Amado elfo Oz vencida

Quatre se dio el trabajo de repartir equitativamente el Draconus Potions entre los pontoneros mientras Trowa hacía denodados esfuerzos por ocultar el asco que le daba el verlos beber aquel líquido verde amarillento.

- ¿Dijeron que lo hicieron con escamas de Dragón? - preguntó Wufei tratando de distraer a Trowa y que no mirara el brebaje - el último de los dragones se encuentra en mi castillo muy lejos de aquí.

- Usamos una magia muy antigua para llegar hasta allí - dijo Dúo - Quatre habló con Shenlong y consiguió que le diera una buena cantidad de ellas para prepararlo.

- ¿Se las dio voluntariamente? - dijo asombrado - si ese dragón tiene un pésimo carácter, no peermite que nadie se le acerque excepto yo.

- Los elfos tienen un cierto toque con las criaturas mágicas - le dijo Heero viendo como el último de los pontoneros se reponía - ten en cuenta la manera en la que llegamos aquí.

- Debe ser cierto - dijo Trowa tomando aíre para calmar su alborotado estómago - esos animales parecían ser muy peligrosos.

- No, ellos son inofensivos, sólo les gusta aparentar que son malvados para que los humanos no les vayan a hacer daño o intenten usarlos con malos propósitos.

- Bien, los pontoneros están listos, amo - le dijo Quatre feliz - pueden trabajar en lo que usted disponga.

- Bien. Trowa, que tus hombres preparen una plataforma para ponerla sobre la zanja de barro para seguirlos a la cuidad antes que logren retomar sus posiciones. Zech, ten lista la caballería para que cruce la plataforma tan pronto toque el suelo. Wufei y yo nos encargaremos de la primera parte de la batalla.

- ¡Entendido! - dijeron los dos y corrieron a dar las órdenes respectivas.

Heero se subió junto a los centinelas al lado de uno de los cañones y Quatre y Dúo lo siguieron.

- Ustedes se bajarán tan pronto comencemos a disparar - les ordenó y miró la trampa de barro - está bastante oscuro como para que caigan en el truco, pero no den la señal hasta que hayan caído los primeros, no los alertemos - miró a Wufei del otro lado de la línea e hizo una seña - Dúo, ve y dile a Wufei wue no dispare hasta que yo dé la orden.

- Claro, amo - y partió corriendo.

- ¡Una Luz hacia el bosque! - dijo el centinela.

- Bien, esperen mi señal - miró a Quatre y este se bajó y se puso lejos, detrás de las líneas que habrían de ir al ataque junto con su hermano.

Una línea completa de antorchas se acercó para hacer puntería sobre la barrera de madera supuestamente desprotegida, pero al avanzar para ponerse en ángulo de disparo, cayeron al barro y apagaron sus fuegos.

- ¡Fuego! - ordenó Heero y se tapó los oídos con las manos, al momento se escuchó el tronar de la artillería de manera simultánea - ¡Arqueros, disparen! - ordenó mientras los servidores cargaban los cañones.

Traize ordenó que las compañías se detuvieran al ver que las primera línea caía aniquilada. Furioso se volvió hacia su gente ¿Cómo era posible que su brillante plan hubiese caído en tan terrible error? Alguien debía de haberlos alertado del ataque nocturno, pero no muchos sabían de ello.

Un nuevo tronar de cañones se sintió venir desde el improvisado fuerte y una lluvia de flechas los hizo retroceder un poco más.

- ¡Hicimos hablar al espía, señor! - dijo uno de los soldados de la retaguardia - ¡Uno de los elfos de Yui tiene el don de ver el pasado y el presente!

- ¡Maldición, él debe de haber alertado a Zech y a Trowa de nuestro plan!

- Pero él estaba en el palacio Yui, señor - dijo Lady Une - no se separaría de su amo, a no ser que el propio Heero Yui estuviera aquí.

- ¡Ordena a la reserva que regrese a la cuidad y retome las posiciones que abandonamos!- dijo Traize molesto - Bajen el ángulo de disparo y quemen la barrera, tanto los arqueros como los cañones se desplomarán.

