sus manos.
(Tema de fondo: Doukoku, Kyuukyoku no Shou'uchuu)
"¿Ha detenido mi mejor golpe... con sus manos?" preguntó Zarkón asombrado.
Shion se puso de pie, con gesto preocupado.
"¡No! ¡Saga... si sigues así, ese golpe podría arrancarte las manos ya que no portas una armadura!"
Sudando por el esfuerzo, Saga habló.
"No permitiré que dañes... al Patriarca, por un error cometido en tu torpeza, Zarkón..."
El Cosmos de Saga se extendió un poco más, al tiempo que todos contenían la respiración. El cabello de Saga voló hacia atrás, y sus manos adquirieron un tono rojizo al tiempo que se ampulaban.
"¡Saga!" dijo Zarkón arrepentido, echándose para adelante.
"¡No te acerques!" gritó Saga imperativamente, deteniendo la determinación de Zarkón en su intento. "Si te acercas... ¡morirías! Eres poderoso... Zarkón..." dijo tragando saliva.
"¡Saga...!" pensó Aiolos preocupado, pero no dejando de admirar la hazaña que su amigo estaba realizando. Una lágrima asomó a su rostro. Shion, bajo la máscara, no pudo contener tampoco la emoción de las lágrimas.
"¡Saga!" susurró agradecido. "En verdad... ¡eres extraordinario!"
Pequeñas y finas heridas se abrieron en la piel del antebrazo de Saga, mientras que chispas de poder del ken de Zarkón se desprendían, y Saga comenzaba a echarse hacia atrás.
"Si..." dijo Saga con los ojos apretados, y su rostro echado hacia atrás por el esfuerzo. Pero de pronto, no siguió avanzando hacia atrás, al tiempo que su Cosmos se iluminaba. "... Eres bueno... ha sido un honor combatir contra ti..." Y alzando su vista, con decisión dijo. "Sin embargo... ¡no eres mejor que yo!"
Comenzando a separar sus manos, como trazando un arco de 180° delante suyo, Saga comenzó a separar con sobrehumano esfuerzo la energía de El Trueno de Zeus. Sus músculos dibujados en sus extremidades, en su cuello.
"¡No lo logrará!" pensó Aiolos en tensión. "¡Morirá! Sus brazos se separarán por la fuerza de la energía... ¡nadie podría hacer lo que el pretende!"
Y entonces, un sonido extraño se escuchó, como un grito de agonía... ¡Era la voz de Saga!
"¡No eres mejor que yo! ¡Y yo protegeré a Athena!" con fulgor dorado Saga concluyó su grito moviendo sus brazos y... ¡partiendo la energía del Rayo de Zeus de Zarkón! Abriendo sus brazos, pero sin que estos miembros se desprendieran, la luz del Rayo desapareció entre chispas... dejando a un Saga respirando con dificultades... y con manos humeantes.
Respirando con agitación, Saga se volvió hacia arriba viendo a la gente, que, conteniendo su respiración, lo aclamó de pie aplaudiendo, chiflando.
"¡Lo hizo!" dijo Aiolos brincando con alegría. "¡Sólo el podría hacerlo!"
Satisfecho, Saga se volvió hacia el Patriarca y sonrió al verle, allí, sentado sereno, impasible, su honor no le habría permitido moverse. Solo recibió como agradecimiento, un discreto saludo con la cabeza, y Saga miró hacia la estatua de Athena. "¡Gracias!" dijo agradecido en voz baja.
Zarkón, desde su lugar, dijo gritando.
"¡Saga! ¡Fue asombroso! Acepta mi renuncia a la contienda, y por favor, combate por mí en la siguiente fase, mi error fue garrafal."
La sonrisa de Saga se borró entonces, y adoptando una postura seria que silenció al quórum preguntó fríamente.
"¿Renunciar? ¿De qué estás hablando? Tú eso no puedes hacerlo..."
Shura abrió los ojos asombrado exclamando.
"¿Pero este individuo es necio? ¡Es que puede ser tan obstinado como su hermano?"
Zarkón, con la misma sorpresa preguntó:
"Pero es que... ¿acaso pretendes que sigamos luchando, Saga?"
Saga se sonrió y miró al cielo, solamente diciendo.
"Mi ataque solo esperó a este momento..."
Viendo hacia el cielo, donde Saga mirara, todos observaron, y como una lluvia, los golpes que lanzara parecieron volver de entre el cielo... estos cayeron sobre Zarkón el cual gritó al ser golpeado fuertemente por cientos de lanzas de luz de Cosmo. Perdió el sentido después de un momento.
"Te prometí que descansarías bajo esta luna pronto..." dijo Saga seriamente dando la espalda a su contrincante y arrodillándose.
Shion se levantó para decir:
"Saga, has ganado el derecho de competir por la armadura de Oro de Géminis porque esta noche el favor de los Dioses estuvo de tu lado..." la gente, emocionada aplaudió. Saga arrodillándose agregó.
"Agradezco que Athena y Niké hayan escuchado mis ruegos y me creyeran suficiente para alcanzar el siguiente nivel de entrenamiento, Maestro." Y viendo a Shion agregó. "Y que pudiera haberle protegido el día de hoy, como todo Santo de la Diosa tiene que hacer."
Shion y Arles asintieron complacidos al tiempo que El Patriarca agregaba.
"Así como yo agradezco que estuvieras aquí, para ser quien me salvara la vida, Saga. Te la debo... yo, te doy las gracias."
Dijo al tiempo que hacía una reverencia al joven, y la multitud, inspirada, hacía lo mismo. Una lágrima cayó por el rostro del joven gemelo. Su camino estaba marcado, había demostrado que podría defender al Santuario, y ser un Santo Dorado.
"Defensa y Ofensa... asombroso..." pensó Aiolos, al tiempo que emocionado aplaudía la hazaña de Saga. "Es magnífico".
Le media noche era anunciada por la Luna justo en el medio del firmamento. El cielo del Santuario, tachonado de estrellas cubría el sueño de los fieles de Athena en expectativa del gran día que se avecinaba al despuntar el alba.
Durante estos días, las peleas finales por la armadura de Géminis había sido el tema de conversación en todos lados, pero nada comparado, con la pregunta que se hacía todo el mundo respecto a lo que ocurriría al día siguiente, en el encuentro que solo sería presenciado por El Patriarca de Athena y Arles, ministro de éste. Tecrit y Zarkón, reposaban cada uno ya, exhaustos e intentando resignarse encontrando un nuevo camino al haber sido sacados de la contienda por aquello que hubieran luchado todas sus vidas.
En las afueras de la cabaña de Saga, no había luz, pero el lecho vacío, indicaba que el gemelo menor no estaba reposando entregado al sueño de Morfeo. Y era verdad... el muchacho caminaba por los alrededores de ésta, con una mezcla de sentimientos, que le impedían dormir de manera tranquila. Repasaba los detalles de su pelea con Zarkón, y del hecho de haber podido salvar a su maestro, El Gran Patriarca. Repasaba la escena de la gente aclamándolo, escuchándolo, de la reverencia que le hicieran a manera de agradecimiento, del éxtasis del triunfo... y se sonrió, al recordar la emoción que le recorriera en esos momentos.
No había sombra ahora que se proyectara, solo un leve manchón negro que le acompañaba a sus pies, la luna llena estaba justo sobre su cabeza, no había sombra.
Como un acto de deferencia, habían permitido que su amigo Aiolos lo visitara tras el encuentro, acompañado de Arles, para saber de la calidad de pelea de su hermano en la lucha. Su hermano... Saga frunció el ceño al recordarlo... su rival, su eterno oponente.
"Dime Aiolos... ¿es Kanon diferente de otras veces? ¿Está empeñado en portar la armadura de Géminis para ejercer la justicia de Athena?"
Aiolos lo miró gravemente, al tiempo que éste miraba a Arles. La impenetrable máscara del ministro no reveló nada, así como su postura espartana, militar, Saga miró hacia el ministro preguntándose si acaso Aiolos no podía ni siquiera hablar de ello... y pareció, por unos momentos, ver que Arles negaba con la cabeza a su pregunta. Pero fue un movimiento casi imperceptible, tanto, que el propio Saga por instantes dudó de que siquiera hubiera ocurrido.
"Saga..." dijo Aiolos comenzando con un poco de renuencia. "Yo quiero pedirte, como respuesta, que seas tú el que gane el encuentro de mañana..." fue lo único que acertó a decir.
Saga abrió los ojos sorprendido. Había recibido una respuesta que, de cierta forma era la lógica, pero que, de igual manera, deseaba no fuera cierta.
"¡Kanon!" susurró Saga con dolor a sus palabras. "Hermano... ¿porqué siempre has sido tan difícil?" pensó con dolor.
Ahora, mientras en la soledad meditaba sobre su encuentro al otro día, y rogaba a la Diosa porque aquello fuera una simple mala percepción de Aiolos, Saga pensaba, dentro de su idealismo, que quizá eso no fuera lo más acertado... finalmente, si Kanon había llegado hasta allá, también había sido por el favor de los Dioses, no pudiera haber llegado hasta allá simplemente por que sí, y eso hablaba, que quizá, su hermano fuera más virtuoso de lo que todos pudieran concebir.
Dio la vuelta por una de las esquinas de su cabaña y entonces, distraídamente se dio cuenta que su pie había tropezado con un obstáculo curioso. Saga bajó la mirada y encontró que aquello que había tocado de manera involuntaria era la mano de uno de los guardias que le vigilaban.
"¿Qué?"
Preguntó asombrado en voz alta, al tiempo que se agachaba para corroborar su misión.
"¡Erecteón!" exclamó reconociendo al guarda tirado... "¿Qué te ha pasado?" pensó angustiado. Bajando su mirada para ver a su alrededor buscando la causa de el desmayo de su guardia, Saga abrió los ojos asombrado... ¡todos sus vigías! ¡Caídos en el suelo!
Saga se puso de pie de inmediato, aguzando su vista y su oído en espera de descubrir al agresor.
"No te molestes en buscarme con Cosmos... hermano..." se escuchó la voz conocida de...
"¡Kanon!" dijo Saga abriendo una vez más los ojos y volviéndose hacia donde escuchara la voz de su gemelo mayor. Lo encontró, recargado en la pared de la cabaña, con los brazos y las piernas cruzadas, y los ojos cerrados, dibujando una sonrisa enigmática. "¿Qué les has hecho, hermano?"
"No te preocupes..." dijo Kanon abriendo los ojos y viendo directamente hacia Saga, sin cambiar su postura más que levantando su rostro y girándolo levemente hacia él. "No están muertos... sólo los puse a dormir un poco..."
Saga se aproximó a Kanon con gesto asombrado.
"Pero... ¿qué pretendes haciendo aquí?" preguntó Saga reprochando. "¡Sabes que te está prohibido visitar a tu rival una noche antes del encuentro final por la armadura!"
Kanon escupió, el proyectil cayó justo delante de los pies de Saga, el cual se detuvo para no ser alcanzado por el proyectil.
"Idiota... ¿desde cuándo he seguido yo las reglas que no me interesan?" preguntó Kanon viendo a su hermano. "Ya era hora de que supieras que esa clase de nimiedades nunca han sido un obstáculo para mí..."
Saga recordó el incidente en Cabo Sunion hacía un par de años ya... eran verdad sus palabras, pero...
"Esperaba que el escarmiento que habías recibido desde entonces te hubiera hecho recapacitar, Kanon... ¿no te das cuenta, hermano? ¡Pones en riesgo tu enfrentamiento conmigo por la armadura de Géminis!"
Kanon abrió los ojos, fingiendo sorpresa y carcajeó fuertemente. Desde lejos, podían escucharse esas carcajadas, en el silencio de la noche. La Luna se había movido ya... y ahora, las sombras comenzaban a alargarse detrás de cada objeto y ser de la noche.
"¿Quién me lo impediría? ¿El inútil viejo Patriarca? ¿Su acompañante? ¿Tú hermano, Aiolos?" preguntó Kanon, haciendo hincapié en el nombre del joven Sagitario, que fuera su constante desencuentro. "No hermano, no temas, nos veremos las caras nuevamente el día de mañana, contendiendo por la Armadura dorada de géminis, de eso puedes estar totalmente cierto".
Saga miró a Kanon con tensión, al tiempo que Kanon disfrutaba de ver a su hermano menor tan descontrolado, tan desorientado.
"¡Jajaja! ¡Qué gesto de idiota tienes!" dijo Kanon mientras cerraba los ojos. "Tienes la expresión de un perro perdido." Dijo con desprecio.
Saga, tranquilo, recibió los insultos de parte de su hermano. No perdería el control como en otras ocasiones él lo lograra... si Kanon no temía perder su oportunidad en el coliseo, él sí, y no arruinaría ese momento por nada del mundo, ni siquiera arriesgándose por su hermano.
"Ya entiendo a lo que has venido..." dijo Saga tras un silencio tenso entre ellos.
"¿Ah sí?" preguntó Kanon interesado. "¡Qué bien! Esto hará más fácil el encuentro, aunque te confieso que era toda mi intención sorprenderte... desbalancearte."
Saga ahora fue el que reflejó un gesto de repugnancia en su rostro. No, Kanon no había cambiado nada durante su entrenamiento, la leve esperanza de Saga se desvaneció al tiempo que escuchaba y miraba ahí a su hermano, como siempre, desafiándolo todo, buscando el conflicto contra todos.
"No dejaré que esta vez influyas en mi estado de ánimo, Kanon... no hay nada que puedas hacer para hacerme encolerizar como otras ocasiones... yo no arriesgaré mi sitio en el encuentro de mañana." Dijo con tono sereno, pero firme.
Al fin, Kanon se movió, levantándose replicó.
"¿En verdad no hay nada que pueda hacer yo para cambiar tu estado de ánimo, Saga?" preguntó Kanon fingiendo desilusión en su tono. "Bien... ya veo, creo entonces que todo lo que he hecho, ha sido inútil pues... ¡Caray! Ahora entiendo como deben sentirse toda esa bola de perdedores que fueron vencidos por ti y por mí en el camino..."
Saga miró a Kanon con reproche y respondió:
"No son perdedores, son humanos dignos que buscaron alcanzar la dignidad y la oportunidad de servir al Santuario y a nuestra Diosa en hacer este mundo uno mejor..." dijo con convicción el hermano menor de Kanon a este.
Kanon se sonrió. Y pensó que su hermano en verdad no había cambiado nada durante todo este tiempo. El mismo tonto idealista y engañado que creía todo lo que se le pusiera enfrente siempre y cuando trajera el nombre Athena o el Patriarca.
"¡Qué aburrido eres, hermano!" dijo Kanon como primera frase tras reflexionar lo anterior. "Siempre dices lo mismo, ¡qué cerebro tan influenciable el tuyo!" dijo con tono punzante.
[Tema de fondo: Seiya, Hyoga and Shiryu vs. Odysseus]
Saga se sonrió diciendo.
"Lo mismo digo, hermano... no has cambiado nada, y eso, también te puede hacer aburrido, al menos, lo eres para mí. Vete Kanon, no hay nada que puedas hacer hoy para asegurar tu victoria mañana, pelearé con todas mis fuerzas, aunque, si los Dioses son justos, seré yo el ganador, no mereces servir a Athena." Dijo Saga queriendo insultar a su hermano.
"¡Ay!" se lamentó Kanon burlón. "¿Qué palabras has dicho? ¡Me has herido sobremanera, hermano! ¡En verdad!" dijo mientras se acercaba a Saga diciendo. "Está bien, me voy, ya veo que no puedo hacer nada para hacerte dudar salir de ese estado de idiotez eterna en el que te tienen sumido las palabras de ese viejo decrépito, ya veo que no puedo hacer nada, incluso, si te demostrara que has vivido engañado todo el tiempo..." dijo al momento que cruzaba caminos con Saga y pisaba la mano de Erecteón de manera deliberada, rompiéndole un dedo, dolor que este no sintió en el momento, por la bendición momentánea de no estar en sus sentidos.
Saga abrió los ojos sorprendido ante estas últimas palabras de Kanon...
"¿De... demostrar que estoy en un error?" preguntó Saga en su mente asombrado, incrédulo. Se volvió hacia Kanon, el cual caminaba sereno, alejándose cada vez más... si su hermano, en medio de un mar de dudas en ese momento pudiera haber visto su rostro, habría quizá dudado, pues Kanon sonreía, esperando a que Saga lo detuviera de un momento al otro. "No... ¡sólo lo dice para molestarme! Para hacerme dudar... ¡no le seguiré el juego! ¡No lo permitiré!"
Vio hacia el suelo, tratando de alejar todas esas dudas de su mente... ¿Demostrarme? ¿Demostrarme? ¿No estaba hablando por hablar? ¿Ofrecería pruebas?
"Vamos Saga" pensó en su mente. "Conoces a Kanon, le gusta molestarte... ¡déjalo ir!" dijo su voz interna. "Has dicho que no le seguirías el juego..."
"Pero..." interrumpió otra voz, idéntica en su mente el diálogo interno de Saga. "¿Y qué si fuera cierto? ¿Qué si hubiera algo que no te han dicho todo este tiempo? ¿Recuerdas lo que te reveló el Patriarca hace unos días? ¿No fue una conversación que te despertó dudas? ¿No las has sentido de vez en cuando?"
"¡Calla!" dijo la primera voz, al tiempo que Saga miraba desesperado que su hermano estaba a punto de desaparecer en la oscuridad. "No puedes buscarle, Saga... ¡este encuentro está prohibido! ¡No desobedezcas a Athena!"
Saga dio un paso adelante y gritó:
"¡Kanon, hermano, espera!" al tiempo que corría detrás de su hermano mayor. Kanon no había avanzado más allá de un punto lejano, pero esperaba esto.
"¿Sí?" preguntó deteniéndose. "¿Qué puedo hacer por ti, Saga?" dijo al tiempo que se volvía a él.
Saga se detuvo viendo a su hermano, con una sonrisa de satisfacción. Saga preguntó ansioso... angustiado.
"¿Dices que puedes probármelo? ¿De qué manera?" preguntó Saga imprimiendo esas emociones en su tono. "¡Dímelo!"
Kanon sonriendo respondió.
"Con esto..." dijo mostrando un pedazo de pergamino que llevaba en su mano. Un arma mortal. Peor que un cuchillo, peor que una espada... Kanon ondeaba delante de su hermano un secreto.
Saga tomó el papel y lo leyó, comenzándolo a estrujar conforme avanzaba en su lectura.
"¡Esto...!" dijo al tiempo que leía asombrado. "¡Es lo que mi maestro me contó... pero... diferente!"
"¡No, no puede ser! Tu maestro jamás te ocultaría nada... no te engañaría... ¡es el representante de la Diosa sabia! ¡De la Diosa leal! ¡Él te quiere, la verdad es lo que siempre han ofrecido!"
"¡Mentira!" gritó Saga al tiempo que arrojaba el papel lejos de él. "¡Todo lo que dice ahí es mentira!"
Kanon se sonrió y gozó de ese momento... ¡cuánto lo había esperado! ¡Cuánto había esperado por ver a su hermano retorcerse de dolor ante el conocimiento de aquello verdadero! ¡De que no eran ellos más que marionetas de los Dioses y de los hombres!
"¿Ahora entiendes lo que es el poder de los Dioses y sus representantes, Saga?" preguntó Kanon mordaz. "El poder que ellos tienen es el de inventar sueños que se hacen realidad... que los demás, creyentes, hacen realidad en sus mentes, pero que no son, a final de cuentas más que espejismos, promesas huecas que te pueden llevar al Elíseo, y a ser un soldado común... ¿acaso quieres eso, Saga?" preguntó Kanon a su hermano, que abrió sus ojos asombrado al escuchar esas palabras. "Esa clase de poder que no podemos permitir que nadie ejerza sobre nosotros... ¡porque nosotros somos diferentes! ¡Somos mejores, hermano!"
Saga miró a Kanon, sorprendido al escuchar sus palabras... de pronto, si esto fuera cierto (¡no, no es cierto!) sus palabras podrían ser adecuadas a su visión de no ser más que el instrumento de la Diosa (¡no, Saga, la Diosa no quiere instrumentos, quiere marionetas!)... miró desesperado al cielo, buscando un signo, algo que le salvara de pensar en todas esas tonterías con las que su hermano le llenaba la cabeza (¿y si todo lo que el creyera fuera mentira?) ¡No! ¡No! ¡No! (¿y si por eso ella no te mandó una señal cuando debió?) No estamos solos... ¡no somos esclavos! (no, peor que eso... son mascotas) ¡Athena ayúdame! (¡Malditas Parcas, malditos Dioses!) ¡Calla! (¡Maldita burla!) ¡Calla! (¡Me las pagará mi maestro!) ¡Callaaaaaaaaaaa! Terminó gritando Saga queriendo extinguir la voz de su mente, esa voz que hace minutos le comenzara a hablar fustigándole en su conciencia... en su fe.
