LAS DOCE CASAS DE LA TENTACION
Casa de Acuario
"Ojalá Camus esté aquí, ojalá haya decidido terminar ya con esto"
Milo tenía la esperanza de que su amado le estuviese esperando en su Casa. No quería tener que pasar por la Casa de Piscis, sabía que no le sería fácil, por no decir imposible, decirle que no a Afrodita.
Entró en la Casa y se puso a buscar a Camus, rezando porque estuviese detrás de cualquier puerta. Cuando entró en el dormitorio lo sintió: la temperatura del ambiente estaba bajando. Camus tenía que estar cerca. Entonces su visión se oscureció: unas manos le habían puesto una cinta en los ojos y se la estaban atando. No podía ver nada, pero sabía que era Camus. Podía sentir su aliento helado en su cuello.
-¿Quieres jugar a la gallinita ciega? -preguntó sonriendo y aliviado. Por fin se había terminado esa estúpida prueba.
-Shhhs... -Camus le hizo callar. Milo sintió que le cogía de la mano y lo llevaba hasta la cama, empujándole y luego echándose sobre él. El Escorpión le rodeó con los brazos para atraerlo hacia él y besarle, pero Camus le apartó las manos, poniéndoselas de nuevo sobre la cama. Milo no protestó, era evidente que quería que se estuviese quieto por una vez. Sintió que le desabrochaba la camisa y pasaba sus frías manos por todo su pecho, acariciándolo suavemente. Milo se estremeció de placer, al no ver nada sentía las caricias con más intensidad.
De pronto una duda atravesó su mente como un rayo. ¿Y si no era Camus? Viendo todas las estrategias que le habían preparado los dorados, ya se esperaba cualquier cosa. Le faltaba pasar la Casa de Afrodita, ¿y si era él?
En el momento en que pensaba esto, sintió la respiración de Camus-o-quien-fuese muy cerca de su boca, y pronto sus labios se cerraron sobre los suyos, besándole con pasión. Entonces todos sus temores desaparecieron: era Camus, no había duda. Le conocía muy bien, y eso incluía su forma de besar. Sólo Camus besaba así. Además la temperatura de la habitación y del cuerpo que tenía encima suyo seguía bajando. El Caballero de Acuario siempre lo hacía cuando se acostaban, sabía que a Milo le gustaba el frío en contraste con su calor...
Ahora que estaba seguro de que era su querido hielito quien le besaba, le correspondió con ardor. El otro le acariciaba el pecho mientras le besaba, bajando cada vez más, hasta llegar a la hebilla de su cinturón. Milo sintió que se lo desabrochaba, luego el botón, la cremallera... dejó escapar un gemido al sentir la fría mano del Caballero sobre su miembro mientras su lengua aún jugaba con la suya. Camus dejó de besarle para teminar de quitarle el pantalón y los boxers. Por un momento Milo perdió el contacto con él, sintió su ropa caer al suelo y a continuación a Camus sentándose sobre sus piernas y acariciándole la cara interna de los muslos, primero con las manos y después con la boca, subiendo por ellos...
-Camus... -jadeó cuando sintió los labios del Caballero de Acuario en su miembro. Echó la cabeza hacia atrás, dejándose llevar por el placer, e instintivamente llevó una mano a la cabeza de Camus, apretándolo más contra él, animándolo a continuar. Camus succionaba su pene con movimientos lentos pero profundos, con su lengua fría quemándole de placer... El Escorpión le acariaba el pelo mientras sus jadeos se iban haciendo más fuertes...pero había algo...algo estaba mal. ¿Qué era? Entonces se dio cuenta. El pelo que acariciaba era demasiado corto, esa misma mañana Camus todavía conservaba su larga y apreciada melena, no podía habérsela cortado... Se llevó las manos al nudo de la cinta que le cubría los ojos para quitársela y salir de dudas.
-¡No! -el otro intentaba impedir que se la desatara, pero esa voz definifivamente no era la de Camus. Se quitó la cinta...
-¡Hyoga!
Se separó de él horrorizado, buscando algo con que cubrirse. Vio su ropa en el suelo y se puso los boxers y el pantalón, en un intento de recuperar la compostura (y de que se le bajara la excitación) y pensando en cómo coño había pasado esto. Hyoga no decía nada, le miraba tranquilamente sentado en la cama, como analizándole.
-¡Mierda! -gritó Milo y pegó un puñetazo en la pared para desahogarse. Luego se giró para enfrentarse a él.
-¿Cómo te atreves a engañarme así?
-¿Engañarte? -preguntó Hyoga haciéndose el asombrado.
-¡Sí! ¡Te has hecho pasar por Camus! ¡Sino yo nunca te hubiera dejado hacer lo que hiciste!
-Yo nunca dije que fuera Camus -respondió el rubio fingiendo inocencia.
-¡No te hagas el tonto! -le gritó Milo.
Hyoga levantó las palmas de las manos e hizo un gesto como diciendo que él no tenía la culpa de nada.
-A mí no me grites, arréglalo con él.
