Nota: Perdón por la tardanza, es capítulo corto pero creo que positivo a la historia.

CAPÍTULO III: Castoriadis.

Habían pasado 2 días desde que el cristal del comedor había sido roto y la normalidad de Hogwarts ya era la misma de siempre. Gedeli Nadal cumplía castigos extras por su fechoría y la mayoría de los hufflepuffs estaba cabizbajos porque aunque Dumbledore había tratado de que los puntos que habían ganado no disminuyeran tanto, el profesor Dippet no había aceptado la oferta hasta que llegó a 140 puntos menos. Por lo que ahora, ellos ocupaban el último lugar... y por esa y muchas otras razones, nadie le hablaba a Ged.

Esa noche el comedor estaba mucho más arreglado que de costumbre, no sólo porque fuera el Día de Brujas sino porque Hogwarts recibía la visita  de el actual campeón de duelo a ojos cerrados. Dippet había conseguido que Marius fuera a darles una plática a los estudiantes sobre concentración y disciplina.

Todos ya estaban sentados a sus mesas con túnicas de gala del color representativo. Tom la llevaba verde, obscuro, por Slytherin, además de una capa negra para el frío... eran ropas sencillas y nada fuera de lo común pero muchos no podían dejar de verlo, entre ellos Gedeli, que a su vez portaba túnica amarilla pálida con franjas azules obscuras.

Dippet pronunció unas palabras elocuentes que nadie escuchó del todo, apareció la cena y empezaron las pláticas, Richie Beirini trataba de hacer conversación con Ged pero "si", "no" o "quien sabe" eran sus únicas respuestas, así que pronto desistió de su intento.

Al lado de Tom estaban las gemelas Virtenssen que no paraban de alabarle hazañas simples en las clases a lo que él respondía con una sonrisa o con un ligero movimiento de cejas... porque la mente de Riddle estaba más allá de los ajetreos de las copas o de las adulaciones de los slytherins. En la mesa principal, al lado del director Dippet, estaba sentado Marius Castoriadis, el hombre del cual había leído más en toda su vida, sus investigaciones era para Tom un ahorro de tiempo. Los ojos azules pasaban de la cara apacible al libro aterciopelado que tenía en las manos, Riddle sabía que él siempre lo llevaba a todas partes pero jamás lehabía dicho a nadie qué era en realidad. Muchos sospechaban que sólo se trataba de una bitácora pero Tom tenía la idea de que sus mejores notas estaban ahí, tal vez las probablemente prohibiría el Ministerio y en cuanto se había enterado de su visita a Hogwarts había decidido averiguar por su propia cuenta qué contenía aquel cuadernillo... aunque aún no sabía bien cómo hacerlo sin arriesgarse demasiado... todavía no cumplía la mayoría de edad y si era expulsado  estaría de nuevo, todo el tiempo, en el asqueroso internado muggle.

Por un momento, regresó a los pasillos fríos del Internado San Charbel: grises, sin ningún adorno, con unas míseras ventanitas en la parte más alta, cubiertas por una malla anti-mosquitos y protegidas, además con gruesos barrotes, igual de grises y corroídos, por la parte de afuera, con el pretexto de la seguridad de los internos. Las puertas rechinantes con la manija pegajosa, las mesas de metal de comedor que daban ligeros toquecitos cuando los tocabas, las sillas, también de metal, disparejas, chuecas y con logos de diferentes marcas  de cervezas desgastados en los respaldos, las servilletas arrugadas y algunas hasta reutilizadas, los platos con olor a humedad y mugre, los resortes salidos de las camas que dejaban dormir, el olor a detergente barato de las ropas, los niños moquientos corriendo por el patio, los idiotas de sus compañeros sorbiendo la sopa aguada que les daban haciendo gestos imbéciles que ellos consideraban conquistadores.... tlin, tlin, tlin, la fuga de "una gota" del baño continuo a la recámara que compartía con 19 adolescentes más, constante, desesperante y el maldito olor, la pestilencia que se respiraba en cada bocanada de aire que se daba ahí, era un olor a podredumbre, pero no esa podredumbre de viejitud (que hasta cierto punto le era agradable) sino a esa que está en el tiempo justo de la putrefacción: mezcla de olores parecidos al pollo crudo y a esas sopas instantáneas muggles que llevan mucho tiempo sin ser destapadas o que contienen mucho conservador.

