Aviso: lo sabe tol mundo, pero vamos a repetirlo: los personajes son de la magnífica y, to hay q decirlo, perezosa Joanne Kathleen Rowling, que nos tiene desesperaícas por que saque el 5º libro (¡hijos de puta, en los países de habla inglesa lo tienen 6 meses antes! ¡Yo tb quiero!) Todos, menos unos que ya saldrán, entre ellos, Alyssa Auranimus.
14 Cambios cósmicos
El día de Navidad acabó, y con él, la visita de los señores Granger a la casa de los Weasley. Sin embargo, la tristeza de Harry no se había marchado. Esa noche se fue a acostar un poco antes que los demás. Estaba cansado de tanta reunión familiar, de ver a todos tan felices. Después de darle las buenas noches a todos, regresó al cuarto de Ron, se puso el pijama, se metió en la cama..., y, al ir a taparse con las mantas encontró algo encima de ellas.
Era un paquete grande, en forma de libro. El papel con el que estaba liado era de un blanco brillante que deslumbraba la vista. ¿Era un regalo de Navidad que había llegado unas horas tarde? Y en ese caso, ¿de quién podía ser?
Un rayo de esperanza iluminó a Harry... ¿Y si era de Sirius? ¿Significaría eso que había podido escapar? Abrió el paquete con entusiasmo. Como había pensado, era un libro: "Moste Candidus Potions ". Echó un vistazo a la portada. Era de color marfil y muy suave al tacto. Abrió rápidamente el libro, intentando encontrar una nota de su padrino. Nada. No había nada. Tan sólo una cosa le llamó la atención: una de las gruesas páginas de pergamino del libro estaba totalmente en blanco. Buscó en el índice el nombre de la poción, por si era alguna clave que Sirius estuviera utilizando para comunicarse con él, pero el título "Poción invocadora" no le sugería nada.
Decidió dejar el libro a un lado y esperar a que Ron llegara al cuarto.
Esa noche, las chicas no pudieron hacer visitas nocturnas ya que Bill dormiría cada día en un dormitorio para evitar peleas, y tocaba el de Ron. Estuvo gran parte de la noche contándoles anécdotas de su época de estudiante en Hogwarts. No era el estudiante modélico que Ron le hacía ver, lo que pasaba era que sabía ocultar sus travesuras. Eran famosas sus escapadas al baño de los prefectos para nadar. A Harry eso le sonaba del año anterior y, a juzgar por la cara de Ron, había surgido una nueva idea en su mente. Les contó que Alyssa había estudiado en Hogwarts, a su misma edad, y que perteneció a Ravenclaw, pero que siempre se había llevado mejor con su hermano Charlie. Estuvieron haciendo prácticas juntos en un bosque de Rumanía; sin embargo, Charlie se quedó con los dragones y Alyssa se fue para seguir investigando la actitud de las serpientes y las ratas en Albania.
A la mañana siguiente había nevado y hacía mucho frío. Acabaron de desayunar al abrigo del fuego de la chimenea de los Weasley unas salchichas y huevos con beicon bien calentitos. A Harry cada día le gustaba más estar en casa de los Weasley. Aunque no eran sus padres, conseguían que se sintiera a gusto, todos le querían y se respiraba en el ambiente a hogar. Era también la primera vez que pasaba las navidades fuera de Hogwarts o en casa de los Dursley. Sin embargo, aún estaba preocupado por Sirius, y el sentimiento de tristeza por sus padres no dejaba de rondarle la cabeza.
El señor y la señora Weasley habían salido muy temprano, casi de madrugada; Percy y Bill insistieron en ir con ellos y así lo hicieron. Nadie sabía a donde. La excusa fue que salían para ver a unos parientes lejanos muggles del señor Weasley porque estaban enfermos debido a las bajísimas temperaturas que afectaban a gran parte de Europa y estaban provocando numerosas muertes, tantas que hasta aparecía en los titulares de El Profeta.
Harry seguía sumiso en sus pensamientos cuando Ginny lo sacó de su ensimismamiento.
—¡Harry! ¡Harry!
—Aquí Harry Potter al servicio de las chicas guapas —¿Por qué acababa de decir semejante estupidez? Provocó risas entre todos los allí presentes.
—¡Funciona! —dijeron emocionados los gemelos.
—Gracias, pero no era necesario un cumplido —confesó Ginny.
—No es un cumplido —repuso Harry en tono muy serio. ¿Por qué cuado decía algo que sentía realmente no se le tomaba en serio?
—Será por las salchichas y el beicon —observó Hermione.
—No estarán envenenados... ¿verdad? —preguntó Ron a sus hermanos, mirando con cautela el trozo de salchicha que tenía pinchado en el tenedor.
—¿Qué pasa? ¿Es que no te fías ni de tu propio hermano? —preguntó Fred, que había hecho el desayuno para todos.
—Precisamente…
—Ron, cómo te pasas —Hermione hablaba entre risas porque sabía de lo que eran capaces los gemelos para gastar una broma.
—Hermione, no me había fijado hoy pero tú también eres muy guapa —Harry no hizo caso a lo que Hermione dijo pero sin duda fuera lo que fuese, decía lo que pasaba por su cabeza sin pararse a pensar. A Ron no le hicieron ni pizca de gracia estas palabras ya que Hermione le devolvía a Harry la mirada un poco ruborizada pero con una ligera sonrisa en los labios.
—Parece que hoy ha surgido de la nada la faceta de Don Juan de Harry —opinó George.
—Nuestro Harry se está haciendo mayor —dijo Fred tomando con la mano un pómulo de la cara de Harry en tono odioso parecido al de "tía" Marge.
