Luz y Sombra
Nada más podía ver Saga al sentir que el hálito de la vida parpadeaba al tiempo que recibía los terribles golpes propinados por el General Marina de Poseidón del Dragón Marino, Tiamat.
"¡El poder de este hombre... es asombroso!" exclamó en su mente, herido en su orgullo, totalmente fuera de sí. Saga tembló. ¿Sería posible que encontrara el final de su lucha aquí? ¿Ante un hombre y no ante un Dios? ¡El mismo Ares le había temido, se había echado hacia atrás al enfrentarle! ¡Había destruido las legiones del Señor Oscuro! ¡Había destrozado legiones de Marinas del Señor de los Mares! ¡Era un Santo Dorado de Athena! ¡El Santo Dorado de Géminis! ¡No perdería!
Invocando todas sus fuerzas, Saga dio vuelta sobre el suelo rodando ante la mirada impasible del Dragón del Mar, el cual sonrió.
"Veo que no eres cualquier cosa... pero tampoco eres algo extraordinario, hasta un Marina regular pudo haber sobrevivido a un ataque tan básico como éste..."
La voz y la actitud del enemigo del Santo Dorado de los Gemelos era acogedora, temible. Nunca antes, Saga había sentido tanta incertidumbre en un combate.
"Estoy de acuerdo" respondió Saga sonriendo, fingiendo confianza y escondiendo su miedo. "Tu ataque tampoco demuestra que seas mucho, y para corresponder a "tu atención", permíteme demostrarte algo de mi poder básico..."
Moviendo sus manos rápidamente de un lado al otro y sin perder más tiempo, Saga grita:
"¡Another Dimension!" dice al tiempo que la mancha terrible volviera a aparecer tras de sí y su rostro desapareciera en cuestión de milisegundos. Callado, Saga... ¿ora?
"Athena..." dice en su mente. "¡Ayúdame!"
[Música de Fondo: 108 Ma Sei]
Una risa terrible que enciende el aire, que consumiría cualquier cosa que estuviese viva a su alrededor, suena por todo Areópago que sigue de cerca el desarrollo de los eventos en el Templo Submarino del Dios de los Mares.
"¡Tonto!" exclama en su mente, al tiempo que sus ojos se incendian. "Athena no puede ayudarte en estos momentos, acudes al Dios equivocado, estúpido humano, sólo uno te escucha y espera el tiempo que reconozcas que eres el adecuado para la tarea..." alrededor del ente espiritual, Ares se regocija lleno de energía. "¡Hazlo humano! ¡Hazlo!"
Urge el Señor Oscuro de la Guerra.
[Tema de Fondo: Young Saints Oh]
Sin gran esfuerzo, Tiamat evade el ataque del Santo Dorado de Géminis una vez más y le responde:
"¡Imbécil! ¿Qué pretendes al atacarme con esa aburrida técnica una vez más? ¿Es así como pelea uno de los máximos guerreros de la Diosa Athena? ¡La Guerra está ganada!"
Las carcajadas burlonas de Tiamat llenan el aire, al tiempo que Saga abre los ojos interrumpiendo la inútil técnica.
"¿Qué me pasa?" pregunta sorprendido a sí mismo. "¡No estoy concentrado!" Las risas de Tiamat se escuchan con más insistencia y Saga, frunciendo el ceño, le observa preocupado. "¡Tengo miedo! ¡Tengo miedo de este hombre!" dice apretando los dientes.
"Y debes de hacerlo, tonto Santo de Athena..." interrumpe Tiamat altaneramente a Saga, el cual, sorprendido le mira, preguntándose "¿Te preguntas cómo logré escucharte, Géminis?" pregunta en voz alta Tiamat como si leyera el pensamiento.
Calla para observar los ojos temblorosos de Saga, llenos de preguntas sin respuestas... ¡Llenos de miedo! Volviendo a reír, Tiamat prosigue.
"No, no, niño, no leo las mentes si eso te preguntas, solo es que, mis sentidos son muy desarrollados, puedo escuchar el caer de un alfiler a cientos de metros de distancia, de otra manera, no podría ser el mejor guardián de este reino marino, en donde el silencio reina cuando su señor no se encuentra." Y brillando amenazadoramente, con fulgor anaranjado, el General del Dragón Marino prosigue. "¡Pero eso no durará una vez que nuestro Señor Poseidón aparezca, imbécil! Pues la tierra temblará ante su poder y será destruida ante la cólera de nuestro Señor... cuando Atlantis decida emitir sonidos, será el último que la humanidad escuche..." y como en extraña danza, Tiamat hace una extraña reverencia invocando el poder de su Cosmo. "Pero no debes de preocuparte tú, Saga de Géminis, puesto que para entonces, tú ni siquiera serás un recuerdo... ¡Muere al enfrentar la furia de mi técnica... Vida Primigenia!"
Y lanzando sus manos hacia arriba, Tiamat libera toda la energía, calentando de inmediato el aire. El rostro de Saga se cubre de un fino rocío.
"¿Qué?" pregunta sorprendido al sentir la humedad en su rostro. "¡Esto no es agua del mar! ¡Es mi propio sudor! ¿Qué... qué pasa?"
Volviendo a su alrededor, Saga se encuentra envuelto de un extraño Cosmo que transfigura los alrededores, distorsionándolos como si a través del agua se mirase y la temperatura, aumenta... ¡sin control!
"La Tierra era un lugar muy caliente cuando la vida surgió... Saga." Dice Tiamat sonriendo, satisfecho de mostrar una mejor técnica que la anterior. "El mar primordial era muy caliente... pero en este surgió el cultivo de la vida... lamentablemente, la evolución ha hecho de los descendientes de sus moradores, entes que no logran sobrevivir a tales circunstancias... la biosfera cambió tanto desde entonces." Dice lamentándose. "La vida que yo regalo... ¡es muerte para los demás!" dice al tiempo que con Cosmo, lanza una ráfaga de aire caliente que arremete contra Saga.
Como si el supuesto mar se revolviera, Saga es lanzado al aire, asfixiándose, y recibiendo cientos de golpes, al tiempo que su casco, vuela lejos de él y su capa, se destroza ante la furia del ataque.
"¿Athena? ¿Porqué me has abandonado?" pregunta Saga lleno de miedo al tiempo que la lluvia de impactos y el Cosmo abrasador le envuelve. "Si muriera ¿guiarías mi alma a los Campos Elíseos? ¿O acaso te olvidarías de mí?"
CRÓNICAS ZODIACALES: GÉMINIS: REVOLUCIÓN:
CAPÍTULO V: LA TORRE DE BABEL
[Tema de Fondo: Elysium]
Nada.
Saga no podía ver, ni escuchar nada.
"¿Estaré muerto?" se preguntó tras un rato, al tomar conciencia de que no estaba en ningún lugar que reconociera. Hizo un esfuerzo por sentir su cuerpo, el cual, parecía no existir simplemente. "¿Estoy muerto? ¿Es esto el Seol?"
Preguntó en voz alta. Nada, ni siquiera el eco de su propia voz le acompañó en esos momentos.
"¿Dónde estás, Athena? ¿Dónde estás para guiarme a los Campos Elíseos?" preguntó sin temor, mas con un dejo de rencor, con desesperanza. Ya no daba en su mente cabida a la duda de que en algún momento, la Diosa de los ojos grises respondiera a su llamado... si pudiera reiría, pensó.
Algo estremeció sus alrededores. Saga se puso alerta. Sin embargo, en esa oscuridad que le envolvía, en esa vacuidad de existir, no pudo expresar emociones, por medio de gesticulaciones... su cuerpo no existía, su cara no era. Su voz no existía. Quería gritar. Pero no tenía forma de hacerlo.
Entonces pudo observar claramente, como enfrente de él, la oscuridad se rompía en dos enormes orificios que proyectaban una temible luz roja... más allá de esa luz, al fondo cristalino, podía observar como... ¿un par de puntos negros?
Y entonces, sintió el peor estremecimiento de todos los que había sentido desde que aprendiera a sentir miedo este día, ésos no eran dos agujeros abiertos en la nada... ¡eran un par de ojos temibles! ¡Absolutamente llenos de ira, de poder! ¡Eran los ojos de Ares! ¡Aquellos mismos que viera retadoramente!
"Saga" escuchó la voz del Dios de la guerra atronadora, llenando el total de la especie de dimensión donde se encontraba. "Saga escúchame... yo soy Ares, Dios de la Guerra, Señor de la Furia, a quien acudían los guerreros a invocar la victoria en una pelea"
El gemelo escuchó atento las palabras que retronaban, al tiempo, que los ojos de Ares, parecían inyectarse más de poder.
"Soy el Señor que se regocija en acabar con sus enemigos, el que pisotea su orgullo y se posa sobre sus cadáveres, el que lanza a los buitres para comer sus despojos... ¡Mía es la gloria de la matanza, Saga!" su voz se volvió un poco menos belicosa ahora, mientras prosiguió. "Sin duda, eres fuerte, humano, mucho, pero aún en esta Tierra hay quienes pueden superarte... y no sólo entre los Dioses, sino entre los mismos hombres, como éste que ahora te ha atacado, éste que te ha superado."
Ares guardó silencio un momento para dejar que sus palabras surtieran efecto y se registraran en la conciencia del humano, sirviente de Athena.
"Es sólo con la ayuda de mi poder que podrás salir adelante ahora, Saga... ¡Imagina! ¡Tu gran poder aumentado con la gloria que sólo un Dios puede proporcionar! Nuestros poderes juntos nos harían invencibles, Saga de Géminis... ¡Acéptame dentro de ti! ¡Permíteme entrar y juntos destrocemos a quienes se pongan delante de nosotros! ¿Qué dices, Saga?"
Preguntó Ares. No hubo respuesta.
Lejos, más allá del cada vez menos fuerte ruido de la voz de Ares, Saga pudo percibir el sonido de agua, como la del mar al alcanzar la orilla. Y entonces, notó que esos ojos habían desaparecido, dando lugar a un punto de luz que se hizo más grande.
Y abrió sus ojos. La luz le lastimó. Estaba vivo.
Tirado sobre el suelo, pudo notar que ahora podía sentir el peso de su armadura, el peso de su cuerpo. Levantándose con dificultad, Saga pudo notar que Tiamat lo observaba con gesto serio.
"Así que... no mueres aún, ¿Eh, tonto Santo de Athena?" preguntó frustrado.
Saga, sosteniéndose con dificultad y con visión borrosa, enfocó con dificultad al Dragón del Mar, al cual primero veía triple, luego doble, finalmente, para unir ambas visiones que se fusionaban en una inestable imagen...
Saga, sintió como sus piernas temblaban. Tosió con dolor y, llevándose la mano al cuello, liberó por su boca una gran mancha de sangre que cayó a sus pies. El acre sabor de la sangre inundó sus papilas y un olor aferrado escoció a su nariz, la cual también comenzó a sangrar, lastimada de haber respirado un aire tan caliente como el provocado por la última técnica de Tiamat, el Dragón Marino.
"¡Estás más muerto que vivo, Géminis!" exclamó el General Marina con desdén. "Es inmoral que un sirviente de una Diosa de la Guerra no sepa renunciar a una lucha cuando debe... pero te prometo que esto me servirá de importante lección, y recordaré que los Santos Dorados son como insectos que se aferran a la vida, ya sea por testarudos, ya sea por miedo... ¡No les daré tanto tiempo cuando les encuentre de nueva cuenta!"
[Tema de Fondo: Greatest Eclipse]
Saga tosió nuevamente. Dolía. Y mucho. Cerrando sus ojos, invocó a su Cosmo. Su cuerpo se llenó de un fulgor glorioso que le envolvió totalmente, levantando su cabello. Ya no hablaba. Estaba guardando sus fuerzas, ya diezmadas, para otras cosas.
"¿Qué haces?" preguntó Tiamat bajando sus manos, intrigado ante la persistencia del guerrero que tenía frente de sí. Sin gesto aparente, como si de un muerto se tratara, Saga explotó sus sentidos alcanzando el Séptimo, prueba irrefutable de su rango entre los Santos de Athena. "¿Cómo es posible? ¡Casi está muerto y su Cosmo sigue creciendo!" pensó el Dragón Marino asombrado. "¿Es éste el poder de un Santo de Athena?"
Saga volvió sus ojos contra su oponente, y dando un paso adelante, pareció desaparecer de pronto.
"¿Qué?" preguntó exclamando Tiamat, volviendo su vista a un lado y al otro buscándole. Saga, apareció detrás de él y comenzó a golpearle con una ráfaga impresionante de golpes. Sorprendido, el General Marina recibió estos con sorpresa más que con dolor, intentando volverse de pronto, lo más rápido posible para defenderse de estos, inútilmente.
Abandonado al Séptimo Sentido, Saga descargó sus golpes llenos de poder, Tiamat, cayó al piso lleno de dolor, mientras seguía recibiendo las patadas y golpes del Santo de Géminis a la velocidad de la luz. Lanzado hasta el otro lado, Saga permaneció de pie y abrió ambas manos proyectando el resto de su Cosmo contra su adversario.
Alrededor de Tiamat, cientos de esferas parecidas a planetas se proyectaron a su alrededor.
"¿Qué es esto?" preguntó el Dragón Marino asombrado, sin alcanzar a acertar a dónde ir para evitar el temible Cosmo que le rodeaba.
"¡Galaxian...!" respiró con dificultad Saga para invocar su máximo poder. "... ¡Explosion!"
En un santiamén, todas las esferas se juntaron sobre Tiamat y descargó millones de golpes contra éste, el cual, sobrecogido por el temor de esta técnica, recibió el castigo del Santo Dorado de Athena profiriendo un grito que testimoniaba el dolor que le ocasionaba esto. Una increíble emisión de energía, inundó los alrededores, destruyendo los riscos con furia, en destellos dorados.
Saga, debilitado a su límite, trastabilló y cayó sobre su rodilla derecha, respirando con dificultad, agitado pero aliviado, al sentir que el resultado de la batalla se había decidido a su favor. El estruendo de la técnica fue desapareciendo poco a poco, apenas podía ver, todo se volvía borroso, y la luz de su energía, de su Cosmo, de su vida entera fue abandonando el sitio, dando lugar al silencio absoluto, pudiendo al final escuchar, el leve trueno de su técnica desapareciendo poco a poco y el ritmo agitado de su difícil respiración.
"Está... hecho" pensó Saga, sintiendo que perdía el sentido.
"En verdad..." escuchó de pronto la voz de Tiamat con gran sorpresa, como si millones de cristales se fragmentaran de pronto. "... Eres un ser extraordinario, Saga, Santo Dorado de Géminis de Athena,..." con dificultad, Saga logró mirar hacia el frente, para ver a un herido Dragón Marino caminar con dificultad hacia él. "Justo cuando tu vida se escapa, lograste aumentar tu Cosmo para golpearme de una manera que nadie ha hecho jamás."
Desfalleciendo, Saga se aferró a su conciencia, apoyando ambas manos en el suelo, luchando contra el deseo de desmayarse. ¡No era posible lo que estaba viviendo en estos momentos!
[Tema de Fondo: Tenkai Hen Josou' he no Henzu]
"Pero, a pesar de todo, sigues siendo insuficiente para mí..." dijo finalmente, apoyándose en sus pies de manera firme ante Saga, que derrotado, levantó su mirada con dificultad, para mirar a un enemigo que se antojaba imposible de vencer.
Saga tosió una vez más, expulsando más sangre. Estaba acabado. No había más nada que hacer.
"Eres el primer ser que me obliga a llegar tan lejos como para usar el Mar Primigenio... y ahora... ahora serás el primero que experimente también mi último ken..." la voz de Tiamat era cansada y sorprendida. "Es momento de que tu vida se termine y que te hagas a un lado, Saga de Géminis."
Y brillando en fulgor naranja, el General Marina prosiguió, mientras que Saga bajó su cabeza haciendo paz en su mente con la idea de su derrota.
"La Retracción de la Vida es mi última técnica, Santo de Athena, súfrela..." declaró finalmente el Dragón Marino sin pasión, al borde de caer exhausto.
Abriendo su mano sobre Saga, proyectó su Cosmo sobre el Santo Dorado de Géminis aplicando una presión que hundió al Santo totalmente al suelo, al tiempo que, grietas se abrían alrededor del cuerpo de éste.
"La Retracción de la Vida hará que tus células se colapsen, Saga, pues como dador de vida, también puedo quitarla... será tu débil llama la que ahora me alimente a mí y permitirá que salga de este encuentro lo suficientemente fuerte para recuperarme."
Y aplicando más furia a su ataque, Tiamat concluyó.
"No te levantes más."
[Tema de Fondo: Seiya to Marin y Senki No Kutou]
Derrotado, Saga recibe la Retracción de la Vida resignado. Sus ojos, su nariz, sus orejas expulsando sangre, sintiendo, mientras sus sentidos no le abandonan, cómo cada poro de su cuerpo, sangra.
"Mi vida... me deja... lo sé" medita Saga sin miedo. "He cometido un error del cual no puedo regresar... jamás pude cumplir aquello que siempre quise, muero, y muero engañado, sin conocer la verdad que tanto ansié en mi vida encontrar..."
Mezclándose con su sangre, de sus ojos escapan lágrimas, no de dolor físico, de autocompasión, de tristeza. A su mente, acudiendo momentos felices... Aiolos disparando al cielo imaginariamente, Shion acariciando su cabeza aprobadoramente. "Se acabó..."
Piensa Saga cerrando sus ojos, dispuesto a abandonarse al abrazo frío de la muerte, más allá del dolor, más allá de todo.
"Sólo siento que jamás hallaré reposo... ¿Podré comprender lo que deseo después de la vida?"
Y así, la oscuridad lo envuelve, un poco bienvenida.
"Saga... ¡Saga!" escucha el Santo de Géminis en su inconsciencia. "¡Aún puedes vivir! ¡Yo soy la respuesta que buscas! ¡Yo soy la herramienta que requieres!"
"¿Ares?" pregunta el Santo de Géminis. "¿Qué quieres de mí, un ser derrotado?"
"Al permitirme habitar tu cuerpo, podrías revivir y conquistar tu destino..." responde Ares con voz tentadora. "¡Saga! ¡Yo conozco que éste no es tu destino! ¡Acéptame y comprenderás mucho más! Esto no es más que un revés... ¡Una trampa!"
Sorprendido ante estas palabras, Saga escucha atento. Pensando. Midiendo sus posibilidades.
"¡Tu viniste a este mundo con la estrella del cambio como guía! ¡Escapa a esta trampa impuesta por el destino, Saga! Los Dioses te temen... ¡te temen! Solo tú eres capaz de cambiar el rumbo de las cosas... ¡Nadie más que tú, asesino de Dioses!"
"¡Athena!" exclama Saga cerrando los ojos, lleno de dolor, de decepción. "¡Athena!"
"¿Dónde está ella ahora, Saga?" pregunta Ares desesperado, al sentir y adivinar, que el influjo de vida comienza a abandonar definitivamente al Santo de Géminis, adivinando que es su última oportunidad para poder adquirir el cuerpo de este mortal. "¿No ves que ella también te teme? ¿No ves que ella no está y yo sí? ¿Porqué te cuesta tanto trabajo creerme? ¿No soy el que está contigo en estos momentos? ¿No soy yo acaso el que ha estado contigo en cada momento de tu vida?"
Y entonces, Saga pudo sentirlo, un dolor intenso en su pecho. Su corazón, espasmódicamente, comenzó a experimentar los terrores de la parálisis.
[Tema de Fondo: Atenía No Seitoushi]
"No te creo... ¡porque eres un Dios!" dijo con odio. "¡Calaña de Athena! ¡Mentirosos, traidores! Como desearía... acabar con todos ustedes, malditos... destruyeron mi vida... me destruyeron a mí..."
Y entonces, se detuvo. El corazón de Saga, se detiene, al tiempo que su mente, experimenta la liberación de endorfinas que acompañan a la muerte.
"¡Lo haré... pero para ello necesitaría... vivir...!"
Con cansancio, Tiamat comprueba que su técnica se detiene.
"Muerto." Dice con tranquilidad. "Estás muerto, Saga, la Retracción deja de surtir efecto cuando no hay más nada que quitar..." Y viendo a sus manos, Tiamat medita. "No era mucho lo que tenías, apenas y siento fuerzas..."
Pesadamente, el General Marina comienza a caminar lejos del cuerpo de Saga para sentarse.
"Debo... recuperar mi aliento para volver a mi Pilar... ¡Señor Poseidón, que las Nereidas me bendigan! Necesito su toque divino para vivir..."
"Muerto" declara Ares frustrado. "¡Muerto! ¡Maldito Hijo de Perra Humana!" grita enojado Ares. "Obstinado y necio... ¡Su orgullo pudo más que el sentido común! ¡Maldito!"
El aire contaminado, se revuelve furioso a su alrededor. Lleno de odio, exclama.
"Ojalá que tu alma vague por el Hades eternamente, maldito Saga, padeciendo la muerte millones de veces sin encontrar jamás el descanso... "
Un rayo negro cae cerca de donde el Dios de la guerra se revuelve.
"Pero no eras el único, aún queda tu hermano, Saga... ¡Kanon!" y dejando atrás su furia de manera súbita, el Señor Oscuro prosigue. "Él puede ser tan poderoso como tú, si... el tiempo no es un problema para los inmortales como nosotros..."
Pero la meditación de Ares se ve interrumpida de pronto por un fuerte Cosmo que inunda la Colina del Juicio de manera total.
"¿Qué... es esto?" pregunta Ares asombrado. "¡Yo conozco este Cosmo...es el Cosmo de... Saga!"
A la mención del nombre del Santo Dorado de Géminis, una luz asombrosa ilumina el lugar, y la presencia del hermano menor de Kanon se hace manifiesta frente a Ares, en toda su gloria, envuelto en la divina armadura de Géminis al tiempo que sus ojos, en destellos dorados, se abre para observarlo.
"¡Ares!" dice sin rodeos. "¡Entra en mi cuerpo, ahora!"
Tomado por sorpresa, Ares observa el prodigio frente a sus ojos, pero recuperándose rápidamente comprende, el alma de Saga, sin embarcarse aún en la barca del Estigia, se aferra a la vida de la única manera posible: accediendo a aquello que el Dios de la Guerra le ofreciera.
"Así sea" responde Ares con júbilo, al tiempo que ambas presencias desaparecen.
Tiamat, poniéndose de pie, observa el cuerpo de Saga inmóvil. Algo cercano a la simpatía invade su Cosmo, pero, retomando la conciencia de la naturaleza del hombre que tiene frente de sí, adquiere un gesto de desdén.
"Serás comida de peces, Santo de Athena" piensa con desprecio. "Y en tu muerte nos serás útil a todos nosotros, los sirvientes de Poseidón, ya que tu armadura será el vehículo que nos permitirá entrar con libertad al Santuario de tu Diosa y poderla destruir desde adentro, antes que más como tú se atrevan a profanar el Templo de Nuestro Señor."
Revisando sus escamas, Dragón Marino comprueba el daño que el último ataque de Saga le ocasionara.
"Tomará un tiempo antes de que estas Escamas estén listas para volver a resistir algunos ataques..." y viendo de nuevo al cadáver de Saga, Tiamat piensa. "¡Maldito! Aún en tu muerte sigues siendo un estorbo para mí, pero ya estamos alertas... el siguiente ataque será nuestro, y el definitivo."
Dando la espalda al cuerpo, Tiamat comienza a caminar al tiempo que piensa.
"Serán mis tropas las que se encarguen de ti y colgaré tu cabeza como trofeo en mi habitación, Saga de Géminis."
Los pasos de Tiamat llenan el silencio del Santuario Marino, lentos, casi arrastrándose, demostrando lo terrible que la batalla contra Saga fuera para él, mucho más de lo que jamás hubiera concedido antes... pero entonces...
Un fulgor enorme ilumina a Tiamat desde detrás.
"¿Qué?" pregunta abriendo los ojos con temor, con sorpresa, casi siendo lanzado hacia delante por la explosión terrible de poder cósmico que sintiera. "¿Qué es esto?"
Volviéndose rápidamente Tiamat busca el cuerpo de Saga. En medio del grandísimo fulgor, y cerrando sus ojos para no quedarse ciego, la silueta del cuerpo de Saga se dibuja negra en medio de la temible explosión de energía.
"¡Esto es inaudito!" exclama Tiamat en su mente. "¿Qué es este hombre?" pregunta asombrado.
Notando que el cuerpo se levanta, Tiamat teme. Siente que el terror hiela la sangre desde sus venas.
"¡Pero si estaba muerto! ¡Esto es imposible... Imposible!" grita al tiempo que, como un conejo asustado, inmóvil, observase la muerte aproximarse, grita. "¿Qué eres?"
La luz dorada alcanza un nuevo grado de incandescencia al tiempo que el cuerpo de Saga se yergue orgulloso. Un par de manchas rojas aparecen donde debieran estar los ojos del Santo de Géminis y una mueca se dibuja siniestra. Desapareciendo el fulgor, Tiamat, observa impotente, como la presencia del otrora humano Santo, presenta un aspecto transfigurado.
"¡Su cabello... totalmente gris!" exclama Tiamat en su mente. "¡Sus ojos inyectados en sangre! ¡Su postura, encorvada y amenazante! ¡Su Cosmo, más fuerte que nunca!"
