Aviso: lo sabe tol mundo, pero vamos a repetirlo: los personajes son de la magnífica y, to hay q decirlo, perezosa Joanne Kathleen Rowling, que nos tiene desesperaícas por que saque el 5º libro. Todos, menos unos que ya saldrán, entre ellos, Alyssa Auranimus.
10
Bailando en un mar de confusiones
El vestíbulo de Hogwarts parecía el mismo recinto de un concierto. Estaba abarrotado de chiquillos que se amontonaban para apuntar sus nombres en las listas de los que irían al concierto de Celestina Warbeck.
Harry y Cho llegaban, listos para pedir las entradas. En la mente de Harry aún resonaban las palabras de la conversación que acababa de tener con ella, andando por los pasillos del colegio. Todavía se preguntaba por qué se le había ocurrido aquella tonta excusa...
Salía de la Torre de Gryffindor. Había quedado con Cho Chang para hablar sobre la apuesta, y aclarar un "pequeño gran malentendido" que se había generado a raíz del partido de quidditch. La encontró en el tercer piso.
–Pensé que no vendrías– dijo ella como saludo.
–¿Por qué no iba a venir?– preguntó Harry, extrañado.
–Bueno, parece ser que te importo poco.
–Eh, no, no es que me importes poco, pero... -¿qué le importaba poco? ¿Cómo iba a importarle poco?– Oye, ¿a qué viene esa actitud? Pensé que habíamos quedado para encargar las entradas del concierto, y la verdad, no veo por qué ahora estás enfadada.
–¿No lo ves? Vale, tendré que explicarlo– Cho parecía realmente molesta. Resopló, como si le costara mucho admitir lo que iba a decir a continuación–. Ayer, durante el partido, estaba a puntito de atrapar la snitch, la tenía a pocos centímetros de mi mano, y ¿sabes por qué no la cogí? Porque oí a Jordan decir que te ibas a caer de la escoba, y hubiera pensado que era una trampa para despistarme si no fuera por el griterío de las gradas– Cho gesticulaba, haciendo notar su enfado en proceso de crecimiento–. Y en ese momento, la verdad es que poco me importaba coger la snitch si un compañero estaba en peligro. Y más tratándose de ti, que sueles estarlo a menudo. Así que me pareció poco justo coger la snitch cuando tú no tenías oportunidad ni siquiera de moverte.
Harry se quedó mudo, sin saber qué decir. ¿Cho se había preocupado por él? A Harry se le iluminó la cara, y una tonta sonrisa apareció en ella. La sonrisa se le fue cuando Cho volvió a hablar. Su tono era de decepción.
–Y claro, la verdad es que no pensaba que me fueras a regalar la captura de la snitch, pero desde luego tampoco esperaba que trataras de despistarme con esa sucia maniobra. Confieso que yo iba un poco en broma, pero ¡por Eros! Tampoco sospechaba que tú querías aprovecharte de mí de esa manera para atrapar la snitch. Podías haberte acercado, cogerla y punto. No tenías que coquetear conmigo de esa forma para atraparla– Cho miró hacia abajo, triste–. Siempre pensé que tú, dentro de tu fama, eras distinto a los demás chicos, pero veo que no es así. Siempre tratáis de aprovecharos del mismo modo.
Harry se quedó sin habla. Ahora sí que era verdad que no sabía cómo rebatirlo.
–No... Yo no... no pretendía... Bueno, sólo quería despistar, tenía que atrapar la snitch o si no nos meteríais una paliza... perdíamos por muchos puntos.
–Claro, y qué mejor manera de acercarse que ponerse en plan carameloso con la extrovertida y ¿por qué no decirlo? pervertida de Cho Chang, y esperar a que ella te siga el juego, ¿no?
–¡No! No era eso lo que pretendía, de verdad, yo no...
–Sí, ahora excúsate. Sois todos iguales. Pensáis que podéis entrar en la vida de una y sacar todo el partido que se pueda, ¿no?
–¿Qué? No sé a qué te refieres... –Harry cada vez estaba más confuso. ¿De qué le hablaba ahora?- Oye, no era mi intención enfadarte. Sólo quería que Gryffindor ganase.
–Ya me lo esperaba, sólo te importa eso, la victoria de tu equipo, tu victoria.
–Pues a decir verdad no- a Harry se le ocurrió una idea–. Bueno, he ganado la apuesta, así que he pensado que podría ampliarla...
