Aviso: lo sabe tol mundo, pero vamos a repetirlo: los personajes son de la magnífica y, to hay q decirlo, perezosa Joanne Kathleen Rowling, que nos tiene desesperaícas por que saque el 5º libro. Todos, menos unos que ya saldrán, no decimos aún cuales son.
Bueno, y llegamos al capítulo que hasta ahora nos ha dado más quebraderos de cabeza.
Nota : la chica que se encuentran en Flourish y Botts... hemos creado ese personaje basándonos en la actriz Alyssa Milano (Phoebe Halliwell, en Embrujadas/Charmed). Así que, si no os cuesta trabajo, imagináosla como Phoebe a la mitad de la primera temporada de Embrujadas (lo digo por el pelo y eso). Si nos sabéis quién es, visitad .com o ., donde encontraréis muchas fotos de ella. Y si queréis imaginárosla como vuestra vecina, o vuestra actriz favorita, pos hala, sois libres, al fin y al cabo Rowling tampoco dijo que nos imaginásemos a Snape como Alan Rickman... (menos mal, me gusta mucho más mi Arnold Vosloo)
En fin, eso era todo, esperamos que os guste.
4
Encuentros misteriosos
Harry se montó en la escoba. Los tres empezaron a perseguir la llave alada, y, ese mismo instante, cientos de llaves comenzaron a perseguirle y pincharle. Intentó defenderse, agitando brazos y piernas, y entonces...
¡PUM! Se cayó... ¿de la escoba? Estaba en el suelo de la habitación de Ron, liado entre las sábanas, y una lechucita le picoteaba por todas partes.
—¡Pigwidgeon! —exclamó Harry entre enfadado y divertido.
Se levantó del suelo como pudo, venciendo el sueño que aún le cerraba los ojos. Le hacía gracia haber recordado en sueños lo que le pasó en primero.
—¿Se puede saber qué quieres?
La lechuza de Ron voló hacia un paquete de chucherías lechuciles. Harry pensó que era lo último que le quedaba por ver, animales que tenían más claro lo que deseaban que sus dueños... Le sirvió unas pocas golosinas y, después de vestirse con unos pantalones y camisa cortos e intentar alisar su pelo para no parecerse a Espinete (cosa que no consiguió), bajó a la cocina a desayunar. La señora Weasley estaba sentada en la silla, descansando después de tanto trabajo.
—Buenos días. Siento haberme quedado dormido.
—Ah, buenos días, cariño —la señora Weasley le devolvió el saludo—. No te preocupes, seguro que los Dursley no te dejaban dormir en paz, mejor que aproveches aquí y descanses. Anda, desayuna algo. Ahí tienes leche y tostadas... Eh, bueno, espera, que ya se te habrán enfriado.
Y con un movimiento de varita, las tostadas volvían a dorarse.
—Gracias.
Un joven pelirrojo y con gafas entró en la cocina cuando Harry se disponía a untar las tostadas con mermelada.
—Hola mamá... Ah, hola Harry. Qué alegría verte de nuevo —Percy saludó pomposamente, como siempre, estrechándole la mano a Harry.
—Hola, Percy.
—Percy, hijo, la próxima vez que vayas a llegar tan tarde a casa, avisa.
—Sí, mamá... Es que ya sabes que tengo mucho trabajo... Bueno, no puedo acordarme de todo...
—¡Acordarte de todo! ¿Tanto te desconcentra avisarme? Un vistazo a la chimenea, y no me hubieras tenido tantas horas preocupada.
—No volverá a pasar, te lo prometo.
A Harry le dio la impresión de que decía esto para que su madre lo dejara en paz.
—Señora Weasley, ¿dónde están los chicos? —preguntó Harry cuando terminó de desayunar. En realidad quería preguntar sólo por Ginny, pero hubiera sonado extraño.
—Desgnomizando el jardín. Y Harry, no me llames "señora Weasley", ya es hora de que me llames Molly, si no te importa —añadió ella sonriéndole.
