NOTA: No me tardé tanto, o si?

CAPÍTULO XV: Predicciones Algebraicas.

Los sonidos empezaron a ser un poco más cercanos, oía algunos murmullos que no podía identificar porque sabía que estaban lejos, quizá fuera de la habitación. Sin embargo, cerca de él sólo escuchaba una ligera respiración. Mientras sus demás sentidos iban despertando, sintió una leve pero placentera brisa que le levantaba el flequillo y fue entonces cuando supo que el ardor de la cicatriz se había calmado. No recordaba nada de lo que había pasado después de haber gritado de dolor. En realidad ni siquiera recordaba del todo aquél grito, sólo la fría mirada de Voldemort...

Harry abrió los ojos despacio, aunque ya no tenía aquel indescriptible dolor le parecía mucho más agradable la oscuridad que cualquier cosa que encontrara con la vista... pero se equivocó, su mirada se encontró con otra igual de profunda pero mucho más misteriosa. Sentado en la orilla de su cama, estaba Draco con la vista fija en él.

Harry parpadeó un momento, el rubio parecía desmejorado. Harry se acomodó en la cama, colocando todo su peso sobre la espalda.

- Malfoy... – dijo, con una voz opaca.

Se aclaró la garganta, parecía como si hacía un tiempo que no la ocupaba. Draco no lo dejaba de mirar y cuando habló parecía tan distante que Harry dudó si era cierto que estaba despierto.

- Ayer tuve un sueño contigo.

Harry parpadeó un par de veces para aclarar su visión, tragó saliva y jaló aire.

- ¿Qué sueño?

Draco parpadeaba lentamente como si estuviera muy cansado. Dejó de mirar a Harry volteando la cabeza hacia el frente.

- Eres un héroe Potter, todo mundo piensa eso, ¿sabes?

Harry frunció un poco el entrecejo. Draco estaba en un estado poco usual, o demasiado tranquilo... o demasiado absorto.

- ¿De qué hablas? – fue lo único que atinó a decir.

Malfoy bajó la vista al piso.

- De nada... – y se puso de pie, acomodándose la túnica.

La cabeza de Harry empezó a confundirse, a las primeras personas que esperaba encontrar ahí, después de una noche dramática como la que había pasado, era a Ron y a Hermione, que, aunque su amistad ya no era la de antes, generalmente se preocupaban cuando algo así sucedía. Pero en lugar de ellos, había estado Draco... y ahora se iba sin más.

- No... no me contaste tu sueño.

Harry no quería que se fuera, aún no sabía si era porque realmente quería estar con alguien o porque se sentía algo abandonado por los que supuestamente lo apreciaban, o porque se sentía sumamente feliz de que el que hubiera estado preocupado fuera ese rubio. Draco lo miró de nuevo por un instante, jaló aire suficiente como para propinar un suspiro pero este nunca llegó.

- No necesitas saberlo...

Draco se agachó, tomo su mochila, la cual Harry no había visto, del suelo, se la colocó sobre el hombro y comenzó a caminar hacia la puerta de la enfermería.

- Alcancé a ver que tu también estabas mal anoche... – dijo de repente, y casi sin pensar, Harry.

Draco detuvo su marcha y volteó hacia la cama de Potter con una sonrisa chueca que casi hace al chico suspirar.

- Necesitas poner más atención a los detalles, Potter – Draco miró hacia la pared justo enfrente de Harry, donde había un calendario mágico colgado, en el que aparecían varios números y planetas que giraban sin parar – creo que deberías reconsiderar eso de despertar cuando se te da la gana, llevas mes y medio inconsciente... Pomfrey está a punto de darte por muerto cerebral.

Draco ajustó su mochila y salió de la enfermería sin decir nada más.

* * *

David no sabía que pensar de lo que estaba sucediendo enfrente de él.  Parpadeó y volvió a mirar por la ventana. Había varias personas paradas en la acera de enfrente a San Charbel, demasiadas parejas. Era sábado... pero qué sábado, realmente era inusual que tanta gente estuviera interesada en adoptar niños. Alzó los hombros y siguió trapeando.

