Al día siguiente, durante el desayuno, Harry recibió un montón de lechuzas. Le había vuelto a tocar el sitio entre Estela Malfoy y Snape, y se dio cuenta de que esos iban a ser sus puestos en el comedor para todo el curso. Estela conversaba animadamente con Oliver, que estaba a su otro lado. Harry miró a Snape, que estaba tomando una especie de poción humeante como único desayuno con la mirada fija en el panel de puntos de las casas, y se dio cuenta de que no iba atener mucha conversación durante las comidas. Qué se le va a hacer, dijo para sí mismo, mientras abría sus pergaminos. El primero era de Fred y George:

"Querido machote:

Nos ha dicho un pajarito que vas a ser profesor en Hogwarts, ¿tenemos que felicitarte o darte el pésame? Nunca creímos que caerías tan bajo, amigo.

Queríamos pedirte una cosa: vas a tener un par de alumnas que son, digamos, muy especiales para nosotros, así que trátalas muy bien, ¿vale? Nunca pensamos que íbamos a terminar colgados de dos niñas de Slytherin, pero son las vueltas de la vida. Estudian séptimo, son prefectos las dos, golpeadoras en su equipo, y son rubias, muy muy guapas, de piel morena y el pelo largo..."

La descripción de las muchachas seguía y seguía, con términos que no dejaban lugar a dudas sobre los sentimientos de los gemelos Weasley. Así que eran novios de aquellas chicas... Harry miró hacia la mesa de Slytherin, donde ellas estaban sirviendo café caliente a los de primero de manera angelical. "Bueno", pensó el profesor Potter, "mejor será andarse con cuidado".

La segunda lechuza era de Ron.

"¡Harry!

¿Qué tal tu primer día de vuelta al cole? Qué valor tienes. ¿Cómo se pasa de ser alumno a profesor? ¿Qué horriplante transformación genética tiene lugar? ¿Tiene que caerte un rayo en la cabeza? ¿Te imaginas a Flitwick o a Binns de... alumnos?

No hay nada como estudiar. Ya sabes que yo nunca pienso dejar de hacerlo: gracias a mi beca de deporte, llevo cinco años aquí y sólo estoy acabando segundo. Qué bella es la vida del estudiante..."

Harry sonrió. Efectivamente, Ron llevaba mucho tiempo disfrutando de ser un experto y deportista universitario, en la misma carrera de Relaciones Muggles donde enseñaba su padre, y que Cho había terminado en los cuatro años planeados. Hacñía pocos años le ofrecieron un puesto de profesor al señor Weasley, con el sustantivo aumento económico que ello conllevaba, y para alegría de toda la familia.

"Sigo saliendo con Jennifer, ya llevo dos meses, ¡mi record! Pero ahora le he echado el ojo a cierta morenita..."

Harry sacudió la cabeza. Qué desastre era Ron. Le hablaba un poco más de su dorada vida universitaria, y luego se regodeaba de nuevo en las desgracias de Harry:

"Pero lo peor, lo peor, es que vas a ser COLEGA de cierto grasiento... ¡puaj! Procura que no se te acerque mucho Snivellus... todavía de acuerdo de la sensación de..."

Pero Harry tenía a Snivellus justo al lado, así que cerró rápidamente el pergamino para que este no pudiera ver los chistes que hacía Ron a su respecto.

La tercera lechuza venía de Hermione y Luna, con un pequeño regalo: ranas de chocolate. A Harry le hicieron mucha ilusión, porque le recordaban su época de estudiante, y porque hacía mucho tiempo que no las probaba. Se llevó una a la boca mientras leía su última carta, un breve mensaje de Cho:

"Bueno, cariñito, creo que a pesar de todo la situación no es tan mala. Me he informado sobre tu sueldo y es aceptable. Así que, a ahorrar, y este verano, cuando Dumbledore encuentre a otro para tu puesto y dejes ese colegio, iremos por el bebé, que será un niño precioso igual que sus papás.

Besitos de tu nena."

-Veo que tienes un gran éxito postal- acusó la voz glacial de Snape a su lado.

En realidad, Severus era el único que no había recibido ninguna carta. Incluso Binns tenía dos gacetas.

-Veo que tus numerosos aún se acuerdan de tí.

Snape intentó ser sarcástico, pero había un tono de tristeza en su voz que no pudo disimular. Harry se volvió a hacer una pregunta frecuente en sus años de estudiante, ¿cómo sería la vida social de semejante coleóptero? ¿Y la... sentimental? Mejor ni imaginárselo. Pero una especie de curiosidad morbosa le hacía plantearse esas preguntas con más insistencia de lo habitual.