Una risa terrible, como si decenas de truenos cayesen al mismo tiempo en un solo sitio, inunda el lugar. Una risa emanando del mismo cadáver de Saga, un cadáver animado por la irrupción de un Dios en su naturaleza.
"¡Regocíjate humano!" grita el cuerpo que ya no es Saga, sino algo más terrible. "Pues has presenciado lo que está vedado a los ojos de mis propios hijos... ¡el renacer de un Dios!"
[Tema de Fondo: Lucifer Child of Dawn]
"¿Qué?" atina a preguntar solamente un confundido Tiamat. "¿Qué dices?"
Riéndose con sorna, el cuerpo de Saga, mira a Tiamat con una sonrisa burlona al tiempo que responde.
"No intentes comprender aquello que está fuera de tus límites, humano" Y concluyendo su risa, prosigue. "Lo único que debes de comprender es que el hilo de tu vida ha llegado a su fin, soy las tijeras de Átropos, que concluirán con tu existencia en este plano..."
"¿Qué dices?" pregunta Tiamat recuperando un poco su compostura. "¿No sabes qué estás terminado, tonto Santo de Athena?"
Abriendo los ojos sorprendido, Ares observa a Tiamat divertido.
"¿Santo... de Athena?" al tiempo que estalla nuevamente en esa carcajada terrible, semejante a la furia contenida de la tormenta. "¡Tonto!" exclama. "Yo no soy un Santo de Athena".
"¡Soy un Santo de Athena!" exclama Saga con decisión. Envuelto en un mar de llamas, que anuncian la presencia de Ares dentro de sí, Saga se da cuenta que el Dios de la Guerra lo ocupa todo, empujándolo fuera de sí mismo. "¡Y yo soy tu amo!"
La risa, la misma risa atronadora es escuchada por Saga.
"No, tonto hijo de humana, nadie es dueño de Ares... ¡Has caído en mi trampa, inútil hijo de perra! ¡Cuánto esperé a derrotarte aquí, donde yo reino supremo!"
Lanzando su furia, Saga recibe el embate del Cosmo agresor de Ares.
Embriagado de alegría, Ares da un paso adelante, explotando el Cosmo de su anfitrión.
"¡Ah! Manifestar poder es un placer tan absoluto..." dice al tiempo que Ares observa las manos del cuerpo que habita. "Estas manos segarán muchas vidas, estas manos serán las que maten a Athena, serán las que ganen la guerra."
Alcanzando el Séptimo Sentido, Dragón Marino se lanza contra Ares en una lucha desesperada, lanzando golpes a la velocidad de la luz, todos ellos esquivados por la velocidad de Ares, que, sin siquiera verlo, sigue admirando su nuevo cuerpo.
"¡Tiemblen todos! ¡Tiemblen todos ustedes, humanos y Dioses! ¡Ares está aquí!" dice al tiempo que vocifera, lanzando a Tiamat lejos, que, ni con la velocidad de la luz, logra evadir esta manifestación tan simple para Ares, de poder.
Cayendo fuertemente, el Dragón Marino mira desde lejos a Ares, brillando en gloria.
"¡Este no es el hombre al que me enfrenté!" piensa con terror. "¡Este es un monstruo que ha asumido la forma de Saga, pero su poder, la calidad de su Cosmo, emana maldad e irradia odio absoluto! ¡Es todo o nada!"
Y levantándose, de pie y llamando a su Cosmo, Tiamat grita:
"¡Vida Primigenia!"
Cambiando los alrededores, el paisaje se distorsiona nuevamente, al tiempo que el aire se calienta.
"Tus pulmones se quemarán, maldito..." exclama Tiamat desesperado. "¡Aunque yo muera, te llevaré conmigo!"
Con indiferencia, Ares se vuelve hacia el General Marina, distrayendo su atención de su admiración y observa sus alrededores tras detener brevemente su vista en éste.
"Piensa muy bien lo que harás, humano..." dice con una mueca maligna. "Estás por cometer un pecado imperdonable."
Abriendo los ojos con sorpresa, y lleno de indignación, el Dragón Marino exclama.
"¿Qué palabras has dicho, Santo de Athena?" Y concentrando su energía en sus manos, Tiamat levanta las manos suspendiendo la liberación de esta para decir. "¡Has dicho tu último insulto! ¡Primero profanas el suelo de Atlantis al posar tus plantas en nuestro suelo sagrado y ahora dices que atacarte es un pecado! ¡Te has vuelto totalmente loco, solo así puedo entender la fiereza de tu Cosmo! Pero ya te había exterminado una vez... ¡Puedo hacerlo otra vez!"
Haciendo caso omiso a las palabras y a la rabia de Tiamat, Ares responde simplemente.
"Está escrito que aquel que ose levantar su mano contra un Dios, recibirá de vuelta su ataque con furia redoblada."
Silencio. Solo el silencio siguió a esta declaración. El incesante sonido de energía producida por Tiamat era lo único audible, y su exclamación de asombro, que escapó como un susurro.
"¡Estás loco!"
Abriendo sus palmas en el aire, y expulsando su energía contenida, el ataque de Tiamat se reanuda, con furia inédita, desesperada, en el que reconoce que es su último ataque. Ares se vuelve con una sonrisa, y negando con su cabeza se limita a responder.
"Hmm."
Tiamat mira atento como su ataque rodea el cuerpo de Saga, y sonríe, casi desfalleciendo al ver como ésta le rodea totalmente.
"Gané..." su visión borrándose, el Dragón Marino se abandona satisfecho al sentir que su deber ha sido cumplido. Tiamat cae desmayado en un aparente, compasivo momento que las Parcas regalan al valiente General Marina de Poseidón, pues al perder el sentido, es incapaz de observar cómo su última técnica se vuelve inefectiva ante Ares.
Rodeándole, la técnica se mueve hacia arriba en un haz arremolinado, y un cono inmenso de energía se posiciona sobre la cabeza de el cuerpo del Santo Dorado de Géminis. Desprendiendo energía y relámpagos, El Mar Primigenio se vuelve contra su creador y descarga su furia, redoblada, tal y como Ares sentenciara, destrozando cualquier residuo de vida que Tiamat conservara.
Así, bendecido por la inconsciencia, el General Marina del Atlántico Norte, Tiamat de Dragón Marino, deja este plano de existencia. El final es terrible, pero rápido, expedito, efectivo y justamente honorable, para el guerrero de Poseidón.
Ares, brillando en poder, observa sus manos, produciéndose un extraño fenómeno en sí mismo, pues su rostro, se encuentra ensombrecido como manifestación de la presencia intrusa de éste en el cuerpo que habita. Totalmente lleno de gozo, la risa malévola de Ares llena el lugar, al mirar alrededor suyo los cuerpos caídos de todos aquellos guerreros que combatieran desde el comienzo de la invasión de Saga al Santuario Marino de Atlantis.
El cuerpo de Tiamat, los soldados comunes del Dios marino, calcinados, otros, muertos al instante. Y comprende que esta batalla ha fortalecido a Hades, pero también a él. Haciendo uso de su conciencia divina, Ares logra explorar hasta cada último y recóndito sitio del ser que lo alberga. En verdad el cuerpo de este humano es poderoso.
"¡Soy poderoso! ¡El más poderoso de esta Tierra!" estalla en carcajadas.
"¡No! ¡Yo soy el más poderoso de la Tierra!" dice la voz de Saga que, dentro de su cuerpo, lucha por recuperar su independencia, su espacio en su propio ser. "¡Si el precio de mi vida es dejarte mi cuerpo, entonces de nada vale tenerla! Pues ceder ante tu presencia no sería más que terminar siendo aquello mismo que me niego y me he negado todo el tiempo a ser... ¡Un títere en las manos de un Dios!"
Ares escucha esta declaración con placer y muestra una sonrisa llena de maldad.
"¡Tonto humano! ¿Tanto te valoras que pensabas seriamente que yo iba a aceptar menos que esto? ¡Tu existencia es un mero hecho fortuito! Un presagio... mi destino era tenerte, para así infiltrarme en el Santuario de la rebelde Diosa de la Sabiduría y la Estrategia... ¡Jamás ella esperaría que le pague con la misma moneda que ella diera en la valiente Ilión!"
"¡Ares, escúchame...! Así como no te temí en tu reino de Areópago, no te temo en mi interior, donde yo soy el amo absoluto..." amenaza el Santo de Géminis.
"¿Qué tan idiota puedes llegar a ser, Saga?" pregunta Ares comenzando a perder la paciencia ante el imparable zumbido del molesto insecto al que consideraba a este humano. "¿Acaso no te has dado cuenta que no eres dueño ni de tu propio cuerpo? ¡Eres un loco castigado por nosotros! No controlas tu mente, no controlas tu cuerpo, no eres dueño sino de tus decepciones y de tus sueños de grandeza, al final, todas esperanzas vanas, pues ahora ha llegado el verdadero soberano de El Santuario de Athena y el que será el verdadero rey de todo el Universo!"
"¿Castigado yo por... ustedes los Dioses?" pregunta Saga con dolor, pudiendo dar una respuesta a su tormento, y llenándose de ira infinita. "¿Castigado...?" Y herido en su amor propio, Saga reflexiona el poco respeto que todos los Dioses tienen por la vida de un humano, de un siervo. "¿Acaso no fui yo fiel a Athena todos estos años?" pregunta lleno de dolor. "¿Acaso no pudo ella defenderme?"
Ares guarda silencio, sin responder el enigma de la ausencia de Athena. No estando muy seguro de que ella no estuviera enterada de todos estos acontecimientos, pero asumiendo que, siendo posible, el destino quizá había decidido que, solo para variar, en esta generación, sería la llamada Diosa de las Guerras Justas, la perdedora por vez primera en toda su existencia.
"¿Qué pasa, Saga?" desafía Ares a la conciencia del Santo Dorado de Géminis. "¿Acaso te has rendido ante la fuerza de los acontecimientos? ¿Te das cuenta de que lo que te he dicho podría ser verdad?"
Lleno de furia, el Cosmo de Saga se vuelca dentro de sí en ataque contra el espurio ocupante.
"¡Pagarán caro su castigo, Dios de la Guerra! ¡Pagarán cara su falta de respeto por los humanos! ¡Me volveré en su peor tormento y libraré a este mundo de su presencia intrusa! ¡Yo libraré al mundo de sus invasiones!"
Desde fuera, el cuerpo de Saga, ocupado por Ares, no demuestra en absoluto, ni por emisión de Cosmo, ni por sonidos, la terrible lucha que se desarrolla en su interior, pero dentro, como incontenible lluvia de estrellas, Saga lanza un ataque contra Ares con furia temible.
"¡Esto... es doloroso!" piensa Saga con tristeza. "Pero es mi último recurso... es mi último as."
"¡Basta!" exclama a su vez Ares con fastidio. "¡Te he soportado más de la cuenta, niño! Desde que te enfrenté por vez primera, esperé el momento de encerrarte en tu propia mente, he diseñado tu justo castigo por tu arrogancia y tus aires de superioridad... osaste ser altanero conmigo, aunque admito que ser servil no te hubiera servido de mucho, el resultado al final, habría sido el mismo." Y brillando en Cosmo negro, Ares concluye. "Como los Cíclopes fueron encerrados en el Etna, ahora yo te encerraré a ti, en tu propia mente, para ser testigo impotente de los hechos que yo cometeré en mi nombre, por medio de ti... ¡Verás irse tu potencial al ser explotado por alguien que verdaderamente sabrá como hacerlo! ¡Regocíjate, Saga! En parte, verás lo que muchos no sobrevivirán... mi victoria por la obtención del Cosmo."
Estallando en energía, Ares contraataca con golpes fuertes, a la conciencia de Saga que le ataca sin misericordia. El encuentro de voluntades es titánico, si este se realizara de manera física en el mundo, no habría montaña que lo soportara. Un breve temblor sacude a Atlantis, al llevarse a cabo el último de los golpes del ataque terrible... y luego, el silencio.
El cuerpo de Saga, permanece de pie, pero suelto, como si nada lo retuviera en totalmente, con firmeza. Agachado, su cabello manifiesta cambios de azul a gris, de gris a azul... hasta que al final, el azul desaparece y ominosamente, el par de ojos del Santo de Géminis, se abren, abyectos en maldad, rojos como la sangre.
"La victoria, como estaba predestinado... ¡es mía!" anuncia con voz temible Ares. "Saga ha sido derrotado y ahora... ¡Yo, Ares, soy el heredero de La Tierra!"
A su proclamación, sigue una serie de carcajadas sonoras, escalofriantes.
"¡Tiemblen Dioses todos! ¡Tiemblen los cielos, los mares y La Tierra! Al fin, la balanza cósmica se ha inclinado a favor de Ares, Dios de la Guerra... he sabido esperar mi momento, y ahora, con el poder del que soy capaz, dominaré el universo ¡Pues tengo el poder de matar Dioses!"
Caminando con paso firme, Ares abre los brazos en su celebración, disfrutando cada momento de su existencia mortal, cada momento de su llegada total a esta dimensión.
[Tema de fondo: Warriors of Constellation]
"¡No podía tener mejor llegada! ¡Dos combates temibles con lo mejor que este mundo tenía por ofrecer! ¡Dos muertes que me fortalecen!" Y viendo a la bóveda de Atlantis, sonríe. "¡Escúchame, mundo! ¡Soy Ares, tu futuro dueño! ¿Quién le habría dicho a mi odiada hermana, que su cuidadosa labor de recolectar las armas más poderosas de este universo sólo servirían para que cayeran en manos de Ares, el Señor Terrible?"
Explorando su mente, Ares nota que la conciencia de Saga ha desaparecido, pero permanece allí, dormida.
"¡Cobarde! Al final no son otra cosa... ¡cobardes! Pero que duerma, todo lo que quiera... ¡No podrá hacerlo eternamente!"
Extendiendo su mano, el casco de la armadura de Géminis se posa sobre la mano de Ares.
"Tal parece que estas armaduras no son tan inteligentes como lo pensé" medita el Señor de la Guerra Salvaje. "Creí que me resultaría difícil conservarla sobre mí una vez que asumiera control total sobre el cuerpo de Saga, pero parece que está fascinada con mi presencia" dice riendo lleno de orgullo. "¿O acaso es que todo está destinado a rendirse ante mí?"
(La armadura no se ha ido, Ares, porque sigue protegiéndome a mí... su legítimo dueño.)
Interrumpe los pensamientos de Ares una voz extraña, profunda, parecida a la de Saga, pero, distorsionada.
"¿Quién es?" pregunta Ares sorprendido volviéndose hacia todos lados. "¿Quién osa retar al Señor Oscuro?"
Una carcajada ahogada obtiene únicamente por respuesta. Al tiempo que Ares, agudiza sus sentidos, buscando a su nuevo rival.
"¡Cuando te encuentre, te exterminaré lentamente, seas quien seas!" amenaza vociferando Ares, dejando escapar un fino rocío de saliva de entre sus labios, haciendo arder su oscuro Cosmo.
(¿Sabías que al encarnar un Dios es el momento en qué más débil es?)
Volviéndose violentamente a sus espaldas, donde creyera que escuchara la voz, Ares se encuentra con un paisaje destrozado, que remotamente recuerda a aquel que viera Saga a su llegada. ¿Qué escuchaba?
(Ares... Ares... Ares...) lamenta la voz. (Hablabas de realizar una proeza al pensar que podrías convertirte en un Caballo de Troya en el Santuario...¡Pero jamás pensaste que tu mismo podías estar entrando en una trampa que creías controlabas!) Abriendo los ojos llenos de sorpresa, Ares grita:
"¿Qué dices? ¿Dónde estás?" dice al tiempo que vuelve una vez más a un lado y hacia el otro en búsqueda de su retador.
(Que eres un ignorante) declara la voz con sorna. (Que ignoras el temible poder que puede tener un humano, porque siempre has sido tan tonto como par subestimar a estos. Idiota.)
"¿Cómo te atreves, mal nacido?" vocifera Ares totalmente fuera de sus cabales, levantando una ráfaga de aire acompañada de Cosmo iracundo. "¡Preséntate ante mí, y repite esas palabras delante de mis ojos, si crees que eres tan valiente y estúpido como para hacerlo!"
Al desafío de Ares, le sigue una carcajada malsana.
(¿Tus ojos?) Pregunta finalmente la voz. (Esos no son tus ojos... Dios de los tontos, esos ojos son ¡los míos!)
Y deteniéndose en seco ante esa última declaración, Ares, abre los mismo al comenzar a comprender que aquella voz no es otra sino...
Oscuridad absoluta. Nada. De pronto, Ares, no pudo ver absolutamente nada, y profiriendo un grito de temor, exclama.
"¡Mis ojos! ¡Mis ojos, no veo nada!" Llevándose sus manos a los mismos.
La risa terrible que le atormentara hacía momentos vuelve a escucharse.
"¿Qué me has hecho, maldita víbora?" pregunta lleno de furia el Dios guerrero.
(Shhh.) Ordena la otra voz. (No maldigas a las serpientes, hijo de Hera, son animales sagrados, consagrados por el mismo Zeus y Gaia. Y a lo que has preguntado, sólo te respondo... ¿verdaderamente crees que lo que hicieron fue castigarme al tocarme con su dedo?)
"¿Qué?" pregunta Ares volviéndose a su interior pero no encontrando nada en su interior, comprende que la conciencia de Saga duerme aún. ¿Qué misterio tenía frente de sí?
(Jamás pensaste que los humanos somos seres adaptables... ¡tan poco respeto y conocimiento muestras por la naturaleza de ellos! Pero ese, precisamente ha sido tu grave error...) Diagnostica la voz cavernosa, tan temible como la suya propia. (Pues incidentalmente me dieron la fuerza agregada para poder robarles su poder y añadirlo al mío propio.)
[Tema de Fondo: Another Holy War]
"¿Qué palabras has dicho?" pregunta Ares totalmente fuera de sí. "¿Quieres decir que me acorralaste como a un ratón en jaula? ¿Que has jugado con un Dios?"
(¿Acaso no han hecho ustedes eso con nosotros desde el comienzo de los tiempos, grandísimos desagradecidos?) Espeta la voz de vuelta llena de indignación. (¿Acaso no han jugado con nosotros de manera incansable, acabando a nuestros padres e hijos? ¡Matando poblaciones enteras para satisfacer sus entretenimientos retorcidos!)
"¡Maldito! ¡Jamás comprenderías lo que es ser un Dios! ¡Lo angustiante de la inmovilidad! ¡El no tener más nada a qué aspirar!" Responde sintiendo una especie de temor, el Dios Oscuro.
(Bien, pues ahora experimentarás la revolución de lo que es habitar un cuerpo humano... ¡Sabrás que hasta un Dios debe tener cuidado al desear algo, porque puede cumplírsele!)
[Tema de fondo: Shining Bronze Knight]
Brillando en aura dorada, el cuerpo inconsciente de Saga se levanta por prodigio, flotando en un solo sitio en el aire, totalmente suelto, sin fuerzas, pero irradiando incandescente Cosmo, que de pronto escapa como llamaradas de sus dedos, de su boca, de sus ojos en blanco.
(Ahora sabrás lo que es ver a través de ojos humanos la vida... encerrado en este cuerpo del que te intentaste adueñar de manera ilegítima y por los únicos medios que pareciera, tú y tu clase parecen dominar a la perfección: por el engaño.) Y volviendo un temible fuego de vida que se vuelca dentro de si arrasando el alma de Ares, la voz prosigue. (¡Regocíjate, Ares! Pues no morirás, sino que cooperarás a la causa que es tuya y es mía... el exterminio de tu raza y el dominio del universo, sólo que esta vez, no en tus manos, sino en las mías propias... ¡en las manos de Saga de Géminis!) Sentencia jugando con las palabras que pronunciara momentos antes el altanero Dios al sentir su victoria asegurada.
Ares contraataca con todo el vigor que sus fuerzas le dan, pero ciertamente, el proceso de encarnación es uno muy delicado, que exige un cierto control que requiere de toda la concentración divina del ente, uno que es fácilmente roto, por un ataque tan vicioso como el que experimenta ahora.
"¡No me doblegaré!" responde Ares defendiéndose. "¡Soy Ares, Dios de la Guerra! ¡Jamás sucumbiré ante un indigno gusano como tú!"
(Inútil. Palabras de inútil.) Responde la voz simplemente al reanudar su ataque con mayor intensidad.
Incontenible, el cuerpo de Saga, en el mundo material, se agita como un muñeco de trapo, al ser el campo de batalla de dos seres de descomunal fuerza. Una batalla que sólo puede concluir con un victorioso y un perdedor.
"¡No! ¡No! ¡No puedo terminar así!" grita Ares al darse cuenta que su ardid se ha perdido, que su movimiento lo ha puesto en un inevitable jaque. Implacable, el ataque de Saga prosigue, hasta que al fin, doblega al hijo de Hera y de Zeus. Hasta que al final, Ares, duerme, y es encerrado en un oscuro rincón del cerebro de Saga.
El final de la batalla es anunciado por un viento que levanta una tolvanera en Atlantis entera. De manera serena, y dejando de brillar, el cuerpo de Saga se posa sobre el suelo y todo termina. El cabello del cuerpo retorna a su color azulado natural, al tiempo que una calma, que sigue a una tormenta, invade ahora los alrededores.
Saga duerme.
Filtrándose a través del océano, el sol de Apolo baña su rostro, su cuerpo, calentándole, hasta que, después de largos minutos, los dedos de Saga se mueven, como después de estar entumidos, y, frunciendo el ceño, el gemelo nota el calor del carro de Efebo que da en su cara.
Al abrir sus ojos, Saga lo primero que observa, son las pacíficas aguas que cubren como un cielo el Santuario Marino de Poseidón.
Y tras mirarlo un rato, Saga sonríe, de manera dulce.
"¡Qué bello es el mundo!" piensa alegre. "¡Qué lugar tan frágil!" prosigue con su pensamiento tras unos momentos. "Por ello, es justo defenderlo" concluye. "Defenderlo de las conciencias malignas que amenazan con destruirlo... yo, Saga de Géminis, juro que haré todo lo posible, por hacer de este lugar, un sitio seguro para la humanidad, al precio que sea."
Y cerrando el puño, Saga, se debate entre personalidades... su cabello, revolviéndose, tornándose gris y su voz cambiante.
[Tema de Fondo: Seven Generals]
(Lo haremos, Saga... bajo el único método que es incuestionable para hombres y Dioses, bajo el yugo de hierro del poder, de la voluntad, ¡de la decisión! El conocimiento te ha puesto en un momento de privilegio... ¡serás el defensor y libertador del mundo! Acabemos con los Dioses y con sus creyentes, para hacer de este mundo un sitio de respeto... a través del temor que infundas en los demás, podrás ascender a la posición que te corresponde: ser monarca de todo un universo... ¡ser más que un Dios!)
Saga sonríe. Hoy, por fin pudo darse cuenta, que esta voz estuvo allí para impulsarle, cuando nadie más lo hiciera.
Y el ir y venir de las Horas se sucede sin fin como desde comienzos del tiempo. La Carroza de Apolo recorre la bóveda celeste, completando un ciclo anual. El Año Sagrado de Capricornio se sucede y Shura obtiene tras grandes esfuerzos y voluntad férrea, el preciado trofeo el cual avala sus esfuerzos, convirtiéndose en el Santo más joven de la historia en obtener su Armadura. En la búsqueda de su perfeccionamiento, éste abandona el Santuario, intentando convertirse en un ser digno y lleno de fuerza para servir a Athena, en emulación a su amigo, Aiolos de Sagitario.
El Santuario, transformado en su faz de manera casi absoluta, ahora es un sitio lleno de actividad sin límite. Nuevos Guerreros se ordenan y parten a distintos lugares del mundo, para entrenar a los nuevos guerreros que se irán adhiriendo a las legiones de la Diosa de los Ojos Grises.
Aiolos y Saga, en la perspectiva del reto de ascender al Trono de Patriarca cada quien, recuperan algo de su relación anterior, volviéndose en figuras incuestionables de inspiración y respeto entre los habitantes del Santuario, contrario a Kanon, hermano del Santo de Géminis, y guardián del Santuario. Sus actos viles son un reflejo distorsionado de la gloria que envuelve a su hermano.
Y Shion, a la expectativa del nacimiento de Athena, cada vez más debilitado en este tiempo, da vueltas y vueltas en su mente, el asunto que le ha atormentado desde todo este tiempo... el dejar del asiento de Patriarca al siguiente joven, que recibirá a Athena y que será el encargado de dirigir a las tropas de ésta, junto con la Diosa, en la nueva Guerra Sagrada.
Sumido en profundo estado de meditación, el marchito Santo Shion, se lamenta y reflexiona, reflexiona y se lamenta. Se revuelve entre el deber de la sumisión que exige la fe absoluta, o el cumplimiento de sus propios deseos, basados en temores, que piensa, perfectamente juzgados.
Mirando hacia el cielo, en el risco oracular de la Colina Estrella, el antiguo Santo de Aries observa el movimiento de las estrellas en esta noche... el brillo de una constelación que se anuncia a entrar... Virgo...
