N.A. Este capitulo esta mas corto de lo que había previsto, pero compréndanme, me quemé las neuronas en el Cáp. Anterior. Mmmmh. Eso se convierte en una tradición.
Nada me pertenece, solo la historia. Los personajes tienen dueño. ¿Saben quien es?
Este capitulo esta patrocinado por: Leche PudriMilk. El Chocolate que Pudre a sus Niños.
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Un océano reflejando la oscuridad de un cielo sin luna ni estrellas. La calma absoluta de la oscuridad perpetúa.
Un cuerpo embozado en una capa negra, traje rojo con amarillo y hombreras de metal negras; cambiaron la calma de ese océano de oscuridad.
La chica de cabello rojo y ojos rubíes trataba de mantenerse a flote mientras la oscuridad la tragaba más y mas. El peso la arrastraba hacia abajo y después de un breve momento su cabeza estaba bajo esa oscuridad. Su mano descendía lentamente mientras trataba infructuosamente de aferrarse a algo.
La mano enguantada desapareció, regresándole a la oscuridad su calma habitual.
La punta de un bastón de madera se hundió en la calma para buscar algo, momentos después subió, arrastrando la mano enguantada, aferrada a esa punta con todas sus fuerzas. La sacó a flote.
La muchacha alzó la vista y encontró a una persona conocida.
- Yare- yare Lina-san, ¿planeas rendirte sin haber empezado a pelear?
Ella reconocía esa vos. Esa imagen. Débilmente pronuncio su nombre.
- ¿Zeross?
- Vaya, al menos recuerdas mi nombre.
Estaba allí como lo recordaba. Siempre joven, esa sonrisa tonta y los ojos cerrados. La ropa clerical y el báculo con la gema roja. Sin embargo había algo diferente. Una clase de sensación que no podía definir con palabras. Una clase de afinidad increíblemente fuerte.
- Escúchame Lina. Que solo lo diré una vez. No te rindas. Aún no ha llegado la hora.
¿Rendir? ¿La hora? Reena apenas se dio cuenta de que estaba vestida como la Lina Inverse de antaño. ¿O era ella? Su mente se confundía al relacionar las cosas. Se supone que estaba en el rio. Pero...
- Sabes que estoy aquí. Te lo he prometido. Usa mi poder Lina. ¡Úsame! Para seguir viviendo.
¿Qué? ¿Usar el poder de Zeross?
- Sigue adelante Lina. Vive y cumple tu destino. Vive Lina. ¡VIVE!
Vivir.
Si tenía que hacerlo.
Vivir.
- ¡VIVE!
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La Alianza. Episodio 1.
Capitulo 5 Decisiones drásticas.
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VIVE.
Reena abrió los ojos. Se encontraba rodeada de agua y sus pulmones dejaban escapar el último rastro de aire en ellos. Dióxido de Carbono ahora, mas que oxigeno, claro. Sintió como sus pies tocaban el suelo rocoso del fondo del río. Este al ser el constructor del cañón donde se encontraba era como todos los de su tipo. Estrecho y muy profundo. La superficie estaba muy lejos y lo que era peor, la luz de la luna desaparecía poco a poco.
Reena frenó el reflejo de respiración. Si aspiraba en este momento sus pulmones se llenarían de agua. Por otra parte si no obtenía aire de inmediato moriría sin duda.
Trató de empujarse hacia arriba, pero fue inútil La batalla contra Sherra había drenado demasiado de su energía. Sus pies realmente no soportaban el peso de su cuerpo, el cual debía flotar, pero el peso de la Gorn Nova le servía de un ancla perfecta. Reena estaba demasiado desesperada para notar eso. Aunque claro, de haberlo sabido, tal vez no dejaría caer la espada.
Se desesperaba cada vez más. Tenía que salir. Apretó sus puños con desesperación, tanto que sus uñas traspasaron no solo el cuero de sus guantes, sino también su misma piel. El dolor no le era importante, ni siquiera la sangre que empezaba a diluirse en el agua. Tenía que salir. Cerró sus ojos con gran fuerza, como para no ver la desgracia en la que estaba. Tenía que salir. Tenía que hacerlo. No quería morir. No iba ha hacerlo.
Tenía que vivir.
VIVE.
Desde sus pies, una clase de polvo negro empezó a surgir. La sangre que salía se sus manos adquirió un tono mucho mas oscuro de lo normal. En la penumbra del río, podría ser incluso negra.
Al polvo ascendía girando alrededor de ella. Como una clase de remolino negro. Un cono invertido de color negro. La envolvía cada vez mas, como ¿protegiéndola acaso?
Reena estaba ya al borde de la inconciencia. Por eso no pudo notar como se elevaba del lecho del rio hacia su superficie. La desesperación era más y más grande. Su fuerza de voluntad anteponiéndose al reflejo de su cuerpo para respirar.