De pronto, la puerta del dormitorio se abrió de un golpe que lo hizo respingar. La señorita Fairweather venía hecha un demonio, y tan agitada que el manojo de llaves que siempre cargaba bailoteaba tan alocadamente que terminó cayéndose sin remedio hasta el piso. La directora del internado, maldijo un par de veces y las alzó tan precipitadamente que se le escaparon de las manos en varias ocasiones antes de poder tomarlas firmemente. David, en otras ocasiones, se hubiera permitido el lujo de soltar una risita, pero esta vez no movió ni un músculo de la cara.

Fairweather se acercó hasta él y le tomó la barbilla con una mano, alzándole la cabeza. Lo observó detenidamente por unos segundos, después lo soltó con brusquedad.

- Espero, Riddle, que mi escarmiento haya servido de algo.

David, por dentro, quería decirle que no tenía idea de cuanto había servido, que después de las múltiples golpizas de Norman y sus amigos con no sólo el consentimiento si no con la orden de la directora de lastimarlo lo más posible, con la lista enorme de trabajos forzados que tenía y con su supervisión en las comidas en las que se aseguraba que Gertrudis no le diera más que dos cucharadas de arroz... David jamás volvería a enfrentársele, por más injusto que fuera lo que hiciera y no porque hubiera aprendido alguna lección de responsabilidad, como ella las llamaba, ni tampoco porque le tuviera miedo, era, simplemente, porque su odio hacia Fairweather era tan grande que no le iba a dar la satisfacción de lastimarlo más. Pero no iba a decírselo.

David lanzó una mirada sin expresión hacia la directora de San Charbel, tomó de nuevo el palo del trapeador y volvió a fregar el piso. Fairweather chistó y se lo arrebató con un solo manotazo, azotando el instrumento de limpieza, que rebotó en una de las camas y cayó del otro lado.

- No seas imbécil, no vine sólo a visitarte!!

Fairweather se limpió la mano con la que había botado el trapeador, la cual se había salpicado de aromatizante. La vista de David que se había quedado mirando el trapeador cambió hacia la mujer. La directora caminó con pasos firmes hacia el viejo y desgastado ropero, lo abrió con brusquedad y buscó entre sus llaves.

David se quedó ahí parado, sólo observándola. Por su mente no pasaba nada, le parecía estar en un confuso sueño del que tenía ganas de despertar pero no podía.

- Maldición!! – las manos de la señorita Fairweather temblaban mientras revolvía el llavero – No te me quedes viendo, inútil, ven acá!!

David trastabilló y se dirigió hacia ella. La directora extendió sus manos hacia él.

- Ayúdame a buscar la llave plateada!!

- La...

El muchacho abrió más los ojos. La llave plateada era una llave minúscula que Fairweather siempre traía colgada en el cuello y que todos los internos llamaban así debido a que abría el más preciado tesoro que tenían: comida deliciosa, ropa nueva, perfumes y fijadores de cabello, es decir, era la única llave que abría prácticamente todas los cajones cerrados del Internado. Desde los cajones superiores de los roperos hasta la segunda sección de la derecha de la despensa. David movió un poco la cabeza. La cara de Fairweather se tornó más tensa aún, miró un segundo a David para después darle un golpe cerca del oído, botándolo hacia la cama.

- Qué no me estás oyendo o eres tarado?! – gritó con brusquedad. Mientras, cómo podía, el muchacho volvía a ponerse de pie. – Riddle, por Dios!! Que no estás viendo la cantidad de personas que han llegado?

- Es que... – a David le empezó a doler el oído, se lo tapó con una mano y miró a Fairweather, está vez, con una clara expresión de reproche.

- ¿Es que qué? – la directora parecía un calaca frenética, mientras lo miraba con los ojos hinchados.

- La trae colgada en el pecho... – contestó, con una voz lejana y apagada.

- Qué? Qué dijiste?... No te tapes los oídos cuando te estoy hablando – Fairweather retiró la mano de David que cubría su oreja.

- Que la trae colgada en el pecho! – dijo, con voz más alta y poniéndose de pie.

- Bendito!

David frunció el entrecejo. La señorita Fairweather no miró hacia su cuello sino que lo veía extrañamente, con una expresión entre asustada y furiosa. Inmediatamente después, lo llevaba de la mano hacia el tercer piso del Internado, sin propinar más ruido que una perorata incomprensible en voz casi nula.