—Ginny, ¿qué tal si salimos fuera a… despejarnos un poco… o… a dar un paseo… o lo que venga… porque no quiero ver sangre —y echó una mirada asesina a Fred.
—Vale —aceptó Ginny sin pensar lo que Harry había querido decir.
Subieron a los cuartos, y después de arreglarse y coger las capas, salieron al jardín trasero, donde, a pesar de estar congelados de frío, nadie podía molestarlos con comentarios insidiosos.
—¿A qué viene hoy tu repentina euforia con las chicas si en el desayuno apenas hablabas?
—A que hoy se me ha subido el ánimo.
—Ah, menos mal, pensaba en otra cosa.
—Si quieres, también está a tu disposición —espetó Harry. Se tapó la boca al darse cuenta de lo que acababa de decir. Lo había pensado en broma, pero no era su intención decirlo en voz alta, ni mucho menos.
Ginny no pudo evitar que se le sonrojaran las mejillas.
—Alguien me ha dicho por ahí que tú quieres tocar algo de mí…
—¿Yo? —dijo Ginny en tono inocente.
—Estás hoy para comerte —ijo Harry de repente mirando a Ginny de arriba abajo. Le quedaba tan bien ese toque inocente…
—¡Harry! ¿Qué te pasa? —Ginny se ruborizó bastante ante las palabras del chico. Pero pareció que se le ocurría otra cosa, y respondió:—Y tú para… —una bola de nieve se estampó contra la cabeza de la chica por lo que no pudo terminar la frase.
Ella cogió la nieve helada entre sus manos y se la tiró a Harry para que le cayera dentro de la camiseta y el abrigo y notara el frío que hacía. Harry respondió a este nuevo ataque cogiendo a Ginny en brazos, y se puso a la chica en su hombro. Harry no supo dónde podía dejar a Ginny que le fastidiara, pero sin saber cómo, ella le hizo una llave de kárate y quedó tumbado en la nieve con el pie de la chica en su pecho.
—¿Te crees que voy por la vida sin defensa, Potter?
—No —respondió Harry, perplejo—, pero no con ese tipo de defensa.
—Los muggles saben cosas muy prácticas, como me ha demostrado mi padre. Sin embargo, esto me lo enseñaron Alicia y Angelina y como buena alumna, aprendo rápido.
—Que sexy te ha quedado eso.
—Se te pone cara de imbécil cuando me miras de esa forma.
—¿Qué le hago? Si es que me vuelves loco con cada palabra que escucho y cada gesto que haces.
—Tú también puedes ser muy interesante si te lo propones.
—¿Acaso no lo soy siempre? —Harry cada vez medía menos sus palabras... y sin embargo, Ginny le seguía el juego.
—Sí... pero si te lo digo, te lo crees, y me gustas como eres —. ¿Podía creer lo que acababa de escuchar o todo era una ilusión y seguía en la mesa desayunando? Recibió una palmada en el trasero que lo ayudó a salir de posibles dudas.
—Si te tomas tanta libertad, yo debería tomar la misma contigo —Harry aún no se podía explicar cómo pudo salir tan airoso de esa situación, en la que otro día se hubiera quedado paralizado.
—No, tú me has insinuado que querías que me tomara un poco de libertad y lo he hecho. Te repito que aprendo rápido. Bueno, ni hablar de más libertades que afecten a mi integridad física o moral…—por unos instantes, la chica quedó pensativa y añadió:— Retiro lo dicho, me da igual lo que hagas conmigo —y echó a correr hacia un extremo del jardín.
Harry la perseguía. Era muy dificultoso correr por encima de la nieve, pero ella no tenía nada que hacer contra la velocidad y los reflejos del buscador de Gryffindor. Antes de poder pillarla cuando quedaba encerrada entre la valla del jardín y él, Harry cayó de boca en la nieve.
—Así se te quitará la calentura.
—Con tan solo mirarte se me quita el frío... Estás helada —dijo Harry al rozar la mano de Ginny. Deja que te caliente. —Harry hizo un amago de levantarse ya que seguía sentado sobre la nieve pero Ginny lo detuvo con un gesto de su mano.
—Estoy bien así, la temperatura de mi cuerpo se mantiene. Más te vale que me dejes de mirar por un segundo y te percates de lo que tienes a un palmo de distancia —advirtió Ginny con expresión seria. Harry miró hacia su izquierda preguntándose qué clase de bicho o criatura mágica sería pero su sorpresa fue mayor cuando vio que no había nada, después hacia su derecha…
—¡Aaaaaagg! —una montaña de nieve nublaba sus ideas. Ginny se la había vuelto a jugar, lo había engañado para distraerse mientras ella lo preparaba todo. Las carcajadas de la chica se escuchaban hasta en el dormitorio de Ron, el más lejano al jardín, ya que se encontraba en el ático de la casa.
Harry no supo con qué contraatacar. Tiró a Ginny hacia la nieve y ésta se mostró muy fastidiada, por lo que empezó a arrojarle bolas blancas. Harry continuó a gatas hasta donde ella se encontraba, y se dispuso a tentar el punto débil de la chica, que como muy bien conocía eran las cosquillas. Fue difícil hacérselas, con tantas capas de ropa como llevaba. Sus fríos dedos estaban en contacto con la cálida piel de la cintura de Ginny, cuando ésta le movió el brazo para defenderse y en lugar de caer de boca contra la nieve, cayó sobre ella...
