SÁBADO 6 de ABRIL, de 7:30 a 9:30 de la mañana.
Apenas una rendija de luz se colaba por las persianas que Ron había cerrado mágicamente el día anterior. No le gustaba madrugar los sábados. Los fines de semana eran los únicos días en los que no había ninguna lechuza avisando de un nuevo ataque de vampiros, banshees o demás monstruos a los que tenía que enfrentarse en compañía de Harry casi a diario. Dos días en los que se podía fingir que el mundo era un lugar tranquilo y seguro.
Un pequeño revoloteo que sonó a través de la habitación hizo que se removiera en la cama, cambiando de postura y haciendo que Hermione se acomodará inconscientemente a su nueva posición ladeada. El silencio volvió a reinar, pero por pocos segundos, enseguida un espantoso chirrido animal les hizo saltar como si la cama hubiera cobrado vida repentinamente.
A los pocos segundos Ron estaba de pie a un lado de la cama, en calzoncillos, completamente despeinado, con un ojo abierto y el otro medio cerrado y la expresión más estúpidamente dormida que un hombre puede lucir por la mañana. Eso sí, tenía la varita firmemente agarrada en la mano, apuntada directamente hacia la supuesta amenaza.
La lechuza que traía "El Profeta" erizó las plumas como indignada porque se la pudiera considerar una criminal, torció la cabeza con curiosidad para ver qué hacía su oponente a continuación.
Mientras tanto Ron tenía ganas de desplumar lentamente al bicharraco por el susto que le había dado, pero sintió la suave mirada de Hermione sobre él y farfulló con un tono claramente disgustado:
-¡Págale o la mató para que te empieces a conseguir las noticias del día a una hora decente, como todo el mundo!
Los siguientes sonidos fueron apenas un murmullo de palabrotas en un idioma que Hermione no pudo identificar. Suspirando se levantó de la cama y se puso la bata, alcanzando su monedero para pagar a la lechuza. Cuando tuvo el periódico en las manos y ya que estaba desvelada, se dirigió a la cocina para echarle un vistazo mientras se tomaba la primera taza de café de la mañana.
Fue al sentarse y desplegar el periódico cuando la carta cayó suavemente al suelo. Extrañada se agachó para recogerla y examinarla con más detenimiento.
No era más que una pequeño sobre con una tarjetita dentro, como los que se suelen poner en los ramos de flores, pero no tenía nombre, ni dirección alguna. Hermione le dio la vuelta a la tarjeta cada vez más intrigada y entonces contuvo el aliento.
"Reúnete conmigo en la heladería Fortescue hoy a las 8. Sólo quiero que desayunemos."
Ella reconocía esa letra, sabía bastante bien a quien pertenecía. Sintiéndose incapaz de respirar por miedo a que Ron volviera a despertarse, se encaminó de puntillas hacia la puerta de la cocina para luego asomarse a la habitación y echar un vistazo. Volvía a roncar. No había peligro.
De regreso a la cocina hizo un pequeño hechizo para que la tarjeta ardiera por completo sin esparcir olor alguno. Luego se dio prisa por terminar el café y vestirse, quedaban menos de 20 minutos para las ocho. Pensaba acabar con todo esta persecución secreta que le había impuesto Krum antes de que Ron tuviera tiempo de darse cuenta de nada y lo perdiera para siempre.
Daban las ocho en otro extremo de la ciudad londinense cuando Harry terminaba su serie de flexiones y se encaminaba con los pantalones del pijama como única vestimenta y el pelo más despeinado de lo normal a su cocina para prepararse el desayuno.
Al pasar por el espejo recibió un comentario del estilo "¿Quieres dejar de sonreír así? ¡Parece que te has tragado una percha!", pero no le hizo caso. Sabía que debía de parecer estúpido, pero no podía evitarlo. Se sentía más feliz que en toda su vida, era feliz, y no podía dejar de pensar en ella.
Resultaba curioso que a pesar de todo lo que había pasado en la vida, todavía era capaz de sentirse tan ingenuo y tan confiado hacia el futuro, pero después de la noche pasada, no podía evitar sentirse lleno de ilusión nuevamente.
Se sentó en una de las banquetas de la mesa de la cocina, con la taza llena de un humeante café, capaz de reconfortar y despertar a cualquiera y se dedicó a recordar cada uno de los detalles de la noche con Shahar.
Después de aquel memorable beso en casa de Hermione, se habían escabullido por el balcón para que nadie los viera. Habían cogido la escoba de Harry y se habían dedicado a dar un paseo por las nubes, literal y figuradamente. Se habían reído de estupideces y Harry había disfrutado de la sensación de sus brazos rodeando su pecho mientras hacía un par de piruetas con la única finalidad de impresionarla con su dominio de la escoba.