"Te escucho, Señora, sé que vienes" dice Shion en oración al escuchar el sonido imperceptible de las estrellas hablándole directamente a su Cosmo. "Y todo está dispuesto para tu llegada, tus defensores entrenándose y los maestros de éstos, ordenados... tu lucha será terrible, Señora, tanto como la de tus Santos, pero tu grandeza de espíritu, te hace acompañarles en el campo de batalla..." y evocando viejos tiempos, el lemuriano ve en el ojo de su mente, escenas de tiempos idos, en los que combatiera con la Sagrada presencia de Athena a su lado.
Inclinando su cabeza en un momento de su meditación, Shion parece escuchar un cuestionamiento, al cual responde asintiendo con gravedad.
"Puedo permanecer un poco más esperándote, Señora, no estoy listo aún para tomar la decisión" y con pena prosigue. "Mi Cosmo se ha debilitado y no es lo de antes, pero, a pesar de saber la decisión de Las Hadas, no puedo sentirme tranquilo ante ésta... ¡Señora! ¡No considero que la elección sea la adecuada! El poder de Saga es impresionante, pero guarda dentro de su alma, aquello que su hermano anuncia... una oscuridad impenetrable, aún para mí... ¡compréndeme, Señora!" suplica el anciano en aparente monólogo lleno de angustia. "¿Cómo poner en manos injustas el trabajo de toda mi vida? ¿Cómo entregar aquello que más amo a alguien que no lo cuidará sino que significará su ruina absoluta?"
Las estrellas, en prodigio asombroso, parecen girar alrededor de la punta de la Colina Estrella, en conversación con Shion, sus rutilantes emisiones, parecen encenderse una tras otra, como si la conversación se hubiera tornado áspera. Shion escucha atentamente.
"Tú nos has sabido hacer esperar, mi Señora... yo espero tu llegada, y con el dulce y bendito regalo de tu presencia, con tu Cosmo en comunión conmigo, quizá podamos, de alguna manera, poder dilucidar esto que se me presenta como un enigma incomprensible..."
Dentro de sí, Shion, reprimiendo su culpa, piensa.
"El enigma que me es el saber que esta decisión parece un error que cometes tú, señora Sabia, de forma deliberada... Saga ¡no puede asumir su destino! ¡Saga no debe de ser el siguiente Patriarca! Y quizá, si es necesario, tenga que utilizar la técnica que me he prohibido utilizar, pero que es derecho y privilegio de tu representante en La Tierra para evitarlo..."
Las estrellas dejan de girar alrededor de Star Hill. Shion se da cuenta de esto y suspira con alivio. El peso del cielo, como lo soportara Atlante en el tiempo del mito, parece venírsele encima, empeorando su situación.
De todos los sitios del Santuario, el único que no es visitado con frecuencia, el único que aleja a los posibles visitantes, es la misteriosa tercera Casa del Zodiaco: La de Géminis. Aunque la presencia de este Santo es ignorada, sólo entre rumores, se cuenta que este Santo existe. Mucha gente nueva en el Santuario, que comienza a tratarle más como una especie de "leyenda urbana". Sangre nueva que ha ido reemplazando a muchos desertores, a varios habitantes que en los últimos tiempos, se fueron, quizá al no soportar los rigores de la vida espartana que éstos llevaran.
En medio de la cámara secreta que sirve como habitación de el Santo guardián de ésta, un silencio absoluto es lo único percibible, con el constante fluctuar de la energía dorada que envuelve su cuerpo desnudo en estado de meditación.
Con los ojos cerrados, Saga sintoniza sus propios sentidos a la Cumbre de la Colina Estrella para saber lo que acontece allí. Con el formidable poder del Dios de la Guerra en su cuerpo y siendo manejable a su antojo, Saga, ahora tiene la temible habilidad de estar prácticamente en dos sitios al mismo tiempo, como si verdaderamente de dos personas se tratase.
Detrás de él, columnas de pergaminos se apilan. Pergaminos y documentos extraídos de la Colina Estrella sin conocimiento del Patriarca. Su conocimiento, ahora más grande de la naturaleza de los Dioses y de la naturaleza de las Guerras Sagradas. Un dejo de tristeza y de enojo recorre la mente de Saga al escuchar las últimas palabras de Shion.
"¡Ladrón!" piensa al escucharlas. "¿Cómo te atreves a intentar robarme aquello que por derecho es mío?"
Dice sin tener que requerir de preámbulos para saber la naturaleza de las palabras del antiguo lemuriano, sabiendo que no es de su agrado el que él, Saga de Géminis, se convierta en el siguiente Patriarca del Santuario.
"Eres un ser corrupto, Patriarca" acusa Saga en su mente. "El poder te ha podrido y ha nublado tu razón... ¡Yo soy el verdadero heredero del título! ¿Por qué me temes estás dispuesto a pasar por alto aquello que tiene que ser? ¿No eras tú el que me enseñó que era deber de un creyente fiel a Athena y a los Dioses, el aceptar el destino que se nos tenía presagiado?"
(Mentira tras mentira son su legado, Saga) habla la voz que le acompaña, esa voz llena de ira contenida y de amargura intoxicante. (Pero si piensan quitarnos lo que nos pertenece por voluntad de los Dioses... ¡Nosotros lo tomaremos para nuestra propia conveniencia, y el de toda la humanidad!)
Frunciendo el ceño en su meditación, y apretando la mandíbula, Saga, cambiando su tono de cabello nuevamente al azul replica.
"Pero... ¿si en verdad con la llegada de Athena todo pudiera ser diferente? ¡Parece que ella está abogando porque nuestro destino se cumpla! ¡Quizá ella no nos ha abandonado del todo!"
La remota llama de la esperanza brillando aún en el interior de Saga, aferrándose a su creencia de que una, sólo una de entre todos los Dioses, es justa, es compasiva.
"Si sólo una fuera justa..."
(¿Qué?) Interrumpe la voz molesta. (¿Les salvarías a todos? Los Dioses no conocen la piedad, Saga... ¡eso es sólo humano! Y la piedad se debe de regalar a quienes la merecen, en este caso, la piedad debe de ser entregada a nuestra raza, por haber sido objeto de humillaciones sin fin, a manos de estos seres tan corruptos como su representante... ¿o acaso debiera de decir que la corrupción de éste es reflejo de quien representa?)
Con gesto triste, Saga abre los ojos. A veces, quisiera que esa voz no le respondiera con esos argumentos. Y volviéndose hacia delante, observa la armadura de Géminis, de pie, delante de él, mostrando sus dos caras, la bondadosa, sonriente, y la otra, la de gesto duro e incompasivo. Y luego, volviéndose a sus espaldas, observa otra armadura, brillando, sin tanta gloria, recuperándose aún de las heridas que sufriera en su última lucha. Un Dragón Marino, de fulgor anaranjado, que vibra acompasado tras recibir su sangre.
(Athena escuchará al anciano, Saga... no te engañes. Y si acaso le llegaras a perdonar su vida ¿no temerías que intentara un doble juego como el que intentó su hermano jugar con nosotros?) Pregunta inquisidora la voz. (No des pie a ser débil, Saga... para cumplir nuestra misión, debemos de ser inflexibles... y aunque fuera justa al nacer e influenciable, no habría manera de evitar que ella intentara traicionarnos como saben solo ellos hacer... ¡El Patriarca en su traición es otro testimonio de esta verdad innegable!)
Endureciendo el ceño, Saga se vuelve nuevamente al frente con ojos cerrados y gesto sombrío.
"A cualquier precio... ¡a cualquier precio liberaré a esta Tierra de la invasión de los Dioses!"
Promete con indignación, con enojo.
La carroza de Apolo se posó en el cenit, anunciando la mitad del día.
Encontrándose fuera del Palacio Papal, Aiolos de Sagitario, en túnica de Sagitario y Saga de Géminis, en túnica dorada se encontraron, con gestos graves, ambos hombres se observan.
"Saga..." dice Aiolos a aquel que hacía tiempo considerara su hermano. "¡Qué Niké te corone!"
Respondiendo con una sonrisa sin vocación, el Santo dorado de los Gemelos responde al saludo.
"Y que Niké te corone, Aiolos."
Mirándose uno al otro con gesto grave, Aiolos se atreve a hablar.
"¿Crees que Su Santidad ha decidido por fin?" pregunta con mezcla de ansiedad y de temor. Estudiándolo fijamente, Saga siente revolverse algo en su interior al decir.
Lo ignoro, Aiolos" Responde con serenidad. "Pero tranquiliza tu Cosmo, si no quieres que él piense que es algo que estás deseando en demasía, amigo..." concluye haciendo énfasis en la última palabra, que le sabe amarga al pronunciarla.
Aiolos aprieta su puño ofendido.
"¡Cuánto ha cambiado!" reflexiona una vez más. "Habla sin pensar en lo hiriente de sus palabras... ¡Qué terrible eres, Saga!"
Abriéndose paso por el pasillo, ambos Santos avanzan hasta el final del pasillo para hallar a Shion, de pie y con vestiduras ceremoniales.
"Gran Maestro..." dicen ambos ante el venerable anciano que se acerca a ellos para posar sus manos sobre los hombros de cada quien, Saga a su izquierda, Aiolos a su derecha.
"Hijos míos, de pie por favor." Dice con voz profunda y totalmente fuerte. Con el extraño mal que le aqueja habiéndole dado un respiro.
Ambos Santos observan curiosos al antiguo Santo de Oro de Aries, expectantes de cada palabra. Shion adivina en el corazón de ambos aquello que les afecta, pero decide no alentarlo, sino hacer todo lo contrario.
"Les he llamado..." comienza a hablar con voz pausada. "... Para pedirles que me acompañen a dar una de las vueltas que suelo dar por El Santuario."
Saga observa alrededor de la espaciosa estancia, deteniendo por segundos sus ojos en la Silla Patriarcal, gesto que no pasa desapercibido para Shion, cubierto por la brillante máscara.
"¡Cuán grande es su sed por el poder! Ni siquiera estoy seguro de que el esté consciente de ello totalmente." Los pensamientos de Shion pesan en su mente, pues al observar a ambos Santos, al medir su potencial, reconoce que dentro de Saga, el poder duerme como una fiera que guarda reposo. Ese mismo poder, grandísimo que adivina, pero que le hace temerle. "Sí, Saga... es como si tu destino te llamara, como si la Silla estuviera tan viva como la armadura que traes puesta y que afinara sus vibraciones urgiéndote a sentarte en ella..." Un sentimiento de inquietud recorre la espina dorsal de El Patriarca al considerar. "¿Podría ser esto algo real? ¿Acaso como una armadura rechaza a quien quiera portarla a destiempo, el trono podría rechazarme? ¿Si eligiera a Aiolos sobre Saga, acaso este joven padecería este terrible mal? ¡Debo de consultarlo en Star Hill!" se ordena a sí mismo.
"Su Santidad... ¿Arles vendrá con nosotros en nuestro paseo?" pregunta Saga curioso, al notar la ausencia del eterno compañero del Patriarca.
Aiolos registra en ese momento la ausencia de la sombra del Patriarca, al tiempo que refuerza la pregunta de su compañero.
"Es verdad, me parece extraño que no se encuentre con nosotros en este momento, Su Santidad."
A pesar del tono sin malicia de Aiolos, e incluso, de la pregunta de Saga, Shion no puede evitar un dejo de incomodidad al responder.
"Arles se encuentra meditando en estos momentos bajo mis órdenes, el día de hoy he hablado con el algo respecto a la sucesión..."
Los ojos de Aiolos y de Saga se abren a la mención de esta frase. Cada palabra habiéndose escuchado perfectamente, a pesar de que, el Máximo de los Santos de Athena, moderara su tono de voz, en una franca demostración de su renuencia a hablar sobre el tema.
Este sutil cambio de voz y su significado, no pasa desapercibido para los Santos Dorados de Géminis y de Sagitario, que optan por guardar silencio, acallando las múltiples preguntas que de pronto invadieran su mente.
"Si están compitiendo por el asiento... es indudable que Aiolos también busca el lugar" dice Shion observando a ambos, meditando por una millonésima vez, lo inevitable del correr del tiempo.
"Pero hablaremos de eso más tarde, mis jóvenes amigos" agrega Shion al tiempo que da un paso adelante. "Hoy, deseo ver cómo se mueve el Santuario, y sobre todo, quiero observar a los futuros Santos de Athena mientras comen."
Shion abre las imponentes puertas al tiempo que salen por un pasillo que comunica al Palacio Papal de manera directa, con aquellos sitios de relevancia en El Santuario. Guardado cada pasillo por vigilantes que, al observar a los tres hombres de poder que caminan por el pasillo, bajan respetuosamente sus miradas ante el paso de éstos.
Estos caminan en un incómodo silencio. El Mayor de ellos, prefiriendo no hablar sobre el tema que le aqueja, un mal cálculo, al poner a competir a estos dos hombres por un sitio en la sala papal.
"¡Cuánta razón tuviste, amigo mío, al cuestionar lo acertado de mi decisión al anunciar mi sucesión!" dice Shion pensando en Arles. Y riéndose amargamente en su mente concluye. "La edad me hace cometer errores."
El Santo de Sagitario, prefiriendo guardar silencio por cautela y respeto. El Gran Maestro, sabio entre todos, sólo hablaba cuando el tiempo era el determinado y si acaso hubiera tomado ya una decisión, no había mucho que hacer... ¡Cuánto tuvo que resistir para no volverse a ver a su rival!
Y el tercero, Saga de Géminis, guardando silencio más por cautela que por otra cosa. Sumido en sus propios pensamientos y conclusiones, el sabía que el tiempo de el nacimiento de Athena no podía estar ya muy lejano. ¡La hora se acercaba! Podía percibir el aire diferente, e incluso, los movimientos del Patriarca, le demostraban su nerviosismo, conociendo totalmente sus intenciones, Saga apelaría la decisión que éste anunciara si ésta no le fuera favorable. Y mirando al Patriarca totalmente sin discreción, Saga exclamó en su mente:
"¡Serías capaz de hacerlo, anciano! ¡De intentar apartarme de mi destino por tus propios temores!"
¡Qué ciertas ahora sonaban las palabras de Kanon! Aquellas pronunciadas hacía tanto tiempo, cuando le dijera de manera cínica que las prohibiciones religiosas no eran sino simples medidas para limitar a aquellos que tenían la libertad y la voluntad.
"Maestro..." escuchó su propia voz hablar sin control. "¿Está lejano el tiempo del advenimiento de Athena?"
Aiolos miró con los ojos abiertos a Saga por haberse atrevido a hablar, entreabriendo su boca con la misma sorpresa que le ocasionaba escucharle, pero luego, guardó silencio y siguió caminando lentamente, sin mirarles, no iba a impedir que El Patriarca respondiera a una pregunta que el mismo se hacía y quería hacerle.
Shion prosiguió su rumbo con los dos Santos Dorados, sin alterar su postura, demostrando cuanto le podía llegar a afectar esta pregunta.
"Intentar detener el destino, es como intentar contener el paso de un caudaloso río" pensó resignadamente. No, no tenía derecho a callar esa respuesta, él mismo se había colocado en esta posición, no tenía caso evitar enfrentar aquello que tendría que hacer de manera inevitable.
"¿Tú qué piensas, Saga?" preguntó Shion al Santo de Géminis, intentando prolongar el otorgar una respuesta que le apenaba dar.
Saga guardó silencio pensando un momento, haciendo caso a su propia intuición, ese sexto sentido, que como Santo de Oro, tenía a su alcance todo el tiempo.
Los pasos de los Santos se escuchaban ominosos en el pasillo, que apuntaba, ya hacia lo lejos, a un vestíbulo que se dividía en varios pasillos, indudablemente, comunicados a esos sitios que se deseaban vigilar.
"Pienso..." respondió Saga finalmente a la pregunta. "Que el recorrido que está realizando ahora mismo, es uno muy previo a esta llegada, desea asegurarse que todo está en su lugar, para tener qué decir a la Diosa, con seguridad. Pienso que usted ya conoce la fecha de la venida de la Diosa de los Ojos Grises." Concluyó sin rodeos finalmente el menor de los gemelos.
Shion abrió los ojos bajo su máscara. De sorpresa, parte de admiración. El que este joven conociera este hecho, no hacía sino acercarle más a la conclusión de que el era el siguiente Patriarca... y de pronto, al verle una vez más, miró a sus ojos, mientras los tenía de frente. A su postura. A la manera en como caminaba.
Era excelso. Saga era un personaje tan lleno de ese aire autosuficiente. Miró de vuelta a Aiolos y pudo apreciar que éste caminaba tenso al lado de ellos dos. Su cara, llena de preguntas, mientras que la de Saga estaba llena de esas respuestas que Aiolos requería. Si... Saga sólo esperaba una confirmación, Aiolos, esperaba que se le pusiera al tanto.
"¡Pero hay tanta pureza, tanta transparencia en el alma de este hombre, Señora!" pensó al observar a Aiolos, imaginándolo con una máscara. "¡Qué útil te será a ti, Aiolos! A Saga, en cambio, solo lo ornamentará, pues su cara ya es una máscara cuando se lo propone, una fría máscara, inmutable, por la que no se puede leer absolutamente nada."
Llegando al vestíbulo, los tres se detuvieron. En ese descanso, Shion se sentó un momento para responder, sin arquear la espalda.
"Si Aiolos logra crecer un poco más en sabiduría, podrá ser un buen Patriarca." Pensó Shion mirándolos. "Saga, perdóname... pero ¡No confío más en ti!" Y respirando concluyó. "Por ello me he obligado a tomar esta decisión."
Un tenso silencio cayó entre ellos y el espacio breve de unos segundos, parecieron una eternidad.
"Hoy he puesto a Arles en preparación para estar preparado, hijos míos, a ser mi posible sucesor."
Los jóvenes Santos de Athena se miraron entre sí totalmente desconcertados. ¿Arles el posible sucesor?
"Miro que mi decisión los toma por sorpresa, y no es para menos, la misma reacción tuvo el mismo Santo de Plata al anunciarle esta decisión que ya ha sido registrada."
Un imponente brillo blanquecino se elevaba sobre el cuerpo en meditación de Arles, Santo de Plata, al realizar un ejercicio de meditación.
Tras recibir lecciones del mismo representante de Athena, había logrado aumentar su Cosmo a uno cercano al de un Santo de Oro. Arles no pudo evitar, que en medio de su concentración, el recuerdo del anuncio que le hiciera Shion esta mañana, le turbara un poco.
"He decidido, Arles, que será Aiolos mi sucesor en el trono."
Bajo la máscara, un suspiro de alivio podría haberse escuchado al escuchar estas palabras viniendo del representante de Athena en la Tierra. Arles no confiaba en Saga.
Las palabras de su hermano, Kanon, pesando grandemente en su juicio, no podía dejar de relacionar que algo de cierto podía existir en las palabras de éste, a pesar de ser tomado como un héroe por algunos en el Santuario.
No podía evitar sentir que más allá de ese hombre imperturbable, se escondía un oscuro misterio. Un oscuro misterio que rondaba lo más íntimo del Santuario sin control. ¿Sería excesivo de su parte, relacionar a Saga con las extrañas desapariciones que se habían sucedido a lo largo de los últimos meses en el Santuario?
"Ni un rastro de los desertores..." pensaba preocupado Arles en su meditación. "Y sin que Su Santidad tuviera noción de que estos dejaban el Santuario." El Patriarca había responsabilizado a sus periodos de debilidad, este hecho, pensaba que, de alguna manera, la barrera que extendía sobre El Santuario para evitar salidas y entradas, podía ser franqueada en ocasiones óptimas, y que de alguna manera, los súbditos lo habían adivinado. "Sin embargo..." pensó con un poco de remordimiento Arles, al dudar de un Santo de Athena. "Por lo que he visto, solo encuentro a dos posibles responsables de poder desaparecer a tanta gente de manera tan perfecta..."
No, Arles no podía creer que hombres que caían en la categoría de "lo común", pudieran salir sin que se hallase un rastro de su huida.
"Sólo Kanon... o Saga... podrían borrar a cientos de almas de este mundo sin necesidad de traspasar las barreras del Santuario."
El Triángulo de la Muerte y La Otra Dimensión... ese par de técnicas que habían desarrollado los dos nativos de Géminis y que ocupaban como técnica inmediata y básica.
"Némesis, no me tientes" intentó despejar su mente el Santo de Plata.
Aiolos era la decisión adecuada. Convino en su mente con la decisión del Patriarca. Quizá escaso en sabiduría referente a los Dioses, algo que aparentemente Saga parecía manejar con más facilidad... ¿Producto de su vigilancia sobre Atlantis?
Con un año más de preparación, Aiolos podría asumir el lugar de Patriarca en el Santuario de Grecia, pero, preparándose ante cualquier eventualidad, Shion dispuso que fuera Arles el que asumiera el control del Trono hasta que el Santo Dorado de Sagitario fuese digno de ocuparlo.
"¿Harías esto por mí, amigo mío?" preguntó Shion expectante a Arles. Ambos hombres sabían que hacer esto, era un desafío a las Parcas, pero en ocasiones, los hombres tenían que hacer lo que se tenía que hacer.
"Si, Su Santidad." Dijo en voz alta Arles, lleno de devoción, lleno de convicción. "Yo soy su acompañante, y le seguiré a donde sea... ¡incluso fuera de los Campos Elíseos si acaso esta decisión eso implicara!"
Un gran precio que pagar. Uno que estaba dispuesto a pagar.
Para su desgracia.
[Tema de Fondo: Polaris Hilda]
"¡Tan pronto!" exclamó Aiolos emocionado ante lo que recién revelara el Patriarca. "¡Athena estará con nosotros tan pronto como en un par de noches!"
Shion asintió midiendo la reacción de cada Santo. En ambos, un ligero rubor en sus rostros revelaba la emoción que estas palabras causaban.
"¡Athena!" pensó Saga para su sorpresa lleno de emoción. "¡Señora, vienes a mí!"
Ambos jóvenes se miraron, y compartieron, como hacía años no lo hicieran, un verdadero momento de alegría. ¡La misión de sus vidas comenzaba a perfilarse!
"¡Protegeremos a Athena!" dijo Aiolos con alegría, al notar en ese hombre, que por momentos se volvió ese hermano de años atrás, la emoción de poder demostrar su valentía como Santos de Athena.
"¡Protegeré al mundo!" respondió Saga en voz alta, emocionado. "¡Y quizá, con la Diosa de mi lado, algunas cosas que pienso que son descubra que no lo son!" pensó con ese dejo de esperanza, que asomaba de vez en cuando, para molestia de su eterno acompañante... ese otro Saga que escuchaba y que a veces, tomaba control de todo. Como un parásito que se alimenta de nuestro cuerpo, que crece y que se expone en los momentos propicios. Así a veces, calificaba Saga a ese tirano que le obligaba a echarse adelante en momentos adversos, pero que le atormentaba con los juicios y decisiones que tomaba.
"Recibiré a la Diosa, hijos míos, siendo aún Patriarca. Y será hasta dentro de un tiempo que sepan quién de ustedes dos tomará mi lugar, pero, tomando en cuenta mi enfermedad, será Arles el sucesor temporal, como lo manda su puesto, para dar paso al nuevo Maestro de Maestros."
Aiolos asintió emocionado. Por el no cabía prisa, en realidad, era el advenimiento de Athena todo lo que en estos momentos le importaba. Pero el alborozo de Saga cesó al escuchar estas palabras. Congelando su sonrisa, y volviéndola una mueca sin vida, el gemelo pudo constatar, que el anciano que tenía enfrente de sí, ya tenía una decisión tomada: Y no le convenía.
Poniéndose de pie, el anciano Patriarca comenzó su andar, tomando por un pasillo central.
"Vengan" ordenó a que le siguieran. "Ya es la hora de que nuestros jóvenes se alimenten... quiero verles, quiero constatar que Nuestra Señora llega en el mejor de los momentos."
Los dos jóvenes avanzaron detrás de El Máximo de los 88 Caballeros, con paso lento, y cada uno, sumido en sus propios pensamientos... en uno, proyectos, en el otro, decisiones por tomar, decisiones ya consideradas, pero dejadas de lado, en nombre de esa estúpida esperanza inocente, que su acompañante tanto le reprochara en sus momentos más caluroso.
(No tendremos otra opción, Saga)
"¡Silencio!" pensó el joven, temeroso de que los demás lo escucharan, viendo a su alrededor nervioso, viendo que Shion proseguía ignorante de todo, y que Aiolos, no borraba aún esa sonrisa. "¡Ahora no es el momento!"
(Cualquier estorbo, debe de ser echo a un lado, Saga... tal y como lo hemos hecho, en los últimos meses...)
Saga recordó a tantos hombres y mujeres lanzados en los últimos tiempos a La Otra Dimensión, las decenas de sirvientes que le acompañaran cuando niño, en los guardas que alguna vez le vieran... en algunos, el temor le perseguían en su conciencia, en otros, esa expresión de absoluta desilusión, al ver caer a su ídolo. Uno de ellos alguna vez le dijera: "Puedo decirle que no habría nadie mejor para ser un Santo de Oro que usted, Señor... tras lo que demostró ayer salvando al elegido de Athena... sólo un verdadero siervo de la Diosa, podría demostrar tal fuerza y virtud", momentos antes de su encuentro ante Kanon para obtener la armadura de Géminis. Esas dos caras, de esperanza y de decepción le acompañaban a Saga en los momentos en que esa terrible voz lo agobiara. Pero era entonces el remordimiento el que hacía presa de él.
