De nuevo por estos rumbos!!!!!!! Estoy a pocos días de irme a la p´laya y decidí subir este capítulo antes de lo pensado. En este tercer capítulo, ya se notan un poco mejor las parejas, se entienden algunas cosas y surgen nuevas dudas.

Mis más sinceros agradecimientos a las persoans que me han dejado sus comentarios y espero que lo sigan haciendo, así sea para reclamarme o quejarse.

Pues ya saben cual es la advertencia, pero por si hay algún despistado: este fic es slash. Por el momento no es nada gráfico, pero espero que capten la sutileza de "por el moemnto". Más adelante habrá lemon y cambios y de todo. Si no te gusta este tema, mejor será que no leas el fic.

Disclaimer: Nada me pertenece, todos los personajes son de Rowling (a excepción, claro está, de Daniel Spencer) No gano nada con esto aparte de alejar el aburrimiento.

Condenados: capítulo 3

El primer ataque

Severus Snape estaba encerrado en su despacho, rodeado por los vapores suaves y tenues que emanaban de los calderos, hipnotizado por los burbujeos de la poción. Ese era el ambiente que más le agradaba, el de estar solo haciendo lo que le gustaba, nunca era tan feliz como cuando pasaba largas horas mezclando ingredientes y creando nuevas fórmulas. Recordaba su época de estudiante en que era la burla de los "rebeldes" de la escuela, Potter y su tonto grupito de fracasados, que parecían dedicar sus vidas a molestarlo. Y ahora tenía que aguantar al hijo.

Pero había algo en el joven Harry que lo confundía. No podía precisar que era lo que causaba que en su mente se dispararan mil ideas diferentes (que nada tenían que ver con odio) mientras trataba de convencerse que en verdad el chico no le importaba.

- ¿Severus?- la voz de Lupin lo sacó de sus ensoñaciones, trayéndolo bruscamente a la realidad.

El hombre-lobo estaba de pie en el umbral de la habitación, apoyando todo el peso de su cansado cuerpo en el marco. La muerte de Black le había calado más hondo incluso que las de James y Lily. Tal vez era porque con el último merodeador que le quedaba, se esfumaba también esa vida utópica que habían compartido los cuatro, dando paso a una realidad que le costaba trabajo aceptar. Junto con su amigo de infancia se marchaban los días alegres y los amaneceres esperanzadores. Ahora sólo le quedaba esperar su final de la manera más estoica posible y tratar de apoyar a Harry en todo lo que pudiera.

- Dime.

- Nada es sólo que... quería pedirte algo- Remus no se molestó en esperar a que el otro hombre dijera algo, continuó hablando monótonamente- Cuando yo no esté, prométeme que cuidarás a Harry.

- ¿Dé qué demonios estás hablando, Lupin?

- Sólo promételo.

- No se te vaya a ocurrir hacer ninguna estupidez. Eso es de cobardes y...

La frase murió en sus labios cuando la boca del otro profesor los selló con un beso. Podría decirse que no fue un beso, sino sólo un topón lento para callar a Severus. Cuando el hombre de cabellos castaños se apartó, Severus sintió en sus labios el sabor amargo de la sangre. Con sorpresa, los rozó con la punta de los dedos. Sangre fresca, espesa.

- Yo no voy a hacer nada. Le prometí a Sirius que aguantaría hasta el final y cuidaría de Harry y eso haré.- la voz de Lupin sonaba decidida- Pero mi muerte está más cerca de lo que creen. Y necesito saber que dejaré a Harry con alguien que lo proteja.

- Lupin...

- Calla, Sevvie. Sé que puedo confiar en ti.

Sin decir nada más, Remus se marchó, con pasos inseguros y tambaleantes, como de quien camina en dirección a su destino. En cierta forma, cada paso que Remus daba era un paso hacia la muerte. Ya no había vuelta atrás y sólo le quedaba esperar.

