Aviso: lo sabe tol mundo, pero vamos a repetirlo: los personajes son de la magnífica y, to hay q decirlo, perezosa Joanne Kathleen Rowling, que nos tiene desesperaícas por que saque el 5º libro (he leído q lo saca en Marzo... como sea así me da un ataque... no nos da tiempo a terminar el fic!) Todos, menos unos que ya saldrán, entre ellos, Alyssa Auranimus.
12
Un segundo de eternidad
Harry llevaba toda la semana pensando en Sirius. No sabía si se encontraba bien, si lo habían dejado libre, si lo seguían torturando... o si ya lo habían matado. No podía soportar que esa idea fuera real, pero ¿cómo pensar que aún estaba perfectamente, cuando el mismo Harry había sentido lo que Sirius? La idea de perder a su padrino se hacía inaguantable para Harry, que se aferraba con todas sus fuerzas a la esperanza de que hubiera conseguido escapar.
No estuvo solo en ese sentido. A la mañana siguiente de haber tenido la pesadilla, Harry y Ginny contaron todo lo ocurrido a Ron y a Hermione. O casi todo, porque lo de la respiración artificial no era prudente comentarlo delante de Ron, sabiendo lo picajoso que podía llegar a ponerse con tal de sacar un sonrojo de su hermana y de su amigo. Ellos lo ayudaron bastante a quitarse preocupaciones. Ron lo divertía de vez en cuando; Hermione sacaba tiempo de donde no lo tenía sólo para hablar con él; y Ginny... no sabía por qué, pero simplemente, el hecho de estar con ella tranquilizaba a Harry. Quizás porque ella había vivido la situación casi tanto como él, y había hablado con Dumbledore... quizás porque le hacía sentirse protegido de todo, al haberle salvado dos veces la vida en tan poco tiempo. Que se dice rápido... "salvar la vida", como si fuera lo más normal del mundo...
Era por eso que en esa semana había surgido un acercamiento entre ellos dos. Cuando no tenían nada que estudiar, o estaban ya cansados de hacerlo, se iban a las afueras del castillo a pasear o a jugar al quidditch de manera relajada, y no como le obligaban a hacerlo los gemelos Weasley durante los entrenamientos. Estando con ella, a veces casi hasta se olvidaba de sus problemas. Cada día le tenía más aprecio... ¿o quizá algo más?
Gracias al conjunto de todas las ideas que lo atormentaban, no dormía por las noches. Por ese motivo, en las clases estaba ausente, distraído y muerto de sueño. Las clases de Adivinación no ayudaban a despertarlo tanto como Transformaciones en las que debía estar atento por miedo a la reprimenda de la profesora McGonagall o Cuidado de Criaturas Mágicas, donde el frío lo incitaba a estar despierto.
En clase de Adivinación, la profesora explicaba algo como precogniciones o premoniciones cuando la profesora se acercó a él, haciendo tintinear sus múltiples collares. Al rozar la capa de Harry, intentó hacer creer que tenía una precognición. Sin embargo, a Harry le asustó, porque tenía los ojos vueltos, y hablaba con una voz muy parecida a cuando predijo el ascenso de Voldemort al poder... pero lo que le dijo fue muy diferente, y para desgracia de Harry, en voz bien audible:
—Potter... El amor de una pelirroja despertará tu lado más salvaje.
Harry se quedó perplejo. Mientras, todos los de la clase se reían a carcajada limpia porque sabían de sus últimos coqueteos con Ginny. Harry notó cómo enrojecía por momentos. ¿Por qué esa profesora siempre metía la pata? ¿Qué había hecho Harry para merecer tanta atención por su parte? Al ver la cara colorada del muchacho, los compañeros se rieron más aún.
La profesora pareció despertar del supuesto trance.
— ¿Qué pasa? ¿Por qué os reís? ¿Qué os hace tanta gracia? —regañaba Trelawney, indignada. Parecía como si ella misma no se hubiera dado cuenta de lo que había dicho—. Qué barbaridad... ¡queeeeeeeé barbaridad!
Poco a poco se fueron calmando. Cuando ya sólo se oían unas risitas aisladas, Ron decidió que la clase se hacía demasiado aburrida... Tomó aire, y sin venir a cuento, soltó, poniendo voz de viejo y tapándose la boca con la mano para que la profesora no supiera quién hablaba:
— ¡Cuñá-aá-aá-aá-ao!
Toda la clase explotó a reír. Todos menos Harry, que fulminaba con la mirada (y con picotazos de la pluma) a Ron. «Ese tipo de comentarios tendría que ser castigado con pena máxima en Azkaban», pensó Harry. De repente, explotó en miles de trozos una bola de cristal cercana a ellos, justo donde Harry posaba su mirada concentrándose en no meterle un calcetín sucio en la boca a Ron. Los cristales salieron esparcidos por toda el aula. La profesora no se preocupó en absoluto por si algún alumno había resultado herido, gritaba:
— ¡La booooola! ¡Se roooompe! ¡Los cristaaaaales! ¡El futuuuro! ¡La miseeeeeeria!
La profesora Trelawney parecía estar al borde del colapso nervioso. Hacía mucho tiempo que Harry no perdía el control de esa manera. Mientras sólo fueran objetos… no como tía Marge. Además de sus preocupaciones, tuvo que soportar el resto de la clase soportando risotadas y comentarios de lo más pervertido.
Cuando antes de entrar a Pociones Ron le contó lo sucedido a Hermione, la chica lloraba de la risa. Lo que Harry no hubiera esperado nunca de ella era que, cuando se cruzaron con Ginny por los pasillos, le diera un pequeño empujón y le dijera «¡Ataca, tigre!». Eso fue el colmo. Pasaron el resto del día llamándolo "tigre".
La burla de sus compañeros ni siquiera acabó cuando Harry le dijo a Ron todo el trabajo extra como castigo que tenían que hacer para Adivinación. Entre las predicciones del pelirrojo, constaba una en la que un tigre salvaje entraba en Hogwarts dispuesto a morder a todas las pelirrojas. Eso fue más de lo que Hermione pudo soportar: dejó los libros a un lado y por un día, disfrutó de las delicias del cachondeo con Ron.
Estaban haciendo la tarea, cuando unos repiqueteos en la ventana alarmaron a todos. ¡Eran lechuzas! Ya podían haber llegado a la hora del desayuno y no haberles dado ese susto...
Unos alumnos que estaban cerca de las ventanas las abrieron, dejándoles paso. Refunfuñaron al ver que no iban dirigidas a ellos.
Una de las lechuzas se quedó ante Fred y George Weasley, que recogieron el pergamino enrollado y un sobre. Dieron a la lechuza como recompensa una galleta de canario y el animal se transformó en un pequeño pájaro de color amarillento, ante las risas de Lee Jordan. El pájaro, no muy satisfecho por sus pequeñas alas, inició el vuelo para salir por la ventana y, al os pocos segundos, tomó su habitual aspecto lechucil.
—Es de Oliver Wood — dijeron dirigiéndose a Harry y a los demás componentes del equipo de quidditch.
— ¿Si? — tanto Alicia como Katie sonaban interesadas.
— ¿Qué dice? —preguntó Harry.
—Nos envía entradas para el próximo partido de la liga europea de quidditch que se juega en Hogsmeade —informó Fred.
—Es contra los Vratsa Vultures. Wood tiene suerte, los Puddlemere United lo aceptan como titular —dijo George ilusionado.
—¿Los Vratsa Vultures? ¿no es ese el equipo de Víktor Krum? — intervino Ron.
—Sí, se aloja en el Highlands Hotel de Hogsmeade — respondió Hermione.
— ¿Y tú cómo lo sabes? —respondió él, un tanto indignado.
—Porque me ha escrito y me envía dos entradas para el partido. Una para mí y otra para ti. No sé por qué sabría que Harry conseguiría entradas por otra parte —explicó Hermione. Con el jaleo de la lechuza-canario no se habían dado cuenta de la carta de Hermione.