Kanon esperó a que su hermano se calmara... se callara, quedando solo el sonido de su respiración agitada.
"¿De dónde... sacaste esto, Kanon?" preguntó Saga finalmente.
Kanon miró solamente a Saga de manera enigmática. Y sonrió.
"¿De dónde... has sacado esto... Kanon?" preguntó Saga perdiendo el control y sacudiendo a Kanon tomándolo de su camisa.
Kanon sonriendo, viendo la furia de su hermano al verle a los ojos sonrió diciendo:
"De la bóveda de secretos del Santuario, hermanito... ¡de Star Hill mismo!" dijo mientras que Saga abría sus ojos asombrado y dejaba de sacudir a su hermano mayor.
"¿Has... estado en Star Hill?" preguntó Saga tranquilizando su furia. "¿Qué has dicho?"
"Miente... ¡nadie puede subir a Star Hill!" pensó Saga tranquilizándose. "Me ha mentido todo este tiempo..." dijo sintiendo el alivio de volver a sentir que su mundo no se derrumbaba, que había sido salvado. Y soltó a Kanon, un poco arrepentido, un poco apenado.
"¿Qué pasa? ¿No me crees?" preguntó Kanon a Saga... "¿Porqué dejas de lado tu furia?"
Saga, sonriendo respondió.
"Nadie puede subir a Star Hill que no sea El Patriarca." Dijo finalmente. "Eso lo sabemos todos."
Kanon se sonrió y preguntó.
"¿Ya lo has intentado tú alguna vez, Saga?" dijo punzante. "Te aseguro que te llevarías una sorpresa..."
Saga lo escuchó con una sonrisa. (¡Qué tonto he sido al caer en su treta!)
"Claro que no lo he intentado porque está prohibido, hermano, y yo, a diferencia tuya, siempre he sido un respetuoso de la ley..." dijo Saga dando una explicación que creía que no era merecida, pero que al darla, le ayudaría a calmar su ánimo.
Kanon ahora mostró sus dientes con furia, no era una sonrisa, acercándose a su hermano, le dio un golpe en el rostro que no hizo mella en Saga realmente.
"¡Estúpido ciego obstinado!" dijo con desprecio. "¿No te das cuenta de lo que te he revelado? ¡Lo que tienes es auténtico, Saga! ¡La prueba del engaño al que han sometido a los Santos de Athena por generaciones! Como son las cosas... ¡quizá ni siquiera exista ella ni su encarnación!"
"¡Calla blasfemo!" dijo Saga indignado. "¡No digas tonterías! ¡Mientes! ¡No has podido subir a Star Hill, es imposible!"
"¡Pues yo lo he hecho!" digo Kanon interrumpiendo a su hermano. "Aunque te quieras escudar en ese argumento tan idiota como el 'que los Dioses lo prohíben', es verdad, aunque te pese. ¡Yo subí a Star Hill!"
"Ya veo." Dijo Saga sonriendo. "¿Has subido a Star Hill... ¿así como has destruido Cabo Sunion?" preguntó Saga irónico.
"¿Qué?" preguntó Kanon desconcertado.
"Sí... sí... ¿lo recuerdas? ¡Juraste que un día romperías Cabo Sunion! Hasta ahora no he visto que hayas cumplido esa amenaza... me imagino que quizá lo has hecho ya, en uno de tus sueños de engaño y de rencor... ¡Qué mal estás, hermano!"
Fúrico por el tono paternal de su hermano, Kanon ahora fue el que le sacudió de la camisa.
"¡Escúchame imbécil! ¡A mí no me vas a hablar así! Vine hasta aquí para mostrarte que tú estás mal, y debes de quedarte con ello... ¡si te digo esto es porque ahora lo sé! ¡Y tengo testigos de que subí a Star Hill!"
Saga abrió los ojos. ¿Verdad? ¿Tenía testigos? (Seguro otra mentira) ¿Y si era cierto? (¡Que no!)
"¿Testigos?" preguntó Saga extrañado. "¿Quién puede ser, Kanon? ¿Y cómo sabría que diría la verdad?" preguntó defendiéndose, acallando la voz, la duda que seguía siendo acallada pero quería gritar.
Kanon sonrió. Al menos ahora ese estúpido joven sería útil en sus planes. Y en cierta manera era apenas justo, que por medio de él, y que fuera él su pobre sustituto que diera el golpe de gracia.
"Aiolos." Dijo con simpleza Kanon con sonrisa maliciosa a Saga, entrecerrando sus ojos.
Saga abrió los ojos. ¡Aiolos! ¡Aiolos lo había visto! ¡Y no le había dicho a el nada! (¡No le hagas caso!) ¿Por qué? ¿También Aiolos lo engañaba? (¡Saga! ¡Saga! ¡No sufras! ¿Dónde está tu fe?) ¡Tendría que preguntarle! (¿Y descubrir que esto era otra treta de Kanon?)
"No te creo." Respondió una vez más Saga, acallando sus dudas, su angustia.
"Pregúntale." Replicó Kanon a su hermano con sencillez. "Eso es muy simple de corroborar."
Saga se sacudió con violencia las manos de su hermano que aún lo sostenían de la camisa.
"¡Idiota! Sabes que nos está prohibido ver a nadie hasta después de nuestro encuentro mañana... para entonces será muy tarde... pues habré ganado el honor de portar la armadura de Géminis, tus actos deshonrosos esta noche, tus mentiras, sólo demuestran que yo soy el único merecedor de ella."
Kanon rió efusivamente.
"No, Saga... lo único que ha demostrado hoy tu actitud cerrada, de no admitir la verdad, es que el que tiene los motivos correctos para portarla soy yo... ¡yo que la quiero para ejercer el poder! ¡Para aquellos que ha sido diseñada un arma con la túnica de Géminis! Si quieres ganármela... ¡tendrás que demostrar una sed mayor que la mía por el poder...! Y eso... lo dudo mucho."
Saga miró a Kanon sereno, pero con una mirada diferente. Su hermano pudo sentirlo. Kanon miró a su hermano... ¡qué le pasaba a Saga! ¿Qué pasaba con su mirada?
"Tu, Kanon, desconoces la clase de poder que yo ansío... y para qué lo quiero. Mi mente no es tan simple como la tuya, que anhela el poder por tenerlo..."
Kanon tembló ante lo dicho por Saga. Nunca había visto ni sentido de el esta clase de vibración.
"...Tengo fe de que con este poder, podré yo llevar a cabo la última cruzada de la Diosa Athena y detener este círculo de guerras que han dañado a ella y a su Orden por tantos años..." dijo recuperando su mirada cálida.
"¿Qué pasó?" preguntó Kanon en su mente. "¿Qué pasó?"
Saga dando media vuelta caminó hacia su cabaña, al tiempo que decía.
"Y te agradezco, hermano, lo que has hecho hoy por mí... venías a desestabilizarme, lo único que has logrado es aclararme mi propósito: ganar la armadura, aunque sea pasando por encima tuyo."
Kanon observó intrigado a Saga alejarse y maldijo gritando:
"¡Perro infernal!" respiró agitado... y volvió su mirada al suelo, buscando el trozo de pergamino que fuera su única y fallida arma por vencer a su hermano moralmente. "¡No está!" dijo tras buscarla. "Y no ha habido viento que la arrastre... ¿será posible qué?" y meditando, Kanon sonrió. "¡Saga!"
Y rió hacia sus adentros, pero su risa fue creciendo, y creciendo hasta volverse una carcajada burlona y casi malsana.
El Palacio Papal se encontraba lleno de gran movimiento a la mañana siguiente. Los guardias y sirvientes preparaban las instalaciones que serían utilizadas por los contendientes al título de la armadura, al tiempo que preparaban que la caja de Pandora de la armadura de Géminis, aunque siempre brillante, estuviera colocada en el lugar principal justo frente al palco papal.
Shion observaba esta meditabundo. Arles entró a sus espaldas para observar al anciano, sin máscara en esos momentos, mirando el prodigio del brillo de ésta.
"¿Su Santidad?" preguntó Arles, al tiempo que Shion se volvía a ver a su cuestionador. Rostro arrugado, pero de una increíble apariencia de juventud para un ser tan anciano como él. Su mirada recta, noble, leal, desprendían bondad, pero en parte, parecía haber un dejo de tristeza detrás de ese brillo de su mirada, no apagado ni por el pasar de los años.
"Quería observar con mis ojos, sin máscara, la gloria del fulgor de Athena, mi querido amigo." Dijo Shion al tiempo que caminaba hacia el Santo compañía del Patriarca. "Es algo digno de mirar, tras todos estos años, mi misión comienza a cumplirse, hoy entregamos esta armadura, la primera de doce..." y caminando hacia su trono, Shion se sentó tranquilo, con fuerza resuelta, su malestar del día anterior, parecía haberse desvanecido tan misteriosamente como hubiera aparecido... era como si el entusiasmo de saber que su misión comenzaba a cumplirse, hubiera llenado al anciano de un nuevo vigor.
"Así es, Su Ilustrísima..." dijo Arles concediendo la razón de Shion y sin agregar más. No debía de interrumpir las palabras de este sabio venerado.
"Los nuevos jóvenes que estarán dispuestos a sacrificar sus vidas por nuestra Diosa, y por este mundo, de ser necesario, en una guerra terrible que se desatará seguramente en esta generación, pues los signos de esta comienzan a dibujarse ya en las cercanías... como ver las nubes negras en el horizonte y que amagan con tormenta, justo ahora estamos en ese momento." Y poniéndose su máscara, El Patriarca prosiguió. "No cabe duda, que no el destino trazado por las Parcas es inevitable."
El Patriarca cayó, y tras una breve pausa, Arles supo que podría hablar.
"Si Su Excelencia me lo permite..." dijo Arles pidiendo permiso para hacer una acotación.
"Habla, habla con confianza, viejo amigo, que no es necesario que pidas permiso para ello, no en balde por eso te elegí para que ocuparas el lugar de mi hombre de confianza en El Santuario, no puedo confiar en nadie más que en ti."
"Gracias, Mi Señor" dijo Arles genuinamente honrado de recibir tales palabras. "Yo he rogado a Athena toda la noche que sea su voluntad que sea Saga el elegido para portar la armadura de Géminis, tras lo visto ayer en los últimos encuentros, dudo mucho que Kanon sea un candidato honroso para portar la armadura de Géminis."
Shion asintió gravemente, recordando que, en el destino que había descifrado para Saga como para Kanon, figuraba portar la armadura de Géminis, como un misterio que no se le desvelaba aún en su totalidad. Sin embargo, notando que su allegado experimentaba un momento de ansiedad, habló con la intención de tranquilizar su espíritu.
"Calma, calma, amigo mío" dijo Shion. "El combate no es más que la penúltima prueba que deberá enfrentar el ganador de éste, puesto que la última, la real y más difícil, es que la armadura de Géminis lo acepte como su portador, si esto llega a ocurrir, no habrá la menor duda, de que este habrá recibido la anuencia de nuestra Diosa para ser su elegido, el primero de una nueva generación de jóvenes que son la esperanza de nuestro Universo."
Y al concluir sus palabras, El Patriarca se volvió hacia la caja de Pandora, con el grabado que mostraba a un par de hermanos gemelos: Cástor y Polideuces. Arles hizo lo mismo, volvió su rostro hacia la caja y asintió.
Saga aspiró profundamente antes de salir a la arena. Estaba listo para enfrentar a su hermano. Para demostrarle que todo ocurría siempre como debía de ser en El Santuario, en base a la justicia, al propósito en comunión con su Diosa.
"Señora, acompáñame, permíteme ganar el honor de ser tu Santo... de ser el que finalmente libere, con tu ayuda, a este mundo, de las interminables guerras que han dejado solo un rastro de sangre entre tus fieles, y lágrimas de sufrimiento en tu rostro."
(¿Y si ella fuera igual que los otros Dioses?) Silencio. (¿Si Athena disfrutara de tener estos encuentros cada cierto tiempo y esa fuera la respuesta a porqué no ha terminado con estas batallas absurdas que se dan desde los tiempos del mito?) Si no te callas yo...
Una voz le interrumpió. Era un soldado del Santuario que le avisaba que era momento de salir a la arena.
"¿Señor?" preguntó respetuoso. "Es la hora, salga a la arena."
"¿Eh?" preguntó distraído Saga ante las palabras. "¡Ah sí! ¡Gracias!" dijo al tiempo que se ponía en pie y se dirigía al pasadizo que lo llevaría al centro del coliseo.
"Que Niké lo corone, Señor" dijo el guardia a Saga, el cual se detuvo ante estas palabras y se volvió a sonreírle.
"¡Gracias!" dijo sinceramente.
"Puedo decirle que no habría nadie mejor para ser un Santo de Oro que usted, Señor... tras lo que demostró ayer salvando al elegido de Athena... sólo un verdadero siervo de la Diosa, podría demostrar tal fuerza y virtud."
"Te lo agradezco en verdad." Dijo Saga al tiempo que apoyaba su mano en el hombro del guardia. "¡Haré mi mejor esfuerzo para cumplir esa expectativa... ¡siempre!"
[Música de Fondo: Twin Salas]
"Siempre" meditó Ares al tiempo que vigilaba atento el curso de los acontecimientos en el Santuario de Athena. "Siempre es una palabra tan vaga..." dijo el Dios de la Guerra con pensamiento sereno. "Y que los humanos no sabrían comprender... para ello tendrías que ser un Dios, Saga, para poder pensar como un Dios... algo que quizá pueda ayudarte a alcanzar."
Caminando fuera de su habitación, Ares pudo observar como Areópago, la Montaña del Juicio, se comenzaba a llenar cada vez más de actividad.
"Hades ha comenzado a cumplir su parte del trato, ya mis seguidores han comenzado a salir del Hades y sus almas se revuelven inquietas presintiendo que el momento de volver a gozar la gloria de la batalla se aproxima..."
Almas que reflejaban ira, salvajismo, impiedad, furia, se revolvían abajo. Sus antiguos Berserkers, sus fieles guerreros, muertos junto con él en la última guerra contra Atenea. Sus gritos de ansia, de saber que tenían una nueva oportunidad, llenaban a Areópago de energía.
Kanon escudriñó con su mirada el aspecto de su hermano. El Coliseo se encontraba solo, con la excepción de El Patriarca y Arles sentados en el Palco Papal.
"No durmió bien" pensó satisfecho Kanon. "La duda ha seguido royendo su fe, su estúpida y mal fundada fe... esta pelea está resuelta."
Dijo al tiempo que volvía su mirada hacia la Caja de Pandora de Géminis.
Saga, evitó la mirada de su hermano, pero se puso delante de él, finalmente desafiante. Ambos se miraron, viéndose a los ojos, tratando de encontrar algo. Sólo Kanon encontró aquello que buscaba, Saga, para su intranquilidad, no.
"Kanon" dijo la voz de El Patriarca obligándolos a volverse hacia él. "Saga." Dijo el Anciano Representante de Athena. "No hay nada nuevo que pueda decirles, sólo que la Diosa los proteja, y que no quiten de vista nunca, que es la misericordia a un rival, sobre todo uno, que es temporal, no enemigo a muerte, una virtud que los verdaderos Santos de Athena tienen."
"¿Temes que mate a tu consentido, Patriarca?" preguntó Kanon divertido. "¡Vaya! ¡Así juzgarás mi poder! ¿Y así juzgas a mi hermano?" preguntó el hermano mayor del implicado al escuchar esas palabras. "No temas, anciano..." dijo concluyendo Kanon. "No es mi intención matar a Saga... en realidad, ahora que lo medito, nunca lo ha sido..." dijo, suavizando ligeramente el tono.
Saga observó a Kanon sorprendido. ¿Podría ser que acaso, Kanon...?
"Tampoco es intención mía destruir a mi hermano, Patriarca..." dijo Saga finalmente, con un brillo en su corazón de que su hermano, tras ver su sufrimiento, pudiera comenzar a comprender la fe en la Diosa. "Las Parcas han decidido este encuentro desde antes de nuestro nacimiento, nosotros somos asistentes únicamente al escenario que nos han determinado."
Kanon bufó burlonamente y respondió.
"¡Qué tontería!"
Arles se aproximó a la orilla del Palco y levantando los brazos, gritó:
"¡Que inicie el duelo final!"
Saga y Kanon. Kanon y Saga. Estudiándose. Enfrentándose. Odiándose y queriéndose. Uno, será el ganador, el otro, el perdedor irremediable. Uno el héroe, el otro, el olvidado.
"¿Sabes, Saga? Agradezco que El Patriarca nos haya interrumpido la última vez que nos vimos de esta manera... sé que entonces hubiera disfrutado de sobremanera el derrotarte, pero ahora entiendo, que en estos momentos será mejor, puesto que mi derrota sobre ti será absoluta..."
"¿Qué dices?" preguntó Saga recordando su último encuentro con Kanon en combate, frente al mar enfurecido junto a Cabo Sunion. "¿Sigues creyendo que me hiciste el daño que pretendías?"
Kanon sonriendo responde.
"No me puedes engañar, Saga... soy tu hermano y te conozco. Puedo leer cada movimiento tuyo, y noto que tu Cosmos no está armonizado correctamente... es volátil, inestable... y el Cosmos, es un reflejo de quien lo quema."
Ambos hermanos habían comenzado a elevar sus Cosmos de manera terrible, ambos Cosmos agresivos y terribles.
"Hermano... si lo sientes así no es más que está demostrando lo difícil que resulta, después de todo, tener que librar esta batalla contigo..." dijo Saga con dolor. "El destino me ha dado un hermano, y tengo que luchar con él, en aquello que ambos nos propusimos." (Mentira, lo odias. Odias que siempre se burle de ti. Lo odias, porque piensas ahora, que quizá tenga la razón.) Y elevando su Cosmos una vez más, pequeños relámpagos dorados cayeron en la arena, como una pequeña tormenta descargándose en medio de la arena del coliseo.
"Si tú lo dices..." respondió Kanon ante la declaración de Saga. Y quemando su Cosmos de manera más eficiente, más controlada, Kanon logró comenzar a levantar, nuevamente una tolvanera detrás de él.
Las piedras comenzaron a partirse, y un aire lleno de la estática del Cosmo de Kanon, pudo sentirse, mientras los vellos de sus brazos se erizaban. Lanzando la tierra contra su hermano, el mayor de los gemelos se lanzó detrás de este, con gran rapidez, una rapidez cercana al Séptimo Sentido.
Extendiendo sus manos para proteger su vista, Saga mostró estas, vendadas, cubriendo las heridas recibidas por detener el extraordinario proyectil de Zarkón. Kanon, mostrándose frente a él, golpeó las manos abiertas con fuerza inusitada, impulsados sus puños por el Cosmos.
Saga sintió dolor, al tiempo, que de inmediato, algunas ámpulas se reventaban. Las vendas dibujaron el rastro de sangre que estas heridas comenzaban a causar. Pero resistió, la fuerza de su hermano era grande, pero igualmente era la suya.
Aprovechando el ataque tan frontal de Kanon, Saga bajó su brazo izquierdo y lanzó un gancho al hígado de su hermano. Impulsado por Cosmos, pero no tan fuerte como el primero hiciera. Kanon recibió el golpe y se separó, al tiempo que se sobaba.
"Jajaja, hermano..." dijo mientras miraba a Saga quien lo miraba. "¡Golpeas como una niña! ¿Será posible que te hayas debilitado tanto en tu entrenamiento! ¡Eras más fuerte de niño! ¿O acaso estás dejando de pelear con todo tu esfuerzo?" preguntó comenzando a indignarse. "Está bien, si ese es tu deseo, te libero de tu promesa... cuando te hice jurar que siempre lucharías con todas tus fuerzas contra mí... mirándolo bien, ahora es algo que me conviene."
Saga bajó sus brazos indignado.
"¿Siempre eres igual, verdad hermano?" preguntó Saga molesto. "Te gusta manipular a tu placer, todo siempre debe de moverse a tu conveniencia, sólo así está bien, ¿cierto?"
Kanon abrió los ojos con un poco de sorpresa.
"¡Vaya! Esto si que es una sorpresa... parece que si me conoces bien..." y viéndolo con desprecio, Kanon prosiguió. "Tienes razón, me gusta manipular a mi antojo, me parece una buena actividad! Me gusta manipular los eventos, ser yo el responsable y no lo que ustedes, las mentes débiles califican de voluntades de las Parcas..."
