No, nada ni nadie me pertenece salvo el argumento. Hace falta que diga más? no, verdad? Déjenme en paz!

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Una semana después de la llegada de Hogwarts, Privet Drive número cuatro.

Un corpulento de proporciones paquidérmicas apaleaba a un delgaducho joven de unos 16 años.

Golpe

-¡¡¡Maldito subnormal!!! (había pasado de a-normal a sub-normal con una facilidad pasmosa) ¡tú tienes la culpa de todas nuestras desgracias!

Puñetazo en la boca del estómago y posteriores patadas en el abdomen.

El muchacho no reaccionaba, permanecía consciente pero no daba muestras percatarse de su entorno.

Evidentemente, estoy hablando de Harry Potter, a quien supongo que ya conocerán, por lo que no voy a explayarme en su descripción tanto física como psíquica. Este año había vuelto después de terminar su quinto año de la escuela de magia de Hogwarts, no obstante, y pese a haber obtenido unas calificaciones bastante buenas, el chaval había vuelto con una depresión y un trauma difíciles de borrar: había perdido a su padrino, única figura que constituía para él su auténtica familia, por haberse dejado engañar por el que hacía quince años le había arrebatado a sus padres.

Desde que llegó Harry no había dado más muestras de vida que la cama sobre la que se pasaba el día tumbado, consumiéndose de culpa y odio hacia sí mismo, en muchas ocasiones había intentado suicidarse, pero le faltaban fuerzas para ello, no era capaz de acabar con aquello por lo que sus seres queridos habían dado sus vidas.

Su único consuelo era su lechuza Hedwig, ya que suponía que por orden expresa de Dumbeldore, ninguno de sus amigos podía enviarle ninguna carta, mucho menos pasarle información de lo que sucedía en el mundo mágico: ¿es que el viejo decrépito no había aprendido nada del año pasado? ¿es que no se daba cuenta de lo mal que lo estaba pasando? Y encima la empresa de su tío había pasado a pertenecer a un Holding americano y le habían rebajado el puesto, por lo que el cuasi-esférico marido de su tía se ensañaba con Harry culpándole de todas sus desgracias.

¿Dónde estaban Moody el resto de la orden del Fénix? Habían amenazado a Vernon con aparecer en su casa si trataba mal a Harry y todavía no habían dado señales de vida... El señor Dursley se dio cuenta de esto después de meterle el primer puñetazo a Harry, podríamos decir que "sin querer", estuvo tres días histérico perdido hasta que se dio cuenta de que ningún mago de estrafalario ojo iba a venir a saldarle las cuentas, son lo que los maltratos se convirtieron en algo casi diario.

¿He dicho que el único consuelo del moreno ojiverde era su lechuza?, perdón, debo añadir que lo era hasta que el no menos voluminoso primo de Harry la hizo explotar encerrándola en su jaula con un paquete de petardos muggles, ése fue el único momento en el que Harry dio muestras de seguir siendo humano, el dolor añadido a su ya grande desgracia hizo que intentase detener y agredir a su primo, pero la debilidad consecuente de la poca nutrición a la que se había sometido le jugaron una mala pasado y acabó inconsciente y con 150 kgs. de Dudley saltando sobre su esqueleto.

No parecía que Harry fuese a llegar vivo a principios de septiembre... y a sus ojos tampoco habría nadie a quien le importase... el día 31 de Julio amaneció como el resto de su repetitivo verano: paliza, trozo de pomelo (la dieta al parecer ahora sólo le incumbía a él), paliza, a la cama. Ésa había sido su rutina y no parecía que nada la fuese a cambiar... hasta que en el momento de salir el sol en ése su décimo sexto cumpleaños, con los primeros rayos del alba, el aún dormido Potter vio sus sueños de pesadilla alterados por una repetitiva música... primero en orden ascendente y luego bajando hasta llegar a un punto en el que volvía a subir, entretejiendo las nuevas notas con los ecos de las anteriores creando una melodía que se prolongaba hasta el infinito sin aparentemente repetirse en ninguna escala, aunque sin variar los tonos.

Harry pensó que ya había perdido totalmente la razón... ¿no le bastaba con su propia culpa, las palizas por parte de los que, según Dumbeldore, eran su única protección contra Voldemort, y con la más absoluta indiferencia por parte de los que hasta el momento había considerado sus amigos? ¿ahora además tenía que soportar una irritante musiquita? aunque pensándolo mejor... no era en absoluto irritante, de hecho, le relajaba y libraba del peso que llevaba atenazándolo desde hacía mes y pico...

-¿Quién... qué eres?- corrigió su respuesta aún medio dormido.

-Sssshhh...- le susurró una voz... o lo que parecía ser una, pero que en realidad estaba compuesta por varias, unas masculinas y otras femeninas, pero todas pertenecientes a la misma frecuencia...- Has sufrido mucho... demasiado... el destino impuesto por los magos te ha marcado desde tu nacimiento y ha hecho de tu vida un infierno... ya es hora de que sólo tú dirijas tu vida...

-¿Quiénes sois?- volvió a preguntar Harry, ahora casi histérico, ya que había comprobado que realmente estaba hablando con alguien.

-Si te sirve de algo te diremos que somos los Ainur... los Valar si lo prefieres, pero eso no te dice nada, por lo menos no de momento, ya tendrás tiempo de informarte al respecto- la voz proseguía el diálogo sin que la melodía se interrumpiese.- Hemos venido a darte la capacidad de decidir por ti mismo, de romper con la profecía que fue establecida hace quince años. ¿Qué nos dices?, ¿aceptas?

