Amado Elfo
Promesa de amor a mi Amado Elfo
PRIMERA PARTE: TROWA Y QUATRE
Trowa viajaba al reino Barton más que nada para hablar con Lady Catherin sobre la ruptura de su compromiso, luego volvería por su pequeño Quatre para casarse aunque su padre lo desheredara por ello. Estaba seguro que ella entendería que su corazón le pertenecía al pequeño elfo rubio.
- Amo Trowa - le dijo Rashid - su padre lo espera, desea hablar con usted sobre la visita que le hizo el joven Heero hace unos días.
- Ya me lo esperaba - suspiró - Heero me dijo que había intentado razonar con él pero que no consiguió nada.
- ¿Qué va a hacer, amo?
- Voy a hablar con Lady Catherin primero, según lo que ella me diga van a ser mis resoluciones de ahora en adelante.
- ¿Y si ella se negase a romper su compromiso, Alteza?
- Bueno, voy a tener serios problemas, pero ella me quiere como hermano, dudo mucho que se niegue a romper el compromiso, es especial porque Dúo me dijo que ella está enamorada del Duque Jasón - sonrió - aunque creo que él tiene problemas financieros y por eso su padre no lo acepta.
- Ese joven tenía problemas porque su padrastro se gastaba el dinero, pero hace poco falleció y ahora es muy solvente.
- Genial, así ella no se quedará sola cuando me vaya con Quatre.
Apuró el paso de su caballo y juntos con las huestes que habían ido a la guerra entró en el palacio principal en donde los recibieron como los héroes victoriosos que eran.
- ¡Bienvenidos, Huestes de Barton! - dijo el rey - ¡Salve, Huestes victoriosas!
- Gracias, padre - desmontó Trowa - no traemos muchas bajas y hemos detenido las ambiciones de Oz.
- Hijo, necesito hablar contigo.
- ¿Sobre qué será? - dijo haciéndose el desentendido mientras lo seguía al salón del trono. Allí los esperaba Lady Catherin y el Duque Jasón - Lady Catherin, Jasón.
- Su majestad, creo que es mejor que yo hable primero con su alteza - intervino ella y Trowa la miró realmente extrañado - por favor.
- Muy bien, los veré más tarde, entonces - se retiró.
- ¿Qué pasa, Catherin?
- Lo que pasa, alteza - empezó Jasón - es que yo deseo casarme con ella y como en estos momentos se encuentra comprometida con usted, aquello no puede ser. Tanto su padre como el vuestro se han opuesto terminantemente a romper el compromiso dado que esto generaría un rompimiento en el reino, según ellos.
- Yo estoy de acuerdo en romperlo - dijo Trowa muy seguro - en el reino de Yui alguien me espera y aunque mi padre me desherede, me casaré de todas maneras.
- ¿No te molesta que me case con alguien más?
- Lo más importante para mí es que seas feliz con la persona que ha elegido tu corazón - le sonrió y la abrazó - lo que debemos hacer ahora es preparar tu boda para que yo regrese al reino de Yui en paz.
- ¡Gracias, Trowa, eres un gran amigo!
- Gracias, su Alteza.
La boda en el reino de Barton se preparaba a pasos agigantados sin que el rey supiera que había un pequeño detalle diferente, el novio no era él, sino que el Duque Jasón. El problema era que se habían enviado las invitaciones a su nombre incluso al reino de Yui y aquello podía significar que Heero creyera que le había mentido acerca de casarse con Quatre y por eso aún no llegaba.
- Mi pobre Quatre ha de creer que le he mentido - murmuró preocupado - espero que llegue pronto para explicarles la situación.
- No te ves nada de feliz con la boda tan próxima, hijo.
- Estoy un poco preocupado - admitió sin dar la razón - espero que las cosas se mantengan calmadas.
- Su majestad, el príncipe Heero avisa que viene en camino y que desea hablar con el príncipe Trowa antes de arribar al reino.
- ¿Qué querrá ese muchacho loco? No vayas a suspender la boda, no me importa lo que él diga o se vuelva mi enemigo ¿entendido?
- Heero no haría nada semejante - replicó y salió del palacio a encontrarse con su primo.
La comitiva del reino de Yui era bastante grande, en especial porque Heero venía acompañado de varios de sus caballeros y sus respectivas familias, lo que se le hizo extraño a Trowa.
- Bienvenidos al reino de Barton - los saludó y Quatre se adelantó hacia él y se colocó a su lado - Hola, Quatre.
- Es muy bonito de tu parte lo que está haciendo por Lady Catherin - le sonrió el elfo un tanto sonrojado - siempre he sabido que eres muy bueno y dulce.
- ¿Cómo lo...?
- ¿... sabemos? - se burló Heero - creo que el mismo Dúo te lo había dicho, él puede ver el presente y el pasado, en especial de las personas que están relacionadas de alguna manera con él.
- Mi padre me mandó a decirte que ni se te ocurra tratar de detener la boda, él jura que el novio soy yo - se colocó a su lado y comenzaron a avanzar - pero es el Duque Jasón.
- Pero si vas a ser el novio - le dijo divertido al verlo asombrado - por eso traje tanta gente conmigo, Quatre es un elfo de mi reino y se va a casar contigo delante de tu padre, será una hermosa boda doble.
- A mí me habría gustado casarme también - murmuró Dúo en voz baja algo dolido - pero el amo dijo que aún no, que hay muchas cosas que debe preparar antes y...
- Dúo, cállate - le dijo Heero tomándolo por la trenza - sabes perfectamente que me voy a casar contigo, pero debo asegurarme que Trowa haga feliz a tu hermano primero.
Trowa se sonrió y miró a su amado Quatre, así como iban las cosas pronto sería su esposo y a su padre no le quedaría de otra más que aceptarlo.
"Por disputar tus favores no se han en mi pecho extinto Caballerescos rencores.
Recuerda que mis mayores Llevaban espada al cinto".
Quatre le sonrió también, estaba seguro que si su amo había apoyado su decisión de casarse con el príncipe Trowa era porque lo consideraba un buen esposo y alguien a quien le podía confiar su cuidado y protección.
"Y ha de imponerse mi audacia si alguien al bardo disputa Tu severa aristocracia.
Como una flor diminuta tu mano me dé su gracia".
Por la tarde ya todo estaba listo para que los novios intercambiaran sus votos de amor eterno. Heero había mantenido alejado a Quatre de Trowa con eso que los novios no deben verse hasta la boda o le traería mala suerte y ya bastante habían tenido desde que se conocieron como para agregar más.
Dúo se paseaba por todos lados mirando los detalles de la boda para saber que sería lo que tendría que hacer para la suya y se topó con Lady Catherin que había salido al jardín a tratar de tranquilizarse un poco antes de la boda. Era demasiada la emoción que sentía y no podía calmarse.
- Debe calmarse, señorita - le dijo Dúo divertido - le aseguro que el novio está aún más nervioso que usted, creo que todavía teme que la boda se suspenda - se rió - pero el rey no va a poder hacer nada, mi amo se va a encargar de todo.
- ¿De qué hablas?
- ¿No le dijo el príncipe Trowa?
- No puedo verlo hasta después de la boda.
- Con razón - bajó la voz - el también estará en la ceremonia, se va a casar con mi hermano al mismo tiempo que usted.
- ¿En serio? Vaya, con razón andaban como locos sus ayudas de cámara.
- Yo debo irme, debe ayudar a mi amo a vestirse y a mi hermano a prepararse para la boda - sonrió una vez más - puede estar tranquila, mi amo detendrá al rey con magia si es necesario.
- Gracias, Dúo.
Trowa estaba de pie junto al altar junto con el Duque Jasón y el obispo mientras esperaban la llegada de Lady Catherin y Quatre. Heero se había ubicado junto a su tío con Wufei del otro lado, Dúo también estaba junto a su amo muy nervioso, esperaba que todo resultara bien y que su amo no tuviera que usar ni la fuerza ni la magia para evitar que el rey hiciera un escándalo cuando descubriera la verdad.
Trowa se volteó al escuchar los compases de la marcha nupcial y una dulce sonrisa hizo más hermoso su rostro, Quatre se veía realmente bello con aquel traje, de seguro su extraordinaria belleza se realzaba por la felicidad que su rostro mostraba.
"Tú no ignoras que daría dentro del pecho que arde,
por tu amor la vida mía.
Yo te conocí una tarde y te probé mi osadía".
Quatre caminó con calma junto a Lady Catherin hacia el altar, estaba aún más nervioso que ella con todo esto, entonces vio que el príncipe Heero le hacía un pequeño gesto y se tranquilizó, él tenía todo bajo control.
Trowa miró de reojo al Duque, se le notaba terriblemente embobado mirando a su amada, tal vez, pensó él tenía la misma cara de idiota cuando miraba a Quatre y trató de ponerse serio, pero sentía que se lo ganaban las emociones y se sonrojó bajo la atenta mirada del obispo que de inmediato inició la ceremonia.
"Me quisiste, yo te quiero.
Confesarlo no rehuyo,
como incumbe a un caballero.
Y he de morir - yo lo espero - bendiciendo el nombre tuyo".
La boda había sido hermosa, pero el rey no podía creer lo que había pasado. Ciertamente Lady Catherin y Trowa se habían casado, pero no él uno con el otro, sino que con otras personas. Y cuando quiso intervenir, Heero le hizo un gesto, como se atreviera a tratar de evitar el término de la boda, lo hechizaría, así que se vio obligado a quedarse callado, no podía armar un escándalo dentro de la catedral, después de todo era el rey.
- Con este anillo te desposo, para adorarte y amarte, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la alegría y en la tristeza hasta que la muerte nos separe - dijeron Trowa y el Duque Jasón al mismo tiempo.
- Con este anillo te desposo, para adorarte y amarte, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la alegría y en la tristeza hasta que la muerte nos separe - dijeron Lady Catherin y Quatre al mismo tiempo.
- Por el poder que me confiere Dios y Su Iglesia, los declaro marido y mujer - se sonrió el obispo guiñándole un ojo a Quatre - puede besar a la novia.
Las dos parejas se acercaron y besaron suavemente los labios de sus respectivos novios y un fuerte aplauso rompió el silencio de la iglesia.
- Te amo - le susurró Trowa a Quatre.
- Yo también - le sonrió.
Dúo se echó en los brazos de Heero llorando y este tuvo que abrazarlo comprendiendo que lo hacía por lo feliz que se sentía por su hermano y porque sabía que pronto él también pasaría por lo mismo.
- Al final te saliste con la tuya - le dijo su tío sin rencor - ver a Trowa feliz debe ser mejor que tener un reino enorme y difícil de manejar.
- Dado que tanto Lady Catherin como el Duque son sus vasallos, no creo que tenga problemas en mantener el reino unido, en especial si ellos le están agradecidos a Trowa por ayudarlos a estar juntos.
