LA SANGRE DEL LORD

Por Aina D'Sheilard

Para aquellos que son almas de dos tiempos

CAPÍTULO I: En el que un cristal se rompe.

El campo de Quidditch estaba vacío, en los jardines sólo se podía oír los susurros del viento, los pasillos de Hogwarts estaban fríos y sin la continua vida de siempre.

La noche acababa de pasar y las primeras luces del alba empezaban a salir, la hierba estaba erguida y sólo la más cercana a las escaleras de piedra que llevaban a la puerta principal del castillo, eran aplastadas por unos pies. Un encapuchado acababa de salir de ella y bajaba los escalones pausadamente, se paró y su expresión parecía dar a entender que estaba disfrutando el sentir la hierba en los pies aunque traía zapatos. Dio un largo suspiro y continuó caminando. El viento despeinaba el flequillo negro azabache que sobresalía de la capucha y sus ojos azul fuerte tenían que ser disminuidos a una rendija debido a su temperatura.

Volvió a pararse a unos pasos del Bosque Prohibido, miró al suelo y vio una piedra grande, con el suficiente peso para hacer daño pero también para ser llevada en el bolsillo, la tomó y siguió su camino.

Entre los primeros árboles se distinguía un camino marcado que claramente dirigía al corral de los Hipógrifos, siguió caminado hasta quedar recargado en las tablas, pocos de esos animales le agradaban y el sentimiento era mutuo, en clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, jamás había logrado dominarlos y en realidad no le importaba: le parecían anímales estúpidos que sólo se acercaban cuando no sentían peligro... era por eso porque lo que no empataban? Les provocaba temor? Las comisuras de la boca se le extendieron hacia los lados, por alguna razón, el atemorizar a otros era algo inevitablemente agradable.

Unas hojitas crujieron del otro lado del sendero, su sonrisa no se desdibujó pero puso más atención a los sonidos. Los pasos siguieron, hasta estar justo detrás de él.

- ¿Lo hiciste? – preguntó de repente.

- ... lo siento, no puedo... lo intenté, pero ¿dónde quieres que consiga anapelo negro sin que me hagan miles de preguntas?

Se quitó la capucha dejando que el viento hiciera estragos en su cabello, las pupilas azules se dejaron ver, de un movimiento rápido, volteó todo su cuerpo y enfrentó la sombra del otro muchacho: mucho más robusto, mucho más alto pero sin una gota de seguridad en su mirada.

Una serie de pasos de regreso al castillo fueron dados.

- Tom?... a dónde vas?

Tom se paró.

- ¿No vas a decirme nada? – dijo el muchacho robusto, mientras Tom se volteaba a mirarlo de nuevo.

- ¿Qué quieres que te diga?

- ... no lo sé, quiero que me digas algo, sólo algo.

Tom sonrió, una ráfaga azul malévola cruzó el aire.

- Gedeli... ¿sabes cómo elijo a mis amigos?

Gedeli negó con la cabeza. La sonrisa de Tom se amplió hasta mostrar una fila de dientes blancos y perfectos.

- Los escojo por su talento... debes empezar a conocerme mejor, yo no me dejo llevar por las tonterías sentimentales de los otros, no me interesan... tu talento está disminuyendo muy rápido.

Las últimas palabras quedaron resonando en ecos imaginarios de los dos. Tom volvió a encapucharse y desapareció por entre los árboles, la sonrisa se fue apagando poco a poco y la satisfacción de ver a un Gedeli aterrado iba disminuyendo... la necesidad de conseguir anapelo negro se convertía en algo de vida o muerte.

Sus planes debían ser llevados a cabo lo más pronto posible, tenía que hacerlo, era sumamente necesario si quería tener un camino seguro para la Inmortalidad, su más grande anhelo. ¿Pero cómo iba a lograrlo si, hasta el momento, sus amigos no habían demostrado más que ser una bola de inútiles?

Tom sintió un leve dolor en las palmas de las manos y se dio cuenta de que tenía los puños apretadísimos y las uñas empezaban a hacerle daño, sintió también el bultito de la bolsa de su pantalón.

¿Qué demonios se creía Gedeli? Lo había desobedecido, su propio lacayo lo había desobedecido, ¡idiota! No tenía idea de la importancia que tenía todo eso, era el Futuro y después se convertiría en el Pasado y en el Presente también. Si lo lograba iba a ser el mago más famoso, el más poderoso, el soberano absoluto, no sólo del mundo mágico sino de todo el Universo y entonces los imbéciles, los débiles, arderían en llamas o, mejor, serían esclavizados al lado de esos asquerosos muggles... nadie se atrevería a retarlo o a desobedecerlo de nuevo!!! NADIE!!!