Severus lo observó desaparecer por el pasillo, una sombra del joven que fue algún día, un hombre que no quería vivir. Sea lo que sea que tuviese Remus, debía de haber una cura física para la enfermedad. Pero si él no había recurrido a algún especialista y lo mantenía en secreto, era porque quería morir. De una u otra manera, se estaba suicidando. Más encima, contaba con que Severus protegería a Harry, el hijo de su mayor enemigo, de aquel que había hecho su vida imposible. " Pero también es hijo de Lily... y por ella eres capaz de cualquier cosa ¿No es cierto, Severus?" Tal vez era eso lo que tanto le atraía del chico ("Ya lo admites ¿eh?") el hecho de que sus ojos tenían el mismo color verde apasionado que tenían los de la que alguna vez fue su gran amor. Pero muy en el fondo, Severus sabía que había más razones. Sólo que le daba miedo encontrarlas.

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Diciembre se presentó en todo su esplendor aquella mañana, dos del mes, cuando los habitantes del castillo se despertaron para encontrarse con una gruesa capa de nieve por todos lados. El lago parecía un hermoso espejo; su superficie congelada era un espectáculo digno de ser admirado largo rato.

Harry paseó cerca de una hora por los terrenos escarchados, dejando que los suaves copos de nieve resbalaran por su cuerpo, sin importarle el frío ni nada. A pesar de llevar tan sólo un sweater delgado, el muchacho no sentía frío. Estaba hipnotizado por el ambiente invernal, por los susurros navideños que estaban cada vez más cerca. Embobado como estaba, no percibió la sombra que lo seguía desde hacía un rato, hasta que tuvo encima a Blaise Zabini lanzándole bolas de nieve.

- ¡Hey!- alcanzó a gritar antes de verse obligado a tirarse al suelo esquivando los ataques- ¿Quieres jugar sucio? ¡Pues jugaremos!

No recordaba haberse sentido así de libre desde hacía mucho. No era la misma alegría cálida que lo invadía cuando estaba con Ron y Hermione. Esta dicha era muy diferente, semejante en cierta forma a la fiereza pasional de las llamas de un incendio, o a la brutalidad enérgica de una ventisca. Era algo que lo llenaba y lo hacía sentir un niño, ese niño juguetón que nunca pudo ser.

- ¡Tregua!- gritó Blaise mientras caía bajo una avalancha de veloces ataques.

- ¡Tendrás que rogar para que te deje ir!

Volvió a atacar con más fuerzas, doblándose de la risa al ver como el chico frente a sí caía ante el impacto de una precisa bola en su frente. Con súbita inspiración, se arrojó encima, aprisionándolo contra el suelo frío, obligándolo a debatirse inútilmente.

- ¿Vas a rogarme?

- ¡Piérdete!

- Así es más divertido... - antes de que su víctima reaccionara, Harry lo levantó cuidadosamente y dejó entrar por el cuello del sweater, nieve a la espalda de Blaise.

- ¡Ahhhhhhhhhh! ¡Maldito seas, Harry!

Mientras que su amigo forcejeaba por sacarse de la ropa aquella nieve, el Niño que Vivió se acostó a su lado en la nieve. El cielo estaba nublado, se veía pálido y espectral, como un espejismo brumoso en el desierto. Una brisa fresca corría por todo el colegio, azotando capas y bufandas contra sus respectivos dueños, un vientecillo frío que no alcanzaba ser helado, dejando una sensación agradable en los acalorados rostros de los muchachos.

- ¿Qué haces afuera con este frío?- preguntó Harry luego de un rato.

- Podría hacerte la misma pregunta.

Lo que más le molestaba con respecto a Blaise era la costumbre de responder siempre cosas ambiguas. Una pregunta llevaba a otra y así (sin que Harry tuviera una sola idea clara) terminaban hablando de los grandes misterios del universo.