Todos se dirigieron a la fiesta y disfrutaron del baile y la comida hasta el momento en que los novios se pusieron de pie para partir a su luna de miel.
- ¡Van a lanzar los ramos! - gritó una joven soltera y todas las chicas solteras corrieron a ponerse para atrapar el ramo.
- Ve, Dúo - le dijo Heero sonriendo y lo empujó hacia ellos.
Dúo se ubicó sonrojado a un costado de las chicas y cuando Catherin y Quatre lanzaron al mismo tiempo se echó hacia atrás, y los atrapó los dos.
- Pronto estarás casado también - lo abrazó Quatre feliz - pero espera que nosotros regresemos ¿vale?
- Claro que sí, yo quiero que seas testigo también de mi felicidad.
Los novios partieron siendo cubiertos por miles de pétalos de rosas y claveles mientras todos los vitoreaban.
- ¡Vivan los novios!
El lugar que Trowa había escogido para su luna de miel era fantástico para los planes que tenía Quatre para su noche de bodas. Aquella hermosa mansión oculta en el bosque y con el lago muy cercano le daba un ambiente muy romántico y le parecía perfecto para la seducción que planeaba. Sonrió dulcemente cuando Trowa le preguntó que le parecía el lugar.
- Es perfecto - y se echó a sus brazos sonriendo - quiero que esta sea una noche especial para los dos, que olvidemos el pasado y juntos construyamos un futuro para los dos.
- Claro, Quatre - le ofreció los labios y Quatre empezó a acariciarlo muy lentamente, claro preludio de lo que planeaba hacerle sentir entre sus brazos - te quiero mucho, lo demás no importa.
Quatre le echó los brazos al cuello para hacerlo inclinarse más hacia él para hacer el beso más profundo. Acarició con ternura los cabellos de la nuca antes de soltarlo y alejarse un poco de él, de inmediato comenzó a desabotonar su camisa, desnudando suavemente el pecho y pasando luego los dedos levemente por la piel ardiente de su esposo. La dejó caer al suelo sin mayor cuidado y acercó sus labios al pecho que respiraba agitado de deseo.
- Quatre - gimió bajito.
Lentamente el elfo siguió recorriendo la piel de su amado, quería borrar el sabor de su amo de sus labios, pero al momento de hacer la comparación sintió que aquel sabor ya no estaba en sus sentidos, ellos le pertenecían por completo al hombre que ahora acariciaba, quizás nunca amó a Heero Yui, sólo se sintió atraído por la ternura en que era tratado por él. Decidió que estaba siendo injusto con su ahora esposo y se apoderó de un pezón succionándolo con deseo, era muy suave y dulce su sabor, nunca había sentido algo así. Lo soltó y arrastró sus labios hasta el otro para repetir la misma operación. Sus manos se fueron lentamente, torturando más la piel de la espalda hasta posarse en la cinturilla de los pantalones bajándolos mientras sus labios descendían por el plano vientre dejando senderos de fuego hasta llegar a su meta, aquel miembro que palpitaba de ansiedad. Hizo que Trowa se quitara las botas y le quitó los pantalones para continuar acariciando sus piernas de vuelta hacia arriba.
- Quatre - gimió nuevamente ahora más fuerte.
- Es tu turno - se detuvo el elfo sonrojado poniéndose de pie - no puedes disfrutar tú solo - le tendió las manos.
Trowa lo miró preocupado, ¿sería capaz de borrar de su piel las marcas que antes le había puesto su primo? Debía hacerlo, Quatre era ahora suyo y debía demostrárselo a él y al mundo entero. Soltó los botones de su camisa y la hizo caer por su blanca espalda mientras se agachaba a acariciarlo de la misma manera en que el elfo lo había hecho, pero fue más osado, mientras lo acariciaba fue preparando suavemente el camino para su penetración, quería ser su dueño.
Quatre sentía la invasión de los dedos de su esposo en su ano y trató de relajarse para facilitarle la labor, sin embargo, no sentía ningún dolor puesto que sus labios acariciaban de arriba abajo su miembro alborotado arrastrando su piel y mordiendo suavemente la punta.
- ¡Trowa! - gritó afirmándose de sus hombros sintiendo que desfallecía de placer.
Trowa se detuvo al sentir que Quatre estaba por venirse en su boca y se levantó para llevarlo a la cama, así estarían más cómodos...
La luz del sol bañó los cuerpos desnudos enlazados sobre la cama, ambos jóvenes estaban tan cansados luego de amarse toda la noche que ninguno de los dos atinó a cubrirse para pasar la madrugada, simplemente se aferraron al calor del otro y se durmieron abrazados.
"El amor llene sus vidas,
el amor cumpla sus ansias,
el amor colme sus almas,
el amor los llene de dichas".
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SEGUNDA PARTE: HEERO Y DÚO
"¡Será leyenda, enigma santo!
siempre unidas nuestras almas bajo sombras de misterio como ocultas por un manto en el tiempo reencarnado en otras vidas y la unción de los fervores, trascendiendo mi espíritu que te ama,
cuando el soplo de la muerte nuestro ser haya deshecho,
mantendrá viva la llama del amor que, como un cirio, siempre ha ardido en nuestro pecho".
Heero estaba muy feliz con la boda, aquello ponía a salvo al pequeño y rubio elfo y de paso hacía feliz a su primo, y también le divertía ver como Dúo trataba de mantener vivos ambos ramos vivos y bonitos mientras los novios regresaban.
Pero él aún tenía asuntos pendientes que debía arreglar, en especial porque había recibido una invitación del reino de Ludock para la boda de Reelena y el príncipe Erick. No le había dicho nada a su querido elfo sobre que ella se había puesto en contacto con él, no quería angustiarlo y menos cuando andaba corriendo por todos lados ultimando los detalles para su boda con una cara de felicidad tan grande que le causaba risa.
Esa noche se dedicó a velar a su amado y sonrió al escuchar aquella voz que siempre lo acompañaba, sabía que era la madre de su elfo, uno de aquellos poderosos seres que le habían dado su magia para cuidar su reino y a los últimos de su especie, aunque sabía que ya no habría más.
"Despierto, tiemblo al mirarte;
dormido, me atrevo a verte, por eso, alma de mi alma,
velo mientras tú duermes"
Era extraño, se había deprimido pensando que aquellos elfos se merecían tener sus propias familias y llenarse de hijos, sin embargo, era más que ellos eran niños grandes que el hecho que necesitaran tener hijos. Por ello, se había convencido que lo único necesario para que fueran felices era un poco de amor.
"Despierto, hablas, y al hablar, vibrantes tus palabras me parecen lluvia de perlas que en dorada copa se derrama a torrentes".
Su querido Dúo era un hablador empedernido, pero no le molestaba, lo sacaba de la monotonía y la tristeza que a ratos lo llevaba a encerrarse en si mismo, a deprimirse, por lo mismo sabía que sería muy feliz a su lado, lo amaba tal como era.
"Dormido, en el murmullo de tu aliento acompasado y tenue,
escuchó yo un poema que mi alma enamorada entiende.
¡Duerme!"
Se recostó a su lado pese a que el obispo le había dicho que debían verse lo menos posible, pero no podía hacerlo ¿cómo alejarse del único ser en este mundo que verdaderamente lo hacía feliz? No conocía la manera ni intentaba buscarla, no era algo que quisiera hacer.
- Te amo tanto, Dúo - susurró rozando con sus labios la tibia frente - tan pronto Quatre y Trowa regresen nos casaremos, pero primero debo ir al reino de los Piscraft a cerciorarme que Reelena ya nunca más nos hará daño - se retiró de la habitación.
"Sobre el corazón la mano he puesto para que no suene su latido, y de la noche turbe la calma solemne".
Miliardo y Noin sonreían al ver llegar a Heero acompañado del Duque Wufei, desde hacía días esperaban su arribo, pero algo lo había detenido, claro que ahora sabía bien que había sido, la boda de su primo con uno de sus elfos, había sido una extraña coincidencia que Reelena decidiera casarse también ese mismo día y se fuera con su esposo al reino de éste sin esperar a Heero y sólo le dejó una carta.
- Te esperábamos antes, Heero - le sonrió su amigo - sean bienvenidos al reino Piscraft.
- Gracias ¿Es verdad lo que dice la invitación?
- Reelena se casó con el rey Ludock hace dos días - se sonrió Noin - pero te dejó una carta, ella espera que seas feliz.
- Además, deseábamos hablar con usted, Duque Wufei - le dijo el rubio al joven moreno muy formalmente y este lo miró extrañado.
- ¿Qué sería, Príncipe Piscraft? - le dijo en el mismo tono alarmado, no creía haber hecho algo malo como para que le llamaran la atención delante de su príncipe ¿o sí?
- Es sobre mi hermana Hilde - le dijo Noin - necesita un buen esposo y lo hemos elegido a usted.
- ¡CON LA PRINCESA HILDE! - chilló Wufei - ¿Por qué yo?
- Creo que sería adecuado - aceptó Heero - dentro de un par de semanas será mi boda con Dúo, la boda también podría ser doble.
- ¡YO NO HE ACEPTADO!
- Yo lo hago por ti, será una buena alianza, el padre de Noin no tiene hijos varones, y Miliardo tiene su propio reino que atender, así que llegarías a ser rey ¿no te agrada la idea?
- Sí, pero ¿ella?
- No puedes negarte, la boda se efectuará en dos semanas - le dijo a los príncipes - todo se preparará especialmente para la ocasión, si quieren agregar algún detalle especial, deben hacérselo saber a Dúo, yo he decidido que él lleve todo eso, mis ocupaciones me traen de cabeza por el momento.
- Claro que sí, Heero, iremos a tu reino a ultimar los detalles para la boda, será perfecta.
Después de comer los dos jóvenes volvieron al reino de Yui, Wufei ni había mirado a su prometida, estaba furioso, Heero lo sabía de sobra, pero por lo mismo no se dio cuenta del disgusto con que Hilde lo miraba y él optó por no hacérselo notar, lo casaría aunque ellos creyeran odiarse, Quatre le había dicho que ella estaba enamorada de Wufei, pero por la manera altanera en que este la trataba, era ruda con él. Y estaba convencido que Wufei sentía lo mismo, pero estaba demasiado acostumbrado que las mujeres cayeran a sus pies como para notar la falsa indiferencia conque era tratado.
- ¿Por qué me obligas a casarme con esa niña caprichosa? - le dijo al fin Wufei mientras cabalgaban de regreso - Yo no me quiero casar con ella.
- Creo, Wufei, que debes dejar de mentirte a ti mismo.
- ¿Eh? - se sonrojó violentamente - ¿qué quieres decir con eso?
- Creo que ya te respondiste tú mismo, amigo mío - se adelantó - piénsalo, Wufei ¿Por qué protestas tanto negando que ella te gusta y mucho? Puedes mentirme a mí, pero ¿contigo mismo?