* * *

- Bien, bien, bien... será mejor que trabajen por parejas, abran los libros en la página trescientos noventa y cuatro, lean hasta el segundo párrafo. Quiero que se concentren en los augurios y los comprueben con las operaciones... anden, anden, ya!

Inmediatamente después de que el profesor  pronunciara estas palabras, el ruido en el aula se elevó increíblemente y casi con un movimiento automático, el maestro dio un golpe fortísimo sobre la pizarra. Todo volvió a quedar en silencio.

- Nadie se para... trabajaran en parejas, sí, pero con el compañero de la derecha... vamos todos!!

Hubo un murmullo de decepción a lo largo de todo el salón. Hermione sacó un rollo de pergamino de en medio de su cuaderno, lo desdobló y lo puso enfrente suyo, después tomó su ejemplar de "Aritmancia para Intermedios: augurios algebraicos" abriéndolo en la página indicada y se inclinó hacia su compañero de la derecha.

- Bueno, yo traigo una lista de augurios sin comprobar... se la pedí a los de la clase de Adivinación. Hay unos sobre muerte, otros sobre golpes incurables, unos sobre maldiciones..

- Yo preferiría uno sobre la extraña desaparición de sangre sucias.

Hermione alzó la cabeza de inmediato. Había estado tan absorta en la increíble clase y tan ansiosa de empezar a practicar lo explicado que no se había dado cuenta que el compañero con el que le tocaba trabajar era un slytherin insoportable: Blaise Zabini, quien ahora la miraba con una sonrisa sórdida dibujada en su pálido rostro.

Ella sólo torció los ojos y puso un dedo sobre el pergamino.

- Empecemos con el primero ...

- OH! La deducción de un genio...

- ... proclamado un 3 de junio pasado......

- Si fuera futuro no lo sabrías...

- ... un augurio de muerte que predice...

- ¿Qué otra cosa hacen los augurios?

- ... la muerte de...

- ¿... tu novio Weasley o tu amante Potter?

Hermione respiró hondo. Dejó el pergamino a un lado y tomó el libro, sin ningún gesto que delatara su molestia.

- Bien... como no cooperas, voy a hacer un augurio sobre ti y voy a comprobártelo.

- Ja, ja, ja...

Zabini se rió forzadamente por lo bajo, callando justo a tiempo de que el profesor lo descubriera. Se acomodó en el asiento y empezó a jugar con su pluma.

- Y bien? Qué augurio me vas a hacer... ¿que voy a morirme por el desprecio de una sangre sucia?

Hermione le lanzó una mirada irónica antes de hacer unas notas en una esquina de un pedazo de pergamino que había sacado del cuaderno.

- No... en realidad no hago augurios que se me ocurren de la nada, suelo pensarlos, aunque no sé si tu sepas lo que signifique pensar antes de hablar... ¿cuándo naciste?

Zabini miró por unos segundos el cabello enmarañado de Hermione. Después se enderezó y miró lo que ésta anotaba. En letra delgada se leía "Blaise Zabini, sexto año, Hogwarts, Slytherin", frunció un poco el entrecejo.

Al no recibir respuesta, Hermione alzó la cabeza y se extrañó al verlo tan concentrado en lo que ella había anotado. No sabía si era lo correcto... pero le parecía que la mirada de Blaise denotaba curiosidad. Zabini notó que lo estaba observando y cambió su expresión.

- 26 de Noviembre – pronunció en tono escéptico - ¿piensas proclamar un augurio sobre mí en esta clase?

Hermione apuntó el dato debajo de "Slytherin".

- ¿Crees que no puedo hacerlo? – preguntó, consultando el libro abierto sobre la mesa.

Blaise volvió a sonreír. Se recargó sobre una mano, tomó bien su pluma y empezó a dibujar garabatos en su cuaderno.

- Francamente no creo que puedas hacer nada, Granger.

- ¿Edad exacta?

Blaise siguió dibujando pero sin mirar lo que hacía. Su vista se dirigía hacia el fondo del salón.

- Diecisiete con dos meses.

- Dije exacta...

- Es exacta, tonta... ¿qué día es hoy?

Hermione no respondió, siguió haciendo notas de lo que le decía Blaise, sin permitir que sus desplantes arruinaran su clase favorita.