–Sí hombre, encima.
Harry no la escuchó, y siguió hablando. Sólo esperaba que no rechazara eso, o se moriría de la vergüenza.
–...y que podría pedirte una cosa más– Cho seguía mascullando, pero Harry no hizo caso. Respiró hondo–: ¿quieres quedar algún día conmigo para tomar una cerveza de mantequilla, o algo? Yo te invito...
–Ahora que si quiero... – el semblante de la chica china cambió súbitamente– ¿qué?
–No me hagas repetirlo.
–Oh, sí, vale, claro. Bueno, sí, al menos eso me lo debes– aceptó ella, intentando disimular su alegría.
Ahora llegaban al vestíbulo, y Harry se preguntaba por qué la había invitado. ¿Y si le hubiera rechazado? Definitivamente, debía aprender a controlar esos impulsos que le daban de vez en cuando.
–Hay mucha gente. Es tontería que nos metamos los dos ahí– razonó Cho–. Voy a encargar yo las entradas, espérame aquí, ¿vale?
Harry asintió con la cabeza y vio cómo la chica se marchaba, adentrándose en la multitud que hacía cola frente a una improvisada mesa sobre la que Filch, renegando, apuntaba los nombres de los que irían al concierto y recogía el dinero de las entradas.
Al rato, unas figuras se acercaron a él.
–Harry... ¡Harry!– Ginny le palmeó el hombro, sacándolo de su ensimismamiento. Le acompañaban Hermione y Ron.– Hemos ido a sacar las entradas, y tu nombre ya estaba en la lista... Pensábamos que vendrías con nosotros.
–No, bueno, iría con vosotros pero...
En ese momento, Cho Chang llegó junto a Harry, con los resguardos de haber pedido las entradas.
–... voy con ella- terminó Harry, señalándola.
–Ah... con Chang– repitió Hermione, desconcertada.
–Hola, chicos– saludó la china alegremente.
–Sí, esto... hicimos una apuesta, y... el resultado es que vamos a ir los dos al concierto.
–Bueno, y ¿por qué no os venís con nosotros? – preguntó Ron.
Harry miró a Cho interrogante. Hermione, sensata como siempre, pero visiblemente molesta con Harry, salvó la situación:
–No creo que a Cho le apetezca venir con nosotros, no nos conoce de tanto. A mí no me importaría, pero supongo que querrá ir con Harry, por eso hizo la apuesta, ¿no? –añadió, dirigiéndose a ella.
–Sí, bueno... no me importaría ir con vosotros, por supuesto... –Cho cedió, aunque se notaba que no era ese su propósito– Podemos encontrarnos luego ahí dentro, si acaso... De todas formas, no creo que en el concierto nos enteremos muy bien de con quién esté cada uno. Es todo el rato berrear y brincar.
–Muy bien, pues ya nos encontraremos y estaremos los siete juntos- resolvió Ron.
–¿Siete?– preguntó Harry.
–Sí. Fred y George vienen con nosotros.
–Eh... Harry, ya nos veremos. Yo me tengo que ir, me quedan deberes que hacer- se excusó Cho–. Hasta luego.
Se despidieron con ella con un gesto de la cabeza.
–No nos habías dicho lo de la apuesta –le acusó Hermione.
–Sí os lo había dicho, pero seguramente no me escuchasteis.
Harry se separó de ellos, y subió a la Torre.
Los días pasaba lentamente. Harry había aprendido que cuanto más rápido quieres que pase el tiempo, más lento y pesado se te hace.
Eso era exactamente lo que ocurría. Las clases se hacían insoportables, sobre todo las de Pociones e Historia de la magia, y estudiar para los exámenes era más difícil que nunca. Además, había montones de cosas que les recordaban a concierto.
En la clase de Astronomía de esa semana, cada vez que la profesora Sinistra hablaba de los "cuerpos celestes", un murmullo de alegría contenida recorría la clase, provocando incluso pequeños saltitos en locos como Ron.
Y también estaba lo de Ginny... Desde que se encontraron con Cho Chang y dijeron lo de la apuesta, la chica pelirroja no hablaba con él. Le esquivaba. Se comportaba con Harry como hacía un año, como esa niña tímida que nunca se atrevía a hablar con él. Con los demás se comportaba igual que siempre, y eso era lo que más escamaba a Harry. Echaba de menos a la chica ingeniosa y avispada que llevaba encandilándole esos meses... ¿encandilándole? Ni siquiera él sabía qué le hacía. Y no se atrevía a preguntarle por qué estaba así.
