Hola!!!!!

Vale, esto es una tontería muy grande que se me ocurrió un día como el que no quiere la cosa (no, no estaba tomando ninguna sustancia alucinógena, eso es lo triste del caso). Puede que se convierta en una historia (surrealista) Severus/Draco/Harry o puede que se quede en esto y ya está. Supongo que dependerá del ánimo que tenga, porque es tonto, ridículo y sin sentido y posiblemente mañana me pregunte por qué se me ocurrió publicarlo. Pero bueno, ahí está. Intentad disfrutar, eh?.

¡NO ES LO QUE PARECE!

Severus Snape entornó los ojos al ver las miradas de odio intenso que intercambiaban sus dos alumnos. Había tenido que instalar su caldero con la poción en la que estaba trabajando sobre su escritorio del aula de pociones a fin de vigilar de cerca de los dos castigados, que deberían estar limpiando el estropicio causado por los Ravenclaw y Hufflepuff de segundo curso en lugar de jugar al a-ver-quien-puede-mas.

- Vuelvan al trabajo – masculló entre dientes, hastiado de tanta estúpida rivalidad.

Draco Malfoy, como buen Slytherin, le hizo caso al instante, retomando su tarea de fregar el suelo de piedra con la misma furia que emplearía para golpear la cabeza de su oponente contra la pared. A Severus le habría parecido divertida la escena en otra ocasión; el hijo de Lucius Malfoy ocupando tareas de elfo doméstico. Si su padre se enterase pondría el grito en el cielo. Pero Draco hacía ya tiempo que había dejado de informarle de todo cuanto le ocurría, por una parte porque no recibía más que regaños por su mal comportamiento y por otra porque tenía su orgullo, y admitir que era obligado a cumplir con actividades tan degradantes no haría más que humillarlo a los ojos de su padre.

Draco podía haber cambiado muchas de sus costumbres a lo largo de sus años en Hogwarts, pero una de ellas la mantenía férreamente; no podía evitar molestar a Harry Potter cada vez que tenía ocasión. Y el chico, que se había vuelto más bravucón de lo recomendable, respondía puntualmente a cada una de sus provocaciones.

Por ello, por haber empezado una pelea a puño limpio en esa misma aula hacía tres días, estaban condenados a pasarse un mes limpiando después de clases. Era un buen castigo, sobre todo para Malfoy que odiaba hacer cosas propias de sirvientes, pero la enemistad entre los dos había crecido demasiado y no podía dejárseles sin supervisión.

¡Si incluso vigilados eran peligrosos! Solo había que ver los gestos de burla y superioridad de Malfoy y cómo Potter apretaba los dientes con furia. Al menos eso le hacía frotar con más ganas la superficie de los pupitres. Un poco más de provocación por parte del rubio y Severus estaba seguro de que brillarían como espejos. Podía oírle mascullar por lo bajo "maldito Malfoy" cada vez que bajaba la cabeza para sumirse en su tarea. Pero el chico era imposible, siempre volvía a alzar los ojos para ver qué hacía Draco. Y Draco, que no paraba de mirarle, aprovechaba su atención para molestarlo un poco más.

Poco a poco, y sin que Snape se diera cuenta en un principio, Potter fue pasando de un pupitre a otro mientras Malfoy avanzaba con la fregona hasta que confluyeron en el mismo punto. Snape levantó la mirada justo a tiempo de evitar otra pelea.

- ¡Cada uno a una punta del aula! – bramó.

Ambos dieron un respingo y Draco puso cara de desilusión, Harry de fastidio.

- Tengo que fregar este trozo, profesor – replicó el rubito mansamente señalando el suelo con la fregona, que ni siquiera sujetaba correctamente.

- A la otra punta, Malfoy – siseó Snape entrecerrando los ojos con su mirada molesta "no-me-toques-las-narices, nº 5". Draco frunció los labios, haciendo un pucherito igualito al que Lucius utilizaba en sus chantajes emocionales y arrastró sus útiles de limpieza tras él hacia la otra punta de la clase, donde mojó la fregona en el cubo con rabia.

- Señor Malfoy, querría que fregase el suelo, no el techo de aula, absténgase de hacerlo con tanto brío – se burló Snape. Ver a un Malfoy molesto era realmente delicioso, la indignación les daba un bonito toque rosado a sus mejillas y sus ojos brillaban aún más. Al oír la risilla de Potter se volvió hacia él molesto mientras Draco les fulminaba con la mirada a ambos.