Heero ya había previsto esta posibilidad antes de usar su magia y por lo mismo los cañones estaban soportados sobre una base especial, sabía que si el primer muro caía toda la defensa se podía venir abajo.

- ¡Linea de arqueros, listos para retroceder tan pronto empiece a arder el muro! - gritó para hacerse oír - ¡Trowa, que los pontoneros se apresten a salir protegidos por la infantería!

Las primeras flechas no hicieron mucho daño a la madera húmeda, pero poco a poco las flechas ardientes consiguieron prender la primera barrera de madera al irse secando.

- ¡Abajo! - Heero se bajó de un salto junto con todos los arqueros, pero la artillería siguió distarando - ¡Cuidado con la polvora, una chispa que le caiga y volaremos por los aires!

Trowa mantenía a sus hombres alerta en espera que callera su propia barrera mirando atentamente a Wufei que permanecía en lo alto junto a uno de los cañones vigilando las tropas enemigas.

- ¡Se estan replegando!

- Han ido a retomar posiciones a la cuidad - le dijo Dúo a Heero al verlo a su lado.

- Maldición - gruñó - ¡Trowa, a la carga! ¡Zech, salgan tras ellos! ¡Atento, Wufei, deten los disparos cuando salga la caballería!

La barrera cayó y los Pontoneros salieron corriendo cargando el "puente" seguidos de cerca por la caballería que se fue a la carga contra los arqueros que ibamn quedando rezagados mientras avanzaban hacia la cuidad tratando de evitar que retomaran las mejores posiciones.

- ¡Infantería, a la carga! - ordenó Heero - ¡Nosotros entraremos por los costados de la cuidad! - miró a Wufei que se bajaba de una de las "torres" - ¡Los arqueros vienen también conmigo, ocúpate de apagar el fuego y de desmotar los cañones!

Heero se puso al frente de sus hombres espada en alto y cruzó el puente junto con ellos.

- ¡Que tus hombres ayuden a desmontar los cañones! - ordenó a Trowa - y bájalos de la colina para apuntar sobre la cuidad en caso que no se rindan.

A la distancia se escuchaba el estruendo de la batalla, Traize había alcanzado a retomar las posiciones, pero la defensa se había organizado a la rápida y se las veían fea con las caballerías de Noin, Barton, Piscraft y Yui dirigidas por Zech que hizo que los hombres formaran una especie de abanico que se fue abriendo rápidamente para ponerse fuera del ángulo de disparo de sus cañones. Lanzó a su propia caballería al ataque y logró frenarlos, pero de pronto se escuchó un grito.

- ¡Infantería bajando por los costados de la colina!

- ¡Yui! - gimió Traize - ¡Infantería de la primera línea, al ataque!

Heero hizo detenerse a su infantería y desplegarse en pequeños destacamentos desplegados también en abanico y en oleadas sucesivas que se fueron al ataque de frente mientras su comandante se mezclaba entre ellos para tratar de llegar al propio Traize

Pero Traize estaba preparado para este ataque y ordenó a los arqueros disparar sobre ellos, alcanzando a las primeras líneas, pero las siguientes empezaron a penetrar sus defensas.

- ¡Arqueros, al ataque también! - gritó Heero también.

La lucha duró varias horas y aquello le dio tiempo a Trowa y a Wufei de ubicar los cañones, sin embargo no entraron en combate ya que el combate se había hecho generalizado entre las tropas de ambos bandos y que Heero estaba en medio de la batalla según les dijo Dúo angustiado.

La caballería retomó nuevamente su formación del inicio, la caballería de Oz estaba vencida, pero aún había resistencia dentro de la cuidad y nadie sabía dónde estaban Heero y Traize.

Amanecía y Reelena estaba en un país extraño, en un lugar donde nadie la conocía y no podía hacer uso de la magia que le había robado a aquella bruja, estaba bloqueada de seguro por los poderes de Heero, se dijo furiosa. Pero lo que realmente le extrañaba era que la hubiese soltado, lejos, pero libre al fin y al cabo ¿cómo? Tal vez había muerto y ahora no tenáin rey en su tierra y nadie que protegiera a los elfos malditos.

