-¿Qué ese viejo te ha propuesto qué?- chilló Cho con voz desagradable.

-No te pongas así. Aún no he decidido nada- respondio Harry, cansado. Eran las tantas de la noche, pero Cho le había estado esperando, como siempre, con actitud de sospecha. Y lo primero que se encontraba al llegar a casa era una pelea por nada.

-¿Cómo que no has decidido? ¡Es que no hay nada que decidir! Irás a donde te paguen más, si no eres tan inútil como a veces parece.

Pero Cho se dio cuenta de que estaba gritando demasiado y decidió cambiar de táctica. Además, los vecinos podrían oírla.

Se acercó a Harry, que estaba sentado en el sillón, con gestos felinos.

-Harry, ¿no te das cuenta de que cuando nazca nuestro hijo vamos a necesitar un montón de cosas? Eso por no hablar del colegio.

-Cho, te he dicho mil veces que quiero que mi hijo vaya a Hogwarts y no al colegio privado ese, Dandruff...

-Dandelions- le corrigió Cho, con un acento posh en su voz. – Lo sabes muy bien. Va a ser tu hijo, Harry, tu propio hijo, tu único hijo, ¿quieres lo mejor para él, o no? ¿cómo es posible que algo gratis sea mejor que algo que cuesta dinero?

-¿Por qué has dicho único hijo? Sabes que siempre he echado de menos tener hermanos. No quiero condenar a un niño a estar solo si...

Pero Cho ya le estaba cubriendo de besos.

-...si nada. Nada malo va a pasar, Harry. El cómo-se-llamara ha desaparecido, y todo nos va bien, tenemos este bonito piso, hemos terminado los estudios con buenos expedientes, y tenemos todo el futuro por delante... un futuro brillante...

Harry estaba tan cansado que se dejaba mimar sin discutir. Sólo tenía ganas de dormir. Cho seguía besándole.

-Harry... por cierto... cuando trabajes en el ministerio tendrás que cortarte ese pelo, ¿sí? Lo llevas demasiado largo, pareces un gitano.

-Cho... no digas esas cosas - a Harry le ponía muy nervioso darse cuenta de la mentalidad ligeramente racista de su novia, gracias a los comentarios que esta dejaba escapar de vez en cuando.

-Vale, vale... pero te lo cortaremos. Te llevaré a Eliseo's, es un poco caro pero te dejará ideal. Y otra cosa...

-¡Qué pasa ahora! – dijo Harry, revolviéndose bajo las caricias examinadoras de Cho.

-Sí... una limpieza de cutis. No es que te haga mucha falta, pero deberías mostrar el mejor aspecto posible. Ah, y desde luego, unos buenos rayos bronceadores de Madame Tussaud. Estás más pálido que nunca. Y esas gafas...

Harry se levantó, para sorpresa de Cho, y se dirigió al dormitorio.

-Cho, a veces me pregunto si te gusto o no. Siempre me quieres cambiar.

-Pues claro que me gustas, leoncito...

Harry se dejó caer en la cama.

-Bueno, espero que te pongas el pijama para dormir, ¿no?- le hizo notar Cho, cambiando su tono cariñoso.

-Pero es que...

-Nada de peros- dijo Cho, asertivamente.

Harry, suspirando, se levantó y empezó a quitarse la ropa. Odiaba dormir con pijama.

...oooOOOooo...

Harry se despertó tarde, con el vago recuerdo de que, muy temprano, Cho le había intentado despertar sin éxito. Ella, tras terminar Relaciones Muggles, había encontrado un trabajo de teleoperadora, "sólo hasta que nazca nuestra hija", y pasaba la mayor parte del día fuera. Así que Harry, después de la difícil carrera de Auror, disfrutaba de tener todo el día para él.

Se hizo un té con limón y hojeó el periódico que le había llegado por vía aérea. Miró distraídamente las ofertas de empleo, pero la verdad era que las ideas que rondaban su mente siempre volvían a lo mismo. Se hizo una tostada con mermelada. Puso la radio. Se planchó un par de camisas.

Tenía todo un largo día por delante, ¿en qué podría utilizarlo?

En seguida encontró la respuesta. Iría a ver a Hermione.

...oooOOOooo...

En medio del bosque encantado, dos hombres caminaban, intentando no ser oídos. Uno de ellos era grande y peludo, y le resultaba muy difícil no romper alguna ramita de vez en cuando, rompiendo el silencio con un chasquido que hacía fruncir los labios al otro hombre, pálido y perfectamente sigiloso.

Hagrid y Snape habían tardado años en descubrir su pasión por la captura de especies animales. Hagrid buscaba fierecillas para domarlas, mientras que Snape tenía una pasión por los pájaros nocturnos. Llevaba una grabadora para capturar sus cantos, y cuando conseguía atrapar algún ejemplar de una especie curiosa, lo dibujaba y fotografiaba antes de volverlo a liberar.

-¡Mira!- susurró Hagrid. -¡Una eridoja blanquinegra!