Y en aquel momento, surgió lo más inesperado: Harry comenzó a besar a Ginny. No sabía de dónde había sacado el valor suficiente para hacerlo, pero en esos instantes no le importaba. Lo único en lo que pensaba era que Ginny le estaba respondiendo. Sus labios se estaban fundiendo en el beso más dulce, sincero y apasionado que Harry había dado en su vida. Sus manos seguían aferradas al cuerpo de Ginny, que tampoco estuvo quieta, tocando todo lo que podía, desde el cuello de Harry hasta donde alcanzaba. No tenía nada que ver con aquel beso que le robó Cho. No había comparación. Hacía semanas se preguntaba cuando llegaría a lanzarse y fue entonces, en el instante más inesperado, su momento más deseado...
Unos ruidos provenientes de los matorrales sobresaltaron a la muchacha.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó alarmada, separándose de Harry y oteando los alrededores—. ¿No serán...? ¿No nos estarán espiando mis hermanos? Creo que podría morirme de la verg...
Harry la calló poniéndole suavemente una mano sobre los labios.
—Shssst... No te preocupes... ninguno de ellos va a estropearnos el momento... sólo sigue...
Ninguno de los dos supo cuánto tiempo estuvieron pegados besándose, sentados sobre la nieve... Lo que sí supieron cuando al rato se separaron, era que ya no quedaba nieve alguna. La hierba esta llena de barro y agua. Por otros lugares cercanos del jardín la nieve seguía derritiéndose; pero no sólo en el jardín de los Weasley... en todas las colinas cercanas apenas quedaba nieve. Torrentes de agua bajaban por las laderas de los cerros, desbordando los cauces de los ríos.
—Eh... esto no lo hemos podido sobrecalentar nosotros, me parece... —observó Ginny, alzando una chorreante manga de su túnica y observando con asco cómo el barro resbalaba por ella.
Llamaron a los demás para que vieran aquello tan raro que ocurría. Alucinaban viendo el extraño tiempo que tenían los últimos meses desde que…
—Voldemort subió al poder —susurró Harry. Todos lo miraron estremecidos.
—Harry, estás paranoico —le replicó Fred, temeroso.
—No, es que estoy pensando... Todos estos cambios de temperatura tan bruscos que estamos teniendo, muertes de muggles por congelación... No es su estilo pero, ¿y si Voldemort nos está dando un aperitivo de lo que tiene preparado? —Volvieron a estremecerse. Sus caras no manifestaban ningún tipo de alegría, se mostraban pensativas y afirmando con la mirada las palabras de Harry.
—¿Qué hacéis los dos sucios de barro por todas partes? —preguntó George con un dedo acusador a Harry y Ginny para romper el hielo de la situación.
—Bueno… —Ginny carraspeó, dándole un codazo a Harry. No se le ocurría qué decir.
—Harry tiene marcada en la parte trasera de su pantalón una mano sucia de barro —observó Ron, fijando la vista con mirada aparentemente impasible en el lugar que señalaba.
—Y Ginny la mano sucia —expuso Hermione, mientras se quitaba acalorada su capa —. Pensé que no ibas en serio cuando dijiste que lo tocarías primero.
—¿Crees que iba a dejar escapar la mínima oportunidad? —dijo Ginny. Los chicos no entendían nada—. El tiempo pasa y ya he perdido suficiente.
—Harry... no me digas que has tocado a mi hermana —dijo Ron, en el tono más serio que Harry había escuchado nunca, viniendo de él.
—Si quieres que te diga lo que tú quieres oír, yo complazco a tus oídos... pero ten un poco de picardía. Los dos sucios de barro, la mancha del pantalón, no aparecen de casualidad. Tú mismo. Yo no digo nada… —dijo Harry despreocupadamente mientras limpiaba sus gafas empañadas. No sabía por qué lo había dicho, ni siquiera sabía por qué en ese tono tan borde y seguro de sí mismo...
Tras aquellas palabras, Ron no fue el único que se mosqueó. Los gemelos se miraban entre sí.
—Fred —musitó George
—Qué.
—Se lo tenemos que decir.
—¿Decir qué?
—Lo de… —George lanzaba a su hermano miradas muy significativas, descaradamente significativas. Los demás no entendían nada.
—Aaaaaah, bueno Harry… nosotros... Te vimos tan ausente… y quisimos alegrarte un poco…, y… te pusimos en el desayuno un poco de zumo…
—Un zumo mágico —completó George ante la indecisión de las palabras de su hermano—. Lleva un poco, bueno, mucha cantidad de poción que provoca espontaneidad para que dijeras lo que sintieras o te atormentara con el fin de ayudarte si nos necesitabas…
El gesto de sus caras era incuestionable. Sin duda decían la verdad, aunque a la vez se sentía decepcionado. Todo lo que sucedió con Ginny fue gracias a la poción... si no, nunca se hubiera atrevido ¿o quizá sí? Si el sombrero seleccionador lo había elegido para la casa de los más valientes, sería por algo. Le daba vergüenza alardear de ello incluso para sí mismo. No podía ser valiente solamente para hacer frente a los encuentros con Lord Voldemort, magos tenebrosos o internarse una noche en el Bosque Prohibido. Realmente le parecía más difícil enfrentarse a una declaración a una chica.
—Así que todo ha sido una farsa... —Ginny miró decepcionada a Harry.
—¿El qué? —preguntó Harry, saliendo de su ensimismamiento—. ¿Qué ha sid...?
—Lo que ha pasado hace un rato, en el jardín —interrumpió la chica, mirando con odio a sus hermanos—. Nada de eso hubiera ocurrido si éstos no te hubieran dado esa maldita poción —y dando una patada al suelo, inició una carrera hacia lo alto de la colina, furiosa.
—¡No! Ginny, ¡no ha sido ninguna...! —vio que sus palabras eran inútiles. Miró a Hermione, Ron y los gemelos, como pidiendo ayuda. Fred señaló con la cabeza hacia la colina.