El Escorpión no decía nada. "¿Por qu no me di cuenta de que no era Camus? Claro, Hyoga era su discípulo, tiene los mismos poderes con el frío que él pero...cuando me besó..."
El que le había besado era Camus, de eso estaba seguro. Era su forma de besar... era él. Tenía que estar allí, escondido y riéndose de él.
-¿Qué haces? -le preguntó Hyoga al verlo abrir las puertas de los armarios y agacharse para mirar debajo de la cama.
-Busco a Camus. Sé que está aquí, me besó.
-Él no te besó, fui todo yo.
-Lo conozco perfectamente, era él -respondió Milo, aún dando vueltas por la habitación.
Hyoga esbozó una sonrisa maliciosa:
-Olvidas que Camus es mi Maestro...y no me enseñó sólo a combatir.
Milo se detuvo en seco, mirándole incrédulo.
-No... -murmuró- Me lo hubiese contado...
-¿Por qué? Hace mucho tiempo de eso.
Milo apartó la mirada de los ojos celestes del rubio...sentía algo muy desagradable...debía ser lo que la gente llamaba "celos". Él nunca los había experimentado, normalmente era él quien daba celos a otras personas y no al revés. Sabía que Camus había estado con Mu, y no le importaba, porque sabía que no había significado nada...pero esto le había descolocado. ¿Por qué nunca le había dicho nada? ¿Acaso Camus estuvo, o peor aún, está, enamorado de su aprendiz? No, no podía ser, Hyoga le estaba mintiendo...
-¡No te creo! ¡Camus no te enseñó a besar ni a nada de eso! ¡El que me besó antes era él! -le gritó. Hyoga se levantó:
-Puedo demostrártelo -dijo, acercándose a él y pegando su cuerpo al de Milo- Déjame besarte otra vez y verás cómo era yo.
Milo iba a separarse de él pero Hyoga le cogió por la nuca, acercando su boca peligrosamente.
-Es la única manera que tienes de saberlo -dijo, y le besó.
El Escorpión no opuso resistencia, quería comprobar si de verdad habían estado liados como decía Hyoga... cualquier cosa era mejor que la duda. Entreabrió los labios, dejando al Cisne invadir de nuevo su boca, entrelazando sus lenguas, uniendo sus respiraciones. Dioses... besaba igual que Camus... era como besar a su amado... en un arranque de pasión Milo tomó al rubio por la cintura y lo apretó más contra él. Hyoga tenía una mano en su cuello, la otra la bajó hasta las duras nalgas del Escorpión, apretándolas con fuerza.
La excitación de los dos Caballeros fue aumentando, entre besos y mordiscos fueron retrocediendo hasta la cama, con un último empujón Milo lo tumbó sobre ella y se echó encima de él para seguir besándolo. Siempre había pensado que el Caballero de Acuario besaba mejor que nadie en el mundo pero aquí estaba Hyoga... que por cierto había deslizado su mano hasta la entrepierna de Milo y le acariciaba el miembro... El Escorpión hundió su rostro en el cabello del Cisne, disfrutando de las caricias e imaginándose que quien estaba debajo suya era Camus, intentando alejar de su mente el pensamiento de que no era él y que estaba a punto de perderle para siempre...su cuerpo le decía que no atendiera a la razón, que aprovechase ese hermoso cuerpo que se le estaba ofreciendo... llevó su mano al pantalón de Hyoga, se lo desabrochó y le tomó el pene. El rubio reaccionó con un pequeño gemido y Milo se concentró en darle placer.... Camus le había enseñado a Hyoga a follar, ¿no? Pues sería un digno sustituto...pero...la boca que jadeaba junto a su oído no era la de su amado, el cuerpo que se estremecía, aunque frío, tampoco era el de Camus...
-¿Qué pasa? -preguntó Hyoga al ver que Milo detenía sus caricias y se apartaba de él.
-No puedo hacerlo.
Milo se había sentado en la cama, abrazándose las rodillas y apoyando la cabeza en los brazos. Hyoga se resistía a dejarlo escapar, se acercó por detrás y lo abrazó.
-Vamos, lo estabas haciendo muy bien... no te preocupes por Camus...
Milo se libró de sus brazos y se levantó.
-¡Milo! -protestó el Cisne, al ver que se vestía- No irás a dejarme así...
El Escorpión no dijo nada pero no sentía ninguna pena por Hyoga. Todavía le daba rabia saber que se había acostado con Camus cuando era su Maestro. Terminó de vestirse y salió de la habitación sin decir ni una palabra. Hyoga suspiró, decepcionado, pero enseguida se le pasó la tristeza: recordó con una sonrisa que Ikki había prometido esperarle en la Casa de Escorpio...
Mientras, Milo salía de la Casa de Acuario con evidente alivio. Camus le había dicho que tenía que pasar las Doce Casas "sin tirarte a ninguno de los Caballeros..." No se había tirado a Hyoga, pero había estado muy cerca...demasiado cerca. Miró hacia la última Casa que se levantaba imponente al final de las escaleras y recordó con añoranza la ducha fría que se había dado en la suya.
