No era posible... no, no podía ser... justo en ese momento no...

Harry golpeó la tubería del agua caliente, y luego la del agua fría. Nada. Se habían quedado secas de repente. Como si estuviera en la más barata de las pensiones de estudiantes en lugar de en Hogwarts, la maravillosa escuela de magia y hechicería.

Se acordó a tiempo de que era un mago, e intentó volver a hacer salir el agua mediante un hechizo, pero tampoco funcionaba. Probó varios de ellos, sin resultado. Eso sólo podía significar que la repentina sequía estaba causada por la magia. Malditos magos, a veces, es que de verdad...

Harry estaba cubierto de jabón de la cabeza a los pies, y los ojos empezaban a escocerle. Qué hacer, Merlín, qué hacer... sin pensarlo demasiado, el profesor de DCAO se envolvió en una toalla, salió de su habitación y llamó a la puerta contigua.

Severus tardó un rato en abrir, y cuando lo hizo, estaba también en vuelto en una gran toalla verde musgo. Su cabello húmedo brillaba, y algunas gotas se deslizaban por sus hombros.

-¿Tú también te has quedado sin agua?- dijo un Harry lleno de espuma, temblando de frío. Parecía un cucurucho de helado de vainilla cubierto de deliciosas claras batidas a punto de nieve.

-¿Pero... qué tonterías...?- preguntó Snape, enarcando las cejas.

Entonces comprendió, y se echó a reír.

-Harry, esta es la típica broma de Flitwick y Ellytis para profesores novatos. Lo hacen cada vez que hay nuevos... - Severus estaba disfrutando visiblemente con la situación.- ¿Debería dejarte pasar a mi cuarto de baño y terminar de ducharte, o luego me reprocharán que les estropeara la broma?

-P...p...por favor...- suplicó Harry, tiritando como un apetitoso merengue.

Severus se hizo a un lado y dejó pasar a Harry. Este notó el maravilloso perfume de sándalo y almizcle que desprendían los vapores calientes que envolvían a Severus, y se introdujo rápidamente en la ducha de su compañero, aliviado por poder quitarse de una vez tanto jabón.

Terminó de ducharse y salió de la ducha... una mano procedente de fuera del cuarto de baño le tendía una esponjosa toalla seca, también de color musgo.

-Gracias... - murmuró Harry mientras se secaba, y observaba el cuarto de baño de Severus. La verdad era que no se parecía a lo que Harry hubiera podido esperar: era una amplia sala con el suelo de hierba natural, muy agradable a los pies, y las paredes, de mármol verde, estaban llenas de estanterías en las que se alineaban los perfumes, esencias, cremas... En realidad, nada de extrañar en un profesor de pociones, si se pensaba. "Así que por eso Snape huele tan bien... un momento, ¿tan bien?"

-¿Te das prisa, Potter? Yo de ti me vestiría rápidamente si no quieres perderte el desayuno. Hay pastel de mantequilla.

Harry salió, envuelto en la toalla de Severus. Este ya se había vestido, pero aún no se había puesto la capa, y su aspecto, llevando sólo la camisa negra y los pantalones de paño era... casi humano.

-Muchas gracias, Severus...- dijo Harry mientras regresaba a su habitación-. Por cierto, ¿cómo sabes que hay pastel de mantequilla? No sabía que hubiera una planificación.

-No la hay-, respondió Snape, mirándole directamente a los ojos.- Pero puedo olerlo desde aquí

...oooOOOooo...

El pastel de mantequilla estaba delicioso... se fundía al contacto con el tenedor, y se abría expandiendo un aroma a dorada crema de leche... Harry ya estaba terminando su segunda ración.

-Y bien, Potter, ¿cómo van las clases? Supongo que la tarea de enseñar debe de ser pan comido para alguien como tú.

Pero Harry sentía la ironía de esas palabras.

-Severus, no puedo decirte que me va estupendamente, como sabes porque hace sólo dos días te pedí consejo. Pero confío en ir mejorando según pase el tiempo.

Severus se quedó tan sorprendido de la sinceridad del Gryffindor que se saltó su turno de comentario sarcástico.