CRASH!!

Cientos y cientos de pequeños cristales multicolores volaron por todo el cielo haciendo un escándalo tremendo. El sol naciente se reflejó en cada uno de ellos, haciéndolos brillar y provocando la equivocada visión de una lluvia de estrellas. Tom se quedó allí, mirando el espectáculo, entre confundido y satisfecho: el bulto de su bolsillo había desaparecido de repente, su mano estaba en una posición acusadora pero no recordaba haber sacado la piedra y haberla estrellado contra uno de los mosaicos que fungían como ventanales, en el primer piso del castillo.

Por fin, los cristales llegaron al suelo, algunos mojándose al rodar un poco, los ruidos dentro de aquellas paredes se hacían cada vez más fuertes y Tom comprendío que no le convenía estar ahí. Sacó su varita y se apuntó a sí mismo.

- "Transportatio intus"

Ahh... la playa, con esos reflejos de luz dorada,

que nos hacen suspirar, que nos hacen tener tranquilidad,

la arena, el sol, nuestros amigos son,

nada te perturba en la playa,

en la playa nada te perturba,

nada, nada te pert... CRASH!!

El profesor Dippet peló los ojos, algo no muy recomendable después de tener un sueño tan profundo como el de él. Un ruido de cristales rotos lo había traído de vuelta a su habitación de Hogwarts... literalmente, lo había arrastrado desde las playas cubanas donde, se imaginaba, estaba tirado al sol, en frente del mar que le refrescaba los pies, con su traje de baño completo y de rayitas.

Trató de mover las piernas pero éstas no le respondían y, estando todavía en las afueras de su adormecimiento, empezó a gritar desesperado.

- Ah!!! Socorro, ayúdenme, alguien me ha hechizado, por favor!!!

Sus gritos desesperados inundaron el silencio del castillo, pasos apresurados empezaron a oírse y, de repente, PAM!, la puerta de su dormitorio se abrió con un portazo. Dippet realizó una contorsión pintoresca para descubrir quien lo iba a auxiliar y vio, con ojos perplejos, que el personaje que se encontraba en el umbral tenía una expresión mezclada entre incógnita y burlona.

- Dumbledore!! Por qué demonios se me queda mirando?? Venga para acá y realice el contra hechizo!!

El hombre, que era lo necesariamente maduro como para ser un profesor respetable pero no lo bastante para no ser maltratado (él consideraba que no había edad para ser completamente no maltratado), entró con paso lento hasta los pies de la cama.

- Qué espera?? Hágalo ya!!

- Quiere que le libere los pies, profesor Dippet?

- Pues claro que quiero eso!!

La voz del profesor Dippet se escuchaba mucho más mandona y mucho más inmadura que la del profesor Dumbledore, a pesar de que las apariencias eran totalmente lo contrario.

Albus Dumbledore llevaba ya más de 5 años enseñando Defensa Contra las Artes Oscuras en ese colegio, pero además, se dedicaba a la investigación y esperaba ser reconocido pronto por algún buen descubrimiento... pero su vida se veía sobrepasada muchas veces por la negligencia y el oportunismo de Frederic Dippet, el actual director de Hogwarts, quien era una persona sofocante.

- Eh... profesor... con todo respeto, no me parece que esté hechizado – dijo Albus, con el mayor tiente posible.

- Ah, no!! Y entonces por qué cree que no puedo mover las piernas?

- Es que..

- No diga estupideces y haga lo que es necesario para liberarme!! Maldición!!

Dumbledore encogió los hombros, se acercó un poco más a la cama, suspiró y, con una gran fuerza, jaló la orilla de una de las sábanas. Dippet sintió una terrible sacudida y después un fuerte golpe provocado por el suelo al caer su cuerpo. Medio aturdido, se incorporó y miró a Dumbledore con cara de malas pulgas, mientras éste sostenía la sábana.

- Qué demonios cree que hizo?

- Lo que usted me pidió, profesor, liberarlo.

- Hágase el chistoso, Dumbledore... qué espera?? Retírese...

Albus sabía que discutir un gracias sería inútil, así que dio media vuelta, dejó caer la sábana y se dirigió a la puerta. Pero antes de llegar a ella, se abrió, dejando en el umbral la silueta de una profesora alta y demasiado delgada, tenía los pómulos marcados hasta el extremo y su cuello parecía de pergamino gracias a las miles de arrugitas que tenía. Su cara estaba más contorsionada que de costumbre y sus ojos saltones reflejaban perturbación.