Wufei se quedó en un rotundo silencio. Lo que le decía su amo era cierto, estaba protestando demasiado y era cierto que ella le gustaba mucha, pero eso de casarse con ella no estaba dentro de sus planes, le desagradaba la manera en que trataba de ignorarlo todo el tiempo, la manera desafiante en que le respondía...
- ¿Has pensado que ella se comporta mal contigo en respuesta a la manera en que tú la tratas? - le dijo Heero como leyéndole el pensamiento.
Sí, él podía tener razón, él la trató mal desde el principio, la desdeñó por ignorarlo y ahora ambos tenían una guerra declarada.
- Has ganado, Yui, me casaré con ella sin protestar más.
- Me alegro, Wufei, estoy casi seguro que serás muy feliz a su lado.
Dúo seguía en el jardín buscando algunas hierbas medicinales para el baño de su amo cuando los vio llegar a las caballerizas y corrió a su encuentro sin preocuparse que no debía verlo tan seguido. Le importaba un comino lo que les dijo el obispo, amaba al hombre y no le iba a dar la ocasión a nadie para que tratara de robárselo.
- ¡Amo! - saltó y se echó a sus brazos sin previo aviso - ¡regresó pronto! - lo besó - ¿A dónde fueron? Yo había pensado en pedir en la cocina algo especial para el almuerzo, pero me dijeron que usted había salido y ni me dijo...
- Dúo, cállate - se soltó de él - sólo fuimos a concertar el matrimonio de Wufei al reino de Piscraft con la princesa Hilde.
- ¿Al reino de Piscraft? - lo miro preocupado - allí estaba la arpía esa... - murmuró.
- Reelena se casó con Erick Ludock el mismo día que Quatre con Trowa - le informó divertido - y me dijo que había renunciado a su poderes y a la venganza contra ustedes.
- Pero no me gusta esa mujer, es ambiciosa y mala.
- No seas rencoroso, Dúo mío - lo regañó - se casó con un rey de un reino lejano, así que no la verás nunca más.
- Espero que así sea - se alejó - Va a cenar aquí ¿verdad?
- Está bien, no te voy a arruinar la cena, pero debo advertirte que mañana o pasado llegarán Hilde y Noin a ayudarte a preparar la boda, será doble dentro de dos semanas el día sábado en la tarde.
- No quiero, quiero ser el único protagonista - le dijo alejándose enojado.
- Pero es Wufei quien se casa también - lo atrapó por un brazo - no puedes hacer eso, ya le dije a Noin que sí.
- Pues se va a tener que buscar otro novio si quiere casarse ese día - se soltó y se fue corriendo.
Wufei lo miró preocupado, de seguro Heero no había pensado que Dúo se pudiera oponer a que compartieran la boda, él tampoco creyó que lo hiciera o le habría propuesto otra fecha.
- Yui, aún podemos arreglar para que mi boda sea después. Además, dudo que la princesa Hilde esté muy de acuerdo con casarnos tan pronto.
- Dúo jamás se había opuesto a mis deseos - murmuró - se veía tan molesto con la idea.
Dúo se había encerrado en su habitación toda la tarde, se había negado en rotundo a salir ni hablar con nadie ¿POr qué su amo era tan malo? ¿Por qué debía compartir el día más glorioso de su vida con alguien más? Sintió como las lágrimas corrían lentamente por su cara.
- ¿Dúo - escuchó una voz conocida - por qué lloras?
- Mi amo quiere que compartamos nuestra boda con la de su amigo.
- Estás siendo egoísta, hijo mío.
- Pero, mamá, ella es mujer, usará un hermoso vestido ¿cómo podré yo opacar su belleza?
- Quatre estaba contento de compartir su boda - le recordó - y no temió aquello que tú temes.
- Quatre es diferente - alegó - él es hermoso, hasta mi amo lo decía, pero yo no soy como él.
- Mi pequeño Dúo, para tú amo eres lo más hermoso que hay, a él no le importan otras gentes, la belleza de otras personas, sólo te ama a ti.
- Pero, mamá...
- No seas testarudo, Dúo, comprende que si te opones a lo que él desea no sólo pospondrás la boda, podrías hasta conseguir que la suspenda para siempre y tú no quieres perderlo ¿verdad?
"El amor es como una lágrima al viento,
tan pronto cae podría secarse,
por eso debes ponerle tu aliento para que pueda eternizarse".
- Tienes razón, mamá - sonrió - le diré a mi amo que haré tal como él dice y que lo único que me importa es que sea feliz a mi lado.
Wufei vio salir a Dúo de su habitación y lo siguió, tenía que hablar con él en privado antes de ir a conversar con Hilde.
- Espera - le pidió - quiero decirte algo.
- Espero que no tenga nada que ver con sus anteriores proposiciones, Duque - le replicó.
- No quiero molestarte, sólo quería decirte que si no quieres que Hilde y yo nos casemos junto con ustedes, iré yo mismo a decirle que la aplacemos, después de todo sería una forma de retribuirte por todos los malos ratos que te hice pasar cuando Yui estaba enfermo.
- Duque, yo... - se quedó un momento en silencio - no es necesario, he sido un poco cerrado al respecto, realmente quiero que compartamos nuestra felicidad.
- Gracias, príncipe Dúo - le sonrió y se alejó.
- ¿Por qué me llama así?
- Es el título que le corresponde por ser el prometido de nuestro soberano - le sonrió y lo dejó solo.
Dúo se quedó un segundo asombrado y luego fue tras él, había muchas interrogantes que quería le respondiera, pero en su carrera se estrelló con Heero que lo abrazó al darse cuenta quien había caído en sus brazos.
- ¿Pasa algo malo, corazón?
- El duque Wufei me llamó príncipe ¿lo soy?
- Claro que sí - lo tomó de las manos - ven, vamos a cenar, la cena está por servirse.
Dúo sonrió y lo siguió. Estaba realmente feliz y al fin comprendía lo que su madre le había querido decir, debía compartir su alegría y entregar su amor a todos a su alrededor.
- Amo, estoy de acuerdo en que la boda sea doble.
- ¿Estás seguro?
- Si, amo, quiero compartir con todos mi alegría.
Las dos semanas de preparación de la boda doble se había vuelto una auténtica locura, Hilde planeaba una cosa, Noin la transformaba y Dúo la rechazaba de plano, no podían ponerse de acuerdo con respecto a nada, ni los adornos de la iglesia, ni del comedor, ni de lo que serviría en la recepción. Hilde quería la iglesia adornada completamente de blanco, pero Dúo insistía en poner rosas de color damasco en medio de las blancas, el color, decía, era demasiado deprimente.
- ¡Yo soy pura! - chilló Hilde enfadada enfrentándolo - y si tú no le eres, no es mi culpa.
- ¡Ni es la mía que todavía no conozca el amor! - le replicó igual de furioso.
- ¡Te voy a matar!
Y una enorme pelea se habría armado entre los dos, se habrían ido a las manos ya que ninguno quería ceder ni un ápice, si Noin no hubiese intervenido.
- Ya basta, deben aceptar al otro o no vamos a terminar nunca de arreglar la iglesia antes de la boda - les reclamó.
- Este quiere manchar mi boda - dijo Hilde aún furiosa.
- Oye, es mi boda y por mí vas a casarte el mismo día con el Duque Wufei, yo no quería que fuera así y me convencieron de compartirla con ustedes, así que puedo hacer lo que quiera, además, es el reino de mi novio.
- Basta - pidió Noin - no quiero más discusiones al respecto, los ramos de adorno dentro de la Catedral serán como dice Dúo, pero los ramos de cada cual será como cada uno de ustedes quiera que sea.
- Bien - aceptó Dúo, al menos había ganado.
- Está bien - aceptó Hilde también, pero no dejaba de estar molesta.
Noin los miró y vio como se daban la espalda uno al otro y luego ambos se marchaban cada uno por su lado, era claro que ninguno estaba dispuesto a dar su brazo a torcer.
- Ojalá cuando tenga hijos no me salga alguno como ellos - rogó y siguió con lo que estaba - me matarían antes de un mes.
El día de la boda había amanecido perfecto, un día tibio lleno de sol, las flores dentro y fuera del palacio estaban aún más hermosas, parecían haberse abierto especialmente para los novios que intercambiarían sus votos esa tarde.
Dúo sonrió cuando su hermano entró en su habitación para ayudarlo, su hermano debía saber de sobra que estaba con los nervios de punta, no hallaba la hora que llegara el momento de casarse, ya estaba cansado de dormir solo, le hacía falta el calor de su amo por las noches y por las mañanas, no le había agradado eso de tener que practicar la abstinencia todo ese tiempo, pero había sido la condición que el obispo les había puesto para casarlos en tan poco tiempo.
- Trowa fue a ayudar a su primo - le sonrió su mellizo - él está tan nervioso como tú, aunque no lo aparente.
- Bueno, pero yo no quiero que Hilde me opaque en la boda, ya tuve bastante de ella por un largo tiempo.
- Yo sabía que se iba a terminar casando con el duque Wufei - se rió - pero no pensé que fuera tan pronto.
- Pues el amo me dijo que protestó bastante antes de aceptar, pero que lo hizo recapacitar y aceptar a regañadientes - rió también - él está aún más nervioso que yo, ella tiene un genio...
- Me imagino - lo ayudó a vestirse - la vi pelearse con él más de una vez, incluso le pegó.
- Pero si todo el tiempo la andaba provocando - Dúo movió la cabeza - incluso más de una vez me molestó a mí a ver si ella respondía algo, le dijo que era un pervertido y que lo acusaría con el amo Heero si no me dejaba en paz.
- ¿Y que hizo? - le comenzó a trenzar el cabello con una larga cinta blanca enlazada entre sus cabellos
- Le replicó burlón que él no le creería a ella porque era una simple mujer y ella le dijo que era un imbécil y que ya vería ella que cayera de la gracia del amo, pero nunca hizo nada en su contra.
- Claro, ella lo ama, no creo que le hiciera nada malo, van a ser felices juntos si no se dedican a irse dime que te diré.
- Príncipe Dúo - le dijo uno de los pajes que Heero había dejado cuidándolo - es hora que baje, el obispo debe bendecir su ramo y sus ropas antes de la ceremonia, luego hará lo mismo con el novio a quien no debe ver aún.
- Vamos, Dúo - lo jaló su hermano del brazo y ambos salieron.
Heero estaba de pie frente a obispo junto a Wufei que estaba más pálido que una estatua de sal, esperando la entrada de Dúo y Hilde. Se preguntó si se vería igual de pálido que su amigo, tal vez lo estaba, no podía saberlo, de lo único que estaba seguro era que un montón de maripositas le bailoteaban en el estómago de los nervios que sentía, aunque sabía que su querido trenzado no se retractaría de casarse con él.
