Aviso: lo sabe tol mundo, pero vamos a repetirlo: los personajes son de la magnífica y, to hay q decirlo, perezosa Joanne Kathleen Rowling, que ahora los que nos tiene desesperaos son los traductores de Salamandra... En fin. Todos, menos unos que ya saldrán, entre ellos, Alyssa Auranimus.

16

La Orden del Fénix

(Primera parte)

"Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada / reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino / buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada / del jugador gobierna su Destino,
no saben que un rigor adamantino / sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero /(la sentencia es de Omar) de otro tablero

de negras noches y blancos días. / Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza / de polvo y tiempo y sueño y agonías?"

Jorge Luis Borges

Harry lo miró, perplejo. ¿Se refería... a él? El guiño que le lanzó Dumbledore a través de sus gafas de media luna le hacía sospechar enormemente que sí.

—Creo que puede apañarse en esto sin mí. Estaré en mi despacho si me necesita.

Alyssa Auranimus se despidió del profesor Dumbledore con una leve inclinación de cabeza, haciendo caso omiso a las palabras del director («No, señorita Auranimus... de hecho, sí que la necesitaría ahora... Señorita... ¡Alyssa!... Demonio de joven...»). Al pasar al lado de Harry le dio una palmadita en el trasero (Harry se quedó un poco sorprendido, a la vez que alegrado) y le susurró al oído:

—Te toca el turno, chaval. Haz gala de tu apellido.

Y se fue, tan pancha, ignorando al profesor Dumbledore que en tono de guasa la amenazaba con recortarle el sueldo.

Harry miró al profesor bastante avergonzado.

—Bueno, no te quedes ahí, muchacho... tendré que hacer esto solo, ya que nuestra querida Auranimus no ha querido quedarse, la muy canalla. Siéntate, Harry —añadió, señalando la silla que había frente a la mesa y haciendo él lo mismo.

—Profesor Dumbledore, yo... lo siento, no quería interrumpir, encontré esto y...

—Shh —lo calló el director, sin dejar que terminara la frase—. ¿Sabes? Me ha venido bien que entraras así, de imprevisto. Lo hará todo más fácil.

Harry iba a preguntar a qué se refería con eso de todo, pero Dumbledore comenzó a hablar antes de que a él le diera tiempo a abrir la boca.

—Verás, Harry... Tengo que hablarte de un tema muy importante, e intuyo que debo hacerlo ya. —Dumbledore miró hacia la mesa, donde jugueteaba con sus manos entrelazando los dedos con gesto nervioso—. Aún no hemos recibido noticias de tu padrino, Harry. Por esa sencilla razón creo que tienes todo el derecho a saber la verdad que nos rodea y es más difícil de ocultar día a día.

―¿De qué verdad me habla? ¿Debería saber algo de mi padrino?

―De eso se trata Harry, de lo que hacía el pobre Sirius.

—¿Hacía? —dijo Harry débilmente.

—Sí... hacía, Potter, ya es hora de ir aceptándolo —respondió el profesor con aire afligido—. Déjame hablar a mí primero. Después las preguntas. Por favor, no seas impaciente, es una larga historia. Todo empieza la noche de la tercera prueba del Torneo de los tres Magos, en la cual ya sabes lo que pasó. Un grupo de magos conmigo a la cabeza quiere aliviar a la Comunidad Mágica de lo que se le va a venir encima y deciden prevenir antes que curar. Cada uno forma parte de un eslabón de la Orden. Si uno nos falla, se echa todo a perder. Todo miembro tiene su misión, unida a una serie de tareas. Es una organización clandestina, ya que el Ministerio no nos apoya. Sólo están enterados los miembros de ella. Pues bien, Sirius Black era uno de esos miembros, y su última misión fue buscar y perseguir a Voldemort como un espía. No es el único encargado de esa tarea, pero al parecer Voldemort lo descubrió y a partir de entonces no ha habido más noticias de él. Intuimos que pueda estar muerto porque el mismo Sirius me juró que moriría antes de decir nada que pudiera revelar nuestro secreto... Además, aunque quisiera difícilmente podría haber revelado nada: toda la información sobre nosotros que albergaba su mente estaba extremadamente protegida por encantamientos de todo tipo... Tu sueño creo que pudiera ser cierto, todos los hechos apuntan tristemente a ello…

Harry escuchó sin protestar. Le daba igual todo el asunto de los magos, el caso era que no tenían ninguna prueba que confirmara la muerte de su padrino. Ya había escapado una vez de la prisión mágica más segura. Podría escapar también de Voldemort. Confiaba en que lo haría...

—Ha dicho que si un miembro falla, la organización se va al traste... Entonces Sirius no ha fallado, si no, Voldemort os habría pillado...

Dumbledore hizo un gesto con las manos, como diciéndole que se calmara.

—No, Harry... has escuchado mal. Yo he dicho si uno de ellos nos falla. Quiérase decir, si nos traiciona y revela datos secretos a Voldemort... Podemos perder soldados, no aliados. No quiero decir con esto que Black fuera un simple "soldado", sabes perfectamente que significaba mucho más que eso para nosotros —añadió al ver el gesto ofendido de Harry—. Era una especie de... simbolismo.

Ambos permanecieron unos segundos en silencio. Fue Harry el que lo rompió, después de enjugarse una lágrima de rabia e impotencia que no quería que el director advirtiera:

―¿Eso era todo?

―No ―respondió el profesor, ladeando la cabeza―. Alyssa y yo lo hemos estado pensando, y hemos tomado la decisión de ofrecerte...

—¿Sí? —preguntó Harry, curioso por saber de qué se trataba. Aunque en realidad ya todo le daba igual. Toda esperanza estaba perdida.

Dumbledore respiró profundo. Después sonrió.

—...que entres a formar parte de la Orden. Quiero pedirte que estés presente en la próxima reunión que será dentro de dos semanas aquí en el castillo, para que les cuentes a los demás miembros de la Orden cómo fue tu sueño y si nos puedes ayudar con ellos. No es la primera vez que te pasa, podría volver a suceder, y cuanto más informado estés, mejor para todos. Tú también debes velar por tu seguridad. Sabes perfectamente que eres uno de los blancos favoritos de lord Voldemort. Es hora de que aquel niño travieso deje paso a un joven astuto y razonable.

Esa sugerencia le parecía a Harry imposible. Quebrantar las normas formaba parte de su carácter.

—Pero profesor... Yo... no sé de qué va eso, y... ¿quiénes hay en esa institución? —preguntó Harry, nervioso—. Tengo sólo quince años, no podré estar a la altura de tantos mag...

—Harry, en esto la edad no importa. Importa la preparación de cada uno. Importa únicamente de qué lado estés.

—Del vuestro, por supuesto —se apresuró a decir Harry—. No existe persona en el mundo que odie a Voldemort más que yo, me apostaría la vida...

—Harry, para el carro, chico... Ya sé que lo odias... pero ahora no se trata de eso, muchacho. No se trata de odiarlo, se trata de comprenderlo para poder vencerle. Es una tarea difícil, porque todos queremos verlo muerto... pero a cada tiempo su acción. Para vencer a un enemigo no has de pensar en cómo ganarle, si no en cómo quiere ganarte él. Se trata de un juego de estrategia... y tú tienes parte de la clave para ganarlo.

—¿Yo?

—Harry, tu frente no sirvió únicamente de escudo, y perdóname la falta de delicadeza. Derrotaste por un tiempo a Voldemort... y como sabes, él te pasó poderes. Pero no sólo eso: este mismo curso has podido comprobarlo, has tenido sueños con él, puedes comunicarte con él, aunque sea involuntariamente. A ti puede parecerte una tontería, o una casualidad, o un quebradero de cabeza... pero te aseguro que a nosotros nos serías de gran ayuda. Por eso te pido que entres a formar parte de nuestra organización. Puede parecerte peligroso, pero —el profesor lo incitó con una mirada brillante y picarona—... sería tu oportunidad de demostrarle al mundo que eres algo más que un nombre.

Harry le devolvió una mirada desafiante. Le había tocado la fibra. En realidad desde el principio estaba bastante convencido de aceptar esa invitación, pero aquello fue lo que terminó por decidirlo. Tendría las dos cosas que más ansiaba obtener... venganza y reconocimiento; no reconocimiento por lo que hubiera hecho cuando ni siquiera se acordaba, si no reconocimiento por sus méritos...

Hinchó su pecho, lleno de orgullo; se levantó de la silla, tendió una mano a Dumbledore y dijo:

—Cuente conmigo.

Dumbledore sonrió estrechándole la mano con la suya, delgada y con venas verdosas que se transparentaban a través de la piel, pero extremadamente fuerte.

—No esperaba menos de ti. Para ser sincero, pensé que te decidirías antes, pero bueno... lo importante es que al fin lo has hecho. Te informaré cuando vayamos a reunirnos.

—Bien... pues si eso es todo... —Harry lo saludó con la mano. Fue entonces cuando, al zarandear la lechuza, se acordó de por qué había acudido al despacho.

—Ah... ¿qué tienes ahí? Vaya, ¡pobre lechuza! Está herida, ¿dónde te la has encontrado? —preguntó el anciano mago, casi arrebatándosela de las manos y atrayéndola hacia él con sumo cuidado, como si temiera descuartizarla.

—Eh... con todo esto de la Orden se me había olvidado... Es por lo que vine, señor. Quería ir a hablar con la profesora Auranimus, pero en el pasillo una armadura me pidió ayuda... sí, suena tonto, ya lo sé... el caso es que tenía al pobre bicho dentro. Lleva una carta —añadió, sacándose los trozos de papel de bolsillo de la túnica—. Em... es para usted.

Dumbledore, que hasta el momento había estado más pendiente de curar a la lechuza (que ya ululaba de gusto con las caricias que el hombre le hacía en las alas) que en escuchar a Harry, le prestó ahora toda la atención.

—¿Para mí, dices? —y desenvolvió apresuradamente los papeles que le tendía Harry, mirándolo con recelo.

—No crea... yo no he sido, profesor.

Dumbledore le hacía un gesto con la mano, indicándole que se callara, mientras iniciaba absorto la lectura de la carta. No podía ocultar su sorpresa. Al fin terminó de leerla.

—Sé que no has sido tú el que ha interceptado mi correo, tranquilo. Eres curioso, pero no un ladrón. Esto... ¿has sacado tú algo en claro? —Harry puso cara de extrañado—. Me refiero a que si sabes a qué se refiere... porque yo no. Oh, vamos, Harry, sé que la has leído. No te culpo, sinceramente yo hubiera hecho lo mismo.

—Sí, bueno... —contestó él, azorado—. Pero no tengo ni idea de qué va la cosa.

Dumbledore respiró profundo.

—Tendré que hablar con él, esto es ininteligible. Bueno, Harry, imagino que tendrás que estudiar. Que pases una buena tarde.

Harry se despidió y se dirigió a la puerta. Iba a salir del cuarto, pensando en el notición que tenía que darle a Ron, Hermione y Ginny, cuando el profesor Dumbledore le volvió a llamar:

—Ah, Harry... Lo más importante: lo le digas nada a Weasley ni a Granger. Mucho menos a la señorita Weasley ―Dumbledore le guiñó un ojo. ¿Cómo sabía…?― Sólo te pido discreción ya que es un asunto muy delicado. Ellos lo entenderán con el tiempo. Como todo.

Harry reflexionó unos instantes. Sabía que no sería capaz.

—Pero profesor... no puedo hacer eso... sería engañarles, y ya sé que esto es algo delicado, pero... son mis amigos. Son mi familia.

Dumbledore esbozó una sonrisa, y murmuró un lacónico «Lo sabía...». Quedó pensativo lo que a Harry le pareció una eternidad de tiempo.

