Reflejos sobre un ojo vacío
Ahí donde le ven, refugiándose del sol de media tarde bajo un techado mexicano que parece sacado de Los siete magníficos, ese educado caballero no es lo que parece. Ahora me toca explicarme, así que les ruego un poco de paciencia.
En México he aprendido muchas cosas. Una de ellas es a perfeccionar mi dominio del español. De hecho, me estoy aprendiendo el diccionario completo. De todas las palabras y definiciones que he memorizado, la que más me gusta es la de la palabra "sombra":
Porción de espacio a la cual la interposición de un cuerpo opaco impide que lleguen los rayos de luz procedentes de un cuerpo luminoso.
Según mi experiencia, la palabra "sombra" define la esencia de este pintoresco país. Ustedes me dirán: ¿Estás loco? ¿Ese país dominado por el sol, la fiesta y las señoritas lindas? Bonitas palabras para un eslogan turístico, pero les invito a que, como yo me veo obligado a hacer, miren más allá.
Si ahora estoy al fresco, degustando un Puerco Pibil que, por fortuna para el cocinero, no es ni de lejos el mejor que haya probado, es porque el techado de Los siete magníficos produce una sombra más que agradable. No hace mucho, pude comprobar que bajo la apariencia de un simple mariachi se ocultaba un alma tan sombría como un agujero negro. ¿Y qué decir de este venerable anciano de amaneramientos criollos? A riesgo de parecer el típico ex agente de la CIA, les informo de que este tipo es ni más ni menos que Esteban Viahio, toda una leyenda en el mundo del proxenetismo y dueño actual de la bella población de Acuna, a la que tiene bien controlada gracias a los Acuna Boyz -no me pregunten a qué viene el nombre, es tan misterioso como el acento del propio Esteban-, su ejército personal.
La reciente muerte de su ahijado Bill -cualquiera que conozca el mundo del crimen sabrá que se hablo del Elvis de los asesinos- no parece haber afectado a su envidiable serenidad, pero por si acaso el cañón de mi arma está apuntando a su podrido corazón desde debajo de la mesa. Me permitirán que no les revele mi truco para que esto no se note, aunque en todo caso no lo creerían.
Les aseguro que, dado el caso, le dispararé sin pestañear. Las dos razones principales son porque soy un auténtico hijo de puta asesino y porque detrás de mis brillantes gafas de sol no hay ni párpados ni ojos. (Sombra).
-Señor Sands, de veras me complace su ofrecimiento, y espero que me permita el honor de ofrecerle mis servicios como anfitrión...mmm... ¿Es de su gusto el Puerco Pibil?
-Está bueno, pero definitivamente no es el mejor que haya probado en mi vida.
-¡Oh, espero me perdone! Verá, Clarita era la chica más popular entre los clientes, pero ya pasaron esos días para ella. Una verdadera lástima – no veo a Clarita, aunque apuesto lo que sea a que el viejo cabrón le ha rajado la cara- Pero ya sabe, aunque no sea una gran cocinera es buena chica, y la he tomado tanto cariño que me sentiría como un auténtico monstruo si la echara a la calle.
Noto como el Puerco Pibil se revuelve en mi estómago, así que le hago cambiar de tema.
-Claro. En cuanto al asunto...
-Mi querido señor Sands, espero no me malinterprete. Su fama incluso ha llegado a mis viejos oídos, aquí en este lugar apartado del mundo, pero he de informarle de que recientemente he acogido en mi humilde hogar a otra persona con mismo...mmm...¿Cómo lo llaman ustedes?...handicap. Y me temo que este negocio mío poco tiene que ver con la beneficiencia.
La pedantería barata de este tipo me está sacando de mis casillas, pero ahora mismo es el único que me puede ofrecer protección y empleo. Tengo demasiados enemigos y todavía no estoy en forma.
-¿Se refiere a otro ciego?
-¡Ah, los americanos, siempre directos al grano! ¡Así es, así es! –el chulo se ríe como si nada- En todo caso qué le parece si brindamos por la amistad con este añejo que con tanta dulzura nos ha servido Clarita.
Oigo como le lanza un beso a la muchacha. Supongo que ha llegado el momento de sacar la carta de mi manga, así que suelto:
-Prefiero no hacerlo.
Noto como el educado caballero se toma un descanso y el violento criminal comienza se asoma para echar un vistazo.
-Me parece que no le he oído bien, Sands – Oigo por primera vez el verdadero tono de su voz.
-Y usted tampoco debería probar ese añejo, Esteban.
El viejo –que por algo ha llegado a serlo- me mira con suspicacia y acerca el vaso a su nariz para olerlo detenidamente. No es estúpido y capta el débil olor a almendra amarga, poco habitual en el añejo y sí en algunos venenos.
-Clarita, Clarita...Me rompes el corazón – se lamenta el viejo mientras hace una señal a sus hombres.
Oigo con claridad a la chica respirando fuertemente y amartillando una de esas minúsculas pistolas que ustedes asociarán a los tahúres de las películas del oeste. No piensa morir sin haberse despedido de Esteban. En cuestión de microsegundos una bala procedente de mi pistola impacta entre sus cejas. O tú o yo, nena. Les puedo asegurar que ni se ha enterado.
Mientras todos los presentes lucen en sus rostros expresiones que lamento no poder ver (un pistolero ciego con tres brazos debe ser todo un espectáculo), escucho unos pasos acelerados de tres secuaces entrando en el local y una voz femenina que habla con inconfundible acento gringo.
-¿Problemas domésticos, Esteban? – hay algo en su forma de hablar y en su olor que me provoca una inesperada erección.
-Todo bien, mi rubia bonita. La pobre Clarita decidió dejarnos – de nuevo ese tono de voz tan condescendiente- ¿Alguna pista sobre tu amiga?
-B ha hecho un buen trabajo borrando sus huellas –exhala un suspiro de resignación me resulta extrañamente encantador- Pero mira lo que me ha "cedido" un amable representante de la policía local- de repente el tono de la mujer es tan triunfal como siniestro
-¡Oooooh, bravo! Bill sentía veneración por ese trozo de metal, ¿sabe usted? – me habla a mí. Como si me importara.
-Este, viejo mezquino, es el "trozo de metal" más afilado que tus ojos hayan visto – responde la misteriosa mujer
Oigo el zumbido de una avispa volando, una espada desenfundándose y un silbido metálico. No tengo la menor duda de que el insecto ha sido cortado en dos.
-¡Como dos murciélagos! – el viejo parece entusiasmado- Amigo Sands, le presento a Elle Driver.