Snape se había sorprendido mucho, en un principio, de los vastos conocimientos de Hagrid, pues creía que, a pesar de ser profesor de Cuidado de Crituras, era un estudiante negligente. Sin embargo se dio cuenta de que Hagrid pasaba más horas consultando libros de lo que él creía.

Snape sacó su grabadora, una pequeña esfera parecida a una recordadora, pero de color azul eléctrico con reflejos dorados, y la arrojó al cielo para captar el trino del ave nocturna. Cuando pensaba que ya tenía suficiente grabación, hizo una señal a Hagrid, que arrojó una red tan sutil como el aire sobre el pájaro, atrapándolo sin hacerle ningún daño.

Había sido una buena noche de paseos nocturnos. Regresaron a la cabaña de Hagrid, donde se tomaron una última copa. Y Snape no pudo por menos de acordarse de que, la noche anterior, en ese mismo lugar había estado cierto ex alumno suyo, un Harry Potter adulto y maduro, muy diferente de lo que recordaba.

Pero ojalá no le hubiera quitado el puesto de Defensa. Estaba harto de enseñar pociones, aunque, contrariamente a la opinión popular, no era por culpa de su pelo.

...oooOOOooo...

Hermione vivía en el barrio de Bloomsbury, en una diminuta buhardilla, junto con su compañera Luna Lovejoy. Ambas se dedicaban a la programación informática, y trabajaban dentro de casa, que se había convertido en un lugar lleno de pantallas, teclados y unidades de memoria mágica. Había muy poco sitio, y todo estaba muy desordenado, y sin embargo Harry siempre se sentía muy a gusto allí, mucho más que en su propio piso, donde no se podía dejar ni un par de zapatillas fuera de su sitio.

-¿Té, café o lo de siempre, Harry?- le preguntó Luna.

-Hmmm... me temo que lo de siempre. Siempre me siento goloso cuando vengo aquí.

Luna seguía teniendo el estilo de vestir bohemio que ya apuntaba en la escuela, con esas faldas de trozos de diferentes telas, y camisas húngaras; poco a poco Hermione la había imitado. Las dos llevaban unas gruesas gafas, más por anticoquetería que por necesidad. Harry también las conservaba, aunque a Cho no le gustaban nada, e insistía a menudo en que se hiciera una intervención ocular, muggle o mágica.

-Bueno, chicas, he venido a veros porque estoy ante un dilema – planteó Harry cuando los tres estuvieron sentados, con sus tazas humeantes de chocolate.

-Cuéntanos. Le pidió Hermione, apagando su móvil para que nada interrumpiera su conversación.

Harry les explicó las diversas ofertas de empleo que tenía, y el punto de vista de Cho.

-Sí, sí, Harry, pero sólo te oigo hablar de ella. Vamos a hacer una cosa. Cierra los ojos. Deja tu mente en blanco. Piensa en los mejores momentos de tu vida, en lo que te hace más feliz. ¿Qué ves?

Harry obedeció, y se dejó caer sobre el blando sofá. Intentó vaciar su mente de sus problemas actuales y se dejó llevar...

-Pues veo... a Ron y a ti, en los primeros años del colegio... aquella vez que volé sobre el hipogrifo... y la cabaña de Hagrid... cuando bajábamos a Hogsmeade...

Las dos chicas le escuchaban, atentas.

-... y los pasadizos mágicos... el mapa del merodeador... aquellas vez que los gemelos convirtieron el comedor en un pantano, y el día de los fuegos artificiales... volar... mi nimbus 2000...- la nostalgia pesaba en la voz de Harry. Cho le había escondido la Nimbus bajo el pretexto de que no se hiciera daño.

-¡No ha hablado nunca de Cho!- le susurró Luna a Hermione sin que Harry lo oyera, y esta asintió con la cabeza.

-Harry, ¿puedes decirme ahora cual es tu verdadero deseo?

Harry abrió los ojos.

-Hermione, Luna, ¿Vendréis a verme a Hogwarts?

-Claro, tonto- le dijeron, riendo, mientras corrían a abrazarle..

...oooOOOooo...

Una semana después, Harry respiró hondo. Por fin estaba allí, en Hogwarts, de nuevo, y para quedarse por un tiempo. Se encaminaba a sus nuevas habitaciones, guiado por Dobby, el elfo doméstico liberado por Harry de los Malfoy, que había decidido servirle mientras fuera profesor.

-¡Ay! ¡Harry Potter, Dobby estar taaaaan contento de que Harry Potter quedar esta vez! ¡ Harry Potter siempre tan bueno con Dobby!

El parloteo del pequeño sirviente era interminable. Además, mientras charlaba y charlaba iba dando saltos y botes, y el baúl de Harry chocaba con las paredes y el suelo. Harry estuvo a punto de coger él mismo su equipaje, pero recordó a tiempo que eso habría sido una ofensa imperdonable para el elfo doméstico. Por fin llegaron a la habitación. Tenía una gran puerta de cerezo, con unas grandes letras doradas que decían "Profesor Potter". Al lado había otra puerta similar, cuyas letras anunciaban... oh, no... "Profesor Snape".

