Rollo preliminar: Harry Potter así como el resto de personajes y escenarios que podáis identificar en este fic no son obra mía, sino de Rowling, tal pascual. En fin, no sé si seguir subiendo capítulos porque voy camino de ser la autora con menos reviews de la historia de fanfiction. No es que yo me queje, pero qué se le va ahacer. En este capítulo tengo que darle las gracias a Aleydis que colaboró con ideas, opiniones y su presencia en general. Muchas gracias por leerlo y espero que os guste.
Va por vosotros.
VIERNES 5 DE ABRIL. POR LA TARDE.
Los elfos que en este momento estaban trabajando en la decoración del jardín para la boda, habían salido de la PEDDO. A pesar del funesto destino que le seguía augurando Ron a la organización, cada día la causa ganaba más adeptos. A muchos de los elfos que Hermione había recolocado con un sueldo digno en familias responsables los había liberado ella misma de familias oscuras que habían apoyado a Voldemort.
Los elfos no la pagaban. Pero sin darse apenas cuenta Hermione tenía la casa más limpia de todo Londres, la comida aparecía preparada en su frigorífico y su ropa siempre estaba a punto justo cuando la necesitaba.
Cuando empezó a montar la boda un grupo numeroso de voluntarios se ofreció con un servilismo casi febril a ayudarla. Claro que aún les duraba la emoción de la noticia de que Hermione había empezado a redactar una ley en contra de la esclavitud de cualquier criatura mágica. Ron dudaba de que la emoción fuera por la perspectiva de libertad, más bien creía que era el hecho de ser lo suficientemente importantes como para aparecer en una ley lo que les gustaba tanto, pero como era ayuda y catering gratis, no decía ni pío.
En ese momento Ron seguía con mirada preocupada el movimiento incesante en el jardín. En un instante sostenía una silla. Segundos después una guirnalda: un centro de mesa, un lazo, un gnomo desorientado.
El gnomo chilló, le mordió y Ron lo lanzó lejos con una maldición seca. Entonces escuchó la risa en su espalda.
-¿Qué tal, futuro marido? – A Harry le encantaba verle hacer de perchero desorientado.
-Muy gracioso lo del gnomo – Su amigo se encogió de hombros.
-No me he podido contener – Harry se fijó en el pobre e histérico Dobby y en la aún más histérica Winkie que trabajaba adornando las mesas y las vallas del jardín de la Madriguera para la boda del domingo.
-Al menos no se te ve nervioso. Creía que te pondrías así o peor. – Harry señaló con la cabeza al elfo y recibió un gruñido de respuesta.
-Eso porque aún no has visto a Hermione. Está empeñada en que todo sea perfecto. Y ahora, encima, nos quiere endosar más muggles.
Harry frunció el ceño. El empeño en la perfección de su amiga era normal. Lo que le preocupaba era tener que informar a más muggles de la existencia de un mundo mágico que apenas se estaba recuperando de la guerra.
-¿Sabes quién?
-Un par de amigas suyas. Una le va a hacer de dama de honor junto a Ginny. La conoce de siempre, vivía en su barrio. Creo que se llama Charlotte. En fin, no sé mucho de ella.
-¿Y la otra? – dijo despreocupado Harry, mordisqueando un canapé que le había pillado a un elfo desprevenido, ya que apenas había desayunado esta mañana.
-Creo que se llama Char, o kahr, o Mar, vete a saber. Es una tía un poco rara. Imagínate, es una bruja que vive como una muggle, a ver ¿cómo se come eso? ¿cómo puede un mago querer vivir así de limitado?
-¿Qué me dices de tu padre?- preguntó Harry intentando contener su gesto más sarcástico.
Ron torció el gesto ligeramente molesto consigo mismo por haberse enredado en su propia trampa:
-Ese es un caso aparte. Tú hazme caso, mantente apartado de esa no sea que nos pasé como con Luna, y acabemos siendo amigos de más tarados.- Harry apenas levantó la mirada. Últimamente Ron andaba mosqueado con todo lo que fuera extraño, era desde que había sorprendido a Hermione hacía unas semanas leyendo una carta de Victor Krum. Estaba nervioso, y Harry no sabía cómo decirle que Hermione preferiría cortarse las dos manos antes que escaparse con Krum. Sólo había que verla, estaba empeñada en que todo fuera perfecto, y toda esa obsesión, no era más que por su futuro marido.
-A ti lo que te pasa es que estás nervioso por lo del Krum. Si en el fondo eres un cursi, lo que pasa es que no te da la gana ser romántico.
-Habla mister no-he-tenido-una-relación-seria-en-toda-mi-vida.
-Pues si te cuento lo que me ha pasado esta mañana.
-¿Has encontrado el amor de tu vida?
Harry se atragantó con el segundo canapé. Ron le vio ponerse rojo, quedarse sin aire, y toser repetidas veces. De repente se puso serio mirando muy fijamente a su amigo.
-¡Dios mío! ¡Harry! ¡Es verdad! ¿Es verdad?
Harry se recuperó a duras penas y le dijo con la voz medio afónica:
-No grites tanto que no quiero que Hermione se entere.
Ron había dejado de gritar, estaba en shock, breves segundos después una sonrisa maliciosa inundó su cara.
-¿Cómo es? ¿Es guapa?
-Bueno – suspiró y se perdió en los recuerdos recientes de la chica del mercadillo. A su lado Ron jadeaba y daba breves saltitos esperando más detalles como un incordio de pajarito que espera que le den de comer en el nido. Como Harry se había quedado pensativo y no le decía nada, Ron le metió un empujón que por poco manda al elfo que Harry tenía detrás contra toda la hilera de mesas que ya estaban dispuestas.
