Las firmes columnas del Palacio Papal brillaron con el fulgor blanco que la limpia luz del Sol de Efebo lanzaba contra de ellas, tornando los alrededores en una lámpara natural que fulguraba, magnífica en El Santuario.

Encontrándose en las escaleras, los valientes jóvenes Saga y Aiolos se miraron fijamente. Desde hacía ya días que Shion había anunciado sus intenciones de abdicar del trono en vida esperando poder recibir a la Diosa Athena cuyo nacimiento estaba por ocurrir durante las siguientes horas. El Patriarca había llamado a ambos jóvenes "para algo de suprema importancia", habían comunicado los heraldos que contactaron a ambos en las Casas Zodiacales que ocupaban.

Sin portar sus armaduras, era la primera vez que estos Santos se veían en vestiduras tan informales desde hacía mucho tiempo. Saga había regresado a sus maneras misteriosas. Figura taciturna, Aiolos lo notaba un desconocido. Un hombre del cual ahora conocía tan poco. Era como querer olvidar el pasado de ellos dos en un recuerdo lejano, para disminuir su sentimiento de pérdida. Esa misma pérdida que el Santo de Géminis alguna vez le sugiriera al comenzar esta última prueba por la tiara papal.

"Que Athena te bendiga, Saga" saludó el siempre solícito Aiolos al silencioso geminiano que tenía frente a sí. ¿Qué había pasado con Kanon? Se preguntaba Aiolos en una de esas preguntas que no se atrevía a hacer. Desde aquel incidente en el comedor, no había vuelto a ser visto... pero eso ahora no era una pregunta que se hicieran todos, poca gente en el Santuario le recordaba ya. Y meditándolo más, Aiolos ahora se daba cuenta que mucha gente del Santuario simplemente ya no estaba allí. Con un estremecimiento miró de vuelta a Saga.

"Apolo nos ha bendecido con un hermoso día, Aiolos. "Dijo Saga en un inusual tono amable para él, al pasar delante de los guardias que se inclinaron ante la presencia de los grandes señores del Santuario al traspasar la imponente entrada que dirigía a la Cámara Papal, donde Su Santidad les recibiría para darles la noticia.

Ambos caminaron, Saga, con tranquilidad aparente. ¿Confiado de ser el ganador? Se preguntó en su interior Aiolos. ¿Será posible que Saga esté tan tranquilo de ser el elegido del Papa? Al tiempo que en su interior, la duda y la incertidumbre de la noticia hizo que se estremeciera por dentro. Saga parecía siempre estar bajo control.

Pero paradójicamente, el joven Sagitario con estos pensamientos demostraba que en verdad Saga le era un total desconocido. En su interior, Saga conocía de antemano las palabras que escucharía este día de boca del Patriarca, de su decisión de hacerle a un lado en un claro desafío a Las Parcas, impulsado por su recelo y sus miedos. La desaparición de Kanon, el último motivo que llevaría a Shion a temerle del todo a Saga. El gemelo reconocía que su decisión había llegado muy tarde, pero aún así no se arrepentía de haber encerrado a su hermano en Cabo Sunion, del cual se había olvidado desde hacía días. Con frialdad pasmosa, para Saga su hermano había dejado de existir, pero miserablemente, y eso era el otro signo de que Aiolos le desconocía, era que esa voz que había pensado que dejaría de escuchar al dejar a su hermano mayor encerrado, lejos de guardar silencio se había vuelto más vocal, más presente. Saga no tenía ni el control de la situación ni tenía la seguridad de ser el ganador.

Aún así, con el cálculo preciso del cazador, con la exactitud escalofriante del asesino, Saga venía esta mañana a escuchar el juicio de Shion para poder saber el siguiente paso en su carrera hacia el trono. Miró de vuelta a Aiolos, el cual le miró gravemente, cuando ambos se detuvieron justo ante las puertas de la cámara, de color dorado.

"¡Que Niké te corone, Saga!" deseó Aiolos en voz alta, mirando fijamente a Saga quien le miró de vuelta inmutable, despojándose de su actitud cálida que solo adoptaba ante "los demás", pero nunca ante Shion, ni ante Arles, ni mucho menos ante él... "Esa mirada... esos ojos..." pensó Aiolos asomándose más allá de lo que estos mostraban. Su alma sintió un vacío, el frío de la nada. Como si de repente hubiese mirado más allá del cielo, y se hubiera quedado atrapado en otra dimensión.

Saga le estudió y dejó con cinismo y con un poco de sadismo, que el alma noble de Aiolos le inspeccionara hurgando más allá de su mirada... si era verdad que los ojos son el reflejo del alma, el pobre Aiolos pronto se vería perdido en medio de un laberinto de luz y sombras, el mismo laberinto en el que Saga se encontraba perdido por momentos, pero emergía poderoso, temible.

"No es ningún tonto" pensó al notar la insolencia con que Aiolos le miraba de manera profunda. "Sabe lo que está viendo..." y sonriéndole de manera retorcida, notó que Aiolos volvía su mirada rápidamente para no ser descubierto. Gesto que Saga despreció en sus adentros suspirando de manera profunda. "O quizá es un verdadero tonto que no sabe cuando apartar la mano del fuego cuando está a punto de quemarse..."

Las puertas se abrieron pesadamente para mostrar una brillantísima Sala Patriarcal. Sentado, de manera regia, El Patriarca del Santuario hablaba con su pupilo, Mu, el mismo joven de siete años que era entrenado por el máximo de los representantes de Athena. Se contaba que su poder era asombroso, y que era el seguro ganador de la armadura de Aries... aunque esta parecía un legado de Lemuria más que de otra cosa. Al lado de ambos lemurianos, de pie, junto a su amo, se encontraba firme el Kagemusha Arles que les miró cuando entraron.

Adelantándose mientras Shion despedía a Mu, Arles expandió sus sentidos tanto como pudo para poder percibir el Cosmo de ambos jóvenes. Sabía que ambos conocían el motivo del llamado de Su Santidad, pero algo se agitaba en su interior. Esa inquietud que experimentamos todos al ver a un domador jugar con una fiera terrible, que se muestra mansa pero que en cualquier momento su naturaleza salvaje podría tornar el juego en tragedia.

Para su sorpresa, encontró el Cosmo de Saga totalmente sereno y el de Aiolos, en medio de una tempestiva inquietud. Pero Arles no renunció a su impulso paranoico, miró desde debajo de la máscara ritual profundamente al Santo Dorado de los Gemelos.

"Lo estaré observando." Meditó, recordando los entrenamientos con Shion, para maximizar su poder si acaso llegaba la necesidad de luchar contra un Santo Dorado y defender el trono papal de un espurio gobernante... espurio no por destino, sino por decisión de hombres.

"Que Athena los bendiga" saludó el Kagemusha del Santuario. "Su Santidad los recibirá en unos momentos".

Aiolos hizo una reverencia respetuosa ante Arles, mientras que Saga lo miró profundamente e inclinando, de manera renuente su cabeza, pero jamás sin apartar su mirada del hombre que tenía enfrente.

El joven Mu miró hacia donde se encontraban los hombres que venían a ver a su maestro y su ser se cimbró en una mezcla extraña de respeto y nerviosismo, observar a dos hombres en la cumbre de su sueño, portando eso mismo que el lemuriano soñaba con portar un día como distinción, como responsabilidad, le emocionó intensamente. Detuvo su mirada en Aiolos, en el cual percibió un nerviosismo semejante al suyo y quizá por ello mismo, se identificó de inmediato con éste, pero al volver su rostro sin embargo, al del otro hombre, su emoción se petrificó... no se tornó en miedo, el joven no tenía motivos para desconfiar de este Santo que alguna vez salvara a su Maestro, pero no logró precisar el hecho de que de pronto al verle, fuera como si todo lo que fuera capaz de sentir fuera nada.

"Mu, vuelve a tus cámaras, tu entrenamiento debe seguirse, hijo mío, el día de hoy es importante y sólo marca la necesidad de estar preparados hoy más que nunca para cualquier evento desafortunado que pudiera atravesarse en nuestro camino." Aconsejó con tono amable, pero firme, El Patriarca del Santuario. El joven, volvió su mirada prestando de nuevo toda su atención al hombre que era su Maestro y asintió de manera reverencial. El niño se apartó de la sala y salió por una puerta localizada en uno de los costados del Gran Salón del Trono. Respirando profundamente, Shion se preparó para enfrentar el momento que se aproximaba, sin embargo, no había más nada que hacer en evitar que éste se llevara a cabo. "¿Orarte ahora, mi Diosa es adecuado? ¿Hoy que estoy por ir en contra de las Sagradas Moiras?" preguntó indeciso el hombre, mientras volvía su rostro para hallar el impenetrable rostro de Saga. Y en su mente, se agolpó el conocimiento de lo que este Santo de Athena había hecho... "Alguien que atenta así en contra de tus Defensores, Señora, no es digno de portar la tiara papal" dijo el hombre en su mente acallando los gritos de alerta que su temor por Saga le inspiraban. "Terrible es un hombre que es capaz de matar a sus compañeros, pero mucho más monstruoso cuando es capaz de desaparecer a su hermano... es un hombre que no tiene límites de ninguna índole".

La reflexión de Shion lo había llevado ya a tomar una decisión predeterminada por el desde hacía mucho, pero la última vista de Kanon en el Santuario era algo que el Patriarca no podía dejar pasar por alto. Ya no podía negarse al hecho de que frente de sí tenía a un Saga que era totalmente diferente al que el criara de niño, al que procurara y llegara ver en un momento, como su sucesor. Pensaba que la única manera de poder detener a este hombre era evitando que este accediera al trono mediante la sucesión de otro. Que eso lo detendría... ¡Qué poco conocía el Patriarca del Santuario a Saga de igual forma!

"Les doy la bienvenida, mis hijos, en esta fecha que nos llena de regocijo a todos nosotros, estoy seguro" dijo en voz alta y firme, con la ayuda de esa máscara que tan acostumbrado estaba a portar y que hoy, era el instrumento que imponía una barrera protectora entre el miedo reflejado en su mirada y sus acciones decisivas.

Aiolos y Saga se arrodillaron ambos delante del gran Señor del Santuario en cumplimiento del rito.

"Qué Athena bendiga al más honorable de sus Santos en este día" dijo Aiolos lleno de convicción y energía. "Su Excelencia, palabras más ciertas y llenas de dicha jamás han escuchado mis oídos."

Saga, con la cabeza baja respondió al saludo de Shion.

"Bendito sea el que habla en el nombre de Athena, El Patriarca del Santuario" dijo con un tono zalamero en propósito y que ocultaba un dejo de ironía apenas perceptible. "Y el ejecutor de la voluntad de las Parcas". Concluyó.

Shion y Arles se estremecieron ante la mención de las temibles deidades. ¿Sería posible que este joven supiera lo que ocurriría? ¿Lo que concretarían hoy como juego de escape al destino? Si lo supiera solo vendría a reforzar sus temores de lo increíblemente poderoso que era, y si no, de lo terriblemente inoportuno que era al hablar y decir las cosas.

"Levántense" ordenó el Patriarca intentando mantener la calma. "Mi llamado ha sido para confirmarles la noticia que hemos estado esperando desde hace tanto: el nacimiento de Athena." Dijo en voz alta, imprimiendo júbilo en su voz, pero sin poder acallar el dejo de angustia que este acontecimiento le significaba al portador del Manto Papal.

Con paso tranquilo, Arles se puso detrás del Máximo de los 88 Santos de la Orden, adoptando la posición que era su misión y lugar. Saga, pestañeando de manera lenta llevó su mirada del Patriarca a Arles para observar el parecido increíble que mostraban vestidos casi de manera idéntica uno con el otro, se asemejaban a gemelos. Y sonrió de manera amarga. Aiolos, tragó saliva esperando las palabras que tenía que decir el dirigente del Santuario.

"Como bien saben..." comentó Shion finalmente tras un silencio prolongado "... les he dicho que recibiría a Athena aún como Patriarca y representante de ella sobre La Tierra, mi intención era proseguir en este cargo al frente hasta que mi sucesor estuviese listo para adoptar mi lugar, sin embargo, la enfermedad que me debilita es cada día mayor, y los tiempos de entrenamiento deben de iniciar lo más pronto posible por estas circunstancias, si bien confío en el magnífico papel que mi estimado Arles podrá realizar en la eventualidad de mi ausencia..."

"¡No diga eso, Maestro!" exclamó Aiolos de manera honesta y firme, expresando un voto real de esperanza por el bienestar del hombre que respetaba tanto.

A diferencia de Saga que al escuchar estas palabras posó su mirada en Arles y la detuvo allí en callada meditación, estudiándolo como alguna vez lo hiciera con las hormigas, en aquellos años anteriores. Y a su mente acudió el recuerdo de la obrera cargando ese peso enorme, moviéndose con dificultad. En estos momentos veía tan pequeño a Arles.

Notando la mirada del Gemelo, Arles lo miró de frente esperando que este retirara su mirada. Pero de forma insolente, Saga no apartó su mirada, lo siguió observando de manera frontal, haciendo que se sintiera incómodo.

"Te agradezco los deseos, hijo mío" dijo Shion en respuesta a las palabras de Aiolos. "Pero algo que he aprendido tras todo este tiempo es lo inevitable del paso del tiempo, el cual, está ya cobrando su deuda conmigo. La llegada de la Diosa no viene sino a señalar que es tiempo de hacerme a un lado dándole paso a ustedes los jóvenes."

Tras esta afirmación, y ante lo irrefutable de su verdad, Aiolos finalmente decidió guardar silencio. Como hombre, deseaba que el tiempo de la partida de Shion no llegara nunca, pero como sirviente de Athena, como Santo y como soldado, sabía que ante la terrible batalla que se aproximaba, era necesario contar con alguien lo suficientemente fuerte para ser el símbolo para dirigir a toda una hueste de guerreros a la victoria contra los terribles ejércitos enemigos.

Un sentimiento de inquietud comenzó a invadir a Shion ante la indiferencia que Saga mostraba por este momento, esperando verle con un destello de emoción, como ocurriera hacía un tiempo atrás al anunciar la llegada de Athena, al anunciar el próximo cambio. Una inquietud que era tan desagradable como cuando se comienza a percibir que una pierna está adormeciéndose.

"Y el tiempo, mis amigos, ese mismo que me indica que debo de hacerme a un lado para darles paso, es el mismo que este día tan importante, me apremia para revelar la decisión que he tomado con gran dificultad, para tomar el asiento de Patriarca y dirigir el destino del Santuario hacia la victoria de lado de nuestra Señora de los Ojos Grises."

Aiolos miró expectante a Shion. Un rocío de sudor mojó su cuero cabelludo, al tiempo que sintió que su garganta se secaba, al tiempo que el Patriarca y su sombra, fijaban su mente de manera discreta en Saga para percibir cualquier cambio en su Cosmo, en su expresión. Ni una expresión delataba si acaso sentía nerviosismo, ni un mínimo rastro de inquietud en su mente, casi con gesto aburrido esperaba y miraba el acontecer de los hechos como si estos ocurrieran en precisión absoluta a algo que él mismo había ya previsto.

Con dificultad, renuentemente, Shion finalmente decidió anunciar el nombre de su sucesor.

"Aiolos de Sagitario, la Diosa Athena te ha llamado para que acudas al servicio de ser su siguiente representante sobre La Tierra y que, a su lado y siguiendo los preceptos del destino, encamines al Santuario y a sus habitantes al camino de la victoria en estas Guerras Sagradas." Anunció de golpe, sin más preámbulos, como el arriesgado que se arroja al vacío en un momento de decisión precipitada.

De forma inmediata, moviéndose casi a la velocidad de la luz y de manera indiscreta, Arles se volvió hacia Saga para capturar la reacción del gemelo de Kanon, al tiempo que Shion lo hacía de la misma manera al volverse hacia Saga pasando por alto totalmente la reacción que se reflejaba en el rostro de Aiolos que apenas alcanzaba a acertar a decir nada.

Con ojos totalmente abiertos, su boca se abrió al mismo tiempo sin acertar a qué decir, él había entrado este día a este sitio con la expectativa de no ser el elegido, de que sería Saga el responsable por el puesto que se jugaba en todo este tiempo.