—Un momento —Fred hacía cuentas con los dedos—. Si dice que manda entradas para todo el equipo, falta una. Somos siete y vienen seis.
—Creerá que él sigue también con nosotros. Pobre chico, tanto entrenamiento le está trastornando la cabeza —George ofreció su hipótesis.
—No, no falta ninguna —señaló Ginny—. Ya tengo la mía. Oliver me la ha enviado exclusivamente con una carta.
— ¿Desde cuándo tienes tanta confianza con él? —preguntó Harry un poco mosca.
—Desde el concierto que tú pasaste muy bien con la buscadora de Ravenclaw. Traidor.
—Tú tampoco lo pasaste mal con Wood y sus amigos.
—Y ellos lo pasaron bien conmigo —replicó Ginny, poniendo los brazos en jarra— ¿Pasa algo?
—No, nada. Yo no te reprocho nada.
—Faltaría más…
—Vale, vale. PARAD. Las escenas de celos mañana. Hoy es muy tarde y tenemos que ir a descansar —replicó Hermione poniendo paz entre los dos.
Subieron a los dormitorios alegres y excitados ante la idea de asistir a un partido de la liga profesional, excepto Harry que se preguntaba una si en realidad aquellos reproches eran celos. ¿Por qué le había echado en cara que fuera al partido con Cho? ¿Por qué la llaman "buscadora de Ravenclaw" si es una chica como cualquier otra? Los ojos de Ginny no perdieron la ilusión quizá por asistir al partido... o por ver a Oliver de nuevo.
La semana transcurría lentamente. Todos contaban los días que quedaban para el partido. Ron, aunque intentaba ocultarlo, estaba visiblemente emocionado con la invitación de Krum; Hermione llevaba varios días muy irritable, preocupada constantemente y desapareciendo cada dos por tres, y Ginny se pasaba el día contándole a quien quisiera escucharla que el propio Oliver Wood le había invitado a verlo, lo que provocaba cierta reacción violenta en Harry cuando hablaba sobre el tema cerca de él.
Y éste... llevaba varios días preocupado. Ya no sólo por su padrino. No podía dejar de pensar en aquél "encuentro" con Cho Chang. La chica le atraía... sobre todo físicamente. Pero desde aquel beso, Harry se sentía aún más atraído por ella. No sabía si era por el hecho de saber que él le gustaba, o si era un sentimiento renacido, el caso era que no le dejaba en paz. Y aquella manera en que se comportó... cada vez que lo recordaba se sentía como un completo imbécil. ¿A qué vino decirle todas esas cosas? Ella lo besa, y a él no se le ocurre otra cosa que responderle con estúpidas increpaciones...
Sabía que debía hablar con ella y pedirle disculpas. Pero no se veía capaz. También sabía que necesitaba hablar con Ron... pero cada vez que intentaba contarle lo ocurrido con la chica, una especie de vergüenza desmesurada se lo impedía. No era capaz de hablar con su amigo de ese tema, a pesar de que el chico Weasley sí confió en él cuando le confesó lo que sentía por Hermione. Aunque Harry tampoco podía revelarle nada sobre sus sentimientos, cuando ni siquiera él mismo se aclaraba. Lo único que tenía claro es que debía contarle eso a alguien, o acabaría explotando. Era del tipo de cosas que callárselas puede suponer lo más prudente, pero también lo más frustrante.
Llegó del día de la salida. Las chicas estaban más contentas de lo habitual cuando había un partido de quidditch. Fueron lo más rápido que pudieron al estadio de quidditch de Hogsmeade. Era aún mejor que el de Hogwarts. Lo superaba en tamaño, y desde luego, las instalaciones eran estupendas. Aunque nada tenía que ver con el de los Mundiales...
Corrieron a buscar sus asientos en las gradas asignadas al Puddlemere. Tenían un lugar muy bueno en el campo de quidditch, ya se había encargado Oliver de ello. Hermione tuvo que cambiar su entrada porque Krum se la había dado para el lado opuesto del campo. A la chica no le afectó el cambio más que nada porque en ese bando el sol no pegaba tan fuerte... volvía a hacer el tiempo de principios de otoño. Y noviembre estaba ya avanzado...
El ambiente estaba caldeado, sobretodo por el pique entre Hermione y Ginny apostando cuál de los dos equipos (o jugadores) iba a ganar. La pelirroja agitaba la bufanda del Puddlemere, que, como todos sabían a esas alturas, le había regalado Wood.
Un jugador de los Vratsa Vultures se encargó de poner en movimiento la quaffle. El partido comenzó favoreciendo a los Vratsa pero el tiro de la quaffle fue a parar a manos del guardián, Oliver Wood. Ginny enloquecía de alegría animándolo. De vez en cuando comentaba con Hermione algo en susurros que Harry no podía escuchar.
Harry estaba enloquecido. Era el segundo partido de quidditch que veía en su vida, y sin duda, era el mejor espectáculo que pudiera verse en el mundo entero. Los cazadores del Puddlemere eran soberbios, al igual que su guardián. Una cosa que a Harry le resultó curiosa fue que en el equipo inglés, los puestos de golpeadores lo ocupaban un chico y una chica. Hasta ahora, nunca había visto una chica golpeadora... aunque sin duda, tenía bien ganado el puesto... Los jugadores del Vratsa también eran muy buenos, pero no conseguían marcar. Sus múltiples seguidores estaban pasmados de la decepción.
Llevando media hora de partido el marcador favorecía los ingleses 50-0.
— ¡Aún no le han colado ningún gol a Oliver!— gritaba Ginny como poseída cada cinco segundos.
Krum les dedicó una jugada muy bonita, el amago de Wronski, la favorita de Harry, que cada vez le gustaba más. Consistía en que un buscador se lanzara lo más rápido posible en picado (como si hubiera visto la snitch), hacer que el otro buscador lo siguiera y, unos centímetros antes de chocar contra el suelo, levantar el vuelo para evitar la caída. El otro buscador no se daría cuenta y chocaría contra el suelo violentamente. Por ese motivo al buscador del Puddlemere no le hizo mucha gracia. Tuvo que esperar cinco minutos a que parara de sangrarle la nariz.
Harry se puso en pié y se inclinó sobre la barandilla, preocupado por el buscador británico. Cuando iba a sentarse, una jugada sobre los aros de Wood lo mantuvo en vilo. No era capaz de quedarse sentado, ¡aquello era demasiado apasionante!
El Puddlemere United estaba jugando de maravilla. Harry se emocionó ante la jugada de uno de los chicos del equipo de Oliver. Todos los de las gradas aplaudían al joven cazador:
— ¡Eneas! ¡Guapo! Hermione, ¿has visto cómo juega ese tío? ¡Es estupendo! Qué golazo... y qué culo que tiene, madre mía... —Esta vez Ginny no se preocupó en bajar la voz para expresar su opinión.
—Nada que envidiar al de… — dijo Hermione, señalando con la cabeza a Harry.
Inesperadamente, Harry volvía la cabeza en ese momento. Éste se ruborizó y se sentó en su lugar un momento. Las chicas no se dieron cuenta de su reacción, seguían muy alteradas comentando no sólo la actuación de los jugadores... aunque no duró mucho tiempo sentado, puesto que otra jugada llamó su atención: una cazadora del Vultures acababa de colarle el primer gol a Wood. Realmente eso no hizo que el equipo se viniera abajo, porque el marcador continuaba muy a su favor: 90-10.
A la hora y media de partido nadie se había cansado todavía y las chicas seguían animando a sus respectivos equipos. Sin saber nadie por qué, empezó a arder la cola de la Saeta de fuego de Viktor Krum. El árbitro, un hombre con la cabeza rapada y cara de marciano, encontró como culpable a un señor que iba vestido con un camisón muggle de mujer. De los asientos cercanos se oían comentarios como: "Si fuera un chico se perdona, pero si es un viejo…", "al viejo Archie tendrían que encerrarlo en un asilo", "si la ropa que lleva es de mujer…" y cosas por el estilo. Cambiaron la Saeta quemada por otra Saeta de Fuego completamente nueva y se reanudó el juego. Solo bastaron quince minutos para que Krum, esquivando una bludger, cogiera la pequeña y dorada snitch. El resultado final quedó en 170-140 favoreciendo a los Vratsa Vultures.