"No dejaré que sigas diciendo esas tonterías" dijo Saga al tiempo que levantaba una tolvanera similar a la de su hermano y se lanzaba, en movimiento idéntico hacia éste. Para su sorpresa, Saga percibió que Kanon se impulsaba sobre su mismo sitio al aire, evitando el ataque de este, y descendiendo con fuerza sobre su espalda, el menor de los gemelos cayó pesadamente al suelo.
Kanon, explotando su Cosmos, comenzó a patear las costillas de su hermano caído, al tiempo que se reía, gozando cada golpe.
"¿Sabes una cosa?" dijo mientras seguía golpeando a una velocidad similar a la de la luz a su hermano, e interrumpiendo sus carcajadas. "Puedo ser muy voluble... atacarme con mi propia técnica fue algo muy estúpido, hermanito... tu pusilanimidad me está resultando asquerosa, creo que, no me serías útil si sigues viviendo, considerando que estoy disfrutando tanto este encuentro."
Shion y Arles observaron preocupados el último acontecimiento. El Sacerdote había notado en Saga un incremento de los períodos erráticos de su alumno en los últimos días. ¿Sería posible que fuera víctima de uno de ellos en estos momentos? ¿Pero porqué esto ocurría de pronto, con un joven que había demostrado siempre estabilidad y una voluntad apenas igualadas? Siempre, desde pequeños, creyó que Saga sería el elegido, a pesar de los signos, a pesar de lo que las estrellas indicaban.
Kanon seguía riendo mientras golpeaba a su tirado hermano. Finalmente, conseguiría lo que había anhelado tanto tiempo. Una victoria sobre Saga, el poder de la armadura, el poder callar a ese viejo que todo el tiempo lo había tratado como un segundón... cuando había sido Saga el que había nacido después que él. ¡Era él el que merecía la victoria! ¡Era su destino!
Soportando el castigo, Saga apretó sus manos tomando polvo en sus manos. Iba a ser derrotado. (Levántate, Saga, sabes que Kanon no es rival para ti) ¡Athena! Señora mía, sabes que no he podido acallar esas voces que desde en la noche me molestan, si pudiera dejar de escucharlas... ¡pero me hacen dudar! (Eso es porque estás negándote con todas tus fuerzas... piensa, Saga, ¡piensa! Si lo que sabes es verdad, ganar ha sido siempre tu meta. Si es mentira, entonces, como Santo de la Orden, tendrás acceso a más sitios del Santuario que ahora mismo no puedes visitar... ¡tienes que ganar!) Tengo que ganar. (Tienes que ganar, para saber). Quiero saber... ¡quiero saber la verdad! (¿A qué precio?) A cualquiera... ¡no hay precio muy corto... (¿Aún estarías dispuesto a sacrificar aquello que has tenido toda tu vida? ¿Tu mismo espíritu? ¿Tu fe?) ¿De qué me serviría mi fe si estuviera fundada en una mentira? (Te habría servido para llegar a un sitio que has querido desde joven, y podrías corregir aquello que debe de ser corregido). Sí. Puedo hacerlo. Si es verdad, ganaré, y ofreceré penitencia a la Diosa... (¿Y si es mentira?) ... (¿Y si es mentira, Saga?) Entonces... ¡castigaré a los responsables! Los castigaré por engañarme... ¡por jugar conmigo! ¡Con mi destino! ¡Con mi vida! (Ya has encontrado el camino, Saga... ¡nada podrá vencerte ahora! ¡Ni los Dioses!)
Saga abrió sus ojos, para darse cuenta que seguía recibiendo el castigo de su hermano. Pero ya no dolía. Sus ojos brillaron, de manera extraña, y Kanon se estremeció.
"¿Quéee?" preguntó al tiempo que Saga se ponía en pie. Imponente, el Cosmos de Saga se había convertido en una tormenta inmensa alrededor suyo, y alrededor de Kanon.
"Estoy cansado... ¡de tu obsesión conmigo, hermano!" gritó Saga levantando su rostro y lanzando con este energía acumulada de Cosmos que se materializó como un viento furioso que obligó retroceder a Kanon sorprendido... casi asustado.
"Quizá te haga sentir bien pensar que tus palabras han hecho que algo en mí cambie, hermano..." dijo Saga tranquilamente, al tiempo que Kanon adoptaba una postura de defensa. "Quizá te haga sentir bien saber que has hecho de manera efectiva que sufra una crisis de fe... eso ¿era lo que buscabas, cierto?"
Kanon tragó saliva. Una crisis de fe. Si. Eso era lo que había buscado siempre.
"Bien, quizá lo que no imaginabas, es que, pudiera adaptarme al concepto... a la situación."
Y pensando, únicamente pensando, de Cosmos a Cosmos, Saga logró decirle a su hermano.
"Ahora se que no debo de castigarte a ti, si esto es cierto..." la voz, sonó cavernosa, profundamente oscura.. Kanon pudo percibir algo que había cambiado en la presencia, generalmente fuerte, pero parsimoniosa de Saga. "Esto es obra tuya, Kanon... disfruta lo que has peleado tanto por obtener... ¡qué mal que se te concediera esto, antes de obtener lo otro que anhelabas más que verme así..." Y viendo directamente a Saga, Kanon, vio que comenzaba a hacer unos pases con sus brazos. "La armadura, ahora será mía... es lo justo, que ambos ganemos lo que tanto hemos anhelado... ¿no lo crees?"
"¡Tú! ¡No eres mi hermano!" gritó Kanon asombrado, al tiempo que comenzaba a incrementar su Cosmos como defensa, preparándose una vez más a lanzar su última técnica. "¿Quién eres? ¿Qué eres?"
"Gracias a ti, hermano..." dijo Saga con dolor. "... ahora no lo sé".
Su Cosmos alcanzó el brillo dorado.
Arles y Shion se miraron entre sí.
"¡El Séptimo Sentido!"
[Tema de Fondo: Senki no Koutou]
Llorando, Saga extendió sus manos hacia su hermano, al tiempo que Kanon hacía lo mismo. Y observó.
"¡Está sufriendo!" pensó para sus adentros. Pero no llegó consigo de ese conocimiento, al júbilo que pensó le seguiría.
"Ahora... me siento solo... muy solo..." pensó Saga con dolor. "Athena... ¿estás conmigo?" (Tú estás contigo... no pierdas la determinación por llegar, Saga...)
Recordó ese momento en que miró a la hormiga trabajar.
"Yo quiero algo más..." llegó su propia voz en recuerdo retumbando en su oído interno. "No quiero ser un simple soldado..."
(Solo alcanzando tu meta, podrás acceder a esa verdad que tanto buscas, Saga... a la verdad).
"Pero..." dijo mientras sus lágrimas escurrían por su rostro. "Para mí la verdad siempre fue simple contigo, Athena... ¿porqué? ¿Por qué me dejas en esta hora en que más te necesito?"
"¡GALAXIAN... EXPLOSION!"
Kanon abriendo los ojos, observó una multitud de planetas formarse alrededor suyo, como saliendo de las manos de su hermano.
"¡TRIÁNGULO DE LA MUERTE!"
Gritó a su vez el hermano mayor de Saga, en plena defensa.
Arles cubrió con su cuerpo a Shion gritando:
"¡Su Santidad!"
Susurrando, el Patriarca dijo:
"¡Crystal... Wall!"
Una luz ambarina protegió el palco papal, al tiempo que las colosales formas de energía se encontraron. Un fulgor dorado se vio desde fuera del palco, fulgor que todos los habitantes de El Santuario pudieron ver. Como un segundo amanecer que se estuviera dando en el Coliseo. Como si el Sol de Apolo se hubiera caído en medio de la arena.
Ares asintió.
"Sí, humanos... justo es eso, el amanecer de una nueva era, de una Revolución que cimbrará y cambiará la faz de su Santuario para siempre..."
El fulgor fue desapareciendo... el polvo, asentándose. Arles se levantó, al ver que todo había pasado, y que habían sobrevivido al choque de energías extraordinarias. La pared de cristal del Papa, desapareciendo rápidamente. Ambos miraron a la arena para descubrir el resultado.
Saga y Kanon. Kanon y Saga.
Ambos de pie, ambos mirándose uno al otro. En silencio, esperando, heridos.
"Has peleado muy bien, hermano." Digo Saga finalmente, con tono triste. "Te agradezco todo lo que me has enseñado, a pesar de todo."
Kanon miró a su hermano, el cual, derramó una lágrima. Una lágrima por su inocencia perdida. Sabía que, de no ser cierto lo que su hermano le dijera, el simple hecho de experimentar esta duda sería algo que le atormentaría siempre. Descubrir que la duda era verdad, sería peor. Una cosa era cierta: había perdido su paz interna para siempre.
"Lo mismo digo, hermano." Dijo Kanon. "Tu técnica final ha sido algo digno de verse, de no haber sido por mi propio ken, ahora mismo no estaría vivo..."
"Y yo... no estaría en este mundo." Dijo Saga complementando a Kanon. "Finalmente, creo que ninguno de los dos, hemos luchado totalmente con todas nuestras fuerzas."
Kanon abrió sus ojos. ¿Qué decía? El había hecho todo lo posible. El Cosmos de su hermano, lo había cubierto, lo había golpeado.
"Creo que así es..." dijo aparentando confianza. "Sin embargo, ambos estamos heridos... ¿esperando que uno caiga antes que el otro, acaso?"
Saga miró a su hermano. Kanon lo estudió. El hermano menor habló.
"YO no voy a ser el que caiga, Kanon. Eso, ya lo sabes."
Kanon abrió los ojos.
"¿Qué?" preguntó.
Su cuerpo comenzó entonces a reaccionar a los golpes que Saga le habría dado a la velocidad de la luz tras lanzar la Explosión de Galaxias.
"¡Arghh... ARGHHHHHH!"
Su ropa, haciéndose jirones, se destrozó, y Kanon, perdiendo el brillo de su mirada cayó pesadamente, dejando escapar saliva mezclada con sangre de su boca semiabierta al caer de bruces contra el suelo.
Saga bajó la vista, triste. Kanon, su hermano, había caído.
"No te preocupes, hermano... siempre hay manera de adaptarse a una pérdida, yo estoy buscando ahora mi camino, espero ayudarte a encontrar el tuyo..." Dijo llorando.
Shion observó esto, y lloró igualmente. El despertar de un Santo, generalmente era acompañado del júbilo del ganador. Y él, esperaba eso ciertamente este día, al ser el inicio del cumplimiento de su misión desde que la Diosa lo asignara cabeza de su Santuario. Pero ninguno, ni el ganador, ni él como Patriarca, sentían júbilo... pues ambos reconocían que algo se había perdido en esta victoria.
Aunque, Shion, no conocía la magnitud de la pérdida de Saga, él pensaba que era el dolor de Saga al tener que luchar contra su hermano.
"Señor..." dijo Saga inclinando su cabeza.
Shion mirando a Saga, no esperó más diálogo del usualmente más expresivo Saga. Estaba agotado, y era justo ya declararlo ganador.
"Saga" dijo serenamente. "Has ganado el derecho de ser un Santo de Athena, hijo mío, hoy el rostro de la Diosa te sonrió, y Niké posó la corona de la victoria en tus sienes... ¡regocíjate hijo mío! Pues Athena no olvida a quienes creen en ella..."
Y pensando en su hermano, Saga dijo en su mente: ¿Y en los que no creen? (¿Y en los que no creemos?)
"Que la justicia de Athena guíe siempre tu paso, Saga de Géminis... ¡Santo de Oro de Athena!" dijo Arles al tiempo que soltaba varias palomas, que volaron al cielo anunciando la victoria de uno de los contendientes.
Continúa...
Nota 1: Arles lo utilizaré aquí más como un título real otorgado a Shion en su rol como Patriarca y a su acompañante, el que introducen en la animación y en Excalibur, el cual, ha sido por ser llamado un Santo de Plata, quizá de el Altar, pero que también asume el rol de un kagemusha, título que los señores japoneses poseían que era un doble, el cual, vestía y era llamado igual, para engañar al enemigo en caso de que el portador del título original muriese sin asignar un sucesor. El kagemusha entonces, subía al trono en este caso. Curiosamente, puede ser también equiparado a un rey sucesor temporal (interregnum) costumbre de los antiguos griegos en ritos, sobre todo, de primavera.
Nota 2: La Estampida de Caballos seleccionada como técnica de un gemelo no es descabellada, puesto que Cástor del mito griego, era un domador de caballos estupendo, según se cuenta, nadie hubo después de el quien controlase a los caballos con tal maestría. — Nota del Autor.
Nota 3: Por supuesto, Kanon hace referencia al mito de Aracne, la joven que ofendiera a Athena por afirmar que sus tejidos eran mejores que los divinos, tras una desigual competencia, Aracne fue vencida por la Diosa y castigada a hilar eternamente hilos destinados a romperse en la forma de una araña. —Nota del Autor.
Nota 4: Fue Zeus el que mató a Idas finalmente vengando la muerte de Cástor a manos de éste. Polideuces fue herido por éste en la cabeza con una piedra. – Nota del Autor.
A finales de la primavera, el ciclo solar había entrado en el dominio de Géminis, y con éste, habían llegado los días finales para obtener la armadura dorada del signo amparado por Cástor y Pólux.
Un aire frío, contrastante con el sol brillante que se mostraba sobre un cielo azul intenso, recorrió las construcciones del Santuario, apenas en activo por los guardias que habían montado su vigilia en los dominios de la Diosa sapiente. Era como un frío que recorriera el alma cuando algo nos asusta, cuando algo nos pone nerviosos. Una gota de rocío marino brilló en la comisura del ojo de la estatua de Athena, como si de una lágrima en suspenso se tratara.
Como marionetas cósmicas de los Dioses, de las Parcas, los hombres envueltos en las últimas luchas, tras haber sido eliminados 11,996 candidatos por las armaduras, se alistaban a enfrentar sus destinos al final de un arduo camino. Sangre, sudor, lágrimas, sueños, pesadillas de tantas almas con un objetivo en mente, estaban a punto de presenciar, como conteniendo la respiración, las contiendas entre nativos de los gemelos. Determinación. Voluntad.
"¿Son todas ellas suficientes?" se preguntó desde el lejano Areópago, Ares, Dios de la guerra.
Como una grotesca gárgola, que no encajaba en la arquitectura del Santuario, a través de los ojos de su temible criatura, el salvaje Ares, observa el mover lento de las ruecas del destino, con la paciencia infinita que da la rutina de ser un inmortal, un eterno.
"Ahh, hermanita, no puedes engañarte... eres tan cruel como todos nosotros, aquellos a los que desprecias por nuestro empeño en parar la insoportable monotonía... ¿no disfrutas como nosotros, grandísima hipócrita?" el sarcasmo del comentario casi podía palparse, un trueno relampagueó en las partes posteriores de la montaña del juicio. "La sentencia de las Parcas es innegable, lo único que nos mueve es la esperanza de luchar contra el tiempo..." Carcajeando sonoramente, Cosmoenergía se desprendió del ser espiritual de la guerra. "Nuestro padre nos puso a nosotros el ejemplo al luchar contra Cronos, pero su venganza es cruel e insondable... como nosotros llegamos a ser Dioses algún día, también ahora otros están al borde de alcanzarlo, y nos entretiene la guerra por detenerlo."
Aleteando siniestramente, el buitre de Ares planea sobre el Santuario dirigiéndose a la cabaña de Saga.
Allí, ante una ventana sin vidrios, sin tapas, en medio de un sueño justo, Saga reposa confiado en que su Diosa le favorecerá en la búsqueda de sus propias metas, visualizándose como la única esperanza de esta generación, el gemelo menor apenas cambia de posición, como advirtiendo el estar siendo vigilado.
"Allí estás, Saga... te voy observando desde tu nacimiento, ¿qué destino aguardan las Moiras para ti en estos días? Tu destino es ser Santo Dorado de Géminis y me eres un misterio total aún, estas no serán con mucho las últimas pruebas que enfrentes en tu vida, pues como las estrellas determinan la cantidad de dolor que cada humano sufrirá en cada encarnación, los Dioses tenemos el privilegio de poder mover las balanzas frágiles de sus vidas hacia un lado o hacia el otro... pobre, pobre, Saga..."
Siguiendo con su ominoso vuelo, el buitre de Ares se posa en un lejano árbol cercano a la cabaña de estudio de Kanon, el mayor de ambos gemelos.
"Imposible verte a través de métodos normales, Kanon..." piensa Ares con una sonrisa, remarcando lo hermético de la choza del gemelo. Usando sus percepciones avanzadas, el salvaje Dios de la guerra logra discernir a través de las paredes pasándolas como si no existieran, encontrando al hermano mayor de Saga durmiendo sobre la mesa, con una vela totalmente consumida, y con un trozo de papel aún siendo sostenida de manera obsesiva entre sus manos. "El hermano invisible, el hermano eclipsado ante el fulgor del otro. Es cuestión de tiempo antes de que el eclipse pase, estrella de géminis, te empeñas tanto en mostrar lo que no es cierto, que no te das cuenta que es la misma fe que condenas en tu hermano es la misma que te mueve... tu destino es ser Santo Dorado de la Diosa bajo el signo de los Gemelos ¿cómo puede ser? Se lo pregunta el anciano... la respuesta, debería de saberlo ante tantos años de existencia... la tiene sólo aquello que ni él ha podido vencer: el tiempo."
Alzando el vuelo, el buitre de Ares se dirigió una vez más a un punto indeterminado, alejado del Santuario, alejado del Olimpo, en territorios que los malditos de Athena, merodean, lejos de su luz misericorde, es apenas irónico comprender, que de esas regiones olvidadas, la verdadera amenaza de esta Guerra Sagrada será desatada...
CRÓNICAS ZODIACALES: GÉMINIS: REVOLUCIÓN
CAPÍTULO III:
VICTORIA PÍRRICA
Sentado a la mesa, desayunando tras una noche de reposo, el radiante Saga ora concentrado por la victoria.
El frugal desayuno que se muestra delante de el, traído por las doncellas del Santuario, se muestra apetitoso.
"Es de sorprender que en estos momentos todos los finalistas por la armadura estamos haciendo lo mismo... comiendo, algunos con nervios, otros con ansias, otros forzadamente, señora Athena, sabes lo que pienso y siento, la magnitud del compromiso que tengo yo contigo, permíteme llegar a mi meta, Diosa mía..."
Sirviéndose un poco de jugo, Saga se dispone a beber el contenido del vaso, cuando sorprendido se da cuenta de que...
"¿Qué?" pregunta en voz alta extrañado al encontrar que el vaso que ha tomado... "¡Está vacío! Pero ¿cómo? Me he servido recién..."
Una carcajada sonora y traviesa se escucha a las espaldas de Saga, llenando la cabaña totalmente con su sonido bienvenido para el atónito gemelo. Volviéndose, Saga observa al joven Aiolos bebiendo del vaso tras interrumpir sus carcajadas.
"¡Asombroso!" piensa Saga sorprendido. "¡No lo vi hacer absolutamente nada! ¿Tan absorto estaba yo en mi meditación?"
Firmemente dejando el vaso en la mesa, Aiolos toma el jarro de jugo y vierte de este en el vaso que está frente al azorado Saga.
"¿Listo para estas pruebas, amigo?" pregunta sin presunción a pesar de saber que a un año de estar en la situación de su amigo, ha demostrado capacidades doradas. "¡Espero que así sea! ¡He venido a animarte!"
Saga se sonríe con confianza, y con un poco de presunción responde.
"He estado listo para estos días desde que comencé este camino, amigo mío..." dice al tiempo que bebe el vaso de jugo que su amigo, casi hermano, le sirviera hacía unos instantes. "Eres asombroso, Aiolos" dice finalmente Saga poniéndose de pie al terminar de beber su jugo. "Me parece que seremos ambos compañeros de Orden."
Aiolos, modestamente, da una palmada en el hombro a su amigo.
"Gracias, muchas gracias amigo, francamente espero que lo que digas se convierta en realidad."
Sonriendo, el menor de los gemelos responde al gesto amistoso y dice:
"Nada me daría más gusto, poder compartir este grandísimo honor junto con... mi hermano." Concluye Saga la frase con gesto preocupado y agachando su mirada.
La sonrisa de Aiolos se borra de pronto al comprender el sentido de las palabras de Saga en ese momento, el dolor que, en parte, le significa a Saga el tener que competir contra su propio hermano carnal por el honor de ser un Santo de la Diosa. Un gesto de preocupación estremece a Aiolos al recordar su encuentro con el hermano gemelo de su amigo.