Luego habían aterrizado cerca de un parque y habían paseado entre los matorrales oscuros charlando animadamente, contándose la vida mientras entrelazaban las manos como si nada. En unos momentos se habían detenido en un banco, ella había apoyado su cabeza en el hombro de él, y habían disfrutado de su mutua compañía en silencio.
Cuando se hizo muy tarde, él la acompañó al hotel, se despidieron con un beso y quedaron para el día siguiente.
Todo había sido lo más sencillo y normal que pudiera vivir una pareja, nada original ni extraordinario, pero sí algo completamente nuevo para él por lo menos. Nunca había vivido cada uno de esos pequeños gestos con tanta intensidad, de hecho hacía tiempo que no sentía que conectaba con alguien de esa manera tan profunda e íntima que sólo tu pareja te puede dar.
Había sentido algo parecido por Ginny, pero eso había sido hacía mucho tiempo. Luego había estado solo, saltando de mujer en mujer sin que ninguna de ellas llegara a ser nadie importante para él, y sinceramente, había llegado a creer que se pasaría el resto de su vida así. Al fin y al cabo, era una sensación bastante rara la certeza de tener a alguien sólo para ti, la esperanza al final del día de que puedes llegar a sentirte completo.
¿Estaría ella pensando lo mismo que él? ¿Se sentiría igual? Un pequeño ramalazo de miedo se apoderó de él. Aunque lo había visto claramente en sus ojos la otra noche, en la manera especial en la que brillaban cuando le miraba a él, no se sentía del todo seguro. De repente le agobió la idea de que todo había pasado demasiado deprisa, y se detuvo pensando en lo que pasaría si al final él la llegaba a necesitar mucho más de lo que ella a él.
Fue ese el momento que eligió Ron para hacer su aparición estelar por la chimenea de la cocina, provocando que Harry saliera de sus pensamientos de una manera brusca y pegara un salto increíble desde la banqueta en la que había estado sentado.
Ron ni siquiera encontró graciosa la cara de susto de su amigo, de hecho, Harry tuvo un mal presentimiento mientras veía cómo se quitaba con excesiva fuerza los restos de ceniza que se le habían quedado en la ropa.
-Ron, ¿te encuentras bien?
-NO.
-¿Qué ha pasado? – preguntó con algo de resignación Harry, sentándose de nuevo mientras llenaba otra taza con café y se la tendía a Ron que la cogió con desgana.
-Se va a ver con él.- Ron parecía estar echando fuego por los orificios nasales.
-¿Con quién?- dijo Harry, momentáneamente perdido.
-¿Con quién va a ser?- preguntó su amigo, abriendo los ojos con sorpresa indignada. – Con Krum, con ese cromagnon nórdico que apenas es capaz de balbucear un par de palabras con sentido en un idioma civilizado.
-¡Ah! ¿Ese del que te compraste una miniatura cuando los mundiales de quidditch? ¿del que tienes un autógrafo?- Harry puso mucho cuidado en que el sarcasmo fuera suave, sabía en el fondo que Ron estaba exagerando las cosas.
-He descuartizado la miniatura y quemado el autógrafo- su amigo se empezó a preocupar. Ron tenía una expresión asesina en el rostro.
-Y ¿por qué crees que se va a ver con Hermione?
Ron no contestó, sacó un papel a medio quemar que parecía estar reconstruido con magia y se lo tendió con cuidado. Harry lo leyó deprisa.
-Es su letra. Lo sé. La comparé con la del autógrafo.
Harry levantó la cabeza y miró a su amigo, preocupado. Ron había cambiado la furia asesina por una voz triste y resignada.
-Ella no me ha dicho nada. Ha salido esta mañana a hurtadillas sin ni siquiera darme un beso de buenos días, sin decirme a dónde iba.
-Puede que no quiera preocuparte, Ron. O puede que sepa que te pondrías celoso y que discutiríais.- Apuntó Harry con voz suave.
-Por supuesto que discutiríamos. ¿Qué va a querer Krum a estas alturas si no es separarnos?
-Puede que sólo quiera verla y desearle lo mejor.- Ante este comentario Ron le echó la mirada de "por favor, que no he nacido ayer" a Harry. Y Harry optó por acabar su café y preguntarle con tacto – Y ¿qué piensas hacer?
-Lo que haría cualquier hombre en mi lugar.
Harry se quedo quieto expectante. Ron le miró con un pequeño brillo de locura en los ojos.
-Seguirla- dijo en un susurro, como si alguien pudiera oírlos. Harry subió ambas cejas mitad sorprendido, mitad desconfiado.