Dúo y Hilde ingresaron a la ostentosa catedral de los Yui al son de la marcha nupcial, ambos estaban nerviosos, pero en Dúo era más claro el sonrojo en sus mejillas dado que él no llevaba velo que lo ocultara a las miradas de todos como Hilde, pero eso era lo que lo hacía más bello a los ojos de su novio.
Al ponerse cada uno de los novios de pie junto a sus respectivas parejas, el obispo comenzó la ceremonia llamando la atención de los presentes hacía aquellos que habían decidido unir sus almas y sus corazones bajo el consentimiento de Dios ante los ojos de los hombres.
Heero observó de reojo a su novio, se veía tan bello con aquel hermoso traje blanco y el cabello con aquellas hermosas cintas blancas enredadas en una complicada trenza que de seguro le había hecho Quatre.
Trowa le sonrió divertido y le dio un leve codazo cuando el obispo le llamó la atención para que intercambiaran los anillos junto a los votos matrimoniales. Se sonrojó levemente y tomó la mano de su amado siendo imitado de inmediato por Wufei.
- Con este anillo te desposo, para adorarte y amarte, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la alegría y en la tristeza hasta que la muerte nos separe - dijeron Heero y Wufei al mismo tiempo.
- Con este anillo te desposo, para adorarte y amarte, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la alegría y en la tristeza hasta que la muerte nos separe - dijeron Hilde y Dúo al mismo tiempo.
- Por el poder que me confiere Dios y Su Iglesia, los declaro marido y mujer - se sonrió el obispo guiñándole un ojo a Dúo del mismo modo en que el obispo de Trowa lo hiciera con Quatre - puede besar a la novia.
Heero acercó a Dúo hacia su pecho tomándolo por la cintura y tomando su trenza lo hizo inclinar la cabeza hacia atrás antes de besarlo con infinita dulzura delante de todos los presentes.
Wufei miró a su gobernante y luego a Hilde muy nervioso. Se adelantó hacia ella y levantó con cuidado el velo antes de darle un tierno beso en los labios que también selló sus votos.
- ¡Vivan los novios! - gritó alguien y un fuerte aplauso rompió el silencio de la catedral.
- Podéis iros es paz.
La fiesta en palacio era bellísima, todo era de gala, las damas presentes vestían sus mejores galas y joyas, los hombres iban engalanados con sus mejores trajes, pero nadie podía opacar la belleza del consorte real, su alegría lo hacía lucir casi como una estrella, o al menos eso pensaba Heero mientras lo miraba conversar con todo el mundo mientras su hermano y su cuñado brindaban por ellos.
- La vida os dé salud y prosperidad, Rey Heero - le dijo Marimeia al saludarlo - disculpe que no haya estado presente en la ceremonia con Lady Une, pero llegamos atrasadas y no quisimos interrumpir.
- No se preocupe, princesa, con su presencia es más que suficiente para honrarnos - le sonrió y casi de inmediato tuvo a Dúo a su lado - ¿Qué pasa, corazón?
- Es hora de partir el pastel ¿nos disculpa, princesa? - y se lo llevó del brazo hacia el centro del salón donde el enorme pastel los esperaba.
- No es necesario que te pongas celoso - le dijo Heero divertido mientras tomaba el cuchillo para partir el pastel - nada ni nadie me va a apartar de ti, no lo voy a permitir.
- No son celos, mi amo - le sonrió - yo lo amo.
- Yo también te amo, tontito, pero deja de decirme amo, soy tu esposo ahora.
- Lo recordaré - le sonrió y tomó el cuchillo poniendo sus manos sobre las de él - vamos.
Luego de repartir el pastel todos brindaron por los novios y les desearon las más infinitas de las alegrías. Dúo lanzó el ramo por los aires dándole las espalda a las solteras y solteros presentes y lo atrapó una de las amigas de Noin, luego se despidieron de los asistentes y partieron hacia un castillo alejado dentro de las tierras de los Yui.
- ¿Sabes, Heero? Te amo.
- Yo también te amo, Dúo, muchísimo - y lo volvió a besar en los labios mientras la carroza los llevaba al lugar donde consumarían por completo su amor.
El lugar que Heero había elegido para pasar su noche de bodas y la luna de miel era un pequeño castillo a las orillas de un lago cumbrereño, el lugar estaba bastante aislado, pero no tanto como para traer incomodidades a sus ocupantes y lo mejor era que las aguas eran termales, lo que le trajo ideas un poco licenciosas a Dúo acerca de lo que podía hacer junto con su amo en ellas.
- ¿En que piensas, Dúo?
- ¿Te gustaría que te preparara un baño? - le sonrió un tanto sonrojado.
- Siempre y cuando quieras compartirlo conmigo - le sonrió abrazándolo hacia su pecho - no tendremos problemas para tener agua caliente todo el tiempo y menos que se nos enfríe mientras hacemos otras cosas.
- Yo traje algunas cosillas para prepararle un baño muy especial - se sonrojó más aún si se puede - espero no te moleste.
Heero se volvió hacia su esposo y se rió divertido al verlo tan nervioso, era la primera vez que Dúo intentaba algo así estando solo y temía no dar la talla y decepcionar a su amado.
- Ven, Dúo, iremos a las termas, estaremos a solas toda la noche.
Dúo cogió dos toallas y dos mantas junto con un pequeño cofrecito de madera en el que guardaba las hierbas para el baño, había planeado toda la noche de bodas con todo lujo de detalles, aunque ese se le había escapado, pero al parecer todo marchaba sobre ruedas.
- Espera - le dijo Heero al ver que se desvestía - yo quiero hacerlo.
Dúo se sonrojó violentamente pero se acercó a él. Heero tomó sus manos y las llevó a sus labios besando con cuidado muy suavemente los dedos, el dorso y luego la palma de la mano, pasando también la lengua por ellos. Soltó los botones de la camisa de seda lentamente y le besó las muñecas pasando suavemente la lengua por donde comenzaba a latir acelerado su pulso. Lo tomó por los codos y lo acercó aún más a él para sacar lentamente su camisa. La dejó caer delicadamente por sus hombros que comenzó a acariciar con sus labios bajando primero por el brazo derecho, subiendo de regreso por el mismo hasta sus labios y volviendo a bajar, esta vez por el izquierdo y repitiendo la misma actividad de su boca mientras sus dedos viajaban por su espalda acariciando con ternura los músculos y la columna.
"Podrá nublarse el sol eternamente;
podrá secarse en un instante el mar;
podrá romperse el eje de la Tierra como un débil cristal".
Dúo gemía bajito, descontrolado, aquel juego delicioso no se le había pasado por la mente ¿o sí? En realidad ya no razonaba, sólo sentía como los labios de su esposo ahora vagaban por su pecho trazando senderos de fuego con su lengua que atrapaba primero un pezón y luego el otro, succionaba con placer, lo torturaba con leves mordidas y luego lo abandonaba para seguir con el otro arrastrando la lengua y dejando un ardiente sendero por su piel.
"¡Todo sucederá! Podrá la muerte cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse la llama de tu amor".
Sus manos bajaron a la cinturilla de su pantalón y comenzaron a deslizarlo lentamente por sus caderas acariciando suavemente sus glúteos, luego sus muslos hacia abajo y de vuelta. Sentía que las rodillas no lo sostendrían mucho más.
- No me tortures más - le pidió casi llorando y Heero dejó de hacerlo.
- Es tu turno - le dijo y le tendió las manos.
Dúo no hallaba que hacer, así que simplemente imitó sus sensuales movimientos de arriba hacia abajo en la piel de su esposo de la misma manera en que le habían sido prodigados.
- Basta - gimió Heero tratando de mantener un poco la cordura - vamos al agua - lo levantó en vilo y lo depositó con cuidado en el agua entrando él también - aquí será mejor - dijo y comenzó de nuevo a acariciarlo sensualmente mientras lo hacía sentarse en una banca de piedra dentro del agua arrodillándose frente a él. Tomó muy suavemente su miembro entre sus manos y comenzó a recorrerlo jalando suavemente la piel sintiendo como se iba dilatando - ¿te gusta? - lo besó en los labios apretando levemente la punta del miembro - ¿quieres poseer o ser poseído?
- ¡Poséeme! - rogó con voz apenas audible, ya sin control y Heero se sonrió apoyando sus labios sobre el pulso alborotado en su cuello - Te amo - dijo entrecortado entregándose a sus caricias.
El juego de besos y caricias los llevó al límite y al cansancio, el agua caliente junto con las hierbas que Dúo le había agregado agudizó sus sentidos y aumentó las ansias y la lujuria que durante casi dos semanas habían tenido que mantener a raya, haciendo aún más sublime su amor...
Y un nuevo día trajo de regreso la magia del elfo trenzado, había pensado en entregárselos por completo e irreversiblemente la noche anterior, pero entre una y otra caricia, con la piel abrazada, todo pensamiento coherente se había borrado por completo de su mente y se había entregado por completo. Sonrió y se sonrojó, era bastante obvio que no era capaz, ni sería, de controlarse cuando veía y sentía la piel desnuda de su esposo, sus labios ofrecidos en un sensual beso, aquel que desde el principio fue su dueño, y mucho menos cuando este estaba decidido a llevarlo por los linderos de una locura arrebatada y pasional.
- Dúo - lo regañó sin abrir los ojos al no sentirlo a su lado - vuelve a acostarte a mi lado o te traeré de regreso - lo amenazó tendiéndole la mano y este se sonrió acurrucándose de nuevo en su hombro derecho para escuchar los latidos acompasados de su corazón - ¿qué pasa, amor?
- Sabes bien que disfruto más que nadie el amanecer, pero creo que este es el mejor y más dulce amanecer de mi vida.
- Espero que cada amanecer sea mejor que el anterior - le dijo Heero acariciando sus cabellos ahora sueltos en su espalda, en que momento los había liberado de la complicada trenza que le habían hecho, ni lo recordaba - y que los podamos disfrutar juntos para siempre - lo besó en la frente.
- Para siempre - repitió Dúo cerrando los ojos volviendo a dormirse, su cuerpo estaba recobrando sus fuerzas, pero aún así estaba cansado, ya después le entregaría su magia.
Y Heero volvió a escuchar la voz de la madre de su elfo diciendo:
"¡Será leyenda, enigma santo!
siempre unidas nuestras almas bajo sombras de misterio como ocultas por un manto en el tiempo reencarnado en otras vidas y la unción de los fervores, trascendiendo mi espíritu que te ama,
cuando el soplo de la muerte nuestro ser haya deshecho,
mantendrá viva la llama del amor que, como un cirio, siempre ha ardido en nuestro pecho".
Y vivieron felices para siempre.
Fin
Lamento haber tardado tanto en subir los capítulos, pero espero haya valido la pena la espera y que les gustase mi historia. Gracias a quienes me escribieron, les dedico mi historia y que disfruten ahora de mi nueva historia, Guerreros Legendarios.