"Hemos llegado." Escuchó la voz del Patriarca interrumpir sus pensamientos, al abrir este una puerta al final de un pasillo.
Tomado por sorpresa, Saga retomó conciencia del lugar en el que estaba, y cedió el paso a Aiolos para ingresar a una Cámara, prácticamente oculta, que les ponía sobre el comedor de los chicos que entrenaban. Pero la sorpresa de salir de sus pensamientos, fue sustituida por la desagradable sorpresa de encontrar una escena violenta desarrollándose abajo.
"¡Kanon!" exclamó Aiolos indignado.
Debajo, un imponente joven estudiante, se interponía entre el hermano gemelo de Kanon y el estudiante lemuriano del Patriarca. Con sorna, su hermano mayor se burlaba del joven llamándolo "gordo".
"¡Kanon!" pensó Saga con una mezcla de pena y de desesperación. ¡Ya había hecho demasiado atrayendo la atención del Patriarca en su lado negativo! Había intentado abogar por su hermano demasiado tiempo y por única consecuencia, había obtenido malos tratos de parte de éste, además de la suspicacia de parte de algunos habitantes del Santuario. "¿Hasta cuándo seguirás comportándote de esta manera?" se preguntó indignado, cerrando sus puños.
Saga y Aiolos se observaron uno al otro con decisión y asintiendo entre sí, supieron que debían detener esta escena, ignorantes de que Shion, observaba todo esto totalmente interesado. Observaba lo que ocurría allí debajo, pero también observaba lo que ocurría arriba. Podía percibir la indignación de Aiolos, el cual, no profesaba simpatía por Kanon, y sentía la tensión de Saga ante esta eventualidad.
Shion compadeció a Saga por momentos. Kanon era su hermano. Y su punto más débil siempre. Notando que los santos de Géminis y de Sagitario estaban a punto de detener la escena interrumpiéndola, Shion les detuvo ordenándoles:
"No lo hagan. Quiero ver que ocurre."
"¡Pero Maestro!" exclamó Aiolos. "¡Mu puede resultar gravemente herido! Sin contar con ese muchacho que ahora lo defiende."
Saga observó a Aiolos al pronunciar el nombre del pupilo del Patriarca. ¿Le conocía? Él apenas había reparado en ese jovencito, que a su parecer, le parecía algo insignificante.
"Mu necesita aprender las lecciones del mundo, Aiolos. Esta es una valiosa lección la que debe de aprender... a enfrentar las peleas y que en ocasiones, una decisión mal tomada, no puede solamente degenerar en un daño para nosotros, sino en un daño en otros." Respondió Shion con decisión, sin poder disimular algo de preocupación en sus palabras.
"Pero Maestro..." interrumpió Saga con tono preocupado. "Mi hermano no hace sino deshonrarme... ya no puedo más."
(¡No lo podemos permitir más, Saga!) Exclamó la voz de su mente. (Le hemos dado muchas oportunidades a ese idiota, pero hacer esto ¿justo el día de hoy? ¡Jamás pudo haber sido menos oportuno!)
"Tendrás todo el tiempo del mundo para tratar con él después, Saga... no planeo dejar que esos niños resulten heridos gravemente." Y observando de manera directa al Santo de Atenea, el Patriarca del Santuario concluyó. "Después de todo, ustedes son Santos de Oro, pueden detener que ocurra cualquier circunstancia peligrosa aquí dentro."
Aiolos y Saga se observaron preocupados. Quizá Máscara Mortal, Mu o ese joven alto pudieran ser simples aprendices, pero Kanon era un guerrero con la capacidad de ser un Santo de Oro...
"Si mi hermano llegase a lograr su cometido..." pensó Saga preocupado. "¡Nada podría evitar que El Maestro dejara de considerarme!"
(¿Sigues aferrándote a esa tonta idea, Saga?) Preguntó la voz cavernosa de su interior, tan terrible como el trueno. (¡El tiempo ha llegado, Saga! Hoy tendrás que continuar la labor que hemos comenzado... Kanon es un eslabón suelto, una amenaza para aquello que nos proponemos...) dijo la voz con tono meloso. (El bien del mundo...) Concluyó.
Abajo, los eventos se sucedían incontrolables. El bronceado y muy alto, joven que estuviera defendiendo al joven lemuriano, había logrado enfurecer en su totalidad a su hermano. El terrible Cosmo de Kanon explotó bañando a los tres espectadores, haciendo que, Aiolos y Saga, se pusieran alertas, prestos a detener el encuentro... pero de pronto, una nueva energía interrumpió los pensamientos de los Santos.
Debajo, el joven alto, había comenzado a brillar con toda la gloria de un Santo Dorado y detrás de él, se dibujó la silueta de un toro furioso. Aiolos y Saga se observaron asombrados... en las vísperas del nacimiento de Athena, presenciaban ahora el despertar de un nuevo Santo Dorado.
Con movimiento asombroso, el joven rechazó el ataque de Kanon, hermano mayor de Saga de Géminis, lanzándole al otro lado de la habitación. Todos los testigos admirados ante el prodigio alcanzado por este joven, observaban el acontecer de los hechos con una mezcla de temor y de duda, entre los jóvenes, de orgullo por parte de Shion y de Aiolos y de vergüenza e ira en Saga.
El joven alto, tras percatarse de que Mu se encontrara bien, se acercó a Kanon.
"¡Kanon no tiene perdón!" dijo indignado. "¿Desafiar las órdenes de Su Santidad de explotar Cosmo en áreas prohibidas del Santuario y enfrentar a un niño? ¿Qué más bajo puede caer?"
Saga escuchó estas palabras con enojo. Lo que menos le importaba era su desobediencia al Patriarca, sino el hecho de volver a exponerse a la vista de todos...
(Si quieres que olviden nuestro rostro, Saga... deberás enterrar el de Kanon para siempre.)
Saga se puso su casco, al ver que el joven ofrecía su mano a Kanon. Conocía demasiado a éste como para saber que su hermano mayor se rendiría tan fácilmente.
"¡Dioses!" logró escuchar antes de lanzarse sin esperar más a la sala, cuando Kanon elevó su Cosmo de manera amenazante a punto de ejecutar la técnica que era insignia de él mismo. En un movimiento rápido y cubierto por la máscara del casco de géminis, Saga asestó un golpe seco en el estómago de Kanon, con fuerza dorada, al tiempo que este gritaba.
"¡Galaxian Explo...!"
[Tema de Fondo: Opening Northern Legend]
Cayendo de rodillas, sorprendido ante la fiereza del ataque, Kanon escupió sangre en el suelo, al tiempo, que con gesto frío, Saga reprochó, lleno de furia.
"Estoy cansado de tu comportamiento deshonroso, Kanon." Su voz, rayando en lo cavernoso de su estado alterado, hizo temblar a algunos de los jóvenes asistentes a la comida esa tarde. "La humillación que te has hecho, puesto que no he sido ni yo ni este niño la que te la han causado, es algo que va más allá de lo que pueda tolerar."
Escupiendo el resto de sangre entremezclada con saliva que quedaba en su boca, Kanon, se deshizo de ésta escupiéndola en el suelo, al tiempo que respondía.
"¿Qué hermano? ¿Me obligarás a que le dé la mano y le ofrezca una disculpa?"
Preguntó Kanon con burla, con sarcasmo, haciendo patente su desprecio por su hermano menor, su odiado hermano menor.
"No." Respondió Saga con un gesto de dolor que se tornó frío posteriormente. "El que se disculpará seré yo, pero después, ahora yo tengo algo que hacer contigo."
Sin deshacerse de su casco, Saga se dirigió a la puerta, decidiendo hacer uso de las palabras de Shion sobre hacerse cargo de su hermano con tiempo luego.
"¡Ven!" Ordenó enérgicamente.
Kanon se sonrió tras un estremecimiento, algo era diferente en su hermano, y presintiendo que algo inesperado ocurriría, se volvió hacia Máscara Mortal para transmitir el mismo mensaje que siempre había intentando transmitir en todos, y que solo había sido recibido por ese joven moreno de cabellos azulados, como los suyos.
"El poder es justicia, Máscara Mortal. Los débiles, no merecen compasión."
Saga escuchó estas palabras con gesto duro, oscurecido por el casco. Y con tristeza, Saga pudo reconocer que tan parecidos, más allá de lo que el quisiera admitir, eran el y su hermano en estos momentos. Y se detestó. Por lo que se había convertido, todo aquello que siempre despreciara en su hermano. Se detestó, por lo que haría. Ahogando el remordimiento, que ya desde ahora le invadía, Saga siguió su camino, sabiendo que su hermano se le uniría. Era el destino.
Kanon salió del Comedor ignorando a los demás, en busca del encuentro del mismo destino que, meditara Saga apenas unos minutos, había llegado.
No le tomó mucho tiempo a Kanon adivinar hacia donde se dirigían. Sonrió pensando que en la vida de uno, hay momentos y sitios determinantes. Lugares en donde sin querer, echamos raíces, lugares que hablan de nuestras personalidades. Caminando hacia la costa del Santuario, aproximándose al sitio de vigilancia de Saga, la misma roca que se manchara con la sangre de sus manos años antes.
El sitio donde perdiera a su hermano para siempre al llegar ese advenedizo, ese maldito Aiolos. El que tantas veces se interpusiera entre ellos, y que ahora... Kanon, miraba de lejos a su hermano con una sonrisa. Esa tensión. Esa precisión de tiempo al llegar al comedor. El también había subido a Star Hill en los meses recientes, en búsqueda de algo que seguro su hermano buscaba incesantemente. Quizá en este lugar, podría recuperar y reunirse con su hermano. Si no fuera tan malditamente hipócrita.
"Así que..." interrumpió Kanon el silencio pesado que había caído sobre ellos en ese momento de tensión al dirigirse a Cabo Sunion. "Athena está al nacer ¿no es verdad, Saga?"
Saga se detuvo brevemente sorprendido. ¿Cómo lo sabía? ¿Acaso su hermano podía estar en todos los lugares a la vez?
"Como siempre, me es fácil leerte, hermano." Respondió Kanon satisfecho. "Tu reacción me lo ha dicho todo, tus palabras, tu aparición súbita, el solo hecho de enfrentarme con tanta decisión en estos momentos, no hace sino dejarme muy claro que el tiempo ha llegado."
Saga prosiguió su camino, serio, ya acercándose al lugar al que se dirigían, entre ruinas, en el sitio que sirviera de frontera entre los dos reinos de dos Dioses.
"Saga, nosotros hemos nacido para cambiar este mundo, tenemos el poder, los Dioses nos pusieron en una lucha cruel, en caminos que nos separaban, pero ahora, es el momento en que podremos cambiar nuestros destinos y recuperar nuestra hermandad... con propósitos comunes."
Saga pensó lo irónicas de las palabras de su hermano. Las mismas que esa voz pronunciara cuando Ares fuera encerrado en su cuerpo de manera absoluta.
"¡Tú y yo sabemos que cuando un Dios encarna es su momento más débil! ¡Yo tengo La Daga, Saga!" reveló el mayor de los hermanos comenzando a temer esa indiferencia aparente de su hermano. "¿Está pensando en...?" pensó sin atreverse a pronunciar en su mente aquello que comenzaba a presentir. "¿Quieres tú el privilegio de ser quien termine con la niña? ¡Hazlo! Acabemos con todos los que se interponen en nuestra visión del mundo, Saga... acabemos con el Patriarca... ¡con Arles!" y saboreando el momento concluyó. "¡Con Aiolos!"
Deteniéndose frente al embravecido mar, Saga cerró sus puños. ¡Odiaba escuchar esas palabras viniendo de alguien igual a él! ¡Era como ver encarnada esa voz perjudicial que le robaba la paz en sus sueños! ¡Qué le obligaba a entretener pensamientos criminales! ¡Kanon era un hombre impío! ¡Kanon era esa voz que le atosigaba siempre! ¡Que le fustigaba día y noche!
Con un movimiento rápido, y volviéndose contra este, Saga se deshizo de su casco y lanzó un golpe en el rostro de su hermano, haciéndolo caer.
"¡Kanon!" exclamó con indignación. "¡Dímelo una vez más! Eres mi hermano, y tengo que la esperanza de que lo que he escuchado, es solo uno de tus arranques de rebeldía... ¿Verdaderamente me estás proponiendo que matemos a Athena que está a punto de descender a La Tierra?"
Su respiración agitada. Si callaba a Kanon, callaría esa voz. ¡Sería Patriarca! ¡Podría servir a la Diosa como siempre lo había deseado!
Kanon entonces percibió el momento. La apertura. ¡Saga era vulnerable en estos momentos! Era su última oportunidad. Levantándose con presteza, y llevándose su brazo a la cara, decidió responder sin rodeos.
"No solo debemos de acabar con Athena, Saga, sino con El Patriarca que ha decidido que Aiolos sea su sucesor, ese inútil bueno para nada, que no tiene nada que hacer ahí..." dijo con todo el rencor que su alma daba.
Sorprendido, Saga escuchó esta frase. ¿Aiolos? ¿Lo daba como el elegido del Patriarca? ¿Cómo podía saber esto?
"¿Qué palabras has dicho, Kanon?" fue lo único que Saga acertó a preguntar sorprendido. Sin revelar ninguna otra emoción, el hermano mayor de Saga prosiguió.
"'Afortunadamente', hermano, ya quedan muy pocos en El Santuario que saben que tú y yo somos gemelos... ¿qué coincidencia, cierto? La gente que nos conoce, la gran mayoría, ha dejado el Refugio de Athena en estos últimos meses..." dijo con ironía el gemelo de Saga.
"¡Lo sabe!" pensó Saga con sorpresa, avergonzado. "¡Sabe que yo...!"
"El ser igual que tú, me ha permitido tener acceso a ciertos lugares a los que se supone sólo un Santo Dorado podría entrar, hermanito, no hay secretos para mí en El Santuario" concluyó con una sonrisa llena de satisfacción. "Si tanto te pesa el ser tú el que termine con ellos, podríamos aprovechar esta circunstancia y ser yo el que los mate... de esa manera, podríamos controlar toda La Tierra... ¿qué piensas de mi idea, Saga?"
"¡Yo soy mejor que esto!" fue el único pensamiento que invadió al avergonzado Saga, que indignado, tomó a Kanon por su camisa y lo agitó violentamente.
"¿Insistes en esa locura, Kanon? ¡Los Santos de Athena estamos aquí para protegerla!" y acercando su rostro al de su hermano, agregó. "¡Si algo llegara a sucederme, serías tú el que ocupara mi sitio entre los Dorados para protegerla!" y temblando, conteniendo su ira, Saga concluyó. "¡Así que no puedo creer lo descabellado de tu propuesta! ¿Has entendido, Kanon?"
Con sonrisa autosuficiente, Kanon aprieta la mano que le asía con tanta fuerza, y aplicando una similar, forcejea con su hermano. Impotente, Saga retira su mano, ante esta defensa de su hermano. Y entonces, Kanon fijó su mirada en Saga. Sonriente.
"Hmm." Suspira Kanon irónicamente. "Me pregunto... ¿qué te hace ser tan poco honesto, gran hermano, dime?" pregunta haciendo énfasis en la frase, remarcando su sarcasmo.
"¿Qué dices?" pregunta Saga sorprendido. Sin esperar más tiempo, Kanon responde de manera inmediata.
"Todos tus admiradores en el Santuario, piensan de ti como un ángel de bondad, como si te trataras de un Dios misericordioso, porque te muestras tan amable y gentil..." y volviéndose hacia la vista del mar, Kanon prosigue. "Por otro lado, yo siempre haciendo cosas perversas, ruines ante los ojos de tantos... pero, ¿sabes? ¡Lo hice porque yo así lo deseaba!"
El aire marino acarició el rostro de ambos hermanos, Kanon comienza un discurso mirando a lo lejos.
"A pesar de ser hermanos gemelos, tú siempre nos has concebido tan distintos... como si nos tratáramos de la gloria de los Campos Elíseos, y aquello que algunos llaman, "El Infierno"." Sonriendo, interrumpe sus palabras para volverse a su hermano para decir. "Pero yo sé, Saga, que no somos tan diferentes como te empeñas en creer... que dentro de tu corazón llevas una profunda oscuridad."
"¿A qué te refieres?" escucha Saga preguntar a su hermano indignado.
"¡A que tu corazón es tan maligno como el mío!" responde con tono de fastidio el hermano mayor, comenzando a reír, burlándose.
Indignado, Saga no resiste más y descarga un golpe nuevamente en el rostro de su hermano, que sale rechazado, pero de pie. Con sadismo, sabiendo que está haciendo sufrir a Saga, Kanon prosigue.
"En el fondo, tú y yo somos iguales, hermano... ¡ya no lo niegues más!"
"¡Me siento... mareado!" piensa Saga, sintiendo que está a punto de perder el control. Con furia, al escuchar nuevamente las carcajadas de Kanon, Saga se lanza contra este, descargando ahora un fuerte golpe en el estómago de su hermano mayor.
Kanon se queja... y comienza a sonreír, amargamente a su hermano.
"Entre más lo niegas... más puedo notar tu verdadero ser..." y cayendo de rodillas ante su hermano, por segunda vez en el día, Kanon sentencia. "Eres exactamente igual a mí, Saga..."
Lleno de cólera, Saga lucha por mantener el control de su ira.
"¡No soy igual que tú... no soy el monstruo que tú eres!" piensa Saga con rencor. "La única manera de librarme de esta voz... ¡de tu voz es...!" Y abriendo la boca, el Santo Dorado de Géminis condena. "¡Ya no puedo dejar libre a un ser tan malvado como tú! ¡Por eso, te encerraré en la prisión de la Roca de Cabo Sunion!"
Y cargando al herido Kanon, Saga se lleva a este hasta la entrada secreta de la prisión. Recuperando sus sentidos poco a poco, Kanon abre los ojos al sentir el contacto del agua sobre su cuerpo, recostado junto a la fría y áspera pared de la prisión que su hermano diseñara para él. Levantándose, se acerca a los barrotes, para observar, como de manera dura, su hermano Saga lo observa, sabiendo que dejarlo allí equivale a prácticamente matarle.
"¡Sácame de aquí, Saga!" ordena Kanon, que mira como el viento juega con el cabello y la capa de su hermano. "¡Sácame de aquí! ¿Matarías a tu propio hermano? ¡Sácame de aquí!" ordena el hermano mayor desesperado.
Fríamente, Saga responde.
"Kanon, estoy seguro que no saldrás de aquí, a menos que un Dios te salvara... ¿comprendes lo irónico de esto? ¡Tú que tanto reniegas de la compasión, del poder divino, tendrás que llamar a éstos para que te auxilien... para que te liberen!" Sentencia el Santo Dorado de los Gemelos sin flaquear. "Solo saldrás cuando obtengas el perdón de los Dioses... y si Athena lo hace, significará una cosa: que tu mente maligna habrá desaparecido. Si ésta no desaparece, entonces morirás y nos habremos librado del mismo mal... ese corazón podrido que guardas en tu interior..."
Saga emprende su camino para abandonar el lugar, y por breves momentos, un dejo de tristeza atraviesa su mente.
"Adiós hermano... lamento que no pudiera ser de otra manera..."
La compasión. La compasión que su hermano necesita podría comenzar en él... si no fuera maligno, si tan sólo ahora viera una señal de arrepentimiento en esa mirada desafiante y llena de odio.
"¡Un momento, Saga!" reinicia su rabia Kanon, haciendo que, el momento de piedad en el corazón de Saga desaparezca.
"Es el único modo, Kanon" piensa lamentándose Saga.
"¡Si tú me maldices... entonces tú también eres un maldito de Athena, por el simple hecho de que somos hermanos!" al ver que Saga se aleja con decisión, Kanon exclama. "¡Te estás engañando a ti mismo! ¡Algún día, Saga, tu maldad te controlará y te arrepentirás de lo que estás haciendo con tu propia carne! ¡Los poderosos debemos de tener el mundo, Saga! ¿Para qué nos dan los Dioses estas habilidades si no podemos utilizarlas para nosotros como todos los demás hacen? ¡Cómo los Dioses hacen! ¿Qué tiene de malo entonces comportarnos como ellos?"
Ante este cuestionamiento, Saga se detiene, pensando en lo que su hermano dice.
"¡Se ha detenido!" piensa con esperanza Kanon. "¡Hermano, ven por mí!" piensa para sus adentros. "¡Saga!" grita, creyendo haber encontrado la clave para que su hermano le libere. "¡Juntos podríamos gobernar al mundo, piénsalo!"
"¡Esas palabras... son las que esa voz me dice interminablemente!" piensa Saga con tristeza. "¡Si se callara de una buena vez!"
"¡Saga, jamás me cansaré de repetir que eres maligno!" exclama Kanon a su hermano, apretando con sus manos los fuertes barrotes que alguna vez aprisionaran a un Dios. "¡Lo diré siempre! ¡Eres maligno... escúchame bien!" Cansado más allá de todo, Saga grita con voz cavernosa y perdiendo el control.
"¡Maldición!"
Con furia se vuelve a ver a su hermano, de manera amenazante, su ser se torna oscuro, su cabello grisáceo y sus ojos rojos.
"¡Es verdad!" piensa Kanon al verle manifestar ese oscuro poder, lleno de ira, lleno de deseos destructivos. "¡Tenía la razón!" piensa satisfecho. "Saga es maligno..." Sonriendo, Kanon reflexiona en voz alta, rindiéndose. Ante esta muestra, Kanon no duda que su hermano le abandonará aquí el día de hoy. "Realmente eres malvado, Saga... ¡realmente lo eres!" dice riendo amargamente, ante la mirada cruel de Saga, que recibe esto como una humillación.
El mar embravecido ahoga la risa de Kanon. Cuando esta concluye, Saga reinicia su camino de vuelta al Santuario.
"¡Quizá luego regrese!" piensa Kanon. "¡Cuando se dé cuenta de que tengo la razón! ¡De que juntos podríamos lograr más fácilmente lo que deseamos!" Y gritando, Kanon se dispone a sembrar la semilla de su salvación en Saga. "¡Estás desperdiciando tu poder si te atienes a los Dioses, Saga! ¡Te pesará, Saga! ¡Si me dejas aquí, romperé Cabo Sunion, Saga... ya he logrado lo que se decía imposible por los Dioses! ¡Y si escapo, yo mismo mataré a Athena, y dominaré solo al mundo! ¡Y entonces, te acercarás a mí, pidiéndome una oportunidad... y será tarde, Saga! ¡Cómo quieres hacerme creer a mí que es este momento! ¡Será tarde para cambiar de idea, Saga!"
Caminando, escuchando como Kanon irrumpe en risas histéricas nuevamente, Saga cierra los ojos con decisión, triste, al haber manifestado de manera tan abierta... tan consciente su ser oscuro. Y en su mente, Saga se despide de su hermano con una sola frase.
"Kanon... ya es tarde ahora..." y resistiéndose a mirar hacia atrás concluye. "Para mí, ya no hay marcha atrás..."
El mar enfurecido cubrió las risas del prisionero Kanon. Y de esta manera, Saga dejó de ver a su hermano en vida, para siempre...
Concluirá...
Las Parcas, Moiras o Hadas son las hijas del Erebo y de la Noche. Sus nombres, Cloto, Láquesis y Átropos, es decir "hilandera, distribuidora e inflexible", siendo Cloto el Hada del presente, Láquesis del futuro y Átropos del pasado, se les representaba hilando el destino de hombres y Dioses. Cloto hilando, Láquesis midiendo y Átropos cortando con tijeras que no tienen apelación. El Fatum (Fatalidad) latino en su absoluta trascendencia, eran tan poderosas, que incluso se contaba que el propio Zeus se rendía ante ellas. – Nota del Autor.
Ilión o Troya, la mítica ciudad sitiada durante 10 años por una alianza de Ciudades-Estado griegas tras el rapto de Helena por Paris. Odiseo recibe la idea de Athena de ingresar a la ciudad en un Caballo gigante hecho de madera, con las tropas, para destruir la indomable ciudad por sus murallas, desde dentro. Relato de Homero. Como nota irónica, esta ciudad era una de las que más adoraba a Athena en los tiempos antiguos. – Nota del Autor.
En la víspera de la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra, Abraham preguntó a Jehová, tras conocer su juicio de destrucción a las viles ciudades, si este no perdonaría, por amor, a dichas ciudades si dentro de ellas encontrara al menos cien hombres justos, a lo que Jehová respondió que, si hallase tan pocos justos allí, perdonaría a estas. Abraham, en un intento desesperado, aboga por estas hasta reducir las esperanzas de esta a diez hombres: "Y volvió a decir: No se enoje ahora mi Señor si hablare solamente una vez: quizá se hallarán allí diez. No la destruiré, respondió, por amor a los diez." Fue la respuesta final de Jehová. Dicha ciudad no tuvo justos más los que se salvaron, y ambas fueron totalmente arrasadas por la ira del Señor. Este relato puede ser leído en el Libro de Génesis, en el capítulo 18:16 al 33. – Nota del Autor.
Para saber lo que ocurrió tras que Saga y Kanon salieran, no dejen de leer el Fanfic: Crónicas Zodiacales: Tauro: Honor, donde se relata el origen de este conflicto y el destino que Aldebarán tomara tras esto. – Nota del Autor.