Krum sobrevoló las gradas de su equipo, en busca de Hermione. No por nada era el mejor buscador del mundo... al ver que allí no estaba, la buscó por el lado opuesto.
Hermione se deshacía en gritos, llamándole. «Como si te fuera a oír, con el griterío que hay», murmuraba Ron una y otra vez.
Al fin, el búlgaro localizó a los chicos, y se acercó a las gradas, volando sobre su escoba. No pudo hacerlo mucho, ya que algunas personas se abalanzaron sobre la barandilla para intentar tocarle. Desde la distancia, besó la snitch, y con la misma mano con que la agarraba, estiró dos dedos, señalando a Ron y a Hermione.
El pelirrojo hizo caso omiso al beso, y loco de alegría, se puso a brincar junto con su amiga.
Unas horas después de haber terminado el partido, ya fuera del estadio, una voz familiar los llamó:
—Herr.. mí…one, Harrrry, Rrrrrron. — Era Viktor Krum, que, recién duchado, se acercaba hacia ellos corriendo, tratando que ningún fan lo reconociera. Saludó a los chicos con la mano y a Hermione y Ginny con un beso en la mejilla. —Me alegrrrro de verrrros.
También se les acercó Oliver Wood y fueron a saludarlo dejando a Hermione y a Krum solos. Llevaron a Ron por la fuerza a saludar a Wood ya que no quería dejar a Hermione sola con Krum. Ginny estaba entusiasmada felicitándolo por su perfecta intervención en el partido y a Harry no le apetecía seguir escuchando como Ginny babeaba por Oliver. Ron estaba con sus hermanos simulando hablar con ellos cuando en realidad espiaba a Hermione y a Krum, que comentaban entusiasmados el resultado del partido. Según el pelirrojo, demasiado entusiasmados...
Harry decidió ir a dar un paseo solo por el pueblo. No tenía ganas de escuchar las quejas celosas de Ron, y tampoco le hacían gracia los constantes coqueteos de su hermana con Oliver Wood. Pensó en irse a Las Tres Escobas. Sí... allí podría charlar un rato con Hagrid (que de seguro estaría hinchándose de hidromiel).
Cuando iba a entrar, vio que entre las chicas que había delante de él, estaba Cho Chang. Cho y sus amigas... Antes de que ella pudiera entrar, Harry la cogió del brazo. La chica se giró para ver quién era. Su expresión pasó e unos segundos por varios registros: parecía que se alegrase... pero sólo dijo secamente:
— ¿Qué quieres?
—Hablar contigo un momento.
Ella aceptó y comenzaron a caminar por las callejuelas de todo Hogsmeade.
— ¿Qué me quieres decir?
—Quiero pedirte disculpas por lo que te dije la última vez que hablamos. Lo siento, no quise hacerte sentir así. Lo que te dije fue un arrebato, no estoy seguro de pensarlo así en realidad.
— ¿No estás seguro? — interrumpió la chica decepcionada.
Harry no sabía si volver a sacar el tema de Cedric o dejarlo todo como estaba y sólo pedir disculpas. Optó claramente por lo segundo porque no pretendía discutir de nuevo con ella.
— ¿Aceptas mis disculpas o no? —Dijo Harry con una sonrisa en los labios para quitarle hierro al asunto.
Claramente funcionó porque Cho le devolvió la sonrisa.
—Sí, pero solo porque sé que verdaderamente estás arrepentido —añadió ella, con una sonrisa que derretiría a todos los chicos del colegio. A Harry le dio el impulso de besarla, pero se contuvo. No era de cabeza pedirle perdón, y luego estropearlo con una estúpida reacción. Tampoco estaba seguro de saber qué hacer después... probablemente hubiera salido corriendo, y no era lo más galante.
Harry acompañó a Cho hasta Las Tres Escobas, donde la esperaban sus amigas comentando el partido. Andaba un rumor sobre la segunda Saeta de fuego de Krum, que, según decían, era mejor y más rápida que la primera. En la taberna también estaban Ron, Hermione y Ginny. Parecían estar esperándolo porque aún no habían pedido nada. Lo vieron entrar con Cho y a Ginny se le apagó la sonrisa. Con una seña, Ron le dijo a Harry que pidiera las cervezas, ya que pasaba junto al mostrador.
Mientras la señora Rosmerta le atendía, se dedicó a escuchar a unos parroquianos que tomaban unas tapas en la barra. Todos los presentes discutían sobre el mismo tema. El partido parecía haber quedado olvidado.
—...te digo que Ludo Bagman se ha echado a perder... ya lo sabíamos de antes, pero esto es la gota que colma el vaso...
—Me niego a creer que Bagman fuera el que torturó a las aves fénix. No tiene sentido... ¿qué beneficio le reportaría?
—Tiene todo el sentido del mundo, Bob— respondió una bruja a su lado, golpeando con un ejemplar de El profeta Vespertino sobre la barra—. Ludovic está arruinado... Está hasta el cuello de deudas... ¡ojos de fénix, Bob, ojos de fénix! Los fénix tienen propiedades curativas exorbitantes... sus lágrimas pueden sanar grandes heridas. Quién sabe qué loco querría sus lacrimales para cualquier sórdido proyecto. Hay todo tipo de tráfico de órganos por ahí... él solamente tendría que apropiarse de los ojos, tiene fuerza suficiente como para arrancarlos, y venderlos a buen precio en el mercado negro. Y con eso seguramente se valdrá para seguir apostando...
— ¡No toleraré que hables del mejor jugador de todos los tiempos de esa manera, Phoebe! —replicó el mismo hombre de antes— Mi querido Ludo puede estar arruinado, ¡pero no es un asesino! Me niego a creerlo, Phe, me niego.
Harry no pudo escuchar más de la conversación, puesto que Rosmerta le sirvió las bebidas. Fue a la mesa donde sus amigos le esperaban.
—Harry, ¿por qué no nos has dicho que te ibas con Chang? —le regañó Ron— Te hemos estado buscando.
—No quería molestaros. Estabais todos muy entretenidos con vuestras cosas— contestó Harry, mirando significativamente a Ginny, que se hizo la sueca.
— ¿Has oído lo de Bagman? —le preguntó Hermione. Parecía nerviosa, no paraba de repiquetear con los dedos en la mesa. A pesar de la pregunta, daba la impresión de que estaba un tanto ausente en la conversación.
—Sí... ¿qué es lo que ha pasado? Todo el bar está hablando de lo mismo...
—Han pillado a Bagman traficando con alfombras voladoras, colaborando con Alí Bashir— informó Ginny—. Esta tarde acaban de encontrar en su casa "bienes mágicos no comerciables", según el periódico. A saber con qué estará negociando ese tipo...
—Y para colmo, acaban de torturar a otro fénix, esta vez aquí mismito, en Escocia. No sólo le han quitado los ojos; según dicen, estaba completamente destrozado, con las tripas fuera... —dijo Ron, con una enorme cara de asco— Los que lo encontraron casi se mueren del susto cuando al ir a recoger sus restos, se prendieron fuego y el fénix resucitó.
—Ahora vuelvo —anunció Hermione, cogiendo su pequeña mochila y saliendo disparada hacia los cuartos de baño.
—Pero bueno, ¿se puede saber qué le pasa a ésta? —preguntó Ron— Luego me dice a mí que si tengo el muelle flojo... Ya ha ido tres veces a los aseos desde que entramos aquí— explicó Ron a Harry, viendo la cara de incomprensión del chico.
—Tiene sus motivos —se limitó a decir Ginny.
—Lo mismo le han dado ganas de vomitar con lo que has dicho, Ron —Harry se acordaba asqueado del pobre fénix destripado.