Shio Chang.
PRIMERA PARTE: TROWA Y QUATRE
Trowa viajaba al reino Barton más que nada para hablar con Lady Catherin sobre la ruptura de su compromiso, luego volvería por su pequeño Quatre para casarse aunque su padre lo desheredara por ello. Estaba seguro que ella entendería que su corazón le pertenecía al pequeño elfo rubio.
- Amo Trowa - le dijo Rashid - su padre lo espera, desea hablar con usted sobre la visita que le hizo el joven Heero hace unos días.
- Ya me lo esperaba - suspiró - Heero me dijo que había intentado razonar con él pero que no consiguió nada.
- ¿Qué va a hacer, amo?
- Voy a hablar con Lady Catherin primero, según lo que ella me diga van a ser mis resoluciones de ahora en adelante.
- ¿Y si ella se negase a romper su compromiso, Alteza?
- Bueno, voy a tener serios problemas, pero ella me quiere como hermano, dudo mucho que se niegue a romper el compromiso, es especial porque Dúo me dijo que ella está enamorada del Duque Jasón - sonrió - aunque creo que él tiene problemas financieros y por eso su padre no lo acepta.
- Ese joven tenía problemas porque su padrastro se gastaba el dinero, pero hace poco falleció y ahora es muy solvente.
- Genial, así ella no se quedará sola cuando me vaya con Quatre.
Apuró el paso de su caballo y juntos con las huestes que habían ido a la guerra entró en el palacio principal en donde los recibieron como los héroes victoriosos que eran.
- ¡Bienvenidos, Huestes de Barton! - dijo el rey - ¡Salve, Huestes victoriosas!
- Gracias, padre - desmontó Trowa - no traemos muchas bajas y hemos detenido las ambiciones de Oz.
- Hijo, necesito hablar contigo.
- ¿Sobre qué será? - dijo haciéndose el desentendido mientras lo seguía al salón del trono. Allí los esperaba Lady Catherin y el Duque Jasón - Lady Catherin, Jasón.
- Su majestad, creo que es mejor que yo hable primero con su alteza - intervino ella y Trowa la miró realmente extrañado - por favor.
- Muy bien, los veré más tarde, entonces - se retiró.
- ¿Qué pasa, Catherin?
- Lo que pasa, alteza - empezó Jasón - es que yo deseo casarme con ella y como en estos momentos se encuentra comprometida con usted, aquello no puede ser. Tanto su padre como el vuestro se han opuesto terminantemente a romper el compromiso dado que esto generaría un rompimiento en el reino, según ellos.
- Yo estoy de acuerdo en romperlo - dijo Trowa muy seguro - en el reino de Yui alguien me espera y aunque mi padre me desherede, me casaré de todas maneras.
- ¿No te molesta que me case con alguien más?
- Lo más importante para mí es que seas feliz con la persona que ha elegido tu corazón - le sonrió y la abrazó - lo que debemos hacer ahora es preparar tu boda para que yo regrese al reino de Yui en paz.
- ¡Gracias, Trowa, eres un gran amigo!
- Gracias, su Alteza.
La boda en el reino de Barton se preparaba a pasos agigantados sin que el rey supiera que había un pequeño detalle diferente, el novio no era él, sino que el Duque Jasón. El problema era que se habían enviado las invitaciones a su nombre incluso al reino de Yui y aquello podía significar que Heero creyera que le había mentido acerca de casarse con Quatre y por eso aún no llegaba.
- Mi pobre Quatre ha de creer que le he mentido - murmuró preocupado - espero que llegue pronto para explicarles la situación.
- No te ves nada de feliz con la boda tan próxima, hijo.
- Estoy un poco preocupado - admitió sin dar la razón - espero que las cosas se mantengan calmadas.
- Su majestad, el príncipe Heero avisa que viene en camino y que desea hablar con el príncipe Trowa antes de arribar al reino.
- ¿Qué querrá ese muchacho loco? No vayas a suspender la boda, no me importa lo que él diga o se vuelva mi enemigo ¿entendido?
- Heero no haría nada semejante - replicó y salió del palacio a encontrarse con su primo.
La comitiva del reino de Yui era bastante grande, en especial porque Heero venía acompañado de varios de sus caballeros y sus respectivas familias, lo que se le hizo extraño a Trowa.
- Bienvenidos al reino de Barton - los saludó y Quatre se adelantó hacia él y se colocó a su lado - Hola, Quatre.
- Es muy bonito de tu parte lo que está haciendo por Lady Catherin - le sonrió el elfo un tanto sonrojado - siempre he sabido que eres muy bueno y dulce.
- ¿Cómo lo...?
- ¿... sabemos? - se burló Heero - creo que el mismo Dúo te lo había dicho, él puede ver el presente y el pasado, en especial de las personas que están relacionadas de alguna manera con él.
- Mi padre me mandó a decirte que ni se te ocurra tratar de detener la boda, él jura que el novio soy yo - se colocó a su lado y comenzaron a avanzar - pero es el Duque Jasón.
- Pero si vas a ser el novio - le dijo divertido al verlo asombrado - por eso traje tanta gente conmigo, Quatre es un elfo de mi reino y se va a casar contigo delante de tu padre, será una hermosa boda doble.
- A mí me habría gustado casarme también - murmuró Dúo en voz baja algo dolido - pero el amo dijo que aún no, que hay muchas cosas que debe preparar antes y...
- Dúo, cállate - le dijo Heero tomándolo por la trenza - sabes perfectamente que me voy a casar contigo, pero debo asegurarme que Trowa haga feliz a tu hermano primero.
Trowa se sonrió y miró a su amado Quatre, así como iban las cosas pronto sería su esposo y a su padre no le quedaría de otra más que aceptarlo.
"Por disputar tus favores no se han en mi pecho extinto Caballerescos rencores.
Recuerda que mis mayores Llevaban espada al cinto".
Quatre le sonrió también, estaba seguro que si su amo había apoyado su decisión de casarse con el príncipe Trowa era porque lo consideraba un buen esposo y alguien a quien le podía confiar su cuidado y protección.
"Y ha de imponerse mi audacia si alguien al bardo disputa Tu severa aristocracia.
Como una flor diminuta tu mano me dé su gracia".
Por la tarde ya todo estaba listo para que los novios intercambiaran sus votos de amor eterno. Heero había mantenido alejado a Quatre de Trowa con eso que los novios no deben verse hasta la boda o le traería mala suerte y ya bastante habían tenido desde que se conocieron como para agregar más.
Dúo se paseaba por todos lados mirando los detalles de la boda para saber que sería lo que tendría que hacer para la suya y se topó con Lady Catherin que había salido al jardín a tratar de tranquilizarse un poco antes de la boda. Era demasiada la emoción que sentía y no podía calmarse.
- Debe calmarse, señorita - le dijo Dúo divertido - le aseguro que el novio está aún más nervioso que usted, creo que todavía teme que la boda se suspenda - se rió - pero el rey no va a poder hacer nada, mi amo se va a encargar de todo.
- ¿De qué hablas?
- ¿No le dijo el príncipe Trowa?
- No puedo verlo hasta después de la boda.
- Con razón - bajó la voz - el también estará en la ceremonia, se va a casar con mi hermano al mismo tiempo que usted.
- ¿En serio? Vaya, con razón andaban como locos sus ayudas de cámara.
- Yo debo irme, debe ayudar a mi amo a vestirse y a mi hermano a prepararse para la boda - sonrió una vez más - puede estar tranquila, mi amo detendrá al rey con magia si es necesario.
- Gracias, Dúo.
Trowa estaba de pie junto al altar junto con el Duque Jasón y el obispo mientras esperaban la llegada de Lady Catherin y Quatre. Heero se había ubicado junto a su tío con Wufei del otro lado, Dúo también estaba junto a su amo muy nervioso, esperaba que todo resultara bien y que su amo no tuviera que usar ni la fuerza ni la magia para evitar que el rey hiciera un escándalo cuando descubriera la verdad.
Trowa se volteó al escuchar los compases de la marcha nupcial y una dulce sonrisa hizo más hermoso su rostro, Quatre se veía realmente bello con aquel traje, de seguro su extraordinaria belleza se realzaba por la felicidad que su rostro mostraba.
"Tú no ignoras que daría dentro del pecho que arde,
por tu amor la vida mía.
Yo te conocí una tarde y te probé mi osadía".
Quatre caminó con calma junto a Lady Catherin hacia el altar, estaba aún más nervioso que ella con todo esto, entonces vio que el príncipe Heero le hacía un pequeño gesto y se tranquilizó, él tenía todo bajo control.
Trowa miró de reojo al Duque, se le notaba terriblemente embobado mirando a su amada, tal vez, pensó él tenía la misma cara de idiota cuando miraba a Quatre y trató de ponerse serio, pero sentía que se lo ganaban las emociones y se sonrojó bajo la atenta mirada del obispo que de inmediato inició la ceremonia.
"Me quisiste, yo te quiero.
Confesarlo no rehuyo,
como incumbe a un caballero.
Y he de morir - yo lo espero - bendiciendo el nombre tuyo".
La boda había sido hermosa, pero el rey no podía creer lo que había pasado. Ciertamente Lady Catherin y Trowa se habían casado, pero no él uno con el otro, sino que con otras personas. Y cuando quiso intervenir, Heero le hizo un gesto, como se atreviera a tratar de evitar el término de la boda, lo hechizaría, así que se vio obligado a quedarse callado, no podía armar un escándalo dentro de la catedral, después de todo era el rey.
- Con este anillo te desposo, para adorarte y amarte, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la alegría y en la tristeza hasta que la muerte nos separe - dijeron Trowa y el Duque Jasón al mismo tiempo.
- Con este anillo te desposo, para adorarte y amarte, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la alegría y en la tristeza hasta que la muerte nos separe - dijeron Lady Catherin y Quatre al mismo tiempo.
- Por el poder que me confiere Dios y Su Iglesia, los declaro marido y mujer - se sonrió el obispo guiñándole un ojo a Quatre - puede besar a la novia.
Las dos parejas se acercaron y besaron suavemente los labios de sus respectivos novios y un fuerte aplauso rompió el silencio de la iglesia.
- Te amo - le susurró Trowa a Quatre.
- Yo también - le sonrió.
Dúo se echó en los brazos de Heero llorando y este tuvo que abrazarlo comprendiendo que lo hacía por lo feliz que se sentía por su hermano y porque sabía que pronto él también pasaría por lo mismo.
- Al final te saliste con la tuya - le dijo su tío sin rencor - ver a Trowa feliz debe ser mejor que tener un reino enorme y difícil de manejar.
- Dado que tanto Lady Catherin como el Duque son sus vasallos, no creo que tenga problemas en mantener el reino unido, en especial si ellos le están agradecidos a Trowa por ayudarlos a estar juntos.
