El escorpión y el murciélago

Esta vez ni siquiera hay cocos gratis a la entrada de la ciudad donde todo empezó., donde me convertí en lo que soy ahora: un muerto andante. Vuelvo a la ciudad donde acabaron con mi mano, con mi primer amor y con mis sueños. Poco queda de aquel mariachi que no más quería tocar y vivir mil romances.

Mis pasos, mecánicos, me hacen volver casi por casualidad. Camino por México eliminando narcos, pero no intenten encontrar dentro de mí odio o rencor. Ya solo me muevo por mera inercia.

Vuelvo a Acuna.

Estas sí que son unas vacaciones pagadas. Apenas he tenido que participar en un par de escaramuzas contra los hombres de El Rey, se ve que el vejestorio de Esteban ha sabido hacerse respetar. He aprovechado los interminables momentos de ocio para afinar mis sentidos. Supongo que todos ustedes saben, gracias a los tebeos de Daredevil y las películas de Zatoichi, que un eficaz entrenamiento puede convertir a un ciego en una especie de Jedi capaz de oír un pedo de pulga en una discoteca.

Esta chica, Elle, también ha estado entrenándose. La pobre tampoco tiene ojos y al final hemos terminado compartiendo ejercicios. De hecho ahora mismo estamos comprobando, para mi sorpresa y su alegría, que unos lametones aplicados de manera adecuada en precisos puntos del cuello pueden provocar un orgasmo.

Digamos que este pequeño ejercicio de precisión es la ceremonia de clausura de unas 48 horas casi ininterrumpidas de sexo salvaje. Sin ánimo de provocarles envidia, he de informarles que las habilidades físicas de esta mujer no se limitan a las artes marciales. Por supuesto estoy pensando en traicionar a todos y quedarme con las propiedades de Esteban, pero si ese plan fracasa, escribiré un libro sobre las técnicas que acaba de enseñarme esta rubia asesina y me forraré. ¿El kamasutra? para aprendices.

La guarida de Esteban Vihaio está bien guardada por matones armados hasta los dientes con automáticas. Vaya novedad.

En fin, supongo que es hora de tocar.

Esa guitarra...

Le digo a Elle que se vaya vistiendo, y yo hago lo mismo. El hecho de "vestirse" incluye colgarse dos katanas de Hattori Hanzo a la espalda, formando una X letal (ella) y esconder todo un arsenal de pequeñas armas de fuego por todo el cuerpo, como complemento de las dos Uzis con silenciador que llevo en las manos (yo, claro está). Miro por la ventana, y en el patio le veo.

Es Él


Mientras los dos asesinos ciegos se preparaban para matar, la guitarra de El Mariachi unió un nuevo sonido a las notas musicales: el atronador y reconocible rugido de una ametralladora que barría a los Acuna Boyz. Las balas silbaban alrededor del músico, que las eludía con monótona eficacia. No le importaba morir, pero prefería matar. Cuando el último de los secuaces cayó al suelo, la sangre cubría las paredes y la ropa de Esteban (sangre ajena), quien no se amilanó a la hora de apuntar al oscuro Mariachi con un enorme revólver Magnum 357. Una precisa ráfaga destrozó el pistolón de Esteban.

Elle decidió hacer una aparición espectacular, saltando desde la ventana de la habitación. El Mariachi enfocó el cañón de su guitarra hacia una rubia de largas piernas que desenfundaba en el aire dos brillantes espadas. Un ángel con alas letales.

La ráfaga de plomo se topó con un escudo metálico provocado por los ágiles movimientos de Elle, quien sabía como aprovechar la facultad irrompible del acero de Hanzo. Antes de poder sorprenderse, El Mariachi vio como el mástil de su guitarra era cortado en varios trozos.

No tuvo más remedio que correr hacia atrás y accionar las pistolas ocultas en sus mangas. Con una pistola intentaba, en vano, acertar a Elle, quien esquivaba todas las balas como si fueran pelotas de baseball. Con la otra pistola apuntó al viejo Esteban, convirtiéndole en rehén antes de que la cosa fuera a mayores.

Sands había bajado las escaleras sin prisa para toparse con el panorama.

El ex agente de la CIA se colocó al lado de Elle. La rubia tenía las katanas preparadas para asestar un golpe mortal al Mariachi. Tenía cierto aprecio hacia Esteban, quizá porque era el único amigo de Bill que aún continuaba vivo, así que no permitiría que un mexicano greñudo al que no conocía acabara con él.

Sands golpeó con una de las Uzis la rubia cabeza de Elle, provocando un KO inmediato. Y luego habló:

-El asunto, Esteban, es que Elle habla en sueños, y por ello sé que nos has estado observando con una minicámara de fibra óptica. No te culpo, si yo tuviera ojos te pediría la cinta. Oye, a ella le gusta ser observada y a ti mirar, es una simple cuestión de gustos. El caso es que a mí lo que me gusta escuchar, micros ocultos y esas zarandajas, y esos planes para usarme de cabeza de turco por el asunto Mendoza no me atrae demasiado. Te he cogido cariño, al igual que a esta belleza, pero entenderás que deje a este viejo conocido hacer lo suyo – Sands "mir" al músico asesino - ¿Socios?

El Mariachi musitó un inaudible "de momento".

Cuando Elle despertó, supo que Esteban había muerto, y que cada una de sus katanas tenía un nuevo objetivo.