CAP 2: LA MADRIGUERA

Alesse: ¡Gracias por el review!. Aquí tienes el segundo capítulo. ¡Espero que te guste!

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"¡Sea pues! Los Hados tienen la última palabra y ya la han pronunciado. Si no he de encontrar mi hogar, ¿no podría inventar uno?"

Poema épico de la época romana. Autor desconocido.

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¡PUM, PUM, PUM!

-¡Despierta chico! ¡El desayuno no se hace solo!

Harry abrió los ojos asustado. Los gritos de su tío Vernon más parecían haberle sacado de un trance que de un sueño. Y menudo sueño. Harry se colocó las gafas mientras trataba de no pensar en él. Había sido tan real...

Momentos después, mientras servía el beicon no pudo evitar recordar los rostros de sus padres sobre él, preocupados por él. Dejó la sartén y cogió la jarra de leche que se había calentado en el microondas. Servía el desayuno mecánicamente, casi sin pensar. Una vez se sentó a comer descubrió que no tenía hambre.

-¿Te lo vas a comer?- gruñó Dudley mirando ansioso su plato.

-No, todo tuyo.- contestó Harry ignorando la mirada sospechosa de su tío.

-Come, muchacho.- ordenó. Harry le miró un momento desconcertado. ¿Por qué se preocupaba ahora de que...? Ah... ya. Con una sonrisa recordó a Moody, el Señor Weasley y a Tonks advirtiéndole al tío Vernon sobre las consecuencias de un posible maltrato.

-No tengo hambre, gracias.- y sin más se levantó.

En las 5 semanas que llevaba con sus tíos las palabras que se habían cruzado casi podían contarse con los dedos de las manos. Apenas salía de su habitación, casi no comía y cuando alguno de sus amigos le llamaba por teléfono trataba de que las conversaciones no duraran mucho. Lo cierto era que no tenía ganas de ver al mundo. Y ahora aquel sueño...

Le inquietaba. Más de lo que quería admitir. "Es un sueño, Harry, nada más." Se repetía una y otra vez, pero no lograba quitárselo de la cabeza mientras leía y releía un párrafo de su trabajo de Transformaciones que no acababa de gustarle. Hedwig, en el alféizar, ululó suavemente, como para darle ánimos. El muchacho se recostó en la silla frotándose los ojos tras las gafas.

Era en esos momentos en los que más echaba de menos a Sirius. Sólo se le ocurría una persona a la que contarle ese tipo de cosas sin que pusiera cara de preocupación. De él podía esperar comprensión, apoyo y, por qué no, una colleja en el momento adecuado. Cerró los ojos muy fuertemente tratando de esconder las lágrimas. No pudo y un instante después tenía la cara hundida entre sus manos y temblando levemente al son de sus sollozos.

-Todo por mi culpa... todo...- murmuró.

Si no hubiera hecho caso de aquella visión manipulada de Voldemort, si no tuviera la manía de hacerse el héroe, si... si Voldemort hubiera escogido a otra persona... Sin querer su mano se deslizó hasta su cicatriz. La notó suave, cálida, levemente húmeda por el sudor. Hacía mucho calor. No bajó a comer a mediodía.

Aquel verano era especialmente caluroso. Por todos los noticiarios de la televisión se venían dando cada vez más casos de lipotimias y golpes de calor. Al parecer el verano ya se había cobrado numerosas víctimas en toda Europa y hasta en Surrey, una zona especialmente templada, había habido algún susto relacionado con la agobiante canícula.

Hedwig le miraba desde el alféizar, intentando captar algún soplo de brisa. En un intento por quitarse a Sirius de la cabeza se limpió las lágrimas y salió de su habitación. Con una mano en el picaporte de la puerta principal la voz de su tía Petunia llegó hasta él.

-¿Adónde te crees que vas?

-A la biblioteca.

Los rasgos finos y estúpidamente equinos de su tía se torcieron en lo que parecía una expresión de sorpresa y desagrado.