Todos se dirigieron a la fiesta y disfrutaron del baile y la comida hasta el momento en que los novios se pusieron de pie para partir a su luna de miel.
- ¡Van a lanzar los ramos! - gritó una joven soltera y todas las chicas solteras corrieron a ponerse para atrapar el ramo.
- Ve, Dúo - le dijo Heero sonriendo y lo empujó hacia ellos.
Dúo se ubicó sonrojado a un costado de las chicas y cuando Catherin y Quatre lanzaron al mismo tiempo se echó hacia atrás, y los atrapó los dos.
- Pronto estarás casado también - lo abrazó Quatre feliz - pero espera que nosotros regresemos ¿vale?
- Claro que sí, yo quiero que seas testigo también de mi felicidad.
Los novios partieron siendo cubiertos por miles de pétalos de rosas y claveles mientras todos los vitoreaban.
- ¡Vivan los novios!
El lugar que Trowa había escogido para su luna de miel era fantástico para los planes que tenía Quatre para su noche de bodas. Aquella hermosa mansión oculta en el bosque y con el lago muy cercano le daba un ambiente muy romántico y le parecía perfecto para la seducción que planeaba. Sonrió dulcemente cuando Trowa le preguntó que le parecía el lugar.
- Es perfecto - y se echó a sus brazos sonriendo - quiero que esta sea una noche especial para los dos, que olvidemos el pasado y juntos construyamos un futuro para los dos.
- Claro, Quatre - le ofreció los labios y Quatre empezó a acariciarlo muy lentamente, claro preludio de lo que planeaba hacerle sentir entre sus brazos - te quiero mucho, lo demás no importa.
Quatre le echó los brazos al cuello para hacerlo inclinarse más hacia él para hacer el beso más profundo. Acarició con ternura los cabellos de la nuca antes de soltarlo y alejarse un poco de él, de inmediato comenzó a desabotonar su camisa, desnudando suavemente el pecho y pasando luego los dedos levemente por la piel ardiente de su esposo. La dejó caer al suelo sin mayor cuidado y acercó sus labios al pecho que respiraba agitado de deseo.
- Quatre - gimió bajito.
Lentamente el elfo siguió recorriendo la piel de su amado, quería borrar el sabor de su amo de sus labios, pero al momento de hacer la comparación sintió que aquel sabor ya no estaba en sus sentidos, ellos le pertenecían por completo al hombre que ahora acariciaba, quizás nunca amó a Heero Yui, sólo se sintió atraído por la ternura en que era tratado por él. Decidió que estaba siendo injusto con su ahora esposo y se apoderó de un pezón succionándolo con deseo, era muy suave y dulce su sabor, nunca había sentido algo así. Lo soltó y arrastró sus labios hasta el otro para repetir la misma operación. Sus manos se fueron lentamente, torturando más la piel de la espalda hasta posarse en la cinturilla de los pantalones bajándolos mientras sus labios descendían por el plano vientre dejando senderos de fuego hasta llegar a su meta, aquel miembro que palpitaba de ansiedad. Hizo que Trowa se quitara las botas y le quitó los pantalones para continuar acariciando sus piernas de vuelta hacia arriba.
- Quatre - gimió nuevamente ahora más fuerte.
- Es tu turno - se detuvo el elfo sonrojado poniéndose de pie - no puedes disfrutar tú solo - le tendió las manos.
Trowa lo miró preocupado, ¿sería capaz de borrar de su piel las marcas que antes le había puesto su primo? Debía hacerlo, Quatre era ahora suyo y debía demostrárselo a él y al mundo entero. Soltó los botones de su camisa y la hizo caer por su blanca espalda mientras se agachaba a acariciarlo de la misma manera en que el elfo lo había hecho, pero fue más osado, mientras lo acariciaba fue preparando suavemente el camino para su penetración, quería ser su dueño.
Quatre sentía la invasión de los dedos de su esposo en su ano y trató de relajarse para facilitarle la labor, sin embargo, no sentía ningún dolor puesto que sus labios acariciaban de arriba abajo su miembro alborotado arrastrando su piel y mordiendo suavemente la punta.
- ¡Trowa! - gritó afirmándose de sus hombros sintiendo que desfallecía de placer.
Trowa se detuvo al sentir que Quatre estaba por venirse en su boca y se levantó para llevarlo a la cama, así estarían más cómodos...
La luz del sol bañó los cuerpos desnudos enlazados sobre la cama, ambos jóvenes estaban tan cansados luego de amarse toda la noche que ninguno de los dos atinó a cubrirse para pasar la madrugada, simplemente se aferraron al calor del otro y se durmieron abrazados.
"El amor llene sus vidas,
el amor cumpla sus ansias,
el amor colme sus almas,
el amor los llene de dichas".
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SEGUNDA PARTE: HEERO Y DÚO
"¡Será leyenda, enigma santo!
siempre unidas nuestras almas bajo sombras de misterio como ocultas por un manto en el tiempo reencarnado en otras vidas y la unción de los fervores, trascendiendo mi espíritu que te ama,
cuando el soplo de la muerte nuestro ser haya deshecho,
mantendrá viva la llama del amor que, como un cirio, siempre ha ardido en nuestro pecho".
Heero estaba muy feliz con la boda, aquello ponía a salvo al pequeño y rubio elfo y de paso hacía feliz a su primo, y también le divertía ver como Dúo trataba de mantener vivos ambos ramos vivos y bonitos mientras los novios regresaban.
Pero él aún tenía asuntos pendientes que debía arreglar, en especial porque había recibido una invitación del reino de Ludock para la boda de Reelena y el príncipe Erick. No le había dicho nada a su querido elfo sobre que ella se había puesto en contacto con él, no quería angustiarlo y menos cuando andaba corriendo por todos lados ultimando los detalles para su boda con una cara de felicidad tan grande que le causaba risa.
Esa noche se dedicó a velar a su amado y sonrió al escuchar aquella voz que siempre lo acompañaba, sabía que era la madre de su elfo, uno de aquellos poderosos seres que le habían dado su magia para cuidar su reino y a los últimos de su especie, aunque sabía que ya no habría más.
"Despierto, tiemblo al mirarte;
dormido, me atrevo a verte, por eso, alma de mi alma,
velo mientras tú duermes"
Era extraño, se había deprimido pensando que aquellos elfos se merecían tener sus propias familias y llenarse de hijos, sin embargo, era más que ellos eran niños grandes que el hecho que necesitaran tener hijos. Por ello, se había convencido que lo único necesario para que fueran felices era un poco de amor.
"Despierto, hablas, y al hablar, vibrantes tus palabras me parecen lluvia de perlas que en dorada copa se derrama a torrentes".
Su querido Dúo era un hablador empedernido, pero no le molestaba, lo sacaba de la monotonía y la tristeza que a ratos lo llevaba a encerrarse en si mismo, a deprimirse, por lo mismo sabía que sería muy feliz a su lado, lo amaba tal como era.
"Dormido, en el murmullo de tu aliento acompasado y tenue,
escuchó yo un poema que mi alma enamorada entiende.
¡Duerme!"
Se recostó a su lado pese a que el obispo le había dicho que debían verse lo menos posible, pero no podía hacerlo ¿cómo alejarse del único ser en este mundo que verdaderamente lo hacía feliz? No conocía la manera ni intentaba buscarla, no era algo que quisiera hacer.
- Te amo tanto, Dúo - susurró rozando con sus labios la tibia frente - tan pronto Quatre y Trowa regresen nos casaremos, pero primero debo ir al reino de los Piscraft a cerciorarme que Reelena ya nunca más nos hará daño - se retiró de la habitación.
"Sobre el corazón la mano he puesto para que no suene su latido, y de la noche turbe la calma solemne".
Miliardo y Noin sonreían al ver llegar a Heero acompañado del Duque Wufei, desde hacía días esperaban su arribo, pero algo lo había detenido, claro que ahora sabía bien que había sido, la boda de su primo con uno de sus elfos, había sido una extraña coincidencia que Reelena decidiera casarse también ese mismo día y se fuera con su esposo al reino de éste sin esperar a Heero y sólo le dejó una carta.
- Te esperábamos antes, Heero - le sonrió su amigo - sean bienvenidos al reino Piscraft.
- Gracias ¿Es verdad lo que dice la invitación?
- Reelena se casó con el rey Ludock hace dos días - se sonrió Noin - pero te dejó una carta, ella espera que seas feliz.
- Además, deseábamos hablar con usted, Duque Wufei - le dijo el rubio al joven moreno muy formalmente y este lo miró extrañado.
- ¿Qué sería, Príncipe Piscraft? - le dijo en el mismo tono alarmado, no creía haber hecho algo malo como para que le llamaran la atención delante de su príncipe ¿o sí?
- Es sobre mi hermana Hilde - le dijo Noin - necesita un buen esposo y lo hemos elegido a usted.
- ¡CON LA PRINCESA HILDE! - chilló Wufei - ¿Por qué yo?
- Creo que sería adecuado - aceptó Heero - dentro de un par de semanas será mi boda con Dúo, la boda también podría ser doble.
- ¡YO NO HE ACEPTADO!
- Yo lo hago por ti, será una buena alianza, el padre de Noin no tiene hijos varones, y Miliardo tiene su propio reino que atender, así que llegarías a ser rey ¿no te agrada la idea?
- Sí, pero ¿ella?
- No puedes negarte, la boda se efectuará en dos semanas - le dijo a los príncipes - todo se preparará especialmente para la ocasión, si quieren agregar algún detalle especial, deben hacérselo saber a Dúo, yo he decidido que él lleve todo eso, mis ocupaciones me traen de cabeza por el momento.
- Claro que sí, Heero, iremos a tu reino a ultimar los detalles para la boda, será perfecta.
Después de comer los dos jóvenes volvieron al reino de Yui, Wufei ni había mirado a su prometida, estaba furioso, Heero lo sabía de sobra, pero por lo mismo no se dio cuenta del disgusto con que Hilde lo miraba y él optó por no hacérselo notar, lo casaría aunque ellos creyeran odiarse, Quatre le había dicho que ella estaba enamorada de Wufei, pero por la manera altanera en que este la trataba, era ruda con él. Y estaba convencido que Wufei sentía lo mismo, pero estaba demasiado acostumbrado que las mujeres cayeran a sus pies como para notar la falsa indiferencia conque era tratado.
- ¿Por qué me obligas a casarme con esa niña caprichosa? - le dijo al fin Wufei mientras cabalgaban de regreso - Yo no me quiero casar con ella.
- Creo, Wufei, que debes dejar de mentirte a ti mismo.
- ¿Eh? - se sonrojó violentamente - ¿qué quieres decir con eso?
- Creo que ya te respondiste tú mismo, amigo mío - se adelantó - piénsalo, Wufei ¿Por qué protestas tanto negando que ella te gusta y mucho? Puedes mentirme a mí, pero ¿contigo mismo?
