-¡Harry! Despierta, tío, vamos... ¡Arriba!
Unas manos le estaban agitando... Harry fue expulsado traumáticamente de su sueño reparador y oyó la voz de Oliver, gritando angustiado.
-¡Venga, tío! ¡No tenemos todo el día!
Harry buscó las gafas a tientas y se las puso.
-Oliver... es muy pronto... ¿y qué haces en mi habitación?
-Ha pasado una cosa horrible para el equipo... te necesitamos...
En la mirada de Oliver había angustia y desesperación.
-Vale, vale... ya voy.
Harry se levantó, tambaleándose, y se enfundó en unos vaqueros y una camiseta verde, su color favorito.
Oliver le condujo corriendo hasta el ala hospitalaria. Una vez dentro, encontraron a Poppy muy ocupada con una pobre chica de pequitas, que tenía las coletas deshechas.
-Es Sarah Freewood, nuestra buscadora... y hoy es el primer partido...- dijo Oliver, muy estresado.
-Lo importante no es el partido, señor Wood, sino la salud de esta señorita...- murmuró con desaprobación la enfermera jefe.
-Pero... ¿qué le ocurre? –preguntó Harry.
Sarah estaba muy pálida, como Ron cuando le hechizaron para sacar babosas por la boca. Sólo que de la boca de Sarah no salía absolutamente nada:
-Tiene dañado el oído interno, con lo que carece de sentido del equilibrio. Además, tiene episodios de náusea, vértigo y jaqueca
-¿Cómo puede haber sucedido?- preguntó Harry.
-Bastaría con una mala caída...- respondió la enfermera.
-¡Si, hombre! Una caída... ¿Qué casualidad, no? La buscadora de Gryffindor con una lesión en el sentido del equilibrio justo el día del primer partido- exclamó Oliver.
-¡Shhhh!- susurró Poppy, enfadada-. Cálmese, Señor Wood.
-P-p-profesor...- dejó escapar Sarah.
Los tres rostros se volvieron hacia ella, sorprendidos. Pero Sarah miraba a Harry.
-Profesor Po...Potter, por favor... juegue en mi lugar.
Parecía que hablar le costaba un esfuerzo inmenso. Los ojos de la niña estaban al borde de las lágrimas...
-Era lo que quería pedirte, Harry...- murmuró Oliver un poco avergonzado.
-Ha...hágalo por mí... contra...
La chica no pudo continuar. Sus ojos se cerraron con una expresión de agudo dolor. Pero Harry entendió lo que quería decirle: contra Slytherin. Contra los que me han hecho esto...
Harry cogió la mano de la chica y esperó a que se calmara.
-Sí, Sarah. Jugaré. Pero ahora descansa, de acuerdo.
Oliver intentó disimular un grito de alegría.
...oooOOOooo...
Los vestuarios de Gryffindor estaban llenos de gente. Era el primer partido del año, y todo el mundo estaba muy emocionado; evidentemente, el hecho de que el famoso Harry Potter fuera a jugar de nuevo no era lo que menos expectación causaba. Pero Oliver se las arregló para echar a casi todo el mundo, excepto a los jugadores. Estos eran, además de la pobre Sarah, que estaba en la enfermería, los mellizos Toya y Kitiara Waylan (ella era golpeadora y él cazador), la hija de Charlie Weasley, Neko, que era guardiana, Olga Hernández, de sexto, también golpeadora y capitana del equipo, y las dos cazadoras de séptimo Hyya y Marla.
Oliver hizo callar a todos, y dijo:
-Ya sé que se supone que no debo estar de parte de ningún equipo, pero no hay que ser muy listo para darse cuenta de que estoy con Gryffindor. Así que quiero que os preparéis de la mejor manera posible para el partido, que salgáis a ese campo con ganas de ganar, y que lo consigáis. No hace falta que os recuerde que hoy contáis con uno de los mejores buscadores que he visto.
El equipo empezó a murmurar, con excitación, pero Oliver los silenció con un gesto firme.
-Y ahora, a prepararse. Ya conocéis el proceso: tabla de ejercicios, ducha caliente, ducha fría, masaje y traje. Tenemos cuarenta minutos para todo, así que, rápido!
Las jugadoras se fueron por un lado y Harry y Toya por otro. Pero antes de separarse, Hyya se acercó a Harry, y le susurró "no deje que le toque nadie".
Harry se quedó un poco preocupado, y mientras realizaba los ejercicios rutinarios junto a Toya, pensaba. ¿Qué había querido decir? Le venían a la cabeza escenas de bludgers descontroladas, de golpeadores que no sólo le daban a las pelotas... "no deje que le toque nadie..."
Se dio las dos duchas rituales, una con agua muy caliente, y otra casi helada. Después de eso, se encontraba preparado para cualquier cosa...
Bueno, casi cualquier cosa. En el vestuario estaba entrando Severus Snape, con un maletín de masajista.
...oooOOOooo...
-¡Lo conseguimos!- exclamó Samantha.- Hemos cambiado la crema de masajes del equipo de Gryffindor por la poción.
-A nosotras tampoco nos ha ido mal- susurró Naleh.
