Capítulo dedicado a mi querida amiga Fabiola. En un principio de la historia este capítulo no existía, pero tanto me molestó sobre que pintaba Draco en esta historia pues lo agregué. Es más bien explicativo, espero que les guste.
**Sí, sí, ya saben. NADA es mío (que más quisiera yo un Draco o Remus o Sirius...) TODO el mundo maravilloso y mágico de Harry Potter es de J.K. Rowling, aparte del personaje original Daniel Spencer (que tampoco me vendría mal). No gano nada con escribir esto. **
**Esto también lo saben, pero por si no se han dado cuenta o están perdidos. Este fic es slash, lo que significa que trata sobre temática homosexual y que además contendrá escenas gráficas dentro de poco. Si este tema no te gusta, no lo toleras, eres menor de edad, eres homofóbico, sensible o cardíaco, no lo leas. **
Después de tantas aclaraciones y advertencias, a lo que venimos, el sexto capítulo del fic.
Antes. El séptimo capítulo "Compartiendo la soledad" ya llevara escenas gráficas de slash, si bien no demasiado fuertes por el momento, pueden ser consideradas lemon (creo). Si quieren que lo suba mañana, déjenme reviews (eso es medio chantajista).
Condenados: Capítulo 6
Cicatrices de tiempo
Narcissa y Lucius Malfoy se casaron apenas ella salió de Hogwarts. Lucius le llevaba dos escasos años de adelanto, pero se conocían desde niños y sabían que sus destinos estaban unidos.
Habían sido presentados, si es que a eso se le puede llamar presentación, a la tierna edad de ocho años en la niña y diez en el chico, cuando se les comunicó la maravillosa idea de que se casarían cuando fueran grandes. Eran sólo unos niños, sumisos ante la voz autoritaria de sus padres, cargando en sus espaldas el fardo de poderosos apellidos.
Narcissa era de procedencia francesa y aún conservaba en su voz el delicado acento que tanto caracteriza a sus compatriotas. Era una muchacha de exquisita belleza, largo cabello rubio, piel blanquísima y grandes ojos celestes; porte elegante como de princesa, buena alumna, pianista maravillosa, amable con todos. Realmente provocaba admiración a su paso, mientras las chicas la veían pasar con envidia. Durante su paso por Hogwarts nunca tuvo novio. No era porque no se lo pidieran, sino porque ella seguía las órdenes al pie de la letra. Era la prometida de Lucius Malfoy y no podía andar haciendo tonterías con otro chico por ahí. Conversaba mucho con su "novio" y a decir verdad se llevaban bastante bien, de vez en cuando salían a pasear por Hogsmeade o a dar una vuelta por el lago. Pero su relación era fría, estrictamente profesional, como de quien cumple un contrato.
Lucius por su lado pertenecía a una de las más antiguas familias de magos de toda Gran Bretaña. Era un joven en extremo educado, frío y orgulloso, elegante hasta la punta de los pies. Usaba el cabello platinado largo hasta la mitad de la espalda, atado casi siempre en una coleta para que no le estorbara; ojos oscuros e inexpresivos, penetrantes; complexión atlética aunque delgada. Asiduo, como toda su familia lo había sido, a las Artes Oscuras. Era muy conocido en los altos círculos sociales por sus grandes cualidades de orador, por no mencionar que tenía el suficiente tacto y sentido común como para lograr todos sus propósitos. Tenía mucho éxito entre las mujeres, pero él no demostró nunca ningún interés especial en alguna de ellas. Tuvo compañeras nocturnas, pero ninguna logró pasar más allá del alba. Simple y llanamente, la mente de Lucius estaba para cosas más importantes. De no ser porque sus padres lo habían organizado todo, él jamás se habría casado con Narcissa. Y no era que la chica le cayera mal. Sólo que era sólo una mujer, una niña mejor dicho y él no tenía demasiada paciencia. Pero sabía que debía casarse con ella, por lo que cada cierto tiempo la invitaba a salir, para poder acostumbrarse desde entonces a pasar tiempo con ella.