"En verdad..." piensa el joven Sagitariano. "... Lo mejor sería que Saga resultase el ganador, hay algo inquietante en Kanon, algo que me hace temerle... es asombroso que sean tan parecidos y tan diferentes a la vez..."
Al notar que Aiolos no responde a sus preocupaciones, Saga sonríe diciendo.
"Te agradezco tu respeto, tu silencio es mucho muy apreciable para mí..."
"Ni lo menciones, amigo..." responde Aiolos recuperando su sonrisa. "¡Y ahora vamos allá afuera, creo que es hora de que entrenes un poco antes de tu encuentro...!" dice al tiempo que levanta sus manos haciendo gestos amenazantes, retomando su vaso. "Ya sabes... ¡soy un buen compañero de juego!"
Caminando hacia la puerta, Saga se dispone a salir, mientras que sonríe diciendo:
"No seas tan presuntuoso por un momento de distracción mía, Aiolos... eres bueno, pero no eres mejor que yo." Dice al tiempo que sonríe guiñándole un ojo. "Te espero allá afuera."
Dejando el vaso en la mesa, Aiolos sonríe de vuelta con malicia sana y dice:
"¿Qué no soy mejor que tú? ¡Eso ya lo veremos!" disponiéndose a dar un paso, Aiolos da un traspié al sentirse impedido en su paso... "¿Qué ocurre?"
Pesadamente, Aiolos cae al suelo, tirando consigo, los trastes del desayuno de Saga...
"¡Por la serpientes de la Medusa! ¿Qué es esto?" viendo hacia sus botas, se da cuenta que algunas de las correas que le sostenían, fueron desamarradas y luego hechas nudo. "¿Quién...?"
Una risa desde afuera revela al responsable de la venganza, pícaramente, Saga asoma su cara sonriente desde el quicio de la puerta al tiempo que dice:
"¿Qué te retrasa?" dice al tiempo que sigue riendo. "¡Vamos no tengo todo el día para entrenar contigo!"
Aiolos carcajea mientras intenta desenredar los nudos.
"¡Caramba Saga! Una cosa es que me hagas una travesura pero... ¡hacer los nudos con fuerza dorada!"
La risa de Saga se escucha más escandalosa desde fuera, mientras que el menor de los gemelos imagina el rostro conflictuado de Aiolos al intentar desanudar esas correas de piel.
Abrió los ojos y encontró la oscuridad delante de él. Ni un rastro de luz que le dijera que había amanecido. Sin embargo supo que había llegado el nuevo día. En sus manos sintió aún la hoja de papel robada de Star Hill, la cual, sostuvo con fuerza mientras dormía.
Sacó su lengua para remojarse sus labios secos, y se dio cuenta de que tenía mucha sed. Su cuello le dolía, al igual que su espalda. Se sonrió de cualquier forma, si, el esfuerzo por subir a la Colina de la Estrella parecía haberle exigido mucho más de lo que se hubiera dado cuenta en su momento, sin embargo...
Levantándose con resolución, Kanon saboreó su momento sintiendo el la hoja.
Una hoja sería suficiente para poder hacer que los cauces de dos vidas se juntaran, dos vidas que se separaron por causas no naturales. Odiaba a su hermano, pero lo necesitaba, no podía dejar de reconocer que ambos podrían lograr cosas inimaginables. Le mostraría por fin a Saga la verdad.
Kanon se carcajeó sintiendo venir su momento de triunfo. Robar este trozo de papel de Star Hill había sido como robar... ¡como robarle el fuego a Zeus de sus narices! Kanon pensó si acaso el titán Prometeo se sintiera así cuando hubiera consumado su acto.
"Los Dioses, los Dioses son fáciles de burlar..."
Kanon se sonrió mucho más al recordar el final de la leyenda... Prometeo se atrajo hacia sí la ira de los Dioses, pero el castigo que era para el había recaído en su hermano.
"Aquí traigo el final de tu sonrisa, Saga, el final de tu vida feliz y absurda, inmersa en sueños..."
Se acercó a la puerta y la luz del sol lo bañó totalmente, Kanon se cubrió los ojos por el resplandor que le recibiera, el canto de las aves era fuerte y el cielo limpio.
"Es hora de iniciar el último tramo de nuestros caminos..."
Aiolos gritó lanzándose en contra de Saga como una flecha veloz, rápido, muy rápido en verdad, un fulgor dorado le acompañaba, y el menor de los gemelos se dio cuenta en ese instante, que este muchacho, era una fuerza que reconocer, seguramente, muy cercano a su propio poder.
Las pupilas de Saga adquirieron a su vez un destello dorado, pudo ver como Aiolos se movía rápidamente como entre milésimas de segundo recorriendo grandes distancias... ¡el ken de un Santo de Oro!
En medio de su concentración, Saga podía dejar incluso de escuchar cualquier ruido ajeno al de su enemigo y su movimiento... pudo escuchar la explosión sónica que acompañó el movimiento rápido de su contrincante al acercarse a él. Un nutrido grupo de aves voló lejos del sitio, asustada por el shock que acompañó al movimiento, un movimiento que llegó unos segundos después de que Saga se moviera y detuviera el golpe de Aiolos con un efectivo movimiento de manos.
Aiolos abrió los ojos con sorpresa.
¡Saga era asombroso! El mismo muchacho nativo de Sagitario reconocía su potencial, y sabía que este hombre que tenía delante de sí era poderoso. Había refinado mucho su técnica en los últimos días de una manera asombrosa, pues, si bien Saga podía ser tan poderoso como él, el aspirante a Santo Dorado de Géminis luchaba con una elegancia regia.
Una segunda explosión sónica se escuchó entonces, producto del movimiento propio de Saga.
Ambas, para todos, habrían sonado prácticamente una tras la otra. Pero para estos jóvenes, adoradores de la Diosa griega de las guerras justas, habían estado separadas entre sí por un buena porción de tiempo.
Aiolos sintió su cuerpo despegarse de la tierra, era Saga quien no le había soltado aún, y lanzándolo al aire con fuerza asombrosa, y usando mucho de su poder. El salvajismo en el ataque de su amigo le sorprendió mucho, y el muchacho se volvió para ver a su amigo en sorpresa, el alegre joven abrió sus ojos asombrado... ¡la cara de su amigo parecía diferente! ¡Distinta!
Las facciones y la mirada de Saga se habían transformado en una impenetrable máscara que no revelaba sus emociones, frío parecía proseguir el combate como si eso fuese lo único importante.
"¡Saga!" gritó Aiolos al ser lanzado al aire a la velocidad de la luz. "¿Qué haces?"
Sin siquiera ver hacia el punto a donde lo lanzara, Saga alzó su brazo y lanzo una miríada de golpes a la velocidad de la luz que recorrió el aire, rompiendo ramas a su paso. Aiolos, por segunda ocasión, abrió sus ojos asombrado, ¡Saga lo atacaba! ¡Era inevitable! ¡En el aire no podría maniobrar con la inercia alcanzada por el lanzamiento de Saga!
"¡Saga!" gritó Aiolos asustado prolongando la última sílaba en un grito que imprimía la sorpresa y temor que la situación le generaba, pensando que su vida había llegado a su fin.
Y de pronto... lo inimaginable, los golpes de Saga se desviaron antes de tocarle. Aiolos prosiguió su caída, tapándose los ojos, llegando al suelo con fuerza pero siendo atrapado por Saga. Aiolos abrió los ojos al sentir la interrupción en su momento y encontró a Saga quien lo observaba.
"¿Qué pasó, Aiolos?" preguntó el joven recuperando el movimiento en sus facciones, y como recobrando el brillo en sus ojos. "¿Sentiste miedo? ¡No me creíste capaz de hacer eso en serio, o sí?"
Aiolos al observar al hermano menor de Kanon sintió un estremecimiento que le recorrió la espalda erizando sus vellos... ¡la cara parecía la misma de Kanon, pero la mirada de Saga era mucho más aterradora! ¿Acaso había pasado por alto este detalle? ¿Cuando la mirada de su casi hermano se había vuelto así... tan cruel? ¿Tan terrible? Era como si Saga viera a través del alma y se burlara en ese momento de los miedos de su víctima, como un cazador jugando con su presa.
Poniéndolo en el suelo, Aiolos se sostuvo en sus piernas y se sacudió el polvo, intentando recuperar la compostura y el aire casual y familiar.
"¡Claro que no!" dijo con gran esfuerzo. "Es que... ¡ese truco no lo sabía!"
Saga se rió ante la respuesta de Aiolos, el cual, miró molesto de vuelta a Saga, que parecía burlarse de él. La risa del gemelo retumbó por el bosque, más temible, más fuerte que las explosiones sónicas de hacía unos instantes, y molestó mucho a Aiolos, más de lo que el mismo admitiera... ¡se burlaba de él!
Saga interrumpió sus carcajadas al ver que Aiolos le miraba, extrañado, acaso con un poco de dolor dibujado en su rostro. Y, limitándose a una sencilla sonrisa, Saga concluyó diciendo.
"¡La verdad es que yo mismo lo acabo de descubrir hoy mismo! ¡Gracias amigo!"
Y su sonrisa fue cálida. Pura. De verdadera alegría. Aiolos lo miró mientras, Saga, sonreía cerrando sus ojos, y en su mente hizo paz con el hecho de que quizá, solo quizá, hubiera imaginado más de lo que era cierto, que quizá, en verdad, Saga jamás se hubiera estado burlando de el, sino que simplemente, estaba riéndose de alegría por descubrir una técnica nueva. Y sonrió de vuelta dejando atrás la tensión y llevándose la mano a la cabeza, moviéndola sobre su cabello.
"¡Caramba, Saga!" exclamó Aiolos. "¡Debo de admitir que por un momento sí me desconcertaste!" Dijo entremezclando el alivio y un ligero eco de reproche. "¡No vuelvas a hacerme eso, hermano!"
El menor de los gemelos asintió y miró hacia su amigo.
"No lo volveré a hacer, Aiolos... al menos, no creo que sea correcto, a partir de este tiempo, entrenaré solo." Dijo con un dejo de tristeza.
Aiolos también sintió un poco de tristeza, pero también con alegría, implicando que su amigo, su hermano, estaba a punto de alcanzar la meta que se había fijado. Aiolos tenía una fe total en Saga. Le admiraba. Le quería.
"Pero eso sólo nos acerca, Saga." Respondió Aiolos con una sonrisa optimista. "Porque ¡tú serás el Santo de Géminis y yo...!" dijo señalándose a sí mismo, y tomando una rama caída que tomó como si de un arco se tratase apuntando al cielo con una flecha imaginaria. "... ¡Yo seré el Santo Dorado de Sagitario!"
Viendo a un punto indeterminado en el cielo, Aiolos apunto su flecha imaginaria, tensando el arco imaginario y disparando el proyectil de su mente exclamó:
"¡Pau!"
Aiolos observó hacia el cielo, mientras que Saga bajó su mirada.
"¡Tiro perfecto!" dijo Aiolos felicitándose a sí mismo. "Saga siempre me ha parecido raro que Athena permita el uso de un arma al Santo de Sagitario... ¿a ti no?"
Aiolos calló esperando la respuesta de su amigo, la cual no llegó. Volviéndose hacia el lugar donde esperaba ver a Saga, no lo encontró allí. El gemelo caminaba pesadamente hacia una piedra bajo un árbol, con aspecto sombrío.
"¡Saga!" gritó Aiolos dirigiéndose hacia donde Saga caminaba. "¿Qué pasa, amigo?" Preguntó el joven Sagitariano.
Una brisa marina alcanzó a los Santos refrescándolos. El azul cabello de Saga cubrió sus ojos, pero el gesto de preocupación era evidente, además de que Aiolos le conocía demasiado bien como para no saber que algo le molestaba. Pero guardó silencio. También sabía que Saga hablaría cuando estuviera listo... Saga era su amigo, y él estaría allí para él, para responder, o para escuchar callado, cuando fuera necesario.
"Aiolos" dijo Saga al fin después de un rato de silencio. "Te quiero pedir un favor muy especial, amigo, un gran favor..."
"Dime Saga... ¡lo que sea!" dijo solícito el joven griego.
Meditando un poco antes de responder, el joven gemelo prosiguió el diálogo que había iniciado.
"Yo no puedo ver a mi hermano, me está prohibido por ser un posible rival... pero por favor, obsérvale, quiero que tú le veas luchar... que me digas la calidad de su espíritu en la lucha."
Aiolos observó a Saga extrañado.
"¿Con qué propósito?" preguntó Aiolos tomando asiento junto a su amigo. La sombra de los árboles cubrió a ambos jóvenes. La mirada de Saga se encontraba fija en el piso. Aiolos dirigió su mirada al sitio donde su amigo estuviera observando. Eran hormigas.
"Athena bendice al guerrero honorable... " dijo Saga a Aiolos. "... Al guerrero entregado a su causa, al que busca su objetivo con propósitos nobles, con el propósito noble de servirle, hasta ahora, puedo decirte que no hay candidato a Santo que tenga la fe que yo tengo..." Aiolos sacó el pecho un poco ofendido, su honor había sido herido sin querer por su amigo, ya que su lealtad había sido puesta en tela de duda, pero pensó, que Saga era un ser muy excitable, y que se encontraba tenso por la situación, nada que no hubiera visto antes ocurrir. Saga tenía unos nervios en ocasiones muy frágiles. "Si él no tiene la fe necesaria, no será capaz de ganarme... ¡nadie será capaz de ganarme mientras tenga la fe que tengo!"
La voz de Saga pareció ser más profunda en este momento, y la calidad fría de su mirada volvió, por instantes, breves, pero por instantes. Viendo de vuelta a Aiolos, Saga sonrió y preguntó:
"¿Lo harías por mí?"
Aiolos lo miró de vuelta una vez más extrañado. Y asintió al tiempo que decía.
"Claro... ¡claro, Saga! ¡Cuenta con eso!"
Saga se levantó entonces casi de un brinco diciendo.
"¡Muy bien! Entonces me retiro a orar y a bañarme... ¡es importante llegar limpio a mi combate! Te veré luego." Y retirándose, Saga dejó a Aiolos solo y lleno de preguntas que no quería hacerse el usualmente, alegre joven.
El Carro Solar había terminado casi su recorrido diario por el cielo. El Coliseo Sagrado de El Santuario era un hervidero de soldados y curiosos. La mayoría, entrenados, maestros, se habían dado paso para ver de cerca el nacimiento de un posible nuevo guerrero sagrado. Estaba prohibida la entrada a las finales de estos entrenamientos.
Sentado en su palco mayor, la imponente figura del Patriarca se distinguía claramente. Detrás de él, un imponente ayudante con máscara similar le acompañaba. Se decía que el Sumo Sacerdote de Athena estaba afectado por una misteriosa debilidad que parecía coincidir con el acercamiento del final de la primavera.
"Arles..." dijo Shion bajo su máscara al ayudante que se encontraba con el, su voz, denotando tranquilidad, inspirando confianza, pero llena de una autoridad incuestionable, como líder moral y absoluto del Santuario de Atenas.
"Su Señoría..." respondió solícito el imponente ayudante. "Dígame."
"Ordena la salida de los contendientes, esta podría ser una batalla de los 1000 días, por todo lo que sabemos..." Hubo ahora en el Patriarca un dejo de fastidio.
"Si, su Excelencia" respondió Arles, el cual, hizo un par de inclinaciones a dos guardias que se encontraban en la arena resguardando dos puertas encontradas. Ambas se abrieron. Y la muchedumbre gritó.
La figura de un alto caballero, de cabello rubio impuso su presencia con sus 180 centímetros de altura y su musculoso cuerpo.
Del otro lado, la imponente figura de un alto hombre impresionó a los asistentes, de cabello azulado y 188 centímetros de altura, con un cuerpo no tan voluminoso como el de su contendiente.
Ambos rivales se observaron. Ambos sonrieron y se acercaron delante del palco papal. Y le observaron ambos. El primero, habló al máximo de los Caballeros.
"Mi señor Patriarca..." dijo al tiempo que se arrodillaba. "Estoy delante de ti este día para ofrecer a Athena el valor de mi esfuerzo y de mi vida, es mi meta servirle como uno de sus Santos Dorados..."
Shion asintió desde su sitio complacido por las palabras del Geminiano.
"Athena aprecia el justo esfuerzo que hayas puesto en tu entrenamiento, noble Tecrit, y son los Dioses, de acuerdo a tu pericia y astucia, lo que determinarán el resultado de este encuentro..." dijo el anciano, volviendo su mirada hacia el rival de éste.
No encontró la mirada con esperanza y humilde de Tecrit en éste. De mirada ruda y casi cínica, Kanon habló.
"Estoy aquí, Arles, para tomar lo que es mío... ¡mi lugar en la historia!" dijo con determinación.
Un sonido de admiración se extendió entre los asistentes a la lucha. ¿Quién era este joven que se atrevía a hablarle así al representante de la Diosa en La Tierra?
Un joven espectador exclamó en voz alta:
"¡Qué insolencia decir eso! Son los Dioses los que dan y los que quitan... ¡Obediencia es lo que nos pide nuestra Diosa!" dijo con un acento fuerte en griego. Su compañero le empujó conminándolo a callar.
Delante de él, dos filas, un bronceado niño, apenas mayor que él alrededor de un año le dijo con mirada decidida.
"¡Quisiera tener yo esa determinación para hacer las cosas!" Su cabello azulado se agitó acariciado por el tiempo, levantándolo como si se tratase de una corona.
"¡Eso no es determinación, imbécil!" gritó a su vez el primero. "¡Es orgullo! Y lo primero que un Santo debe de ser es ser humilde ante la voluntad de los Dioses que nos guían!"
Con gesto irónico el segundo respondió.
"¿Y de qué vale ser un Santo Dorado y ser el mejor si se tiene que tener la actitud de un perdedor? Si la Diosa pide eso, entonces es una tonta al creer que los hombres actuarán así..."
Levantándose de su asiento, indignado el primero cerró sus puños y dijo:
"¿Cómo te atreves a decir eso, insolente? ¡Estando delante de mí respetarás a Athena y a los Dioses!"
El segundo se echó hacia atrás con miedo. Provocando turbación entre los asistentes que les rodeaban, comenzaron a escucharse protestas entre ellos.
"¡Hey, qué pasa allí!" gritaban algunas voces.
"¡No nos dejan escuchar! ¡Sáquenlos!" gritaban otros.
El compañero del defensor de la Diosa lo sentó al tiempo que le decía:
"¡Shura! ¡Guarda silencio o nos harán sacar!"
"¡Cobarde!" gritaba el pequeño indignado, al tiempo que el otro se escurría entre la multitud intentando alejarse de allí lo más rápido posible. "¡Ya lo encontraré!"
"Olvídalo..." dijo una tercera voz, que venía de arriba de ellos, haciendo que Shura y su compañero se volvieran hacia arriba. Un hermoso niño de su edad, con los ojos cerrados y sonriente permaneció callado disfrutando el impacto que su vista ocasionaba a quienes lo miraban. Se sabía bello. Hermoso. "Ése es Máscara Mortal... un perdedor del que todos abusan, su especialidad es escurrirse, podrían pasar todos los combates para las doce armaduras y no le habrías encontrado... lo mejor es que nos dejes ver lo que sigue, niño..." dijo finalmente abriendo sus ojos y haciendo brillar su Cosmo de manera amenazante.
Desde el palco, Shion le hizo un gesto a Arles para que movilizara guardias que investigaran el origen de la conmoción.
"Arles... ¡Detén eso, enseguida!"
"¡Si, Su Santidad!" Arles salió por detrás del palco, evitando la pequeña figura de un tercer miembro en el palco. Tímido, se escondía de la multitud, evitando miradas, las miradas que le fustigaban, que le escudriñaban.
Volviéndose, percibiendo la marisma de sentimientos en su joven pupilo, el Sumo Sacerdote habló.
"¿Qué haces allí, Mu? ¡Sal para que puedas ver esto! Te será de mucha utilidad, algún día, estarás ahí... combatiendo por obtener tu mismo la armadura de Aries."
Shion extendió su mano dando confianza. Su pequeño entrenado era un Lemuriano como él, pero de carácter dócil... tanto, que en ocasiones, el propio ayudante del Patriarca dudaba de que tuviera el temple para llegar a ser, algún día, un Santo de Athena. Pero Shion sabía que no era la actitud del joven lo que demostraba su valía como Santo, sino el increíble espíritu que había descubierto en él.
Volviéndose entonces Shion a los dos combatientes, dijo, viendo hacia la multitud y levantando los brazos.
"¡Que los Dioses bendigan este encuentro y que Athena guíe la mano del vencedor de este torneo!" y viendo hacia abajo ahora, hacia Tecrit y a Kanon, Shion concluyó: "Que gane el mejor."