Erika se quedó pensativa. ¿No se habían pasado un poco con la buscadora? Después de todo, sólo era una niña... Bueno, lo hecho, hecho está, pensó.
-Y ahora... a coger sitio para no perdernos nada del partido- dijo Naleh, con su voz aristocrática.
Las tres se miraron y rieron.
...oooOOOooo...
Severus Snape estaba en un dilema. No esperaba tener que ser él precisamente el masajista masculino de los equipos de Quiddicth, pero el encargado habitual había tenido un problema familiar. Severus se había dado cuenta perfectamente de que la loción tonificante habitual había sido sustituida por cierta poción que él conocía demasiado bien, dentro de un bote cuidadosamente etiquetado como "Gryffindor"... "Por Morgana", pensó, "atrapado en mi propia trampa."
Pero una extraña sed de venganza fue más fuerte que el sentido común.
...oooOOOooo...
"Que nadie me tocara..."
Harry decidió no pensar. Miraba las manos de Snape sobre la espalda de Toya (y, por cierto, qué manos tan eficaces eran esas cuando sobrevolaban la piel del chico... parecía que no habían hecho otra cosa en su vida).
"Quizá se refiriera a esto... pero si no puedo confiar en Severus, que me ha salvado la vida varias veces, no puedo confiar en nadie...", se auto convencía Harry. Luego volvió a decidir no pensar.
Se tumbó en la camilla, después de que Toya hubiera pasado por ella, y dejó la mente en blanco mientras sentía las alargadas manos de su colega aplicar una crema templada por su espalda, que, según iba siendo extendida, parecía cobrar temperatura... notó los hábiles dedos deshaciendo nudos, introduciéndose en los huecos entre los tendones, alisando los surcos de su carne, llevándose toda la tensión de su cuello.
Esas manos... Harry tenía los ojos cerrados, pero en su cabeza se iban generando imágenes que respondían a los dibujos que Severus trazaba en su espalda, como suaves signos mágicos, runas calmantes, signos cabalísticos trazados en una carne tierna por un demonio de manos blancas...
-¡Harry!¡Date prisa, tío! ¡Estamos a punto de empezar!
La voz de Oliver sobresaltó al buscador, que se levantó de un salto y se enfundó en el uniforme de Quidditch que había usado en la universidad, en el que acababan de coser las insignias Gryffindorianas. Salio corriendo hacia el campo de Quidditch, sintiendo una especie de nudo en el estómago... ardiente.
Severus se quedó solo en el vestuario, y procedió a ordenar y guardar las cremas... cuando se dio cuenta de una cosa.
¿Cómo podía ser tan tonto? ¿En qué diablos estaba pensando? Al extender la crema sobre Potter, una parte de esta había pasado a él a través de sus manos.
No había antídoto. Así que lo único que podía hacer era retirarse a sus habitaciones hasta que se le pasara el efecto, si no quería hacer el ridículo...
Sin embargo, en el último momento cambió de dirección. Severus Snape no era dado a seguir sus impulsos ni a concederse caprichos, pero algo le hacía desear sobre todas las cosas ver ese partido de Quidditch.
...oooOOOooo...
Algo iba mal. Llevaban diez minutos de partido, y Harry era incapaz de concentrarse... era como si toda su ropa se le pegara al cuerpo, empapada en un líquido ardiente. Era como si su propio sudor se hubiera convertido en lava, en un elixir incandescente. Sentía temblar cada fibra de su cuerpo, y la vibración de la escoba no le ayudaba en absoluto a intentar calmarse. La snitch parecía darse cuenta de esta debilidad, y jugaba con él: se acercaba hasta rozarle la nariz, y luego salía despedida en una dirección inesperada. Harry la perseguía inútilmente, con sus reflejos disueltos por ese calor inexplicable.
Toya también lo estaba pasando mal, aunque se le notaba menos. Hacía todo lo posible por no mirar a las chicas, y se concentraba en marcar las zonas de defensa. Claro que la visión de una quaffle penetrando el aro no era le que más necesitaba, tampoco.
Por su parte, Severus Snape permanecía impasible, con la misma cara de siempre, y sus mismos gestos hieráticos y altaneros. Pero por dentro...
Por dentro sólo era capaz de pensar en la tersa y elástica espalda de Potter, en sus brazos perfectamente moldeados, en el suave olor que desprendía, en las gotas de agua fría que se deslizaban por sus cabellos húmedos, en sus mirada sin gafas al salir de la ducha, sólo tapado por una toalla...
No, decididamente, Severus no había esperado que la universidad hiciera tanto por ningún estudiante.
Mientras tanto, Anna Rickman, desde el otro lado de la grada, le miraba a él, con ojitos amorosos.
...oooOOOooo...
Anna Rickman dejó de mirar a Severus y se volvió hacia sus tres amigas. Erika, Naleh y Samantha se peleaban por los prismáticos desde las gradas del público, pero no para ver a sus tres amigas que estaban jugando, Sabry, Chiquinquirá, y Lilith, sino para comprobar lo nervioso que estaba el nuevo profesor... era tan divertido verle ir de un lado para otro sin conseguir nada, con esa cara de apuro...