El aroma proveniente de su imaginación sobrepasó al real que percibía (dulces de calabaza e incienso) y un asco profundo lo hizo volver al presente. Parpadeó y vio las caras borrosas a su alrededor, sacudió la cabeza, era la segunda vez que le pasaba esa semana. Respiró hondo y continuó comiendo.

* * *

Harry aún seguía sentado en las escaleras que llevaban al segundo piso, hacía un rato que la pesadez lo había derrotado y sintiéndose más cansado y sofocado de lo habitual se había quedado en el último peldaño. Nadie pasaba continuamente por ahí, esa era otra razón para haberse quedado ahí.

La cabeza la tenía entre las rodillas y los lentes ya estaban algo empañados por su respiración, el cuello y la espalda le dolían como si hubiera dormido torcido... en realidad si había dormido torcido en uno de los sillones de la sala común de Gryffindor. Media noche no había podido conciliar el sueño y cada vez que se movía, el murmullo de las sábanas hacía que el ligero descanso de Seamus se quejara, así que había decidido bajar a la sala común para contemplar el fuego. Después de una o tal vez dos horas había logrado medio dormitar, con la cabeza recargada en uno de los brazos del sillón, la pierna derecha en el otro brazo y la izquierda colgando hacia el suelo, no supo cómo su brazo izquierdo había quedado atrapado debajo de él ni cómo la camisa de la pijama se había desabrochado casi por completo cuando despertó. Pero se alegró de hacerlo antes de que toda la casa estuviera despierta, regresó a su dormitorio y se vistió.

Los días en Hogwarts cada vez pasaban más lentos para Harry, no sabía muy bien la razón, aunque la presentía, hasta había ocasiones en las que extrañaba su vida de antes, esas mañanas en las que despertaba sin temor de que Voldemort estuviera con sus mortífagos rodeando su cama para matarlo, aunque si estuviera el polvo de los muñecos desquebrajados de Duddley. Ya habían pasado 6 años desde que se había enterado que era un mago, y aunque amaba Hogwarts y todo lo del mundo mágico... extrañaba vivir cosas tranquilas.

Unos pasos lo sacaron de sus pensamientos, alguien estaba subiendo las escaleras... no se movió un milímetro más que los suficientes para levantar un poco la cabeza, sabía quien era porque no había otro camino para llegar a donde lo había citado. No sabía si empezar a sentir nervios, vergüenza o tal vez mostrarse orgulloso e imprevisible... qué era lo mejor? Aún no estaba en posición de decidirlo.

Una sombra se asomó en el descanso de la vuelta, era el reflejo de la persona que se había detenido un momento, al parecer se había percatado de la negrura que hacía la forma de Harry en el piso, el sujeto dio un paso más hasta dejar la mitad de su cuerpo a la vista. Un momento después, giró un poco y se sentó a su lado.

Permanecieron en silencio durante unos segundos, al parecer ninguno de los dos quería empezar con ese encuentro que era inevitable... pero si él no lo deseaba, Harry estaba decidido a no hacerlo, así que aguantó, hasta que por fin una bocanada de aire le indicó quién hablaría primero.

- Yo... no sé...  – un suspiro prolongado interrumpió - ... esto...

- Si tu no dices, yo tampoco lo haré – dijo de improviso, Harry.

Sabía cuan difícil era aquello porque si Harry había tenido culpabilidad en acceder a sus extraños impulsos, Draco era todavía más culpable por dejarlo proceder y no sólo eso, sino responder a los cariños.

Por un momento, Harry cerró los ojos y recordó lo que había pasado hacía tan sólo dos días: él y Malfoy habían tenido una riña por una estupidez en los vestidores del campo de quidditch, no sabía si se había dejado ganar pero él lo venció y terminó encima de Draco apretándole el cuello hasta que él se reconoció vencido, entonces, al soltarlo, había sentido unas inmensas ganas de lamerle las heridas, era como si de pronto todo lo demás dejara de existir y su concentración sólo se fijara en ellas. Primero trató de controlarse, pero no se sentía capaz y con un ligero titubeo se había ido acercando, al sentir su movimiento, Malfoy lo había visto con extrañeza, hasta cierto punto con miedo, pero no se había movido. Al principio sólo acercó sus labios al cuello de Draco, le dio un pequeñísimo beso y se quedó ahí respirando el aroma de la piel, momentos después había percibido con un sentimiento extraño, que no quería definir como satisfacción, que Malfoy estaba respirando más rápido, ¿se estaba excitando?, un murmullo entrecortado le llegó hasta el oído: "¿qué... haces..., Potter?", pero su tono no había sido agresivo, más bien era como si estuviera lleno de miedo. Entonces, Harry, sin saber muy bien la razón, sacó un poco la lengua y le lamió el moretón, con cuidado, suavemente, como si fuera lo único y más importante que tuviera que hacer en todo aquél día, Draco recibió aquello con un leve estremecimiento, pero después, Harry sintió cómo le desabotonaba la túnica, le subía un poco el suéter que traía debajo e, inmediatamente después, las manos delgadas y frías recorrían su pecho, y una boca temblorosa le daba besos entre el final del cuello y la túnica jalada. La situación había terminado cuando Draco se decidió a cambiar la posición, empujó a Harry, se le puso encima y lo tomó por el cuello unos segundos, hasta que, según él, lo hubo lastimado lo suficiente. Después se había parado y sin decir nada se había ido directo al campo, cuando Harry salió ningún slytherin estaba ahí.