-Hoy tengo a los alumnos de séptimo. Espero que sean más adultos y maduros que los demás...- dijo Harry como para sí mismo.

Severus contuvo una sonrisa pérfida.

...oooOOOooo...

Las presentaciones habían fracasado estrepitosamente, así que Harry se llevó una lista de los alumnos con fotografías... bueno, de las alumnas. Aquella clase de séptimo era mayoritariamente femenina. "Espero que no empiecen como las de quinto..." se dijo el chico. Y se prometió a sí mismo ser más firme, pero de verdad. Estaba deseando empezar... Siempre le habían estimulado los retos.

Cuando las alumnas entraron, ligeramente tarde, les estaba esperando un Potter con el ceño fruncido.

-Espero que esta sea la última clase del curso que se produce este retraso generalizado. Saquen sus plumas: vamos a hacer un examen de nivel.

Harry se felicitó a sí mismo por su tono duro, que no pareció extrañar en absoluto a las alumnas. Estas obedecieron en silencio.

"Lo estoy consiguiendo" se felicitó el profesor Potter. "Claro, esta firmeza es lo que se espera de un profesor".

Con la misma voz seria e inflexible, Harry les dictó algunas preguntas sobre las artes oscuras. Después recogió las hojas y dictó un tema sobre las banshees: la mayor parte de las chicas tomaron apuntes, pero Harry se dio cuenta de que las Slytherin no mostraban un verdadero interés.

-Perdone, señorita...- Harry consultó su lista- Naleh... Naleh de Nimrod, ¿no es así?

La chica de piel muy pálida le miró como si Harry no supiera con quién estaba hablando. Era evidente su porte aristocrático y oscuro.

-Sí, Señor, ese es mi apellido.

-¿Por qué no está usted tomando a puntes?

Los pendientes de perlas de la chica destellaron al decir:

-No hemos llegado hasta este curso superior para tratar de las banshees, profesor.

-Ni para que nos cuenten historias de veelas- dijo una Slytherin de nariz respingona con tres pequeñas pecas bajo el ojo izquierdo, que en la ficha aparecía bajo el nombre de Erika.

-Ni de pixies- completó Chiquinquirá, la rubia prefecta novia de George o Fred.

-Ni de hombres lobo- añadió Sabry, la prefecta rubia novia de Fred o George.

-Tampoco para enfrentarnos con boggarts, profesor-, volvió a intervenir Erika, provocando la hilaridad de la clase. Todos estaban enterados de lo ocurrido el día anterior.

Según la ficha, la chica era realmente sobresaliente en pociones. Digna de su casa, pensó Harry, haciendo un gran esfuerzo por no enfadarse. Todas las chicas se habían callado, y esperaban la reacción de Harry, no tanto como si temieran que les quitara cien puntos como para observarle, ponerle a prueba. Pero el profesor Potter supo controlarse.

Harry miró a la clase, como indagando su opinión. Quizá con este grupo en concreto no hubiera estado de más una pequeña charla acerca del nivel... una Gryffindor con insignia de prefecta pedía la palabra.

-¿Señorita...?

-Irene González, Profesor. Creo que es justo que le informe de que en la casa de Slytherin existe un grupo de refuerzo para la Defensa contra las artes oscuras.

-Pues no sé de qué pretenden defenderse... ¿de ellos mismos?- chistó otra impetuosa Gryffindor, de pelo castaño claro y ojos verdes.

-No veo la necesidad de ese tipo de bromas, querida Shitsa- la interrumpió una Slytherin de pelo negro muy corto y muy revuelto-. No nos provoques si no quieres ser provocada.

Harry consultó su ficha: esta última serpiente se llamaba Samantha Bane, y tenía un excelente expediente. Y su comentario había sido pronunciado con una voz tan tranquila que no podía ser considerado una amenaza.

-Está bien, señoritas, calma- Harry poso orden copiándole el tomo de voz a Mac Gonagall-. ¿Y puedo preguntar quién se encarga de impartir ese "grupo de refuerzo" en Slytherin?

-¿Quién va a ser? Severus Snape, por supuesto.