Nada más podía ver Saga al sentir que el hálito de la vida parpadeaba al tiempo que recibía los terribles golpes propinados por el General Marina de Poseidón del Dragón Marino, Tiamat.
"¡El poder de este hombre... es asombroso!" exclamó en su mente, herido en su orgullo, totalmente fuera de sí. Saga tembló. ¿Sería posible que encontrara el final de su lucha aquí? ¿Ante un hombre y no ante un Dios? ¡El mismo Ares le había temido, se había echado hacia atrás al enfrentarle! ¡Había destruido las legiones del Señor Oscuro! ¡Había destrozado legiones de Marinas del Señor de los Mares! ¡Era un Santo Dorado de Athena! ¡El Santo Dorado de Géminis! ¡No perdería!
Invocando todas sus fuerzas, Saga dio vuelta sobre el suelo rodando ante la mirada impasible del Dragón del Mar, el cual sonrió.
"Veo que no eres cualquier cosa... pero tampoco eres algo extraordinario, hasta un Marina regular pudo haber sobrevivido a un ataque tan básico como éste..."
La voz y la actitud del enemigo del Santo Dorado de los Gemelos era acogedora, temible. Nunca antes, Saga había sentido tanta incertidumbre en un combate.
"Estoy de acuerdo" respondió Saga sonriendo, fingiendo confianza y escondiendo su miedo. "Tu ataque tampoco demuestra que seas mucho, y para corresponder a "tu atención", permíteme demostrarte algo de mi poder básico..."
Moviendo sus manos rápidamente de un lado al otro y sin perder más tiempo, Saga grita:
"¡Another Dimension!" dice al tiempo que la mancha terrible volviera a aparecer tras de sí y su rostro desapareciera en cuestión de milisegundos. Callado, Saga... ¿ora?
"Athena..." dice en su mente. "¡Ayúdame!"
[Música de Fondo: 108 Ma Sei]
Una risa terrible que enciende el aire, que consumiría cualquier cosa que estuviese viva a su alrededor, suena por todo Areópago que sigue de cerca el desarrollo de los eventos en el Templo Submarino del Dios de los Mares.
"¡Tonto!" exclama en su mente, al tiempo que sus ojos se incendian. "Athena no puede ayudarte en estos momentos, acudes al Dios equivocado, estúpido humano, sólo uno te escucha y espera el tiempo que reconozcas que eres el adecuado para la tarea..." alrededor del ente espiritual, Ares se regocija lleno de energía. "¡Hazlo humano! ¡Hazlo!"
Urge el Señor Oscuro de la Guerra.
[Tema de Fondo: Young Saints Oh]
Sin gran esfuerzo, Tiamat evade el ataque del Santo Dorado de Géminis una vez más y le responde:
"¡Imbécil! ¿Qué pretendes al atacarme con esa aburrida técnica una vez más? ¿Es así como pelea uno de los máximos guerreros de la Diosa Athena? ¡La Guerra está ganada!"
Las carcajadas burlonas de Tiamat llenan el aire, al tiempo que Saga abre los ojos interrumpiendo la inútil técnica.
"¿Qué me pasa?" pregunta sorprendido a sí mismo. "¡No estoy concentrado!" Las risas de Tiamat se escuchan con más insistencia y Saga, frunciendo el ceño, le observa preocupado. "¡Tengo miedo! ¡Tengo miedo de este hombre!" dice apretando los dientes.
"Y debes de hacerlo, tonto Santo de Athena..." interrumpe Tiamat altaneramente a Saga, el cual, sorprendido le mira, preguntándose "¿Te preguntas cómo logré escucharte, Géminis?" pregunta en voz alta Tiamat como si leyera el pensamiento.
Calla para observar los ojos temblorosos de Saga, llenos de preguntas sin respuestas... ¡Llenos de miedo! Volviendo a reír, Tiamat prosigue.
"No, no, niño, no leo las mentes si eso te preguntas, solo es que, mis sentidos son muy desarrollados, puedo escuchar el caer de un alfiler a cientos de metros de distancia, de otra manera, no podría ser el mejor guardián de este reino marino, en donde el silencio reina cuando su señor no se encuentra." Y brillando amenazadoramente, con fulgor anaranjado, el General del Dragón Marino prosigue. "¡Pero eso no durará una vez que nuestro Señor Poseidón aparezca, imbécil! Pues la tierra temblará ante su poder y será destruida ante la cólera de nuestro Señor... cuando Atlantis decida emitir sonidos, será el último que la humanidad escuche..." y como en extraña danza, Tiamat hace una extraña reverencia invocando el poder de su Cosmo. "Pero no debes de preocuparte tú, Saga de Géminis, puesto que para entonces, tú ni siquiera serás un recuerdo... ¡Muere al enfrentar la furia de mi técnica... Vida Primigenia!"
Y lanzando sus manos hacia arriba, Tiamat libera toda la energía, calentando de inmediato el aire. El rostro de Saga se cubre de un fino rocío.
"¿Qué?" pregunta sorprendido al sentir la humedad en su rostro. "¡Esto no es agua del mar! ¡Es mi propio sudor! ¿Qué... qué pasa?"
Volviendo a su alrededor, Saga se encuentra envuelto de un extraño Cosmo que transfigura los alrededores, distorsionándolos como si a través del agua se mirase y la temperatura, aumenta... ¡sin control!
"La Tierra era un lugar muy caliente cuando la vida surgió... Saga." Dice Tiamat sonriendo, satisfecho de mostrar una mejor técnica que la anterior. "El mar primordial era muy caliente... pero en este surgió el cultivo de la vida... lamentablemente, la evolución ha hecho de los descendientes de sus moradores, entes que no logran sobrevivir a tales circunstancias... la biosfera cambió tanto desde entonces." Dice lamentándose. "La vida que yo regalo... ¡es muerte para los demás!" dice al tiempo que con Cosmo, lanza una ráfaga de aire caliente que arremete contra Saga.
Como si el supuesto mar se revolviera, Saga es lanzado al aire, asfixiándose, y recibiendo cientos de golpes, al tiempo que su casco, vuela lejos de él y su capa, se destroza ante la furia del ataque.
"¿Athena? ¿Porqué me has abandonado?" pregunta Saga lleno de miedo al tiempo que la lluvia de impactos y el Cosmo abrasador le envuelve. "Si muriera ¿guiarías mi alma a los Campos Elíseos? ¿O acaso te olvidarías de mí?"
CRÓNICAS ZODIACALES: GÉMINIS: REVOLUCIÓN:
CAPÍTULO V: LA TORRE DE BABEL
[Tema de Fondo: Elysium]
Nada.
Saga no podía ver, ni escuchar nada.
"¿Estaré muerto?" se preguntó tras un rato, al tomar conciencia de que no estaba en ningún lugar que reconociera. Hizo un esfuerzo por sentir su cuerpo, el cual, parecía no existir simplemente. "¿Estoy muerto? ¿Es esto el Seol?"
Preguntó en voz alta. Nada, ni siquiera el eco de su propia voz le acompañó en esos momentos.
"¿Dónde estás, Athena? ¿Dónde estás para guiarme a los Campos Elíseos?" preguntó sin temor, mas con un dejo de rencor, con desesperanza. Ya no daba en su mente cabida a la duda de que en algún momento, la Diosa de los ojos grises respondiera a su llamado... si pudiera reiría, pensó.
Algo estremeció sus alrededores. Saga se puso alerta. Sin embargo, en esa oscuridad que le envolvía, en esa vacuidad de existir, no pudo expresar emociones, por medio de gesticulaciones... su cuerpo no existía, su cara no era. Su voz no existía. Quería gritar. Pero no tenía forma de hacerlo.
Entonces pudo observar claramente, como enfrente de él, la oscuridad se rompía en dos enormes orificios que proyectaban una temible luz roja... más allá de esa luz, al fondo cristalino, podía observar como... ¿un par de puntos negros?
Y entonces, sintió el peor estremecimiento de todos los que había sentido desde que aprendiera a sentir miedo este día, ésos no eran dos agujeros abiertos en la nada... ¡eran un par de ojos temibles! ¡Absolutamente llenos de ira, de poder! ¡Eran los ojos de Ares! ¡Aquellos mismos que viera retadoramente!
"Saga" escuchó la voz del Dios de la guerra atronadora, llenando el total de la especie de dimensión donde se encontraba. "Saga escúchame... yo soy Ares, Dios de la Guerra, Señor de la Furia, a quien acudían los guerreros a invocar la victoria en una pelea"
El gemelo escuchó atento las palabras que retronaban, al tiempo, que los ojos de Ares, parecían inyectarse más de poder.
"Soy el Señor que se regocija en acabar con sus enemigos, el que pisotea su orgullo y se posa sobre sus cadáveres, el que lanza a los buitres para comer sus despojos... ¡Mía es la gloria de la matanza, Saga!" su voz se volvió un poco menos belicosa ahora, mientras prosiguió. "Sin duda, eres fuerte, humano, mucho, pero aún en esta Tierra hay quienes pueden superarte... y no sólo entre los Dioses, sino entre los mismos hombres, como éste que ahora te ha atacado, éste que te ha superado."
Ares guardó silencio un momento para dejar que sus palabras surtieran efecto y se registraran en la conciencia del humano, sirviente de Athena.
"Es sólo con la ayuda de mi poder que podrás salir adelante ahora, Saga... ¡Imagina! ¡Tu gran poder aumentado con la gloria que sólo un Dios puede proporcionar! Nuestros poderes juntos nos harían invencibles, Saga de Géminis... ¡Acéptame dentro de ti! ¡Permíteme entrar y juntos destrocemos a quienes se pongan delante de nosotros! ¿Qué dices, Saga?"
Preguntó Ares. No hubo respuesta.
Lejos, más allá del cada vez menos fuerte ruido de la voz de Ares, Saga pudo percibir el sonido de agua, como la del mar al alcanzar la orilla. Y entonces, notó que esos ojos habían desaparecido, dando lugar a un punto de luz que se hizo más grande.
Y abrió sus ojos. La luz le lastimó. Estaba vivo.
Tirado sobre el suelo, pudo notar que ahora podía sentir el peso de su armadura, el peso de su cuerpo. Levantándose con dificultad, Saga pudo notar que Tiamat lo observaba con gesto serio.
"Así que... no mueres aún, ¿Eh, tonto Santo de Athena?" preguntó frustrado.
Saga, sosteniéndose con dificultad y con visión borrosa, enfocó con dificultad al Dragón del Mar, al cual primero veía triple, luego doble, finalmente, para unir ambas visiones que se fusionaban en una inestable imagen...
Saga, sintió como sus piernas temblaban. Tosió con dolor y, llevándose la mano al cuello, liberó por su boca una gran mancha de sangre que cayó a sus pies. El acre sabor de la sangre inundó sus papilas y un olor aferrado escoció a su nariz, la cual también comenzó a sangrar, lastimada de haber respirado un aire tan caliente como el provocado por la última técnica de Tiamat, el Dragón Marino.
"¡Estás más muerto que vivo, Géminis!" exclamó el General Marina con desdén. "Es inmoral que un sirviente de una Diosa de la Guerra no sepa renunciar a una lucha cuando debe... pero te prometo que esto me servirá de importante lección, y recordaré que los Santos Dorados son como insectos que se aferran a la vida, ya sea por testarudos, ya sea por miedo... ¡No les daré tanto tiempo cuando les encuentre de nueva cuenta!"
[Tema de Fondo: Greatest Eclipse]
Saga tosió nuevamente. Dolía. Y mucho. Cerrando sus ojos, invocó a su Cosmo. Su cuerpo se llenó de un fulgor glorioso que le envolvió totalmente, levantando su cabello. Ya no hablaba. Estaba guardando sus fuerzas, ya diezmadas, para otras cosas.
"¿Qué haces?" preguntó Tiamat bajando sus manos, intrigado ante la persistencia del guerrero que tenía frente de sí. Sin gesto aparente, como si de un muerto se tratara, Saga explotó sus sentidos alcanzando el Séptimo, prueba irrefutable de su rango entre los Santos de Athena. "¿Cómo es posible? ¡Casi está muerto y su Cosmo sigue creciendo!" pensó el Dragón Marino asombrado. "¿Es éste el poder de un Santo de Athena?"
Saga volvió sus ojos contra su oponente, y dando un paso adelante, pareció desaparecer de pronto.
"¿Qué?" preguntó exclamando Tiamat, volviendo su vista a un lado y al otro buscándole. Saga, apareció detrás de él y comenzó a golpearle con una ráfaga impresionante de golpes. Sorprendido, el General Marina recibió estos con sorpresa más que con dolor, intentando volverse de pronto, lo más rápido posible para defenderse de estos, inútilmente.
Abandonado al Séptimo Sentido, Saga descargó sus golpes llenos de poder, Tiamat, cayó al piso lleno de dolor, mientras seguía recibiendo las patadas y golpes del Santo de Géminis a la velocidad de la luz. Lanzado hasta el otro lado, Saga permaneció de pie y abrió ambas manos proyectando el resto de su Cosmo contra su adversario.
Alrededor de Tiamat, cientos de esferas parecidas a planetas se proyectaron a su alrededor.
"¿Qué es esto?" preguntó el Dragón Marino asombrado, sin alcanzar a acertar a dónde ir para evitar el temible Cosmo que le rodeaba.
"¡Galaxian...!" respiró con dificultad Saga para invocar su máximo poder. "... ¡Explosion!"
En un santiamén, todas las esferas se juntaron sobre Tiamat y descargó millones de golpes contra éste, el cual, sobrecogido por el temor de esta técnica, recibió el castigo del Santo Dorado de Athena profiriendo un grito que testimoniaba el dolor que le ocasionaba esto. Una increíble emisión de energía, inundó los alrededores, destruyendo los riscos con furia, en destellos dorados.
Saga, debilitado a su límite, trastabilló y cayó sobre su rodilla derecha, respirando con dificultad, agitado pero aliviado, al sentir que el resultado de la batalla se había decidido a su favor. El estruendo de la técnica fue desapareciendo poco a poco, apenas podía ver, todo se volvía borroso, y la luz de su energía, de su Cosmo, de su vida entera fue abandonando el sitio, dando lugar al silencio absoluto, pudiendo al final escuchar, el leve trueno de su técnica desapareciendo poco a poco y el ritmo agitado de su difícil respiración.
"Está... hecho" pensó Saga, sintiendo que perdía el sentido.
"En verdad..." escuchó de pronto la voz de Tiamat con gran sorpresa, como si millones de cristales se fragmentaran de pronto. "... Eres un ser extraordinario, Saga, Santo Dorado de Géminis de Athena,..." con dificultad, Saga logró mirar hacia el frente, para ver a un herido Dragón Marino caminar con dificultad hacia él. "Justo cuando tu vida se escapa, lograste aumentar tu Cosmo para golpearme de una manera que nadie ha hecho jamás."
Desfalleciendo, Saga se aferró a su conciencia, apoyando ambas manos en el suelo, luchando contra el deseo de desmayarse. ¡No era posible lo que estaba viviendo en estos momentos!
[Tema de Fondo: Tenkai Hen Josou' he no Henzu]
"Pero, a pesar de todo, sigues siendo insuficiente para mí..." dijo finalmente, apoyándose en sus pies de manera firme ante Saga, que derrotado, levantó su mirada con dificultad, para mirar a un enemigo que se antojaba imposible de vencer.
Saga tosió una vez más, expulsando más sangre. Estaba acabado. No había más nada que hacer.
"Eres el primer ser que me obliga a llegar tan lejos como para usar el Mar Primigenio... y ahora... ahora serás el primero que experimente también mi último ken..." la voz de Tiamat era cansada y sorprendida. "Es momento de que tu vida se termine y que te hagas a un lado, Saga de Géminis."
Y brillando en fulgor naranja, el General Marina prosiguió, mientras que Saga bajó su cabeza haciendo paz en su mente con la idea de su derrota.
"La Retracción de la Vida es mi última técnica, Santo de Athena, súfrela..." declaró finalmente el Dragón Marino sin pasión, al borde de caer exhausto.
Abriendo su mano sobre Saga, proyectó su Cosmo sobre el Santo Dorado de Géminis aplicando una presión que hundió al Santo totalmente al suelo, al tiempo que, grietas se abrían alrededor del cuerpo de éste.
"La Retracción de la Vida hará que tus células se colapsen, Saga, pues como dador de vida, también puedo quitarla... será tu débil llama la que ahora me alimente a mí y permitirá que salga de este encuentro lo suficientemente fuerte para recuperarme."
Y aplicando más furia a su ataque, Tiamat concluyó.
"No te levantes más."
[Tema de Fondo: Seiya to Marin y Senki No Kutou]
Derrotado, Saga recibe la Retracción de la Vida resignado. Sus ojos, su nariz, sus orejas expulsando sangre, sintiendo, mientras sus sentidos no le abandonan, cómo cada poro de su cuerpo, sangra.
"Mi vida... me deja... lo sé" medita Saga sin miedo. "He cometido un error del cual no puedo regresar... jamás pude cumplir aquello que siempre quise, muero, y muero engañado, sin conocer la verdad que tanto ansié en mi vida encontrar..."
Mezclándose con su sangre, de sus ojos escapan lágrimas, no de dolor físico, de autocompasión, de tristeza. A su mente, acudiendo momentos felices... Aiolos disparando al cielo imaginariamente, Shion acariciando su cabeza aprobadoramente. "Se acabó..."
Piensa Saga cerrando sus ojos, dispuesto a abandonarse al abrazo frío de la muerte, más allá del dolor, más allá de todo.
"Sólo siento que jamás hallaré reposo... ¿Podré comprender lo que deseo después de la vida?"
Y así, la oscuridad lo envuelve, un poco bienvenida.
"Saga... ¡Saga!" escucha el Santo de Géminis en su inconsciencia. "¡Aún puedes vivir! ¡Yo soy la respuesta que buscas! ¡Yo soy la herramienta que requieres!"
"¿Ares?" pregunta el Santo de Géminis. "¿Qué quieres de mí, un ser derrotado?"
"Al permitirme habitar tu cuerpo, podrías revivir y conquistar tu destino..." responde Ares con voz tentadora. "¡Saga! ¡Yo conozco que éste no es tu destino! ¡Acéptame y comprenderás mucho más! Esto no es más que un revés... ¡Una trampa!"
Sorprendido ante estas palabras, Saga escucha atento. Pensando. Midiendo sus posibilidades.
"¡Tu viniste a este mundo con la estrella del cambio como guía! ¡Escapa a esta trampa impuesta por el destino, Saga! Los Dioses te temen... ¡te temen! Solo tú eres capaz de cambiar el rumbo de las cosas... ¡Nadie más que tú, asesino de Dioses!"
"¡Athena!" exclama Saga cerrando los ojos, lleno de dolor, de decepción. "¡Athena!"
"¿Dónde está ella ahora, Saga?" pregunta Ares desesperado, al sentir y adivinar, que el influjo de vida comienza a abandonar definitivamente al Santo de Géminis, adivinando que es su última oportunidad para poder adquirir el cuerpo de este mortal. "¿No ves que ella también te teme? ¿No ves que ella no está y yo sí? ¿Porqué te cuesta tanto trabajo creerme? ¿No soy el que está contigo en estos momentos? ¿No soy yo acaso el que ha estado contigo en cada momento de tu vida?"
Y entonces, Saga pudo sentirlo, un dolor intenso en su pecho. Su corazón, espasmódicamente, comenzó a experimentar los terrores de la parálisis.
[Tema de Fondo: Atenía No Seitoushi]
"No te creo... ¡porque eres un Dios!" dijo con odio. "¡Calaña de Athena! ¡Mentirosos, traidores! Como desearía... acabar con todos ustedes, malditos... destruyeron mi vida... me destruyeron a mí..."
Y entonces, se detuvo. El corazón de Saga, se detiene, al tiempo que su mente, experimenta la liberación de endorfinas que acompañan a la muerte.
"¡Lo haré... pero para ello necesitaría... vivir...!"
Con cansancio, Tiamat comprueba que su técnica se detiene.
"Muerto." Dice con tranquilidad. "Estás muerto, Saga, la Retracción deja de surtir efecto cuando no hay más nada que quitar..." Y viendo a sus manos, Tiamat medita. "No era mucho lo que tenías, apenas y siento fuerzas..."
Pesadamente, el General Marina comienza a caminar lejos del cuerpo de Saga para sentarse.
"Debo... recuperar mi aliento para volver a mi Pilar... ¡Señor Poseidón, que las Nereidas me bendigan! Necesito su toque divino para vivir..."
"Muerto" declara Ares frustrado. "¡Muerto! ¡Maldito Hijo de Perra Humana!" grita enojado Ares. "Obstinado y necio... ¡Su orgullo pudo más que el sentido común! ¡Maldito!"
El aire contaminado, se revuelve furioso a su alrededor. Lleno de odio, exclama.
"Ojalá que tu alma vague por el Hades eternamente, maldito Saga, padeciendo la muerte millones de veces sin encontrar jamás el descanso... "
Un rayo negro cae cerca de donde el Dios de la guerra se revuelve.
"Pero no eras el único, aún queda tu hermano, Saga... ¡Kanon!" y dejando atrás su furia de manera súbita, el Señor Oscuro prosigue. "Él puede ser tan poderoso como tú, si... el tiempo no es un problema para los inmortales como nosotros..."
Pero la meditación de Ares se ve interrumpida de pronto por un fuerte Cosmo que inunda la Colina del Juicio de manera total.
"¿Qué... es esto?" pregunta Ares asombrado. "¡Yo conozco este Cosmo...es el Cosmo de... Saga!"
A la mención del nombre del Santo Dorado de Géminis, una luz asombrosa ilumina el lugar, y la presencia del hermano menor de Kanon se hace manifiesta frente a Ares, en toda su gloria, envuelto en la divina armadura de Géminis al tiempo que sus ojos, en destellos dorados, se abre para observarlo.
"¡Ares!" dice sin rodeos. "¡Entra en mi cuerpo, ahora!"
Tomado por sorpresa, Ares observa el prodigio frente a sus ojos, pero recuperándose rápidamente comprende, el alma de Saga, sin embarcarse aún en la barca del Estigia, se aferra a la vida de la única manera posible: accediendo a aquello que el Dios de la Guerra le ofreciera.
"Así sea" responde Ares con júbilo, al tiempo que ambas presencias desaparecen.
Tiamat, poniéndose de pie, observa el cuerpo de Saga inmóvil. Algo cercano a la simpatía invade su Cosmo, pero, retomando la conciencia de la naturaleza del hombre que tiene frente de sí, adquiere un gesto de desdén.
"Serás comida de peces, Santo de Athena" piensa con desprecio. "Y en tu muerte nos serás útil a todos nosotros, los sirvientes de Poseidón, ya que tu armadura será el vehículo que nos permitirá entrar con libertad al Santuario de tu Diosa y poderla destruir desde adentro, antes que más como tú se atrevan a profanar el Templo de Nuestro Señor."
Revisando sus escamas, Dragón Marino comprueba el daño que el último ataque de Saga le ocasionara.
"Tomará un tiempo antes de que estas Escamas estén listas para volver a resistir algunos ataques..." y viendo de nuevo al cadáver de Saga, Tiamat piensa. "¡Maldito! Aún en tu muerte sigues siendo un estorbo para mí, pero ya estamos alertas... el siguiente ataque será nuestro, y el definitivo."
Dando la espalda al cuerpo, Tiamat comienza a caminar al tiempo que piensa.
"Serán mis tropas las que se encarguen de ti y colgaré tu cabeza como trofeo en mi habitación, Saga de Géminis."
Los pasos de Tiamat llenan el silencio del Santuario Marino, lentos, casi arrastrándose, demostrando lo terrible que la batalla contra Saga fuera para él, mucho más de lo que jamás hubiera concedido antes... pero entonces...
Un fulgor enorme ilumina a Tiamat desde detrás.
"¿Qué?" pregunta abriendo los ojos con temor, con sorpresa, casi siendo lanzado hacia delante por la explosión terrible de poder cósmico que sintiera. "¿Qué es esto?"
Volviéndose rápidamente Tiamat busca el cuerpo de Saga. En medio del grandísimo fulgor, y cerrando sus ojos para no quedarse ciego, la silueta del cuerpo de Saga se dibuja negra en medio de la temible explosión de energía.
"¡Esto es inaudito!" exclama Tiamat en su mente. "¿Qué es este hombre?" pregunta asombrado.
Notando que el cuerpo se levanta, Tiamat teme. Siente que el terror hiela la sangre desde sus venas.
"¡Pero si estaba muerto! ¡Esto es imposible... Imposible!" grita al tiempo que, como un conejo asustado, inmóvil, observase la muerte aproximarse, grita. "¿Qué eres?"
La luz dorada alcanza un nuevo grado de incandescencia al tiempo que el cuerpo de Saga se yergue orgulloso. Un par de manchas rojas aparecen donde debieran estar los ojos del Santo de Géminis y una mueca se dibuja siniestra. Desapareciendo el fulgor, Tiamat, observa impotente, como la presencia del otrora humano Santo, presenta un aspecto transfigurado.
"¡Su cabello... totalmente gris!" exclama Tiamat en su mente. "¡Sus ojos inyectados en sangre! ¡Su postura, encorvada y amenazante! ¡Su Cosmo, más fuerte que nunca!"