-¡Ron! ¡Las mesas! ¡ten más cuidado!
El elfo se separó de Harry chillando y profiriendo adjetivos nada cariñosos contra los dos amigos.
-Hola Hermione – saludó Harry recuperada la voz.
-Hola Harry.- Saludó la chica que parecía al borde de un ataque de nervios. Varias hebras se escapaban del moño que se sostenía a duras penas, tenía la ropa toda desordenada y unas pequeñas ojeras le asomaban en los ojos cansados.
-Hermione – dijo suspirando Harry – creo que te has vuelto a coger más asignaturas de las que puedes llevar.
-Muy gracioso Harry, pero ya que estás aquí, en vez de perpetrar desastres, podrías ayudar a Ron a hacer algo, o al menos a no estorbar.
-¿Quién estorba? – preguntó Ron ofendido – Yo también me caso ¿no?
-No sé, chaval, yo que tú me lo pensaba – dijo con una media sonrisa Harry.
-Eso, así me gusta Harry, colabora – ironizó Hermione – no tengo tiempo para seguir echándoos el sermón, ya sois mayorcitos.
-Hermione – llamó con voz cansada la señora Weasley- querida, ¿podrías venir a la cocina? Ginny ha terminado de preparar su paté especial y quiere que le demos nuestra opinión.
-Ya voy, Molly. Un momento. – Cuando se volvió se encontró con la cara espantada de Harry y el gesto de extrañeza de Ron – No cocina tan mal – los gestos de ambos empeoraron – me lo ha pedido como un favor; ¡es tu hermana, Ron! ¡Dale una oportunidad!
Hermione se giró sin decir más para ir a reunirse con la señora Weasley.
Harry posó una mano en el hombro de su amigo:
-Ron, no te ofendas, pero creo que no voy a comer nada en el banquete de tu boda. Me han recetado ayuno total, ¿no te lo había dicho? Un pequeño problema intestinal, el otro día estuve en San Mungo . . .
-Y los siete canapés que te has tragado desde que has venido.
-Es que sólo puedo comer comida ligera.
-El paté es ligero.
-No si lo hace tu hermana.
Ron se volvió para "no estorbar" mientras murmuraba algo que podía ser "cobarde".
Harry decidió que ya era hora de irse, además todavía no les había comprado el regalo, aunque tenía en mente algo que podría funcionar. Decidió entrar al callejón Diagon por Knocturn para ahorrarse la acumulación de gente. En ese momento le llamó Ron:
-¡Eh! Esta noche me cuentas todo lo de tu chica, ¿vale?
-Esperaba que se te hubiera olvidado, ¿esta noche no cenamos en casa de Hermione con las dos muggles?
-Esa no es excusa para no contarme nada.
-No vamos a tener tiempo.
-Sí que lo vamos a tener.
Haciéndose el sueco, Harry se volvió, levantando una mano para despedirse de su amigo mientras bajaba la colina hacia la entrada al jardín de la Madriguera:
-Adios Ron.
-Me lo vas a contar, Harry – gritó Ron - ¡Harry! – Ron dejo de gritar cuando vio que su amigo ya no podía oírle – No tiene compasión. Ahora me voy a quedar con el gusanillo hasta la cena.
Había dejado a Lizzie en su casa y ahora me encontraba . . . en fin, el hecho es que no sabía donde me encontraba, lo único que sabía era que en algún punto de mi paseo el callejón Diagon se había convertido en el plató de viernes trece, casi me esperaba encontrar a la Buffy la cazavampiros en algún recodo del camino. Levanté el mapa para desconcertarme aún más si cabe. Lo volví a bajar enarcando la ceja tanto que empezó a dolerme la cabeza.
Y fue entonces, justo entonces, cuando me convencí de que al doblar la siguiente esquina me volvería a encontrar entre tiendas normales y con luz apropiada cuando lo que encontré fue un callejón sin salida lleno de basura y con una pandilla de seres cubiertos con harapos reunidos en torno a una especie de caldero mugriento.
Instintivamente, decidí darme la vuelta en silencio y salir perdiendo el culo. Desgraciadamente mi plan cuidadosamente trazado no pudo ser. Justo cuando iba a perder el culo, uno de las cosas levantó la cabeza olisqueando el aire, y lo siguiente que vi es que estaba rodeada por una panda de especie de no sé qués, que tenían muy mala pinta y peores intenciones.
-¿Gqué tegemos agquí? – masculló uno de ellos.
-Es un pequeño bocadito que se ha perdido en el bosque – soltó una voz infantil que me puso los pelos de punta.
-En realidad, me alegro de encontrarles. Verán, si pudieran ayudarme, es que me gustaría volver al callejón Diag . . .
La cosa más grande emitió una especie de rugido ensordecedor justo al lado de mi oreja, dejándome hecha una bola aterrada y medio sorda.
-Mucho me gtemo gque go vas a gpoder volver al gcallejóg diaggóg.
-Una verdadera pena. Pero prometemos que pasarás un buen rato, aquí en Knocturn.
-¿En Knoqué? – pregunté cercana al shock. En mi mente se formaba un barullo de ideas locas para escapar, entre ellas (el clásico fallo de vivir como una no mágica) no aparecía la varita por ningún lado.
-Ges uga verdadera ofegsa gque go gcogozcas guestro gcallejóg, ¿verdad? Gkognie.