El matrimonio fue todo un evento social. Las fotos tomadas salieron en todos los periódicos y revistas importantes del mundo. Porque la pareja que formaban Lucius y Narcissa era de las más bellas que se habían conocido. Ambos hermosos y ricos, con una sonrisa de felicidad en los perfectos rostros, tomados de la mano, bailando el vals. Las más importantes familias de magos de todo el mundo (porque los Malfoy jamás aceptarían a un sangre sucia en su fiesta) enviaban sus regalos y felicitaciones, todos veían pasar a los jóvenes rumbo al altar emocionados ante la magnificencia.
Por dentro, el matrimonio era un simple arreglo económico. Después de la primera noche de casados, cada uno dormía en su propia habitación y ocupaba su propio baño. Se encontraban sólo en algunas comidas, durante las cuales conversaban de alguna banalidad trivial, que en sus voces adquiría el colorido del hielo. No se hablaban más de lo necesario y jamás trataban temas de interés personal entre ellos. Lucius tenía varios amantes, la mayoría jóvenes desconocidos, que pasaban a ser uno más en la larga lista del hombre; Narcissa llevaba una simple y célibe vida de viuda, asistiendo a cuanta fiesta apareciera en su camino.
Hasta que empezó a notarse su embarazo y junto a su esposo, comunicó a la prensa que esperaba su primer hijo, para luego encerrarse, dispuesta a pasar los siguientes meses recluida en la Mansión Malfoy. Narcissa veía con triste amargura como su vida estaba perdida. No tenía nada más que hacer aparte de dar luz al hijo de Lucius que llevaba en sus entrañas y acabaría para siempre su misión en el mundo. A pesar de siempre haber sido muy fría y reservada, Narcissa tenía grandes esperanzas de enamorarse alguna vez y ser correspondida. Su matrimonio truncó todos sus sueños de niña romántica. Desde antes de que naciera, Narcissa odió a su hijo.
El hijo heredó la belleza gélida de sus padres. Cabellos rubios platinados casi blancos, ojos gris acerado, piel blanca como mármol. Su padre lo llamó Draco y se dispuso a hacer de él el más digno Malfoy posible.
Desde pequeño que Draco tenía el entrenamiento de un mortífago adulto. Su tierna niñez coincidió con la caída en picada del Lado Oscuro por un niño de su misma edad y Lucius, furioso y amargado, lo crió odiando al salvador del Mundo Mágico, Harry Potter.
De mañana, Draco se despertaba para recibir clases teóricas de Artes Oscuras. Estas se las dictaba un viejo mago de quien nunca supo el nombre, escuálido y arrugado, de ojos incoloros. Las más horribles pesadillas del niño fueron protagonizadas por el anciano, que en sus sueños llegaba para matarlo con las técnicas que el mismo le enseñaba. A la edad de ocho años, Draco era capaz de utilizar el Cruciatus sin tener ni el más leve remordimiento. Al mediodía, Draco almorzaba. Por lo general su elfo doméstico, Dobby, le llevaba la comida a su pieza. En sus primeros años, Draco trató de pasar tiempo con su madre, acompañándola en los desayunos o en los almuerzos, tratando de llamar su atención. Pero muy pronto se dio cuenta de la verdad. Su madre no lo quería. Por lo general, al verlo, hacía como si él fuera invisible o ignorándolo. O en el peor de los casos, mirándolo con el más hondo de sus desprecios. A pesar de preguntárselo una y mil veces, Draco no se explicaba el porqué.
Ya entrada la tarde, llegaba la hora más dura para el niño. Era cuando su padre o, a falta de este, su padrino Severus, se dedicaban a poner en práctica lo aprendido durante la mañana. Enfrentamientos desiguales (desde el punto de vista de que enfrentaban a un niño de escasos años con un adulto) se llevaban a cabo en los enormes jardines de la Mansión. Recibía varios Cruciatus y otros hechizos de tortura en pocas horas, para que luego lo dejaran tirado en el suelo inmóvil. Se suponía que debía levantarse solo, pero Dobby siempre se escapaba de las cocinas, así recibiera mil azotes, y lo ayudaba.
