N/A: ¡Segundo capítulo revisado! Dejaré la N/A original, ¿por qué no? Aunque lo cierto es que me sigue despertando una GRAN vergüenza ajena xD
¡Un saludo y gracias por la oportunidad!
Disclaimer: Yu—Gi—Oh! y sus personajes no me pertenecen. Son propiedad de Kazuki Takahashi y esta es una actividad que realizo sin ánimo de lucro.
PD: La otra vez no lo dije, pero está situado después de la saga de los Recuerdos del Faraón.
Notas de la autora: Bueno, como me pidieron que hiciese una segunda parte, me he estado estrujando el coco hasta que salió esto, espero que les guste, ahora Yami no se queja, sino que se lamenta porque le han separado de sus amigos T.T pobrecito, con lo lindo que es, en fin ¬¬ ¿quieres dejar de meter rollos Erena-chan y acabar con la presentación de una maldita vez?;-; Está bien, ya acabo, ya acabo... un momento, no os he presentado, esta es mi yami, Kaori, Kaori, estos son mis lectores.¬¬UU ¿No? ¿En serio? No me digas, chavala parece mentira que tengas 15 años.T.T No digas eso mala, bueno, os cuento la historia de Kaori, era una samurai de Japón que acabó sellada en un medallón, ese medallón fue fundido, y un español viajó a Japón y compró el oro del medallón. Mi abuelita mandó hacer una medalla para mí el día de mi nacimiento y curiosamente escogieron el oro del medallón de Kaori, y ha estado oculta 15 años, hasta que apareció hace 1 semana. Guay, mi propio yami ;-; ojalá fuese Yami Yugi No empieces Erena, que aburres ¬¬Bueno, ya empiezo, no me des más la vara, los personajes no son míos, pertenecen a Kazuki Takahashi, yo sólo los tomo prestados. Una última cosa, dejadme reviews please! Nos vemos y gracias por leer mi historia n.n
Recuérdame siempre, amigo.
La puerta se cierra tras de mí. Una que jamás volverá a abrirse, y me consumo en la tristeza a la par que esa entra es sellada para la eternidad. Acabo de perder a mis amigos, los únicos que he tenido. Los vi llorar, a casi todos. Todos lamentaban mi marcha, y eso me rompió el corazón, pero si yo hubiese vencido, ¿qué hubiese sido de mi compañero? No quiero ni pensarlo. Prefiero que esté con sus amigos, aunque les duela mi partida sin regreso... Nunca más…
Una lágrima, que fue seguida de otras recorrieron el moreno rostro del faraón, que lloró en silencio mientras penetraba lentamente en lo que debía de ser el otro mundo. Un paraje muy semejante al que había conocido siendo faraón, con jardines y edificios tremendamente parecidos al palacio de su niñez. Pero en ese momento no podía apreciar la belleza y singularidad de cada elemento de ese lugar. Estaba más centrado en la pérdida de sus únicos y verdaderos amigos. Ya no volvería a verlos más y el dolor le mataba por ello. Ni siquiera sabía si le recordarían por siempre...
Sacó el medallón que Yugi le regaló, el que tenía la foto de sus amigos en miniatura y la miró con nostalgia, como si hiciera ya una eternidad que no les veía. Tras enjugarse las lágrimas, se guardó el medallón; de nada servía llorar. Eso no le haría regresar. Debía ser fuerte y afrontar la situación, como siempre había hecho, tanto solo como en compañía de su pandilla. Se encontró, entonces, con el rostro firme y tranquilo de su padre, al que abrazó con toda su alma.
—Padre, me alegro de volver a verte. Ha pasado mucho tiempo desde que me dejaste al mando de Egipto.
—Sí, demasiado. Más de lo debido, pero creo, que te alegrarías más de ver a tus amigos ¿me equivoco hijo mío?
El muchacho agachó la cabeza. Estaba sumido en la tristeza. Su padre le miró también apesadumbrado, ya que no le gustaba ver a su hijo así, tan melancólico.
—¿Qué es lo que ensombrece tu rostro hijo? ¿Qué duda te agobia y te perturba?
—Padre, ¿cómo sé si ellos se acordarán de mí? ¿Cómo sé que no me olvidarán? Además, ellos eras mis amigos, lo han sido desde que mi compañero resolvió el puzzle. Hemos pasado por tanto juntos, y, ahora... Ya no los veré nunca más. Eso es lo que me aflige.
—Entiendo... Sí, sé que son buenas personas porque no hemos dejado de observarte desde que saliste. Pero vamos a hacer una cosa, dentro de una semana quizás les veas una última vez.
—¿Una última vez?
¿Qué querrá decir? Le veo alejarse, no comprendo. ¿Es que va a hacer algo para que vuelva a verles?
Dioses, que lento pasa el tiempo aquí. Se me hace eterna la espera… Ya han pasado los días que padre me dijo. O al menos eso creo, porque casi he perdido la noción del tiempo. Vaya, ahí viene, espero que me aclare lo que va a suceder.