* * *

Cada semana que pasaba, Tom estaba más expectante, más nervioso y... parecía que más contento. Gedeli no tenía idea de porqué rayos su amigo estaba así. En una semana más Hogwarts estaría infestada de muggles, todos los maestros estaba apurados haciendo preparativos para los familiares invitados por los alumnos y prácticamente sus clases habían estado suspendidas... pero todo eso parecía no importarle.

Gedeli miró hacia el techo del Gran Comedor, el cual era un soleado sol de términos de invierno. Se asió la túnica con una mano y la movió haciéndose aire con ella. La primavera aún no había empezado pero aún así el calor ya era sofocante.

- ¿Alguien de aquí falta de anotar a sus invitados?... slytherins les estoy hablando, pongan atención.

Gedeli miró hacia la mesa de la casa de la serpiente, su jefe, el profesor Binns un anciano que ya no podía ni con su alma, trataba de atraer su atención con un pergamino y una pluma en las manos.

- ¿Señor McGregor usted ya...?

Gedeli ya no pudo oír lo que Binns decía porque varias lechuzas entraron en ese momento, haciendo barullo con sus ululares y empezaron a repartir cartas y demás cosas. El hufflepuff recibió el diario El Profeta y un paquete de su madre donde le decía que ya estaba todo preparado para su Semana Muggle y que le pedía que reservara un lugar más para su hermana ya que habían decidido ir todos a Hogwarts.

El muchacho hizo un sonido sordo al saber que su hermana iría, no sabía muy bien porque pero su relación se había deteriorado mucho desde que él había decidido asistir a Hogwarts. Alzó las cejas y se dispuso a buscar a Tom en la mesa de Slytherin pero éste ya se había ido.

Un poco decepcionado porque su amigo no lo había esperado, Gedeli tomó sus cosas y salió del Gran Comedor en dirección al aula de Aritmancia.

- ¡Hey, Nadal!

Gedeli volteo y miró que Ashton, un compañero de casa lo venía siguiendo agitando la mano. Gedelí esperó hasta que lo alcanzara.

- Oye!... traes la predicción comprobada de tarea?

Gedeli abrió mucho los ojos y tragó saliva.

- Si – contestó con un hilo de voz.

Ashton sonrió.

- Y por qué te asustas entonces?

Gedeli recordó que la predicción algebraica que había realizado era sobre Tom... pero en realidad no quería entregarla le parecía una traición. Aunque... pensándolo mejor... no creía que hubiera estado bien realizada.

- Oye! – lo interrumpió en sus pensamientos, Ashton – este... puedes decirme rápido cómo hacerla?

David comprendió para qué la señorita Fairweather lo llevaba al tercer piso, el cual correspondía a los internos de ocho años, hasta que uno de ellos dio un grito ahogado al verlo y acto seguido entraron en la enfermería donde había varios espejos: la oreja donde la directora le había golpeado estaba llena de sangre negra que empezaba a escurrir por su cuello. Dave quería inspeccionarse más de cerca aquello pero la enfermera lo jaló hacia una de las camas y lo sentó.

- ¿Pero qué le sucedió? – preguntó.

Fairweather tragó saliva negando furtivamente con la cabeza.

- No tengo idea, llegué para prepararlo y tenía la oreja sangrando.

La enfermera miró de reojo a David, preparó una solución y empezó a limpiarlo.

- Bueno.. David prepárate con la ropa que voy a dejarte en el dormitorio. Trata de quedar lo más decente posible, entiendes? Todavía tengo muchas cosas que hacer – dijo, Fairweather abriendo la puerta de la enfermería.

- Espero que no haya sido un golpe, señorita Fairweather...

La directora se paró en seco y miró altivamente a la enfermera que seguía limpiando el oído de David. Dio unos pasos hacia ella.

- ¿Intenta decir que maltrato a mis niños?

La enfermera hizo un rollo con una de las gasas y se lo metió a David. Tomó su mano y lo hizo sostener la curación. Después miró a la directora y respiró profundamente.

- Yo no dije eso en ningún momento, directora – dijo, tranquilamente – sólo dije que ojalá no haya sido un golpe... el cual pudo haberse dado de mil y una formas, jamás pensé que usted se lo hubiera dado.

David intentó no sonreír ante aquello, aunque le daba mucha satisfacción ver cómo la directora se ponía nerviosa y palidecía un poco.

