LAS DOCE CASAS DE LA TENTACION

Casa de Escorpio

Nada más entrar en su templo Milo se apoyó en una de las columnas, aliviado. Le había costado llegar hasta allí, se sentía muy mareado. Maldijo en silencio a Dohko y a su tequila.

Cuando se encontró un poco mejor fue al baño de su Casa, se desnudó dejando la ropa tirada por el suelo y se metió en la ducha. Abrió el grifo y soportó el agua fría apretando los dientes. Levantó la barbilla dejando que recorriera su rostro. Esto le recordó le recordó una escena de no hacía mucho que le hizo sonreír: una mañana se estaba duchando tranquilamente cuando se quedó literalmente paralizado, Camus le había hecho la bromita de congelarle el agua y se partía de risa de él.

"Camus...te quiero tanto..."

Después de la ducha se sentía mucho mejor. Fue hasta su dormitorio y se tiró en la cama, se merecía descansar un rato.

Pasados unos minutos le pareció oír voces y se levantó, aún desnudo, a ver qué ocurría. Abrió la puerta de su habitación y... ¿¿qué?? ¿Qué hacían aquí? Intentó cerrar la puerta pero Saga fue más rápido y se lo impidió. Milo retrocedió unos pasos...Mu...Aldebarán...Death Mask...¡todos! todos los Caballeros cuyas Casas acababa de pasar tras muchos esfuerzos estaban allí.

-Pero...pero...

Avanzaban hacia él con los brazos extendidos y rostros lujuriosos. Milo iba retrocediendo hasta que chocó con la pared y no pudo seguir... pronto estuvo rodeado por los demás Caballeros de Oro, que no parecían tener muy buenas intenciones.

-¡No me toquéis! Soy de Camus, ¿me oís? Iros de aquí.

Al decir esto vio que las sonrisas de sus compañeros se hacían más grandes y se apartaban un poco, dejando a Milo ver detrás de ellos...¡¡Camus!! El Caballero de Acuario estaba allí también y... ¿por qué le miraba así? Había un brillo cruel y despiadado en sus ojos. El Escorpión sintió un escalofrío. Camus entornó los ojos y abrió la boca:

-Follároslo hasta que reviente -ordenó.

Al oír esto, los demás se lanzaron sobre él.

-¡No! ¡Camus! –gritaba Milo mientras varios pares de brazos le rodeaban- ¿Por qué me haces esto? ¿Por qué?

-¡¡Por qué!!

Milo profirió un grito agudo y se incorporó en la cama, jadeando y sudoroso. Miró a su alrededor: no había nadie. Por Atenea... sólo había sido una pesadilla. Se pasó el dorso de la mano por la frente para secarse el sudor. El corazón aún le golpeaba con fuerza en el pecho.

Se vistió deprisa. Cuanto antes continuase antes terminaría. Salió de su habitación y caminó hacia la salida, pero se detuvo...le había parecido ver... Miró hacia atrás. Juraría que... nada, allí no había nadie. "Lo que me faltaba, volverme loco". Iba a marcharse cuando oyó ruidos que venían del salón. Fue hacia allí y abrió la puerta con fuerza. Todo estaba en orden: el sillón, la mesa recogida, el mueble-bar en su sitio, la tele de pantalla plana... Le había costado mucho tiempo convencer a Saori de que la tele era altamente necesaria para su labor de Caballero, diciéndole que la usaría para ver vídeos de sus enemigos...¡ja!

En fin, que allí no parecía haber nadie, pero su instinto le insistía en que sí.

-¿Hay alguien ahí? -preguntó en voz alta.

Bien, Milo, muy inteligente. ¿Crees que si hubiese alguien escondido te iba a contestar?

"Cállate" le ordenó mentalmente a su conciencia.

-¿Me buscas?

Milo se sobresaltó, una voz había hablado de repente detrás suya. Se giró, levantando su mano y sacando su uña escarlata, dispuesto a atacar si hacia falta.

-¿Pero qué rayos haces tú aquí? -dijo al ver quién era.