—Atem, hijo has esperado pacientemente una semana, y ahora te diré para qué ha servido tu espera. Acompáñame. — Le guió hacia una puerta semejante a la que había atravesado al llegar—. Hijo, ésta te lleva como espíritu al tiempo de tus amigos. Sólo podrán verte cuando tú quieras, y podrás estar un día entero al lado de tus queridos amigos. Buena suerte.
Le puso la mano sobre el hombro y Atem le abrazó, ciertamente conmovido y agradecido. Cuando se separó de él, fue hacia la puerta y la abrió, atravesándola hacia la habitación de Yugi. Aún está amaneciendo. Se sentó en la silla, tal y cómo solía hacer cuando era su "Otro yo". Sonrió.
Otro yo. Nadie volverá a llamarme así…
La voz del viejo Sugoroku despertó al pequeño cuando las luces del día ya estaban bastante avanzadas. Él abrió los ojos lentamente, adquiriendo un matiz triste y alicaído. Atem sintió algo de desazón, por un lado, si bien por el otro se sentía un poco dichoso porque su marcha significase algo tan importante para una de las personas más importantes de su vida.
Yugi se levantó, se vistió muy despacio y sin ganas, bajó las escaleras y cogió el almuerzo que su madre le había preparado, ignorando completamente el desayuno sobre la mesa. Dio un leve portazo cuando el abuelo se despidió de él y anduvo pausadamente por la calle, siempre con la estela invisible de Atem tras él. Jonouchi, Anzu y Honda aparecieron al poco rato. También se les veía bastante tristes, aunque el rubio hacía todo lo posible por intentar animar al resto con la ayuda de Honda. Se sintió muy conmovido.
El día en el instituto fue bastante normal y anodino, y a la hora de la salida se reunieron todos en el Burguer World. Mokuba, Ryogi, Malik e Isis se les unieron. Kaiba no apareció, aunque desde luego ninguno tenía la esperanza de que lo hiciese, salvo quizás Yugi, que seguía confiando en sus buenos sentimientos.
—Bueno, parece que todos seguimos igual. Pero chicos— dijo el rubio intentando animar a sus amigos—, tenemos que superara esto. A todos nos cuesta mucho asumir la marcha de Atem, pero debemos seguir adelante. ¡Anda que si nos viese con estas caras!
—Jonouchi-kun tiene razón — dijo Yugi levemente, los demás se sorprendieron, hacía una semana que Yugi no hablaba—. Debemos superar esto. Es difícil, pero así debe ser. No creo que le olvidemos nunca, pero hay que continuar. Nos ayudó mucho a todos y nos salvó la vida innumerables veces. Debemos aprovechar sus esfuerzos estando alegres, no sumidos en la pena.
—Muy bien dicho, compañero — el espíritu del joven faraón apareció sentado junto a ellos.
Le divirtió de sobremanera ver sus expresiones. Desde luego, ninguno podía creer que él estuviese allí.
—¿A-Atem?
—Imposible
—No... No puede ser
Todos sonrieron a la par, y se les saltaron las lágrimas.
—Me alegro de veros, chicos. Yugi y Jonouchi tiene razón, yo siempre voy a estar con vosotros, al igual que vosotros siempre estaréis conmigo. Hoy os e acompañado todo el día y me ha conmovido el hecho de que os duela mi marcha, pero no sigáis así. Tenéis una vida larga y plena por delante, y la tristeza es pasajera. No os dejéis llevar por ella.
Después de aquello, estuvieron todos reunidos el resto de la tarde, hasta por la noche. Todos se marcharon con un buen recuerdo en el corazón y unas expectativas mucho más positivas.
Al volver a su casa, la puerta apareció de nuevo en la habitación de Yugi, justo en el mismo lugar que la primera vez.
—¿Por ahí entraste?
—Así es, y por ahí me he de marchar. He de irme ya. — Yugi se entristeció—. No te sientas apesadumbrado, Yugi. Sólo quiero decirte una cosa más antes de irme. Muchas gracias por estar conmigo, por ayudarme y ser mi amigo. Sois lo mejor que me ha pasado en la vida y os juro que nunca os olvidaré. Ahora sólo te pido que les digas esto a los demás que también va dirigido a ti: Recuérdame siempre amigo, no me olvides nunca y siempre estaré cerca de ti, cerca de tu corazón.
El pequeño comenzó a llorar con una sonrisa en el rostro y asintió con la cabeza. Atem, bastante conmovido, le devolvió el gesto y sin esperar mucho más, se marchó por la puerta, que se cerró nada más que cruzarla. Algo muy curioso que sucedió en ese instante fue, que no solo en la casa de Yugi, sino en la de todos sus amigos, se oyó lo siguiente…
Recuérdame siempre amigo, nunca te olvides de mí, porque yo jamás podré olvidarte. Fuiste mi luz en los días de sombra, y mientras pienses en mí, me tendrás cerca de tu corazón, y, así, podré esta vez ser yo la luz que te guíe los días oscuros.
Recuérdame siempre amigo.
FIN
N/A: Lo siento, pero no he podido dejar las notas que puse después, eran demasiado estúpidas. ¡Muchas gracias por vuestro tiempo y por leer!