No demasiado lejos, escondido apenas por la sombra de un árbol, unos ojos grises los observaban. La normal actitud en esos ojos era la de fría arrogancia y altivez soberbia, pero ahora no había nada de eso. El rostro pálido parecía endulzado por una expresión de ternura increíble que lo atacaba al observar a esos dos. Los Malfoy no se caracterizaban precisamente por su buen corazón, ni mucho menos, pero Draco acababa de descubrir que muy en el fondo tenía sentimientos. Que escondida detrás de un montón de basura snob, había un alma.

Una ligera sonrisa, sutil como mañana de primavera, se formó en la comisura de los labios. Como le gustaría poder ser parte de todo aquello... pero no. Sabía que eso podría arruinarlo todo. Perdería esa magia y ese encanto característico. Él con su amargura y orgullo Malfoy podría corromper toda esa alegría e inocencia y con eso se marcharían para siempre esos momentos. Mejor quedarse viéndolos de lejos. Harry no se merecía ver su amistad tierna y dulce destrozada por un ser que aún no aprendía a amar.

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Estaban los dos en cómodo silencio, sentados la orilla de ese lago congelado. No necesitaban las palabras, preferían conservar esos momentos de paz un poco más antes de seguir con las jugarretas. Blaise descansaba su cabeza en el hombro de Harry y este a su vez apoyaba la suya en el tronco roñoso de un viejo sauce que le lloraba sus penas al lago.

- ¿Qué se supone que pasa con el calamar gigante en estas fechas?- preguntó repentinamente Harry, rompiendo el silencio. Blaise gruñó por lo bajo.

- Ni la más mínima idea. Nunca me lo había preguntado. Mis neuronas no son tan capacitadas como las tuyas que se preocupan por cosas de orden tan superior.

- Eres un tonto ¿Estás consciente de eso?

Fue un sonido similar al que se produce cuando golpeas suavemente dos copas, lo que los interrumpió. Un ruido delicado, casi una música, un ligero trizamiento en la noche. Entonces ocurrió.

La superficie del lago pareció estremecerse, como agitada por un remolino inexistente. El grueso hielo que protegía sus profundidades se quebró de lado a lado, como una enorme cicatriz que lo hería. Las copas de los árboles en el bosque prohibido se agitaron y el rumor de voces que se alzaban llegó a los oídos de los sorprendidos muchachos.

- ¡Harry, corre!- susurró Blaise asiendo rápidamente el brazo de este, arrastrándolo en frenética carrera.

Sombras con figura humana se hicieron sólidas en la superficie rota del antes espejo. Decenas de encapuchados levantaron los rostros cubiertos por máscaras blancas, con sincronización ideal. De las profundidades del Bosque Prohibido nacieron otro par de decenas, que se arrastraban a paso lento por el pasto, sin hacer el menor ruido.

- ¿Cómo demonios entraron?- chilló Harry anonadado mientras que Blaise lo metía de un tirón dentro del castillo.

- ¿Dónde diablos queda el despacho de Dumbledore?

Asombrado por la frialdad calculadora en la voz de Blaise, Harry trató de responder, pero su atención fue desviada por las figuras que se acercaban imponentes hacia ellos. Albus Dumbledore, alto y delgado como siempre, con una fortaleza que no había estado presente en el primer día de clases; Severus Snape, Remus Lupin, Minerva Mc Gonagall y un hombre que tenía todas las trazas de auror. Atrás de todos ellos, como si de una sombra se tratara, venía el profesor Daniel Spencer.

- ¡Harry!- la voz de Remus expresó todo el asombro que sentía- ¿Qué haces aquí a esta hora?

- Las explicaciones para después, Remus- dijo Daniel observando al chico Potter. "Tiene los mismos ojos azules de..."

- ¡Váyanse a sus respectivas salas comunes, niños!- exclamó el director.- Los refuerzos no tardarán en llegar, pero habrá lucha. Esta noche será muy larga.

- Si es que alguna vez termina- comentó ácidamente el auror- No creo que vaya a haber muchos amaneceres para nosotros.

