Copyright: Inuyasha no me pertenece o.o le pertenece a Rumiko Takahashi, Shogakukan, Sunrise y a todos los que lo hallan comprado. La historia me pertenece a mí :3
Advertencia: Yaoi OoO#! MirokuXInuyasha.
Notas: Este cuento se acabó TuT(8)
MY FALLEN ANGEL ( ) c3 be my angel
La puerta de la cabaña de Kaede-Obbachan se abrió bruscamente, dando paso a un hanyou completamente empapado.
La anciana se volvió hacia él. Estaba arrodillada junto al fuego y tenía entre las manos un plato con sopa a medio acabar.
-¿Inuyasha?- inquirió, sorprendida.
Pero Inuyasha no le saludó.
Ni siquiera la miró.
Se limitó a entrar completamente dentro de la casa y caminar hasta el futón que se encontraba en una esquina. Depositó ahí el cuerpo que llevaba entre sus brazos, suavemente, casi con temor a romperle, y luego se arrodilló a su lado, observándole con ojos de dolor.
-Inuyasha, ¿Qué es lo que...?
-Ayúdale.- dijo, simplemente, con la voz entrecortada por su respiración y los sollozos. -Kaede... tienes que...
Cuando los ojos oscuros de la vieja se toparon con el semblante pálido y manchado de sangre y lodo de Miroku, su rostro se contorsionó en una mueca de horror casi de inmediato.
-¡¡¡HOUSHI-SAMA!!!
No ayudó a Inuyasha a sentirse mejor cuando la vieja sacerdotisa comenzó a correr por la choza, buscando hierbas medicinales y gritándole por haber sido tan descuidado.
-Lo dices como si hubiese sido mi culpa...
Una sensación de dolor invadió su cuerpo y gimió al percatarse de que realmente había sido él quien... ¡Pero no deseaba... nunca quiso...!
Es decir... si Miroku moría... ¿Qué sería de él?
Dejando que las puntas de sus garras acariciaran suavemente la piel tostada del rostro del sacerdote, se inclinó ligeramente. Olía el aroma a sangre seca en sus dedos y el cuerpo de Miroku, pero eso no le importó.
Simplemente cerró sus ojos, y sabiendo de antemano que no respondería, dejó que sus labios se posaran suavemente sobre los del houshi.
-¡¡Dios mío!!- el sonido de los frascos de Kaede cayendo al suelo, a su espalda, solamente le hizo sentir todavía peor.
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Se había sentado en un rincón de la choza, con sus piernas flexionadas y los brazos cruzados sobre su pecho. Su largo cabello plateado escurría por sus hombros y el mango de Tetsusaiga reclinada contra uno de sus brazos.
Llevaba ya largo rato así, y aunque durante todo aquél tiempo el deseo de salir corriendo y arrojarse por un peñasco palpitaba dentro de su pecho, la culpa y el terror a perderle le amarraban a esa casa, con los ojos fijos muy en contra de su voluntad en las heridas múltiples que sus garras habían abierto en la piel del Houshi.
Kaede no había dicho nada después de lo que sucedió, pero de tanto en tanto echaba una mirada de reproche al Hanyou.
E Inuyasha, orgulloso, se había limitado a devolvérselas junto con un gruñido apenas audible dentro de su garganta.
Porque no podía mostrarse débil en aquél momento. Porque la vida de Miroku pendía de un hilo, y él, como único responsable, se quedaría con él hasta el final.
¿Su final?
Se estremeció cuando una oleada de emociones le recorrió el cuerpo; sus brazos se abrazaron a sí mismo y casi por instinto se encogió sobre su pequeño trozo de piso respirando pesadamente el horrible aroma a sangre en sus manos.
El aroma que no se iría jamás, porque si las cicatrices en el cuerpo de Miroku no eran suficiente tortura, ese olor a metal se quedaría ahí para recordarle del horror que había cometido.
Y jadeó, recordando la última sonrisa de Miroku; el calor de su piel contra sus manos y la última mirada cálida sobre la suya, sin una pizca de rencor.
Le perdonaba.
Él le había perdonado en ese instante sin tener que pensarlo más.
No fue tu culpa, Inuyasha...
Sin embargo las palabras jamás lograrían aliviar su dolor; hacerle olvidar que él...
Sacudió su cabeza.
Kaede lo miraba con descaro.
Sintiendo cómo un nuevo gruñido se abultaba en su garganta, Inuyasha giró el rostro caprichosamente.
"¿Qué es lo que deseas, anciana?"
"Deberías ser más humilde" reprimió la vieja miko.
"Keh." bufó el híbrido, con una sonrisa sarcástica. "¿Eso era todo?"
"No. Deseaba saber qué criatura consiguió siquiera tocar a Houshi-sama." dijo la mujer, con sus ojos oscuros bien clavados en el perfil del hanyou, e Inuyasha se estremeció bajo su mirada.