No quería morir. No iba ha hacerlo.
Tenía que vivir.
VIVE.
Reena sintió la cara muy fría de repente. Abrió los ojos, con sus pupilas cambiando de alargadas a redondas. Vio la superficie y con gran desesperación inhaló. El aire llenando sus pulmones y el polvo negro desapareciendo tal y como había aparecido. De súbito.
Las fuerzas le regresaron un poco y empezó a manotear para mantenerse a salvo. Respirando erráticamente. Solo tenía que llegar a la orilla para salvarse.
Pero la corriente era demasiado fuerte.
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Salió del agua con grandes trabajos. Había batallado de forma increíble para mantenerse a flote, no teniendo tiempo de quitarse el abrigo de 20 Kilos. Sus brazos, espalda, piernas, en resumen, TODO su cuerpo le dolía impunemente.
Pero había triunfado.
Heero Yui había terminado su misión auto-impuesta. La destrucción del castillo había sido total y prácticamente perfecta. Dudaba que alguien hubiera sobrevivido aunque esperaba que ese par de pelirrojos lo haya logrado. Por ahora solo quería descansar un poco.
Arrastrándose más de 4 metros, llegó a una zona relativamente seca. La orilla del rio era poco profunda pero solo por un metro, después de eso la profundidad creía exponencialmente. Más de una vez pensó que iba a morir al luchar contra la corriente.
Nada de eso importaba. Había terminado. En cuando pudiera pararse, iría a buscar su Gundam, volar hasta Douvres y destruir la base de OZ. Si. Eso sonaba bien.
Heero cayó con fuerza en el suelo, totalmente exhausto. El esfuerzo había sido enorme.
Se iba sintiendo cada vez más soñoliento. A punto de ingresar a la dulce inconciencia.
Sintió como alguien lo tomaba de uno de los hombros y lo giraba para que quedara boca arriba.
Battousai hundió una de sus rodillas en la boca de su estomago, colocó su codo izquierdo en el cuello y la punta de su espada corta se hundió un poco. Sus ojos llamearon en la penumbra, dispuesto a seguir saciando su ansia de sangre.
- Dame una buena razón por la cual perdonar tu vida.
Heero pensó un poco y se encontró con que no tenía. Le podría decir que él destruyó la base. Que casi mata a Trieze y que no era su enemigo. Pero, ¿Quién le iba a creer? Le llamarían traidor. Que no era confiable. Y "Si destruiste la base, porque no nos avisaste idiota".
No tenía muchas cosas a su favor.
La sonrisa de Battosuai se hacía mas grande mientras retiraba un poco la Wakizashi para matar al individuo ingles.
Heero, estaba paralizado. Realmente paralizado.
Periféricamente, vio una cabeza pelirroja asomarse por el rio.
- ¡Reena! – gritó Heero al reconocer esa cabeza.
¿Que?
Battousai pareció dudar un momento, el cual fue aprovechado por Heero para quitárselo de encima. La oleada de adrenalina le hizo olvidar lo cansado que estaba
Battousai estaba desconcertado, no solo por la reacción de Heero, sino por esa voz tan desagradable que cada vez se empeñaba más y más en molestarlo.
Heero se deshizo del abrigo y se zambulló en el río, con la obvia intención de salvar a la pelirroja. Tal vez con eso se ganaría el perdón de Battousai.
Basta ya, la chica necesita ayuda.
'¿Qué demonios haces aquí? Se supone que te habías marchado. Con la cola entre las patas.'
Solo te di el control en la batalla. Ahora, es tiempo de que me lo devuelvas.
'Y que dijiste: "Este idiota ya lo hizo." Olvídate de eso, baka, ahora yo tengo el control.'
- ¡Oye! ¡Camarón! Necesito una mano aquí.
Heero había sacado a flote a Reena. Luchaba en contra del peso de la chica, el cansancio y la fuerza de la corriente. Apenas podía mantenerse estático. Si no recibía ayuda externa, ambos serían arrastrados por el rio.
Battosuai los vió, sonriendo. Podía matar al chico y un problema se solucionaría. La chica quizás moriría, pero solo sería la baja en una guerra. Sujetó la Wakizashi por la punta y se preparó para lanzarla a la cabeza del agente británico. Se le hacía gracioso oir las advertencias que su alter ego le lanzaba para que no lo hiciera. Levantó al brazo y...
Alto. Kenshin estaba a su lado sujetando su mano. Te dije que ya basta.
'¿Que?' dijo Battousai al verse de repente... paralizado.
Kenshin lo detenía de continuar. Eso era lo que lo tenía paralizado. No era miedo, por supuesto. Solo que nunca había tenido la fuerza para hacer eso. Por lo general Battosuai se cansaba o aburría de torturarlo. Después de las misiones solo se retiraba y dejaba a su otro yo sufrir con su conciencia. Pero ahora realmente lo estaba deteniendo.