- Perdone, señorita - le dijo un joven desde su alto caballo - Usted es extranjera ¿verdad? - le sonrió.

- Soy Reelena Piscraft - se presentó haciendo una típica reverencia cortezana - la hermana del príncipe de ese reino.

- Se encuentra muy lejos de ese reino, señorita - le sonrió nuevamente desmontando - yo soy Erick Ludock, príncipe regente de este reino.

- Mucho gusto - sonrió ella, aquel chico le parecía aún más guapo que Heero Yui y, lo mejor, era más accesible que este y más simpático, además de ser oficialmente regente.

- Estoy perdida y no tengo dinero para regresar a mi casa - le dijo apelando a sus buenos modales - de seguro mi hermano debe de estar preocupado porque no regreso.

- Siendo usted una princesa, debo ayudarla - le tendió la mano- la invito a quedarse unos días en mi castillo, luego yo mismo la llevaré de regreso a su hogar, una dama tan hermosa como usted no debería andar sola por allí, alguien podría robársela.

- ¡Ay, que cosas dice! - se cubrió la cara avergonzada verdaderamente - nunca me habían dicho palabras tan halagüeñas y bonitas.

- Si yo no fuera un caballero, lo habría hecho - le sonrió.

La infantería de los aliados regresaba lentamente a donde sus comandantes los esperaban. Zech había regresado hacía bastante rato ya junto con las cuatro caballerías y vigilaba atentamente la cuidad al lado de Trowa que trataba de evitar que los elfos entraran a la cuidad a buscar a Heero.

- ¡El amo está en problemas! - le reclamaba el trenzado - dejenos ir, señor Trowa, debemos ayudarlo.

- Heero me encomendó que los cuidara y no se van a mover de mi lado hasta que él no regrese - replicó molesto.

- Se nota que son primos, los dos son igual de testarudos - dijo el trenzado - ¿Acaso no ve que fuera de su reino y sin nosotros cerca su magia vale un bledo? Y apenas comienza a amanecer, nosotros no tenemos los nuestros para llegar a donde él.

- Conmigo están a salvo - insistió.

- Claro que no, especialmente ahora que la señorita Reelena está libre - replicó Quatre molesto - el amo el día de ayer le quitó el conjuro que la mantenía prisionera y quedó libre, aunque no sabemos dónde.

- ¿Y por qué hizo semejante cosa? - los miró Wufei.

- Nosotros no conocemos los motivos, simplemente conocemos los hechos - le dijo Dúo - nosotros no tenemos idea, no nos ha explicado nada.

- Y anda detrás de Traize - dijo Zech - espero que éste no sepa que Heero se encuentra indefenso y sin magia.

- Bueno, lo de indefenso lo pondría en duda - dijo Wufei - recuerda que siempre ha sido el soldado perfecto y no da muestras de dolor o de agotamiento ante nada, aunque no tenga ni una gota de magia.

- Amo - susurró Quatre llamándolo - ¿dónde se encuentra?

- Amo - lo imitó Dúo - ¿por qué no regresa?

Heero seguí luchando contra el propio Traize espada contra espada, sabía que no podía usar su magia dado que estaba demasiado lejos de sus elfos y ellos no podían proyectarla hacia él porque aún no amanecía, sin embargo, podía luchar con sus propias fuerzas, no por nada le habían apodado el soldado perfecto y corazón de león. Pero las fuerzas comenzaban a menguar y el par de cortes que le había hecho Traize durante la pelea empezaban a afectarlo aunque no tratara de aparentarlo.

Lady Une herbía de ira al no poder ayudar a su amado gobernante, pero hacerlo lo haría enfadar y eso era algo que en verdad no quería. Sin embargo, ella estaba preparada para atacar a Heero si hería a su gobernante, incluso hasta matarlo.

Heero había notado la presencia de Lady Une muy cerca de donde peleaba con Traize, sabía que era muy peligrosa, no por nada era coronel de sus ejércitos, pero él era más astuto que una serpiente y había conseguido poner a Traize de espaldas a ella usándolo de escudo por si ella intentaba algo contra él.