Un silencio bochornoso les envolvió por un momento.
"Él..."
Las cejas de Inuyasha se arrugaron en un gesto indefinido.
"...fue atacado por un youkai."
"¿Qué clase de Youkai?"
"¡¡Sólo un youkai!!" exclamó el hanyou, sintiendo cómo su corazón se hinchaba en medio de su desesperación.
"Inuyasha..."
Silencio.
Suspirando, Kaede se volvió para ver el perfil pálido y sudoroso del sacerdote y, con suavidad, apartó algunos mechones de cabello húmedo de su frente.
Con un sentimiento punzante cortándole el pecho, Inuyasha jadeó.
¿Por qué tenía ella que tocarle de esa forma?
"¿Terminaste?" inquirió, con una voz ronca, y la vieja asintió vagamente.
"Entonces no lo toques más."
El tono autoritario en la voz de Inuyasha hizo a la sacerdotisa volver su mirada hacia él, sorprendida.
¿Estaba celoso?
"I-Inuyasha, ¿tú...?"
Los ojos dorados del hanyou se ensancharon.
"¿Por qué me preguntas algo que ya sabes, Kaede?" escupió, tajantemente, y ella se encogió de hombros.
La imagen de Inuyasha inclinándose para besar a Miroku se repitió en su cabeza una y otra vez.
"¿Él lo sabe?"
Las mejillas de Inuyasha enrojecieron tenuemente, y giró la mirada hacia la hoguera.
"No lo sé, posiblemente."
"¿Y qué hay con Kagome?"
"¿Respecto a qué?"
"Pensé que la amabas."
Riendo entre dientes, Inuyasha ahogó un ladrido.
"No pienses tanto, Kaede."
Y ella ya no respondió.
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Las llamas bailaban frente a sus ojos, suavemente, reflejándose en ambas orbes doradas.
La mañana había encontrado a Inuyasha sentado a un costado del futón sobre el cual descansaba el cuerpo inmóvil del Houshi. Con su cabeza reclinada sobre su pecho y la respiración pausada.
Había estado así toda la noche, sin dormir en ningún momento, sin moverse ni hablar, ni siquiera cuando Kagome y Sango llegaron atiborrándole de preguntas y llantitos asustados.
Toda su atención absorta por completo en él; en su figura frágil y el temor a que cada respiro suyo fuese el último.
Escuchó a Miroku balbucear dentro de su inconsciencia, y casi por inercia le tocó el rostro con una mano...
...justo antes de alejarla de golpe, sintiendo cómo el tacto caliente quemaba sus garras.
Sus garras.
-¿Qué harás, Inuyasha?
Las palabras bailotearon en su cabeza.
-¿Vas a vender tu alma a Kaguya y a olvidarte de nosotros?
"Jamás me olvidaría de ti..."
-Fue sólo un rasguño, he sufrido muchos de esos antes.
¡¡Pero esta vez no había sido sólo un rasguño!!
Había sido más, ¡Había estado a punto de matarle! Hundido sus garras en la piel suave de su espalda, destrozando membranas y tendones, embarrando sus dedos con la sangre amada...
"Miroku..." se inclinó y una lágrima solitaria hizo su camino cuesta abajo, rodando por su mejilla.
-¡No voy a morir, baka!
¿Y entonces no estaba muriéndose en aquél momento? Desangrándose a sus pies en la espera desesperante y la culpa que agobiaban al hanyou.
-No voy a morir...
Escuchó un gemido brotar de su propia boca, y ruborizándose, limpió con su manga derecha las lágrimas que caían ya, obstinadas.
-No todavía.
"¡¡Pero te estás muriendo!!" exclamó, entre jadeos, y su propio grito le aterró todavía más. "Miroku..."
Deseaba tanto poder tocarle, arrastrarle fuera del peligro y poder abrazarle a sus anchas; pero entonces el fuego de la culpa le envolvía y nuevamente volvía a sentirse tan sucio...
Tan indigno de tocarle...
Porque había derramado su sangre... de aquél que significaba su vida entera.
No podría... no debía.
Ni siquiera atreverse a volver a sostener esa extraña mirada violeta que tanto amaba.. a volver a ver libremente dentro de esos ojos que probablemente jamás volverían a abrirse...
Se golpeó a sí mismo cuando la loca idea cruzó por su cabeza, y negando, volvió a reclinar su mirada vacía en el perfil débilmente iluminado por la luz de la hoguera.
Sabía que no podría perdonarse nunca.
Que no volvería a acercarse a él y volver a poner su vida en peligro.
Que jamás sus labios se encontrarían en aquél beso interrumpido y que nunca volvería a escuchar ese corazón latiendo contra su espalda.
Y aunque le lastimara hasta hacerle sangrar, esa había sido su decisión. Ya que así como había decidido que le amaba, se había prometido también a que él jamás lo sabría...