—No es cierto. La poción sólo saca lo que hay dentro de ti, no se inventa nada. Me cuesta decir esto, pero... —Fred miró hacia el suelo—. ¿A qué estás esperando para seguirla?
—Ginny... —la llamó Harry, jadeando. Se había detenido a la sombra de un frondoso árbol, cuando ya ni siquiera se veía La Madriguera.
—¡VETE!
—No, Ginny... —se paró enfrente de ella, impidiendo la carrera que la chica iba a reanudar.
—¡Ha sido todo una mentira! Creía... creía que tú... que yo... Y todo lo que has hecho ha sido una farsa, todo guiándote por tus instintos... —Ginny se desplomó en el suelo, encogiéndose y enterrando la cara entre sus rodillas y las mangas chorreantes de barro—. Nada ha sido real. Joder, y ahora ya sí que es verdad que no puedo ocultar lo que siento por ti.
Harry se sintió por unos segundos culpable. Pero... ¿culpable de qué? ¿De dejarse llevar? ¿Acaso no había hecho todo aquello por voluntad propia? Recordó cuando Ginny le había devuelto el beso... y recordó que lo que había sentido en aquellos momentos no era simple deseo, sino ganas de seguir a su lado, para siempre... aquello que llamaban amor, y, aunque le asustara y costara admitirlo, él sentía desde hacía tiempo.
—Te equivocas —dijo Harry sentándose a su lado y obligándola a levantar la cara y su mirada—. Todo lo que hice fue porque quería. No me hubiera atrevido a hacerlo sin esa poción... pero era lo que deseaba hacer desde hacía tiempo. Te quiero.
—Mientes.
—No... ¡va en serio! ¿Por qué no quieres creerlo?
—Quizás sea porque, en estos cuatro años que me conoces, nunca me habías prestado ni la más mínima atención —respondió ella, mirándole con ojos llorosos.
—Y en este último año que te conozco de verdad, has estado causándome quebraderos de cabeza cada vez que te veía.
—Vuelves a mentir.
—Yo no creo que esté mintiendo —dijo una voz a sus espaldas. Fred y George se acercaban a ellos con paso firme.
—¿Qué hacéis vosotros dos aquí? —preguntó Ginny, con un tono que cualquiera pensaría que quería matarlos.
—Ayudaros. Toma, Harry. El antídoto de la poción —George le ofreció una botellita que contenía un líquido de color blanco—. Sabemos lo cabezota que puede llegar a ser nuestra hermana, y la poca consideración que se tiene.
—Tómatelo... Así... los efectos se anularán. Tendrás que valerte por ti mismo ahora... —le advirtió Fred—. Bueno, nosotros... nosotros nos vamos.
—¿Cómo sé que no mentís? ¿Cómo sé que eso no es leche? —preguntó Ginny.
—Oye, nosotros te gastamos bromas... pero no hacemos putadas. Sólo queremos lo mejor para ti. Y si tú has elegido a ésta cosa —señaló a Harry con la mirada— como lo mejor para ti... pues... queremos que quede en vuestras manos.
Y tal como vinieron, se marcharon hacia su casa.
—¡Gracias por lo de "cosa"! —les gritó Harry. Observó la botellita. La abrió y se la bebió de un trago, sabiendo con total certeza que su opinión sobre Ginny no cambiaría... aunque sí le sería más difícil demostrarle lo que sentía por ella.
—¿Que? ¿Ya estás empezando a arrepentirte de haberme besado? —preguntó Ginny, mirando hacia el suelo.
—No —Harry pensó unos segundos lo que iba a decir. Quería decirlo, pero no se atrevía. Y recordó a qué casa pertenecía, y los impulsos que todo el curso le habían estado dando con ella, con Cho y con Hermione... ¿por qué ahora no le daba uno de ésos? Respiró profundo—. Ahora estoy deseando volver a hacerlo.
Ginny lo miró de golpe. Estaba intentado acercarse a ella, intentado besarla... pero no se decidía.
Cuando Ginny parecía estar cansada de esperar, Harry decidió lanzarse hacia ella (susurrando algo parecido a «No quieres que me lance yo, pues ya verás...»), dándole un largo beso, y haciendo que cayeran rodando colina abajo. Pero no les importaba. En aquellos momentos sólo importaban ellos dos y lo que les unía...
A bastantes metros de distancia, dos personas los observaban besarse y rodar por la hierva.
—George...
—¿Sí, Fred?
—Me parece que deberíamos haber dejado la poción y el antídoto en el cajón...
Y los dos empezaron a reír.
Aquella misma, noche, Harry y Ginny estaban haciendo gala de su recién empezado romance en un sofá del pequeño salón, cuando algo los sobresaltó...
—¡No es normal, mamá! ¡Tenían que haberlo echado ya de la Orden! ¡Es un asqueroso mortífago, todo el mundo lo sabe! No importa que haya sido el director de ese horrible instituto... Además, huyó cuando supo que Quien–Nosotros–Sabemos regresó al poder... ¡está claro que teme que lo mate!
—¡Percy, Dumbledore ha hecho lo más conveniente! Estoy segura de ello. Deja ya el tema, me tienes frita, desde que regresamos todo el rato hablas de lo mismo... Y baja la voz, si los niños te oyeran...
Ginny y Harry se separaron justo a tiempo. Los señores Weasley, Bill y Percy, entraban por la puerta de la vivienda.
—¡Ya estamos en caaasaaaaa!