Kanon cerró los ojos y soltó una, sólo una carcajada burlona hacia adentro, callado. Un gesto molesto para su contrincante pero que demostraba la confianza plena en sus capacidades que el mayor de los gemelos sentía.
"Esto no tardará mucho..." dijo sin haberse movido mientras que Tecrit ya se había movido unos pasos y asumía una posición de combate.
Las voces de los asistentes animaban el encuentro... ¡El primer Santo de Athena de esta generación sería ordenado próximamente, y quizá aquí se encontraba éste! La bendición de Niké y los Dioses recaería en aquel digno para protegerla. El mundo tendría en él, al primero de sus máximos defensores.
"¡Oye!" gritó el rubio Tecrit hacia Kanon. "¿Qué te parece si te mueves para comenzar esta pelea? ¿O te piensas quedar parado allí todo el día?"
La multitud seguía el encuentro con atención, apoyando pero intentando no perder detalle de lo que entre sí se dijeran los contrincantes.
"Hagamos esto más fácil, amigo..." dijo Kanon sin volverse a ver a Tecrit. "Ríndete mejor de una vez y evítame la pena de humillarte delante de todo el Santuario."
Tecrit recibió las palabras con un hondo suspiro producto de la indignación de escuchar tales palabras.
"¿Qué estás diciendo?" preguntó finalmente en voz alta. "¿Quién te crees, estúpido, para hablarme de este modo?"
Volviéndose lentamente, Kanon hizo brillar una fracción de su Cosmo levantando una tolvanera que bañó al rubio y fornido joven Geminiano, el cual solo acertó a cubrirse los ojos, demasiado tarde, puesto que partículas de polvo habían entrado a éstos.
"Yo soy el ganador de este encuentro. Ríndete y todo será mejor para ti."
Shion, como el resto de la audiencia, observaron esto con detalles, era cierto que Kanon usaba su Cosmos de manera muy agresiva.
"Es temible" pensó Aiolos observando la pelea. "Su movimiento ha sido rápido, no a la velocidad de la luz, pero apenas comienza, a juzgar por Tecrit, me parece que Kanon está diciendo la verdad... ¡no fue capaz de evadir el polvo que levantó el Cosmo del hermano de Saga!"
"¿Porqué no pelean, hermano?" preguntó una voz más infantil que la de Aiolos a su lado.
Distrayéndose del encuentro, el joven Sagitario observó a un pequeño parecido a él. Con gesto serio le dijo:
"El encuentro de dos Santos Dorados es algo terrible, Aioria" en la voz del hermano mayor se reflejaba la sabiduría de su juventud, producto de su entrega absoluta a la causa de su Diosa. "Podría ser la pelea de los 1000 días... las fuerzas de ellos son casi iguales, por eso, los rivales tienen que estudiarse, para romper el equilibrio de un choque tan impactante, hermano."
Aioria veía a su hermano con atención al escuchar las palabras, y por el gesto serio de éste, pudo comprender que lo que decía en estos momentos su maestro, era una lección. Aioria, en su joven mente se estremeció, y se imaginó a sí mismo como un Santo Dorado... como el Santo Dorado de Leo de Athena, enfrentando a otro Santo Dorado. La situación hipotética la resolvió fácilmente con un golpe más rápido que su contrincante. Y se sonrió. El no perdería ante otro Santo Dorado. No señor. No sería vencido.
"¡Aioria!" exclamó la voz de Aiolos sacando al niño de su ensoñación. "¡No pierdas detalle! Esto te servirá en tu propio entrenamiento."
Aioria asintió.
"¡Toma!" gritó Tecrit lanzándose contra Kanon colérico. Sus golpes, torpes, debido a la distracción de la tierra y al enojo que le estaba causando la actitud de su rival, hicieron para éste muy fácil que los pudiera evitar.
Moviéndose rápidamente, Kanon evadió cada uno de los golpes y patadas lanzadas por Tecrit, llevándolo hasta el otro lado coliseo, paseándolo, exhibiéndolo.
"¿Cuándo pelearás, cobarde?" gritó Tecrit al borde de la desesperación. Kanon concluyó su movimiento, dejando que Tecrit golpeara con su puño la reja de una de las puertas del Coliseo. El golpe fue fuerte y el rubio contrincante del hermano gemelo de Saga gritó con dolor.
La gente se asombró ante esta reacción. Ciertamente, el rival de Kanon no estaba demostrando un gran nivel de combate... ¿era esto un Santo Dorado? Un cierto eco de desilusión recorrió el ambiente. El humillado gemelo permaneció callado. Agachado tras sobar su mano después del golpe, se arrodilló. Kanon finalmente habló en alta voz.
"¿Ya dejaste de sobar tus heridas, Tecrit?" dijo haciendo énfasis en el nombre de su rival, con tono burlón. "No eres digno de ser un Santo Dorado, eres torpe y lento, no hay manera en que puedas tener una oportunidad contra mi hermano Saga en el encuentro final por la armadura, idiota."
Shion abrió los ojos asombrado ante la mención del nombre de Saga por parte de Kanon. ¡Qué preocupante le parecía esa obsesión con su hermano al Patriarca! Pero no podía dejar de reconocer que lo que el hermano mayor de Saga había dicho era cierto, el nivel de combate era muy bajo, casi vergonzoso. ¿Podría ser que no hubiera un Santo de Oro de Géminis finalmente?
Kanon se sonrió, cuando de pronto, abrió los ojos sorprendido.
Ozono. Fue el olor que se pudo percibir en todo el ambiente al comenzar a agregarse iones al aire.
"¡No te atrevas a subestimarme!" dijo Tecrit poniéndose de pie. "¡Yo no estoy acabado! ¡He luchado muchos años para poder llegar aquí! No dejaré que un infeliz presumido como tú me quiera impresionar y trate de echar por la borda todo el tiempo que he dejado detrás de mí para esto! ¡Desearás no haberte burlado de mí!"
Y el cuerpo de Tecrit pareció hincharse. Sus músculos, aumentaron de tamaño, y un fulgor amarillo rodeó a su cuerpo.
"¡El poder de Tecrit ha aumentado de manera considerable! ¡Exponencial!" pensó asombrado Kanon, sin dar un paso atrás y sin abandonar la actitud de confianza que había demostrado desde el comienzo. "¿Será posible que pueda alcanzar el Séptimo Sentido? ¡No, no lo creo, un perdedor como él, no podría hacerlo! Ni yo lo he logrado... "pensó con vergüenza.... En lo físico, parecía estar sobre la pista, pero también notó que tenía que existir una cierta preparación mental, llamada por algunos espiritual, para poder alcanzar un estado de meditación tal, para levantar el máximo de los sentidos humanos.
La gente se levantó para poder apreciar la batalla sin perderse un detalle. Al fin había guardado silencio. Solo suspiros de admiración comenzaban a escucharse, y de intriga ante, la manifestación de poder tan grande que podía sentirse en el aire.
"Finalmente..." dijo Tecrit con voz cavernosa "... debo de admitir que te había subestimado, nunca pensé que tuviera que llegar hasta esta etapa, ¡me estás obligando a revelar mi verdadero poder antes de llegar a enfrentar a mi último rival! Ciertamente, el hecho de que no esté aquí en parte me tranquiliza, pues es verdad que eso está prohibido, pero quería guardar la gloria de mi Cosmos final para la obtención de la armadura..."
Una gota de sudor recorrió la sien de Kanon, las palabras de su contrincante habían sido ciertas, el lo había estado subestimando desde el mismo comienzo de esta pelea, su poder, su Cosmos a lo largo de todo este tiempo le hacían pensar que podía enfrentar a este rival sin ningún problema, pero notaba que también tendría que manifestar su poder ante este rival que había alcanzado una masa poderosa.
"¡Te enfrentarás a mi técnica más poderosa, Kanon!" dijo finalmente el brillante joven "¡Mi estrella guardiana es géminis, y como tal, estoy obligado a atacarte con la técnica que he desarrollado en mis años de entrenamiento!"
El silencio en el Coliseo era sepulcral. Podía escucharse prácticamente el Cosmos del desesperado Tecrit quemar las partículas de polvo alrededor suyo.
"¡E...el poder que de ellos emana, hermano!" exclamó el joven Aioria al tenso Aiolos. "Es ¡inaudito! Nunca pensé que nadie pudiera tener tanto poder..."
Aiolos escuchando a su hermano respondió.
"Tal es el poder que uno debe de poseer para tener el honor de proteger a Athena, Aioria, ¡el poder de los Dioses!"
Kanon suprimió un temblor evidente. Cerrando los ojos y concentrándose, pensó en que tendría que hacer arder su Cosmos más potentemente que su enemigo, pues sabía que aquel que lograra hacerlo, sería el que obtendría la victoria de este encuentro.
"Tecrit..." dijo bajando la cabeza y cerrando los ojos. "... Tienes razón en decir que te he subestimado, pero he logrado darme cuenta que esto no ha sido más que un error, mereces que también ponga un poco más de esfuerzo en mi pelea y terminar con esto de una buena vez."
Cerrando los ojos, Kanon, experimentó por un momento el hueco que la falta de fe puede estampar en nuestras almas, y por un pequeño momento, lamentó no tener la fe ciega puesta en Atenea. Viendo hacia arriba, por breves lapsos, observó la efigie de la Diosa, detrás del Patriarca, coronando el rito. Y entonces su Cosmo comenzó a arder.
Todos pudieron sentirlo, fue como sentir el encuentro de dos corrientes de aire que movió a todos de sus asientos inquietos.
El joven Mu se volvió hacia el Patriarca que asintió gravemente, el cual, sintiendo la mirada de su alumno, respondió:
"Así ha sido el destino de los Santos desde los tiempos del mito, mi joven aprendiz, he aquí que estamos ante el encuentro de dos parejas de gemelos, pues ciertamente el hermano gemelo de Kanon y de Tecrit son los otros finalistas, es asistir a la Guerra de los Gemelos de la antigüedad, Idas y Linceo contra Cástor y Polideuces, tal es el destino de estos, encontrase con su destino tarde o temprano."
"¡Prepárate, Kanon! ¡Ha llegado el final!" Tecrit grita lleno de energía y listo para descargar el Cosmo acumulado.
"¡Listo estoy, lanza tu mejor golpe!" Responde el gemelo mayor de Saga asumiendo una posición de defensa que junta sus brazos frente de el.
Como si se escuchasen a cientos de caballos correr detrás de Tecrit, el joven rubio grita:
"¡Enfrenta mi ira! ¡ESTAMPIDA DE CABALLOS!
Como si cientos de caballos se hubiesen soltado de detrás de él, el atemorizante sonido de caballos salvajes acompañados de una estela de humo y polvo recorrió la arena del coliseo, obligando a algunos asistentes a cubrirse la vista atónita.
Kanon observaba atento el movimiento de la técnica, y entonces, pudo sonreír, ¡la había visto! ¡Toda! ¡Completa! Como si fuese a él de manera lenta, Kanon supo en ese momento, que el encuentro lo tenía ganado, brillando con intensidad, el mayor de los gemelos gritó:
"¡TRIANGULO DE LA MUERTE!"
Emanando del cuerpo de Kanon, ondas doradas con forma triangular recorrieron el estadio.
En ese momento, sorprendido, Shion se levantó de su asiento.
"¡Imposible! ¿Es que acaso Kanon ha obtenido control sobre las dimensiones?"
"¿Qué?" gritó Tecrit al ser atrapado por la irresistible fuerza que se desprendía del Cosmos de su contrincante, y un vacío comenzó a succionarle, desapareciendo su técnica y todo lo que a su paso se encontraba. "¿Qué es esto?"
Como si las voraces fauces de un dragón que saliera del mar se tratara, el triángulo dorado alcanzó un tamaño tan imponente que terminó por rodearle, asustado, y viendo a su alrededor, Tecrit pudo percibir por momentos la bizarra naturaleza del sitio al que se encontraba siendo lanzado... el hueco del Cosmos en su infinita soledad, la terrible sensación del olvido eterno.
"¡Pie... daaaaaaaaad!" fue lo último que alcanzó a escucharse antes de que el triángulo se cerrara implacable tras devorarlo.
Y el encuentro había llegado a su fin.
El Coliseo en silencio ante esta demostración terrible de poder hizo estremecer a los asistentes. ¿Qué clase de hombre era éste?
Kanon, tras esperar a que el golpe psicológico surtiera su efecto en todos los asistentes se volvió hacia el Patriarca diciendo:
"¡Soy el ganador, Patriarca! ¡Declárame el vencedor!"
De detrás del Patriarca, el siempre solícito Arles, cubierto con la máscara ritual idéntica a la del Patriarca respondió a la orden del insolente gemelo.
"¡Ten cuidado con lo que dices! El Gran Maestro sabe perfectamente lo que debe de hacer..."
"'¿Ah sí?" preguntó Kanon burlón "¿Entonces por qué se encuentra callado sin decir y sin hacer nada?"
En postura de meditación, el Cosmos del Patriarca pudo sentirse cubrir el Coliseo completo, y levantando los brazos de manera súbita, la arena brilló con fulgor dorado. Justo al lado de Kanon, un par de rayos dorados surgieron de la nada, y de pronto, junto con ellos, cayó un vencido Tecrit.
"¡...aaaaad!" el cuerpo del joven se estrelló contra el suelo con fuerza. Y de pronto, dándose cuenta que había materia allí donde él se encontraba, pudo reconocer con júbilo el brillo del sol y el azul del cielo.
"¿Qué?" preguntó Kanon indignado en voz baja. "¿Qué insulto es éste? ¿Por qué has devuelto a este gusano que resultó vencido en lucha justa? ¿Porqué anciano?, ¡responde!"
El drama que se desenvolvía allí, enfrente de todos, hacía que nadie se moviera, un gesto de rebelión tal, era considerado el peor de los insultos en el Santuario, osar hablarle así al máximo representante de Athena en La Tierra.
"Kanon..." respondió finalmente Shion con tono sereno. "Eres el victorioso en este combate, indudablemente. Tuyo es el derecho de contender en el encuentro final que se realizará el día de mañana para obtener la armadura dorada de Géminis, tu victoria no es negada al otorgar un poco de piedad a tu rival."
"¿Piedad?" preguntó como con asco Kanon ante la mención de la palabra que Shion profiriera. "¿Cómo es eso? ¿Qué piedad puede haber en traerle de vuelta tras haber perdido este combate como lo hizo? ¡Habla!"
Shion guardó silencio. Arles tomó al pequeño Mu y lo llevó dentro de la sala detrás del balcón Patriarcal.
"Kanon... la piedad es un acto generoso que un Santo de Athena debe de estar dispuesto a realizar, aún entre tus contrincantes puedes encontrarte con la oportunidad de salvarle..."
"¡Bah!" gritó ardiendo de furia el mayor de los gemelos. "¡Cómo siempre la moralidad hipócrita de la que hacen gala! ¿Qué piedad puede enseñar una Diosa que convirtió a su enemiga en araña? ¡Tú no sabes nada de justicia ni de piedad divina, viejo! ¡Eres un auto engalanado obtuso que cree conocer a la Diosa mejor que los demás! ¡Yo te mostraré lo que la piedad de la Diosa haría con este guerrero!"
Brillando con fuerza, el Cosmos de Kanon explotó al tiempo que se volvía hacia Tecrit, el cual, retrocedió asustado.
"¡Obtén mi justicia, Tecrit...! ¡Vaga por toda la eternidad en la oscuridad absoluta!" Y a punto de lanzar su técnica, una ráfaga majestuosa, como una flecha cruzando el cielo, le detuvo la mano.
[Tema de Fondo: Frey, Hero of Love and Justice]
"¡Detente, Kanon!" gritó una voz.
"¿Quién?" preguntó asombrado Kanon volviéndose hacia el que le hubiera puesto una mano encima, al volverse encontró un rostro odiado por el. "¡Aiolos!"
Con gran esfuerzo, el joven muchacho observó horrorizado el aspecto de la fría furia de Kanon, en un gesto que le recordara tanto a su último entrenamiento con el hermano de éste, Saga.
"¡No desobedezcas al Gran Maestro, Kanon! ¡Atiende la lección que te está dando! ¡Acéptala y agradécela! La piedad divina y el perdón de un compañero en armas es algo que entre guerreros es muy apreciado... ¡quizá algún día te halles ávido por obtenerla y por desobedecer en este momento Metis te lo niegue! ¡No seas irreflexivo, Kanon!" dijo Aiolos imprimiendo voluntad y fuerza a sus palabras.
Kanon, molesto, lanzó a Aiolos lejos de él.
"¡Bah!" y volviéndose hacia Aiolos, el mayor de los gemelos habló con profundo rencor. "¿Cómo te atreves a interrumpirme, advenedizo? ¿Crees que por ser el "hermano" de Saga puedes venir aquí a decirme como comportarme en el campo de la batalla? ¿Qué sabes tú de lo que yo necesite algún día o no? ¡Más te valiera haberte no cruzado nunca en mi camino! Mi pelea con Tecrit era una movida por la pura justicia del honor de ser derrotado por alguien con poder como yo, pero mi furia contra ti emana del más puro odio..." y viendo a Aiolos con desprecio infinito concluyó. "Como te odio, Aiolos, desearía que estuvieras muerto."
Aiolos se estremeció... no pudo relacionar esas palabras con Saga... era como ver a su amigo volviéndose contra él.
Ya el globo de Artemisa comenzaba a asomarse a lo lejos, para cuando el Coliseo se encontró listo para el segundo encuentro por la lucha final de la Armadura de Géminis. Todos los asistentes ocupaban su sitio, aún impresionados por el despliegue de arrogancia demostrado por Kanon, por lo cruel de su última técnica.
"¿Crees que alguien que tenga esa actitud podría alcanzar el rango dorado, Shura?" preguntó el compañero de este joven español, participante del público en el Coliseo.
"Tales, solo sé una cosa: Athena jamás permitiría que un Santo que le fuera infiel llegara a estos estadios, estoy muy indignado con la actitud del anterior competidor, es por eso que mantengo la esperanza de ver que el nuevo ganador de esta pelea sea un ser honorable..."
"¿Como el joven que detuvo al campeón anterior?" preguntó desde detrás el intermitente participante de la discusión entre Tales y Shura, el bello niño de cabellos azulados y acento extranjero.
"¿Tú también eres extranjero?" preguntó Shura con interés al muchacho.
"Si, soy de Suecia, soy Afrodita..." dijo con gesto grandilocuente el niño observando fijamente a Shura.
"Yo soy de España, y busco convertirme en un guerrero Sagrado de Athena portando la armadura de Capricornio algún día." Dijo el joven espigado ofreciendo su mano al compañero de gradas.
Afrodita miró hacia la mano del joven y sonrió. Dándole la mano de vuelta, respondió. "Yo quisiera ser Santo de Piscis..."
Un murmullo recorrió a la multitud y Tales gritó:
"¡Atención, ahí vienen ya!"
Por una puerta salió imponente el hermano gemelo de Tecrit, que, como su hermano, llegara a estos niveles de la lucha de igual manera.
"¡Qué asombroso parecido!" dijo Shura. "¡Qué inquietante es observar esto!"
Afrodita, con tono cínico agregó.
"¿Y ya has visto a su rival?"
Shura movió sus ojos velozmente hacia la otra puerta, y en una extraña escena parecida a un déjà vu, el hermano menor de Kanon hizo su entrada con regio porte.
"¡Pero qué...!" exclamaron muchos asistentes. "¡Otra vez él!"
"No" dijo Aiolos hacia su hermano. "No son iguales... este es otro, observen sus ojos."
La calidez de la mirada de Saga era evidente, la emoción, llegada al límite. No, no era igual que el anterior, al menos, no totalmente, este irradiaba un sentido de justicia que dio esperanza a los otros.
"Un líder" pensó para sus adentros Shion orgulloso de Saga. Aunque algo le estremeció por dentro, gesto que no pasó inadvertido para Arles, el cual, se acercó al Sacerdote Gobernante.
"¿Su Excelencia?" preguntó preocupado.
"No es nada, Arles" dijo prontamente Shion. "Es el paso del destino ¿no lo ves delante de ti?"
Un escalofrío recorrió el cuello del anciano sacerdote, como si la muerte rondara cerca.
"Finalmente voy comprendiendo..." dijo con un dejo triste. "Finalmente voy comprendiendo que todo se mueve como debe de moverse..."
Ambos contendientes se acercaron y se arrodillaron ante el Máximo de los 88 Santos de la Orden.