Se inclinó hacia él, respirando entrecortadamente, y una nueva lágrima se le escapó.
"No quiero perderte, maldita sea..."
-Nunca...
Y si estaba cerca de él, sería lo único que haría...
"No quiero que mueras...."
De pie en el umbral de la puerta, Kagome se limitó a mirarles.
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"¿Has tomado tu decisión?"
Kagome se sentó cerca de él, junto al río, cuando Kaede les echó a patadas de su casa alegando que Miroku-sama necesitaba de todo el aire y espacio posibles.
De cuclillas dentro de la pequeña corriente, Inuyasha volvió a frotar sus manos contra el fondo arenoso.
"La tomé hace tiempo, Kagome." respondió, con un gemido de impotencia que se le escapó cuando el aroma a sangre golpeó una vez más su nariz.
Levantando la mirada, la joven suspiró. Inuyasha volvió a meter las manos al agua.
"Pero Miroku-sama..."
"¡¡Él no sabe nada!!"
"Tal vez no, pero te ama."
Las palabras de la miko enviaron sensaciones atronadoras por todo su cuerpo.
"...e..eso no... ¡Él no...!"
"¿Alguna vez se lo has preguntado?"
"¿Q-qué..?"
"Lo que siente." los ojos marrones le miraron. "Lo que desea."
Inuyasha se quedó callado, mirándola de reojo, antes de inclinar el rostro y dejar que su largo cabello se mezclara con el agua fría.
"Lo que él piense no es..."
"Debería importarte, Inuyasha... Si no, nunca te darás cuenta."
"¡¿Cuenta de qué?!"
"Los sentimientos de Miroku-sama no son tan complejos..." una sonrisa débil se estiró en los labios de la joven y se acomodó sobre el pasto mojado. "En realidad cualquiera que quisiera verlo lo habría notado ya."
"¡Keh!" girando el rostro arrogantemente, Inuyasha dejó que el agua salpicara su rostro enrojecido. "Ese maldito bouzou es un ecchi, ¿Qué puede desear él aparte de tocar el cuerpo de una mujer?"
Riendo entre dientes, Kagome se cubrió la boca con una mano.
"Estar contigo."
Las mejillas del hanyou se encendieron todavía más, pero su orgullo le prohibió volverse hacia ella y comenzar a preguntarle por qué pensaba eso.
"Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver." continuó Kagome, no haciendo caso de los intentos de Inuyasha por ignorarla. "Y tú debes ser el peor de todos."
Un gruñido se escapó de la garganta del híbrido y se reclinó sobre el agua nuevamente, frotando sus manos una contra la otra.
"¿Qué es lo que no quieres ver, Inuyasha?"
"¡No sé de qué estás hablando!" exclamó él, irritado, mientras la piel de sus palmas raspaba el fondo del río una vez más. "¡No hay nada en ese bouzou que yo necesite ver!"
"Miroku-sama se preocupa mucho por ti, ¿No te has percatado de eso? Aceptó venir con nosotros sólo cuando lo aceptaste, y es quien pasa la mayor parte del tiempo a tu lado.." soltando una risita ausente, la sacerdotisa abrazó sus rodillas. Su mirada todavía fija en la nuca de un Inuyasha que pretendía no escucharla. "..más que Sango, que sólo piensa en su hermano, o que yo, que tengo que volver a casa esporádicamente... incluso Shippou y Kirara tienen otros intereses; pero Miroku-sama..."
"Además siempre camina junto a ti, por si no te has percatado. Y es más, se pasa la vida defendiéndote de Shippou-chan."
Entonces sí la mirada dorada del hanyou se volvió hacia ella, alterada.
"¡¡¡YO NO NECESITO QUE ESE IDIOTA ME DEFIENDA DE NADIE, Y MUCHO MENOS DE ESE MOCOSO!!!"
Había dicho eso, pero su rostro entero ardía en rubor, y no consiguió nada más que desatar las risas ahogadas de la joven miko.
"¿Ni siquiera de Gatenmaru?"
"...eh..."
El recuerdo fugaz de los brazos de Miroku cubriéndole en un intento por protegerle golpeó su cabeza. Su aroma peculiar, mezcla de misterio, tristeza y una pequeña porción de maldad que le embriagaba; los latidos de su corazón palpitando sobre su espalda arqueada y los bombeos de la sangre resonando en sus oídos de demonio. La desesperación por ayudarle, el temor a perderle, el horror a morir; todo acumulándose a la sensación que tener su cuerpo tan pegado al suyo le provocaba.
Y entonces el rubor en su piel aumentó, drásticamente, y Kagome estalló en carcajadas.
"¡¡¡¿QUÉ?!!!"
"I-Inuyasha..." jadeó la joven, conteniendo los temblores en su cuerpo. "¿P-por qué te sonrojas?"
"¡¡¡YO NO ME...!!!"
