-Vamos al gran salón Herms, debes comer aunque sea un poco.- musitaba un angustiado Ron.

Hermione solo se limitó a mirar a su amigo. Aunque ya había pasado un mes del trágico suceso, la pequeña de corazón destrozado sentía como si hubiese sido ayer. No había comido en días, ni siquiera se había levantado, no tenía fuerzas para hacerlo. Los profesores de Hogwarts lo entendían, por lo cual no le habían puesto problemas para faltar a clases.

-Está bien- dijo una abatida Hermione. Así fue como comenzó a descender de su recámara, junto a uno de sus mejores amigos. No había gente en la sala común, solo un muchacho de ojos verde esmeralda. Era Harry, Harry Potter. Al ver a su amiga se sorprendió de lo delgada que estaba, inclusive se veía más arcaica. Fue rápidamente al encuentro con ella y la abrazó con todas sus fuerzas. Ésta se echó en sus brazos, llorando desconsoladamente. O tratando de llorar, la verdad es como emitía gemidos, pero no le caía ninguna lágrima.

Ron miró con perplejidad a su amigo, quien sostenía a la solitaria chica.

No estoy acostumbrado. Mi primer día sin ti,
que aún digo nosotros cuando estoy pesando en ti.
Cuando terminó el verano todo parecía bien.
Ahora pienso en todo eso que hablamos sin saber.

La pequeña Hermione aún no se recomponía, aún le dolía la partida de aquel ángel que la sacó de su monótono entorno. Sentía pena, sí, mucha pena de haberlo dejado partir solo. Sentía mucha rabia, sí, mucha rabia de que él la hubiera dejado sola. Y más aún, tenía miedo, mucho miedo de enfrentar sola al mundo, sin esa persona que la protegía de cuanto mal se le acercara, sentía miedo, miedo de tener que mirar al colegio y todos estos posaran su vista en ella. Sería la primera vez que enfrentaría a todos, pues la última vez que los vio fue para el funeral, segundos antes de desmayarse.

Que pronto te marcharías
sin ninguna explicación.
Quizás te parezca fácil
que soporte este dolor.

-No temas Hermione, nosotros estaremos siempre contigo.- la animaba Harry.

Así fue como a duras penas salieron por el orificio de la sala común. Bajaron sigilosamente las escalas, hasta encontrarse de frente a las puertas del gran comedor. Hermione tiritaba, mientras era sostenido por sus amigos. Ron la abrazó, porque sentía que la chica de cabellos enmarañados se desmayaría en cualquier momento. Sus piernas no la sostenían, a su cerebro no le llegaba aire, su corazón se detenía. Toda la culpa la tenía él, Draco Malfoy. Él la había enamorado para después dejarla sola, él la había hecho suya y prometido una vida juntos para abandonarla. Ella culpaba a él de todo.

Tomó unos minutos para la recompostura de Hermione, y ahí fue cuando Harry abrió las puertas del Gran Salón.

Curiosamente ninguna mirada fue dirigida a Hermione, todos hacían como si ella fuese invisible. Ni siquiera los profesores la miraban, era como si ella no existiera, ella no quería existir.

Olvidaste algunas cosas en tu rápido partir
y ahora son como tesoros que conservo para mi.
Nunca me dijiste nada a cerca de tu pasión:
seducir hasta ganarlo y después... decir adiós.
Sabías que te marcharías sin ninguna explicación.
Quizás te parezca fácil que soporte este dolor,
que cargue con tu dolor.

Se sentó en su puesto habitual. Ni siquiera sus más cercanos la miraban, lo cual estaba sumamente agradecida, no quería ser el centro de atención.

Comenzó a desayunar, no tenía ganas, pero la verdad es que sentía mucha hambre. Tomo su jugo de calabazas, cuando instantáneamente miró hacia la mesa de Slytherin. A primera impresión le pareció haber visto a Draco sentado ahí, guiñándole un ojo y gesticulando con la boca un "Te amo". Cerró los ojos, sabía que aquello era imposible. Abrió los ojos otra vez, y se encontró con un solitario puesto. Todo había sido una ilusión, un anhelo. Nadie ni nada se encontraba ahí. Miró a los alrededores y se encontró con centenares de Slytherins cabizbajos. Ninguno se reía, ninguno se burlaba de nadie, como era de costumbre. Bebió parte de su jugo de calabazas, le supo a algo sabor a metal. De repente una agria lágrima recorrió su mejilla. Sintió como fueron emanando muchas más. Llevó sus manos a la cara, no quería que nadie la viera. Quería desaparecer de ahí, irse lejos, marcharse junto a aquel muchacho de ojos grisáceos.

Porque este es mi primer día sin verte,
este es mi primer día sin ti.
Y la habitación se me hace gigante,
me siento tan pequeño si no estas aquí...
no lo puedo entender.

Harry no sabía qué hacer, Ron tampoco. La verdad es que nadie sabía. Todos estuvieron tratando de animarla durante un mes, pero solo conseguían llantos como respuesta. Todo le recordaba a él, todo giraba en torno a él. De pronto, Hermione sintió como unos brazos la envolvían. Sintió calor, por primera vez en mucho tiempo que lo sentía. Se sintió aliviada, no quería ver quién era la persona causante de esto, quería pensar que era él.

-Hermione, debes venir conmigo- musitó una conocida voz.

La pequeña, aún con los ojos cerrados, no lo podía creer. Sí, era Draco. No cabía duda alguna, por fin se iría con él. Era la primera vez que se sentía feliz desde hace un poco más de un mes.