Las espadas se cruzaron por enésima vez y saltaron chispas hacia todos lados. Heero retrocedió un paso vigilando la espada enemiga y se dio cuenta de algo, la espada de Traize se estaba destemplando, un golpe más y se partiría, aunque su espada no estaba en las mejores condiciones tampoco, se dijo al mirarla. Giró la espada en su mano y puso el lado más dañado hacia arriba atento al menor descuido de Traize para sacar el cuchillo de la "compasión" de su cinto, no quería ultimarlo, simplemente rendirlo.

Traize se apoyó mejor sobre sus piernas al ver a Heero venir contra él con violencia, no iba a perder el equilibrio en ese momento tan crucial, significaría perder la cabeza aunque estaba seguro que sus hombres ya estaban vencidos.

Fue tan tremendo el choque de las espadas que ambos perdieron el equilibrio, pero la hoja de la espada del gobernante de Oz se partió en dos y fue a caer a los pies de lady Une que gritó espantada:

- ¡SEÑOR TRAIZE!

Heero aprovechó su confusión para sacar el afilado estilete de su cinto y lo apoyó contra el cuello de Traize.

- Rindete, Traize, tu gente ha sido vencida, sólo faltas tú - Miró a Lady Une que se acercaba - intenta algo y lo clavo al suelo.

- Su Excelencia Traize - lloró ella y dejó caer su arma.

- Bien, ahora eres mi prisionero - le dijo Heero poniéndose de pie y jalándolo del brazo para que lo imitara - quiero que rindas a tus tropas incondicionalmente, no quiero tener que destruir la ciudad y que muera gente inocente.

- Primero muerto - y lo atacó con su propio cuchillo y pese a que Heero retrocedió a tiempo, lo hirió en la cara - si te mato a ti, tu gente se desmoromará para siempre.

- Estás loco, Traize - se tocó el corte, no era muy profundo, pero le ardía - ¿Acaso no ves que ya te hemos vencido? No me hagas matarte.

- Si tu mueres, tus elfos lo harán también.

- Maldito, los exterminaste a casi todos, destruiste familias de gente inocente ¿es que no tienes conciencia, Traize? ¿No vez que estás construyendo tu propio camino al infierno?

- Su magia y ellos mismos son un estorbo para nuestros avances.

- El que tú no creas en su magia no es motivo para que acabes con ellos, Quatre y Dúo son dos chicos muy tierno e inocentes, son capaces de dar amor, tal como tú o como yo, tal vez no sea humanos, pero merecen vivir tanto como cualquiera.

- ¡Sólo estorban!

- Esas son palabras de Reelena ¿Cómo te pudiste dejar influenciar tanto por una mujer desdeñada y ambiciosa, tú que siemrpe has sido tan orgulloso y nunca has aceptado ayuda?

- ¡CÁLLATE, HEERO YUI! - le oredenó y se lanzó contra él decidido a matarlo.

Heero no tuvo tiempo de pensar en lo que hacía, simplemente esquivó el golpe y levantó su propia arma que se enterró limpiamente en el estómago de Traize. Este emitió un terrible sonido apagado antes que Heero lo empujara para retirar el estilete. Sin la magia de sus elfos, Heero no podía hacer más que ver como él moría.

- ¡SEÑOR TRAIZE! - gritó Lady Une desesperada - ¡NO SE MUERA! ¡TÚ TIENES MAGIA, SALVALO!

- No puedo, estoy demasiado lejos de Quatre y de Dúo para invocar mis poderes y ellos no recuperarn los suyos hasta que amanezca por completo.

- ¡SEÑOR TRAIZE! - se puso a llorar - ¡MI AMADO SEÑOR!

- No llores así, Lady Une, tu belleza... se opaca... cuando lo haces - dijo entre cortadamente comenzando a escupir sangre - sólo... quiero... que cuides... de mi hija... por mí.

- Claro que sí, mi señor.

- No dejes... que... la manipulen... los Romeffeler.

- Usted sabe que siempre haré lo que usted me ordene, Señor Traize.

- Lo sé - y sus palabras se extinguieron en los brazos de su querida coronel.

- ¡SEÑOR TRAIZE!

Heero dejó caer su arma al suelo y bajó su cabeza para rezar por el descanso de su enemigo, ya no podía hacer más por él.