"Señor..." dijo arrodillándose el primero, su rubio cabello tapó por instantes su rostro. "Mi vida es dedicación a la causa de la Diosa y sus deseos, acataré el juicio de ellos en otorgar la victoria el día de hoy..."
Saga escuchó este discurso como el de alguien que llega vencido con anterioridad a su derrota. Y sin pensarlo, se encontró hablando.
"Mi Señor, mi Diosa..." dijo volviéndose hacia la estatua. "Como siempre mi vida las consagro a ustedes, no hay nada que mi alma no haya deseado más que poderles servir en la guerra que se avecina, si Niké llegase a coronarme, honraré sus deseos y el esfuerzo de mis rivales..."
Arles y Shion asintieron complacidos.
"Zarkón, Saga... ustedes han llegado aquí sin la ayuda de nadie, más que el de su propia dedicación y fe, está en esta oportunidad, poder seguir avanzando, tómenla y que los Dioses los cobijen". Respondió a las palabras de ellos el Sumo Sacerdote.
Ambos asintieron y se levantaron resueltos.
"Mucha suerte" dijo Zarkón sonriendo. "¡La necesitarás!"
Saga, sorprendido, sonrió de vuelta a la amenaza de su contrincante diciendo.
"No necesitaré eso, amigo Zarkón..." dijo finalmente. "Lo que realmente necesito es el favor de Athena."
Y entonces, ambos adoptaron posturas de combate.
Zarkón se lanzó contra Saga rápidamente de manera fulgurante, casi elevando su Cosmos desde un inicio, no aún a un nivel de Séptimo Sentido, pero si cercano a éste. Saga evadió los golpes ágilmente, y de vuelta lanzó una patada que acertó en las piernas de su combatiente el cual cayó de inmediato.
Un grito de asombro recorrió el Coliseo. ¡Caído! Casi de manera inmediata.
Pero Zarkón, en un movimiento ágil, se impulsó desde el suelo y subió tan rápido como un cometa golpeando el rostro de Saga, el cual, sorprendido, salió disparado hacia atrás.
"¡No los puedo ver!" dijo asombrado Aioria a su hermano. "¡Qué rápidos son!"
Pero su hermano no dijo nada, observaba, atentamente el encuentro que Saga estaba teniendo allí abajo.
"¿Qué pasa, Saga? ¡No eres el de siempre!" dijo con un poco de angustia.
Saga dio dos vueltas antes de parecer caer, pero entonces, recuperándose como un felino, se movió grácilmente, tomando ventaja de la inercia, y cargando su puño con un destello dorado, lanzó una ráfaga de golpes, que apenas su contrincante pudo evitar, brincando en el aire a velocidad asombrosa. Saga volvió su mirada hacia arriba y hacia atrás, ya que Zarkón había logrado brincar poniéndose a una distancia sana, por detrás de Saga.
"¡Eres bueno, Saga!" dijo finalmente Zarkón con una sonrisa. "No esperaba menos de mi rival en esta pelea."
Sonriendo una vez más de vuelta, Saga dijo cerrando los ojos...
"¿Estás satisfecho, Zarkón?" preguntó finalmente. Y entonces abrió los ojos.
Aiolos sintió su sangre helarse.
"¡Cambió!" pensó para sus adentros. "Su mirada... su cara, se ha tornado pétrea en esa sonrisa..."
Unas nubes taparon el fulgor del disco de la luna. Las antorchas alrededor del Coliseo se hicieron más evidentes y dos sombras se proyectaron sobre el suelo de la arena. Alargadas, ambas, proyecciones distorsionadas, casi siniestras de los contendientes.
"Parece que La Luna no nos iluminará más, Saga..." y viendo a su alrededor dijo. "Creo que nuestro público ya querrá irse a descansar, y yo también, para prepararme a mi verdadera pelea mañana."
Saga desdibujó su sonrisa. Serio. Sereno miró hacia el cielo, para comprobar lo que Zarkón había dicho. Y sin ninguna inflexión, informó.
"No es la Luna la que quiero que observe mi desempeño, Zarkón, sino los ojos grises de nuestra Sabia Señora..."
(Tema de fondo: Icarus no Imoi)
Haciendo estallar su Cosmos en un refulgente dorado, el aspirante a Santo de Géminis, hermano menor de Kanon agregó.
"Si temes a la oscuridad puedo iluminarla con el fulgor de mi vida, entregada desde siempre a ella... ¡a Athena!" dijo señalando con fuerza hacia la estatua que presidía todo el lugar. "Estaré honrado en cumplir tus deseos de descansar pronto. Esto concluirá ya."
Zarkón dio un paso atrás, percibiendo el Cosmos de Saga.
No era agresivo, pudo pensar Aiolos. Pero es terrible. Es como un cazador... el joven Sagitariano abrió sus ojos asombrados. ¡Era la segunda vez en el día que pensaba de Saga como eso! ¡Como un cazador! Y entonces pudo darse cuenta que ahora Saga había quedado de frente a todo el Coliseo para explotar su Cosmos, dando la espalda al palco Papal y a Athena. Como si se hubiese querido poner en esa posición y lucirse frente a todos. ¿Sería posible que hubiera medido desde el comienzo que Zarkón se posicionaría detrás de él?
"Ora, Zarkón..." dijo finalmente Saga mientras cerraba los ojos. "Que las manos de los Dioses guíen nuestros últimos golpes esta noche..."
El Cosmos de Saga ardió más vivazmente. Más imponente. El viento se calentó. No se llenó de un olor ajeno como ocurriera en el encuentro pasado, era una presencia que les parecía escudriñar a todos. Como un par de manos que los cubrieran.
Afrodita abrió los ojos asombrado.
"¡Este hombre... es magnífico!" pensó asombrado. "No puedo imaginar que un Dios sea menos que él..."
Zarkón se agachó para quemar su propia Cosmoenergía. Estaba asombrado. Sabía que no podía permitir que su rival pudiera alcanzar esos niveles, y cerró los ojos exigiéndose más y más. Su aura comenzó a extenderse, apenas rechazando la energía de Saga. Se alzó y sostuvo su mirada desafiante a su rival.
"¡No... ganarás!" dijo al tiempo que alzaba una mano y sus puños brillaban. La energía de su Cosmo se comenzó a concentrar en éstas. "¡Que Zeus me conceda el relámpago para terminar con este combate!"
Y un trueno marcó sus palabras.
Pero Saga observaba a su alrededor, como ¿orando? Se preguntaron algunos. ¿Acaso el hermano de Kanon percibía su derrota?
Pero Saga en su mente no oraba. Calculaba.
"¡¡RAYO DE ZEUS!!" gritó Zarkón finalmente. Un par de ráfagas emergieron de sus manos y se unieron a velocidad de la luz, que nadie vio. Todo parecía un simple destello, como el que acompaña la caída del rayo. La velocidad era mortal.
Saga al ver la fiereza del ataque gritó:
"¡Insensato! ¿Qué has dicho? ¿Acaso no ves que pones en riesgo a Su Santidad?" Y en gesto rápido, extendiendo sus manos, Saga lanzó la misma miríada de golpes que Aiolos viera durante su entrenamiento en la mañana... los cientos de golpes pasaron de lado a Zarkón, abalanzándose contra la gente que presenciaba el encuentro. Un grito de terror los inundó, todo parecía como lleno de luz, Aiolos pudo observar como esos golpes se elevaron justo antes de tocar a la gente hacia el cielo, perdiéndose finalmente de un tiempo.
"¡Ja! ¡No me has tocado siquiera!" gritó triunfante Zarkón sonriendo satisfecho, pero de pronto, paró su sonrisa. "¿Qué?"
Delante de él, Saga, con gesto grave permanecía con los brazos extendidos delante de él, y un fulgor dorado resplandeciente, como a punto de explotar en sus manos.
(Tema de fondo: Doukoku, Kyuukyoku no Shou'uchuu)
"¿Ha detenido mi mejor golpe... con sus manos?" preguntó Zarkón asombrado.
Shion se puso de pie, con gesto preocupado.
"¡No! ¡Saga... si sigues así, ese golpe podría arrancarte las manos ya que no portas una armadura!"
Sudando por el esfuerzo, Saga habló.
"No permitiré que dañes... al Patriarca, por un error cometido en tu torpeza, Zarkón..."
El Cosmos de Saga se extendió un poco más, al tiempo que todos contenían la respiración. El cabello de Saga voló hacia atrás, y sus manos adquirieron un tono rojizo al tiempo que se ampulaban.
"¡Saga!" dijo Zarkón arrepentido, echándose para adelante.
"¡No te acerques!" gritó Saga imperativamente, deteniendo la determinación de Zarkón en su intento. "Si te acercas... ¡morirías! Eres poderoso... Zarkón..." dijo tragando saliva.
"¡Saga...!" pensó Aiolos preocupado, pero no dejando de admirar la hazaña que su amigo estaba realizando. Una lágrima asomó a su rostro. Shion, bajo la máscara, no pudo contener tampoco la emoción de las lágrimas.
"¡Saga!" susurró agradecido. "En verdad... ¡eres extraordinario!"
Pequeñas y finas heridas se abrieron en la piel del antebrazo de Saga, mientras que chispas de poder del ken de Zarkón se desprendían, y Saga comenzaba a echarse hacia atrás.
"Si..." dijo Saga con los ojos apretados, y su rostro echado hacia atrás por el esfuerzo. Pero de pronto, no siguió avanzando hacia atrás, al tiempo que su Cosmos se iluminaba. "... Eres bueno... ha sido un honor combatir contra ti..." Y alzando su vista, con decisión dijo. "Sin embargo... ¡no eres mejor que yo!"
Comenzando a separar sus manos, como trazando un arco de 180° delante suyo, Saga comenzó a separar con sobrehumano esfuerzo la energía de El Trueno de Zeus. Sus músculos dibujados en sus extremidades, en su cuello.
"¡No lo logrará!" pensó Aiolos en tensión. "¡Morirá! Sus brazos se separarán por la fuerza de la energía... ¡nadie podría hacer lo que el pretende!"
Y entonces, un sonido extraño se escuchó, como un grito de agonía... ¡Era la voz de Saga!
"¡No eres mejor que yo! ¡Y yo protegeré a Athena!" con fulgor dorado Saga concluyó su grito moviendo sus brazos y... ¡partiendo la energía del Rayo de Zeus de Zarkón! Abriendo sus brazos, pero sin que estos miembros se desprendieran, la luz del Rayo desapareció entre chispas... dejando a un Saga respirando con dificultades... y con manos humeantes.
Respirando con agitación, Saga se volvió hacia arriba viendo a la gente, que, conteniendo su respiración, lo aclamó de pie aplaudiendo, chiflando.
"¡Lo hizo!" dijo Aiolos brincando con alegría. "¡Sólo el podría hacerlo!"
Satisfecho, Saga se volvió hacia el Patriarca y sonrió al verle, allí, sentado sereno, impasible, su honor no le habría permitido moverse. Solo recibió como agradecimiento, un discreto saludo con la cabeza, y Saga miró hacia la estatua de Athena. "¡Gracias!" dijo agradecido en voz baja.
Zarkón, desde su lugar, dijo gritando.
"¡Saga! ¡Fue asombroso! Acepta mi renuncia a la contienda, y por favor, combate por mí en la siguiente fase, mi error fue garrafal."
La sonrisa de Saga se borró entonces, y adoptando una postura seria que silenció al quórum preguntó fríamente.
"¿Renunciar? ¿De qué estás hablando? Tú eso no puedes hacerlo..."
Shura abrió los ojos asombrado exclamando.
"¿Pero este individuo es necio? ¡Es que puede ser tan obstinado como su hermano?"
Zarkón, con la misma sorpresa preguntó:
"Pero es que... ¿acaso pretendes que sigamos luchando, Saga?"
Saga se sonrió y miró al cielo, solamente diciendo.
"Mi ataque solo esperó a este momento..."
Viendo hacia el cielo, donde Saga mirara, todos observaron, y como una lluvia, los golpes que lanzara parecieron volver de entre el cielo... estos cayeron sobre Zarkón el cual gritó al ser golpeado fuertemente por cientos de lanzas de luz de Cosmo. Perdió el sentido después de un momento.
"Te prometí que descansarías bajo esta luna pronto..." dijo Saga seriamente dando la espalda a su contrincante y arrodillándose.
Shion se levantó para decir:
"Saga, has ganado el derecho de competir por la armadura de Oro de Géminis porque esta noche el favor de los Dioses estuvo de tu lado..." la gente, emocionada aplaudió. Saga arrodillándose agregó.
"Agradezco que Athena y Niké hayan escuchado mis ruegos y me creyeran suficiente para alcanzar el siguiente nivel de entrenamiento, Maestro." Y viendo a Shion agregó. "Y que pudiera haberle protegido el día de hoy, como todo Santo de la Diosa tiene que hacer."
Shion y Arles asintieron complacidos al tiempo que El Patriarca agregaba.
"Así como yo agradezco que estuvieras aquí, para ser quien me salvara la vida, Saga. Te la debo... yo, te doy las gracias."
Dijo al tiempo que hacía una reverencia al joven, y la multitud, inspirada, hacía lo mismo. Una lágrima cayó por el rostro del joven gemelo. Su camino estaba marcado, había demostrado que podría defender al Santuario, y ser un Santo Dorado.
"Defensa y Ofensa... asombroso..." pensó Aiolos, al tiempo que emocionado aplaudía la hazaña de Saga. "Es magnífico".
Le media noche era anunciada por la Luna justo en el medio del firmamento. El cielo del Santuario, tachonado de estrellas cubría el sueño de los fieles de Athena en expectativa del gran día que se avecinaba al despuntar el alba.
Durante estos días, las peleas finales por la armadura de Géminis había sido el tema de conversación en todos lados, pero nada comparado, con la pregunta que se hacía todo el mundo respecto a lo que ocurriría al día siguiente, en el encuentro que solo sería presenciado por El Patriarca de Athena y Arles, ministro de éste. Tecrit y Zarkón, reposaban cada uno ya, exhaustos e intentando resignarse encontrando un nuevo camino al haber sido sacados de la contienda por aquello que hubieran luchado todas sus vidas.
En las afueras de la cabaña de Saga, no había luz, pero el lecho vacío, indicaba que el gemelo menor no estaba reposando entregado al sueño de Morfeo. Y era verdad... el muchacho caminaba por los alrededores de ésta, con una mezcla de sentimientos, que le impedían dormir de manera tranquila. Repasaba los detalles de su pelea con Zarkón, y del hecho de haber podido salvar a su maestro, El Gran Patriarca. Repasaba la escena de la gente aclamándolo, escuchándolo, de la reverencia que le hicieran a manera de agradecimiento, del éxtasis del triunfo... y se sonrió, al recordar la emoción que le recorriera en esos momentos.
No había sombra ahora que se proyectara, solo un leve manchón negro que le acompañaba a sus pies, la luna llena estaba justo sobre su cabeza, no había sombra.
Como un acto de deferencia, habían permitido que su amigo Aiolos lo visitara tras el encuentro, acompañado de Arles, para saber de la calidad de pelea de su hermano en la lucha. Su hermano... Saga frunció el ceño al recordarlo... su rival, su eterno oponente.
"Dime Aiolos... ¿es Kanon diferente de otras veces? ¿Está empeñado en portar la armadura de Géminis para ejercer la justicia de Athena?"
Aiolos lo miró gravemente, al tiempo que éste miraba a Arles. La impenetrable máscara del ministro no reveló nada, así como su postura espartana, militar, Saga miró hacia el ministro preguntándose si acaso Aiolos no podía ni siquiera hablar de ello... y pareció, por unos momentos, ver que Arles negaba con la cabeza a su pregunta. Pero fue un movimiento casi imperceptible, tanto, que el propio Saga por instantes dudó de que siquiera hubiera ocurrido.
"Saga..." dijo Aiolos comenzando con un poco de renuencia. "Yo quiero pedirte, como respuesta, que seas tú el que gane el encuentro de mañana..." fue lo único que acertó a decir.
Saga abrió los ojos sorprendido. Había recibido una respuesta que, de cierta forma era la lógica, pero que, de igual manera, deseaba no fuera cierta.
"¡Kanon!" susurró Saga con dolor a sus palabras. "Hermano... ¿porqué siempre has sido tan difícil?" pensó con dolor.
Ahora, mientras en la soledad meditaba sobre su encuentro al otro día, y rogaba a la Diosa porque aquello fuera una simple mala percepción de Aiolos, Saga pensaba, dentro de su idealismo, que quizá eso no fuera lo más acertado... finalmente, si Kanon había llegado hasta allá, también había sido por el favor de los Dioses, no pudiera haber llegado hasta allá simplemente por que sí, y eso hablaba, que quizá, su hermano fuera más virtuoso de lo que todos pudieran concebir.
Dio la vuelta por una de las esquinas de su cabaña y entonces, distraídamente se dio cuenta que su pie había tropezado con un obstáculo curioso. Saga bajó la mirada y encontró que aquello que había tocado de manera involuntaria era la mano de uno de los guardias que le vigilaban.
"¿Qué?"
Preguntó asombrado en voz alta, al tiempo que se agachaba para corroborar su misión.
"¡Erecteón!" exclamó reconociendo al guarda tirado... "¿Qué te ha pasado?" pensó angustiado. Bajando su mirada para ver a su alrededor buscando la causa de el desmayo de su guardia, Saga abrió los ojos asombrado... ¡todos sus vigías! ¡Caídos en el suelo!
Saga se puso de pie de inmediato, aguzando su vista y su oído en espera de descubrir al agresor.
"No te molestes en buscarme con Cosmos... hermano..." se escuchó la voz conocida de...
"¡Kanon!" dijo Saga abriendo una vez más los ojos y volviéndose hacia donde escuchara la voz de su gemelo mayor. Lo encontró, recargado en la pared de la cabaña, con los brazos y las piernas cruzadas, y los ojos cerrados, dibujando una sonrisa enigmática. "¿Qué les has hecho, hermano?"
"No te preocupes..." dijo Kanon abriendo los ojos y viendo directamente hacia Saga, sin cambiar su postura más que levantando su rostro y girándolo levemente hacia él. "No están muertos... sólo los puse a dormir un poco..."
Saga se aproximó a Kanon con gesto asombrado.
"Pero... ¿qué pretendes haciendo aquí?" preguntó Saga reprochando. "¡Sabes que te está prohibido visitar a tu rival una noche antes del encuentro final por la armadura!"
Kanon escupió, el proyectil cayó justo delante de los pies de Saga, el cual se detuvo para no ser alcanzado por el proyectil.
"Idiota... ¿desde cuándo he seguido yo las reglas que no me interesan?" preguntó Kanon viendo a su hermano. "Ya era hora de que supieras que esa clase de nimiedades nunca han sido un obstáculo para mí..."
Saga recordó el incidente en Cabo Sunion hacía un par de años ya... eran verdad sus palabras, pero...
"Esperaba que el escarmiento que habías recibido desde entonces te hubiera hecho recapacitar, Kanon... ¿no te das cuenta, hermano? ¡Pones en riesgo tu enfrentamiento conmigo por la armadura de Géminis!"
Kanon abrió los ojos, fingiendo sorpresa y carcajeó fuertemente. Desde lejos, podían escucharse esas carcajadas, en el silencio de la noche. La Luna se había movido ya... y ahora, las sombras comenzaban a alargarse detrás de cada objeto y ser de la noche.
"¿Quién me lo impediría? ¿El inútil viejo Patriarca? ¿Su acompañante? ¿Tú hermano, Aiolos?" preguntó Kanon, haciendo hincapié en el nombre del joven Sagitario, que fuera su constante desencuentro. "No hermano, no temas, nos veremos las caras nuevamente el día de mañana, contendiendo por la Armadura dorada de géminis, de eso puedes estar totalmente cierto".
Saga miró a Kanon con tensión, al tiempo que Kanon disfrutaba de ver a su hermano menor tan descontrolado, tan desorientado.
"¡Jajaja! ¡Qué gesto de idiota tienes!" dijo Kanon mientras cerraba los ojos. "Tienes la expresión de un perro perdido." Dijo con desprecio.
Saga, tranquilo, recibió los insultos de parte de su hermano. No perdería el control como en otras ocasiones él lo lograra... si Kanon no temía perder su oportunidad en el coliseo, él sí, y no arruinaría ese momento por nada del mundo, ni siquiera arriesgándose por su hermano.
"Ya entiendo a lo que has venido..." dijo Saga tras un silencio tenso entre ellos.
"¿Ah sí?" preguntó Kanon interesado. "¡Qué bien! Esto hará más fácil el encuentro, aunque te confieso que era toda mi intención sorprenderte... desbalancearte."