Se hizo un silencio. La que había hablado era una estudiante con una larga melena color miel, cuyas mejillas enrojecieron en cuanto pronunció el nombre del jefe de su casa. Todas las demás Slytherins sonreían con complicidad: estaba claro que a Anna Rickman le gustaba Snape.

Se terminó la clase. Pero antes de irse, una de las Slytherin, que no había hablado, se acercó a Harry. Parecía muy tímida. Tenía el pelo liso y castaño, y unos ojos color avellana.

-Profesor... no todos los alumnos de Slytherin seguimos las clases del profesor Snape. Me llamo Lilith Shinoda, profesor, y yo prefiero la manera de explicar que tiene usted.

La chica se dio la vuelta, muy cortada, y salió corriendo.

"Vaya", pensó Harry, "Qué chica más tímida".

Pero se alegró de sus palabras. Sentía que cada vez lo iba haciendo mejor. ¿Pero qué era eso de andar compitiendo con Severus en su propia asignatura? Era como si Harry se ponía a enseñar pociones... bueno, quizá no exactamente.

...oooOOOooo...

Al salir de la clase, una pandilla de chicas de séptimo de Gryffindor se fueron a la sauna, saltándose adivinación. En realidad sólo habían cogido ese curso para disfrutar de horas libres. Eran cuatro: Shitsa, Irene, Hyya y Marla. Se conocían desde primero, y habían sido amigas inseparables desde entonces.

-Chicas, ¿Qué os parece el nuevo profesor?- preguntó Marla.

-Bueno, no es tan payaso como nos habían dicho, ¿verdad? A mí me ha caído bien- dijo Irene.

-Sí, ya hemos visto el cable que le has echado, guapa... a ver si va a ser que te "cae" demasiado bien...- recalcó Shitsa, impetuosamente.- Hay que reconocer que el chico está potente, ¿no?

-No está mal. Se le nota el buscador en su exterior- señaló Hyya-. Pero además no parece nada creído, ¿verdad? Una se espera de todo cuando le dicen que va a conocer al gran Harry Potter.

-Pues a mí me ha dado un poco de pena. Se nota que no tiene mucha experiencia y que lo pasa mal- apuntó Marla.

-Bueno, pues que aprenda. Pero me temo que nosotras vamos a ayudarle, ¿verdad?

Hyya se encontró con las miradas cómplices de las otras tres.

-¡Una nueva misión para las leonas de Gryffindor!

...oooOOOooo...

Severus regresaba del bosque prohibido, donde había estado persiguiendo frenéticamente al gavilano estrellado, sin conseguir cazarlo. Agotado, llega a la cabaña del semi-gigante.

-¡Severus! ¿Vienes del bosque? No deberías ir solo...- una sincera preocupación se escapaba por la boca del grandullón-. Pasa, pasa...

Snape entró en la cabaña, encontrando allí a Harry Potter.

-¿Qué tal la caza, Severus?- preguntó el joven, con un ligerísimo poso de malicia.

-No muy bien, la verdad- gruñó el mago de negro. – He vuelto a ver a ese maldito gavilano, y ha estado jugando conmigo por todo el bosque.

-¿Cerveza o whisky?

-Hagrid, ¿por quién me tomas? ¿Te crees que aún soy un cachorro, como Potter?

-Yo también estoy tomando whisky, Severus- replicó el profesor de Defensa.

-Entonces uno doble. No voy a consentir que este aprendiz beba más que yo.

-Tendrá que ser triple, en ese caso- volvió a intervenir el joven, burlón. En sus ojos podía verse que el alcohol ya estaba empezando a hacerle efecto.

...oooOOOooo...

En la sala común de Ravenclaw, que no era otra cosa que una gran biblioteca, un grupo de chicas de quinto y sexto hablaban sobre política internacional, relativismo cultural y la influencia de la lingüística comparada en las crisis diplomáticas. Es lo malo de ser ravenclaw: hay que saber un poco de todo, si no quieres que te dejen en ridículo a la mínima ocasión. Pero, poco a poco, según se fue yendo la gente a dormir, la conversación fue degenerando hacio otro tipo de temas: los chicos.

-Ese profesor de vuelo... es demasiado guapo- suspiró Peggy Cannon, haciendo pestañear sus grandes ojos verdes.