"Yo..." alcanzó a decir únicamente. "Yo..." Dijo al tiempo que su voz se apagaba convirtiéndose en un susurro.

Mientras que Shion y Arles se estremecían al ver la impasibilidad en el rostro de Saga, el cual solo cerró los ojos. Su postura no cambió de ninguna manera. Su frialdad, su indiferencia resultaba totalmente pasmosa, inesperada al menos para el Patriarca y su Sombra Real.

Sintiendo las indiscretas miradas de los dos hombres, Saga sonrió con un poco de sorna. Por la reacción de ellos. Por la reacción de Aiolos, que seguía totalmente azorado.

"Este es el hombre que eligieron sobre mí... tal es el nombre de su condena" pensó disfrazando su sonrisa burlona en una sonrisa más allegada al gusto. Sonriendo, Saga se aproximó a Aiolos al tiempo que le decía:

"Niké te coronó el día de hoy, Aiolos" dijo con voz firme, casi gentil.

"Yo..." volvió a decir Aiolos al tiempo que abrazaba efusivamente a Saga que recibió el abrazo de manera fría, sin corresponderlo. Esta reacción de Saga volvió a la realidad al Santo Dorado de Sagitario. "Disculpa, Saga... ¡es solo que la emoción...!"

"No tienes porqué disculparte, Aiolos, ambos sabíamos que cualquiera de los dos podríamos resultar elegidos, y es natural que sientas la emoción que experimentas en estos momentos, yo..." y volviéndose hacia Shion y Arles arrodillándose prosiguió. "...Acato como me enseñó siempre la voluntad que los dioses imponen, pues estoy seguro de que usted no hace sino acatar los mandatos del destino y del camino que nos trazara la venerable Palas desde los tiempos antiguos." Y poniéndose de pie, con gesto de reverencia concluyó: "Que nada tuerza el huso de las Parcas..." y con esos movimientos regios, Saga salió de manera lenta del salón Patriarcal dejando atrás la congregación sin esperar a que le disculparan la salida.

"Yo... ¡haré todo lo que esté a mi alcance, Gran Maestro!" dijo Aiolos acercándose a Shion, que junto con Arles miraban hacia las puertas enormes recién cerradas por el gemelo de Kanon de forma preocupada.

"Si, si, hijo..." dijo Shion haciendo uso de sus más poderoso poder de voluntad para volver su concentración al tema central de la reunión. Aiolos no estaba del todo preparado, no había más tiempo que perder. "A partir de hoy, se te entrenará en el camino al trono, joven Aiolos."

"Si, Su Santidad" dijo Aiolos haciendo una reverencia respetuosa.

"Arles, encárgate por favor del entrenamiento en cuanto a meditación que el nuevo Patriarca deberá realizar para poder realizar sus nuevas tareas en el menor tiempo posible" dijo Shion con tono imperativo y firme. "Es menester que esté listo lo más pronto posible con el nacimiento de Athena inminente."

"Si, Majestad" dijo Arles agachando la cabeza de manera presta.

"Bien." Dijo Shion asintiendo firmemente aprobando. "Bien, joven Aiolos, que Niké y Athena bendigan tu camino como líder de las tropas de la Diosa de los Ojos Grises, que su sabiduría te acompañe y que cuando llegue el momento, siempre tomes las decisiones que signifiquen el éxito de nuestra Orden, pero sobre todo, el éxito de nuestra Gran Diosa y el bienestar del mundo que defendemos en su nombre."

"Señor" dijo Aiolos solemnemente. "¡Juro que de ser necesario entregaré mi último hálito en la defensa de la Diosa! ¡Ruego tan solo a ella que me conceda la gracia de ser un Patriarca sabio y venerable como usted siempre lo ha sido: apegado a la disciplina y a la verdad que ella nos muestra con su luz gloriosa!" Impresa en su voz, la emoción y la fuerza de la juventud, impregnada del idealismo que sólo Aiolos podía transmitir en sus palabras y en sus emociones venerables... en su mente, girando ya ideas de cómo haría para poder realizar una transición no sensible de uno al otro, y esperando en su corazón llegar a ser algún día tanto como Shion.

"Puedes retirarte, Aiolos... ve a tu habitación, ora porque esta noche, con la llegada de Athena, tu Cosmo se prepare para recibir la comunión con ella..." la debilidad invadiendo de nueva cuenta el cuerpo de Shion nuevamente.

"Si, Señor" dijo Aiolos al tiempo que haciendo una reverencia correspondida por los dos hombres, encaminó sus pasos, casi a trote, fuera de la habitación.

Al cerrar las puertas, Shion sintió que sus piernas flaqueaban, Arles, rápidamente le sostuvo.

"¡Su Majestad!" gritó al tiempo que le sostenía. "¿Está usted bien?"

"Sus palabras, Arles..." respondió únicamente Shion al tiempo que era auxiliado por su sombra a ser llevado al Trono Dorado en el que se dejó caer pesadamente. "¡Las palabras de estos jóvenes me han herido! ¿Será acaso que mi debilidad sea un signo de que Athena no aprueba mis acciones?"

Arles no respondió tras escuchar esta pregunta. Hoy habían consumado una acción que iba en contra de todo lo que se suponía debían hacer, anteponiendo la voluntad de ellos, simples humanos, sobre los dictámenes implacables y, supuestamente, incuestionables de los dioses.

Shion miró de vuelta hacia las puertas sin esperar verdaderamente una respuesta a la pregunta que se había hecho. Arles miró de vuelta hacia la puerta preocupado.

¿Qué habían hecho?

Saga caminaba lentamente hacia su casa. ¿Había tenido alguna sorpresa? No. De ninguna forma. Todos, todos le habían fallado. Hoy resultaba más claro que nunca, que las Guerras Sagradas tenían una sencilla y única causa: los errores de los humanos que permitían ser manejados por los hilos de sus propias falibilidades, de sus propios temores.

Esta debilidad, impuesta con el carácter propio de los dioses, eran una combinación que habían condenado al mundo a un eterno ciclo profano de Guerras que solo significaban muertes innecesarias de hombres y niños. La hipocresía de todos le dio asco. Eso fue lo más cercano en su mente a una reacción inesperada a esta situación.

"Todos son débiles... todos son inadecuados..." dijo al tiempo que veía como su Casa se agrandaba en su radio visual al tiempo que se aproximaba a ella. "Y solo yo sé que es lo que hay detrás de toda esta porquería... toda la trama de engaños, de traiciones que han culminado este día en lo que ha pasado el día de hoy."

Ingresando a la Casa de Géminis, rodeado de sombras, la mirada de Saga se endureció, al tiempo que se fijaba en un punto inexistente más allá de lo que nadie podía ver.

"¡La carencia de voluntad del hombre por tomar las riendas de su destino es lo que nos ha traído hasta este desastre!" dijo al tiempo que sus pasos se iluminaban con el Cosmo de su ser. "Hoy he comprendido por fin de manera lógica, cuál es el verdadero propósito del hombre." Reflexionó mientras daba las vueltas por los pasillos ocultos que le llevarían hasta su habitación. "El propósito del hombre es ser el dueño de su propio destino... ¡arrebatárselo a los dioses o a los hombres de ser necesario!"

Al entrar, la armadura de Géminis, en canto sagrado, armonizó su Cosmo junto con el de Saga, legítimo Santo Dorado de los Gemelos, al tiempo, que, Saga, volvía su mirada hacia ésta.

Era perturbadora su presencia. La armadura parecía comprenderle. Parecía estar de acuerdo con él en cierta forma. Como si de una aparición se tratara, Saga permaneció de pie mirándola profundamente. Examinándola. Y entonces, como si de entre la oscuridad se asomara la presencia inadvertida de otra amenaza, un Cosmo nuevo brilló. Lleno de furia. Amenazante entre las tinieblas, los colmillos de unas fauces brillaron. Y las Escamas del Dragón Marino brillaron de manera temible. A su izquierda, la armadura de Géminis, a su derecha, la armadura del Dragón Marino. Brillando en una canción cósmica temible, más semejante al rugir del mar y el del viento cuando una tormenta se desata. Era una furia casi elemental, casi primitiva. Y Saga sonrió. Cuatro eran sus verdaderos obstáculos. Ya no lo serían por mucho tiempo más.

Tema de Fondo: New Wars Come Up

CRÓNICAS ZODIACALES: GÉMINIS CAPÍTULO VI: REVOLUCIÓN

Con la premura del tiempo, el ciclo de años rituales se habían todos conjuntado en un período que extenuaba al cada vez más debilitado, Patriarca del Santuario.

"Mi Diosa, presiento que pronto tendré que dejar este sitio, pero mi tranquilidad es casi completa al pensar satisfecho en la labor realizada."

Haciendo de lado los vestigios de sus preocupaciones, Shion había llegado a pensar que, todo lo que había ocurrido, incluida la elección de Aiolos por sobre Saga, habían sido acontecimientos que no podían evitarse. Sin embargo... esto último era el único motivo que opacaba su satisfacción al ver al Santuario andando con la marcha que había adquirido.

Con la presencia próxima de la Diosa justa entre ellos, los ánimos se habían encendido, y así, a lo largo de los días anteriores a su nacimiento, tendrían que ser ordenados uno a uno los Santos de Oro Defensores de la Diosa de los Ojos Grises: Escorpión, Acuario, Piscis, Aries, Tauro, Cáncer, Leo y Virgo, ellos, aunados a Capricornio que regresaría en los próximos días de su entrenamiento fuera del Santuario de Grecia, de Dohko que permanecía en su puesto como Santo de Libra en su permanente vigía, misión impuesta hacía centurias por la misma Diosa que ellos adoraban, Aiolos, que mantendría su armadura de Sagitario para el resto de la batalla y Saga, portando la armadura de Géminis, completaban el círculo interno de la élite protectora de la Diosa gentil.

En ese mismo orden, varios guerreros ya entrenaban para adquirir el rango de Santos de Plata, y correspondería al siguiente Patriarca completar esto y realizar las tareas que llevaran al éxito del surgimiento de una nueva tropa de bronce. Con la casi cumplimento del año de nacimiento de Athena, Shion se disponía a dejar el trono finalmente, satisfecho y esperando en su corazón y su alma, que su decisión había sido la indicada, sobre todo, esta reforzada al notar el cambio en la actitud de Saga.

Saga de Géminis, en uno de esos movimientos inesperados y totalmente ilegibles, había vuelto a su ser amable, demostrando cariño por la gente que le rodeaban. A menudo, podía observar como Saga mostraba un verdadero entusiasmo al estar cerca de ellos, sobre todo de los niños, a los cuales maravillaba con sus palabras y consejos. Sin embargo, al estar cerca de él, o de Aiolos, su postura era totalmente opuesta, se convertía en un ser totalmente hermético, casi hostil.

"Hoy no comprendes muchas cosas, mi querido Saga, pero con el paso del tiempo te darás cuenta que las cosas ocurren con la precisión que el tiempo exige... estoy seguro que si hubieras sido tú el elegido, este acercamiento por la gente, este amor e interés que les prodigas y que te devuelven en recompensa, no habrían sido tuyos nunca, pues el entrenamiento para Patriarca, por fuerza, te aleja de ellos... ciertamente no hay Santo de Athena más cercano a los hombres que Saga de Géminis."

Arles ingresó a la Sala de Trono Patriarcal de manera pausada. Habiendo incrementado su poder en estos últimos meses, casi su cosmo era irreconocible de entre los demás muy jóvenes Santos de Oro. Su nivel le había dado un nuevo nivel de confianza, también gracias a las miradas retadoras del joven Santo dorado de Géminis.

"¿Su Santidad?" preguntó acercándose al anciano sumido en meditación total. El Antiguo Santo Dorado de Aries no respondió. Su meditación era total, y Arles se había vuelto más activo, expresándose cada vez más, algo que no era del total agrado del Patriarca, por lo que decidió no romper su meditación.

Arles guardó un suspiro de condescendencia, a pesar de que sabía que interrumpir al Patriarca en meditación, los estados contemplativos del Máximo de los Santos Dorados de Athena eran cada vez más seguidos en este último año, callando, se aproximó al Patriarca y se posó detrás de éste. Suspirando algo insatisfecho, Shion habló finalmente.

"¿Vienes a avisarme que Shura está próximo en su arribo, viejo amigo?" preguntó con plena conciencia y aún con los ojos cerrados el anciano lemuriano.

Sorprendido porque hablara y por el conocimiento de su visita, Arles respondió con tono apenado.

"Sí, Su Santidad" dijo bajando la cabeza de manera respetuosa.

"Bien" dijo el hombre que llevaba la responsabilidad del Santuario sobre sus hombros. "Estoy preparado para su llegada, no debes preocuparte, la barrera del Santuario no se opondrá a su llegada." Arles guardó silencio tras estas palabras, sin tener más que agregar y no deseando molestar más a su Maestro. "¿Eso era todo, Arles?" preguntó finalmente, tras la pausa Shion.

"¡Sí, sí Su Majestad!" replicó de manera presta el Kagemusha del Santuario.

La paz que había sentido hasta estos momentos Shion se había roto, mientras suspiraba. Algo en el aire había cambiado de pronto, algo que no podía definir.

El aire cálido recorrió como un soplido al Santuario y sus alrededores, al tiempo que un rumor comenzaba a extenderse a lo largo de la villa sagrada de Athene, contenida en los límites del Santuario. Los niños gritaron y los adultos, hombres, ancianos y mujeres comenzaban a asomarse por sus ventanas para enterarse del alborozo y de lo que lo causaba.

"¡Saga! ¡Saga viene!" se escuchó el grito joven de un niño vestido con ropas de entrenamiento, con la ilusión dibujada en su rostro. Las sonrisas y la ilusión se reflejaron en los rostros de los oyentes. "¡El Santo de Athena viene con nosotros!"

Vestido en su armadura de Géminis y sosteniendo el casco, Saga muestra un aspecto esperanzador, con los visibles signos de su vuelta cumpliendo su misión, las mujeres le acercan solícitas vasos con agua y algunos hombres sillas. Saga sonríe emanando su más poderoso Cosmo tranquilizador... ¡El Santo de Géminis es venerado como un dios por la gente!

"Por favor, Santo Géminis, hágame el favor de tomar asiento en esta silla que le he traído" ofrece un hombre grande, que ha arrastrado la silla en la que se encontraba sentado fuera de su humilde vivienda. Observándolo con una sonrisa, Saga se siente conmovido, y acercándose al hombre, le mira con detenimiento. Todos le observan, atentos a cualquier palabra o acción que realice.

"Muchas gracias, mi buen amigo, pero preferiría que usted se sentara, no interprete esto como un signo de rechazo sino como uno de agradecimiento a usted, pero la Diosa Venerada no me permitiría sentarme quitando a uno de sus siervos nada..." y tomando la silla, Saga se acerca hasta la fuente central de la plaza. "Mejor conserve usted su silla mientras yo me siento aquí con ustedes, y se sienta usted a mi lado ¿por favor?"

"¡Oh, sí, sí, Santo Saga!" dice el hombre que le sigue, al tiempo que Saga lleva la silla hasta el sitio indicado y la deja a su lado. Alrededor de la rústica fuente, que emite el sonido grácil y tranquilizador del agua en medio de la villa que muestra los signos de la dureza y de las pocas lluvias de este verano. Mirando hacia arriba, Saga se cubre el rostro con su mano y hace un gesto de cansancio.

"Tome" escucha Saga la voz de una mujer amable que le acerca un vaso lleno de agua.

Saga mira el vaso tendido por las maltratadas manos y luego observa hacia arriba, la mujer, con ojos llenos de esperanza y admiración le sonríe de vuelta, Saga le mira durante unos breves momentos antes de tomar el vaso entre sus manos de forma delicada y se lo lleva a la boca vertiendo la dulce agua dentro de ésta. Al terminar, la devuelve al tiempo que la mujer, sin haber borrado un segundo su sonrisa pregunta.

"¿Le gustó, Santo Saga?" dice genuinamente preocupada por haber agradado al guerrero de Athena.

"Mucho, muchas gracias." Responde Saga con voz serena y tranquila. En ese mismo momento, Saga siente el toque impertinente de los niños que se han aproximado hasta el con ojos de admiración.

