Aviso: lo sabe tol mundo, pero vamos a repetirlo: los personajes son de la magnífica y, to hay q decirlo, perezosa Joanne Kathleen Rowling, que nos tiene desesperaícas por que saque el 5º libro. Todos, menos unos que ya saldrán, no decimos aún cuales son.

2

Arabella Figg

Iba volando sobre una alfombra. Trataba de no chocar contra los árboles del frondoso y oscuro bosque que atravesaba. Una rama afilada le arañó el brazo derecho. Frenó y dejó la alfombra antes de llegar a un claro, donde unas voces conocidas discutían con una especie de gruñidos... se acercó poco a poco, escondiéndose tras los troncos de los árboles, hasta que estuvo lo suficientemente cerca para reconocer los rostros de los interlocutores... ¡eran Hagrid y Madame Máxime! Y más allá... el corazón le dio un vuelco al ver la figura enorme de una giganta. Ahora comprendía...

-¡Fgidwulfa! ¿Es que no lo entiendes? – Harry nunca había visto a Madame Máxime hablar con tanta determinación- ¡Os va a utilizar paga asesinar muggles y magos y bgujas de sangue mezclada, y después, cuando ya no les hagáis falta, os dejagá sin pgotección! ¡Y cgeo que todos sabéis muy bien qué os pasagá cuando no tengáis nadie que os defienda! ¡Aún sois muy pocos paga luchag contga la fuguia de todos los magos y bgujas que sobgevivan a los ataques de Quien-Tú-Sabes y sus seguidogues!

La giganta profirió un amenazador gruñido.

Hagrid cogió de un brazo a Madame Máxime y la apartó un poco hacia atrás, para hablar más en privado. Le susurró:

-Olympe...

Harry tuvo que acercarse más para poder oír lo que le decía. Se estaba exponiendo demasiado a que lo vieran...

-...y no era así como habíamos planeado estas negociaciones... quiero decir... deberíamos ser más suaves, ¿no te parece?

-¡No! –dijo la francesa en voz bien audible- Gubeus, yo no vengo solamente a negociag... quiego advegtigles... quizás tú no los veas de esa manera, pego yo ya he apgendido a admitirme como soy...una semigiganta... ¡y no quiego que a mi pueblo le pase nada!

A Harry le pareció que Fridwulfa cambiaba por un momento su expresión feroz por una sonrisa.

-Tienes razón -Hagrid avanzó al frente, y se encaró con la giganta-. Escucha: sé que hace años, los aurores no os trataron bien, pero esto es diferente... Ahora tenéis la oportunidad de demostrar que se equivocaron al desterraros... Ya sabes cómo es Dumbledore: él admite a todo el mundo, siempre da segundas oportunidades... mírame a mí... no le importó que yo fuera un semigigante. Madre... –Hagrid miró hacia la giganta. Su cara era un poema a la esperanza- Únete a nosotros.

-Sabes que no depende sólo de mí – gruñó Fridwulfa-. Además, él nos ofrece más ventajas.

-¡Palabgeguía! ¡Mentigas!- chilló Máxime-. ¡Todo falsos aggumentos, Fgidgulfa, y tú lo sabes!

- Puede ser... pero no puedo hacer nada por convencer a los demás.

-Muy bien... - Hagrid se desesperaba- muy bien... dices que no puedes... ¡no lo has intentado!

-Fgidwulfa... -intervino Máxime- El futugo de la Comunidad Mágica está en juego. Vosotgos decidís. Ya abandonaste una vez a tu hijo...¿piensas haceglo otga vez?

La giganta adquirió una expresión de tristeza y furia otra vez. Profirió un alarido, y, ante el horror de los dos intrusos, dio media vuelta, destrozando árboles a manotazos.

Harry creía que el corazón se le iba a salir del pecho... unas pisadas tremendas retumbaban a sus espaldas. Sintió que alguien lo cogía por detrás y lo zarandeaba...

-¡Ahhhhhhhhhhhh!- Harry gritó, y se defendió como pudo, repartiendo guantazos.