El resto de las vacaciones en casa de los Weasley fueron las mejores que Harry hubiera tenido nunca. Ya sí se sentía realmente querido, aunque no tuviera allí a sus padres, y tenía motivos para basarse en ello... Harry y Ginny pasaron el resto del tiempo escondiéndose de los señores Weasley y Percy para que no se enteraran de sus escarceos amorosos. Los únicos que lo sabían eran Ron, Hermione, los gemelos, y Bill. Éste último los pilló dándose el lote en el dormitorio de Ginny cuando fue a avisarles para ir a cenar. Le divertía el juego de las escondidas, y les contó que Dumbledore en persona le pilló en la sala de los trofeos de Hogwarts con una chica en la misma situación.
Como lo bueno es efímero, las vacaciones pasaron rapidísimo. Cogieron el Expreso de Hogwarts, como era habitual en septiembre en el Andén Nueve y Tres Cuartos. Los chicos de todo el colegio llevaban algo nuevo en sus baúles, bien una escoba, mascota, regalos de sus familias… y Harry no se sentía diferente a ellos ya que había pasado unas navidades estupendas con su familia, aunque no les unieran lazos de sangre, y tenía nuevos regalos… Lo único que añoraba era tener a su padrino y como no, a sus padres, pero decidió intentar recordarlos lo menos posible ya que le hacía daño recordar aquel encuentro con los fantasmas o espíritus de ellos. Le hacía "feliz" saber que, donde fuera que estuvieran, le querían y le podían ayudar en los momentos difíciles.
Era raro... ya estaba sentado en el tren. Era alucinante la forma de funcionamiento del subconsciente humano. Sin poner atención a sus actos, llegaba a dónde quería. Harry y Ginny contaron lo que habían escuchado a los demás Weasley y a Hermione. Ya no les cabía ninguna duda: sus padres estaban metidos en algún embrollo con Dumbledore... el mismo en el que estaban Alyssa y Arabella.
Harry se acordó de la conversación que había escuchado entre ella y Snape, y decidió contársela a sus amigos. Sin embargo, todos (salvo Ron, y en parte, Hermione) coincidían en que tuvo que haber oído algo mal. Los Weasley conocían muy bien a Arabella, y afirmaban que era imposible que se hubiera hecho una mortífaga. Según ellos, su odio hacia Lord Voldemort era enorme. A Harry aquello no le cuadraba... sin embargo, tampoco podía jurar que hubiera oído todo bien. En aquellos instantes estaba más preocupado por lo que acababa de hacer con Hermione que por otra cosa...
El viaje de regreso a la escuela se volvió más entretenido cuando Hermione y Ron salieron para hablar con Seamus y Dean de quidditch y dejaron a Harry y Ginny solos en el compartimiento.
En la cena, pudieron percibir algunos cambios en la Mesa Alta. Alyssa y Snape se sentaban juntos. Normalmente utilizaban extremos opuestos de la mesa. La profesora Trelawney bajó a cenar desde su torre. Estos cambios se convirtieron en una costumbre durante el resto del curso.
Dejaron atrás los comentarios sobre la antipatía entre Snape y el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, y no porque ese año fuera una mujer atractiva. No la miraba más allá de sus palabras, según decían las chicas que se supone que se dan cuenta de esas cosas. Continuamente interrumpían clases para pasar montones de pergaminos o cajas misteriosas y hablaban mucho. Snape era una persona de pocas palabras para las largas conversaciones que mantenía con Auranimus.
Se rumoreaba que Dumbledore había tenido una reunión con los profesores durante las navidades como motivo de tanto cambio. Además, cada día pasaban por el colegio importantes magos, a veces incluso de Ministerio de Magia, para hablar con el director. Harry y sus amigos sabían casi con total certeza que esos rumores eran mucho más de lo que aparentaban.
Ya se habían reanudado las clases, y con ellas, la temporada de quidditch.
Harry y el resto del equipo estaban desayunando bien para jugar el primer partido de la temporada, contra Slytherin, cuando las lechuzas llegaron trayendo el correo.
Hermione recibió su habitual ejemplar de El profeta, y, al igual que medio Comedor, soltó una expresión de sorpresa.
—¿Qué es? ¿Qué pasa? —preguntó Harry, echando un vistazo por encima del hombro de la chica. El titular que vio lo dejó alucinado... y la foto que lo acompañaba aún más.
LUDOVIC BAGMAN APARECE MUERTO EN SU CASA
El famoso jugador de quidditch, Ludovic Bagman, ex–golpeador del equipo Las avispas de Wimbourne (que, por cierto, van los últimos de la Liga Británica... ánimo a sus seguidores), amaneció esta madrugada muerto en el interior de su dormitorio, en su habitual residencia. Las circunstancias de la muerte parecen indicar claramente a un suicidio. Estaba vestido con su antigua túnica de quidditch del mencionado equipo, y rodeado por los trofeos de quidditch que ganó durante su brillante carrera. Sin embargo, quiso acabar con su vida de la manera más horrible posible. No sigan leyendo si no quieren sufrir arcadas:
Según fuentes del Ministerio, Bagman fue encontrado muerto, con una bludger atada al cuello por una cadena que lo hacía rebotar por todas las paredes, y cortándose el inerte cuerpo al chocar con los muebles y demás salientes de la habitación. Según expertos forenses, Bagman perdió la vida al romperse el cuello con el primer bandazo de la bludger que se acababa de enganchar, aunque de no haber sido así, habría muerto desangrado.
Los motivos de su suicidio los explica él mismo en una nota que llevaba en el bolsillo de la túnica. He aquí un extracto de ella:
«Mi única ilusión para seguir con vida era mi antiguo equipo, las Avispas de Wimbourne, y ahora está casi tan muerto como yo cuando lean esto. Estoy arruinado por las apuestas, arruinado por los gnomos, [...] y acusado falsamente de torturar aves fénix. Fui un ludópata consumado, y quizás culpable de la desaparición de mi querida Bertha [...], pero no soy un asesino. Disfrutaron criticándome y hundiéndome en vida. Disfruten ahora con mi muerte. Un saludo desde el Infierno»
Como ven, el crítico estado psíquico del ex–jugador de quidditch propició su muerte.