Pero Kagome se puso de pie en ese momento, interrumpiendo bruscamente sus palabras, y le miró implacablemente.
"Sólo habla con él cuando puedas, Inuyasha... hoy estuviste a punto de perderle y no sabemos cuando volverá a suceder algo así..." suspiró. Su cabello negro se agitaba con la brisa suave de la tarde y lo sostuvo con una de sus manos. "Lo que Miroku-sama y tú sienten no debería..."
"No debería estar pasando..." susurró Inuyasha, mirándola finalmente. "Porque mientras continúe cerca de mí su vida correrá peligro.. y si algo llegase a pasarle, yo..."
"Pero Miroku-sama no se irá y lo sabes." le interrumpió ella, inclinándose hacia él. "Porque desea estar contigo."
"...Kagome..."
Se miraron un momento, sin decir nada, antes de que el híbrido desviara su mirada hacia ningún punto en particular. Había visto la tristeza dentro de los ojos marrones y aunque no quisiera aceptarlo todavía le dolía saber que era él el causante...
Hacía tiempo decidieron juntos que lo que tenían no era real, no era permitido y no era posible. Porque Inuyasha veía en Kagome a Kikyou, y los sentimientos que le profesó algún día reencarnaban en ella; porque si Kagome no fuese la misma sacerdotisa que alguna vez le selló a un árbol, Inuyasha jamás habría puesto sus ojos en ella.
Porque Kagome era Kikyou, por mucho que esto les pesara. Una Kikyou que se negaba a serlo, que deseaba pensar y amar con mente propia, y que era todo aquello que Inuyasha no deseaba. Hiperactiva, explosiva, brusca. No la sacerdotisa amable y dulce a la que en aquél entonces amó.
Y porque no podía permanecer toda su vida aferrado al fantasma de aquella mujer que algún día estuvo pero se fue. Alimentando con engaños las ilusiones de una niña cuya vida se arruinaría al momento de decidir permanecer con un hanyou que no podría ofrecerle nada, cuya vida se quedaba 500 años en el pasado de la suya y que solamente podría darle una familia a la que nadie en el mundo aceptaría...
Y entonces sus ojos se volvieron a la segunda persona más cercana a él, y fue Miroku quien estaba ahí.
"No seas tonto." la voz de Kagome fue apenas audible incluso para Inuyasha, y sonriendo, se incorporó. "¿Por qué no puedes simplemente quedarte para escuchar cuando una persona te está gritando a la cara que te ama? Es en este momento cuando debes darle una respuesta a eso... o Sango te lo quitará."
Luego se marchó, dejando a Inuyasha sentado en aquél pequeño río cerca de la aldea. Solo.
Respirando profundamente, su cuerpo se desplomó sobre la arena, salpicando agua por todas partes antes de que ésta le cubriera entero.
Ahora también olía a sangre....
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Caminó hacia las primeras casas, lentamente, arrastrando la tela mojada de su ropa sobre el suelo y con su cabello blanco cubriéndole el rostro. El cielo había comenzado a oscurecerse con una mezcla de azules, rojos y violetas que le habían pensar en sus ojos...
Las palabras de Kagome todavía se repetían en su cabeza, y por más que trataba de alejarlas estas no se iban. En realidad aumentaban su ritmo cada vez más, presionando.
Suspiró.
Preguntarle...
¿Cómo podría preguntarle algo así? ¿O cómo podía ser Kagome tan necia como para creer que se acercaría a él, sonriendo, para decirle algo como "Hola, Miroku. Me gustas mucho y quiero que seas mi compañero, ¿Qué dices? Por cierto, ¿Ya te dije que ese peinado te queda muy bien?"?
"¡Keh!" resopló, cuando se imaginó la expresión en el rostro del houshi. "Kagome es una estúpida."
Tal vez estaba siendo injusto con ella, que solamente deseaba verle feliz, pero el mero hecho de pensar en lo que Miroku podría decirle si se enteraba le aterraba. No deseaba perderlo, de ninguna manera, y sabía bien que si iba hasta él y lo besaba lo único que conseguiría era que saliese huyendo.
¿Verdad?
-Si Kagome-sama no hubiese estado ahí, te hubiera besado yo.
La voz de Miroku sonó tan clara en su memoria como cuando le escuchó decirlo, y se ruborizó fuertemente.
Habían estado tan cerca esa noche... y Miroku había tratado de... ¿O había sido sólo un sueño tejido por su deseo desesperado por tenerle? ¿Cómo saberlo?
La puerta de Kaede-obbachan apareció ante sus ojos de pronto, y sus pasos se frenaron de golpe.
Deseaba tanto entrar en ese lugar una vez más y volver a sentarse a su lado, para cuidar de su sueño y poder sujetar su mano cada vez que las pesadillas y la fiebre le atacasen.
Pero...