...oooOOOooo...
Shitsa e Irene estaban desesperadas, en las gradas de Gryffindor. De vez en cuando miraban a las Slytherins de septimo, y de vez en cuando se atrevían a dirigir sus ojos hacia el terrible papel que estaba jugando su profesor favorito.
-¿Pero es que Hyya y Marla no le han avisado? Mirale, parece que le han drogado...
-Sí, pero esta droga es la peor- respondió Irene.- Sobredosis de hormonas circulando a toda velocidad...
Las dos asintieron en silencio, con una mirada pesarosa.
...oooOOOooo...
Olga, la capitana del equipo de Gryffindor, se acercó a Harry, asustada. Había esquivado una bludger furiosa de milagro, que hubiera podido hacerle mucho daño.
-¿Está usted bien profesor? ¿Ocurre algo?
-No, no, todo bien, gracias, es sólo que... hace cierto tiempo que no estoy tanto tiempo sobre una escoba.
Iban perdiendo por veinte puntos. Y en el público, sólo parecían oírse los gritos de alegría de Slytherin.
-No te preocupes, en seguida volveré a estar en plena forma- dijo Harry, muy poco convincente. Olga le hizo un gesto de asentimiento y se alejó.
Entonces, de pronto, Harry volvió a ver la snitch dorada, y se lanzó en su persecución. "Sólo existe esa esfera", se repetía, intentando ignorar los síntomas de ebullición que estaba experimentando, y aprovechando la velocidad del viento en la cara para despejarse.
Pero la snitch estaba juguetona. Se acercó peligrosamente a la grada de los profesores, y la capa de Harry pasó rozando la nariz de Snape. Este detalle no contribuyó, decididamente, a mejorar el estado de ansiedad de ninguno de los dos. Harry sintió que un hormigueo se extendía por todo su cuerpo como un reguero de pólvora cuando se le prende fuego... y cada vez estaba más lejos de la Snitch.
De pronto, la joven buscadora de Slytherin llegó desde arriba, y atrapó la pelota dorada limpiamente.
El público estalló en aplausos y en gritos, y Harry descendió lentamente con la escoba hasta tocar el suelo.
Lo peor no eran los gritos hacia Slytherin: la buscadora era buena y había atrapado la snitch sin trampas. Lo peor era la sensación de derrota, de no tener el control sobre nada en su vida. ¿Sería esa la sensación de estar haciéndose viejo? No, lo peor era estar deshaciéndose de excitación y deseo desde que lo habían tocado los dedos de Snape ¿tan necesitado estaba, entonces, que un simple masaje lo ponía en ese estado?... Harry miró hacia arriba y vio a Severus, aplaudiendo, serio y perfecto como siempre.
De repente se acordó de algo...
Lo peor no eran todas esas cosas. Lo peor era que Cho llegaba mañana.
...oooOOOooo...
Snape estaba dando clase, y Harry era de nuevo su alumno. Estaba intentando concentrarse en preparar su poción, pero era inútil, ya que el aura magnética de la presencia de Snape en el aula le envolvía por completo, impidiéndole casi respirar. El simple hecho de saber que el profesor, en uno de sus paseos, pudiera estar cerca de él, a su espalda... era más de lo que Harry podía soportar.
-Potter. Susurró casi dulcemente una voz oscura, demasiado cerca de su cuello... un estremecimiento le recorrió toda la espalda, al mismo tiempo que dejaba caer una probeta, que se rompió.
-¿Le he asustado, Potter?- susurró la voz grave del profesor en un tono aún más sensual-. Qué lástima...
Cinco...
Puntos...
Menos...
Para...
Gryffindor.
Dejó caer así las palabras, lascivamente, de manera que Harry no podía hacer nada más que esperar la siguiente, colgado de esos labios crueles que el sabía tan cercanos. De repente, la habitación se llenó con el perfume de Snape. Y Harry se dio cuenta de que estaba temblando, con cada fibra de su cuerpo. Expectante. Tenso de deseo.
Sintió cómo el hombre se acercaba por el calor de su respiración, lenta y segura de si misma, rozándole el cuello hipersensible. Harry no pudo evitar dejar escapar un gemido...
De repente, un par de fuertes brazos lo obligaron a darse la vuelta, y le robaron el poco aire que tenía en los pulmones, con un beso elástico y ferviente que moldeaba su boca y su voluntad. Harry sintió la lengua de Severus dentro de su boca, y todo él se redujo a un estado líquido, especialmente su cabeza. Era una sensación tan redonda y perfecta, la de estar atrapado por Severus, envuelto en él... sentir que orbitaba en torno al agujero negro más magnético del universo, sin otro deseo que el de caer finalmente atrapado por su gravedad infinita...
El profesor Potter se despertó, de repente, entre sudores, con el corazón latiendo muy rápido, y una abrumadora sensación de culpa e intenso placer mezclados. Hacía mucho tiempo que no amanecía bañado en su propia esencia.
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Sarhaliene: ya ves que no estás en primero sino en segundo. Muac.
