Debido a mi estado de excesivo buen humor, se me ha ocurrido una actualización de dos capítulos. Jejeje, tengo que celebrar que mi castigo ha sido levantado, que María me mandó las fotos de Sergito, que pasé de los 100 reviews y que mi venganza ha sido consumada.

Así que, dos capítulos para el día de hoy. Espero que una vez que los lean no deseen matarme.

** NADA del mundo mágico de Harry Potter es mío. TODO es de J.K. Rowling y yo lo utilizo sin ánimos de lucro. **

** Este fic es slash. Contendrá escenas gráficas de homosexualidad, algo de violencia, muertes, algunos personajes deprimidos. Si no te gusta, no leas. **

Condenados: Capítulo 12

Verdades inconclusas

Severus no recordaba conocer a nadie que interpretara los sueños. Claro, siempre estaba la charlatana de Trelawney para que le dijera que significaba su muerte irremediable, pero no estaba de humor como para escuchar sus tonterías. Lo que el profesor de pociones necesitaba era un clarividente capacitado, alguien con los poderes suficientes como para decirle porque le angustiaba recordar el sueño, porque sentía el alma hecha pedazos. Por qué tantas cosas. Tantas preguntas, cero respuestas. Odiaba a eso.

Abstraído en sus pensamientos y divagaciones, no notó como el chico que descansaba acurrucado en su pecho despertaba. Severus acariciaba distraídamente la frente serena, siguiendo la línea zigzagueante de la cicatriz en forma de rayo. Su cabeza seguía en el limbo de sus recuerdos y sueños y sentía la mente empañada, tal vez a causa del aroma característico de Harry. Un olor a pinos, miel, vainilla. Una mezcla confusa de aromas distintos, que daba un aura sutil al niño de cabello negro. Los ojos verdes sonrieron suavemente, mientras el chico trataba de acordarse donde estaba.

- Buenos días.- susurró a modo de saludo Harry, estirándose suavemente. Los ojos negros brillaron alegres, una ráfaga de felicidad cruzando el siempre serio rostro del hombre. Los rasgos rectos se suavizaron al tiempo que esbozaba una sonrisa. Amanecer con Harry en sus brazos... ¿Era eso posible? ¿O estaba soñando aún?

El chico se enderezó, sentándose literalmente en el regazo de Severus que se alegró ante la dulce cercanía. Harry observó algo turbado su propio torso desnudo, las ropas en total desorden por la habitación, el cuerpo tibio que lo sostenía. Sus mejillas adquirieron rápidamente el color de la grana, al tiempo que buscaba distinguir sus ropas. Y en su mente afloró veloz y quemante el recuerdo de su sueño. Con pesar, levantó la vista y observó los ojos negros. ¿Si él moría sería su culpa? ¿Por qué? ¿Qué tenía que ver él en todo ese asunto?

"Más de lo que crees." Pársel. Voz de serpiente.

- ¿Qué sucede?- Severus rozó con preocupación el hombro del niño, viendo como este regresaba a la realidad.

- Nada, nada. Estaba pensando que le voy a decir a Blaise. Ya sabes. Desaparecí ayer a media tarde y llegué en la mañana. No me va a creer que seguía en detención.- Harry pareció pensar unos segundos, al tiempo que un sonrisita se aparecía en sus labios.- A menos que estos sea parte de un original castigo...

- Puede ser... lástima que ya sea hora de levantarlo.- suspiró el hombre, acariciando los cabellos oscuros del niño.- Oye...

- ¿Sí?- Harry evocó con excesiva claridad la imagen sangrienta de su profesor de pociones en el suelo.

- Sabes que yo... quería... - ¿Por qué tenía que ser tan difícil? Ni siquiera sabía que era lo que quería decir. Sólo no podía dejar que se marchase con esa expresión desolada en el rostro como en su sueño... sueño.- Te amo Harry.

Una frase simple que dice tanto. Tres simples palabras que se pueden escapar en un suspiro. Tres palabras que transmitían más que todo un poema, despedían fuego y era una caricia de seda el oírlas.

- Y me gustaría que mantuviéramos... una relación. Ya sabes. No digo que vayamos a ser novios ni nada parecido. Es sólo que te amo demasiado como para estar lejos de ti. Pero si no quieres, yo lo voy a entender porque...