"¿En dónde habías estado, Inuyasha?" llamó una voz, a su espalda, y se volvió casi de inmediato.
Sango le miraba con el cejo fruncido y un deje de desprecio.
"¿Sango?"
"¡Houshi-sama ha estado llamándote desde la tarde y tú desapareces! ¡¡Eres un desconsiderado!!" sus mejillas estaban sonrojadas, pero Inuyasha no lo notó.
Estaba muy ocupado escuchando los latidos de su propio corazón y sintiendo cómo el rubor subía por su propio rostro, inadvertido.
¿Miroku estaba...?
"¡¡No sé qué es lo que Houshi-sama desea de ti, pero...!!" el resto de la frase de Sango no la escuchó nadie más que Kirara, sobre su hombro, puesto que Inuyasha acababa de desaparecer dentro de la puerta de la cabaña de la vieja Kaede.
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"¡¡Miroku!!"
Arrodillada junto al futón sobre el que descansaba el cuerpo delgado del sacerdote, Kaede levantó la mirada hacia el hanyou que acababa de entrar atropelladamente dentro de su casa.
E Inuyasha la miró también, jadeando.
Había un pote con agua en el suelo, varios vendajes y medicamentos del tiempo de Kagome y un plato con comida fría.
El hanyou lo miró todo, respirando profundamente, y su mirada se detuvo finalmente en la figura inconsciente de Miroku.
"¿En dónde estabas?" inquirió la voz de la anciana, pero Inuyasha no le respondió. Caminó a pasos largos hasta ellos y se arrodilló justo frente a la mujer, a un costado del houshi.
Su mirada dorada se posó algunos segundos en el semblante pálido y lastimado de Miroku, y suspirando, reclinó uno de sus dedos sobre la mejilla suave de éste.
"Pensé que... Sango me dijo que..."
"Despertó hace un par de horas." respondió Kaede. "No sabía dónde estaba y te llamó..."
Los ojos de Inuyasha se levantaron hacia la vieja sacerdotisa.
"¿É-él me..?"
"Te estaba buscando, Inuyasha, pero tú..."
Girando el rostro, Inuyasha frunció el cejo.
Miroku había pedido por él realmente... ¿Pero qué quería esto decir? ¿¿Que Kagome tenía razón por primera vez en su vida?? Se sonrojó al mero pensamiento y sacudió su cabeza.
"Yo estaba..." sus palabras murieron en sus labios cuando la sensación cálida de una mano cerrándose alrededor de la suya interrumpió su tren de ideas.
"¡¡Houshi-sama!!" exclamó la miko, juntando ambas manos frente a su rostro con una amplia sonrisa, y tirando prácticamente de la mirada de Inuyasha hacia abajo, desde donde un par de opacas pupilas violetas le miraron, vagamente.
"M-Miroku..."
"Inuyasha..." jadeó el houshi, tratando de sonreír. "Estás aquí..."
Sintiendo cómo los latidos de su corazón se duplicaban, Inuyasha asintió.
"Siempre he estado aquí, bouzou. Y siempre estaré cuando me necesites."
Las mejillas y el puente de la nariz de Miroku enrojecieron ligeramente, y finalmente una débil sonrisa se dibujó en sus labios.
"I-Inuyasha..."
Kaede se puso de pie en ese momento, sabiendo que no debía presenciar aquello, y caminó hacia la puerta a pasos cortos. "Estaré afuera, por si alguien me necesita." dijo, aunque supo que nadie la escucharía o necesitaría.
No por el momento.
"Hace un momento..." la voz de Miroku estaba entrecortada por su respiración pesada. "...hace un momento, yo..."
"Perdóname por dejarte solo." interrumpió Inuyasha, apretando su agarre alrededor de la mano del monje. "Pero esa vieja me echó de la casa diciendo que debías estar solo."
Dejando escapar una risa ahogada, Miroku cerró sus ojos.
"Kaede-sama se preocupa mucho..."
"¡Todos nos preocupamos por ti, idiota!" exclamó el hanyou, y la mirada púrpura volvió a abrirse para él. "..pe-pensamos que ibas a..." su voz se consumió y sus ojos se aguaron. "Pe..perdías mucha sangre y... y yo no sabía qué hacer... y entonces..."
Miroku permaneció viéndole con sus ojos nublados por un instante, sorprendido.
Si no conociera bien a Inuyasha habría creído que quería llorar...Y sin embargo lo conocía tan bien que podía notar los tremendos esfuerzos por contener las lágrimas que el muchacho estaba haciendo.
"Inuyasha..."
"Kagome me dijo cómo estuvieron las cosas..." suspiró éste, tratando de soltar la mano de Miroku, pero los dedos del houshi se apretaron débilmente alrededor de los suyos y un escalofrío le recorrió el cuerpo, placenteramente.
No deseo que te vayas.