Una risa terrible, como si decenas de truenos cayesen al mismo tiempo en un solo sitio, inunda el lugar. Una risa emanando del mismo cadáver de Saga, un cadáver animado por la irrupción de un Dios en su naturaleza.
"¡Regocíjate humano!" grita el cuerpo que ya no es Saga, sino algo más terrible. "Pues has presenciado lo que está vedado a los ojos de mis propios hijos... ¡el renacer de un Dios!"
[Tema de Fondo: Lucifer Child of Dawn]
"¿Qué?" atina a preguntar solamente un confundido Tiamat. "¿Qué dices?"
Riéndose con sorna, el cuerpo de Saga, mira a Tiamat con una sonrisa burlona al tiempo que responde.
"No intentes comprender aquello que está fuera de tus límites, humano" Y concluyendo su risa, prosigue. "Lo único que debes de comprender es que el hilo de tu vida ha llegado a su fin, soy las tijeras de Átropos, que concluirán con tu existencia en este plano..."
"¿Qué dices?" pregunta Tiamat recuperando un poco su compostura. "¿No sabes qué estás terminado, tonto Santo de Athena?"
Abriendo los ojos sorprendido, Ares observa a Tiamat divertido.
"¿Santo... de Athena?" al tiempo que estalla nuevamente en esa carcajada terrible, semejante a la furia contenida de la tormenta. "¡Tonto!" exclama. "Yo no soy un Santo de Athena".
"¡Soy un Santo de Athena!" exclama Saga con decisión. Envuelto en un mar de llamas, que anuncian la presencia de Ares dentro de sí, Saga se da cuenta que el Dios de la Guerra lo ocupa todo, empujándolo fuera de sí mismo. "¡Y yo soy tu amo!"
La risa, la misma risa atronadora es escuchada por Saga.
"No, tonto hijo de humana, nadie es dueño de Ares... ¡Has caído en mi trampa, inútil hijo de perra! ¡Cuánto esperé a derrotarte aquí, donde yo reino supremo!"
Lanzando su furia, Saga recibe el embate del Cosmo agresor de Ares.
Embriagado de alegría, Ares da un paso adelante, explotando el Cosmo de su anfitrión.
"¡Ah! Manifestar poder es un placer tan absoluto..." dice al tiempo que Ares observa las manos del cuerpo que habita. "Estas manos segarán muchas vidas, estas manos serán las que maten a Athena, serán las que ganen la guerra."
Alcanzando el Séptimo Sentido, Dragón Marino se lanza contra Ares en una lucha desesperada, lanzando golpes a la velocidad de la luz, todos ellos esquivados por la velocidad de Ares, que, sin siquiera verlo, sigue admirando su nuevo cuerpo.
"¡Tiemblen todos! ¡Tiemblen todos ustedes, humanos y Dioses! ¡Ares está aquí!" dice al tiempo que vocifera, lanzando a Tiamat lejos, que, ni con la velocidad de la luz, logra evadir esta manifestación tan simple para Ares, de poder.
Cayendo fuertemente, el Dragón Marino mira desde lejos a Ares, brillando en gloria.
"¡Este no es el hombre al que me enfrenté!" piensa con terror. "¡Este es un monstruo que ha asumido la forma de Saga, pero su poder, la calidad de su Cosmo, emana maldad e irradia odio absoluto! ¡Es todo o nada!"
Y levantándose, de pie y llamando a su Cosmo, Tiamat grita:
"¡Vida Primigenia!"
Cambiando los alrededores, el paisaje se distorsiona nuevamente, al tiempo que el aire se calienta.
"Tus pulmones se quemarán, maldito..." exclama Tiamat desesperado. "¡Aunque yo muera, te llevaré conmigo!"
Con indiferencia, Ares se vuelve hacia el General Marina, distrayendo su atención de su admiración y observa sus alrededores tras detener brevemente su vista en éste.
"Piensa muy bien lo que harás, humano..." dice con una mueca maligna. "Estás por cometer un pecado imperdonable."
Abriendo los ojos con sorpresa, y lleno de indignación, el Dragón Marino exclama.
"¿Qué palabras has dicho, Santo de Athena?" Y concentrando su energía en sus manos, Tiamat levanta las manos suspendiendo la liberación de esta para decir. "¡Has dicho tu último insulto! ¡Primero profanas el suelo de Atlantis al posar tus plantas en nuestro suelo sagrado y ahora dices que atacarte es un pecado! ¡Te has vuelto totalmente loco, solo así puedo entender la fiereza de tu Cosmo! Pero ya te había exterminado una vez... ¡Puedo hacerlo otra vez!"
Haciendo caso omiso a las palabras y a la rabia de Tiamat, Ares responde simplemente.
"Está escrito que aquel que ose levantar su mano contra un Dios, recibirá de vuelta su ataque con furia redoblada."
Silencio. Solo el silencio siguió a esta declaración. El incesante sonido de energía producida por Tiamat era lo único audible, y su exclamación de asombro, que escapó como un susurro.
"¡Estás loco!"
Abriendo sus palmas en el aire, y expulsando su energía contenida, el ataque de Tiamat se reanuda, con furia inédita, desesperada, en el que reconoce que es su último ataque. Ares se vuelve con una sonrisa, y negando con su cabeza se limita a responder.
"Hmm."
Tiamat mira atento como su ataque rodea el cuerpo de Saga, y sonríe, casi desfalleciendo al ver como ésta le rodea totalmente.
"Gané..." su visión borrándose, el Dragón Marino se abandona satisfecho al sentir que su deber ha sido cumplido. Tiamat cae desmayado en un aparente, compasivo momento que las Parcas regalan al valiente General Marina de Poseidón, pues al perder el sentido, es incapaz de observar cómo su última técnica se vuelve inefectiva ante Ares.
Rodeándole, la técnica se mueve hacia arriba en un haz arremolinado, y un cono inmenso de energía se posiciona sobre la cabeza de el cuerpo del Santo Dorado de Géminis. Desprendiendo energía y relámpagos, El Mar Primigenio se vuelve contra su creador y descarga su furia, redoblada, tal y como Ares sentenciara, destrozando cualquier residuo de vida que Tiamat conservara.
Así, bendecido por la inconsciencia, el General Marina del Atlántico Norte, Tiamat de Dragón Marino, deja este plano de existencia. El final es terrible, pero rápido, expedito, efectivo y justamente honorable, para el guerrero de Poseidón.
Ares, brillando en poder, observa sus manos, produciéndose un extraño fenómeno en sí mismo, pues su rostro, se encuentra ensombrecido como manifestación de la presencia intrusa de éste en el cuerpo que habita. Totalmente lleno de gozo, la risa malévola de Ares llena el lugar, al mirar alrededor suyo los cuerpos caídos de todos aquellos guerreros que combatieran desde el comienzo de la invasión de Saga al Santuario Marino de Atlantis.
El cuerpo de Tiamat, los soldados comunes del Dios marino, calcinados, otros, muertos al instante. Y comprende que esta batalla ha fortalecido a Hades, pero también a él. Haciendo uso de su conciencia divina, Ares logra explorar hasta cada último y recóndito sitio del ser que lo alberga. En verdad el cuerpo de este humano es poderoso.
"¡Soy poderoso! ¡El más poderoso de esta Tierra!" estalla en carcajadas.
"¡No! ¡Yo soy el más poderoso de la Tierra!" dice la voz de Saga que, dentro de su cuerpo, lucha por recuperar su independencia, su espacio en su propio ser. "¡Si el precio de mi vida es dejarte mi cuerpo, entonces de nada vale tenerla! Pues ceder ante tu presencia no sería más que terminar siendo aquello mismo que me niego y me he negado todo el tiempo a ser... ¡Un títere en las manos de un Dios!"
Ares escucha esta declaración con placer y muestra una sonrisa llena de maldad.
"¡Tonto humano! ¿Tanto te valoras que pensabas seriamente que yo iba a aceptar menos que esto? ¡Tu existencia es un mero hecho fortuito! Un presagio... mi destino era tenerte, para así infiltrarme en el Santuario de la rebelde Diosa de la Sabiduría y la Estrategia... ¡Jamás ella esperaría que le pague con la misma moneda que ella diera en la valiente Ilión!"
"¡Ares, escúchame...! Así como no te temí en tu reino de Areópago, no te temo en mi interior, donde yo soy el amo absoluto..." amenaza el Santo de Géminis.
"¿Qué tan idiota puedes llegar a ser, Saga?" pregunta Ares comenzando a perder la paciencia ante el imparable zumbido del molesto insecto al que consideraba a este humano. "¿Acaso no te has dado cuenta que no eres dueño ni de tu propio cuerpo? ¡Eres un loco castigado por nosotros! No controlas tu mente, no controlas tu cuerpo, no eres dueño sino de tus decepciones y de tus sueños de grandeza, al final, todas esperanzas vanas, pues ahora ha llegado el verdadero soberano de El Santuario de Athena y el que será el verdadero rey de todo el Universo!"
"¿Castigado yo por... ustedes los Dioses?" pregunta Saga con dolor, pudiendo dar una respuesta a su tormento, y llenándose de ira infinita. "¿Castigado...?" Y herido en su amor propio, Saga reflexiona el poco respeto que todos los Dioses tienen por la vida de un humano, de un siervo. "¿Acaso no fui yo fiel a Athena todos estos años?" pregunta lleno de dolor. "¿Acaso no pudo ella defenderme?"
Ares guarda silencio, sin responder el enigma de la ausencia de Athena. No estando muy seguro de que ella no estuviera enterada de todos estos acontecimientos, pero asumiendo que, siendo posible, el destino quizá había decidido que, solo para variar, en esta generación, sería la llamada Diosa de las Guerras Justas, la perdedora por vez primera en toda su existencia.
"¿Qué pasa, Saga?" desafía Ares a la conciencia del Santo Dorado de Géminis. "¿Acaso te has rendido ante la fuerza de los acontecimientos? ¿Te das cuenta de que lo que te he dicho podría ser verdad?"
Lleno de furia, el Cosmo de Saga se vuelca dentro de sí en ataque contra el espurio ocupante.
"¡Pagarán caro su castigo, Dios de la Guerra! ¡Pagarán cara su falta de respeto por los humanos! ¡Me volveré en su peor tormento y libraré a este mundo de su presencia intrusa! ¡Yo libraré al mundo de sus invasiones!"
Desde fuera, el cuerpo de Saga, ocupado por Ares, no demuestra en absoluto, ni por emisión de Cosmo, ni por sonidos, la terrible lucha que se desarrolla en su interior, pero dentro, como incontenible lluvia de estrellas, Saga lanza un ataque contra Ares con furia temible.
"¡Esto... es doloroso!" piensa Saga con tristeza. "Pero es mi último recurso... es mi último as."
"¡Basta!" exclama a su vez Ares con fastidio. "¡Te he soportado más de la cuenta, niño! Desde que te enfrenté por vez primera, esperé el momento de encerrarte en tu propia mente, he diseñado tu justo castigo por tu arrogancia y tus aires de superioridad... osaste ser altanero conmigo, aunque admito que ser servil no te hubiera servido de mucho, el resultado al final, habría sido el mismo." Y brillando en Cosmo negro, Ares concluye. "Como los Cíclopes fueron encerrados en el Etna, ahora yo te encerraré a ti, en tu propia mente, para ser testigo impotente de los hechos que yo cometeré en mi nombre, por medio de ti... ¡Verás irse tu potencial al ser explotado por alguien que verdaderamente sabrá como hacerlo! ¡Regocíjate, Saga! En parte, verás lo que muchos no sobrevivirán... mi victoria por la obtención del Cosmo."
Estallando en energía, Ares contraataca con golpes fuertes, a la conciencia de Saga que le ataca sin misericordia. El encuentro de voluntades es titánico, si este se realizara de manera física en el mundo, no habría montaña que lo soportara. Un breve temblor sacude a Atlantis, al llevarse a cabo el último de los golpes del ataque terrible... y luego, el silencio.
El cuerpo de Saga, permanece de pie, pero suelto, como si nada lo retuviera en totalmente, con firmeza. Agachado, su cabello manifiesta cambios de azul a gris, de gris a azul... hasta que al final, el azul desaparece y ominosamente, el par de ojos del Santo de Géminis, se abren, abyectos en maldad, rojos como la sangre.
"La victoria, como estaba predestinado... ¡es mía!" anuncia con voz temible Ares. "Saga ha sido derrotado y ahora... ¡Yo, Ares, soy el heredero de La Tierra!"
A su proclamación, sigue una serie de carcajadas sonoras, escalofriantes.
"¡Tiemblen Dioses todos! ¡Tiemblen los cielos, los mares y La Tierra! Al fin, la balanza cósmica se ha inclinado a favor de Ares, Dios de la Guerra... he sabido esperar mi momento, y ahora, con el poder del que soy capaz, dominaré el universo ¡Pues tengo el poder de matar Dioses!"
Caminando con paso firme, Ares abre los brazos en su celebración, disfrutando cada momento de su existencia mortal, cada momento de su llegada total a esta dimensión.
[Tema de fondo: Warriors of Constellation]
"¡No podía tener mejor llegada! ¡Dos combates temibles con lo mejor que este mundo tenía por ofrecer! ¡Dos muertes que me fortalecen!" Y viendo a la bóveda de Atlantis, sonríe. "¡Escúchame, mundo! ¡Soy Ares, tu futuro dueño! ¿Quién le habría dicho a mi odiada hermana, que su cuidadosa labor de recolectar las armas más poderosas de este universo sólo servirían para que cayeran en manos de Ares, el Señor Terrible?"
Explorando su mente, Ares nota que la conciencia de Saga ha desaparecido, pero permanece allí, dormida.
"¡Cobarde! Al final no son otra cosa... ¡cobardes! Pero que duerma, todo lo que quiera... ¡No podrá hacerlo eternamente!"
Extendiendo su mano, el casco de la armadura de Géminis se posa sobre la mano de Ares.
"Tal parece que estas armaduras no son tan inteligentes como lo pensé" medita el Señor de la Guerra Salvaje. "Creí que me resultaría difícil conservarla sobre mí una vez que asumiera control total sobre el cuerpo de Saga, pero parece que está fascinada con mi presencia" dice riendo lleno de orgullo. "¿O acaso es que todo está destinado a rendirse ante mí?"
(La armadura no se ha ido, Ares, porque sigue protegiéndome a mí... su legítimo dueño.)
Interrumpe los pensamientos de Ares una voz extraña, profunda, parecida a la de Saga, pero, distorsionada.
"¿Quién es?" pregunta Ares sorprendido volviéndose hacia todos lados. "¿Quién osa retar al Señor Oscuro?"
Una carcajada ahogada obtiene únicamente por respuesta. Al tiempo que Ares, agudiza sus sentidos, buscando a su nuevo rival.
"¡Cuando te encuentre, te exterminaré lentamente, seas quien seas!" amenaza vociferando Ares, dejando escapar un fino rocío de saliva de entre sus labios, haciendo arder su oscuro Cosmo.
(¿Sabías que al encarnar un Dios es el momento en qué más débil es?)
Volviéndose violentamente a sus espaldas, donde creyera que escuchara la voz, Ares se encuentra con un paisaje destrozado, que remotamente recuerda a aquel que viera Saga a su llegada. ¿Qué escuchaba?
(Ares... Ares... Ares...) lamenta la voz. (Hablabas de realizar una proeza al pensar que podrías convertirte en un Caballo de Troya en el Santuario...¡Pero jamás pensaste que tu mismo podías estar entrando en una trampa que creías controlabas!) Abriendo los ojos llenos de sorpresa, Ares grita:
"¿Qué dices? ¿Dónde estás?" dice al tiempo que vuelve una vez más a un lado y hacia el otro en búsqueda de su retador.
(Que eres un ignorante) declara la voz con sorna. (Que ignoras el temible poder que puede tener un humano, porque siempre has sido tan tonto como par subestimar a estos. Idiota.)
"¿Cómo te atreves, mal nacido?" vocifera Ares totalmente fuera de sus cabales, levantando una ráfaga de aire acompañada de Cosmo iracundo. "¡Preséntate ante mí, y repite esas palabras delante de mis ojos, si crees que eres tan valiente y estúpido como para hacerlo!"
Al desafío de Ares, le sigue una carcajada malsana.
(¿Tus ojos?) Pregunta finalmente la voz. (Esos no son tus ojos... Dios de los tontos, esos ojos son ¡los míos!)
Y deteniéndose en seco ante esa última declaración, Ares, abre los mismo al comenzar a comprender que aquella voz no es otra sino...
Oscuridad absoluta. Nada. De pronto, Ares, no pudo ver absolutamente nada, y profiriendo un grito de temor, exclama.
"¡Mis ojos! ¡Mis ojos, no veo nada!" Llevándose sus manos a los mismos.
La risa terrible que le atormentara hacía momentos vuelve a escucharse.
"¿Qué me has hecho, maldita víbora?" pregunta lleno de furia el Dios guerrero.
(Shhh.) Ordena la otra voz. (No maldigas a las serpientes, hijo de Hera, son animales sagrados, consagrados por el mismo Zeus y Gaia. Y a lo que has preguntado, sólo te respondo... ¿verdaderamente crees que lo que hicieron fue castigarme al tocarme con su dedo?)
"¿Qué?" pregunta Ares volviéndose a su interior pero no encontrando nada en su interior, comprende que la conciencia de Saga duerme aún. ¿Qué misterio tenía frente de sí?
(Jamás pensaste que los humanos somos seres adaptables... ¡tan poco respeto y conocimiento muestras por la naturaleza de ellos! Pero ese, precisamente ha sido tu grave error...) Diagnostica la voz cavernosa, tan temible como la suya propia. (Pues incidentalmente me dieron la fuerza agregada para poder robarles su poder y añadirlo al mío propio.)
[Tema de Fondo: Another Holy War]
"¿Qué palabras has dicho?" pregunta Ares totalmente fuera de sí. "¿Quieres decir que me acorralaste como a un ratón en jaula? ¿Que has jugado con un Dios?"
(¿Acaso no han hecho ustedes eso con nosotros desde el comienzo de los tiempos, grandísimos desagradecidos?) Espeta la voz de vuelta llena de indignación. (¿Acaso no han jugado con nosotros de manera incansable, acabando a nuestros padres e hijos? ¡Matando poblaciones enteras para satisfacer sus entretenimientos retorcidos!)
"¡Maldito! ¡Jamás comprenderías lo que es ser un Dios! ¡Lo angustiante de la inmovilidad! ¡El no tener más nada a qué aspirar!" Responde sintiendo una especie de temor, el Dios Oscuro.
(Bien, pues ahora experimentarás la revolución de lo que es habitar un cuerpo humano... ¡Sabrás que hasta un Dios debe tener cuidado al desear algo, porque puede cumplírsele!)
[Tema de fondo: Shining Bronze Knight]
Brillando en aura dorada, el cuerpo inconsciente de Saga se levanta por prodigio, flotando en un solo sitio en el aire, totalmente suelto, sin fuerzas, pero irradiando incandescente Cosmo, que de pronto escapa como llamaradas de sus dedos, de su boca, de sus ojos en blanco.
(Ahora sabrás lo que es ver a través de ojos humanos la vida... encerrado en este cuerpo del que te intentaste adueñar de manera ilegítima y por los únicos medios que pareciera, tú y tu clase parecen dominar a la perfección: por el engaño.) Y volviendo un temible fuego de vida que se vuelca dentro de si arrasando el alma de Ares, la voz prosigue. (¡Regocíjate, Ares! Pues no morirás, sino que cooperarás a la causa que es tuya y es mía... el exterminio de tu raza y el dominio del universo, sólo que esta vez, no en tus manos, sino en las mías propias... ¡en las manos de Saga de Géminis!) Sentencia jugando con las palabras que pronunciara momentos antes el altanero Dios al sentir su victoria asegurada.
Ares contraataca con todo el vigor que sus fuerzas le dan, pero ciertamente, el proceso de encarnación es uno muy delicado, que exige un cierto control que requiere de toda la concentración divina del ente, uno que es fácilmente roto, por un ataque tan vicioso como el que experimenta ahora.
"¡No me doblegaré!" responde Ares defendiéndose. "¡Soy Ares, Dios de la Guerra! ¡Jamás sucumbiré ante un indigno gusano como tú!"
(Inútil. Palabras de inútil.) Responde la voz simplemente al reanudar su ataque con mayor intensidad.
Incontenible, el cuerpo de Saga, en el mundo material, se agita como un muñeco de trapo, al ser el campo de batalla de dos seres de descomunal fuerza. Una batalla que sólo puede concluir con un victorioso y un perdedor.
"¡No! ¡No! ¡No puedo terminar así!" grita Ares al darse cuenta que su ardid se ha perdido, que su movimiento lo ha puesto en un inevitable jaque. Implacable, el ataque de Saga prosigue, hasta que al fin, doblega al hijo de Hera y de Zeus. Hasta que al final, Ares, duerme, y es encerrado en un oscuro rincón del cerebro de Saga.
El final de la batalla es anunciado por un viento que levanta una tolvanera en Atlantis entera. De manera serena, y dejando de brillar, el cuerpo de Saga se posa sobre el suelo y todo termina. El cabello del cuerpo retorna a su color azulado natural, al tiempo que una calma, que sigue a una tormenta, invade ahora los alrededores.
Saga duerme.
Filtrándose a través del océano, el sol de Apolo baña su rostro, su cuerpo, calentándole, hasta que, después de largos minutos, los dedos de Saga se mueven, como después de estar entumidos, y, frunciendo el ceño, el gemelo nota el calor del carro de Efebo que da en su cara.
Al abrir sus ojos, Saga lo primero que observa, son las pacíficas aguas que cubren como un cielo el Santuario Marino de Poseidón.
Y tras mirarlo un rato, Saga sonríe, de manera dulce.
"¡Qué bello es el mundo!" piensa alegre. "¡Qué lugar tan frágil!" prosigue con su pensamiento tras unos momentos. "Por ello, es justo defenderlo" concluye. "Defenderlo de las conciencias malignas que amenazan con destruirlo... yo, Saga de Géminis, juro que haré todo lo posible, por hacer de este lugar, un sitio seguro para la humanidad, al precio que sea."
Y cerrando el puño, Saga, se debate entre personalidades... su cabello, revolviéndose, tornándose gris y su voz cambiante.
[Tema de Fondo: Seven Generals]
(Lo haremos, Saga... bajo el único método que es incuestionable para hombres y Dioses, bajo el yugo de hierro del poder, de la voluntad, ¡de la decisión! El conocimiento te ha puesto en un momento de privilegio... ¡serás el defensor y libertador del mundo! Acabemos con los Dioses y con sus creyentes, para hacer de este mundo un sitio de respeto... a través del temor que infundas en los demás, podrás ascender a la posición que te corresponde: ser monarca de todo un universo... ¡ser más que un Dios!)
Saga sonríe. Hoy, por fin pudo darse cuenta, que esta voz estuvo allí para impulsarle, cuando nadie más lo hiciera.
Y el ir y venir de las Horas se sucede sin fin como desde comienzos del tiempo. La Carroza de Apolo recorre la bóveda celeste, completando un ciclo anual. El Año Sagrado de Capricornio se sucede y Shura obtiene tras grandes esfuerzos y voluntad férrea, el preciado trofeo el cual avala sus esfuerzos, convirtiéndose en el Santo más joven de la historia en obtener su Armadura. En la búsqueda de su perfeccionamiento, éste abandona el Santuario, intentando convertirse en un ser digno y lleno de fuerza para servir a Athena, en emulación a su amigo, Aiolos de Sagitario.
El Santuario, transformado en su faz de manera casi absoluta, ahora es un sitio lleno de actividad sin límite. Nuevos Guerreros se ordenan y parten a distintos lugares del mundo, para entrenar a los nuevos guerreros que se irán adhiriendo a las legiones de la Diosa de los Ojos Grises.
Aiolos y Saga, en la perspectiva del reto de ascender al Trono de Patriarca cada quien, recuperan algo de su relación anterior, volviéndose en figuras incuestionables de inspiración y respeto entre los habitantes del Santuario, contrario a Kanon, hermano del Santo de Géminis, y guardián del Santuario. Sus actos viles son un reflejo distorsionado de la gloria que envuelve a su hermano.
Y Shion, a la expectativa del nacimiento de Athena, cada vez más debilitado en este tiempo, da vueltas y vueltas en su mente, el asunto que le ha atormentado desde todo este tiempo... el dejar del asiento de Patriarca al siguiente joven, que recibirá a Athena y que será el encargado de dirigir a las tropas de ésta, junto con la Diosa, en la nueva Guerra Sagrada.
Sumido en profundo estado de meditación, el marchito Santo Shion, se lamenta y reflexiona, reflexiona y se lamenta. Se revuelve entre el deber de la sumisión que exige la fe absoluta, o el cumplimiento de sus propios deseos, basados en temores, que piensa, perfectamente juzgados.
Mirando hacia el cielo, en el risco oracular de la Colina Estrella, el antiguo Santo de Aries observa el movimiento de las estrellas en esta noche... el brillo de una constelación que se anuncia a entrar... Virgo...