-¿La vas a seguir?
-La vamos a seguir, tío.- Ron apuntó su primera sonrisa de la mañana, golpeando con confianza el hombro de Harry.- Ponte algo visible, vamos a ir a la heladería Fortescue.
-Ron, ¿no estarás hablando en serio?, son apenas las ocho y media y es sábado. En pocos minutos el callejón Diagon se va a convertir en un hervidero de gente.- Harry carraspeó suavemente y siguió bajando la voz hasta que se hizo apenas audible.- Y yo he quedado con Shahar a las 11:00.
Ron que ya se había puesto en pie y había lavado su taza, se paró en seco, miró a su amigo con una sonrisa maliciosa y le dijo con tono burlón:
-Así que has quedado con ella, ¿eh?, es lo mejor de pelearse con tu chica, las reconciliaciones.
-Espero que lo recuerdes cuando nos encontremos a Hermione y te cante las cuarenta por haberla estado siguiendo.- Ron volvió a ponerse serio y se le ensombreció la mirada.
-Eso será distinto. Además, no nos va a pillar.- Y con esto Ron salió de la cocina decidido.
Con un suspiro Harry se bajó de la banqueta y dejando la taza en el fregadero junto a la de Ron, dijo para sí mismo:
-Te apuesto lo que quieras a que sí.
Daban las ocho y media en el callejón Diagon. Hermione se retorció las manos nerviosa cuando llegó por fin a la heladería Fortescue. En seguida divisó a Víktor, pero antes de dar un paso a él, le volvió a asaltar aquella extraña sensación de estar haciendo algo malo. ¡Maldita conciencia!.
Respiró hondo de nuevo, volviendo a repasar mentalmente todas las razones lógicas por las que no tenía que preocuparse de estar cometiendo un terrible error. Logró componer una sonrisa medianamente aceptable a medida que se acercaba a la mesa y veía a Víktor levantarse para darle dos besos. El saludo se demoró más de lo que Hermione hubiese querido.
-No sabes cuántas ganas tenía de verrte, Herr – mio – ne.
Hermione volvió a sonreír.
-Yo también a ti, Víktor. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos en persona.
-Dos años, cuatro meses y 38 días.- dijo en un aliento Krum, moviéndose incómodo en su silla, mientras la miraba atentamente.
Hermione de repente estuvo completamente segura de que no debería estar allí.
-Ehm, bueno, Víktor, en realidad, no tengo mucho tiempo. La boda, ya sabes, De, he. . . echo, he quedado con las damas de honor a las diez para – Hermione se detuvo intentando idear una buena excusa- para comprar cosas importantes, ya sabes, ropa y . . . .- llegados a ese punto, en el que Víktor no parecía estar creyéndose nada, o al menos no parecía importarle, Hermione decidió cerrar el pico.
-Herr – mio – ne, querida. Yo no soy muy hablador- se detuvo unos momentos y frunció el entrecejo, buscando las palabras exactas – komunikatvfo, perro yo, tenía decirte, que yo te quierro – Víktor volvió a detenerse, tomó aliento y se mojó los labios con nerviosismo- te quierro desde el primerr día que te fvi. Y . . . . querría saberr si tú . . . podrrías fvenirr conmigo.- Tragó con dificultad- a pesarr de Rron.
El rostro de Hermione estaba congelado en el tiempo. Tenía los ojos abiertos, las cejas levantadas y la boca formando una perfecta "o" en un gesto estúpido y pasmado. El único signo de vida que dio en los siguientes minutos fue un leve pestañeo. Luego, titubeó un poco, insegura de si debía hablar, al final se decidió con un tímido:
-¿qué?.
-Huirr, conmigo.
-Perdona Víktor, no creo que esto sea lo más . . . acertado dado que mañana me caso – contuvo una risa nerviosa.- Es una broma, ¿verdad? ¿verdad que es una broma? – la última pregunta fue dirigida en tono de amenaza.
-No es una brroma.
Hermione se levantó tan rápido de la silla que tiró la mesa, en seguida se tuvo que agarrar la rodilla en la que se había hecho daño. Dando saltitos y reuniendo la poca dignidad que le quedaba se dirigió a la salida de la heladería.
-Tengo que irme. He quedado. ¿sabes? no me esperaba esto de ti. Esto es, ¡esto es . . .! ¡No sé lo que es!- no se dio cuenta de que había empezado a gritar. Tenía la cara roja de furia.
-Lo siento mucho, Herr – mio – ne.