Los rumores sobre su tortura de aves fénix han sido desmentidos esta misma mañana por varios aurors que encontraron esta noche dos fénix heridos en una reserva de Escocia, que llevaban unas pocas horas sangrando. Los sucesos han ocurrido siete horas después de la muerte de Ludo, así que queda descartado como presunto autor. Esperemos que donde esté le guste saberlo, aunque sea tarde. Las investigaciones prosiguen y les tendremos informados.
Robert Parker. Diario El Profeta.
Harry miró asombrado la foto. En ella se veía una habitación ensangrentada y una bludger dando botes, que intentaba atrapar un mago del Ministerio. El cuerpo de Bagman aparecía a la izquierda, oculto tras una sábana.
El partido contra Slytherin no podía esperar. Comenzó esa misma mañana, pillando a todos sobrecogidos por la noticia. Tanto los jugadores de un equipo como los del otro llevaban brazaletes negros en sus túnicas, en señal de respeto por el antiguo jugador de quidditch.
Los capitanes de ambos equipos aguardaban a que Hooch diera la señal para comenzar el partido. Mientras, en las alturas, Malfoy aprovechaba para burlarse de los Weasley:
—Vaya, Weasleys... Escobas nuevas, nada menos que Nimbus 2001... ¿Qué es lo que han tenido que vender vuestros padres? ¿La casa? No, nadie compraría eso, antes se caería a pedazos... —los de Slytherin prorrumpieron en carcajadas.
Todos los del equipo de Gryffindor rechinaban los dientes intentando vencer sus instintos, que pedían a gritos una buena tunda para Malfoy.
—Oh, no... espera... Si no ha sido la casa... habrá sido... ¿han vendido a vuestra madre, Weasleys? No, nadie querría hacer nada con ella...
Siete bultos rojos se abalanzaron sobre Malfoy (que no tuvo tiempo ni reflejos suficientes para apartarse) haciéndolo caer de su escoba. Habría chocado contra el suelo si Flint no lo hubiera recogido a tiempo.
La señora Hooch llegó volando, alarmada («¿Qué os creéis que es esto? ¡Intolerable! ¡Primer saque para Slytherin!»)
A los cinco minutos de partido, Slytherin ya ganaba por veinte a cero. Si Leo Fowler no espabilaba rápido, Fred estaba dispuesto a darle con la bludger en la cabeza.
Un buen pase de Ginny hizo que Alicia Spinnet marcara el primer gol a favor de Gryffindor.
Malfoy parecía estar enterado de lo de Harry y Ginny, ya que no paraba de vocearlo a cada momento con el único fin de desconcentrarlos del juego («Potter, tu chica está en apuros, ¿no vas a salvarla?»). Llegados a un punto del partido, sus comentarios empezaron a pasarse de la raya:
―Weasley... Sí, tú, la chica, ¿qué le has hecho a Potter para que estés en el equipo? Empezaste a hacerle favores antes de empezar a salir con él, ¿verdad?
En cuanto terminó de pronunciar aquella frase, las dos bludger (y los bates de sus golpeadores) lanzadas por los gemelos fueron a parar al cuerpo de Malfoy. El rubio cayó desde unos cinco metros de altura.
―¡FALTA a favor de Slytherin ―chilló la señora Hooch―, dos penaltis!
La señora Pomfrey llegó en un santiamén para curar a Malfoy. Por suerte o desgracia, solo le provocaron contusiones que curó del todo y bien a pesar de las quejas exageradas del buscador de Slytherin.
Al reanudarse de nuevo el partido se lanzaron los dos penaltis, que Fowler paró sin esfuerzo alguno.
El cielo empezó a nublarse de repente, y una llovizna comenzó a caer sobre sus cabezas. Resultaría muy difícil ver la snitch en esas condiciones… Harry se acercó un momento a la grada de Gryffindor para que Hermione le hechizara las gafas y así poder ver sin los anteojos empañados (él nunca se acordaba del hechizo). Ni por esas, no había rastro de la dorada snitch.
Si mal había empezado la mañana, mal iba a terminar... o eso pensaron todos los del equipo cuando comenzó a granizar. Esto se afirmó cuando Derrick, el gigantesco golpeador de Slytherin le lanzó a Leo Fowler su bate de golpeador, dejándolo inconsciente. De nada servía que la señora Hooch pitara falta y penalti a favor de Gryffindor, ni que Lee Jordan se deshiciera en gritos («¡Derrick, eres un sucio tramposo!»). El hecho era que la señora Pomfrey no podía curarlo tal como hizo con Malfoy porque seguía inconsciente, al parecer tenía lesiones internas. Quisieron anular el partido pero las reglas no lo permitían. No tenían un guardián suplente, y no estaban dispuestos a que volviera a sucederles lo mismo que cuatro años atrás pasó con Harry... no iban a perder ese partido por falta de un jugador. Pero, ¿cómo evitarlo?
—Habéis perdido. Sin vuestro guardián, remontaremos fácilmente los 130 puntos que nos sacáis de ventaja... —dijo Flint a George, con tal tono de triunfo en la voz que a Harry le entraron ganas de lanzarse en picado contra él.
—No si yo cojo antes la snitch.
—Se te olvida una cosa... No podéis jugar con seis personas. Está prohibido.
—¡Entonces voy a arreglar eso ahora mismo! —rugió George, lanzándose en picado contar el capitán de Slytherin.