Harry cogió el periódico mientras la chica volvía. No había nada interesante... tan sólo unas fotos de Igor Karkarov y McNair, tomando una copa en una cochambrosa taberna rural. A Harry no le extrañaban del todo esas fotos. Eso sólo podía significar una cosa: que Karkarov definitivamente había decidido pasarse al bando de Voldemort... Aunque también podía estar hablando amistosamente con el mortífago, al fin y al cabo, todos llevaban una doble vida... Sea como fuere, Dumbledore estaría informado de ello, así que no había porqué darle gran importancia.
Hermione llegó malhumorada, arrojando la mochilita contra la mesa. Casi volcó las jarras de cerveza de mantequilla que quedaban llenas.
—Herm... ¿te pasa algo? —preguntó Ron.
—No. Nada, todo normal, todo asquerosamente normal, sin ninguna novedad —respondió la chica lacónicamente.
—¿Sigue sin...? —Ginny dejó la pregunta a medias. Hermione le contestó con un asentimiento de cabeza.
—¿Eh? Me acabo de perder —confesó Harry, que no se enteraba de nada.
—Perfecto. No tienes porqué encontrarte.
—Hermione... —la regañó Ginny.
—Vale, lo siento, estoy alterada, ¿cómo quieres que esté?
—Intenta calmarte... a ver si va a ser por eso...
Ron y Harry se miraban el uno al otro, sin entender palabra de lo que decían las chicas.
—¿Podríais explicarnos qué pasa? —pidió Ron, con gesto intrigado.
—Nada, Ron, déjalo... no lo entenderías, son cosas... de chicas.
—Ya empiezas con que no entenderemos no–se–qué... ¿qué te crees, que somos tontos?
—Ron, no es eso, es que...
—Hermione, creo que a estas alturas deberías contar con nosotros, si es que algo te preocupa... —opinó Harry— ¿qué te pasa?
—Nada, es sólo que... que... —Hermione trataba de explicarse.
—Tiene un retraso— completó Ginny.
—¿Un qué? —preguntaron los dos chicos al unísono.
—Que no me baja.
—¿El qué?— Harry no sospechaba de qué estaban hablando.
—La nota de Aritmancia, no te fastidia... —soltó la chica, perdiendo los estribos.
—La regla, Harry, la regla —explicó Ginny, dejando caer su cabeza sobre la mesa.
—Ah... ¿y eso es grave?
Hermione empezó a reírse. Suave primero, estrepitosamente después. Ron tuvo que taparle la boca para que no llamara la atención: unos chicos de Slytherin que estaban sentados una mesa cercana ya los miraban con cara de "mira qué bien se lo pasan".
—Lo siento... —se excusaba ella entre risas— lo siento... ¿qué tipo de pregunta es esa?
—Quiero decir... que si tanto tiempo llevas sin... para que te preocupes tanto...
—Once días, exactamente.
—Tampoco es una barbaridad... un día le oí decir a ésta —Ron señaló con la cabeza a su hermana— que llevaba tres semanas de retraso...
—¡Ron! Podrías ser un poco más indiscreto, ¿no te parece, hermanito?—reprochó la pelirroja, poniéndose colorada— Eso fue hace ya tiempo, cuando aún no se me había estabilizado... de todas formas, Hermione, tampoco es una locura lo tuyo... es raro, pero...
—Pero yo soy un reloj, Ginny, ya lo sabes. Tiene que bajar un día, y es ese día, no falla. No entiendo por qué ahora... ¡casi dos semanas!
Ron la miraba pensativo:
—A lo mejor te ha venido y no te has dado cuenta.
—A lo mejor tú te has vuelto imbécil y tampoco lo sabes —replicó la chica.
A Ginny le dio un ataque de risa. A Harry no le hizo tanta gracia, más que nada porque ese pensamiento había pasado por su mente, aunque no lo había dicho en voz alta por miedo a equivocarse y que se burlaran de él.
—Uy, tampoco hace falta que te pongas así... no sé como funciona eso, tampoco sé si se nota mucho o no...
Hermione y Ginny pusieron los ojos en blanco.
—Ron, ¿tú notas si te s...? —Hermione rectificó al momento— Bueno, déjalo, no quiero saberlo, era una pregunta retórica.
Harry y Ron intercambiaron miradas de duda.
—Un momento... —Ron parecía estar cayendo en la cuenta de algo— Hermione, ¿no habrás...? ¡¿No habrás hecho nada con Krum, verdad?
—¡POR FAVOR, RON! ¿Qué idioteces dices? ¿Cómo iba yo a hacer eso con él? ¿Y puedes explicarme, por qué milagro de la naturaleza, iba a quedarme embarazada en las dos horas que hemos estado HABLANDO? Y si piensas que fue antes, dime en qué momento, porque por si no te has dado cuenta, ¡no nos veíamos desde el verano! —Hermione gritaba enfurecida. La gente empezaba a mirarlos. Los chavales de Slytherin se reían por lo bajo —¡¿Y A VOSOTROS QUÉ MOSCA OS PICA?
—Hermione... Herm... cálmate... —susurraba Harry.
—¡CÓMO QUIERES QUE ME CALME SI EL IDIOTA ÉSTE NO PARA DE SOLTAR ESTUPIDECES!
—Oye, ¡yo sólo me preocupaba por ti!
—Sí, claro, y un cuerno...
—¿Lo ves? Estás de mala uva, te enfadas por todo, me preocupo por ti y me regañas... eso es que te va a bajar ya —resolvió Ron.
—¿Y tú qué sabes, listillo?
—Bueno, mi hermana se enfada mucho cuando está mala... y a muchas mujeres les pasa.
—Ron... tus ojos en un plato... como sigas soltando cosas sobre mí, te vas a volver rubio de la cerveza que te voy a tirar en el pelo—Ginny gesticulaba, amenazante.
—Eso es un topicazo —aseguró Hermione—. Igual que lo de estar contenta y feliz por ser mujer... qué idiotez más grande... les tenía que bajar la regla a todos los anunciantes de compresas y tampones del mundo... a ver lo felices que iban a estar ellos...
Harry empezó a reírse. Tía Petunia también decía eso algunas veces, cuando echaban un anuncio de ésos y no había nadie alrededor.
—¿Así que tu enfado no tiene nada que ver? —preguntó Harry, temeroso de una contestación hiriente.
—¡Claro que tiene que ver! Estoy enfadada porque llevo una semana y media temiendo que me baje en el momento menos oportuno.
—¿Y no será por el estrés?—sugirió Ron. Hermione lo miró extrañada— Sí... últimamente estás sometida a demasiada presión... los estudios, tu cargo como prefecta... te exiges demasiado.
—Tiene razón —lo apoyó Harry—. No eres Superman.
—¿Cómo sabes que pueda ser por el estrés? —preguntó dudosa, la chica.
—Una vez oí una conversación de Ginny y mamá... y mi madre le decía a ella que no se preocupara, que a veces podía pasar.
—Pero bueno, Ron, ¿tú es que estás pendiente en todas las charlas que tengo con mamá? —recriminó Ginny, irritada.
—Es la única manera de enterarme de esas cosas...
—También podrías preguntarme a mí, en vez de espiar nuestras conversaciones —sugirió su hermana con retintín.
—Sí, para que me digas que son cosas de chicas, ¿no?
—Ahí lleva la razón —opinó Harry. Ginny simplemente le incendió con la mirada, desviándola alternativamente a la jarra de cerveza y a él.
—Bueno, quizás sea eso... quizás tenga demasiadas cosas en la cabeza... —murmuraba Hermione, con la cara apoyada entre las manos.
—¿Por qué no dimites como prefecta? —sugirió Harry.
Hermione levantó la cara rápidamente.
—¿Estás loco? ¡Llevaba años esperando que me dieran ese puesto! No voy a dimitir ahora por una tontería.
—No es una tontería, Herm, es tu salud.