-¡Ya lo creo que deberías sentirlo!- dijo Hermione indignada.- ¿Cómo puedes pretender aparecer de pronto en mi vida, después de dos años y medio y soltarme eso y esperar que yo me comporte . . . como . . ¡¿Cómo quieres que me comporte?! ¡No puedo echarme a tus brazos como si nada! ¡¿Dejar a Ron?! ¡Estás loco, Víktor! Y, yo . . . – de repente Hermione se dio cuenta de que todas las cabezas estaban vueltas hacia ella. Se giró por última vez hacía Krum y bajó la voz hasta hacerla casi inaudible.
-Lo siento, no puedo. Y será mejor que no lo vuelvas a mencionar. Adiós, Víktor.
Y con esas últimas palabras, Hermione se giró y salió corriendo de la heladería sin mirar atrás. Allí en la puerta se quedó Krum, desconcertado y triste. Casi sin esperanza avanzó hacia la puerta y le dijo en voz alta a la espalda de Hermione que ya se alejaba.
-¿Y un último besito de despedida?
Por única respuesta, Hermione empezó a correr.
El móvil de Charlotte empezó a vibrar y a esparcir su aguda y molesta musiquita justo cuando daban las nueve en punto. Intentando mantener los ojos abiertos se lanzó hacia él, consciente de que su acompañante se había caído con un golpe seco de la cama.
-¿ñgmsí?-susurró con voz soñolienta.
-¿Charlie? Hola, soy Hermione, ¿no te habré despertado?
-No . . . no, qué va. Ya estaba despierta.- El tono sarcástico habría sido evidente hasta para un inexperto en la materia.
-Lo siento muchísimo Charlie, pero . . . es que . . . – en el otro lado del auricular Hermione retorció el teléfono de la cabina pública en la que se encontraba con nerviosismo – tengo que verte.- Hizo una breve pausa y añadió- y a Shahar, ¿podrías llamarla? Yo estoy en los almacenes Harrods, ¿nos vemos aquí en .. .
-Espera un momento Hermione, ¿qué pasa? ¿qué es lo que ha sucedido? ¿has discutido con Ron?- a su lado Charlotte oyó con perfecta claridad la risa sarcástica de su acompañante.
-No, no, no – Hermione se detuvo unos instantes sin saber si decírselo ya a Charlotte o esperar a verla en persona, al final se decidió por lo segundo, no lo quería discutir algo tan personal con un aparato electrónico por mucho que la voz de su amiga estuviera en el otro lado- oye, es mejor que te lo cuente cuando nos veamos las tres, ¿vendrás? ¿con Shahar? ¿aquí a las nueve y media?.
-Hermione, son las nueve y aún me tengo que duchar y desayunar algo.
-Podríamos desayunar aquí y luego ir de compras. Por favor, Charlie. Es importante.- La voz de su amiga sonaba bastante angustiada, así que Charlotte dejó de pensárselo y aceptó conteniendo un bostezo.
-De acuerdo, estaremos en la puerta de los almacenes dentro de media hora. Al menos yo, no sé si puedo responder por Shahar, ya sabes que es una dormilona y me consta que anoche trasnochó.
-¿Sí? Sabía que arreglarían las cosas- Hermione dejó escapar una pequeña risita.
-Sí, a ver cuánto les dura. Te dejo Hermione, hasta luego.
-Adios, Charlie y . . . muchas gracias.
-Sí, nada, querida, para eso están las amigas.
Apretó un botoncito en el móvil y lo dejó con cuidado en la mesilla. Después se giró perezosamente en la cama para abrazar al hombre que tenía al lado y darle un beso de buenos días.
-¿Para eso están las amigas? Deberías plantearte dejar de ser amiga suya. Esa sangre sucia no merece la pena -Draco Malfoy soltó su acostumbrada mordedura matinal.
Desde muy pequeño, Draco había tomado la "sana" costumbre de despertarse del todo soltando alguna grosería o una frase dañina a cualquiera que pasara por su lado que no fuera ni su padre ni su madre, es decir, generalmente a Dobby.
Cuando no tuvo a Dobby (ni a su padre, ni a su madre), cualquier inocente que tuviera la mala fortuna de pasar cerca de él antes que los demás se llevaba la mordedura matinal. Eso había provocado que se le echara a patadas de varias camas de las que había estado, así como causado el final de la relación en tres ocasiones que Draco, por supuesto, no lamentaba mucho. Pero Charlotte era distinta. A ella, contra todo pronóstico, su mordedura matinal le hacía reír.
-Buenos días a ti también, Draco- dijo ella con un suspiro y después suavemente se puso a morderle la oreja.