-¿Para qué?

-¿Para qué se va a la biblioteca, tía Petunia?

-¡No se te ocurra hablarle así a tu tía, mocoso!- rugió tío Vernon apareciendo desde el salón.- Contesta. ¿Para qué vas a la biblioteca?

-A leer. No me prohibiréis educarme como una persona... "normal", ¿verdad?

-Te crees muy listo, chico.- silbó tío Vernon.

-No, tío Vernon.- dijo Harry cansado.- Por eso quiero ir a la biblioteca. ¿Puedo o no?

Tío Vernon no sabía qué hacer. Si le dejaba ir estaría dejando a su sobrino hacer algo que quería hacer, pero tampoco veía nada de "anormal" en ir a la biblioteca. Además estaba el pequeño inconveniente de que si le prohibía algo aparecieran aquellos energúmenos del tren...

-Haz lo que te de la gana.- escupió. Y se metió en el salón inmediatamente. Tía Petunia lo miró con desprecio un instante y se fue tras su marido. Harry meneó la cabeza y salió al ardiente exterior.

El viaje hasta la biblioteca fue temible. Al menos 38 grados a la sombra y una humedad que hacía del aire algo susceptible de ser cortado con un cuchillo de mantequilla. Cuando llegó al frescor del viejo edificio estaba tan acalorado que tuvo que meterse en el baño y mojarse la cara antes de entrar en el recinto.

No había ido muchas veces a la biblioteca pública de Little Wining, pero sabía que tenía ordenadores con conexión a Internet. Tampoco había navegado por la Red, pero la única manera de satisfacer su curiosidad estaba en el mundo virtual. Pasó el carné de Dudley (robado previamente) por el lector y tuvo acceso a los ordenadores.

Unos minutos después descubrió que navegar por Internet era muy fácil y pronto encontró lo que quería: un buscador. Entonces tecleó lo que venía comiéndole la cabeza desde la mañana: Clínica Psiquiátrica San Pablo de Gatesburg. Para su horror existía tal clínica. Estaba cerca de Londres, al sur. El buscador ofrecía un enlace con la página Web de la Clínica y cuando se abrió vio fotos del edificio y los jardines por los que había huido la noche anterior. Su corazón latía tan deprisa como si hubiera corrido un kilómetro. ¿Había sido realmente un sueño?

Por supuesto que sí. Si no, no estaría allí sentado, frente a aquella pantalla de ordenador... con fotos de un lugar que había soñado... Pero, si aquel lugar era real... sus padres... Harry se sintió confuso. ¿Cómo era posible que hubiera una familia igual que la suya en algún lugar de Inglaterra? Una familia que se llamaba igual que la suya y que... Era imposible. Todo había sido un mal sueño. Pero, ¿era malo del todo?

Harry volvió a casa de sus tíos con calma, tratando de aclarar sus ideas. Una chica de más o menos su edad, pero con el pelo azul y estilo grunge de vestir se acercó a él sonriendo.

-Tonks, tu disfraz no es del todo discreto.- comentó a la chica cuando estuvo a su altura.

-¿Cuándo he sido yo discreta?- Harry sonrió.- ¿Has encontrado algún buen libro?

-No. Me he metido en Internet.

-¿Qué es eso?

Harry le explicó a grandes rasgos lo que era Internet y lo que había estado buscando. Tonks y Mundungus rondaban su barrio desde el final del curso y de vez en cuando se acercaban a charlar.

-Vaya... qué sueño más raro.- comentó Tonks jugueteando con el piercing de su ombligo.- ¿Y dices que la clínica esa es exacta a la que viste?

-Sí.- Harry se secó el sudor de su frente.

-Bueno, no creo que debas preocuparte demasiado. Al fin y al cabo sólo es un sueño.

Harry la miró de manera que entendiera que los últimos sueños que había tenido no eran precisamente sueños al uso. La chica forzó una sonrisa muy poco convincente y al final optó por encogerse de hombros.