No. La mirada azul y tranquila de Kenshin se confrontó a airosa mirada dorada de Battousai. Ya basta.
Heero solo podía observar como el asesino deliberaba consigo mismo. Hacia el ademán de lanzar la espada, pero actuaba como si algo o alguien lo detuviera. Lo vió gruñir. Casi gritarse, discutiendo con una persona imaginaria y entonces... se golpeó a si mismo en el rostro. Casi pudo ver unas cuantas gotas de sangre descender por su rostro. Y cando le dirigió la mirada, sus ojos eran azules. Calmos.
- Ya no me controlas Battousai. Ya no. – Dijo Kenshin en un susurro mientras con un movimiento rápido se quitaba el abrigo.
Kenshin tomó también el que Heero había dejado caer antes de meterse en el agua y amaró las mangas. Eran más de 40 Kg en total, el peso de ambas prendas, y aún así, el peso no pareció afectar mucho al pelirrojo.
Con ayuda de Kenshin, Heero sacó a Reena del agua.
El soldado se sintió como si estuviera en una prueba, porque el pelirrojo no hizo ademán de dar más ayuda a Reena. Heero comprobó el pulso de la chica. Era débil. Después se dio cuenta porque.
No estaba respirado.
Mascullando una maldición, el soldado abrió las vías respiratorias y procedió a darle respiración de boca a boca. Kenshin lo miraba tranquilo, casi impasible, con una leve sonrisa en la boca.
Eso era más de lo que esperaba. Pensó mientras veía al chico trabajar.
'¿Crees que esto terminará así?' Battousai estaba más alejado de allí. Tapando su ojo izquierdo con su mano. Un hilillo de sangre surcaba su mejilla. Obviamente estaba dolido, y en especial furioso por lo que su "amigo" le había hecho. 'Sabes que vendré cada vez. Cada dia de tu vida. Y en cada ocasión será peor. Mucho peor.'
Y cada vez, estaré resistiendo, Battousai. Ya no te necesito. Y te lo demostraré.
Battousai se retiró, por el momento. Dejando a Kenshin apaciblemente... solo.
Reena tosió un par de veces y una pequeña cantidad, pero mortal, de agua salió de sus pulmones. Heero la colocó en la posición adecuada para que siguiera vomitando el agua de su pecho. Después, alzó su vista al asesino.
Kenshin le sonreía amablemente, satisfecho por la prueba de buena voluntad de él.
- Tiene que recibir asistencia médica de inmediato. – Heero le dijo.
- Entiendo. Quédate y cuídala. Yo acercaré el auto.
Acordado eso, Kenshin le dio la espalda y empezó a caminar a la dirección adecuada. Pero antes de alejarse demasiado, giró un poco la cabeza. "Bienvenido, chico." Dijo antes de alejarse por completo.
Heero se quedó con Reena a esperar. Esas palabras lo tranquilizaron un poco, aunque no le resultaron del todo convincentes. Era claro que no lo matarían, pero de eso a unirse a su bando, había un tramo muy grande.
Se le estaba haciendo difícil confiar en las personas.
Bajó su mirada a la chica, quien parecía dormir tranquilamente. Si no fuera por las obvias heridas de su rostro.
Cuando luchaban en el gimnasio, se dio cuenta que no era una persona normal. Era mucho más fuerte y rápida que cualquier otra mujer que conocía. Incluso superaba a muchos hombres también. En las pocas imágenes que su cerebro captó, antes de caer presa de esa droga adormecedora, pudo ver que estaba muy lastimada después de la lucha. Contra él, y contra Battousai de seguro.
Y sin embargo, allí estaba de nuevo, en otra misión. Casi muriendo por lo que parecía ser una paliza de antología. Labios hinchados y heridos. Su cara parecía empezar a hincharse mucho más de lo que estaba ahora y un tenue color negro cubría un poco sus mejillas, ojos, incluso la frente.
¿Por qué se arriesgó ha llegar hasta ese punto? Heero conocía a muchas mujeres solados. Une, por ejemplo. Pero incluso ellas permanecían casi siempre apartadas del frente. Y las que llegaba a pilotear las Armor, parecías ser tan endurecidas como cualquier hombre.
Y ahora esa chica. Que la primera vez la vio tan asustadiza, después tan fuerte, y ahora tan herida. Le hacía pensar muchas cosas. Tan diferente a la tranquila y pacifista chica que lo esperaba en Londres.
Sería un honor para él servir con gente como ella.
Aunque en esos momentos, dudaba que tuviera esa oportunidad.