A menudo Draco se preguntaba como sería tener otro tipo de vida. Que se sentiría ser, en vez del hijo de un cruel mortífago, el héroe al que todos querían, Harry Potter. Tal vez podría descansar por las noches sin ser acosado por las pesadillas, o tal vez su madre lo querría aunque fuera un poquito más.
Su vida pasaba lentamente, entre ríos de sangre y llantos ahogados por la almohada, sin que el niño pudiese hacer nada por detenerla. Su infancia se fue sin siquiera haberla tenido, mientras que veía como las Artes Oscuras eran su único futuro.
Un día, Draco se atrevió a rebelarse contra el dominio tiránico de su padre. Por esas fechas, no tenía más de 10 años y se preparaba para su pronto ingreso a Hogwarts. Aún permanecía en él algo de la tibia inocencia que cualquier niño posee y su alma conservaba la imagen idealizada de un padre severo pero que lo amaba. Todavía creía que el ambiente que lo rodeaba era bueno, y su mente se negaba a razonar con respecto al asunto. Quería ilusionarse un rato más pensando que tal vez tenía una oportunidad de ser feliz. Con dulzura en la vocecita aguda, Draco preguntó a Lucius porqué él tenía que pertenecer al lado oscuro. Preguntó que tenía ese famoso Lord Voldemort como para obligarlo a pertenecer a sus filas. La respuesta nunca llegó. Draco permaneció seis días en cama por dudar de las órdenes de su padre, mientras las heridas de su cuerpo y alma comenzaban a cicatrizar. Pero siempre quedan huellas.
Antes de partir a Hogwarts, su padre tuvo una seria conversación con él. Draco había esperado que el motivo fuera el de desearle suerte en su primer año, tener una charla paternal por única vez con él. Pero no fue así. Esa reunión entre padre e hijo tenía un fin técnico. Debía acercarse a Harry Potter, de modo de poder informarle todo el tiempo de lo que pasaba por su cabeza. Tenía que tener cuidado de no hacer ninguna estupidez, pues Su Señor necesitaba de toda la ayuda necesaria para hacer caer a su Perdición. La misión de Draco era ayudarlo a tener a Harry en sus manos.
Por eso, al conocerlo, se encandiló por completo ante la imagen de angelical niño bueno que Harry emanaba. No parecía tan poderoso como su padre decía. Por el contrario, parecía lleno de inocencia y candidez, cosas que Draco jamás pudo poseer. Quiso ser su amigo, pero por el peso de su apellido fue rechazado. El rechazo, por algún extraño motivo, le dolió más incluso, que el de su propia madre.
Si antes lo odiaba, ahora simplemente aborrecía el apellido Malfoy que lo alejaba de
ese adorable niño que parecía ser su única salvación.
Su espíritu Malfoy, un instinto del que nunca se pudo separar, le obligaba a comportarse de manera arrogante frente al chico Potter, escondiendo la herida que había dejado su rechazo en el frágil corazón. Actuó como el resto de los Slytherin, atacando todo el tiempo al joven, recibiendo así severos castigos de parte de su padre por haber desobedecido. Pero ya no había nada que hacer.
El Draco inocente y frágil murió junto con los primeros insultos de parte de Harry. El chico se construyó una pared alrededor de su corazón y de ahí no saldría nunca. Sólo le quedaba esperar a que la muerte llegara para arrebatarle la vida que nunca vivió.
0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
Draco no despegaba sus claras pupilas grises del techo de su habitación. Hacía frío, lo notaba cuando al hablar un vapor blanco escapaba de su boca, pero él era inmune a ese tipo de cosas. Se le veía relajado, cuando en verdad su mente estaba acribillada de preguntas sin respuesta aparente.