La cosa grande volvió a rugirme en la oreja, justo cuando yo decidía mi plan de supervivencia: taparme la cara con las manos y ponerme a chillar como una histérica. Noté que la mano de la cosa grande me elevaba del suelo y ya no pude pensar. En la confusión que se me formaba en el cerebro mientras esperaba el golpe mortal, escuché una voz que se imponía a mis gritos, luego el golpe final no llegó. En su lugar una voz masculina dijo con tono seco:
-Deja de gritar.
Inmediatamente me callé y abrí los ojos confusa, en fin, ¿porqué no estaba muerta? Y allí estaba: mi salvador, el chico del mercadillo en persona, tenía la varita en una mano pero no la levantaba contra los seres, les miraba con cara de "yo soy quien manda aqu".
-Déjala en el suelo – le dijo a la cosa grande que me sujetaba con un tono firme pero sutilmente amenazador. El monstruo obedeció.
-Gseñor Potter, no irá a . . .
-Fuera de mi vista, Zumbo, antes de que pierda la paciencia. – le respondió el interpelado sin mover apenas un músculo de la cara.
Creo que seguía con la boca abierta desde el último grito. La verdad es que podría habérmelo comido a besos, no sólo por haberme salvado la vida, sino también por la manera en que lo había hecho. Entonces, cuando los monstruos nos hubieron dejado a solas, yo me quedé haciendo el papel de la pija virgen y tímida. Baje la vista, (creo que me ruborice) ¡creo que me ruborice! (no tengo vergüenza), y me acerqué lentamente adonde él estaba. Aunque eso suponía hacer un esfuerzo para controlar las hormonas que saltaban descontroladas dentro de mi.
-No pienso firmarte ningún autógrafo así que no pongas morritos – con esta simple y dura frase dicha en un tono aún más simple y duro se giró para dejarme allí plantada, sin apenas darme tiempo ni a volver a abrir la boca. Bajé las cejas para empezar a enfadarme cuando se giró y lo empeoró todo más aún si era posible.
-¡Ah! Se me olvidaba. No le digas a nadie que voy a comprar al Portobello, no me gusta que me siga un grupo de brujas histéricas esperando ver alguna especie de héroe y menos en un sitio público y muggle; así que por el bien de tu vida tranquila y pacífica, mantengamos el secreto. – Y dicho esto se giró, sin darme otra vez tiempo a nada y enfiló el callejón para largarse. Desgraciadamente yo me recuperé y para cuando atravesó la salida de Knocturn yo ya le había alcanzado con un par de cosas que decirle. Si hay algo que no aguanto en este mundo son los tipos arrogantes. Le cogí del hombro y le hice girar bruscamente y aproveché su momento de sorpresa para soltarle:
-¿Te crees que porque me has hecho babear en el mercadillo puedes tacharme de fan histérica?¡Yo no sabía quién eras, pedazo de idiota! No lo supe hasta que desapareciste de mi vista. ¿Y ahora te crees que el hecho de salvarme la vida te permite tratarme como si fuera un ser inferior? ¡Dios! ¿Cómo tratas entonces a los no mágicos? No eres el único que lo ha pasado mal en esta vida, ¿te enteras? Y tus lágrimas no son más importantes que las de los demás. Así que a ver si vamos empezando a portarnos un poquito mejor con la gente, no sea que acabes convirtiéndote en otra amenaza para el mundo mágico.
¿Acaso no es la sensación más horrorosa del mundo darse cuenta que te has pasado tres pueblos con alguien a quien quieres? Yo me di cuenta en ese momento, y se me cayó el corazón a los pies, casi literalmente porque del empujón que me metió para liberarse de mi me envió directa al suelo. Luego se perdió entre la gente y yo no tuve oportunidad de decirle nada más.
Un dolor intenso se me acumuló en el pecho y la garganta. Y la culpabilidad se me enroscó en las tripas como si se tratara de una serpiente venenosa.
-Soy un asco – dije fastidiada al tiempo que daba un puñetazo al suelo y me pringaba de una asquerosa cosa verde que me dio ganas de vomitar. Dolorida por la caída y por la razón de la caída me levanté y empecé a andar hacia la salida a la calle muggle. Sólo quería volver a mi hotel y echarme a la cama a llorar desconsoladamente, pero esta noche tenía la cena para conocer a la chica de Internet y su novio y no sabía cuánto iba a tardar en quitar el horripilante olor de la cosa verde de mi piel.
De todas maneras, y a pesar de que me dio una rabia horrible, empecé a llorar antes de llegar a la calle.
La verdad era que no estaba de humor para ir a cenar a ninguna parte. Mucho menos con Hermione y Ron. El último seguro que le acosaba a preguntas en cuanto tuviera la más mínima ocasión. Preguntas que no estaba preparado para responder porque a cada paso que daba parecía que la cosa se complicaba más.
Era increíble que hubiese sido tan sencillo en los primeros momentos. Él era un chico. Ella era una chica. Se habían mirado en un día luminoso, en un sitio lleno de gente que pareció desaparecer y se habían gustado casi al momento. ¿Qué había hecho que todo se complicara? Por supuesto el hecho de que él era famoso. ¿Qué otra cosa podría haber hecho que ella se fijara en él? Era consciente de que no tenía un aspecto especialmente deslumbrante para las chicas. De que sólo atraía miradas femeninas en el mundo mágico. Para las muggles no era más que un chico algo flacucho y un poco bajito.