Y, a pesar de que esperaba impacientemente el concierto, otra preocupación ron-daba su mente. Un sentimiento de tristeza y remordimiento se apoderaba de él cuando pensaba que en el aniversario de la muerte de sus padres, él estaría divirtiéndose en un concierto. Ya había hablado con Hermione y Ron de eso, pero sus palabras de apoyo no bastaban para aplacar el dolor de Harry, que crecía por días. Ellos no podían devolverle a sus padres. Nadie podía hacerlo.
Los días fueron pasando, y llegó la tarde previa al concierto. Cho y él habían acordado irse unas horas antes, para pillar unos sitios medio decentes. Hermione, Ron, y los hermanos de este se irían también en ese turno. Había distintos turnos para marcharse al concierto, en los que los alumnos eran vigilados por los profesores que iban, y encargados de seguridad mágica que Dumbledore había contratado. Con Voldemort de regreso en el poder, no querían correr ningún riesgo.
Harry no sabía qué ponerse. Por un lado, lo más seguro era que enseguida sudara por el calor y a actividad, así que era mejor ponerse ropa cómoda, de diario. Pero por otro, iba a estar con Cho...
Decidió imitar a Ron, Seamus y Neville (Dean Thomas no iba, prefería ir a los circuitos mágicos deportivos que tendrían lugar en el Parque William Wallace) e ir vestido como normalmente lo hacía para ir a clases, pero sin la habitual túnica de Hogwarts. Aunque se arregló un poco el pelo con algo de poción que le había dejado Hermione. Esta chica es genial, pensaba Harry mientras se aplicaba la poción, y veía cómo podía manejar el pelo negro a su antojo.
Ron estaba repeinándose una y otra vez, intentando que su pelo, habitualmente de punta, quisiera someterse al peine y una raya en condiciones. Al igual que Neville, tenía la esperanza de llegar a los camerinos de la cantante, y si eso sucedía, quería estar arreglado para ella. Harry y Seamus se burlaban de ellos todo el rato.
Terminaron de arreglarse rápidamente, para no llegar tarde al primer turno. Ron cogió su capa (Harry no lo hizo, aseguraba tener calor) y salieron de la Sala Común acompañados por los gemelos, Hermione y Ginny. Seamus y Neville irían más tarde.
–Así que nos encontraremos allí, ¿no?– inquirió Ron.
–Sí, bueno, lo mismo va a ser difícil, porque habrá mucha gente...
–Ah, ¿pero es que os vais a separar tan pronto de nosotros?– preguntó Hermione.
–Claro, ¿no ves que tendrán cosas que hacer los dos solitos?– era la primera vez que Ginny hablaba delante de Harry desde hacía una semana.
Fred y George rieron por lo bajo.
–Oye, ya dije que todo esto es por una apuesta. Y no sé por qué te comportas así conmigo ahora– añadió Harry, dirigiéndose a la pelirroja.
–Tú sabrás.
–Shhhhh... Callad, callad un momento– Ron pegó el oído contra la pared, gesticulando para callar a sus amigos-. No puede ser...
–¿Qué es? ¿Qué pasa?– Harry imitó a Ron. Detrás de él iban Hermione y los Weasley.
Pegaron sus oídos contra el tapiz del que provenían las voces.
–No puede ser... – repitió Ginny.
Se oía una conversación. Los que hablaban eran dos hombres y una mujer, aunque se oían pasos de al menos un par de personas más.
–... y ya estoy harto de esa prepotencia con la que tratas siempre a todo el mundo.
–Si soy un tío de buena casta no es mi culpa– dijo una voz ronca y burlona–. Eres asquerosamente juicioso... Créeme, Weasley, odio tener que trabajar contigo.
–El sentimiento es mutuo, Fletcher– añadió otra voz que Harry pudo reconocer como la de la señora Weasley.
–Bueno ya está bien... –añadió una cuarta voz, de mujer... a Harry le sonaba muy familiar– Me vais a provocar dolor de cabeza, y eso que aún no ha empezado la "fiesta"...
La conversación se oía cada vez más lejana. Harry se apoyó aún más contra el tapiz. Creyó que el corazón se le salía del pecho, cuando se notó caer, y apareció en un corredor distinto al que estaba antes. Desapareciendo por la esquina del pasillo, caminaban rápidamente los señores Weasley, Arabella Figg y un hombre mayor al que Harry no conocía.