Era casi medio día cuando Heero al fin regresó al lado de los superiores de la línea de comando. Venía notablemente agotado, con sus ropas con rasgaduras en muchas partes y sangre seca, suya y de enemigo en la misma. Se le notaba pálido y preocupado, pensó Trowa, pero se notaba que había vencido.

- ¡EL AMO VIENE HERIDO! - chilló Dúo echándolo contra su pecho - Quatre, ¿queda algo de Draconus Potions?

- Si - se la acercó a los labios a su amo y este hizo un gesto antes de beberlo - el Señor Trowa se negó en rotundo a beberlo, por eso queda - le explicó - dice que su estómago no lo soportaría.

- Gracias - se apartó de Dúo - me siento mejos, aunque me gustaría descansar un par de horas antes de tomar una decisión acerca de lo que pasará ahora con Oz.

- Claro que sí, amo, descanse, nosotros lo cuidaremos mientras tanto - aceptó Dúo - ya le conseguimos donde alojarse para que descanse cómodo, no me gusta ese campamento improvisado que han hecho los hombres del señor Trowa. Además, usted ya ha bordeado demasiadas veces los linderos de la vida y sería arriesgado que durmiera en una de esa camas duras que usan los soldados, usted es un...

- Dúo - lo interrumpió - cállate.

- Pero, amo, si yo sólo me preocupo por usted - se defendió.

- Pues hazlo en silencio, creo que ya sé porque tus padres te llamaron Dúo, hablas como por dos.

- Amo - dijo ofendido.

- Quatre, estás muy callado.

- Es que Dúo habla por los dos - dijo divertido.

- Bueno, iré a dormir - los abrazó a los dos - después de comer. Trowa - se volteó hacia su primo - necesito hablar a solas contigo un momento, es importante.

- Claro - se alejaron de los elfos mientras estos corrían a prepararle el mejor de los banquetes a su querido amo.

Trowa miraba preocupado a su primo, ansiaba saber de qué quería hablar con él, después de todo, Dúo le había contado que había ido a su reino porque Heero necesitaba hablar con su padre y que había regresado furioso por la respuesta que le había dado.

- Muy bien, Heero, dime de qué se trata.

- Necesito saber si tú estás dispuesto a casarte con Quatre - le dijo directo - aunque tu padre esté en rotundo desacuerdo.

- ¿Tú me permitirías casarme con Quatre? - preguntó en respuesta.

- Si no fuera así, no habría preguntado ¿no te parece?

- Claro que quiero casarme con él, si es que él me acepta.

- ¿Cuándo?

- ¿Perdón?

- Cuándo lo vas a hacer, quiero verlo feliz a él primero antes de cumplir mi promesa de amor con Dúo.

- Bueno, aún tengo que hablar con mi padre y con Lady Catherin para romper el compromiso, no creo que vaya a ser muy fácil conseguirlo...

- Tu padre ya me dijo que dejara que Quatre fuera tu amante y que te casaras con ella para que le des un heredero a tu reino y lo unas, pero yo no puedo permitir semejante cosa, o Quatre te tiene por completo o te olvidas de él, le buscaré otro esposo que si lo pueda amar sólo a él.

- ¡No me puedes hacer éso, sólo necesito tiempo!

- Tienes dos semanas, Trowa, si no lo haces en ese tiempo, lo habrás perdido - se volvió - Quatre aún me quiere a mí, así que no me haré problemas en retenerlo.

- Lo vuelves a tocar y te mato - gruñó entre dientes.

- Ya veremos - se marchó hacia donde lo esperaban los elfos.

Trowa se quedó echando chispas por los cuatro costados y se decidió, no le pediría permiso a su padre, simplemente rompería el compromiso con Lady Catherin, de seguro ella lo entendería y lo perdonaría, regresaría con Quatre y se casaría con él y luego, con los hechos consumados, regresaría a su reino. Si, eso era lo mejor. Y se calmó.

Esa noche se formó un consejo de gobierno mientras Traize era velado en la catedral de la cuidad como había ordenado Heero. Además, le correspondía como gobernante y guerrero que había sido.