"Miroku... yo..." tragando saliva pesadamente, inclinó la cabeza y cerró sus ojos. "... no puedo realmente pedir que me perdones, porque puse tu vida y la de los demás en peligro, pero... deseo que sepas que nunca quise... es decir, si tú hubieras muerto, yo..."
"No digas eso." interrumpió el sacerdote, presionando su dedo pulgar sobre la muñeca del hanyou. "Tú no tuviste la culpa de nada. En realidad sé que debimos habernos alejado de ti, pero..." con una risa vacía, Miroku levantó su mirada hasta que logró atrapar la de Inuyasha con la suya. "...no podíamos dejarte solo en ese momento..."
"¡¡Pero pudieron haber muerto!!" exclamó Inuyasha, abruptamente, sosteniendo la mirada del houshi. "¡Y si Kagome, Shippou, Sango o... tú... hubiesen muerto, yo me habría muerto con ustedes!"
"¡Inuyasha!" jadeó Miroku, al sentir cómo los dedos de la mano derecha del híbrido se cerraban una vez más sobre los suyos, con fuerza.
"¡¡¡Me volví loco, Miroku!!! ¡Me atreví a lastimarte, y todo pudo haber terminado peor si no hubiera...!" interrumpiéndose a sí mismo, Inuyasha respiró pesadamente, con los ojos bien abiertos.
El monje había intentado incorporarse en aquél momento, y sin tiempo para seguir hablando, Inuyasha se había arrojado hacia él antes de que la espalda lastimada de Miroku volviese a golpear el suelo.
Miroku soltó un gemido apenas audible cuando los brazos del hanyou envolvieron su cuerpo, y luego se quedaron ahí un momento, sin moverse, con Inuyasha apoyado sobre una de sus rodillas y una pierna flexionada sobre la cual el houshi se apoyaba, respirando entrecortadamente y con la cabeza recargada sobre su pecho.
Podía escuchar los latidos del corazón del hanyou, tan cerca de sus oídos, y su propia respiración chocando con la de Inuyasha, tan cerca de él.
"Inu-yasha..." jadeó, respirando el aroma a sangre en la piel del híbrido y sintiendo cómo la humedad de su ropa se le enterraba en el cuerpo. "...tú..."
"¿No puedes..." susurró la voz del hanyou, al mismo tiempo que apretaba ligeramente su abrazo y una lágrima rebelde se escurría hasta golpear el cabello negro del monje. "...no puedes entender que... si tú hubieses muerto, mi vida se hubiese terminado con la tuya?" enterró su nariz en el pelo oscuro y suave y respiró profundamente, tratando de tomar todo el aroma a él que pudiese.
Miroku se limitó a encogerse de hombros, respirando fuertemente y escuchando todavía el bombeo de su propia sangre contra sus oídos y los latidos del corazón de Inuyasha mezclándose con los suyos.
"No quiero que te mueras, idiota, porque si te vas.. si te alejas de mí, yo..."
-...hoy estuviste a punto de perderle y no sabemos cuando volverá a suceder algo así...
"Kagome..."
Kagome le había dado su permiso. Miroku estaba escuchando, y él mismo estaba ahí, sintiendo como si una mano invisible le apretara el corazón y le obligase a hablar sin su consentimiento.
-Es en este momento cuando debes darle una respuesta a eso... o Sango te lo quitará.
"¿Vas a permitirte eso, Inuyasha?"
¡¡No, nunca!!
"...yo..."
Era ahora o nunca.
"Pero Miroku estuvo a punto de morir por tu culpa, ¿No comprendes? Si sigues a su lado, él..."
"¿Inuyasha..?"
Se estremeció. Amaba tanto su voz y la sensación del aliento cálido golpeando su cuello.
Deseaba poder sentirle así de cerca para siempre.
Tenía que hacerlo.
Pero entonces la imagen de Miroku a sus pies, respirando con dificultad y muriendo lentamente volvía a golpear su cabeza y el entorno mágico se desmoronaba como frágiles trozos de cristal.
Tan frágiles como ese cuerpo que estuvo a punto de romper...
Entrecerrando sus ojos, Miroku dejó que su cuello descansara sobre el brazo del hanyou.
"..en ese momento..." susurró, con voz entre cortada, y el joven demonio dio un ligero respingo. "...dejaste ir a Tetsusaiga y..."
"Creí que habías muerto." interrumpió Inuyasha, girando su rostro bruscamente. "Estaba a punto de matarme, entonces tu kazaana..." suspiró, profundamente, y sus ojos dorados se inclinaron hasta toparse con la opaca mirada violeta. "...sentí mucho miedo..."
"...Inuyasha..."
Permanecieron un momento callados, escuchando la voz de Kaede-obbachan afuera mezclándose con la de Sango y Shippou.
Levantando la cabeza, Inuyasha compuso un gesto indefinido en su rostro.
"Creo que Sango desea pasar a verte... ¿Quieres que los deje solos?"
