CAPÍTULO XIII: El primer adiós.
Draco observaba con especial interés a Blaise. Estaban en la sala común, ya muy avanzada la noche, todos sus demás compañeros se habían ido a sus camas, excepto por un grupo de primer año que seguía practicando hechizos inmovilizadores... después de cinco minutos, se dieron por vencidos y también dieron por terminado el día.
Blaise estaba sentado en la alfombra, justo enfrente de una mesa de centro en la primera estancia de la sala común, el sillón negro le servía de respaldo y sobre la mesa habían varios pergaminos, algunos completos y otros escritos a la mitad. Draco se encontraba recostado del otro lado, con un libro sobre Aritmancia... pero su mirada se encontraba sobre el pelirrojo, sabía que esa noche, Blaise no estaba ahí sólo para adelantar deberes.
Blaise escribía muy rápido, siempre lo había impresionado eso, era el que tenía apuntes más completos de las clases gracias a eso, sus dedos eran finos y alargados, pálidos como todo él y ágiles con las plumas, parecía que eran una extensión de su mano, no la apretaba más que lo suficiente para mantenerla en pie y no pasaba más de un segundo entre separarla del papel, mojarla en el tintero y volver a escribir.
- Qué lees? – la pluma se había parado y los ojos azules de Zabini lo miraban.
- Aritmancia avanzada... – dijo, cerrando el libro y apartando su mirada de las manos de su amigo – debo hacer un reporte sobre el Número Cabalístico.
Zabini miró a un lado del sillón de Draco, donde había una pila bastante grande de libros sobre la misma materia.
- Y necesitas todo eso? – musitó, mientras sonreía un poco y volvía a su pergamino.
- En realidad no... – Draco se incorporó y dejó el libro que tenía en las manos junto a la pila de los otros – pero no quiero que Granger se los lleve esta vez.
Blaise soltó una risita, dejando su pluma en el tintero y separando el pergamino para dejarlo secar.
- Cómo lo hiciste? – preguntó, cruzando los brazos y recargándose por completo sobre su espalda.
- Digamos... que supuse que dejaría tarea esta semana, así que los saque de la biblioteca en la mañana, mucho antes de la clase – contestó. Blaise soltó una carcajada.
- Granger debe tener chorrillo.
- No me importa.
- Oh... si te importa, por eso lo hiciste.
Draco se inclinó y recargó su peso en las rodillas.
- Tal vez... si, tienes razón, me importa porque disfruto mucho verla indispuesta – Draco y Blaise compartieron sonrisas.
Un sonido llegó desde la ventana superior de la mazmorra, muy parecido a un chillido de lechuza. Blaise se levantó y se dirigió hasta ésta.
Draco no se movió, una especie de excitación corrió todo su cuerpo y soltó un suspiró para controlarla.
- Ven... tranquila, eso es. – Blaise abrió y cerró la ventana de nuevo.
Zabini se acercó de nuevo a la estancia, traía la capa cubriendo algo que llevaba en recargado en su brazo, Draco alzó la vista hacia él mientras se sentaba en el mismo lugar de antes.
- La habías soltado? – dijo, como si no supiera nada. Blaise no lo miró, sus ojos estaban en aquello que su capa cubría.
- Si... – un silbido salió de la criatura – tu querías conocerla, no? – Blaise miró a Draco – no me digas que no lo sabías, no te hubieras quedado tan tarde por nada.
Draco frunció el entrecejo, no le gustaba que nadie le hablara así, pero su curiosidad era más fuerte, quitó la expresión y asintió lentamente.
- No es peligrosa? – preguntó, sentándose en el suelo, al nivel de Blaise.
- No... bueno... no con todos, no creo que contigo lo sea – Zabini señaló con el dedo, un tintero verde que estaba sobre la mesa, Draco se lo alcanzó – tiene hambre... anda come... debe estar satisfecha antes de verte.
Malfoy tragó saliva y movió un poco el cuello.
- Bien, ya está.
Blaise bajó la capa, dejando ver lo que tenía en su brazo. Unas alas iluminadas por una luz invisible se hicieron presentes. Era como ver un hada... sólo que peluda. La doxy de Zabini era más pequeña de lo normal, y más rara que lo común. Draco pudo observar que aún estaba comiendo algo que parecía pegajoso y que colgaba hasta un poco más debajo de sus alas.
- Son babosas, las capturé ayer en la noche, tuve que quitarles el caparazón, no le gusta cazar.