Wufei se quedó en un rotundo silencio. Lo que le decía su amo era cierto, estaba protestando demasiado y era cierto que ella le gustaba mucha, pero eso de casarse con ella no estaba dentro de sus planes, le desagradaba la manera en que trataba de ignorarlo todo el tiempo, la manera desafiante en que le respondía...
- ¿Has pensado que ella se comporta mal contigo en respuesta a la manera en que tú la tratas? - le dijo Heero como leyéndole el pensamiento.
Sí, él podía tener razón, él la trató mal desde el principio, la desdeñó por ignorarlo y ahora ambos tenían una guerra declarada.
- Has ganado, Yui, me casaré con ella sin protestar más.
- Me alegro, Wufei, estoy casi seguro que serás muy feliz a su lado.
Dúo seguía en el jardín buscando algunas hierbas medicinales para el baño de su amo cuando los vio llegar a las caballerizas y corrió a su encuentro sin preocuparse que no debía verlo tan seguido. Le importaba un comino lo que les dijo el obispo, amaba al hombre y no le iba a dar la ocasión a nadie para que tratara de robárselo.
- ¡Amo! - saltó y se echó a sus brazos sin previo aviso - ¡regresó pronto! - lo besó - ¿A dónde fueron? Yo había pensado en pedir en la cocina algo especial para el almuerzo, pero me dijeron que usted había salido y ni me dijo...
- Dúo, cállate - se soltó de él - sólo fuimos a concertar el matrimonio de Wufei al reino de Piscraft con la princesa Hilde.
- ¿Al reino de Piscraft? - lo miro preocupado - allí estaba la arpía esa... - murmuró.
- Reelena se casó con Erick Ludock el mismo día que Quatre con Trowa - le informó divertido - y me dijo que había renunciado a su poderes y a la venganza contra ustedes.
- Pero no me gusta esa mujer, es ambiciosa y mala.
- No seas rencoroso, Dúo mío - lo regañó - se casó con un rey de un reino lejano, así que no la verás nunca más.
- Espero que así sea - se alejó - Va a cenar aquí ¿verdad?
- Está bien, no te voy a arruinar la cena, pero debo advertirte que mañana o pasado llegarán Hilde y Noin a ayudarte a preparar la boda, será doble dentro de dos semanas el día sábado en la tarde.
- No quiero, quiero ser el único protagonista - le dijo alejándose enojado.
- Pero es Wufei quien se casa también - lo atrapó por un brazo - no puedes hacer eso, ya le dije a Noin que sí.
- Pues se va a tener que buscar otro novio si quiere casarse ese día - se soltó y se fue corriendo.
Wufei lo miró preocupado, de seguro Heero no había pensado que Dúo se pudiera oponer a que compartieran la boda, él tampoco creyó que lo hiciera o le habría propuesto otra fecha.
- Yui, aún podemos arreglar para que mi boda sea después. Además, dudo que la princesa Hilde esté muy de acuerdo con casarnos tan pronto.
- Dúo jamás se había opuesto a mis deseos - murmuró - se veía tan molesto con la idea.
Dúo se había encerrado en su habitación toda la tarde, se había negado en rotundo a salir ni hablar con nadie ¿POr qué su amo era tan malo? ¿Por qué debía compartir el día más glorioso de su vida con alguien más? Sintió como las lágrimas corrían lentamente por su cara.
- ¿Dúo - escuchó una voz conocida - por qué lloras?
- Mi amo quiere que compartamos nuestra boda con la de su amigo.
- Estás siendo egoísta, hijo mío.
- Pero, mamá, ella es mujer, usará un hermoso vestido ¿cómo podré yo opacar su belleza?
- Quatre estaba contento de compartir su boda - le recordó - y no temió aquello que tú temes.
- Quatre es diferente - alegó - él es hermoso, hasta mi amo lo decía, pero yo no soy como él.
- Mi pequeño Dúo, para tú amo eres lo más hermoso que hay, a él no le importan otras gentes, la belleza de otras personas, sólo te ama a ti.
- Pero, mamá...
- No seas testarudo, Dúo, comprende que si te opones a lo que él desea no sólo pospondrás la boda, podrías hasta conseguir que la suspenda para siempre y tú no quieres perderlo ¿verdad?
"El amor es como una lágrima al viento,
tan pronto cae podría secarse,
por eso debes ponerle tu aliento para que pueda eternizarse".
- Tienes razón, mamá - sonrió - le diré a mi amo que haré tal como él dice y que lo único que me importa es que sea feliz a mi lado.
Wufei vio salir a Dúo de su habitación y lo siguió, tenía que hablar con él en privado antes de ir a conversar con Hilde.
- Espera - le pidió - quiero decirte algo.
- Espero que no tenga nada que ver con sus anteriores proposiciones, Duque - le replicó.
- No quiero molestarte, sólo quería decirte que si no quieres que Hilde y yo nos casemos junto con ustedes, iré yo mismo a decirle que la aplacemos, después de todo sería una forma de retribuirte por todos los malos ratos que te hice pasar cuando Yui estaba enfermo.
- Duque, yo... - se quedó un momento en silencio - no es necesario, he sido un poco cerrado al respecto, realmente quiero que compartamos nuestra felicidad.
- Gracias, príncipe Dúo - le sonrió y se alejó.
- ¿Por qué me llama así?
- Es el título que le corresponde por ser el prometido de nuestro soberano - le sonrió y lo dejó solo.
Dúo se quedó un segundo asombrado y luego fue tras él, había muchas interrogantes que quería le respondiera, pero en su carrera se estrelló con Heero que lo abrazó al darse cuenta quien había caído en sus brazos.
- ¿Pasa algo malo, corazón?
- El duque Wufei me llamó príncipe ¿lo soy?
- Claro que sí - lo tomó de las manos - ven, vamos a cenar, la cena está por servirse.
Dúo sonrió y lo siguió. Estaba realmente feliz y al fin comprendía lo que su madre le había querido decir, debía compartir su alegría y entregar su amor a todos a su alrededor.
- Amo, estoy de acuerdo en que la boda sea doble.
- ¿Estás seguro?
- Si, amo, quiero compartir con todos mi alegría.
Las dos semanas de preparación de la boda doble se había vuelto una auténtica locura, Hilde planeaba una cosa, Noin la transformaba y Dúo la rechazaba de plano, no podían ponerse de acuerdo con respecto a nada, ni los adornos de la iglesia, ni del comedor, ni de lo que serviría en la recepción. Hilde quería la iglesia adornada completamente de blanco, pero Dúo insistía en poner rosas de color damasco en medio de las blancas, el color, decía, era demasiado deprimente.
- ¡Yo soy pura! - chilló Hilde enfadada enfrentándolo - y si tú no le eres, no es mi culpa.
- ¡Ni es la mía que todavía no conozca el amor! - le replicó igual de furioso.
- ¡Te voy a matar!
Y una enorme pelea se habría armado entre los dos, se habrían ido a las manos ya que ninguno quería ceder ni un ápice, si Noin no hubiese intervenido.
- Ya basta, deben aceptar al otro o no vamos a terminar nunca de arreglar la iglesia antes de la boda - les reclamó.
- Este quiere manchar mi boda - dijo Hilde aún furiosa.
- Oye, es mi boda y por mí vas a casarte el mismo día con el Duque Wufei, yo no quería que fuera así y me convencieron de compartirla con ustedes, así que puedo hacer lo que quiera, además, es el reino de mi novio.
- Basta - pidió Noin - no quiero más discusiones al respecto, los ramos de adorno dentro de la Catedral serán como dice Dúo, pero los ramos de cada cual será como cada uno de ustedes quiera que sea.
- Bien - aceptó Dúo, al menos había ganado.
- Está bien - aceptó Hilde también, pero no dejaba de estar molesta.
Noin los miró y vio como se daban la espalda uno al otro y luego ambos se marchaban cada uno por su lado, era claro que ninguno estaba dispuesto a dar su brazo a torcer.
- Ojalá cuando tenga hijos no me salga alguno como ellos - rogó y siguió con lo que estaba - me matarían antes de un mes.
El día de la boda había amanecido perfecto, un día tibio lleno de sol, las flores dentro y fuera del palacio estaban aún más hermosas, parecían haberse abierto especialmente para los novios que intercambiarían sus votos esa tarde.
Dúo sonrió cuando su hermano entró en su habitación para ayudarlo, su hermano debía saber de sobra que estaba con los nervios de punta, no hallaba la hora que llegara el momento de casarse, ya estaba cansado de dormir solo, le hacía falta el calor de su amo por las noches y por las mañanas, no le había agradado eso de tener que practicar la abstinencia todo ese tiempo, pero había sido la condición que el obispo les había puesto para casarlos en tan poco tiempo.
- Trowa fue a ayudar a su primo - le sonrió su mellizo - él está tan nervioso como tú, aunque no lo aparente.
- Bueno, pero yo no quiero que Hilde me opaque en la boda, ya tuve bastante de ella por un largo tiempo.
- Yo sabía que se iba a terminar casando con el duque Wufei - se rió - pero no pensé que fuera tan pronto.
- Pues el amo me dijo que protestó bastante antes de aceptar, pero que lo hizo recapacitar y aceptar a regañadientes - rió también - él está aún más nervioso que yo, ella tiene un genio...
- Me imagino - lo ayudó a vestirse - la vi pelearse con él más de una vez, incluso le pegó.
- Pero si todo el tiempo la andaba provocando - Dúo movió la cabeza - incluso más de una vez me molestó a mí a ver si ella respondía algo, le dijo que era un pervertido y que lo acusaría con el amo Heero si no me dejaba en paz.
- ¿Y que hizo? - le comenzó a trenzar el cabello con una larga cinta blanca enlazada entre sus cabellos
- Le replicó burlón que él no le creería a ella porque era una simple mujer y ella le dijo que era un imbécil y que ya vería ella que cayera de la gracia del amo, pero nunca hizo nada en su contra.
- Claro, ella lo ama, no creo que le hiciera nada malo, van a ser felices juntos si no se dedican a irse dime que te diré.
- Príncipe Dúo - le dijo uno de los pajes que Heero había dejado cuidándolo - es hora que baje, el obispo debe bendecir su ramo y sus ropas antes de la ceremonia, luego hará lo mismo con el novio a quien no debe ver aún.
- Vamos, Dúo - lo jaló su hermano del brazo y ambos salieron.
Heero estaba de pie frente a obispo junto a Wufei que estaba más pálido que una estatua de sal, esperando la entrada de Dúo y Hilde. Se preguntó si se vería igual de pálido que su amigo, tal vez lo estaba, no podía saberlo, de lo único que estaba seguro era que un montón de maripositas le bailoteaban en el estómago de los nervios que sentía, aunque sabía que su querido trenzado no se retractaría de casarse con él.