Se echó un vistazo al espejo. Intentó con desesperación aplastarse un poco más el pelo, al rato lo volvió a dar por batalla perdida.
-¿Cómo me las arreglo yo para meterme en estos líos?-le preguntó suspirando al espejo.
-Así es la vida, amigo.- Le respondió su propia imagen.
Gruñendo algo indescifrable se giró para coger su chaqueta y salir de casa. Necesitaba desahogarse un poco así que cogería la escoba para ir a casa de Hermione.
Su amiga vivía en uno de los pisos de la gran ciudad de Londres, un ático con una espléndida terraza llena de plantas en la que uno podía aterrizar sin temor a ser visto y acceder fácilmente a la vivienda tras decir una contraseña (nunca estaba de más la precaución para alguien que había pertenecido a la Orden del Fénix).
Cogió su Saeta de Fuego y se montó, pegó una patada en el aire con demasiada rabia cuando recordó las últimas palabras que había cruzado con la chica a la salida del callejón. ¡Otra amenaza para el mundo mágico!, ¡pero cómo se atrevía! Ella no tenía ni idea de todo lo que había tenido que pasar para salvarla a ella y a todo el mundo de la amenaza de Lord Voldemort.
Los recuerdos le llenaron un momento y eso provocó que su gesto se ensombreciera todavía más. Intentó tranquilizarse. Si se pasaba toda la cena de mal humor Hermione no se lo perdonaría nunca.
Para distraerse se obligó a concentrarse en los muggles que iba a conocer. Necesitarían ver que los magos son personas como cualquiera de ellos. Sobretodo le extrañaba el caso de esa chica que siendo bruja, prefería vivir como una muggle. No podía más que guardar cierto recelo al igual que Ron ante la idea, pero también lo divertía, porque como le había dicho a su amigo su padre no era más que otro enamorado de la vida muggle.
Aterrizó en el balcón de Hermione pocos minutos después con una ligera sacudida. Mientras escondía la escoba entre las plantas de su amiga atisbó a ver en el salón una pequeña reunión de gente. Hermione estaba hablando con una chica rubia, bastante guapa y muy bien vestida a la manera muggle. Parecía provenir de una buena familia inglesa, con su postura erguida y sus gestos suaves y educados, se podía adivinar que era el parangón de la dama inglesa incluso a los metros a los que estaba de ella. Fue al dirigir la mirada hacia la otra chica que estaba hablando con su amigo Ron cuando se le abrió la boca involuntariamente.
¡No podía ser! ¡No! ¡Allí no! ¡ELLA NO!.
Pero desgraciadamente, la interlocutora de Ron era la chica del mercadillo. Un poco más arreglada que la última vez que la había visto en el callejón, sonreía y charlaba animadamente con su amigo como la primera vez que la vio aquella mañana. Harry sintió que una mano le atenazaba las tripas y le entraron unas ganas inmensas de tirarse por el balcón (con escoba incluida) y salir de allí volando antes de que nadie advirtiera su presencia.
Jugueteó con la idea mientras no perdía detalle de ninguno de los movimientos que ella hacía. Se dio cuenta ( y eso le provocó un enfado consigo mismo) de que incluso después de lo que había pasado en el callejón, no podía dejar de sentirse atraído por ella, de verla como a cámara lenta y preguntarse cómo sería si ella . . . ¡Dios mío! En lo que había caído. Ya no tenía remedio. Era como un veneno que se hubiera apoderado de él y se estuviera expandiendo por cada parte de su cuerpo. No estaba preparado para verla otra vez. Había que reconocerlo, tenía miedo, se dispuso para girar en redondo y marcharse de allí cuando la suerte le favoreció de un modo que Harry hubiera preferido evitar.
-¡Harry!-escuchó la voz amortiguada de Hermione llamarle y escuchó de espaldas como sus pasos se acercaban a la ventana que daba al salón y la abría de par en par.
-¡Tarde!- masculló para sí, al tiempo que componía lo que creía que sería una expresión tranquila y cortés y se giraba para saludar a su amiga.
-¡Oh Dios mío! Harry, empezaba a pensar que no vendrías. Ron está un poco nervioso, no deja de atacar a Shahar a preguntas y Charlotte está ligeramente asustada.- Hermione se había agarrado al brazo de su amigo como si hubiera intuido sus planes de huida y ahora lo arrastraba hasta la otra punta del salón donde se encontraban el resto de comensales.
Harry empezaba a sentir que la cabeza le daba vueltas, intentó concentrarse en lo que decía su amiga al tiempo que recorría con la mirada cualquier parte del salón que no fuera la chica del mercadillo.
-¿Charlotte es la muggle?- preguntó con un tono algo inseguro.
-No mágica, Harry. No necesito más prepotencia en la mesa.
-Entonces, ¿Shahar es la bruja?
-Sí, ¿te pasa algo?- Hermione acababa de darse cuenta de que su amigo estaba un poco extraño.
-No, no – se apresuró a negar con un tono algo más firme- eeemmm , entonces, la mug . . . esto, la no – mágica es la . . .- el titubeo arruino el tono firme, miró a Hermione esperando que acabara la frase y le aclarase las cosas.
Hermione le devolvió la mirada con un gesto que indicaba a las claras que estaba empezando a preocuparla en serio- . . . rubia. Harry, ¿estás seguro de que no te pasa nada?.