La doxy terminó de comerse el cuerpo del caracol y voló hasta sentarse sobre un pergamino cercano. Entonces, Draco pudo ver su parte posterior. En realidad era hermosa, no parecía una doxy cualquiera, su pelaje era fino y no era negro como las que había visto, era plateado casi invisible. Su piel era verde blanquecina, tenía piernas largas y el cabello igual de plateado que su pelaje era largo y lacio, y se repartía entre sus alas.
- Verdad que es linda? – preguntó Blaise.
- Más que eso.
La doxy oyó el comentario de Draco, lo miró y sonrió. Su sonrisa era igual que ver a una duquesa vampiresa, los dientes no los tenía como las doxys corrientes, no tenía cuatro hileras de dientes, sólo tenía una pero un par de colmillos se asomaban amenazadores cuando sonreía.
- Es... en realidad es una doxy? – preguntó, sin dejar de admirarla.
- Si... pero es una doxy real.
- Que? – el hada mordelona, levantó el vuelo, recorriendo la sala común, Draco la siguió un momento, después miró a su compañero – una doxy real?? Estás loco... nadie ha tenido una en cautiverio.
Blaise soltó el aire de su respiración lentamente.
- Bueno, ella no está en cautiverio... en realidad, creo que escogió el pabellón de mi casa como su hogar. Un día la encontré herida, seguramente algún Augurey de mi padre trató de comérsela, la curé y desde entonces me sigue a donde voy... pero ella sabe que puede irse cuando quiera.
Draco miró las irises de Blaise por un momento, antes de decir algo.
- Tiene algún nombre?
- Eve.
- Eve? En honor a quien? – dijo, mientras Blaise encogía los hombros.
- No lo sé... ese nombre me ha gustado siempre...
Eve se acercó y se posó sobre el hombro de Blaise, mirando lo que escribía. Draco los observó, ya había visto a Blaise hacer ese tipo de cosas... cuando había entrado a Hogwarts, había descubierto que el pelirrojo tenía una mariposa asesina escondida en su baúl, la mariposa tenía un ala dañada y Zabini se la curaba todas las noches, hasta que pudo volar. El animal se quedó dos o tres semanas más con él y después montó el vuelo hacia el Bosque Prohibido, cuando iban en el último bimestre de ese mismo año. Jamás nadie sospechó nada de la mariposa... ahora, una doxy en cautiverio por un muchacho de 16 años (aunque Blaise dijera que no lo estaba) era totalmente ilegal, tenía XXX como clasificación en el Ministerio de Magia, eso quería decir que sólo magos competentes, con algún estudio especial sobre la especie podían tenerla. Sin embargo, a Blaise no parecía importarle eso, mucho menos a Eve quien no parecía tener la más mínima intención de atacar a su dueño.
***
Tom estiró la mano hasta tomar el mechero, lo encendió y lo colocó debajo del caldero, mientras Gedeli, quien estaba sentado del otro lado de este, hojeaba un libro grueso de pasta gris.
- Bien – dijo, frunciendo un poco el entrecejo – creo que sería mejor si reforzáramos el caldero, la poción es muy fuerte y puede romperlo.
Tom no contestó, simplemente tomó su varita y apuntó al caldero.
- Stabilire
El caldero negro brillo con luz amarilla por un segundo para después recuperar su apariencia normal.
Gedeli dejó el libro a un lado y se asomó a su interior.
- Está espesando, verdad?
Tom asintió con la cabeza.
- Tendremos que entrar cuando se ponga verde, después dársela al... al monstruo, apartarnos tres pasos y esperar unos minutos...
- Tendré...
- Perdón?
- Tendré que entrar. – Tom miró a Gedeli por primera vez desde que habían empezado la poción de Liriope.
Gedeli tragó un poco de saliva.
- No puedes estar ahí sólo, no sabemos si los ingredientes están completos, la poción es muy vieja. Si el monstruo despierta y...
- Quieres dejar de decirle monstruo??
La cara de Tom estaba restirada por lo que sus ojos parecían más azules de lo normal, como dos perlas iluminando una cueva oscura... la cueva oscura en la que estaban, justo enfrente de la entrada a la Cámara de los Secretos.
- Tom... si el basilisco despierta y la poción no es la adecuada, muy seguramente te atacara y entonces...
- Y entonces me las arreglaré, Gedeli.
Ged asintió con desconfianza. Tom miró el caldero.
- Ya está verde.
- Pero Señorita Fairweather!! No puede hacerlo...
