LAS DOCE CASAS DE LA TENTACION
Casa de Capricornio
Nada más entrar en la Casa de Capricornio sintió un rico olor a comida. Su estómago le recordó que eran casi las 3 de la tarde y que aún no había comido nada. Atraído por el olor entró en la cocina de la Casa de Shura, y allí estaba el Caballero dorado con un delantal a cuadros preparando lo que olía tan bien. Shura le oyó llegar y se giró:
-¡Hola! -sonrió sin parar de revolver algo en una gran olla- Me pillas preparándome algo de comer, ¿tú ya has comido?
-No.
-Entonces te quedas a comer conmigo, ¿verdad?
Milo se lo pensó. Aioros (o lo que fuese que le había hablado en la Casa de Sagitario) le había advertido de que tuviera cuidado con Shura pero, ¿qué mal podía hacerle comer algo? Si Shura intentaba acercársele se iba y listo, al menos tendría el estómago lleno.
-De acuerdo -dijo al fin.
-Siéntate -Shura le señaló la mesa- Enseguida termino con esto.
Milo se sentó. La mesa ya estaba preparada, con cubiertos para dos. Sin duda Shura ya tenía planeado que se iba a quedar. Se dedicó a observar al Caballero de Capricornio, que se manejaba muy bien entre los fogones, pelando, cortando, friendo...
-No sabía que supieses cocinar -comentó.
-¿No? ¿Entonces quién crees que preparó lo que Ca...? -Shura se interrumpió como si hubiese hablado de más.
-¿Lo que Ca...? -Milo le invitó a seguir.
-Nada, nada. Que cocino muy bien.
-Ibas a decir algo de Camus, ¿verdad? -Milo no era tonto.
-No, en serio, déjalo.
Una sospecha se estaba formando en la mente del Escorpión:
-¿No serías tú el que preparó aquella cena...?
-Pues...sí... no te enfades, Camus no sabía cocinar.
"¡Qué cabrón!" pensó Milo. Hacía unos meses Camus le había invitado a cenar en su Casa y había preparado una cena deliciosa, jactándose lo buen cocinero que era. El pobre Milo, que no sabía ni pelar una patata, tuvo que reconocer que Camus cocinaba muy bien. ¡Y ahora se enteraba de que había sido Shura el que había preparado todo aquello!
-Cuando te pille... -murmuró entre dientes.
-Siento haber metido la pata -se disculpó Shura mientras posaba unos platos encima de la mesa.
-¡Spaguettis con tomate! ¡Ñam! -Milo se dejó llevar por la emoción: era su comida favorita. Shura sonrió de forma sospechosa.
-Sabías que era mi comida preferida, ¿no? -le preguntó Milo.
-Sí. Me lo dijo Camus -Shura se sentó enfrente suya y empezó a comer sin quitarle la vista a Milo y a su plato. Éste tenía el tenedor en el aire, no se decidía a comer. Recordó las palabras de Aioros.
No aceptes nada de lo que te ofrezca Shura. Juega sucio.
Eso, y la mirada maliciosa del Caballero de Capricornio le convencieron de no probar aquella comida.
-Huele a quemado. Creo que te has dejado algo en el fuego. -dijo. Shura se levantó y fue a comprobarlo. En esos instantes Milo aprovechó para cambiar los platos, poniéndose para él el que Shura se estaba comiendo.
-No, no hay nada quemando. Tienes alucinaciones. -Shura ya volvía a la mesa- Debe ser por el hambre.
-Sí, será eso.
Milo se llevó unos spaguettis a la boca y se fijó en que una sonrisa disimulada aparecía en los labios de Shura. Comieron un rato en silencio.
-¿Qué tal te encuentras? -le preguntó Shura cuando hubieron terminado.
-¿Yo? Bien...
-¿No tienes... sueño? - otra vez esa sonrisa. Milo decidió seguirle la corriente.
-Sí, ahora que lo dices sí. -fingió un bostezo. "Este cabrón seguro que me había echado un somnífero en la comida".
Shura se acercó a él.
-¿Sientes la cabeza pesada? ¿Los ojos... se te cierran? -preguntó.
-Sí... -Milo fingió que luchaba por no quedarse dormido.
-Pronto te dormirás... Pero no te preocupes, yo te cuidaré bien.
Shura echó la silla de Milo hacia atrás y lo cogió en brazos. El Escorpión se dejó hacer. El Caballero de Capricornio le llevó hasta su dormitorio y lo echó en la cama.
-Me pesan mucho los ojos... -decía Milo, con falso tono soñoliento- ¿Por qué me pasa esto?
-Te eché un poco de droga para dormir en tu plato. Tranquilo, sólo roncarás un par de horas. Lo suficiente para llevar a cabo mi objetivo.
-¿Vas a...?
-Sí, voy a. -Shura rió- Camus me dijo que intentara cualquier cosa para acostarme contigo. Pero si llegabas hasta esta Casa es que tenías mucha fuerza de voluntad, así que tuve que pensar algo para asegurarme de que no te marcharías.
Tras decir esto, Shura se echó a su lado, pegado a él y le acarició el pecho. Milo no sabía qué hacer. Había cambiado los platos, así que Shura se había tomado la droga, pero no parecía tener sueño: le había apartado el pelo y le estaba besando el cuello, mientras llevaba una mano al primer botón de su camisa para desabrocharlo. Entonces se detuvo un momento y... bostezó. Milo sonrió satisfecho. La droga comenzaba a hacerle efecto a Shura.
-¿Qué pasa? ¿Por qué sonríes? -Shura frunció el ceño.
-Nada, por nada... -contestó Milo con voz soñolienta. Se estaba divirtiendo. Shura ahogó otro bostezo y le miró como sospechando algo...Milo cerró los ojos, fingiendo estar dormido. Entonces sintió el peso de Shura encima suyo, una mano acariciándole la mejilla y la respiración del Caballero cada vez más cerca de su boca, hasta que le besó. Milo no se movió. Tal como esperaba, enseguida Shura tuvo que separarse para volver a bostezar.
-¡Mierda! -le oyó decir. Milo abrió los ojos:
-¿Qué te pasa, Shura, tienes sueño? -preguntó irónico. El Caballero de Capricornio se frotaba los ojos- ¿Sientes la cabeza pesada? ¿Los ojos... se te cierran? -estaba imitando con rentintín lo que Shura le había dicho en la cocina.
Éste no respondió, se apartó de encima suyo y se tumbó boca arriba reprimiendo otro bostezo.
-No...lo entiendo... sólo eché en tu plato...y tú ya deberías estar dormido... -murmuró Shura.
Milo se levantó, abrochándose el botón que le había quitado, y le explicó con una gran sonrisa:
-Cambié los platos. Tú te tomaste tu propio somnífero.
-¿Pero... cómo supiste que había echado droga en tu plato? -Shura apenas conseguía mantener los ojos abiertos.
-Soy más listo de lo que crees. Que duermas bien, niñito -le dio un beso en la frente y salió de la habitación riéndose.
-Maldito escorpión... -fue lo último que dijo Shura antes de quedarse completamente dormido.
"Gracias, Aioros" pensó Milo mientras salía de la Casa. Si no hubiese sido por su advertencia, ahora estaría roncando totalmente a merced de Shura...