-Deja eso. Esa sabelotodo tiene un don especial para fastidiarme cuando menos me lo espero. Voy a ducharme.- pero no hizo ningún movimiento para salir de la cama. Incluso inclinó suavemente el cuello para facilitarle la labor a Charlotte. Ella dejó escapar una suave risa mientras le tomaba la cara con las dos manos y le besaba en la boca. Draco le devolvió profundamente el beso mientras se inclinaba sobre ella para abrazarla y aprisionarla contra la cama.
Cuando acabaron de besarse ella frotó su nariz con la de él y le dedicó una sonrisa juguetona.
-Me encanta cuando te despiertas de este humor.
-Créeme no te gustaría verme de ningún otro humor.- Sin poner mucho interés en la conversación insustancial, esta vez fue él quien empezó a morderle delicadamente el cuello.
-¡Aaah! Tan terrible eres – le respondió Charlotte con fingida sorpresa y todo la atención concentrada en los estragos que la boca de él estaba causando en cada terminación de su piel.
-Peor. Doy verdadero miedo. Hasta las fieras huyen de mi.- Draco lo había dicho con una sonrisa, pero eso Charlotte no pudo verlo porque en ese momento bajaba la boca por el hombro de ella. Le espetó con tono serio y preocupado.
-¿En serio?
Draco levantó la cabeza y la contempló con atención. La languidez soñolienta la había abandonado, lo miraba preocupada. Una sospecha se abrió camino dentro de él.
-Sí, pero tú no has hecho nada que pudiera provocar mi mal carácter, ¿verdad?- el tono fue suave y tranquilo, pero la última pregunta llevaba una sutil amenaza, apretó un mechón de ella en el puño sin darse cuenta.
-Anoche estuve hablando con Harry Potter.
La boca de Draco formó una dura línea. Enseguida se apartó de ella para sentarse en el otro extremo de la cama.
-Ah, ¿sí? –intentó que las palabras no sonaran "muy" amenazantes, al fin y al cabo, ella no sabía nada. Todo lo que conocía eran las dos versiones que él y su amiguita Hermione le habían dado. Hasta ahora Draco había tenido suerte y se había quedado con la suya. Hasta ahora.
-¿Y qué te pareció "San Potter"?
Charlotte sabía que este era un momento delicado. Anoche no había tenido valor para decirle nada. No quería estropear lo que había sido una noche muy romántica. Sabía la historia de Draco por Hermione, y por lo tanto sabía lo difícil que era para él aceptar que estaba saliendo con una no mágica. Pero tenía que decirle lo que pensaba de su mayor enemigo. Ella no creía que su relación pudiera ir muy lejos si empezaban a mentirse. Midió con cuidado las palabras, pensándose mucho la respuesta antes de contestar.
-Bueno, ehm, no me pareció tan malo, al fin y al cabo.- Charlotte pudo ver cómo la espalda de Draco se tensaba.- Un poco presuntuoso, eso sí. Pero en el fondo . . . parecía buena gente.
Draco se levantó de un salto, agarrando su varita convocó su ropa y se la puso deprisa y con movimientos bruscos. No dijo nada, pero Charlotte podía ver cómo se le había contraído el rostro por la rabia. Se puso el camisón y se levantó de la cama, intentando acercarse a él despacio.
-Draco, yo . . .
-¿Buena gente?- le chilló él - ¡Por supuesto! Esa es la imagen que da. La que va vendiendo a todo el mundo. Esperaba que tú tuvieras suficiente seso como para ver más allá de esa burda fachada de niño bueno.
-Draco, el hecho de que le odies no implica que yo . . .
-¿Qué tú qué? ¿Qué estés de mi lado? ¿Qué me apoyes y me creas cuando te digo algo? ¿Qué confíes en mi más que en cualquier "otra" persona? Te han mentido, Charlotte. Te han engañado como a todos. Con sus reuniones de payasos y sus caritas de gryffindors perfectos, los señoritos "no – he – roto – un – plato – en - mi – vida".-La voz de Draco se hizo burlona aposta, empezó a arrastra con más insistencia las palabras.
-Oye, yo no soy una sombra de ti, ¿de acuerdo?. Claro que te escuché y claro que no me he creído que sean todos lo perfectos que pretenden ser. Y aunque lo fueran, no acaba de gustarme la gente así. ¿Por qué te crees que estoy contigo?
-No lo sé. Quizás porque soy mago y tú no. Quizás te sientas frustrada por ser una simple muggle rodeada de tantos amiguitos que pueden hacer magia y te ponga cachonda estar con alguien como yo.