-Se lo comentaré a Dumbledore.

-No creo que sea necesario.- dijo Harry.

-Quizá no, pero lo haré de todos modos.- la chica se levantó y guiñó un ojo al muchacho.- Vuelve a casa, Harry.

El aludido vio cómo la chica daba unos pasos y desaparecía con un chasquido. Al acercarse al número 4 pudo oír una tremenda discusión que salía de la cocina de la casa. Corrió los últimos metros y entró.

-¡SALGAN AHORA MISMO DE MI CASA!- gritaba el tío Vernon.

-Cariño, por favor, los vecinos...- suplicaba Tía Petunia tratando de proteger con su esmirriado cuerpo al orondo Dudley.

-¡AL DIABLO CON LOS VECINOS!- contestó furioso.- Por muchas amenazas que se atrevan a lanzar contra mi familia y contra mí, no tienen ningún derecho a asaltar mi hogar de esta manera. Si quieren llevarse al chico, que lo hagan, pero considero que no es mucho pedir un poco de formalidad.

Hubo un momento de silencio. Harry observaba la escena desde el quicio de la puerta de la cocina. Era tal el barullo que no se habían dado cuenta de su presencia. Rodeando la mesa de la cocina estaban el Tío Vernon, colorado como un pimiento, Tía Petunia con Dudley, Lupin y Bill Weasley. Durante un instante Harry se preguntó cómo era posible que los dos miembros más discretos de la Orden hubieran armado tal jaleo con su tío, pero en ese mismo instante una mano se apoyó en su hombro: Fred y George miraban la escena con una expresión de malicioso placer.

-Hola Harry.- saludó Fred, dándole unas palmaditas en la espalda.

-Hola.- saludó el muchacho con naturalidad.

Todos los gritos y aspavientos de su tío cesaron y todas las miradas confluyeron en él. Lupin sonrió.

-¿Qué tal estás, Harry?- preguntó el antiguo profesor.

-Bien. Me he encontrado con Tonks hace un momento.

-Lo sabemos.- dijo Bill.- Nos la hemos cruzado. ¿Estás preparado para irte?

-Casi.

-Nosotros te ayudaremos.- dijo George.

Los gemelos y Harry bajaron con el baúl y con Hedwig 10 minutos después. Lupin se despidió y sin más salieron al anochecer caluroso de aquel Agosto sofocante. Bill sacó la varita y el autobús noctámbulo apareció unos segundos después. Harry pensó en la última vez que pensó en utilizarlo... en aquel sueño. Meneó la cabeza para dejar de pensar en ello y ayudó a George a subir el baúl.

-Por más viajes que haga en ese trasto nunca me acostumbraré.- comentó Fred al salir del autobús frente a la Madriguera.

De la puerta salieron inmediatamente todos los miembros de la familia Waesley, Moody, Tonks y por último Dumbledore. Por el rabillo del ojo, hacia el camino, pudo ver una especie de brillo metálico que se elevaba rápido hacia arriba. Cuando giró la cabeza no vio nada. Su atención volvió a sus amigos. Ron se adelantó y agarró el baúl como si no pesara nada.

-Bienvenido.- dijo ignorando la mirada de sorpresa de Harry al verle cargar con el baúl como si fuera una almohada.- ¿Qué tal el verano?

-Bien, bueno, ya sabes.

Un gesto fugaz de preocupación apareció en los ojos del muchacho pelirrojo, pero inmediatamente fue transformado en una amplia sonrisa.

-Ya estás en casa.

Harry sonrió y saludó al resto de los que estaban allí. Por último saludó a Dumbledore.

-Hola, Harry.

-Hola, Profesor.

-Me han contado que anoche tuviste un sueño muy extraño.- Harry miró al Director de su escuela avergonzado. No consideraba que fuera algo lo suficientemente importante como para que se lo hubieran contado. Esta Tonks...

-Sólo fue un sueño.