Había otra cosa, aunque Harry no se atrevía a darle forma a esa sensación en su pensamiento, y era el olor de Snape. Nunca lo había tenido tan cerca durante tanto tiempo para darse cuenta del perfume amaderado que desprendía, que, de vez en cuando, invadía los cinco sentidos de Harry. ¿Cómo era posible que sólo un olor suscitara tantas sensaciones en su espíritu?

Pero se acababa el desayuno. Los alumnos ya estaban levantando ruidosamente el campamento. Harry enfrió mágicamente su té para terminárselo de un trago, y engulló un muffin de grosellas, y otra rana de chocolate. Estaba un poco nervioso, ¿quién lo hubiera pensado?

Su primera clase era con un grupo de quinto, mezcla de Ravenclaw y Slytherin. Harry llegó al aula al mismo tiempo que los alumnos... bueno, que las alumnas. Por alguna razón, aquella clase era abrumadoramente femenina.

-Buenos días- dijo Harry, cuando todas se hubieron sentado- soy el profesor Potter y esta es la clase Defensa contra las artes oscuras, como ya sabéis. Me gustaría que os presentarais una a una y me comunicárais vuestro grado de conocimiento y de interés acerca de este campo de la magia.

Lo dijo de un tirón. Harry estaba orgulloso de esa introducción, que le permitiría conocer un poco a sus alumnos, y saber el nivel de la clase. Se lo había copiado a un profesor de la universidad.

-Podemos empezar... por ahí- Harry señaló un extremo de la clase, hacia un grupo de tres amigas que parecían reservadas.

-Mi nombre es Katina, de apellido Fanel. De la casa Ravenclaw. Mis materias preferidas son transformaciones y pociones, pero siempre he tenido muy buenos resultados en Defensa.

El tono de voz sencillo de la chica hizo que a Harry le cayera automáticamente bien. Señaló a la siguiente chica, una morenita de ojos oscuros con unas pestañas aleteantes.

-Bueno, yo soy Nevi Difther... también de Ravenclaw. Me gustan mucho las artes oscuras y puedo convocar un patronus corpóreo.

Un murmullo de incredulidad se extendió en las filas de Slytherin. Pero Nevi, sencillamente, dijo:

-"!Expecto patronum!"

Y una pequeña tortuga de luz empezó a caminar por la habitación.

-¡Muy bien!- la felicitó Harry, complacido por su nivel.- ¿Y tú?

Era una chica gordita de grandes ojos grises.

-Me llamo Selene Salamander, de Ravenclaw, y la verdad es que las artes oscuras no son lo mío... excepto en la parte musical. Soy buena en los hechizos que requieren sonidos armónicos.

-Me alegro mucho- dijo Harry- porque es una rama especial de la Defensa poco estudiada, pero que puede resultar muy útil. Una vez me enfrenté a un perro gigantesco de tres cabezas...

Pero Harry no pudo continuar. Todas las chicas de Slytherin empezaron a reírse y a murmurar "¿véis? Ya está presumiendo de sus hazañas", "A los quince minutos de empezar", seguían, burlonas.

Aunque las alumnas de Ravenclaw, por el contrario, le escuchaban con atención e interés, Harry se sintió muy incómodo. No quería convertirse en el nuevo Lockhart, y pasarse todo el día contando batallas. Se propuso no hablar nunca de su experiencia, y siguió preguntando a las chicas por sus nombres. La siguiente tenía un largo cabello color verde oscuro, y una actitud demasiado... bueno, seductora.

-Bien, profesor Potter- murmuró con una voz excesivamente sensual-, yo soy Gizeh. Como todos en Slytherin, creo que para poder defenderse adecuadamente de las artes oscuras hay que conocerlas en... profundidad.

La chica de piel morena se humedeció los labios con la lengua después de hablar, de manera insinuante. Harry se puso un poco nervioso, no porque le excitara, sino porque no se esperaba esa actitud de una estudiante, y no la creía adecuada para una clase. Señaló a la siguiente, que estaba comiendo un caramelo de palo.

-Je m'apelle Nereida- dijo la chica de pelo negro, con un insinuante acento francés -, y considero las artes oscuras como la materia... más... importante... profesor.

La chica dejó caer sus pestañas sobre sus ojos azul oscuro, de manera muy provocativa, y luego volvió a meterse el caramelo en la boca como si...