-Eso no es justo, Draco. Yo no soy la única que empezó esta relación. Sabía que no iba a ser fácil, pero decidí intentarlo porque me gustabas. Porque quería estar contigo y conocerte mejor. ¿Qué te pasa? ¿es que no podemos pensar de maneras distintas sobre algunas cosas? ¡Dios!, Hermione es mi amiga, y sus amigos no me parecen tan malo, ¿por qué eso tiene que ser tan terrible para ti?
-Porque esa asquerosa sangre sucia y "sus amigos" arruinaron mi vida. Y no quiero discutir más del tema. ¿Te gusto de verdad? ¿Quieres estar conmigo? Pues bien, deja de verla. A ella, a Potter, al pobretón de Weasley, a la otra loca, a todos. Prométeme que no volverás a hablar con ellos nunca y nuestra relación tendrá una oportunidad.
-¡Hermione es amiga mía desde que éramos unas crías!. ¡No puedes pedirme eso!
-No te lo estoy pidiendo, te lo estoy ordenando. Ningún Malfoy va a permitir que su mujer se mezcle con la gente equivocada. Así que elige Charlotte: o ellos o yo.
Charlotte se quedó parada, roja de rabia, en silencio, controlando la respiración mientras sentía las lágrimas agolparse en sus ojos. Todo era tan injusto. ¿Cómo podía haberse equivocado tanto con Draco?
-No puedo, Draco. Yo soy una persona, no una posesión. No puedes decirme a quién puedo y a quién no puedo ver.
Draco cogió de un manotazo lo que quedaba de sus cosas.
-Bien, bien, muy bien.- Dijo en un susurro venenoso. – Hasta nunca Charlotte.
Y diciendo esto se dirigió hacia la puerta y la atravesó dando un sonoro portazo.
Charlotte se dejó caer al suelo y se apoyó en la cama con unas ganas inmensas de llorar. Pero ella no era así. Reuniendo fuerzas se levantó y cogió lo que iba a ponerse antes de meterse en la ducha. Cuando salía de la habitación para ir a la de Shahar, todavía seguía sin comprender muy bien porqué Draco se había puesto tan furioso porque a ella le cayeran bien Potter y Weasley.
Había una vez una chica de lo más normal y corriente que se colgó de un tío lo más raro posible. Lo que pasó luego es que ni el tío era tan raro, ni la chica era tan corriente. Y de ahí nació una bonita historia de amor.
Eso es lo que ocurrió anoche, y eso es lo que diría si fuera tan pimpolli. Como no lo soy, me limitaré a decir que la de anoche fue una cita genial. Una de las mejores que jamás he tenido. Quizá la mejor porque por primera vez en mi vida, el tío en cuestión no intentó llevarme a la cama. Aunque he de reconocer, que en mis anteriores relaciones yo no buscaba ninguna seriedad.
Nunca quise comprometerme con nadie; por miedo, supongo. Pero ahora, el miedo parece haber desaparecido. O al menos eso creo. No sé. Harry había resultado ser mucho más de lo que yo me imaginé. Y a pesar de que las horas pasadas con él habían sido maravillosas, ahora, lejos de él, cuando puedo permitirme pensar con claridad, y para ser sinceros: no estoy del todo segura.
¿Realmente estoy preparada para un compromiso a largo plazo? ¿Para una relación seria y madura? ¿Podía realmente confiar en que no iba a salir corriendo si la cosa se ponía difícil?
Aunque luego recordé que en realidad las cosas no habían sido precisamente fáciles hasta que anoche se arregló todo. Y era tan mono. Y tan divertido . . . . Y tan mono.
Segundos después de haberme servido otra taza de café calentito todavía sonreía recordando todo lo que había vivido la noche anterior. Había decidido firmemente apartar todas mis dudas y ser optimista. No podía empezar una relación con miedo. No sería justo, para ninguno de los dos. En ese momento, alguien llamó a la puerta de mi habitación.
Eran sólo las nueve y media de la mañana, yo ni siquiera estaba muy segura de estar despierta. Me encaminé hacia allí con paso somnoliento, similar al de un zombi. Cuando abrí me llevé una ligera sorpresa. Charlotte tenía un aspecto impecable y . . . deprimido.
Estaba vestida con una suave camisa blanca de algodón, con manga francesa y llevaba la chaqueta vaquera y el paraguas colgando de un brazo. La falda vaquera no era demasiado corta ni demasiado larga, remarcaba sus largas piernas. Estaba calzada con unos preciosos zapatos de tacón negros que tenían toda la pinta de haber costado un tercio de mi sueldo, por lo menos. Se quitó las modernísimas gafas de sol que cubrían buena parte de su mirada y descubrí que no se había maquillado los ojos que tenía ligeramente rojos de haber llorado mucho o de no haber llorado nada.
-¿Qué ha pasado?