—Está bien. La señorita Granger puede saberlo. Es una bruja muy inteligente y madura, no nos vendrá mal algo de agudeza juvenil. Tendré que hablar con ella.

—¿Y Ron y Ginny? —preguntó Harry, sabiendo que tensaba la cuerda.

—No. —No era un no dubitativo. Era un no rotundo, de esos que no dejan más interpretación que una negativa—. Harry, comprendo lo que es para ti Ronald, pero él no puede entrar. No está preparado, aún le queda mucho que aprender. Es un buen mago, pero demasiado impulsivo, y esto no es un juego. Un paso en falso le haría caer al abismo. Compréndelo, Harry —dijo, al ver su cara de decepción—: es por su seguridad.

—Imagino que Ginny...

—Ella tampoco, menos todavía. Vivió una experiencia muy mala y tiene mucho odio hacia Voldemort. Y también es muy impulsiva. Además, ya hay muchos Weasleys, quita, quita... —bromeó—. Creo que no podría soportar más bromistas en una reunión... aquello parece el Infierno, con tanto pelo rojo. Ya en serio, Harry. Sus padres están preocupados por ellos. Son sus niños. Unos niños... aún no pueden.

¿Unos niños, decía? ¿Y él que era? ¿Matusalén? Cierto que él prefería mantener a Ginny al margen y que no corriera peligro (instinto de protección amorosa), pero Ron... él sabría cuidarse, y no era tan inmaduro como Dumbledore decía. Quizás un poco, pero en los últimos meses...

—Está bien... Adiós.

Y volvió a la sala común ilusionado, imaginando lo que sería una nueva, peligrosa y vengativa aventura, y lamentándose de que Ron no pudiera acompañarlos.

―¡Feliz cumpleaños, Ron! ―fue el matutino saludo a Ron en el desayuno por todos sus compañeros y hermanos. Recibió varias lechuzas. Una era de sus padres acompañada por uno de los maravillosos pasteles de la señora Weasley; otra, de Percy con una tarjeta muy elaborada de Hungría, donde se encontraba esa semana; la última pertenecía a Charlie y Bill en la que incluían cierta cantidad de dinero para sus gastos ya que les fue imposible que una lechuza llevara un buen regalo tantos kilómetros.

Sin lugar a dudas, la mayor alegría en aquel día para Ron fue el regalo de Harry, Hermione, Ginny, Fred y George: una Nimbus 2001. Ron no cabía en sí de gozo, disfrutó estrenándola como un niño con zapatos nuevos.

Antes de ir a dormir, cerca de medianoche, festejaron los dieciséis años recién cumplidos del pelirrojo. Las chicas insistieron en que se vistieran elegantes. Ginny tuvo que ayudarles ya que Ron pensaba quedarse con la túnica de la escuela y Harry aprovechó para estar a solas con ella.

Hermione ya los estaba esperando en la Sala Común. Estaba muy guapa, llevaba el pelo completamente liso cayéndole sobre la cara y su túnica azul marcaba sus curvas. Parecía que a Ron se le salían los ojos de la cara.

―Qué guapos ―saludó Hermione―, no parecéis vosotros.

―Tú también estás… ―dijo Ron― estás…

―Llevas el cuello mal puesto ―señaló Hermione, y comenzó a ponérselo bien. Sus manos acariciaban el cuello de Ron, estaba muy cerca de él, la cintura de la chica empezó a ser rodeada por las fuertes manos de él, comenzaron a mirarse fijamente a los ojos, sus labios estaban cerca, más cerca de lo habitual…

―Ya está ―concluyó Hermione. La cara de Ron mostraba decepción tal y como ella. Las chicas salieron de la estancia con la excusa de salir a por el pastel y quedaron solos Harry y Ron. Éste no comentó nada acerca de lo que acababa de ocurrir. La velada transcurrió tranquila y divertida, tanto que apenas durmieron esa noche.

Los días siguientes no fueron fáciles. Tanto Harry como Hermione se sentían nerviosos y a la vez felices por la confianza que Dumbledore había depositado en ellos. Lo peor era que no lo podían compartir con Ron. Aprovechaban los ratos que quedaban a solas, mientras que Ron volaba en su escoba nueva, para comentar o preguntarse cuándo llegaría el día de la reunión. De alguna forma intuían que Ron pudiera saber que mantenían un secreto a pesar de que nunca les comentase nada.

Ron dormía en el dormitorio. No había más personas con él que Harry y Hermione, que se mantenían despiertos hablando sentados en la cama del chico. Hermione se acercó a Ron y le acarició la mejilla suavemente susurrándole a Harry:

―Parece un niño pequeño.

―Ahora que no te mira ―completó Harry―, cuando te observa parece que te quiere comer con la mirada.

―No seas exagerado.

―No, es verdad. Bueno, muchos chicos te miran así, pero no tanto como Ron. Es que últimamente provocas mucho.

―¿Yo? ―se preguntó Hermione a la vez que se reía.

―Eso me dice él. Yo no me había dado cuenta ―dijo Harry mirándola de arriba abajo y haciendo notar que acababa de mentir.

―Dejemos el tema... además, yo no provoco. Soy la misma de siempre.

―Con más curvas… ―dejó entreoír Harry.

―Como te oiga Ginny...

―Ella ya lo sabe. Tampoco es ciega.

―Bueno, déjalo ya. Me vas a enfadar.

―Vale, vale. ¿Has hablado con Alyssa sobre la reunión?

―Sí, me dijo que nos avisaría con un par de días de antelación para que pudiésemos prepararnos. Al parecer debemos usar túnicas de gala. También nos vamos a perder un baile…

―Oh, que lástima.

―¿Me escuchas o no? ―Harry asintió―. Lo van a hacer para que todos los alumnos estén juntos dentro del Gran Comedor ya que les resultará más fácil protegerlos con hechizos si están todos juntos. Nosotros tendremos que quebrantar alguna norma para poner la excusa de un castigo que justifique nuestra ausencia…

Ron se movió en su lecho. Harry se acercó para ver si estaba despierto y cerró rápidamente los ojos cuando vio a su amigo acercarse. Hermione se acercó también y empezó a hacerle cosquillas en la oreja a Ron con una pluma. El chico no pudo evitar reírse, estremecerse y dejar de disimular.

―¿Qué os traéis entre manos? ―preguntó Ron.

―Ron, lo sentimos, no es cosa nuestra ―explicó Hermione a modo de disculpa―. Prometimos a Alyssa no decir nada.

―¿Alyssa? ¿Qué tiene que ver ella en esto? Es igual. Voy a hablar con ella ―diciendo esto salió apresuradamente del dormitorio dirigiéndose a la salida de la Sala Común.

―Ya me lo ha contado todo ―dijo Ron con una enorme sonrisa en los labios―. Tengo el permiso del director para colaborar en la Orden.

―¿No opuso ningún tipo de resistencia? ―preguntó Hermione preocupada.

―Dijo: «Mmm… otro Weasley… Parecerá la Conferencia Internacional de Pelirrojos… pero, en fin, ya has superado duras pruebas ayudando a tu amigo Potter… ¿Por qué ahora no nos puedes servir de ayuda?» ―imitó Ron la voz de Dumbledore.

―A este tipo n hay quién lo entienda... Aunque... qué bien. Ahora podemos a estar los tres juntos en esto.

Era sábado por la mañana. Caminaban hacia el despacho de la profesora Auranimusya que ella los había citado allí.

—Sigo pensando que deberíamos habernos quedado estudiando y venir más tarde...

—Hermione, te sabes perfectamente todas las pociones —susurró Ron—... Deja de hacerte la responsable. Además, cuando terminemos, estudiamos.

Al fin llegaron al despacho de la profesora, en uno de los torreones que daba al patio superior. Fue Harry quién tocó a la pesada puerta de roble. Una cara somnolienta asomó por ella a los pocos minutos, después de que Hermione insistiera para que no la molestasen.

—¿Qué...? —Alyssa se restregó los ojos, y pasaron unos instantes hasta que pudo reconocerlos—. Ah, sois vosotros. Pasad... lo siento, me he quedado dormida...

—No, no hace falta, profesora, nosotros... volveremos dentro de un rato —se apresuró a decir Hermione—. Perdone por haberla molestado.

—En el fondo os lo agradezco. Me hubiera quedado todo el día en la cama de no ser por vosotros... y eso no es aprovechar el fin de semana, como dice mi madre siempre. —Abrió la puerta, y dándose la vuelta, les habló desde el interior de su cuarto— Pasad, pasad...

Harry, Hermione y Ron entraron en la habitación.

Harry se quedó con la boca abierta cuando vio a la profesora con una sencilla camiseta por único atuendo. Les señaló al sofá que había frente a la chimenea, a la derecha del cuarto.

—Em... sentaos ahí, voy a vestirme... son cinco minutos —dijo dándose cuenta de la mirada del muchacho, y se dirigió a una puerta situada tras el escritorio que seguramente daba a su cuarto.

—Te lo dije —susurró Hermione, dándole un codazo a Ron, que se sentaba en el sofá, hundiéndolo—. No deberíamos haber venido.

Harry ignoró su comentario y se dedicó a observar la sala. Estaba igual que en su última visita, aunque un poco más desordenada. Tras él, montañas de papeles abarrotaban su escritorio, y al lado de éstos al menos media docena de envoltorios de caramelos mágicos de café (con extra de cafeína anti-desconcentración) hacían suponer que la noche anterior Auranimus había estado corrigiendo exámenes. En el suelo, al lado del sofá en el que estaban sentados, había un par de botellas vacías de cerveza de mantequilla y unos libros muggles.

Era algo que abundaba en aquél despacho: los libros. Montones de libros en una amplia estantería que ocupaba toda la pared del lado de la puerta, de perfil al sofá, iluminada frontalmente por la luz que provenía del amplio ventanal con vidrieras que daba al patio superior del castillo. Todos o una mayoría de ellos, hablaban de animales, casi todos de serpientes y ratas. Un buen cuarto, pensó Harry. Y guay, muy guay. Con toques modernos, neoclásicos, medievales, futuristas... toda una miscelánea de estilos que, aunque pudiera extrañar, le daba un aire de sutil elegancia a la estancia, sin sobrecargarla.

Alyssa entró en la sala a los pocos minutos. Muy guapa, como pudo observar Harry, a pesar de estar recién levantada y de vestir unos sencillos pantalones anchos, una camiseta y una túnica de Ravenclaw.

—¿Habéis desayunado ya? —Hermione afirmó con la cabeza—. Bien, en tal caso no os importará... —Cruzó el cuarto y se dirigió hacia la chimenea. Arrojó a las llamas unos polvos que había en un recipiente sobre la chimenea y murmuró «Despacho de Auranimus a las Cocinas». Al momento, las llamas se volvieron amarillas y la chica pidió que le subieran el desayuno. «Ya sabes como me gusta, Vesta, cariño», añadió. No había pasado ni un minuto cuando una elfina doméstica se apareció en su cuarto con una bandeja, y se marchó después de recibir las gracias de la profesora.

—¿Es tu elfina doméstica? —preguntó Hermione, visiblemente rencorosa.

—No, es una cocinera de abajo. Pero le tengo bastante cariño, es muy amable. En realidad todos los elfos son amables, deberíamos tratarlos mejor.

Hermione sonrió. Aquello ya le había gustado más. Alyssa levantó una tostada, ofreciéndoles. Ellos negaron con las manos.

—Como queráis. Y bien, ¿a qué se debe vuestra visita? —preguntó, llevándose la tostada a la boca y repanchigándose en el blandito sillón que había a la izquierda del grande.

—Bueno... llevamos unos días nerviosos... y...