Medianoche de un helado veinte de Febrero. Un mes bastante aburrido a juicio del chico. No había pasado nada demasiado emocionante en el último tiempo. A decir verdad, nunca pasaba algo realmente interesante en su vida. Como cada vez que tenía insomnio, su mente fue a parar a Harry Potter. ¿Qué era lo que le encantaba de ese chico? Había un no sé que en los ojos verdes que invitaba a acercarse, a descubrir a fuerza de besos que era lo que se escondía tras la sonrisa de ángel.
Tal vez era eso. El encanto de lo opuesto y lo prohibido. El demonio Draco Malfoy versus el ángel Harry Potter. Tal vez era el hecho de que Draco sabía que jamás sería suyo, que jamás podría probar sus besos lo que lo obligaba a seguir amándolo en secreto. ¿Qué de cuando era amor? Probablemente desde el primer día en la tienda de túnicas.
Blaise se estaba demorando más de lo normal. Le gustaba verlo llegar sonriente, rodeado por el halo de perfume característico de Harry, que comenzaba ya a ser parte del Slytherin. Fingía estar dormido mientras le observaba entrar sigilosamente al cuarto, a la vez que se imaginaba lo que hacían esos dos cuando estaban solos.
Al pensar en Harry y Blaise juntos un sentimiento extraño le oprimía el pecho. No eran precisamente celos. Era más bien envidia de saber que Harry confiaba en Zabini como nunca haría con él, que se divertían jugando juntos de un modo que él jamás disfrutó ni de niño. Envidiaba a Blaise por poder pasar horas y horas seguidas en compañía del ángel de sus sueños, por poder abrazarlo, confortarse en su cálido pecho, compartir una amistad que era más que eso. Oh, sí. Draco veía como la relación de los dos chicos pasaba más allá de ser amigos. No eran pareja, eso estaba claro; pero la confianza y la cercanía que se tenían les permitía intercambiar pequeños besos a escondidas o jugueteos de seducción que no dejaban de intrigar al rubio. ¿Qué se sentiría tener un amigo así de cercano?
Pesaroso, Draco se levantó de la cama y salió de la habitación. Atravesó desganadamente el pasillo hasta llegar a la Sala Común de Slytherin. Estar ahí le causaba escalofríos. No era un ambiente precisamente hogareño el que reinaba en las mazmorras; muy por el contrario, la visión de todas esas serpientes y tonterías de Artes Oscuras le traía a Draco el recuerdo de su propia casa. Y algo que ciertamente no tenía nada de calor de hogar era la Mansión Malfoy. Se sentó en uno de los sillones de cuero verde y observó pensativo las danzantes llamas de la chimenea. Parecían bailar burlándose de él.
"¿Dónde diablos está Blaise cuando se le necesita?" Nunca había sido demasiado cercano a Zabini, pero se podría decir que compartían una relación cordial. A veces estudiaban juntos o hablaban en medio del bullicio en la Sala Común. Pero a Draco no le gustaba establecer lazos demasiados cercanos, por lo que se conformaba con tener con quien hablar inteligentemente de vez en cuando (Goyle, Crabbe y Pansy no contaban en su aristocrática mente para conversar).
Suspiró de un modo bastante audible, acurrucándose como mejor pudo en el pequeño sillón. Abrazó sus rodillas, escondiendo el rostro en un enredo de piernas y brazos que le otorgaba cierto calor.
0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
El año que más costó a Draco fue el primero. Se vio obligado a seguir lo que parecía ser una tradición familiar que era la de tener siempre al lado a un par de gorilas, llamados Crabbe y Goyle. Ambos chicos parecían hacer sus mayores esfuerzos en hacer que Draco perdiera la paciencia una vez cada tres segundos, siempre lentos en sus razonamientos, rezagados en entender cada frase ingeniosa o irónica. Draco no tardó demasiado en desesperarse.
Se escapaba de ellos con tanto ímpetu como el que ellos ponían en seguirlo. La única meta en la vida de aquel par de idiotas era la de estar al servicio del flamante heredero Malfoy. En el corazón gélido de Draco un sentimiento muy parecido a la lástima se forjó, obligándolo a aceptar a aquellos como una especie de guardaespaldas personales.