- Claro que puedo, Gertrudis, y deje de seguirme, ande, valla a hacer sus deberes en la cocina, la cena se adelantará hoy una hora.
- Porque hasta ahora!! Antes no le había importado!!
Fairweather volteó de manera tan brusca que su chal se deslizó por los brazos.
- Quien cree que es para hablarme así?? Si no fuera por mí usted estaría en la calle, lo olvida?? No vuelva a levantarme la voz o no estará aquí al día siguiente!!
Y siguió su camino, detrás de dos hombres de traje, mientras Gertrudis se derrumbaba en el suelo y dejaba escapar todas sus fuerzas por medio del llanto que inundó su rostro.
- Vamos, vamos, Riddle, con fuerza!!
David se tronó los dedos índice con las manos, asió las manijas de la caja de botellas de aceite y jaló con todas sus fuerzas, la caja se movió hasta la mitad de la cajuela de la camioneta.
- Puff!! – el señor Blossom tenía la frente sudorosa y las manos marcadas por el esfuerzo – los donadores deberían ser más considerados!! Cómo se les ocurre enviar una caja de semejante tamaño y con semejante peso!! Anda!! Deja de estar viendo para otro lado y empújala desde atrás.
David obedeció sólo a lo segundo, se metió hasta dentro de la cajuela y empezó a empujar la enorme caja, pero la vista no la apartó del portón gris. Había sido abierto, y dos hombres de traje café salían mientras Fairweather firmaba unos papeles y se los entregaba con una sonrisa hipócrita, segundos después Fairweather desapareció de nuevo por la puerta y los hombres esperaron en sus lugares.
- Esto va a ser imposible... espera ahí y cuida la camioneta, iré por ayuda.
Los hombres de traje revisaron los papeles que les había entregado, intercambiaron algunas palabras que David no pudo oír, uno de ellos revisó su reloj y caminó hacia el lado contrario del portón. David lo siguió con la mirada. Del otro lado de la acera, un auto rojo estaba estacionado, era un coche lujoso y espacioso, el hombre lo abrió y dejó la puerta del asiento trasero abierta. Después regresó junto a su compañero.
David frunció el entrecejo, ¿qué diablos estaba pasando?, esos hombres no eran los empleados de gobierno que siempre iban a supervisión... que generalmente eran los únicos hombres de trajes lujosos que entraban al internado... tampoco era sábado, día de adopciones, en los cuales las parejas salían con el niño de su elección... el estómago se le revolvió... Fairweather los formaba como ganado, y así, como vacas, eran escogidos por los padres adoptivos.
Desde hacía tres años que David no tenía que sufrir eso, y no sabía si alegrarse o deprimirse. La adopción legal, en San Charbel, era hasta los trece años, por lo que su oportunidad de salir del Internado por medio de una familia aprobada se había acabado. Sin embargo, no se arrepentía... o sí?
Los recuerdos vinieron de nuevo, inundando su mente, Tom y él habían pactado desde los 8 años, cuando se habían vuelto amigos, que no dejarían que los adoptaran y lo habían conseguido bien, por lo menos él, porque de lo que se acordaba, ninguna familia se había interesado en Tom, excepto una señora mayor, que había ido varias veces a presentar los documentos que requería la adopción, sin embargo, Fairweather jamás le había dado el sí... en cambio, a David le habían llovido propuestas de padres, unos meses antes de amistar con Tom, empezó a salir los fines de semana con una familia, los Turner, que eran una pareja con una hija de 3 años, no había tenido idea de por qué se habían interesado en adoptarlo... pero justo cuando faltaba sólo un mes para irse con ellos, hizo el pacto con su nuevo amigo y empezó a lloriquear cada que venían por él, se volvió arisco con la pareja y le hizo maldades, que jamás pensó poder hacer, a la niña. Los Turner abdicaron el proceso y David se quedó en San Charbel.
Después de aquella familia, hubo por lo menos 5 más que quisieron iniciar el programa con él, pero siempre sucedía lo mismo, David se volvía agresivo o arisco en cuanto salía del Internado. Los Raducan, una familia extranjera, habían sido los que más habían aguantado, hasta optaron por llevar a David a un psicólogo... pero todo había sido inútil.
PAF!!
David dio un respingo, su conciencia volvió al momento presente, volteó la cabeza a donde el ruido se había oído y se encontró con una mano estampada en el cristal de la camioneta donde se encontraba. Parpadeó unos segundos, tratando de comprender... entonces, alguien apartó esa mano, un hombre de traje.