—No sabemos qué quieres decirnos —completó Hermione, al ver la indecisión de Harry—. Y cómo tendremos que prepararnos.

—Oh... Así que era eso... Bueno, Dumbledore me dijo que sería el primer día de vacaciones. Como ya le dije a Hermione, organizaremos una fiesta para todos los cursos. Hemos pensado que así tendremos a todos los alumnos ocupados, ya que aunque en Semana Santa se queden pocos, algunos andan siempre pululando por ahí... Y con Mägo de Oz tocando en el Gran Comedor, nadie querrá perderse la fiesta.

—¿Mägo de Oz? ¡Ese es un grupo muggle! —dijo Harry, asombrado. Eran españoles y muy poco conocidos entre la mayoría de la gente, pero los había escuchado gracias a unos amigos de Dudley. No eran estúpidos del todo...

—Sí, unos muggles que conocen la existencia de los magos. Pero no hay problema, nos respetan y no nos molestan. Les gusta ser y vivir como muggles, así que no suponen ninguna amenaza para nuestra Comunidad. Eso sí, adoran la magia y todas esas cosas, así que firmaron encantados el contrato para tocar en Hogwarts. Y como muchos magos los escuchan...

—¿Los escucháis aquí también? —preguntó Harry.

Hermione asintió:

—A mí no es que me disloquen, pero sí, hay mucha gente a la que le gustan.

—Bien... entonces, el día once de abril a las...

—Nueve de la noche. Debéis venir con la túnica de gala y bien arreglados.

Al fin llegó el gran día. Esperaron en el vestíbulo para hacer alguna travesura con las varitas mágicas. Ginny los acompañaba muy guapa con su túnica de gala.

―¿Para qué habéis traído las varitas? ―preguntó la pelirroja.

―No sabíamos que no había que traerlas.

―Vamos a dejarlas en los dormitorios ―propuso Harry. En ese momento subía Draco Malfoy por las escaleras de las mazmorras acompañado de sus guardaespaldas Crabbe y Goyle―. Ahora o nunca...

Tres destellos salieron de las varitas de los Gryffindors disparadas hacia los tres Slytherins que salieron disparados hacia atrás cayendo al suelo desde tres metros de altura. Que "casualidad" que un profesor los pilló, ese profesor era Alyssa Auranimus y se los llevó castigados a la vez que se llevaban a Malfoy, Crabbe y Goyle a la enfermería. Parecía Ginny más enfadada que la profesora:

―¿Es que estáis locos o qué os pasa? ¿Qué hago ahora sola en el baile? ―gritó a la vez que veía a sus amigas y se marchaba con ellas muy enfadada.

―Harry, ve pensando en la excusa que le vas a poner cuando la veas ―murmuró Hermione.

La profesora los conducía por los corredores del castillo. De vez en cuando alguno de ellos soltaba una carcajada al acordarse de la cara de Malfoy al recibir los tres hechizos. Alyssa, aunque les decía que se habían pasado un poco, sonreía también.

Tardaron un buen rato hasta llegar a la sala donde se celebraría la reunión. Parecía que estuviera situada en el mismísimo corazón de Hogwarts. Atravesaron un par de tapices que ilustraban cruentas batallas, unas escaleras movedizas y puertas ocultas, y se materializó ante ellos un largo pasillo con ventanales a ambos lados, a través de los cuales se podía ver la fuerte tormenta que arreciaba en aquellos momentos en el exterior. Las gotas de agua repiqueteaban fuertemente en los cristales, y rayos y truenos se batían en la dura y oscura lucha de la tormenta, como una extraña parodia de lo que estaba ocurriendo en aquellos momentos en el mundo mágico.

Una enorme puerta con un escudo de Hogwarts grabado en la madera apareció ante ellos cuando llegaron al final del pasillo. Alyssa puso una mano en cada hoja de la puerta, y ella sola se giró sobre sus bornes para dejarles paso.

—Vosotros primero —dijo la profesora con un gesto del brazo.

Harry, Ron y Hermione se miraron. Todos se recompusieron los trajes, quizá en un intento de evadir los nervios, y entraron.

Alrededor de una docena de magos se levantaron de sus asientos de la gran mesa cuadrada que había en el centro de la estancia de la misma forma.

—Bienvenidos —saludó Dumbledore—. Tomad asiento, muchachos. Tendremos que esperar a los profesores que aún están controlando a los alumnos... Picad algo mientras, si queréis, y charlad con los amigos que han querido formar parte de esta locura... Cuando vengan los demás comenzaremos las presentaciones formales. De momento... muchachos, éstos son Ron Weasley, Hermione Granger y Harry Potter.

Todos levantaron las manos o inclinaron sus sombreros en señal de saludo. Alguien dejó escapar un «¿Qué hacen aquí unos niños?». Los tres se miraron. Creían que aquello iba a ser más formal... De pronto, Ron se dio cuenta de la presencia de sus padres, justo enfrente de ellos.

—¡Papá, mamá! ¡Percy, Bill, Charlie! ¿Qué hacéis vosotros aquí?

—Lo mismo que tú, hijo —respondió el señor Weasley, levantándose—. Ayudar. Bienvenidos, Harry, Hermione... qué guapa vienes.

—Gracias, señor Weasley —dijo Hermione, desviando la mirada y sonriendo levemente.

No tardaron en acomodarse a la situación. Se dieron cuenta de que había muchos rostros conocidos: Hagrid, Madame Maxime, el profesor Flitwick, Amos Diggory, Sibyll Trelawney y un hombre extraño al que Harry reconoció por su voz como Mundungus Fletcher. Se sentaron a la izquierda de los Weasley, que ocupaban ellos solos una esquina entera de la mesa.

Harry observó la sala. Era una estancia cuadrada. Al fondo de la habitación había una elegante y antigua chimenea, a espaldas de Dumbledore, y otro enorme escudo de Hogwarts se dibujaba en la rojiza pared de piedra. Sin embargo, no todas las paredes eran rojizas... la que estaba enfrente de Harry, a la derecha de la sala, era de una piedra azulada cuyo brillo zafiro resaltaba aún más con los reflejos de los relámpagos que se filtraban por la ventana ojival de esa pared y la de enfrente. Y si había una azul y una roja... Harry miró la pared de la puerta. Sí, en el extremo opuesto a la roja, y como si esos dos colores estuvieran condenados a estar permanentemente enfrentados, se distinguía el matiz verdoso del muro que enmarcaba la puerta. A su espalda, el tono que débilmente recubría la pared no podía ser otro: amarillo. Los cuatro colores de las casas de Hogwarts. Y aún pudo fijarse en algo más: cuatro columnas sostenían el techo en las esquinas, cuatro columnas al estilo de las de los antiguos templos griegos y con los colores secundarios de las casas. Al fondo, a la izquierda, un león esculpido en piedra parecía custodiar la columna dorada de Gryffindor y la vida en peligro del tejón que había enfrente de él. En el otro lado de esa pared, un águila trazaba estratagemas desde las alturas, con las alas desplegadas en el techo sobre el poste cobrizo; se diría que estaba mirando al pétreo tejón, que, perseverante, trataba de subir sin resultado alguno a lo alto de la columna negra de Hufflepuff, quizás para huir de las serpientes que, enroscadas en el puntal plateado de Slytherin, le sacaban sus lenguas bífidas, relamiéndose a la vista del manjar. Todo parecía un cuento sobre las mascotas de Hogwarts.

No llegaban aún los demás asistentes, así que como le había recomendado Dumbledore, picó algo de los entremeses que había en la mesa de mármol vetado. Habrían sido los elfos domésticos los que prepararon esos dulces. A pesar de las bandejas y papeles que tapaban la superficie de la mesa, puedo distinguir en ella un círculo circunscrito tallado en oro sobre la piedra blanca, y, alrededor de él, en su correspondiente lado cada uno, los nombres de los fundadores de las cuatro casas: Godric Gryffindor, Helga Hufflepuff, Salazar Slytherin y Rowena Ravenclaw. Intentaba distinguir si el símbolo que había dibujado en el centro era un fénix cuando una sombra a sus espaldas le hizo sobresaltarse. Un hombre de complexión fuerte vestido al estilo del viejo Oeste, con sombrero de ala ancha y botas incluidos, le vigilaba desde las alturas.

—¿Potter? —su rostro rudo le dirigió una mirada evaluadora. El hombre le tendió una gran mano, que Harry estrechó—. Mundungus Fletcher. Encantado. No he querido presentarme antes porque te he visto algo... ocupado examinando la sala.

Harry sonrió tímidamente.

—Bueno, antes que nada, discúlpame si antes os he ofendido con ese comentario... lo de qué hacíais aquí —añadió, pasándose embarazado una mano por barbilla poco rasurada—. No sabía que ibais a entrar en la Orden tú y tus dos compañeros, nos ha pillado a todos un poco por sorpresa la llegada de... bueno, de unos chavales.

—A nosotros también —contestó Harry fríamente.

—Aún así, confío en que el gran Harry Potter nos será de mucha utilidad —dijo esto sin ninguna malicia, más bien como un elogio, o por contrarrestar su metedura de pata de antes—. E imagino que Dumbledore tendrá sus buenos motivos para admitir a la señorita y a otro Weasley —y esto último ya sí lo dijo con retintín, como si la idea de un pelirrojo más no le agradara.

Harry hizo ademán de presentarle a sus amigos, pero Fletcher lo paró:

—Ya he hablado con ellos, no hace falta que nos presentes.

En ese momento, la puerta se abrió con gran estrépito, y varias personas entraron en la habitación, entre ellas...

—¡¿Lupin? —gritaron Harry, Ron y Hermione a coro, abalanzándose hacia el profesor, que los acogió con gran un abrazo, algo sorprendido.

—Ey, ¿qué hacéis vosotros aquí? ¿Seguís teniendo por norma el meterse en todos los fregados que haya?

—Hombre, profesor... no nos perderíamos esta lucha por nada del mundo... —comentó Ron—. Aunque sea la más peligrosa.

Los demás asistentes y miembros de la reunión estaban informados sobre su participación. Unos más conformes que otros según se podía apreciar en sus miradas.

Dumbledore los presentó a los participantes que no conocían sus rostros y viceversa.

—Ya sabéis donde os metéis. Lo único que falta es el ritual por el cual vais a jurar fidelidad a la Orden. Damas y caballeros de la Orden —dijo Dumbledore, ahora dirigiéndose a todas las personas presentes en la sala—: Esta noche la señorita Hermione Granger y Ronald Weasley, ambos estudiantes de Hogwarts, y Harry Potter, el niño que vivió —esto último no gustó a Harry pero ya estaba resignado a que lo llamasen así—, van a jurar aún costándole la vida fidelidad a la Orden del Fénix. ¿Sois conscientes de ello?

Ron tragó saliva y Hermione miró hacia abajo, frotándose inconscientemente con una mano la tela del vestido. Harry prefirió ignorar la última frase. Le daba miedo, mucho miedo... pero más miedo le daba aún saber que Voldemort había retornado... Los tres asintieron con la cabeza.

—Esto es algo muy serio, muchachos. No es sólo vuestra vida la que está en juego —insistió Dumbledore, mirándolos por encima del cristal de sus gafas de media luna—. Somos físicamente un grupo, pero es la unión lo que nos hace fuertes. Estamos todos unidos, formamos parte de una cadena en la que cada eslabón aguanta la tensión de los demás... Veréis... os lo explicaré... subid a la mesa.

Los tres se miraron.

—Profesor —dijo Ron, extrañado—... la mesa está llena de cosas...

Dumbledore la miró desconcertado.

—Oh, cierto... que tonto soy... en fin... los años no perdonan... —dijo mientras desvanecía la comida con un chascar de dedos.

