Disclaimer: Nada relacionado con Cyborg 009 ni con el cuento de El Rey Pico De Loro me pertenece. Esto es un fanfic sin fines de lucro cuyo único fin es entretener y divertir.
El Rey Pico De Loro
Capítulo Tres: El Viaje De Bodas
Entre sus manos, la Princesa Vina destruyo furiosa su modesto ramo de bodas, para luego arrojar los restos a la alfombra y pisotearlos camino hacia la salida de la Capilla.
"Ahora que ha pasado el mal trago continuemos con nuestras vidas, padre ¿Por qué no me acompañas al comedor principal?"- dijo la Princesa Vina con tono desafiante sin detenerse en su paso.
En tanto, era contemplada fijamente por los tres hombres que permanecían expectantes cerca del altar. Y ante otra escena de desplantes y berrinches de la Princesa Vina, el Rey Isaac muy serio dijo:
"Princesa Vina, sigues siendo mi hija y princesa de este reino, pero ahora perteneces a este hombre y es él quien debe acompañarte... El futuro Rey"
Decir esas palabras lograron que la Princesa Vina se petrificara en el acto y cuando estaba apunto de proferir otra de sus afrentas, fue interrumpida por una voz con acento fuerte y de sincero hablar que dijo:
"Yo nunca seré el Rey de Gilmore. No tengo pretensiones de habitar en este palacio, lo único que aspiro es volver a mi casa en las afueras de el Reino de Heinrich llevando a mi esposa conmigo"
De inmediato la mirada del Cardenal y la Rey Isaac se interceptaron dando paso a un incomprensible silencio.
"Justo es lo que dice, pero ¿Cuándo se marcharan?"- dijo el Rey Isaac caminando con la mano apoyada en la espalda del mendigo y así abandonar juntos la Capilla.
"Ahora mismo"- respondió tomando con firmeza la mano de la Princesa Vina cuando esta intentó escabullirse.
"¡Suélteme! ¡¿Qué cree que se esta pensando?!¡Padre!- dijo la Princesa Vina visiblemente irritada- ¡Papá no me ignores!"
Pero el Rey Isaac no prestaba la atención que la Princesa Vina deseaba, por lo que confiado le dijo:
"De igual manera te trataría un rey si te comportaras de esta manera, compórtate como un princesa de tu clase y hasta un humilde plebeyo te trataría mejor"
Sin nada que decir y encolerizada, la Princesa Vina decidió que lo mejor sería morderse los labios o de lo contrario ser acusada como la mujer más grosera del mundo.
Con el pesar de su corazón la Princesa Vina empaco rápidamente sus mejores vestidos e introdujo sus más costosas joyas y zapatos en un enorme baúl de cedro. Indignada apenas y se despidió de su padre en la Corte Real, quien le señaló que no intentara escapar por que estarían vigilándola durante su permanencia en el castillo.
Para cuando la obligada Princesa Vina, se reunió con su esposo en la entrada del palacio, inmediatamente comenzaron a discutir.
"¿En donde esta el carruaje? ¿Cómo podré llevar mi equipaje"- pregunto encrespada la Princesa Vina cruzando ambos brazos sobre su pecho y teniendo a sus pies el enorme baúl.
Pero nunca se espero la respuesta de Albert que encima de su caballo y menos reservado que hacia una hora le dijo:
"Para jalar un carruaje se necesitan caballos y aquí hay uno, además viajaras con lo que llevas puesto por lo que siendo así no te falta nada"
Boquiabierta la Princesa Vina ante esta contestación, mordazmente le dijo:
"¿Llama a esto caballo? Si no es más que un costal de huesos con herraduras por lo que no pienso montarme en el y sin todos mis vestidos yo no me voy con usted"
Entonces un silencio muy pesado se poso sobre ellos, silencio que duro hasta que Albert con cara de muy pocos amigos los deshizo.
"Estas muy equivocada si piensas que te diré: Súbete o te dejo. Tu vienes conmigo"-dijo Albert entre dientes.
Y luego de decir esto, Albert la sujeto por los hombros para de inmediato acomodarla entre sus piernas y el cuello del animal, dejándola prisionera con un abrazo, por hallarse sus manos sosteniendo las riendas del caballo. Situación, que causo que la Princesa Vina se quedara enmudecida y sonrojada por la actitud de aquel hombre.
Justo en ese instante emprendieron su viaje de bodas, galopando rápidamente hasta dejar atrás al equipaje y el pasado glamoroso de la Princesa Vina.
Llevaban horas cabalgando con la mayor tranquilidad pero sin cruzar una sola palabra, por lo que la Princesa Vina decidió que para entretenerse en el viaje la mejor opción sería conversar de algo con su "esposo".
"¿Esta molesto?"-pregunto la Princesa Vina aparentando preocupación pero sin voltearlo a ver.
"No"- respondió Albert sin quitar la vista del camino, imaginándose que la Princesa Vina se dedicaría a fastidiarlo.
"¿Esta enojado conmigo?"- pregunto la Princesa Vina como si tuviese miedo de escuchar que si, llevándose una mano a los labios.
"No"- respondió Albert de nuevo mientras discretamente observaba lo que para él era la fingida expresión de angustia de la Princesa Vina.
"¿Por qué esta enojado?"-pregunto la Princesa Vina con los ojos vidriosos en el instante mismo de girar su cabeza y quedársele viendo fijamente.
"No estoy enojado"-respondió Albert de manera entrecortada atizando las riendas del caballo.