-¿Pero qué haces, imbécil?

Se volvió. Dudley estaba apoyado en su cama, y lo sujetaba por la camiseta del pijama.

-¿Tú eres idiota, o qué? Ya van dos días seguidos que te quedas dormido... ¡Que tenga que perder mi tiempo en despertarte! –dijo Dudley con malicia. En realidad disfrutaba despertando a su primo de manera tan violenta-. Date prisa, te vas a casa de la vieja ésa.

Mientras Dudley se iba de la habitación (dando un portazo, para llamar más la atención), Harry intentó desperezarse. De buena gana hubiera ido tras su primo a darle un par de palos. Se sentó en la cama y se puso las gafas. El sueño... era un simple sueño, pero había sido tan real... y, al fin y al cabo, él pensaba que Hagrid y Madame Máxime se encargarían de hablar con los gigantes... a lo mejor era por eso: hacía poco había oído en un documental muggle que los sueños son producto de las preocupaciones y recopilan parte de la información que has recibido durante el día... sí, sería eso por lo que volaba en alfombra, y no en escoba, o en un búho, como le pasó durante aquel sueño el curso pasado...

-¡Vístete y baja con tus cosas!- la voz de tío Vernon le sacó de sus ensoñaciones.

Se puso unos vaqueros y una camiseta, y bajó con el baúl de Hogwarts al vestíbulo. Después de desayunar, se fue a la casa de la señora Figg. Los Dursley salieron de la casa rápidamente. No lo acompañaron, alegando que perdían el tren.

La señora Figg estaba ya en la puerta, esperándolo.

-Hola chico. ¡Cuánto tiempo sin verte, vaya, estás muy crecidito!- y pellizcándole de la mejilla, añadió- ¡Si pareces todo un hombre!

Ahora comprendía porqué Dudley se sulfuraba cada vez que la tía Marge o algún otro familiar le hacía eso. Realmente sacaba de quicio a cualquiera.

-Buenos días, señora Figg –respondió Harry, intentando que no se viera su mosqueo.

-Sube a tu habitación y deja tus cosas, mozalbete.

Mientras subía por las escaleras, oyó que la mujer murmuraba algo así como ... se está retrasando... , pero no se paró a pensar; estaba demasiado ocupado intentando no tropezar con el gato que daba vueltas alrededor de sus pies.

- Veamos... a ti los guisos no te gustarán, ¿no? No, a la gente joven no les gusta la comida de cuchara, a ver... sí. No me pasa nada por comer un día espaguetis. Harry, ¿serías tan amable de ayudarme con la comida?- le pidió cuando Harry hubo bajado al recibidor- Este medio día tenemos visita, y yo sola no me apaño, voy muy lenta...

-¿Visita?- se sorprendió Harry- ¿De quién?

La anciana no le respondió. Sólo le sonrió y le guiñó un ojo. Quizás es un gato nuevo que le traen pensó Harry. Tuvo que aguantar la risa al imaginarse un gato negro comiendo espaguetis sentado a la mesa. Se puso a ayudar a la señora Figg. Como no sabía nada de cocina, le iba pasando lo que necesitaba.

Estaba cogiendo especias de un armario cuando vio algo que le sorprendió: entre los tarros, había uno que ponía "raíz de acónito"... Bueno, a lo mejor también se utilizaba en la cocina muggle. No se atrevió a preguntar por una tontería así. Casi se le resbala el tarro cuando oyó el timbre.

-Ah, ¡ya debe de ser ella!- la señora Figg parecía contenta- Vamos, Harry, es hora de que la conozcas.

Siguió a la anciana hasta la puerta. Iba a preguntarle quién era ésa tal ella, cuando la mujer ya estaba mirando por la mirilla y abriendo la puerta.

-¡Mamá!- la desconocida se inclinó hacia la señora Figg y la abrazó- He llegado algo tarde, perdona, pero es que ya sabes... -hablaba muy atropelladamente. Harry pensó que le habían dado cuerda-... así que, bueno, por eso he tardado un poquito más...