Su hermano lo detuvo.
—Espera, George... sé de alguien que puede servirnos.
—¿Estáis locos? ¡Yo no puedo hacer de guardián! ¡No he entrenado con vosotros nunca!
—¡Ron! ¡Vas a saltar al campo y lo vas a hacer ahora! —vociferó Fred—. ¡Eres un Weasley, maldita sea, algo tendrás que hacer bien!
Un brillo peligroso se encendió en los ojos de Ron.
—Dame el uniforme y una escoba. Voy a demostrarte que soy mejor que tú.
—Date prisa, ¡la señora Hooch os ha dejado diez minutos! —advirtió Hermione, mientras Ron se iba hacia los vestuarios.
—Nunca falla. En cuanto le dices que no sirve para algo, te lo hace enseguida... Buena idea, hermano —comentó George, dándole una palmada en el hombro a su gemelo.
Alicia Spinnet los miraba reprobadoramente.
—Pero mira que sois malos...
El partido se reanudó, con Ron en los aros de gol. Harry confiaba en su amigo, pero dudaba seriamente que fuera a aguantar mucho rato... a él le había costado adaptarse a las sesiones de entrenamiento, ¿cómo iba Ron de buenas a primeras jugar un partido?
Pero tanto él como los Slytherins y todos los espectadores del estadio se equivocaban. Ron estaba parando muchas más quaffles de las que Leo solía interceptar. Y en todo el rato no había cometido ninguna falta, lo que era extraño en él...
Quedaba por solucionar el problema de la snitch. Los alumnos resultaban cansados de partido, calados por la lluvia y helados por el frío del ambiente. Los de Huffepuff y Ravenclaw empezaron a abuchear a los dos buscadores.
Resultaba muy extraño no haberla localizado en la hora y media que llevaban de partido. Al parecer, Malfoy tampoco la había visto en todo el rato. Los dos buscadores fueron a hablar con sus respectivos capitanes. Volvieron a parar el partido otros cinco minutos más para pedirle a la señora Hooch que revisara la caja de las pelotas, por si no hubiera soltado la snitch. Ella respondió que sí la había sacado. La única solución que se pudo dar es que alguien de las gradas podría haberla cogido. La señora Hooch iba ya a lanzar el hechizo con el que se podía atraer a la snitch, pero el ladrón improvisado se percató de la situación y soltó la pequeña bola antes.
Al reanudarse el partido, la señora Hooch volvió a soltar la snitch. Harry procuró no perderla de vista desde que salió de la mano de la árbitra. Comenzó una persecución sin pausa detrás de la pelota dorada. Malfoy lo siguió pero su escoba no iba tan deprisa como la Saeta de Fuego de Harry... y aunque así hubiera sido, no sería capaz de seguir los rápidos movimientos de la pelota alada. Pudo hacerle a Malfoy su jugada favorita de quidditch, el amago de Wronski, y disfrutó mucho al ver cómo el chico de Slytherin se estampó sin ayuda de nadie contra el césped del campo. Todos los alumnos de las gradas aplaudieron la jugada entusiasmados, salvo los de Slytherin, que abuchearon a Harry a más no poder.
Harry se acercó a Malfoy, triunfante, para susurrarle una que le tenía guardada...
—Eso para que no vuelvas a insultar a Ginny, ¿me oyes? —Harry no pudo evitar esbozar una sonrisa socarrona—. La próxima vez métete con alguien contra quien puedas medir tus fuerzas después... Con un gusarajo, por ejemplo.
Malfoy hizo amago de levantarse y endiñarle un escobazo a Harry en la cabeza, pero prefirió limpiarse la nariz chorreante de sangre. No podía hacer nada contra él. Ni siquiera podía deleitarse viendo cómo algún jugador de su equipo lanzaba un penalti, ya que el Amago de Wronski era una jugada perfectamente legal...
El partido acabó cuando Harry cogió la snitch, después de esquivar dos bludgers lanzadas a la vez, con la ayuda de Fred y George Weasley. Y, al contrario de lo que vaticinaban algunos, ganó Gryffindor, provocando que una oleada de alumnos de la casa roja bajaran al césped a dar la enhorabuena a Ron.
Leo ya estaba consciente y con mejor cara cuando fueron a visitarlo la enfermería, puesto que hablaba y reía junto a sus amigos. El muchacho presentó su dimisión en cuanto vio a los gemelos, alegando que Ron lo había hecho mucho mejor que él, según le había dicho la gente, y que era un deporte demasiado peligroso para él. No hubo manera de convencerle de que se quedara en el equipo... Ron, aunque intentaba mostrarse enfadado, no cabía en sí de gozo.
Leo prometió pasarse por los entrenamientos para saludarlos y jugar un rato con sus antiguos compañeros de equipo. Éste no pasaría la noche solo en la enfermería ya que Malfoy debido a la colisión contra el suelo se rompió un brazo y debía de pasar la noche allí.
Como era muy raro que en un partido de quidditch de la escuela hubiera dos lesionados, el director en persona fue a verlos. Saludó al resto de los componentes del equipo, que hacían compañía a Leo. Un momento se dirigió a Harry al que separó del resto del equipo para comentarle el partido.
―¿Sabes? Justo antes de que atraparas la snitch, pensé que tenía a James Potter jugando en el campo de quidditch. Hace unos cuantos años, en un inolvidable partido para la casa Gryffindor, tu padre cogió la snitch de la misma manera que tú lo has hecho esta mañana. Diría que es casi imposible que te parecieras más aún a él ―le dijo el director a modo de confidencia.