"¿Vienes de vigilar a Poseidón, Maestro?" preguntan aquí y allá. "¿Ya has matado a un soldado? ¿Es hora de defender a Athena?"

Preguntan las múltiples voces de los niños que le observan, con esa misma esperanza, con esa misma hambre de actos heroicos que les inspiren.

Sonriendo, Saga acaricia las cabezas de algunos de ellos. Haciendo arder su Cosmo de manera imperceptible, llenándolos a todos de una extraña alegría que influye en sus propios y desconocidos Cosmos asiente con su cabeza.

"Así es" Todos callan. Las mujeres temiendo la llegada de la Guerra, los ancianos, sintiendo pena por no ser jóvenes para así poder compartir su misión en entrega absoluta a este Santo, y los niños, imaginando en sus pequeñas mentes mil y una aventuras, donde todos logran destacar tanto como este Santo, o ganándose su respeto, al salvarle de peligros insuperables. "No ha habido necesidad de matar a nadie que deseé atacar a nuestra Diosa, debo de decir."

"¿Pero si fuera así ya habrías terminado con todos, verdad Santo Saga?" pregunta un joven de siete años, con el traje de entrenamiento destinado a los soldados comunes del Santuario.

"Así es" responde él con decisión. "Sin embargo, joven soldado..." dice imprimiendo respeto en sus palabras, haciendo sentir honrado al joven al gozar de la total atención de este guerrero admirado. "¡Siempre es hora de defender a Athena!" sacando el pecho inspirado, el niño asiente. "¡Y también a esta gente, los amados de nuestra Diosa, defenderlos es defender también a nuestra Diosa de los Ojos Grises!" Y desviando su mirada hacia el resto de la gente, Saga pregunta: "¿Están dispuestos a cumplir todos con el deber que tenemos para la Diosa que nos ha protegido? ¿Defendernos a unos y otros?"

Entusiasmados y llenos de júbilo, todos gritan un "¡Sí!" resuelto bajo la mirada aprobadora de Saga que les mira seriamente. Finalmente, y habiendo terminado su descanso, Saga prosigue.

"Puedo entonces sentirme tranquilo de que ustedes comparten mi misión y mi compromiso... ahora, tengo que ir con el Patriarca a informarle de esto que les he dicho, amigos míos, les agradezco todas sus atenciones." Dice al tiempo que encamina su paso hacia El Santuario, mientras que todos le miran contentos.

"¡Qué Niké corone al Santo más grande de Athena: Saga de Géminis!" grita el joven soldado. Así, despedido por los vítores de la población, Saga emprende su camino hacia el Palacio Papal esperando que el día de hoy sea el adecuado para llevar a cabo la campaña que iniciará la liberación de la humanidad.

Observándolo todo desde lejos, y testigo total del acontecimiento ocurrido aquí, un joven Milo en ropa civil observa como Saga se aleja de manera tranquila, pero rápida, hacia el Palacio del Máximo Caballero de Athena. En sus ojos, brilla también la chispa del entusiasmo, seducido por las palabras del joven Santo de Géminis.

Ampliando sus niveles de conciencia más allá de lo que cualquiera pudiera imaginar, Saga hace su entrada al imponente Templo Papal al pie del Camino de las XII Casas, percibiendo algo diferente.

"Parece que tenemos a un ausente de vuelta" dice mientras camina aproximándose a la entrada del Salón Papal al tiempo que en su mente, se regocija.

"Su Santidad... yo como el Maestro Aiolos deseo contar con una misión: ahora sé que el ocupará su lugar, y que ya otros Santos se comienzan a encargar de sus propias tareas... ¿qué me dará a mí como misión?" pregunta la voz joven del recién llegado desde el interior de la Cámara.

Saga sonríe. Un gran poder y la ansiedad por demostrar su valía tiene este joven, algo que lo hace cuanto más útil.

"Arles" se escucha la voz del Patriarca responder a la pregunta planteada. "El día de mañana le indicarás al joven Shura su nueva misión en el Santuario"

"¿Mañana?" se escucha desilusionada la voz del impetuoso Capricornio. "¡Yo estoy bien, Su Majestad! ¡Puedo iniciar desde hoy mismo mi misión!"

Saga entreabre la puerta para mirar como Arles sigue al Patriarca quien se ha puesto de pie al tiempo que responde a las palabras de Shura.

"Su Santidad considera que una noche de descanso y de adaptación te vendrán bien, joven Shura, un descanso bien merecido, no te desesperes, son solo cuestión de horas antes de que se te diga qué hacer, mientras tanto, disfruta de tu hogar y termina de reinstalarte." La voz de Arles está llena de autoridad. Saga suprime bufar con desprecio.

Frente a ellos y junto al recién llegado, Aiolos observa y escucha todo en silencio.

Decidiendo que el momento preciso de su entrada ha llegado, Saga decide hacer su entrada.

"Debo de conocer a este joven... su capacidad."

Lanzando una emanación de Cosmo agresivo dirigido al Cosmo de Shura, Saga ingresa al Salón de Trono, sustituyéndolo de inmediato con la bondadosa energía que acompaña a un Guerrero Dorado de Athena.

"¿Qué es ese Cosmo agresivo?" piensa alarmado Shura de Capricornio volviéndose mientras que el Patriarca detiene sus pasos para hablar.

"¿Eres tú, Saga?" pregunta el anciano.

Volviéndose todos hacia la entrada imponente del Salón, de forma fría, Saga hace su aparición ante la reunión interrumpiéndola.

"¿Has vuelto?" pregunta Aiolos al observar al aparentemente cansado Santo de Géminis que se aproxima al tiempo que, llegando ante el Patriarca y Arles se arrodilla diciendo.

"Maestro, he venido a saludarte y a darte informes de la situación en Atlantis." Dice mientras baja la cabeza de manera respetuosa. "También he venido a aprovisionarme, mis raciones terminaron antes de tiempo, mi vigilancia de un año tuvo que ser interrumpida."

Estudiándolo con detenimiento, Shura no deja de meditar en el extraño origen de ese Cosmo terrible que sintiera, tan potente, tan agresivo, que nadie más pareció haber captado. Concentrándose en el Santo de Géminis, Shura sólo logra percibir el aura agradable de un Santo Dorado de Athena, para su sorpresa.

"¿Será posible que un intruso haya entrado en el Santuario?" se pregunta desconcertado. "Esto es muy extraño... ¡increíble que fuera el mismo Cosmo de este Santo, tan cercano al del Maestro!"

Con gesto triste, Aiolos desvía su mirada. A pesar de la calidez y el respeto que Saga mostraba, el Santo Dorado de Sagitario no podía por menos sentir un profundo dolor al observar a este hombre que le era hoy por hoy un desconocido.

Percibiendo la examinación de su Cosmo por parte de Shura, Saga se levanta frente de este y pregunta con tono distraído.

"¿Y tú eres...?"

"Yo soy Shura, Santo Dorado de Capricornio, Señor" dice orgulloso de poder presentarse como tal ante este hombre que alguna vez le pareciera un modelo de conducta a seguir.

Sonriendo casi con indiferencia, Saga le mira penetrantemente mientras que responde.

"¡Ah! ¿Eres entonces tú?" su tono indiferente habría ofendido a otro, pero Shura, más preocupado por otros asuntos, ignora la actitud de Saga, y tomando la ruta corta hacia el motivo de su preocupación.

"¿Usted vigila a Poseidón? Es que... hace unos momentos logré captar un Cosmo muy agresivo, grande y desafiante... ¿será posible que usted...?"

De manera rápida, Saga le enfrenta e interrumpe su pregunta para responder.

"No, creo que te lo has imaginado, joven Santo, parece que tu cansancio está haciendo sentirte confundido."

Sin pasar por alto en esta ocasión sus palabras, Shura con suspicacia le mira de vuelta, conteniendo su enojo y su indignación por ser descalificado tan prontamente. En su interior, Saga le mira conteniendo apenas su enojo. Ciertamente este Santo era muy arrojado y evidentemente, también tenía un cierto grado de impertinencia, esperando que callara al fin, recibe una respuesta más para su sorpresa.

"¿En verdad me lo habré imaginado? No me encuentro tan cansado como parecen creer, en realidad yo..."

Suspirando con un poco de exasperación, Saga responde sosteniendo la mirada interrogante del joven categóricamente.

"He dicho que no... Shura de Capricornio."

Con decisión, Shura observa la mirada del Santo de Géminis con tranquilidad, pero su corazón se agita al percibir en la mirada de éste un extraño brillo.

"¿Qué?" exclama en su mente Shura asombrado. "Más allá de su mirada, logro notar..."

Girando su cabeza y volviéndose hacia el Patriarca, sondeando al hombre que tenía frente a sí, Saga ignora por completo a Shura para informar al Patriarca.

"Saga..." dice la voz del Patriarca que, cansado y comprendiendo que los ánimos entre estos dos hombres podrían enervarse, decide poner fin a la situación. "¿Cómo está la situación con Poseidón?"

"No ha habido mucha actividad aún, Maestro" replica Saga prontamente. "Todo permanece igual que desde que usted nos informara a Aiolos y a mí, del comienzo de ésta en Atlantis."

"Hacía mucho que no me sentía tan inquieto con Saga como hoy" medita Shion alarmado. "¿Será posible que todo lo que he pensado en los últimos tiempos no sea cierto? Si la presencia de Saga altera el estado pacífico del Santuario de Athena, entonces, lo mejor será sacarle de aquí lo más pronto posible." Mirando de vuelta a Aiolos y a Shura que escuchan atentos el informe de Saga, Shion agrega. "Si tus raciones se han terminado, Saga, ha sido por un descuido tuyo, con Athena aquí en La Tierra, no nos podemos dar el lujo de no vigilar a Poseidón."

Con sumisión fingida, Saga responde con tono calmo.

"Sí, Su Santidad."

El corazón compasivo de Shion mira entonces al Santo de Géminis ante esta actitud sumisa y entonces repara en los signos de cansancio que su cuerpo muestra.

"Pero si la situación es tal y como lo dices, me parece que el que te quedes esta noche en el Santuario no cambiará mucho las cosas, además, deberás reaprovisionarte, eso lo harás mejor mañana temprano, quédate tú también esta noche en El Santuario y reposa, hijo mío."

"Le agradezco desde el fondo de mi alma, Maestro" responde Saga arrodillándose y ofreciendo acatar la orden del Máximo Santo de Athena.

Sin despegar su vista del Santo de Géminis, Shura siente un ligero temblor interno, y se asegura en su mente que no pudo haber sido una confusión aquella señal de Cosmo que sintiera.

"Mi Diosa..." concluye en su mente, con un dejo de inquietud y otro tanto de arrepentimiento. "Perdóname si juzgo a este hombre con el cual se debe de tener cuidado..."

Poniéndose de pie, Saga agacha la cabeza respetuosamente al tiempo que dice:

"Me retiro a mis habitaciones... creo que hoy dormiré toda la tarde y toda la noche, me encuentro muy fatigado."

"Ve, hijo" responde Shion aprobadoramente. ¿No era un mandato de Athena el perdón? ¿Quizá Saga, después de todo, no había sino intentado hacer siempre lo más correcto? ¿Quién sabía que remordimiento guardaba este hombre, que ahora descargaba toda su compasión en la gente y que se comportaba de manera tan ejemplar.

Detrás de Saga, comenzaron su andar Aiolos y Shura, mientras que Arles y Shion salían de la habitación por la puerta destinada al Santo Patriarca de Athena.

Tema de Fondo: Opening Northern Legend

La noche cae pesada sobre el Santuario, el cual ha recibido a dos hijos hace mucho partidos.

Esa misma noche pesada, hace que el Santuario se encuentre más abandonada que de costumbre. Sombras inquietas se mueven entre los edificios deseando estar en otro lugar, disfrutando de la compañía casual de compañeros en armas y, departiendo con vinos y una conversación que les hiciera olvidar por un momento, el comienzo del sentimiento de guerra y amenaza que se respira en El Santuario desde el advenimiento de Athena.

Solitarias, las Casas Zodiacales, guarda su vigilancia eterna del camino al Templo principal del Santuario: aquel que guarda en sus paredes el misterio de la existencia de este sitio místico tiene por objeto, a Palas Athena, la Diosa de los Ojos Grises.

La Casa de Géminis, silenciosa y misteriosa como siempre, mientras tanto, guarda en estos momentos a un hombre que lo ha perdido todo, y lo que le hace temible, puesto que sin nada más que dejar de tener, ahora es uno que es más arriesgado, puesto que todo resulta una ganancia.

Soltando un pergamino con asco, Saga se cubre el rostro mientras cubre su rostro temblando de ira.

"¿Satán Imperial?" pregunta sosteniéndose de una pared. "¿Es posible que el descaro de estos seres pueda resultar mayor? ¿Porqué un hombre de la alcurnia de un Patriarca tendría que tener una técnica de este tipo? ¿Qué sacrilegio es este que evidencia totalmente la falta de respeto por el contrincante y toma control de su mente? ¡Qué deshonor!"

Tema de Fondo: God Warrior vs. Saint

Controlando su furia, Saga ha aprendido esta noche de páginas de un tomo de educación Patriarcal, la terrible técnica que es privilegio exclusivo de aquel que ostenta el manto papal, el Máximo Santo de Athena. "¡Nada hay más que me pueda quitar la idea de llevar a cabo esto que estoy por realizar!"

(¿Esta noche entonces? ¡Al fin! Tanto tiempo hemos esperado por llevar a cabo esto... ¿estás preparado?)

"Claro" responde Saga aproximándose ominosamente a las escamas anaranjadas y doradas del Dragón Marino. "Todo lo tengo perfectamente medido... esta noche, un Santo de Athena dejará de morar esta Tierra y este Santuario..."

(¿Y después?)

Pensando la respuesta al cuestionamiento hecho por la voz perenne en su mente, Saga concluye:

"¿Después...? Después será tiempo de llenar los huecos dejados en este Santuario."

Dice al tiempo que su rostro, enmarcado por una mirada poseída, diabólica recibe de vuelta el Cosmo de las Escamas del antiguo General Marina de Poseidón, y decide realizar una nueva transformación en orden de alcanzar el cambio de rumbo en la marea de las vastas aguas del océano de los Tiempos.

Tema de Fondo: Gold Cloth Descent

Cubierto por las sombras del Santuario, y por su velocidad superhumana de Santo Dorado, el hombre que alguna vez fuera un incondicional y fervoroso seguidor de las doctrinas de Athena se abre camino por el Santuario que conoce y reconoce de manera perfecta.

"Esta noche... un Santo de Athena... un hermano en armas, dejará morar esta Tierra..."

(¿Un hermano? ¡No pienses de esa forma, Saga! ¡Un hermano no es nada para nosotros, y menos aquellos que no comparten tu visión... y que perpetúan el engaño entre los ignorantes! ¡Son culpables que deben de pagar!)

"Culpables... ¡son culpables!" dice Saga, encubierto por la temible armadura de un rival vencido hacía ya tiempo... ¡El Dragón Marino!

(Si, no lo olvides... ¡culpables de tu infelicidad, culpables de la infelicidad y las plagas de este mundo!)

"No tiene caso repetirme lo que tantas veces he cuestionado... mis motivos son los justos... pero a veces... sólo a veces, habría deseado que esto hubiera sido diferente..." dice mientras que su cara se torna oscura, pensativa, triste.

"Esta noche, un Santo de Athena dejará de morar esta Tierra..." retumba su sentencia, mientras que ingresa al Palacio Papal.

Sin piedad, Saga lanza un par de golpes a los guardas que cuidan la entrada del Palacio, matándolos fríamente aprovechando su velocidad, y continúa dejando una estela de muerte a su paso.

"Sacrificios necesarios... ¿qué son algunas vidas cuando se trata de salvar a todo un mundo? ¿Qué importa una vida más cuando se está intentando descubrir la verdad y asegurar el futuro de toda una especie?

Al llegar a las puertas de la Sala Patriarcal, se encuentra con siete guerreros que al verlo se ponen en guardia.

"¿Quién está ahí? ¿Qué hace aquí sin autorización?"

"¡Maldición!" piensa Saga molesto al tiempo que lanza una ráfaga de Cosmo agresivo. "¿Porqué me obligan a seguir acabando con ellos?"

Tema de Fondo: Illusion of 12 Temples

Dentro de la Sala Patriarcal, Arles y Shion se observan gravemente.