Saga ahora fue el que reflejó un gesto de repugnancia en su rostro. No, Kanon no había cambiado nada durante su entrenamiento, la leve esperanza de Saga se desvaneció al tiempo que escuchaba y miraba ahí a su hermano, como siempre, desafiándolo todo, buscando el conflicto contra todos.
"No dejaré que esta vez influyas en mi estado de ánimo, Kanon... no hay nada que puedas hacer para hacerme encolerizar como otras ocasiones... yo no arriesgaré mi sitio en el encuentro de mañana." Dijo con tono sereno, pero firme.
Al fin, Kanon se movió, levantándose replicó.
"¿En verdad no hay nada que pueda hacer yo para cambiar tu estado de ánimo, Saga?" preguntó Kanon fingiendo desilusión en su tono. "Bien... ya veo, creo entonces que todo lo que he hecho, ha sido inútil pues... ¡Caray! Ahora entiendo como deben sentirse toda esa bola de perdedores que fueron vencidos por ti y por mí en el camino..."
Saga miró a Kanon con reproche y respondió:
"No son perdedores, son humanos dignos que buscaron alcanzar la dignidad y la oportunidad de servir al Santuario y a nuestra Diosa en hacer este mundo uno mejor..." dijo con convicción el hermano menor de Kanon a este.
Kanon se sonrió. Y pensó que su hermano en verdad no había cambiado nada durante todo este tiempo. El mismo tonto idealista y engañado que creía todo lo que se le pusiera enfrente siempre y cuando trajera el nombre Athena o el Patriarca.
"¡Qué aburrido eres, hermano!" dijo Kanon como primera frase tras reflexionar lo anterior. "Siempre dices lo mismo, ¡qué cerebro tan influenciable el tuyo!" dijo con tono punzante.
[Tema de fondo: Seiya, Hyoga and Shiryu vs. Odysseus]
Saga se sonrió diciendo.
"Lo mismo digo, hermano... no has cambiado nada, y eso, también te puede hacer aburrido, al menos, lo eres para mí. Vete Kanon, no hay nada que puedas hacer hoy para asegurar tu victoria mañana, pelearé con todas mis fuerzas, aunque, si los Dioses son justos, seré yo el ganador, no mereces servir a Athena." Dijo Saga queriendo insultar a su hermano.
"¡Ay!" se lamentó Kanon burlón. "¿Qué palabras has dicho? ¡Me has herido sobremanera, hermano! ¡En verdad!" dijo mientras se acercaba a Saga diciendo. "Está bien, me voy, ya veo que no puedo hacer nada para hacerte dudar salir de ese estado de idiotez eterna en el que te tienen sumido las palabras de ese viejo decrépito, ya veo que no puedo hacer nada, incluso, si te demostrara que has vivido engañado todo el tiempo..." dijo al momento que cruzaba caminos con Saga y pisaba la mano de Erecteón de manera deliberada, rompiéndole un dedo, dolor que este no sintió en el momento, por la bendición momentánea de no estar en sus sentidos.
Saga abrió los ojos sorprendido ante estas últimas palabras de Kanon...
"¿De... demostrar que estoy en un error?" preguntó Saga en su mente asombrado, incrédulo. Se volvió hacia Kanon, el cual caminaba sereno, alejándose cada vez más... si su hermano, en medio de un mar de dudas en ese momento pudiera haber visto su rostro, habría quizá dudado, pues Kanon sonreía, esperando a que Saga lo detuviera de un momento al otro. "No... ¡sólo lo dice para molestarme! Para hacerme dudar... ¡no le seguiré el juego! ¡No lo permitiré!"
Vio hacia el suelo, tratando de alejar todas esas dudas de su mente... ¿Demostrarme? ¿Demostrarme? ¿No estaba hablando por hablar? ¿Ofrecería pruebas?
"Vamos Saga" pensó en su mente. "Conoces a Kanon, le gusta molestarte... ¡déjalo ir!" dijo su voz interna. "Has dicho que no le seguirías el juego..."
"Pero..." interrumpió otra voz, idéntica en su mente el diálogo interno de Saga. "¿Y qué si fuera cierto? ¿Qué si hubiera algo que no te han dicho todo este tiempo? ¿Recuerdas lo que te reveló el Patriarca hace unos días? ¿No fue una conversación que te despertó dudas? ¿No las has sentido de vez en cuando?"
"¡Calla!" dijo la primera voz, al tiempo que Saga miraba desesperado que su hermano estaba a punto de desaparecer en la oscuridad. "No puedes buscarle, Saga... ¡este encuentro está prohibido! ¡No desobedezcas a Athena!"
Saga dio un paso adelante y gritó:
"¡Kanon, hermano, espera!" al tiempo que corría detrás de su hermano mayor. Kanon no había avanzado más allá de un punto lejano, pero esperaba esto.
"¿Sí?" preguntó deteniéndose. "¿Qué puedo hacer por ti, Saga?" dijo al tiempo que se volvía a él.
Saga se detuvo viendo a su hermano, con una sonrisa de satisfacción. Saga preguntó ansioso... angustiado.
"¿Dices que puedes probármelo? ¿De qué manera?" preguntó Saga imprimiendo esas emociones en su tono. "¡Dímelo!"
Kanon sonriendo respondió.
"Con esto..." dijo mostrando un pedazo de pergamino que llevaba en su mano. Un arma mortal. Peor que un cuchillo, peor que una espada... Kanon ondeaba delante de su hermano un secreto.
Saga tomó el papel y lo leyó, comenzándolo a estrujar conforme avanzaba en su lectura.
"¡Esto...!" dijo al tiempo que leía asombrado. "¡Es lo que mi maestro me contó... pero... diferente!"
"¡No, no puede ser! Tu maestro jamás te ocultaría nada... no te engañaría... ¡es el representante de la Diosa sabia! ¡De la Diosa leal! ¡Él te quiere, la verdad es lo que siempre han ofrecido!"
"¡Mentira!" gritó Saga al tiempo que arrojaba el papel lejos de él. "¡Todo lo que dice ahí es mentira!"
Kanon se sonrió y gozó de ese momento... ¡cuánto lo había esperado! ¡Cuánto había esperado por ver a su hermano retorcerse de dolor ante el conocimiento de aquello verdadero! ¡De que no eran ellos más que marionetas de los Dioses y de los hombres!
"¿Ahora entiendes lo que es el poder de los Dioses y sus representantes, Saga?" preguntó Kanon mordaz. "El poder que ellos tienen es el de inventar sueños que se hacen realidad... que los demás, creyentes, hacen realidad en sus mentes, pero que no son, a final de cuentas más que espejismos, promesas huecas que te pueden llevar al Elíseo, y a ser un soldado común... ¿acaso quieres eso, Saga?" preguntó Kanon a su hermano, que abrió sus ojos asombrado al escuchar esas palabras. "Esa clase de poder que no podemos permitir que nadie ejerza sobre nosotros... ¡porque nosotros somos diferentes! ¡Somos mejores, hermano!"
Saga miró a Kanon, sorprendido al escuchar sus palabras... de pronto, si esto fuera cierto (¡no, no es cierto!) sus palabras podrían ser adecuadas a su visión de no ser más que el instrumento de la Diosa (¡no, Saga, la Diosa no quiere instrumentos, quiere marionetas!)... miró desesperado al cielo, buscando un signo, algo que le salvara de pensar en todas esas tonterías con las que su hermano le llenaba la cabeza (¿y si todo lo que el creyera fuera mentira?) ¡No! ¡No! ¡No! (¿y si por eso ella no te mandó una señal cuando debió?) No estamos solos... ¡no somos esclavos! (no, peor que eso... son mascotas) ¡Athena ayúdame! (¡Malditas Parcas, malditos Dioses!) ¡Calla! (¡Maldita burla!) ¡Calla! (¡Me las pagará mi maestro!) ¡Callaaaaaaaaaaa! Terminó gritando Saga queriendo extinguir la voz de su mente, esa voz que hace minutos le comenzara a hablar fustigándole en su conciencia... en su fe.
Kanon esperó a que su hermano se calmara... se callara, quedando solo el sonido de su respiración agitada.
"¿De dónde... sacaste esto, Kanon?" preguntó Saga finalmente.
Kanon miró solamente a Saga de manera enigmática. Y sonrió.
"¿De dónde... has sacado esto... Kanon?" preguntó Saga perdiendo el control y sacudiendo a Kanon tomándolo de su camisa.
Kanon sonriendo, viendo la furia de su hermano al verle a los ojos sonrió diciendo:
"De la bóveda de secretos del Santuario, hermanito... ¡de Star Hill mismo!" dijo mientras que Saga abría sus ojos asombrado y dejaba de sacudir a su hermano mayor.
"¿Has... estado en Star Hill?" preguntó Saga tranquilizando su furia. "¿Qué has dicho?"
"Miente... ¡nadie puede subir a Star Hill!" pensó Saga tranquilizándose. "Me ha mentido todo este tiempo..." dijo sintiendo el alivio de volver a sentir que su mundo no se derrumbaba, que había sido salvado. Y soltó a Kanon, un poco arrepentido, un poco apenado.
"¿Qué pasa? ¿No me crees?" preguntó Kanon a Saga... "¿Porqué dejas de lado tu furia?"
Saga, sonriendo respondió.
"Nadie puede subir a Star Hill que no sea El Patriarca." Dijo finalmente. "Eso lo sabemos todos."
Kanon se sonrió y preguntó.
"¿Ya lo has intentado tú alguna vez, Saga?" dijo punzante. "Te aseguro que te llevarías una sorpresa..."
Saga lo escuchó con una sonrisa. (¡Qué tonto he sido al caer en su treta!)
"Claro que no lo he intentado porque está prohibido, hermano, y yo, a diferencia tuya, siempre he sido un respetuoso de la ley..." dijo Saga dando una explicación que creía que no era merecida, pero que al darla, le ayudaría a calmar su ánimo.
Kanon ahora mostró sus dientes con furia, no era una sonrisa, acercándose a su hermano, le dio un golpe en el rostro que no hizo mella en Saga realmente.
"¡Estúpido ciego obstinado!" dijo con desprecio. "¿No te das cuenta de lo que te he revelado? ¡Lo que tienes es auténtico, Saga! ¡La prueba del engaño al que han sometido a los Santos de Athena por generaciones! Como son las cosas... ¡quizá ni siquiera exista ella ni su encarnación!"
"¡Calla blasfemo!" dijo Saga indignado. "¡No digas tonterías! ¡Mientes! ¡No has podido subir a Star Hill, es imposible!"
"¡Pues yo lo he hecho!" digo Kanon interrumpiendo a su hermano. "Aunque te quieras escudar en ese argumento tan idiota como el 'que los Dioses lo prohíben', es verdad, aunque te pese. ¡Yo subí a Star Hill!"
"Ya veo." Dijo Saga sonriendo. "¿Has subido a Star Hill... ¿así como has destruido Cabo Sunion?" preguntó Saga irónico.
"¿Qué?" preguntó Kanon desconcertado.
"Sí... sí... ¿lo recuerdas? ¡Juraste que un día romperías Cabo Sunion! Hasta ahora no he visto que hayas cumplido esa amenaza... me imagino que quizá lo has hecho ya, en uno de tus sueños de engaño y de rencor... ¡Qué mal estás, hermano!"
Fúrico por el tono paternal de su hermano, Kanon ahora fue el que le sacudió de la camisa.
"¡Escúchame imbécil! ¡A mí no me vas a hablar así! Vine hasta aquí para mostrarte que tú estás mal, y debes de quedarte con ello... ¡si te digo esto es porque ahora lo sé! ¡Y tengo testigos de que subí a Star Hill!"
Saga abrió los ojos. ¿Verdad? ¿Tenía testigos? (Seguro otra mentira) ¿Y si era cierto? (¡Que no!)
"¿Testigos?" preguntó Saga extrañado. "¿Quién puede ser, Kanon? ¿Y cómo sabría que diría la verdad?" preguntó defendiéndose, acallando la voz, la duda que seguía siendo acallada pero quería gritar.
Kanon sonrió. Al menos ahora ese estúpido joven sería útil en sus planes. Y en cierta manera era apenas justo, que por medio de él, y que fuera él su pobre sustituto que diera el golpe de gracia.
"Aiolos." Dijo con simpleza Kanon con sonrisa maliciosa a Saga, entrecerrando sus ojos.
Saga abrió los ojos. ¡Aiolos! ¡Aiolos lo había visto! ¡Y no le había dicho a el nada! (¡No le hagas caso!) ¿Por qué? ¿También Aiolos lo engañaba? (¡Saga! ¡Saga! ¡No sufras! ¿Dónde está tu fe?) ¡Tendría que preguntarle! (¿Y descubrir que esto era otra treta de Kanon?)
"No te creo." Respondió una vez más Saga, acallando sus dudas, su angustia.
"Pregúntale." Replicó Kanon a su hermano con sencillez. "Eso es muy simple de corroborar."
Saga se sacudió con violencia las manos de su hermano que aún lo sostenían de la camisa.
"¡Idiota! Sabes que nos está prohibido ver a nadie hasta después de nuestro encuentro mañana... para entonces será muy tarde... pues habré ganado el honor de portar la armadura de Géminis, tus actos deshonrosos esta noche, tus mentiras, sólo demuestran que yo soy el único merecedor de ella."
Kanon rió efusivamente.
"No, Saga... lo único que ha demostrado hoy tu actitud cerrada, de no admitir la verdad, es que el que tiene los motivos correctos para portarla soy yo... ¡yo que la quiero para ejercer el poder! ¡Para aquellos que ha sido diseñada un arma con la túnica de Géminis! Si quieres ganármela... ¡tendrás que demostrar una sed mayor que la mía por el poder...! Y eso... lo dudo mucho."
Saga miró a Kanon sereno, pero con una mirada diferente. Su hermano pudo sentirlo. Kanon miró a su hermano... ¡qué le pasaba a Saga! ¿Qué pasaba con su mirada?
"Tu, Kanon, desconoces la clase de poder que yo ansío... y para qué lo quiero. Mi mente no es tan simple como la tuya, que anhela el poder por tenerlo..."
Kanon tembló ante lo dicho por Saga. Nunca había visto ni sentido de el esta clase de vibración.
"...Tengo fe de que con este poder, podré yo llevar a cabo la última cruzada de la Diosa Athena y detener este círculo de guerras que han dañado a ella y a su Orden por tantos años..." dijo recuperando su mirada cálida.
"¿Qué pasó?" preguntó Kanon en su mente. "¿Qué pasó?"
Saga dando media vuelta caminó hacia su cabaña, al tiempo que decía.
"Y te agradezco, hermano, lo que has hecho hoy por mí... venías a desestabilizarme, lo único que has logrado es aclararme mi propósito: ganar la armadura, aunque sea pasando por encima tuyo."
Kanon observó intrigado a Saga alejarse y maldijo gritando:
"¡Perro infernal!" respiró agitado... y volvió su mirada al suelo, buscando el trozo de pergamino que fuera su única y fallida arma por vencer a su hermano moralmente. "¡No está!" dijo tras buscarla. "Y no ha habido viento que la arrastre... ¿será posible qué?" y meditando, Kanon sonrió. "¡Saga!"
Y rió hacia sus adentros, pero su risa fue creciendo, y creciendo hasta volverse una carcajada burlona y casi malsana.
El Palacio Papal se encontraba lleno de gran movimiento a la mañana siguiente. Los guardias y sirvientes preparaban las instalaciones que serían utilizadas por los contendientes al título de la armadura, al tiempo que preparaban que la caja de Pandora de la armadura de Géminis, aunque siempre brillante, estuviera colocada en el lugar principal justo frente al palco papal.
Shion observaba esta meditabundo. Arles entró a sus espaldas para observar al anciano, sin máscara en esos momentos, mirando el prodigio del brillo de ésta.
"¿Su Santidad?" preguntó Arles, al tiempo que Shion se volvía a ver a su cuestionador. Rostro arrugado, pero de una increíble apariencia de juventud para un ser tan anciano como él. Su mirada recta, noble, leal, desprendían bondad, pero en parte, parecía haber un dejo de tristeza detrás de ese brillo de su mirada, no apagado ni por el pasar de los años.
"Quería observar con mis ojos, sin máscara, la gloria del fulgor de Athena, mi querido amigo." Dijo Shion al tiempo que caminaba hacia el Santo compañía del Patriarca. "Es algo digno de mirar, tras todos estos años, mi misión comienza a cumplirse, hoy entregamos esta armadura, la primera de doce..." y caminando hacia su trono, Shion se sentó tranquilo, con fuerza resuelta, su malestar del día anterior, parecía haberse desvanecido tan misteriosamente como hubiera aparecido... era como si el entusiasmo de saber que su misión comenzaba a cumplirse, hubiera llenado al anciano de un nuevo vigor.
"Así es, Su Ilustrísima..." dijo Arles concediendo la razón de Shion y sin agregar más. No debía de interrumpir las palabras de este sabio venerado.
"Los nuevos jóvenes que estarán dispuestos a sacrificar sus vidas por nuestra Diosa, y por este mundo, de ser necesario, en una guerra terrible que se desatará seguramente en esta generación, pues los signos de esta comienzan a dibujarse ya en las cercanías... como ver las nubes negras en el horizonte y que amagan con tormenta, justo ahora estamos en ese momento." Y poniéndose su máscara, El Patriarca prosiguió. "No cabe duda, que no el destino trazado por las Parcas es inevitable."
El Patriarca cayó, y tras una breve pausa, Arles supo que podría hablar.
"Si Su Excelencia me lo permite..." dijo Arles pidiendo permiso para hacer una acotación.
"Habla, habla con confianza, viejo amigo, que no es necesario que pidas permiso para ello, no en balde por eso te elegí para que ocuparas el lugar de mi hombre de confianza en El Santuario, no puedo confiar en nadie más que en ti."
"Gracias, Mi Señor" dijo Arles genuinamente honrado de recibir tales palabras. "Yo he rogado a Athena toda la noche que sea su voluntad que sea Saga el elegido para portar la armadura de Géminis, tras lo visto ayer en los últimos encuentros, dudo mucho que Kanon sea un candidato honroso para portar la armadura de Géminis."
Shion asintió gravemente, recordando que, en el destino que había descifrado para Saga como para Kanon, figuraba portar la armadura de Géminis, como un misterio que no se le desvelaba aún en su totalidad. Sin embargo, notando que su allegado experimentaba un momento de ansiedad, habló con la intención de tranquilizar su espíritu.
"Calma, calma, amigo mío" dijo Shion. "El combate no es más que la penúltima prueba que deberá enfrentar el ganador de éste, puesto que la última, la real y más difícil, es que la armadura de Géminis lo acepte como su portador, si esto llega a ocurrir, no habrá la menor duda, de que este habrá recibido la anuencia de nuestra Diosa para ser su elegido, el primero de una nueva generación de jóvenes que son la esperanza de nuestro Universo."
Y al concluir sus palabras, El Patriarca se volvió hacia la caja de Pandora, con el grabado que mostraba a un par de hermanos gemelos: Cástor y Polideuces. Arles hizo lo mismo, volvió su rostro hacia la caja y asintió.
Saga aspiró profundamente antes de salir a la arena. Estaba listo para enfrentar a su hermano. Para demostrarle que todo ocurría siempre como debía de ser en El Santuario, en base a la justicia, al propósito en comunión con su Diosa.
"Señora, acompáñame, permíteme ganar el honor de ser tu Santo... de ser el que finalmente libere, con tu ayuda, a este mundo, de las interminables guerras que han dejado solo un rastro de sangre entre tus fieles, y lágrimas de sufrimiento en tu rostro."
(¿Y si ella fuera igual que los otros Dioses?) Silencio. (¿Si Athena disfrutara de tener estos encuentros cada cierto tiempo y esa fuera la respuesta a porqué no ha terminado con estas batallas absurdas que se dan desde los tiempos del mito?) Si no te callas yo...
Una voz le interrumpió. Era un soldado del Santuario que le avisaba que era momento de salir a la arena.
"¿Señor?" preguntó respetuoso. "Es la hora, salga a la arena."
"¿Eh?" preguntó distraído Saga ante las palabras. "¡Ah sí! ¡Gracias!" dijo al tiempo que se ponía en pie y se dirigía al pasadizo que lo llevaría al centro del coliseo.
"Que Niké lo corone, Señor" dijo el guardia a Saga, el cual se detuvo ante estas palabras y se volvió a sonreírle.
"¡Gracias!" dijo sinceramente.
"Puedo decirle que no habría nadie mejor para ser un Santo de Oro que usted, Señor... tras lo que demostró ayer salvando al elegido de Athena... sólo un verdadero siervo de la Diosa, podría demostrar tal fuerza y virtud."