-Yo...- Harry aún no se podía creer lo que le estaba pasando.- ¿Cómo sabéis de la profecía?- que él supiese, nadie aparte de Dumbeldore y él sabían acerca del contenido de ésta...

Una de las voces que componían el portentoso coro se quebró de la risa... automáticamente el resto de ellas paró su cántico para reprocharle:

-¡Tulkas!- le regañó una voz claramente femenina.- ¡No ves que estamos en plena oda! Haz el favor de comportarte.

-Juajuajuajua...- una profunda voz masculina fue remitiendo la risa- lo siento...¿habéis visto lo que ha preguntado el pimpollo ése?

¿Pimpollo? ¿a qué venía todo eso? ¡Él quería que prosiguiese la música!

-¡Eh, eh!, venga, volvamos a lo nuestro- les arengó una voz con mayor autoridad.

De nuevo Harry se vio sumido en esa agradable modorra de antes...

-Y bien pequeño Potter, ¿aceptas nuestra muestra de generosidad hacia tu persona?- lo sacó de su paz la potente voz de antes.-¿estás dispuesto a seguir los patrones que establecimos para los hombres hace milenios? ¿esos patrones que hoy en día permanecen olvidados y han sido suplantados por la burocracia y la corrupción?

-¿Y qué patrones tendré que seguir?- al parecer este diálogo estaba reavivando al antiguo Harry, aquél que desafiaba cualquier cosa que no entendía y que estaba siempre dispuesto a llevar la contraria.

-No seguirás otro dictado que no sea el que te indique tu propia naturaleza. Simple y llanamente serás tú mismo. Como en seguida podrás comprobar, nadie hoy en día se comporta de esa manera, todos aparentan ser lo que no son o asumen responsabilidades con tal de evitar su yo interior.

Tras unos escasos segundos de silencio, Harry tenía más que decidido cuál sería su respuesta.

-Acepto.

Después de eso la razón se le nubló... se vio inmerso en un torbellino multicolor, similar al de los transportadores, pero a la vez diferente, su cuerpo no se había movido de la cama, pero él viajaba por un plano distinto no sabía hacia donde. La música subió de volumen, tronando a su alrededor y haciéndole perder todavía más al sentido de la oriéntación.

-Allá va...-fue lo último que escuchó.

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El primer sonido que rasgó el silencio de Privet Drive fue el de una garganta cogieno aire como si hubiese permanecido largo tiempo bajo el agua... seguido de unas toses y grandes bocanadas de aire.

-¿Qué coño hace este mocoso?- se oyó de la habitación contigua.

Al ser las paredes muy delgadas, cualquier ruido que Harry hiciese era automáticamente detectado por sus tíos, y los gemidos y gritos de Harry con sus habituales pesadillas habían sido, hasta el momento, otro de los motivos por los que Vernon se encargaba de "disciplinarle".

Se oyeron los pesados pasos de su tío hacia su habitación... maldiciendo en contra del chico y todo lo relacionado con él... cagándose en su lechuza muerta y en sus utensilios escolares.

Cuando el señor Dursley entró en la habitación el panorama era el de siempre: su sobrino desparramado encima del duro colchón (las sábanas habían desaparecido hacía tiempo) con cara de angustia... pero una cosa hizo detenerse al bigotudo y bípedo porcino: los ojos de Harry brillaban con inusitado resplandor... y la cicatriz de su frente había sido... "borrada" y en su lugar había otra, visible entre los rebeldes mechos de negro azabache pelo: un flamante ocho tumbada brillaba en destellos azules, rojos y verdes, al tiempo que la al principio asustada expresión de Harry daba paso a otra... una mueca de venganza y odio acumulado en absoluto tranquilizadora.

Esto era maravilloso... Harry se sentía capaz de tocar el cielo... no sabía quiénes eran los Ainur ésos, pero le habían concedido un don y no iba a desaprovecharlo... mantendría su promesa y sólo sería fiel a sus propios preceptos... y encabezaba su lista de prioridades abandonar su miserable existencia en Privet Drive... no sin antes dejarles un recordatorio a sus despreciables habitantes.

¡Plof!... antes de darse cuenta de lo que había pasado, Harry se encotraba de pies, con el puño extendido en el lugar en el que antes se erguía su tío... que en esos momentos se desplomaba en el rellano de la escalera, con una vara metálica que había cogido para azotarlo y el cuello girado en una postura que en el mejor de los casos definiríamos de "antinatural".

Deshecho el más inmediato de sus problemas, y sin un ápice de culpa, procedio a recoger sus cosas, forzando con la vara metálica (que quitó de la flácida mano de su tío) la puerta tras la cual estaban encerradas. En ésas estaba, plegando sus túnicas con esmero y apilándolas unas encima de otras, cuando la señora Dursley, extrañada con la ausencia de su marido, salió al pasillo.

El consecuente alarido debió de terminar despertando al ceporro de su hijo, que también salió al pasillo, soltando no un chillido, sino más bien un mugido al ver el cadáver de su padre con la lendua fuera, mirándolos con inerte expresión.

Automáticamente ambos intentaron escapar... craso erros... Harry no había dejado de plegar sus túnicas, y se sorprendió a sí mismo, cuando, con sólo desearlo, bloqueó todas las salidas de la casa, incluída la ventada en la su prima se había atascado él solito.

-Querida tía, estimado primo- les dijo, desencajando la bola de sebo del orificio en la pared.- Dadme las gracias, vais a pagar en unos pocos segunos lo que me habéis hecho en años.

Y dicho esto tomó su reducido baúl (ya sé que es un tópico, pero resulta mucho más cómodo) y se encaminó fuera de la casa.