Por otro lado, no podía faltar la tonta niña enamorada de él. La belleza especial y distante del chico le proporciono unas cuantas, de entre las cuales destacó una que parecía dispuesta a lanzarse por un barranco si él se lo pedía. Una chica alta, robusta, de rostro de facciones duras y rectas, una mandíbula fuerte, rodeado por abundante cabellera rubia y un par de ojos sorprendentemente azules. Pansy Parkinson, quien dedicó su vida a demostrarle cuanto le gustaba. Eso a él simplemente le enfermaba. En su mente de niño de once años se repetía sin cesar el recuerdo de un chico bajito, de cabellos negros y ojos verdes.
A pesar de estar rodeado de personas que lo idolatraban, Draco se sentía en exceso solo. Pasaba largas horas acostado en la cama, por la pura frustración de saber que al salir sólo vería una vitrina de rostros falsos, odiosamente cínicos. Se encerraba en la habitación y no permitía pasar a nadie, ponía un hechizo silenciador y daba rienda a su llanto. Era un niño todavía, al que se le había impuesto una tarea demasiado pesada: ser adulto.
En clases se le podía denominar como un buen alumno. Brillante en lo que le gustaba, fastidioso en lo que no. Nunca hasta llegar a Hogwarts se había preguntado sobre que quería hacer de su vida después de su séptimo año. No se veía soñando como el resto de los niños de su edad con ser auror o medimago. No tenía particular interés en nada (si se exceptúa a Harry Potter, claro) y la vocación parecía tener vacaciones constantes en él.
A la hora de elegir algunas materias optativas, su mente quedó en blanco. Con rapidez se apuntó a las más difíciles que halló, sabiendo que al tener la cabeza ocupada con cálculos y fechas le serviría para distraerse un poco. Sus amigotes se inscribieron en exactamente lo mismo, a pesar de que estaba claro que reprobarían. En un último arranque de parte de algo más fuerte que su raciocinio, Draco se inscribió también en Cuidado de las Criaturas Mágicas, consciente de que su declarado archirrival también lo haría. Se sentía culpable de realizar cada acción pensando en la reacción de Harry Potter, pero no lo podía resistir.
Violento, irónico, sarcástico, hasta con toques de sadismo a veces, era una descripción bastante acercada de lo que Draco llegó a ser. No se detenía a pensar en los demás y a decir verdad tampoco en sí mismo. Sólo le importaba mostrar una idea de hombre fuerte que no se doblega ante nada, para que el resto no viera sus debilidades y las usara en su contra. Odiaba a todo lo que había sido su vida hasta entonces, al recuerdo vaporoso de su madre, a los golpes bajo la mano de su padre, a sí mismo. Odiaba a aquel ángel que apareció una vez en su camino, sólo para hacerlo más difícil y duro de seguir, sabiendo que él no estaría allí.
Y así se creo una adicción al sentimiento más puro y primitivo que conoce el ser humano: el dolor. Se sometía a intensos dolores físicos sólo para olvidar los de su alma, cortando su piel, desgarrando la carne pálida de su cuerpo. Cuando por las noches las pesadillas llegaban, utilizaba cualquier objeto cortante que encontrara a mano. Al amanecer un sencillo hechizo limpiaba la sangre y era como si nada hubiera pasado. Pero así como las cicatrices de su corazón permanecían intactas y sangrantes, las de su cuerpo siempre estaban ahí, recordándole lo que era sufrir.
Trataba de permanecer solo el mayor tiempo posible, lo máximo que le permitieran sus guardaespaldas entre que iban a buscar comida y volver, para no tener que infectar a los demás de esa dolorosa soledad que era solo suya. Por eso era mejor haber sido rechazado por Harry. Así nunca él sufriría por haber mezclado su inocencia con un ser moribundo que sufría más que alma en pena.