"¡Su Santidad!" exclama Arles poniéndose en guardia, al tiempo que se acerca a el. "¡Tiene que salir de aquí cuanto antes, yo cuidaré su camino, Mi Señor! ¡Habrá que proteger a Athena!"

Pero la debilidad de Shion, es suficiente para que el intruso del Santuario haga su entrada al Salón Patriarcal irradiando la más pura Cosmoenergía agresiva. Enmarcado por las enormes puertas abiertas y la penumbra del pasillo central, Arles alcanza a observar, apenas iluminados por el resplandor de aura del enemigo, los cuerpos sin vida de los guardias que han cumplido con su deber al defender a su Señor, al Máximo de los 88 Santos de la Diosa de la Guerra.

"¿Cómo te atreves a profanar este sitio, intruso? ¿Acaso sabes en presencia de quién te encuentras?"

En silencio, el agresor se aproxima lentamente, despiadadamente, mientras que Arles apenas es capaz de contener un temblor... ¡jamás pudo prever una situación como ésta! ¡Tan preocupado estaba por un ataque interno que de pronto pensó que un ataque externo jamás podría ser posible!

Perdiendo el tiempo en estas meditaciones, volvió a la realidad alarmado, cuando se percató de que el asesino se encontraba ya a unos cuantos metros de distancia.

"¡Athena nos bendiga, Maestro!" gritó al tiempo que invocaba todo el poder de su Cosmoenergía. "¡Sufrirás la ira de un Santo de Athena, guerrero maligno!" Exclamó mientras que Shion, débil, intentaba concentrarse para incendiarse.

El agresor, cubierto por una máscara observa detenidamente al Kagemusha del Santuario como midiendo su poder... Arles le mira estudiándolo de vuelta, respirando agitadamente mientras mantiene su postura de defensa en alto.

"¡Esa forma de pararse!" piensa sorprendido. "¡La conozco!"

"¡Arles!" se escucha una voz agitada que hace que la Sombra Real del Santuario desvíe su mirada, al tiempo que el atacante hace lo mismo.

"¡Aiolos!" exclama de vuelta el joven Santo Dorado de Sagitario, el cual es seguido muy de cerca por el recién llegado Santo Dorado de Capricornio.

Impulsándose en el aire, Shura se lanza sobre Aiolos para alcanzar más pronto a su rival, al tiempo que desafía:

"¿Qué cobarde o estúpido se atreve a atacar al Patriarca del Santuario esta noche? ¡Revela tu nombre para saber qué nombre llevará tu tumba una vez que haya terminado contigo!" su grito se escucha interrumpido cuando Aiolos alzando el brazo, dice a su vez.

"Shura... ¡espera! ¡No le provoques!" dice mientras ambos jóvenes Santos Dorados se aproximan mostrando la tensión en su rostro... el atacante se encuentra a distancia de ataque, cualquier fallo de cálculo podría resultar fatal para cualquiera.

El asesino hace lo mismo, estudiando sus posibilidades, ahora rodeado por rivales en todos lados, pero manteniendo su postura agresiva, listo para el ataque, semejante al depredador a punto de descargar el golpe fatal.

"Tú... tú eres..." comienza a hablar Arles sospechando con un vuelco en su corazón que se angustia, que lo que presencia esa noche es la materialización de todos sus temores.

"¿Qué armadura es esa? ¡No le conozco! ¿Usted, señor Aiolos?" pregunta Shura confundido sin despegar la mirada del rival.

"No." Responde simplemente Aiolos algo contrariado ante su ignorancia. "Jamás he visto un diseño como este..."

El silencio se vuelve una vez más entre ellos, esperando que uno se mueva esperando a que uno cometa un error al bajar la guardia.

"Esas son las Escamas que protegen a las Marinas de Poseidón" dice Shion con pesar. "Han traspasado nuestras defensas..."

"¿Marinas? ¿Escamas?" pregunta confundido el Santo Dorado de Capricornio al escuchar por vez primera la mención del nombre que los guerreros del dios de los mares reciben. "¿No era el sitio que protegía...?"

"Se dice que son tan fuertes como las armaduras que protegen a los Santos de Athena" agrega Shion intentando advertir a los jóvenes guerreros que, sin armaduras, se presentan a defenderle. "Creados con el legendario oricalcum."

"¡Poseidón!" dice indignado Shura observando a su enemigo, al cual siente odiar con su más pura emoción, con su más puro sentimiento. "¡Jamás permitiré que dañes al Maestro!" grita.

Debajo de la máscara, Saga sonríe.

"Ya va siendo hora de que este mequetrefe sepa a quién se está enfrentando..." piensa con desprecio al tiempo que, moviéndose a la velocidad de la luz, lanza su puño golpeando el estómago de Arles, el cual, capaz de observarlo, pero incapaz de evitarlo, sujeta su vientre con dolor, al tiempo que un chorro de sangre escapa por su boca de manera inmediata.

Shura y Aiolos abren los ojos asombrados. ¡Velocidad de la luz! ¡Qué rival tan temible!

Aprovechando el momento de sorpresa, el asesino se impulsa en los aires, y con la punta de su pie empuja el trastabillante cuerpo del Kagemusha del Santuario para posarse directamente frente al Patriarca.

"¡Oh no, Maestro!" grita Aiolos, que igual que Shura se encuentra imposibilitado de moverse ante la rapidez de su atacante y la proximidad del maestro.

"¡Hoy no moriré, Guerrero de Poseidón!" grita orgulloso Shion al tiempo que, emanando un debilitado, pero aún poderoso Cosmo dorado, evita el ataque simple del supuesto Marina.

Aiolos y Shura se mueven entonces acortando la distancia entre el invasor y ellos, pero con un brinco en el aire, y girando de manera elegante, este se sitúa detrás del Patriarca, el cual debilitado por el esfuerzo es incapaz de moverse.

"¡No!" grita Aiolos aterrado, al no encontrar ningún espacio posible de ataque... ¡si atacaran ahora, El Patriarca podría ser herido por sus propias manos!

"¡No nos rendiremos, Aiolos!" grita decidido Shura, quien adopta una posición de ataque. "¡Este invasor no saldrá de aquí esta noche!"

La tensión es mucha, tensos, sudando con la angustia del momento, ambos Santos Dorados esperan al momento preciso de ataque, mientras que el asesino adopta una postura relajada.

"¡Maldito!" exclama Shura. "¡Es cómo si estuviera jugando al gato y al ratón con nosotros!" piensa indignado.

Entonces, del cuerpo del invasor comienza a emanar una vez más un Cosmo terrible, lleno de agresividad.

"¡Este Cosmo!" exclama en su mente Shura asombrado. "¡Es el mismo que sentí hoy!"

Aiolos, aterrado, percibe el ataque cósmico. Sin poder apuntar a un lugar preciso, se asombra más al sentir que este Cosmo... que esta manera de pelear ya la ha visto antes.

"¡Este Cosmo lo conozco!" dice esforzándose, al tiempo que, cansado de no hacer nada más que sorprenderse, comprende que su única esperanza es tomar control de la batalla en la ofensiva y no en la defensiva. Haciendo brillar su Cosmo dorado en toda su gloria, Aiolos se yergue.

El canto cósmico del aura de Aiolos se incrementa cuando, siguiendo su ejemplo, Shura comienza a quemar el suyo propio. Las figuras del Centauro y la Cabra Montesa se dibujan detrás de ellos.

"¡Si quieres vivir...!" amenaza Aiolos señalando a su contrincante, mostrando un fulgor dorado en su mirada y en su rostro la furia comienza a ser evidente. "¡Será mejor que dejes ir al Patriarca!"

Gratamente sorprendido, Saga disfruta el momento. ¡Vivía este momento lleno de gozo! El ver la angustia de sus enemigos le hizo sentir un retorcido placer. Riéndose, detrás de la máscara, Saga camina más sobre el borde de su sanidad. ¡Luchar! ¡Esta guerra tenía que ser luchada!

"¡Te he dicho...!" responde a la burla Aiolos indignado. "¡Que le sueltes!" grita lleno de furia y lanzando una proyección de energía a través de su dedo con furia inusitada.

Sin problemas, el enemigo evita el ataque del Santo Dorado de Sagitario, y con frialdad y precisión absolutas responde.

"¿Estás seguro que no morirás esta noche, anciano?" su puño derecho, apuntando ahora directamente al Soberano del Santuario.

Arles, tambaleante escucha la voz del atacante y no tiene más dudas... a pesar de que el color del cabello no corresponde, no puede estar equivocado... ¡este hombre no había invadido al Santuario, había estado dentro de él todo este tiempo!

"¡Aiolos no dudes!" grita desde el suelo. "¡Todo depende ahora de ti!"

"¿Dónde está Saga?" grita Aiolos como respuesta, en un momento justo de intuición en explosión del sexto sentido.

Abriendo sus ojos debajo de su máscara, Saga duda.

"¿Cómo... cómo era posible que le hubieran reconocido?" breve, pero suficientemente, el momento de duda es notado por Shion, el cual observa que la fuerza del puño amenazante del Dragón Marino se debilita y mirando a Shura, ignorado hasta ahora, sigue brillando con intensidad.

En esos instantes eternos que se dan entre segundos, los pensamientos veloces como la luz de Shion notan a Athena detrás del Santo de Capricornio, y el Cosmo de Athena otorgando una espada legendaria.

"¿Qué?" finalmente exclama el misterioso atacante, al cumplirse el segundo, y Shion no espera más para gritar:

"¡Shura, tu mano! ¡Lanza una mano cortante!"

Instintivamente, Shura mueve su mano como un cuchillo, como si supiera de antemano de forma predeterminada cómo usarla, y apunta al asesino.

Con rapidez de la luz, la energía lanzada por el Santo de Capricornio vuela penetrante contra su enemigo sin control, agachándose a la misma velocidad, algunos cabellos verdes de Shion son cortados mientras que la técnica de Shura da de lleno contra la muñeca del agresor.

"¡Diosa!" exclama Shura echando para atrás su mano sorprendido de su hazaña... ¡cuánto poder había liberado y sin poderle controlar!

Un sonido gutural de dolor escapa del asesino que retrocede un paso para mostrar que su muñeca ha sido herida y que comienza a sangrar poco a poco, protegida por las Escamas del Dragón Marino.

"¡Maldito!" exclama con dolor Saga. "¡De no haber traído esta armadura, seguro habría perdido mi mano!"

Tema de Fondo: Soldier Dream instrumental

"¡Atomic Thunder Bolt!" exclama Aiolos brillando con todo su Cosmo. Un par de flechas doradas escapan de sus manos contra el agresor. Tomado por sorpresa, Saga apenas logra esquivarlas, la pared del Salón Patriarcal detrás del trono se rompen dejando escapar las impresionantes ráfagas, en lo difícil de la maniobra, Saga es rozado en los hombros por una de ellas en el hombro.

Conteniendo un grito de dolor, las escamas del Dragón Marino vuelven a protegerle, sin haber sido destruidas, el hombro de estas se resquebrajan al recibir el embate del Santo Dorado de Sagitario.

"¡Ahora!" grita Shura lanzándose al aire y girando hasta tomar al asesino por la espalda. "¡No escaparás, bastardo!"

Lleno de ira, el Dragón Marino reúne sus fuerzas y se lanza al aire arrastrando consigo al Santo Dorado de Capricornio, al tiempo que, en una maniobra rápida, Aiolos se pone, finalmente, frente al Patriarca para protegerle, lanzando golpes a la velocidad de la luz dirigidos al asesino.

"Maestro... ¡Daré mi vida por usted de ser necesario!" le dice con gesto grave, pero confiado. "Que Niké nos acompañe esta noche..."

Shion asiente aliviado. Mientras que Arles, recuperado, se pone de pie finalmente y se sitúa en guardia, mientras que en el aire, El Dragón Marino ataca a su captor girando en el aire. La violencia del movimiento, obliga al Santo de Capricornio a soltarle para evitar perder el equilibrio al descender, algo que logra de manera precisa, pero, entorpecido por la furia del ataque, el guerrero de Poseidón cae pesadamente al suelo.

Recuperándose con velocidad aún sorprendente, el Dragón Marino se encuentra frente a un grupo que ahora tiene la ventaja. Dos Santos Dorados, un antiguo Guerrero de Oro y un Santo de Plata de un nivel muy superior.

(¡Has perdido!) Exclama la voz inclemente en su cabeza, mientras que, respirando con dificultad, retrocede, lanzándose por un vitral. Desapareciendo en la oscuridad y el caos del sonido, Shura da un paso adelante dispuesto a seguirle y a cumplir su promesa de no dejarle ir vivo, cuando la voz del Kagemusha del Santuario le impide seguir adelante.

"¡No, Shura, no le sigas!"

"¿Qué palabras ha dicho, Arles?" pregunta indignado Shura conteniendo sus ganas por seguir su impulso primero, mirando consecutivamente de la ventana al Santo de Plata.

"Shura... ¡es muy peligroso que nos dividamos ahora! ¡Salir a la oscuridad solo te pondría en un riesgo innecesario! ¡Recuerda que tú no llevas armadura!" explica desesperado el Santo de Plata, el cual nota que el Santo Dorado de Capricornio es uno de impulsos poderosos.

"Arles habla la verdad, Shura..." agrega con dificultad el Patriarca. "El asesino no volverá, ahora, ha sido derrotado."

Escuchando la voz del anciano, Shura comienza a ceder de forma renuente a su necesidad de ir tras el agresor y al mirar a Aiolos, éste desaparece del todo, al notar en éstos, una orden más parecida a una petición por obedecer las órdenes.

"Si, Su Santidad..." dice de forma agitada Shura.

Sin la amenaza del invasor ahí, los Santos normalizan sus respiraciones.

"¿Entonces ése era un asesino de Poseidón?" pregunta finalmente procurando llenar el silencio que les envuelve.

Aiolos, mirando hacia la ventana y recordando los movimientos del asesino en el aire, asiente gravemente.

"Aparentemente al menos, Shura..." dice con tono meditabundo. "¿Dónde está Saga?" se pregunta angustiado.

Arles, recuperado totalmente del ataque, dice en voz alta.

"Agradezco a Athena que hayan llegado... creo que de no haber sido así, a estas horas, tendríamos una tragedia ocurriendo."

"Es verdad, Arles." Asiente el Patriarca con gesto cansado. "Les agradezco a ambos."

"¡Es nuestro deber, Maestro!" responde Shura orgulloso, sin recordar la proeza de su hazaña esta noche al lanzar la técnica regalo de la Diosa.

Unos pasos pausados interrumpieron la conversación, aparentando sorpresa de encontrar los cuerpos tirados de los guardias, Saga ingresa a la Sala Papal con túnica larga. Shura, mirándolo, siente su sangre hervir, al recordar que el siendo el responsable de vigilar a Poseidón en su descuido de terminarse las raciones de comida dejara el Santuario y a su Santidad expuestos a este ataque.

"¡Saga!" exclama enojado. "¡Hace unos momentos un asesino intentó acabar con Su Excelencia!"

Apurando el paso, Saga llega hasta ellos para observarles, mientras que, cuidando sus movimientos para no revelar la terrible herida provocada por el Santo de Capricornio en su muñeca se mueve lo más rápido posible sin usar el Cosmo.

"¿Un asesino contra el Patriarca?" pregunta asombrado. "¿Quién pudo ser?"

"¡Un Marina!" responde Shura molesto, reprochando al Santo de Géminis, el cual, se vuelve hacia atrás del Patriarca para observar la pared del Salón rota por la técnica de Aiolos.

"¿Un Marina de Poseidón?" pregunta finalmente mirando de vuelta a Shion, el cual lo observa en silencio de vuelta.

"¡Saga, no puedes perder más tiempo! ¡Tienes que regresar lo más pronto posible a vigilar la entrada del Santuario por Cabo Sunion!" Urge Shura, molesto, con la esperanza de ver al Santo de Géminis tomar una resolución de buscar al asesino y acompañarle a terminar su misión. Pero Saga no hace nada, en vez de ello, se arrodilla ante el Patriarca.