El consejo lo habían formado los tres príncipes, el Duque Wufei y Lady Une, Heero la había recomendado a ella por la gran confianza que Traize le había tenido y por el gran amor que ella le había tenido al propio gobernante de Oz.

- Traize tiene una hija, así que Lady Une quedará a su cargo mientras ella es capaz de gobernar su reino - le dijo Heero.

- Espero que no vaya a querer vengarce más tarde por la muerte de su padre - dijo Wufei mirando a Lady Une.

- Su padre fue mal influenciado no sólo por la señorita Reelena, sino que por los consejeros de la familia Romeffeler - dijo ella - yo le hice ver en un principio que lo único que querían ellos era el poder y que le buscaban la guerra al reino de Yui porque estorbaba en sus ambiciones y que si lo hacía no sólo sería un reino su enemigo, serían al menos dos, después de todo, el rey Barton es su tío y enviaría a su hijo a reforzar sus fuerzas.

- ¿La familia Romeffeler?

- ¿Ellos no fueron consejeros de tu padre, Heero? - le preguntó Trowa.

- Si, y pienso que tal vez tuvieron la culpa de su muerte, en especial cuando aquel "atentado" casi acaba conmigo si no hubiese sido por mi magia - dijo él - así que tan pronto pude asumir como regente le dije que prescindía de sus servicios.

- Si el señor Traize me hubiera escuchado - dijo Lady Une enfadada - yo sabía que ellos no valían la pena el esfuerzo que hacía él en atenderlos.

- Ahora no hay caso, Lady Une, sólo luchar por que su hija reine mejor - le dijo Zech poniendo su mano en su hombro - y nosotros la apoyaremos en cuanto nos sea posible.

- Yo pienso que también deberíamos atrapar a esos Romeffeler - intervino Wufei - debemos evitar que hagan más daño y engatusen a otro rey o príncipe ingenuo.

- Es lo que haremos, debemos darle caza antes que influyan a alguien más - aceptó Heero - Lady Une ¿estaban en el reino antes que entraramos en él.

- Sí, partieron ayer al puerto de Baruza a buscar una remesa de pólvora.

- No vaya a ser mentira - dijo Trowa.

- Yo iré a investigar - dijo Heero - me llevaré a Dúo y al Quatre, a ellos no los conocen y podrán cazarlos sin problemas con su magia.

El viaje a baruza fue bastante tranquilo, la gente de esos parajes no tenían ni idea que había ocurrido una guerra en la capital, sólo sabían que su rey había muerto y que Lady Une se haría cargo del reino hasta que la princesa Marimeia pudiera asumir aquella responsabilidad.

Dúo y Quatre andaban investigando sin alejarse mucho de su amo llevando la descripción de los dos Romeffeler y Tsuvarob, aunque Heero dudaba que los encontraran dado que ya se había corrido la voz de la muerte de Traize y ellos seguramente debían de conocer el motivo y la forma en que había muerto.

Pero en el puerto una muchacha les informó que esa misma mañana habían sido vistos tratando de comprar pasajes para el barco que zarparía esa noche. Dúo le había agradecido con una sonrisa a la chica y regresaron con su amo.

- ¡Los encontramos! - lo abrazó Dúo - nos dijeron que están tratando de salir del reino en un barco que zarpa esta noche.

- Debemos detenerlos de inmediato, amo, antes que se vayan.

- Iremos al puerto y hablaremos con el capitán del barco para estar seguros que se trata de ellos y detenerlos cuando traten de escapar, no podemos darnos el lujo de equivocarnos. Vamos.

Al llegar al puerto Dúo lo guió al barco que la chica le había dicho y Heero se presentó con el capitán para hacerle algunas preguntas sobre a dónde se dirigían y sobre los pasajeros que había aceptado a bordo.

- No entiendo, Príncipe Heero, por qué está interesado en esos tipos y ha venido de tan lejos a buscarlos ¿qué han hecho?

- Hace años ellos fueron los principales causantes de la muerte de mis padre y por poco destruyen mi reino antes que yo alcanzara la edad suficiente para regir - se puso de pie y miró por la ventana del barco - y ellos han sido los principales causantes de la muerte de Traize.