La única persona en la que remotamente confiaba era en su padrino. Severus Snape le infundía un sentimiento de seguridad que su padre nunca logró transmitirle y acostumbraba ir al despacho del hombre por las tardes, en donde se quedaban sin hablar, conscientes de que no estaban solos y sin querer romper la conexión entre ellos. Para Draco el ideal de padre ya no existía, pero Severus llegó a ser más un amigo que otra cosa, alguien a quien contar los más profundos tormentos y, a pesar que nunca recibió consuelo de ese hombre frío, se sentía mejor al tenerlo a su lado, apoyándolo siempre.
Aún así nunca le dijo sobre el pequeño ángel que invadía sus pensamientos todo el tiempo.
Sí, sí. Es medio raro este capítulo ¿No creen? Es que fue para hacerles conocer mejor al chico rubio malvado y frío, porque se comporta así, etc. Y otra cosa: es verdad, tengo una manía con poner a Harry comparado con un ángel. Me suena romántico.
Ahora, las respuestas a los reviews:
MARIA-JONAN: Ya sabes, yo encantada de contar con tus consejos. Que bueno que te guste como he puesto a Blaise, la verdad es que tenía un poco de miedo de haber exagerado demasiado pronto (créeme, ese es el comienzo de mi exageración en el concepto amistad) pero supongo que si te gusta estará bien. Ya más adelante Blaise seguirá haciendo de las suyas. Y Daniel, un verdadero misterio ¿No? Ojalá y te haya gustado este capi. Besos a ti tb.
Cloe-Clow: Hola!!!!!! ¿Por qué Harry se fue llorando? ¿Es posible que alguien haga eso luego del beso con Sev? Es un crimen, pero fue porque él sentía que había hecho algo malo (claro, después de pasarlo bien se da cuenta) ¿Verdad que Blaise es lindo? Estoy tratando de desintegrar la impresión de antipático que muchos tienen con él. Lavender no es una mala chica, sólo es algo descerebrada. Espero que te haya gustado este capi, espero tu opinión. ¿Cómo quedó tu cabeza después de este capi?
Latifa: Holas! ¿Qué tal? ¿Te gusto este capi? Muchas gracias por tu review. Tu pregunta con respecto a estos dos niñitos. ¿Sólo amigos? No lo creo ¿Y tú? Tal vez más adelante puedas esclarecer ese aspecto de la relación, ya que lo iré trabajando más. Besos y espero te guste este capi y me dejes tu opinión.
Kat "la gata" basted: Holitas! Pues eso parece, mira que Blaise está bastante cariñoso con Harry. Lo de Draco, supongo que lo entendiste en este capítulo, que fue explicativo y más que nada para no perderme yo misma en la historia. Remus... lo amo y no quiero que sufra. Tu idea con lo de Daniel y Remus me ha gustado y se me ocurrió agregar un capítulo con ellos dos... siendo más cercanos ¿Se entiende? Jijiji. Pronto verás que sucede con ellos. Besos y espero que te haya gustado este capi.
Catalina Malfoy: Opino lo mismo, Blaise es encantador, aunque en lo de Ginny... lo siento... pero odio a esa pelirroja. No sé porque, es algo extraño a juzgar por los hechos, pero nunca he podido soportar a Ginny como la pareja de Harry. Por eso notarás que no aparece mucho por aquí y metí a Lavender. Es que era ella, Parvati o Cho... por eso la escogí. Ese beso ha sido el primero, espera el capi 7. Besos.
Déjenme reviews. Ya saben que si logro una cantidad considerable, el siguiente capi estará mañana arriba.
Nos estamos viendo!!!!!!
The Kissie Aome: Gracias por tu apoyo. Ese beso que llegó bastante tarde (es verdad, cada uno besó por su lado y entre ellos ¡Nada!) traté de hacerlo lo mejor posible. Y la actitud de Blaisie-Pooh, es muy tierno y lindo. Ya verás más adelante que llegaran a ser más que amigos, pero que su relación también será con la confianza que hay entre hermanos. Supongo que después de leer este capítulo te quedó más claro lo de Draco ¿No? Besos.