Harry no supo qué contestar, pero se sintió orgulloso de aquella comparación. Devolvió la mirada con una sonrisa a Dumbledore. Él simplemente le hizo un guiño con sus brillantes ojos azules y volvió hacia los enfermos.
Malfoy no se sentía muy a gusto con la visita, no hablaba ni reía junto a sus compañeros.
Subió a su habitación. Se encontraba cansada después de la fiesta que habían montado por ganar el partido y por la llegada de un cuarto Weasley al equipo. Estaba ya entrada la noche, y aún así, sus compañeras de cuarto no tenían intención de subir. Una voz la llamó a sus espaldas:
—¡Hermione! ¿Vas a subir ya? ¿Tan pronto? —era Parvati Patil, que la llamaba al comienzo de las escaleras de caracol.
—Sí... —voceó ella, mirando hacia el lugar del que provenía la voz de la chica—. Estoy cansada. Luego nos vemos... ¡y no bebas mucha cerveza de mantequilla, que después no hay quien os aguante!
—De acuerdo, mamá...
Hermione siguió subiendo las escaleras de piedra, recordando el excelente partido que habían jugado Harry... y Ron, por supuesto. Abrió la puerta del cuarto, y al ver lo que había, sacó la varita...
—¿Qué hac...?
Pero ya era tarde. La figura de aquel chico había desaparecido... ¿Qué hacía un chico en su cuarto? ¿Quién era? Y sobre todo, ¿cómo había escapado de allí?
Si al menos hubiera podido verle la cara, podría decírselo a Dumbledore y conseguir que le echaran un buen rapapolvo por allanar cuartos ajenos, y encima de chicas... pero hacía algo de espaldas, al lado de su cama... ¿serían imaginaciones suyas? Quizá había bebido demasiada cerveza de mantequilla aquella noche...
Se acercó a su cama, dispuesta a dejar que por fin, el sueño se apoderase de ella... Pero algo se lo impidió.
Cerca de su cama, en el suelo, donde aquel muchacho había desaparecido, reposaba una nota, y al lado de ésta, su pluma de tomar apuntes y un tintero vacío.
Recogió del suelo su pluma, pero no pudo hacer lo mismo con el tintero... su mano lo atravesaba.
—¿Qué demonios...?
Observó el trozo de pergamino. Era extraño... no había nada escrito. O al menos, no se podía ver. Lo cogió, y al rozar con los dedos el suelo le dio en ellos una asquerosa sensación de pringue frío, justo al lado de donde reposaba el tintero.
¿Qué era aquello... tinta invisible? La tinta invisible no se podía atravesar...
Una especie de ráfaga de viento y un ruido sonaron a sus espaldas. Algo se había caído al suelo. Después de dudar unos segundos, atravesó la cama de un salto para averiguar qué había sido...
Era tan sólo su estuche. Ella nunca dejaba las cosas en medio, y sin embargo, su estuche se había caído... y debía estar abierto, porque su revelador había salido del interior, y estaba en el suelo. Lavender habría vuelto a utilizarlo y se lo habría dejado en medio, como siempre hacía con todo.
Volvió a su anterior sitio con el estuche y el revelador en la mano. Se disponía a guardarlos en el cajón de la mesita de noche cuando...
—¡Ah!
Algo frío la había atravesado. Algo muy frío. Fue una sensación... como la que tuvo aquella vez que atravesó si querer a Nick Casi Decapitado, el fantasma de la Torre Gryffindor.
—¿Peeves? Peeves, ¡sal de mi habitación enseguida! —Hermione paró un momento, y recapacitó—. No, Peeves no es tan inteligente como para hallar la manera de entrar aquí... ¿Harry? —nadie contestó. «No, Harry no utilizaría su capa invisible para gastarme una broma tan pesada» pensó la chica.
Y empezó a asustarse. Agarró la varita y salió corriendo del cuarto. Iba a cruzar ya la puerta cuando aquella masa fría volvió a atravesarla.
Se giró sobresaltada.
—¡¿QUIÉN DEMONIOS ERES, MALDITO BROMISTA?
No obtuvo respuesta... pero el trozo de pergamino y el revelador cayeron al suelo y rodaron lo suficiente como para que Hermione los viera.
—¿Así que quieres jugar, eh? Muy bien. Juguemos. Pero te advierto que como te pille vas a saber tú cómo es Hermione Granger cuando se enfada.
Se acercó a donde estaban la nota y el revelador, los recogió y se sentó en la cama.
—¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? Ah, claro... rev... —se volvió a quedar paralizada. La masa volvió a atravesarla, pero esta vez se quedó a medio camino: subió hacia arriba, y en medio de un haz de lucecitas blancas y celestes, desapareció.
Hermione respiró profundo, y frotó la nota con el revelador. Una tinta plateada empezó a mostrarse sobre el papel. Decía así:
¿Por fin has adivinado cómo leer esto? Debéis ser más rápidos y astutos, cada vez se dan cuenta antes de lo que hago.
Harry posee los escritos de sus más ansiados deseos. Tú, la clave. No puedo daros más pistas... el Inframundo no es un lugar que quiera visitar, y de seguro Ellos me obligarán a hacerlo si se enteran de que sigo incumpliendo las Normas Blancas.
No permitáis que hieran a Cho, por favor.
Cedr
La tinta estaba corrida en ese lugar. El muchacho habría dejado de escribir cuando Hermione llegó... y era... ¿Qué nombre empezaba por Cedr? Le sonaba...
¡Cedric! ¿Cedric? ¿Cedric Diggory? ¿El guapo Hufflepuff que compitió contra Harry en el Torneo de los Tres Magos?
Pero Harry había dicho que Colagusano lo mató, Cedric estaba muerto. No era posible, a menos que fuera...