Harry le devolvió la sonrisa y subió hacia la habitación. Decidió hacer la cama para no dar más trabajo a la señora Weasley. Después de acicalarse un poco, bajó al jardín para ayudar.
Aquello parecía una batalla campal. Ginny y Ron sostenían cada uno al menos 4 gnomos a la vez, para después bolearlos. Después de saludarles, Harry empezó a atrapar gnomos para lanzarlos. No sabía por qué los gemelos y Ron se quejaban. A él le parecía estimulante, poder coger a alguien y bolearlo...
Al cabo del rato, Ron anunció:
—Bueno, yo me voy. Ya casi no quedan, podéis arreglároslas vosotros solos.
—Vaya, parece que aún no habéis olvidado lo de ayer... —observó Ginny cuando su hermano se hubo marchado.
—Se ve que él no —respondió Harry lanzando muy lejos a un gnomo que acababa de morderle.
—Buen tiro.
Se quedaron un rato callados, terminando la tarea. Harry recibió un gnomazo por detrás. Era Ginny.
— ¡Oye!
—¿Qué? Era para saber si estabas vivo... ¿Es que te ha comido la lengua un cabezón de estos? Porque para eso te la como yo...
Harry se quedó paralizado. ¿Desde cuando Ginny hablaba con tal descaro?
—Eh, que era broma —aclaró la chica.
—No, si ya, si... ya lo sabía... Es que... No... no me esperaba que tú hablases así... quiero decir... tú...
—Sí, ya —lo cortó ella—. Antes cuando veía a... um... ciertas personas, me cortaba demasiado. No era capaz de bromear. De hecho, no era capaz de abrir la boca por miedo a soltar algo que me hiciera quedar mal. Pero ¿sabes? Mis hermanos tienen razón: así no hago más que ahuyentarlas. Es mucho más divertido decir lo que piensas sin miedo a lo que opine la gente... quiero decir, toda la gente. Mis hermanos y Angelina me lo han demostrado.
Harry no sabía qué decir. Realmente, se parecía mucho a los gemelos en la forma de ser.
—¿Qué pasa, acaso te parecía mejor antes? —preguntó Ginny, con un dejo de preocupación en la cara.
—¡No! Así... así eres más divertida —Harry sintió que enrojecía por momentos.
—Me alegro. Porque tampoco iba a cambiar, me gusta esta nueva manera de tomarse la vida... —añadió, arrojándole un gnomo a Harry.
—¡Ey! ¿Por eso tienes que tirarme bichos de estos?
Empezaron una batalla de lanzamientos de gnomos. En vez de desgnomizar el jardín, lo estaban plagando de nuevo, porque como ya quedaban pocos, tenían que salir a buscar más. Al principio se parapetaban con los setos, pero al poco pasaron directamente a tirárselos a la cabeza. Ella tenía muy buena puntería.
—¿Ginny? —Harry estaba esperándose recibir un proyectil de un momento a otro, porque no veía a la chica por ningún lado. Justo cuando se volvió, una mano le estampó una cabeza con forma de patata en la cara.
—¡Oye! Por que están blandos, que si no... —Harry salió a perseguir a Ginny. Esa vez se había pasado de la raya, le iba a hacer comer hierba. Corriendo como iba, la alcanzó al momento, echándose encima de ella para acorralarla en el suelo.
— ¡Eh! ¡No vale, eso es trampa! —se quejó Ginny entre risas, golpeando a Harry con un gnomo mientras él le hacía cosquillas—. ¡Para! ¡Eh!
—Sí, hombre, ahora me vas a pagar el gnomazo que me has dado...
Seguían haciéndose cosquillas y atacándose el uno al otro, tendidos sobre la crecida hierva, cuando una voz les sobresaltó.
—Vaya... venía a hablar contigo, Harry, pero veo que estáis muy ocupados... —Ron no pudo evitar reírse de la situación.