-Sí, no está mal- reconoció Katina Fanel-. Como tampoco lo está el de Defensa... ¡Viva el quidditch que ha modelado sus cuerpos como si fuera Rodin!

-Chicas, sois bastante prosaicas. Deberíais fijaros en algo más que el cuerpo de los hombres... o de lo que sea- corrigió a tiempo Nevi-. No hay que juzgar un libro por sus tapas.

Azalea Duckett estaba repasando unas fotos recientemente tomadas.

-Sí, Nevi, pero es que hay algunas tapas que son verdaderas obras de arte... mirad.

Repartió una serie de imágenes tomadas a escondidas durante las clases. Eran fotos mágicas de excelente calidad artística, pero todas reflejaban los rostros de los chicos más guapos de Hogwarts.

-Desde luego...- dijo Nevi.

-Nevi, estamos llenas de hormonas, como tú deberías encontrarte también- le señaló Katina. - Déjanos disfrutar de este dulce e irrepetible momento de nuestra vida. Vamos a votar el mejor perfil, ¿vale?

-¿Puedo participar?- pidió Selene.

-No, de eso nada. Siempre falseas la investigación porque votas a los más feos pretextando que tiene encantos ocultos. No, hay que ser hetero para jugar. Pero puedes hacer el recuento de puntos.

Selene se resignó. De todas formas, ella no necesitaba votaciones para tener muy claro que la persona más atractiva del colegio, a pesar de ser hija de una pésima profesora, era Sibyl, de Slytherin. Clavadita a Emma Thompson de joven.

...oooOOOooo...

Ya llevaban un par de copas, y cada una de ellas valía al menos por dos. Hagrid había ido a Hogsmeade a comprar más licor, y a las cocinas a robas algo para comer. Realmente, era un pozo sin fondo.

-Por cierto, Potter, se me ha olvidado preguntarte qué tal tu día.

-Mucho mejor, Severus. No me queda más remedio que ir aprendiendo.

-Me alegro. Aunque te advierto que es un proceso lento...- susurró malévolo el profesor de pociones.

-Estoy seguro de que me he enfrentado a cosas peores- dijo Harry, desafiante.

-Pobrecito, pobrecito Potter- se burló Severus, haciéndole hervir la sangre.

Con la euforia del licor, Harry se desnudó el brazo derecho, hasta el codo.

-Esta estrella me la hizo un fuego cruzado entre Bellatrix y Neville en la batalla del ministerio... esta otra cicatriz es el resultado de una cuchillada en el callejón Diagón.

-Rasguños, Potter. Mira esto.

Snape desabotonó su capa, y luego su camisa, dejando ver su pecho, que parecía un mapa hecho por cuchillas en su carne.

-Estas son las marcas físicas de las pequeñas sesiones de entrenamiento a las que nos sometía Voldemort. Sólo las físicas- puntualizó, con un tono de voz que le heló a Harry la sangre en las venas-. Y esto-, añadió, descubriéndose hasta el hombro, donde tenía una marca azul oscuro dibujada por venas rotas- es el resultado de un paseíto a transilvania. Tuve que enfrentarme a tres vampiras sedientas de sangre. Menos mal que no tenía una época en la que me afectaran mucho sus encantos...

Pero Harry, con su competitivo espíritu Gryffindoriano, ya se había quitado una manga de la camisa, sin preguntarse qué pudieran significar las últimas palabras de Severus.

-No me dirás que esto es un rasguño...- dijo, mostrando un agujero de bala.

Severus lo examinó con interés. Había un orificio de entrada y otro de salida.

-¿Una bala muggle?

-De ametralladora. Fue cuando aquellos terroristas de Michigan intentaron robar la Tabla Ínclita del museo de Londres.

-Bueno, pues esto es una bala mágica- replicó Severus, quitándose una bota y levantando su pantalón.

Harry vio un espantoso agujero que parecía hundirse en el gemelo de Severus. No había agujero de salida.

-¿Cómo la sacaron?- preguntó Harry, un poco impresionado.

-No la sacaron- murmuró secamente Severus-. Las balas mágicas se instalan en tu carne y echan raíces de metal, ¿dónde has estudiado que no sabes eso?