-¿Seguro? – Dumbledore miró al chico con aquellos ojos azules tan claros y penetrantes. Harry se sintió invadido, pequeño. Reaccionó defensivamente.

-Sí, seguro. Y por si lo pregunta, NO, no está relacionado con Voldemort.

-De acuerdo, Harry.

Harry se sintió culpable inmediatamente. Frunció el ceño. Últimamente se sentía culpable por todo. Todo, de alguna manera, tenía una relación más o menos directa con él. Y estaba harto. Cuando llegó junto con Ron a su habitación éste le dijo que no verían a Hermione hasta el día del viaje en tren porque decía que no se atrevía a dejar solos a sus padres después de todo lo que había ocurrido.

-Creo que ha conseguido crear una especie de escudo protector alrededor de su casa, pero no me lo quiere decir.- le decía Ron.

-¿Cuándo te ha contado tantas cosas?- preguntó Harry pensando en las escuetas llamadas telefónicas de su amiga.

-Oh, me enseñó a usar el teléfono y hablo con ella cada 4 días más o menos.- Harry no pudo dejar de advertir el ligero enrojecimiento de las mejillas de su amigo, que rápidamente cambio de tema.- ¿Vamos a ayudar a mi madre?

Como era costumbre en la Madriguera, las cenas, en verano, se hacían en el jardín. Las velas flotantes volvieron a iluminar la velada. Harry participó de las conversaciones y comió mucho y bien, pero había algo que le inquietaba y que le obligaba a girar la cabeza de vez en cuando.

-No te preocupes, Harry.- dijo una voz grave a su derecha. Dumbledore quitaba con habilidad las espinas de su trucha mientras le hablaba.- Estamos muy bien protegidos.

-¿Cómo?

-¿Recuerdas ese brillo que has visto nada más llegar?- Harry le miró pasmado.- Era un retazo de magia, un coletazo del poder de los escudos que protegen la Madriguera.

-¿Cree que atacarían la Madriguera?- preguntó el chico paseando preocupado la mirada por todos los que reían y comían en aquella mesa.

-Pueden atacar cualquier lugar.

-Pero esta casa tiene mayores probabilidades, ¿verdad? Si no, no estaría usted aquí.

Dumbledore dejó de limpiar de espinas a la trucha de su plato.

-¿No sería mejor para todos que me escondiera en cualquier otro lugar fuera del alcance de las personas a las que quiero?- preguntó Harry.- Porque esa es la razón de la hiperprotección de esta casa. Yo.

Dumbledore dejó sus cubiertos en la mesa suavemente, pero de alguna manera este gesto fue captado por todos los comensales, que dejaron de hablar en aquel instante y fijaron la vista en el anciano mago.

-Así es.- respondió finalmente.- Pero te equivocas si piensas que la mejor opción es alejarte.

-¿Por qué?

-Este no es el lugar más adecuado para tener esta conversación.

-¡El postre!- exclamó la Señora Weasley tratando de desviar la atención. Los demás le siguieron el juego y aplaudieron alborozados a la tarta helada que lentamente se posaba en la mesa, pero era evidente que todos se sentían visiblemente incómodos.

Harry no dijo una palabra en el resto de la cena. Más tarde, cuando todos se preparaban para irse a la cama salió al jardín y con un suspiro de alivio se sentó en una butaca a disfrutar del frescor de la noche. Fragancias de jazmín, galán de noche y césped recién cortado le dieron la sensación de estar en un jardín de ensueño. Cerró los ojos y esa sensación se incrementó... parecía estar en otro lugar y que se movía...

Se movía. La brisa fresca le movía el pelo y tenía la completa certeza de que se movía. Abrió los ojos y vio un jardín, pero no el de la Madriguera. Un leve aroma a mar le llegaba tras los árboles. Estaba sentado, pero sin duda se movía. Estaba en una silla de ruedas, esta vez desatado. Miró hacia atrás para ver quién le empujaba.

-Hola, cielo.