-No he tenido un buen día- murmuró Harry en un tono tan bajo que Hermione tuvo que esforzarse por oírlo. Su amigo acababa de torcer el gesto en una expresión huraña e inescrutable. Hermione pensó en la suerte que tenía, si Harry no se comportaba como una persona normal y agradable, la cena que había montado para que Charlotte se aclimatara al mundo mágico y Shahar y ella se pudieran conocer mejor se vería arruinada. Suspiró hondo y acercándose a su amiga de toda la vida tiró del brazo de Harry, que apenas tuvo tiempo de hacerle un gesto de bienvenida a Ron, antes de verse frente a frente con la chica. Al menos, la tal "Shahar" (así se debía llamar la del mercadillo) estaba de espaldas a él hablando con Ron y no parecía haberle visto. Cuanto más se pudiera retrasar lo inevitable, mejor.
-Charlotte- dijo Hermione en un tono jovial lleno de esperanza- éste es mi amigo Harry. Harry, ésta es Charlotte, crecimos en el mismo barrio, ahora ella es ejecutiva de una importante empresa americana, vive en Nueva York.
Charlotte miró a Harry con una expresión cortés pero ligeramente fría que le dio la sensación de que la chica había tomado una actitud defensiva con él aún antes de conocerle.
-Así que tú eres el policía, ¿no?- lo había dicho no en un tono coloquial, sino como si no se creyera que Harry era de los buenos. El chico la miró extrañado.
-Algo así- se maldijo por sonar tan inseguro, aquello estaba empezando a ser una mala costumbre.
-Tiene que ser emocionante, ¿tienes alguna anécdota interesante que contar?
-Pues . . .- Harry pensó en alguna historieta que no fuera excesivamente desagradable - cuando tenía 11 años un loco maniático intentó matarme a mi y a mis amigos para conseguir una trozo de roca que le permitiera volver a la vida.
Charlotte le miró con cara de no creerselo demasiado. Quizá se había pasado un poco con la anécdota, pero era mejor que relatarle cualquier otro encuentro con Voldemort.
-¿Con 11 años ya eras policía?
-Digamos que a partir de los 11 lo de sobrevivir fue para mi un trabajo a tiempo completo- la mirada de Harry había recaído en la espalda de Shahar cuando le oyó una risa sincera y cantarina, y luego parecía no poder arrancarse de allí. Charlotte, que hasta ese momento no le había prestado ni mucho crédito ni mucha confianza al hombre que tenía delante, reflexionó sobre el tono amargo con el que había pronunciado la última frase y se fijó detenidamente en su actitud taciturna y precavida. Quizá fuera cierto, quizá no fuera el gusano estúpido que Draco le había hecho creer que era a pesar de todo.
Volvía a tener problemas para detener mi lengua, pero estaba nerviosa, porque no quería estar allí, porque mi conciencia me chillaba desesperada que debería hacer algo, estar en cualquier otra parte, que tuviera cuidado, ¡Dios mío! Era como un sentido arácnido . Pero aún así la charla nerviosa sobre la cantidad de estupideces que había vivido rodeada de no mágicos continuaba, a pesar de que no me sentía ni remotamente tan contenta como simulaba, y a pesar de que mi interlocutor cada vez estaba más cerca de creerme en las garras de la locura más intensa.
En ese momento, y creo que por undécima vez, el futuro marido, que me habían presentado como Ron, tomó un trago de su bebida, bajó la mirada a sus manos y volvió a preguntarme con el entrecejo fruncido, como si le estuviera explicando la teoría de la relatividad:
-Pero, exactamente- agitaba las manos tomándose muy en serio el tema- ¿porqué te gusta vivir como una muggle?
Y yo ya no pude más, le había contado la mitad de mi vida, había enumerado tres veces las mejores ventajas que tuviera la vida no mágica y me creía incapaz de ganar la batalla ante un mago de pura cepa que estaba demostrando tener la mente más cerrada que había visto en toda mi vida. Así que señale con un gesto mi vaso vacío y me volví para preguntar a Hermione donde estaba la cocina.
Y le vi.
Es tan difícil describir lo que sentí en aquel momento. Tanto miedo al rechazo como para que se me humedecieran los ojos, y. . . . tanta alegría por tener otra oportunidad y . . . tanta sorpresa como para dejarme totalmente parada en el sitio, igual que esa misma mañana en el mercadillo y . . . el consabido cosquilleo, convirtiéndose en una marea que arrastraba mi cuerpo y mi alma a lugares desconocidos. Si alguna vez os habéis enamorado los conoceréis: esos sitios donde nada es malo y nada puede salir mal, allí donde la gente sólo ama y lo entiende todo y lo puede perdonar todo y nadie recuerda la tristeza, ni la soledad y todo es alegría, una felicidad eléctrica que te hace ver que todo es posible y que el mundo puede moverse sólo con el deseo y la fuerza de voluntad de uno mismo.
Me sentí tan desnuda cuando Hermione me agarró del brazo y me empujó suavemente para ponerme enfrente de él, sin darme cuenta el tiempo volvía a reanudar su camino, y yo volvía a la realidad sin nada. No, aún con menos, porque lo que vi en sus ojos me dejó completamente helada, débil.
-Shahar, permíteme que te presente a Harry.
La voz de Hermione sonó suave como si intuyera que el momento era delicado. Lo era.
-Así que tú eres Harry- logré articular con mucho esfuerzo porque repentinamente la garganta se me había secado y la boca apenas respondía las órdenes del cerebro.