- Bueno...  – dijo al cabo de un rato – yo también espero que no sea grave... con... con permiso.

La enfermera se volteó de nuevo a David y le quitó la gasa sucia, la dobló y la tiró en el basurero. Después empezó a preparar otra y se acercó al muchacho para limpiarle la cara. En una de sus pasadas, le testereó una de las costras del cuello, por lo que David hizo un gesto de dolor. La enfermera paró y lo miró detenidamente.

- Tienes muchas cicatrices recientes, muchacho... ¿qué te pasó?

David miró a la mujer. El servicio médico iba cada sábado solamente desde hacía varios años. Antes, había una enfermera de planta en San Charbel pero el presupuesto ya no alcanzó para seguirla pagando, por lo que ahora dependían en servicio del Hospital del Estado más cercano y, por lo regular, siempre iba una persona diferente. David se chupó los labios que le supieron a alcohol.

- ¿Qué es lo que va a pasar hoy? ¿Por qué hay tanta gente? – preguntó, desviando la mirada y fingiendo que estaba muy interesado en la caja de las gasas.

La enfermera fue a tirar la segunda gasa y a preparar más solución.

- Es día de adopciones, ¿qué, no lo sabes?

David vio a la mujer sin mover la cabeza.

- Nunca hay tanta gente y yo ya no tengo que bajar.

- Me ves cara de asistente de tu directora, o de abogada de lo familiar?

David le lanzó una mirada penetrante a la mujer, se puso de pie y caminó hacia la salida.

- A dónde crees que vas? – escuchó a la enfermera.

Dave volteó y se metió el dedo índice en la oreja, lo removió y lo sacó limpio.

- Ya no tengo nada...

Y salió sin esperar respuesta.

* * *

Harry avanzó por entre las filas de cojines con la mochila al hombro, tratando de que un largo pergamino de deberes se enrollara debidamente, cuando Ron lo alcanzó y le puso una mano sobre el hombro.

- Harry, que bueno que ya estás bien. – le dijo con una voz sincera.

- Si... – contestó él sin inmutarse mucho.

Ambos atravesaron la trampilla del aula de Adivinación y bajaron por la escalera. El pergamino se le safó de la mano a Harry y volvió a desenrollarse.

- Hermione y yo íbamos a ir a verte después de la comida... - Ron recogió el papel y se lo devolvió – en realidad... me sorprendió verte entrar con Trelawney... seguro de que ya estás bien?

- Ajá... – contestó, poniendo su atención en volver a enrollar el pergamino.

- Porque Pomfrey nos dijo anteayer que aún no habías reaccionado con nada y que le preocupaba mucho. Ayer no pudimos ir a verte pero Cho nos dijo que habías estado igual.

Harry frunció el entrecejo.

- Cho? – preguntó, casi sin pensar.

- Sí... te ha ido a ver casi todas las semanas.

Harry se concentró un poco en la reacción que su estómago tenía... pero éste ni siquiera se inmutó con la mención del nombre de Cho... en realidad hacia un tiempo que no había pensado en ella. Lo cual le hacía preguntarse si ella sí lo había hecho... ya que ¿por qué otro motivo habría estado visitándolo en la enfermería?

- Pero, no sientes nada? Es decir... no te sientes mareado o algo así?

- No... tengo mucha hambre, nada más. Pero Pomfrey me sugirió no comer a deshoras.

- No te dijo que te quedaras?

- Si, claro, creo que tenía la intención de amarrarme a la cama... pero me vestí y le dije que me sentía bien y que...

Harry interrumpió su frase porque un rugido proveniente de su estómago resonó por el pasillo. Ron sonrió.

- Si que tienes hambre...

- Pues prácticamente no comí nada en mes y medio, no?

- Bueno...

Ron pasó su mochila hacia enfrente de él sin dejar de caminar.

- ... en realidad si te alimentabas, Pomfrey te hechizó para que tragaras sin ahogarte. Pero sólo podía hacerlo con gelatina ya que no podías masticar.

Harry se miro a sí mismo y puso una mano sobre su cadera.

- Eso explica por qué la túnica me queda grande, ¿que no hay otro método para alimentar a los inconscientes?

- Ni idea...

Ron, por fin, logró sacar una barra de chocolate de Honeydukes de su mochila. La volvió a cerrar y la pasó a su espalda. Ambos llegaron al descanso de las escaleras. Ron se detuvo.