"Te escucho, Señora, sé que vienes" dice Shion en oración al escuchar el sonido imperceptible de las estrellas hablándole directamente a su Cosmo. "Y todo está dispuesto para tu llegada, tus defensores entrenándose y los maestros de éstos, ordenados... tu lucha será terrible, Señora, tanto como la de tus Santos, pero tu grandeza de espíritu, te hace acompañarles en el campo de batalla..." y evocando viejos tiempos, el lemuriano ve en el ojo de su mente, escenas de tiempos idos, en los que combatiera con la Sagrada presencia de Athena a su lado.
Inclinando su cabeza en un momento de su meditación, Shion parece escuchar un cuestionamiento, al cual responde asintiendo con gravedad.
"Puedo permanecer un poco más esperándote, Señora, no estoy listo aún para tomar la decisión" y con pena prosigue. "Mi Cosmo se ha debilitado y no es lo de antes, pero, a pesar de saber la decisión de Las Hadas, no puedo sentirme tranquilo ante ésta... ¡Señora! ¡No considero que la elección sea la adecuada! El poder de Saga es impresionante, pero guarda dentro de su alma, aquello que su hermano anuncia... una oscuridad impenetrable, aún para mí... ¡compréndeme, Señora!" suplica el anciano en aparente monólogo lleno de angustia. "¿Cómo poner en manos injustas el trabajo de toda mi vida? ¿Cómo entregar aquello que más amo a alguien que no lo cuidará sino que significará su ruina absoluta?"
Las estrellas, en prodigio asombroso, parecen girar alrededor de la punta de la Colina Estrella, en conversación con Shion, sus rutilantes emisiones, parecen encenderse una tras otra, como si la conversación se hubiera tornado áspera. Shion escucha atentamente.
"Tú nos has sabido hacer esperar, mi Señora... yo espero tu llegada, y con el dulce y bendito regalo de tu presencia, con tu Cosmo en comunión conmigo, quizá podamos, de alguna manera, poder dilucidar esto que se me presenta como un enigma incomprensible..."
Dentro de sí, Shion, reprimiendo su culpa, piensa.
"El enigma que me es el saber que esta decisión parece un error que cometes tú, señora Sabia, de forma deliberada... Saga ¡no puede asumir su destino! ¡Saga no debe de ser el siguiente Patriarca! Y quizá, si es necesario, tenga que utilizar la técnica que me he prohibido utilizar, pero que es derecho y privilegio de tu representante en La Tierra para evitarlo..."
Las estrellas dejan de girar alrededor de Star Hill. Shion se da cuenta de esto y suspira con alivio. El peso del cielo, como lo soportara Atlante en el tiempo del mito, parece venírsele encima, empeorando su situación.
De todos los sitios del Santuario, el único que no es visitado con frecuencia, el único que aleja a los posibles visitantes, es la misteriosa tercera Casa del Zodiaco: La de Géminis. Aunque la presencia de este Santo es ignorada, sólo entre rumores, se cuenta que este Santo existe. Mucha gente nueva en el Santuario, que comienza a tratarle más como una especie de "leyenda urbana". Sangre nueva que ha ido reemplazando a muchos desertores, a varios habitantes que en los últimos tiempos, se fueron, quizá al no soportar los rigores de la vida espartana que éstos llevaran.
En medio de la cámara secreta que sirve como habitación de el Santo guardián de ésta, un silencio absoluto es lo único percibible, con el constante fluctuar de la energía dorada que envuelve su cuerpo desnudo en estado de meditación.
Con los ojos cerrados, Saga sintoniza sus propios sentidos a la Cumbre de la Colina Estrella para saber lo que acontece allí. Con el formidable poder del Dios de la Guerra en su cuerpo y siendo manejable a su antojo, Saga, ahora tiene la temible habilidad de estar prácticamente en dos sitios al mismo tiempo, como si verdaderamente de dos personas se tratase.
Detrás de él, columnas de pergaminos se apilan. Pergaminos y documentos extraídos de la Colina Estrella sin conocimiento del Patriarca. Su conocimiento, ahora más grande de la naturaleza de los Dioses y de la naturaleza de las Guerras Sagradas. Un dejo de tristeza y de enojo recorre la mente de Saga al escuchar las últimas palabras de Shion.
"¡Ladrón!" piensa al escucharlas. "¿Cómo te atreves a intentar robarme aquello que por derecho es mío?"
Dice sin tener que requerir de preámbulos para saber la naturaleza de las palabras del antiguo lemuriano, sabiendo que no es de su agrado el que él, Saga de Géminis, se convierta en el siguiente Patriarca del Santuario.
"Eres un ser corrupto, Patriarca" acusa Saga en su mente. "El poder te ha podrido y ha nublado tu razón... ¡Yo soy el verdadero heredero del título! ¿Por qué me temes estás dispuesto a pasar por alto aquello que tiene que ser? ¿No eras tú el que me enseñó que era deber de un creyente fiel a Athena y a los Dioses, el aceptar el destino que se nos tenía presagiado?"
(Mentira tras mentira son su legado, Saga) habla la voz que le acompaña, esa voz llena de ira contenida y de amargura intoxicante. (Pero si piensan quitarnos lo que nos pertenece por voluntad de los Dioses... ¡Nosotros lo tomaremos para nuestra propia conveniencia, y el de toda la humanidad!)
Frunciendo el ceño en su meditación, y apretando la mandíbula, Saga, cambiando su tono de cabello nuevamente al azul replica.
"Pero... ¿si en verdad con la llegada de Athena todo pudiera ser diferente? ¡Parece que ella está abogando porque nuestro destino se cumpla! ¡Quizá ella no nos ha abandonado del todo!"
La remota llama de la esperanza brillando aún en el interior de Saga, aferrándose a su creencia de que una, sólo una de entre todos los Dioses, es justa, es compasiva.
"Si sólo una fuera justa..."
(¿Qué?) Interrumpe la voz molesta. (¿Les salvarías a todos? Los Dioses no conocen la piedad, Saga... ¡eso es sólo humano! Y la piedad se debe de regalar a quienes la merecen, en este caso, la piedad debe de ser entregada a nuestra raza, por haber sido objeto de humillaciones sin fin, a manos de estos seres tan corruptos como su representante... ¿o acaso debiera de decir que la corrupción de éste es reflejo de quien representa?)
Con gesto triste, Saga abre los ojos. A veces, quisiera que esa voz no le respondiera con esos argumentos. Y volviéndose hacia delante, observa la armadura de Géminis, de pie, delante de él, mostrando sus dos caras, la bondadosa, sonriente, y la otra, la de gesto duro e incompasivo. Y luego, volviéndose a sus espaldas, observa otra armadura, brillando, sin tanta gloria, recuperándose aún de las heridas que sufriera en su última lucha. Un Dragón Marino, de fulgor anaranjado, que vibra acompasado tras recibir su sangre.
(Athena escuchará al anciano, Saga... no te engañes. Y si acaso le llegaras a perdonar su vida ¿no temerías que intentara un doble juego como el que intentó su hermano jugar con nosotros?) Pregunta inquisidora la voz. (No des pie a ser débil, Saga... para cumplir nuestra misión, debemos de ser inflexibles... y aunque fuera justa al nacer e influenciable, no habría manera de evitar que ella intentara traicionarnos como saben solo ellos hacer... ¡El Patriarca en su traición es otro testimonio de esta verdad innegable!)
Endureciendo el ceño, Saga se vuelve nuevamente al frente con ojos cerrados y gesto sombrío.
"A cualquier precio... ¡a cualquier precio liberaré a esta Tierra de la invasión de los Dioses!"
Promete con indignación, con enojo.
La carroza de Apolo se posó en el cenit, anunciando la mitad del día.
Encontrándose fuera del Palacio Papal, Aiolos de Sagitario, en túnica de Sagitario y Saga de Géminis, en túnica dorada se encontraron, con gestos graves, ambos hombres se observan.
"Saga..." dice Aiolos a aquel que hacía tiempo considerara su hermano. "¡Qué Niké te corone!"
Respondiendo con una sonrisa sin vocación, el Santo dorado de los Gemelos responde al saludo.
"Y que Niké te corone, Aiolos."
Mirándose uno al otro con gesto grave, Aiolos se atreve a hablar.
"¿Crees que Su Santidad ha decidido por fin?" pregunta con mezcla de ansiedad y de temor. Estudiándolo fijamente, Saga siente revolverse algo en su interior al decir.
Lo ignoro, Aiolos" Responde con serenidad. "Pero tranquiliza tu Cosmo, si no quieres que él piense que es algo que estás deseando en demasía, amigo..." concluye haciendo énfasis en la última palabra, que le sabe amarga al pronunciarla.
Aiolos aprieta su puño ofendido.
"¡Cuánto ha cambiado!" reflexiona una vez más. "Habla sin pensar en lo hiriente de sus palabras... ¡Qué terrible eres, Saga!"
Abriéndose paso por el pasillo, ambos Santos avanzan hasta el final del pasillo para hallar a Shion, de pie y con vestiduras ceremoniales.
"Gran Maestro..." dicen ambos ante el venerable anciano que se acerca a ellos para posar sus manos sobre los hombros de cada quien, Saga a su izquierda, Aiolos a su derecha.
"Hijos míos, de pie por favor." Dice con voz profunda y totalmente fuerte. Con el extraño mal que le aqueja habiéndole dado un respiro.
Ambos Santos observan curiosos al antiguo Santo de Oro de Aries, expectantes de cada palabra. Shion adivina en el corazón de ambos aquello que les afecta, pero decide no alentarlo, sino hacer todo lo contrario.
"Les he llamado..." comienza a hablar con voz pausada. "... Para pedirles que me acompañen a dar una de las vueltas que suelo dar por El Santuario."
Saga observa alrededor de la espaciosa estancia, deteniendo por segundos sus ojos en la Silla Patriarcal, gesto que no pasa desapercibido para Shion, cubierto por la brillante máscara.
"¡Cuán grande es su sed por el poder! Ni siquiera estoy seguro de que el esté consciente de ello totalmente." Los pensamientos de Shion pesan en su mente, pues al observar a ambos Santos, al medir su potencial, reconoce que dentro de Saga, el poder duerme como una fiera que guarda reposo. Ese mismo poder, grandísimo que adivina, pero que le hace temerle. "Sí, Saga... es como si tu destino te llamara, como si la Silla estuviera tan viva como la armadura que traes puesta y que afinara sus vibraciones urgiéndote a sentarte en ella..." Un sentimiento de inquietud recorre la espina dorsal de El Patriarca al considerar. "¿Podría ser esto algo real? ¿Acaso como una armadura rechaza a quien quiera portarla a destiempo, el trono podría rechazarme? ¿Si eligiera a Aiolos sobre Saga, acaso este joven padecería este terrible mal? ¡Debo de consultarlo en Star Hill!" se ordena a sí mismo.
"Su Santidad... ¿Arles vendrá con nosotros en nuestro paseo?" pregunta Saga curioso, al notar la ausencia del eterno compañero del Patriarca.
Aiolos registra en ese momento la ausencia de la sombra del Patriarca, al tiempo que refuerza la pregunta de su compañero.
"Es verdad, me parece extraño que no se encuentre con nosotros en este momento, Su Santidad."
A pesar del tono sin malicia de Aiolos, e incluso, de la pregunta de Saga, Shion no puede evitar un dejo de incomodidad al responder.
"Arles se encuentra meditando en estos momentos bajo mis órdenes, el día de hoy he hablado con el algo respecto a la sucesión..."
Los ojos de Aiolos y de Saga se abren a la mención de esta frase. Cada palabra habiéndose escuchado perfectamente, a pesar de que, el Máximo de los Santos de Athena, moderara su tono de voz, en una franca demostración de su renuencia a hablar sobre el tema.
Este sutil cambio de voz y su significado, no pasa desapercibido para los Santos Dorados de Géminis y de Sagitario, que optan por guardar silencio, acallando las múltiples preguntas que de pronto invadieran su mente.
"Si están compitiendo por el asiento... es indudable que Aiolos también busca el lugar" dice Shion observando a ambos, meditando por una millonésima vez, lo inevitable del correr del tiempo.
"Pero hablaremos de eso más tarde, mis jóvenes amigos" agrega Shion al tiempo que da un paso adelante. "Hoy, deseo ver cómo se mueve el Santuario, y sobre todo, quiero observar a los futuros Santos de Athena mientras comen."
Shion abre las imponentes puertas al tiempo que salen por un pasillo que comunica al Palacio Papal de manera directa, con aquellos sitios de relevancia en El Santuario. Guardado cada pasillo por vigilantes que, al observar a los tres hombres de poder que caminan por el pasillo, bajan respetuosamente sus miradas ante el paso de éstos.
Estos caminan en un incómodo silencio. El Mayor de ellos, prefiriendo no hablar sobre el tema que le aqueja, un mal cálculo, al poner a competir a estos dos hombres por un sitio en la sala papal.
"¡Cuánta razón tuviste, amigo mío, al cuestionar lo acertado de mi decisión al anunciar mi sucesión!" dice Shion pensando en Arles. Y riéndose amargamente en su mente concluye. "La edad me hace cometer errores."
El Santo de Sagitario, prefiriendo guardar silencio por cautela y respeto. El Gran Maestro, sabio entre todos, sólo hablaba cuando el tiempo era el determinado y si acaso hubiera tomado ya una decisión, no había mucho que hacer... ¡Cuánto tuvo que resistir para no volverse a ver a su rival!
Y el tercero, Saga de Géminis, guardando silencio más por cautela que por otra cosa. Sumido en sus propios pensamientos y conclusiones, el sabía que el tiempo de el nacimiento de Athena no podía estar ya muy lejano. ¡La hora se acercaba! Podía percibir el aire diferente, e incluso, los movimientos del Patriarca, le demostraban su nerviosismo, conociendo totalmente sus intenciones, Saga apelaría la decisión que éste anunciara si ésta no le fuera favorable. Y mirando al Patriarca totalmente sin discreción, Saga exclamó en su mente:
"¡Serías capaz de hacerlo, anciano! ¡De intentar apartarme de mi destino por tus propios temores!"
¡Qué ciertas ahora sonaban las palabras de Kanon! Aquellas pronunciadas hacía tanto tiempo, cuando le dijera de manera cínica que las prohibiciones religiosas no eran sino simples medidas para limitar a aquellos que tenían la libertad y la voluntad.
"Maestro..." escuchó su propia voz hablar sin control. "¿Está lejano el tiempo del advenimiento de Athena?"
Aiolos miró con los ojos abiertos a Saga por haberse atrevido a hablar, entreabriendo su boca con la misma sorpresa que le ocasionaba escucharle, pero luego, guardó silencio y siguió caminando lentamente, sin mirarles, no iba a impedir que El Patriarca respondiera a una pregunta que el mismo se hacía y quería hacerle.
Shion prosiguió su rumbo con los dos Santos Dorados, sin alterar su postura, demostrando cuanto le podía llegar a afectar esta pregunta.
"Intentar detener el destino, es como intentar contener el paso de un caudaloso río" pensó resignadamente. No, no tenía derecho a callar esa respuesta, él mismo se había colocado en esta posición, no tenía caso evitar enfrentar aquello que tendría que hacer de manera inevitable.
"¿Tú qué piensas, Saga?" preguntó Shion al Santo de Géminis, intentando prolongar el otorgar una respuesta que le apenaba dar.
Saga guardó silencio pensando un momento, haciendo caso a su propia intuición, ese sexto sentido, que como Santo de Oro, tenía a su alcance todo el tiempo.
Los pasos de los Santos se escuchaban ominosos en el pasillo, que apuntaba, ya hacia lo lejos, a un vestíbulo que se dividía en varios pasillos, indudablemente, comunicados a esos sitios que se deseaban vigilar.
"Pienso..." respondió Saga finalmente a la pregunta. "Que el recorrido que está realizando ahora mismo, es uno muy previo a esta llegada, desea asegurarse que todo está en su lugar, para tener qué decir a la Diosa, con seguridad. Pienso que usted ya conoce la fecha de la venida de la Diosa de los Ojos Grises." Concluyó sin rodeos finalmente el menor de los gemelos.
Shion abrió los ojos bajo su máscara. De sorpresa, parte de admiración. El que este joven conociera este hecho, no hacía sino acercarle más a la conclusión de que el era el siguiente Patriarca... y de pronto, al verle una vez más, miró a sus ojos, mientras los tenía de frente. A su postura. A la manera en como caminaba.
Era excelso. Saga era un personaje tan lleno de ese aire autosuficiente. Miró de vuelta a Aiolos y pudo apreciar que éste caminaba tenso al lado de ellos dos. Su cara, llena de preguntas, mientras que la de Saga estaba llena de esas respuestas que Aiolos requería. Si... Saga sólo esperaba una confirmación, Aiolos, esperaba que se le pusiera al tanto.
"¡Pero hay tanta pureza, tanta transparencia en el alma de este hombre, Señora!" pensó al observar a Aiolos, imaginándolo con una máscara. "¡Qué útil te será a ti, Aiolos! A Saga, en cambio, solo lo ornamentará, pues su cara ya es una máscara cuando se lo propone, una fría máscara, inmutable, por la que no se puede leer absolutamente nada."
Llegando al vestíbulo, los tres se detuvieron. En ese descanso, Shion se sentó un momento para responder, sin arquear la espalda.
"Si Aiolos logra crecer un poco más en sabiduría, podrá ser un buen Patriarca." Pensó Shion mirándolos. "Saga, perdóname... pero ¡No confío más en ti!" Y respirando concluyó. "Por ello me he obligado a tomar esta decisión."
Un tenso silencio cayó entre ellos y el espacio breve de unos segundos, parecieron una eternidad.
"Hoy he puesto a Arles en preparación para estar preparado, hijos míos, a ser mi posible sucesor."
Los jóvenes Santos de Athena se miraron entre sí totalmente desconcertados. ¿Arles el posible sucesor?
"Miro que mi decisión los toma por sorpresa, y no es para menos, la misma reacción tuvo el mismo Santo de Plata al anunciarle esta decisión que ya ha sido registrada."
Un imponente brillo blanquecino se elevaba sobre el cuerpo en meditación de Arles, Santo de Plata, al realizar un ejercicio de meditación.
Tras recibir lecciones del mismo representante de Athena, había logrado aumentar su Cosmo a uno cercano al de un Santo de Oro. Arles no pudo evitar, que en medio de su concentración, el recuerdo del anuncio que le hiciera Shion esta mañana, le turbara un poco.
"He decidido, Arles, que será Aiolos mi sucesor en el trono."
Bajo la máscara, un suspiro de alivio podría haberse escuchado al escuchar estas palabras viniendo del representante de Athena en la Tierra. Arles no confiaba en Saga.
Las palabras de su hermano, Kanon, pesando grandemente en su juicio, no podía dejar de relacionar que algo de cierto podía existir en las palabras de éste, a pesar de ser tomado como un héroe por algunos en el Santuario.
No podía evitar sentir que más allá de ese hombre imperturbable, se escondía un oscuro misterio. Un oscuro misterio que rondaba lo más íntimo del Santuario sin control. ¿Sería excesivo de su parte, relacionar a Saga con las extrañas desapariciones que se habían sucedido a lo largo de los últimos meses en el Santuario?
"Ni un rastro de los desertores..." pensaba preocupado Arles en su meditación. "Y sin que Su Santidad tuviera noción de que estos dejaban el Santuario." El Patriarca había responsabilizado a sus periodos de debilidad, este hecho, pensaba que, de alguna manera, la barrera que extendía sobre El Santuario para evitar salidas y entradas, podía ser franqueada en ocasiones óptimas, y que de alguna manera, los súbditos lo habían adivinado. "Sin embargo..." pensó con un poco de remordimiento Arles, al dudar de un Santo de Athena. "Por lo que he visto, solo encuentro a dos posibles responsables de poder desaparecer a tanta gente de manera tan perfecta..."
No, Arles no podía creer que hombres que caían en la categoría de "lo común", pudieran salir sin que se hallase un rastro de su huida.
"Sólo Kanon... o Saga... podrían borrar a cientos de almas de este mundo sin necesidad de traspasar las barreras del Santuario."
El Triángulo de la Muerte y La Otra Dimensión... ese par de técnicas que habían desarrollado los dos nativos de Géminis y que ocupaban como técnica inmediata y básica.
"Némesis, no me tientes" intentó despejar su mente el Santo de Plata.
Aiolos era la decisión adecuada. Convino en su mente con la decisión del Patriarca. Quizá escaso en sabiduría referente a los Dioses, algo que aparentemente Saga parecía manejar con más facilidad... ¿Producto de su vigilancia sobre Atlantis?
Con un año más de preparación, Aiolos podría asumir el lugar de Patriarca en el Santuario de Grecia, pero, preparándose ante cualquier eventualidad, Shion dispuso que fuera Arles el que asumiera el control del Trono hasta que el Santo Dorado de Sagitario fuese digno de ocuparlo.
"¿Harías esto por mí, amigo mío?" preguntó Shion expectante a Arles. Ambos hombres sabían que hacer esto, era un desafío a las Parcas, pero en ocasiones, los hombres tenían que hacer lo que se tenía que hacer.
"Si, Su Santidad." Dijo en voz alta Arles, lleno de devoción, lleno de convicción. "Yo soy su acompañante, y le seguiré a donde sea... ¡incluso fuera de los Campos Elíseos si acaso esta decisión eso implicara!"
Un gran precio que pagar. Uno que estaba dispuesto a pagar.
Para su desgracia.
[Tema de Fondo: Polaris Hilda]
"¡Tan pronto!" exclamó Aiolos emocionado ante lo que recién revelara el Patriarca. "¡Athena estará con nosotros tan pronto como en un par de noches!"
Shion asintió midiendo la reacción de cada Santo. En ambos, un ligero rubor en sus rostros revelaba la emoción que estas palabras causaban.
"¡Athena!" pensó Saga para su sorpresa lleno de emoción. "¡Señora, vienes a mí!"
Ambos jóvenes se miraron, y compartieron, como hacía años no lo hicieran, un verdadero momento de alegría. ¡La misión de sus vidas comenzaba a perfilarse!
"¡Protegeremos a Athena!" dijo Aiolos con alegría, al notar en ese hombre, que por momentos se volvió ese hermano de años atrás, la emoción de poder demostrar su valentía como Santos de Athena.
"¡Protegeré al mundo!" respondió Saga en voz alta, emocionado. "¡Y quizá, con la Diosa de mi lado, algunas cosas que pienso que son descubra que no lo son!" pensó con ese dejo de esperanza, que asomaba de vez en cuando, para molestia de su eterno acompañante... ese otro Saga que escuchaba y que a veces, tomaba control de todo. Como un parásito que se alimenta de nuestro cuerpo, que crece y que se expone en los momentos propicios. Así a veces, calificaba Saga a ese tirano que le obligaba a echarse adelante en momentos adversos, pero que le atormentaba con los juicios y decisiones que tomaba.
"Recibiré a la Diosa, hijos míos, siendo aún Patriarca. Y será hasta dentro de un tiempo que sepan quién de ustedes dos tomará mi lugar, pero, tomando en cuenta mi enfermedad, será Arles el sucesor temporal, como lo manda su puesto, para dar paso al nuevo Maestro de Maestros."
Aiolos asintió emocionado. Por el no cabía prisa, en realidad, era el advenimiento de Athena todo lo que en estos momentos le importaba. Pero el alborozo de Saga cesó al escuchar estas palabras. Congelando su sonrisa, y volviéndola una mueca sin vida, el gemelo pudo constatar, que el anciano que tenía enfrente de sí, ya tenía una decisión tomada: Y no le convenía.
Poniéndose de pie, el anciano Patriarca comenzó su andar, tomando por un pasillo central.
"Vengan" ordenó a que le siguieran. "Ya es la hora de que nuestros jóvenes se alimenten... quiero verles, quiero constatar que Nuestra Señora llega en el mejor de los momentos."
Los dos jóvenes avanzaron detrás de El Máximo de los 88 Caballeros, con paso lento, y cada uno, sumido en sus propios pensamientos... en uno, proyectos, en el otro, decisiones por tomar, decisiones ya consideradas, pero dejadas de lado, en nombre de esa estúpida esperanza inocente, que su acompañante tanto le reprochara en sus momentos más caluroso.
(No tendremos otra opción, Saga)
"¡Silencio!" pensó el joven, temeroso de que los demás lo escucharan, viendo a su alrededor nervioso, viendo que Shion proseguía ignorante de todo, y que Aiolos, no borraba aún esa sonrisa. "¡Ahora no es el momento!"
(Cualquier estorbo, debe de ser echo a un lado, Saga... tal y como lo hemos hecho, en los últimos meses...)
Saga recordó a tantos hombres y mujeres lanzados en los últimos tiempos a La Otra Dimensión, las decenas de sirvientes que le acompañaran cuando niño, en los guardas que alguna vez le vieran... en algunos, el temor le perseguían en su conciencia, en otros, esa expresión de absoluta desilusión, al ver caer a su ídolo. Uno de ellos alguna vez le dijera: "Puedo decirle que no habría nadie mejor para ser un Santo de Oro que usted, Señor... tras lo que demostró ayer salvando al elegido de Athena... sólo un verdadero siervo de la Diosa, podría demostrar tal fuerza y virtud", momentos antes de su encuentro ante Kanon para obtener la armadura de Géminis. Esas dos caras, de esperanza y de decepción le acompañaban a Saga en los momentos en que esa terrible voz lo agobiara. Pero era entonces el remordimiento el que hacía presa de él.