Las luces de un auto iluminaron unos cuantos árboles, seña de que su vehículo había llegado. Heero cargó a la inconsciente Reena, debatiéndose en lo que haría de aquí en adelante.
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-¡Arrrg! – Un gruñido de dolor en la enfermería.
- Si te mueves no puedo sacarla.- Dijo otra voz de forma tranquila.
-¡Uggggg! – En vez de un gruñido, más bien fue un quejido apagado el que se oyó. Aún así demasiado fuerte.
- Listo. Ya la saque. – Dijo triunfal la voz.
Heero estaba sentado en una mesa de hacer inoxidable, mas parecida a las que tiene una morgue, que las que debería tener una enfermería. A un lado de él, Zel sostenía unas pinzas puntiagudas médicas, las cuales tenían agarrada una bala puntiaguda.
- Debo reconocer que ese abrigo es impresionante. Esta es la bala de un rifle NATO, y aún así solo penetró un par de centímetros. Tuviste suerte de que se alojara en una costilla, de otra forma te habría perforado el plumón.
- .....- fue la respuesta de Heero. Agradecido silenciosamente con el abrigo. Pero más que nada, aguantando el dolor.
Habían pasado mas de 20 minutos, los dos, por órdenes de Laura, en ese lugar atendiendo las heridas del joven agente. La pérdida de sangre no era tan severa, pero los daños por los impactos de las balas, aunque no hubieran penetrado, eran suficientes para dejar su cuerpo lo más cercano a la gelatina.
- Prepárate, esta es la más profunda. – Dijo Zel, vestido de bata médica algo salpicada de sangre, y expresión seria.
Heero, trató valientemente de reprimir un grito, pero falló. El tipo no tenía una pizca de delicadeza a la hora de buscar las balas. Hurgaba en su carne de forma implacable como si no sintiera nada.
- Disculpa, creo que era un nervio. – Dijo Zel con una leve sonrisa en su boca. – Pero tú tienes la culpa. No debiste rechazar la morfina que te ofrecí.
- No... me arr... arriesgaré... a dor...mirme con...mo...rfi...na. – Contestó el aludido entrecortadamente.
- Es tu problema. ¡Ya esta!
Zel sacó la última bala del cuerpo de Heero y la depositó con las otras, en un cesto de basura cercano. Heero jadeaba, dejando que todo ese dolor pasara a través de él. En sus mejores tiempos soportaba hasta el dolor de una pierna rota, pero tanto tiempo en esa escuela sin hacer nada lo habían ablandado.
Ablandado. Dejo de temblar cuando pensó en esa palabra. Si se había ablandado ya no era un soldado. Entonces, ¿Qué era?
- Oye, ¡hazme caso! – Le dijo Zel mientras vaciaba media botella de alcohol en su cuerpo.
Los efectos fueron inmediatos. Las punzadas de dolor lo hicieron gritar de nuevo. Como deseaba golpearlo. Pero no estaba en condiciones de hacerlo.
- Me inclino a pensar que no te simpatizo mucho. ¿Verdad? – Bueno, tanto tiempo con Duo le habían enseñado algunas cosas.
- Escúchame bien. Trataste de matar a Reena. Eso es algo que no puedo perdonarte. No me interesa si ese enano japonés te trajo aquí. No confió en ti. Y no lo haré. – Le arrojó una bolsa con vendajes. – Creo que te puedes vendar tu mismo.
Heero se le quedó viendo alejarse, entendiendo, irónicamente los sentimientos del joven. Después de todo, estuvo a punto de matar a Trieze casi por la misma razón.
- Gracias. – Murmuró mientras se bajaba de la mesa y recogía la bolsa.
- Solo te advierto. – Le dijo Zel, en el marco de la puerta, dándole la espalda. – Si alguna vez intentas algo en contra de Reena. Yo mismo te mataré.
Sin más palabras, salió de la habitación.
Heero rompió la envoltura de un rollo de venda de mas de 8 pulgadas de grueso.
- De acuerdo, lo entiendo. – Dijo más para si que para su ausente enfermero.
Podía entender eso. Era fácil para él.
Tratando de no pensar, empezó a vendar sus múltiples heridas.
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- Shikis.
- ¿En serio?
- Se supone que son creados por un supuesto hechicero. Son como golems de forma humana animados por ese talismán que tienes en las manos.
Kenshin había rendido el reporte a Hiko. Los Ryuzoku, respetando su privacidad le habían arreglado una tele conferencia privada con su jefe. Después de especificar la acción de Battousai en el castillo Croft y su encuentro con Shishio y ese misterioso chico Soujiro. Hiko había acordado en que pondría a los Onnis a investigar todo sobre Seta, pero también estaba extrañado por lo que tenía Kenshin en las manos.
Dentro de una bolsa plástica estaba lo que parecía un papel arroz, con algunos caracteres chinos escritos en él, y lo más raro aún, una clase de ojo "metido" en el papel.