No me contestó. Sencillamente entró con un paso largo y decidido en mi habitación. A llegar al centro se detuvo, mirando ansiosa a su alrededor, como si no supiera a ciencia cierta si debía hacer lo que estaba haciendo. Luego de unos minutos de mirar hacia la ventana en silencio, retorciéndose las manos con evidente nerviosismo me soltó a quemarropa:
-Estoy saliendo con Draco Malfoy.-Y me miró endureciendo el rostro como esperando que le echará la bronca del siglo. Lamentablemente con sólo dos tazas de café yo todavía era incapaz de ubicar al susodicho Malfoy. Ella debió de ver el desconcierto en mi jeta porque puso cara de incredulidad.
-El que iba a la casa Slytherin en Hogwarts.- seguía sin saber de quién me estaba hablando- los Malfoy, son una familia muy importante en el mundo mágico
Mientras pensaba: ¿En el mundo mágico de quién? . Yo no había oído hablar de ellos en mi vida
-Hermione le odia, Harry y Ron también, es su enemigo de toda la vida, ¿no te acuerdas cuando nos lo encontramos en el callejón Diagon?- y caí.
-Aaaaahh, sí, hombre, el rubito con pinta mafioso.
Charlotte se limitó a mirarme. Entonces caí de verdad.
-¿QUÉ? ¡Estás loca! Ese tío fue un mortífago, lo mejor que Hermione dijo de él fue "sólo recordarle ya me da dolor de estómago". Por si eso no te da una pista, esa serpiente es peligrosa. ¿Es bueno en la cama?
Charlotte abrió los ojos entre escandalizada y sorprendida.
-Sí.
Yo extendí la mano como si de repente lo entendiera todo.
-Eso lo explica. Eres una pija aburrida y él es el típico tío rebelde. Ha sido una aventura divertida, pero estaba condenada al desastre.
-Me ha dejado – lo dijo con un débil hilo de voz.
-¿Ves?- pero me tragué lo siguiente que iba a decir cuando vi que se le humedecían los ojos por momentos.
-Sólo tonteabas con él, ¿verdad? No te planteaste nada serio.
Charlotte tragó saliva y se enjugó disimuladamente. Luego me miró:
-Le quiero.
Solté una carcajada y abrí los brazos en un gesto de sorpresa indignada sin darme cuenta de que todavía sostenía el café. El suelo y un par de sillas de la habitación se llenaron de lo que quedaba de mi droga favorita. Luego eché la taza con poco cuidado sobre la bandeja del desayuno mientras me encaminaba a la cama furiosa a coger mi varita para arreglar el estropicio. Charlotte me siguió con la mirada.
-Esperaba que tú me comprendieras.
Me erguí de debajo de la cama donde apartaba las sábanas descolocadas y la ropa de la noche anterior.
-¿Te parezco un buen ejemplo de madurez sensata y responsable?
-Pero eres muy romántica.
-Pero no a costa de arriesgar mi cuello. ¿No podías saber que no te iba a tomar en serio? Pareces mucho más inteligente que él, Charlotte.
-No es exactamente como Hermione nos había contado. Pero me gusta tal y como es. Si le conocieras.
-No tengo muchas ganas, gracias.- Por un momento nos quedamos en silencio. Yo la observé, parecía realmente enamorada y perdida. En un impulso me acerqué y la abracé.
-Oye, lo siento, tú no tienes la culpa. Tienes todo el derecho a salir con quien te dé la gana, lo que pasa es que a pesar de que nos conocemos desde hace poco, nos hemos hecho amigas y me preocupa el pasado de ese tipo. – La miré para ver si se había calmado algo, me estaba sonriendo algo aliviada.-¿porqué habéis roto?
-Le dije que Harry no me parecía tan horrible como él me había contado.
-Por supuesto que no. Harry no es horrible para nada.
-Esa observación de tu parte no puede ser muy imparcial.
-Me dedico a la publicidad, no puedo ser imparcial nunca. La objetividad no existe.
-El caso es que todo iba de maravilla hasta que le dije eso. Y me soltó que Harry y Hermione habían arruinado su vida y que debía elegir entre seguir viéndole a él o mantener la amistad con Hermione.
-Y ¿qué le respondiste?
Charlotte se irguió como si la duda ofendiera, su rostro se endureció con algo del genio que antes había demostrado en su propia habitación.
-¿Qué le iba a responder? ¿Quién se cree que es para darme órdenes? No estamos en la edad de piedra, estoy en mi derecho de elegir mis amistades y él no puede controlarme así como así. Yo no soy una propiedad.