-¡Arabella! Hija, no te excuses, ya sé que estás atareada... vaya, dame un beso, cariño, llevaba casi un mes sin verte, desde luego que ese trabajo extraño que tienes... ven aquí...

Volvieron a abrazarse. Harry se sentía un poco incómodo.

-Ay, qué tonta, Harry, chico, disculpa... Ésta es Arabella, mi hija. Arabella, éste es...

- Harry Potter, lo sé, mama. Todos lo conocemos- se dirigió hacia Harry, y después de darle dos besos en las mejillas, dijo: - Un honor. Después de años viéndote de lejos, por fin lo hago frente a frente. Ahora te explico- añadió, al ver la cara de incomprensión de Harry.

Entraron al salón, y se sentaron. Hasta ahora, Harry no se había fijado bien en Arabella... Arabella... ¿de qué le sonaba ese nombre? Era una mujer joven, como de unos 30 años, de pelo castaño ondulado y ojos entre azules y grises, como los de su madre. No era exactamente guapa, pero Harry pensó que, para la edad que tenía, se veía bastante atractiva.

- Hija, ¿hoy te has decidido a vestirte como las personas? –rió la madre- Esa faldita te sienta mucho mejor que los sayos esos que sueles llevar.

Harry también pensaba que la minifalda le sentaba muy bien, pero claro, no lo dijo en voz alta.

-Mamá, es que hoy he tenido que ir de un sitio para otro, y no es muy prudente ir en el mundo muggle con túnicas...

Harry abrió los ojos de par en par... ¿había dicho la palabra muggle?

Arabella le guiñó un ojo. Dijo:

-Y ahora que lo dices, voy a cambiarme, estoy más cómoda con mis pantalones y los deportivos... estos zapatos de tacón me están matando... enseguida vuelvo.

Hubo un incómodo silencio. Harry abrió la boca para preguntar qué pasaba allí, pero la señora Figg le interrumpió con un grito:

- ¡Los espaguetis! ¡Se me olvidaban!- Y se alejó mascullando- Ay, esta cabeza, cada día está peor...

Arabella volvió como anunció: con pantalones y zapatillas deportivas... ¡y una túnica de bruja! O Harry estaba loco, o... ¡Arabella! ¡Arabella Figg, el antiguo grupo que decía Dumbledore!

-¿Usted es...?

-Shhhhhhhist –chistó La mujer- Ya te explico, tranquilo. Soy Arabella Figg, antigua amiga de tus padres.

-¿Usted los conoció?

-¡Claro! ¡Trabajé con ellos! Y por favor, Harry, no me hables de usted. Llámame Arabella.

-Vale –Harry estaba como aturdido. ¿De dónde había salido esa mujer? ¿Qué hacía allí?-. Arabella... ¿qué estás haciendo aquí?

- ¡Pensé que nunca me lo preguntarías, chico! Bueno, para empezar, me ha tocado hacer de chofer... no me equivoco al pensar que un pelirrojo te espera, ¿no?- Harry sonrió-Y, ¿no te has preguntado nunca porqué Dumbledore quiso que vivieras en casa de los Dursley? ¿Porqué prefirió que este verano te quedaras aquí un tiempo?

- Eh... Voldemort dijo que la casa de los Dursley estaba protegida por magia blanca muy antigua...

-Ajá... –hizo Arabella en tono triunfante- Pero alguien tiene que renovar los hechizos, y mantener al margen a posibles intrusos...

- Y esa eres tú, ¿no?- Arabella asintió- Entonces... eres... ¿qué eres? ¿En qué consiste tu trabajo?

- Bueno, soy una especie de... guardiana mágica. Trabajo para el ministerio renovando hechizos que actúan como cerraduras, o repelentes de intrusos... por ejemplo, el año pasado a mis compañeros y a mí nos tocó hechizar el estadio de quidditch de los mundiales... A veces son cosas de seguridad anti-muggle, otras, tenemos que trabajar con áurores para ayudarles a encontrar mortífagos y otros malhechores.

-Entonces... eres como Bill, solo que al revés, ¿no?- inquirió Harry.