- Entonces, ¿Qué clase de genes son lo Mazoku y los Ryuzoku? ¿Hechiceros?
- Recuerda que tenemos que aceptar que existen poderes que van más allá de nuestro entendimiento. Takani aún se pregunta como tu cuerpo resiste el Shinsoku, como el Gallo puede romper las rocas. Supongo que nuestros aliados tienen habilidades más grandes que las nuestras.
- ¿Aliados?
- Saito, Okina y yo, pensamos que esta Alianza del Jupongatana y los otros, es demasiado grande para nosotros solos. Los Ryuzoku tienen el conocimiento que se necesita para ir en contra de ese supuesto Dynast. Y si lo que dices es correcto, ese chico será útil en contra de Oz.
- Entiendo. ¿Y mis órdenes? – Kenshin preguntó mientras apretaba el papel fuertemente en su mano. Lo estrujó con todas sus puertas y algo parecido a sangre salió del "ojo", quedando restringida por la bolsa. Como algo sin importancia lo arrojó al cesto de basura.
- Seguirás con tu cubierta en la escuela. Apoyarás en lo que sea necesario a los Ryuzoku y mantén un ojo en la chica. Por si acaso.
- Respecto a mi arma... - Casi se avergonzó cuando le contó que Seta había roto su espada. Hiko estaba también sorprendido, aunque no lo demostró.
- Los Onnis trabajarán en eso. No te preocupes por eso. – Un incómodo silencio llenó los siguientes segundos. – Battousai.
Hiko esperaba el cambio de ojos a su interlocutor, pero nada sucedió.
- Lo lamento, creo que... en estos momentos no desea hablar con nadie. – Kenshin volteó a su derecha y allí estaba Battousai, fumándose tranquilamente un cigarro, sin dignarse a dirigir una mirada a Hiko en la pantalla.
- Entiendo. – Hiko sonrió, casi felicitando a Kenshin. – En ese caso nos mantendremos en contacto.
Hiko termino la transmisión, dejando a Kenshin pensando.
Cuando se enfrentó a Reena, por su manejo del Ki, y esa habilidad de conjurar fuego y oros ataques, quedaba claro que no era una chica normal. Después de ver a esos guardias caminar a pesar de heridas impresionantes y deshacerse en polvo después de quitarles la cabeza, indicaba que los Mazoku tampoco eran algo normal.
Hiko tenía razón, había fuerzas más grandes que escapaban a su imaginación.
Se rascó un poco el hombro, los vendajes que se había puesto después de ser parchado por Gaudy le apretaban un poco, resultándole algo incómodo. Se preocupó por Reena. Habían pasado ya casi 24 horas desde que salieron del castillo y aún no despertaba.
'Espero que esté bien' dijo Battousai sorprendiendo a Kenshin. 'Aún necesito una agradable revancha.'
Si tú lo dices.
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Una fresca brisa cargada un poco de humedad la despertó. Estaba apoyada en algo suave, tibio y con un agradable olor. Como un pastel de frutas.
Otro soplo más de la brisa y la hizo moverse un poco. Estaba tan a gusto, que deseaba prolongar esa sensación un poco más. Se sentía tan tranquila, tan contenta, tan afín con todo a su alrededor.
- Buenos días Lina-chan. – Vino una voz, un poco mas arriba de su cabeza. – Te conozco lo suficiente para saber que estas despierta. Así que... abre los ojos, vamos. – La voz era juguetona. La que proviene de un hombre joven y de ánimo alegre.
Reena se paralizó un breve momento al oir ese nombre, pero sabía que se refería a ella. Tal como lo haría una niña perezosa abrazó mas ese soporte de su cabeza tratando de invitar de nuevo al sueño.
- Yare yare Lina-chan, no puedes dormir de nuevo. ¡Arriba! – La orden la acompañó un leve palmazo en la cabeza de la pelirroja.
"Lina-chan" abrió sus ojos rubíes de pupila alargada y confrontó con una falsa expresión de enojo al dueño del torso que le servía de soporte. Unos ojos color amatista le dieron los buenos días.
- ¿Porque no me dejas dormir a gusto Zeross?
Ambos estaban desnudos, cubiertos por una delgada sabana de lino blanco. La habitación, si así podía llamarse, estaba en la cima de una colina llena de pasto verde, la niebla matutina aún no se disipaba y se combinaba con los enormes pinos de un bosque denso. La habitación en si era una cúpula de estilo griego, sostenida por columnas de mármol blanco. Una amplia cama ocupaba el centro de la habitación y un par de cofres de madera contenían, en teoría las ropas de los ocupantes de ese lugar.
- Sabes que tienes que despertar. Ese es tu deber.