- Keira!! – David se aproximó al cristal y lo golpeó varias veces con la mano – Keira!!
Los hombres de traje llevaban a Keira a la fuerza mientras Fairweather trataba de cerrar una maleta llena de ropa. David sintió como si le arrancaran el corazón, Keira no podía gritar y sólo se retorcía tratando de soltarse, su expresión era de terror y dolor.
- No!! Por favor!!
David lo sabía, esa no era una adopción, no podía serlo, cuando alguien era adoptado, los padres iban personalmente por él. Intentó salir por donde se había metido a la cajuela pero el señor Blossom había dejado poleas y otras cajas ahí, desesperadamente, puso las manos sobre la caja de aceites.
Keira ya estaba en el auto, uno de los hombres recibió la maleta y le dio a Fairweather una tarjeta, ella sonrió y estrechó la mano del hombre. La sonrisa hipócrita y a la vez llena de satisfacción de la directora del Internado fue lo que lo hizo enfurecer y como si fuera un virus demasiado potente, una fuerza extraña llenó todo su cuerpo.
De pronto, la caja parecía llena de plumas y la empujó hasta que oyó un CRASH y pudo ver la salida.
- Riddle!!
David corrió hacia el auto rojo justo cuando este arrancaba.
- Keira!! Keira, no!!
Alcanzó a golpear el cristal una sola vez mientras se alejaba. El rostro de Keira estaba lleno de lágrimas.
David sintió que le quitaban algo del pecho, como si lo hubieran operado. Cayó sobre sus rodillas, con el torso subiendo y bajando con dolor. Empezó a llover en ese instante, el agua de lluvia se confundía con las lágrimas rodando por su rostro.
***
Harry estaba sentado en la mesa de Gryffindor del Gran Comedor, había estado ahí por más de tres horas, sin hacer ni decir nada, sólo pensando. Sus pupilas irradiaban desesperación y una especie de decepción que podía sentir hasta la médula de los huesos. ¿Cómo podía haber confiado en él? Draco, Draco Malfoy, el primer individuo que había aprendido a odiar realmente, ¿cómo demonios se le había ocurrido que eso podía cambiar? Y... un pensamiento lo golpeo como piedra ardiente, porqué sentía esto?
Su corazón estaba encogido, la preocupación de que Draco pudiera decir o hacer algo que afectara a la Orden del Fénix por culpa suya era grande, sí... pero nada comparada con la desilusión que lo enajenaba en ese momento.
- Basta!! – se regañó con un suspiro-
No sabía por qué se sentía así... era como... no...
- Harry, basta... por favor, no seas idiota...
Pero... las palabras que estaban saliendo de su boca no le parecían suyas. Una pequeña voz en su cerebro le pedía, no, le rogaba que corriera hacia la sala común de slytherin... a donde fuera que Draco se encontrara y lo besara como si fuera la última vez... su cuerpo le suplicaba a gritos ser tocado por las finas manos de Malfoy.
- Te traicionará...
"No importa", fue el pensamiento con que concluyó ese debate interno. Se levantó y corrió hasta la puerta del Gran Comedor, miró a ambos lados. No tenía idea de dónde podía estar. "La serpiente plateada..", la misma voz de su interior le recordó: Draco había ganado la Primer Serpiente Plateada de Slytherin por ser el más destacado en sus pruebas del primer semestre y había escuchado a Hermione, quien se había sacado el León Dorado de Gryffindor, que habría un ensayo para la ceremonia en tarde, Draco debía estar ahí.
Harry echó a correr por los pasillos, tal vez en la oficina de Dumbledore... subió los escalones de dos en dos cuando oyó una voz que bajaba. Dio un respingo, él no debía estar ahí, debía estar en práctica de quidditch, no quería dar explicaciones si el resto del equipo había ido a buscarlo, así que se pegó a la pared y se escondió en el recoveco de una columna.
Pero no era nadie del equipo, la voz fue creciendo como la persona se iba acercando y Harry pudo reconocer la voz de Marius Castoriadis. Hablaba como si tuviera un celular muggle, pero él sabía que eso era prácticamente imposible, los aparatos muggles no funcionaban dentro de los territorios de Hogwarts. Tuvo que esconderse más.