- Diez puntos menos para Gryffindor por burlarse de un compañero, Potter – informó con una sonrisa de superioridad. Y allá vamos, cinco, cuatro, tres, dos...

- Pero...

- Y cinco menos por replicar – añadió Snape. Esperó a que Harry replicase por segunda vez. El crío era así de necio, pero como esta vez el que se reía era Draco cerró la boca y miró a Snape y al rubio Slytherin alternativamente esperando que le rebajara también puntos a su rival. Snape alzó las cejas divertido y se puso a cortar raíces casi a punto de silbar. Casi podía oír los dientes de Potter rechinando de rabia. El retomar del furioso raspar del estropajo contra el escritorio le indicó que Potter se había dado por vencido.

Snape echó la raíces cortadas al caldero, removió un par de veces y se dispuso a medir la cantidad exacta de eléboro en polvo que debería añadir a la poción, suspirando resignado. Le hubiera gustado tener una razón para descontar más puntos a Gryffindor. Tal vez podía poner la excusa de que Potter frotaba tan fuerte los pupitres que los estaba desgastando. Sonrió divertido al imaginar la cara de McGonagall cuando se enterase. Se tuvo que morder la lengua para no soltarse a risitas y parecer un loco delante de sus alumnos. Además, si se reía se arriesgaba a que la cantidad de eléboro no fuera la adecuada.

En realidad no le gustaba hacer sus mezclas con público, sobre todo porque si Draco observaba atentamente los ingredientes y el orden en el que eran colocados sabría inmediatamente qué era lo que estaba preparando (afortunadamente Potter seguiría en el limbo puesto que era un patán en pociones), pero no tenía otra opción si quería que su aula quedase limpia en lugar de arruinada. En los dos castigos anteriores los chicos se habían lucido. En el primero habían esparcido sesos de rana por todas partes, incluso sobre los exámenes de los Ravenclaw y Hufflepuff de séptimo curso, que habían quedado totalmente arruinados. Snape aún esperaba el momento apropiado para hacerles saber a esos sufridos estudiantes quién tenía la culpa de que debieran repetir el examen (y sus acusaciones recaerían solamente en Potter, por supuesto). En el segundo día de detención, los pequeños criminales habían incendiado dos de los pupitres y su mesa de trabajo, que logró salvar a tiempo de ser consumida por las llamas. Ese comportamiento les valió el alargamiento del castigo y la seria amenaza de prolongarlo hasta final de curso si no se comportaban. Y ahí estaban, como si no les importase ser castigados de nuevo, Malfoy malmetiendo por lo bajo contra Potter y el otro sacando su varita disimuladamente del bolsillo.

Un momento.

¿Varita?

- ¡POTTER!

Demasiado tarde. El hechizo ya había sido pronunciado y Draco gritó con horror al descubrir las orejas rosas de conejo que sobresalían entre los mechones platino de su pelo. Snape se mordió la lengua aún más fuerte para no reírse de su alumno, aunque no tuvo que hacerlo por mucho tiempo. La reacción del chico no se hizo esperar, Draco sacó su propia varita y hechizó a Harry antes de que Snape pudiera dejar el eléboro de nuevo en la mesa. Con las prisas cayó de más en la poción, pero ahora no tenía tiempo para preocuparse por eso.

- ¡POTTER, MALFOY, YA BASTA! – bramó autoritariamente, acercándose con su aspecto amenazante.

- A epezzzado é //Ha empezado él// – logró decir Potter, a través de la lengua bífida con que Draco le había premiado.

- ¡Mentira! – se indignó Draco señalando sus orejas rosas. Una estaba orgullosamente erguida, pero la otra se doblaba en dos, abatida, ambas haciendo juego con las mejillas sonrojadas del chico – ¡Él ha empezado con esto! ¡Estoy ridículo así, con orejas de conejo!

- ¡Me da igual quien haya empezado! – se irritó Snape poniéndose entre los dos, intentando evitar más desastres, pero Harry, furioso por su nueva lengua, levantó de nuevo la varita y lanzó otro hechizo haciendo que Draco diese un salto en el aire agarrándose el trasero.