"Es diferente. Cada vez lo es más aun. Cada vez que lo veo parece mas..."
"¿Maduro? Esa es la palabra ¿verdad?" Vino la respuesta dentro de su cabeza.
- Es difícil tener secretos contigo, ¿verdad? – Le dijo Lina mientras se movía un poco hacia él, rozando intencionalmente cada centímetro de piel con la suya. Con una sonrisa le dio un juguetón beso en los labios.
Pero él no se lo regresó.
- Tienes que despertar Lina. – Le dijo de forma seria. La sonrisa juguetona desapareció, mostrando una cara llena de preocupación.
- Baka, estoy despierta. – Se sentó sobre de él, dejando caer la sábana que la cubría. Estaba dispuesta a aprovechar esa mañana, con un poco de diversión antes del desayuno.
- No, no lo estas. Y lo sabes.
Entonces, cayó en la cuenta. Recordó en un momento lo sucedido. Las batallas. Las pérdidas. Los recuerdos dispersos. El poder.
Zeross se sentó también, desplazando un poco el peso de su compañera. Pasó un dedo por su rostro confundido y después, limpió una lágrima que poco a poco se escurría por su mejilla.
- Tienes que despertar. Tienes que enfrentar la vida. Enfrentar todo de nuevo.
Reena bajó la vista, tratando de bloquearse, sabiendo que eso era verdad. Era un sueño. Todo era un sueño. Un agradable y cálido sueño que se convertía una pesadilla al despertar y descubrir la dura realidad. Esa afinidad, esa paz, todo esos sentimientos no eran mas que ilusiones.
Y ahora tener que regresar.
- ¿Por qué? – Fue lo único que quería saber.
- Es tu destino, ¿recuerdas? Es para lo que estas aquí. Es para lo que entrenas. Es para lo que vives.
- Pero no quiero...
- Nunca lo has querido. Pero lo haces. No tienes opción. Encuentra una razón para pelear. Un motivo. Una meta. Y recuerda, no estas sola. Yo estoy contigo. ¿Lo recuerdas? Te lo prometí, y lo he cumplido. Estoy contigo, Lina.
Ella vió dentro de esos inhumanos ojos de pupila rasgada. En donde una vez, no encontró mas motivos para desconfiar, ahora sabía que eso era verdad.
No quería despertar.
Pero iba ha hacerlo.
Besó por última vez al que había sido si compañero durante tanto, tanto tiempo. Y lo abrazó fuertemente, encontrando una respuesta adecuada.
Zeross la abrazó con fuerza también, repitiendo las mismas palabras que pronunció por última vez.
- Estoy contigo...
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Reena abrió los ojos débilmente, esperando un rayo de sol, o una lámpara fría.
¿Por qué? No tenía idea. Solo lo esperaba.
En cambio, una confortable penumbra la recibió.
Estaba en una cama suave, cubierta por sabanas de alta calidad (su mente avara pensando en el precio de esas cosas) y en una habitación, aunque extraña, realmente confortable.
Recordando la pelea con Sherra, esperaba realmente sentirse como si hubiera pasado por un triturador de carne. En cambio, solo se sentía cansada. Se tocó su cara buscando la hinchazón natural producto de una golpiza de antología y quemaduras provocadas por energía extraña.
Nada.
Ni un solo corte.
Extraño.
- Buenos días, amiga. – Una amable, pero fatigada voz la saludó a la derecha.
Reena se incorporó de inmediato, sentándose en la cama y miró a la fuente de esa voz.
- Ah, Hola Filia. – Saludó.
La aludida estaba sentada en un cómodo sofá un poco alejado de la cama. Tenía una expresión de cansancio, como si llevara varias noches sin dormir.
Un momento...
- ¿Cuánto...?
- No te preocupes, no han pasado más de 24 hrs. Desde que regresaron del castillo. Has estado durmiendo desde entonces.
- Vaya. Entonces, nosotros... uh... ¿ganamos?
- No precisamente. Por lo que hemos sabido nuestro agente británico traicionó a Oz de alguna forma y voló el castillo. – Filia sonrió cuando Reena hizo una cara de "así que fue él". – el señor Himura y el joven Yui te trajeron en muy mal estado. Pero como puedes ver, aún sigues viva.
- Ya veo. – Reena recordaba fragmentos de la batalla. Aunque no estaba totalmente segura de todas las cosas que había hecho, sabía que. Se encontró con un monstruo que la llamó. Se encontró con Dynast. Se encontró con Sherra. Barrió el suelo con ella, y ella trapeó el suelo con ella. Finalmente obtuvo la... – La espada. La Gorn Nova.
- Si. Obtuviste la Gorn Nova, lo cual nos tranquiliza. Aunque queríamos saber que mas cosas viste dentro de ese castillo.
- Bueno... yo...