-Sí- su tono fue seco, a la defensiva. Su expresión reflejaba que aún seguía enfadado por lo que le había dicho aquella tarde. Muy enfadado. En realidad esa calma estudiada me daba más miedo que cualquier grito o amenaza. Realmente no sabía qué pensar, ni qué hacer. Repetí su nombre para asegurarme de que era quien yo pensaba:
-Harry Porter.
-Potter- me corrigió sin pasión alguna en la voz, pero con fuego en la mirada.
-Seguro que has oído hablar de él.- Hermione intentaba salvar la escena sin sonar demasiado desesperada.
La verdad es que yo conocía la historia de Harry Port, esto Potter tan bien como el cuento de la cenicienta. Nunca había tenido más importancia para mi que había crecido lejos de todo aquello y que vivía demasiado lejos de la guerra como para que eso me implicase demasiado. Sabía las habladurías básicas, pero la mayoría de las cosas se me escapaban, como el nombre del mago malo, que mis padres nunca habían pronunciado y nunca había oído a alguien mencionar. Y como se había visto, tampoco conocía muy bien el del mago bueno. A todo eso se le podía unir el hecho de que aunque me esforzara por decirlo en inglés, en mi interior siempre sería "jarri", por respeto al spanglish propio de la patria.
Volviendo a la escena, mientras estaba allí, bajo su mirada, y siguiendo mi línea de inquebrantable madurez, me entraron unas ganas locas de ayudar a Hermione a traer más bebida. Así que siguiendo mi idea original y como si nada hubiera pasado le dije:
-Sí, eeeemm, ¿te ayudo a traer las bebidas, Hermione?
Ron se había tomado toda la escena a risa. Tanto que no pareció darse cuenta de que su amigo tenía pinta de estar al borde del cólico nefrítico.
-Genial, Porter, en España no eres famoso.- dijo con tono socarrón plantándole una mano en el hombro a Harry.
-Estoy en éxtasis.-La frase fue decididamente sarcástica y fue entonces cuando Ron se acordó de la historia que se había quedado a medio contar aquella mañana.
-Podrías olvidarte de la de esta mañana y hacer de ella una bruja normal.- Quizá pinchando un poco a la tentativa su amigo le contara todos los detalles.- ¿Dónde la conociste?
-En el mercadillo muggle de Portobello- dijo Harry a regañadientes. No tenía ninguna gana de hablar del tema como es obvio, pero quizá si confiaba lo suficiente en Ron, se desahogaría un poco. No vio que Charlotte había recorrido la mitad del pasillo de vuelta de la cocina al salón con un par de bebidas en cada mano. Pero Charlotte sí le oyó y se paró en seco, recordaba repentinamente lo que le había contado Shahar apenas unas horas antes, cuando se juntaron en la cafetería del Hotel para esperar a Hermione. Si era cierto lo que estaba empezando a pensar, encajarían muchas cosas de la escena que acababa de tener lugar entre el amigo de Hermione y su más reciente amiga.
En el salón, Harry cambió repentinamente de idea. Pensaba desesperadamente una excusa para salir de allí, no se veía con ánimos de aguantar toda una cena con esa expresión estúpida en la cara, así que le dijo a Ron para tantear el terreno:
-¿Qué te parecen las amigas de Hermione?
-Harry, no te vuelvas a salir por la tangente y cuéntame lo que ha pasado esta mañana. Ha tenido que ser muy fuerte para que tengas ese careto, ¿o te has encontrado con Malfoy en Diagon?
Charlotte ahogó un gruñido molesto. Si Malfoy era Draco, no le había gustado nada el tonito desdeñoso con el que el tal Ron había pronunciado el nombre.
-No ha sido nada Ron, lo de esta mañana ha pasado a la historia. Le concedí más importancia de la que tenía.
Charlotte no sabía el grado de sutileza que tenía Ron, pero si era similar al suyo se habría dado cuenta de que el tono de la última frase de Harry desmentía lo que se decía en ella.
-Pero Harry . . . – "¡vaya!", pensó Charlotte "quizá el Weasley no fuera tan zoquete como le había contado Draco". Esa idea la hizo torcer el gesto, no le hacía gracia que el tío con el que había estado saliendo estas últimas semanas le hubiera estado mintiendo, aunque fuera en una estupidez como esa.
-Ron, no tengo ganas de hablar de eso, ¿de acuerdo?. Dáme un respiro.
-Pues con estas dos no lo vas a tener. Por más que lo intento no puedo entender a ninguna de ellas. Las dos parecen hablar de China cuando me cuentan cosas de la vida muggle.
-Quizá deberíamos llamar a Cho para que nos hiciera de traductora.
-¡Sí hombre! Otro malbicho no, por favor, con Krum ya tengo suficiente.
-Cho no es un malbicho.- La mirada de Ron fue tan elocuente que Harry se sintió incómodo.
-De acuerdo, sí, es una. . . ¿cómo las llama tu madre?
-Mujeres fatales.
-Eso, es una "mujer fatal". Quizá la tal Shahar lo sea también.
De pronto Ron se dio cuenta no sólo del gesto taciturno, sino del tono triste con el que su amigo había estado hablando.
-¿Qué te pasa Harry? Estás un poco raro.
-Ron, - tenía que contarlo, ya no podía aguantar más- Shahar es la chica de esta mañana, la del mercadillo.
En el pasillo, Charlotte se estaba girando para volver a la cocina y contárselo todo a Shahar cuando la siguiente frase de Ron la paralizó.
-¿El amor de tu vida?
Charlotte atisbó a ver a los dos amigos, Harry se había puesto demasiado rojo como para dejar pensar que Shahar no le importaba mucho.