- Aoa ia edezzz u codejito ded todddo //Ahora eres un conejito del todo// – dijo Harry sonriendo triunfante.

- ¡Me las vas a pagar, Potter! – gritó Draco enarbolando de nuevo su varita. Snape logró conjurar un escudo ante él y Harry y el hechizo de Draco rebotó y fue a dar contra la estantería de ingredientes de los estudiantes.

Snape lo vio todo como a cámara lenta, y corrió hacia su mesa con la intención de salvar estantería y caldero, pero tuvo la mala fortuna de resbalar en el piso mojado y con una pirueta espectacular cayó de culo al suelo, apretando los dientes por el dolor en la rabadilla.

La estantería crujió peligrosamente, de manera amenazante, y se volcó con un ruido sordo sobre el caldero humeante. Snape se levantó con dificultad y se volvió enojado hacia los estudiantes, que se encogieron al ver su mirada. Les arrebató las varitas de un manotazo y se acercó al caldero para observar los destrozos.

Cuando estaba a dos pasos, el caldero burbujeó siniestramente y explotó sin más aviso, cubriéndolos a los tres de una sustancia rosa chicle que olía a neumático quemado. Snape se quedó estático un momento, comprobando daños, y notó que le picaba el cuerpo. Intentó desaparecer la sustancia con la varita, pero fue imposible. Se volvió agitado hacia sus estudiantes.

- ¡¡¡QUÍTENSE LAS TÚNICAS, ES ÁCIDO!!! – gritó histérico, haciendo lo propio. Harry y Draco le miraron un momento estupefactos, pero viendo que sus ropas empezaban a humear se despojaron de ellas con rapidez quedándose los tres desnudos. Ahí es cuando se pudo apreciar en todo su esplendor la cola de conejo, como un pompón rosa, que lucía Malfoy. Snape tiró de ellos hasta su escritorio para buscar en los cajones un frasco de líquido espeso y blanco que les pasó.

- Ponéroslo por todo el cuerpo, rápido – les apremió, cogiendo una buena cantidad y frotándosela por todas partes.

- No me llego a la espalda – gimoteó Draco. Snape gruño y procedió a untarle él mismo con la crema por toda la superficie de la blanca espalda.

- Ey, io zabpoco be iego y be ezzzdá bicando zodo //Ey, yo tampoco me llego y me está picando todo// – se quejó Harry, y Draco, generosamente al parecer, hizo lo mismo que Snape.

El profesor terminó que cubrir la espalda de Draco y se enderezó, sintiendo crujir la suya propia. Se frotó la rabadilla lanzando un quejido lastimero.

- Ya estoy viejo para estas cosas – gimió. Y se volvió hacia la puerta por acto reflejo.

Y allí plantada, con ojos como platos, la boca abierta y una mano en el pomo de la puerta estaba Minerva McGonagall. Al perecer ni Potter ni Malfoy la habían visto aún, porque Harry casi gimió:

- Baz abajo, Badboy, baz. //Más abajo, Malfoy. Más//

- ¡Snape! – exclamó McGonagall azorada, sonrojándose furiosamente.

Draco y Harry se volvieron horrorizados hacia la puerta y después hacia Snape. A éste le costó un segundo entender lo que estaba viendo la mujer; a un profesor y dos alumnos completamente desnudos al parecer acariciándose los unos a los otros y... bueno, no quiso profundizar más porque estaban muy cerca unos de otros, el escritorio les tapaba y la profesora tenía una imaginación demasiado activa para su bien.

- ¡Minerva, no es lo que parece! – se apresuró a decir - Verás, fue una poción mal hecha que nos calló encima y... – empezó a explicar el profesor. Pero la mirada incrédula de la mujer le hizo detenerse.

- No tienes que inventarte excusas extravagantes, Severus. Puedes hacer lo que quieras – fue la sorprendente respuesta de la mujer – Pero no sabía que te excitasen esas cosas, la verdad.

Su mirada estaba fija en las orejas de conejo rosas de Malfoy, aunque no tardó en viajar por los tres cuerpos apreciativamente.

- Claro que podrías haberme avisado – dijo con una sonrisa depredadora, relamiéndose los labios.

Potter y Malfoy casi se abrazaron acojonados por la mirada de hambre de su profesora y Snape tuvo el impulso de hacer lo mismo... sobre todo porque a Draco le sentaba muy bien esa colita de conejo...