- Si quieres esperaremos para mañana. Creo que un descanso sería buena idea.
- Si. Hum... Gracias Filia. – Dijo Reena al deducir que el descanso era mas para Filia que para ella. – Debió tomarte mucha energía curarme.
Filia sonrió cansadamente y trató de ponerse de pié. Antes de que pudiera hacerlo la puerta se abrió.
- Vaya. Sabía que estarías despierta. ¿Descansaste bien niña? – Gaudy preguntó jocosamente, sabiendo las consecuencias de esa pregunta.
La ceja de Reena tembló. Pero no podía enojarse con él. Después de todo ya no era el mismo "cerebro de medusa".
- Hola Gourry. – Murmuró. Dándose cuenta después, de que erró en el nombre.
- Si, hace mucho que no oía ese nombre. – Fue imposible discernir los sentimientos detrás de ese rostro sonriente. – y mi querida Laura, ¿Como estamos?
- Bien, gracias. Estaba por tomar un descanso.
Intentó ponerse de pié de nuevo, pero sus rodillas no aguantaron el peso y cayó sobre ellas.
- Bueno, supongo que si necesitas el descanso, permíteme. – Gaudy avanzó y cargó a Filia en sus brazos. En su forma humana no pesaba mucho. Aunque hacía mucho tiempo que no tomaba su forma dragonil...
- Pediré a los cocineros que te preparen algo, debes estar hambrienta. ¿De acuerdo? En un momento regreso...- Finalizó Gaudy cruzando la puerta.
Antes que esta se cerrara Reena pudo ver las miradas que los rubios se lanzaban. Llenas de ternura y afinidad. No cabía duda que eran Marido y Mujer. O Dragona...
Reena bajó la vista a las sabanas de nuevo, y descubrió algo. Sus puños. Estaban cerrados. Fuertemente cerrados. Con trabajos, como su hubieran estado trabados, abrió los dedos casi con esfuerzo. Había agarrado la sabana también, y unas cuantas marcas negras mostraban que sus uñas habían perforado su piel hasta sacarse la sangre.
Sangre negra.
"Dios..."
Le era difícil aceptar lo que eso significaba. Todos esos sueños y recuerdos. Acaso ella era un...
No, eso era imposible.
"Estoy contigo..." recordó.
Acaso eso significaban esa palabras.
Ella es un...
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"Porque no me sorprende." Debería hacerlo, pero no era así.
Aunque, no en todas partes se encuentras un Gundam.
Heero fue llevado a una de las bodegas del edificio Ryuzoku. Apenas al entrar pudo encontrarse con algo. El Gundam Wing, perfectamente armado, sostenido por su propia estructura y debajo de un reflector circular. De alguna forma los Ryuzoku lo habían localizado y sacado de la Bodega donde lo había escondido. De alguna forma era tranquilizador, así OZ no se lo llevaría. Heero tendría una herramienta para destruir a Trieze. Pero... aún así. Significaba que estaba a merced de los Ryuzoku. Lo obligarían a luchar con ellos. Le pondrían una misión de prueba a su lealtad. Esas cosas eran comunes.
Heero avanzó a su Gundam y retiró la máscara metálica que componía el "rostro" del ángel guerrero. Con las manos la ajustó a su cara y accionó algunos comandos vocalmente. "Inicio de programa básico del Gundam Wing. Sistema de estrato 1. Codigo de voz Heero Yui." Los pequeños monitores 3D de la máscara le dieron en un parpadeo el estado de los sistemas. Daños y recursos. El Gundam estaba en perfectas condiciones.
Eso era lo que temía.
"Acceder al sistema de transponedor. Codigo de voz OZ 364-gr. Muestra programación de activación del transponedor." Tal como lo había pensado. Estaba programado para activarse a una orden de Douvres. El hecho de que estuviera apagado el Armor lo liberó de ese pendiente. Si se accionaba Trieze podría darse cuanta de la ubicación de la base Ryuzoku.
No lo iba a permitir.
"Acceso al sistema de seguridad del programa principal. Codigo de voz ATED-38785-ST45" Acceso aprobado, dijo una ventana. "Prepara clave nueva de activación. Codigo de voz nuevo: Venganza." El sistema se reinició para actualizar los cambios. Heero regreso con el Transponedor. "Codigo de voz: Venganza. Actualización. Desactiva opciones de rastreo. Apagar transponedor."
Eso le daría tiempo tanto a el como a los Ryuzoku. Tiempo de decidir un curso de acción correcta.
Colocó la mascara en su lugar y se sentó en un banco en medio de la habitación. Tenía que pensar. Tenia que pensar mucho. Tal vez si es necesario ingresar a los Ryuzoku.
Pero ya no confiaba en nadie.