Harry y Ginny se separaron enseguida, ruborizados al máximo.
—Eh... estábamos... estábamos... —empezó Harry
—Sí, os estabais metiendo mano, no hace falta que te excuses —rió Ron.
—¡No! Ron, no digas tonterías, estábamos jugando —corrigió Ginny.—Bueno, hala, te dejo que hables con él. Desde luego que no sabes más que fastidiar... —Ginny siguió murmurando por lo bajo hasta que llegó a la casa.
Harry se preguntaba si Ron quería hacer las paces o simplemente les había interrumpido para molestar.
—Bueno, ¿y qué quieres?
—Si te pones así, nada —dijo Ron, mirando firmemente a Harry. Éste le sostuvo la mirada.
—Oye... está bien, perdóname... sé que no debí ser tan brusco ayer.
—No, era yo quien quería disculparme. Tienes razón, no puedo ser tan pesado, siento haberte dado la lata. Perdí el control, y ya sabes que cuando me pasa eso no atiendo a razones...
—Bueno, ya está todo olvidado... los dos hemos sido unos cabezotas, para variar.
Ron le sonrió. Le arrojó un gnomo que había quedado medio grogui después de la contienda, y que Harry supo esquivar.
—Eh, tienes una herida —observó el pelirrojo, señalando con la cabeza el brazo derecho de Harry.
—Me la habré hecho mientras jugábamos.
—No parece estar fresca, precisamente. Da igual, ahora que te ponga algo mi madre —resolvió Ron, arrojándole otro par de gnomos que intentaban huir por su propio pie.
—Para ya, Ron, estoy cansado.
—Ahhhhhhhhhhh... y con mi hermanita no lo estabas... ya veo...
—Oh, cállate.
Y siguieron picándose hasta que volvieron a la casa.
Al cabo de unos días, los Weasley decidieron ir a comprar el material para Hogwarts. Viajaron al Caldero Chorreante con los polvos flu (a Harry cada vez le gustaba menos ese medio de transporte). Después de saludar a Tom, el cantinero, Molly se dirigió a los tres amigos:
—Niños, ya sabéis los planes. Arthur y yo nos vamos con unos amigos, vosotros tomad el dinero y compraos el material. Ron, cariño, no malgastéis el dinero.
—¿Y por qué me lo dices a mí? —preguntó Ron, ofendido.
—Porque eres el mayor —atajó su madre—. Os esperamos aquí a la hora de comer. Tened cuidado —añadió, y le dio un beso en la mejilla a cada uno.
Harry y los dos Weasley salieron al patio para entrar en el Callejón Diagon.
Ron golpeó los ladrillos necesarios con la varita y una bóveda se abrió delante de ellos. Al fondo se veía una calle estrecha y adoquinada: el Callejón Diagon.
—¿Adónde vamos primero?—preguntó Ginny
—Yo tengo que sacar dinero. Dudo que con lo que tengo sacado me llegue para el material, y menos si tenemos que comprárselo a Hermione.
Esquivando a la gente que hacía sus compras en el callejón, se dirigieron hacia un edificio blanco. Tres duendes los hicieron pasar por unas puertas grandes y plateadas. Atravesaron el vestíbulo de mármol y se dirigieron al mostrador.
—¿Qué desean? —preguntó un duende con voz desagradable.
—Ve... veníamos a sacar dinero —respondió Harry—. Cámara 687. Ésta es la llave.
—Muy bien. Griphook, acompáñalos.
El duende acompañó a los tres chicos como hizo años atrás con Harry. Iban a subirse al vagón que conducía a las cámaras, cuando Harry divisó una silueta conocida.
—¿Fleur? ¿Fleur Delacoeur?
La chica se volvi
—«¿Hagui? ¿Gjon?» Y tú debes «seg» su «hegmana»...
—Ginny —respondió rápidamente la pelirroja.
— ¡Qué «sogpresa»! «Hagui, ¿gecibiste mi carta?» Vaya, «hasía» tiempo que «queguía hablag con vosotgos»...