-Eeeem, bueno- decía en medio de una tos molesta para disimular el sonrojo- es más complicado que eso.
-¡No jodas!. Cuando Hermione se entere de que te has liado con una de sus amigas. . .
-Saltaría de alegría. Pero no me he liado con ella y Hermione NUNCA sabrá nada de esto, ¿entendido?- Harry había recuperado su color normal y miraba a Ron con una innegable expresión de advertencia.
Ron estaba confundido.
-¿Cómo que no se enterará? ¡¿No vas a hacer nada?!
-No es como yo creía.- Harry había bajado la mirada, otra vez con el aire tristón- Creo que mejor nos olvidamos del tema- volvió a mirar a su amigo.
En la cocina me había sobrevenido una especie de indefinible mutismo. Hermione seguía una charla insustancial y yo no dejaba de pensar en Harry. ¡Qué típico! El caso es que Hermione no era tonta y se había dado cuenta de que algo había pasado en el salón, creo que con la charla estúpida pretendía animarme o algo así, entonces, cuando teníamos toda la comida de la cena inmaculadamente dispuesta en los platos, entró en la cocina Charlotte con una expresión de inmensa sabiduría en el rostro y yo me di cuenta de que había atado cabos.
-Charlotte, ¿porqué sigues todavía con las bebidas que ibas a llevar a la mesa?
-He encontrado algo mucho más interesante que hacer.- Charlotte me cogió de un brazo y me hizo girar para que la mirara a los ojos. Luego dijo con tono suave y cuidado.
-Harry Porter, que en realidad es Potter. Ninguna de las dos sabíamos con certeza el apellido del amigo de Hermione.
Yo no dije nada, me limité a mirarla con cara de perrillo apaleado. Ella continuó bajo la atenta mirada de Hermione que se había percatado de todo.
-El amigo de Hermione es el chico del que te has enamorado esta mañana en el mercadillo.
Asentí lentamente con los ojos al borde del llanto. Charlotte me acarició consoladora el brazo mientras Hermione pasaba atónita la mirada de una a otra esperando ansiosa algún tipo de explicación.
-Bueno, al menos tú te has fijado en uno de sus amigos. – dijo Charlotte con tono triste, luego soltó una breve risita sarcástica- No como yo que estoy saliendo con uno de sus enemigos.
A esas alturas, Hermione perdió la paciencia, entrecruzó los brazos y golpeteó con fuerza con el pie en el suelo de la cocina para llamar nuestra atención, luego dijo muy lentamente, con tono firme y espaciando las palabras una de otra:
-¿Qué está pasando aquí?
Cuando las cinco personas se reunieron en torno a la mesa rectangular un silencio incómodo se instaló en el ambiente. Hermione estaba sentada en una de las cabeceras frente a Ron que ocupaba la otra. Shahar se sentaba al lado de Charlotte codo con codo con Hermione que tenía a su otro lado a Harry. El hecho de que todos los comensales notaran que los puntos calientes de la mesa estaban sentados uno frente a otro no mejoró en aliviar la tensión que cargaba el entorno.
Hermione ya estaba al tanto de la mitad de la historia Shahar- Harry, y conocía un poco de oídas la de Charlotte – Draco. Con el mayor tacto del que fue capaz inició la conversación con su amigo en un tono casual:
-Se ha levantado un poco de viento, espero que no hayas tenido ningún problema para venir, Harry.
-No, ninguno. – respondió Harry en apenas un susurro sin levantar la vista de su plato.
Ron torció ligeramente el gesto al oír la tontería de Hermione y soltó como si fuera lo más normal del mundo:
-Como si un poco de viento pudiera tirar de la escoba al buscador más rápido de todo Hogwarts.
Shahar no pudo evitar pensar en todo lo que había sucedido y soltar una ahogada risa sarcástica ante el comentario. Harry levantó rápidamente la cabeza y le clavó la mirada que solía reservar únicamente para Malfoy y algún que otro vampiro que le sacaba de sus casillas. Carraspeó sonoramente. Charlotte se sintió en el deber de interceder para desviar el tema:
-Buscador es el de la "snuffle" ¿no?
-No, es el de la snitch- apostilló Ron – y es quaffle, no snuffle.
-Y ¿qué es la snitch?
Hermione vio su momento enciclopédico:
-Es como una bolita de oro que tienen que atrapar los dos buscadores y cuando lo consiguen se acaba el partido.
Shahar que se había sentido ligeramente molesta por la mirada de Harry no se pudo morder la lengua por más tiempo:
-El mejor buscador, el mejor auror, el mejor amigo . . . ¡debes de ser el hombre perfecto!- el tono fue de una sorpresa tan fingida que a nadie se le pudo escapar el sarcasmo. Charlotte no pudo evitar intercambiar una mirada de alarma con Hermione, mientras ésta se percataba de que Ron estaba luchando para respirar entre toses disimuladas.
-No creo que merezca la pena ser el hombre perfecto, sobretodo teniendo en cuenta el tipo de mujeres con las que me suelo encontrar.-La frase fue directa al blanco y todos se removieron inquietos en las sillas mientras los dos contrincantes se asaeteaban con la mirada y se preparaban para el segundo asalto.
Shahar no cortaba el filete, lo descuartizaba como si viera en él la cara de Harry. Cuando estuvo a punto de arruinar la impecable camisa blanca de Charlotte, ésta se vio en la obligación de detenerle el brazo con suavidad:
-Shahar, querida, el filete ya está muerto, no necesita que lo torturen.