-Me alegro mucho, señorita, pero no tengo más remedio que recordarle que en las clases no se puede comer- la cortó Harry, tragando un poco de saliva, asustado.

-Oh, vamos, profesor- volvió a intervenir Gizeh- todo el mundo nos permite estas chuchuerías- dijo, sacándose un caramelo del escote.- Es una de las pocas maneras de que tengamos la lengua ocupada... en algo que no sea hablar.

Harry se estaba empezando a enfadar por la actitud insolente de las chicas Slytherin. En sus tiempos, ninguna alumna habría tenido jamás ni la tercera parte de descaro que estas...

-No se moleste, profesor- dijo otra Slytherin, inconfundible porque sus ojos verdes hacían juego con la insignia de su escote, una serpiente de esmeraldas.- Me llamo Sibyl Trelawney y tengo el don de ver una parcela del futuro cercano. Le profetizo que es inútil luchar contra los caramelos en Hogwarts.

Por Morgana, la hija de Trelawney... y en Slytherin. Lo que le faltaba. Harry se detuvo un momento a pensar. El profesor que él quería ser no era de los que prohibían comer en clase. Claro que si cedía, la actitud desafiante y provocativa de las Slytherin aumentaría cada día... Pero no sabía cómo ponerse firme. Decidió ceder por esa vez, después de todo, no dejaba de ser una tontería.

-De acuerdo, señoritas. Pueden ustedes comer en clase a condición de que mantengan el silencio.

Las tres Slytherin sonrieron con aires de victoria y superioridad, mientras lamían sus caramelos y cruzaban las piernas, dejando ver que su túnica reglamentaria había sido cortada hasta parecer una minifalda.

"Fantástico", se dijo Harry mientras las tres Ravenclaw sacaban sus libros, ignorando a las demás. "Primera batalla perdida para el profesor Potter"

...oooOOOooo...

A la hora de comer, Harry ya estaba bastante desconcertado. Su primera clase había sido mala, con las Slytherins haciéndole todo tipo de preguntas pícaras y comprometidas, pero la siguiente había sido aún peor. Todos los alumnos de primero de Gryffindor querían que les firmara autógrafos para toda la familia, y sacarse fotos con él. Llevaban gruesos álbumes con todas las apariciones de Harry en la prensa, y no dejaban de preguntarle sobre todas sus aventuras. No había podido enseñar nada, ni siquiera sacar los libros, ¿cómo detener el entusiasmo de todos esos críos? A veces parecían ser cientos de ellos, hablando a la vez, y le habían dejado agotado, con la terrible sensación de que iba a ser muy difícil mantener la disciplina en esa clase.

Miró a Severus, a su derecha, y recordó que en sus clases no se movía ni una mosca. Decidió preguntarle cómo lo hacía. La mirada de Severus relampagueó de malvado placer.

-¿Cómo? ¿Nada menos que Harry Potter pidiéndole consejo al odiado y despreciado profesor de pociones? No me cabe en la cabeza cómo el peor profesor de la escuela podría hacer avanzar al maravillosamente popular chico de oro.

Harry dejó caer la conversación, desanimado, y se concentró en sus espaguetis, que cambiaban de sabor en cada bocado. A su lado, Oliver le contaba anécdotas de Quidditch a Estela Malfoy, que sonreía encantada. Así que Harry terminó de comer en silencio, al lado de un Snape que releía un grueso tomo llamado

"Pociones polacas". De vez en cuando miraba hacia la escasa mesa de gryffindor, donde todos los alumnos buscaban su atención y le saludaban con la mano, como si le conocieran de toda la vida. No le quedaba más remedio que sonreír ligeramente.

Pero, al final de la comida, sucedió algo que le animó un poco. De repente, Snape se dio la vuelta y le dijo:

-Potter, esta noche vamos a ir a capturar aves nocturnas al bosque, Hagrid y yo. ¿Te gustaría venir?

A Harry se le iluminó la cara. La ornitología era una de sus pasiones desde el segundo año de universidad. No sabía que la compartía con Severus.

-¡Por supuesto!

...oooOOOooo...

-Hagrid- susurró el otro profesor de ojos negros-, si sigues armando ese ruido, no vamos a encontrar a ningún pájaro que no esté sordo.

-Perdona, Severus...- rugió Hagrid.

Los tres hombres caminaban por el bosque prohibido, atentos a cualquier indicio de la presencia de aves. Llevaban ya bastante rato caminando, sin encontrar nada. Cuando de repente, Harry señaló una rama.