- Profesor Dippet, profesor Dippet!!

La mujer entró corriendo, atropellando al pobre de Albus, quien no pudo contener el equilibrio y salió disparado contra la pared.

- Cédifa, qué ocurre – la voz del profesor Dippet, era ahora mucho más grave.

- Oh, Frederick!!!

Albus hizo una mueca tratando de que su risa no se notara tanto: siempre, desde que había llegado al colegio, Cédifa y Frederick le habían parecido una pareja muy peculiar, era obvio para todos que estaba enamorados pero ellos jamás lo aceptaban. Además, siempre que se encontraban, dramatizaban todo.

- Qué pasa, mi buena profesora?

- Oh!... alto terrible, terrible ha pasado.

- Qué es, dímelo.

- Oh!... uno de los vitrales fue roto... pero, podría decir que fue con maldad... está totalmente deshecho.

Dumbledore frunció el entrecejo, los vitrales eran lo que Dippet más quería en todo el colegio, incluso los apreciaba más que a los alumnos, nadie se atrevería nunca a hacerles nada porque seguramente sería causa de expulsión, el osado que lo hubiera hecho estaría en grandes problemas. Se puso derecho de nuevo y apresuró el paso para salir de la habitación, oyendo a sus espaldas la mayor rabieta que un profesor pudiera proporcionar: Dippet gritaba como bestia enfurecida.

Tom se había ido, había desaparecido por entre aquellos árboles, dejando el mismo leve aroma de siempre. Gedeli lo admiraba, era, para él, el más exquisito aroma que hubiera percibido jamás, era una mezcla de incienso y, tal vez, hierbas orientales: Tom siempre olía así y daba la sensación de estar frente a alguien vivo pero con el alma muerta. Pero Gedeli jamás se lo había dicho.

La primera vez que se habían visto, ninguno de los dos sabía que el otro era mago. Había sido hace bastante tiempo, en un festival del conocimiento: un niño llamado Tom Riddle del Internado Muggle San Charbel había derrotado en coeficiente intelectual a John Thrypp del Colegio, también muggle, Lestonnac, donde él estudiaba y donde, se suponía, era muy difícil entrar debido al nivel académico.

Lo mas impactante de ese encuentro había sido que Tom lo veía insistentemente e incluso, al irse el autobus, le había levantado las cejas en plan de despedida. Poco después, alrededor de 2 años, lo había vuelto a ver en el lugar menos inesperado de todos: el gran comedor de Hogwarts.

El Sombrero Seleccionador había declarado a Gedeli Nadal un hufflepuff, la ceremonia continuó y después de Quensey, Ann (gryffindor), la profesora Cédifa Banks volvió a desplegar su pergamino.

- Riddle, Tom.

Gedeli volteó perplejo, el mismo niño del internado pero un poco más alto se estaba sentando en el taburete y esperaba saber su casa. Al parecer, Tom había percibido su mirada porque le sonrió.

- Slytherin!! – gritó el sombrero.

La cuarta mesa de la derecha estalló en vivas, Gedeli también aplaudió y, por alguna razón, se sintió importante porque Tom lo veía desde su mesa... había sido como si ese momento todas las fuerzas de ambos se concentraran en sus miradas... dos días después, Tom y Gedeli mantenían una amistad bastante extraña para los demás: un slytherin y un hufflepuff. Desde aquellos instantes, Gedeli se había dado cuenta del peculiar aroma que despedía Tom.

CRASH!!!

Gedeli volteó de repente hacia el castillo, el sonido de un cristal roto lo había traído de regreso al presente... apoyó las manos en el cercado de los hipógrifos para enderezarse y acercarse para ver lo que sucedía pero otra mano lo detuvo, los dedos estaban cálidos y, aunque lo detenía con fuerza, los movimientos eran delicados.

- Ann...

- No te acerques, Gedeli.

- Qué?

- Él lo hizo, fue Tom.

- De qué hablas?

- Rompió un ventanal... castigarán a quien esté cerca.

- Tom no haría eso... – la mirada de Ann era directa e implacable – estás segura?

- Lo vi... sólo no te acerques.

Ann soltó su mano y se internó en el camino del bosque. Era la única gryffindor que le hablaba y la historia que los unía era aún más complicada que la amistad que tenía con Tom... o tal vez eran iguales. Gedeli oyó murmullos cerca del castillo, reconoció la voz encolerizada de Dippet. Decidió seguir a Ann pero en su lugar encontró a Dumbledore quien lo miraba expectante, sólo alcanzó a decir "yo no.." pero ninguno de los dos pudo hacer nada antes de que la profesora Cédifa empezara a gritar señalando al muchacho como el culpable. Dippet lo tomó por el brazo y se lo llevó casi a rastras... en su andar, Ged distinguió entre los alumnos, a Ann y se alegró de que ella si hubiera llegado a tiempo.