Una caricia suave lo calló. Harry sonreía abiertamente y acariciaba con la yema de su dedo índice los labios del hombre mayor. Sus ojos verdes relucían como gemas y las mejillas cargaban un rubor furioso.

- No diga más.- susurró y reemplazó con sus labios su dedo. Al instante soltó una breve y cantarina carcajada que caló demasiado profundo en el alma del hombre.

"¿Por qué tengo que amarte? ¿No es acaso más fácil mi vida sin ti? ¿Entonces porque no puedo dejar de verte y amarte con todas mi fuerzas? ¿Por qué no puedo simplemente dejarte ir, como si nunca hubiera pasado nada?"

- ¿Puedo decirte Severus? Es que, ya sabes.- Harry bajó la mirada mientras seguía evocando el cuerpo inerte de Severus y la sonrisa fría y calculadora de Malfoy.- Es difícil tutearte, pero sería ridículo que te tratara de usted, como si aún fuéramos sólo el profesor y su alumno más odiado.

- Er... supongo que sí.- Severus aún no terminaba de reaccionar sobre lo que pasaba.

- Aunque ahora que lo pienso Severus es un nombre muy... severo. Sí, eso. ¿Qué tal si te digo Sev?- Harry detuvo su charla nerviosa y miró a su acompañante que había abierto desmesuradamente los ojos y sus labios se movían sin que de ellos saliera ningún sonido.- O.K. no es necesario que pongas esa cara. Comprendí que no te gustó. ¡Ya sé! Y me da lo mismo si te gusta o no. ¿Sevvie? ¡Sí! Suena muy lindo. Afortunadamente a mí no me puedes abreviar el nombre... sino ya veo la venganza.

"¿Por qué te empeñas en seguir con esto? Es inevitable que las cosas caigan por su propio peso, pero tú insistes en hacerlas volar más alto. Mientras más arriba lleguen más dura será la caída. Y el daño ni tú lo podrás remediar."

- Sólo quiero olvidar.- pensó el niño al tiempo que besaba con delicadeza al hombre frente a sí. La felicidad de éste era casi palpable y a medida que el beso se intensificaba Harry sentía como su alma se iba rompiendo. No era una mala pregunta la que sonaba sin cesar en su cabeza. ¿Por qué haces esto?

Sin hacer el más mínimo caso a la hora que indicaba el reloj y a las luces sinuosas del alba, las dos personas que yacían recostadas se poseyeron una vez más en el sofá, haciendo una mezcla de gemidos y placer el ambiente candente de la habitación. Una vez más Harry se dejó conducir por Severus a esa cima de placer tan anhelado, con la mente abnegada de sensaciones confusas. Había cariño, sí. Había pasión. Deseo. Había miedo. Había culpa.

- Draco... – gimió susurrante sin que Severus lo oyera, al tiempo que ambos se venían juntos. Ojos grises, alma de cenizas. Muerte. Él era el que llevaría a todos lo que eran importantes para Harry a una muerte precipitada. El nombre que se formó en sus labios en el orgasmo.

0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-

La vida transcurrió con excesiva y engañosa normalidad. Los exámenes surgieron y la fiesta de fin de año se acercaba. Todos murmuraban por los rincones, las chicas se emocionaban, los muchachos se ponían nerviosos. El ambiente era alegre para todos, menos para dos chicos de sexto año.

Harry estaba siendo atormentado por sus pesadillas. Ya no veía la muerte de Sirius, pero eso ya había dejado de ser un alivio. El sueño de la pared también había quedado atrás. Ahora las pesadillas eran cada vez más complejas y diferentes, Lord Voldemort parecía cada vez más poderoso, su mente penetraba de una forma más violenta cada día, logrando escuchar sus más secretos temores y usarlos en su contra. Cada vez más débil, el espíritu de Harry Potter agonizaba. Y siempre despertaba enredado en sus sábanas, la cicatriz de siempre ardiéndole, quemando bajo el flequillo de cabello negro. Y los ojos de tormenta siempre estaban ahí.

La magia que existió una noche lejana en la enfermería entre los dos mayores rivales del colegio desapareció. Nada es para siempre y las cosas buenas siempre se acaban pronto. En este caso fue así. Si bien no volvieron a pelearse en los pasillos ni nada de eso, su actitud era ahora más complicada.