—Valoro que te preocupes por mí, Ron, pero no voy a dimitir. Simplemente no es parte del trato, no entra en mis planes. Tengo unas responsabilidades que debo cumplir.
Salían del aula de Pociones. Por fin habían acabado las clases de ese aburrido lunes. Hermione seguía irritada, cosa que no ayudaba mucho con el profesor Snape, que a la mínima contestación más o menos borde respondía con puntos negativos para los alumnos. Para más inri, aparte de quitarle 10 puntos a Gryffindor (varios de ellos por culpa de Hermione), el marcador de la casa Slytherin había aumentado... y lo más irritante, por culpa de Draco Malfoy, que, sin hacer nada, recibía puntos a toca teja. Snape parecía estar especialmente orgulloso de los de su casa, y aprovechaba la mínima oportunidad para subirle puntos... quizá porque veía lo mal que iban ese año en la competición.
—Hermione... no nos has dicho... ¿te ha venido ya la...? —preguntó Ron, mientras salían de la clase.
—Di que sí, grítalo más alto... No, mejor: pon una pancarta... ¡LO MISMO ASÍ SE ENTERAN LAS PERSONAS QUE AÚN NO TE HAN OÍDO! —reprochó la chica. Tenía razón, justo en ese momento estaban apiñados a la salida de las mazmorras, esperando que el resto de los alumnos les dejara paso para volver a su sala común.
—Vale, perdona... tan poco es una cosa tan grave que sepan que NO TE HA VENIDO LA REGLA DESDE HACE SEMANAS —la picó Ron mientras salían de clase, creyéndose divertido.
—Serás... —Hermione enrojeció, ante las risitas de los que estaban alrededor— Como te pille te mato, Ron... ¡eres la cosa más indiscreta que existe! ¡No se te puede contar nada! —gritaba mientras corría por los pasillos, persiguiéndole.
Sin darse cuenta, chocó con alguien que daba la vuelta a un corredor por el que acababa de desaparecer Ron.
—Lo siento, no te he vist... —Hermione paró en seco al ver de quién se trataba.
— ¿Qué diablos...? —Draco Malfoy hizo malabares para que no se le cayeran los libros que portaba — Ah... tú tenías que ser... ¿Qué pasa, una prefecta sí puede correr por los pasillos? Oh, claro, me olvidaba... —añadió con tono teatral— Potter y sus amigos pueden hacer lo que les plazca... como son amigos del director…
Hermione enrojeció. No se podría saber si era a causa de la ira o de la vergüenza.
—Malfoy, ¿no te parecen suficientes los puntos que te acaba de quitar Snape? —Rebatió la chica—. Lo digo porque como sigas provocando vas a perder unos cuantos más...
El rubio Slytherin resopló enfadado, como si fuera un toro. Empezó a hablar con un tono de voz flojo y ronco, rechinando los dientes y entrecerrando los ojos.
—A ver si te enteras, Granger: tú a mí no me amenazas. No tienes ningún derecho a hacerlo... No eres nadie. Nadie. Aquí estás completamente fuera de lugar... ¡Vuelve con tus papis, maldita sangre sucia! O mejor: ¡muérete por el camino!
— ¡EXPELLIARMUS! —gritó la voz de Ron detrás de él. La varita de Malfoy salió disparada hacia las manos del pelirrojo, que arrojó las dos al suelo y se abalanzó sobre Draco, agarrándolo por el cuello de la túnica y estampándolo contra la pared.— Te lo advertí... —susurró Ron, acercando mucho su cara a la del rubio mientras lo sostenía en alto— Dije que la próxima vez que insultaras a Hermione de esa manera no me harían falta varitas para matarte... —y, sin que a ninguno de los tres le diera tiempo a reaccionar, le asestó a Malfoy un tremendo puñetazo en la nariz. El impacto del cráneo del chico contra la pared retumbó con un ruido seco por todo el pasillo.
— ¡RON! —chilló Hermione— Dios mío, Ron, ¿qué haces?
Malfoy gimoteaba agachado mientras se tocaba con las manos la nariz ensangrentada, como si eso fuera a sanarla.
—Serás hij...
Ron levantó de nuevo el puño. Eso bastó para acallar al Slytherin.
— ¡Ron! Maldita sea, ahora tendré que quitarte puntos —gritó Hermione, exasperada.
— ¡¿QUÉ? —Ron soltó a Draco y se volvió bruscamente hacia su amiga— ¿Te defiendo de este —Malfoy se puso en pie el escuchar el insulto de Ron— y tú encima me quitas puntos?
—Nadie te ha pedido que lo hagas, Ron. Malfoy, diez puntos menos para Slytherin... Ron... Es una agresión grave... —dijo Hermione, esquivando su mirada— me temo que deberán ser quince.
— ¿Quince puntos?
— ¡Ja! —soltó Malfoy, ocultando como podía sus lloriqueos— Al final el señor Weasley ha salido perdiendo... Sois la deshonra de vuestra casa.
Ron se hubiera abalanzado contra Malfoy si Harry y Hermione no lo hubiesen sujetado.
—Soltadme... soltadme que lo mato... —repetía Ron, intentando reprimir las lágrimas de rabia que intentaban salir de sus ojos.
— ¡Ron, ya es suficiente!— le regañó Hermione, mientras lo agarraba por la cintura. Se iba a soltar de un momento a otro.
—Me las pagarás, Weasley— amenazó Malfoy envalentonado, levantando el índice. Unas gotas de sangre salpicaron el suelo—. Y por una vez, no va a ser una deuda de vuestro sucio y escaso dinero.
Harry sacó su varita. Pero por segunda vez en dos años, Hermione fue más rápida que él. Se acercó en un vuelo a Draco Malfoy y le dio una patada que le dolió hasta a Harry.
— ¡Hermione!—exclamaron sus dos amigos, sorprendidos.
—Uf... Esta vez te la has cargado, Granger —gimió Malfoy, encogiéndose y protegiéndose con las manos entre las piernas, como para defenderse de un posible segundo ataque—. Esto no es algo que hagan los prefectos...
—Tú lo has dicho —respondió la chica. Y si más dilación, se marchó de allí.
Se hizo el silencio, solamente interrumpido por las respiraciones agitadas de Malfoy. Ron dio la vuelta, recogió su varita del suelo, y se fue, no sin antes hacer ademán de volver a pegarle. Harry prefirió no acompañarlo... sabía lo colérico que podía estar su amigo en esos instantes. Dejó allí a Malfoy (no merecía la pena decirle nada después de los golpes acertados de Ron y Hermione) y decidió ir a por su Saeta de Fuego para darse una vuelta por el castillo volando en escoba para poder relajarse un poco. Estaba tenso por la situación de sus dos mejores amigos.
No duró mucho tiempo volando. Se preguntaba dónde podría haber ido Hermione. Estaba muy enfadada, y cualquiera sabía si se le podía cruzar algún cable y hacer una locura, aunque no fuera muy propio de ella. Así que al rato se dirigió a la Torre de Gryffindor para ver si Hermione estaba en su cuarto. Iba subiendo por las escaleras de las chicas, cuando una discusión llegó a sus oídos (y a los de las chicas que pasaban a su lado), haciendo que se detuviera:
— ¡No lo entiendo! ¿Qué más quieres que haga? ¡Le parto la cara a ese imbécil Y A TI NO SE TE OCURRE OTRA COSA QUE QUITARME PUNTOS!
— ¡Yo no quería! ¿Qué te crees, que eso me hace feliz?
— ¡PUES BIEN QUE ME LO RESTREGASTE EN LA CARA! ¿No me lo podías haber dicho en privado? No, la señorita doña prefecta perfecta tenía que hacer ostentación de su poder, tenía que quitarle puntos al idiota de su amigo (que la estaba defendiendo) ¡y encima hacerlo delante de Malfoy, para que viera que sólo soy un niñato ridículo! ¡Das pena! Sólo por intentar quedar por encima.