-¡Ahí! ¡Una pareja de Jilgueros Lunares!

Dos preciosos pájaros plateados, el macho más grande y brillante y la hembra pequeña y azulada, se encontraban manteniendo una especie de conversación amorosa. En total silencio, Severus levantó en el aire la grabadora, que captó algunos sonidos de cortejo. Pero el pájaro hembra vio la pequeña esfera brillante, y se asustó. Cada pájaro salió volando en una dirección.

-¡Voy por la hembra!- dijo Harry-. Buscad al otro.

Mientras Harry se iba en otra dirección, Hagrid y Severus salieron corriendo tras el bello pájaro plateado. Lo siguieron hasta un claro del bosque desde donde se oían las cascadas.

-¿Por dónde puede haber ido?- se preguntaba Hagrid.

-A estas aves les gusta mucho mirarse en el agua. Vayamos con cuidado hasta la poza, a ver si está por ahí. Con esta luna llena, lo veremos en seguida.

Efectivamente, cuando llegaron a la pequeña cascada que alimentaba la poza de agua cristalina, vieron al jilguero lunar posado en una rama. De vez en cuando se miraba en el espejo del pequeño lago, y a veces levantaba la cabeza, y parecía esperar a su compañera. Lo contemplaron un buen rato y sacaron fotos mágicas.

-La chica no viene- señaló Hagrid-. Eso debe significar que Harry la ha atrapado.

Por su voz se notaba que al semigigante le daba mucha pena que los pájaros estuvieran separados. Pero Severus lo miró burlón.

-Hagrid, tan grandote y tan sentimental. Eres peor que Albus.

Pero la expresión de Severus cambió completamente en un segundo. Algo había captado toda su atención, y sus ojos mostraban incredulidad y sorpresa.

-¡Un gavilano estrellado!- susurró, sin poder creer lo que veía.

Era una de las aves más raras del mundo. Sus plumas, de un azul más oscuro que el negro, tenían pequeños puntos de un blanco brillante en las alas. Su pico relucía como si fuera de oro.

-Vaya pedazo de pájaro- comentó impresionado Hagrid.

Rápidamente, le hicieron un par de fotos. El majestuoso animal no se movía de la rama.

-¿Crees que podríamos...?- susurró Severus.

-No tenemos ninguna red bastante grande. ¿Tú has visto el tamaño de ese bicho?

-No es un bicho, Hagrid. Es uno de los animales más hermosos del mundo- dijo Severus, admirado.

Entonces la gran ave, lentamente, desplegó sus alas, mostrando toda su envergadura y su precioso dibujo, y se alejó en la noche, dibujando en el cielo.

-¡Severus!

Pero Hagrid no podía detenerle. Severus corría detrás del pájaro, persiguiéndole a distancia. No sabía exactamente qué quería... pero no podía permitirse perderlo.

Ya llevaba un rato siguiendo al ave, cuando se dio cuenta de que se había adentrado bastante en el bosque, y no estaba seguro de que eso fuera muy bueno. Hacía rato que Hagrid se había quedado rezagado, y Harry...

-¡Harry!

-No he conseguido capturarla... pero tengo esto.

El profesor de Defensa mostró un pequeño huevo verde de jilguero lunar.

-Había nueve en el nido, así que me he permitido robarles uno- reconoció, sintiéndose un poco culpable.

-Es magnífico, Harry. No había ninguno en la colección del colegio- le dijo Severus.

Entonces oyeron los inconfundibles pasos de Hagrid, muy cerca, y su vozarrón que les llamaba.

-Bueno, será mejor que volvamos- dijo Harry-. No quiero encontrarme con ningún centauro.

-Pues a veces no es tan desagradable- comentó misteriosamente Severus, con una sonrisa sensual en los labios, mientras se dirigían hacia Hagrid.

¿Qué podía significar esa insinuación?

Ya había un enigma más sobre Severus en la larga lista de Harry.

Bueno, me lo estoy pasando Dumbledore de verdad. Muchísimas gracias a todos los que se han matriculado, y a quienes prefieren leer (un beso Anna Potter).

Las clases irán apareciendo poco a poco... para torturar a Harrito.

S-chan, necesito un nombre y apellido...

Marla, aún estás a tiempo: aspecto físico y personalidad, rápido...

Y Andie: sí, va muy para largo... cada vez se me ocurren más perrerías, jijijij.

¡Muak attack!