Albus Dumbledore se agitaba debajo de sus barbas blancas, viendo con pesar la dolorosa indiferencia que se habían auto impuesto. Veía el miedo impreso en los ojos de los dos niños. Y el dolor era como un aura escarlata que los rodeaba.

Draco ya no se volvió a acercar a Harry. No podía, simplemente no podía arriesgarlo. Prefería mil veces verlo feliz lejos de él, si era necesario en brazos de otra persona, con tal de no verlo sufrir por su culpa. Después de esa noche fatídica en que sus sueños parecieron ser una advertencia, Draco dejó la amena cordialidad que había habitado entre ellos escasas horas. Y le dolió como una puñalada que Harry ni siquiera había tratado de oponerse. A decir verdad parecía como si él también hubiera tomado esa resolución. Y era mejor así, pues de ese modo no tenía que dar explicaciones ni verlo una vez más a los ojos. Sentía que iba a quebrarse por dentro si lo veía de cerca. Que no iba a poder soportar la tentación sublime de tocarlo y besarlo. Mejor dejarlo ser feliz.

El problema era que Harry no se veía precisamente feliz a ojos de Draco. En realidad se veía de todo menos feliz. A menudo a aparecía con ojeras y espectralmente pálido; con el cuerpo agotado y a la hora de las comidas apenas probaba bocado. No podía dejar de preocuparse.

0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-

La rutina nocturna esporádica (no siempre podía llevarla a cabo por el simple hecho de que las clases eran demasiado difíciles como para despreocuparse de ellas) de Harry era la de irse a acostar particularmente temprano, activando su varita a una hora en que todos ya estaban dormidos. Dormitaba vestido y con las cortinas de su cama cerradas por un hechizo hasta que la varita comenzaba a vibrar y hacer ruidos que sólo se podían escuchar dentro de la cama. Entonces salía sigilosamente, se cubría con su capa invisible y bajaba apresurado las escaleras. Muy pocas veces se encontraba con alguien en su camino por la Sala Común, pero en esos casos eran parejas que no eran capaces de escuchar el sonido apagado de sus pies por la alfombra.

Caminaba por los pasillos hasta llegar al ahora conocido tapiz verde y negro. Susurraba la contraseña (que en su corazón se oía como promesa de amor) y se encontraba con Severus. Todas aquellas noches eran parecidas. Hacían el amor a la luz de las antorchas de fuego verde de la alcoba del profesor y luego se dormían abrazados hasta que antes de que terminara de amanecer, la alarma les indicaba que era hora que el muchacho se marchara. Hablaban muy poco si era día de semana, pero era una rutina que los dos aceptaban y disfrutaban.

Nunca había habido alguna modificación hasta esa noche. Era viernes y hacía unas dos horas que se habían dormido. Los dos cuerpos compartían su calor, aún desnudos, abrazados, el brazo fuerte de Severus ceñido posesivamente a la cintura del niño, la mano de este entrelazando los dedos con los del hombre. Los labios y la nariz rozaban suavemente la nuca de Harry, acariciando con su respiración y aliento sosegados la piel suave y tersa. Pero Harry estaba algo tenso y de estar despierto Severus lo habría notado.

De pronto, Harry se despertó y miró con horror a su alrededor. Sus labios formaron una palabra que el adormilado hombre no alcanzó a escuchar y antes que Severus alcanzara a despertarse del todo el chico se levantó de un salto. Se vistió a toda prisa y recogió al pasar su capa de la invisibilidad. Su rostro estaba lleno de lágrimas, pero sabía que tenía que saber la verdad en ese momento.

0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-

Las paredes estaban cubiertas por un papel tapiz de suave color crema, que combinaba delicadamente con los muebles y decoraciones en colores claros. Había muy pocos cuadros, apenas unos cuantos que representaban bellos paisajes. Todo era perfectamente equilibrado, ningún exceso manchaba la pulcritud sobria de las habitaciones de Daniel Spencer.

Harry se sentía incapaz de controlar el rubor furioso que se había apoderado de sus mejillas desde que traspasó el umbral. No podía evitar sentir la mente en blanco, mientras que cierto mecanismo oculto lo hacía sonrojarse como colegiala.