Oyó las voces de sus amigos que lo llamaban desde el otro lado del tapiz, y de un salto lo atravesó, cayendo de nuevo en el corredor del segundo piso.
–Odio estos tapices... – murmuró Harry, levantándose del suelo– Vale, pellízcame- le pidió a Ron, estirando un brazo.
El pelirrojo hizo lo que él le pedía, confuso.
–¡Auch! ¡No tan fuerte! –dijo Harry, frotándose la zona dañada.
–Creo que eres tú el que vas a tener que pellizcarnos ahora –susurró Fred–. ¿Eran quienes yo creo que eran?
–Sí. No sé qué hacen aquí, pero he visto a vuestros padres, a Arabella Figg y a un tío que no conozco, con pintas de basto. ¿Sabéis si iban a venir al concierto?
–¿Papá? – dijo Ron, escéptico– ¿A un concierto de Celestina Warbeck? Está harto de que la escuchemos a todas horas... Creo que antes se quedaba horas extras a trabajar. Esto es muy raro, y además estaban con Fletcher...
–¿Quién es ese? –a Harry le sonaba mucho el nombre, pero no recordaba quién era. Odiaba que le pasara eso.
–Ese es un tipo que se lleva a matar con mis padres. Y es lógico, mi padre ya le ha empaquetado un par de veces por poseer objetos indebidos, o por mentir al Ministerio- informó George, sonriendo de gusto al recordarlo.
–Entonces... ¿Qué hacen vuestros padres en Hogwarts con ese tipo?
Fred y George palidecieron de pronto.
–Eh... Espero que Dumbledore no se haya hartado de nuestras bromas... al fin y al cabo, lo del boggart no fue para tanto, ¿no, George? No nos expulsarán por eso, ¿no? Lo mismo Dumbledore quiere hablar con papá y mamá...
–Os lo tendríais merecido- replicó Ron, recordando lo ocurrido semanas atrás.
–¿Qué pasó?- preguntaron Hermione y Ginny a la vez.
–Nada, no pasó nada... éstos, que son unos insoportables...
–Yo creo que más bien, el profesor Dumbledore les ha llamado para que les ayude con la vigilancia en los parques. Ya sabéis, para los que no vienen al concierto– razonó Hermione.
–Sí, prefiero pensar eso a que los ha llamado para hablar de nosotros– dijo Fred, temeroso.
Discutiendo, llegaron al vestíbulo. Harry divisó a Cho a lo lejos, y se dirigió hacia ella. Iba muy guapa, con sus ojos rasgados un poco pintados de azul suave, vestida de calle (con ropa no enteramente muggle) y con la capa azul de Ravenclaw por encima de los hombros.
–Hola, Harry... ey, ¿qué te has hecho en el pelo? Se te queda muy bien... –dijo Cho, revolviéndoselo.
–Una amiga, que está en todo – contestó Harry, tomando cariñosamente por la cintura a Hermione.
A Cho no pareció gustarle ese gesto.
–Sí, muy bien, Hermione, bravo... ¿estáis listos?
–Listos– respondieron todos al unísono.
Cho cogió a Harry de la mano, y tiró de él hacia fuera del castillo.
–¡Vamos!
Cuando salieron al exterior, desapareció la sonrisa de sus caras. El cielo estaba terriblemente nublado. Eran sólo las cinco de la tarde, pero parecía que fuesen las nueve. Los rayos de sol no eran capaces de hacerse un hueco a través de los espesos cúmulo nimbos. Si hacía días el calor era insoportable, ahora la fría brisa helaba sus caras y su ilusión: si llovía, el concierto sería suspendido. Atravesaron los terrenos del colegio junto con unos cuantos estudiantes más, y buscaron a los profesores.
Las profesoras Sinistra y Vector los esperaban a las puertas del colegio. Hermione saludó a su profesora de Aritmancia.
Cuando llevaban un rato andando, el frío se hacía insoportable para Harry.
–Me estoy congelando– susurró.
–Si me hubieras hecho caso, y hubieras cogido la capa... –le reprochó Ron.
–Ven, métete aquí conmigo– ofreció Cho, alargando su capa.
Harry se refugió al lado de ella.
–No podemos estar así todo el rato. Nos está entrando frío a los dos- razonó Harry, en contra de lo que realmente deseaba.– Voy a volver al castillo para coger mi capa.