Una risa ahogada le hizo volver a bajar la mirada, con una ceja arqueada.
Miroku le miraba todavía, con una media sonrisa y las mejillas todavía tenuemente ruborizadas.
"Baka me." murmuró el houshi, apoyándose todavía más contra su pecho. "Yo no voy a morir tan fácil... ¿O qué tan débil crees que soy?"
Sonrojándose, Inuyasha sacudió su cabeza.
"¡N-no es así! Yo sólo estaba..."
"No es necesario que te preocupes por mí." la voz apagada del sacerdote volvió a cortar las palabras del hanyou, y sus ojos púrpuras se cerraron al mismo tiempo que la tela húmeda del kimono de Inuyasha le frotaba la frente. "Ya te dije que no voy a morir todavía."
"M-Miroku..."
"Nunca voy a dejarte solo, Inuyasha." con un suspiro, los ojos violetas volvieron a abrirse a la mirada ambarina. "Ya te lo había dicho..."
Los latidos del corazón de Inuyasha aumentaron su ritmo, y sin darse cuenta de lo que hacía, apretó su abrazó alrededor del cuerpo delgado del houshi y enterró su rostro en el cuello de piel enfebrecida.
"¡Pero si te quedas conmigo...!" jadeó Inuyasha, sintiendo el agarre de las manos de Miroku alrededor de la tela de su ropa. "...si te quedas conmigo, podrías..."
"No lo digas."
"Inuyasha, aunque me lo pidas no te voy a dejar solo nunca."
Reclinando las orejas contra su cabeza, el hanyou respiró profundamente el aroma del cuerpo del monje.
-¿Alguna vez le has preguntado lo que desea?
"No, nunca."
-Debería importarte, Inuyasha.
Arrastrando las palabras fuera de su garganta, permitió que un gemido ronco se escapara por sus labios.
"¿P-Por qué...?"
"¿Por qué qué?"
"¿Por qué quieres estar conmigo si no puedo ofrecerte nada?"
Sonriendo, Miroku se aferró más a la espalda del hanyou.
"No necesito nada de ti salvo tenerte cerca y poder escuchar tu voz llamándome bouzou... sólo quiero quedarme contigo..."
"...Mi...roku..."
"Te amo, Inuyasha... ¿Es muy difícil comprenderlo?"
"¿Me amas?"
"...yo..."
"...Inuyasha... yo te..."
"No." ladró el hanyou, separándose ligeramente. Escuchó el gemido de dolor del sacerdote y se estremeció completamente. Luego giró el rostro sintiendo cómo el corazón le latía dolorosamente dentro del pecho. "...tú no puedes...."
"¿¿Por qué no??" gimoteó Miroku.
"¡Porque no! Porque tu amas a Sango, porque tú quieres un hijo, y yo jamás podría... yo no soy una mujer, y tú..."
"No me gustan las mujeres, Inuyasha." susurró la voz del houshi, repentinamente, y los ojos de Inuyasha se ensancharon. "Y no amo a Sango más de lo que amo a Kagome-sama o a Shippou."
El cuello del hanyou se encorvó para mirar al houshi entre sus brazos.
"¿Qué?" su cabello cayó suavemente sobre el rostro del otro y Miroku rió entre dientes soplando fuera de sus ojos las hebras de pelo plateado. "¿Qué quieres decir con eso? ¿¿Cómo que no te gustan las mujeres?? Si tú siempre..."
Sonriendo todavía, la mano de Miroku tocó suavemente la nuca de Inuyasha y le sintió temblar.
"Desde que era pequeño me dijeron lo que tenía que hacer..." suspiró y su cabello negro se escurrió por sus hombros, desatado. "Miyatsu-jichan, mi padre, todos aquellos que me rodeaban. Yo debía tener un heredero varón que pudiese continuar con la búsqueda de Naraku una vez yo hubiera muerto..." sus ojos se oscurecieron de pronto, y los dedos de su mano derecha se doblaron hasta tocar el cuello del traje de la rata de fuego. "..pero jamás nadie se paró a preguntarme qué era lo que yo deseaba realmente..."
"...Miroku..."
"No podía defraudarlos, o al menos eso me hicieron creer. Así que me hice a la idea, y me aferré tanto a ésta que, cuando me di cuenta de que las chicas no me atraían, la necesidad de sentir alguna clase de atracción por sus cuerpos se volvió una obsesión para mí... Tenía que conseguir un hijo antes de morir; alejar mis repugnancias y deseos propios y comenzar a vivir y a pensar como mis antepasados lo habían hecho..." parpadeó y giró levemente el rostro de forma que Inuyasha no le viese por un momento. "..Lo único que se me ocurrió fue eso: El cuerpo femenino comenzaría a resultarme agradable una vez le perdiese el terror... una vez me acostumbrase a sus texturas y formas, y entonces estaría yo preparado para ser padre..." riendo, dejó que varios mechones de cabello oscuro le cayeran sobre los ojos cuando inclinó la cabeza sobre su hombro izquierdo. "...pero entonces los encontré a ustedes... Kagome-sama era hermosa y tenía el fragmento más grande de la Shikon no Tama que hubiese yo visto..."