De repente, los ojos de Snape brillaron con ferocidad, o quizá con algo más, mirando por un instante al chico, que tomó otro gran trago de Whiskey. La herida de Severus era impresionante, y Harry no podía imaginarse el dolor de semejante disparo, pero el león no iba a quedarse tan fácilmente fuera de concurso. Se quitó los pantalones, con prisa por presumir, sin darse cuenta de una extraña mirada en los ojos negros del profesor de pociones.

A lo largo de su musculoso pero esbelto muslo izquierdo había dibujadas tres líneas, perfectamente rectas, pero muy largas y profundas.

-Mira estas. El tercer año de entrenamiento nos requirieron para una misión contra hombres lobo. Uno de ellos consiguió desgarrarme la pierna, y perdí casi un litro de sangre sin desmayarme- anunció.

-¿Un litro? A mí me sacaron dos cuando me hicieron esto.

Severus se despojó completamente de su capa y su camisa, quedándose en pantalones, y le mostró a Harry la Marca Tenebrosa. Estaba muy abajo en su espalda, y se trataba de un agujero en su carne de un centímetro de profundidad, dibujando los ojos rasgados de Voldemort.

-Desgraciadamente, yo no puedo presumir de no haber perdido la consciencia. La anestesia no era algo de lo que Voldemort se acordara, en general.

Harry se quedó boquiabierto. La marca era una excavación, una escultura en la carne. Por Morgana, ¿cómo demonios la habrían hecho...?

-¿Puedo... tocarla?

-Hace mucho tiempo que no la siento...- dijo Severus, casi con nostalgia-. Tócala si quieres.

Harry puso un dedo en el hueco interior de uno de los dos grandes ojos. La piel allí era muy fina y frágil, por haber sufrido las más terribles castigos, y haber ardido al rojo vivo tantas veces. Tocarla era como adentrarse dentro de Severus... qué sensación más extraña... pero después de todo, no dejaba de ser un hueco en su cuerpo... El profesor de pociones permanecía impasible, como si no sintiera esa exploración de la más profunda de sus cicatrices.

-Está... fría- murmuró Harry, sorprendido.

-Bueno, lo prefiero al fuego, puedes creerme.

El resto de la espalda de Severus estaba surcado por muchas otras cicatrices y señales de todo tipo, rectas y curvas, con todos los grados de profundidad, cruzadas entre sí. Pero esos dibujos no hacían sino embellecer una ya de por sí impresionante espalda, de hombros anchos y fuertes y un torso firme, como esculpido en piedra.

De repente, Harry se dio cuenta de que estaba agachado, sin pantalones y con sólo media camisa, acariciando la cicatriz de un Snape con el torno desnudo y una sola bota, y lo que es peor, admirando su espalda. Un súbito enrojecimiento le subió al rostro, y de repente se sintió muy despejado, como si su mente intentara neutralizar a toda costa las inhibiciones del alcohol.

Se pudo de pie bruscamente, atolondradamente, estando a punto de caer (menos mal que Severus le sujetó), y comenzó a recoger sus cosas a toda prisa.

-Bueno... es muy tarde, será mejor que me vaya...

Severus le miraba atentamente. No se le escapó el súbito rubor de las suaves mejillas de Harry.

-Se lo diré a Hagrid. Hasta mañana, entonces- se despidió Severus, manteniendo su dignidad imperturbable, y es más, aumentada, con su torso desnudo.

-Buenas... noches- musitó el Profesor Potter antes de escabullirse como un conejito.

Lenta, muy lentamente, una sonrisa maligna empezó a rizar las esquinas de la boca de Snape.

......oooOOOooo......

Bien, bien, bien... así están las cosas en Hogwarts.

Espero haber sacado ya a todo el mundo... si no es así, por favor, que me sea comunicado mediante review. Soy un desastre con las bases de datos, no se lo pueden ustedes imaginar.

Respecto del pobre Harry, que sepan ustedes que todo lo que le manipula Dumbledore no es nada comparado con lo que le voy a hacer hacer yo... (Carcajada diabólica).

BesssoSssssssenpárrssssellll...