Dumbledore les instó a que subieran. Una vez arriba, después de trepar por las sillas, se colocaron en el centro. Harry se sentía estúpido allí arriba, con todos mirándolos.

—¿Estáis seguros de querer entrar? —preguntó de nuevo el director.

Los tres asintieron por enésima vez esa noche. Harry empezaba a pensar que todo aquello era demasiado exagerado, cuando, por arte de magia, unas pesadas cadenas se envolvieron en sus manos y su espalda, uniéndole a las de Ron y Hermione.

—¿Qué significa todo est... —pero Ron no puedo terminar la frase.

Un precipicio oscuro, como un túnel sin fin envuelto en llamas, se abrió bajo ellos, absorbiéndolos. Harry sintió cómo caía. No veía nada más, sólo oscuridad. No veía a ninguno de sus amigos, sólo podía sentir el peso de Ron tirando de él hacia abajo...

Y de pronto un enorme tirón. El brazo derecho le crujió al quedar suspendido de él. Oyó un eco, una voz... la voz de Hermione... parecía gritarles que subieran, que no aguantaba... pero ¡no podía subir! De pronto, el túnel comenzó a iluminarse, y pudo ver a Ron tres metros bajo él tratando de agarrarse a la pared de piedra abrasadora. Harry hizo lo mismo. Empezaron a trepar, quemándose las manos y revolviéndose entre la incómoda capa de gala, arrugada bajo las cadenas... llevaban apenas unos segundos cuando una llama de fuego alcanzó a Ron... pero no era exactamente fuego... era algo que se lo llevaba, algo que lo alejaba de él y de la salida...

—¡ROOOOOOOOOOOOOOOOOONN! —gritó, y buscó desesperadamente la varita... pero no estaba en su cinturón. Había desaparecido... —¡Hermione, aguanta!

Harry no se lo pensó dos veces. Se dejó caer a un saliente que había un poco más debajo de donde la llama comenzaba a arrastrar a su amigo. Nada más llegar, la llama se esfumó y dejó caer a Ron justo encima de Harry.

—Gracias... ¿Qué... era... eso...? —preguntó Ron, jadeando y tragando saliva.

Harry negó con la cabeza y lo ayudó a levantarse. Aquello no le gustaba nada, pensó mientras trepaban apoyándose en los enormes huecos de la pared del túnel. Si era una prueba de los de la Orden, ya se estaban pasando, las cadenas aquellas pesaban mucho... Fue entonces cuando Harry cayó en la cuenta: las cadenas no arrastraban bajo ellos, se iban recogiendo al tiempo que ellos subían... miró hacia arriba. No se veía luz, y hacía un momento podía distinguir la salida... Algo caía. Primero un grito, luego una sacudida, y después...

—¡Hermione! —chilló Ron—. ¿Qué haces aquí? ¿Para qué bajas, estás loca?

—¡No podía dejaros!

—¿De dónde estamos sujetos? —susurró Harry, como si pensara que la más mínima vibración fuera a hacerlos caer de nuevo.

—Cuando caísteis me agarré al borde y lancé mi cadena a lámpara... no sé de dónde saqué las fuerzas... luego la tensión de las cadenas se iba aflojando así que me crucé por una de las patas de la mesa para que hiciera de seguro... y he bajado.

—¡Podías haberte matado, te has tirado al vacío! —la regañó Ron.

—¡No subíais! ¿Que querías que hiciera, esperar mientras me miraba las uñas? ¿y si no subíais?

—Yo habría hecho lo mismo —cortó Harry—. Gracias, Hermione. Y ahora... subamos.

Ya llegaban. Ya estaban arriba. Harry fue el primero en asomar la cabeza, y en cuanto subió corrió al borde de la mesa para ponerse en seguro. Le espantaba la idea de que eso los volviera a chupar... pero pensó que aún quedaban los otros dos, y volvió para ayudarlos a subir.

—¿Y los demás? No hay profesores... no hay nadie... ¿dónde están todos? —dijo Ron cuando asomó la cabeza—. Maldita broma... ya podían parar, ¿no? Bueno, Hermione, sube.

Se dio la vuelta para ayudar a Hermione. Y justo en ese momento, como si tuvieran que castigarlos por llegar sanos a la superficie, otra llama de fuego asomó por detrás de la chica.

—¡Hermione, rápido!

Pero no le dio tiempo. La llama la arrastró.

—¡Hermione! ¿y ahora qué hacemos? —preguntó Harry, desesperado, mientras tiraba de la cadena de Hermione—. ¡Ayúdame, Ron!

Harry levantó la vista. Ron estaba al borde del precipicio.

—No... Eso no servirá de nada... hay que rescatarla —y dándose la vuelta rápidamente, se lanzó hacia el vacío, dejándose arrastrar por las pesadas cadenas que rodeaban su cuerpo...

—¡RON! —gritó Harry, y se abalanzó a sujetar más de cerca sus cadenas.

En aquel momento, todos volvieron a la sala. El hoyo negro desapareció, y Hermione y Ron cayeron al suelo, junto a la mesa. Las cadenas se desvanecieron de las manos de Harry y después de las espaldas de los tres.

Harry bajó de un salto de la mesa hasta sus amigos, y los ayudó a levantarse. Ron le apartaba las manos, enfadado.

—¡¿Qué ha sido todo esto, profesor Dumbledore? —gritó bastante enfurecido.

—Una prueba —respondió Dumbledore con una leve sonrisa—. Una prueba para comprobar si de verdad estáis dispuestos a soportar sobre vuestras espaldas el peso de una vida humana... para ver si sois capaces de manteneros unidos a pesar de las dificultades, y arriesgar vuestra vida para permanecer juntos. Y veo que la habéis superado... así que... ya estáis listos para entrar en la Orden del Fénix.

En el momento que Dumbledore pronunció la última palabra, Fawkes el ave fénix sobrevoló la sala y deslizándose alrededor de ellos dejó caer tres de sus plumas cálidas, brillantes como el oro, sobre un libro que sostenía el director. El libro era blanco con las inscripciones del título en color plata, y aunque Harry no alcanzaba a leerlo, intuyó que debería de ser un libro de magia blanca por la pureza que mostraban sus páginas. Dumbledore leyó algo en latín o alguna lengua romance que no entendía nada.

Acto seguido, aparecieron en su mano tres cadenas de oro con los eslabones muy finos pero, al parecer, resistentes, con un colgante al final: la silueta de un fénix grabado en oro y coral. Les pusieron las medallas mientras que hacían el juramento y así concluyó la ceremonia de entrada en la Orden del Fénix...

—Bien... ya está todo hecho. Ya no hay marcha atrás. Ya sois parte de nosotros... sois tres nuevos en la Orden —les dijo Dumbledore a los muchachos. Ellos asintieron con la cabeza, asumiéndolo—. Estupendo... entonces... Eh... he de comunicaros una noticia muy importante que estoy seguro de que a todos os afectará. Todos sabemos por experiencia que no todas las cosas son buenas, así que... hoy tenemos tres nuevos aliados, pero... Eso no significa que el número vaya a crecer siempre... Sabíamos desde el principio que ésta sería una lucha dura, muy dura..., que requeriría sacrificios... Que quizá algunos nos quedaríamos en el camino...

—Profesor Dumbledore, con el debido respeto —le interrumpió Fletcher seriamente—... deje de marear la perdiz. No somos unos críos... díganos ya lo que sea, no nos torture con esperas y dilaciones. ¿Se trata... de él? —preguntó al fin con un dejo de preocupación en la voz.

Dumbledore bajó la cabeza por unos segundos y asintió. Algunos se mostraron desolados. Otros miraban extrañados a Dumbledore, como no entendiendo o no queriendo entender.

—No estamos aún seguros del todo, pero todas las investigaciones apuntan a ello. La respuesta a tu pregunta es «sí», Mundungus. Amigos —Dumbledore tomó aire y se dirigió a los demás ocupantes de la sala—... es ésta una triste noticia que me veo en el deber de confirmaros. Repito que no estamos seguros, pero todos lo hechos apuntan... diría que existe un noventa y nueve por ciento de posibilidades —se le quebró la voz. En aquel momento sólo se oyó el profundo suspiro del director. Ninguno de los magos se atrevió a respirar hasta que Dumbledore continuó, temiendo lo que iban a escuchar—... De que Sirius Black esté muerto.

Se oyeron varios lamentos, quejas, injurias e incluso sollozos. Harry de nuevo se sintió como la tarde en la que se enteró: abatido, desconsolado y rabioso, sin que la caricia de la mano que Hermione deslizaba bajo la mesa hacia la suya pudiera sosegarle. Pero no era el único que se sentía así. Lupin apretaba los puños, y, centrada su mirada de odio en el centro de la mesa, escuchaba los susurros tranquilizantes de Hagrid; Arabella se deshacía en lágrimas silenciosas, consolada por los brazos de Alyssa; Snape permanecía con rostro serio, impasible... y sin embargo, Harry tuvo la seguridad de que ellos también sabían de su muerte antes de aquella reunión. Los demás, enterados en aquél mismo momento, blasfemaban por lo bajo y juraban venganza. Sus ánimos parecían estar igual que el tormentoso tiempo.

Molly Weasley se levantó, se quitó el sombrero en señal de respeto y lo dejó en el centro de la mesa. Los magos y brujas que también llevaban gorro la imitaron.

—No es justo que muriera él —dijo su marido con el miedo brillándole en los ojos—. Todos le odiamos durante años, y ahora que empezaba a demostrarnos de qué lado estaba arriesgando su vida por todos... Black era un espía. Black era uno de los magos más poderosos que tenemos... Si Quien-Vosotros-Sabéis lo ha matado a él... ¿quiénes vamos a sobrevivir? —algunos asintieron con la cabeza y repitieron la pregunta en voz baja—. Esto es el fin...

—No, Arthur. No si conseguimos evitarlo. No podemos rendirnos ahora...

—Nadie ha dicho de rendirse, Albus —replicó Fletcher—. ¿Verdad, Weasley? Él sólo quería decir que la cosa se complica cada vez más... —y casi dijo esto con retintín, como fingiendo que dudaba de sus propias palabras—. No podemos permitirnos perder a uno de los nuestros... esto no debería haber ocurrido... ¡Sirius Black no debería estar muerto, maldita sea! —y golpeó con un fuerte puñetazo la mesa.

Al mimo tiempo, la enorme puerta de madera y añejo metal se abrió bruscamente dejando entrar el fuerte sonido de un trueno y la luz de un brillante rayo amplificada por todos los ventanales. Todos miraron hacia la entrada, sorprendidos.

Un hombre alto y demacrado, vestido de negro y con la ropa y el pelo chorreando agua, se sostenía apoyando las manos en ambos lados de la puerta entreabierta, intentando mantenerse en pie...

—Espero... no llegar... t... hhhh... —y no terminó la frase. Se desplomó en el suelo y cayó golpeándose fuertemente el cráneo contra la dura piedra.

Espero que os haya gustao. El trozo que no confío mucho en que así sea es el del hoyo con fuego... así que os vamos a pedir un favor:

Resulta que la idea de las cadenas es bastante-muy importante en todo esto... saldrá al final... así que no se puede quitar. Deben superar una prueba (sólo ellos, los mayores se presuponen suficientemente responsables cm para unirse a la orden asumiendo las consecuencias) que les haga sentir el peso de las vidas de todos... como si fueran eslabones de una cadena. Con esa prueba quise plasmar eso pero creo que me salió el tiro x la culata porque es bastante mierdosa la escena, así que si a alguien se le ocurre una idea mejor, agradeceríamos un montón que nos la contara y rescribiremos el trozo pa reemplazarlo. Ese no nos va. Pero no nos podemos esperar eternamente hasta que surja una idea porque os moriríais del asco esperando el cap 16, así que así se cuelga y al que no le guste, ya sabe, que nos dé ideas.