A Harry no le gustó nada la idea de estar conviviendo pared con pared con el áspero profesor de pociones... Demasiada cercanía. Por lo menos esperaba que las paredes fueran gruesas...

Dobby no conseguía hacer entrar el baúl en la habitación, produciendo muchísimo ruido. Tanto, que el vecino de al lado salió de su cuarto.

-¡Señor Potter!- murmuró sarcásticamente la voz de Snape – Nuestra nueva... celebridad.

Todo el eco del sarcasmo quedó flotando en el aire como una nube de humo. Ambos recordaban perfectamente el terrible primer día de Harry en clase de pociones, al que aludían las palabras de Snape. Pero Harry no se sentía con ánimo de pelearse con otro profesor en su primer día.

-Sí, bueno, supongo que lo sigo siendo... Buenos días, Severus.

Snape palideció ligeramente. No se había dado cuenta de que ahora Harry tendría que llamarle así, por su nombre de pila, ya que era un colega; no se lo esperaba. Maldito Dumbledore.

-Así que te han dado la "nevera"... Antes que tú la tenía Hooch. Pero ojalá no te traigas tantas chicas como ella. Hacía demasiado ruido con sus fiestecitas a medianoche.

Con esas enigmáticas palabras, Snape volvió a entrar en sus aposentos. Por lo que harry pudo ver, tenían las paredes de madera, y una chimenea doble francesa. Harry esperaba que su propia habitación fuera igual de confortable... pero eso de que la llamaran "nevera" no presagiaba nada bueno.

Dobby, tras mucho empujar, consiguió por fin colar el maltrecho baúl en la habitación, y ambos pudieron entrar. Al verla, Harry soltó un suspiro de desánimo: lo primero, por la corriente de frío que había en ella. No había chimenea para calentarse, y tenía las paredes empapeladas con un antiguo motivo de flores, estropeado por todas partes, ya que parecía que en él se habían fijado muchos posters. Harry se imaginó que cuando Hooch dormía allí, la tendría tapizada de posters de Quidditch. No, la verdad era que no parecía que le fueran mucho las flores.

La habitación, además de fría, era pequeña, con pocos muebles. "Bueno, al menos eso tiene solución", pensó Harry, mientras Dobby abría su baúl y tiraba los calzoncillos por los aires para colocarlos en los cajones, aunque casi nunca acertaba.

Harry se tiró en la áspera manta que cubría la cama, e intentó ignorar el ruido que hacía Dobby para poder pensar en sus cosas.

Había sido horrible decirle a Cho que había aceptado el empleo en Hogwarts... se había echado a llorar, desesperada. Harry no sabía que hacer para consolarla. Y luego habían vuelto a discutir. Cho le dijo lo mucho que iba a echarlo de menos, pero Harry le dijo que mediante polvos flu podría ir a dormir con ella todas las noches.

-¿Pero tú sabes a cómo se han puesto los flu? ¿Estás loco? Te gastarías en eso todo lo que ganaras. Ni hablar. Te quedarás a vivir en el castillo, y ya verás cómo te toca la peor habitación y la más húmeda, por llegar el último. A ver si eso te da ganas de dejar ese empleo de pacotilla...

Cho había acertado. La habitación era horrible, pero Harry no quería desanimarse por eso. Dejó a Dobby ordenando sus trastos y salió a dar una vuelta. Después de todo, estaba en Hogwarts...

...oooOOOooo...

Severus Snape fumaba un cigarrillo mágico con olor a sándalo, asomado a su gran balcón. Pensaba en el nuevo profesor. Ante todo, su aspecto le había llamado la atención: no era mucho más alto que cuando salió de Hogwarts, pero sí más fuerte, y sus rasgos se habían estilizado. Cada vez se parecía menos a James, aunque conservaba los grandes ojos de Lily. No solo eso: su actitud ya no era la del niño atolondrado y maltratado, sino la de un adulto que ha superado el sufrimiento y lo ha utilizado para crecer. Y Snape se vio obligado a reconocer que estaba mucho más atractivo que nunca, con esa mirada madura y serena... Ese pelo largo, casi hasta los hombros... Esos hombros perfectamente modelados, esas manos hábiles y seguras de sí mismas...

Inhaló una larga calada de su cigarro, y luego dejó que se la llevara el aire, antes de entrar en su habitación.

En el balcón contiguo, Harry sintió una oleada de dulce perfume de sándalo.

Muchas gracias a todos los estudiantes que han ingresado en este Hogwarts, lleno de sorpresas, y por supuesto que todos van a aparecer. Creo que va a ser un fic bastante largo ;P ... De todas formas, los profesores están organizando los horarios para tantos alumnos, así que es posible que cambien a varios de curso, que no de casa (aunque algunas me describen un perfil que no se corresponde nada con la casa elegida). Por cierto, ¿es que nadie quiere ser Ravenclaw o Hufflepuff? Aún puedo coger algunos estudiantes más, pero es que en vez de Hogwarts esto parece Salazars.

Muy pronto empezarán las clases, y no sólo en Hogwarts... Pero intentaré actualizar cada semana, como muy tarde.

Besos Salamander.