Harry quiso gritarle a ese hombre que las esperanzas aún estaban vivas, que todos ellos juntos podían hacer algo y que tal vez no estarían en guerra de no ser por tipos estúpidos como él con ideas tontas, pero Blaise lo llevó arrastrando de ahí, obediente al mandato de Dumbledore. No alcanzaron a alejarse mucho cuando las puertas del castillo se abrieron, dando paso a una multitud de mortífagos. Zabini no se hizo esperar y lo sacó corriendo de allí.

- ¿Qué crees que haces Blaise? ¿Por qué huyes como una rata a esconderte?- gritó Harry fuera de sí, viendo el escudo que formaban los profesores ante el ataque.

- Esto no es huir, Harry. Sólo trato de salvarte.- sin mucha ceremonia, lo empujó dentro de un aula vacía.- Tu eres lo más importante aquí Harry. No importa si yo u otro de nosotros morimos: es a ti a quien busca Quien- Tu- Ya- Sabes y eres tú el único que puede salvarnos.

Harry lo observó boquiabierto. Nunca le habían dicho tan directamente los hechos, y una lágrima se escapó de sus ojos al recordar a Sirius. Él también había pensado algo así.

- Blaise, no...

- No salgas de aquí, Harry. Tengo que ir allá. Recuerda que entre los que están atacando está mi padre y debo demostrarle que estoy con ellos. Y no te preocupes: si habrá amanecer.

Salió corriendo, dejando a un muchacho de ojos verdes clavado en su lugar, tratando inútilmente de no llorar. ¿Qué es peor que sentirse inútil en una guerra en donde están muriendo todas las personas importantes para ti?

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Contra toda idea pesimista, el día llegó. Los mortífagos habían irrumpido por todo el castillo y aún se buscaba el método empleado para surgir de la nada. Harry había dicho todo lo visto durante la noche y eso no había ayudado a aclarar para nada.

Las víctimas no habían sido muchas. Como Harry puntualizó, ese era sólo una advertencia, una demostración de que el Señor Oscuro había vuelto con tantas fuerzas como antes y estaba dispuesto a todo con tal de tener al mundo en sus manos. Los aurores habían llegado al poco rato de comenzado el ataque y habían conseguido replegarlos y para suerte de los contendientes del castillo, no habían muertos. Algunos alumnos que recibieron feroces golpizas o maldiciones poderosas estaban aún inconscientes, pero no había nada que lamentar. Además, no habían tocado a Harry. Este estaba furioso.

Sentado al borde de una cama en la enfermería, veía dormir con el ceño fruncido a Blaise. Había sido herido (no se sabía si por un mortífago o por un auror que lo creyó del otro bando) y aún dormía pacíficamente. Un feo corte le cruzaba la mejilla hasta el borde de la ceja, tenía dos costillas rotas y el ojo amoratado.

Otro que había sido herido de un modo bastante feo, era Draco Malfoy. Un auror lo había atacado con un desarme y luego con algún hechizo aturdidor, que lo dejó con el saldo de seis costillas rotas, el brazo roto y la pierna rota, aparte del labio partido. Severus Snape sólo tenía el brazo un poco dañado y como decía él, una jaqueca de los mil demonios. El director era otra historia. Se veía más demacrado que antes y derrotado como una vela derretida. Remus Lupin sólo se sentía un poco cansado.

Harry no encontró en ningún lugar a Daniel Spencer. Alguien por ahí le dijo que no había sufrido ningún daño y que probablemente andaría en su despacho.

Si con sólo un amague de ataque se encontraban en esas condiciones, Harry no quería encontrarse en una batalla verdadera y vendrían otros muchos ataques, él lo sabía. Muchos hasta que llegara el día de enfrentar su destino: la batalla que era sólo de él y de Voldemort.

Notas de la Autora = Déjenme un review!!! Cualquier comentario, una crítica, sugerencias, que sé yo. Ya saben que hacerme conocer mis errores es la única forma de eliminarlos y mejorar.

Besos a todos y nos vemos.