- ... y es extraño a mis suposiciones... – Castoriadis hablaba en tono bajo, como no queriendo ser escuchado – ya lo probé, me lo puse en el cuello, dentro de las ropas y nada, no funciona como se supone que debería... no desaparezco, sigo sintiéndome exactamente igual, no pasa nada!! No hay protección en el dije, es como si estuviera apagado o algo así... seguiré haciendo pruebas, tal vez el dije no es la protección y es sólo un despiste... tal vez la protección ya esté en el señor Malfoy.
Los pasos se fueron alejando y Harry pudo salir de su escondite, sin embargo, su corazón estaba más palpitante que antes, Castoriadis había mencionado a Draco, o a su padre en caso dado. Su voluntad se partió en dos otra vez: una parte de él quería seguir buscándolo y la otra quería seguir a Castoriadis ya averiguar qué diablos tenía que ver con la familia Malfoy.
El nudo de la corbata estaba listo, ajustado con esmero, recorrió con sus dedos las puntas de la prenda hasta llegar al final de ésta y volvió a repasar su atuendo en el espejo: estaba perfecto. Retrocedió unos pasos hasta los pies de su cama, tomó la capa, dos libros y salió con rumbo a la sala común.
Cuando llegó a ésta, Blaise ya estaba listo, leyendo un ejemplar de "Quidditch a través de los tiempos". Escuchó sus pasos y lo miró.
- Te ves bien – dijo, con una sonrisa.
Draco dejó sus libros en uno de los escritorios y se colocó la capa negra sobre los hombros.
- Vamos a empezar con cortejos?
Zabini frunció un poco el entrecejo.
- A ti te cortejan hombres? – el pelirrojo cerró el libro que tenía en las manos y se levantó.
- Hombres... mujeres... hay alguna diferencia? – Draco abrochó el último botón de la capa.
- Para mí la hay...
- Así?
Draco volvió a tomar los libros del escritorio, le dio uno a Blaise y juntos caminaron hacia la entrada de la mazmorra. Salieron al primer pasillo del castillo, el que daba justo a la entrada principal, Draco se volvió para correr los cortinajes que tapaban la entrada.
- Que diferencia les encuentras? – preguntó de repente, haciendo que Blaise hiciera una sonrisa de incredulidad.
- Acaso esta conversación tiene sentido, Malfoy?
Draco abrió la boca para contestar algo, pero en ese momento una lechuza negra cruzó uno de los arcos que daban al jardín y se detuvo frente a ellos. Draco estiró el brazo y el animal se reposó en él, dio una mirada fugaz a Zabini y ambos volvieron sobre sus pasos, metiéndose en la mazmorra lo suficiente para no ser vistos.
- Una lacoya... – dijo Blaise en un susurro – qué hace aquí?
Draco miró a la lechuza, los ojos amarillos lo miraban incesantemente. Malfoy miró de nuevo a su amigo.
- Debe ser tuya, Malfoy – dijo Blaise.
Draco tragó saliva, miró al animal y sacó su varita cuidadosamente, con ésta le dio un golpecito al ave en el ala derecha. La lacoya chilló una sola vez. El ala se separó de su cuerpo y se convirtió en un sobre del mismo tono negruzco del plumaje.
Blaise observó a Draco, mientras este asentía, entonces el pelirrojo recogió el sobre del suelo.
- Mi cuarto – pronunció Malfoy. La lechuza dio una vuelta sobre el brazo del rubio y desapareció, Draco soltó el aire contenido y volteó a ver a Zabini.
El pelirrojo estaba pálido como fantasma y tenía las pupilas desorbitadas mientras parecía contemplar la carta dirigida a Draco.
- Qué te pasa? – le preguntó, un tanto preocupado.
- Es... es de... – Blaise le entregó el sobre.
Draco frunció en entrecejo, en el cubierta podía leerse claramente el destinatario: Sr. Draco Arcanus Malfoy. De pronto, la apariencia de su amigo se impregnó también en él cuando leyó el remitente: LV.
- El Lord te escribió, Draco... – la voz de Blaise se oía sumamente lejos.
* Comentarios en los reviews.
Nota: Decidí no poner la parte que había escrito sobre la Cámara Secreta todavía porque no me dio tiempo de arreglar unos problemillas... bueno, no son problemillas... mas bien son ideas que no le he podido añadir, así que será hasta el próximo capítulo.
PALI: gracias por tus comentarios y tus ánimos. Pues si me fue bien con el corto, gracias!!
NOE: Gracias por tus comentarios, es la primera vez que dejas review?
MORYN: molestarme? Al contrario, me halaga... espero que te siga gustando, y pues sí, va a haber problemas entre esos dos.