"Mi Señor, te ofrezco una disculpa, mi cansancio me hizo dormir profundamente y no fui capaz de llegar aquí a tiempo... de hecho, vine al sentir una especie de angustia por usted..." agrega Saga con voz compungida. "Me alegro desde el fondo de mi corazón que Su Gracia no haya sufrido ningún daño por culpa de mi imperdonable humanidad..."

Arles mira duramente a Saga mientras realiza el ritual de protocolo, e intenta ver a Saga, si muestra señales de batalla, pero no logra discernir ninguna. Sintiendo la pesada mirada del Kagemusha, el Santo de Géminis vuelve su mirada de forma hosca a Arles.

"No te preocupes, Saga... esto solo es un evidente anuncio de que las Nuevas Guerras Sagradas están por comenzar, no me extraña que haya ocurrido ahora que estamos a punto de recibir a la Diosa Athena entre nosotros..."

Shura abre los ojos emocionado y mira al Patriarca con la esperanza reflejada en ellos.

"¡Athena!" exclama emocionado. "¡Mi Diosa vienes!" exclama. Sintiendo una emoción mayor a cuando recibiera su armadura dorada, Shura arde su Cosmo mental en una oración de júbilo.

"Por lo que es necesario que ahora más que nunca..." prosigue Shion con voz firme. "Nos enfoquemos en nuestro deber. Poseidón, dios del Mar; Hades del Inframundo y Eris, Diosa de la Discordia son los enemigos que generalmente luchan contra nosotros, ellos no han sido vencidos en el pasado y simplemente esta actividad demuestra que tenemos que permanecer más alertas que nunca."

Shura se vuelve hacia Aiolos nervioso y ansioso. Aiolos, sintiendo la carga de la responsabilidad se yergue orgulloso, sabedor de poseer la difícil tarea de dirigir esta guerra al lado de la Diosa que está por llegar.

"Esto solo hace más urgente que todos realicemos lo mejor que podemos en servicio de nuestra Diosa." Prosigue el Patriarca del Santuario. "Saga, tú deber es vigilar de manera más estricta Atlantis."

Saga, con tono resuelto, asiente al tiempo que afirma levantándose.

"¡Sí!"

"Aiolos, tu deber como sucesor en el Trono Patriarcal es proteger el Santuario" prosigue Shion. Aiolos asiente gravemente al recibir su misión, mientras que el rostro de Saga se torna frío, impenetrable, gesto que no pasa desapercibido para Arles.

"Saga..." dice con pesar en su corazón, no pudiendo hacer de lado el inevitable sentimiento de temor que este hombre le provocaba. Sospechoso y atento, Arles vigila al Santo de Géminis fríamente.

"Y Shura..." prosigue el Máximo de los 88 Santos de la Orden. "Deberás viajar por el mundo para asegurarte que el entrenamiento de nuestros Santos comienza tal y como está previsto."

"¡Claro que sí, Señor!" exclama orgulloso Shura al recibir una importante misión para el Santuario. "¡Partiré de inmediato mañana!" En su interior, lamentando no poder estar en la Tierra de la Sagrada Diosa de los Ojos Grises para su llegada.

Agachando la cabeza, Shion hace arder su Cosmo elevando una oración.

"Que sea por medio de nosotros que el Santuario y nuestra Señora alcance la victoria justa que siempre le ha acompañado... sin importar que tengamos que ofrendar nuestras vidas en el camino."

Aiolos, Arles, Shura y Saga hacen arder sus Cosmo en unísono al orar por la victoria.

"Shura" dice Aiolos parpadeando sorprendido mirando a Shura. "¡Tu mano cortante fue muy poderosa, amigo!"

Sonrojándose levemente, Shura mira a Aiolos y luego observando su mano replica.

"¡Es verdad! Fue como si se moviera sola..." dice con extrañeza. "¡Ni yo fui capaz de controlar su fuerza!"

Shion, con una sonrisa bajo su máscara responde de inmediato a Shura, y adelantándose a que este pregunte.

"Fue imperceptible casi para todos, joven Capricornio, pero lo que observamos el día de hoy, fue el regalo que la Diosa Athena te dio a ti, el más fiel de sus Santos de Oro." Todos callando asombrados ante esta revelación observan a Shura, quien escucha absorto las palabras del Maestro. "Dicen los escritos, que Athena concede en cada generación su regalo, la espada Excalibur, la más fuerte de todas las armas cortantes, a aquel cuyo deber y lealtad están comprometidos más allá de cualquier duda a su causa... ¡eres un privilegiado, hijo!"

Observando su mano con lágrimas en sus ojos, Shura siente una emoción que le llena el alma. "Mi Señora, no estaré aquí contigo, pero con Excalibur te protegeré... ¡gracias, Diosa, gracias, bendita seas!" Mientras que en su mente se agolpan los recuerdos del duro entrenamiento al que se sometiera el pasado año para convertirse en un fuerte Santo Dorado.

""Estoy tan agradecido..." agrega, sin poder contener su llanto de felicidad, testimoniando su devoción por una Diosa que está a punto de nacer.

Aiolos se aproxima a Shura tomando su mano derecha y dice sonriendo.

"¡Esto es maravilloso, Shura!" dice con alegría verdadera. "¡Qué honor el tuyo!"

"Muchas gracias, Aiolos." Replica algo abrumado el Santo de Oro de Capricornio, al tiempo que, poniendo su mano sobre su hombro, Saga le felicita.

"¡La bendición de Athena está contigo, joven Shura!" Aiolos se vuelve con gusto a Saga al ver que su compañero demuestra emoción esta noche.

"¿Quizá el nacimiento de Athena...?" piensa con esperanzas el joven Sagitario.

Imperceptible para todos, menos para Arles que sigue sin despegar su mirada del misterioso Santo de Géminis, el Kagemusha siente un estremecimiento al notar que en la manga derecha de este se filtra un poco de sangre fresca que ha manchado la fábrica de sus vestidos.

"¡Lo sabía!" exclama en su interior sintiendo la furia en la sangre. "No puedo hacer nada ahora, expondría a todos, pero yo detendré a Saga... ¡Athena protégeme!"

"Bien, no hay más que hacer..." interrumpe Shion la escena. "Esta noche ya ha sido muy agitada y todos necesitamos descansar para iniciar nuestras misiones, todo está por comenzar, Santos de Athena."

Arrodillándose, los tres Santos Dorados se despiden de El Patriarca mostrando su veneración a la Máxima autoridad del Santuario.

"Saga..." dice Arles al ver que todos parten a sus respectivas casas. "Me gustaría hablar contigo unos momentos." Dice alcanzando al Santo de Géminis una vez que todos, menos ellos dos, hubieran salido del Salón del Trono.

"¿Qué deseas, Arles?" pregunta Saga con tono fastidiado, sin ocultar la antipatía que la Sombra del Patriarca le causara.

"Voy a conversar contigo..." dice mostrándole con su mano un camino. "¡Ven!" Dice con tono imperativo.

Saga siente su cara arder con furia fría, y con gesto sereno, sigue el camino indicado, sin mostrar emoción alguna.

Arles sigue al Santo de Géminis meditando en los hechos. ¡No podía estar equivocado! ¡El asesino tuvo que venir desde dentro! ¡Y esa sangre en su manga!

Abriendo la puerta violentamente, Saga ingresa a la habitación de la Sombra del Patriarca, mientras se vuelve con gesto torvo, ignorado por Arles que observa aún su manga sin tregua.

"¿Qué pasa, Arles?"

Sin rodeos, Arles toma la mano de Saga y se la acerca para examinarla, levantando la manga del vestido.

"¿Qué haces?" pregunta Saga tomado por sorpresa. Mirando la herida que ahora es evidente en su muñeca, Arles lo suelta con firmeza y le dice.

"Lo sabía, Saga..." dice con voz grave aumentando su Cosmo. "¡Sabía que tenías que ser tú!" Saga hace a un lado la sorpresa para dar paso a un gesto de ira. "¡Y pensar que todos aún guardan esperanzas contigo! ¡Jamás permitiré que dañes a nadie en este Santuario, Saga! ¿Lo entiendes? ¡Antes tendrías que matarme!"

Tema de Fondo: Child of Dawn Lucifer

Con una sonrisa, Saga baja su cabeza mientras que comienza a estremecerse riendo.

"¡Pobre idiota!" dice mientras que mira de vuelta a Arles de vuelta con los ojos inyectados de sangre. "Eres tan estúpido como molesto, pobre imbécil, y por ello te mataré..."

"¿Qué palabras has dicho?" pregunta Arles tomado por sorpresa al ver la transformación de Saga delante de sus ojos. "¿Qué Cosmo es este? ¿Qué eres?" pregunta bajando el nivel de fuerza de su poderoso Cosmo.

"¿Qué soy?" pregunta Saga aproximándose con pasos lentos a Arles, quien inmovilizado por el temor, solo acierta a abrir sus ojos debajo de su máscara, lamentándose por haber creído que su poder sería suficiente para terminar con un Santo Dorado. "Yo soy Saga... ¡Santo Dorado de Géminis! ¡Futuro señor de esta Tierra al acabar con Athena y su partida de sabandijas!" Y abriendo sus manos, el Santo Dorado de Géminis proyecta alrededor de ellos un terrible Cosmo de Luz y Sombras que les aísla. "Yo devolveré a La Tierra a sus legítimos dueños: ¡Los humanos tonto Arles! Y ahora... ¡Galaxian... Explosion!" dice inmisericorde, sin dar mayor tiempo a que Arles se defienda.

El aturdido Santo sombra del Patriarca es golpeado por una infinidad de golpes tremendos que acaban con su vida en instantes, ante el rostro cruel de Saga que observa como su odiado rival perece ante su poder. La risa de Saga es lo último que Arles escucha antes de expirar... finalmente, el cuerpo del Santo de Plata cae, inerte ante Saga quien lo mira con desdén.

"Tú fuiste uno de los cómplices de ese maldito Patriarca para hacerme a un lado de mi destino, Arles, ahora es justo que enfrentes las consecuencias de tus actos desviados." Abriendo los ojos, y aún cubierto por la privacidad del Laberinto de Luz y Sombras, Saga invoca: "¡Another Dimension!"

La extraña Cosmoenergía característica de Saga se manifiesta y atrae como una bizarra succionadora el cadáver del antiguo Kagemusha del Santuario, desapareciéndolo para siempre de la faz de la Tierra, para cerrarse voraz sobre su sacrificio, y al desaparecer esta, se desvanece también el Laberinto.

Lentamente, Saga camina a tomar una máscara de Arles y con ella se cubre el rostro.

"El Santo de Géminis ha abandonado el Santuario esta noche... ¡y no volverá!" dice riendo con retorcido placer. "Te vigilé tanto tiempo, Arles, para poder acercarme al Patriarca quien también perecerá ante mis manos... ¡el muy estúpido creyó que al elegir a Aiolos sobre de mí podría hacer que yo no llegara al Trono Papal, pero dejó una puerta abierta al proclamarte su sucesor si algo saliera mal!" Y riendo con placer malsano sentencia. "Athena, Aiolos y ese perdido anciano pagarán su alianza en el robo que perpetraron para mí... ¡y yo, Saga, reinaré al fin sobre esta Tierra!"

Dentro de la cabeza de Saga, una risa malévola puede ser escuchada, y refleja el júbilo en su rostro con una retorcida sonrisa. Caminando hacia la ventana, puede observar desde el palco el Santuario durmiendo.

"¡Mío!" exclama triunfante. "¡Mío!"

A la mañana siguiente, portando el traje ceremonial de Arles, Saga se pasea por el Palacio Papal de manera impune. Su manera de andar, su acento, sus movimientos corporales imitando de manera fiel cada uno de los gestos del difunto Kagemusha del Santuario.

"Señor..." dice un Guardia aproximándose a el. "Ha venido Shura a despedirse, parte por órdenes del Santo Maestro"

"Voy en un momento" dice Saga alterando sus pasos para ir hacia el Salón Patriarcal para recibir a Shura y despedirle. Al ingresar al Salón del Trono, el pretendiente Arles se sienta en el Trono disfrutando cada momento.

"Dime, Shura." Dice con tono frío al joven quien le mira finalmente al escuchar su nombre. El Santo de Capricornio duda antes de responder, al ver a la Sombra del Santuario sentado en la silla del Patriarca. "¡Habla!"

Reaccionando, Shura responde.

"Si, Señor" dice bajando la vista. "Parto de inmediato por órdenes de Su Santidad a realizar un chequeo por los diferentes sitios que Athena ha consagrado para sus Santos, Arles, lamento mucho no poder encontrarme para recibir a la Diosa, más sin embargo yo oraré por que..."

"Suficiente..." dice Arles poniéndose de pie con tono de fastidio y agitando su mano. "Informaré al Patriarca de tus palabras, puedes irte" agrega Arles comenzando su camino hacia la puerta del vestíbulo. "Que Niké te corone... ah, y Shura..." dice antes de salir por la puerta.

El Santo de Capricornio, asombrado solo acierta a mirar como respuesta.

"No olvides que tu armadura debe permanecer en el Santuario, ayer no lo dijo nuestro Maestro, pero éstas tienen que permanecer aquí." El tono frío e imperativo de Arles desconcertó al joven Santo de Capricornio.

"Sí, Señor" dice Shura observando su Caja de Pandora, lamentando no poder llevar el símbolo de su poder consigo.

"Déjala aquí, yo mismo me encargaré de hacer que la devuelvan a su sitio, ahora, adiós, que Niké te corone." Dice Arles observando al espigado español, quien asintiendo, reverencia tímidamente de vuelta al Kagemusha y parte de inmediato.

"Estúpido..." piensa Saga con desprecio al verle alejarse.

Ingresando al vestíbulo, Arles puede sentir el placer de poder realizar aquello que desea. ¡Arles gozaba de mucho poder! Más del que él pensaba era justo, pero con ese poder en sus manos ahora, el podría iniciar los cambios necesarios que alterarían el resultado del juego caprichoso de los llamados Dioses.

Caminando serenamente por el pasillo, Saga observó de lejos al Patriarca. Respirando profundamente, se aproximó a el.

"¡Ah, amigo mío! Te buscaba... deseaba pedirte que convocaras a Saga y a Shura, hoy inician sus misiones y quiero bendecirles..."

Arles interrumpe las palabras del Maestro, poniéndose de pie y besando su mano. Con voz apenada replica.

"Lo lamento, Su Santidad, pero Saga y Shura estuvieron aquí hace unos minutos para partir, la gravedad de los acontecimientos de anoche hicieron que se sintieran más ansiosos de iniciar su misión, sin embargo, puedo decirle que se fueron ambos satisfechos de iniciar sus caminos tras recibir la bendición de usted de parte mía."

Mirando de forma extraña a Arles, Shion estudia a su Kagemusha. Su iniciativa le ocasionó una gran sorpresa, pero recordando que el nacimiento de Athena se esperaba esa misma noche, Shion atribuyó a éste un nerviosismo por tal situación.

"Comprendo..." responde Shion asintiendo. "Lamento no poderles haber visto, pero tienen razón, no podemos perder más tiempo." Mirando de frente a Arles, Shion instruye. "Yo ascenderé en unos momentos a Star Hill para iniciar mi meditación, Arles, sabes que estando allá arriba, ignoro lo que ocurre aquí si no es por ti, mi amigo, por favor, si ocurre cualquier incidente, no dudes en hacérmelo saber."

"Descuide, mi Señor" responde Arles arrodillándose. "Puede ir usted tranquilamente a esperar el descenso de Nuestra Señora de los Ojos Grises, yo velaré aquí, guardando que nada malo ocurra, además, con nuestros Santos de Oro protegiéndonos, no creo que nada malo pudiera ocurrir."

Sin poder ubicar de manera exacta la causa de su inquietud, Shion asiente tras escuchar estas palabras y finalmente dice:

"Bien, bien, tienes razón"

Con paso cansado, Shion se vuelve hacia sus habitaciones, mientras que Arles, una vez alejado se pone de pie.

"Claro que nada se interpondrá al nacimiento de Athena esta noche..." piensa tranquilamente. "Es la última pieza que requiero que se mueva a su sitio, no permitiré que nada arruine esto."

La noche aparentaba su silencio y su quietud. Las estrellas brillaban de manera inusual, al tiempo que el aire, cargado de una energía apenas perceptible, recorría las costas, los valles, las montañas, los acantilados de Grecia esta noche. En un juego de aristas sin igual, el mundo se maravillaba esta noche por las portentosas actividades que las estrellas mostraban sin igual en el mundo.