-¿Bill? ¡Ah, sí! Te refieres a Willy Wealey, ¿no?- Harry asintió con la cabeza- Soy como él, sólo que él se especializa en hechizos para evitar a ladrones, en Gringotts. Mi especialidad es la magia blanca y negra. Seguridad anti-magia oscura, por así llamarlo. Somos... hechiceros, nunca mejor dicho...

-Ah... - Harry no sabía por dónde empezar a preguntar- Y has dicho que conocías a mis padres, ¿no?

-Sí. Trabajamos juntos muchas veces. Eran unos magos estupendos, nunca se echaron para atrás en la lucha contra lord Voldemort... - miró hacia abajo. Parecía incómoda al hablar del tema, así que cambió radicalmente- He oído que tienes una Saeta de Fuego... ¿Puedo verla?

Harry pareció decepcionado. Esperaba que Arabella le contara cosas sobre sus padres, no que huyera de esa manera a sus indirectas.

-Sí... la tengo arriba, en el baúl; espera, que voy a buscarla.

Subió rápidamente las escaleras, y sacó su escoba voladora del baúl. Cuando llegó abajo, las cortinas estaban cerradas. Arabella lanzó un sutil silbido al ver la escoba.

- Vaya... es más bonita de lo que pensaba... ¿me dejas?

Harry asintió. Mientras la mujer jugueteaba con la escoba, llegó su madre.

- ¡Otro trasto de esos! De verdad, no sé cómo tenéis valor para utilizarlos...

Arabella rió.

-¿Por qué lo dice?- inquirió Harry- ¿No le gustan las escobas?

-¿Gustarme? ¡Cómo van a gustarme! La última vez que ésta –señaló con la cabeza a su hija- me convenció para que las probara acabé con la pata tiesa. Y encima tuve que ir diciendo que fue por culpa de uno de mis preciosos gatitos, porque claro, si digo que me caí volando con una escoba en el patio de mi casa, los vecinos me mandan directamente al manicomio...

A Harry le dio por reírse. No se imaginaba a la señora Figg volando en escoba.

-Mamá, pero es que aceleraste demasiado...

-¡Ah...! – Harry se acordó. Fue gracias a que la señora Figg se partiera la pierna, que no pudo quedarse con ella el día del cumpleaños de Dudley, y se lo tuvieron que llevar al zoológico con ellos. Eso pasó justo antes de saber que era un mago.- Fue hace cuatro años, ¿no?

- Sí, hijo, veo que tienes memoria... Pero ni me lo recuerdes, no volverá a pasar porque no voy a volver a montar más en un bicho de esos.

Siguieron hablando durante la comida, y al terminar, Arabella anunció:

- Harry, coge tu baúl: Nos vamos con los Weasley.

Cuando llegó abajo, tirando del baúl, vio que la bruja sacaba unos polvos de una vasija y los arrojaba a la chimenea del salón.

- ¡Eh! ¿También vosotras estáis conectadas a la red flu?

- Sí. Me hace falta en el trabajo. Bueno, mamá, nos vamos- dijo Arabella, dando un beso a su madre-. Cuídate.

-Cuídate tú. Y cuida al chico. Adiós Harry, guapetón.

- Hasta otra, señora Figg.

No podía explicarse por qué, pero le parecía más simpática ahora que sabía que era la madre de una bruja, que antes, cuando se tiraba las horas muertas hablándole de sus gatos. Esta vez, no los había mencionado. Es más, Harry sólo había visto un gato en la casa. Quizá se había hartado de ellos...

-Vamos Harry, entra conmigo. Los dos a la vez, ¿vale? Una, dos, y...

- ¡A La Madriguera!- pidieron los dos al unísono.

Harry pensó que era muy extraño todo. ¿Por qué no se había percatado de la presencia de una bruja en el barrio? ¿Quién era el señor Figg, y dónde estaba?¿Y porqué no le había querido hablar de sus padres? No le dio tiempo a formularse más preguntas, porque un torbellino de llamas color esmeralda lo hizo girar velozmente, ante un desfile de chimeneas.