–Sí, tú dile ahora a Sinistra que demos media vuelta, verás qué bien le va a sentar- replicó Ron.
–Voy yo solo. No tienen porqué enterarse.
–¿Estás loco? Si te pillan por ahí solo te llevarás una buena. Te acompaño– se ofreció Cho.
–No, mira... voy a acercarme hasta la puerta del colegio, y desde allí lanzaré el encantamiento convocador, así tardaré menos.
–¿Por qué no lo lanzas desde aquí?– sugirió Ron.
–No creo que sea capaz... en la primera prueba estábamos más cerca... Vuelvo en cinco minutos.
Y sin darles tiempo a más quejas, se escabulló sin hacer ruido. Cuando estuvo lo suficientemente lejos para que no lo oyeran, empezó a correr. Al poco llegó a las puertas del colegio, que se abrieron al reconocer a un alumno del colegio. Estaba muy oscuro, y el camino pasaba por la linde del Bosque Prohibido. Quizá sí hubiera sido buena idea que le acompañara Cho Chang. Susurrando Lumus, encendió su varita y empezó a caminar silenciosamente por el camino pedregoso. Ya se veía el castillo.
–¡Accio, capa!– dijo Harry en voz alta.
A los pocos segundos, una masa roja salió de una ventana de la Torre de Gryffindor. Cuando la capa llegó a sus manos, se la puso rápidamente, dispuesto a marcharse. Pero algo detuvo sus intenciones. En un lateral del castillo, justo al lado del lago, una figura con capa oscura estaba detenida frente a la pared. A Harry esa visión no le hubiera extrañado, si no fuera porque la pared se abrió ante la figura, dejándola pasar. No pudo distinguir quien era... pero le pareció que debajo de su capa, tan sólo había una pierna. Una pierna y una pata de palo... pero.. ¿Qué hacía él ahí? ¿y entrando por ese sitio?
Ya habían pasado más de cinco minutos. Decidió volver. Echó a correr, pero unos ruidos provenientes del Bosque Prohibido volvieron a detenerle en su carrera.
Miró hacia ambos lados. Parecía el ruido de una capa... no, unas ramas agitándose...
Sería idiota. Estaba perdiendo el tiempo, seguramente era una dríada. Volvió a correr, y a los pocos minutos llegó junto a sus amigos. Nadie se había dado cuenta de su desaparición.
–Ya te vale... ocho minutos fuera, nos tenías preocupados– susurró Chang.
Harry se limitó a encogerse de hombros. A los pocos minutos, llegaron al pueblo. Todas las casas estaban decoradas con las tradicionales calabazas y esqueletos móviles. En las esquinas de las calles más importante se apostaban parejas de magos y brujas del Departamento de Seguridad Ciudadana del Ministerio. El despliegue de seguridad era impresionante. Se dirigieron hacia el recinto donde se celebraría el concierto, y entregaron sus entradas a los guardias de una de las puertas.
Aunque habían llegado temprano, ya había mucha gente delante de ellos. Harry y Cho se separaron de los demás para acercarse más al escenario. Se detuvieron un poco más adelante. Casi todos los presentes estaban sentados en el suelo, sobre pequeños cojines que habían conjurado. Y era lógico, la espera era larga.
Harry y Cho los imitaron. No sólo acudieron alumnos de Hogwarts, sino que como había dicho Dumbledore, también había ex-alumnos y gente mayor, además de unas cuantas criaturas mágicas, como duendes. Harry atisbó entre la multitud. Tenía curiosidad por ver si realmente habían acudido al concierto arpías y criaturas peligrosas. No vio ninguna así que pensó que probablemente los magos que había en las puertas no las dejaban entrar.
Cho era muy entretenida. Aún así, las horas pasaban lentamente. Harry estaba riendo con Cho cuando divisó entre la multitud (a esas horas, ya de pie) a Ginny. Estaba con sus amigos de clase y un grupo de chicos mayores, entre los que se encontraba Oliver Wood. No parecía aburrirse, precisamente. De hecho, no paraba de reír con el antiguo capitán de quidditch al que tanto había remirado en el Callejón Diagon. Harry no pudo evitar sentirse celoso. La chica parecía evitar mirar hacia donde estaba la pareja, cosa que disgustaba a Harry, que no le quitaba ojo de encima. Ginny le vio, y durante unos segundos intercambiaron miradas. Cho, al verlos, dijo:
–¿Qué te parece si nos vamos hacia otro lado? Más al centro hay un hueco.