Ron estaba embobado. Por su expresión, parecía estar pensando "yo también quería verte de nuevo".
— «Pog siegto»... ¿dónde está «Hegmione»?
—Eh... está de vacaciones —respondió Harry lacónicamente. No era necesario decir dónde, no quería hacerle sentir mal a Ron delante de la joven.
El duende empezaba a impacientarse.
—Griphook, vete, ya me «encaggo» yo de ellos. Sé «guiajlos» hasta su «cámaga, tjanquilo».
El duende se marchó a regañadientes.
—¿Cómo? —Ginny interrogó a los chicos con la mirada—. ¿Tú vas a guiarnos? Eh... no lo entiendo.
— Eh... es una «histoguia»... algo «lagga» —respondió la francesa.
—Tenemos todo el tiempo del mundo —la instó Ron, a quien la perspectiva de quedarse más rato con Fleur se le hacía irresistible.
Montaron en el carrito y cuando llegaron a su destino (todos bastante mareados) Fleur empezó a explicarse:
—Bueno, el año pasado, cuando vinieron «vuestgos padrges», les acompañaba un muchacho, y supuse enseguida que «seguía vuestgo hegmano». Eh... aquella «tagde me acegqué paga hablag» con él, y bueno... —Fleur se estaba sonrojando, y Ron fruncía el ceño, celoso de su hermano mayor—. Tenéis un «hegmano» muy simpático. Todos lo sois, «gjealmente» ―añadió mientras abría la cámara de Harry—. El caso es que le conté que me «gustaguía tgabajar» aquí este año, y él me dijo que «Grjingotts nesesitaba» empleados en «Seguguidad». Así que me «pgesentó a la Delegasión de Londgres». Yo «cgeía que no iba a conseguig el puesto, pego», como él dijo, siendo una finalista del «Togneo de los Tges Magos», no me fue «difísil». Me «diegonv el puesto gjápidamente».
Harry salió de la cámara con la bolsita repleta de galeones y sickles.
—¿Y cómo es esto? Quiero decir, si realmente es este un sitio tan seguro, y si no te aburres con el trabajo.
—«¿Abuguigme?» ¡Ja! No tengo tiempo... No, en «seguio», j'adore ce «tgabajo», y sí, este es uno de los «lugagues más segugos del mundo paga guagdag» algo. Te lo «agantiso yo, que me engaggo de eso pgesisamente».
Ya llegaban de nuevo al vestíbulo.
—¿Podremos vernos otro día? —preguntó Ron impaciente.
—Sí, «clago». Ya os «escgibigué», y «podgemos ig a tomagnos» algo a Hogsmeade, que es donde os dejan «salig», ¿no? —los tres asintieron—. Bueno, pues ya os dejo. Lo siento mucho, pero aquel duende a allá me va a «gegañar» si sigo hablando con «vosotgos». Encantada de «habegte conocido», Ginny. ¡Hasta luego chicos! —añadió, dándose la vuelta.
—¡Adiós! —corearon los tres, y salieron del banco.
Cuando volvían de la tienda de elementos para pociones, Ginny se fijó en el escaparate de la tienda de artículos para el quidditch.
—¡Hala! ¡Harry, Ron, mirad esto!
Los tres se pegaron al cristal. Una flamante escoba de carreras estaba expuesta en el escaparate. El mango era de color plata, con unas casi invisibles manchas blancas, como cirros nubosos, y las ramitas blancas de la cola estaban colocadas de forma aerodinámica, similar a la de la Saeta de Fuego. En la punta, de igual diseño que sus predecesoras hermanas, brillaba una inscripción: Nimbus 2005.
Al lado, una pequeña ficha informaba de las características de la escoba:
Nimbus 2005. Aerodinámica y sobre todo, muy muy cómoda. Es capaz de acelerar de 0 a 210 km/hora en 15 segundos. Sistema de frenado automático. Incluye kit de limpieza y mantenimiento de regalo.
