LAS DOCE CASAS DE LA TENTACION
Casa de Leo
Milo entró en la Casa de Leo preocupado. El día anterior Camus le había pillado besando a Aioria, eso había sido lo que le había hecho perder la paciencia al frío Caballero. En realidad no se había acostado con el león, Camus les vio justo cuando apenas habían empezado a besarse, pero temía que Aioria quisiera terminar lo que habían empezado...
-Milo, te esperaba -la voz del Caballero de Leo le sacó de sus pensamientos.
-Hola, Aioria.
-No pensé que llegarías hasta aquí...
-¿Por qué todos pensáis que soy un vicioso?
-Porque lo eres -Aioria esbozó una dulce sonrisa y Milo no pudo más que sonreír también.
-Puede que lo fuera... hasta hoy. ¿Puedo irme o tienes que intentar tu truco primero?
-¿Truco? Ah, ¿para seducirte? No, yo no soy así.
Cierto, si había algún Caballero noble y sincero ése era Aioria.
-¿Entonces me vas a dejar irme?
-Bueno...si quieres irte sí. Pero esperaba que no te marchases.
Aioria le miró a los ojos con intensidad. El Escorpión desvió la mirada:
-Lo siento, pero me tengo que ir. Yo...lo de ayer...me hubiera gustado terminarlo, pero le prometí a Camus que nunca más... ahora soy sólo suyo.
El Caballero de Leo entornó los ojos con rabia:
-No pensé que te dejarías dominar así.
-¿Qué quieres decir?
-Que Camus hace lo que quiere contigo. Estás dispuesto a pasar esta estúpida prueba, que por cierto Camus debe estar arriba riéndose de ti, y dices que a partir de hoy vas a ser sólo de él, como si fueses una posesión suya, una marioneta que...
-¡Basta! No se te da bien meter cizaña.
-No estoy metiendo cizaña, es la verdad y por eso te fastidia oírlo. Milo, no tienes por qué hacer esto...yo... yo puedo ofrecerte algo mejor -Aioria hablaba ahora con timidez.
Milo levantó una ceja pero no dijo nada, esperando a que el otro continuase. Aioria se acercó a él y le acarició el brazo mientras hablaba:
-Si estuvieses conmigo...podrías hacer lo que quieras. Yo sería feliz con estar junto a tí, lo que hicieras cuando no te viese me daría igual.
"¿De qué habla? ¿Acaso él...?" Aioria leyó la duda en los ojos de Milo.
-Sí. Te amo - le dijo.
El Escorpión se llevó una mano a la frente, desesperado. No... ya tenía bastantes complicaciones sin esto.
-Aioria, yo...
-No digas nada. Sé que no me amas, pero sigo pensando que podría hacerte feliz. Y sin que tuvieras que atarte a mí, yo no te haría renunciar a los demás.
El Caballero de Leo intentó besarle, pero Milo echó la cara hacia atrás. Le dolió mucho la decepción que vio en los ojos de Aioria, así que intentó ser menos brusco. Le apoyó las manos en los hombros.
-Escúchame. Tu oferta es muy tentadora, creéme -esbozó una de sus adorables sonrisas de lado- Pero una relación así no sería justa para ti. Te mereces algo mejor, alguien que te ame y que no se vaya acostando con todo el Santuario cuando no le ves.
"Mierda, empiezo a hablar como Camus"
Aioria bajó la cabeza. Sabía que Milo tenía razón: aunque consiguiera convencerle de estar con él, el Escorpión no le correspondía y al final acabaría sufriendo, pero... le dolía tanto ver que iba en serio con Camus...
-¿Aioria?
El Caballero de Leo levantó la cabeza: estaba llorando. Milo le abrazó y el otro le correspondió con tal fuerza que apenas podía respirar, pero no intentó aflojar el abrazo. Estuvieron un rato abrazados hasta que el león se soltó, secándose las lágrimas. Sin decir nada, se dio la vuelta y entró en su dormitorio. Milo no intentó seguirle, Aioria debía estar avergonzado y no quería incomodarle. Salió de la Casa con una amarga sensación en el estómago.