–Vale. Ahí se verá mejor– se excusó Harry, que tampoco quería ver a Ginny con otro.
Se dirigieron hacia el centro del recinto. Aún había movilidad entre la muchedumbre. De camino, se encontraron con Ron y Hermione. Estaban riéndose de algo, y bebiendo de unos enormes vasos de cartón con dibujos de murciélagos.
-Allí venden sangre de murciélago. Está buenísima. Probadla, cuesta treinta knuts– anunció Ron.
–Sabe a chicle– aclaró Hermione al ver la cara de asco que ponía Chang.
–¿Vais solos?– preguntó Harry.
–Sí, como nos has abandonado... – respondió Hermione con una mirada significativa.
–¿Y Ginny? ¿Por qué se ha ido?
–Porque ha visto a Wood y los pies se le han ido detrás- rió Ron.
–Es que entre él y la colección de amigos que ha traído el jugador, no me extraña... cualquiera se iría detrás –dijo Hermione, abriendo mucho los ojos.
–Y que lo digas... –corroboró Cho.
–Yo pensaba que te gustaba venir conmigo...
–No seas tonto... si no me he ido con ella es porque prefiero estar contigo.
Una sonrisa apareció en el rostro del pelirrojo.
–Parece que estáis muy a gusto– comentó Harry.
–Hombre, todo lo que se puede estar en un recinto donde hay metidas unas veinte mil personas... Bueno, nos vamos, ¿no Hermione? –dijo Ron intentado llevarse a la chica para dejar a Harry y a Cho solos. – Adiós.
–Que os vaya bien- se despidió Harry. Se dirigió hacia Cho- ¿Compramos la sangre de murciélago?
-Vamos. Pero dame un trago primero, no estoy segura de que vaya a gustarme.
Se dirigieron hacia donde Ron les había señalado. El escenario tenía forma de T, y en el extremo del pasillo que cruzaba parte del recinto, una pareja de brujos vestidos modernamente atendía un kiosquillo detrás de las vallas. La bruja del vestido negro con gran escote y el sombrero puntiagudo les atendió. Harry pidió su vaso, y le dio a probar un poco a Cho. Al final compraron otro vaso más. La sangre de murciélago era muy suave y refrescante. Como dijo Hermione, sabía a chicle de fresa, aunque no era rosa, sino de un rojo muy oscuro, casi negra.
Estaban al lado de la pasarela cuando se apagaron las luces del recinto, y un cañonazo de luz alumbró brevemente el escenario, provocando los gritos de alegría de todos los presentes. Después, un pequeño foco alumbró tenuemente a una guitarra aparentemente eléctrica, pero sin cables. Parecía flotar en el aire. De los altavoces (también sin cables) surgió un sonido espeluznante y desgarrador, que como Harry supuso, lo provocaba el guitarrista... si es que había alguno. El escenario empezó a luminarse ante los gritos de los fans, dejando ver esqueletos bailarines que parecían reales, calabazas embrujadas y murciélagos que volaban por el escenario.
–¿Quién toca la guitarra? – preguntó Harry a gritos.
–No sé... lo mism...stá ...brujada y algu... la manej...or detrás... –gritó Cho.
En ese momento, un haz de luz fluorescente alumbró la guitarra, y poco a poco dejó ver a la figura que la tocaba.
–¡Es un fantasma!
Todos los presentes soltaron un gran "Ohhh", mientras el fantasma vestido de cristalino cuero seguía tocando desgarradoras notas. Realmente daba miedo.
De repente, apareció al fondo del escenario un caldero gigante con calderos más pequeños y platillos adosados. En el centro ponía con letras que parecían pintadas con sangre "Desde el Infierno hasta la Eternidad". Un musculoso hombre con perilla y vestido únicamente con falda escocesa, sus tirantes y un pañuelo en la cabeza rapada, apareció por detrás de la extraña batería, ante el griterío de las chicas y de un sector de gente vestida de roqueros. A la guitarra se unió el sonido aplastante de la batería.
Uno a uno, y de maneras igualmente extrañas fueron apareciendo otra guitarrista, el bajo, una violinista, un clavecín, un órgano y un par de coristas. Poco a poco se iban uniendo los nuevos instrumentos y los coristas con su ... yabba, yabba, yabba... a la canción, hasta que todos pudieron reconocerla: "Conxuro", el exitazo que abría el último disco. Y cuando más expectantes estaban, con una explosión de gas púrpura apareció ella, Celestina Warbeck. Vestida con una ajustada túnica celeste con agujeros en los costados y los hombros, una muchacha rubia empezó a cantar la famosa canción, ante el griterío de todos los presentes.