Pues eso, que quien tenga ganas de colaborar, que mande un email a hermione_ (si lo dejáis en un review vale, pero mejor lo otro, no? Bah hacedlo cm queráis... y si dais ideas, los d+ que lean los reviews, que opinen tb sobre esa idea y así sabemos cual gusta más). porfa, nos vendría muy bien una ayuda de vuestra parte (x supuesto, pondremos vuestro nombre, jejeje)

Bueno a partir de este capítulo vamos a responder a los reviews de otra forma... y es que hay reviews a los que no hay nada que responder... no quiere esto decir que no nos gusten, al contrario, saber que hay gente que nos lee y le gusta esto es algo que llena de orgullo... pero cm no hay críticas, pues la única respuesta que podemos dar es un GRACIAAAAAAAAAAASSSSSSSSSSS! a:

Ginny142003 (thanks... la vacaaaaaaaaaaaaa... yo d ti odiaba a las pavas esas... jejejeje), Ryddle (macho extiéndete cn las críticas.. lo que hablas y aquí ni palabra, eh!), JaviPotter (enhorabuena x aquellos 5 sobres, y gracias x la info d la salida del 5º libro... nuestras últimas fuentes nos dicen que sale en febrero...), Gi Potter (la próxima vez guárdate la lengua, chavala), Jara A-4, Morgana8, abin (tranqui, seguimos colgando), Annia (no hacen falta disculpas, sólo sigue dejando reviews!), brujita (sevillanica, no te cortes), Alyssa (sin destripes del libro, aliiiii), superhyoga (¡me alegra que te resulte divertido!)... gracias a tos (parezco Bisbal con tantas gracias... estos cruz y Raya...)

Y ahora a los que sí hay cosas que comentar...

Selene Snape: hija que lío te montas cn lo de la lechuza! Jajaja pero eso está bien, que t comas la cabeza un rato jejejeje. En mi opinión, Malfoy tiene la astucia de los Malfoy, pero no me parece que brille x su inteligencia... maticemos eso... Sobre Sirius... ya se verá, ya se verá...

Syyn: jajaja es que Ced es sexy... (x cherto si queres ver un dibujo que he hecho d él, pronto lo colgaré en .com... ) ojalá me lo encontrara yo en un baño y sin ropa...

¿que anuncio del David? ¿hay un anuncio d esa escultura y no lo he grabao? Mecachis...

por cierto, ninguna d las dos estudia arte... eso lo escribí yo en dias incluso distintos, creo que incluso distaban semanas... mmm Realmente yo me imagino la gárgola de Dumbledore como Goliat, el jefe de la serie Gargoyles que me encantaba d chica y.. pues me pone esa postura... pero amos no creo que Rowling la describiera nunca cm "el tipejo de Gárgolas" así que puse la postura que más se parecía, la del Pensador, escultura que tb me encanta. Oye pues eso d fijarse en todo sin darte cuenta te tiene que venir d pm pa leer libros de intriga.. y pa ecribirlos... (el mundo de sofía.. esta bien?) weno besicos sigue dejando criticas!

Vanna (nuestra querida Vanna!) : empecé a leerme el 5º libro en ingles pero me qdé x el cap 4... preferí no leer más porque pa enterarme d la mitad... (anda que yo tb por donde me qdo, con lo interesante que estaba...)

Digo plasta, si tus reviews son la caña...

Bueno respecto a lo d que un fantasma no puede taparle la boca a un vivo (cosa que tb ha comentao PiRRa)... una vez hace muchos años vi una película... d un hombre que se moría y su hija podía verlo (era un poco de guasa la peli), y el fantasma ese del padre aprendía a coger objetos a base d concentración y derramarse vasos de agua encima... luego no le servía de nada agarrarlos porque en cuanto los bebía le atravesaban, pero al menos era capaz ya de controlar su ectoplasma. Imaginé que Cedric estaría en esa fase de aprendizaje, aunque cm es un novato pos no puede hacer muchas cosas. Y bueno, los fantasmas tienen algo pendiente o una muerte trágica... quién sabe, lo mismo el Destino aún les depara algo a los Potter...

Siiiiii veo que lo de Firenze confunde. Amos creíamos que habíamos dejao al menos un par d cosas bien claras, pero no, ni en negrita se capta... así que :D:D:D:D Bueno cuando Firenze advierte es por algo, no? Son unos puñeteros enigmáticos, pero éstos seguidores de Quirón no tienen mala leche... por cierto, ¿x que le dais tanta importancia a Harry? Él no es el protagonista de todo... :P

Sobre Sirius... te digo lo mismo que Firenze a Harry... la verdad a veces tiene dos caras... y tú sólo te fijas en la que más te interesa... quizás no hayas captado bien las palabras de firenze, o las de Cedric... quizá nadie se haya enterado de nada... jajaja no vamos a rescribir la historia (si hombre con lo coñazo que resulta a veces), pero cuando ¿todo? D se aclare, parecerá casi eso...

Pues claro que no estas vieja hija si eso es la flor d la vida... digo las ganas que tengo yo d que llegue el año que viene pa vivir sola... a ver si me puedo ir a estudiar a Granada...

Bueno es que lo que no es normal que haya tantos crios viendo pelis d HP (bien pensado con la publicidad y las peliculas que han hecho si es normal pero weno) o adolescentes estúpidos pensando que esto es abracadabra y poco más... en fin... sueño con el día en que dejen de editarlos con portadas a base de acuarelas de juguete (mis respetos a Dolores Avendaño, que dibuja bien pero el estilo de ilustración para la portada no me excita que digamos) y los saquen con pastas de cuero a lo antiguo... rnrnrnrnrrnrnrnrnrn bueno tb sueño con ilustrarlos yo x dentro pero creo que ahí ya me flipo mucho.

Mmmmm bueno ya sabrás más sobre tu amado de la vestimenta de cuero negro... sentimso mucho no haberos dado el "detallazo" d actualizar más a menudo en verano... nos hubiera gustao, de verdad. Pero joder, eso de estar a 35º x la noche y 38 x el dia pues la verdad que no te da tiempo a que el cerebro se te enfríe (ni el cerebro ni el cuerpo, ni...) y la inspiración acaba x tomarse vacaciones tb...

Weno ya me estoy alargando mucho. Que muchso besitos... y si quieres algo Black... pues BLAAAAAAAAAAAAAAAAAACK SUUUUUUUUUUUUUUUUNRISE! (aunque mejor Black's sunrise jejeje).

Javi: mi javiiiiiiiiiiiii mi Leo... oye nene me está dando envinNndia de Piper que ya tiene un hijo... y de tu hermana (enhorabuena por ese par de hermosuras que tendrás dentro de poco dándote la lata) EJEM... (indirecta :P) Sí, ya que mucha gente lo dice pues sí puse orbitar porque me parecía el modo en que la mayoría de la gente lo conocería.. y además, está bien dicho, no? Pasar de una órbita a otra... pues orbitar. Y, que son Ellos sino espectros? Los "jefes" del Cielo de Cedric son tanto o más misteriosos que los de Leo... y que carajo, si me pone Cedric x si solo y me pone Leo por sí solo, pos Cedric actuando cmo Leo ya...

Sobre Sirius... Bueno, cada cual interpreta las señales d una manera. Sin embargo, los humanos tenemos la manía d creer algo intensamente sin admitir otra cosa... y equivocarnos por completo... Cada cual con su teoría.

Pues mira no es que Harry sea olvidadizo, esq resulta que yo no sé enlazar ideas ni párragos... yo soy la experta en enrollarse a describir cosas y hacer diálogos filosóficos... y Paige la que enlaza párrafos, capítulos y escribe las borderías, por norma general. Se podría decir que yo escribo un guión de cine y ella lo noveliza jejejeje... y cm eso lo puse yo y no sabía cómo hacer que Harry le contara eso (y no es que sa difícil pero soy así de torpe pa eso), pues ya ves que mal quedó... bastante inverosímil que se le olvide... en fin.

Sobre el libro... ¿y si el particular no se ha enterao o no puede enterarse de que se lo han robado? D

"todo depende de una sola alma". De q alma? -à a ver tú que alma crees que es? Amos que preguntes x cosas de Firenze (que no responderé, lógicamente) pues vale, pero que preguntes eso... creo que es lo único claro que hay ahí... aunque a veces lo claro engaña pero weno...

bueno y ya termino cn la contestación... creo que te dejé review en el ultimo capítulo pero como NO ACTUALIZAIS pues... (in-directisima) ... que te quiero mucho, mi nene, muchiiiiiiiiiiiiiiiisimos besos (el dia que te pille... :P).

PiRRa: nena... que te vamos a decir... cm ya sabes lo que te queremos, entraré a saco a responderte a la crítica que nos haces. Punto x punto(ábrete una ventana con tu review):

-Cierto. Lo de "se había rezagado" está muy mal dicho pero cm ya sabes que somos bariobajeras y hablamos en plan yeeeeeeeeleeeeeeeeeee pues hija... entre pordenoches y sisupieraquehubiéramosveníos no pretenderás que hablemos bien... ya está corregido. Muchas gracias x este tipo d correcciones.

-tb cierto. Esa frase a mí no me sonó muy bien cuando la escribí, pero la verdad que no se me ocurría otra manera... cuando me lo dijiste se me ocurrió : "Seguramente era un reflejo, el recuerdo del viento que durante todo el partido había soportado silbando en sus oídos...". ¿así mejor?

-Vale aquí hay una corrección que si me permites me la voy a pasar x la pepitilla. Me gusta empezar párrafos por "y" cuando siguen hablando de una misma cosa. Primero porque Bécquer lo hace en sus poesías y a mí me encanta Bécquer; y segundo, porque... bueno yo no leo libros, yo leo películas, por tanto no escribo novelas sino películas (así tiene luego Paige de trabajo pa enlazar un trozo con otro, porque yo corto así cm radicalmente)... el cambio de párrafo es algo así cm cuando en las series en una escena d tensión se pone en negro la pantalla haciendo una pqña pausa y sigue... es cm.. si al leerlo t paras y respiras... Y sigues. Me gustan las y. Me parece estupendo que esté mal. Tb está mal escribir sin signos d puntuación, y no recuerdo si fue Cela o quién que escribió una novela entera sin parar, d cabo a rabo sin ni una mísera coma. Estilos.

-lo de la corporeidad d los fantasmas... lee lo que le he dicho a Vanna.

-Sí, lo de Dumbledore quizá fuera una orden, pero la dijo más en tono de petición (x eso esa palabra), ya que no era el momento adecuado para dar órdenes. Era momento de dar consejos. En esa situación él no iba a prohibirles que se qdaran ahí, no iba a dar órdenes en ese duro momento... pero no era algo que les recomendase. Lo malo d esto es que cada cual lee d una manera... yo a veces escribo comas (en los diálogos) (que Paige se encarga luego de reducir en número) que no debieran estar ahí (ej: "hacer que te duela, e incluso que derrames[...", pero las pongo para que al leerlo FORZOSAMENTE se haga una pausa... tal y cm yo me lo imagino.

En fin, que muchas gracias x los elogios a esos 2 párrafos (mmmmm ahora me siento orgullosa, que una escritora pofesioná t diga eso... ;) )... mucha suerte a ti tb con tus latinajos (ja, matricula d honor yo... notable y ya estas pidiendo mucho... bueno Paige sí, ella es mas inteligente pa to eso...). ¡Te queremos (Bustamante)! Muchos besitos (y lengüetazos al sirope jejejeje).

Y eso es to, eso es to, eso es todo amigos!

Ya sabéis... botoncito y crítica... 20 a ser posible... enga, sí, porfa, que necesitamos ánimos... ¿va?