El día siguiente había encontrado una nota, bastante parecida a la que él había pensado en enviar, encima de su almohada: era de Malfoy que lo citaba en uno de los pasillos más solitarios en el tercer piso.

- De acuerdo, por mi parte nadie sabrá

- Bien...

- Bien...

Draco se paró y empezó a bajar el escalón.

- Malfoy...

- Qué? – contestó, deteniéndose.

- Hummm...nada.

Y desapareció por el mismo lugar por donde había llegado.

* * *

Tom se levantó mucho antes de lo debido, se vistió, poniéndose lo más presentable posible y salió de la mazmorra de Slytherin sin hacer ningún ruido. Sabía que si alguien lo descubría lo interrogarían sobre sus propósitos y eso no le convenía para nada. Bajó las escaleras lo más quedo posible y ya se disponía a tomar el camino que llevaba directo a la habitación dónde se hospedaba Marius Castoriadis cuando... él mismo le salió al paso, estuvo a punto de gritar pero se contuvo al ver quién era. Marius le hizo una seña para que lo siguiera, bajaron completamente y salieron del castillo.

Tom se sentía confundido, quién era realmente este Marius y qué quería de él... o tal vez, sabía lo que él quería de él. Por fin se detuvo casi en los límites del Bosque Prohibido.

- Y bien, señor Riddle, para qué quería buscarme?

- Perdón?

- Si, ya sabe, para qué iba a mi habitación?

- Disculpe, señor, pero...

- Oh, vamos, no me mienta, no lo tolero.

Intentó mirar a otra parte pero los ojos de Castoriadis eran penetrantes y dominadores.

- Lo sé todo sobre usted, señor, quería conocerlo más de cerca.

- En serio?... le tengo una sorpresa, señor Riddle, yo también sé todo sobre usted.

- Por qué alguien cómo usted se interesaría en un simple estudiante como yo?

Riddle mantuvo su semblante serio pero Castoriadis alargó una sonrisa profana y maliciosa.

- Un estudioso del tema... ¿no se interesaría por el Heredero de Salazar Slytherin?

Tom dio un respingo, nadie lo había llamado así nunca tan directamente, sin embargo, trató de calmarse.

- Si, Tom Riddle, sé que intentas hacer la poción para despertar al monstruo que oculta La Cámara de los Secretos,... no me mires así, también sé que La Cámara de los Secretos no es un invento, la he estudiado durante años, su historia, las señales que dejó Salazar Sytherin, todo!!

El rostro de Marius se había tornado desesperado. Tom se sintió mucho más alto que él, mucho más fuerte. De pronto, Castoriadis se tiró de rodillas y lo tomó por la túnica en una actitud suplicante.

- Tu eres el Heredero, investigué y a partir de tu madre no había ningún registro más en el Ministerio de Magia, entonces me dediqué a buscar al niño perdido en los documentos muggles y... te encontré, estabas en un internado pero te llegó la carta de Hogwarts y decidiste venir... pero con qué pretexto me acercaba a ti? No! La gente sospecharía algo... entonces cuando Dippet me invitó a pasar unos días aquí... accedí inmediatamente... tu eres el único que podrá abrir esa Cámara... y yo, yo... estoy dispuesto a ayudarte en lo que sea.

Tom no podía creerlo, estaba viendo a su primer vasallo fuera de Hogwarts, con muchas más posibilidades de conseguir lo que necesitaba y con la misma fidelidad de perro que consumía a Gedeli.

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