Como si de magia se tratara, el cielo se despejó dejando ver el manto de estrellas, y la temperatura empezó a aumentar, algo que los chicos agradecieron, ya que las muchachas se quitaban las capas para mostrase ligeras de ropa. Harry y Cho también se quitaron sus capas, y gritando reduccio las redujeron y metieron en sus bolsillos.
Sin querer, en medio de la canción, divisó a Ginny. Habían ido a parar justo detrás de ella y sus amigos. Por más que mirara hacia la cantante, Harry no podía olvidar la imagen de la pelirroja con aquella camiseta descubierta por la espalda y esa minifalda. A pesar de eso, la ropa no parecía exactamente muggle. Los otros chicos parecían haberse dado cuenta de las vestimentas de Ginny, ya que la miraban de reojo varias veces. Eso era lo que más enfurecía a Harry. Aunque todo se le olvidaba cuando miraba a Cho, que iba guapísima. Era realmente atractiva. A la china se le daba bien bailar, lo demostró cuando sonó la conocida "Quiero ser golpeador", el primer sencillo del disco. Harry de vez en cuando cantaba (o más bien berreaba), pero paraba en cuanto se daba cuenta de que cantar no era lo suyo. Aún así, cuando Celestina cantó el famoso "Asiembrujé", la canción que más se había escuchado en las radios mágicas ese verano, no pudo evitar pegar unas cuantas voces, al igual que todos los seres del recinto, que cantaban y bailaban a lo loco.
Era increíble cómo uno podía olvidarse de todos sus problemas. No era sólo por escuchar a esa cantante... el estar cerca de Cho a Harry le era sumamente agradable. La chica vivía las letras de las canciones, se notaba que le gustaba, y contagiaba ese entusiasmo. Por ejemplo, una vez que Warbeck cantaba ... conocí la agonía de no estar refugiada en la luz de tu mirar... ... Harry no pudo olvidar cuando Cho, detrás de él, le abrazaba por la cintura y reposaba la cara en su hombro.
El concierto pasó en un santiamén. No se daban cuenta de lo rápido que transcurría el tiempo entre canción y canción hasta que escucharon las últimas palabras de despedida de la cantante. Cuando salían por las puertas, exhaustos del cansancio, empezó a llover. Y muy fuerte, era una gran tormenta. Por suerte, los carruajes sin caballos que los conducían al colegio a comienzos de curso, les esperaban a la salida de Hogsmeade, vigilados por Arabella Figg y un par de magos más. Harry y Cho se pusieron las capas (ya en su tamaño natural) y montaron en uno junto con unas estudiantes de tercero de Hufflepuff y Slytherin.
Una vez en el vestíbulo, Harry es despidió de Cho, no como él hubiese querido.
–Me lo he pasado muy bien– decía la chica–. Esto habría que repetirlo.
–Cuando quieras. Pero la próxima vez me toca invitar a mí.
–Te tomo la palabra.
–Tómame lo que quieras... –Harry no supo por qué dijo eso. Lo había pensado, pero no era su intención decirlo. – Quiero decir... que sí... que... – Harry no era capaz de articular palabra. Cada vez notaba menos distancia entre Cho y él. Cada vez estaban más y más cerca. Iba a besarlo... iba a hacerlo...
Sin saber porqué lo hizo, Harry desvió su cara y le dio un rápido beso en la mejilla.
–Hasta luego.
–Adiós –dijo la chica decepcionada, y se marchó rápidamente.
Era idiota, definitivamente. ¿Por qué había esquivado aquel beso? Si quería que ocurriera...
Harry vio a Ginny y decidió ir con ella hasta la sala común. Cruzaron rápidas miradas. Al acercarse, un trozo de conversación con los chicos que la acompañaban llegó a sus oídos.
–... Oliver está bien, no negaré que es un chico bueno... vale, sí, y que está muy bueno... Menos mal que lo veremos en la próxima salida a Hogsmeade.
Sus amigos empezaron a picarle y darle golpecitos en la espalda. Como le hacía Harry a Ron cada vez que hablaban de Hermione.
Ante este comentario, Harry prefirió volver solo a la torre de Gryffindor.