El otro rió.

-¿Te he asustado?

Sin pedir permiso, el intruso entró en el salón y se sentó. Milo estaba descolocado por completo, no sabía qué hacer.

-¿No me ofreces nada de beber? Qué mal anfitrión eres.

-No te he invitado a venir, así que no veo por qué debería ser amable. Oye, estoy muy ocupado, será mejor que te largues, Ikki.

Efectivamente, el intruso era Ikki, el Caballero del Fénix.

A Milo nunca le había caído nada bien, y encima ahora se metía como si nada en su Casa, acomodándose en su sillón con esa pose orgullosa que detestaba.

-No me voy a ir. Primero tengo que acostarme contigo.

-¿Qué? No me digas que Camus te pidió que vinieras.

-Sí.

"Camus, sabes perfectamente que no aguanto a este estúpido. ¿Cómo has sido tan ingenuo de creer que iba a poder seducirme?"

-Pues si no me ofreces nada me lo serviré yo -estaba diciendo Ikki, mientras se levantaba y abría el mueble-bar.

Milo reaccionó y le apartó de un empujón.

-Te he dicho que te vayas. Este es el Templo que estoy encargado de proteger y no puedo permitir que entren intrusos.

-Yo no soy un intruso, soy un Caballero de Bronce -sonrió Ikki con falsa inocencia.

-Hubo un tiempo en que lo fuisteis, por si no te acuerdas. Y no me costaría considerarte de nuevo como un enemigo.

-¿Para qué? Si ya te venció Hyoga cuando os enfrentasteis... no querrás hacer el ridículo de nuevo.

-¡Hyoga no me venció!

-¿Entonces por qué le dejaste pasar tu Casa?

Milo no contestó. No pensaba hablarle al Fénix de su conciencia. Ikki se acercó a él:

-Tranquilo, no vamos a luchar. Vamos a hacer algo muy distinto -alargó una mano para acariciarle, pero Milo se la apartó de un manotazo.

-Ni lo sueñes.

Ikki no se dio por vencido, con un movimiento rápido aprisionó a Milo entre su cuerpo y la pared. Le habló muy cerca del oído:

-¿Acaso tienes miedo?

-¿Miedo? ¿De ti?

-De no ser suficientemente hombre para mí.

Milo soltó una carcajada. Eso sí que no se lo esperaba. Apartó al Fénix empujándole.

-Soy mucho más hombre que tú -le dijo.

Ikki no parecía opinar lo mismo:

-Pues demuéstralo. Me parece que tú mucho hablar pero a la hora de la verdad...

El Escorpión no se podía creer lo que oía. ¡Un Caballero de Bronce poniendo en duda su virilidad!

-¿Qué pasa, Milo? ¿No te atreves? Tranquilo, lo comprendo. Sólo estás acostumbrado a niñitas como Camus.

Si Ikki pretendía enfurecerle lo estaba consiguiendo.

-Ya sabía yo que cuando tuvieses delante un hombre de verdad... -el Fénix meneó la cabeza, haciéndose el decepcionado.

Milo perdió la poca paciencia que le quedaba. Lo cogió por el cuello y lo estrelló contra la pared con fuerza.

-Escúchame, cabrón. No tengo que demostrarle nada a una mierda como tú. Si tanto interés tienes Camus podría asegurarte que soy un hombre, y mucho más que tú, que como no tienes otra manera de provocarme lo intentas así. Por cierto... -apretó más la fuerza de su mano, haciendo crujir el cuello de Ikki- si vuelvo a oírte decir la palabra niñita y el nombre de Camus en la misma frase, será lo último que digas en tu miserable vida.

El Fénix ya no parecía tan seguro de sí mismo ni tan orgulloso... cuando por fin le soltó se llevó la mano al cuello dolorido.

-No hacía falta que te pusieras así -se quejó.

-Me voy, y más te vale que cuando vuelva no sigas aquí -advirtió Milo mientras se daba la vuelta y caminaba con paso rápido hacia la salida de su Casa. "Estúpidos niñatos de Bronce..."