No ponía precio, lo que hizo que Ron se emocionara y desesperara a la vez. Ginny pareció leerle el pensamiento:
—Ron, ni sueñes con ella.
—No lo hacía —mintió su hermano—. De todas formas, Harry me deja su Saeta de Fuego, ¿verdad Harry? —este asintió—. Y la Saeta es aún mejor que esa.
— Bueno, déjalo. Vamos a Flourish y Blotts.
Entraron en la tienda. Buscaron los libros para Harry y unos cuantos para los Weasley, de los que no sobrevivieron a los tratos de sus anteriores hermanos.
Iban a pagar cuando se dieron cuenta de que les faltaba uno: el de Defensa Contra las Artes Oscuras. Miraron la lista. "La Materia Oscura". Harry se estaba volviendo hacia las estanterías cuando Ron lo agarró del brazo y le hizo volverse.
—Harry, mira allí, al mostrador —le susurró su amigo.
—¿Dónde?
—Allí, la que está hablando con el dependiente —le instaba con impaciencia.
Harry la localizó. No le extrañaba que Ron se hubiera puesto así. Estaba vuelta de espaldas, apoyada en el mostrador, y llevaba una túnica blanca muy ajustada, con calados, vuelos y gasas extrañas por los bordes. Túnica blanca... y debajo ropa interior oscura.
Los dos muchachos estaban embobados mirando a la joven del mostrador. Ginny puso los ojos en blanco.
—¡Eh! ¿Os traigo un barreño? Lo digo porque vuestra baba me está mojando los pies.
—Oh calla, no digas tonterías. No la estábamos mirando, realmente. Oye, Harry, ¿y si cogemos los libros que nos faltan, y nos acercamos a pagar? Pero rápido...
En dos minutos recorrieron las estanterías buscando los libros nuevos. Cuando llegaban al mostrador, Ginny se paró en secó, y su cabeza dio un giro repentino hacia atrás, mientras soltaba un silbido.
—Ginny, ¿qué...?
—Oliver... estommm... pagad vosotros, yo también voy a deleitarme un rato... — dijo la chica acercándose hacia el jugador de quidditch, ante la perpleja mirada de Harry.
—Déjala, una bruja nos está esperando en el mostrador —le animó Ron, haciéndose el interesante.
Se acercaron hacia el mostrador, donde el dependiente y la joven charlaban animadamente.
—...Sí... la verdad es que se hace extraño volver a la ciudad. Pero bueno, ¡dentro de poco volveré a estar en la montaña, más o menos!
—Espero que le vaya bien. Dicen que ese trabajo está maldito... yo de usted me cuidaría— le contestó el tendero con una mirada significativa.
—No se preocupe... creo que eso son cuentos chinos —replicó la joven haciendo un ademán de desprecio con la mano y apartándose el mechón de pelo castaño que le caía por la cara—. Además, después de todo lo que he vivido, puedo asegurarle que luchar contra muchachos no me será más difícil que hacerlo contra bestias.
Ron la miraba fuera de sí. Harry carraspeó para hacerse notar, pues la actitud del dependiente hacia la chica no era muy distinta a la de Ron.
—Ah, perdonad. No os había visto —dijo ella con una amplia sonrisa.
Harry pensó que eso era muy evidente. Acercó la montaña de libros al mostrador.
—Cóbrele primero a ella, con nosotros va a tardar más —sugirió Harry, recibiendo un codazo de Ron.
—Eh, sí... bueno. Es verdad, nos hemos puesto a hablar, y no me he preocupado por cobrarle, señorita. Veamos... "Cómo sobrevivir entre monstruos" y "Todo sobre las maldiciones".
El tendero siguió hablando mientras la chica pagaba. Ella se fijó en los libros de Harry y Ron. Cuando se iba, les preguntó:
—¿Vais a Hogwarts?
Los dos asintieron sin poder articular palabra.
—Bien... pues entonces... Nos vemos.