Lo peor era que no tenía ninguna explicación de porqué estaba ahí. Ninguna que a oídos de su profesor de Defensa fuera a ser medianamente inteligente. O al menos eso le parecía al chico, que se había despertado completamente sudado, enredado en las sábanas de la cama de Severus, con la cicatriz ardiéndole. Las escenas de su sueño habían sido demasiada explícitas como para dejarlas pasar. Y eso lo había llevado a levantarse velozmente y sin dar una explicación a su confundido amante, salir corriendo por los pasillos, al tiempo que buscaba en El Mapa del Merodeador la manchita con el nombre de su profesor de Defensa. Necesitaba asegurarse de que Daniel estaba bien.

Ciertamente se veía bastante bien. ("Yo no pensé eso, yo jamás pensé eso...") el cabello castaño más desarreglado de lo normal, los ojos azules aún con cierto brillo adormilado y una bata de alguna clase de tela en color gris perlado. Un conjunto bastante perturbador a decir verdad.

Era un niño. De rodillas en el suelo, los ojos color zafiro clavados en un insecto brillante que caminaba elegantemente entre medio de la hierba. El cabello castaño caía como seda nueva sobre la frente blanca, los dientes asomaban blancos como perlas en la deslumbrante sonrisa. Las mejillas estaban arreboladas por la emoción y las manitas pequeñas estaban apoyadas en el césped verde.

- ¿Harry? ¿Qué sucede?- Daniel había esperado los últimos cinco minutos a que el chico hablara, pero su santa paciencia había cedido a la curiosidad. No todos los días uno de tus alumnos llega a las tres de la madrugada hecho un atado de nervios.

- Este, yo... profesor... lo que sucede es... - Harry comenzaba a desesperarse al no poder coordinar bien las palabras. Estas salían en desorden de su boca, sin que el cerebro pudiera procesarlas antes.- Verá usted...

Harry buscó con la mirada una salida. Ya no aguantaba los ojos inquisitivos del profesor, como tampoco se sentía capaz de seguir con ese dolor infernal de cabeza. Y las imágenes se golpeaban contra las paredes de su mente, haciéndolo sentir cada vez peor.

Antes de que la desesperación se manifestara físicamente en él, Harry observó al pasar un cuadro. Y lo volvió a mirar. Una tercera vista y el cuerpo entero le tembló. Una extensión verde impecable, la naturaleza en toda su majestad. Hacia el costado derecho del cuadro comenzaba a extenderse un bosque de altos y susurrantes abetos. Un bosque pintado con tanto realismo que casi se podía escuchar la fricción ronca de las hojas.

Se oían gritos lejanos, gemidos descontrolados y el niño alzó la cabeza, el brillo infantil de sus ojos muerto. Parecía reconocer la voz. El pánico se apodero del rostro sonrosado y los rasgos casi femeninos se contrajeron. Llanto irremediable que brotó de lo más hondo de su ser mientras comenzaba a correr en dirección a los gritos.

- Ese cuadro... –balbuceó Harry a la vez que señalaba acusadoramente el cuadro.- ¿Es de algún lugar que usted conozca?

Daniel dirigió su mirada, lleno de curiosidad, hacia el lugar que un tembloroso dedo le indicaba. Por los brillantes ojos azules cruzó una sombra de dolor que oscureció con sus alas la mirada ígnea. Un movimiento ligero y su expresión facial cambió por completo. De la sonrisa dubitativa y media dormida que había tenido en un principio, pasó a la más fría rectitud, sus labios apretándose hasta que perdieron color. Harry observó algo asustado la reacción del hombre ante su pregunta y volvió a mirar el cuadro.

- ¿Por qué preguntas Harry?- el chico no respondió, por el contrario siguió observando porfiadamente la conflictiva obra.- ¿Harry?

- Yo... por favor responda... es muy importante.- algo murió en sus ojos al tiempo que se decidía a soltar de una vez el maldito llanto que llevaba ahogado. La expresión mustia y perdida del chico conmovió hasta lo más profundo a Daniel.

- Yo... Ese cuadro lo pinté cuando era muy joven. Quería tratar de conservar los recuerdos. - dijo con voz clara.