"Te lo agradezco en verdad." Dijo Saga al tiempo que apoyaba su mano en el hombro del guardia. "¡Haré mi mejor esfuerzo para cumplir esa expectativa... ¡siempre!"
[Música de Fondo: Twin Salas]
"Siempre" meditó Ares al tiempo que vigilaba atento el curso de los acontecimientos en el Santuario de Athena. "Siempre es una palabra tan vaga..." dijo el Dios de la Guerra con pensamiento sereno. "Y que los humanos no sabrían comprender... para ello tendrías que ser un Dios, Saga, para poder pensar como un Dios... algo que quizá pueda ayudarte a alcanzar."
Caminando fuera de su habitación, Ares pudo observar como Areópago, la Montaña del Juicio, se comenzaba a llenar cada vez más de actividad.
"Hades ha comenzado a cumplir su parte del trato, ya mis seguidores han comenzado a salir del Hades y sus almas se revuelven inquietas presintiendo que el momento de volver a gozar la gloria de la batalla se aproxima..."
Almas que reflejaban ira, salvajismo, impiedad, furia, se revolvían abajo. Sus antiguos Berserkers, sus fieles guerreros, muertos junto con él en la última guerra contra Atenea. Sus gritos de ansia, de saber que tenían una nueva oportunidad, llenaban a Areópago de energía.
Kanon escudriñó con su mirada el aspecto de su hermano. El Coliseo se encontraba solo, con la excepción de El Patriarca y Arles sentados en el Palco Papal.
"No durmió bien" pensó satisfecho Kanon. "La duda ha seguido royendo su fe, su estúpida y mal fundada fe... esta pelea está resuelta."
Dijo al tiempo que volvía su mirada hacia la Caja de Pandora de Géminis.
Saga, evitó la mirada de su hermano, pero se puso delante de él, finalmente desafiante. Ambos se miraron, viéndose a los ojos, tratando de encontrar algo. Sólo Kanon encontró aquello que buscaba, Saga, para su intranquilidad, no.
"Kanon" dijo la voz de El Patriarca obligándolos a volverse hacia él. "Saga." Dijo el Anciano Representante de Athena. "No hay nada nuevo que pueda decirles, sólo que la Diosa los proteja, y que no quiten de vista nunca, que es la misericordia a un rival, sobre todo uno, que es temporal, no enemigo a muerte, una virtud que los verdaderos Santos de Athena tienen."
"¿Temes que mate a tu consentido, Patriarca?" preguntó Kanon divertido. "¡Vaya! ¡Así juzgarás mi poder! ¿Y así juzgas a mi hermano?" preguntó el hermano mayor del implicado al escuchar esas palabras. "No temas, anciano..." dijo concluyendo Kanon. "No es mi intención matar a Saga... en realidad, ahora que lo medito, nunca lo ha sido..." dijo, suavizando ligeramente el tono.
Saga observó a Kanon sorprendido. ¿Podría ser que acaso, Kanon...?
"Tampoco es intención mía destruir a mi hermano, Patriarca..." dijo Saga finalmente, con un brillo en su corazón de que su hermano, tras ver su sufrimiento, pudiera comenzar a comprender la fe en la Diosa. "Las Parcas han decidido este encuentro desde antes de nuestro nacimiento, nosotros somos asistentes únicamente al escenario que nos han determinado."
Kanon bufó burlonamente y respondió.
"¡Qué tontería!"
Arles se aproximó a la orilla del Palco y levantando los brazos, gritó:
"¡Que inicie el duelo final!"
Saga y Kanon. Kanon y Saga. Estudiándose. Enfrentándose. Odiándose y queriéndose. Uno, será el ganador, el otro, el perdedor irremediable. Uno el héroe, el otro, el olvidado.
"¿Sabes, Saga? Agradezco que El Patriarca nos haya interrumpido la última vez que nos vimos de esta manera... sé que entonces hubiera disfrutado de sobremanera el derrotarte, pero ahora entiendo, que en estos momentos será mejor, puesto que mi derrota sobre ti será absoluta..."
"¿Qué dices?" preguntó Saga recordando su último encuentro con Kanon en combate, frente al mar enfurecido junto a Cabo Sunion. "¿Sigues creyendo que me hiciste el daño que pretendías?"
Kanon sonriendo responde.
"No me puedes engañar, Saga... soy tu hermano y te conozco. Puedo leer cada movimiento tuyo, y noto que tu Cosmos no está armonizado correctamente... es volátil, inestable... y el Cosmos, es un reflejo de quien lo quema."
Ambos hermanos habían comenzado a elevar sus Cosmos de manera terrible, ambos Cosmos agresivos y terribles.
"Hermano... si lo sientes así no es más que está demostrando lo difícil que resulta, después de todo, tener que librar esta batalla contigo..." dijo Saga con dolor. "El destino me ha dado un hermano, y tengo que luchar con él, en aquello que ambos nos propusimos." (Mentira, lo odias. Odias que siempre se burle de ti. Lo odias, porque piensas ahora, que quizá tenga la razón.) Y elevando su Cosmos una vez más, pequeños relámpagos dorados cayeron en la arena, como una pequeña tormenta descargándose en medio de la arena del coliseo.
"Si tú lo dices..." respondió Kanon ante la declaración de Saga. Y quemando su Cosmos de manera más eficiente, más controlada, Kanon logró comenzar a levantar, nuevamente una tolvanera detrás de él.
Las piedras comenzaron a partirse, y un aire lleno de la estática del Cosmo de Kanon, pudo sentirse, mientras los vellos de sus brazos se erizaban. Lanzando la tierra contra su hermano, el mayor de los gemelos se lanzó detrás de este, con gran rapidez, una rapidez cercana al Séptimo Sentido.
Extendiendo sus manos para proteger su vista, Saga mostró estas, vendadas, cubriendo las heridas recibidas por detener el extraordinario proyectil de Zarkón. Kanon, mostrándose frente a él, golpeó las manos abiertas con fuerza inusitada, impulsados sus puños por el Cosmos.
Saga sintió dolor, al tiempo, que de inmediato, algunas ámpulas se reventaban. Las vendas dibujaron el rastro de sangre que estas heridas comenzaban a causar. Pero resistió, la fuerza de su hermano era grande, pero igualmente era la suya.
Aprovechando el ataque tan frontal de Kanon, Saga bajó su brazo izquierdo y lanzó un gancho al hígado de su hermano. Impulsado por Cosmos, pero no tan fuerte como el primero hiciera. Kanon recibió el golpe y se separó, al tiempo que se sobaba.
"Jajaja, hermano..." dijo mientras miraba a Saga quien lo miraba. "¡Golpeas como una niña! ¿Será posible que te hayas debilitado tanto en tu entrenamiento! ¡Eras más fuerte de niño! ¿O acaso estás dejando de pelear con todo tu esfuerzo?" preguntó comenzando a indignarse. "Está bien, si ese es tu deseo, te libero de tu promesa... cuando te hice jurar que siempre lucharías con todas tus fuerzas contra mí... mirándolo bien, ahora es algo que me conviene."
Saga bajó sus brazos indignado.
"¿Siempre eres igual, verdad hermano?" preguntó Saga molesto. "Te gusta manipular a tu placer, todo siempre debe de moverse a tu conveniencia, sólo así está bien, ¿cierto?"
Kanon abrió los ojos con un poco de sorpresa.
"¡Vaya! Esto si que es una sorpresa... parece que si me conoces bien..." y viéndolo con desprecio, Kanon prosiguió. "Tienes razón, me gusta manipular a mi antojo, me parece una buena actividad! Me gusta manipular los eventos, ser yo el responsable y no lo que ustedes, las mentes débiles califican de voluntades de las Parcas..."
"No dejaré que sigas diciendo esas tonterías" dijo Saga al tiempo que levantaba una tolvanera similar a la de su hermano y se lanzaba, en movimiento idéntico hacia éste. Para su sorpresa, Saga percibió que Kanon se impulsaba sobre su mismo sitio al aire, evitando el ataque de este, y descendiendo con fuerza sobre su espalda, el menor de los gemelos cayó pesadamente al suelo.
Kanon, explotando su Cosmos, comenzó a patear las costillas de su hermano caído, al tiempo que se reía, gozando cada golpe.
"¿Sabes una cosa?" dijo mientras seguía golpeando a una velocidad similar a la de la luz a su hermano, e interrumpiendo sus carcajadas. "Puedo ser muy voluble... atacarme con mi propia técnica fue algo muy estúpido, hermanito... tu pusilanimidad me está resultando asquerosa, creo que, no me serías útil si sigues viviendo, considerando que estoy disfrutando tanto este encuentro."
Shion y Arles observaron preocupados el último acontecimiento. El Sacerdote había notado en Saga un incremento de los períodos erráticos de su alumno en los últimos días. ¿Sería posible que fuera víctima de uno de ellos en estos momentos? ¿Pero porqué esto ocurría de pronto, con un joven que había demostrado siempre estabilidad y una voluntad apenas igualadas? Siempre, desde pequeños, creyó que Saga sería el elegido, a pesar de los signos, a pesar de lo que las estrellas indicaban.
Kanon seguía riendo mientras golpeaba a su tirado hermano. Finalmente, conseguiría lo que había anhelado tanto tiempo. Una victoria sobre Saga, el poder de la armadura, el poder callar a ese viejo que todo el tiempo lo había tratado como un segundón... cuando había sido Saga el que había nacido después que él. ¡Era él el que merecía la victoria! ¡Era su destino!
Soportando el castigo, Saga apretó sus manos tomando polvo en sus manos. Iba a ser derrotado. (Levántate, Saga, sabes que Kanon no es rival para ti) ¡Athena! Señora mía, sabes que no he podido acallar esas voces que desde en la noche me molestan, si pudiera dejar de escucharlas... ¡pero me hacen dudar! (Eso es porque estás negándote con todas tus fuerzas... piensa, Saga, ¡piensa! Si lo que sabes es verdad, ganar ha sido siempre tu meta. Si es mentira, entonces, como Santo de la Orden, tendrás acceso a más sitios del Santuario que ahora mismo no puedes visitar... ¡tienes que ganar!) Tengo que ganar. (Tienes que ganar, para saber). Quiero saber... ¡quiero saber la verdad! (¿A qué precio?) A cualquiera... ¡no hay precio muy corto... (¿Aún estarías dispuesto a sacrificar aquello que has tenido toda tu vida? ¿Tu mismo espíritu? ¿Tu fe?) ¿De qué me serviría mi fe si estuviera fundada en una mentira? (Te habría servido para llegar a un sitio que has querido desde joven, y podrías corregir aquello que debe de ser corregido). Sí. Puedo hacerlo. Si es verdad, ganaré, y ofreceré penitencia a la Diosa... (¿Y si es mentira?) ... (¿Y si es mentira, Saga?) Entonces... ¡castigaré a los responsables! Los castigaré por engañarme... ¡por jugar conmigo! ¡Con mi destino! ¡Con mi vida! (Ya has encontrado el camino, Saga... ¡nada podrá vencerte ahora! ¡Ni los Dioses!)
Saga abrió sus ojos, para darse cuenta que seguía recibiendo el castigo de su hermano. Pero ya no dolía. Sus ojos brillaron, de manera extraña, y Kanon se estremeció.
"¿Quéee?" preguntó al tiempo que Saga se ponía en pie. Imponente, el Cosmos de Saga se había convertido en una tormenta inmensa alrededor suyo, y alrededor de Kanon.
"Estoy cansado... ¡de tu obsesión conmigo, hermano!" gritó Saga levantando su rostro y lanzando con este energía acumulada de Cosmos que se materializó como un viento furioso que obligó retroceder a Kanon sorprendido... casi asustado.
"Quizá te haga sentir bien pensar que tus palabras han hecho que algo en mí cambie, hermano..." dijo Saga tranquilamente, al tiempo que Kanon adoptaba una postura de defensa. "Quizá te haga sentir bien saber que has hecho de manera efectiva que sufra una crisis de fe... eso ¿era lo que buscabas, cierto?"
Kanon tragó saliva. Una crisis de fe. Si. Eso era lo que había buscado siempre.
"Bien, quizá lo que no imaginabas, es que, pudiera adaptarme al concepto... a la situación."
Y pensando, únicamente pensando, de Cosmos a Cosmos, Saga logró decirle a su hermano.
"Ahora se que no debo de castigarte a ti, si esto es cierto..." la voz, sonó cavernosa, profundamente oscura.. Kanon pudo percibir algo que había cambiado en la presencia, generalmente fuerte, pero parsimoniosa de Saga. "Esto es obra tuya, Kanon... disfruta lo que has peleado tanto por obtener... ¡qué mal que se te concediera esto, antes de obtener lo otro que anhelabas más que verme así..." Y viendo directamente a Saga, Kanon, vio que comenzaba a hacer unos pases con sus brazos. "La armadura, ahora será mía... es lo justo, que ambos ganemos lo que tanto hemos anhelado... ¿no lo crees?"
"¡Tú! ¡No eres mi hermano!" gritó Kanon asombrado, al tiempo que comenzaba a incrementar su Cosmos como defensa, preparándose una vez más a lanzar su última técnica. "¿Quién eres? ¿Qué eres?"
"Gracias a ti, hermano..." dijo Saga con dolor. "... ahora no lo sé".
Su Cosmos alcanzó el brillo dorado.
Arles y Shion se miraron entre sí.
"¡El Séptimo Sentido!"
[Tema de Fondo: Senki no Koutou]
Llorando, Saga extendió sus manos hacia su hermano, al tiempo que Kanon hacía lo mismo. Y observó.
"¡Está sufriendo!" pensó para sus adentros. Pero no llegó consigo de ese conocimiento, al júbilo que pensó le seguiría.
"Ahora... me siento solo... muy solo..." pensó Saga con dolor. "Athena... ¿estás conmigo?" (Tú estás contigo... no pierdas la determinación por llegar, Saga...)
Recordó ese momento en que miró a la hormiga trabajar.
"Yo quiero algo más..." llegó su propia voz en recuerdo retumbando en su oído interno. "No quiero ser un simple soldado..."
(Solo alcanzando tu meta, podrás acceder a esa verdad que tanto buscas, Saga... a la verdad).
"Pero..." dijo mientras sus lágrimas escurrían por su rostro. "Para mí la verdad siempre fue simple contigo, Athena... ¿porqué? ¿Por qué me dejas en esta hora en que más te necesito?"
"¡GALAXIAN... EXPLOSION!"
Kanon abriendo los ojos, observó una multitud de planetas formarse alrededor suyo, como saliendo de las manos de su hermano.
"¡TRIÁNGULO DE LA MUERTE!"
Gritó a su vez el hermano mayor de Saga, en plena defensa.
Arles cubrió con su cuerpo a Shion gritando:
"¡Su Santidad!"
Susurrando, el Patriarca dijo:
"¡Crystal... Wall!"
Una luz ambarina protegió el palco papal, al tiempo que las colosales formas de energía se encontraron. Un fulgor dorado se vio desde fuera del palco, fulgor que todos los habitantes de El Santuario pudieron ver. Como un segundo amanecer que se estuviera dando en el Coliseo. Como si el Sol de Apolo se hubiera caído en medio de la arena.
Ares asintió.
"Sí, humanos... justo es eso, el amanecer de una nueva era, de una Revolución que cimbrará y cambiará la faz de su Santuario para siempre..."
El fulgor fue desapareciendo... el polvo, asentándose. Arles se levantó, al ver que todo había pasado, y que habían sobrevivido al choque de energías extraordinarias. La pared de cristal del Papa, desapareciendo rápidamente. Ambos miraron a la arena para descubrir el resultado.
Saga y Kanon. Kanon y Saga.
Ambos de pie, ambos mirándose uno al otro. En silencio, esperando, heridos.
"Has peleado muy bien, hermano." Digo Saga finalmente, con tono triste. "Te agradezco todo lo que me has enseñado, a pesar de todo."
Kanon miró a su hermano, el cual, derramó una lágrima. Una lágrima por su inocencia perdida. Sabía que, de no ser cierto lo que su hermano le dijera, el simple hecho de experimentar esta duda sería algo que le atormentaría siempre. Descubrir que la duda era verdad, sería peor. Una cosa era cierta: había perdido su paz interna para siempre.
"Lo mismo digo, hermano." Dijo Kanon. "Tu técnica final ha sido algo digno de verse, de no haber sido por mi propio ken, ahora mismo no estaría vivo..."
"Y yo... no estaría en este mundo." Dijo Saga complementando a Kanon. "Finalmente, creo que ninguno de los dos, hemos luchado totalmente con todas nuestras fuerzas."
Kanon abrió sus ojos. ¿Qué decía? El había hecho todo lo posible. El Cosmos de su hermano, lo había cubierto, lo había golpeado.
"Creo que así es..." dijo aparentando confianza. "Sin embargo, ambos estamos heridos... ¿esperando que uno caiga antes que el otro, acaso?"
Saga miró a su hermano. Kanon lo estudió. El hermano menor habló.
"YO no voy a ser el que caiga, Kanon. Eso, ya lo sabes."
Kanon abrió los ojos.
"¿Qué?" preguntó.
Su cuerpo comenzó entonces a reaccionar a los golpes que Saga le habría dado a la velocidad de la luz tras lanzar la Explosión de Galaxias.
"¡Arghh... ARGHHHHHH!"
Su ropa, haciéndose jirones, se destrozó, y Kanon, perdiendo el brillo de su mirada cayó pesadamente, dejando escapar saliva mezclada con sangre de su boca semiabierta al caer de bruces contra el suelo.
Saga bajó la vista, triste. Kanon, su hermano, había caído.
"No te preocupes, hermano... siempre hay manera de adaptarse a una pérdida, yo estoy buscando ahora mi camino, espero ayudarte a encontrar el tuyo..." Dijo llorando.
Shion observó esto, y lloró igualmente. El despertar de un Santo, generalmente era acompañado del júbilo del ganador. Y él, esperaba eso ciertamente este día, al ser el inicio del cumplimiento de su misión desde que la Diosa lo asignara cabeza de su Santuario. Pero ninguno, ni el ganador, ni él como Patriarca, sentían júbilo... pues ambos reconocían que algo se había perdido en esta victoria.
Aunque, Shion, no conocía la magnitud de la pérdida de Saga, él pensaba que era el dolor de Saga al tener que luchar contra su hermano.
"Señor..." dijo Saga inclinando su cabeza.
Shion mirando a Saga, no esperó más diálogo del usualmente más expresivo Saga. Estaba agotado, y era justo ya declararlo ganador.
"Saga" dijo serenamente. "Has ganado el derecho de ser un Santo de Athena, hijo mío, hoy el rostro de la Diosa te sonrió, y Niké posó la corona de la victoria en tus sienes... ¡regocíjate hijo mío! Pues Athena no olvida a quienes creen en ella..."
Y pensando en su hermano, Saga dijo en su mente: ¿Y en los que no creen? (¿Y en los que no creemos?)
"Que la justicia de Athena guíe siempre tu paso, Saga de Géminis... ¡Santo de Oro de Athena!" dijo Arles al tiempo que soltaba varias palomas, que volaron al cielo anunciando la victoria de uno de los contendientes.
Continúa...
Nota 1: Arles lo utilizaré aquí más como un título real otorgado a Shion en su rol como Patriarca y a su acompañante, el que introducen en la animación y en Excalibur, el cual, ha sido por ser llamado un Santo de Plata, quizá de el Altar, pero que también asume el rol de un kagemusha, título que los señores japoneses poseían que era un doble, el cual, vestía y era llamado igual, para engañar al enemigo en caso de que el portador del título original muriese sin asignar un sucesor. El kagemusha entonces, subía al trono en este caso. Curiosamente, puede ser también equiparado a un rey sucesor temporal (interregnum) costumbre de los antiguos griegos en ritos, sobre todo, de primavera.
Nota 2: La Estampida de Caballos seleccionada como técnica de un gemelo no es descabellada, puesto que Cástor del mito griego, era un domador de caballos estupendo, según se cuenta, nadie hubo después de el quien controlase a los caballos con tal maestría. — Nota del Autor.
Nota 3: Por supuesto, Kanon hace referencia al mito de Aracne, la joven que ofendiera a Athena por afirmar que sus tejidos eran mejores que los divinos, tras una desigual competencia, Aracne fue vencida por la Diosa y castigada a hilar eternamente hilos destinados a romperse en la forma de una araña. —Nota del Autor.
Nota 4: Fue Zeus el que mató a Idas finalmente vengando la muerte de Cástor a manos de éste. Polideuces fue herido por éste en la cabeza con una piedra. – Nota del Autor.