Sorprendidos, terminaron de pagar. Al salir de la tienda vieron a Ginny hablando acaloradamente con Oliver Wood. Los dos se reían a carcajadas.
—¿Interrumpimos, hermanita?
—Pues la verdad es que sí. Pero en fin... Oliver, tenemos que irnos. ¿Jugarás algún partido en Hogsmeade?
—No lo sé. Depende de si me dejan de titular... Te escribiré para decírtelo, ¿vale? Dale recuerdos de mi parte a Fred y George. Ah... Harry, ¿sigues siendo tan buen buscador? Porque estoy dando muy buenas referencias de ti... lo mismo te cazan cuando salgas de Hogwarts. Entrena duro, ¿eh?
—Lo haré. Adiós, Oliver.
Se despidieron de Wood, y fueron hacia "Madame Malkin, túnicas para todas las ocasiones". Ginny tenía que comprarse la túnica de gala (que ese año era obligatoria) y túnicas normales para Hogwarts. Harry pensó que las suyas ya le quedaban pequeñas, así que cuando llegó escogió un par. Mientras, Ginny no paraba de probarse túnicas de gala, pidiéndoles la opinión a ellos. Había cogido dinero propio, así juntando ese con el de su madre podría comprarse una túnica totalmente nueva.
—Ésta te queda muy bien —le aconsejó Harry.
—Según tú, todas le quedan bien... ¿por qué será? —intentó picarle Ron.
—¿Porque todas le quedan bien?
—Oh, gracias, Harry, me halagas —dijo Ginny, alzando una ceja pícaramente.
—Pruébate esta —sugirió una voz a sus espaldas, alargando una bonita túnica negra y plateada.
Se volvieron. Eran Fred y George, que entraban en ese momento con su amigo Lee Jordan.
—¿Qué hacéis aquí? —preguntó la chica entrando en la cabina para probarse la túnica que le pasaban.
—Bueno, veníamos a hacer unos asuntos... pero ya que os encontramos... será más fácil. Para qué alargar la sorpresa... —dijo George, poniendo cara de resignación.
Se pusieron a buscar entre las túnicas más nuevas, y enseguida sacaron un par de ellas. Se las alargaron a Ron.
—Pruébatelas.
—¿Yo? ¿Para qué? —preguntó el pelirrojo extrañado.
—¿Crees que vamos a dejar que hagas el ridículo de nuevo con esa vieja túnica roja? No, chico, eres un Weasley... dejas nuestro orgullo por los suelos con ese trapo con puntillas, ¿verdad, George? Así que te vamos a comprar una nueva. Elige rápido, que no nos queda mucho tiempo para volver al Caldero Chorreante. Mamá nos espera.
Ron, entre confuso y contento, entró rápidamente a probarse las nuevas prendas.
Ginny salía en ese momento. Harry no pudo evitar mirarla de arriba a abajo... Esa era sin duda la que mejor le quedaba. Se veía preciosa con la túnica negra, haciendo contraste con su pelo rojo. Harry pensó tontamente que le daba el aspecto de una diablesa... una diablesa salvaje...
—¡Eh! Harry... ¿Te pasa algo? ¿Cómo me queda esta?
—Bien... muy bien... cómprate esa, de verdad que se te queda estupenda —balbució Harry como pudo, poniéndose colorado.
Ron también se había estado probando túnicas.
—Gracias, Harry. Esa te queda bien, hermanito. George, tienes buen gusto, no sabía esa cualidad de ti.
—¿Sí? Bueno, pues ya está... pagamos y nos vamos, que mamá nos va a gritar cuando lleguemos... nos estamos retrasando.
Los dos Weasley se cambiaron de ropa. Harry se fijó en que también Lee miraba a Ginny con la boca abierta. Le dieron ganas de decirlo en voz alta, pero luego pensó en cómo se sentiría él si Jordan le hiciera eso. Sin darse cuenta, sumido en esos pensamientos, pagó junto con Ron y los gemelos y salieron de la tienda.