Besitos a todos.

16II

Bueno, yo quería poner más cosas y contestar a los reviews, pero pAiGe quería colgar hoy el capítulo cm regalo d navidad pa vosotros, y me lo acaba de decir...

En fin que son las 2 y media d la mñn y cm comprenderéis esto va deprisa y corriendo. Yo quería colgarlo el 28, que es cuando el fic cumple 2 añitos ^^ pero la niña ma soltao que yo me tomo muchas licencias siempre y pa una vez que ella quiere algo... así que venga, aquí está. Agradecedle a la zorra ésta (que encima me dice "cuélgalo que yo no sé" y se va a dormir...) que el capi esté unos días antes.

No hay tiempo de más. Dedicado a los soldados españoles que murieron en Irak y a los policías que esta mañana han pillao a esos cabrones de ETA que pretendían volar el tren.

Y por supuesto, a to2 vosotros.

¡FELIZ NAVIDAD!

M/|R€MoT^o^ & pAiGe

Al mimo tiempo, la enorme puerta de madera y añejo metal se abrió bruscamente dejando entrar el fuerte sonido de un trueno y la luz de un brillante rayo amplificada por todos los ventanales. Todos miraron hacia la entrada, sorprendidos.

Un hombre alto y demacrado, vestido de negro y con la ropa y el pelo chorreando agua, se sostenía apoyando las manos en ambos lados de la puerta entreabierta, intentando mantenerse en pie...

—Espero... no llegar... t... hhhh... —y no terminó la frase. Se desplomó en el suelo y cayó golpeándose fuertemente el cráneo contra la dura piedra.

II

—¡SIRIUS! —gritaron Harry, Arabella, Lupin y Alyssa.

Fue como si un muelle hubiera disparado a todos de sus asientos. Harry, Lupin y Alyssa fueron los primeros en arrodillarse ante Sirius Black, cuyo cuerpo yacía inerte sobre el suelo encharcado de agua. Enseguida llegó Dumbledore.

—Sirius... Sirius —susurraba Harry. Le tocó el cuello para tomarle el pulso... por un lado no cabía en sí de felicidad... su padrino había muerto y resucitado... por el otro... —... Respira —informó. Y respiró él profundamente, y se aferró a su cuello como si aquella fuera la última vez que pudiera hacerlo.

—Es increíble —susurró la profesora Trelawney mientras se acercaba al cuerpo de Black—... increíble, Albus... nos anuncias su muerte y justo después aparece vivo... Eso es cosa de los Hados, estoy seg...

La mirada que Dumbledore le dirigió la hizo callarse.

Enervate —susurró al tiempo que apuntaba con la varita hacia Black, sostenido ahora en el regazo de Arabella Figg.

El hombre abrió poco a poco los ojos, como adormecido. Arabella le apartó el pelo mojado de la cara para que pudiera ver, pero él parecía no darse cuenta de dónde estaba. Hizo amago de incorporarse y no lo consiguió: el cansancio podía con él.

—Sirius... Sirius... —susurraba Harry a su lado—, ¿me oyes?

Sirius estiró la cara e hizo algunas muecas. Después abrió mucho los ojos, y se dio cuenta de quién tenía delante.

—¡Ha...y! —y se aferró a su sobrino—. Por fin te veo...

—Creímos que habías muerto... creímos que no volverías...

—¿Remus? —preguntó Sirius con voz ronca.

—Harry... —Lupin los apartó—. Dale tregua, muchacho... Déjame a mí —y dicho esto, lo abrazó él también y lo levantó ayudándole a caminar hacia su asiento. Fletcher le ayudó a quitarse la gabardina de cuero negro y Molly Weasley conjuró una toalla que le tendió:

—Toma... quítate la ropa, dámela y sécate. Voy a ponértela en condiciones.

Haciendo caso de sus palabras, Sirius se apartó hacia un rincón y, tambaleándose, se desnudó bajo la toalla. Molly lavó y secó por arte de magia en un momento sus ropajes negros y se los devolvió.

—Yo también creí que no volvería —murmuró Sirius cuando cayó sobre la silla alta, ya vestido de nuevo y bastante agradecido hacia la señora Weasley.

—Creo que todos estamos interesados en saber qué te ocurrió y cómo volviste —le apremió Dumbledore—. Pero antes come un poco... se te ve fatal...

Sirius rechazó con la mano. Lo único que probó fue el agua.

—Me temo que no puedo responder a todo eso... No recuerdo casi nada... aún no sé ni cómo he llegado hasta aquí —y se detuvo para secarse el pelo con la toalla cuando Bode, el inefable, puso cara de extrañeza—... Debieron de borrarme la memoria. Era un espía, no querrían que os contase nada...

—¿Sólo te han borrado la memoria sobre lo que averiguaste de ellos? —preguntó Fletcher temerosamente.

—No sé, no lo sé... no sé nada, es... es todo tan confuso...

—Mejor será que lo dejemos descansar hasta que esté recuperado... Figg... ¿lo acompaña usted hasta mi dormitorio?

—¡No! —ronqueó Black—. No… No puedo irme de la reunión... Si me adormilo ahora me será más difícil recordar después... debéis hacerme recordar lo que pueda.

—Es muy duro, Sirius. No deberíamos hacerte pasar por más c...

—Ya me es igual por lo que pasar. Nadie puede hacerme más daño del que me han hecho. No recuerdo lo que oí, pero sí recuerdo el dolor, la desesperación, el odio... Recuerdo cómo intentó matarme...

—Era cierto... ¡Aquello era de verdad! Lo soñé —añadió Harry al notar la mirada interrogante de todos—... lo sentí.

Nada más decir eso, Harry se arrepintió de haberlo hecho. Surgieron murmullos por todas partes. Incluso Sirius parecía alarmado después de que Dumbledore explicara la situación:

—¿Lo soñaste? ¿Lo sentiste? ¿De nuevo conectado con él? Harry, eso no es bueno... no... no deberías hacerlo más... El Señor Tenebroso podría saberlo... influir en ti.

—No fue adrede. Vino solo.

—¡Peor aún!

—Sirius... cálmate... Toma, bebe un poco de esto... te relajará... ¡No me la rechaces! Es una orden.

Black aceptó a regañadientes la copa que le tendía Dumbledore.

—Eso es malo —prosiguió—. Lord Voldemort podría saber en cualquier instante dónde estás y lo que haces. O al menos en esos instantes...

—Y tú, Black, dinos... ¿dónde estabas? ¿Lo recuerdas? —preguntó Fletcher.

—No. Nada. No tengo ni idea...

—¿Te suena esto de algo? —volvió a preguntar, y alzó una piedra de cristal opaco negro con reflejos rojos.

—¿Qué es eso?

—Obsidiana. Estaba en el bolsillo de tu gabardina. Noté un bulto y la saqué... ¿en serio no la recuerdas? ¿No la metiste tú?

—Le repito que no lo sé... No sé ni qué tipo de roca es...

—Es un cristal que se encuentra sólo en zonas volcánicas...

—Fletcher es magigeólogo —le susurró Ron a Harry al oído—. Y está flipao vivo.

—... Lo que quiere decir que Quienes-Ustedes-Saben está en una zona volcánica o en las cercanías... O que esto no lo ha cogido Sirius y pretenden despistarnos.

—¿Cómo iban a pretender despistarnos si ellos no lo han soltado? —repuso Arabella Figg—. Porque escapaste tú, ¿no?

—Sí... escapé... no sé cómo lo hice ni cómo llegué hasta aquí, pero escapé. No sabía que hoy os reuniríais todos aquí, aunque sí sabía que encontraría a alguien... siempre hay alguien que pueda echarle a uno una mano..., ¿no?

—¿Y cómo escapó de la muerte? —inquirió uno de los inefables—. Quiero decir... ¿cómo se libró de las garras de Quien-Usted-Sabe? Si me perdona la falta de sensibilidad al hacerle la pregunta...

—De eso sí me acuerdo... no sé por qué me han dejado esos recuerdos, pero... Fue Peter Pettigrew.

—¿Colagusano? —dijeron Harry, Ron y Hermione a coro, al mismo tiempo que los demás se sorprendían.

—Sí... Colagusano... ese... umm... canalla... convenció a Voldemort de que le sería más útil vivo que muerto... Y aún no entiendo por qué lo hizo... Creo que algo después me dijo él mismo algo así como que su vida ya estaba en paz con la de Harry. Debió pagar mi vida por la tuya, Harry... tú le perdonaste el pellejo hace dos años...

—Y ahora por primera vez en todo este tiempo no me arrepiento de haberlo hecho.

—Sirius, ¿y no recuerdas quién más estaba con Voldemort? —preguntó Hermione temerosamente.

—Ya he dicho que no, Hermione. Me borraron la memoria. No tengo ni idea de qué hacían ellos, ni dónde estaban, ni qué planeaban. Sólo recuerdo algo de un fénix. Supongo que lo sabrían...

—¿Saber el qué?

—Eh... nuestro... vínculo con el fénix, ¿no? —señaló al pájaro carmesí que revoloteaba por el techo de la sala—. La utilidad de... Fawkes.

Snape le dirigió una mirada recriminatoria.

—Espero que no hayas sido tú el que ha soltado eso allí, Black. No me estoy sacrificando yo también por nada —espetó Snape.

Sirius lo miró con aires de satisfacción.

—Es imposible, y tú lo sabes. Nunca podría haber revelado nada con la de conjuros que llevaba en el cuerpo. La pregunta es cómo saben eso... sea lo que sea. Y lo que ahora debemos hacer es averiguar dónde está él para tenerle vigilado.

—No —intervino Amos Diggory. A Harry le dio un vuelco el corazón y de nuevo un sentimiento de culpa—. Siento tener que dar de nuevo malas noticias, pero ahora lo importante es averiguar dónde están dos de los tritones que custodiaban el Libro de los Muertos.

—¿El libro de qué? —le susurró Harry a Hermione. Ella le hizo un gesto para que se callara. Harrry pudo distinguir cómo silabeaba «La momia».

—Explícate, Amos —pidió Bill Weasley.

—No hay nada que explicar. El otro día las sirenas del lago me mandaron un comunicado. Dos de los vigilantes del Libro han desaparecido. Flum, fuera, esfumado, volaron... no están... Y el Libro tampoco.

Todos soltaron exclamaciones de enfado.

—Pero no es posible... estaba completamente protegido... Arabella y yo lo encantamos para que nadie pudiera acceder a él —dijo Bill—... Y además, estaba en el fondo del lago...

—Como si eso pudiera detener a lord Voldemort —replicó uno de los inefables.

—No era sólo eso —respondió Bill, mosqueado—. Trabajamos muy duro para protegerlo, ¿acaso lo dudas?

Arabella mientras tanto, corroboraba la labor de ambos.

—¿No se ha encontrado rastro de ellos? —preguntó Dumbledore.

—Nada.

—¿Y los demás?

—Uno fue asesinado. Los otros pudieron escapar, pero ahora están peor que muertos. Ya sabéis cómo es la gente del mar, honor y todo eso. Se sienten fatal por haber huido al ver lo que le hacían a sus compañeros y robaban el Libro. Los mandatarios de la Comunidad Acuática están alarmados y asustados...

—¿Qué es el Libro de los Muertos? —preguntó Harry en voz baja mientras Diggory seguía hablando sobre las sirenas.

—Es el libro de la muerte —explicó Ron entre susurros—... el que escribieron hace milenios los antiguos egipcios... En él hay conjuros, pociones y fórmulas para invocar a Anubis, el dios de la muerte, y conseguir que la vida venza a la muerte... o algo así dijo la guía que nos enseñó Keops cuando fuimos a Egipto.