Envueltos en túnicas color blanco, en una rústica y aparentemente abandonada choza, un grupo de mujeres y hombres se revolvían alrededor de ésta con particular celo. Secreto sitio alrededor de este ignorado punto del mundo que era, en la ignorancia de casi todo mundo, el lugar predestinado en los tiempos, en el signo que la carretera de las eras tenía señalado un alto en el camino para marcar el estado de las cosas.

"¡Muévanse, la hora ha comenzado!" gritó uno de los hombres que salía de la puerta cerrándola fuertemente al tiempo que los demás se mostraban atentos a las palabras, pronunciadas en un perfecto griego antiguo, solo hablado hoy en las escuelas del mundo. "¡Muévanse he dicho!"

"¡Sí, Señor!" respondieron al unísono en el mismo idioma, los demás hombres que bajo túnicas blancas, dejaron escapar algunos brillos mostrando que debajo de su apariencia ocultaban las implacables armas del asesino, o las salvadoras del defensor.

Un grito, lo mismo que un sollozo se escuchó desde dentro. Una voz femenina que gemía, pero que no mostraba miedo. Era la voz valiente, que oraba en medio de un dolor enorme.

"¡Diosa celeste! ¡Diosa victoriosa, dame tu mano el día de hoy para poder cumplir mi misión!" exclamó, agitada, una mujer que se movió trabajosamente sobre una cama, envuelta en sábanas blancas. De cabello purpúreo, apenas iluminada por la débil luz de las velas, apretó sus manos de forma valiente las sábanas, al tiempo que un enorme dolor le recorría, haciéndole sentir que sus entrañas se abrían, que su mismo cuerpo se partía en dos.

Delante de ella, sin movimiento, una figura alta envuelta en otra túnica blanca de majestuoso brillo observaba todo de manera pacífica. Protegida su identidad por las penumbras, y a pesar del fulgor de su vestido, mantenía su rostro oculto, en un cuerpo alto y muy corpulento, en apariencia, debajo de todas esas ropas.

Un nuevo grito escapó de su boca, pero con valentía, la mujer no se dejó llevar por el dolor. Sonrió con éxtasis, con gozo.

"No estás lejos mi Señora... y ya veo a lo lejos, como se abre la puerta..." dijo casi raptada en un delirio místico. Las blancas sábanas de las cobijas se tiñeron de rojo, al tiempo que las débiles llamas de las velas se agitaron, jugando con el entorno humilde.

Un silencio se hizo de pronto, al tiempo que la mujer ahogó un grito echando hacia atrás su cabeza en un impulso violento, demostrando el esfuerzo que el trance que atravesaba, hacía con su mortal cuerpo. En lo que parecieron más minutos el silencio se profundizó, se escuchó entonces el llanto de un infante recién nacido, emergido de las entrañas de una humana, que incendió el aire con un poderoso vigor: ¡La vida!

La figura delante de la cama se movió poco a poco, hasta tomar a la recién nacida niña, al tiempo que la madre levantaba la vista, satisfecha, pero con vista borrosa.

"¡Señora! ¡Gracia, he cumplido con mi misión en servirte, con el honor de haber sido tu vehículo para la salvación de todos!" dijo intentando asir a la pequeña recién nacida, de forma inútil, ya que las firmes manos de esa figura que le había acompañado durante todo el parto, se movía tomando, de forma firme a la niña mientras que la acercaba a sí, y la ponía junto a su pecho.

"¡Señora que tus sienes se llenen de gloria y que tu vida sea larga...!" dijo la mujer en éxtasis, sintiendo el dolor de ser separada de su pequeña, al tiempo que, la figura borrosa, por debajo de su capucha asentía. "La hora ha llegado..." dijo la mujer al tiempo que la difusa imagen terminaba por comenzar a ser borrada por la apertura de un portal de luz blanca y gloriosa que le bañó... con respiración agitada, la mujer levantó la mano, intentando llevarse con ella a los Campos Elíseos la dulce imagen del ser que con ternura llevara dentro de sí. Un ser que jamás fue suyo, un ser que jamás lo sería, pues era más que cualquier cosa que la mente alcanzara a comprender... sabía desde el comienzo que esta había sido su misión, que éste era su destino y desde siempre pensó que con verla nacer, la alegría sería todo lo que ella sentiría, por el significado al mundo que este suceso significaba... y sin embargo hoy, su naturaleza de mujer, de madre, le traicionaban, todo lo que podía sentir ahora era una mezcla de dolor por no tener la oportunidad de jamás tener a su hija a su lado, de jamás poderle dar un beso y sentir la suavidad y tibieza de su pielcita. "Que las Parcas te acompañen... hijita..." dijo la mujer al tiempo que era tomada de lleno por esa luz que se aproximaba como un proyectil inevitable. Su ser cayó sobre las sábanas blancas pesadamente, al tiempo que cualquier signo de fuerza abandonaba a sus miembros, cayendo sin control, sin voluntad, tan pesadamente como las dos lágrimas que se escurrieron a cada lado de su cara, al tiempo que cerraba sus ojos para enfrentar la eternidad.

El llanto de la niña se hizo más fuerte, al tiempo que quien la sostenía la apretó más fuerte contra sí y volteaba a verle. Por prodigio, y al observarse a los ojos ambas figuras, el llanto de la niña cesó. Despojándose de sus vestiduras, la alta figura proyectó una sombra femenina, y un aleteo se escuchó, un aleteo proyectado en la sombra que apagó las velas finalmente, al tiempo que se echaba hacia arriba con la encarnación de Athena en las manos y lanzándose a los cielos abiertos y encaminando su volar hacia el Santuario erigido para habitación del ser llegado esta noche a La Tierra.

En el punto más alto del Santuario de Athena, la Colina Estrella, esta noche, hay una luz emanando de miles de velas que han sido encendidas el día de hoy como parte del ritual de recepción a la Diosa en su nacimiento.

Figuras tan antiguas como la civilización, grabadas en la piedra del Oráculo Sagrado y exclusivo para el representante de la Diosa. Postrado, vestido en traje ceremonial, Shion de Aries, Maestro de Maestros en el Santuario, intenta meditar y orar de forma inútil.

Saliendo al risco ocupado por los Patriarcas para interpretar las estrellas, la conciencia implacable de Shion le reprocha una vez más el proceder exhibido el día de hoy.

"Que nada tuerza el huso de las Parcas..." retumba en su mente la frase de Saga, que es sustituida de inmediato por la voz de Aiolos al decir: "¡Ruego tan sólo a Athena que me conceda la gracia de ser un Patriarca sabio y venerable como usted siempre lo ha sido: apegado a la disciplina y a la verdad que ella nos muestra con su luz gloriosa!"

Cerrando sus ojos e intentando apartar de su mente esas preocupaciones, Shion intenta iniciar su oración, al tiempo que en su mente, se apilan las imágenes de Arles a su lado.

"Mi lugar es junto a usted, Maestro... ¡así este lugar sean las profundidades del Hades y la gloria de los Elíseos nos sea negada... permaneceré a su lado, siempre!"

Sudando, debajo de la máscara, Shion se lamenta encontrarse el día de hoy en tal estado para recibir a la Diosa.

"Señora Venerable... Palas Atenea, tú que eres sabia y misericordiosa ante todo, tú que nos has hecho el ofrecimiento de tu égida protectora a aquellos que nos conduzcamos con el afán de la justicia, perdona mis pecados y mis debilidades..." ofrece el máximo de los Santos de Athena, mientras levanta su vista para observar el cielo, en búsqueda de la visión esperada: el arribo del motivo de las vidas de ellos. "Y bendícenos, pues tu nos has enseñado que el destino no es un camino de una sola vía, Señora Veneranda, sino uno que va y viene, que da vueltas..."

El aire se agita alrededor del Santuario y Shion, cierra sus ojos con dolor, sorpresivamente, sus sentidos son asaltados por una poderosa Cosmoenergía que le abruma totalmente.

"¡Imposible! ¡Yo mismo le arranqué sus cinco sentidos!" la figura imponente de un asombrado Santo de Géminis grita en medio de una destrucción temible...

Angustiado, Shion se concentra para poder observar la visión más detalladamente... los entornos semiderruidos que rodean la visión de Saga le parecen totalmente familiares.

"¡El... Palacio Papal!" piensa angustiado Shion al reconocer finalmente los memorizados detalles del majestuoso salón pontificio.

Sobreponiéndose a esa imagen, la flecha de Sagitario brilla ominosa delante de los ojos de Shion en esta ocasión.

"¡Es un traidor!" se escucha las voces repetitivas de varios hombres, al tiempo que un fulgor dorado escapa del Palacio Papal.

"¡No!" exclama angustiado en su mente al tiempo que Shion niega con la cabeza. "¡Lo sabía! ¡Es un traidor! ¡Lo sabía!"

Apretando sus manos, Shion comprende el regalo profético que el nacimiento de Athena le está brindando esta noche, y comienza a tener control de sus emociones al tiempo que llega al conocimiento de que esto es una forma de seguridad para prepararse ante lo que, resultaría, inesperado de otra manera.

"Athena, dame la luz del conocimiento esta noche..." ruega con devoción y esperanza. "... Muéstrame, Diosa Sabia, las veredas que pueden evitarse, los huecos en nuestras defensas que debemos reforzar.

"¿Llegan hasta aquí con tan poco poder?" escucha una nueva voz, serena como la de un dios. El fulgor dorado de la que reconoce como armadura de Virgo, de espaldas, con cabellos rubios volando. Delante de él, las figuras de cuerpos tirados. "Alguien debió de haber traicionado al Maestro entonces..."

Las lágrimas comienzan a apilarse sin liberarse de los ojos de Shion.

"¿Más de un traidor?" se cuestiona el máximo Santo de Athena. "¿Quiénes podrían cometer tales actos?"

Una oscura túnica cubre una borrosa figura que se yergue ante un Santo arrodillado, con sorpresa, Shion reconoce los detalles característicos de la armadura de Aries. Liberando una lágrima, Shion escucha la orden de la extraña figura.

"Tráeme la cabeza de Athena"

Deteniendo su llanto con sorpresa, Shion siente su sangre helarse al escuchar la voz. ¿Era acaso esa voz de...?

La silueta de la Diosa entonces detiene las imágenes, y Shion calla. Triste, angustiado.

"La Esperanza, Shion nunca debe abandonarlos" dice la voz con tono gentil. "¿No estoy aquí yo que soy su Diosa?" pregunta con una calidez de Cosmo no sentida por él nunca.

"¡Athena!" exclama Shion con sorpresa. "¿Eres tú? ¿Es éste tu Cosmo? ¿Tan diferente? ¿Es esto lo que viene?" concluye consolado el antiguo Santo de Aries con un sentimiento de esperanza inmenso. "Que nadie tuerza el huso del destino" concluye.

Como si las corrientes aéreas comenzaran a ser absorbidas, Shion observa asombrado por sobre el Templo de Athena... ¡formando una espiral, las nubes sobre este se comienzan a mover al tiempo que una luz semejante a la del trueno de Zeus cuando se anuncia, parpadea sobre las estepas celestes!

Una sombra se proyecta reflejando de forma alargada el Templo de Athena sobre el blanco piso del atrio del edificio más íntimo de todo el Santuario, al recibir la luz que comienza a asomarse por entre las nubes que poco a poco parecen abrir un ojo vacío para mirar al cielo de forma directa.

El aire recorre las columnas del templo con fuerza iniciando la canción aguda del viento al soplar por sobre la Tierra. Los destellos de luz haciéndose cada vez menos pausados y más luminosos, comienzan a recortar las sombras dibujadas sobre la plaza.

"Ha nacido ya de carne..." reflexiona a lo lejos Shion desde la cumbre de Star Hill "... ahora nace del Cielo".

La intensidad del golpe propinado en la oscuridad en su rostro le hizo caer de manera violenta.

Zarandeado como si de un guiñapo se tratase, Kanon tragó agua salada mientras su cuerpo daba tumbos de manera errática al tiempo que la embestida marina lo confundía y lo hacía hundirse en las entrañas de la tenebrosa tumba que su hermano había diseñado para el.

"¡Romperé algún día Cabo Sunion!" recordó sus palabras desafiantes en aquel lejano día sobre esta misma costa.

Si hubiera tenido la oportunidad, se habría sonreído. Siempre desdeñó la voluntad de los dioses anteponiendo la suya sobre esta... ¡Qué inútil!

"Si pudiera... salir de aquí." Dijo debilitado Kanon al tiempo que con sus manos, intentaba encontrar los barrotes que le permitieran sostenerse de algo firme, encontrando a su paso, los rugosos bordes de la piedra que le envolvía y rompiendo su piel, llevándose sus uñas. Pero ya no le dolía... las heridas bañadas por el agua salada del mar ya no podían ocasionarle más dolor. "Que solo el perdón de Athena me haría salir de aquí..." recordó Kanon la condena de su hermano. "¿Dónde está ella ahora?" preguntó Kanon enmascarando con desdén su hambre de esperanza.

"¡No desprecies el perdón de los dioses, Kanon, pues tu algún día podrías requerirlo y te podría ser negado!" recordó la voz de Aiolos exclamar al finalizar su batalla por la armadura de Géminis.

"¡Maldición!" exclamó Kanon con odio en su mente al pensar que las palabras de Aiolos eran las que hoy sonaban ciertas. "¡Jamás!" pensó recobrando fuerzas, y finalmente asiéndose de los barrotes, en los cuales se apoyó para echarse hacia arriba y para poder respirar el aire de la cúpula.

"Yo..." pensó con dificultad. "¡Yo romperé Cabo Sunion!" exclamó para sus adentros con energía y fuerzas renovadas. "¡Siento que mi fuerza vuelve! ¡Mi odio por ustedes es lo que me alienta!" dijo Kanon mientras pensaba en Athena, en Shion, en Aiolos.

Como si copos de nieve comenzaran a caer sobre el Templo de Athena, ligeras y luminosas plumas blancas iniciaron su descenso. Comenzó con unas pocas, pero al poco tiempo, el sitio se llenó de estas, hasta que alrededor del templo de Athena, no podía alcanzarse a ver más nada que las plumas que rodeaban el vórtice del portal celeste.

La gloriosa luz del Olimpo entonces bañó ese radio.

El aire giró alrededor del sitio y las plumas arrastradas por las corrientes, lo hicieron igualmente en un espectáculo prodigioso de ver, en un milagro no imaginado por sus testigos, la Reina del Santuario iniciaba su llegada.

Y en un momento, pareció que incluso la luz parecía también proferir un sonido, armónico, semejante a un coro de voces armónicas, mientras que por aquí y por allá, en el medio de esa área en donde el aire ya no se movía, sólo a su alrededor en donde todo era más que luz, interrumpida por el lento caer de algunas de éstas, un aletear se comenzó a escuchar acompañado de un llanto infantil.

Un fulgor semejante a una estrella que se aproximaba, brilló en un punto alto del vórtice.

"¡Con estas manos!" exclama en su inquieta mente Saga sosteniéndolas frente de sí y en la intimidad de la habitación del Santuario. "¡Con estas manos que habré de manchar más de sangre habré de edificar el imperio del hombre y cimentaré la ruta de su liberación!"

Desnudo camina al tiempo que toma entre sus manos, una caja tallada color dorado, que brillaría de no ser por la oscuridad que reina en el sitio. Abriéndola, Saga extrae el objeto depositado entre satín rojo, que se presenta brillante y poderoso... una Daga, poderosa y aguda. Terrible. Una Daga legendaria, que posee el poder de herir, dañar e incluso matar a Dioses.

Caminando lentamente, Saga la pone delante de sí al detenerse frente a un objeto largo que parece mirarle con ojos pequeños y amenazantes en la oscuridad.

"La armonía con esta armadura he logrado el día de hoy..." dice Saga al tiempo que pone la Daga delante de su rostro. "Hoy la haré mía..."

Los ojos negros de Saga estudian el arma que sostiene y concentrándose, la alimenta con el terrible poder de su Cosmo, la cual, esta recibe y devuelve magnificada.