Cuando estaban a la altura de Florean Fortescue, Ron le señaló con un codazo hacia las mesas. El mismo Florean conversaba con la joven que vieron en Flourish y Blotts. El escote se le veía desde donde ellos estaban. Los gemelos y Lee miraron hacia donde Ron y Harry apuntaban con la cabeza. De pronto, los tres mayores se pararon y empezaron a piropearla por lo bajo. Ginny se impacientaba.
—¡Vamos ya, pasmaos! —y chistando, agarró a Harry y a Ron por la camisa, conduciéndolos hasta la entrada del Caldero Chorreante.
—Ginny... para una vez que podemos recrearnos la vista, y te pones celosa... podrías habernos dejado un poco más —le reprochó Ron. Por una vez, Harry estaba de acuerdo con su amigo.
—Sí, claro, y dejar que mamá nos eche la bulla. ¿No eras tú el que antes tenía prisa? Además, ibais a inundar el Callejón Diagon... eh... no sabría decir si con las babas o con otra cosa— añadió, lanzando una mirada despectiva a los pantalones de los chicos.
―Tía tenías que ser para decir esa pollada...
Cuando llegaron a la taberna, los Weasley no estaban precisamente esperándolos. De hecho, estaban sentados en una mesa con dos hombres que Harry creía haber visto antes...
—¿Qué hacen con esos inefables? —preguntó Ginny extrañada.
—¿Inefables? —De pronto Harry cayó en la cuenta. A aquellos dos tipos los había visto el año anterior, en los mundiales de quidditch. El mismo señor Weasley le dijo quiénes eran—. ¿Es que son amigos?
—No... más bien son sólo conocidos de mi padre. Esto es muy raro —observó Ginny, mientras los demás miraban rezagados—. No es la primera vez que quedan con gente del Ministerio a los que nosotros apenas conocemos. Podríamos pensar que son reuniones amistosas, pero en cuanto nosotros los descubrimos, se despiden enseguida. Estoy empezando a preocuparme por papá y mamá.
De pronto, la señora Weasley se percató de la presencia de los chicos. Hizo una seña a los otros tres, y se despidieron cordialmente. Ginny le lanzó una mirada a Harry, como diciendo "¿ves lo que te digo?". Los señores Weasley se acercaron hasta donde estaban sus hijos. Para sorpresa de los pelirrojos, no les regañaron.
—Por fin llegáis... Venga, vamos a casa. Ya me enseñarás la túnica nueva, Ginny, cielo.
—Papá... ¿quiénes eran esos con los que hablabais? —Fred intentaba tirarle de la lengua.
—Ya os dijimos que unos amigos, hijo. ¿Es que nosotros no podemos quedar con los amigos? Anda, tú primero, a la chimenea. Y, aprovechando que tienes los brazos fuertes, coge el tablón nuevo para el escritorio de Ron. Ah, Jordan, gracias por hospedarlos en tu casa. Tus padres están ahí, en la cuarta mesa. Cuídate, chico.
El amigo de los Weasley se marchó, no sin antes despedirse de todos.
Uno a uno fueron lanzándose a las llamas, para aparecer a los pocos segundos en La Madriguera.
Como dijo Cela... a veces a las historias hay que limpiarlas un poco porque entre unos editores y otros... ésta no ha pasado por ningún editor, pero pasa por nuestras mentes y nuestras coñas, lo que es aún peor. Así que me he permitido el lujo de hacer unos pequeñísimos cambios que no transforman el modo de escribir que teníamos cuando se escribió el capítulo (eso no sería una limpiar la historia sino echarle colonia), pero sí contribuirán a que cualquiera que no entienda nuestros cachondeos no piense "estas tías son capullas o yo no he entendido esto mal", o no crea que hemos caído en un tópico cuando realmente el tópico es una broma común entre nosotras que nos apetecía poner. Dicho está. 27/5/2004