— ¡RONALD WEASLEY, NO PERMITIRÉ QUE ME HABLES ASÍ, no precisamente en este instante! Y, además, ¿por encima de quién? ¿Te crees que disfrutaba quitándote puntos? ¿Te crees que lo hubiera hecho si hubiera sido otra persona al que le hubieras pegado? Malfoy tiene muchas influencias, ¡podía buscarnos problemas!
—Oh, claro, es verdad... se me olvidaba... la señorita no podía arriesgarse a perder su puesto de prefecta...
—Cállate, imbécil. No hables cuando no sabes. No sé si te diste cuenta de que no tuve reparos en patearle cuando te insultó. En eso no te fijaste, ¿verdad? Sólo te fijas en lo malo...
— ¿Acaso hay algo más grave que traicionar a un amigo? ¿Sabes qué pienso? ¿Lo sabes?
— ¡No, no lo sé y creo que tampoco me interesa!
—Que si por ser prefecta vas a seguir traicionándome así, más vale que elijas. O prefecta, o mi amiga. Y por lo que veo, se te da mejor ser prefecta...
Durante unos segundos reinó el silencio. Harry sabía que no era bueno meterse en medio cuando dos discutían, pero aquel silencio predecía la hecatombe. Y ya había visto suficientes veces pelearse a sus amigos... no quería que volviera a pasar. Mientras subía por las escaleras, los gritos volvieron a resonar entre la piedra:
— ¿Y TÚ SABES DE DÓNDE VENGO, MALDITO IMBÉCIL?
— ¿DE DÓNDE?
Harry ya estaba arriba. No se decidía a entrar. Fue por que estaba cerca que pudo escuchar las palabras de Hermione, que se oyeron súbitamente más flojas y en un tono que denotaba que estaba a punto de echarse a llorar, aunque se esforzaba por ser duro.
—Vengo de hablar con Dumbledore. He renunciado a mi puesto de prefecta. Y ¿sabes por qué? Porque no podría volver a soportar quitarte puntos de esa manera, cuando en realidad en esos instantes me estaba reprimiendo las ganas de abrazarte y darte las gracias por haberme defendido ante ese estúpido.
Hubo otros segundos de silencio.
— ¡¿Ah sí? Pues... pues yo... yo...
Ron susurró algo que Harry no consiguió oír (al igual que las últimas palabras de Hermione) pero se le antojó una amenaza. Sabía que no debía involucrarse, y, sin embargo, la idea de que sus dos amigos se estuvieran matando a maldiciones no le resultaba en absoluto agradable... así que despacito y varita en mano, abrió la puerta silenciosamente...
Y la imagen que vio no podía ser más distinta a la que se esperaba.
Ron y Hermione estaban besándose apasionadamente en el centro de la habitación. La chica tenía que empinarse para poder llegar hasta las alturas del pelirrojo, que, agachado, le sostenía su cara entre sus manos.
Harry se quedó de piedra. Sólo había visto un beso así en las películas muggles románticas que tía Petunia solía tragarse... en las más recientes, porque en las antiguas no se permitían ese tipo de afectos... Se dio cuenta de lo que estaba viendo. No podía quedarse allí observando eso, y, sin embargo, una extraña fuerza lo mantenía clavado en el suelo, como si le hubieran grapado los zapatos. Aunque Ron y Hermione estaban demasiado ocupados para darse cuenta...
De repente, Hermione se separó de Ron.
—Lo siento... no puedo... no debo— susurró la chica, mordiéndose el labio.
— ¿Qué? ¡¿Por qué? —dijo Ron, desinflado.
—Es que... es que... perdona que no os lo haya contado pero... estoy saliendo desde el final del verano con Viktor Krum— respondió Hermione tímidamente mirando hacia el suelo, como si fuera más interesante que los vidriosos ojos azules de Ron, que la atravesaban desconsolados.
Fue como si a Ron acabaran de darle un sartenazo en la cabeza. Se quedó con la boca desencajada. Parecía que fuera a explotar a gritar de un momento a otro, parecía dispuesto a comérsela... y fue precisamente lo que hizo, pero no de la manera que Harry esperaba... volvió a besarla, esta vez con más fuerza y pasión, si cabía. Extrañamente, Hermione no opuso ningún tipo de resistencia. Al final Ron dijo:
—Pues... esto que has hecho ahora mismo, no es de tener novio y quererlo.
Y dejando a Hermione con la palabra en la boca (y, aparentemente por desgracia para ella, nada más), salió de la habitación. Chocó con Harry al llegar a la puerta, el cual no tuvo suficientes reflejos para esconderse.
— ¿Tú qué...? Es igual— dijo Ron, limpiándose las lágrimas con la manga de la túnica y saliendo disparado hacia la habitación de los chicos, reprimiendo sollozos.
En ese momento, Hermione se dio cuenta de la presencia de Harry.
— ¿Harry, qué...? ¿Cuánto rato llevas ahí?— preguntó la chica, temerosa.
—El suficiente. Vale, lo he visto todo—admitió, avergonzado, acercándose hacia donde Hermione estaba paralizada.
Sin previo aviso, la chica se enganchó al cuello de Harry y explotó a llorar. Harry nunca hubiera esperado ese tipo de reacción por parte de su amiga. Sabía que ella era así, que cuando se enfadaba con Ron o con él, hablaba con Hagrid o Ginny... pero hasta ese momento no le había visto perder el control de esa manera. Sintiéndose algo incómodo, le devolvió el abrazo torpemente, intentando calmarla. Quería preguntarle qué había pasado, porque no podía explicarse cómo sus amigos habían pasado de los gritos a eso, pero no se atrevía. Optó por cambiar la pregunta:
— ¿Qué vas a hacer? —dijo, mientras la llevaba hacia su cama para sentarse.
— ¿De qué? ¿Cómo que qué voy a hacer?
—Sí... ¿Vas a seguir con Krum o...?
—Harry... verás, es que... — Hermione se separó de él y apartó a vista a un lado— No estoy saliendo con él.
— ¿Qué?
—Lo estaba, pero el otro día corté con él. Llevábamos mucho tiempo sin vernos, la distancia era muy grande... y, además, no le quería. Sólo me fijé en que era un tipo mayor, comprensivo, y... bueno, tiene la cabeza más sentada que cualquiera de los que pueda haber aquí.
— ¿Y por qué te hiciste su novia si no te gustaba? —preguntó Harry, contrariado. — Tú misma dijiste hace tiempo que no sabías qué le veían todas las chicas.
—Sí me gustaba... tenía gancho y... no sé, ya te lo he dicho, veía en él un punto de madurez que en Hogwarts nadie tiene... Él me pidió salir cuando estuve en su casa, y en parte...
— ¿Sí?
—Ron.
— ¿Qué pasa con él? Quiero decir, aparte de que te gusta, y no me lo habías dicho —dijo Harry con retintín. Hermione gesticulaba y se encogía de hombros, un tanto irritada.
—Pues... pues... Pensé que si salía con Viktor, me demostraba a mí misma que lo de Ron era un simple error, que confundía sentimientos. Pero ha pasado justo lo contrario... me ha salido el tiro por la culata.
—Espera, espera... a ver, déjame que coordine... —Harry no entendía a su amiga. No la entendía en absoluto. — ¿Te gusta Ron, y le has dicho que estás saliendo nada menos que con su ídolo, ¡justo después de que te besara! —Hermione entrecerró los ojos, poniendo cara de "he metido la pata, lo sé"— A vosotras no hay quién os entienda... ¿Por qué le has dicho eso? ¿No te gusta?
— ¿Es que no lo entiendes? Es más que eso... no me gusta: le quiero, le adoro, me muero por él... —soltó Hermione de carrerilla, tapándose después la boca al darse cuenta de lo que acababa de decir— No quería decir eso... —rectificó.
—Oye, ya es hora de que vayas confiando un poco en mí... es tontería que trates de ocultar lo que sientes por él... se te nota demasiado.
—No se me nota, si no, él no me estaría molestando todo el día, si es verdad que le gusto.
Harry bufó.
—Estáis los dos ciegos...