"Es sublime..." piensa Saga sorprendido al recibir la retroalimentación de la Daga. "¿Así que este es el poder que se posee para matar a un Dios?" pregunta con una mezcla de regocijo y temor. Sus ojos, pasando del negro al rojo intermitentemente. "¡Nadie me resistirá! ¡Nadie, ni Athena!" exclama tomando ahora la Daga con ambas manos. "¡Mi causa es tan justa que los Santos de Oro se unirán a esta causa! Deberán..." reflexiona. "De lo contrario, tendrán que ser hechos a un lado de mi camino."

(¿Y si no te obedecieran?) Pregunta la voz de Saga, su voz antigua, su voz original que ahora cuestiona al manifiesto negativo del Santo Dorado de Géminis. (¿Si ellos no estuvieran de acuerdo con nosotros?)

"Eso... ya lo he respondido" exclama con su mente fija en la Daga con fijación extraordinaria al tiempo que su Cosmo comienza a arder. "¡Les mostraré que el poder es Justicia! Y que el bien está en aquel que lo tiene... ¡seré dios y si para serlo tengo que recurrir a los medios que ellos enseñan, así sea!"

El aire del Santuario se llena de los coros celestes y Saga abre los ojos sorprendido.

(¿Puedes oírlo? ¡Ella ha llegado! ¡Athena!) Dice con esperanza esa voz que ahora molesta a Saga... esa voz que antes rogaba por silenciar a la que hoy sale de su boca.

"Puedo oírlo... si..." responde Saga levantando su mano derecha frente a sí, dejando la Daga en la izquierda. "El anuncio del final de la era de los dioses... ¡el último nacimiento de Athena y el comienzo del reinado del hombre!"

Exclama, al tiempo que, con fulgor dorado, corta su piel en un rápido movimiento con la Daga asesina de dioses, con movimiento rápido, cambia de mano esta, y rasga su brazo izquierdo. Extendiéndola y aún sosteniéndola, Saga extiende sus brazos para bañar la Armadura de Géminis.

"¡Toma mi sangre y seamos uno!" piensa Saga en medio del fulgor de su Cosmo que se intensifica exponencialmente. "¡Robemos la inmortalidad y escapemos juntos al destino del que nadie ha podido liberarse!"

Al coro de voces celestes, se une la melodía del Cosmo de las armaduras. El ruido, insoportable para cualquiera, para cualquiera menos para Saga... desde hacía mucho tiempo, el silencio no existía más ya en su mente.

Deteniendo el agitado ritmo de sus aleteos, la figura femenina que carga al valioso y pequeño bulto, toca grácilmente el suelo, posando por comienzo la punta de su pie izquierdo y finalmente, posando de manera firme ambas plantas se arrodilla hasta que sus alas, cubren el suelo a su alrededor como si de una bella capa de plumaje se tratara.

Los coros alcanzan un tono cada vez más alto en estruendoso crescendo cuando este finalmente se interrumpe para dejar que la calma retorne a la tierra de Athena, a la cual ella ha arribado en vehículo de plumas, en vehículo celeste, acompañada de su aliada eterna, de su compañera fiel en cada batalla, la cual, dirige sus actos y sostiene su mano en las batallas.

Postrada ahora delante de ella en reverente flexión, Niké observa a la Diosa que cargó esta noche, como lo hiciera en veces anteriores y su boca se flexiona para dejar salir de esta las palabras que considera su honor y su privilegio, su bautismo a la Diosa de las Guerras Justas y la Sabiduría.

"Vuestra divina presencia es ahora una realidad en el mundo, Diosa clemente, Diosa terrible, hoy como en el pasado, os he traído aquí para no separarme de vuestro lado mientras su permanencia en este mundo se prolonga. La oscuridad y las fuerzas malignas de aquellos que luchan contra el curso natural de las cosas sigue haciendo de vuestra venida un evento necesario, así como las ocurrencias sucesivas de las guerras que juntas hemos enfrentado siempre con el favor de las Parcas las cuales honran mi don: La Victoria."

Bañadas ambas en la luz divina proveniente del Olimpo, la pequeña observa a Niké mientras ella, habla con voz firme y melódica, y en portentoso prodigio, el pequeño cuerpo de la recién nacida Athena brilla emanando un Cosmo poderoso que agita las plumas de las alas de Niké y de aquellas que están a su alrededor, esparcidas como hojas sueltas de un árbol desconocido.

"Esas fuerzas oscuras hoy se arremolinan buscando obtener la victoria absoluta, perpetuando el estado de las cosas y deteniendo el curso de la revolución universal que como dioses tenemos la responsabilidad de guardar y hacer cumplir... ¡los dioses comprendemos tan poco a los humanos y sin embargo a veces somos tan parecidos!"

Los pequeños ojos de la niña se posan en la mirada de Niké que la mira con entrega y devoción absolutas. Al tiempo que Niké, sonríe escuchando la voz de la Diosa en su mente y ésta se acerca, tiernamente, para acariciar la mejilla rosada de la chiquilla.

"Tal es tu voluntad, mi querida Diosa, mi amiga, mi hermana, y temo..." dice con un dejo de tristeza. "¿Qué hay si acaso estamos equivocadas en esta ocasión? Ya la última vez que estuvimos aquí estuvimos por poco a punto de sucumbir ante la fuerza de nuestros opositores."

Silencio. Sólo el Cosmo brillante y la mirada penetrante de la niña de morados cabellos observando a Niké fijamente.

"Así que... ¿entonces era verdad lo que yo me sospechaba, mi querida amiga?" dice al tiempo que una lágrima sale, plateada, brillante, que dibuja un surco brillante en sus mejillas al tiempo que cae pesadamente al suelo. "Si es así, muchas lágrimas habrán de llorarse en esta ocasión, las mías las primeras..."

Una risa infantil, gutural, escapa del cuerpecito que encierra el enorme Cosmo de una deidad, mientras cierra los ojos regocijada, y mueve sus extremidades con júbilo, para volver a abrirlos y mirar de frente a la Diosa de la Victoria.

"De pronto, ante este conocimiento, la Eternidad me ha parecido tan corta..." responde la mujer con tono nostálgico, estudiando a la pequeña. "Estoy contigo, Athena, lo sabes." Agrega solemnemente. "Pero permíteme recordar con añoranza este momento que espero llevar conmigo más allá del sitio a donde nos encaminaremos en esta ocasión... deja llevarme conmigo el retrato de tu rostro infantil encarnado por vez última."

Y poniéndose de pie, la niña parece observarla una vez más, emitiendo un último brillo antes de encerrar ese Cosmo, al tiempo que imposiblemente, pareciera con esa mirada consolar al alma más triste, más desesperanzada.

"El privilegio de la humanidad es un camino despreciado por nuestra clase... decidir recorrer esa vereda es un paso valiente, sea pues, ¡qué la luz de mi camino a tu lado, sea la que abra la vereda por el camino oscurecido por aquellos que se aferran a no recordarlo!" dice al tiempo que abriendo sus alas, levanta la mirada viendo hacia el limpio cielo, que muestra el Cosmo, abierto, como si de pronto, el cielo hubiese dado paso a lo eterno. "Que vuestra sabiduría sea capaz de interpretar el camino y yo te llevaré hacia el cumplimento de esta, en victoria, envuelta en gloria, mientras que tú jamás te olvides de mí."

Y bajando su cabeza en meditación, envuelta ahora ella en esa misma ráfaga arremolinada, se envuelve en sus alas al tiempo que sus vestiduras vuelan acompasadas por el ritmo del viento que le acaricia. Una luz brillante entonces emana de su vientre, al tiempo que las nubes comienzan a cubrir el orificio celeste y la luz del Olimpo deja de bañar a La Tierra.

El remolino, antes de cerrar las nubes, arrastra consigo todas las plumas que se levantan sin dejar un espacio a la vista libre, como si millones de palomas de pronto, hubieran alzado todas el vuelo a la vez, cuando estas se van, al cerrarse el cúmulo de nubes sobre el Templo de Athena, solo permanecen la pequeña niña sumergida en un profundo sueño, y una brillante placa de metal semejante al oro que reposa a su lado.

Un par de minutos después, el sitio fue iluminado una vez más por el fulgor de una luz proveniente del cielo. La sonrosada Aurora ya recorría el camino del Cielo, anunciando el paso del impresionante carro de Efebo.

Amanecía en el mundo.

Tema de Fondo: Polaris Hilda

Aiolos ingresó al Palacio Papal temprano, con la ilusión reflejada en su rostro. El sol de Apolo brillando intensamente sobre el Santuario parecía otorgarle la bienvenida a la Diosa Athena. Apurando el paso, el Santo de Sagitario ingresó a la Sala de Trono donde encontró a Arles de pie esperándole.

"¿Arles?" preguntó Aiolos con una sonrisa. "¡Que Niké te bendiga, Sombra del Patriarca!"

Con tono altivo, el Kagemusha del Patriarca se volvió para recibir al joven Aiolos mientras caminaba hasta ponerse frente de las escaleras, mientras que Aiolos detuvo sus pasos al pie del estrado.

"Dime, Arles... ¿dónde está Ella?" preguntó ansioso el muchacho, olvidando por un momento el peso que le significaba su nueva misión. "¿Puedo verle?"

En silencio, Arles escuchó la pregunta de Aiolos y la dejó sin responder por largos momentos, ante la extrañeza del joven, quien estudió al Kagemusha. No parecía ser el mismo el día de hoy.

"Su Santidad se encuentra con ella, joven Aiolos, preparándola para mostrarla a nosotros, sus posibles sucesores..." dijo al tiempo que Arles se sentaba en el trono desafiante, frente al joven Santo de Sagitario, quien sorprendido, no acertó a decir nada.

"Arles..." dijo tragando saliva ante la escena que miraba y no podía creer. "¿Qué haces?"

Sonriendo debajo de su máscara, Saga se burló en su interior del cándido Aiolos. Ahora mismo, delante de este usurpador podía transmitir un mensaje.

"¿Quieres esto, verdad, Aiolos?" pensó acariciando los finos detalles dorados grabados en oro de la silla sobre la exquisita madera. "Pero jamás podrás tenerla..." pensó con satisfacción. "Porque ahora está sentado en ella su legítimo dueño..."

"¿Arles?" preguntó de nueva cuenta Aiolos dando un paso por el primer escalón, alfombrado de rojo.

"Esperando a que Su Santidad nos llame, Aiolos..." replicó Arles con frialdad. "No nos reuniremos con el hasta que nos hable."

Analizando al Kagemusha, Aiolos echó hacia atrás su paso. Se sintió nervioso, pero alejó sus presentimientos pensando en Athena.

Arles, impenetrable, respiró audiblemente demostrando comodidad.

Tema de Fondo: Athena Revived

Dejando de lado su Máscara, Shion recostó el bultito en una cuna rústica, sin rebuscamientos en una pequeña y muy aislada habitación, en uno de los altos torreones del Palacio Patriarcal. La niñita, de ojos grandes, miró hacia el Patriarca fijamente.

"Mi Señora..." dijo conmovido. "¡Ya estás de vuelta con nosotros!" dijo mientras una lágrima escapaba de sus ojos verdes. "Cuando me viste la última vez, no era más que un joven que sobrevivió a una cruel lucha que realicé a tu lado, antes de tu partida..." dice recordando los últimos mensajes que la Diosa le diera solo tras cerrar sus ojos, agotado su cuerpo mortal en la última batalla contra Hades. "Y ahora, me hallas anciano y enfermo, caído de la gracia de las Parcas, las temibles, por desafiar sus órdenes" agregó desviando su mirada.

El Cosmo de la niña se expandió hasta cubrir su habitación. En el rostro de la niña se dibujaba un gesto cálido, pero ¿acaso era triste?

Shion dejó acariciarse por el Cosmo de su Diosa amada y venerada y anheló los tiempos idos, su vieja alma de guerrero vibró con la fuerza del recuerdo y de la inspiración que la presencia de su Diosa le brindaba.

"Señora, hay cosas a las que parece no escapar nadie, ni los dioses... incluso ustedes, se rinden ante la inevitabilidad del tiempo a pesar de ser inmortales." Dice comprendiendo el mensaje de la deidad renacida. "¿Acaso yo he hecho mal?"

La niña movió sus manos fuertemente, Shion tomó esta, y la niña apretó con fuerza el dedo del antiguo Santo de Aries.

"Las estrellas están aquí para alumbrar la noche, y el Sol el día..." pensó en su oración a la Diosa. "Todo se rinde a la voluntad de las Parcas y su destino trazado... ¡a pesar de nuestros esfuerzos!" los ojos de Shion se abren asombrados. "Mientras no sea un Dios el que abra el camino que muestre lo contrario, las Parcas siempre terminarán encontrando la manera de devolver el cauce del hilo a su sitio... porque todos los nudos y todos los giros se hacen con su consentimiento..."

Con tristeza, Shion suelta a la pequeña Athena con el conocimiento de la diferencia en la misión que esta Diosa trae consigo en esta ocasión.

Con las lágrimas a punto de acudir a sus ojos, Shion se arrodilla ante la niña y musita una oración de arrepentimiento.

"Y en mi empeño por hacerte un bien, no he hecho sino oponerme a tu voluntad, Mi Señora..." piensa mientras baja su cabeza, temeroso de lo que ha conocido el día de hoy: ¡Athena no quiere regresar más a La Tierra!

Tema de Fondo: The Tears of Sad Heroes

Entrecerrando su vista, un par de lágrimas escapan de sus ojos.

"Y así termina esto... y así inicia una Nueva Era... ¡no somos nosotros los que cambiaremos el destino! Será la nueva generación que te acompaña la que viene con el signo del cambio... nosotros no somos nada, más que un peldaño... ¡gracias, mi Señora! ¡Gracias por revelarme tu sabiduría y compasión infinitas! Estoy tranquilo por mí, ahora, puedo aceptar mi destino."

Poniéndose de pie, Shion se pone su máscara nuevamente, no sin antes observar a Athena con sus ojos sin cubierta.

"Meditaré en los próximos días para comprender mejor lo que buscas, mi Señora, y poder aceptarlo con la resignación que requiero... siempre es duro vivir en los últimos días de una Era que uno defendió y ayudó a preservar."

Al cubrirse el rostro, Shion se sintió más anciano que nunca, y en su espíritu incapaz de encontrar la paz y la aceptación por lo que Athena le había revelado. El cambio siempre implicaba una selección cruel, por vez primera comprendió con toda su magnitud la crueldad de la evolución: como todos parecían ser, en el plan divino, una especie de ente que tenía una misión que cumplir, viviendo, creciendo y asegurando el paso de aquellos que vendrían después a tomar lo que hicieran para poder justificar su sitio en la maquinaria cósmica, y como en la naturaleza, algunos eran los débiles y otros los fuertes. Y si esto era algo inevitable, algo que siempre había ocurrido, no pudo por menos dejar de sentir compasión por aquellos que parecían haber obtenido el sitio de eslabones de paso, los puentes intermedios que habrían de cruzarse y luego destruirse para no permitir que nada ni nadie se echaran para atrás.

Tema de Fondo: For the Lovely Earth

Para Shion, los días siguientes resultaron en realidad una verdadera carga. El saber que el destino era inamovible en el, en otros, fueron palabras que le pesaron en su avejentada existencia durante los siguientes días.

Recluido en el Salón del Trono, pasaba horas meditando, delegando cada vez más autoridad en Arles, quien, aparentemente, renovadas fuerzas, iba obteniendo un nuevo reconocimiento en el Santuario. Apenas accesible ahora para cualquiera, tomó providencias con su joven alumno Mu.

"Mi hijo..." conociendo en su alma la inevitabilidad de su partida, Shion conversó con Mu, el joven Santo Dorado de Aries para darle su última lección. "Una ola como de fuego barrerá con todos, Athena es muy importante para el mundo... ¡no debes dejar de servirle! Esta guerra será distinta, puesto que será un cataclismo oscuro, pero solo tras esa noche prolongada que viene, veremos al fin un amanecer nuevo para todos, y quiero que tú seas parte de éste."

El joven niño, solo acertaba a mirarle y a escuchar sus palabras con más preguntas que respuestas, pero eran tan herméticas sus palabras, que no acertaba a comenzar a hacer las preguntas. Reflejada la duda en su mirada, Shion respondió.