- Muy bien, Alteza, yo los apresaré a bordo y se los entregaré - le dijo el capitán molesto - tendrán que pagar por la muerte del rey.

- No escuche nada de lo que dicen, si en algo son buenos es en hablar y engañar a las personas ilusas que les prestan atención - le advirtió - la guardia de Lady Une se encargará de ellos.

- Claro, se hará como me dice.

Trowa viajaba de regreso a su castillo muy molesto ¿Era realmente necesario que Heero mantuviera a su querido Quatre alejado de él? No iba a hacerle daño ni nada que éste no quisiera... Se sonrojó, Heero de seguro sospechaba que pretendía seducirlo y no iba a permitirle estar con él hasta que se casaran.

- Amo Trowa - le dijo uno de sus soldados - ¿El señor Quatre no iba a venir con usted?

- Eso quería, pero Heero se lo llevó y no vendrá con nosotros hasta que yo arregle nuestro matrimonio.

- Su padre no va a estar nada de feliz con su decisión, Alteza.

- Poco me importa lo que opine, me voy a casar con Quatre le guste o no, y si quiere desheredarme, que no espere que Heero ocupe mi lugar porque el tampoco le va a dar un heredero a su reino ya que se va a casar con Dúo.

- ¿Y qué va a hacer con Lady Catherin?

- Hablaré con ella, de seguro comprenderá que estoy enamorado de Quatre y que quiero seguir los designios de mi corazón para ser feliz.

Reelena le sonrió a Erick mientras viajaba de regreso a su reino, el joven rubio le había pedido matrimonio y ella había accedido y ahora iba con su hermano para pedir su mano en matrimonio, celebrar de inmediato la boda y regresar al reino Ludock.

- Mi querida Reelena, estoy tan contento que hayas accedido a ser mi esposa - le sonrió el - espero que tu hermano no se oponga.

- Miliardo estará feliz - le sonrió ella - e invitaremos a todos sus reinos aliados a la boda - se sonrió pensativa - incluso a Heero Yui y sus queridos elfos.

- ¿De qué hablas? ¿Conoces al principe regente Yui?

- Si, es amigo de hermano y su aliado militar - le dijo - Heero tiene poderes mágicos aparte de una gran inteligencia y fuerza, gracias a él nos conocimos.

- No entiendo.

- No importa mucho ¿verdad? - le sonrió - es algo que no es fácil de explicar, pero en realidad aquello ya no importa porque me voy a casar contigo muy pronto.

- Claro que sí, mi querida Reelena, sea lo que sea que haya pasado, si te trajo a mí es bueno.

- "No hay mal que por bien no venga" - parafraseó y ambos se rieron divertidos.
-
Continuará...

El Cuchillo o daga de la compasión era un instrumento muy utilizado por los caballeros de la edad media, en especial en la época de los caballeros que usaban armaduras, era hecho especialmente para ser llevado oculto el el cinto dada su escasa longitud o en la bota, tal como los yataganes de la infantería, aunque era más facil portarlo y sacarlo del primero, y era usado para que el enemigo se rindiera o pidiera compasión ofreciendo una recompensa o rescate por su vida.
Reelena tiene un nuevo pretendiente como ya leyeron y se ha olvidado de Heero, después de todo se va a casar con Erick, así que ya no la volveré a poner. En cuanto a Traize, en el esbozo no iba a matarlo, no lo planeé así, pero a medida que escribía se me escapó de las manos y él hizo que lo matara ¡Yo no quería hacerlo! Sobre todo porque me gusta Traize, no tanto como Dúo, pero me gusta, y me habría gustado dejarlo vivo recapacitando sobre sus actos junto con Lady Une, pero es orgulloso y vencido no habría podido seguir viviendo.
Bien, el capítulo final solo será el epílogo de mi historia, el matrimonio de Quatre y Trowa primero y el de Heero y Dúo después, espero que les guste.
Saludos.
Shio Chang.
Ah, me acordé que la fundación Romeffeler era la que controlaba Oz y ambicionaba todo el poder de la Esfera Terrestre y las colonias y he puesto como ayudante de ellos al loco de los Mobil Dolls.