Hermione se quedó callada. Se limitó a tumbarse hacia atrás en la cama.
—Pero ¿por qué le has dicho que estabas con Krum? —preguntó Harry de nuevo, aún sin comprender.
—No lo sé... ha sido la primera excusa que se me ha venido a la cabeza.
— ¡Pero si tú quieres a Ron! ¿Por qué diablos lo ahuyentas entonces de esa manera? —Hermione estaba empezando a exasperarle. No por él, sino por Ron... sabía que esa respuesta de la chica debía de haberle hecho daño.
— ¡Porque no quiero perderlo! —Gritó Hermione, incorporándose— No quiero salir con él porque sé que estaríamos continuamente peleando y acabaríamos mal... Y además, seguro que yo sólo soy para él un capricho, algo que cree que no puede tener y por eso ansía...
—No creo que para él seas eso precisamente... De verdad que no te entiendo... ¿Tú crees que Ron habría arriesgado vuestra amistad dándote ese beso si no pensara que merecía la pena intentarlo?
—Es que no lo pensó, se lanzó directamente... —respondió la chica, moviendo los ojos— ¿Cómo sé que no fue un arrebato?
—Vosotros lo que queréis es que os pongan las cosas en bandeja... — masculló Harry.
—Oye, no necesito que me eches la bulla ahora... suficiente tengo yo sola con haber hecho el imbécil.
— ¿Le vas a decir que le quieres?
—No. Arg, ¿por qué es esto tan condenadamente difícil? Si tan sólo pudiera volver a... sólo un segundo... no: un segundo eterno... —Hermione miró hacia el techo, mientras se mordía el labio. Harry se acordó de cuando él tuvo esos sueños extraños. De cómo Hermione, con un simple abrazo, conseguía aislarle de casi todos sus pensamientos... y decidió devolverle aquella ayuda, aunque no sabía si surgiría efecto, o ella preferiría otros brazos... La envolvió cariñosamente con los suyos, esperando que eso despejara la mente de la muchacha.
— ¿Harry?
— ¿Um?
—Gracias.
Abrazado a Hermione, Harry se sintió de nuevo a gusto. No sólo por haberla ayudado, en la medida de lo que podía. Se sentía a gusto por estar entre sus brazos... aunque sabía que con esos pensamientos traicionaba a su amigo...
El mes de diciembre acababa de comenzar, y estaban todos muy ocupados preparándose para los exámenes trimestrales. Este año los profesores habían dado más materia de la que solían dar los años anteriores. Harry había escuchado a dos profesores decir que era por orden de Dumbledore ya que los alumnos debían estar preparados para el nuevo aparecer de Voldemort, se necesitaban alumnos con mejor defensa. Sin duda la asignatura más fuerte era Defensa Contra las Artes Oscuras debido a que las prácticas eran más agotadoras que un entrenamiento de quidditch.
Esa noche se les hizo muy tarde en la Sala Común. Ron estaba hablando con Harry por enésima vez sobre lo que había pasado con Hermione días atrás:
—Harry, ¿por qué lo hice? Es que aún no lo comprendo...
—Pero vamos a ver —respondió Harry, harto ya de repetir la misma conversación— ¿No dices que fue lo mejor que te ha pasado en tu vida? ¿No me habías dicho que no cambiarías ese momento por nada del mundo?
—Sí... Pero mírala... ahí está ahora, en la otra punta de la Sala Común, asustada y sin querer acercase a mí por miedo a que vuelva a lanzarme como un tigre sobre ella. Por unos minutos que disfruté acariciándola, ahora tengo que pagar con días enteros viéndola de lejos, sin poder acercarme a ella como yo quisiera —Ron calló, y se echó hacia atrás en el sillón, triste y abatido—. No sabes lo que daría por volver a estar aunque sea como antes de que eso pasara...
—No creo que Hermione tenga miedo de ti... Lo mismo es ella la que no quiere acercarse para que no vuelva a pasar eso, porque sabe que se tiraría hacia ti... —Ron lo miró, escéptico. Harry ya no sabía cómo hacerles ver la verdad a sus dos amigos— No me mires así, puede ser... Trátala como siempre, habla con ella...
—Sí, para que meta otra vez la pata, ¿no?
—Ron, no tienes porqué meter la pata, deja de pensar siempre negativamente...
—¿Quién piensa negativamente? —preguntó una voz a sus espaldas.
Los dos muchachos se volvieron, sobresaltados. Era Hermione. Ron palideció; seguramente pensaba que ella les habrá escuchado.
—Eh... Ron —el pelirrojo abrió mucho los ojos, como pidiéndole a Harry que no lo dijera—. Es que... piensa... que le va a salir muy mal el examen de Pociones.
—Ah... ya... Pues que no se altere, creo que este curso va mejor que otros —dijo la chica, casi sin mirarlo.
Hermione se quedó allí, así que no tuvieron más remedio que ponerse a estudiar. Ron no paraba de repetir la misma lección en la última hora. Cada ver era más cansino escucharlo decir:
—Iniang, serpiente de la parte más oriental de Asia, su sangre puede hacer al que la bebe inmortal durante mil años. Una vez transcurrido este tiempo deberá volver a tomarla. Los únicos ejemplares existentes están cautivos en una reserva de Corea donde su sangre está bajo los efectos de una poción que le impide hacer inmortal al que la bebe, exceptuando a sí misma, ya que tras el periodo de duración de la inmortalidad si no se muerden a sí mismas son vulnerables a la muert...
—¡Cállate! — le ordenó Harry al borde de la desesperación.
—Ron, nos tienes hartos. Sabemos que tu método de estudio te resulta muy efectivo. Llevas así una hora… —apoyó Hermione, levantando fríamente la vista de su libro de texto. Harry la miró extrañado. Los últimos tres días la chica había estado hablando con Ron a base de monosílabos. Ambos evitaban mirarse a la vez, aunque cuando uno retiraba la vista, el otro se lo comía con los ojos...
Haciendo caso omiso a las quejas de sus amigos, Ron continuó con su estudio en voz alta («Existen dos tipos: blancas y negras. Las blancas…»)
—Ahora sí que te mato… —dijo Harry levantándose de su lugar y yendo rápidamente hacia Ron, que echó a correr por la Sala Común.
Iniciaron una carrera uno tras el otro tirando pergaminos de apuntes de los alumnos que quedaban, desconcentrando al resto… Tanto Harry como Ron eran conscientes de lo infantiles que resultaban, pero necesitaban un poco de diversión después de tantas horas seguidas sin levantar cabeza de sus respectivos libros.
Ginny acababa de bajar por las escaleras de los dormitorios en pijama y bata. Harry pensó que le quedaban muy bien; en realidad, todo le quedaba bien. Ron siguió corriendo en dirección a su hermana, que se dirigía a uno de los sofás grandes de la sala. Harry iba tan distraído mirando a la chica, que al querer saltar sobre el sofá para atrapar a Ron, el mueble volcó con Harry encima. Dándole un vuelco el corazón, Harry cayó golpeándose fuertemente la cabeza contra el suelo frente a los pies de Ginny, que pegó un puntapié del susto, rompiéndole las gafas. Harry se retorcía de dolor en el suelo, frotándose el ojo sin preocuparse de si algún cristal le hubiera podido entrar. Lo único de lo que era consciente era de lo que escuchaba. Ron dijo que iría a por su varita, que estaba en el dormitorio; Hermione no se había percatado de su caída ya que no aprobaba que corrieran uno tras otro como niños. «¿Cuándo vais a madurar?» era una de sus frases favoritas.
Ginny se agachó para preguntarle a Harry por su estado. Él sólo respondía con un «ummmmm».
—Harry, ¿estás bien? —repetía la chica, levantándole la cabeza del suelo, preocupada.
—Bueno…sí ya me encuentro mejor —respondió Harry con una sonrisa en los labios.