-¡Bien dicho!-me salió en seguida la veta feminista, me sentía tan indignada como Charlotte, incluso quizá más. No me gustaba la afirmación de Malfoy de que Harry le había arruinado la vida. Por más que le daba vueltas no conseguía entender como una persona tan buena y amable como Harry, al menos como el Harry que había visto la noche anterior, podía comportarse así con otro mago.
Aunque luego también me di cuenta de que cuando había estado enfadado conmigo no había sido ni especialmente amable ni tampoco muy bueno que digamos. Sea como fuere el tema me preocupaba.
No podía mentirle a Charlotte así que después de que me hubo contado con pelos y señales su discusión, la miré fijamente y le dije:
-¿Y si Malfoy tuviera razón?
-¿Crees que Hermione, Ron y Harry son capaces de hacerle daño a cualquiera?
-A cualquiera no, Charlotte. Pero ¿hasta dónde llegarías por defender aquello que te importa? ¿Y si no querían hacerle daño? ¿Y si ninguna de las partes tiene la culpa? Malfoy podría haber quedado atrapado entre los dos bandos en la guerra. Quizá Harry no se dio cuenta de que no era tan malo como parecía ser, quizá se limitó a actuar por instinto y se pasó de la raya sin darse cuenta.
-Pero tú, ¿crees eso de Harry?-Charlotte parecía algo incrédula, como si lo que le había dicho pudiera considerarse una traición o algo así.
-Estoy segura de que Harry es una buena persona. Pero si te has enamorado de Malfoy, eso indica que tampoco es el monstruo que nuestro trío favorito nos había pintado. Entonces, ¿con qué carta te quedas? Porque según ellos sólo puede haber un malo en todo el asunto, y cada una de las partes insiste en cargarle el muerto a la otra. ¿No es así?
Charlotte asintió y me indicó con un gesto que continuara.
-Bien, ahora tú estás en el medio, ¿a quién vas a creer? ¿a tu novio o a tus amigos? Ellos son enemigos desde que eran críos, y esas épocas marcan, quizás su percepción cuando la guerra estalló siguió marcada por las regañinas que tenían en el cole, y automáticamente desconfiaron el uno de los otros y los otros del uno. Así que cuando Harry, Ron y Hermione se vieron en la obligación de ganar la guerra, quizá no les importó mucho si atropellaban a Malfoy en medio de todo el barullo. Total, era Malfoy, según lo que sabían de él no tenía sentimientos, no era más que una serpiente peligrosa. Y cuando Malfoy vio que los otros no le salvarían el cuello sino que más bien pretendían retorcérselo, se lanzó a sobrevivir con todo el talento que le dio la madre naturaleza.
Charlotte se quedó en silencio unos instantes, pensativa, luego lentamente fue inclinando la cabeza y mirándome a los ojos dijo:
-El mundo tal y como lo había conocido desapareció tras la guerra. El poder de las familias de sangre pura, los ideales que tenían sobre la vida de los muggles, la superioridad de los magos sobre las demás criaturas del mundo mágico, todos esos ideales ahora son condenados por todo el mundo mágico.
-Yo no apruebo esos ideales, Charlotte. Pero creo que el pobre hombre se ha debido de sentir un poco solo y perdido. Y los otros no le habrán ofrecido ayuda alguna porque se supone que fue de los malos.
-Ahora entiendo todo. Claro, es lo que tú decías: no hay ni malos ni buenos y nadie realmente tiene toda la culpa de todo.
Charlotte se puso de pie súbitamente alarmada.
-¡Dios! ¿Qué hora es?
-Deben ser las nueve y media o por ahí.
-¡No! ¡Habíamos quedado con Hermione a las nueve y media en Harrods!
-¿Ah sí?- dije desconcertada. Yo no me acordaba de haber quedado con nadie más que con Harry.
-¡Sí! Me llamó hace una media hora o así. Dijo que era urgente y que te arrastrara fuera de la cama. Así que ponte algo y vámonos volando.
Charlotte me agarró del brazo impaciente por ver que todavía estaba sentada, parpadeando intentando comprender porqué se angustiaba tanto. Consiguió ponerme en pie de un tirón que casi me deja sin brazo.
-¡Espera! ¡espera, Charlotte! ¿no ves que todavía estoy en bragas?
-¡Pues vístete! ¿Qué demonios haces ahí parada?
Me puse enseguida en movimiento antes de que me desencajara el otro brazo. Me metí en el baño para lavarme un poco e intentar parecer más despierta de lo que estaba.
Pero no podía quitarme de la cabeza el problema de Charlotte, y mucho menos la conexión directa que tenía su problema con Harry. Me preguntaba por primera vez desde que había empezado todo si sabía realmente en lo que me estaba metiendo.