Shahar disminuyó la intensidad con la que cortaba el filete y durante unos minutos que parecieron interminables sólo se pudo oír el tintineo de los cubiertos al partir la comida. Entonces fue Ron el que pensó que con un comentario inocente podría restablecer la buena armonía entre todos.
-Al final no me has contado lo que ha pasado en Portobello, Harry.
Harry fulminó con la mirada a Ron, mientras Hermione hubiera deseado estar sentada al lado de su media naranja para poder meterle un pisotón memorable por la metedura de pata.
Harry respiró hondo bajo la atenta mirada de . . . todo el mundo.
-Porque no pasó nada, Ron- respondió con el tono más calmado del que fue capaz.
Shahar se detuvo unos instantes con el tenedor a mitad de la boca, tras un segundo reanudó la comida, aunque apenas se sentía capaz de tragarla.
-Bueno, teniendo en cuenta que casi lo colapsas tropezando con dos puestos de bolsos uno tras otro- dijo intentando sonar normal, casi alegre, como quien comenta una anécdota.
-Eso fue porque intentaba huir de una fan histérica. Lo de siempre.
-Quizá no fuera una fan.-dijo Shahar que empezaba a sentir que más que aire estaba respirando fuego.
-Oh, pero en este caso era una fan- contestó Harry siguiendo el juego del tono falsamente alegre- ¿Sabes, Ron, de esas que se toman muy a mal que no les haga caso?
-Hay que ver esta gente, ¿eh, Hermione? Les tratas como gusanos y encima se quejan.- Acabó con una exagerada expresión de indignación en el rostro.
Y ahí se acabó la cortesía.
Preparados, listos: ¡¡¡FUEGO!!!
-¿Quién te crees que eres para juzgarme?- empezó Harry.
-¡Mira quién fue a hablar? ¡Fuiste tú el primero en juzgarme sin conocerme!.
-¡Claro! Esa fue la razón principal por la que luego te salvé la vida. Por cierto, no recuerdo que me lo hayas agradecido.
El tono de voz de ambos fue en un bonito crescendo haciendo que los demás saltaran con los ojos de uno a otro como si siguieran un interesantísimo partido de tenis.
-Perdona, ¿cuánto te debo por el servicio? No recordaba que así te ganas la vida.
-Nada, no quiero nada tuyo. Ojalá no te hubiera conocido.
Ese fue el último disparo. Después volvió el silencio incómodo mientras Shahar intentaba tragarse las lágrimas y decidir sin mucho éxito qué podía hacer con las manos. Harry volvió a clavar la vista en el plato consciente de haberse excedido mitad por sí mismo, mitad por el pisotón que Hermione le había dedicado al momento de terminar la frase. Ron no sabía si sugerir que tomarán algo de postre, y Charlotte se apresuraba a engullir lo que le quedaba en el plato intuyendo que en breves momentos tendrían que desalojar la mesa para dejar a la parejita a solas. Al final Ron decidió que lo del postre no era buena idea:
-Eeeeeh, Hermione, ¿porqué no vamos a enseñarle a Charlotte tu colección de gorros de elfos domésticos?
-Me parece buena idea. Charlotte ¿has acabado de cenar?
-Zsí, pod dupuedszo- pudo decir Charlotte con los últimos bocados aún bailando entre sus mandíbulas.
Cuando estaba a punto de salir, Hermione tuvo valor para detenerse en la puerta del salón y preguntar con una vocecilla:
-Harry, ¿quieres que me lleve vuestras varitas . . .
La mirada de Harry fue tan intensa que Hermione tuvo dificultades para tragar saliva y seguir:
-… o no? En fin, hasta luego.- Y desapareció bruscamente, como si alguien la hubiera tirado del brazo.
Después de unos momentos en silencio, Harry no pudo soportar oír los esfuerzos de ella por contener los sollozos.
-Sabes, no pienso sentirme culpable por haberte dicho eso después de lo que me dijiste tú en el callejón.
-¿Y crees que yo no me arrepiento de lo que te dije?
Harry se levantó de la mesa y se dirigió hacia el balcón deseando por undécima vez en la noche irse de allí a cualquier parte. Otra parte de él se veía incapaz de moverse del sitio. Entonces oyó la voz vacilante de la chica:
-Siento lo que te dije en el callejón. No lo pensaba, yo . . . estaba asustada, enfadada y. . . supongo que dolida.
También se levantó de la mesa y la rodeó hasta apoyar la espalda ligeramente en el respaldo de la silla que había ocupado Harry. Oyó su voz que sonaba más calmada, aunque aún le estaba dando la espalda.
-¿Tú no sabías quien era yo?
-No.
-¿Y en el mercadillo?-Harry tenía la mirada puesta en la ventana, pero su oído estaba en la otra punta de la habitación, donde Shahar respondía:
-Tampoco. No te había visto en mi vida. Apenas sabía la historia de la guerra.
Lo que sintió Harry cuando oyó eso fue un alivio inmenso, y luego la esperanza volvió a abrirse paso y de repente fue como si todo lo que hubiera pasado desde que se vieron esa mañana no contara. Se giró lentamente y se la encontró más cerca de él de lo que esperaba.
Y entonces, como si fuera lo más natural del mundo, ambos acortaron la distancia que les separaba y al segundo siguiente se besaban.
Fue el beso más . . . . que me habían dado en toda mi vida. Y si alguna vez os han besado así . . .
Entenderéis porqué sobran las palabras.