"Hemos llegado." Escuchó la voz del Patriarca interrumpir sus pensamientos, al abrir este una puerta al final de un pasillo.
Tomado por sorpresa, Saga retomó conciencia del lugar en el que estaba, y cedió el paso a Aiolos para ingresar a una Cámara, prácticamente oculta, que les ponía sobre el comedor de los chicos que entrenaban. Pero la sorpresa de salir de sus pensamientos, fue sustituida por la desagradable sorpresa de encontrar una escena violenta desarrollándose abajo.
"¡Kanon!" exclamó Aiolos indignado.
Debajo, un imponente joven estudiante, se interponía entre el hermano gemelo de Kanon y el estudiante lemuriano del Patriarca. Con sorna, su hermano mayor se burlaba del joven llamándolo "gordo".
"¡Kanon!" pensó Saga con una mezcla de pena y de desesperación. ¡Ya había hecho demasiado atrayendo la atención del Patriarca en su lado negativo! Había intentado abogar por su hermano demasiado tiempo y por única consecuencia, había obtenido malos tratos de parte de éste, además de la suspicacia de parte de algunos habitantes del Santuario. "¿Hasta cuándo seguirás comportándote de esta manera?" se preguntó indignado, cerrando sus puños.
Saga y Aiolos se observaron uno al otro con decisión y asintiendo entre sí, supieron que debían detener esta escena, ignorantes de que Shion, observaba todo esto totalmente interesado. Observaba lo que ocurría allí debajo, pero también observaba lo que ocurría arriba. Podía percibir la indignación de Aiolos, el cual, no profesaba simpatía por Kanon, y sentía la tensión de Saga ante esta eventualidad.
Shion compadeció a Saga por momentos. Kanon era su hermano. Y su punto más débil siempre. Notando que los santos de Géminis y de Sagitario estaban a punto de detener la escena interrumpiéndola, Shion les detuvo ordenándoles:
"No lo hagan. Quiero ver que ocurre."
"¡Pero Maestro!" exclamó Aiolos. "¡Mu puede resultar gravemente herido! Sin contar con ese muchacho que ahora lo defiende."
Saga observó a Aiolos al pronunciar el nombre del pupilo del Patriarca. ¿Le conocía? Él apenas había reparado en ese jovencito, que a su parecer, le parecía algo insignificante.
"Mu necesita aprender las lecciones del mundo, Aiolos. Esta es una valiosa lección la que debe de aprender... a enfrentar las peleas y que en ocasiones, una decisión mal tomada, no puede solamente degenerar en un daño para nosotros, sino en un daño en otros." Respondió Shion con decisión, sin poder disimular algo de preocupación en sus palabras.
"Pero Maestro..." interrumpió Saga con tono preocupado. "Mi hermano no hace sino deshonrarme... ya no puedo más."
(¡No lo podemos permitir más, Saga!) Exclamó la voz de su mente. (Le hemos dado muchas oportunidades a ese idiota, pero hacer esto ¿justo el día de hoy? ¡Jamás pudo haber sido menos oportuno!)
"Tendrás todo el tiempo del mundo para tratar con él después, Saga... no planeo dejar que esos niños resulten heridos gravemente." Y observando de manera directa al Santo de Atenea, el Patriarca del Santuario concluyó. "Después de todo, ustedes son Santos de Oro, pueden detener que ocurra cualquier circunstancia peligrosa aquí dentro."
Aiolos y Saga se observaron preocupados. Quizá Máscara Mortal, Mu o ese joven alto pudieran ser simples aprendices, pero Kanon era un guerrero con la capacidad de ser un Santo de Oro...
"Si mi hermano llegase a lograr su cometido..." pensó Saga preocupado. "¡Nada podría evitar que El Maestro dejara de considerarme!"
(¿Sigues aferrándote a esa tonta idea, Saga?) Preguntó la voz cavernosa de su interior, tan terrible como el trueno. (¡El tiempo ha llegado, Saga! Hoy tendrás que continuar la labor que hemos comenzado... Kanon es un eslabón suelto, una amenaza para aquello que nos proponemos...) dijo la voz con tono meloso. (El bien del mundo...) Concluyó.
Abajo, los eventos se sucedían incontrolables. El bronceado y muy alto, joven que estuviera defendiendo al joven lemuriano, había logrado enfurecer en su totalidad a su hermano. El terrible Cosmo de Kanon explotó bañando a los tres espectadores, haciendo que, Aiolos y Saga, se pusieran alertas, prestos a detener el encuentro... pero de pronto, una nueva energía interrumpió los pensamientos de los Santos.
Debajo, el joven alto, había comenzado a brillar con toda la gloria de un Santo Dorado y detrás de él, se dibujó la silueta de un toro furioso. Aiolos y Saga se observaron asombrados... en las vísperas del nacimiento de Athena, presenciaban ahora el despertar de un nuevo Santo Dorado.
Con movimiento asombroso, el joven rechazó el ataque de Kanon, hermano mayor de Saga de Géminis, lanzándole al otro lado de la habitación. Todos los testigos admirados ante el prodigio alcanzado por este joven, observaban el acontecer de los hechos con una mezcla de temor y de duda, entre los jóvenes, de orgullo por parte de Shion y de Aiolos y de vergüenza e ira en Saga.
El joven alto, tras percatarse de que Mu se encontrara bien, se acercó a Kanon.
"¡Kanon no tiene perdón!" dijo indignado. "¿Desafiar las órdenes de Su Santidad de explotar Cosmo en áreas prohibidas del Santuario y enfrentar a un niño? ¿Qué más bajo puede caer?"
Saga escuchó estas palabras con enojo. Lo que menos le importaba era su desobediencia al Patriarca, sino el hecho de volver a exponerse a la vista de todos...
(Si quieres que olviden nuestro rostro, Saga... deberás enterrar el de Kanon para siempre.)
Saga se puso su casco, al ver que el joven ofrecía su mano a Kanon. Conocía demasiado a éste como para saber que su hermano mayor se rendiría tan fácilmente.
"¡Dioses!" logró escuchar antes de lanzarse sin esperar más a la sala, cuando Kanon elevó su Cosmo de manera amenazante a punto de ejecutar la técnica que era insignia de él mismo. En un movimiento rápido y cubierto por la máscara del casco de géminis, Saga asestó un golpe seco en el estómago de Kanon, con fuerza dorada, al tiempo que este gritaba.
"¡Galaxian Explo...!"
[Tema de Fondo: Opening Northern Legend]
Cayendo de rodillas, sorprendido ante la fiereza del ataque, Kanon escupió sangre en el suelo, al tiempo, que con gesto frío, Saga reprochó, lleno de furia.
"Estoy cansado de tu comportamiento deshonroso, Kanon." Su voz, rayando en lo cavernoso de su estado alterado, hizo temblar a algunos de los jóvenes asistentes a la comida esa tarde. "La humillación que te has hecho, puesto que no he sido ni yo ni este niño la que te la han causado, es algo que va más allá de lo que pueda tolerar."
Escupiendo el resto de sangre entremezclada con saliva que quedaba en su boca, Kanon, se deshizo de ésta escupiéndola en el suelo, al tiempo que respondía.
"¿Qué hermano? ¿Me obligarás a que le dé la mano y le ofrezca una disculpa?"
Preguntó Kanon con burla, con sarcasmo, haciendo patente su desprecio por su hermano menor, su odiado hermano menor.
"No." Respondió Saga con un gesto de dolor que se tornó frío posteriormente. "El que se disculpará seré yo, pero después, ahora yo tengo algo que hacer contigo."
Sin deshacerse de su casco, Saga se dirigió a la puerta, decidiendo hacer uso de las palabras de Shion sobre hacerse cargo de su hermano con tiempo luego.
"¡Ven!" Ordenó enérgicamente.
Kanon se sonrió tras un estremecimiento, algo era diferente en su hermano, y presintiendo que algo inesperado ocurriría, se volvió hacia Máscara Mortal para transmitir el mismo mensaje que siempre había intentando transmitir en todos, y que solo había sido recibido por ese joven moreno de cabellos azulados, como los suyos.
"El poder es justicia, Máscara Mortal. Los débiles, no merecen compasión."
Saga escuchó estas palabras con gesto duro, oscurecido por el casco. Y con tristeza, Saga pudo reconocer que tan parecidos, más allá de lo que el quisiera admitir, eran el y su hermano en estos momentos. Y se detestó. Por lo que se había convertido, todo aquello que siempre despreciara en su hermano. Se detestó, por lo que haría. Ahogando el remordimiento, que ya desde ahora le invadía, Saga siguió su camino, sabiendo que su hermano se le uniría. Era el destino.
Kanon salió del Comedor ignorando a los demás, en busca del encuentro del mismo destino que, meditara Saga apenas unos minutos, había llegado.
No le tomó mucho tiempo a Kanon adivinar hacia donde se dirigían. Sonrió pensando que en la vida de uno, hay momentos y sitios determinantes. Lugares en donde sin querer, echamos raíces, lugares que hablan de nuestras personalidades. Caminando hacia la costa del Santuario, aproximándose al sitio de vigilancia de Saga, la misma roca que se manchara con la sangre de sus manos años antes.
El sitio donde perdiera a su hermano para siempre al llegar ese advenedizo, ese maldito Aiolos. El que tantas veces se interpusiera entre ellos, y que ahora... Kanon, miraba de lejos a su hermano con una sonrisa. Esa tensión. Esa precisión de tiempo al llegar al comedor. El también había subido a Star Hill en los meses recientes, en búsqueda de algo que seguro su hermano buscaba incesantemente. Quizá en este lugar, podría recuperar y reunirse con su hermano. Si no fuera tan malditamente hipócrita.
"Así que..." interrumpió Kanon el silencio pesado que había caído sobre ellos en ese momento de tensión al dirigirse a Cabo Sunion. "Athena está al nacer ¿no es verdad, Saga?"
Saga se detuvo brevemente sorprendido. ¿Cómo lo sabía? ¿Acaso su hermano podía estar en todos los lugares a la vez?
"Como siempre, me es fácil leerte, hermano." Respondió Kanon satisfecho. "Tu reacción me lo ha dicho todo, tus palabras, tu aparición súbita, el solo hecho de enfrentarme con tanta decisión en estos momentos, no hace sino dejarme muy claro que el tiempo ha llegado."
Saga prosiguió su camino, serio, ya acercándose al lugar al que se dirigían, entre ruinas, en el sitio que sirviera de frontera entre los dos reinos de dos Dioses.
"Saga, nosotros hemos nacido para cambiar este mundo, tenemos el poder, los Dioses nos pusieron en una lucha cruel, en caminos que nos separaban, pero ahora, es el momento en que podremos cambiar nuestros destinos y recuperar nuestra hermandad... con propósitos comunes."
Saga pensó lo irónicas de las palabras de su hermano. Las mismas que esa voz pronunciara cuando Ares fuera encerrado en su cuerpo de manera absoluta.
"¡Tú y yo sabemos que cuando un Dios encarna es su momento más débil! ¡Yo tengo La Daga, Saga!" reveló el mayor de los hermanos comenzando a temer esa indiferencia aparente de su hermano. "¿Está pensando en...?" pensó sin atreverse a pronunciar en su mente aquello que comenzaba a presentir. "¿Quieres tú el privilegio de ser quien termine con la niña? ¡Hazlo! Acabemos con todos los que se interponen en nuestra visión del mundo, Saga... acabemos con el Patriarca... ¡con Arles!" y saboreando el momento concluyó. "¡Con Aiolos!"
Deteniéndose frente al embravecido mar, Saga cerró sus puños. ¡Odiaba escuchar esas palabras viniendo de alguien igual a él! ¡Era como ver encarnada esa voz perjudicial que le robaba la paz en sus sueños! ¡Qué le obligaba a entretener pensamientos criminales! ¡Kanon era un hombre impío! ¡Kanon era esa voz que le atosigaba siempre! ¡Que le fustigaba día y noche!
Con un movimiento rápido, y volviéndose contra este, Saga se deshizo de su casco y lanzó un golpe en el rostro de su hermano, haciéndolo caer.
"¡Kanon!" exclamó con indignación. "¡Dímelo una vez más! Eres mi hermano, y tengo que la esperanza de que lo que he escuchado, es solo uno de tus arranques de rebeldía... ¿Verdaderamente me estás proponiendo que matemos a Athena que está a punto de descender a La Tierra?"
Su respiración agitada. Si callaba a Kanon, callaría esa voz. ¡Sería Patriarca! ¡Podría servir a la Diosa como siempre lo había deseado!
Kanon entonces percibió el momento. La apertura. ¡Saga era vulnerable en estos momentos! Era su última oportunidad. Levantándose con presteza, y llevándose su brazo a la cara, decidió responder sin rodeos.
"No solo debemos de acabar con Athena, Saga, sino con El Patriarca que ha decidido que Aiolos sea su sucesor, ese inútil bueno para nada, que no tiene nada que hacer ahí..." dijo con todo el rencor que su alma daba.
Sorprendido, Saga escuchó esta frase. ¿Aiolos? ¿Lo daba como el elegido del Patriarca? ¿Cómo podía saber esto?
"¿Qué palabras has dicho, Kanon?" fue lo único que Saga acertó a preguntar sorprendido. Sin revelar ninguna otra emoción, el hermano mayor de Saga prosiguió.
"'Afortunadamente', hermano, ya quedan muy pocos en El Santuario que saben que tú y yo somos gemelos... ¿qué coincidencia, cierto? La gente que nos conoce, la gran mayoría, ha dejado el Refugio de Athena en estos últimos meses..." dijo con ironía el gemelo de Saga.
"¡Lo sabe!" pensó Saga con sorpresa, avergonzado. "¡Sabe que yo...!"
"El ser igual que tú, me ha permitido tener acceso a ciertos lugares a los que se supone sólo un Santo Dorado podría entrar, hermanito, no hay secretos para mí en El Santuario" concluyó con una sonrisa llena de satisfacción. "Si tanto te pesa el ser tú el que termine con ellos, podríamos aprovechar esta circunstancia y ser yo el que los mate... de esa manera, podríamos controlar toda La Tierra... ¿qué piensas de mi idea, Saga?"
"¡Yo soy mejor que esto!" fue el único pensamiento que invadió al avergonzado Saga, que indignado, tomó a Kanon por su camisa y lo agitó violentamente.
"¿Insistes en esa locura, Kanon? ¡Los Santos de Athena estamos aquí para protegerla!" y acercando su rostro al de su hermano, agregó. "¡Si algo llegara a sucederme, serías tú el que ocupara mi sitio entre los Dorados para protegerla!" y temblando, conteniendo su ira, Saga concluyó. "¡Así que no puedo creer lo descabellado de tu propuesta! ¿Has entendido, Kanon?"
Con sonrisa autosuficiente, Kanon aprieta la mano que le asía con tanta fuerza, y aplicando una similar, forcejea con su hermano. Impotente, Saga retira su mano, ante esta defensa de su hermano. Y entonces, Kanon fijó su mirada en Saga. Sonriente.
"Hmm." Suspira Kanon irónicamente. "Me pregunto... ¿qué te hace ser tan poco honesto, gran hermano, dime?" pregunta haciendo énfasis en la frase, remarcando su sarcasmo.
"¿Qué dices?" pregunta Saga sorprendido. Sin esperar más tiempo, Kanon responde de manera inmediata.
"Todos tus admiradores en el Santuario, piensan de ti como un ángel de bondad, como si te trataras de un Dios misericordioso, porque te muestras tan amable y gentil..." y volviéndose hacia la vista del mar, Kanon prosigue. "Por otro lado, yo siempre haciendo cosas perversas, ruines ante los ojos de tantos... pero, ¿sabes? ¡Lo hice porque yo así lo deseaba!"
El aire marino acarició el rostro de ambos hermanos, Kanon comienza un discurso mirando a lo lejos.
"A pesar de ser hermanos gemelos, tú siempre nos has concebido tan distintos... como si nos tratáramos de la gloria de los Campos Elíseos, y aquello que algunos llaman, "El Infierno"." Sonriendo, interrumpe sus palabras para volverse a su hermano para decir. "Pero yo sé, Saga, que no somos tan diferentes como te empeñas en creer... que dentro de tu corazón llevas una profunda oscuridad."
"¿A qué te refieres?" escucha Saga preguntar a su hermano indignado.
"¡A que tu corazón es tan maligno como el mío!" responde con tono de fastidio el hermano mayor, comenzando a reír, burlándose.
Indignado, Saga no resiste más y descarga un golpe nuevamente en el rostro de su hermano, que sale rechazado, pero de pie. Con sadismo, sabiendo que está haciendo sufrir a Saga, Kanon prosigue.
"En el fondo, tú y yo somos iguales, hermano... ¡ya no lo niegues más!"
"¡Me siento... mareado!" piensa Saga, sintiendo que está a punto de perder el control. Con furia, al escuchar nuevamente las carcajadas de Kanon, Saga se lanza contra este, descargando ahora un fuerte golpe en el estómago de su hermano mayor.
Kanon se queja... y comienza a sonreír, amargamente a su hermano.
"Entre más lo niegas... más puedo notar tu verdadero ser..." y cayendo de rodillas ante su hermano, por segunda vez en el día, Kanon sentencia. "Eres exactamente igual a mí, Saga..."
Lleno de cólera, Saga lucha por mantener el control de su ira.
"¡No soy igual que tú... no soy el monstruo que tú eres!" piensa Saga con rencor. "La única manera de librarme de esta voz... ¡de tu voz es...!" Y abriendo la boca, el Santo Dorado de Géminis condena. "¡Ya no puedo dejar libre a un ser tan malvado como tú! ¡Por eso, te encerraré en la prisión de la Roca de Cabo Sunion!"
Y cargando al herido Kanon, Saga se lleva a este hasta la entrada secreta de la prisión. Recuperando sus sentidos poco a poco, Kanon abre los ojos al sentir el contacto del agua sobre su cuerpo, recostado junto a la fría y áspera pared de la prisión que su hermano diseñara para él. Levantándose, se acerca a los barrotes, para observar, como de manera dura, su hermano Saga lo observa, sabiendo que dejarlo allí equivale a prácticamente matarle.
"¡Sácame de aquí, Saga!" ordena Kanon, que mira como el viento juega con el cabello y la capa de su hermano. "¡Sácame de aquí! ¿Matarías a tu propio hermano? ¡Sácame de aquí!" ordena el hermano mayor desesperado.
Fríamente, Saga responde.
"Kanon, estoy seguro que no saldrás de aquí, a menos que un Dios te salvara... ¿comprendes lo irónico de esto? ¡Tú que tanto reniegas de la compasión, del poder divino, tendrás que llamar a éstos para que te auxilien... para que te liberen!" Sentencia el Santo Dorado de los Gemelos sin flaquear. "Solo saldrás cuando obtengas el perdón de los Dioses... y si Athena lo hace, significará una cosa: que tu mente maligna habrá desaparecido. Si ésta no desaparece, entonces morirás y nos habremos librado del mismo mal... ese corazón podrido que guardas en tu interior..."
Saga emprende su camino para abandonar el lugar, y por breves momentos, un dejo de tristeza atraviesa su mente.
"Adiós hermano... lamento que no pudiera ser de otra manera..."
La compasión. La compasión que su hermano necesita podría comenzar en él... si no fuera maligno, si tan sólo ahora viera una señal de arrepentimiento en esa mirada desafiante y llena de odio.
"¡Un momento, Saga!" reinicia su rabia Kanon, haciendo que, el momento de piedad en el corazón de Saga desaparezca.
"Es el único modo, Kanon" piensa lamentándose Saga.
"¡Si tú me maldices... entonces tú también eres un maldito de Athena, por el simple hecho de que somos hermanos!" al ver que Saga se aleja con decisión, Kanon exclama. "¡Te estás engañando a ti mismo! ¡Algún día, Saga, tu maldad te controlará y te arrepentirás de lo que estás haciendo con tu propia carne! ¡Los poderosos debemos de tener el mundo, Saga! ¿Para qué nos dan los Dioses estas habilidades si no podemos utilizarlas para nosotros como todos los demás hacen? ¡Cómo los Dioses hacen! ¿Qué tiene de malo entonces comportarnos como ellos?"
Ante este cuestionamiento, Saga se detiene, pensando en lo que su hermano dice.
"¡Se ha detenido!" piensa con esperanza Kanon. "¡Hermano, ven por mí!" piensa para sus adentros. "¡Saga!" grita, creyendo haber encontrado la clave para que su hermano le libere. "¡Juntos podríamos gobernar al mundo, piénsalo!"
"¡Esas palabras... son las que esa voz me dice interminablemente!" piensa Saga con tristeza. "¡Si se callara de una buena vez!"
"¡Saga, jamás me cansaré de repetir que eres maligno!" exclama Kanon a su hermano, apretando con sus manos los fuertes barrotes que alguna vez aprisionaran a un Dios. "¡Lo diré siempre! ¡Eres maligno... escúchame bien!" Cansado más allá de todo, Saga grita con voz cavernosa y perdiendo el control.
"¡Maldición!"
Con furia se vuelve a ver a su hermano, de manera amenazante, su ser se torna oscuro, su cabello grisáceo y sus ojos rojos.
"¡Es verdad!" piensa Kanon al verle manifestar ese oscuro poder, lleno de ira, lleno de deseos destructivos. "¡Tenía la razón!" piensa satisfecho. "Saga es maligno..." Sonriendo, Kanon reflexiona en voz alta, rindiéndose. Ante esta muestra, Kanon no duda que su hermano le abandonará aquí el día de hoy. "Realmente eres malvado, Saga... ¡realmente lo eres!" dice riendo amargamente, ante la mirada cruel de Saga, que recibe esto como una humillación.
El mar embravecido ahoga la risa de Kanon. Cuando esta concluye, Saga reinicia su camino de vuelta al Santuario.
"¡Quizá luego regrese!" piensa Kanon. "¡Cuando se dé cuenta de que tengo la razón! ¡De que juntos podríamos lograr más fácilmente lo que deseamos!" Y gritando, Kanon se dispone a sembrar la semilla de su salvación en Saga. "¡Estás desperdiciando tu poder si te atienes a los Dioses, Saga! ¡Te pesará, Saga! ¡Si me dejas aquí, romperé Cabo Sunion, Saga... ya he logrado lo que se decía imposible por los Dioses! ¡Y si escapo, yo mismo mataré a Athena, y dominaré solo al mundo! ¡Y entonces, te acercarás a mí, pidiéndome una oportunidad... y será tarde, Saga! ¡Cómo quieres hacerme creer a mí que es este momento! ¡Será tarde para cambiar de idea, Saga!"
Caminando, escuchando como Kanon irrumpe en risas histéricas nuevamente, Saga cierra los ojos con decisión, triste, al haber manifestado de manera tan abierta... tan consciente su ser oscuro. Y en su mente, Saga se despide de su hermano con una sola frase.
"Kanon... ya es tarde ahora..." y resistiéndose a mirar hacia atrás concluye. "Para mí, ya no hay marcha atrás..."
El mar enfurecido cubrió las risas del prisionero Kanon. Y de esta manera, Saga dejó de ver a su hermano en vida, para siempre...
Concluirá...
Las Parcas, Moiras o Hadas son las hijas del Erebo y de la Noche. Sus nombres, Cloto, Láquesis y Átropos, es decir "hilandera, distribuidora e inflexible", siendo Cloto el Hada del presente, Láquesis del futuro y Átropos del pasado, se les representaba hilando el destino de hombres y Dioses. Cloto hilando, Láquesis midiendo y Átropos cortando con tijeras que no tienen apelación. El Fatum (Fatalidad) latino en su absoluta trascendencia, eran tan poderosas, que incluso se contaba que el propio Zeus se rendía ante ellas. – Nota del Autor.
Ilión o Troya, la mítica ciudad sitiada durante 10 años por una alianza de Ciudades-Estado griegas tras el rapto de Helena por Paris. Odiseo recibe la idea de Athena de ingresar a la ciudad en un Caballo gigante hecho de madera, con las tropas, para destruir la indomable ciudad por sus murallas, desde dentro. Relato de Homero. Como nota irónica, esta ciudad era una de las que más adoraba a Athena en los tiempos antiguos. – Nota del Autor.
En la víspera de la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra, Abraham preguntó a Jehová, tras conocer su juicio de destrucción a las viles ciudades, si este no perdonaría, por amor, a dichas ciudades si dentro de ellas encontrara al menos cien hombres justos, a lo que Jehová respondió que, si hallase tan pocos justos allí, perdonaría a estas. Abraham, en un intento desesperado, aboga por estas hasta reducir las esperanzas de esta a diez hombres: "Y volvió a decir: No se enoje ahora mi Señor si hablare solamente una vez: quizá se hallarán allí diez. No la destruiré, respondió, por amor a los diez." Fue la respuesta final de Jehová. Dicha ciudad no tuvo justos más los que se salvaron, y ambas fueron totalmente arrasadas por la ira del Señor. Este relato puede ser leído en el Libro de Génesis, en el capítulo 18:16 al 33. – Nota del Autor.
Para saber lo que ocurrió tras que Saga y Kanon salieran, no dejen de leer el Fanfic: Crónicas Zodiacales: Tauro: Honor, donde se relata el origen de este conflicto y el destino que Aldebarán tomara tras esto. – Nota del Autor.