- Acompáñame por Hermione y te regalo la mitad.

Harry miró la barra de chocolate, después miró su reloj y alzó las cejas.

- Salimos antes?

- Sólo unos cuantos minutos... pero... esos minutos también se tardarán en servir la comida – dijo el pelirrojo, con tono tentador.

Harry dibujó una leve sonrisa, tomó el chocolate y siguió a su amigo.

- ¿Ahora vas por Hermione? – le preguntó con sorna a Ron mientras lo destapaba pero él no contestó.

Cuando llegaron al aula de Aritmancia, los estudiantes ya estaban saliendo. Hermione fue casi de las últimas en salir. Puso su mochila en el suelo justo delante de ellos y empezó a meter algunos libros, cuando terminó se puso en pie y miró a Harry como acabándose de percatar que estaba ahí.

- Qué? – preguntó, él metiéndose otro trozo de chocolate.

- Harry!!!! – Hermione cambió inmediatamente su expresión y se abalanzó para abrazarlo tan precipitadamente que casi lo hace tirar la barra de dulce – Harry, estás despierto!! Que alegría!! ¿Por qué no me avisaste, Ron? – dijo, rápidamente sin mirar al pelirrojo.

- Desperté hoy en la mañana... – contestó, Harry con dificultad porque la chica le apretaba con euforia las costillas.

De pronto, Hermione  se separó de él en un instante.

- Hoy? Pero... deberías estar en observación, no aquí danzando y tomando clases.

- No... – Harry hizo un ademán de desdén con la mano – me siento bien. Además... si me retraso más este pergamino va a aumentar.

Hermione miró el pergamino enrollado en la mano de Harry.

- Aún así, Harry... estuviste inconsciente por el dolor en la cicatriz y...

Hermione calló al ser empujada deliberadamente. Segundos después Blaise Zabini pasó junto a ellos a paso veloz y con la cara más seria que nunca.

Ron detuvo a Hermione y miró al slytherin.

- ¿Y a ese que le pasa?

- Ahhh... – contestó la chica quitándole importancia – está molesto por una predicción algebraica que le hice... aunque... que yo sepa, Zabini no tiene una amiga cercana que pueda irse de su lado, o sí?

* * *

David pasó una mano por su cabello. Se sentía bien usar aquella ropa limpia, aunque definitivamente el usar pantalón de casimir, camisa almidonada y un chaleco de punto tieso no iba precisamente con su estilo.

Bajó el último escalón y estiró el cuello. Absolutamente todos los internos de San Charbel estaban ahí, limpios y con ropa nueva. En un segundo, la señorita Fairweather entró al pasillo dando un portazo, los formó a todos.

- Silencio!!, ya saben lo que tienen que hacer, así que... – la directora les dio un vistazo rápido a todos – salgan ya.

La fila empezó a avanzar. David estuvo tentado a preguntarle a Fairweather por qué lo había llamado para las adopciones, pero no hubo necesidad ya que ella misma lo apartó de la fila.

- Escucha, Riddle, está es nuestra oportunidad y no vas a desperdiciarla – David frunció el entrecejo, mientras la directora le inspeccionaba de nuevo la cara y le arreglaba un poco el cabello, tratando de tapar una cicatriz que aún se notaba en su sien – escúchame bien porque esto es importante... hay alguien muy rico que quiere hacer un donativo a San Charbel... y está interesado en adoptarte lo más pronto posible.

*  COMENTARIOS EN LOS REVIEWS.

VELIA: Hola! Gracias por tus comentarios. Me da gusto que te haya atrapado la historia. Mmm... no, Draco no posee la sangre de Tom... pero no estás tan perdida. Gracias por leer.

MORYN: Hola! Que bueno que regresaste para seguir leyendo. Tu eres una de mis grandes lectoras jajaja!! Espero que te siga gustando. Gracias por leer.

GAB: Holas!!! Mil gracias por tus mails y por haber regresado a esta historia. Yo también tengo amigas que harían algo como Padma y Hannah... pero tienes razón: es DRACO!! Ah! Bueno, Harry estaba nervioso por que Draco tiene su capa de invisibilidad, recuerdas? Y lo amenazó con dársela a su padre... hasta el momento no se la ha regresado. Gracias por leer.