Dúo y Hilde ingresaron a la ostentosa catedral de los Yui al son de la marcha nupcial, ambos estaban nerviosos, pero en Dúo era más claro el sonrojo en sus mejillas dado que él no llevaba velo que lo ocultara a las miradas de todos como Hilde, pero eso era lo que lo hacía más bello a los ojos de su novio.
Al ponerse cada uno de los novios de pie junto a sus respectivas parejas, el obispo comenzó la ceremonia llamando la atención de los presentes hacía aquellos que habían decidido unir sus almas y sus corazones bajo el consentimiento de Dios ante los ojos de los hombres.
Heero observó de reojo a su novio, se veía tan bello con aquel hermoso traje blanco y el cabello con aquellas hermosas cintas blancas enredadas en una complicada trenza que de seguro le había hecho Quatre.
Trowa le sonrió divertido y le dio un leve codazo cuando el obispo le llamó la atención para que intercambiaran los anillos junto a los votos matrimoniales. Se sonrojó levemente y tomó la mano de su amado siendo imitado de inmediato por Wufei.
- Con este anillo te desposo, para adorarte y amarte, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la alegría y en la tristeza hasta que la muerte nos separe - dijeron Heero y Wufei al mismo tiempo.
- Con este anillo te desposo, para adorarte y amarte, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la alegría y en la tristeza hasta que la muerte nos separe - dijeron Hilde y Dúo al mismo tiempo.
- Por el poder que me confiere Dios y Su Iglesia, los declaro marido y mujer - se sonrió el obispo guiñándole un ojo a Dúo del mismo modo en que el obispo de Trowa lo hiciera con Quatre - puede besar a la novia.
Heero acercó a Dúo hacia su pecho tomándolo por la cintura y tomando su trenza lo hizo inclinar la cabeza hacia atrás antes de besarlo con infinita dulzura delante de todos los presentes.
Wufei miró a su gobernante y luego a Hilde muy nervioso. Se adelantó hacia ella y levantó con cuidado el velo antes de darle un tierno beso en los labios que también selló sus votos.
- ¡Vivan los novios! - gritó alguien y un fuerte aplauso rompió el silencio de la catedral.
- Podéis iros es paz.
La fiesta en palacio era bellísima, todo era de gala, las damas presentes vestían sus mejores galas y joyas, los hombres iban engalanados con sus mejores trajes, pero nadie podía opacar la belleza del consorte real, su alegría lo hacía lucir casi como una estrella, o al menos eso pensaba Heero mientras lo miraba conversar con todo el mundo mientras su hermano y su cuñado brindaban por ellos.
- La vida os dé salud y prosperidad, Rey Heero - le dijo Marimeia al saludarlo - disculpe que no haya estado presente en la ceremonia con Lady Une, pero llegamos atrasadas y no quisimos interrumpir.
- No se preocupe, princesa, con su presencia es más que suficiente para honrarnos - le sonrió y casi de inmediato tuvo a Dúo a su lado - ¿Qué pasa, corazón?
- Es hora de partir el pastel ¿nos disculpa, princesa? - y se lo llevó del brazo hacia el centro del salón donde el enorme pastel los esperaba.
- No es necesario que te pongas celoso - le dijo Heero divertido mientras tomaba el cuchillo para partir el pastel - nada ni nadie me va a apartar de ti, no lo voy a permitir.
- No son celos, mi amo - le sonrió - yo lo amo.
- Yo también te amo, tontito, pero deja de decirme amo, soy tu esposo ahora.
- Lo recordaré - le sonrió y tomó el cuchillo poniendo sus manos sobre las de él - vamos.
Luego de repartir el pastel todos brindaron por los novios y les desearon las más infinitas de las alegrías. Dúo lanzó el ramo por los aires dándole las espalda a las solteras y solteros presentes y lo atrapó una de las amigas de Noin, luego se despidieron de los asistentes y partieron hacia un castillo alejado dentro de las tierras de los Yui.
- ¿Sabes, Heero? Te amo.
- Yo también te amo, Dúo, muchísimo - y lo volvió a besar en los labios mientras la carroza los llevaba al lugar donde consumarían por completo su amor.
El lugar que Heero había elegido para pasar su noche de bodas y la luna de miel era un pequeño castillo a las orillas de un lago cumbrereño, el lugar estaba bastante aislado, pero no tanto como para traer incomodidades a sus ocupantes y lo mejor era que las aguas eran termales, lo que le trajo ideas un poco licenciosas a Dúo acerca de lo que podía hacer junto con su amo en ellas.
- ¿En que piensas, Dúo?
- ¿Te gustaría que te preparara un baño? - le sonrió un tanto sonrojado.
- Siempre y cuando quieras compartirlo conmigo - le sonrió abrazándolo hacia su pecho - no tendremos problemas para tener agua caliente todo el tiempo y menos que se nos enfríe mientras hacemos otras cosas.
- Yo traje algunas cosillas para prepararle un baño muy especial - se sonrojó más aún si se puede - espero no te moleste.
Heero se volvió hacia su esposo y se rió divertido al verlo tan nervioso, era la primera vez que Dúo intentaba algo así estando solo y temía no dar la talla y decepcionar a su amado.
- Ven, Dúo, iremos a las termas, estaremos a solas toda la noche.
Dúo cogió dos toallas y dos mantas junto con un pequeño cofrecito de madera en el que guardaba las hierbas para el baño, había planeado toda la noche de bodas con todo lujo de detalles, aunque ese se le había escapado, pero al parecer todo marchaba sobre ruedas.
- Espera - le dijo Heero al ver que se desvestía - yo quiero hacerlo.
Dúo se sonrojó violentamente pero se acercó a él. Heero tomó sus manos y las llevó a sus labios besando con cuidado muy suavemente los dedos, el dorso y luego la palma de la mano, pasando también la lengua por ellos. Soltó los botones de la camisa de seda lentamente y le besó las muñecas pasando suavemente la lengua por donde comenzaba a latir acelerado su pulso. Lo tomó por los codos y lo acercó aún más a él para sacar lentamente su camisa. La dejó caer delicadamente por sus hombros que comenzó a acariciar con sus labios bajando primero por el brazo derecho, subiendo de regreso por el mismo hasta sus labios y volviendo a bajar, esta vez por el izquierdo y repitiendo la misma actividad de su boca mientras sus dedos viajaban por su espalda acariciando con ternura los músculos y la columna.
"Podrá nublarse el sol eternamente;
podrá secarse en un instante el mar;
podrá romperse el eje de la Tierra como un débil cristal".
Dúo gemía bajito, descontrolado, aquel juego delicioso no se le había pasado por la mente ¿o sí? En realidad ya no razonaba, sólo sentía como los labios de su esposo ahora vagaban por su pecho trazando senderos de fuego con su lengua que atrapaba primero un pezón y luego el otro, succionaba con placer, lo torturaba con leves mordidas y luego lo abandonaba para seguir con el otro arrastrando la lengua y dejando un ardiente sendero por su piel.
"¡Todo sucederá! Podrá la muerte cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse la llama de tu amor".
Sus manos bajaron a la cinturilla de su pantalón y comenzaron a deslizarlo lentamente por sus caderas acariciando suavemente sus glúteos, luego sus muslos hacia abajo y de vuelta. Sentía que las rodillas no lo sostendrían mucho más.
- No me tortures más - le pidió casi llorando y Heero dejó de hacerlo.
- Es tu turno - le dijo y le tendió las manos.
Dúo no hallaba que hacer, así que simplemente imitó sus sensuales movimientos de arriba hacia abajo en la piel de su esposo de la misma manera en que le habían sido prodigados.
- Basta - gimió Heero tratando de mantener un poco la cordura - vamos al agua - lo levantó en vilo y lo depositó con cuidado en el agua entrando él también - aquí será mejor - dijo y comenzó de nuevo a acariciarlo sensualmente mientras lo hacía sentarse en una banca de piedra dentro del agua arrodillándose frente a él. Tomó muy suavemente su miembro entre sus manos y comenzó a recorrerlo jalando suavemente la piel sintiendo como se iba dilatando - ¿te gusta? - lo besó en los labios apretando levemente la punta del miembro - ¿quieres poseer o ser poseído?
- ¡Poséeme! - rogó con voz apenas audible, ya sin control y Heero se sonrió apoyando sus labios sobre el pulso alborotado en su cuello - Te amo - dijo entrecortado entregándose a sus caricias.
El juego de besos y caricias los llevó al límite y al cansancio, el agua caliente junto con las hierbas que Dúo le había agregado agudizó sus sentidos y aumentó las ansias y la lujuria que durante casi dos semanas habían tenido que mantener a raya, haciendo aún más sublime su amor...
Y un nuevo día trajo de regreso la magia del elfo trenzado, había pensado en entregárselos por completo e irreversiblemente la noche anterior, pero entre una y otra caricia, con la piel abrazada, todo pensamiento coherente se había borrado por completo de su mente y se había entregado por completo. Sonrió y se sonrojó, era bastante obvio que no era capaz, ni sería, de controlarse cuando veía y sentía la piel desnuda de su esposo, sus labios ofrecidos en un sensual beso, aquel que desde el principio fue su dueño, y mucho menos cuando este estaba decidido a llevarlo por los linderos de una locura arrebatada y pasional.
- Dúo - lo regañó sin abrir los ojos al no sentirlo a su lado - vuelve a acostarte a mi lado o te traeré de regreso - lo amenazó tendiéndole la mano y este se sonrió acurrucándose de nuevo en su hombro derecho para escuchar los latidos acompasados de su corazón - ¿qué pasa, amor?
- Sabes bien que disfruto más que nadie el amanecer, pero creo que este es el mejor y más dulce amanecer de mi vida.
- Espero que cada amanecer sea mejor que el anterior - le dijo Heero acariciando sus cabellos ahora sueltos en su espalda, en que momento los había liberado de la complicada trenza que le habían hecho, ni lo recordaba - y que los podamos disfrutar juntos para siempre - lo besó en la frente.
- Para siempre - repitió Dúo cerrando los ojos volviendo a dormirse, su cuerpo estaba recobrando sus fuerzas, pero aún así estaba cansado, ya después le entregaría su magia.
Y Heero volvió a escuchar la voz de la madre de su elfo diciendo:
"¡Será leyenda, enigma santo!
siempre unidas nuestras almas bajo sombras de misterio como ocultas por un manto en el tiempo reencarnado en otras vidas y la unción de los fervores, trascendiendo mi espíritu que te ama,
cuando el soplo de la muerte nuestro ser haya deshecho,
mantendrá viva la llama del amor que, como un cirio, siempre ha ardido en nuestro pecho".
Y vivieron felices para siempre.
Fin
Lamento haber tardado tanto en subir los capítulos, pero espero haya valido la pena la espera y que les gustase mi historia. Gracias a quienes me escribieron, les dedico mi historia y que disfruten ahora de mi nueva historia, Guerreros Legendarios.
Shio Chang.