La puerta se abrió de repente, y Heero se vió obligado a suspender sus pensamientos. Gaudy Davies entraba vestido informalmente. Detrás de él lo seguían Reena y Kenshin.
¿Un momento, que esta niña no estaba golpeada? Porque se veía tan fresca cono siempre.
- Y bien Amigo Heero. Creo que ha tenido tiempo de reflexionar un poco en la situación el la que está. Y como van las situaciones quierop que considere todo lo sucedido, con Oz, esa alianza y sobre todo con nosotros. – Gaudy podría haber sido casi como Trieze, solo que en su rostro no denotaba ambición, sino confianza. Era una clase de sinceridad que motivaba a las personas a confiar en él. – Debido a la posición en la que estamos necesitamos mucho de tu contribución, pero queremos dejarte decidir. Simplemente. Ellos o nosotros.
Heero percibió un poco de amenaza. Al menos por la forma en la que se paraban los dos pelirrojos sabía que estarían dispuestos a golpearlo si intentaba algo violento como la entrevista.
Era una pregunta esperada, de todos modos. Ellos o nosotros. Solo necesitaba saber algo más.
- Si no digo que ustedes, ¿Me echarán de aquí? – si la respuesta era Si. Solo lo necesitaban por lo que sabía. Lo cual era... comprensible.
Gaudy sonrió.
- A estas alturas, o confías en nosotros. O jamás lo harás.
Esa respuesta si lo sorprendió.
- Estoy con ustedes. – Dijo, sonriendo por primera vez en todo el dia.
- Bienvenido.
Gaudy le extendió la mano y ambos las estrecharon. Reena fue la siguiente diciéndole algo así como "Será un placer servir en el mismo lado." Cuando Battousai lo saludó, los ojos dorados lo vieron directamente.
- No me arrepiento por intentar matarte. – Cambio a ojos azules. – Pero me alegra que estés con nosotros. – Kenshin si le dio otra bienvenida.
Todos estaban inmersos en ese pequeño ritual de saludos y sonrisas satisfechas cuando la puerta se abrió de nuevo. Filia entraba sosteniendo un objeto en sus manos.
- Gaudy, Rezzo la analizó con la información que Reena extrajo de los Mazoku. No cabe duda. Es auténtica.
Quitó la manta que la cubría y reveló la espada milenaria. La Gorn Nova.
- La autentica. – susurró Gaudy.
- Creo que por ahora, una pequeña ceremonia sería adecuada ¿no crees? – Preguntó Filia, adoptando después una expresión Solemne.
Gaudy se adelantó. Reena sabía lo que iba a pasar. E indicó a Heero que se acercara. Kenshin no se movió, después de todo estaba cerca del dirigente Ryuzoku. Detrás de él, firmes, observaron lo siguiente.
- En este día. En el nombre del dios Dragón Cephied, declaro: - Alzó la espada al cielo (al menos hacia el cielo, aunque estuvieran dentro del edificio.) – La generación de los espadachines de la luz, renace de nuevo. Gourry Gabriev, Ethan Nombard, Gaudy Davies. Recíbela y honra tu destino.
Diciendo esto, entregó la espada a Gaudy, quien se había arrodillado.
El la tomó con respeto y cariño. Tal vez recordaba como usarla.
Apretando el mango, concentró su voluntad, y la hoja de luz albiazul surgió de la empuñadura.
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La última vez que presenció esto, Reena... no Axia, tuvo miedo a la muerte. Ese miedo no había cambiado. Su destino estaba sellado en cada una de sus vidas. Moría en cada reencarnación. ¿Por qué iba a ser diferente ahora?
Miró a sus lados. El chico Ingles estaba allí, sorprendido al ver los movimientos que Gaudy hacía con su espada. Ese que estuvo a punto de matarla, ahora convertido en uno de ellos.
Al igual que alguien más. ¿Una quimera quizás?
Al otro lado, el pequeño espadachín de personalidad múltiple. Hábil, más allá de la palabra. Poseedor de una enorme fuerza, pero con problemas mentales.
¿También se le hacía conocido?
Muchas cosas cambiaban. De eso estaba segura. Recordó los sueños y las visiones. Tenía que entender más el papel de Zeross en su vida si quería cambiar su destino.
No quería morir. Tenía muchos factores para no quererlo. Así que lucharía para cambiar ese destino mortal, a uno más benigno.
Tal vez ellos, esos nuevos compañeros, sean variable nuevas en la eterna ecuación de su vida.
Tal vez le ayuden.
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N.A. Al fin. El episodio I de esta saga termina aquí. Descansaré un poquito, dedicándome un poco mas a La Colonia, y tal vez iniciar con "El Conde" en Rurouni Kenshin.
Esta historia no esrta muerta, solo descansaré un mes o dos de escribir. Para regresar con nuevos bríos. Lo prometo.