"¡Confía en tus sentidos, Mu! ¡Confía en tu corazón!" y tomándolo con angustia, sabiendo que era la lección que significaba su supervivencia, enfatizó. "Haz que tu corazón y tus sentidos apunten al mismo sitio... ¡sólo eso es importante! Si yo faltara, sal de aquí y aléjate, pregunta al Maestro de los 5 Picos, el Centinela Inamovible, que te guíe... no le cuestiones, jamás. ¡El será para ti lo que hoy yo soy para ti!"

Los ojos del joven Mu se llenaron de lágrimas, tomando con razón, estas palabras como una despedida.

"Maestro... ¿es que esto es un adiós?" preguntó con tristeza. "¡Yo no quiero dejarlo! ¡No quiero estar solo!"

Permitiéndose un momento de emoción, y con el presentimiento de su muerte cerca, Shion abrazó a su pupilo fuertemente.

"Mi corazón y mi espíritu te acompañarán siempre, Mu. Mis enseñanzas son mi legado, y la causa de Athena no te harán estar solo. Sigue el llamado que tu corazón te da... y con el poder de este amor a la Diosa, serás capaz de ver lo que nadie."

Abrazando fuertemente a su Maestro, Mu guardó este momento en su mente.

"Se lo juro, Maestro" respondió con resolución. "Yo veré lo que nadie es capaz de hacer."

El atardecer pintó de rojo el cielo, anunciando la venida de la noche. Respirando profundamente, el Patriarca se preparó para ascender a Star Hill por última vez. Su sexto sentido al máximo le hizo moverse. Al final, corroboraba, todo se mueve al ritmo que impone el destino, solo restaba aguardar.

Tema de Fondo: Blue Dream

El viaje a Star Hill le resultó más pesado que en otras ocasiones. Su debilitado Cosmo y su conocimiento le impusieron un trabajo adicional en su ascensión. Recorriendo el camino que hubiera conocido lo suficiente para pasarlo con los ojos cerrados le pareció nostálgico y triste.

Al alcanzar el último escalón secreto, observó el templo oracular que coronaba a la Colina Estrella y suspiró. Entró serenamente. Y quemó su Cosmo.

Extendiendo su palma sobre los grabados de la pared, los acarició, apreciando su belleza. Sonrió con tristeza. Es como ocurre con el cielo, a veces, lo olvidamos ver, seguros de que ahí está, con su incomparable majestuosidad. Lo más simple era aquello que más se podía extrañar, porque la cadena de detalles que se dan por sentado, son lo que hace rica una vivencia.

Ingresó a la Biblioteca Patriarcal y miró los tomos, ordenados uno tras otro. Miles de años de conocimientos recopilados, que ahora no serían más que registros de una Era que se estaba acabando y que comenzaría su final cuando esta noche él dejara de existir.

Abandonando el edificio, Shion caminó hacia el risco de Star Hill abandonando el templo, y mirando el cielo meditó.

"El cielo se parece a aquel que observara yo hace más de 230 años..." dijo en voz alta, como solía hacer meditando en la Colina Estrella. "Entonces, el Patriarca anterior me reveló que era el signo de que la Nueva Guerra Santa se estaba iniciando, con la rotura del sello de Athena."

Agachando la cabeza, Shion prosiguió con su meditación.

"Athena viene cuando el mal se anuncia sobre el mundo, y no sé si entonces no lo aprecié por mi falta de experiencia, pero hoy siento, que esta vez es diferente, como una especie de fatalidad que se extiende sobre el mundo... el final de una Era verdaderamente, más allá del propósito de nuestra Diosa de los Ojos Grises..."

Tema de Fondo: Another Holy War

Un Cosmo enorme interrumpió sus meditaciones sorprendiéndolo totalmente. Detrás de él, enorme, el poder magnificado dorado de Saga brilló con intensidad. Volviéndose de inmediato, Shion se encontró con Saga, vestido con armadura de Géminis se reveló sin secretos.

"¡Saga!" exclamó Shion sorprendido. "¿Qué haces aquí? ¡Este sitio está prohibido para todos!"

Arrodillándose ante el Patriarca, en un bizarro despliegue de respeto, Saga habló sin mirar al Patriarca.

"No sabe nada, Patriarca... este sitio hace mucho que no está prohibido para mí." Replicó con voz torva. "Y menos hoy, que he venido a hablar con usted..."

"¡Saga!" exclamó Shion en su mente, con sorpresa, pero no inesperada, de pronto todo le hizo sentido. La cadena de fuertes y débiles se agolpó en su mente, y simplemente dejó de luchar contra de ella. También Saga estaba aquí por órdenes del destino.

"Maestro..." dijo Saga quitándose su casco manteniendo su posición de respeto. "¿Por qué no me eligió a mí como Patriarca a pesar de que este era mi destino? ¿No ve que mi presencia aquí es solo una señal más de que era yo el que debió de haber sido elegido?"

La respiración del Santo de Géminis se tornó agitada, y gotas de sudor se dibujaron en su frente. Era obvio que este momento era uno difícil para el joven.

"¿Porqué me preguntas esto, Saga?" pregunta Shion enfrentado con el único pecado que cometiera, con su error. Todos pagamos nuestros errores... todo tiene una consecuencia. "Por su bondad, poder y valor, elegí a Aiolos para sucederme... ¿no es cierto que el tiene todo esto?"

Temblando, Saga apretó sus puños poco a poco, conteniendo su enojo, su tristeza, los restos de ese amor a su Maestro que perdió cuando conociera la verdad. ¡Le había fallado!

"Bondad, poder y valor que yo poseo en la misma medida... ¡no, más! ¡Yo soy superior a Aiolos, Patriarca!" dijo gritando, sin renunciar a su postura. "¿No es cierto esto? Respóndame ahora usted, porque esta noche he venido por respuestas, a menos que quiera callarme con la Técnica que Athena da a su representante... ese golpe mental que borra la voluntad de quien lo recibe..."

Con tristeza, pero poco a poco, recuperando su dignidad, Shion en parte se alegró de poder confrontar su error y expiarlo antes de partir de La Tierra. Era la oportunidad para que la luz brillara al fin.

"No responderé a esa pregunta Saga, puesto que eso no es lo que en realidad te interesa." Respondió con calma. "Lo que me llevó a elegirlo sobre ti, es la división terrible que existe en tu alma, no puedo negar que buscas la justicia, que la has perseguido este tiempo, pero has tomado la ruta equivocada, hijo..." Dijo con compasión. "Y jamás te robaría tu voluntad..." Dijo con tono apenado.

El aire pegó con fuerza en las alturas de la Colina Estrella. La noche cayó con más profundidad. El cabello de Saga voló con el sentido del viento, lo mismo que la capa y el cabello largo de Shion de Aries.

"¿Pero sí me roba de lo que es mío?" responde al fin Saga abriendo los ojos, que se comienzan a tornar rojos. Su cabello, cambiando al gris de manera violenta.

"Saga... he notado una maldad en tu interior, una oscuridad que no me dejaba tranquilo a dejarte el trabajo de una vida... ¡tu obsesión por el trono! ¡Tu sentido desviado de Justicia!"

El sonido del viento se interrumpió con una carcajada de Saga a esta última declaración de Shion. El Máximo de los 88 Santos retrocedió un poco ante esta reacción.

"¿Te sientes bien, Saga?" preguntó temeroso.

"¿Y usted se atreve a hablarme de justicia?" preguntó enojado, poniéndose de pie, emanando el Cosmo total, suma de su poder increíble y el de la entidad atrapada dentro de sí. "¿Usted que se atrevió a ir en contra de todo aquello que me enseñó? ¿A usted que me mintió en la naturaleza de las Guerras Sagradas? ¿A usted que ayudó a asfixiar todo aquello en lo que yo creía?"

Una ira terrible se dibuja en el rostro de Saga que se aproxima al Santo Sacerdote con paso lento, pero firme, levantando el polvo del piso que toca.

"¡Y califica de maldad todo aquello que he padecido! ¡Todo el dolor que he sentido al ser yo el que llegara por cuenta propia al conocimiento real de lo que este mundo y su suciedad es!" extendiendo su cuerpo, Saga rechaza la armadura de Géminis y se muestra sin ropa ante Shion, el cual, no acierta a hablar. "¡No tengo más motivos pues para cubrirme, para ocultar mi dolor, mi desilusión por la porquería que me han hecho usted y esa maldita que está allá abajo... y que morirá por mi propia mano!"

"¡Saga!" exclama Shion apenado, asustado, alarmado. "¡Pero es verdad! ¡Todo ha cambiado, Saga! En esta ocasión te digo la verdad..." responde con desesperación Shion al furioso Santo Dorado que se muestra terrible delante de el, con el aspecto que Las Furias debieran tener al faltar a los juramentos, o al impartir justicia.

"¿'Ahora si'?" pregunta Saga irónicamente. "¡No me dejaron nada, Maestro...! ¡NADA!" grita con fuerza, levantando consigo una ráfaga de Cosmo violento que hace que Shion adopte una postura de resistencia. "Pero encontré mi camino, porque no fue nada más usted... también fueron los dioses, mi hermano... ¡Todos! ¡Todos ustedes que siempre quisieron derribar mi fe infinita, mi amor por la Diosa!" y asintiendo con ira, y volviendo su cara a otro lado para volver a ver a Shion de frente, Saga prosiguió. "Pero al final, la verdad sola se puso delante de mí..."

Y aproximándose a Shion, Saga miró de frente al Patriarca, retirando irreverentemente la máscara de este. Debajo, encontró a un anciano que mostraba un rostro enjuto, ahora más por el llanto. Mostrando en su frente los dos lunares que revelaban la herencia orgullosa de Lemuria en su pasado.

(¡No puedo!) Escuchó en su interior Saga su propia voz, la voz lejana de los días pasados, anteriores a su infelicidad, a su amargura. (¡No puedo!)

"Saga..." solo acertó a decir Shion sabiendo que su final había llegado, y rindiéndose al inevitable momento que le esperaba. Le dolía morir a manos de Saga, pues sabía que hoy pasaría así con él, pero que Saga tampoco era quien traería a este mundo el cambio, la revolución iniciaría cuando el acabara con él, pero en otro lugar. Saga hoy era fuerte, pero en algún momento, y solo con el sufrimiento de la condena, de aquello que miró en el fondo de su mirada torva, la luz de la bondad que ahora era la que luchaba por salir, de la compasión, de su respeto, asomaba.

Ardiendo su Cosmo de forma imponente, Saga liberó unas lágrimas de sus ojos. Ver esos ojos, de ese hombre que lo fuera todo para el en el pasado, su padre, su modelo, su Maestro, había sido un impacto. No era igual con los demás, el Patriarca era más cercano para él que nadie, ¡hoy lo recordaba!

(Si tan solo pudiera perdonarle, pero no puedo... ¡no puedo! ¡Maestro, le quiero!)

"Maestro..." dijo tomando fuerzas. "La Guerra Sagrada que tanto temía, ha comenzado hace mucho tiempo ya..."

Deukalion's Big Floods

Cerrando sus ojos, y abriendo sus brazos para no interponerse al paso final de Saga, Shion solo dijo:

"Acaba, hijo..."

Su voz tembló y su mirada y su boca parecieron sonreír con tristeza.

"¡MUERE PATRIARCA!" gritó Saga lanzando un golpe final al Patriarca y atravesando su corazón de forma rápida.

(¡No!) Exclamó la voz de Saga que se refugió dentro de él. (¡No! ¡No quiero, no puedo! Maestro... mi Maestro...)

Shion comenzó su lenta caída, sintiendo que la vida se escapaba.

"Saga..." pensó. "Muchos creerán que tú eres la encarnación del mal... lo cierto, es que solo eres un participante de este final... de este inicio"

(¡Maestro!) Exclamó Saga, quien en su rostro dibujó angustia, desfigurado con sus ojos rojos y su cabello gris. (¡Maestro!)

Las lágrimas del Patriarca se desvanecieron en el aire, y otras mojaron el hombro de Saga.

"Yo mismo lo he pensado en estos momentos... pero al confrontarme con mi pecado me has salvado. Es terrible, Saga, pero la justicia así lo es." Cerrando sus ojos, Shion comenzó a dejar de sentir su cuerpo, abandonándose a la oscuridad más allá de ese momento que tantos temen, pero en estos momentos, ya no había angustia. "Y la justicia te alcanzará igualmente, hijo mío... solo espero que en ese momento, seas capaz de sentir el alivio que hoy esta al llegarme, me brinda. Que Niké te bendiga, Saga... y que los dioses se apiaden de ti..."

(¡Maestro perdón! No quiero estar aquí... ¡no quiero!) En su interior, Saga se refugia en las profundidades de su mente, como si corriera hacia un escondite que lo lleve de aquí, que le rescate de esta realidad de la que no ha hecho sino renegar durante sus últimos años.

Poniéndose de pie, Saga deja caer el cuerpo sin vida de Shion y mira sus manos.

(¡No volveré!) Y mirando al cielo, las estrellas parecen contemplar mudas el hecho terrible. (¡No volveré!) Huyendo de sí mismo, Saga da paso a su extraña reflexión. Cambiando su gesto, y adoptando una mirada fría, triunfante, esa manifestación que le hiciera a un lado, toma el casco y la capa del Patriarca.

"Para rescatar al mundo, no tengo otra opción... ¡Arles será Patriarca y yo llevaré al mundo a su salvación! ¡Yo salvaré al hombre de los dioses... yo mismo seré un Dios!"

Proclama dichoso. Pero en su interior, un pequeño Saga se abraza a sí mismo, envuelto en la oscuridad de su mente, más allá del ruido caótico, más allá del dolor que ya no quiere sentir, cansado de su intranquilidad.

"Athena..." piensa antes de dormir exhausto por el llanto. "... ¿Quién me salvará a mí? ¿Quién me salvará a mí?"

Y mientras el viento agita su capa y transporta sus carcajadas caóticas por la cima de la Colina Estrella, el cielo infinito y eterno parece responder, haciendo brillar una estrella lejana, en una constelación a la que Saga jamás prestara atención, no siendo parte del Cinturón Dorado de Constelaciones del Zodiaco.

La Revolución ha comenzado.

"...¡Qué vana es la vida, qué inútil mi impulso,

y el verdor Edénico, y el azul Abril...

¡Oh sórdido guía del viaje nocturno

yo quiero morir!"

--Porfirio Barba Jacob

"Toda rebelión tiene su origen"

--- R. Escandón

Por supuesto, la Constelación a la que hago referencia es la constelación de Pegaso. – Nota del Autor.

Y bien, ahora creo que algunas notas están en órden, jeje.

Antes que nada, muchas gracias por seguir a tí, lector amable esta historia, y disculpa el tamaño del último capítulo, es largo, lo sé, pero no podía dividirlo más.

Como podrás notar, y tomando la libertad del fanfic para sus autores, intenté apegarme lo más posible a lo establecido por Kurumada en el manga (principalmente el vol. XIII) y el anime, como el sidestory Excalibur, procurando unificarlo todo en una sola historia común.

Igualmente, también quiero decir que fué justamente difícil escribir este episodio por el mismo desenlace que la historia ya escrita me exigía, así que espero que esto te haya agradado.

El propósito era demostrar el motivo de la caída de Saga, el papel de Kanon, su relación con los otros personajes principales de este fic, así como ir desentrañando el misterio de la salvación de Saori. Notarás que hay todavía cabos que atar, pero tendremos que esperar al turno determinado para seguir explorando más de esto en otros episodios de las Crónicas Zodiacales, así que espero contar con tu compañía.

(Y bueno, también ahora más o menos pueden ir comprendiendo la explicación que doy al porqué Athena como Saori parece no ser una diosa de la guerra que todos esperábamos, pero hay motivos).

Todo puede hablarse, amigos, y si tienen observaciones o comentarios, así como dudas, estoy gustoso de recibirlos.

Quiero agradecer a Alexiel/Princesa Athenea por su valioso tiempo para leer las betas de este fic, y quiero agradecer a mi editora Zelha/Lady Dragon, quien tuvo la paciencia y dedicación para checar mis errores al escribir... Schöne... ¡Muchas gracias!

Y bien, pues por ahora ha sido todo, ya comienzo a pensar la siguiente Crónica, la de Cáncer... ¡Saludos!

Pollux Dioscuros