Una mujer menuda, encogida en un oscuro claro del bosque. Su cuerpo enjuto temblaba sin control, mientras se aferraba la cabeza con ambas manos, gimiendo muy quedo a causa del dolor. Frente a ella, de pie, frío e imponente, un hombre. Alto, poderoso, destilando fuerza y poder por cada poro de la piel pálida. El cabello oscuro, las pupilas color ébano.

- ¿Qué pasó con su familia?- preguntó Harry luego de unos momentos eternos de incómodo silencio.

- ¿Mi familia?- una carcajada ronca y grave nació de los labios de Daniel. No había ni humor ni alegría en esa risa.- No lo sé. No lo recuerdo.

- ¿Cómo no lo recuerda?

- Ni siquiera sé como me llamo en verdad, Harry.- susurró quedo, sin querer levantar la vista para que su pupilo no viera los ojos brillantes y nublados por las lágrimas.

Los gritos de la mujer eran agudos, como si intentara reprimirlos por todos los medios. Pero era imposible, la sangre ya manaba de las heridas que se abrían como si un ser invisible rasgara su carne. Sus miembros iban perdiendo control, se iba convulsionando bruscamente, azotándose contra el suelo en espasmos del más cruel sufrimiento. Y la floresta reveló en ese instante una cabecita temblorosa y asustada.

- Profesor... – musitó mientras el dolor fulminante crecía en su cabeza.

El hombre de pie volteó a mirar a su joven presa. Un niño de apenas seis años, que temblaba de pies a cabeza, mientras en sus brillantes ojos refulgía la furia. Un niño valiente. La mujer soltó un último suspiro, dejando que el viento arrancase de su cuerpo su último hálito de vida, sin saber que a pocos pasos de ella, su hijo la veía, sabiéndose solo. La varita del hombre se dirigió entonces hacia él y apenas pudo escuchar lo que sus delgados labios dijeron. En la mente de Harry los gritos del niño parecían amplificarse, al tiempo que otras figuras vestidas de negro formaban un cerco en torno a las dos personas.

- Me gustaría poder saber como era mi madre. Hay veces que, en sueños, creo poder recordar su voz. Cantando. Pero al despertar soy incapaz de evocar una imagen por fugaz que esta sea de ella.

- Profesor... – Harry quería que Daniel se detuviera. Ya no podía soportar el dolor. Y horriblemente escucharlo le estaba provocando el mismo efecto que muchos dementores juntos. Los gritos de su madre.

- De pronto vienen a mi cabeza escenas complejas. Ese cuadro que ves ahí nació de eso, de la desesperación de saber que si no lo plasmaba en algo duradero podía volver a perderlo.

La voz de los hombres era un enredo en su cabeza al tiempo que los gritos de Lily Evans de Potter comenzaban a volverse estridentes. Harry no podía ver el rostro de su profesor, parecía como si frente a sus ojos tuviera una cinta que no dejaba de repetir escenas diferentes. El niño estaba en el suelo y gritaba. Los labios del hombre de ojos negros se movían de manera casi imperceptible. Lily protegía a su hijo. Uno de las figuras que rodeaban al niño y su atacante se bajó la capucha revelando su rostro.

- Un día desperté y estaba solo y abandonado y tenía ocho años. Nadie sabía quien era y me crié en un orfanato muggle, sin poder recordar siquiera mi nombre. Años después me adoptaron y desde entonces que soy Daniel Spencer. Pero no podría hablarte de mi infancia. Luego de visitas eternas a sicólogos y medimagos me diagnosticaron alguna clase de memoria selectiva, que me impidió durante años ver hacia atrás o poder formar recuerdos. Mi infancia es un rincón en blanco, como si mi mente hubiera dado un salto como quien pasa de hoja en un libro. Hay muchas situaciones que no recuerdo haber vivido... y otras que están en mi cabeza pero que nunca fueron...

No quería escuchar más. Sirius. Sirius. El único nombre que era capaz de hilar, las únicas seis letras que formaban un letrero nacarado en su cabeza. Sirius.

Mientras que Daniel se sumía en un mutismo duro y doloroso, Harry se levantó tambaleante. Sus ojos recorrieron la habitación sin verla y sin decir nada, corrió. Corrió lejos de los recuerdos, lejos del dolor.

Continuará...

Al siguiente capi respondo rev y todo eso. Espero les haya gustado y ahora a "Ecos del Final", capítulo 13.