"Como diga- dijo la Princesa Vina volviendo a su posición anterior para contemplar maravillada el camino que de pronto se había vuelto realmente hermoso- ¿En que piensa?"
"......"
"¿Por qué esta molesto conmigo?"- dijo la Princesa Vina con un tono de voz tan suave que hubiese podido conmover a cualquiera, a pesar de tener la mirada fija en las flores del campo.
Pero aún con toda su dulzura tampoco obtuvo respuesta.
"......"
Así que disgustada, se conformo con acosarlo deliberadamente.
"Dime, dime, dime- repetía la Princesa Vina con acento irritante y chillón, al mismo tiempo que había acercado su rostro delicado hasta la cara casi cubierta por la espesa cabellera de Albert- Dime, dime, dime"
Increíblemente, el interrogatorio surtió resultados.
"¿Quieres saber por que estoy enojado?"- dijo Albert con seriedad viendo hacia el frente.
"Acaba de aceptarlo, en verdad esta enojado ¿Nota como siempre tengo la razón?"- respondió triunfante la Princesa Vina ocupándose en contemplar el paisaje tan bello en donde se hallaban.
Y mientras se jactaba de su victoria sus pensamientos fueron interrumpidos.
"Eres odiosa"- dijo Albert disgustado al mismo tiempo que ordeno al caballo detenerse.
Oír esto, hizo que la Princesa Vina pensara mejor las cosas, por lo que intrigada y prestando mucha atención a los gestos de Albert, pregunto:
"¿Por qué esta "tan" enojado?"
Dijo, dedicando su preciosa mirada únicamente a los ojos azules de Albert, pero nunca se hubiese podido imaginar la respuesta.
"Hoy en la mañana pedí caridad esperando recibir pan y queso, pero en su lugar termine contrayendo nupcias con un princesa altanera a quien su padre ya no soportaba y lo peor de todo que continuo sin haber comido"-respondió Albert de manera sarcástica pero enfadada.
"Si es cierto lo que dice ¿Por qué consintió la locura de mi padre si únicamente aspiraba sobras de comida?- dijo la Princesa Vina con deseos de bajarse del caballo y regresar corriendo hasta el reino de Gilmore.
"Fui lo suficientemente tonto como para contraer nupcias contigo, pero no soy estúpido, no desafiaría la voluntad de un rey"-respondió Albert sencillamente pero luciendo una amplia y obsequiosa sonrisa.
"Que yo recuerde, enfrente del Cardenal, mi padre y yo, renuncio a la oportunidad de convertirse en rey; entonces si es lo que pronunció"- dijo la Princesa Vina con altivez mientras grácil mente se acomodaba el cabello.
Sin embargo, su atención fue atraída por la enorme franqueza que Albert exhibió luego en sus palabras, por lo que se le quedo viendo muy confundida.
"No todo es ostentar joyas, tierras y títulos de nobleza, hace falta que la gente crea que los has merecido"-dijo Albert sutilmente entusiasmado.
"Habla como mi padre lo hacía ¿Acaso mientras arreglaba el equipaje que no me permitió traer, se pusieron ambos de acuerdo para amargarme el resto de la vida?- pregunto la Princesa Vina completamente harta pero haciendo sin pretenderlo, muecas muy graciosas.
"Yo trabajo solo, pero gracias por preguntar"- respondió Albert mucho más despejado que lo que pudiera nunca aparentar la Princesa Vina.
Y terminada esta para nada armoniosa conversación, continuaron su camino siguiendo una notable vereda que desde lo lejos, daba la impresión de que se dirigían a un reino de ensueño.
"Este paisaje es realmente fantástico ¿De quién es este bosque de cuento de hadas?"- pregunto la Princesa Vina increíblemente emocionada.
"Es del Rey Pico De Loro"- respondió Albert sin prestarle importancia.
Pasadas dos horas comenzaron a transitar junto a enormes sembradíos, en donde la gente trabajaba con ahínco bajo el intenso sol.
"Estos plantíos lucen realmente fructíferos ¿A quien pertenecen estas tierras tan fértiles?"-pregunto la Princesa Vina con notable admiración.
"Pertenecen al Rey Pico De Loro"- respondió Albert tranquilamente, apartándose de la frente un poco de cabello que le estorbaba la vista.
Y casi cayendo la tarde, dejaron el sendero que conducía hasta el pueblo para dirigirse a una pequeña choza que se hallaba apartada y sola a mitad de la nada. Pero inevitablemente, a esa distancia la Princesa Vina pudo distinguir un inmenso y esplendoroso castillo que en la vida creyó posible existiera.
"Ese castillo es el más grande y majestuoso que jamás haya visto ¿Quién es el dueño de tan impresionante palacio?"- pregunto la Princesa Vina con desmedida tristeza puesto que ella tendría que pasar toda su vida en una diminuta y abandonada choza.
Instantes antes de recibir una respuesta, Albert descendió del caballo y amablemente la ayudo hacer lo mismo y estando de pie juntos, despreocupado le respondió:
"El Rey Pico De Loro es su dueño"
E inmediatamente, la invito a entrar a su vivienda. Un lugar pequeño sin ventanas, chimenea y muebles; con viejos cacharros esparcidos en el suelo y teniendo sobre el polvoriento piso una cobija de pieles que con imaginación podría servir de cama.
Irresistiblemente, la Princesa Vina mientras contemplaba con la mayor de las penas su nuevo hogar, no podía evitarse pensar:
"Todo eso hubiese sido mío de no haberlo ofendido"
Y en un instante, la Princesa Vina lloró.
Continuará...