—Bill nos ha hablado a veces de él, ¿verdad, Ron? —intervino Hermione—. Decía que nunca lo habían encontrado...

—Pero es imposible que pudiera robarlo —murmuraba Dumbledore—... Estaba escondido en el Espejo de Oesed... nadie que tuviera buenas intenciones podría sacarlo... Él no podía sacarlo.

—Entonces ni él ni ninguna otra persona —matizó la profesora Auranimus—. Ese libro sólo es querido para una cosa... y cualquiera que obtenga ese poder acabaría actuando con malas intenciones. Por eso ha estado siglos protegido por esa tribu... deberíamos habérselo dejado a ellos, que lo custodiaran como hasta hace unos meses. Ahora desconfiarán de nosotros... y con razón.

—Al menos tenemos una buena noticia —dijo Bill Weasley—: en Gringotts aún no sospechan que el Libro es falso. Nos salió bien lo del cambiazo, y la réplica era muy buena.

—Pero como no podíamos ser padre e hijo iguales, yo sí traigo una mala noticia —informó Arthur—. Fudge sospecha que hay topos en el Ministerio. No tardarán en descubrirme, Albus. Y en cuanto me pesquen lo más seguro es que detrás caigan los demás —añadió mirando a Diggory y a los inefables—. Y tenemos otro problema más. Lucius Malfoy se está acercando demasiado a Fudge. Y cuando digo demasiado es demasiado... me temo que sus ideas están influyendo en la confundida mente de nuestro ministro... y probablemente le dé un puesto muy cercano... aunque a él no le haga falta, porque entre el contrabando y demás está podrido de dinero.

—Podrido totalmente —rezongó Hagrid—. Y su valiosa sangre limpia es lo más podrido de todo.

Acababa Hagrid de hablar cuando, de nuevo, un relámpago y después un potente trueno hicieron que todos temblaran en sus asientos tras abrirse bruscamente la pesada puerta de metal y madera. Una docena de magos encapuchados entraron en la sala precedidos por el mismo Cornelius Fudge, todos ellos con la varita en la mano. Fudge les hizo un gesto a sus hombres para que no atacaran.

—¡LO SABÍA! Ultraje, Dumbledore, eso es lo que es esto, ¡un ultraje! —gritó Fudge mientras caminaba hacia la mesa—. Te doy dos minutos para que me des una explicación buena que corrobore que esto no es lo que yo creo que es...

Dumbledore se levantó lentamente de su silla. Algunos lo miraban nervioso, esperando su reacción. Al mismo tiempo, los profesores y los compañeros de Alyssa no le quitaban ojo a los encapuchados vestidos con uniformes y capas verde botella.

—Buenas noches, señor ministro —saludó Dumbledore con irónica educación—. No esperábamos su visita, pero ya que está aquí, siéntese, por favor...

Y conjuró otra silla justo al lado de Fudge. El ministro lo miró con odio, rugió y boleó la silla contra la pared de Ravenclaw. Harry nunca lo había visto tan furioso...

—¡TE LO ADVIERTO, DUMBLEDORE, DÉJATE DE TONTERÍAS! ¿CREÍAS QUE NO ME IBA A ENTERAR DE VUESTRAS REUNIONES SECRETAS? ¿CREÍAS QUE NO IBA A DESCUBRIR VUESTRAS CONSPIRACIONES CONTRA MÍ?

—Nosotros no conspiramos contra ti, Fudge. Contra los únicos que conspiramos es contra lord Voldemort y sus seguidores. Ya te lo dije hace mucho tiempo, si estás contra él estarás con nosotros...

―No, Dumbledore, estáis todos contra mí, todos dispuestos a arruinar mi mundo... ¡Esto es una traición! ―gritó Fudge―. Jamás creí que pudieras hacer esto a mis espaldas, Dumbledore... Aún no lo asimilo. Creí que estabas loco pero no tanto como para montar esta reunión familiar clandestina. ¿No es cierto, Weasley? ¿Diggory? Si está el Ministerio al completo…

―No tienes derecho a hablarles así. Ellos solo hacen lo que deben hacer.

―Traicionar a su jefe y a todo el Ministerio, ¿no es cierto? Trabajando años para protegernos de los muggles y evitar el miedo…

―Esa es lo que pretendemos conseguir —le cortó el director—. Eliminar el peligro antes de que el peligro se haga más fuerte.

―No digas tonterías Dumbledore, el peligro ya se fue hace quince años cuando ese maldito desapareció.

―Te equivocas Fudge, el peligro aminoró pero no se eliminó.

―Estás empeñado en revivir todo de nuevo, pero no voy a permitirlo, Albus. ―Hizo una pausa y continuó hablando―. Ahh, ya sé lo que pretendes, convencer a toda esta gente para que siga tus ideas y hacerte más fuerte que yo y quedarte con el ministerio. No te conformas con dirigir el colegio de magia más importante del mundo sino que también quieres mandar en el Ministerio. No sabía que tu ambición llegara tan lejos…

Se oyeron lamentos de decepción y voces que defendían a Dumbledore. La profesora McGonagall se dirigió a Fudge con gesto de gran irritación:

—Señor ministro... Está usted tan equivocado y ha dicho tantas tonterías que si no supiera ya que es el Ministro de Magia de este país, me sería imposible creérmelo. Parece mentira que un mago de su edad pueda tener esas convicciones dignas de cualquiera de nuestros alumnos más infantiles. Como miembro de esta organización, le ruego encarecidamente que se una a ella para defendernos a todos o salga inmediatamente de esta sala. Si como Ministro de Magia quiere ser útil, ayúdenos a combatir a Quien–Usted–Sabe. Si tiene miedo, quédese al margen... pero no interrumpa nuestra labor. Somos pocos y hay mucho que hacer para evitar lo que nos acecha.

El ministro se quedó mudo por unos instantes, como procesando lo que acababa de escuchar. Fue a los pocos segundos cuando empezó a reírse a espasmos...

—Locos... ¡locos...! —susurraba Fudge elevando cada vez más la voz—... ¡LOCOS! ¡Estáis todos completamente locos, todos abducidos por la fama y la locura de ese niño!

Y señaló a Harry, con el brazo temblándole de ira y la cara desfigurada por la furia.

—Oiga, ¡HE VISTO A VOLDEMORT! —saltó Harry, perdiendo el control—. Vi cómo renacía, vi cómo le ordenó a... vi cómo mató a Cedric Diggory, vi cómo salían mis padres de su varita... ¡Vi su cara de furia cuando intentó matarme! ÉL ASESINÓ A MIS PADRES... ¿CREE EN SERIO QUE ME TOMO ESTO COMO UN JUEGO? ¿CREE QUE ME TOMO SUS MUERTES COMO UNA MERA MÁQUINA DE FAMA?

Fudge tartamudeó.

—Yo no he dicho eso, Potter.

—Lo insinúa... Cree que hago todo por llamar la atención. Cree que simplemente tratamos de desequilibrar el mundo idealista y sin problemas que ha tratado de construir durante estos años —Harry elevaba cada vez más el tono de voz. Hermione le tiraba de la túnica hacia abajo para que se sentara y se calmara, pero algunos magos corroboraban con la cabeza lo que Harry decía, y eso le dio más valor para seguir hablando—... ESTÁ MUY EQUIVOCADO SI PIENSA QUE VAMOS A DEJAR QUE LA GENTE SIGA VIENDO UNA ILUSIÓN. ESTÁ MUY EQUIVOCADO SI PIENSA QUE VAMOS A IGNORAR LOS PLANES DE VOLDEMORT... —Harry se acercó a Fudge. Se acercó tanto que sentía su aliento y el olor a puro habano que desprendía su ropa... y le susurró, tan bajo que resultaba extraño que los demás lo oyeran:— Y sobre todo, está muy equivocado si piensa que el miedo, como el que usted tiene ahora mismo, me va a impedir vengar a muerte de mis padres.

—Y la de mi hijo —dijo Diggory con voz firme, levantándose de su asiento.

—Y la de mi mujer —soltó esta vez un inefable, y así uno y otro se fueron levantando, proclamando venganza por sus seres queridos. Dumbledore se levantó de nuevo y pidió calma con las manos.

—Caballeros... No estamos aquí para obtener venganza. La venganza lleva al odio, el odio a la ira, la ira al descontrol, y el descontrol... al fracaso ( n/a: tributo a Yoda). Estamos aquí para detener el avance del mayor enemigo que el mundo mágico haya tenido hasta ahora. Con ayuda del Ministerio o sin ella —finalizó mirando por encima de sus gafas plateadas a Fudge.

—Ya he escuchado demasiado —declaró Fudge, soltándole a Harry la mano de su chaqueta y alejándose de él—. No puedo permitir que vuestras locuras salgan a la luz... ya que han entrado en el Ministerio —añadió, mirando a los señores Weasley y a los demás funcionarios—, no puedo permitir que salgan de él.

Y con un chasquido de dedos, ordenó a sus hombres que atacaran.

En aquél momento se lió un pandemónium. Todos los magos y brujas saltaron de sus sillas dispuestos a atacar a los guardias de Fudge. Pero Fudge no había calculado bien. Los de la Orden eran muchos más, y también mejores duelistas, a pesar de estar combatiendo precisamente contra expertos guardias.

Fudge se alarmaba, se desesperaba... Fue entonces cuando pasó lo que más podía enfadarle... Entre maldición y maldición, Harry vio cómo su mirada se fijaba en un demacrado y desfallecido Sirius Black que salía de las sombras y trataba de defenderse de sus guardias. ¡Sirius Black suelto! ¡Albus Dumbledore conocía el paradero de ese asesino y no le había dicho nada! En un alarde de furia, hizo un gesto y las puertas volvieron a abrirse.

Frío. Mucho frío. Tristeza, gritos... su madre, Lily, gritando; Ginny encerrada en la cámara, Ginny fría, blanca... Ron siendo golpeado por una enorme dama blanca, arrastrado hacia el fondo del túnel; Hermione a punto de ser besada por un dementor, Hermione cayendo en el vacío... su padrino asfixiado... gris, todo imágenes grises, tristes, desesperantes, gélidas... un escalofrío recorrió su espalda y cuello hasta perderse en su boca, como un corrosivo río de hiel que avanzara hasta sus entrañas, consumiéndole... Cedric, Cedric en el suelo, Cedric muerto, Voldemort a su lado renaciendo... Gritos, voces, manos que lo arrastraban hasta el fondo del túnel, manos que lo abrasaban, lo encadenaban, lo desgarraban...

—Harry... ¡Harry!

Sintió una bofetada, y pudo despejarse.

—Come, depd'isa —le ordenó Hermione al tiempo que le tendía una tableta de chocolate. Ella también comía. Por arte de magia había aparecido una bandeja en la mesa, y todos iban cogiendo trozos conforme pasaban por el lado en medio de sus duelos. No era el único que se había desmayado. Arabella y varios miembros del Ministerio, sobre todo inefables, también se levantaban del suelo.

Y recordó las últimas palabras que Hagrid había dicho un rato antes... Podrido. Podrido... Aquella palabra parecía haber sido un conjuro para atraer a lo que venía tras ella...

Media docena de dementores entraron por la puerta, acompañados por el doble de magos, decididos a absorber las almas de todos.

Decenas de patronus salieron de las varitas. Un ejército de nubes grises y azules sobrevoló la sala. Harry aún no veía bien, sólo notaba agitación y miedo... Notó una oleada de frío, y un resplandor azul cegador. Entre niebla pudo distinguir un dementor huyendo del patronus de Hermione, y a ella tirada en el suelo tratando de reanimar a su padrino.

—Sirius... ¡Sirius! ¡Despierta! —gritaba desesperada, dándole también a él más chocolate. Sirius apenas era capaz de levantar cabeza.