Se quedó un segundo en silencio, pensando en lo que diría a continuación, y luego se volvió para ver al hanyou que le miraba todavía, atónito. "...pero también estabas tú... y después de verte por una ocasión supe que no podría dejar de verte más..."
"P-pero y entonces... ¿Sango?"
"¿Qué sucede con Sango?" inquirió el monje, sorprendido.
"¡Pensé que tú...!"
"Sí, ya te dije que la amo. Pero como una hermana pequeña, igual que a Shippou o Kagome-sama... incluso que Kirara... pero eso no significa nada."
"¡¡Pero si...!!"
"Deseaba amarla, Inuyasha."
"...pensé que si pensaba en ella podría olvidarme de pensar en ti, que solamente tenías ojos para Kagome-sama.."
"¡¡Eso no es cierto!!" exclamó el hanyou, en un arranque, y sus miradas se cruzaron en ese instante.
"¿A no?"
"....no..." ruborizándose todavía más, Inuyasha enterró la mirada en su collar de madera repentinamente muy interesante.
¿Cómo era capaz de controlar su cuerpo cada vez que Kagome así lo deseaba? Esa Kaede sin duda era sorprendente.
"Inuyasha...."
Sabía que no debía decir nada en aquél momento, porque se estaba tan bien estando así, simplemente aferrado uno al otro, sintiendo el calor de sus cuerpos y escuchando sus respiraciones mezclándose; en silencio, sólo uno cerca del otro.
Tan cerca...
Una corriente de dolor atravesó el cuerpo de Miroku y gimió, pesadamente, justo antes de que Inuyasha le sostuviera con más fuerza y se inclinara sobre el futón para apoyarlo en el piso, alarmado.
Pero las manos del sacerdote aferrándose a su cuello impidieron al hanyou incorporarse una vez más, y en cambio permanecieron los dos reclinados sobre el suelo, mirándose con los ojos entrecerrados, tal vez por el sueño o el dolor.
Inuyasha respiró una vez más, con fuerza, antes de cerrar sus ojos.
"Kagome me dijo que..." no sabía si debía decirlo. Sentía la mirada de Miroku sobre su rostro, fija, y se sonrojó todavía más si era posible.
"¿Si?"
Sonriendo y apoyando su frente sobre la del houshi, Inuyasha abrió ligeramente sus ojos, encontrando la mirada nidria justo frente a la suya.
"¿De verdad deseas estar conmigo?"
"Por supuesto." repuso el sacerdote, frunciendo el cejo. "¿Por qué me preguntas eso?"
"Nada más." y sin dejar de sonreír, Inuyasha volvió a cerrar sus ojos y a empujar su rostro contra el de Miroku, sabiendo que el otro se darían cuenta.
Y cerrando sus propios ojos, Miroku lo supo.
Sus labios se encontraron finalmente, después de haber recorrido un largo camino de pánico y lágrimas, y el sabor fue mucho más dulce de lo que cualquiera de los dos hubiese imaginado.
Se besaron un momento, en silencio, hasta que se separaron cuando una nueva oleada de dolor azotó las heridas en el cuerpo del houshi.
"No." susurró entonces el humano, cuando el híbrido intentó levantarse, y abrió sus ojos, sujetando su rostro con ambas manos. "Un rato más..."
"...bouzou..."
Riendo, Miroku volvió a besar los labios del otro, fugazmente, y luego deslizó suavemente uno de sus dedos por encima de la mejilla caliente.
"¿Ya viste tu rostro, Inuyasha? Parece el de un ángel..."
Le gustaba ver al hanyou ruborizarse.
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notas extras: ¬¬ ah como me dio lata la última escena u-úU... como sea. Si alguien lee Layers, que quede bien claro que leí ese fanfic cuando ya tenía medio fanfic ¬-¬ así que no me vengan a decirme que lo copié porque no fue así o ... al principio incluso mi idea era que Miroku hubiese absorbido muchos insectos venenosos y que Inuyasha le cuidara o.oU.. pero esto salió, y espero les haya gustado. Ya me voy porque tengo sueño o-o.. y porque quiero terminar mi fanfic navideño de Inuyasha :P Adiox, y dejen reviews!
ps.- La última frasecita se la dijo Miroku a Inuyasha en un capítulo (no me acuerdo del número, pero fue ese donde Kagome e Inuyasha decidieron que era mejor que no se volvieran a ver) quien sabe por qué O.o así que luego no me anden diciendo que Rumiko no da pie a que sus fans anden pensando cosas raras sobre sus series o.óU...