Ann se sintió mal, había tratado de advertirlo, no sólo esa mañana, sino desde que lo había conocido... y desde que había conocido a Tom. Ella sabía que algo andaba mal con él y que Ged jamás se atrevería a enfrentarlo. Sostuvo con él la mirada sólo unos segundos porque de pronto sintió una quemazón en el cuello, volvió la vista y esta vez, sus ojos se encontraron con los de Tom quien, con una ligera sonrisa, observaba todo desde las escaleras principales... en pijama y con una extraña expresión en la cara.

*   *   *

- Harry??

- Harry... vamos, arriba...

Harry abrió los ojos muy lentamente, aún se sentía cansado a pesar de que había tenido toda una noche de descanso sin interrupciones... claro, hasta ese momento. Por las comisuras de los ojos, distinguió las puntas del cabello de Hermione, volvió a cerrarlos.

- Qué hora es? – preguntó.

- Eso no importa... caray... – Ron se oía más despabilado que de costumbre a esas horas - Si que tienes el sueño profundo, mira que no oír nada de nada.

- Nada de nada de qué.

- Levántate te lo explicaremos de camino al comedor – sugirió, Hermione.

Harry se movió perezosamente debajo de las cobijas pero antes de terminar el sueño lo volvió a vencer...

- Harry!!!

De su boca salieron varios quejidos mezclados con risitas provocados por picotazos de varita en las costillas.

- Esta bien, está bien... ya voy.

Se incorporó en la cama y abrió bien los ojos, se puso los lentes: eran los únicos en la habitación, todas las cortinas de las camas estaban corridas y no había ningún uniforme colgado en los percheros. Harry cogió su reloj, lo ajustó a su muñeca y lo observó, aún estaba somnoliento por lo que le costó trabajo recordar que era un reloj nuevo, que no tenía manecillas si no números electrónicos... regalo de Hermione el cumpleaños pasado, puesto que su primer reloj había perecido en una de las pruebas del Torneo de los Tres Magos, hacia ya casi dos años.

- Las siete? Que no es temprano para el desayuno?

- Lo adelantaron... vamos, apúrate – dijo, Ron, empezando a sobresaltarse.

- Por qué?? – Harry aún no se decidía a coger los pantalones.

- Harry!! deja de preguntar y ya vístete... te contaremos en el camino – gritó Hermione, perdiendo la paciencia.

- Ah, si!! Claro, y seguramente me voy a vestir contigo aquí!!

Hermione lanzó una mirada asesina a Harry, soltó las cobijas (provenientes de la cama de Ron) que estaba levantando del suelo... de nuevo en el suelo y salió con aire de indignación.

- Oye!! – Ron recogió las mantas – vamos, Harry, que esto es de historia...

- Qué pasó, ya dime.

- Si te digo, Mione, se molestará.

- Claro...

Harry se volteó para correr las cortinas y vestirse... también para ocultar su risa: hacia ya bastante tiempo que Ron hacía cualquier cosa por que Hermione no se molestara con él.

Por fin estuvo listo y él y Ron bajaron a la sala común, Hermione estaba platicando con Lavender Brown quien no paraba de agitar la mano y ponérsela en la boca, como angustiada. Lavender vio bajar detrás de ellos a Parvati Patil y se fue con ella.

- Y bien?? – preguntó Ron, intrigado.

- Hum... algo muy raro. Castigaron a un hufflepuff... dicen que fue él porque estaba cerca de todo.

- Un hufflepuff?? Bueno, esos chicos se ven bastante inofensivos, pero uno nunca sabe.

- Pero cómo castigan a alguien sólo porque estaba cerca, es decir, sin investigar nada... no fuera un slytherin porque entonces, Snape pediría un informe oficial de la situación.

- Lo castigó Snape??

- Si, él lo descubrió en los corrales de los hipógrifos... ni siquiera estaba cerca bien cerca.

- Puede alguno de ustedes dos explicarme qué demonios sucede?

Ron y Mione miraron a Harry.

- AH... disculpa... había olvidado que tu no sabes nada. – dijo, Hermione, quitando el entrecejo fruncido.

- Ay, Harry, de lo que te pierdes por estar dormidote. – lo palmeó, Ron.

- Rompieron un ventanal del comedor.

NOTAS:

No, no estoy loca, lo que realmente sucede se descubrirá en el siguiente capítulo.

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