—¿Qué le ha pasado? —preguntó Harry, recobrando poco a poco el sentido.

—Le iba a... le iba... ese dementor... ha estado a punto de... —Hermione gesticulaba, no era capaz de decir lo que quería. Pero tampoco hacía falta. Harry sabía a lo que se refería: aquél dementor había estado a punto de absorberle el alma a Sirius...

Levantó la vista. Por todos lados había magos gritando, dementores huyendo y luces saliendo de las varitas en las formas más extrañas posibles. Y encima de Hermione...

—¡Hermione, cuidado! —no le dio tiempo a reaccionar. La varita se le cayó al suelo con los nervios, y no encontraba otro modo de pararlo... Se abalanzó de un salto sobre el enorme dementor que amenazaba con besar a Hermione en cuanto volviera la cara. Al caer al suelo, varios patronus fueron lanzados hacia el dementor, que se levantó apartando a Harry y trató de atacar a los que habían lanzado los patronus. Harry fue a recoger su varita, pero al hacerlo se dio cuenta de que no podía... las manos le dolían demasiado. Esas mismas manos que segundos antes habían tocado la cara del dementor y que ahora parecían estar deshaciéndoseles como si termitas invisibles las devoraran.

—¡Harry! —le gritó Dumbledore mientras reducía a uno de los guardias de Fudge al tamaño de un pollo, ante el asombro de los duelistas de alrededor. El guardia reducido maldecía su varita con una vocecilla finita y lanzaba hechizos que no parecían sino pequeñas descargas eléctricas—. Es por el dementor, ¡no te toques nada! ¡Snape, cúrele! —gritó mientras ayudaba al señor Fletcher con varios magos—. ¡Hermione, protege a Sirius! ¡Diggory, a por nuestro querido ministro, el gusto es tuyo! ¡Que alguien le ayude! ¡Weasleys y los del ministerio, encargaos de los magos, los demás nos ocuparemos de los dementores! ¡YA!

Snape se le acercó, y enseguida se sacó de sus ropajes negros una botellita.

Regenerador de tejidos —informó mientras vertía visiblemente a disgusto el líquido sobre las manos de Harry y las hacía recomponerse capa por capa—. No sé qué hace en esta reunión un niño que ni siquiera sabe que la piel de un dementor posee un veneno ácido. Tendrás que aplicarte más a partir de ahora, Potter —dijo con una mueca de desprecio—. Y ahora levántate y ayúdanos.

La batalla siguió durante un par de minutos, los que tardaron en atrapar en jaulas mágicas a todos los guardias y dementores y aprisionar a Fudge.

—Desmemorizadlos a todos—ordenó Dumbledore a unos que Harry se enteró más tarde que eran desmemorizadores del Ministerio, y a unos compañeros de Alyssa—. Y devolved a las bestias a la prisión. Esto no puede salir a la luz. Los demás, coged asiento y comed chocolate... será mejor que prosigamos con la reunión.

—Bien... presos los intrusos creo que es momento de investigar al respecto —dijo Dumbledore al cabo de un rato, cuando todo estuvo más o menos en orden.

—Está bien claro lo que sucede, Albus —gruñó Fletcher. Tenemos un topo. Un topo del Ministerio —añadió mirando a los Weasley, que se sintieron ofendidos.

—Si me permiten opinar —replicó Arthur Weasley, asesinando a Fletcher con la mirada—, creo que es más posible que tengamos un topo... en colaboración directa con Quien–Ustedes–Saben.

Un murmullo semejante al zumbar de las abejas colmó la sala.

—Por favor, escuchadme... no, no es una locura, Arabella... Lucius Malfoy anda muy cerca de Fudge, ya lo dije hace un rato. Y todos sabemos que Malfoy es un maldito mortífago. Lo que más les interesa a ellos es impedir nuestras reuniones, y qué mejor manera que manipulando al inepto del Cuernos... Alguno de nosotros o cercano a nosotros está podrido hasta los pelos.

Harry, Ron, Hermione, Lupin y unos pocos más rieron por lo bajo, sabiendo a quién iba dirigida indirectamente la acusación.

—Arthur, estoy de acuerdo con tu teoría. Pero me parece una acusación muy fuerte... Confío en todos y cada uno de los miembros de esta Orden... prefiero pensar que alguien cercano a alguno de nosotros ha podido enterarse. ¿Es eso posible? Pensad unos minutos antes de responder, por favor... recordad vuestras últimas conversaciones sobre política...

Sin embargo, nadie admitía ningún error por su parte. Todos aseguraban haber mantenido el secreto.

—Siento ser yo quien siembre la discordia, pero —interrumpió Snape echándose para atrás su larga y grasienta melena negra—... Aquí el único que ha estado en contacto con el Señor Tenebroso los últimos días ha sido nuestro querido espía Black... ¿no será un espía a doble banda?

Sirius Black se levantó del asiento enfurecido, pero una mano de Dumbledore en su hombro bastó para sentarlo de nuevo y evitar que se lanzara a partirle la cara a Snape. El resto de los miembros protestaron por él.

—Escucha, Severus —ronqueó Sirius cuando todos estuvieron calmados—. Me he tirado doce malditos años en esa condenada cárcel pagando por un crimen que no cometí. Te aseguro que si quisiera pasarme a su lado no me lo pensaría dos veces por miedo. Si fuera un asqueroso mortífago, créeme que no dudaría en matar a todos los que me habéis dado motivos, a ti el primero.

La sala se quedó en sepulcral silencio. El ambiente estaba tan tenso que Harry le dio la impresión de que si movía un solo músculo, le rebotaría hacia otro lado como si un elástico lo fuera a repeler.

—...Pero creo que está claro de qué lado estoy. Por suerte aquí todos saben de mi inocencia y confían en mí. Y por suerte aún conservo la cordura necesaria para estar seguro yo mismo. Así que si lo que deseas es librarte de acusaciones tú —Snape se alisó la toga negra con gesto de ofendido—, la próxima vez hazlo sin acusar a nadie.

Snape iba a replicar algo cuando una voz joven, a sílabas aguda y a sílabas ronca, interrumpió la discusión:

—¡YA ESTÁ BIEN! —gritó Ron, saltando de su silla—. Parecéis los dos más críos que... que yo mismo. ¿No os dais cuenta de lo que está sucediendo? ¿Nadie se da cuenta? ¡TRATA DE SEPARARNOS A TODOS! Quien–Ust... Vvv... Él sabe que somos pocos y nuestra única arma es la fuerza juntos, ¿no? Hay un topo, de acuerdo, pero eso no es algo que podamos solucionar con acusaciones... ¿para qué están aquí Bode y Coacker? Ellos son los inefables, ellos deben saber sobre investigaciones y secretos... ¡dejémosles a ellos ese trabajo, ¿no?

Bode y Croacker sonrieron agradecidos.

—No os dais cuenta... está haciendo algo que (según me contó mi padre) ya hacía antes muy bien... trata de manejarnos como a... piezas de ajedrez.

—Muy agudo, tío —susurró Harry.

Los magos que habían estado acusándose minutos antes miraban ahora al suelo avergonzados. Dumbledore le dirigió una mirada cómplice a Ron.

—Tienes razón, Ron —admitió Sirius—. Pero se te olvida una cosa: no está jugando con peones blancos o negros, sin vida. Juega con seres humanos de carne y sangre —dijo, y sus labios se curvaron en una amarga sonrisa.

—Por eso no podemos pelear entre nosotros ni perder ninguna de nuestras piezas. Cada una tiene su lugar y su función dentro del tablero. El ajedrez es un juego de piezas blancas contra negras... Nosotros tenemos que darle jaque al rey negro, no a nuestros peones.

—Pero es indiscutible que un alfil negro se ha colado en nuestras casillas —siguió el juego McGonagall.

—O dos —observó Alyssa Auranimus—. Las negras tienen dos alfiles, no lo olvidemos. Uno sobre las casillas negras... y otro sobre las blancas.

—¿Insinúa usted que podemos tener más de un problema, mi joven profesora? —inquirió Dumbledore interesado.

—Sólo sugiero esa posibilidad. Voldemort y los suyos, aunque les pese, son como cualquier grupo terrorista, muggle o mágico, eso da igual. Son una red. Y nunca atacan de frente, siempre a escondidas, enmascarados y por la espalda. ¿Por qué arriesgarse uno solo...

—... si tiene las espaldas protegidas por un compañero? —exclamó Charlie emocionado por participar—. ¡Claro! Uno puede actuar dentro de nosotros...

—... sobre las casillas blancas—apuntó Ron.

—... y el otro pasarle la información del Innombrable...

—... sobre las casillas negras —terminó Dumbledore—. Cierto. Pero es una teoría muy arriesgada de investigar. Cualquiera podría ser culpable... y no somos nosotros quiénes para pelearnos. Dejémoselo a nuestros investigadores particulares, por favor. De lo contrario sólo sembraremos cizaña.

—Al menos sabemos quiénes son nuestros alfiles —indicó Hermione mirando a Sirius y a Harry—, y de qué manera podemos jugar con ellos.

—Hermione, yo soy un espía, pero Harry no. Y de ninguna manera voy a permitir que juegue a serlo.

—No juego. Lo soy ya, quieras o no —replicó Harry, cayendo en la cuenta de lo que Hermione se refería—: estoy conectado a él, y eso no puedes evitarlo. Deja de protegerme, Sirius. No soy un crío.

—También sabemos quién es nuestro rey —continuó, y miró a Dumbledore, que negó con modestia.

—Y quién trata de hacerse la dama —dijo Ron sacándole la lengua a Hermione.

—Muy gracioso...

Fletcher se levantó, se dirigió a uno de los ventanales y después de musitar un ligero «¿Os importa?», encendió un cigarrillo.

—Mundungus, ¿no te parece suficientemente ronca la voz que tienes? —Le regañó McGonagall.

—Lo siento, mamá, pero estas charlas sobre ajedrez y guerra me aturden la cabeza, no entiendo nada. Necesito un respiro.

—Un sanísimo respiro...

—Ya que dices eso, Fletcher... si es cierto que ajedrez y guerra guardan relación, y aunque no tengo mucha idea de esto porque lo mío son los bolos... creo que este muchacho nos ha demostrado anteriormente ser un buen estratega, así que tenemos una nueva pieza, presupongo que un jinete...

Ron sonrió.

—Siento romper este momento tan emocionante, pero se nos olvida un pequeño detalle —interrumpió Harry—. Voldemort no va a jugar limpio. Su ejército es mucho más grande que el nuestro. Dementores, la mayoría de los gigantes, criaturas malignas... ¡puede tener de su lado hasta a vampiros! Lo dijo la noche en que renació... "Y un ejército de criaturas a quienes todos temen..." Esa frase se me quedó grabada en el cerebro. Aquél día ya nos declaró la guerra.

—Pues si quiere guerra, tendrá guerra —afirmó Lupin, que hasta el momento sólo había intervenido para proteger a Sirius. Sonrió dejando entrever sus colmillos, un poco más grandes de lo habitual—. No es el único que tiene un ejército.

Un brillo malicioso chispeó en sus negras pupilas.

—Te escuchamos —le apremió Dumbledore.

—¿Os hacéis una idea de la de hombres lobo que hay en el mundo?

Varios se encogieron en sus asientos ante esta respuesta. Ya todos sabían que Lupin era uno de ellos, y al igual que los gigantes, existían muchos prejuicios hacia esos seres.

—¿Estás tratando de decir que has conseguido su apoyo, Remus? —Preguntó el viejo, y su boca se curvó inconscientemente en una amplia sonrisa, ilusionado ante esa posibilidad.

Lupin no contestó. Se limitó a sonreír con suficiencia y mirada burlona.