-Argh! Pero qué idiota soy!- pensaba Hermione.

No podía dormir, a penas cerraba los ojos haciendo el intento recordaba a Draco.

Se puso unos pantalones y una chaqueta y se fue decidida a dar un paseo. Necesitaba despejarse, encontrar una manera de tirar todo al olvido. Salió por el retrato de la Dama Gorda, y bajó por las escaleras cambiantes. No le importaba si la descubrían infringiendo las reglas, nada le importaba. Llegó a la puerta del Gran Comedor y pensó en entrar, pero no. Necesitaba respirar aire fresco, no quería entrar en aquel lugar en donde miraba todas las mañanas, tardes y noches a la persona causante de su sufrimiento. Decidió salir del castillo, quizás así se encontraría con Hagrid y podría charlar con su híbrido amigo.

-Pero, quién estará despierto a estas hora?- se dijo.

Se me fue con el sol, sin hablar sin un adiós
no recuerdo ni su cara ni su voz.
Se me fue con timidez, con la luz del anochecer
ahora sé que no le supe comprender.
Se me fue sin avisar, no le pude acompañar
a su cita con la oscuridad
yo no sé si me extrañó, si al final me perdonó
sólo sé que ya no está.

Salió y miró la luna a duras penas, pues llovía a cántaros. Tantos recuerdos le traía, momentos maravillosos que vivió junto a ese hombre. Le extrañó que la luna no estuviera tan radiante como siempre, estaba como triste.

-Ja, claro. Se lo dije a Draco, el momento en que nos separaríamos sucedería esto.- comenzó a reflexionar con lágrimas en la mejilla.

Miró el lago, justo en aquel lugar donde le había comentado lo de la luna. Justo donde habían empezado a vivir ese tortuoso amor.

-Qué demonios...?-

A lo lejos vio un bulto oscuro en las orillas. Temió, pensando en que sería algo malo. Retrocedió tres pasos y dio media vuelta. Iba decidida a regresar al castillo e ir a buscar a la profesora Mcgonagall. Sí, eso haría... Pero algo de dentro de ella la hizo devolverse, debía descubrir qué era eso tendido bajo la lluvia. Se acercó cautelosa, y poco a poco lo extraño comenzó a tomar color. Era una persona, sí eso era. Se podía distinguir una mano tendida, unos pies disueltos, era un cuerpo, pero sin vida.

Su cara se llenó de horror, nunca había visto un muerto de tan cerca y tan sola. Su corazón se contrajo, su respiración se retuvo...

-Draco!.- dijo ahogadamente.

Sí, era él. Por más que quisiera, no estaba equivocada. Ese aroma tan varonil, ese cabello tan reluciente y ese cuerpo tan blanquecino...

-NOOOOOOOOOOOOOOO!!!!-

Se abalanzó sobre él. No, no podía estar muerto. Debía ser una broma, sí, eso era. Lo abrazó, su cuerpo estaba congelado, lo miró, su piel tomaba un color azulado. No podía creer lo que veía, no podía y no quería.

-Draco, por favor. No me hagas esto. Despierta- le dijo a las espaldas mientras lo golpeaba.

Al no ver reacción alguna, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Con todas sus fuerzas trató de darlo vuelta. Le costó hacerlo, pero consiguió su propósito. Lo que veía ahora era lo peor. Sí, si era él. Yacía sin vida con un cortaplumas sepultado en su pecho. Comenzó a dolerle el pecho. No podía respirar, aunque tampoco le importaba si no lo hacía. Estaba muerto. No daba señal alguna de vida. La sangre estaba esparcida por todo su cuerpo.

Lo abrazó, no podía creerlo, lo tenía tan cerca de su cuerpo, pero tan lejos de su alma.

-Oh, Draco, no me dejes. No te vayas, sin ti no puedo vivir. Sin ti no respiro, llévame contigo, te lo suplico.- gemía entre un mar de lágrimas.

Sí, debía hacerlo. Si él lo había hecho, ella también. Buscó en sus bolsillos, tratando de encontrar algo que acabase con su vida también. Sin embargo, no había nada más que un pergamino. Posó a Draco en el suelo, y registró sus bolsillos. Nada que la ayudara a parar ese martirio encontró. Solo portaba un pergamino, un pergamino doblado, un pergamino que decía Hermione.

Sin dudarlo un segundo más, lo tomó temblorosa y lo abrió. Secó sus lágrimas, aunque era inútil, porque de sus ojos seguían desprendiéndose millares de lágrimas.

Se me fue, tan normal, una tarde, un día más
tan fugaz que no le pude perdonar.
Me miró, sonrió, como iba yo a saber
que tal vez su sonrisa era su adiós.

Se me fue sin avisar, no le pude acompañar
a su cita con la oscuridad
yo no sé si me extrañó, si al final me perdonó
sólo sé que ya no está.

Hermione:

No sabes cómo me siento. Ayer tuve que acabar con el motivo de mi vida, con el suceso que ocasionaba mi palpitar, contigo. Debía hacerlo, tenía que hacerlo, aunque significara mi final. No podía exponerte, exponerte a una vida infeliz y en peligro. Te amo tanto, que no podía ocasionarte ese sufrimiento. Eres tan perfecta que cualquiera sería dichoso al estar junto a ti. Aunque créelo, nunca nadie te amará como yo lo hago. Tu perfección me llevó a otro mundo, donde yo podía ser yo, donde aprendí a decir te quiero con una mirada, donde aprendí a amar con solo caricias, donde aprendí a vivir. No sé mi destino, no sé si esta carta llegará a ti, solo sé que siempre, esté donde esté, estés donde estés, te amare como la primera vez.

Draco Malfoy.

El corazón de Hermione no podía más. Su existencia sin él no sería vida. Debía encontrarlo, no le importaba morir, no le importaba dejar a sus seres queridos, solo le importaba él, aquel hombre con quien aprendió que si hay amor, nada más vale. Miró el pecho de Draco, aún seguía saliendo sangre. Miró su mano, aún seguía temblando. No lo osciló más. Moriría para pasar al paraíso junto al hombre que amaba, aquel que murió de amor. Poco a poco llevó su mano cerca del pecho de Draco, debía coger el mismo cortaplumas y acabar con su vida...


Se me fue tan natural
como río al mar se va
se me fue de aquí a la eternidad
yo no sé si me extrañó
si al final me perdonó
solo sé que ya no está
lo que es peor

no volverá...

-Hermione!!!!!!!- chilló una voz.

Era Hagrid, un tipo semigigante, que la miraba horrorizada. Hermione del susto hipó.

-Qué demonios pasó?- gritó el híbrido cuidador de Hogwarts y amigo de Hermione.

-Draco.- a penas podía emitir algún sonido que no fuera un sollozo- Draco se mató.-