Juntos comenzaron a recoger los cristales de las gafas rotas. Sus dedos se encontraban y acariciaban, Harry tomó la mano de la chica y cada vez juntaba su mejilla más a la de ella. Ginny correspondía al acercamiento, sus labios ya casi se rozaban, cada vez más cerca…
— ¡Harry! ¡Despierta! —jamás Harry había sentido tanta cólera al escuchar la voz de Ron. Estaba recuperando la conciencia y comenzaba a sentirse estúpido por varias razones: quedar inconsciente por la simple caída de un sillón, por imaginarse "eso" con Ginny... no tenía sentido pero, sin embargo, era lo que le pedían sus adentros aunque no lo quisiese ver.
Ginny estaba curándose una herida en el pie que le habían causado los cristales de las gafas, pero al ver que Harry despertaba, se acercó a él corriendo. En cuanto Ron vio que Harry ya se sentía bien y no le había pasado nada grave, comenzó a reírse descaradamente en su cara; cuando tomaba aire para respirar articulaba palabras como «caído», «Harry», «sillón» y otras tantas ininteligibles.
Aún no se había levantado del suelo porque se sentía cómodo. Nunca había probado la alfombra de la Sala Común, y, ciertamente, era calentita... No, aquello no podía ser una alfombra, era... ¡Hermione! Harry tenía apoyada la cabeza y parte de su cuerpo sobre las piernas de Hermione que estaba sentada de rodillas sobre la alfombra, sosteniéndole la cara entre las manos para que no se resbalase hacia el suelo. Se sentía un poco raro y a la vez a gusto. Así era él, con un lío dentro de sí mismo. No podía seguir de esa manera, tendría que hablar con alguien adulto que pudiera darle un consejo. La primera persona que pasó por su mente fue Sirius, pero, como siempre, paradero desconocido. Tampoco sabía con certeza si estaba vivo o muerto, lo cual lo hizo sentirse un poco egoísta por necesitarlo para algo tan superficial.
La clase de Defensa Contra las Artes Oscuras resultó muy aburrida. Parecía como si Alyssa estuviera ausente y distraída pensando en algo más importante. Lo único que hicieron fue leer el libro de texto, que casi nunca utilizaban. Al sonar la campana salieron en hilera como de costumbre, pero Alyssa detuvo a Harry antes de que el chico cruzara el umbral de la puerta.
—Harry, te he notado algo ausente...
«Pues no has sido la única», pensó el chico.
—¿Quieres decirme algo, o tienes algo de lo que hablar?
Recibió silencio como respuesta.
−Ven conmigo, te invito a un té.
Harry siguió a la profesora hasta su despacho (que esta vez no era el mismo de Lockhart, Lupin y el falso Moody, sino uno decorado al estilo de Las Tres Escobas, con objetos tanto medievales como futuristas), donde ella le sirvió una taza de té de vainilla. Era la primera vez que lo tomaba. Aquel gesto hizo pensar a Harry que Alyssa tenía la personalidad más fuerte de lo que él pensaba.
— ¿Qué me quieres decir?
—Nada, es sólo... estoy muy preocupado por Sirius. No sé dónde está, ni siquiera sé si está o no vivo, no sé a ciencia cierta ni por qué ha llegado a esa situación de peligro ya que nadie se digna a explicarme nada...
—No podemos explicarte nada, Harry —le interrumpió la profesora, mirándole fijamente a los ojos. Por la expresión de tristeza que tenía, se podía deducir que decía la verdad—. Estamos todos alterados, intentando buscar soluciones al problema, intentando averiguar su paradero...
—Así que al final lo están buscando...
—Más o menos. Hacemos lo que podemos.
—¿Quiénes?— inquirió Harry, esperando pillarla por sorpresa.
—No me tires de la lengua, Potter— susurró Auranimus, cambiando el semblante por completo—. No eres tú el único que está preocupado por él. Le siguen la pista personas que no imaginarías nunca. Ni yo le creía capaz, una vez enterada del asunto.
Harry iba a preguntar de quién hablaba, pero supuso que era inútil tratar de sacarle más información. Dio un sorbo al dulce té, y le dirigió unas miradas furtivas sin que la mujer se diera cuenta. No era de extrañar que supiera manejar a los mortífagos: simplemente con mirarla, quedarían fuera de combate... si no los había reducido ella antes.
—Y bien, creo que tenías algo que contarme... —le animó la chica, tomándole una mano. No entendía por qué algunas hacían eso... ¿para qué era, para ponerle aún más nervioso de lo que ya estaba por el simple hecho de contemplarla?
—Pues… está bien, iré al grano. Como te he dicho, no sé dónde está mi padrino y querría hablar con él... pero el tema no es importante para interrumpir la misión que le ha encargado Dumbledore. No sabía con quien hablar y me preguntaba…
—Si yo era una buena elección —terminó la frase la profesora.
—Exacto. Bueno, lo que me pasa es que tengo las ideas confusas y no sé como aclararlas.
—¿De qué me estás hablando?
—Eh... es un poco vergonzoso hablar de ello... —admitió Harry— Sobre todo teniendo como confidente a una mujer, y encima profesora...
—Hombre, lo de mujer no hay manera de cambiarlo, pero... Espera aquí un momento, ¿vale?
Harry asintió con la cabeza, y vio cómo la profesora desaparecía por una puerta que había detrás de la extraña y futurista mesa. Al minuto volvió a aparecer, pero ya no llevaba la túnica que solía utilizar para dar clases, sino una entallada, como de serraje y cuero, con muchas cuerdas colgando. Parecía una mezcla entre india, vaquera, o salida del elenco de La Guerra de las Galaxias.
—¿Parezco así menos profesora? —preguntó la mujer, levantando las manos. Harry sólo fue capaz de balbucir un tonto «sí»—. Verás, Harry... comprendo que no sea como tu amiga Hermione, pero te aseguro que soy perfectamente capaz de hacer la función de una amiga... Puedes confiar en mí para lo que quieras. Seguro que puedo ayudarte, sobre todo si se trata de mal de amores... —añadió, con un gesto pícaro.
¿Sabía leer el pensamiento, o es que conocía demasiado bien a sus alumnos?
—Eh... bueno... Verás, no paran de pasar por mi mente tres chicas: una, me gusta desde tercero y ahora tengo posibilidades con ella; otra... es un poco extraño... nunca me había fijado en ella como en una chica, pero últimamente es la que ocupa mi mente por que nos llevamos bien y somos algo más que amigos; y en la última tampoco me había fijado antes como más que una amiga, pero es que algunas veces hace cosas completamente normales... que yo no sé si es que las interpreto de otra manera (o eso me da a entender ella)... Además, no tiene el mismo trato conmigo que con otro amigo suyo. ¿Me entiendes?
—Sí, hay una cosa —respondió Alyssa, arrugando la nariz.
— ¿Cuál?
—Que lo tienes todo claro. La primera que has nombrado no te gusta, te gustaba; la última es sólo tu amiga. No te empeñes en buscar cosas donde no las hay. Quizá ella a quien quiere es a su otro amigo. Por eso tiene contigo más confianza y con él siente una absurda vergüenza. La segunda chica es a la que quieres y por lo que me has dicho, ella te corresponde y…
Alguien abrió la puerta sin llamar previamente. Arabella Figg entró como un vendaval, asiéndose el brazo derecho y haciendo ondear su capa negra, como solía hacerlo Snape.
—¡Aly! ¡Alyssa, mira! Creo que lo he conseguido, Alyssa... observa: ¡cada vez está más clara! Dentro de poco podremos revelarle toda la información que hemos obtenido al s... —Figg llegó hasta ellos corriendo. Iba a remangarse los filos verdes y plateados del brazo de la túnica cuando se percató de la presencia de Harry. Cruzó un momento la mirada con él, preocupada. Después se dirigió a la profesora Auranimus, recriminándola: —Vaya... no sabía que estabas acompañada…
—¿Qué... tienes... en el brazo? —preguntó Harry, muy despacio. No podía creérselo. No quería creer que Arabella estuviera ocultando eso en su brazo...
